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Sobre deuda, crisis, y hombres de 

negro

Entre maldiciones y bendiciones: la abundancia de los


recursos naturales
Posted on septiembre 26, 2012 
Uno de los frentes más dinámicos en las teorías del desarrollo vuelve a situar a
los recursos naturales en el centro del debate. Lo que la evidencia -y la historia-
nos muestra es que las “maldiciones” y las “bendiciones” se construyen.
“Endogenizar” la abundancia de los recursos naturales -o, mejor, del capital
natural- parece ser la línea argumental más prometedora para lograr nuevos
avances  en este campo del conocimiento.
Henry Willebald (Universidad de la República), 26 de septiembre de 2012.
En momentos en los cuales la crisis económica internacional no aparenta dar
tregua a los países del “Norte”, en el “Sur” parecen soplar –desde ya hace tiempo–
vientos favorables de expansión y mejoras del bienestar. En su informe anual de
2011, el Fondo Monetario Internacional (FMI) argumenta sobre la necesidad de
alcanzar un “crecimiento mundial sostenido y equilibrado” –como si esa hubiera
sido la norma en alguno de los últimos 200 años– contrastando el muy modesto
desenvolvimiento de las economías avanzadas con el de las “economías
emergentes y en desarrollo, [donde] el desempeño económico ha sido mucho más
sólido”. En su informe de 2012 continúa con esa línea argumental de crecimiento
mundial desquilibrado y, al hacer referencia a América Latina y el Caribe, destaca
lo vigoroso de su crecimiento en una evolución que estuvo “muy influenciada por
factores externos. El alto nivel de los precios de las materias primas apoyó la
actividad en muchos de los países de la región que las exportan, a pesar de una
desaceleración general del crecimiento mundial y los flujos de capitales, que
ayudó a contener las presiones de sobrecalentamiento”. Ciertamente que es este
regreso a las ventajas comparativas el que parece explicar la expansión de esas
zonas periféricas y del “Sur” de la economía mundial.
La CEPAL comparte esta visión. En su
último panorama de inserción internacional el organismo argumenta que “la fuerte
expansión económica de China y el significativo crecimiento de su demanda de
materias primas y alimentos han conducido en los últimos años a un auge de las
exportaciones de América Latina y el Caribe a ese país. Debido, en gran medida,
a la mayor demanda de China y otras economías emergentes, los precios de los
productos básicos han experimentado un marcado aumento desde inicios de la
década de 2000, particularmente en el caso de los minerales y metales. Si bien
ambos factores han favorecido el crecimiento de los países de la región que
exportan estos productos, especialmente los de América del Sur, también han
aumentado su dependencia de los ingresos derivados de estas exportaciones, lo
que plantea diversos desafíos.”¿A qué se refiere la CEPAL con esos desafíos? En
forma más o menos implícita parece admitir lo que una extensa literatura sobre
desarrollo económico identifica con la “maldición de los recursos naturales”.

Luego de los trabajos señeros de Jeffrey Sachs y Andrew Warner (de 1995 y


de 2001) se han multiplicado los estudios que procuran constatar –o condicionar a
ciertos procesos– una relación inversa entre crecimiento y la abundancia de
recursos naturales (o de capital natural), extendiendo esas consideraciones a otras
expresiones del desarrollo como la desigualdad e indicadores de bienestar. Sin
embargo, el debate sigue abierto. Van der Ploeg (2011) hace una revisión muy
atenta de la literatura e identifica ocho argumentos que sustentan la hipótesis más
general de la “maldición”: (i) la bonanza de recursos induce la apreciación del tipo
de cambio real, el declive de los sectores transables, la expansión de los no-
transables (desindustrialización) y la contracción productiva luego del boom inicial
(mal holandés); (ii) si es la manufactura –más que el sector agropecuario o el
primario– la actividad que genera procesos de learning by doing y efectos de spill-
over del capital humano, las rentas repentinas y elevadas (windfall) de los recursos
naturales que presionan para “primarizar” la economía pueden afectar el
crecimiento económico; (iii)  la “maldición” está condicionada a la existencia de
marcos institucionales débiles (en términos de definición de los derechos de
propiedad, enforcement de los contratos, rule of law, perduración de las elites en el
gobierno) que facilitan el establecimiento de condiciones adversas para el
crecimiento; (iv) la maldición tiende a verificarse con mayor vigor en regímenes
constitucionales presidencialistas y regímenes no-democráticos; (v) las rentas por
recursos naturales aumentan la corrupción, especialmente en regímenes no
democráticos, para capturar la riqueza y el poder político y, con ello, se ve afectado
el desempeño de largo plazo; (vi) la volatilidad de los precios de los recursos
naturales como resultado de repentinos descubrimientos o la propia dinámica de
los mercados internacionales de las commodities  pueden conducir a booms y
contracciones cíclicas exacerbadas; (vii) la economía política de rentas abundantes
combinadas con derechos de propiedad mal definidos, mercados imperfectos y
sistemas legales deficientes brindan un escenario de oportunidades ideal para
conductas tipo rent-seeking y conflictos armados que atentan contra el crecimiento
y el desarrollo; (viii) la riqueza en recursos naturales puede tender a erosionar las
facultades críticas de los políticos, inducir falsos sentidos de seguridad y llevar
adelante políticas insostenibles o derrochadoras.
El propio autor se encarga de relativizar buena parte de la línea argumental de la
“maldición”. Repasa un conjunto de ejemplos que ilustra que ésta no es un final
ineludible y señala que la variedad de experiencias es más la norma que la
excepción. Los casos de Botswana y su inmensa riqueza de diamantes, los de
Indonesia, Malasia y Tailandia en el Sudeste Asiático, el de Noruega entre los
países escandinavos, los Emiratos Árabes de las últimas décadas, e incluso algunos
países latinoamericanos como Brasil y Chile, son situaciones en las cuales parece
haberse encontrado los mecanismos para transformar la “maldición” en
“bendición”.

Sin embargo, esta variedad de experiencias adquiere un carácter aún más


marcado cuando ampliamos la mirada temporal y repasamos la
historia de la economía mundial desde el siglo XVIII. ¿Qué tenemos
para aportar los historiadores económicos en esta discusión? Las
ilustraciones abundan.
Los recursos naturales –principalmente hierro y carbón– jugaron un rol clave en la
emergencia del “crecimiento económico moderno”, con Gran Bretaña como el líder
y Bélgica, Alemania, Francia y Estados Unidos como los seguidores. Además,
durante el siglo XIX otras regiones del planeta fueron incorporadas a la expansión
de la economía atlántica y participaron exitosamente en el comercio internacional
sugiriendo que no sólo los recursos minerales eran una “bendición”. La Segunda
Revolución Industrial tuvo importantes repercusiones en extensas regiones de la
periferia mundial –varias partes de Sudamérica, Australasia, el norte y el sur de
África– cuando de la mano del progreso tecnológico (el ferrocarril, la refrigeración,
la reducción del costo interoceánico de transporte) amplias áreas de clima
templado y tierras fértiles se incorporaron con materias primas y alimentos en los
circuitos mundiales de la circulación capitalista. El interés que, desde la economía,
ha experimentado la “maldición” no ha estado ajeno de esta evidencia histórica y la
interacción no ha caído en saco roto.

En el último Congreso Internacional de


Historia Económica, celebrado en Stellenbosch, South Africa, en julio de 2012, una
de las sesiones fue dedicada a esta temática (Natural Resources in historical
perspective: Curse or Blessing?) y el debate volvió a dejar en claro la
heterogeneidad de experiencias. Los temas tratados refirieron al caso australiano,
con énfasis en aspectos ligados a la diversificación productiva; las economías
mineras sudamericanas (Bolivia y Chile); la distribución de los derechos de
propiedad sobre la tierra (los casos de Finlandia y las economías de reciente
asentamiento europeo) y los fenómenos de  innovación inducidos desde la minería.
En un debate abierto como el que tenemos entre manos parece necesario precisar o
redireccionar el carácter de las preguntas para no ir a tientas o, en su defecto, para
buscar lo que perdimos en el lugar dónde lo extraviamos en lugar de hacerlo en el
sitio donde creemos que hay más luz. Parte de la respuesta podemos encontrarla en
un par de artículos que preceden al propio debate que estamos comentando y que
refiere al desarrollo económico de Estados Unidos. Los trabajos de Paul David y
Gavin Wrigth de los años noventa ofrecen varios argumentos en esta línea y que
refieren, básicamente, al hecho de que la “natural resource abundance was an
endogenous, ‘socially constructed’ condition that was not geologically pre-
ordained” (David & Wrigth, 1997, p. 203).  Afirmaciones como éstas dan algunas
pistas de hacia dónde focalizar la investigación. Antes de buscar cuán mala o cuán
buena es la abundancia de recursos naturales para el crecimiento y el desarrollo
económico, puede ser más relevante –y conceptualmente más desafiante–
preguntarnos sobre las condiciones que hacen posible la
“endogenización” de la abundancia de recursos naturales y la
conveniencia de trasladar nuestra atención a un concepto más
sistémico como lo es el del capital natural.
Dos son los aspectos claves a tener en cuenta para comprender la modalidad que
adopta esa endogenización y, en ambos casos, los historiadores económicos
tenemos mucho que aportar. Por un lado, el rol que juegan las instituciones
en ese proceso y, por otro, el papel que le corresponde a la
incorporación del progreso tecnológico. En cuanto a las primeras –las que
ya fueran uno de los temas centrales de la entrada al blog propuesta recientemente
por Rafael Dobado– parece imprescindible preguntarnos sobre el rol que les cabe
en cuanto a la definición de los derechos de propiedad y las condiciones
de apropriabilidad de las rentas derivadas de esos recursos naturales. Sobre el
progreso tecnológico y la innovación nos cabe preguntar sobre el desarrollo de
conocimiento actualizado y estrategias de inversión en industrias basadas en
recursos naturales, así como la conformación de encadenamientos hacia atrás y
hacia delante desde los recursos base y la posibilidad de creación de agrupamientos
de desarrollo superior.
Finalmente, pero no menos provocador, tenemos el desafío de trascender medidas
relativamente sencillas de la abundancia de recursos naturales –que, muchas veces,
resultan contradictorias pues confundimos abundancia con dependencia– para
adentrarnos en la contabilidad del capital natural como medida sistémica de las
rentas generadas por el medio ambiente en cuanto activo que interactúa con otras
formas del capital. La historia económica tiene un largo camino por recorrer en
estas consideraciones que hacen a la propia sostenibilidad del desarrollo y que
puede dirigirse a la evaluación de conceptos como los de riqueza de las economías y
ahorro genuino. La historia nos enseña que maldiciones y bendiciones se
construyen y que reflexionar en términos de retos y oportunidades brinda nueva
luz a muchas nuevas y viejas cuestiones de la disciplina.

http://pasadoypresenteblog.wordpress.com/2012/09/26/entre-maldiciones-y-bendiciones-la-
abundancia-de-los-recursos-naturales/

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