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Andrea Colorado Gallego

Entre los años 1978 y 1982, Julio César Turbay Ayala se convirtió en el segundo presidente
del período posterior al Frente Nacional al derrotar a su principal rival: el conservador
Belisario Betancur. Turbay en menos de un mes de gobierno, implantó el Decreto 1923 de
1978, más conocido como el Estatuto de Seguridad, que restringía la libertad de
información de orden público en radio y televisión, y entregaba a la justicia penal militar a
los acusados de delitos contra el establecimiento, juzgándolos en consejos verbales de
guerra, que carecían en sí mismos de las garantías constitucionales propias del Estado de
derecho, dado que se tomaban medidas drásticas contra el secuestro, la extorsión, el
alzamiento en armas y la perturbación del orden público, entre otros (El Tiempo, 1999),
teniendo en cuenta que el Estatuto era la aplicación en Colombia de la Doctrina de la
Seguridad Nacional, según la cual las Fuerzas Armadas debían combatir al “enemigo
interno” que amenazaba los intereses nacionales, llevando a los militares a considerar que
cualquier opositor o crítico al Estado era una amenaza a los valores políticos
trascendentales de la nación (Jiménez, 2009).
Cabe aclarar que, Turbay prometió durante su campaña mano dura contra la subversión, por
ese entonces representada en las FARC, el ELN y el M-19, razón por la cual con este
Estatuto se pretendía hacer contrapeso a los grupos insurgentes, regular y prohibir la
protesta social y frenar el crecimiento de los movimientos guerrilleros, siendo el Estatuto
rechazado por juristas, sindicalistas y organizaciones de izquierda, dando lugar a diferentes
debates y acciones para poner en evidencia la necesidad de que los Derechos Humanos
fueran parte de la agenda política del país, bien fuera para legitimar acciones de represión o
para defender a los ciudadanos de los abusos de las Fuerzas Armadas y lo que los
organismos de seguridad del Estado estaban realizando. Dentro de los sectores de la
oposición se encontraba desde una expresión de la opinión pública forjada en medio del
debate de las torturas, El Foro Nacional por los Derechos Humanos, evento que congregó la
pluralidad política y social del país en torno a una acción suprapartidista por los derechos,
pidiendo que los derechos humanos no sólo los de las víctimas de persecución política sino
los de todos los ciudadanos sin excepción debían hacer parte de la agenda política del país
(Lora, 2007).
Es así como los derechos adquirieron un alto grado de importancia para la agenda política
del país, logrando movilizar diversidad de sectores políticos y sociales en torno al rechazo a
la práctica sistemática de las torturas en Colombia y el uso de recursos jurídicos como el
Estatuto de Seguridad y la aplicación del artículo 28 de la Constitución para coartar el
ejercicio de la oposición política y la protesta social bajo la legitimidad de la lucha contra lo
subversión que permitía reforzar las acciones que pondría en marcha el Estatuto. (Lora,
2007).
Sin embargo, en el marco de la aplicación del Estatuto y del Artículo 28, fueron detenidos
más 100 estudiantes de diferentes universidades de la capital del país, lanzándose
cuestionamientos sobre posibles torturas practicadas, calificando así el año 1978 como el
"año de los torturas", debido a otros acontecimientos también como el de inicios de 1979:
uno de los más fuertes golpes a la "seguridad" de las instalaciones militares en el país: el
robo de las armas del Cantón Norte de Ejército por parte del grupo guerrillero urbano M-
19, quien afirmó ser el autor del operativo y tener como porte del arsenal robado el fusil de
Camilo Torres, para lo cual las Fuerzas Militares, Policía y los organismos de seguridad
realizaron un operativo que permitió rápidamente recuperar armas y desmantelar cárceles
en las que el M-19 mantenía a sus secuestrados en diferentes ciudades del país, por lo que
el gobierno mantuvo el Estado de Sitio con detenciones arbitrarias y desmentía la práctica
de las torturas en las guarniciones militares denunciadas tanto a nivel nacional como
internacional (Lora, 2007).
En este sentido, los diferentes sectores de oposición, académicos, intelectuales y
ciudadanos, al igual que organizaciones internacionales continuaban denunciando abusos
por parte de los militares, incluso invadiendo las oficinas de los medios de comunicación
con cartas de rechazo ante las presuntas violaciones a los Derechos Humanos, surgiendo
una conciencia distinta de lo que ocurría en el acontecer nacional. Además, el gobierno
Carter en EE.UU. y las nuevas democracias en el sur del continente también estaban en
contra de las tesis de la Seguridad Nacional. Por lo tanto, en medio de la presión, incluso de
Amnistía Internacional que recomendaba levantar el Estatuto, en el año 1982 Turbay
derogó el Estado de Sitio y por consiguiente el Estatuto de Seguridad.
Es así como durante dicho período se vulneraron derechos, tales como el derecho a la vida,
a la libertad y a la seguridad de su persona, dado que la aplicación del Estatuto trajo
consigo una cantidad considerable de muertos, vulnerando así mismo el derecho a no ser
sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, ya que, por
ejemplo, en la captura de los cabecillas y cómplices en el operativo contra el M-19, “más de
300 personas retenidas en condiciones de total hermetismo y más de 1000 en calabozos
militares, vendados por días enteros y sometidos a interrogatorios a través de técnicas de
tortura psicológica con una aplicación generalizada de la droga pentotal conocida como el
suero de la verdad” (Revista Alternativa, 1979 citado por Lora, 2007, p. 25).
Igualmente, se vulneraba el derecho a un recurso efectivo, ante los tribunales nacionales
competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales
reconocidos por la constitución o por la ley, ya que el Estatuto otorgaba atribuciones y
facultades judiciales a los inspectores de Policía, Alcaldes y Comandantes de Policía,
teniendo en cuenta que es el legislativo quien establece las conductas que merecen sanción
y no las fuerzas públicas del Estado; este derecho se vulneraba simultáneamente con el de
no ser arbitrariamente detenido (…), considerando que ni siquiera se cumplía el principio
de legalidad, favorabilidad, juez natural ni defensa técnica, dejando sin garantías a los
procesados; vulnerando igualmente el derecho de ser oído públicamente y con justicia por
un tribunal; y el derecho de presunción de inocencia de toda persona acusada de delito,
mientras no se pruebe su culpabilidad. Además, el derecho de no ser objeto de injerencias
arbitrarias en el domicilio o correspondencia, dado que las Fuerzas Militares incurrieron en
actuaciones como allanamientos de domicilios sin orden judicial.
Por otra parte, se vulneraba el derecho a la libertad de opinión y de expresión, ya que las
informaciones de la Secretaría de Información y Prensa de Palacio eran la única fuente de
información de las cuales podían servirse los medios de comunicación oficialistas o de
oposición para tratar los temas de la agenda política del país.
Por último, el derecho de la libertad de reunión y de asociación pacíficas, ya que se
coartaba el ejercicio de la oposición política y la protesta social bajo la legitimidad de la
lucha contra lo subversión que permitía reforzar las acciones que pondría en marcha el
Estatuto. En este sentido, se vulneraba igualmente el derecho de no realizar actos tendientes
a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos (Lora, 2007).
Teniendo en cuenta lo anteriormente mencionado, el Estatuto no era pertinente porque tal
como lo expresa Amnistía Internacional “el Estatuto conduce a violaciones de los derechos
humanos", dado que las condiciones en las que hicieron las detenciones posibilitaban y
facilitaban la tortura, teniendo en cuenta además que su promulgación desencadenó
extralimitaciones de las fuerzas militares y de policía que, amparadas en dicha normativa,
incurrieron en actuaciones además de las anteriormente mencionadas, como desapariciones
forzadas, entre otras, poniendo en evidencia la no aplicación de los derechos humanos en el
contexto nacional a causa de un clima autoritario y antidemocrático que el Gobierno estaba
intentando justificar.
De esta forma, la política adoptada por el gobierno para hacer frente a la inseguridad no fue
la más adecuada, considerando que el Estatuto iba dirigido a "proteger la vida, honro y
bienes de las personas y garantizar la seguridad de los asociados", sin embargo, ocasionaba
una grave vulneración de los Derechos Humanos al ejercer represión, lo cual generó más
inseguridad, violencia que condujo a la anarquía, agravando las dificultades y los
sufrimientos del pueblo, atentando contra la dignidad humana, que es la base de los
Derechos Humanos, reconocida como un principio universal irrefutable e igualmente los
derechos son principios inherentes a todas las condiciones sociales y sectores políticos.
Además, el gobierno se autoproclamaba “defensor de los derechos humanos”, por lo tanto,
era una contradicción muy profunda al “querer preservar las instituciones democráticas y
afianzar la paz en el país", y en la praxis habiendo excesos de las autoridades; acrecentando
la violencia; llegando a la tortura incluso de toda persona considerada sospechosa;
prohibiendo la opinión pública y reprimiendo los movimientos populares que intentaban
hacer un ejercicio de la “democracia” en un país con “Estado Social de Derecho”, que
finalmente demostró ser una dictadura durante el período presidencial de Julio César
Turbay.
Referencias:
El Tiempo. (9 de diciembre de 1999). Siglo XX en el tiempo: Año 1978.
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-947242
El Tiempo. (24 de septiembre de 2010). Turbay dicta polémico Estatuto de seguridad.
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-4169210
Jiménez, C. (2009). Aplicación e instrumentalización de la Doctrina de Seguridad
Nacional en Colombia (1978-1982): efectos en materia de Derechos Humanos.
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3226580.pdf
Lora, P. (2007). Estatuto de Seguridad Nacional: Derechos Humanos y Subversión.
Polisemia, 3(3), 12-30. https://doi.org/10.26620/uniminuto.polisemia.3.3.2007.12-30
Naciones Unidas. (2015). Declaración Universal de Derechos Humanos.
https://www.un.org/es/documents/udhr/UDHR_booklet_SP_web.pdf

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