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La paradoja del dogmatismo liberal.

Un comentario crítico de La paradoja populista

Julián Zícari
UBA/Undav/Conicet

La revista Desarrollo Económico ha publicado un interesante trabajo de Gerchunoff,


Rapetti y De León (2020) llamado “La paradoja populista”. A decir verdad, este texto es la
segunda versión de una misma tesis, publicada un par de años antes por Gerchunoff y
Rapetti (2016), pero que se le han agregado tres novedades. Por un lado, una mayor
discusión bibliográfica sobre el tema. Por otro, algunos elementos ligados al gasto público
y en tercer lugar, la propuesta de algunas ideas para solucionar el nudo temático de la tesis
central que se replica en ambos trabajos.

Empecemos presentando brevemente el planteo. Nuestros autores buscan explicar un


problema vital de la economía argentina que se viene arrastrando desde comienzos del siglo
XX y con el cual el país permanentemente se toparía. Como lo señalan ellos mismos “La
historia económica argentina ha estado signada por una recurrente tendencia al
desequilibrio macroeconómico” (2020: 302) que no sería otro que la “contradicción entre
las demandas sociales y la capacidad productiva de la economía” de satisfacerlas (ib.: 304).
En efecto, según el planteo las aspiraciones salariales en nuestro país implicarían establecer
un tipo de cambio que permitiría garantizar el “equilibrio social”, no obstante, el verdadero
equilibrio de sostenibilidad macroeconómica en realidad sería otro, mucho más alto. De
esta manera, existiría una brecha entre ambos tipos de cambio, ya que se nos aseguran que
“no es posible alcanzar simultáneamente los objetivos de equilibrio macroeconómico y
equilibrio social” (ib.: 307), por lo que como su consecuencia el conflicto distributivo
devendría estructural.

La originalidad del planteo sin duda lo vuelve muy atractivo. Como además, sus méritos
no son pocos. Mencionemos tres de los más importantes. Por empezar, el trabajo irrumpe
como una clara respuesta frente a la constante inestabilidad económica y social de nuestro
país, dando una explicación que podría hacerla inteligible para entender el largo plazo.
Además, lo hace metiéndose de lleno con un tema espinoso y complejo como es el conflicto
distributivo, un tópico sin dudas central. Por último, su modelización a partir de reducir
todo a solo dos tipos de cambio (el de equilibrio social y el de viabilidad macroeconómica)
permitirían hacer operativo y fácil de identificar los problemas.

Por todas las potencialidades que ofrece un trabajo de este tipo, no llama la atención que
prontamente haya encontrado una buena recepción en la prensa liberal (Jacquelin, 2020;
Sticco, 2020; Franco, 2020), como tampoco que sus ideas hayan despertado también
algunas voces críticas (Mercante, 2020; Heredia, 2020). Precisamente este breve escrito
busca sumarse a este último grupo, ya que la propuesta de nuestros autores considero que
tiene errores de todo tipo: desde el nivel de sus presupuestos a sus implicancias prácticas,
pasando por una gran cantidad de refutaciones empíricas y descuidos teóricos, los cuales
nos llevan a concluir que la reiteración de los postulados defendidos solo resultan en la
obstinación de los representantes del liberalismo argentino por repetir dogmas añejos.

Ideología y teoría de una propuesta liberal

El primer punto a criticar es el fuerte y descarado dogmatismo ideológico que estructura la


tesis central de nuestros autores. Pues para ellos la explicación desnuda de la inestabilidad y
de los problemas económicos que han hecho inviable a nuestro país se encontraría en los
anhelos de mejoras distributivas de los trabajadores, los cuales estos últimos pretenderían
mucho más de lo posible. De ahí, que “‘Empujados’ por la presión social, los gobiernos
aprecian el tipo de cambio para elevar el poder de compra de los salarios por encima de la
productividad” (2020: 311), especialmente en tiempos democráticos. La “incesante
repetición” de este problema, como lo llaman (Ib.: 302), sería la problemática que se buscó
responder con su explicación del conflicto distributivo estructural, señalando que “No es
trivial la pregunta sobre por qué las aspiraciones de una sociedad pueden estar tan alejadas
de lo que la economía puede ofrecer” (Ib.: 307).

Como vemos, no solo los responsables finales de los problemas argentinos tienen un sujeto
claro y perfectamente identificable, como son las clases asalariadas, sino que la explicación
de Gerchunoff, Rapetti y De León es la traducción académica de las premisas del
empresariado liberal más rancio de este país. Ya que las demandas de mejoras salarias
serían así siempre “desmedidas”, “abusivas” o fuera de toda lógica posible, las cuales, al
existir gobiernos democráticos, los gobernantes se verían empujados a convalidar y a
provocar con ello la inestabilidad macroeconómica típica de nuestro país. La propuesta
entonces, apoyada en gráficos y ecuaciones matemáticas aparentemente rigurosas e
inobjetables, viene a convertirse en un sueño teórico para los empresarios y los sectores
concentrados del poder económico, al encontrar en ella una hermosa justificación para
presentarles a los sindicalistas a la hora de discutir las paritarias y por qué “no se puede”
dar mejoras salariales ante los reclamos obreros.

Resulta fácil señalar la operación ideológica montada aquí, pues sin dificultad podríamos
invertir las premisas y preguntar por qué el problema más bien no es al revés: por qué no
serían las altas ganancias y la avaricia patronal las que explicarían la inviabilidad
macroeconómica de la Argentina. Esta pregunta no se realiza, pero sí se naturaliza e
invisibiliza la alta concentración de ingresos existentes en nuestro país. Además, digamos
lo obvio: cuando los trabajadores disputas por mejoras salariales, ¿lo hacen acaso contra
otras clases sociales, lo hacen contra el vacío o lo hacen contra la simple “realidad” que les
impondría los límites macroeconómicos? Otra vez, vemos que sobre esto no hay pregunta,
sino silenciamiento, dando por incuestionable los niveles de rentabilidad empresaria, pero
culpabilizando a las clases populares por pretender vivir mejor. Tal vez sería bueno
recordar que en la Argentina existe un amplia franja de trabajadores no sólo sumergidos
bajo la pobreza desde hace décadas y en niveles crecientes como veremos, sino que sus
relaciones contractuales no son las mejores: carecen de derechos (sin obra social, aportes
jubilatorios, aguinaldo y demás beneficios), otros tantos tienen contratos precarios –en
general, escondidos bajo la figura de monotributistas- y sufren tasas de sobre explotación
difíciles de justificar. Por todo esto no parece lógico argumentar como lo hacen nuestros
autores que las clases populares no pongan el hombro para salir adelante, que no hayan
resignado aspiraciones distributivas o que sea una buena solución para detener el conflicto
distributivo estructural, como proponen, el que aplaquen sus demandas sociales ya que eso
permitiría que en algún futuro pudieran vivir mejor, siempre y cuando tengan aspiraciones
“racionales”1.

Los elementos de grosera idelogización del planteo no terminan acá, sino que también son
otros. Citemos el caso de los autores y la literatura a la cual recurren como referencia: son
todos referentes del más duro neoliberalismo pro-empresarial, que acusan fácilmente a
cualquier gobierno de ser populista y suelen pregonar prácticamente como único objetivo
las políticas de ajuste fiscal, la apertura y las privatizaciones. Discutir con fanáticos como
Dornbusch, Rodrik, Sachs o Edwars hace lucir a casi cualquier planteo como moderado
frente a autores de este tipo. Tal vez el abordaje conceptual podría ser más balanceado si las
referencias no fueran todas dentro de una misma concepción ideológica, permitiendo
contrastes conceptuales e ideológicos más amplios. Lamentablemente este no fue el caso.

En este mismo sentido, el trabajo adolece de una gran cantidad de aseveraciones analíticas
que son fácilmente refutables y que sólo se basan en repetir el dogmatismo liberal. Citemos
algunos casos. Por ejemplo, se afirma que “La contracara de la mejora distributiva es el
desaliento exportador y un menor crecimiento” (2020: 317), lo cual es categóricamente
falso y que solo se sostiene para desalentar ideológicamente las mejoras sociales: en el
segundo gobierno de Perón (1952-1955), en el gobierno de Illia (1963-1966) o durante los
dos primeros gobiernos kirchneristas (2003-2011) existieron mejoras distributivas de
envergadura, la economía creció a muy buenas tasas y las exportaciones aumentaron
ininterrumpidamente. Vemos entonces que se apela a sentencias liberales falsas y se las
repite en el vacío pero sin sustento real y enunciado solo para desalentar las mejoras
salariales.

Vamos a otro ejemplo. Previo a la afirmación recién citada, se enumeran varios motivos por
los cuales el proteccionismo como vía para defender la viabilidad macroeconómica es un
mal camino para realizar las mejoras sociales y distributivas, porque supuestamente
volvería a las economías menos eficientes y menos propensas a la exportación. Otra vez
encontramos una aseverción del más duro dogma liberal, pero que es fácilmente refutable
con contraejemplos: durante la etapa final de la era de Industrialización por Sustitución de

1
Vale la pena, igualmente, destacar que los autores no se oponen a que existan mejoras salariales, como ellos
dicen: “Aunque simpatizamos con las justificaciones morales de la equidad, nuestra propuesta no se basa en
ellas sino en el criterio de eficiencia y de conveniencia mutua” (2020: 321).
Importaciones (ISI) de la Argentina (1963-1975) el país a pesar de sus altos aranceles y
nivel de proteccionismo, logró igualmente no sólo expandir su economía a tasas muy altas
y reducir mucho su coeficiente importador, sino que incluso aumentó sus exportaciones,
pero lo que fue más importante de todo es que ese despliegue exportador se dio en el sector
industrial, llegando este a representar más del 20% de los bienes vendidos al exterior
(Zícari, 2020: 95). Por lo cual, vemos repetir de nuevo estereotipos liberales solo por
dogmatismo y sin sustento empírico.

Del mismo modo, también se afirma que “la brusca crisis del “Rodrigazo” a mediados de la
década de 1970 [fue] originada en políticas expansivas sobre la demanda” (Gerchunoff,
Rapetti y De León, 2020: 317), la cual terminó en un desastre, justamente, por intentar
llevar adelante mejoras salariales. Aquí encontramos otro canto al más crudo dogmatismo
ideológico liberal. Pues es curioso que siempre frente a todo intento de realizar mejoras
sociales, el liberalismo lo busque desalentar diciendo que hay que ser cuidadosos y mejor
no intentarlo, porque podría terminar en otro Rodrigazo. Esto es fácilmente contrastable
analizando la situación, pues cualquier persona que evalúe serenamente y sin dogmatismo
lo que sucedió en dicha crisis sabe perfectamente que esa explosión no se debió a las
mejoras distributivas o al abuso de las políticas de demanda como nuestros autores afirman,
sino más bien a tres factores que se silencian. Dos de ellos totalmente vinculados al
estrangulamiento del comercio exterior y que las políticas económicas vigentes hasta
entonces nada tuvieron que ver. Nos referimos, por un lado, al terrible impacto que sufrió
nuestro país por el shock petrolero en octubre de 1973 y luego, por otro, por perder el
principal destino exportador argentino en julio 1974 cuando se cerró el Mercado Común
Europeo. No mencionar ambos aspectos en la crisis del Rodrigazo implica desconocer
sucesos básicos de la historia económica de nuestro país, como además, al no ligar a una
cosa con otra, es como no mencionar la pandemia causada por el Covid-19 en la caída
económica sufrida durante 2020. El ocultamiento es ideológico, no un motivo de análisis
objetivo. El tercer hecho relacionado con el Rodrigazo fue la pretensión de las autoridades
económicas de aprovechar dicho momento para implementar un violento cambio
económico (Zícari, 2020: 107-115), lo que representa otro ocultamiento liberal. Es decir, el
texto que analizamos no menciona ninguno de estos puntos medulares del Rodrigazo pero
en cambio se da el lujo de responsabilizar a las políticas de aliento a la demanda y de
mejoras distributivas. Vaya ideologización en pos de sostener su dogmatismo liberal.

La única verdad es la realidad: la validación empírica

A los problemas mencionados en el apartado anterior debemos sumar otros más,


especialmente vinculados a los problemas empíricos que posee el escrito.

Empecemos señalando lo más básico y que debería ser central en todo su planteo:
explicar por qué no serían compatibles las mejoras sociales con el equilibrio
macroeconómico. Al respecto sólo dicen que tal cosa no es posible “Dada la relación
inversa existente entre el tipo de cambio real y el salario real” (Gerchunoff, Rapetti y De
León, 2020: 306). Por fuera de esta premisa, solo encontramos silencio. Es verdad que las
devaluaciones suelen afectar el nivel de ingresos en la Argentina, pero admitir esto no
implica de ningún modo aceptar el corazón del planteo de nuestros autores. Ya que la
experiencia indica que el castigo salarial irrumpe cuando suceden bruscas devaluaciones,
pero posteriormente eso no se mantiene y esto es lo vital: una vez que se realiza la
devaluación los salarios pueden luego crecer sin problemas y ubicarse en niveles altos, sin
afectar ello a la competitividad cambiaria.

En este sentido, si se repasa toda la historia económica argentina vemos que


prácticamente todos los momentos evaluados allí parecen desmentir categóricamente las
afirmaciones de nuestros autores2. Intentemos contrastar entonces las distintas etapas
económicas argentinas. Por ejemplo, durante los años del Modelo Agro-Exportador (MAE)
en la Argentina (1860-1930) las autoridades permanentemente bregaron por tener tipos de
cambio altos con el fin de alentar las exportaciones de bienes primarios. Para ello, dieron
distintos tipos de incentivos, especialmente diseñar sistemas de tipo de cambio fijo para
mantener depreciado artificiacialmente el tipo de cambio. Algo que ocurrió reiteradamente
en varios tramos: 1867-1876, 1881-1885, 1899-1914 y 1927-1929. A pesar de que el país
tuvo durante casi todo ese período tipos de cambio muy devaluados, no obstante, logró
tener también salarios muy altos, incluso uno de los más altos a nivel internacional, lo que

2
Muchas de las afirmaciones y críticas vertidas en esta sección como también algunas de la previa son
ampliaciones de lo planteado en Zícari (2021).
permitió alentar el gran influjo inmigratorio que pobló estas tierras. Todo este período
entonces es una cachetada directa al planteo defendido por nuestros autores.

Durante los años de la ISI (1930-1975) los problemas del sector externo nada tuvieron
que ver con las cuestiones distributivas, por lo cual sería un absurdo pensar que las mejoras
salariales existentes durante ese período hayan afectado a la viabilidad macroeconómica.
Puesto que las crisis durante la era industrial lejos estuvieron de ligarse a problemas de
rentabilidad empresarial, aumentos de importaciones de consumo o de bienes suntuarios o
al gasto publico. Más bien, los problemas que explicaron las reiteradas desestabilizaciones
tuvieron que ver con las típicas cuestiones de subdesarrollo: la necesidad de aumentar las
importaciones para sostener el proceso de crecimiento industrial (comprando del exterior
maquinarias, bienes de capital, patentes, energía y demás). No obstante, como el país no
estaba en condiciones de compensar una demanda de importaciones tan alta, puesto que las
exportaciones eran básicamente de bienes primarios y estas crecían muy lentamente,
periódicamente se desataban crisis de balanza de pagos; algo que los conocidos ciclos de
Stop and go lograron explicar muy bien. Vemos entonces que aquí el problema de la
viabilidad macroeconómica no fueron las mejoras salariales sino el subdesarrollo
productivo e industrial.

Finalmente, durante los años regidos por el neoliberalismo (1975-2020) sería también
muy difícil de justificar los problemas macroeconómicos por los altos salarios o las mejoras
distributivas, especialmente por dos problemas. Por un lado, porque existió una tendencia
general de todo el período a hacer caer los ingresos de las clases trabajadoras y en donde el
avance de la concentración económica, la exclusión y la pobreza prácticamente no se
detuvo: salvo durante los años kirchneristas, en todos los demás gobiernos las clases
asalariadas tendieron a perder, ya sea bajo la dictadura (1976-1983), el alfonsinismo (1983-
1989), el menemismo y la Alianza (1989-2001) y el macrismo (2015-2019). Fueron pocos
y acotados los momentos de recuperación salarial en esos años por fuera del kirchnerismo.
Pero a su vez, cuando se analizan los determinantes económicos de las crisis económicas de
esos años (1982, 1989, 1995, 2001 y 2018/19) vemos que en todos los casos estuvieron
vinculadas a cuestiones del sector externo, pero no ya ligadas al desarrollo industrial como
en los años de la ISI, sino al rol ocupado por el sector financiero: las crisis fueron causadas
por el sobreendeudamiento, la fuga de capitales, la dolarización y golpes de mercado, todos
elementos con los cuales los sectores populares estuvieron muy lejos de beneficiarse, sino
lo tendieron a sufrir profundamente.

Para evaluar ello veamos qué pasó con la pobreza durante esos años (gráfico 1). En la
década de 1970 el promedio de pobreza fue de 5,7%, en la siguiente ya fue del 23% (es
decir, más que se cuadriplicó), en la década de 1990 volvió a crecer, manteniendo un
promedio de 26,4%, en los 2000 el número se volvió a incrementar, con un terrible 36,4%
(es decir, subió otra casi 30%), aunque durante la década de 2010 logró retroceder algo al
promediar el 28,10%.

Gráfico 1: Población bajo la línea de la pobreza (1970-2019)

Fuente: Elaboración propia en base a datos del Ministerio de Economía, Ferreres (2010), Cifra-CTA y el
Observatorio Social de la UCA.

Si se tienen en consideración los tres grandes períodos económicos de la historia


argentina, parece que la explicación de Gerchunoff, Rapetti y De León carece del más
básico sustento empírico, que es lo vital para poder defender una explicación. Como
además, la inestabilidad macroeconómica de los últimos 45 años luce también muy difícil
de atribuir a las mejoras sociales.

La situación se vuelve todavía peor si se quisiera considerar cuándo o cómo la tesis de


nuestros autores pudo haber sido efectivamente operativa. Ellos llaman “populista” a un
caso especial de política económica, en sus propias palabras, es “aquel en que la política
económica prioriza satisfacer las demandas sociales por sobre el equilibrio
macroeconómico” (Gerchunoff, Rapetti y De León, 2020: 319). Ahora bien,
preguntémonos si los gobiernos no populistas, igualmente, lograron satisfacer dicha tesis,
aplicando políticas no distributivas pero macroeconómicamente viables: ¿lo fueron acaso la
instrumentación de la política liberal de Martínez de Hoz, la alfonsinista, la convertibilidad
o acaso la de Macri? Ninguna de todas ellas implicó mejoras salariales o distributivas, sino
en líneas generales caídas permanentes de los ingresos por parte de las clases asalariadas (lo
cual se corresponde con la evolución creciente de la pobreza ya repasada), pero sin
embargo, lo más llamativo es que todas ellas fueron políticas realmente desquicias desde el
punto de vista de su consistencia macroeconómica: resultaron inviables en el largo plazo,
solo se sostuvieron ligadas al endeudamiento y en todos los casos terminaron en crisis y
colapsos mayúsculos. Por lo cual, no habría en ellas ni mejoras distributivas ni equilibrio
macroeconómico, lo que implica otra refutación espectacular a sus postulados.

En cambio, si buscamos lo opuesto sí encontramos ejemplos para contrastar y refutar la


tesis de nuestros autores. Pues hubo políticas de mejora social y distributiva como la del
primer peronismo (1946-1955), que tuvo subas salariales con equilibrio macroeconómico,
salvo los años de crisis en que cayeron los precios externos y hubo sequías (1949/1952),
por lo cual el desequilibrio se debió a otros factores; también lo hubo durante el gobierno
de Illía (1963-1966) y en el kirchnerismo, momentos en que lograron satisfacerse ambas
condiciones (por lo menos hasta 2011, cuando el gobierno se vio duramente afectado por
los cambios de condiciones externas, y que dichas políticas populistas no fueron las
responsables de dichos problemas). Por lo cual, volvemos a encontrar la refutación de los
postulados liberales defendidos por nuestros autores una vez más.

Conclusión: desnudar los velos del dogmatismo liberal

Hemos intentando repasar algunos de los problemas teóricos, empíricos e ideológicos


del texto “La paradoja populista”. Nuestros autores justifican su escrito como una respuesta
posible frente a la pregunta sobre “por qué se vuelven a utilizar políticas
macroeconómicamente inconsistentes si ya se conoce su final” (2020: 302). La paradoja
entonces de repetir el populismo, según ellos, no sería otra más que la “la prevalencia de la
presión social” (ib.). Como hemos visto, el texto analizado en realidad tiene una gran
cantidad de errores y problemas teóricos y empíricos de todo tipo, que no hicieron más que
poner al descubierto el grosero dogmatismo ideológico que sostiene todo el planteo, y que
se esfuerza una y otra vez por repetir los preceptos del liberalismo.

Esto nos lleva a la última observación al trabajo que estamos analizando. Porque
nuestros autores parecen empecinarse en abrazar las pautas liberales a cualquier precio,
incluso al costo de negar o de invisibilizar los problemas centrales que sufre una economía
como la Argentina y que jamás aparecen introducidos como puntos indispensables de sus
análisis. Como hemos visto, se repiten dogmas, se silencian problemas y se insiste en
analizar el comportamiento económico de nuestro país bajo el lente de los manuales de los
países desarrollados o de la economía ortodoxa, los cuales no están habituados a padecer
las problemáticas típicas de un país latinoamericano. Por ejemplo, problemas como la
vulnerabilidad frente al deterioro de los precios de los productos primarios y del sector
externo, que son vitales para la región, en dichos manuales confeccionados en los países
desarrollados, no son siquiera considerados: la relación Centro-Periferia, aunque la
nieguen, la invisibilicen o les duela, existe y no es posible dejar de lado. En el mismo
sentido, si se quiere buscar una explicación a los problemas macroeconómicos argentinos,
no es posible excluir una sistematización sobre cuestiones medulares como la fuga de
capitales, el endeudamiento crónico o la dolarización económica, elementos que realmente
son perturbadores y de consecuencias catastróficas para nuestro país. Con todo, como
vimos, estos temas no son mencionados ni incorporados a la matriz analítica del planteo,
sino que tristemente, más bien, terminan por echar la culpa de los problemas de nuestro
país a las clases trabajadoras por aspirar a más. Por ello mismo, vale entonces volver a
preguntarse por la paradoja del dogmatismo liberal argentino, que sin solvencia teórica,
capacidad analítica y con muchas refutaciones empíricas, igualmente se esfuerzan por
repetir sus postulados.

Bibliografía

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Gerchunoff, Pablo y Rapetti, Martín (2016). “La economía argentina y su conflicto


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Sticco, Daniel (2020). “Martín Rapetti: “Me gustaría un régimen cambiario de flotación
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Zícari, Julián (2020). Crisis económicas argentinas. De Mitre a Macri. Ediciones


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Zícari, Julián (2021). “Explicaciones a la inestabilidad crónica argentina. Problemas


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