Está en la página 1de 147

MEMORIAS DE AGUSTÍN CODAZZI

Editadas en su original italiano por Mario Longhena y traducidas


al castellano por Andrés Soriano Lleras y Fr. Alberto Lee López
- I-
Los primeros años - Sus estudios en Lugo - Voluntario del
ejército italiano - Hechos de armas - Deja la vida militar.
1798-1815

La fe de bautismo da como fecha de nacimiento de Agustín Codazzi el 12 de julio de 1793: al niño


le fueron impuestos los nombres de Domenico, Battista, Agostino. Sus padres fueron Domenico
Codazzi y Constanza Bartolotti. La casa en que nació era la misma en que más tarde (1876) se
colocó una lápida, en la vía Brozzi, señalada con el número 694 (hoy vía Mazzini No. 107).

Los biógrafos dicen que del matrimonio Codazzi nacieron siete hijos: nosotros no conocemos sino
dos, nuestro Agustín y su hermana Juana o Giannetta, mayor que él cinco años, la cual, después
de un matrimonio infeliz, se reunió con su hermano en Venezuela y murió tres años después de él.

Agregan los más antiguos biógrafos que de niño tuvo como maestro a un ciego; Pier Matteo Zappi,
a quien un hombre no desconocido en Lugo, Luiggi Crisóstomo Ferrucci, elogió como aquel a
quien la juventud lugonesa debía su ingreso a la vida del saber. Nuestro Agustín continuó sus
estudios ya que su padre tenía la ambición de hacer de él un hombre de leyes. Pero el ambiente y
los tiempos desviaron las aspiraciones del joven Codazzi hacia otras metas. No se olvide que la
Romaña era tierra consagrada a ideales aun inciertos pero robustos; no se olvide que de Lugo era
aquel Giuseppe Compagnoni que en 1797 propuso, el primero, en Reggio Emilia, como bandera
italiana el tricolor; no se olvide que la Romaña siempre fue la primera en acoger palabras e ideas
nuevas y que entonces era parte del dominio pontificio, lo cual, por mil razones, no podía ser caro
a sus habitantes, siempre entusiastas de todo lo que fuera libertad.

Además, los años finales del setecientos y los que abrieron el nuevo siglo fueron decisivos en la
vida de muchos países y la determinaron casi de la misma manera: la revolución francesa y los
sucesos que la siguieron, y luego el esplendor napoleónico con sus batallas y sus victorias, y la
rápida carrera en las armas y los cambios que se habían producido en toda Europa: nuevos
Estados y nuevas ideas: el viejo mundo casi colocado en duro exilio. Todo esto hacia áspero
contraste con la vida gris e igual de los varios países y no podía dejar de ejercer una acción de
renovación sobre todo en el ánimo de los jóvenes, que veían en la actividad militar, en la vida de
las armas, un camino de seguro y luminoso porvenir.

Además, con las armas, casi siempre victoriosas, venían las nuevas ideas, nuevos modos de vivir,
lo que se presentaba hermoso y seductor, en vez de la vida monótona que había.

No es maravilla, pues, que los jóvenes -sobre todo los varones-, y entre ellos los de más viva
inteligencia fueran atraídos por la promisoria aventura.

Téngase presente que la madre de Codazzi había muerto (1799) y que el padre, como todos los
hombres, estaba mejor dispuesto para ver alejarse a su hijo en busca de algo diferente, tanto más
cuanto que junto con él quedaba su hija, ya adolescente y capaz de llevar la casa.

1

Y aquí los biógrafos se detienen narrando anécdotas agradables. Refieren que Codazzi, de 17
años de edad, se presentó en 1810 a otro romañolo, él mayor Damiano Armandi, de Faenza, quien
(1)
se había cubierto de gloria en la batalla de Wagram (1809), solicitando ser enrolado; cuentan que
Armandi al ver la juventud de Codazzi y su endeblez le aconsejó que pensara primero en crecer
más y hacerse más fuerte, pero que ante una respuesta viva del joven, que manifestaba su aguda
inteligencia, acabó por darle gusto y acoger su demanda.

Aunque la salida audaz y pronta del joven no sea verdadera, ciertamente no podemos negar que
tenía viveza de ingenio y estudios suficientes, seguidos con provecho: su vida posterior lo dice y,
aunque su preparación se cumplió en las escuelas militares que él hubo de frecuentar, ciertamente
debía poseer una cultura más que común y conocimientos firmes y seguros.

Si a los diez y siete años no se ha aprendido a expresar en una discreta prosa un hecho, un
pensamiento, un juicio, no se puede a los treinta escribir unas "Memorias" que, si no son un
modelo de estilo literario, son correctas, fáciles de leer y tan interesantes que, al recorrerlas, se
pregunta uno si él autor no era un hombre acostumbrado a confiar a la pluma su pensamiento y a
escribir para hacerse leer de otros.

Por otra parte, no se llega en un momento, sin una preparación adecuada, a trasladar a una hoja
de papel las peculiaridades de un terreno, de una región, si no se tienen conocimientos
matemáticos, si no se está habituado a usar los instrumentos necesarios para representar el suelo
variado que se tiene delante.

Y las primeras nociones matemáticas Codazzi debe haberlas adquirido en sus estudios de Lugo y
completado en la escuela militar, a la cual fue admitido cuando fue recibido como voluntario de los
ejércitos de Napoleón.

Por consiguiente, debemos admitir que se inició en la vida que quería recorrer, no inculto, sino con
una buena preparación; con esto se explican fácilmente los grados que paso a paso fue
obteniendo, así se comprende por qué llegó a realizar aquello que es su gloria; por qué hoy, al
ocurrir el centésimo año de su muerte, naciones y hombres de estudio se dedican a proclamar sus
grandes méritos.

Su vida militar, como quiera que no formó parte de sus "Memorias", no es conocida en todos sus
detalles: de ella Codazzi no nos ha dejado sino breves indicaciones y pocas notas, de modo que
los biógrafos han podido ampliarla, hacerla más rica en sucesos, extenderla hasta donde no puede
extenderse, por lo cual es necesario, con los datos que nosotros tenemos, restringirla a sus
verdaderos límites.

Entre 1810 y 1813 nos dicen los biógrafos que Codazzi frecuentó varias escuelas militares y estuvo
presente en todos los hechos de armas de que son ricos aquellos años.

Pero la realidad nos obliga a hacer restricciones y a limitar su presencia a aquellas batallas en las
cuales estuvieron presentes tropas italianas y aquellas tropas que eran comandadas por el jefe del
cual dependía.

Así debemos excluir el dato que lo hace entrar a una escuela militar en Bolonia: en Bolonia no
existía ninguna escuela militar; en cambio sí existía una en Módena, y era una escuela del cuerpo
de ingenieros y de artillería. También debemos dudar de la afirmación que hace alguno, de que
hubiera sido enviado a la escuela de Pavía en la que se formaban los jóvenes subtenientes. En
primer lugar en las listas, que comprenden un buen número de años, de los alumnos de dicha
(2)
escuela , no aparece él nombre de Codazzi; por otra parte no obtuvo el grado de subteniente en
1813. Sus grados, alcanzados paso a paso nos son bien conocidos. Fue cañonero de primera

2

clase, artillero, brigadier y después furriel, mariscal de logística y por último mariscal de campo.
Esta fue su carrera; los otros grados los obtuvo después, casi fuera de la vida militar sujeta a
reglamento, entre tropas voluntarias y en tierras lejanas.

Quizá fue el depósito de Pavía el que él frecuentó, ya que tal depósito estaba destinado a los
suboficiales de artillería.

En todo caso, cualquiera que sea la escuela que haya frecuentado, cualquiera el depósito en que
haya sido admitido, es lo cierto que peco a poco escaló los varios grados y que con el último grado
tomó parte en varias batallas de la sexta coalición.

Si la historia militar de las tropas italianas que combatieron por Napoleón ha sido ampliamente
estudiada, y si sabemos con precisión qué cuerpos nuestros tomaron parte en cada batalla, no es
fácil decir si un modesto graduado participó en este o en aquel combate, a no ser que se conozca
el nombre del comandante bajo el cual militaba. Y ya que Codazzi no nos ha dejado sino alguna
indicación sobre estos pormenores de su vida de soldado, pero no un recuerdo preciso, creemos
que no sea errado suponer que él, después de la instrucción necesaria, haya entrado a hacer parte
de la compañía de artillería de a caballo que mandaba el mayor Armandi. Ahora bien, italianas eran
(3)
todas las tropas del General Peyri , al cual después del desgraciado encuentro de Koenigswarts
sucedió el General Fontanelli, y de aquellas tropas, que constituían una división totalmente italiana,
una compañía -que había sido organizada en Pavía- tenía por comandante a Armandi.

Seguir, pues, los pasos de este, a quien Codazzi siempre llamará su comandante, es casi seguir la
vida de guerra de Codazzi, ya que éste estará siempre en donde esté el otro, a quien admira y a
quien tiene grande aprecio.

Por consiguiente, casi con certeza se puede decir que estuvo en Koenigswarts (18 de mayo de
1813) y en Bautzen (20 de mayo), ya que sobre estas dos batallas tenemos dos partes -del 3 y del
5 de junio- del Mayor Armandi, en los cuales hace constar con elevadas palabras el valor de las
(4)
tropas de artillería italiana .

Es verdad que en Dresde y en Lutzen combatieron tropas italianas, pero estaban comandadas por
otros generales y constituían cuerpos bien individualizados: en cambio se puede decir casi con
certeza que estuvo en la batalla de Dennewitz y Juterborg (6 de septiembre), en donde entre los
cuadros que resistieron a la caballería enemiga fueron acogidos "a salvo cuatro mariscales de
(5)
Francia" y en donde Armandi fue promovido a Coronel por su valor.

También en Leipzig se puede creer que estuvo presente Codazzi; en Leipzig brilló el valor italiano,
y allí fue la División Fontanelli, que permaneció unida hasta el fin, la que junto con las divisiones
Guilleminot y Morand, salvó al ejército de una completa derrota.

Y después de Leipzig también en Hanau (20 de octubre) estuvo presente Codazzi: En Hanau
estaba Fontanelli, siempre valeroso, pero cuántas pérdidas hubo en Hanau!

Parece que aún antes de este encuentro final ocho mil hombres, de los once mil que formaban la
División, habían quedado sobre el campo muertos, heridos, o habían sido hecho prisioneros.

Tenemos, pues, que probablemente Codazzi participó y combatió en cinco batallas, todas entre
mayo y octubre de 1813: a todas ellas asistió Armandi, como mayor o coronel: en todas ellas es
lógico suponer que estuvo presente Codazzi.

3

El primero de diciembre se reunió a las tropas italianas y se las hizo regresar a Italia: Codazzi ha
cumplido los veinte años y ha alcanzado un grado, el de mariscal en campo.

Los sucesos posteriores son muy intrincados y enredados como sucede siempre después de un
periodo extraordinariamente fausto: Napoleón está en la Isla de Elba; el viejo régimen, abatido,
trata de volver a sus primeras condiciones: el pasado se afana por volver a hacerse presente.
Graves temores de hombres y de grupos: otros hombres y otros grupos, después de un silencio,
reaparecen. ¿ En Italia? Más que los otros países se encuentra en grandes dificultades.

El Príncipe Eugenio Beauharnais, pensando más en si mismo que en su poderoso padrastro ahora
en desgracia, trata de reorganizar el ejército italiano, o mejor trata de poner un poco de orden en
las tropas que han regresado a Italia y que están formadas de restos de divisiones en otro tiempo
lozanas y bizarras: son restos de la soldadesca proveniente de España, de Rusia, de Alemania,
toda formada por italianos. Un ejército bien organizado podía ser una óptima defensa para el reino
que Eugenio quería conservar y por esto él se inclina a voluntades ajenas y trata de comportarse
con rara habilidad. En este ejército reorganizado, Codazzi pertenece a la primera división
comandada por el General Carlo Zucchi, y como ayudante suboficial está en la compañía confiada
al Mayor Gaetano Millo.

El 8 de febrero de 1814 hubo un combate cerca de Mantua, en Roverbella; allí murió Millo, y
(6)
Codazzi recuerda que su comandante murió como un valiente .

No tenemos conocimiento de que haya tomado parte sino en este único hecho de armas: algunos
biógrafos indican también otras acciones sobre Tagliamento, pero a tal afirmación no creemos que
deba darse fe.

Viene entonces la convención militar de Schiarino-Rizzino y por tal convención y por otros
(7)
acuerdos el ejército italiano es licenciado .

Codazzi torna a Lugo, a la casa paterna, pero sólo por breve tiempo, pues trata de entrar al cuerpo
de tropas que Lord Bentick está tomando a sueldo. Tales tropas, que alguno llamó anglo-italianas y
otros anglo-sículas, tenían un fin bien preciso: ayudar a abatir a Napoleón; pero por vía indirecta,
suscitando entusiasmos que bien pronto se apagaban, despertando esperanzas que
inmediatamente se derrumbaban. Era una política demasiado mezquina, perturbadora y
(8)
desorientadora la que había determinado la creación de tal cuerpo de tropas .

Codazzi entra a ellas como infante, pasa después a la artillería y en breve alcanza el grado de
teniente, que conservara cuando, habiendo pasado a América, pide ser enrolado en otros ejércitos.

Si no toma parte en ningún hecho de armas -y tal ejército no había sido tomado a sueldo con fines
verdaderamente militares sino con intenciones políticas- en cambio se mueve por varios lugares, lo
que responde a su naturaleza ávida de ver y conocer.

En efecto lo encontramos en Génova, en Sicilia, en Marsella.

Pero Waterloo está próximo y, cuando suena la hora del ocaso final de Napoleón, también aquella
sombra de ejército se disuelve. Ahora carece de razón de ser: todo está para volver a quedar como
estaba antes: el Congreso de Viena ya se ha reunido y trabaja, y, si lo ha interrumpido el retorno
imprevisto de Napoleón a Francia, vuelve a reunirse inmediatamente después de Waterloo,
delibera rápidamente y se disuelve.

4

Para quien había militado en aquel cuerpo Inglaterra no es avara en recompensas, lo que crea en
aquellos que habían hecho parte de él, un sentido de reconocida admiración, pero al mismo tiempo
los aleja de aceptar desenvolver igual actividad en el ejército de los Estados italianos; Estos no
habrían podido mantener los copiosos sueldos; por otra parte la mercancía soldado no se
consideraba necesaria ni era solicitada.

Pero Codazzi después de casi cinco años de aquella vida no sabía adaptarse a otra.

Per esto él, súbdito del Estado Pontificio, dirige la primera oferta de sus servicios de soldado al
Estado de la Iglesia, que también tiene un ejército y soldados: al Cardenal Consalvi dirige su
demanda; y Consalvi no se muestra remiso para acogerla; pero todos los puestos están ocupados,
de modo que le ofrece la mitad del sueldo de Teniente. Estamos a mediados de 1815 y Codazzi
debe pensar en sí mismo. Es verdad que no tiene sino 22 años y que no tiene las obligaciones,
que exige una familia.

El padre trabaja y está solo, la hija está para casarse o se ha casado ya con un profesional de
Lugo, el doctor Dall'Olio. Pero Codazzi tiene también necesidad de vivir, tanto más cuanto que se
ha habituado a la vida militar que es vida de gastos.

Y durante algún tiempo insiste en continuar en el oficio de las armas y persistirá en este propósito
aun después de haber decidido entregarse al comercio.

La notable liquidación que recibió cuando fue licenciado del ejército de Bentink, le permite comprar
mercancías para llevar a Constantinopla y espera importar de Odesa trigo, que escasea en
aquellos años en Italia.

Livorno es el puerto donde se carga la nave y de donde zarpa hacia Oriente. Pero una súbita
tempestad cerca de las islas Jónicas anula de un golpe la empresa comercial, hundiendo nave y
mercancías; y Codazzi llega a Constantinopla y vuelve a sus viejas predilecciones: la vida militar
(9)
empleada en servicio de quienes tienen necesidad de defensa contra la prepotencia de otros .

(1)Leone Vicchi. II generale Pier Damiano Armandi - Imola 1893.


(2)Alessandro Zanoli - Sulla Milizia Cisalpina italiana; Milano, 1845. Véanse los documentos anexos al Vol. 1.
(3)Eugenio De Rossi - "La brigata italiana Zucchi e la divisione italiana Peyri nella campagna del 1818 in Germania" -
(Memorie militari Vol. 8. - 1910). En algunas fechas De Rossi no está de acuerdo con Vicchi, quien me parece más
preciso.
(4)Los dos informes del mayor D. Armandi están publicados en el citado estudio de De Rossi. - Vol. 3, p. 417-418 y 425-426.
(5)De Rossi, o. c., p. 431.
(6)Zanoli, o. c., Vol. 2, p. 280.
(7)De Laugier - Fasti e vicende dei popoli italiani dal 1810 al 1815. Firenze, 1838 - Vol. 18, p. 383-384.
(8)Storia politica d'Italia - Periodo Napoleonico per V. Fiorini e F. Lemmi - Milano, Vallardi Libro 6, p. 1029-1087
(9)Véanse las noticias que Lessona, en su libro "Volere é potere" (Carabba, Lanciano, p. 222-223), dice haber obtenido del
señor De la Ville, Cónsul de Italia en Caracas. - Véase también H. Schumacher: A. Codazzi - Bolletino della Societá
geografica italiana, 1876, p. 407 y siguientes.
Véanse también:
Antonio Lissoni - Compendio della storia militare italiana dal 1792 al 1815 - Torino, 1844.
R. Bonfadini - Mezzo secolo di patriotismo. Milano, 1880.
Gli italiani in Germania nel 1813 - Cittá di Castello - Ufficio storico del Corpo di Stato Maggiore.

5

-III-
Regresa a América - 24 de mayo de 1826 - Comandante de
artillería - Jefe de Estado Mayor - Se ocupa en la geografía
estadística y en el Atlas de Venezuela - A París.
1826-1841
Hacia cuatro años que estaba ausente de Venezuela, y estos años, como los anteriores, no habían
sido escasos de acontecimientos notables para la ahora constituida República.

Al General Morillo, mandado de España en 1815, había sucedido Latorre y a éste Morales, el cual,
mientras Bolívar actuaba en el Ecuador y el Perú, tuvo algún pequeño éxito, rápidamente anulado
por la habilidad de Páez en tierra y de Padilla por mar. La caída de Puerto Cabello (8 de noviembre
de 1823), último puerto ocupado por España, dejó libre a todo Venezuela. Colombia o la Nueva
Granada, desde 1821 tenía una Constitución unitaria y desde noviembre del mismo año tenía
como Presidente a Bolívar, quien en 1822, había librado por medio de Sucre al Ecuador, inducía a
este a unirse a Venezuela y a la Nueva Granada: estos tres países por algún tiempo tomaron el
nombre de Colombia.

En 1823 y 1824 Bolívar, dominadas las discordias internas y vencidos los españoles en Junín,
entra a Quito.

La batalla de Ayacucho ganada por Sucre -batalla llamada el Waterloo de España- el 9 de


diciembre de 1824, agregaba también el Alto Perú -la actual Bolivia-; de modo que Bolívar podía
también proclamarse Presidente de ella. En 1826 caía el Puerto de Callao y terminaba
completamente la guerra de independencia.

Tres grandes naciones, Colombia, que más tarde se dividirá en las tres Repúblicas del Ecuador,
Nueva Granada o Colombia y Venezuela, el Perú y Bolivia estaban bajo el mando del mismo
hombre, de Bolívar, a quien se le había dado el título de Libertador, a quien se dirigían todas las
alabanzas, comparándolo con Jorge Washington y con los mayores libertadores de los pueblos.

Pero Bolívar ambicionaba más: aspiraba a que también Chile y el Estado de Buenos Aires
adhirieran al nuevo Estado; soñaba con una gran federación de Estados que tuviera en Panamá su
Congreso, el cual debía regular la vida de la misma en los momentos más graves; soñaba en algo
que ni siquiera hoy es realidad y que quizá nunca podrá llegar a serlo, porque los intereses de
todos estos grandes Estados de la América Meridional no concuerdan y por consiguiente su
política se manifiesta diversa y opuesta. Sin embargo él trató de reunir en Panamá una asamblea
de los diversos Estados: convocados en 1824 sólo en el 26 pudieron reunirse en Panamá, pero
sólo 4 Estados se hicieron presentes allí: el sueño del gran Libertador se demostraba irrealizable.

En este punto se encontraban las cosas, cuando el 24 de mayo de 1826 arribó Codazzi: esperaba
poder emplearse inmediatamente, pero esto no era fácil. Cartagena se había convertido en una
ciudad de activo comercio y por consiguiente inadecuada para proporcionarle una ocupación que
correspondiera a sus capacidades.

El Almirante de Clemente, Ministro de Marina, y ya conocido suyo, lo persuade que lo acompañe a


Bogotá, pero tampoco allí obtienen del Vicepresidente Santander ni seguridad ni aliento para sus
esperanzas: las semanas, -dice Manrique, el traductor de Schumacher- pasaban "entre arreglos,
promesas y halagüeñas palabras". Pero una casualidad, un hecho imprevisto, el regreso de Bolívar
y su encuentro con Santander y con de Clemente, en cuyo séquito estaba Codazzi, le hace
recobrar la esperanza. Bolívar, a solicitud de Clemente, lo hace colocar entre los oficiales

6

extranjeros. Su buena estrella está para surgir: y quizá la estimación que todavía le tenían las
personas que algunos años antes lo habían visto en acción, les habían impulsado a expresarse
honrosamente de él con Bolívar.

También en esta ocasión, como en la anterior, Codazzi se ve con Bolívar: en el primer encuentro
era un libre combatiente que, en: el séquito de Aury, su Jefe, se acercaba al hombre más famoso
de aquella tierra; ahora es aquel que, más rico en experiencia, solicita un empleo: pero él es
consciente de su valer: sabe que, si es aceptado, llegará a algo, y quizá tiene en mente el plan que
las circunstancias favorecerán y que los hombres obstaculizarán acá y allá. Más tarde, veinte años
después, recordando este encuentro, exclamará: "Nunca podré olvidar la impresión que me causó
aquel espectáculo".

Circunstancias favorables ayudan desde el principio a Codazzi; es más, lo conducen a la actividad


que quizá él soñaba.

La ausencia de Bolívar por razones de guerra había favorecido en Venezuela el nacimiento de


discordias provocadas, ya por sus subalternos quienes ahora no aceptaban de buen grado su
autoridad un poco severa, ya por la persistencia aquí y allá de pequeños focos monárquicos a los
que España, constreñida ahora a la guerrilla corsaria que algunos años atrás era practicada por los
"Insurgentes", proveía continuamente de auxilios y armas.

Fácilmente pudo Bolívar impedir la guerra civil, pero tuvo que atender a la fortificación de las
costas. La Provincia del Zulia era la más expuesta a un posible desembarco de tropas españolas y
Maracaibo, donde vivían gentes variadas en mezcolanza de dudosa tranquilidad, era la ciudad que
podía ser rápidamente ocupada.

El General José María Carreño fue nombrado Jefe de esta Provincia indefensa; Codazzi fue
agregado como Jefe de Artillería. En el nombramiento quedó incluido el reconocimiento del servicio
prestado precedentemente por Codazzi, y hasta los años de ausencia se le consideraron como
licencia. No hubiera podido obtener mejores condiciones: era el 10 de enero de 1827. En aquella
ocasión se le dio además una condecoración, la dé la orden de los Libertadores, que le permitió
ser admitido en el estrecho círculo de personas que quizá disimulaba bajo un manto patriótico "el
creciente militarismo".

Habiendo tomado posesión del cargo Codazzi vio, como hombre práctico de los lugares y experto
de la guerra que se combatía en aquellas tierras, que para defender a la capital de Maracaibo era
necesario fortificaría por la parte de tierra, esto es hacia la península de la Guajira, por donde más
fácilmente podía venir un ataque de parte de los enemigos de la nueva república. La orden para tal
labor le fue dada el 15 de febrero de 1828, y en seguida puso manos a la obra, explorando primero
la isla de San Carlos que surge en el golfo de Maracaibo toda cubierta de extensos bosques de
(1)
mangle y después el río Socuy que desemboca cerca y está formado por otros varios cursos de
agua y forma numerosas lagunas cerca de la desembocadura. En una pequeña barca cañonera
Codazzi recorrió toda aquella zona, de tierras atravesadas por aguas corrientes u ocupadas 'por
aguas estancadas, unas veces pedregosas y desnudas, otras cubiertas de una vegetación
maravillosa; y el fruto de sus exploraciones fueron mapas detallados en los que no sólo aparecía la
maraña de los ríos y el entrelazamiento de las diversas vías acuáticas, sino que se veían los
(2)
senderos trazados por los indios y los lugares que podían servir de sitio de ataque .

Desde este momento se puede decir que toma forma precisa una actividad que ya varias veces se
había manifestado en él, pero que no había todavía determinado la dirección de su vida. Aquí, en
la exploración de la pequeña zona y en su representación simbólica, se afirma la inclinación de
Codazzi a ser geógrafo y cartógrafo. Una segunda ocasión, que le proporciona el modo de darse a
conocer como hábil para explorar tierras ignotas y para representarlas, se le ofreció en seguida, en

7

cuanto regresa a la vida monótona de Maracaibo, porque a principios de 1829 el General Justo
Briceño, sucesor de Carreño, le confía el encargo de trazar un mapa del departamento o "cantón"
del Zulia. Esta región comprendía entonces las tierras ribereñas de la laguna de Maracaibo,
cruzadas por el río Zulia, hasta los lejanos confines de la Nueva Granada y las nevadas crestas de
las montañas de Mérida. Y Codazzi empezó por levantar el plano del estrecho que unía el golfo
con las aguas dulces de la laguna; después pasó a medir cuidadosamente los ríos que
desembocan en ella y las tierras que ellos separan hasta las montañas nevadas de las cuales
descienden.

Las regiones de Trujillo y de Mérida, en su parte montañosa, fueron visitadas por Codazzi, y dos
lugares casi olvidados por el hombre, San Carlos, en el Escalante y la Sierra de Perijá, en la
Guajira, fueron exactamente descritos por él. Del pequeño trazado de una región pasaba a una
vasta tierra más rica en variedades físicas, y del pequeño mapa a la carta geográfica; y ponía igual
exactitud y el mismo cuidado en ambas representaciones cartográficas.

Mientras Codazzi se dedicaba a estos trabajos el mundo político cambiaba en torno suyo. Bolívar,
a quien él, al salir de Maracaibo, habla dejado dominando en la ciudad, al regresar, se hallaba
rodeado de tanta hostilidad que se consideraba próxima su caída. No sólo había rodado por tierra
el sueño mayor del Libertador, sino que la realidad, mucho menor por cierto, que él había
construido, el Estado Andino, estaba disolviéndose. Bolivia había destituido desde mayo de 1828 a
Bolívar y a Sucre del poder que tenían; y ahora le tocaba a Venezuela, la cual, bajo José Antonio
Páez, se sublevaba (1829) y declaraba que quería separarse de Colombia.

Más tarde -mayo de 1830- también las provincias del sur se reunirán en la república del Ecuador;
de modo que Bolívar, ya enfermo y cansado, asistía, impotente para frenar el movimiento de
disolución, al derrumbarse de su obra.

¿ Cuál fue la conducta de Codazzi frente a los nuevos acontecimientos? Sus biógrafos dicen que
seguía estas convulsiones de la vida pública americana "sin apasionamiento, pero con atención"
porque, en el fondo, de ellas dependía todo su porvenir. Ahora bien, sin duda esta interpretación
que los biógrafos dan del modo de comportarse Codazzi frente a los hechos no indiferentes que
desfilaban ante su mente atenta, no es muy honrosa para él, porque nos lo representa como un
hombre preocupado sólo de si mismo y que no juzga los hechos sino en relación con la utilidad o el
daño que le puedan acarrear. Ciertamente Codazzi tuvo admiración por Bolívar (nos lo dice en sus
"Memorias"), pero no quiso ocultarse a sí mismo los graves defectos que pudo sorprender en él
desde el primer contacto. Quizá su admiración creció durante la permanencia en Italia, pero al
regresar a América -comenzaba entonces la decadencia de Bolívar- Codazzi pudo ver los errores
cometidos, pudo escuchar las criticas, pudo comprobar las consecuencias funestas de su política
dictatorial y centralizadora. Además, en su alma habituada a las luchas por la libertad, no podía
durar mucho el sentimiento de admiración hacia quien, después de haber ayudado a los pueblos a
sacudir el yugo, los tenía bajo un yugo igual y, después de haber convocado los pueblos a la
libertad, les negaba la libertad alcanzada.

Entre los varios Estados que, habiendo formado parte de la República de Colombia y cansados de
la dictadura de Bolívar, querían darse un régimen normal, y Bolívar, que creía que los países que
había juntado en uno y a los cuales había prometido una vida libre todavía no estaban maduros
para un autogobierno, Codazzi no dudó, escogió a los primeros y, puesto que estaba en un
departamento que pertenecía por tradición histórica a Venezuela, apenas se reunieron los
representantes de las diversas provincias, entre ellos los de Maracaibo, en Valencia, para esta-
blecer el gobierno, se trasladó a la capital de Venezuela y presentó su obra cartográfica del
departamento del Zulia, a la que acompañaba, dice Schumacher, una viva descripción de aquella
tierra y de sus riquezas.

8

Naturalmente el "cuento atractivo" de Codazzi agradó al individuo a quien estaban confiados los
destinos de Venezuela, a Páez, naturaleza inculta y fuerte, tenaz y sensible a todo lo que fuese
ciencia y pericia; los mapas fueron presentados por Páez al Congreso y, con los mapas, la
propuesta de levantar de la misma manera el mapa de toda la superficie de la nueva república. El
29 de septiembre de 1830 Codazzi fue nombrado Jefe de Estado Mayor de Venezuela y poco
después el Congreso, al declarar que "el levantamiento de planos, formación de itinerarios y
cuadros estadísticos del Estado es una empresa de la primera importancia para Venezuela, cuyos
útiles efectos serian trascendentales a la mejor dirección de las operaciones militares, al
conocimiento de los límites de las provincias, a la exactitud en el establecimiento de las
contribuciones y el fomento de la agricultura, porque facilita la apertura y mejora de los caminos, el
desagüe de los lagos y pantanos, y la limpieza y navegación de los ríos", encarga a Codazzi de
realizar tal obra.

No fueron generosas las condiciones ofrecidas por el gobierno venezolano a Codazzi, pero este,
ante la posibilidad de emprender una serie de estudios de gran interés, lo olvidó todo y aceptó la
modesta retribución; en el término de tres años debía terminar todo el trabajo de medición.

Pero aun antes de su nombramiento como Jefe de Estado Mayor había ya recorrido y medido una
de las cuatro provincias del norte, llamada Coro, y había diseñado el mapa de toda la gran región
hidrográfica del golfo de Venezuela, de modo que le faltaban otras nueve provincias, entre ellas la
de la Margarita, donde bien poco tenía que hacer, ya que era excelente el mapa del golfo de
Venezuela en el cual surgía tal isla, y la de la Guayana, impenetrable en parte y habitada por
pueblos salvajes que impedían toda exploración. La muerte de Bolívar, ocurrida el 17 de diciembre
de 1830, 1e pareció a Codazzi que habría de marcar el fin de todas las agitaciones; por el
contrario, la política del gobierno de Páez, empeñada en debilitar la casta militar, constituía un
peligro continuo, tendiente a separar la Iglesia del Estado y a suprimir la esclavitud, provocando
con ello en la vida económica 'y financiera no pocas perturbaciones y no podía menos de crear
dificultades a Codazzi, quien necesitaba trabajar en tierras totalmente tranquilas y en medio de
poblaciones que no estuvieran agitadas por ninguna convulsión.

Por esto tuvo Codazzi que tomar parte en tres campañas, una contra Julián Infante y Vicente
Parejo, dos "inquietos Jefes de guerrillas" habitantes de las "llanuras" del Apure y del Arauca, dos
"libertadores" que despreciaban toda forma de libertad; una segunda en la provincia de Mérida,
para proteger a la República de Venezuela de las molestias de la república hermana de la Nueva
Granada o Colombia; y una tercera contra uno de los generales más famosos del tiempo de
Bolívar, José Tadeo Monagas, quien trató, inclusive, de arrastrar a Codazzi a un acto de traición y
encontró en el general italiano una oposición sincera y enérgica. Pero durante la segunda
campaña, aprovechándose del hecho de que era italiano y de que por consiguiente, como tal, no
podía suscitar entre la población ninguna sospecha, pudo explorar tierras del interior y llegar hasta
la hoya del Apure, más allá de la cadena andina.

Fue el 2 de enero de 1832 cuando volvió Codazzi a empezar a tomar medidas sistemáticamente, y
fue primero la ciudad de Caracas, declarada capital de la república desde el 30 de mayo de 1830, y
después las provincias, las que fueron objeto de sus mediciones y de sus atentas exploraciones.
Durante su permanencia en Caracas, además de Páez y de José María Vargas, además de varios
alemanes que constituían una colonia rica y próspera, contrajo buena amistad con un hombre que,
como él, se ocupaba en dar lustre con sus escritos a la nueva república y había recogido, en una
biblioteca por él fundada, material estadístico e histórico que Codazzi utilizó ampliamente: Feliciano
(3)
Montenegro de Colón .

Durante todo el año de 1832 trabajó en esta provincia y a principios del año siguiente, habiéndose
trasladado a Valencia, se dedicó a medir la provincia de Coro, donde ya había trabajado no poco, y
la de Barquisimeto, y esto para relacionar mejor lo que había hecho con lo que le quedaba por

9

hacer; y habiendo terminado el trabajo en ellas, sin siquiera cambiar el lugar a donde iba a reposar
y a recrearse después de las fatigas, inicia la exploración de las provincias de Barinas y de
Cumaná.

El año de 1833 estaba por terminar, y el trabajo no estaba todavía concluido, y no por culpa de
Codazzi que no se había dado un minuto de reposo, sino por las circunstancias desfavorables de
aquellos años, así que la prórroga solicitada fue fácilmente concedida; y Codazzi como para dar
una prueba de su agradecimiento por esa concesión, comenzó la exploración del delta del Orinoco,
lo que ocurría a principios de 1834, poco después de su matrimonio (24 de abril) con una señorita
de la provincia de Cumaná, Araceli Fernández de la Hoz, de noble familia española.

No fue fácil para Codazzi la empresa del Orinoco; debía determinar bien las numerosas
ramificaciones del río y establecer las comunicaciones entre unas y otras y, para hacer esto, debía
remontarías una a una en barcas pequeñas y en piraguas que no siempre eran capaces de resistir
a la violencia de las aguas. De modo que en esta empresa de exploración y en disponer sobre un
mapa todo el material recogido transcurrió todo el año de 1834, por lo que se vio obligado a
dirigirse a Caracas para conseguir una nueva prórroga.

Pero el año de 1835 acarreó a la desgraciada república, que no había podido disfrutar de paz, un
nuevo golpe que, al mismo tiempo que renovaba las convulsiones del pasado, obligaba a Codazzi
a una nueva tregua en su trabajo y le constreñía a volver a asumir su puesto de Jefe de Estado
Mayor.

Páez, cansado y deseoso de regresar a la tranquilidad de la Vida privada, dejaba su puesto de


Presidente de la República, y hacia todo lo posible para que le sucediera Vargas, un hombre que
tenía cualidades diametralmente opuestas a las de Páez. De indiscutible competencia, sin los
lauros guerreros que circundaban la frente de Páez, residente siempre en el exterior, dedicado a
los estudios mientras en su país se combatía por la independencia, era el tipo clásico del
Presidente civil de uña república, el más indicado para subir al poder en el momento en que, ha-
llándose esta en estado de tranquilidad, era necesario que a la espada invicta la reemplazara la
sabia competencia y la habilidad pacífica. Vargas aceptó, no muy de su agrado, quizá porque veía
que estaba todavía lejano el surgir de un alba serena: y sus presagios no eran infundados: poco
después de su elección estallaron en más de un lugar, como reacción del elemento militar que no
quería oír hablar de su desaparición del campo político de la República, desórdenes públicos que
durante casi un trienio hicieron difícil la vida de Venezuela.

Vargas concedió naturalmente a Codazzi cuanto pedía, de manera que este pudo ponerse a
trabajar y comenzar a reunir en un gran mapa todo lo que había recogido en sus Varias ex-
ploraciones, y que tenía dibujado en mapas parciales. Era una labor de conjunto la que iniciaba y
que podía dar la sensación completa de la cantidad de viajes, exploraciones y dificultades
superadas.

Pero hé aquí que de improviso surgen nuevos desórdenes provocados en Caracas por el partido
militar, que se había puesto de acuerdo con los descontentos de otras provincias, especialmente
de las de Maracaibo y Cumaná; en Caracas todas las autoridades fueron destituidas y a Vargas se
le reemplazó por un jefe militar. Para salvar a Venezuela un grupo de hombres de los más
influyentes de la República -y entre ellos estaba también Codazzi-, persuadidos de que cualquier
otra forma de. organización política sería fatal, se presentaron a Páez y le' indujeron a defender la
constitución. Páez consintió en poner su espada al servicio de esta. Pero no fue larga su
permanencia bajo las armas; nombrado Comandante en Jefe el 14 de julio de 1885, se retiró del
mando el 21 de marzo del año siguiente. Durante este tiempo Codazzi estuvo siempre al lado de
Páez en calidad de Jefe, de Estado Mayor, y tomó parte en la batalla de Guaparo, recuperó a
Maracaibo y dirigió, hasta la capitulación, el sitio de Puerto Cabello. Inmediatamente después se

10

dirigió rápidamente hacia los llanos del Apure para someter allí a los rebeldes capitaneados por
Francisco Farfán y, al terminar la campaña, recibió de Vargas, que había retornado al poder, el
título de "Coronel de Ingenieros" (22 de marzo de 1836).

Pero la revuelta militar que parecía extinguida tuvo nuevos chispazos de reanudación: Farfán,
seguido por el partido militar, intentó un nuevo desquite, de manera que Codazzi se vio obligado a
hacer de consejero del General Muñoz, escogido como jefe contra el rebelde, y también en esta
campaña participó en el hecho de armas de García, en el cual Farfán fue derrotado; un indulto
clausuró esta renovación de las hostilidades.

Pero no pudo volver inmediatamente al trabajo: primero el encargo que le confió el Gobierno de la
demolición de los fuertes que, más que defensas, eran peligro continuo para la República; después
una nueva campaña contra el mismo Farfán, no ya sobre las riberas del Apure, sino más lejos, a lo
largo de los llanos del Orinoco.

Sobre el primero tenemos el testimonio del mismo Codazzi, que justifica la destrucción de los
fuertes esbozando en rápida síntesis la situación de aquel momento en Venezuela; "en 1835
nuestros fuertes abrigaban tropas que ofrecían resistencia al Gobierno de la República; sin
embargo el pueblo triunfó. Todos los puntos fortificados se hallaban en manos del enemigo; el
ejército y la marina estaban a su servicio; poseía recursos y fondos públicos, depósitos y
armamento; al principio tuvo en sus manos todo el poder; pero finalmente fracasó. Ciertamente co-
rrió sangre; pero contra el sentimiento público, contra la voluntad del pueblo, ninguno podía valer.
Entonces Páez, oportunamente nombrado Comandante en Jefe, restableció el estado de cosas, de
acuerdo con la Constitución, salvó el país de la anarquía, y demostró que el gobierno no necesita
de fortalezas para sostenerse en caso necesario".

Así que Codazzi dirigió en persona la demolición de dos fuertes que él mismo había hecho levantar
algunos años antes, el de Puerto Cabello y el de Maracaibo.

No se había terminado todavía la demolición de los fuertes cuando la guerra reclamó nuevamente
a Codazzi: una nueva rebelión de Farfán, en los llanos del Orinoco, obligó a una campaña aún más
áspera y difícil que las precedentes. Se ha hecho célebre, en esta campaña, una marcha realizada
por Codazzi en tres días desde Valencia a San Fernando de Apure -lugar que si hubiese ocupado
el enemigo le habría protegido enormemente- y tal marcha permitió a Codazzi llegar a la población
antes de este, poderse defender hasta la llegada de las tropas de Páez y hacer de la batalla de
San Juan de Payara una óptima victoria. "León de Payara" fue llamado en adelante, junto con
(4)
Páez, pero tal denominación -dice Manrique- nunca quiso que le fuera aplicada, porque las
victorias en las guerras civiles no hacen jamás grandes a los que las obtienen.

Sin embargo no fueron inútiles, con relación a la obra que estaba cumpliendo, las expediciones
que hizo a los llanos de Apure y del Orinoco, pues adquirió no poco conocimiento de tales
regiones, de manera que cuando le fue posible recorrer el Orinoco para completar su mensura,
tenía ya una idea bastante cercana a la realidad de aquella grandiosa llanura, por lo que le fue más
fácil levantar el plano y pudo hacerlo con más precisión.

Schumacher dice que el libro de Humboldt, con sus descripciones del grandioso río, le sirvió de
compañero a Codazzi en esa exploración y le ayudó mucho para interpretar mejor la vida tropical.
Del 3 de noviembre de 1837 a marzo de 1838, tomando como centro esta o aquella población,
recorrió el río principal y sus afluentes, anotando, midiendo y sobre todo gozando de aquella vida
grandiosa llena de silencio y de misteriosa belleza.

Si los llanos del Orinoco y de sus afluentes impresionaron su ánimo con su solemnidad y lo
atrajeron, conquistando toda 'su admiración, no menor atención le merecieron las condiciones de

11

los indígenas. En ellos se ocupó con no menos fervor que en la geografía del Orinoco. Y no podía
ser de otra manera. Su alma, elevada y noble, no alcanzaba a concebir que estos hombres, (¿no
había él mismo combatido en los años juveniles también por estos pobres habitantes del amplio
valle?) estuvieran a merced del capricho y de la perfidia de los gobernadores y de sus empleados.
Del 14 de marzo de 1838 es un memorial suyo -escrito durante su segunda permanencia en
Caicara- en el que narra los abusos de las autoridades venezolanas en la provincia de Río Negro.

Y este memorial es una violenta requisitoria contra aquellas autoridades, tan olvidadas de todo
sentido humano. Bastan unas pocas frases para dar una idea de la defensa que Codazzi hace de
aquellas pobres gentes: "la opresión que reina aquí no tiene igual en el más remoto rincón de la
república. Los indios son realmente esclavos, sin hallarse seguros en sus campos ni en sus
habitaciones... Actos de tiranía son ejecutados por todas las autoridades.., cerca de dos mil
personas tienen que trabajar sin paga, sin descanso y sin fin, para unos quince egoístas".

Y también la esclavitud tiene en él -como ya lo había tenido en Humboldt- un tenaz opositor: no


podía aceptar que la diferencia de raza llevase consigo para unos un dominio innatural, para otros
una sujeción contra la cual elevaban su 'protesta todos los hombres de bien.

"En el tono de tales quejas se muestra un carácter que, aunque asociado a los nuevos
movimientos políticos de Venezuela, se ha conservado puro y libre de la corrupción de los numero-
sos dirigentes políticos".

(5)
Así concluye Schumacher después de la alusión antiesclavista de Codazzi y no podía hacerse
mayor alabanza de quien, aun en medio del desencadenarse de todas las pasiones, supo con-
servar aquella moderación de sentimientos que por naturaleza poseía y que las primeras luchas
habían sabido desarrollar.

A fines de 1838 la tarea de exploración, qué había sido bastante penosa, podía considerarse
terminada. Entonces pudo, en el sosiego de su casa de Valencia, en medio de las alegrías fa-
miliares (en 1835 y 1837 le habían nacidos dos hijos, un varón y una hembra) dedicarse a trazar el
mapa de las trece provincias venezolanas: el geógrafo, con la misma facilidad con que el hombre
de armas había cedido el puesto al explorador, se cambió en cartógrafo, y supo manejar con
maestría el pincel y la pluma como había manejado la espada: el único ayudante que tuvo en este
delicado trabajo fue un calígrafo, Lino Aliaga.

No era la primera vez que Codazzi se ponía a diseñar mapas: siete mapas acompañan al
manuscrito de las "Memorias", todos los cuales el lector puede ver reproducidos en este volumen;
pero no todos ellos se deben a su actividad exploradora; en gran parte fueron tomados de fuentes
españolas y Codazzi sólo los había modificado en algunos detalles.

En cambio los mapas que ahora presentaba eran todos resultado de sus viajes, de sus
mediciones, de sus levantamientos topográficos; eran, en una palabra, una obra nueva y completa-
mente suya.

Cada carta geográfica iba acompañada de cuadros estadísticos, que debían completar la visión
física ofrecida por los mapas: cuadros que incluían numerosas noticias, preciosas para quien
quisiera tener una idea precisa de cada provincia: la ubicación de cada cantón (subdivisión de la
provincia), la altura y la temperatura media de la capital del cantón, así como su distancia de la
capital de la provincia y de la capital de la República; además la comparación entre la parte
ocupada por las aguas y la tierra firme, y la división de esta en llanos y selvas, en tierras bajas y
altas, en terrenos cultivados y desiertos. También estaba indicada la población, total y por milla
cuadrada, la idónea para las armas y la esclava; y por último se señalaban los productos que se
daban en cada cantón y que eran a propósito para la exportación.

12

"La tarea -así escribía Codazzi a Páez, que también en aquella ocasión ejercía la Presidencia de la
República- que me confió el gobierno hace ocho años está ya completa; cada provincia de la
república tiene su correspondiente mapa corográfico en grande escala; cada cual contiene un
diseño claro de todos sus cantones, datos precisos sobre sus vías de agua, y multitud de
importantes detalles geográficos, físicos y estadísticos".

Pero esta obra, después de haber obtenido el parecer del Jefe de ingenieros de Caracas, Juan
Miguel [sic] Cajigal -parecer que es un elevado elogio para Codazzi- sirvió para empapelar las
paredes de la oficina del Secretario del Interior, lo que ciertamente no podía halagar mucho a su
autor, el cual esperaba mejor utilización de su trabajo. En efecto, éste, que puede parecer
solamente un trabajo de carácter técnico, tenía un alto valor patriótico y nacional. La primera
representación cartográfica de un país que hace poco ha alcanzado su independencia es la más
noble afirmación de su individualidad, es su imagen simbólica que va por el mundo y es recibida
como unidad' espiritual y de voluntad. Y este concepto bastante simple, esta reflexión casi obvia,
no se hizo inmediatamente, ni se le ocurrió en seguida a los hombres que estaban al frente del
gobierno de Venezuela; pero no mucho después, sin que interviniera Codazzi, espíritu demasiado
elevado para plegarse a un acto que pudiera parecer humillación, el valor real de la obra apareció
claro aun para aquellos hombres, quizá asaltados por problemas no menos graves y urgentes, y el
18 de abril de 1839 el Congreso determinó que él -Codazzi- pudiera imprimir los mapas a su costo.
Pero una impresión de aquellos mapas, ya coleccionados en un atlas, ya para murales, presuponía
una revisión de los que había pintado, fruto de viajes y medidas tomadas por él, y debía seguir a
una completa reseña de toda la literatura precedente.

Aunque no era fácil recoger este material, sin embargo a Codazzi, a quien no faltaban ni la
tenacidad, ni la habilidad para seguir todos los caminos con tal de llegar a la meta, le fue posible en
poco tiempo proveerse de los mapas que había trazado Humboldt -especialmente de los mapas
del Orinoco y de sus afluentes-; además pidió al Gobierno de Colombia, que estaba en manos de
viejos amigos suyos, y obtuvo, el mapa de Roulin y el atlas de la antigua Colombia, que había sido
publicado en París en 1827 bajo el nombre de Restrepo, y que contenía los mapas de los doce
antiguos departamentos, obra que no carecía de valor aunque no estaba fundada en bases
científicas.

Superada esta dificultad, hé aquí que surge otra mayor y menos fácil de resolver; dificultad que
había sido prevista por Codazzi y que superó con aquella habilidad que tienen todos los hombres
no comunes ante lo que arredra a los inferiores. ¿ Qué límites debía tener la República
venezolana?

Los límites no estaban trazados sobre el terreno, aunque fuese vivo el deseo de llegar a esta
determinación de límites: pero había -y era conocida- la línea que separaba las varias regiones
cuando sobre todas ellas dominaba España, y dentro de esta línea divisoria habían surgido los
diversos Estados, como si la considerasen definitiva. Es verdad que más tarde estos -y los celos y
las ambiciones habían surgido desde el principio, aunque no hubiesen tenido la posibilidad de
colocarse sobre un terreno concreto de disensión- discutirán esta línea de limites y aun tomarán las
armas, defendiendo cada uno el territorio sobre el cual creía tener derecho seguro; pero por el
momento podía Codazzi atenerse a esa línea, modificándola, según lo considerara necesario
conforme a razones de naturaleza geográfica. En tal forma Codazzi fue una especie de solucio-
nador de cuestiones de límites antes de que el tiempo y la pasión las tornasen agudas y
peligrosas; y esto debe decirse sobre todo de los limites entre Venezuela y la Nueva Granada, las
cuales habían concluido ya un acuerdo de fijación de limites el 14 de diciembre de 1833, pero la
línea determinada por los dos plenipotenciarios -Santos Michelena y Lino de Pombo- tenía en cada
uno de los dos países partidarios y opositores. Ahora bien, Codazzi, partiendo del Cabo
Chichibacoa, en el mar Caribe, y cortando la península de la Guajira, dejaba a Venezuela las
cadenas montañosas y los cursos de agua más importantes hasta un punto en el cual el 5°paralelo

13

corta el río Arauca: por último una línea imaginaria se dirigía hacia el sur hasta el nacimiento del río
Memachi; aquí principiaba el dominio del Brasil.

Para el resto, o acogió los límites que atribuían a Venezuela los mapas de Humboldt, límites no
imaginarios, sino basados en investigaciones realizadas en los archivos de Madrid, o acomodó a
sus conclusiones, las que no siempre fueron a favor de Venezuela, los datos de 1810, esto es los
límites que dividían a las diversas regiones sujetas a España. Tampoco en las cifras relativas a la
población aceptó números sin discutirlos, sin someterlos a la crítica: no había cifras que fueran
resultado de censos que abarcaran toda la república: en 1836 se había presentado a la Asamblea
Legislativa el censo de nueve provincias; y en 1839 se daba como población de Venezuela una
cifra que se refería a 1834 (887.168 habitantes): Codazzi la amplió un poco, teniendo en cuenta la
rata de aumento y fijó en 945.348 los habitantes de la tierra que describía.

Quedaba por último una cuestión de no desdeñable importancia; la cuestión financiera, y si no se


resolvía esta, no hubiera podido Codazzi ver impresa su obra. Se pensó -y fue Páez quien sugirió
este medio- en acumular sobre Codazzi varias comisiones, y así fue nombrado primer Rector de la
sección de matemáticas de la Escuela Militar de Caracas, luégo profesor de táctica de artillería, y
por último director de todas las organizaciones militares de la Provincia de Caracas. Pero a pesar
de tantos cargos no tenía Codazzi la posibilidad de hacer frente a tan elevados gastos, por lo que
pidió ayuda al Congreso, el cual la concedió: 10.000.00 pesos fueron decretados para la impresión
de la Geografía de Venezuela, pero tal suma debería ser garantizada por un fiador, para el caso de
que cualquier circunstancia impidiera a Codazzi realizar su obra. Y hasta se encontró un fiador:
Martín Tobar y Ponte, de noble y rica familia, quien habla perdido no pocas propiedades por
mantener fidelidad a la pureza de sus sentimientos y quien en la lucha contra España había visto a
muchos de su familia caer en los campos de batalla, aseguró el buen éxito de la empresa:
generosamente hizo de fiador de Codazzi, seguro de que este llevaría a término su trabajo. Y
cuando inmediatamente después el plan de la obra se amplió y Codazzi aceptó agregarle datos
históricos -de la historia remota y reciente- referentes a Venezuela, datos que habrían de facilitarle
Rafael María Baralt y Ramón Díaz, también entonces Tobar declaró que respondería por el
aumento de los gastos de impresión y en esta garantía tuvo por socio a otro venezolano, Juan
Bautista Dallacosta.

Y el Congreso no fue menos generoso que los amigos de Codazzi, porque no tuvo dificultad en
conceder una prórroga del tiempo señalado para la impresión.

El 11 de julio de 1840 Codazzi con su esposa dejaba a Venezuela para dirigirse a Europa. En
París, donde ya Humboldt había impreso su obra, pensaba Codazzi que encontraría los medios
más aptos para traducir en realidad tipográfica su trabajo y los mapas que lo acompañaban. No
viajaban solos los Codazzi: los acompañaban Baralt y Díaz, a quienes se había confiado el
encargo de escribir la historia de la república y quienes debían facilitar al geógrafo los datos
históricos que necesitaba. Ellos empezaron inmediatamente a redactar los capítulos de la Historia
de Venezuela, mientras Codazzi sometía sus manuscritos al juicio de los hombres más ilustres de
la capital francesa.

(1)En español es "mangle": creo que se trate del árbol llamado mango, que crece también en las Antillas.[El mangle y el
mango son dos árboles distintos. Nota del traductor ].
(2)La situación se había invertido: diez años antes eran las naves de la marina libre, que combatía a favor de los
insurgentes, las que amenazaban las costas venezolanas del mar de las Antillas; ahora son las naves españolas las que
hacen de naves corsarias y asaltan y se apoderan, o tratan de apoderarse, de los puertos y de la ciudad. Por esta época
se destaca un marinero español, natural de Cádiz, Angel Laborde (1772-1884), como afortunado combatiente en Puerto
Cabello después de 1820 y en los años siguientes.
(3)Su historia de la Revolución de Venezuela era un libro que Codazzi consideraba importante y bien escrito.
(4)Op. cit., p. 98, 117.
(5) Op. cit., p. 301.

14

-IV -
La obra geográfica y cartográfica sobre la República de
Venezuela.
La obra que en 1840 llevaba consigo Codazzi a París para darla a la imprenta -y que sería
modificada durante su permanencia allí, por consejo de personas competentes a quienes fue
mostrado el plan de la misma- tiene dos antecedentes notables de carácter legislativo que se
refieren a ella. El primero -del 14 de octubre de 1830- es un decreto del "Congreso Constituyente
de Venezuela", que lleva la firma del Presidente José Antonio Páez y ordena confiar a un oficial la
"formación de planos de las Provincias de Venezuela, que reúnen [sic] noticias de geografía, física
y estadística". Es esta la partida de nacimiento de la obra de Codazzi: aquí tiene su verdadero
principio.

El segundo acto legislativo es también del Congreso y lleva la fecha de 16 de marzo de 1840, así
como la firma de Páez; por él se autoriza a la obra del cartógrafo a salir en público en traje de
imprenta, y se le dan, aunque sea mediante una fianza, los medios para realizar dicha salida. Entre
los dos actos legislativos hay toda una serie de exploraciones, de viajes, de sacrificios y de peligros
corridos; es la vida de Codazzi en medio de las montañas cubiertas de nieve o a lo largo de los
llanos del Orinoco, en el interior o a lo largo de la costa, en lugares desiertos o entre gentes no
siempre inclinadas a la mansedumbre.

Y después del segundo acto legislativo está la partida de Codazzi, para Europa, y su no breve
permanencia en París, y los largos días y los meses dedicados a la última redacción y a la
impresión de la geografía y de los mapas de Venezuela. Erraría quien creyera que lo que salió a la
luz y lleva la fecha de 1840 y 1841 (atengámonos a esta última, puesto que la primera es una
mentira impresa por una indispensable cortesía hacia el país que debía ser ilustrado) haya tenido
desde el principio un plan de desarrollo bien preciso y que a tal plan haya obedecido el autor.
Poseemos un "Prospecto de un plano general de Venezuela y dos mapas, uno histórico y otro
geográfico de su territorio", redactado por el mismo Codazzi e impreso en Caracas en 1839 por
George Corser, en el cual el proyecto primitivo está modificado. En este "prospecto" Codazzi
declara que quiere transformar "los tres planos corográficos de las provincias en un Atlas de
Venezuela, tanto más completo cuanto que, "por estar destinado a la instrucción básica de la
juventud, comprendería la geografía, la geología y la historia del país, con noticias generales sobre
las cinco partes del mundo"; y más adelante dice que quiere conformarse en esta obra a los más
célebres modelos de semejantes empresas. Y más adelante cita el parecer de la comisión
nombrada para dar "su concepto sobre los proyectos" que él había sometido (el 5 de noviembre de
1838) al gobierno, que es un parecer completamente favorable a tales proyectos y de aplauso y
alabanza a quien para su realización no había ahorrado ni fatigas ni dinero.

El parecer de esta comisión, que estaba compuesta por cinco miembros y presidida por J. M.
(1),
Cajigal es del 19 de marzo de 1839; e inmediatamente después le siguió un decreto del
Congreso -decreto que ya hemos citado- en el cual se acogen las conclusiones de la Comisión
Corográfica elegida en octubre de 1830, y se autoriza a Codazzi a imprimir lo que hasta entonces
había hecho para el gobierno venezolano.

Después de esa premisa histórica y ya que el plan había sido hecho también para conseguir
suscriptores a la obra, que estaba por ser entregada a la imprenta y que ciertamente en 1839
Codazzi pensaba publicar en Venezuela, siguen tres incisos en los cuales se expone largamente el
plan de trabajo. Los reproducimos íntegramente valiéndonos de la versión que ha dado -versión
manuscrita y fidelísima- un amigo de Codazzi, el abogado Luigi Ferrucci de Lugo.

15

1) "Un mapa general de la República, se seis pies y medio de largo por cuatro de alto. Llevará la
división de las provincias y cantones, cuyos limites y configuración presentará á primera vista:
todos los ríos con la indicación de los navegables y no navegables, y de los puntos en que
comienzan a serlo; las cordilleras y sus ramificaciones con las alturas máximas, las capitales de
provincia, las cabeceras de los cantones y parroquias, con los caminos que van de una población a
otra, y los sitios de las batallas ganadas y perdidas en la guerra de la independencia.
Acompañarán a este mapa: un cuadro sinóptico de las distancias de las cabeceras de cantón entre
si, con las capitales de sus provincias respectivas y con la capital de la República; un cuadro de
todas las batallas y combates de la guerra de la independencia, para que se pueda saber el día en
que tuvieron lugar y cuáles fueron sus resultados; los perfiles comparativos de las diversas
montañas, para que se tenga noticia de las más elevadas y así mismo de la altura de las ciudades
y lugares; e igualmente un cuadro comparativo de los ríos principales, para llegar al conocimiento
de la longitud de cada uno, de su origen, desembocadura, navegación y clase a que pertenecen".

2) "Un mapa histórico de más de 7 pies de largo y 4 de ancho, que se podrá dividir en seis
cuadros. El primero de estos llevará un mapamundi histórico con datos físicos, políticos y
estadísticos de las cinco partes del mundo. El segundo un mapa de toda la América dividida por
naciones, con un resumen histórico de su descubrimiento, conquista e independencia. El tercero
un mapa de Venezuela tal cual era en la época de su descubrimiento, con las variaciones
territoriales, las regiones habitadas por las diversas tribus, y un resumen histórico hasta la época
de la revolución. El cuarto un mapa de Venezuela, dividida como en tiempo del gobierno español,
con un resumen histórico hasta 1839. El quinto un cuadro de las campañas, año por año, de 1812
a 1819, con la lista de los hombres ilustres en el campo civil y militar. El sexto otro cuadro
semejante de las campañas de 1820 a 1839".

3) "Un mapa físico descriptivo de siete pies de largo y cuatro de ancho que se podrá dividir en seis
cuadros. El primero contiene un mapa de Venezuela, dividida según las hoyas hidrográficas, con la
descripción de las costas, lagos y ríos principales, diversos sistemas de montañas, aspecto físico,
meteorología, clima. El segundo dos perfiles que muestran a Venezuela de levante a poniente,
desde Güiria a Valencia y de Valencia a Cúcuta por el camino principal, de modo que pueda
advertirse clara y distintamente la altura de los puntos notables, valles, etc... con la descripción del
aspecto del país en esta dirección. El tercero presenta tres perfiles de cada provincia, levantados
de norte a sur siguiendo los caminos principales. El cuarto un cuadro físico, político y estadístico de
las provincias de la República. El quinto un mapa de Venezuela, dividida políticamente, con la
constitución general de la República, sus leyes fundamentales y las secundarias de mayor
importancia. El sexto un cuadro históricocronológico de las provincias".

Tal era el plan que Codazzi había trazado para su obra hacia mediados de 1839. De este plan
salieron después de cerca de dos años, el "Atlas físico y político de la República de Venezuela" y el
"Resumen de la Geografía de Venezuela", complemento el uno del otro, visión de líneas y de
(2)
colores aquel, exposición de datos y descripción de paisajes y de regiones éste . Necesariamente
debemos pensar que la permanencia en París, y las conversaciones con hombres de saber y
competentes, hayan modificado las ideas de Codazzi y lo hayan llevado a esta solución un poco
distinta de su obra.

Su primer cuidado al llegar a París fue presentar su trabajo a la Academia de Ciencias para
obtener el parecer de la misma; y quizás no dejara de abrigar la esperanza de que fuese acogido
en la Colección de publicaciones científicas extranjeras; pero su extensión hizo que no fuera
aceptada.

Sin embargo el juicio bastante lisonjero de la comisión nombrada por la Academia para rendir
informe de la obra presentada por Codazzi y compuesta de los más ilustres hombres de ciencia,
Arago, Savary, Elías de Beaumont y Boussingault, era una segura garantía de un honroso éxito. Y

16

de hecho Codazzi publica en las pocas páginas que preceden al Atlas, la relación leída en la
sesión del 15 de marzo de 1841 y redactada por Boussingault, y antes inserta lo que Berthelot
informó en la sesión del 4 de septiembre de 1840 -pocos días después de la llegada de Codazzi a
París -a los académicos acerca del trabajo presentado por Codazzi, relación que dio origen al
nombramiento de la comisión y al concepto arriba indicado.

Y si Berthelot terminaba su lectura, en la que exponía sucintamente lo más importante del trabajo
de Codazzi, los criterios científicos en que se había apoyado para la descripción y representación
de Venezuela y los resultados a que había llegado, haciendo votos porque sus colegas de la
Academia quisieran aceptar el magnífico trabajo de Codazzi para el premio anual, que estaba
reservado a los viajeros que habían prestado un buen servicio a la ciencia, Boussingault, a su vez,
proponía -y la Academia lo aprobó- que se le dieran los más vivos agradecimientos al Coronel
Codazzi y que una copia del informe de la comisión fuera enviada al Congreso de la República de
Venezuela.

Además de estas lisonjeras expresiones que debían servir de consuelo y recompensa para
Codazzi por las fatigas sufridas, son frecuentes las alabanzas que le tributan los dos relatores, y
son alabanzas serias, hechas con palabras ponderadas y por consiguiente más valiosas. Así
Berthelot lo llama "geógrafo lleno de celo" y "viajero infatigable", digno del trato que le ha dado el
Gobierno venezolano, por haberse consagrado noblemente a la ciencia y por los eminentes
servicios prestados al país. Y más adelante lo llama "hábil ingeniero geógrafo" y considera
interesantes los datos que ofrece su trabajo, tanto más cuanto que ilustran un país que es dirigido
por hombres cuyos principios liberales de gobierno merecen el respeto de todos.

Codazzi juzgó oportuno anteponer a los mapas que constituyen el Atlas las relaciones de los dos
eminentes científicos, porque eran un reconocimiento del elevado valor de su esfuerzo y una
garantía para el país que lo había hospedado de que no había estado mal puesta la confianza que
en él habían tenido los hombres de gobierno.

Sobre el contenido de estas dos relaciones, y sobre todo, sobre las observaciones -pocas- hechas,
volveremos más adelante cuando tratemos de fijar los criterios sobre los cuales está fundada la
obra de Codazzi: por ahora veamos el contenido del Atlas y del Resumen.

(3)
H. Fournier es el nombre del tipógrafo , y, si junto a ejemplares del Atlas que tienen la indicación
de París como lugar de la impresión hay otros que tienen el de Caracas, esto, como ya se ha
dicho, es simplemente homenaje al país descrito, que había confiado al tipógrafo parisiense las
ilustraciones; e igualmente debe ser una fecha que no corresponde a la realidad aquella puesta al
pie de la página en la portada del Atlas -1840-, en primer lugar, porque Codazzi, que había salido
en julio de Venezuela y por consiguiente no llegó a París antes de agosto, no hubiera podido en
pocos meses ver preparados por los litógrafos y tipógrafos los diez y nueve mapas de su Atlas; y
luégo, porque en las ocho páginas de texto que preceden a los mapas hay inserta -lo hemos ya
dicho- una relación que lleva la fecha de quince de marzo de 1841. Por consiguiente coloquemos
en este año la publicación, esto es, la entrega al público, de ambas obras.

La portada tiene una viñeta simbólica, por la cual Codazzi manifestaba no poca simpatía y que,
según nosotros, no tiene ni originalidad ni profundidad de concepción, pero que no podemos negar
responde a la mentalidad de los hombres que asistieron -y fueron parte no pequeña de los
acontecimientos- al nacimiento de la libertad de tantos Estados antes oprimidos por la esclavitud.
(4)
El autor es Carmelo Fernández sobrino del Presidente de la República , el cual quiso representar
a la joven República en una mujer vestida a la manera de los indios, sentada junto a armas y
banderas, bajo un dosel de vegetación tropical, la cual, aunque tiene a su alrededor los símbolos
de sus victorias, y al lado, sobre una gran roca, esculpidas las fechas de su liberación de la
servidumbre española y los nombres de las batallas ganadas, no apoya sobre ellos su porvenir,

17

sino sobre el libro de sus derechos, que tiene bajo el brazo, y sobre él pone su fuerza y su
esperanza. Cerca corre el Orinoco y lo surca una canoa, símbolo este -siempre según el autor- de
la vida tranquila y pacífica en que viven las tribus de indios; a la orilla del río corre, ágil, un caballo
salvaje, símbolo de la independencia; sobre las riberas se eleva una variada vegetación que indica
la riqueza no común de la flora venezolana, y a lo lejos se elevan unas montañas que la nieve
cubre de blanco. Así imaginó el joven pintor su tierra y con tales símbolos quiso representarla.

Codazzi hizo preceder los mapas de ocho páginas de texto a dos columnas: hay un prólogo -un
prefacio- bastante breve, en el cual hace sucintamente la historia de los mapas que publica y da
gracias a cuantos lo han ayudado en esta obra -Tobar y Dallacosta, como fiadores de la suma que
le había dado el gobierno, Baralt y Díaz que le ofrecieron algunos datos históricos, Fernández el
dibujante-; luégo explica la diferencia entre el "prospecto" de la obra publicado en Caracas -aquel
de que hemos hablado e indicado los puntos fundamentales- y la obra misma publicada después
(5)
de ocho meses de continuo trabajo; finalmente pide se le trate con indulgencia -indulgencia que,
dada la inmensidad de la obra realizada, es de justicia- y manifiesta el deseo de que su 'obra
acogida en Europa con tan finas muestras de aprecio, encuentre en su patria verdadera, ojos y
corazones amigos en lugar de severos censores".

Al prólogo sigue el índice de las diez y nueve planchas cartográficas que comprenden treinta
mapas, luego los dos principales decretos del Congreso de Venezuela, el del 30 sobre
levantamiento del relieve de las provincias de Venezuela, y el de 1840 sobre la publicación de los
mapas, y finalmente vienen las dos relaciones de Berthelot y de Boussingault a que nos hemos
referido.

La primera plancha cartográfica es un "mapamundi histórico", en cuatro colores, lleno de leyendas,


en las cuales está recopilado casi todo lo que se refiere a la exploración y gradual conocimiento del
orbe. La parte más pobre en notas históricas es la de Africa, en la que hay muchos espacios
vacíos de nombres y de símbolos cartográficos. Hasta el continente polar antártico tiene nombres y
fechas.

No es mapa importante ni desde el punto de vista técnico ni por el contenido; encontramos otros
semejantes antes de 1840, impresos en Italia y en otras partes, casi con los mismos colores y con
igual número de indicaciones históricas; sólo que en este editado por Codazzi en su Atlas hay más
finura de dibujo, más modernidad de signos, más cuidado en las noticias históricas que se refieren
a América, y, actitud lógica desde el punto de vista del país que hacía imprimir los mapas, el
hemisferio que comprende a las dos Américas está a la derecha. Continuando la enumeración de
los mapas históricos -no seguimos la sucesión que presenta el Atlas sino que agrupamos según
los fenómenos que quieren ilustrar- debemos citar en seguida el cuarto "mapa" que comprende dos
cartas de Venezuela; la primera en la que se representa este país en 1810, esto es, al estallar la
revolución que la libertó de España; la otra lo representa en el año en que se hicieron los mapas,
en 1840. Ambas comprenden la misma área; sólo uno de los mapas, el que se refiere al más
reciente estado de Venezuela, tiene una estrecha faja de territorio al sur, no venezolano, que no
aparece en el otro mapa. La única diferencia está en el color, ya que el primer mapa, puesto que
en él hay menor número de provincias, tiene menos variedad de colores, mientras que el otro
muestra las trece provincias. Los límites son casi los mismos; sólo hacia el oeste del segundo
mapa -y esto ya lo hicimos notar en el capitulo precedente- amplía un poco los límites de la
República en perjuicio de Colombia, ya que divide en dos la península de la Goajira. El meridiano
principal pasa por Caracas. Naturalmente que estos dos mapas en cuanto a la representación de
los fenómenos físicos están basados totalmente en los trabajos de exploración y en las medidas
tomadas por Codazzi, y en cuanto a la parte histórica del primero debe haber sido tomada de
mapas precedentes de proveniencia española, cuya existencia y utilización indica el mismo
Codazzi cuando, ilustrando sus viajes y sus empresas juveniles, hace referencia a algunos de
(6).
ellos

18

Los "mapas" seis, siete, ocho y nueve son puramente históricos pero no ocultan sin embargo, una
intención históricomilitar, ya que representan las campañas de 1812 a 1823.

La sexta plancha cartográfica comprende tres mapas, uno de la guerra de 1812 a 1814, otro de la
de 1815 a 1817 y el terdero de la campaña de 1818 y parte de 1819.

No está representada toda Venezuela; faltan las tierras más meridionales, como quiera que
estuvieron al margen de cualquier movimiento. Y en ellos, por los dos colores que usa el autor, el
amarillo y el rojo, se puede tener idea de las oscilaciones de la idea de independencia y del
retroceso de sus triunfos de norte a sur. Al principio la independencia se extiende a todas partes,
del mar Caribe al Orinoco y del Atlántico a las cadenas de los Andes colombianos (1812 a 1814),
excepto en torno al Lago de Maracaibo, luégo se restringe a pocas regiones del interior, mientras
por todas partes España con sus armas victoriosas reafirma su dominio (1815 a 1817); por último,
del mar la zona rebelde se desplaza a las orillas del Orinoco (1818 a 1819). Y como las campañas
guerreras, en un territorio tan vasto, fueron más de movimientos rápidos que de grandes batallas,
de tropas ligeras llevadas de un extremo a otro más que de gruesos y lentos cuerpos de ejército,
se indican con líneas de colores las vías seguidas por los Jefes de los ejércitos rebeldes o por las
soldadescas españolas para conquistar y retomar las tierras conquistadas; así se ve todo el
camino recorrido de 1812 a 1819 por Bolívar, rápido como un rayo, cansando con su rapidez a los
Generales españoles, casi omnipresente en la inmensa y difícil tierra, y del mismo modo se pueden
seguir los movimientos de Páez, capaz también él de superar rápidamente las grandes distancias,
y se puede hacer una comparación entre ellos y las tropas españolas -también para los
movimientos de estas hay en los mapas líneas de colores- que se movían más lentamente, ya
porque conocían menos los lugares, ya porque no estaban habituadas a la vida áspera y libre de
los llaneros. Pequeñas flechas indican la dirección y espadas cruzadas los lugares en donde
ocurrieron encuentros breves o combates famosos.

El "mapa" séptimo ocupa una hoja entera y comprende más espacio que los otros, pues abraza,
además de Venezuela, a la Nueva Granada y Quito, esto es los tres países que habían ya
constituido la República de Colombia. También en el los dos colores indican las porciones de
territorio que se habían rebelado y las que permanecieron fieles a España o fueron reducidas a su
dominio; y tales colores durante 1819 y 1820 se extienden casi por igual extensión de tierras: el
extremo suroeste y las zonas costeras entre Caracas y Maracaibo son todavía españolas; el resto
ha pasado a la plena independencia. Y como este breve período -en el cual también Codazzi
ofrece su brazo y su coraje a la causa de la independencia- son numerosos los Jefes de una y otra
parte; también veremos muchas líneas de colores surcar la región, entretejerse y cortarse. Es este
el período de triunfo casi completo de la guerra por la libertad y por ello aparecerá más numerosos
el entrelazarse de colores y de líneas.

Evidentemente las tierras que están fuera de los límites de Venezuela, así como aquellas que él no
ha recorrido sino en parte y no con el objeto de representarlas en un mapa, y que no ha medido, no
pueden ser sino representaciones tomadas de otros mapas. Quizás sean excepción los lugares
recorridos por Codazzi durante su primera permanencia en América del Sur, como el Río Atrato y
una parte de la hoya del Magdalena, que puede ser que hayan sido modificados por él de acuerdo
con sus conocimientos personales.

También el octavo "mapa" es, como el séptimo, más amplio y extenso. Incluye las últimas
campañas, las de 1821 a 1823, y señala el fin de todo el esfuerzo por la independencia. No
aparecen allí colores para dividir las tierras libres y las tierras sujetas, sino que los colores
distinguen solo las tres partes de que se compone la República de Colombia: el Departamento de
Venezuela, el Departamento de Cundinamarca, y el Departamento del Ecuador. Aquí las
campañas son igualmente numerosas pero se van haciendo menos ricas en movimientos y
restringidas a zonas más limitadas.

19

El mapa noveno está enteramente fuera del fin ilustrativo que se propuso Codazzi; no es un mapa
de Venezuela ni de las tierras que por un momento estuvieron unidas a Venezuela, sino que
comprende las Repúblicas del Ecuador, del Perú y 'de Bolivia. El lazo que une este mapa con los
precedentes es solo histórico: en la lucha por su liberación tomó parte -y no pequeña- Bolívar, y
por esto Codazzi incluyó en su Atlas este mapa. El cual no es original, esto es fruto del trabajo
personal de Codazzi, sino tomado de otro publicado en 1826, y que ha recibido de parte de
Codazzi las correcciones que le fueron sugeridas por las observaciones y los itinerarios de los
oficiales competentes -probablemente técnicos capaces de hacer relieves del terreno y
observaciones astronómicas- que acompañaron a los ejércitos en sus diversas operaciones. Es un
mapa que aparentemente no presenta características notables, pero si bien se observa, se ve con
cuanta finura y arte ha sido preparado y cómo ha salido de manos hábiles y expertas en todos los
detalles cartográficos.

Los mapas históricos terminan aquí, y constituyen una tercera parte de todo el Atlas: los otros son
todos físicos o políticos.

El primero es un mapa físico y político de las dos Américas en 1840, pero como todavía aquí y allá
aparecen leyendas de carácter histórico, el autor ha podido llamarlo también histórico, y nosotros
agregamos que es igualmente económico, en cuanto no faltan indicaciones de los productos
minerales. Los colores distinguen los diversos Estados de sur a norte; líneas, también de colores,
indican las rutas que siguieron Colón, Balboa, Ojeda, Américo Vespucio: hay leyendas que
establecen comparaciones -como aquella que compara el río de la Plata con el Mississipi- o que
describen características del paisaje, como aquella otra que define la naturaleza de las pampas.
Además sobre cada paralelo señalado está la indicación de los lugares tocados por él ya al oriente,
ya al occidente. Más que un mapa de carácter científico debe considerarse como un documento
cartográfico que Codazzi ofrece a aquellos, de entre los habitantes de Venezuela, que quieren
hacerse prácticos en esta ciencia. El primer meridiano es el que pasa por París, por lo cual es
lógico pensar que esta representación del Continente Americano es de origen francés y ha sido
tomada de mapas franceses, a los cuales se les agregaron las leyendas, las comparaciones y las
diversas indicaciones.

El tercer mapa -siguiendo el orden- es uno de los más complejos de todos, ya que además de
representar las costas de tierra firme, desde la desembocadura del Orinoco hasta el Yucatán, las
de las Antillas y gran parte de las Lucayas, y además de contener las líneas de las rutas seguidas
por Colón y por otros descubridores y viajeros, indica con grande abundancia de líneas y colores,
la variedad de pueblos que viven en las partes más bajas. Es por consiguiente un mapa en parte
histórico y un mucho etnográfico, ya que fija la posición de las tribus diseminadas por la vasta hoya
del Orinoco, por los Andes de Venezuela y a lo largo de las costas del mar de las Antillas.

Las tribus están indicadas con colores diversos según las lenguas que hablan; con otros signos
están indicadas las tribus desaparecidas, las que se han mezclado con la población dominante, las
que han conservado sus costumbres pero se han sometido, y las tribus que se han mantenido en
la más absoluta independencia. Si hay un defecto en este mapa es la tentativa de querer decir
mucho con signos que no pueden tener mucha variedad.

Toda la América representada en el resto del mapa está casi sin nombre; pero las costas están
diseñadas con lujo de detalles y con gran finura de diseño.

El "mapa" quinto, dividido en dos partes, representa a Venezuela dividida en hoyas hidrográficas y
en zonas de vegetación. En la primera parte, por medio de colores, Codazzi ha sabido distinguir
muy bien las varias hoyas y sobre todo separar la mayor, la del Orinoco, de las otras que
comprenden poco espacio y están próximas a la costa marítima. Así, excepto la hoya compuesta
de muchos cursos de aguas breves de la laguna de Maracaibo y la del Cuyuni que se une al

20

Esequibo -río éste que en buena parte está fuera de los limites de Venezuela- las otras hoyas
recogen las aguas que van de la cadena costera hasta el mar.

Bien representadas, con trazo más o menos fuerte, están las líneas divisorias de aguas, y
aparecen hasta las menores alturas. El otro mapa muestra las tres zonas principales en las cuales
puede ser dividida la región respecto a la vegetación: está la zona, muy estrecha y bastante
interrumpida, más amplia en la parte de la costa y en torno al lago de Maracaibo, hecha más de
fajas que de largos espacios de terreno, que está dedicada a la agricultura; pero en medio de ella
se insinúan las otras dos zonas, la de los pastos, que ocupa toda la izquierda del Orinoco, y un
poco de la derecha -y desde luego la zona de los llanos, que Codazzi llama "de los pastos"- y la
otra de "selvas vírgenes" la cual se extiende sobre toda la derecha del Orinoco y hacia la
desembocadura del río.

El "mapa" décimo es todavía un mapa en parte histórico, en parte administrativo y en parte físico:
representa la República de Colombia, esto es el Estado situado en la parte norte de la América
meridional antes de 1830, cuando el Ecuador, la Nueva Granada y Venezuela componían un todo,
y muestra los diversos Departamentos -11 en total- en los cuales Colombia estaba dividida y los 3
territorios considerados como usurpados por el Brasil, entre el río Negro y el Río Solimoes, y por
Inglaterra a lo largo del Esequibo, -parte de aquella región formara después la Guayana inglesa-.
El mismo Codazzi declara que este mapa, además de haber tenido como fuente sus trabajos, fue
(7)
construido sobre mapas semejantes de Humboldt y de Restrepo .

Con el "mapa" 11° y hasta el 18° están ilustradas cada una de las provincias de Venezuela. En
primer lugar la de Caracas,

napolitano de Rizzi Zannoni, esto es, un reticulado que no es geográfico, o sea que no está
formado de meridianos y de paralelos. Es un reticulado cilíndrico inverso, que tiene la ventaja de
(9)
conservar intactas las áreas y aún, con mucha aproximación, las formas" .

La última hoja del Atlas, como se ha dicho, no es un mapa, sino relieves y tablas comparativas. Es
una hoja que sirve para aclarar muchos asuntos que en los mapas no están suficientemente
ilustrados, y ofrece la comodidad de poder hacer comparaciones no fáciles de hacer entre las
diversas cartas de las hojas anteriores.

En primer lugar hay cinco perspectivas de montañas a las cuales acompañan cinco tablas con los
nombres de los montes y de las ciudades capitales de provincia o de cantón con sus respectivas
(10)
alturas en varas y en metros. Las medidas en gran parte se deben a Codazzi, por lo que es
interesante verificar su número para comprender el gran trabajo hecho por él. La primera
perspectiva que muestra la "Cordillera" -"perspectiva", se entiende, ideal- que se alza en la
provincia de Mérida, Trujillo, Barquisimeto, Barinas y Apure, tiene 58 cimas medidas, de las cuales
3 son superiores a los 5.000 metros y cerca de 32 superiores a los 4.000; y 30 ciudades de las
cuales se indica la altura sobre el nivel del mar.

El segundo tiene las montañas de las provincias de Carabobo y de Caracas -bien modestas
respecto a las precedentes (sólo 2 picos pasan de los 2.000 metros)- con 47 medidas de cimas y
25 alturas de lugares habitados; el tercero, que se refiere a las alturas de Barcelona y Cumaná,
tiene 45 cifras, de las cuales pocas superiores a los 2.000 metros y 17 alturas de ciudades grandes
y pequeñas.

Más modestas son las montañas de las provincias de Maracaibo, Coro y Margarita, que aparecen
en la cuarta perspectiva: 17 son las medidas de cimas y 13 las de ciudades. Finalmente en la
quinta perspectiva, donde está el perfil de; la sierra Parima en Guayana, hay 66 cifras ofrecidas por
Codazzi que se refieren a las cimas y sólo 5 referentes a ciudades. Son más de 300 las medidas

21

hechas por Codazzi, o sea 228 de alturas y 90 de ciudades y pueblos; número no indiferente, si se
piensa en las dificultades encontradas y en la poca facilidad para escalarías de la mayor parte de
las cimas de los montes, a las cuales quizá el primer hombre que trepó fue el autor.

De los montes se desciende a los valles, y la segunda serie de tablas se refiere a los ríos
(11)
venezolanos. Tres tablas dan la longitud de los ríos en leguas y al lado está la representación
de su curso con los accidentes del mismo, de modo que el observador puede formarse un
concepto comparativo de ellos y saber inmediatamente si tienen un curso largo y ancho; si la
desembocadura es en delta o estuario, si se dividen en ramales, si forman lagunas en su recorrido.
Es una visión rápida la que tiene el lector, corroborada por las cifras que la acompañan. Los ríos
que nacen de la Sierra Parima, los de la cadena venezolana y los que tienen su origen en la Nueva
Granada -el Orinoco, el Apure, el Meta son los primeros de cada serie- están aquí representados y
catalogados según su curso; en total son 58 cursos de agua. La última serie de tablas se refiere a
la extensión de las 13 provincias de la República, representadas con figuras cuadradas o
rectangulares a colores; y dentro de cada figura está indicada la cifra del área en leguas
cuadradas, la de la población absoluta y la de la relativa.

De tales figuras concluimos que la provincia más grande es la de Guayana, la más pequeña es la
isla de Margarita, y ambas están en los extremos de la escala de la densidad porque ésta es la de
mayor densidad y aquella la de más escaso número de habitantes. En cuanto a la población
absoluta ocupa d primer puesto la de Caracas, que es la segunda en extensión y la quinta en
densidad.

Comentario, explicación, interpretación del Atlas es el texto de geografía que Codazzi quiso llamar
(12)
modestamente "Resumen de la Geografía de Venezuela" . -El autor mismo declara que su
trabajo se ha desarrollado según el plan fijado para la geografía regional por Balbi -autoridad
geográfica no despreciable en la primera mitad del siglo XIX, y que las fuentes a que ha recurrido
son diversas; en primer lugar hay que poner los conocimientos obtenidos en sus viajes, luego
vienen los personajes científicos y las obras que dice haber interrogado y consultado. La preciosa
obra de Ramón de la Sagra le fue muy útil para la clasificación de los vegetales, sobre los cuales
en más de una ocasión ha acudido al parecer de los expertos, a quienes cita cada vez; los señores
Roulin y Berthelot y los Directores del Museo Mexicano le ayudaron mucho en la clasificación y
descripción de los animales que presenta Venezuela. Para las costas Codazzi dice que se ha
valido del derrotero español y para los varios cultivos de plantas útiles ha consultado, además de
sus apuntes, los escritos de Depons.

En la parte que llama geografía política Humboldt y Depons le han servido de preciosos auxiliares
para los tiempos antiguos, Balbi para la Etnografía, las publicaciones oficiales para la organización
entonces vigente.

También las obras históricas de Feliciano Montenegro de Colón y la Geografía de Colombia -esta
más raramente- declara Codazzi haberlas ojeado con provecho. Agrega finalmente que todo el
trabajo fue revisado por Rafael María Baralt y Ramón Díaz, y que el plan, antes de su desarrollo,
había tenido la plena aprobación de Juan Manuel Cagigal, profesor de Matemáticas en la Escuela
(13)
Militar de Caracas .

La obra entera está dividida en tres partes: primero está la Geografía Física -pp. 1 a 237-, después
viene la Geografía Política -pp. 238 a 362- y viene por último la descripción de las 13 provincias.

Se puede decir que todos los aspectos de este país están considerados en el libro de Codazzi; no
falta nada: el ambiente físico en sus aspectos más modestos, la vida de todos los seres que allí
tienen su morada, de los más pequeños a los más grandes, de los más útiles a los más dañinos,
de todos los vegetales que allí se producen o cultivados o silvestres, del hombre en sus

22

variedades, sus hábitos, su pasado y su presente; todo tiene su capítulo expuesto con serenidad,
sin palabras inútiles, ampliamente. Si los modernos libros de descripción geográfica, económica y
política, que quieren dar una visión sintética y completa de un país, tuvieran la perfección de este
compendio, adquiriríamos de ellos un conocimiento tan completo que al visitarlo no tendríamos
nada qué agregar.

Codazzi ha sabido dar una idea completa de Venezuela, presentando ante nuestros ojos todos los
hechos, expuestos con orden, no conocidos superficialmente a través de lecturas apresuradas,
sino discutidos, examinados y digeridos. Se le puede acusar de haber dado demasiado desarrollo
a algunas partes, como por ejemplo, a los capítulos que se refieren a los animales mayores y
menores que ocupan cerca de 100 páginas; se puede decir que no era necesario, al hacer la lista
de los insectos, seguir una rígida clasificación y que quizá hubiera sido mejor agruparlos según sus
efectos dañinos o reunirlos teniendo en cuenta las zonas en que se encuentran; se le pueden
también hacer otras criticas; pero no se debe negar que este exceso de método, esta exageración
de escrupulosidad, nos asegura más de la exactitud y credibilidad de sus afirmaciones. Además,
es un hecho fácilmente comprobable que los que no tienen extensos conocimientos de una
determinada ciencia, cuando deben tratar de ella ocasionalmente, por su sentido de respeto a la
majestad de la ciencia y por la conciencia de su inferioridad, hacen tales esfuerzos de prolijidad y
exactitud, que casi siempre caen en el exceso.

Empieza trazando los límites de la República y dando su área y población, después principia la
descripción, primero de los lugares bañados por el mar, luégo de las llanuras, los altiplanos y las
montañas.

Pero la suya no es una descripción simple y desnuda: los fenómenos constantes que encuentra
aquí o allí es necesario presentarlos reunidos, porque de su participación mayor o menor en la vida
del país, esta viene a ser modificada en uno u otro sentido. Así Codazzi no se limita a indicar cuán
variada es la superficie de Venezuela, a describir las llanuras uniformes o las ásperas montañas;
sino ¿ qué área ocupan?, ¿ son mas las partes planas que las ásperas? Y si en una provincia
prevalecen los montes sobre las llanuras, ¿ se repite esto en todas las otras provincias? Hé aquí
una serie de diversos problemas a los cuales Codazzi da una solución satisfactoria con el "estado
demostrativo de los terrenos de cada provincia", donde para cada subdivisión administrativa se
indican en tablas las leguas de montaña o llanura, de altiplano o de lagunas, o de tierras medio
sumergidas, de modo que es fácil ver la naturaleza de cada una y deducir su economía. La
relación entre las varias alturas y la distribución de las mismas en toda la República, la fijación -
cosa que no es fácil- de las irregularidades y de las tierras de características semejantes, es hecha
por Codazzi con un conocimiento tan completo de la maraña orográfica que, -sin tener en cuenta
las alabanzas de la Comisión de la Academia de Ciencias de Francia- hoy se conserva intacto su
pensamiento y se admite lo que Codazzi fue el primero en admitir.

No son estas las únicas alabanzas que se le pueden tributar; hay otra que quizá pocos sabrían
atribuirle dada la naturaleza de su conocimiento y las modalidades de su actividad antes de haber
presentado sus escritos, y es el arte no común con que describe y narra. No sabríamos decir si
llegó a ser un buen prosista en español; aunque no somos competentes para declararlo,
expresamos la convicción de que, aún en español logró un estilo seguro y suelto. Y esto lo
deducimos de la prosa abundante en lengua italiana que hemos examinado y que se refiere a los
años de su regreso a Italia. Aun en ésta, aunque no siempre sea correcto y variado, muestra una
tal soltura que no causa ninguna fatiga leerlo y casi resulta agradable. 'La visión aún viva de las
cosas admiradas y la exactitud y precisión de lo que narra, son las razones que nos mueven a
apreciarlo corno narrador y que nos agradan en él como descriptor.

Escojamos, entre tantos, un pasaje, escaso en datos y en nombres pero sobrio y compuesto, que
hemos traducido al italiano, como muestra de su arte simple y fuerte. Es verdad que contiene algún

23

error y alguna afirmación con la cual no se puede estar de acuerdo; pero, a pesar de todo, en él
vibra un sentimiento que no se puede esconder; hay tanta moderación del lenguaje y tan seguro
equilibrio de las palabras y del pensamiento, que nuestro juicio queda confirmado y ratificado.

(14)
Es el capitulo "Aspecto Físico del País" el que traducimos; comienza así:

"Como entramos en el mar llamado de Colón en los primeros tiempos de la Conquista, sentimos
penosamente afectado el ánimo, al pensar en la injusticia con que la superchería de un aventurero
y el indolente descuido de los nacionales, privaron al Nuevo Mundo del nombre de su ilustre
descubridor. Ni aun este pequeño mar pudo conservar por mucho tiempo aquel débil testimonio de
la gratitud de los contemporáneos de Colón, pues luego se le impuso y hoy se le conserva el
nombre de Mar de las Antillas. Hállase éste encerrado como un Mediterráneo, entre las costas del
continente por el Oeste y el Sur, y considerable cantidad de islas conocidas con la denominación
de Grandes y Pequeñas Antillas, que en grupos alineados forman una barrera al Oriente y
Septentrión; Habitaban éstas, antes de la Conquista, un crecido número de tribus salvajes, sin
ninguna industria, sin culto y casi sin hogar; pero hoy se ven llenas de individuos de diferentes
naciones europeas que han llevado allí el cristianismo, las ciencias, la agricultura y otras artes: que
han convertido los desiertos en hermosas ciudades, en campos bien labrados, y que pueblan con
sus bajeles aquellos mares que en otro tiempo sólo surcaban las piraguas de los caribes
antropófagos. Cuando la España velaba, codiciosa, sobre las colonias para mantenerlas
incomunicadas con el resto de Europa; cuando a ningún extranjero le era permitido penetrar ni aun
llegar a aquellas tierras de que apenas se conocía la existencia por el oro de sus minas; Venezuela
debió mucho al vecindario de aquellos establecimientos de islas, recibiendo en cierta manera, de
contrabando, la influencia y el impulso de una civilización más adelantada. Convertidas aquellas
islas en factorías de los pueblos más industriosos y más cultos del antiguo continente, puede
decirse que la Europa se había acercado a pocas leguas de la costa firme, y le transmitía
fácilmente con sus preciosos artefactos, el producto aun más precioso de sus luces y de su
filosofía".

No sólo este párrafo, sino todo el capítulo, y muchos otros, muestran que tenía disposición para
hacer hablar a los datos geográficos, casi mudos, y para hacerlos hablar un lenguaje noble y
elevado. Nunca se enumeran los datos en una sucesión árida y fría, sino que se recogen en un
conjunto que se complementa, armónico y amplio; junto al hecho físico, a la cifra desnuda, Codazzi
ve al hombre que saca provecho de lo que la naturaleza ha puesto a su alrededor, ve al hombre
que es el que realiza lo que la cifra representa fríamente. En una palabra esta su Geografía de
Venezuela es un libro vivo, palpitante de vida humana, vegetal y animal; tiene el atractivo de una
novela, el rigor de la ciencia y la sistematización de un tratado. Aquí la geografía no es cosa
muerta, porque no es conocimiento de segunda mano, porque lo que describe el autor lo ha visto,
porque ha vivido diez años su libro y lo ha compuesto día a día atravesando los llanos o subiendo
a las alturas de la sierra, navegando los ríos o adentrándose en los bosques, conversando con los
llaneros o estudiando las costumbres de las tribus indígenas.

En efecto después de la exposición de todos los aspectos físicos que permiten un conocimiento del
ambiente geográfico, Codazzi pasa al examen de las varias especies de vegetación y de las
causas climatéricas que las determinan. Es aquí donde el hombre hace su ingreso solemne; se
convierte en agricultor en las zonas más favorecidas y más propicias, se dedica al pastoreo donde
la tierra no es apta para producir un fruto adecuado, utiliza la selva y las sustancias que allí crecen.
Esta es la serie de capítulos más interesantes porque es la más animada; se describen las
costumbres y hábitos de los animales domésticos y salvajes, de los útiles y dañinos, con
particulares que agradan al lector, y aún los más pequeños, los más despreciables, le merecen un
párrafo, una indicación; se muestran las virtudes de las plantas y aun las que parecen menos útiles
tienen algún mérito que Codazzi pone en evidencia, como si considerara necesario dejar bien
grabado en las mentes que la naturaleza no ha creado nada inútil. Además están bien fijadas las

24

zonas de crecimiento de las plantas, de modo que vemos que a medida que el ambiente cambia de
altura, cambia la variedad de los vegetales, y aparece toda aquella tierra como una serie de
terrazas que cambian de nivel y de formas vegetales. La geografía política -es un término que él
emplea con una significación más amplia de la que realmente tiene este adjetivo- es de lo más
completo que puede darse hoy -a más de cien años de distancia no solamente como realización
sino como proyecto.

Toda la vida está allí examinada, consideradas todas las actividades, observados todos los
aspectos materiales y espirituales del pueblo venezolano, y no faltan las cifras, animadas también
de oportunos comentarios.

Los indios distribuidos en tribus y lenguas, los inmigrantes de Europa, las creencias religiosas, y la
organización pública, y las escuelas; y luégo las actividades comerciales e industriales de la
población, y la organización política y administrativa, y las fuerzas armadas para la defensa del
Estado, todo se expone en parágrafos, en capítulos, en series de capítulos. Las fuentes son
oficiales, y donde no ha podido obtener el dato seguro, Codazzi discute lo que otros le ofrecen y lo
modifica después de haberlo ponderado prudentemente.

¿ Y qué decir de los 13 capítulos que siguen, dedicados a cada una de las provincias? Cada
unidad administrativa adquiere en el tratado un carácter propio, que Codazzi sabe deducir
oportunamente de los datos presentados; cada provincia se distingue por alguna particularidad, a
pesar de que para todas se emplean los mismos acápites y de que parezca que todas han sido
tratadas del mismo modo; ya sea el predominio de las tierras altas, o el de extensas llanuras, o su
situación a orillas del mar, o la posición en el interior, o sus posibilidades de cultivo, o la dificultad
de un cultivo provechoso, o la escasa población, o el gran número de gentes indígenas. Y esto que
nosotros reconocemos en el resumen no es muestra de un examen excesivamente benévolo o de
un exagerado aprecio de la obra, pues igual impresión tuvieron los que conocieron el trabajo de
Codazzi cuando todavía estaba manuscrito, para dar un informe a aquella Academia, a la que no
podemos acusar de demasiada condescendencia hacia los sacerdotes de la ciencia que no son
serios. Y entre los individuos que pertenecían a aquella Academia estaba también A. de Humboldt
quien había visto estas tierras y había publicado sobre ellas páginas destinadas a la inmortalidad.

Berthelot, quien, como ya dijimos, fue el primero que informó sobre las obras de Codazzi, después
de haber resumido las ideas del viajero sobre las varias cordilleras venezolanas y sobre sus
relaciones de dependencia, dice que es sobre todo en eI capítulo que se refiere a las llanuras, en
el cual se trata también de las mesas, donde aparece la inteligencia con la que se ha llevado
adelante este hermoso trabajo; porque de ese capítulo se pueden sacar noticias enteramente
nuevas sobre las provincias de Cumaná y Barcelona, dos provincias poco conocidas hasta
entonces o por lo menos muy imperfectamente representadas en los mapas.

El análisis geográfico de Codazzi -continúa Berthelot- arroja gran luz sobre las llanuras americanas
y sobre los numerosos ríos que nacen en el centro de aquellas tierras casi desiertas, fenómeno
que es enteramente peculiar de la región de las mesas

Y sobre esta especie de llanuras y sobre los ríos que las recorren, se detiene largamente porque,
dice el ilustre académico, por Codazzi fueron destruidas las ideas que durante mucho tiempo se
tuvieron sobre esta vasta región. Se creía en efecto que en ellas surgían altas montañas en las
cuales se suponía que tenían su nacimiento los numerosos ríos navegables; ahora bien, Codazzi
ha destruido tal creencia, demostrando qué no existe ninguna cadena montañosa, y también ha
sabido explicar el por qué del caudal de agua arrastrado por los ríos mayores, examinando la
constitución geognóstica de la mesa, constitución que permite la filtración de las aguas lluvias y su
reunión en estratos arcillosos, por los cuales descienden hasta el río, al cual dan una contribución

25

que los ojos no ven, pero que se comprueba después cuando el río se convierte en un curso de
agua grande y navegable.

Y Boussingault, en su informe a la Academia, se detiene sobre todo en las determinaciones


astronómicas y en las medidas barométricas y termométricas hechas por Codazzi, y observa cómo
es posible sacar no pocas conclusiones de ellas acerca del comportamiento de los limites de las
nieves perpetuas en las montañas orientadas hacia vastas llanuras o en las que miran al mar,
aunque colocadas en la misma latitud, y en torno a la temperatura de las regiones tropicales.

Después refiriéndose a las varias formas del paisaje, anota que en la descripción de Codazzi los
llanos surgen de la ignorancia más absoluta al conocimiento más preciso y que, aun cuando
tengan en común características iguales, tienen cualidades propias a cada uno, y ofrecen a un ojo
observador diferencias que se pueden percibir y que influyen sobre sus producciones y sobre las
condiciones de sus habitantes, y agrega que Codazzi ha hecho todo lo posible para hacer resaltar
en su prosa la fisonomía particular de estas diferentes regiones planas.

El Orinoco y la atención que a él ha dedicado Codazzi, ofrecen al relator otro argumento para no
pocas observaciones y consideraciones; recordando los descubrimientos del Padre Román sobre
las comunicaciones entre el río Negro y el Orinoco -descubrimiento anunciado a la Academia de
Ciencias por La Condamine- dice que la cuestión fue mejor aclarada por Humboldt y que las
observaciones de Codazzi han completado este conocimiento.

En cuanto a la plantas descritas con no pequeña abundancia de detalles, Codazzi puede


considerarse -dice el relator- como el fundador de la agricultura comparada; la ciencia carecía de
los datos, que debían ser bien precisos en esta materia, y el geógrafo de Venezuela se los ha
ofrecido, de modo que se pueden establecer relaciones entre el tiempo necesario para el
crecimiento de una planta y el clima, y llegar a conclusiones útiles para nosotros.

Hemos escogido aquí y allá, en las dos relaciones, pasajes que comprueban el juicio por demás
favorable de los dos ilustres científicos, pero podríamos agregar otros. Ha sabido, pues, Codazzi
crear una obra fundamental, punto de partida al cual hubieran debido dirigirse todos los que se han
dedicado a estudiar la vasta república, punto de partida que hasta ahora, desgraciadamente, ha
venido siendo punto de llegada, modificado sólo en detalles, pero que permanece no superado en
su soberbio conjunto.

(1) Juan Manuel Cajigal fue uno de los personajes importantes de la historia de la revolución venezolana. (Véanse:
Cervinus Histoire du XIX siécle Paris, 1866, t. III, p. 173, y Baralt y Ramón Díaz. Resumen de la historia de Venezuela,
Vol. 29, p. 355).
(2) El mapa de Venezuela en 4 partes, que se menciona con frecuencia y que lleva el título "Mapa físico y político de la
República de Venezuela" con la fecha de 1840 y Caracas como lugar de edición, es el conjunto de mapas particulares
del atlas, del 119 al 189 inclusive. Sus dimensiones, de 5. a N. y de E. a O., respectivamente, sin contar los márgenes,
son de 85 por 130 cm. Al rededor aparecen la ilustración alegórica de la portada del Atlas y varios cuadros
comparativos de la longitud de los ríos, alturas de los montes de las diversas provincias, superficie de cada una de
ellas. La única novedad es una "tabla sinóptica" de las distancias de las cabeceras de cantón a la capital de la
respectiva provincia y a la capital de la República. Hay también en este mapa numerosas leyendas que no aparecen en
el Atlas y que reemplazan las breves páginas de introducción de éste; además se indica la escala: cada grado,
equivalente a 83 mm., corresponde a 20 leguas, igual a 5.5m. (cada legua), lo que nos da una escala lineal más o menos
igual a la de los mapas del Atlas. Naturalmente el mapa mural no presenta la división en cantones y por consiguiente
falta la variedad de colores que constituye una de las principales características de los mapas recopilados en el Atlas.
(3) Que es también el tipógrafo del mapa es cuatro partes.
(4) José Antonio Páez, protector y amigo de Codazzi (17901873).
(5) Aquí tenemos una declaración precisa de la verdadera fecha de publicación: mayo de 1841; de septiembre de 1840 a
mayo de 1841 van precisamente 8 meses "de asiduas tareas de día y de noche".
(6) Son 7 mapas anexos al manuscrito que publicamos; mapas que también reproducimos.
(7) L'essai politique sur le royaume de la Nouvelle Espagne de A. de Rumboldt (Paris, 1811) va acompañado de un atlas de
20 mapas. Manuel Restrepo -el historiador de la "Revolución de Colombia"- es autor de un "Mapa de la provincia de
Antioquia en la República de Colombia y de sus minerales, formado con arreglo a observaciones astronómicas, rumbos
y operaciones geodésicas, en el año 1822". Fue publicado en Londres en 1824.
(8) Los mapas atribuidos a Restrepo ea el primer Atlas de Colombia, parece. que no fueron trazados por él.

26

(9) C. Bertacchi Art. cit., p. 46.
(10)La vara es una medida venezolana equivalente a 0,835 m.
(11)Una legua equivale a tres millas geográficas de 1851 m., o sea, que mide 5553 m.
(12)París Imprenta de H. Fournier y Compañía, 1841, p. 648.
Se hizo una traducción italiana por G. Foschini, intitulada "Geografia statistica di Venezuela", impresa en Florencia (Tip.
de Andrea Bettini), en 1864. La traducción es bastante libre y suprime toda la parte corográfica relativa a las 13
provincias.
En la Bibiloteca Estense de Módena, existe -incompleta- una traducción manuscrita del texto español, de 391 páginas y
5 de notas, en 4°.
(13)"El plan jeneral de la obra ha sido aprobado por el señor comandante de ingenieros, profesor de matemáticas en la
Academia militar de Caracas, a quien fue consultado de antemano".
(14)Resumen, etc., p. 4546.

27

-V-
Funda la Colonia Tobar - Gobierna la provincia de Barinas.
(1)
Por una carta de Codazzi a un amigo suyo de Lugo, el señor Pietro Dalbuono , escrita desde
Burdeos el 27 de junio de 1841, parece que su partida de regreso a la Guaira hubiera tenido lugar
dos días después. Schumacher y con él Manrique incurren en un error al afirmar que durante su
permanencia en París le nació a Codazzi el cuarto hijo, Lorenzo. Si esto hubiera sido así, como
quiera que este hijo nació a fines de octubre de 1841 (el 28 de octubre), tendríamos que retrasar a
los últimos días del año o a los primeros del siguiente su regreso a Venezuela. Y sabemos -lo
sabemos por una de las cartas que posee la biblioteca Trisi de Lugo- que en marzo de 1841
escribió a su hermana invitándola a seguirle a América y recomendándole tener en secreto su
partida para que no tuviera dificultades con el marido, del cual vivía separada. Ahora bien,
¿hubiera podido enviarle el dinero para el viaje y hacerle las últimas recomendaciones a su
"Gianetta" si todavía lo separaban de la partida tantos meses? Pero hay otro argumento mucho
más fuerte todavía. Apenas regresa a Venezuela se pone inmediatamente en la tarea de
determinar el lugar para la colonia agrícola cuyo proyecto venía meditando y cuya idea le surgió
cuando, en París, discutiendo si Venezuela fuera susceptible de un desarrollo rápido y amplio,
sostuvo, con un optimismo que revela la inmensidad de su bondad y la seguridad de su fe, que un
porvenir esperaba á la tierra que él habla dado a conocer a los hombres y embellecido con su arte
y con su ciencia. Apenas regresa se dedica a hacer diligencias para obtener la concesión de
tierras, para encontrar financiadores de su empresa, para obtener ayuda del gobierno. Ahora bien,
¿ es posible que todo esto haya podido realizarlo en tan corto tiempo, en poco más de medio año?
(2)
No debe olvidarse además que es de 1842 un escrito suyo que expone su plan colonizador . Por
consiguiente coloquemos a fines de junio de 1841 su partida para la Guaira y en los primeros días
(3)
de septiembre de 1842 su regreso a Francia .

Ciertamente los honores recibidos en Francia y las alabanzas tributadas por la Academia de
Ciencias al país que le había encargado el trabajo, habían realzado su prestigio y lo habían
colocado en una condición en la que podía aventurarse a pedir lo que antes ni siquiera hubiera
pensado en solicitar. Era el hombre que había defendido abiertamente a Venezuela y la había
acercado a Europa. ¿Por qué no podría ahora acercar a las gentes de Europa a Venezuela? Las
sangrientas guerras de la independencia, que habían segado 200.000 'vidas en Venezuela, el
terremoto (1812) y la peste (1818), habían disminuido en tal forma la población de la república que
la rata de densidad era una de las más escasas de América. Ni siquiera un millón de habitantes
vivía en aquella inmensa tierra, mientras que la población de la vecina república de Colombia era
de más del triple.

Ya el mismo gobierno venezolano se había preocupado por el problema; prueba dé esta


preocupación es la ley sobre inmigración, sancionada por el Congreso él 6 de marzo de 1840. Por
consiguiente su propuesta no caía en terreno infecundo. Pero hay no poca diferencia entre hacer
una ley, que no cuesta un centavo, y persuadir a los hombres de gobierno a otorgar ayuda, en un
país en donde la moneda está devaluada y en donde el presupuesto es excesivamente flaco. Por
consiguiente no debe parecer modesta la obra de persuasión realizada por Codazzi, ni demasiado
simple el esfuerzo hecho para obtener éxito en su intento.

Creemos que Codazzi tiene algo qué ver con un artículo publicado en un periódico francés -no nos
ha sido posible precisar el título de este periódico porque sólo se ha conservado el recorte -
intitulado "De la Republique de Venezuela et de la loi sur l'émigration sanctionnée par le Congrés
(4)
nationale" .

En dicho artículo se trata de disipar cualquier juicio desfavorable a la República por parte de las
gentes de Europa y se ponen en evidencia los esfuerzos realizados por varios gobiernos -y
especialmente por el de Páez- para volver a llevar a Venezuela a un estado de normalidad; en él

28

se exponen las riquezas del suelo, los progresos hasta entonces realizados, los méritos de los
hombres que habían conducido aquella tierra a la conquista de la independencia y de la libertad.
Es una hoja llena de elogios discretos, de comprobaciones serias, de esperanzas fundadas, que no
puede haber sido escrita sino por quien tuviera un completo conocimiento de la joven República.
Un periodista francés no hubiera podido escribir sobre Venezuela porque hubiera hablado de ella
como un erudito y, por consiguiente como de un tema de estudio, no como de cosa propia, como
de algo a que se está ligado por un vivo sentimiento. Se perciben el cariño y el deseo de pintar
aquella tierra con los colores más rosados para hacer que también los demás la amen. No se calla
nada, pero los defectos se cubren prudentemente con un velo y aparecen menos duros y
desagradables; se habla de la revolución de 1835 y se dice que fue obra de algunos hombres que
se habían hecho célebres en la guerra de la independencia, pero cuyas exageradas pretensiones
"repoussaient les bienfaits d'une liberté sage". Se trata de justificar el nombramiento de Páez para
Presidente de la República y se quiere demostrar que, a pesar del nombramiento de un hombre de
armas, Venezuela es un país tranquilo: se dice que Páez, además de ser uno de los más
fervorosos promotores de la independencia, tiene también virtudes cívicas iguales a sus méritos de
soldado; se dice que más que en él, émulo de Bolívar y "ciudadano esclarecido", el pueblo
venezolano confía en sí mismo, en su amor a la libertad, en su prontitud para sofocar cualquier
movimiento que trate de privarlo de la libertad; se dice que Páez tiene una "connaissance intime
des affaires du pays", que sus precedentes permiten tener confianza en él, que es un hombre de
carácter f irme, y que su lealtad durante los sucesos de 1835 fue admirable.

Si Codazzi no fue el autor material del escrito, ciertamente a él debe atribuirse la inspiración. El
artículo apareció poco antes de su regreso a América, y por consiguiente puede ser considerado
como preparación para la campaña que estaba por iniciar.

Hacia la mitad de septiembre de 1841 se presentó al gobierno venezolano un plan bien


particularizado de colonización: su autor era Codazzi. El proyecto tuvo una gran resonancia en
Caracas, hasta el punto de que, a fines del año, Codazzi se dirigió a dicha ciudad para exponer
extensamente su proyecto y obtener, además del consentimiento del gobierno, su ayuda y el apoyo
de cuantos no sólo con palabras amaban a su tierra.

El lugar escogido pertenecía a la provincia de Caracas ~y al cantón de la Victoria, a corta distancia


del puerto de la Guaira. Situado a cerca de 1.700 metros, tenía un clima suave y estaba cubierto
de bosques formados por plantas europeas y americanas.

Codazzi pensaba dirigir personalmente dicha colonia, que estaría constituida por campesinos
alemanes, recogidos en la Alemania meridional, y dirigirla desde la ciudad capital del cantón, La
Victoria, que distaba apenas siete leguas. No pretendía constituir una sociedad, sino obtener ayuda
del gobierno, y conseguir fondos, para lo cual esperaba que alguno le hiciera de fiador -quizá
pensaba en quien ya en otra ocasión lo había hecho, Martín Tobar y Ponte-. Y en efecto Tobar
estaba dispuesto a prestar la fianza y todavía más, junto con su sobrino Manuel Felipe Tobar,
cedió a Codazzi sus propiedades que quedaban vecinas a las tierras escogidas para la colonia. Así
esta -lo que fue acto de sincera gratitud hacia el hombre generoso- tuvo el nombre de aquel que
había contribuido más que los demás. Las obras indispensables empezaron inmediatamente;
primero se construyeron caminos y después se abatieron los bosques en las partes más elevadas.
En seguida Codazzi envió a París una comunicación en la que exponía sus esperanzas en la futura
colonia y todo lo que se había hecho. "Ya -escribía- la presencia del hombre ha animado con
nueva vida estos bosques solitarios tan silenciosos hasta ahora; ya se oyen los golpes de hacha de
los hombres ocupados en talar árboles seculares; estos bosques de vegetación primitiva que la
planta humana no había hollado, son ahora atravesados por robustos labradores que conducen
caballos, mulas, bueyes, cargados de todo lo que es necesario para la construcción; ya empiezan
a verse cabañas en el desierto, en los mismos lugares que más tarde serán ocupados por
cómodas habitaciones. Plantas útiles substituirán dentro de poco la exuberante vegetación inútil.

29

Un camino de siete horas, construido bajo la dirección del Coronel Codazzi por doscientos
trabajadores proporcionados por el gobierno para tal fin, conduce la futura colonia a la ciudad de
La Victoria y abrirá fácil y rápida comunicación con el floreciente valle de Aragua, la parte más
densamente poblada de la provincia de Caracas. Una segunda vía de comunicación deberá abrirse
hacia la costa hasta puerto Maya, y una tercera conducirá más tarde a través de las colinas del
altiplano hasta la capital de Venezuela. A lo largo de esta vía hay la intención de construir un
ferrocarril que, naturalmente, será la vía de comunicación más importante, ya que por ella se
podrán transportar en breve tiempo y con poco gasto los productos principales de la colonia. Si
este proyecto llega a ejecutarse y si es posible construir rápidamente vías secundarias al valle de
Aragua y al distrito de Turmero, los productos de esta zona, admirablemente fértil, duplicarán su
valor, y los campos cultivados se extenderán más allá de los montes que han sido considerados
(5)
hasta ahora como un muro insuperable para la civilización y la agricultura". . Así describía
Codazzi la colonia que era creación de su espíritu deseoso de hacer el bien; y en París patrocinaba
con igual entusiasmo esta idea Alejandro Benitz, de Edingen (Baden), quien había sido el dibujante
(6)
y grabador de los mapas del Atlas de Venezuela y a quien Codazzi había conquistado para su
propósito de colonización. En seguida se publicaron los planos de la colonia Tobar y con ellos los
proyectos para otras colonias en San Carlos, Anancos, Maya y Cagua, Oricaro y Chichirivichi,
Caipe y Tuy; artículos en español, en francés y en alemán ponderaban hasta las estrellas la
belleza de estos lugares.

El 11 de junio de 1842 Codazzi estaba de nuevo en París; en la colonia había dejado a Ramón
Díaz, como sustituto para la prosecución de los trabajos.

Inmediatamente comenzó el enganche de familias obreras dispuestas a partir, trabajo que realizó
con grande entusiasmo Benitz, quien sacó de Alsacia y Baden 358 obreros especializados en los
más diversos menesteres, mientras Codazzi -nombrado entonces Caballero de la Legión de Honor
(7)
por el Rey Luis Felipe -, se entretenía con hombres de ciencia y enriquecía y profundizaba sus
conocimientos en el trato con ellos, alternaba con artistas sobre los honores que se tributarían a las
cenizas de Bolívar, que de San Pedro (Alejandrino) iban a ser trasladadas a Caracas, y sobre el
monumento que habría que erigirse en aquella capital -monumento que fue después modelado por
el romano Pietro Tenerani-.

El pequeño grupo de colonos, guiado por Codazzi y por Benitz, pues también se había asociado a
aquella empresa, llegó a la Guaira el 6 de abril de 1843, después de un viaje que no había sido ni
breve ni sin contratiempos. Pero mayores fueron las dificultades cuando, habiendo desembarcado
en Puerto Choroní porque en la Guaira no pudieron hacerlo por haberse declarado una epidemia a
bordo, tuvieron los emigrantes que caminar a pie hasta la colonia, porque no hubo bestias
suficientes para el transporte. Las enfermedades que se declararon entre el pequeño grupo -males
debidos al calor y a una alimentación imprudente-, la escasez de las cabañas construidas, ya que
Díaz poco se había preocupado por realizar este trabajo, los caminos sin terminar, con lo que se
dificultaba el abastecimiento de víveres y el transporte de los productos de la colonia, todo esto y
otras cosas, crearon entre los colonos un cierto descontento que extinguió el entusiasmo y
amenazó desde el principio esta obra de civilización.

(8)
La muerte de Martín Tobar -el 26 de noviembre de 1843- y los disturbios que comenzaron poco
después a hacer inestable la vida de la República, no pudieron menos de perjudicar a la pequeña
colonia. Se sabe que la vida del campo prospera rápidamente si hay un ambiente de paz y de
seguridad y si sus necesidades encuentran una respuesta de consentimiento y de ayuda. Sin
embargo los esfuerzos de Codazzi y los no menos nobles de Benitz, las diligencias de los
representantes alemanes en Venezuela y las visitas de científicos alemanes, que llegaron hasta
aquel lejano rincón de actividad tudesca con fines de estudio y aun por razones políticas,
permitieron a Codazzi hacer en 1845 un balance de la colonia que auguraba esperanzas y estaba
lleno de buenas promesas. "Los habitantes de Tobar están satisfechos y viven ya de su trabajo;

30

han tenido cosechas prometedoras, no obstante las frecuentes calamidades que han azotado a la
agricultura. La carretera que lleva a Caracas está terminada. En la colonia hay científicos alemanes
que han establecido campos de experimentación botánica que han dado lisonjeros resultados".

Había apenas redactado este documento alentador cuando, por la confianza que le tenía, el
General Soublette, entonces Presidente de la República, lo llamó a Caracas y le confió el gobierno
de la provincia de Barinas.

Codazzi no rehusó el encargo, y habiendo dejado la dirección de su empresa, en la que todavía


tenía puesto todo su afecto, a Benitz, se dirigió a la Provincia de Barinas (diciembre de 1845) con
la convicción de que en el nuevo cargo podía prestar a su patria adoptiva un servicio no menos
valioso. Allí se agitaban fermentos de rebelión contra el gobierno, al que se acusaba de oligarquía;
y pronto Codazzi se dio cuenta de que esta provincia era como la clave de la paz o de la guerra en
Venezuela, ya que la actitud de los llaneros, habitantes de las llanuras que se extienden desde las
faldas de las montañas hasta las orillas del Meta y del Orinoco, determinaba o la consolidación de
la oposición al gobierno, o el triunfo de este. Por ello comenzó una obra de gran habilidad y no
menor coraje; viajando de lugar en lugar y viendo con sus propios ojos las necesidades de la
población, trató de aportar mejoras y beneficios; desenvolviendo proyectos de segura utilidad, hizo
todo lo posible para calmar a los inquietos habitantes. Era una obra bien difícil, que sólo podía
cumplir quien, como Codazzi, estaba completamente al margen de cualquier disputa de partido y
se resentía muy débilmente de las pasiones que destrozaban a todo el pueblo venezolano.

En 1846, como se debía proceder a la elección del nuevo Presidente, los partidos volvieron a la
lucha violenta, tanto que por un momento pareció que había sonado la última hora para Venezuela.
También esta vez fue Páez quien salvó la República de la ruina; pero también a Codazzi le
correspondió no poco mérito. Este con energía y con sabia habilidad impidió que en su provincia se
difundiese la división y que a ella penetrasen armas y militares. Del partido que entonces
amenazaba la tranquilidad de Venezuela era jefe el General Monagas "uno de los más decididos
representantes del militarismo", el más encarnizado enemigo de Codazzi, de quien se acordará
cuando algunos años más tarde llegue a ser Presidente de Venezuela, y le hará la vida
insoportable en aquella tierra a la que con tanta sabiduría había dado lustre. Contra él Codazzi fue
inexorable, no permitió que su obra de disgregación penetrase en la provincia que administraba, lo
excluyó, lo combatió. Cabalgando de pueblo en pueblo, de factoría en factoría, trató de reconciliar
entre sí a los jefes por todos los medios posibles y especialmente con la persuasión. Inclusive en
una ocasión recurrió a una alegoría y se valió de sus hijos, todavía niños, para representarla, y
consiguió lo que se proponía, ya que los jefes de las dos facciones volvieron a la paz. Nos la
refiere su hija Constanza en una nota a la traducción del libro de Schumacher, y vale la pena que
(9)
reproduzcamos aquí sus mismas palabras .

Tampoco estuvo, durante este su gobierno, totalmente alejado de los estudios; antes bien, no
pocos escritos de Codazzi pertenecen precisamente a este tiempo; escritos sobre agricultura
tropical, sobre trabajos relacionados con los caminos que atravesaban la provincia o que deberían
(10)
trazarse, estudios históricos y geográficos, y hasta una obra que ha permanecido inédita ,
intitulada "El arte de la guerra".

A principios de 1847 parecía que la paz volvía de nuevo a la República; por deseos de Páez y
contra el parecer de Codazzi, la Presidencia se le dio a Monagas, el cual en un principio mostró
que no quería aprovecharse del poder para sus venganzas de partido y juiciosamente llamó al
gobierno a hombres que eran firme garantía de que quería mantener la paz.

Las tristes condiciones de la colonia Tobar obligaron a Codazzi a volver por un momento a visitarla
para darle una vez más su consejo y su apoyo. El malestar que serpenteaba por toda Venezuela
no había dejado intacto ni siquiera este pequeño oasis de tranquilidad, en donde el año anterior se

31

habían presentado fugas de colonos y donde los que quedaban demostraban con frecuencia
descontento y poco espíritu de sacrificio. Bastó la presencia del fundador para que la colonia se
renovase, los fugitivos volviesen y se asentase la tranquilidad sobre aquella pequeña tierra de
trabajadores. Así que en marzo de 1847 pudo Codazzi publicar la noticia de que la paz había
retornado, y con la paz se iniciaban los nuevos trabajos y los corazones se reabrían a la
(11)
esperanza . Pero las esperanzas se esfumaron bien pronto, ya que la paz se rompió y la
confusión tomó a Venezuela, y Codazzi, como ocurría siempre en los momentos difíciles, fue
llamado a las armas.

(1) De las cartas que posee la Biblioteca de Lugo (12 en total), siete están dirigidas al señor Pietro Dalbuono, o Delbuono, o
Delbono, pues de las tres maneras aparece escrito en las cartas.
(2) A. Codazzi - Proyecto de poblar con las razas teutónicas los terrenos altos y hasta ahora incultos de Venezuela.
Caracas, 1842.
(3) "alla mia venuta la Europa l'hanno venturo" - Carta a su hermana, de 27 de marzo de 1841; y más adelante, en la
posdata: "l'hanno che viene senza dubbio debbo passare in Italia a prendere dei contadini piemontese. -
(4) El artículo es del 2 de junio de 1841.
(5) Biografía del general Agustín Codazzi, escrita por H. Schumacher y traducida por Manrique, "Boletín de Historia y
Antigüedades", año 9, p. 165-166.
(6) El grabado que precede al Atlas de Venezuela lleva la firma de A. Benitz, grabador.
(7) El decreto es de fecha 13 de junio de 1842.
(8) Schumacher da esta fecha en el texto (op. cit., p. 325), pero en las notas (nota 136, p. 527-528) da otra, la de 26 de
noviembre de 1846. Manrique se atiene a la primera fecha. Martín Tobar había nacido el 17 de septiembre de 1772.
(9) "Ofreció un banquete a los Jefes de ambos partidos y a las principales familias, también divididas; a los postres se
presentaron los niños Araceli, vestida de Libertad; Agustín, goajiro; Domingo, caribe; Lorenzo Orinoco, y se colocaron
cada uno al lado de los principales cabecillas. La Libertad se dirigió al anciano General Blanco, con palabras de paz y
concordia; cada uno habló en el mismo sentido, y en el sencillo lenguaje del indio, comparaban la conducta de los
blancos con la suya, que vivían unidos y en paz; dirigieron palabras de elogio a los señores, invitaron a tomar por la
paz y la unión de los barinenses, ofreciendo cada uno su bandera al Jefe a quien se dirigía. El venerable General
Blanco fue el primero que con lágrimas en los ojos y voz conmovida, contestó a la Libertad, más que con palabras, con
el abrazo fraternal a los demás invitados; allí se olvidaron los rencores y las disensiones; todos se abrazaban
conmovidos, y los que entraron enemigos, salieron hermanos. Esto afirmó la unión que Codazzi había preparado
fundando un pequeño teatro en donde se presentaban las señoritas y caballeros de ambos partidos. En Barinas no
había diversiones, y aquella, gratis y dos veces por semana, fuera de los ensayos dirigidos por Codazzi y su hermana,
eran a propósito para que cesaran las desavenencias que fomentaba un joven con sus habladurías; op. cit., num. 99, p.
172.
(10)Lo dice su hija Constanza, op. cit., núm. 99, p. 173, nota.
(11)Su hija Constanza dice que la Colonia sufrió entonces, como todo el país, las consecuencias de la guerra, pero agrega:
"Aún existe; en un viaje que hizo la señora viuda de Codazzi, le compraron su casa en aquel lugar, que, si no tan
floreciente como hubiera sido sin las guerras, ha prosperado; hay industrias y culturas". Op. cit., núm. 99, p. 174, nota.

En cambio Schumacher, en un artículo dedicado a la memoria de Codazzi, publicado, en traducción italiana, en el


Bolletino della Societa Geografica Italiana (1876), p. 614, dice que después de un período de florecimiento la colonia fue
decayendo hasta 1870, año en que, invadida por las tropas de Guzmán Blanco, fue destruida casi del todo. Puesto que
su testimonio merece la misma credibilidad, es necesario admitir que el viaje al que se refiere Constanza Codazzi fue
anterior a 1870; pero entonces no deja de parecer extraña la nota: ella agrega un detalle importante sobre un hecho
acaecido antes de 1870, en un trabajo publicado en 1912. Y la nota no deja duda de que se refiere al momento en que
fue escrita: "pero aún existe".
Sobre la Colonia Tobar, además de lo que escribió Codazzi, véanse: Alexander Benitz - Ueber die Ackerbau-Colonien in
Venezuela. París, 1842.
Sabien Berthelot. Sur les nouveaux établissements agricoles fondés en Venezuela. Bulletin de la Société de géograpbie
de Paris, 1842, p. 37-45.
Ludwig Glöckner - Die Gründung und die heutige Zustand der Colonie Tovar, in Venezuela - Schneeberg, 1851.
A. Codazzi - Apuntaciones sobre inmigración y colonización. Bogotá,. 1850.

32

- VI -
De la República de Venezuela a la de Colombia - Comandante de
la Escuela Militar - Iniciación de sus actividades en Colombia -La
cuestión del Canal - Su muerte.
1848-1859
(1)
Elegido Monagas Presidente de la República a principios de 1847, al cabo de un año, con un
golpe de mano, suprimía la Constitución, disolvía a viva fuerza el Congreso e instauraba un
absolutismo fundado sobre todo en la espada. Codazzi, a quien Monagas era bastante hostil
porque no podía perdonarle el que se hubiera opuesto a sus miras dictatoriales, después del golpe
de Estado no podía prometerse nada agradable, tanto más cuanto que, a la enemistad del
Presidente de la República, se agregaba la del Ministro de Guerra, Francisco Mejía.

Páez, quien no podía olvidar sus orígenes constitucionales y su obra de fidelidad a la Constitución,
se vio obligado, lógicamente, a ponerse contra Monagas, y en esto tuvo la cordial adhesión y la
sincera ayuda de Codazzi, el cual luégo se apresuró a ir a Maracaibo "aquella ciudad que se
mantenía en constante comunicación con las naciones extranjeras" y que, por consiguiente, estaba
en la posibilidad de oponer al partido de Monagas seria resistencia. Pero antes de dejar la
Provincia de Barinas, lo que ocurrió el 21 de febrero de 1848, después de un dramático coloquio
con el General Pulido enviado a hacerse cargo del comando militar de la Provincia precisamente
para crearle dificultades a Codazzi, éste había dado orden a los suyos de ponerse en camino hacia
el lago de Maracaibo. Los sufrimientos padecidos por la esposa, en verdad una "varonil señora",
por los hijos y la hermana, quienes, habiendo dejado todo, sólo llevaban consigo las cosas más
precisas, han sido narradas por la hija Constanza en una nota al libro de Schumacher, en la
(2)
traducción de Manrique , y por ella sabemos que los enemigos de Codazzi recurrieron a medios
desleales, aún contra una mujer y unos niños, y que sólo la energía de esta mujer salvó la familia y
la libró de todo peligro. Codazzi, colocados en seguridad su mujer y sus hijos en la isla holandesa
de Aruba -las islas holandesas de las Antillas se habían convertido en lugar de refugio para todas
las familias de los perseguidos por el gobierno de Monagas- no temiendo más por ellos, pudo
seguir libremente el partido de Páez y darle una eficaz ayuda por su actividad y su experiencia;
pero mucho antes de que este, reducido al extremo, capitulase (15 de agosto de 1848) y, en
premio de toda su obra en favor de la República, fuese desterrado, Codazzi, habiendo perdido todo
contacto con Páez y desesperando de poderse sostener, cruzaba los límites de Venezuela y se
dirigía a Bogotá. No era precisamente un lugar de exilio voluntario para él la capital de la Nueva
Granada, sino que se dirigía allí después de insistentes invitaciones y habiendo ya recibido una
comisión precisa del Presidente de la vecina República.

Allí, después de la separación de Venezuela y de la muerte de Bolívar, se había podido gozar por
algunos años de un poco de tranquilidad bajo la benéfica presidencia de Santander; varios tratados
habían regulado las relaciones con los países vecinos y hasta se había pensado en abrir el istmo
de Panamá. Pero en 1836 había estallado de nuevo la guerra civil, la cual llegó a su momento más
agudo en 1840. Calmados los ánimos, después de un poco de tregua en la lucha, en 1845
(3)
ocupaba la presidencia -como Presidente constitucional- el General Mosquera , el cual
"desarrollaba grandes proyectos en bien de su patria, impracticables pero todos bien intencionados

Este fue el que llamó a Codazzi. Los historiadores, al juzgar la obra de Mosquera, reconocen en él
un vivo anhelo por el bien del país que gobernaba y un grande interés por impulsarlo en la vía del
progreso; por tanto no debe parecer extraña la invitación que dirigió a Codazzi para que viniera a la
Nueva Granada a emprender la medición del país, como lo había hecho en Venezuela. Este deseo
era lógico en una nación mucho más poblada que la vecina República; una descripción que
pudiera circular entre la gente y mostrar sus rasgos y dejar adivinar sus virtudes, era un óptimo
medio de propaganda. Además, en aquel momento se habían encendido de nuevo las discusiones

33

en torno al canal de Panamá y Europa y América habían entrado resueltamente en competencia, y
la Nueva Granada no quería quedarse atrás de los demás. ¿ Pero cómo podía conseguir este
objetivo, que era óptimo, si no había tenido todavía quien levantara un relieve de las tierras
adyacentes al istmo? He aquí, pues, los motivos de la invitación que se le hizo a Codazzi. Por otra
parte ya hacía tiempo que esta necesidad -esto es la de proceder a la medición del país- se había
hecho sentir en la Nueva Granada; y es del 15 de mayo de 1839 una ley que se refiere al
levantamiento del relieve del territorio de la República. En la elaboración de esta ley había tomado
parte seguramente Mosquera, quien entonces hacía parte del Gabinete Presidencial, y como los
sucesos políticos la habían hecho olvidar, era natural que, al subir al poder, Mosquera la sacase
del olvido y tratase de su inmediata aplicación. Codazzi había terminado su trabajo sobre
Venezuela y, por añadidura, estaba en desacuerdo con el cambio de gobierno en aquella
República; por consiguiente era propicio el momento para hacerle una invitación, a la que él no
opuso ninguna repulsa, pidiendo sólo un poco de tiempo para considerarla con ánimo tranquilo. En
la prosecución del plan trazado, Mosquera, para atraer cada vez más a Codazzi e impedirle que
dejara caer en el olvido la invitación, lo nombraba, en julio de 1848, Profesor de la Escuela Militar
Superior de Bogotá.

Sólo en enero de 1849 se ponía Codazzi a órdenes del General Mosquera y arribaba a Bogotá; ¡
cuán distinta de la ciudad que él había conocido treinta años antes! Aun cuando ya tenía cincuenta
y seis años, aunque estaban todavía lejos sus seres queridos, aunque nada le quedaba de sus
propiedades y el porvenir se le presentaba lleno de incertidumbres, experimentó como una
sensación de simpatía por la ciudad y se consideró feliz de haber vuelto a ella.

Hombres de talento, nacionales y extranjeros, habían puesto en alto el prestigio intelectual de la


Nueva Granada, y entre ellos estaba el historiador Ancízar, a quien Codazzi tendría como
(4)
compañero en la nueva tarea que iba a emprender ; estaba Joaquín Acosta, hombre de una
generosidad no común y protector de las ciencias y de los científicos, autor de mapas que Codazzi
(5)
utilizaría después como experto . En este ambiente en el que se le apreciaba y se le reconocían
sus grandes méritos, el prófugo de Venezuela acabó por no sentirse extranjero, tanto más que su
familia no tardó mucho en reunírsele. Fiel Codazzi al sistema de vida que lo había hecho triunfar
hasta aquel momento, pocos días después de su llegada a Bogotá presentaba un proyecto de
reforma de la Escuela que había sido confiada a su cuidado y al mismo tiempo iba proyectando el
plan de la obra más importante, la medición del vasto país -que era también diferente a Venezuela
y más difícil por la diversidad del suelo y de los paisajes y por la menor navegabilidad de los ríos-,
obra en la que estaba muy interesado Mosquera y que quería fuese encomendada oficialmente a
Codazzi antes de que expirase el término de su Presidencia.

El modelo sería desde luégo el que había realizado en Venezuela, pero el nuevo proyecto para la
Nueva Granada sería más amplio.

El Atlas debería contener más mapas -52- porque Mosquera quería que cada una de las 36
provincias tuviese su mapa; además debería haber mapas geológicos para los tres períodos. Dos
cartas hidrográficas, una para las aguas como eran en las épocas geológicas remotas y otra de la
actualidad, mapas históricos, mapas agrológicos.

No deberían faltar tampoco datos "relativos a temperaturas, clima y corrientes de aire, regiones de
lluvia, labores referentes a industrias nacionales y comercio extranjero; las variedades de maderas
y otros productos naturales importantes en las manufacturas, el mundo animal dividido según los
climas, así como el material". Finalmente debían agregarse cuadros históricos y mapas de los
países limítrofes, un mapa con las rutas de los descubridores y pobladores de Colombia, un mapa
con las líneas de las costas y de las probables poblaciones de los indios al tiempo del
descubrimiento. Pero esta vasta obra, que comprendía el pasado y el presente y que casi
anunciaba el futuro, y que estaba destinada a ofrecer a la posteridad una imagen fiel de la

34

república, preocupaba a Codazzi, quien conocía que ya no era tan joven y veía las dificultades de
la empresa.

El cambio de presidencia no modificó la posición de Codazzi; el nuevo Presidente, José Hilario


López, acogió el proyecto, que tuvo una solemne confirmación en un instrumento firmado el 1° de
(6)
enero de 1850 . Por tal contrato Codazzi prometía levantar el relieve del país y trasladarlo a
mapas dentro de un sexenio a partir de la fecha, y en la misma escritura se le asociaban Ancízar
como historiador y experto en estadística y Carmelo Fernández como dibujante, ya que la obra
debía también llevar ilustraciones de los lugares y de la vida que en ellos se manifestaba.

El 3 de enero de 1850 inicia Codazzi el levantamiento de relieves; el punto de partida es Bogotá. El


relator del viaje, Ancízar, tiene una hermosa página sobre esta iniciación de los trabajos; su prosa
es casi poesía y al mismo tiempo pintura fiel del ambiente. "Los primeros rayos del sol esparcían
rica luz sobre Bogotá y las llanuras... tenues vapores se levantaban del pie de la vecina cadena de
montañas, elevándose lentamente hasta las majestuosas cumbres de Monserrate y Guadalupe,
que arrojaban sus sombras sobre el terreno a sus pies, cuya opacidad contrastaba con la brillante
luz que doraba las crestas de la parte alta; el aire puro y fresco despertaba en todo mi ser, en mi
espíritu y mi cuerpo un indescriptible sentimiento de bienestar; estaba perfumado con la fragancia
de los arbustos que cubren las pendientes de los cerros…, suave brisa mecía los delgados sauces
a lo largo del camino, por entre los cuales se veían las praderas de esmeralda adornadas de flores,
y los magníficos rebaños de ganados que mordían el espléndido pasto... Hallábame absorto en
esta contemplación... Mi compañero de viaje, Teniente Coronel Codazzi, cabalgaba detrás de mí.
Al emparejar conmigo cerró su memorandum en el cual, sin disminuir la marcha, había escrito sus
(7)
notas" .

No eran lugares desconocidos para Codazzi los que recorría con su compañero; los había
atravesado en su juventud y los había visto más recientemente al huir de Venezuela y de
Monagas.

De Bogotá, se dirigen hacia el norte, dejando al este el páramo de Cruz Verde y recorriendo la
elevada meseta que se extiende entre numerosos páramos hasta Ubaté y la laguna de Fúquene,
gran extensión de agua en forma de corazón, de la cual nace el río Suárez. El 13 de enero el
pequeño grupo está en Chiquinquirá, a la orilla izquierda del Suárez "lugar de romerías, famoso por
su giran Madre de Dios" y desciende a lo largo del río por una región rica en antigüedades -la más
rica de todo Colombia- donde algunos años antes habían sido descubiertas tumbas con momias,
armas y utensilios.

Naturalmente el viaje no lo hacen en línea recta, sino que van visitando las tierras situadas a
derecha e izquierda y especialmente las del occidente hacia la hoya del río Magdalena. Arriban, un
mes después de haber salido, al Socorro, que entonces pertenecía al Estado de Santander,
situado también sobre el altiplano, y de allí emprenden expediciones al occidente, hacia Simacota y
Zapatoca, hasta donde el Sogamoso desemboca en el Magdalena, y hacia Bucaramanga, cerca
del río Lebrija. En este primer viaje son exploradas las provincias de Ocaña, Santander y
Pamplona, y el sistema hidrográfico -y por consiguiente las montañas- entre el Magdalena y el lago
de Maracaibo se determina con precisión. Codazzi dirige su atención en primer lugar a las aguas
corrientes, como quiera que se podían seguir más de cerca, y de su dirección deduce la dirección y
la forma de los montes, cubiertos de bosques y no siempre transitables.

Entre todos los lugares que atraviesa, el páramo de Guerrero, en la provincia de Ocaña, -"la más
reciente de las 36 provincias - es el que despierta en él más viva impresión. "En ninguna otra parte
habían visto sus ojos semejante devastación de la corteza terrestre; parecía ser la obra de
repetidos y potentes terremotos; en épocas remotas ciertamente se habían desmoronado, se
habían consumido profundamente imponentes arcos de montañas...".

35

De Ocaña, Codazzi se dirige hacia la orilla derecha del Magdalena, a Tamalameque, y de aquí,
atravesando diagonalmente las montañas -y en esa travesía emplea tres semanas- torna a los
limites de Venezuela, a San José, "el naciente próspero centro del mercado del café, donde residía
una interesante colonia extranjera" -de alemanes y de italianos-, después pasa al Rosario y por
último a Pamplona, ciudad que Codazzi había visitado ya en dos ocasiones anteriores y que se
convierte en cuartel general de la expedición. Desde Pamplona, Codazzi examina la cadena que
separa la ciudad del valle del Apure y busca un camino -el mejor- que lleve a Venezuela, y el
resultado de este período de actividad exploradora es la clarificación de la red hidrográfica del
Orinoco dentro de los confines de la Nueva Granada.

En agosto suspende todos los viajes y regresa a Bogotá para comenzar el curso en la Escuela
Militar; entre tanto, en la tranquilidad de su casa, pone en mapas todo el material recogido y
elabora la descripción de las provincias visitadas. No poca dificultad -anota Schumacher- le costó
este trabajo, ya que le hacían falta todavía los trazados completos de las cadenas de montañas y
del curso de los ríos y porque carecía de vocablos para indicar con uniformidad los varios
fenómenos, y por consiguiente debía introducir nuevos nombres generales para las variaciones y
conservar los nombres locales.

Al año siguiente, a principios de enero -dedica a los viajes la primera parte del año y los últimos
meses a la elaboración de los materiales y emprende de nuevo el camino por la región que,
elevada y variada, se alza entre el Magdalena y sus tributarios, al occidente, y los afluentes del
Orinoco al Oriente, las Provincias de Tunja y Tundama, provincias que conservaban en la
imaginación de los habitantes como un lugar particular por las numerosas leyendas que corrían en
torno a ellas y por las fructuosas excavaciones de objetos antiguos e interesantes.

Ascensiones a los montes, mediciones de los lagos que se dilatan en aquellas alturas, glaciares y
regiones desiertas, lugares altos y arrasados por el frío, lugares históricamente famosos, valles mal
definidos y tierras mineralmente fértiles, fueron recorridos en los primeros cinco meses de 1851, e
inmediatamente, a su regreso a Bogotá, Codazzi se puso a estudiar los materiales recogidos, bien
abundantes -relaciones, dibujos, estadísticas y hasta pinturas-, Hé aquí lo que dice un documento
oficial, la memoria del Secretario de Estado al Congreso, el 5 de septiembre del mismo año:

"Ocho provincias han sido estudiadas y descritas en mapas, con sus capitales, cabezas de distrito
y de cantón y lugares de importancia, con sus límites y con los caminos que las atraviesan.

"Ha sido determinado el curso de 187 ríos así como el de otros 300 cursos de agua, que, aunque
pequeños, son dignos de atención; las grandes cadenas de montañas así como sus genuinas
ramificaciones y contrafuertes han sido descritas; las tierras altas, las mesetas, los valles, las
selvas primitivas y los llanos de pastoreo, los lagos, las lagunas y los pantanos, las estepas, todo
ha sido claramente representado con signos convencionales. Las provincias comprendidas en
estos trabajos son las de Ocaña, Pamplona, Socorro, Santander, Soto, Tundama, Tunja y Vélez".

Esta enumeración de provincias hace ver por sí sola el trabajo de la primera y la segunda
expedición; a cada una se debe asignar el mismo número de provincias visitadas. Y no sólo fueron
presentados por Codazzi los mapas, sino cuatro volúmenes con la descripción de las provincias,
14 diarios de viaje y 11 descripciones de cantones, trabajo verdaderamente grandioso y que
apenas se puede concebir que haya sido organizado por una comisión y no realizado por un solo
hombre.

El Congreso le hizo expresar su gratitud por medio del Secretario José María Plata y, premio a la
puntualidad y actividad de Codazzi, fue su promoción a Coronel. La motivación de este ascenso
quedó consignada en estas palabras "para dar al digno oficial una prueba de la alta estimación con
que han sido recibidas las primeras labores geográficas practicadas en las provincias del norte".

36

En enero de 1852 comenzaron a ser exploradas las provincias de Antioquía, Cauca, Córdoba,
Mariquita y Medellín, esto es, el corazón de la Nueva Granada. Era esta la parte más importante de
la exploración porque tanto el gobierno como los habitantes tenían mucho interés en el
conocimiento de las zonas internas, mientras que las regiones del litoral tenían menor valor para
ellos y aun para los extranjeros, ya que estas provincias eran habitadas por los más encarnizados
adversarios del partido que entonces dominaba.

Codazzi comenzó por la provincia de Mariquita, esto es por aquella en cuyos confines se ve
elevarse el cono más alto de la cadena montañosa, el nevado pico del Tolima, en torno al cual
están los nevados "páramos" del Ruiz y de la Mesa de Herveo y no pocas cimas cubiertas de
nieve.

Un mes empleó en la medición de toda esta región montañosa, la más alta hasta entonces visitada
y explorada, y la descripción que de ella nos ha dejado merecería ser reproducida íntegramente;
en ella todo se ha tenido en cuenta; el suelo, el cielo, la vegetación, los fenómenos volcánicos y las
dificultades, y es quizá una de las primeras descripciones de una difícil escalada y de la
permanencia en un país de temperatura polar y con los más interesantes fenómenos de nevadas y
heladas.

Rionegro y Medellín, aquella capital de la provincia de Córdoba, está al centro desde donde se
podían adquirir conocimientos más prolijos de las regiones vecinas, el Cauca y sus afluentes de la
derecha, entre ellos el río Nechí, ocupan la actividad de Codazzi durante todo el mes de abril, y en
este tiempo atiende también a la solución de pequeños problemas que interesaban a este o a
aquel centro, problemas de caminos y de mejores relaciones entre una y otra población y entre
estas y los ríos vecinos.

En mayo está en la ciudad de Antioquia, en donde se pone a su disposición una comisión de


ciudadanos para ayudarle en los trabajos. Pero en realidad lo que mueve a aquellos ciudadanos es
sólo un propósito, el de encontrar una solución al problema de unas vías de comunicación fáciles y
poco costosas. Vecino a la ciudad corre espumeante entre riberas escarpadas, como por estrecha
garganta, el Cauca, y los antioqueños esperan que Codazzi les de su parecer sobre el proyecto
que tienen de hacer navegable el río y convertirlo en medio de comunicación con los lugares del
bajo Cauca. La respuesta dada por Codazzi, quien considera atentamente todas las posibilidades,
es de las más desconsoladoras: "el proyecto es posible, como son posibles todas las correcciones
a la geografía, pero es tremendamente costoso, y las posibilidades económicas de las riberas
circunstantes no son suficientes para justificar tamaño gasto. Sin embargo, agrega Codazzi, puede
suceder que en el futuro cambien las circunstancias, lo que ocurriría si los países más ricos se
decidieran a construir el canal que se soñaba entre un océano y otro; entonces el río Atrato
adquiriría gran importancia y la provincia de Antioquia podría tener una salida de sus productos
hacia aquel río que ofrecía seguridades de navegabilidad".

La última parte de la campaña de aquel año (1852) se desarrolla a lo largo del río Cauca, por el
que se sube hasta Supía, centro de una rica región aurífera, y a Cartago, capital de la provincia del
Cauca, bien pobre y de poca importancia; de Cartago, por el paso del Quindío, arriba a Ibagué,
donde establece la base de operaciones para hacer la medición de la provincia de Mariquita.

Mientras se dedicaba a estos trabajos -estamos hacia la mitad de 1852- en Bogotá una compañía
constituida en Londres desde 1850 obtiene la concesión para construir un canal interoceánico; y
parece que los miembros más pudientes de la colonia inglesa en Bogotá formaban parte también
de la empresa. Codazzi tiene noticia de la concesión cuando regresa de su tercera expedición, en
septiembre, y no manifiesta ninguna satisfacción por este acto del gobierno que priva a la Nueva
Granada de la posibilidad de construir ella misma este importante lazo de unión entre los dos

37

océanos; antes bien, como el proyecto ofrece reparos, lo combate vivamente y sus criticas hacen
perder no poco terreno a una idea que ya en Bogotá contaba con denodados defensores.

Pero contemporáneamente con este proyecto, para el que se había hecho un intento de
exploración que había resultado un fracaso, de la provincia del Chocó llegaba, de parte del
Gobernador, la noticia de que una expedición de norteamericanos se había aventurado por el río
(8)
Atrato con la intención -y en esto seguían la idea aparecida en una obra de Humboldt - de
comprobar la continuidad de la vía fluvial entre este río y el San Juan.

Ni Schumacher, ni su traductor Manrique, conocían el manuscrito que publicamos ahora por


entero, en el cual la vía entre el Atrato y el San Juan es recorrida en un rápido viaje por Codazzi, y
por consiguiente no hacen resaltar suficientemente la importancia que para nuestro biografiado
tiene la noticia. De aquella navegación hecha "bajo órdenes militares" Codazzi había diseñado un
mapa, que más adelante reproducimos, y conservaba un recuerdo tan vivo, que estaba dispuesto a
iniciar inmediatamente la exploración de la provincia del Chocó. Por otra parte, ya que, como
refiere Schumacher, no había completado sus exploraciones ni había recorrido íntegro el curso de
las aguas, dejando para otra ocasión el cumplimiento de esta empresa, tenía el vivo deseo de
adelantarse a los demás en completar lo que ya había hecho con medios escasos y en condiciones
de gran peligro. Naturalmente hay que agregar el hecho de que debía levantar el relieve de aquella
provincia y de las otras más meridionales; por consiguiente satisfacía a dos necesidades,
emprendiendo inmediatamente su cuarta campaña.

Habiendo llegado a la costa de la Nueva Granada -era la primera vez desde que había llegado a
Colombia que se asomaba al mar- y visitado a Barranquilla, bastante cambiada y mejorada desde
1826, el primero de febrero de 1853 estaba en el golfo de Urabá, y desde aquí en canoa iniciaba la
subida del Atrato, teniendo cuidado especial de explorar los tributarios de la banda izquierda.
Después de subir por el Napipí llega a la conclusión de que este río no podría ser escogido como
vía de comunicación, ya que la cadena que se interponía entre él y el Cupica tenía una anchura de
siete leguas y era alta, sin contar con que la bahía de Cupica era inadecuada por su insuficiencia
para las naves. Terminado el recorrido, Codazzi llega a conclusiones un poco diversas de las de
treinta años antes, o mejor, modifica un poco lo que había afirmado la primera vez que había
subido el Atrato para ir a salir al San Juan. Codazzi consideraba que el costo de construcción de
un canal, o mejor la profundización del surco, muchas veces ocupado por agua, existente entre el
Atrato y el San Juan, era más elevado que las ventajas que pudiera producir, tanto más que los
habitantes de las hoyas de los dos ríos podían servirse de las corrientes de los mismos y alcanzar
(9)
así por mar las ciudades situadas sobre el istmo , y que las condiciones económicas de la región
no figuraban entre las más florecientes ni de más prometedor porvenir. Sin embargo, considerando
el estado de los habitantes de aquellas tierras, donde la población negra es bastante numerosa y
escasos los blancos, y donde la más desconsoladora negligencia es casi ley para ellos, juzga que
el único medio para sacarlos del funesto hábito del ocio, es la excavación de un canal que,
sacándolos de la ignorancia y poniéndolos en contacto con gente más activa, como por ejemplo la
de Antioquia, los obligue a la actividad y los detenga en el proceso de su decadencia.

De las orillas del Atrato, trasmontando la cordillera litoral, Codazzi alcanza las bocas del Baudó en
el océano Pacifico, después navega a lo largo de la costa hasta Buenaventura, hasta la rocosa isla
de Gorgona y hasta la desembocadura del río Patía, en la provincia de Barbacoas, y por ésta, que
era la menos digna de atención de toda la Nueva Granada, se dirige al interior llegando hasta la
capital, Barbacoas. De aquí dirige su marcha hacia el sur, hacia las fronteras del Ecuador, por la
región de Túquerres, el Tibet de Sur América según Humboldt, donde se eleva entre las nubes la
invisible cresta del Cayambe, y levantan sus cimas los poderosos volcanes de Azufral, Cumbal, y
Chiles, cuyos habitantes dan tantas muestras de religiosidad, y así llega a Pasto (16 de junio de
1853). De allí, pasando por las fuentes del Cauca, arriba a Popayán, mide la altura del Puracé,
hace una excursión al cerro de Guabas, en la cordillera occidental, y, bajando a lo largo del Cauca,

38

el 2 de agosto se encuentra de nuevo en Cartago, bastante fatigado, pues la última parte de su
viaje había sido muy rápida. Las mayores dificultades de Codazzi provenían de sus no muy
amplios ni seguros conocimientos geológicos; sin embargo él quiso entrar también en este terreno
tan difícil. Es la parte más débil de su obra, ya que es la que fue superada más rápidamente,
mientras que el resto de sus mapas y descripciones constituye como el fundamento sobre el cual
han construido y deberán construir -a excepción de algunos detalles- todos los que quieran
estudiar la Nueva Granada. De regreso a Bogotá se pone inmediatamente a redactar sus
observaciones y a indicar sobre los mapas las anotaciones y las medidas tomadas; pero sobre
algunas regiones se encuentra con muchos puntos oscuros y varias inexactitudes, especialmente
sobre las del sur, respecto a los limites con el Ecuador, sobre el curso alto del río Magdalena, y
estas dificultades resultarán más grandes por el hecho de que precisamente en aquel momento la
cuestión de limites por la parte del Brasil estaba sujeta a las determinaciones de una comisión
encargada de su estudio. De aquí que este trabajo de organización fuera más lento y también
menos seguro, aunque un decreto del 20 de mayo de 1853, que reducía a 24 las 36 provincias y
por consiguiente agrupaba en una sola algunas del sur, como las de Barbacoas, Túquerres y
Pasto, hizo que disminuyera el número de mapas, descripciones y estadísticas.

Precisamente en el mismo año -el de 1853- la cuestión de un canal interoceánico había asumido
tales características que el gobierno de la Nueva Granada se vio obligado a ocuparse activamente
en el asunto; había pasado la etapa de los proyectos de individuos o de sociedades que pedían y
obtenían la concesión de ver in loco si lo que planeaban tenía alguna posibilidad de realización, y
comenzaba una nueva etapa, la de la intervención de las naciones -intervención que no iba
acompañada de la previa solicitud de permiso alguno a la Nueva Granada-. Inglaterra, Francia y
los Estados Unidos, en diciembre de 1853, daban órdenes a sus naves de dirigirse al mar de las
Antillas e iniciar estudios, hacer sondeos, desembarcar hombres y explorar el interior de la región
más estrecha de la América Central, con el fin de ver si el proyecto Gisborne, que había sido
ampliamente difundido y que había suscitado por ello las más vivas esperanzas, podía ser
ejecutado, o si había otras vías que ofrecieran mejores probabilidades. Ya las naves de las tres
potencias que se interesaban en esta obra de importancia internacional habían anclado en el istmo
de Panamá o en sus proximidades, cuando la Nueva Granada, que ni siquiera había sido
informada de las intenciones de las tres expediciones, como si estas fueran a actuar en
tierra nullius, decidió enviar a Codazzi, el cual, habiendo ya estudiado sobre los mapas el
problema, pudo inmediatamente aclarar a su gobierno que el proyecto de Gisborne estaba
equivocado y que los mapas que lo acompañaban eran mapas imaginarios, no trazados sobre el
terreno. El 24 de enero de 1854 Codazzi, que había viajado desde Cartagena a la bahía de
Caledonia en una nave inglesa, desciende a tierra con sus compañeros y con marinos franceses e
ingleses; los americanos ya habían desembarcado y habían empezado, sin esperar, a explorar el
interior; pero esta empresa no logra su objetivo y todos, incluso Codazzi, se ven obligados a
regresar a la costa sin haber llegado a ninguna conclusión, es más, después de perder hombres y
tiempo; la vía de Caledonia, según opinión de Codazzi, era totalmente inaceptable, la cordillera era
(10)
alta y el río Chucunaque corría por entre una garganta .

También se explora otra vía, la de la bahía de San Blas y el río Chepo, pero también allí las
esperanzas se derrumban; las montañas son bastante altas y descienden casi a pico hacia el
(11)
Pacífico . La tercera posibilidad, patrocinada por una Compañía colonizadora de los Estados
Unidos, partía de la bahía de Chiriquí, pero también presentaba dificultades no despreciables; en
primer lugar había que trasmontar una cadena de montañas de una altura de 1.000 a 2.000 mts.; y
por otra parte estaba tan en los límites de la Nueva Granada, que más que a ésta, hubiera
(12)
favorecido a Costa Rica .

Quedaba por examinar otra posibilidad, la que seguía de cerca al ferrocarril, que todavía no había
sido terminado, de Colón, o Chagres, a Panamá. Sobre ella se expresaba así Codazzi: "Un canal
que uniese estos dos extremos respondería mejor a las necesidades del comercio, porque esta

39

parte es la más estrecha del istmo, y porque además su altura máxima no presenta obstáculos
insuperables. En contra de esta vía se puede alegar que no tiene un buen puerto del lado del
Pacífico y que resultaría muy costoso construir uno artificial. En cuanto al puerto de Colón, sobre el
Atlántico, se pueden anotar dos cosas: que no tiene al frente islas que puedan evitar la formación
de una barra a la entrada del canal y que el suelo sobre el cual se asienta la ciudad actualmente es
tan bajo que se inunda cada seis horas, ya que la marea sube 9 o 10 pies en el puerto de Colón.
Pero a ambas fallas se podría poner remedio, tanto dragando el mar hasta una notable profundidad
como trasladando la ciudad al pie de los montes. Es posible que un día se haga aquí un canal,
pero no creo que ni la presente generación ni la que le siga abran este canal, porque, aun cuando
se establezca una línea de vapores de Panamá a las Indias Orientales, el ferrocarril bastaría para
satisfacer a las necesidades del comercio. Sólo cuando las colonias americanas se hayan poblado,
habrá llegado, según mi entender, el tiempo de unir los dos océanos por medio de un canal".

Y Codazzi recorrió la distancia entre las dos ciudades, parte en ferrocarril y parte en caravana, y
con este viaje y con sus declaraciones señaló a la posteridad la obra que le tocaría realizar; no sólo
supo indicar precisamente el sitio, sino también el momento propicio; 61 años después -cerca de
(13)
tres generaciones más tarde- se inauguraba el Canal de Panamá .

Pero en aquel país sin paz, la guerra civil estalla precisamente mientras Codazzi se encuentra
dedicado a la exploración de las tierras del istmo; el Presidente Obando es reducido a prisión con
sus Secretarios de Estado; el Vice-Presidente se refugia en la Embajada de los Estados Unidos.
Mosquera, que, al dejar el poder se había dedicado al comercio, apenas resuena en su patria el
estrépito de las armas, corre a ponerse a la cabeza de las tropas fieles a la constitución y en
defensa del Presidente Tomás Herrera elegido para suceder a Obando. Codazzi es escogido
inmediatamente por Mosquera como jefe de Estado Mayor, y de julio a diciembre de 1854 se
dedica a sus deberes de oficial; fortifica a Honda, se distingue en la batalla de Petaquero y
participa en la toma de Bogotá (4 de diciembre), recibiendo en recompensa de sus servicios el
grado de General.

Hechas las paces Codazzi aprovecha para trabajar en la tranquilidad de su casa en Bogotá, donde
se ocupa, hasta mayo de 1855, en redactar una relación de la campaña del año precedente para el
(14)
Congreso Nacional y en atender a la impresión de la "Geografía Provincial Cantonal de las
Provincias de Socorro, Tundama, Tunja y Vélez", que debía dar un ejemplo de la manera como
habría de desarrollarse la parte especial de su obra. A cada Provincia se dedicaban tres partes: en
la primera, además de la geografía física, se incluían nociones de geografía política y de geografía
económica de las diversas subdivisiones provinciales; cuadros estadísticos y gráficas con la altura
de las montañas, completaban esta primera parte. La segunda contenía los itinerarios y las
distancias de un lugar a otro según estos itinerarios, además de informaciones relativas a la
temperatura y descripciones minuciosas de cada una de las jornadas empleadas en recorrer los
diversos lugares. Finalmente la tercera parte comprendía la geografía de cada uno de los
cantones. Además en aquel tiempo Codazzi se dedicó a trazar un mapa del istmo de Panamá,
acompañado de sus observaciones, al cual agregó los mapas del Chocó, que para él -y muy
exactamente- hacia parte integrante de la zona que debía ser estudiada por quien soñara en
construir una vía entre el Atlántico y el Pacifico; y lo mandó a Humboldt, quien no había perdido su
(15)
interés por los problemas suramericanos, para que se interesase en publicarlo .

Habiéndose afirmado el nuevo gobierno, constituido con la participación de los dos partidos en
lucha, al ser elegido Presidente Manuel María Mallarino, Codazzi, después de haber asegurado
para sus trabajos la protección de los hombres que estaban en el poder y haber obtenido mejores
condiciones respecto al contrato precedente, emprendió nuevos viajes a principios de enero de
1856. La cordillera que está al oriente de Bogotá, y las cabeceras de todos los cursos de agua que
descienden de ella y van, como de la periferia al centro, hacia el Orinoco, las inmensas llanuras
pastadas que se extienden entre el Meta, el Vichada y el Guaviare, fueron su campo de

40

exploración hasta el 12 de marzo, día en el cual Codazzi se hallaba de nuevo en las mesetas de
Cundinamarca.

Entre marzo y diciembre de 1856 le encontramos nuevamente en Bogotá dedicado a completar lo


que había preparado y en espera de la estación apta para explorar la región del Amazonas. Sabía,
por otra parte, que en la Nueva Granada se iba abriendo camino la idea federal, nacida desde
cuando habían estallado los primeros movimientos de independencia, y que la necesidad de
descentralizar los poderes, demasiado distantes de las provincias y por consiguiente inadecuados
para satisfacer a sus necesidades y no suficientemente rápidos, era la que fomentaba dicha idea; y
Codazzi veía la necesidad de terminar su trabajo antes de que el movimiento, convertido en
realidad, trastornara el orden de todas las divisiones administrativas.

Y hélo aquí el 1° de enero de 1857, "con ánimo alegre y su acostumbrado vigor" iniciar el gran viaje
a través de las "ilimitadas florestas" donde "la naturaleza ofrece tenaz resistencia en reconocer al
hombre como rey de la creación".

Por la vía fluvial el viaje se hace rápidamente; desciende los ríos en canoa, las corrientes son
rápidas y frecuentes las cascadas; guían las frágiles barcas indios desnudos, de lenguaje
incomprensible, con habilidad no común. Primero navega por el Bodoqueragrande, después por el
Caquetá, luégo otros ríos más hacía el S. 0., también ellos tributarios del río Amazonas, y el 19 de
enero está en Mocoa, residencia del Prefecto, lugar miserable, en el cual habitaban pocos criollos,
y de Mocoa emprende un viaje de quince días a la región del alto Putumayo, al lugar donde los
antiguos mapas mostraban "toda clase de comunicaciones por agua, confluencias y bifurcaciones
de ríos". Habiendo regresado a Mocoa, después de haber visto las más antiguas tribus de indios
de la Nueva Granada, y después de haberse demorado algunos días -son de aquel tiempo sus
consideraciones sobre las antiguas tribus, sobre la invariabilidad de sus costumbres y de su
civilización y sobre las razones de esta estabilidad- se dispone a subir al páramo de las Papas, la
grandiosa región montañosa de donde descienden 4 ríos de abundantes aguas, el Guachicono, el
Caquetá, el Cauca y el Magdalena; teniendo siempre delante de los ojos los deslumbradores
glaciares del Puracé, Codazzi arriba a Timaná, casi en la confluencia del Suaza y el Magdalena (4
de abril de 1857) y allí permanece cerca de un mes, ya para medir la región, ya para visitar las
antigüedades descubiertas por Caldas y examinadas después por Rivero -templos, imágenes de
dioses, objetos misteriosos-. Es verdad que por diversas vicisitudes y también por la acción de
terremotos, muchos de estos recuerdos del pasado habían desaparecido, pero quedaban todavía
muchos, porque este es uno de los lugares sagrados para la arqueología americana; y quizá la
mayor parte está todavía oculta dentro de la tierra, celosa de sus tesoros.

Codazzi observó todo lo que era visible, lo examinó y estudió con la mayor diligencia posible, y
agrego. pueda esta mi investigación, puramente superficial, inducir a nuestros arqueólogos a
explorar los rincones de este valle misterioso, practicando excavaciones y haciendo todo lo que
sea necesario para sacar el pasado a la luz del presente".

El 2 de mayo inicia el viaje de regreso y el 18 de junio está en Bogotá, después de haber


atravesado una región muy interesante por la grandiosidad de sus manifestaciones naturales, la
Cordillera Central, que eleva al cielo las cumbres heladas del Huila y del Tolima.

Bogotá significaba para Codazzi el comienzo del trabajo de escritorio, y a este trabajo se entregó
de nuevo. Cada día se hacían más rápidos progresos, disminuía más la parte todavía desconocida
y eran más escasos los lugares todavía inciertos para los que fueran necesarias nuevas
exploraciones. Pero nuevas dificultades surgieron para Codazzi con la difusión de la idea federal y
con su realización de una provincia en otra.

41

Después de la Ley de 27 de febrero de 1855, que había declarado unidas en un solo Estado las
antiguas provincias de Chiriquí, Veraguas, Panamá y Darién, habían sido creados los Estados de
Antioquia (11 de junio de 1856), Santander (13 de mayo de 1857), Cauca, Cundinamarca, Boyacá,
Bolívar y Magdalena (15 de junio de 1857); faltaba sólo un acto -ya que la República había ido
perdiendo todo su territorio- esto es la declaración de la Federación, y esta se hizo el 27 de mayo
de 1858. La nueva organización política del Estado traía para Codazzi nuevas fatigas, ya que
debía trazar nuevos diseños, hacer nuevos cálculos, extender nuevas estadísticas; pero todo esto
en realidad era poca cosa, y se puso a rehacer lo ya hecho con ánimo sereno y confiado; además
había otras dificultades, constituidas por los desacuerdos que habían estallado entre Estado y
Estado acerca de sus limites, desacuerdos que no era fácil que se resolvieran a breve plazo y que
retardaban necesariamente la terminación de la obra.

El trabajo no asustaba a Codazzi, quien duplicaba su esfuerzo cada vez que veía aumentar las
dificultades; en cambio sí abatía su fuerte ánimo la ingratitud de los demás. Hasta entonces en la
Nueva Granada había encontrado sólo amigos y aplausos para su obra, pero, constituida la
Confederación Granadina, hé aquí que surgen voces discordantes y juicios desfavorables sobre
sus trabajos, diligentes y óptimos. El Presidente Mariano Ospina Rodríguez, del partido
conservador, por lo tanto del partido opuesto a aquel que había confiado el trabajo a Codazzi,
manifestaba estar de acuerdo con el juicio que sus amigos hacían de la obra de éste, es decir que
se trataba de "mapas sin valor"; por otra parte surgían dificultades acerca del dinero que había de
pagarse a Codazzi y del tiempo dentro del cual debía entregar todo el trabajo. Entonces Codazzi
respondió francamente y con nobles expresiones; su obra estaba por terminar y faltaban sólo dos
Estados de la costa, los de Bolívar y Magdalena. A continuación sus palabras expresaban la
protesta de quien, habiendo trabajado para hacer conocer al mundo un país desconocido, se veía
tratado como un contratista de obras materiales a quien se le reclamaba duramente el
cumplimiento del contrato. "Yo estaba, -dice Codazzi- en la creencia de que la obra emprendida
por mí tenía un carácter más elevado que el de un contrato vulgar, y merecía cierta distinción en el
modo de tratarla; la nota a que me refiero me ha hecho comprender que estaba equivocado; que
no estoy dotando al país con una obra de ciencia, en cuya ejecución, si interviene un poco el
dinero, no es como precio de ella, sino como auxilio material para llevarla a cabo; que no se está
levantando un monumento de honor y utilidad para la Nueva Granada, sino ejecutando una cosa
común y ordinaria, de las que se compran y se venden todos los días. Semejante desengaño es
bastante cruel para quien creía trabajaba para la gloria de dar a conocer al mundo ilustrado estas
ignoradas regiones…"

Se ha dicho que sólo dos Estados faltaban por explorar, el de Bolívar y el del Magdalena, ambos
en la costa del mar Caribe; y Codazzi, sin tener en cuenta el poco interés de los hombres del
gobierno por sus viajes, como si lo que hacia fuera obra suya personal y no encomendada a él por
los poderes del Estado Granadino, después de haber leído un libro que le había enviado un
comerciante de Santa Marta, Joaquín de Mier, un libro de Eliseo Reclus sobre la Sierra Nevada de
Santa Marta, que este último había explorado, partió inmediatamente para aquella tierra, cuya
descripción había suscitado en su ánimo grande entusiasmo.

Pero había otro motivo que lo impulsaba hacia el mar, la noticia cada vez más insistente del
descubrimiento de una nueva vía fluvial a través de la región del Istmo, descubrimiento que no sólo
había obtenido la ayuda de los gobiernos europeos, sino el aplauso de científicos como Mamby y
Humboldt. Quería estar cerca del mar para poder estar listo a dirigirse al lugar, si la necesidad lo
hubiera exigido o el gobierno granadino lo hubiera deseado. Además, ¿no debía, una vez
terminadas sus exploraciones, tomar la vía de Europa para ocuparse en publicarlas?

Los últimos dos años de la vida de Codazzi -1858 a 1859- estuvieron llenos de ásperas fatigas, de
contratiempos, de luchas desagradables. Por una parte el gobierno, aunque persistía en su
encubierta hostilidad, aunque manifestaba abiertamente el ningún interés que tenía por su obra,

42

aunque le escatimaba los medios, le confiaba trabajos prácticos como el de trazar un camino que
uniese "Los Manzanos, bodega de Facatativá, con Beltrán, cerca del Magdalena"; haciéndole
perder un tiempo precioso e impidiéndole llevar a cabo su obra; por otra parte, como si fuera
presagio de su no lejano fin, aunque era de una fibra fuerte y resistente a toda clase de fatigas, se
despierta en él un afán inusitado por terminar un trabajo al cual dedicaba sus esfuerzos desde
hacía casi diez años. Ya el ambiente granadino no era de viva simpatía y de sincera admiración
hacia él; se sentía ya como un poco extraño; resurgían en él como fantasmas los recuerdos de su
patria, que iba acercándose al día grandioso de la liberación, y soñaba quizá en regresar con sus
hijos, soñaba en platicar con los científicos de Europa, soñaba también con un poco de vida
tranquila, él, que desde hacía 45 años, puede decirse, trabajaba sólo en hacer el bien
desinteresada y noblemente. A pesar de todo, ni siquiera entonces -en medio de tan encontrados
sentimientos- había dejado de trabajar; son de aquel tiempo un estudio sobre los indígenas de la
costa del Pacífico y sobre los de la hoya del Orinoco, y un tratado sobre las antigüedades de San
(16)
Agustín .

Sin que por el gobierno se le anticipara dinero, sin ninguna ayuda, a los sesenta y seis años,
cuando todos los amigos le desaconsejaban descender a las regiones bajas del río Magdalena,
partió para Honda. Esperaba llegar pronto a las alturas de la Sierra Nevada y evitar así el peligro
de las fiebres palúdicas.

Habiendo llegado al punto donde el río Cesar, después de haber atravesado la laguna de
Zapatosa, desemboca en el Magdalena, Codazzi remontó la maraña de corrientes que forman
aquel río y subió a las alturas que sirven de límite entre la Nueva Granada y Venezuela. El 20 de
enero está en Espíritu Santo, donde se iniciaba el camino hacia la Sierra Nevada, tan deseada; el'7
de febrero en un pequeño caserío cerca de Espíritu Santo; una fiebre maligna ha consumido ya
sus fuerzas; trata de reaccionar pero el mal se agrava: su único compañero -Manuel María Paz -lo
extiende sobre una estera: "con profundos lamentos se pasaba continuamente la mano sobre la
frente, como si quisiera concentrar el pensamiento, y murmuraba frases sobre su obra geológica;
señaló con la mano los lejanos montes de la Sierra Nevada, después entró en agonía, que fue
breve". Fue sepultado cerca de donde había muerto, con su vestido de viaje, y encima se puso un
(17)
montón de piedras; a lo lejos, como gigante protector, se alzaba la Gran Sierra Nevada .

La Gaceta Oficial de la República Granadina no anunció su muerte; a muchas otras cosas tenían
que atender los hombres que entonces ocupaba el poder; las luchas eran cada vez más ásperas.
El hombre que había hecho conocer a la Nueva Granada desaparecía, sin que quienes tenían la
obligación de hacerlo le dirigieran siquiera una palabra de despedida.

Más tarde un desconocido exhumó los restos y los llevó a Bogotá, a la Iglesia de San Juan de
Dios; de allí la viuda los hizo trasladar a la catedral de Valencia, a donde se había trasladado -era
su ciudad natal-, mientras el Gobierno de Venezuela los pedía para depositarios en el Panteón de
Caracas al lado de los de Bolívar.

Y si fue triste su muerte, en la soledad de la hoya del Magdalena, también fue triste el resultado de
su trabajo; incompleto, aunque se hubiera intentado débilmente llevarlo a término, tuvo el honor de
ver la luz, pero no fue publicado con su nombre; su alumno predilecto, Manuel Ponce de León, a
quien Codazzi había ayudado en muchas ocasiones, puso "su ignorado nombre al pie de los
importantes trabajos de su bondadoso maestro".

Queremos concluir este capitulo con las palabras de un biógrafo suyo, el historiador Ancízar,
palabras que sintetizan las virtudes y los méritos del individuo, que son de reconocimiento a su alto
valor y noble tributo de gratitud: "La muerte que destruye la vida de un hombre de inteligencia y
actividad, es como un cataclismo; no sólo desaparece la vida de un individuo, sino que al mismo
tiempo caen en ruina sus mejores obras. Codazzi no murió solo, sino que con él murieron sus

43

trabajos, los que había comenzado para honor y progreso de la Nueva Granada; y que solo él
hubiera podido presentar en la grandiosa manera que había proyectado. En su mente ya tenía
proyectado todo hasta los últimos detalles, y a medida que procedía iba desenvolviendo su plan
con tranquilidad y así lo hubiera hecho hasta el fin. La parte de su obra sometida a examen
mereció los más amplios elogios; evidentemente sólo un gran talento topográfico pudo asumir tan
grave tarea. Su trabajo comprendía puntos de partida insuficientes, medidas aisladas que debían
ser inteligentemente comprobadas en un país vastísimo; una clara representación cartográfica de
los resultados hábilmente deducidos de escasas fuentes. Para ello había acumulado materiales
sobre materiales. Ni el patriotismo hacia el país adoptivo, ni la necesidad de dinero podían desviar
la actividad de Codazzi; era impulsado por su natural inteligencia topográfica; su inclinación
científica no le permitía reposo; su mente no podía dejar de brillar aun en las condiciones más
desfavorables. Codazzi era un genio en su ramo, sus obras sobre Venezuela lo mismo que
aquellas sobre la Nueva Granada, aun las que quedaron inconclusas, tienen carácter de
monumento".

(1) José Tadeo Monagas (nacido en Maturín, en Venezuela, en 1784, y fallecido en Caracas, en 1868), ingresó al partido
revolucionario desde 1810, estuvo presente en todas las acciones de los primeros años de la revolución y fue elegido
comandante en jefe en 1816. En 1830 era miembro del congreso republicano de Venezuela; en 1847 fue llevado a la
suprema magistratura, la presidencia, y la ejerció hasta 1850. Habiendo vuelto a ocupar la presidencia en 1858 fue
obligado a dejarla por una nueva revolución y partió para el exilio, de donde regresó a su patria en 1864, a tiempo para
colaborar en la transformación de la república en federación republicana.
(2) Boletín de historia y antigüedades, núm. 99, p. 175.
(3) Tomás Cipriano de Mosquera era de Popayán, donde nació en 1798. Murió de 80 años, después de haber obtenido en
tres diversas ocasiones los votos de los electores para la presidencia de la república. Fue general, hombre político,
diplomático hábil y escritor de algún mérito. Entre sus escritos merecen todavía algún recuerdo tres opúsculos geográ-
ficos: una Memoria sobre la geografía física y política de la Nueva Granada, publicada en 1852, un Compendio de
geografía general, etc., de los Estados Unidos de Colombia -impreso en Londres en 1866- y un Diccionario geográfico
de los mismos Estados, publicado en Bogotá dos años más tarde. Entre otras muchas cosas dejó también un mapa
geográfico del río Magdalena. El 12 de mayo de 1879 el Congreso Colombiano ordenó que se le erigiera un monumento
en sitio destacado del Capitolio Nacional.
Los primeros contactos suyos con Codazzi parece que se remontan -y lo afirman recuerdos de familia- a 1819.
(4) Manuel Ancízar, quien nació en 1815 y vivió en Bogotá, obtuvo todos sus conocimientos en sus prolongadas
permanencias en Europa. Más que un historiador, en el verdadero sentido de la palabra, fue un periodista de pluma
bastante ágil y viva. Son conocidos sus apéndices sobre los dos primeros viajes de la Comisión Corográfica, de la que
hacia parte, notas de las que esperaba sacar una voluminosa obra ricamente ilustrada. Fue también biógrafo afectuoso
de Codazzi.
(5) De Joaquín Acosta (1799-1852), profesor de física y química en la Universidad de Bogotá, son dignos de memorias
varios escritos sobre cuestiones geográficas: un "Mapa de la República de la Nueva Granada" dedicado a Humboldt
(1847), y un "Compendio histórico del descubrimiento y colonización de la Nueva Granada en el siglo 169". (París,
1848); numerosos son sus otros escritos de menor extensión.
(6) La fecha es confirmada por Constanza Codazzi.
(7) Ancízar, citado por Manrique, op. cit., núm. 100, p. 186-187.
(8) Ansichten der Natur, edición de 1849.
(9) Véase el capítulo de las "Memorias", donde se hallará el relato de este viaje - c. 9º.
(10) Esta era la solución más meridional, entre la bahía de Caledonia, en el Atlántico, y el golfo de San Miguel, en el
Pacífico. Para ella se habría utilizado el río Chucunaque, que desemboca en el golfo de San Miguel y que en parte de su
curso corre de este a oeste.
(11)Esta vía está más al norte, pero no dista mucho de la precedente; ea la parte central del istmo se eleva la cordillera de
Chepo.
(12)La más septentrional de las soluciones, entre la laguna de Chiriquí y el Pacífico, atravesando una cadena montañosa en
la que hay algunos picos de cierta altura.
(13)La bibliografía en torno a la posibilidad de unir el Atlántico con el Pacífico -que podría llamarse bibliografía sobre los
canales interoceánicos, y ¡ cuántos proyectos no se hicieron!- es tan vasta que seria inútil tratar de enumeraría.
Citaremos solo unas pocas obras, advirtiendo que en ninguna se cita a nuestro geógrafo, mientras que una de ellas, la
primera, ha utilizado el material que Codazzi había enviado a Humboldt -material manuscrito- y un mapa igualmente
trazado por él, pero en tal forma, que resultan irreconocibles.
Karl Neumann - Uebersicht der Projecte einer intreozeaniseher Canal -Verbindung durch den mittelamerikanischen
Isthmus. Zeitschrift fiir Augemeine Erdkunde. Nueva Serie, II, Berlín, 1857.
Garella, Napoleón - Projet d'un Canal de jonction de l'Océan Pacifique à travers l'isthme de Panama - Paris, 1845.
Armando Reclus - L'istmo di Panamá. Milano, Treves, 1881 (con prefacio de Attilio Brunialti).
Augustin Garcon - Histoire du canal de Panama. Paris, 1886.
Véanse también las notas 151-157 de Südamerikanische Studien de H. Schumacher (p. 541-547).
Ingenieri P. Guzzi e V. Ravizza - La questione del canale interoceanico attraverso al grande istmo americano - Milano,
1878.
Carlo Gori - La republica del Panamá, il suo istmo e il suo territorio - Livorno, 1911.
Emory R. Iohnson - Panama canal - Traffic and Tolls - Washington, 1912. - En todas estas publicaciones no hay ni
siquiera una alusión a Codazzi.

44

(14)"Resumen del diario histórico del ejército del Atlántico, Istmo y Mompós, llamado después ejército del Norte" (Bogotá,
1885).
(15) Como se ha indicado antes, otro utilizó, sin indicar la fuente, el mapa de Codazzi y los apuntes que éste le envió a
Humboldt.
(16) "Descripción del territorio del Caquetá - aspecto del país" (Bogotá, 1857). "Ruinas de San Agustín descritas i
esplicadas" en un apéndice a la "Geografía física i política del Estado del Tolima". Bogotá, 1868. Este último escrito
está fechado a 28 de noviembre de 1857.
(17)El lugar donde murió Codazzi, aparece denominado, unas veces "Campesucho", otras "Valledupar", otras "Espíritu
Santo".
Ludwig Schiffler (Esploración mineral, practicada en el Estado del Magdalena, Cartagena, 1876), dice que Codazzi murió
en el pueblito de Espíritu Santo, que está situado al pie de la cordillera que divide a Venezuela del Estado del
Magdalena.

45

- VII -
Memorias Póstumas de Constante Ferrari y de Agustín Codazzi.
No faltan documentos para describir la vida de Codazzi después de 1826, o sea después de su
retorno a la América del Sur; antes hay demasiados. Su único defecto están en que se hallan
esparcidos en lugares lejanos y en publicaciones diversas, de manera que buscarlos resulta largo y
(1)
muchas veces sin éxito . Por otra parte están sus obras, las cuales con las noticias que casi
todas contienen en los prefacios, sirven no poco para reconstruir la actividad de Codazzi durante
largos años y para fijar casi con precisión matemática los lugares en donde tal actividad se
desenvolvió. Pero los años que preceden a la fecha de su regreso a América, los años que vivió
errante y combatiendo, los años entre el licenciamiento de aquellas tropas italo-británicas a las
cuales perteneció por un tiempo Codazzi y su venida a la pequeña ciudad natal, aquellos años
densos de sucesos complicados, hasta ahora sólo fueron conocidos por una publicación debida a
(2)
un hombre de armas de valor no común, Constante Ferrari, publicación aparecida en 1855 .
Dicha obra -son "Memorias" ordenadas por años- fue impresa después de la muerte del autor,
ocurrida el 30 de abril de 1851, y quizá si el autor hubiera estado vivo, había acortado o suprimido
algunas partes de sus anales y habría completado otras, porque hay notable desproporción entre
la primera parte, que comprende los primeros 30 años de su vida, 1785-1815, (casi 405 páginas) y
la otra, no menos importante, que comprende los otros 36 (apenas 135 páginas); muchos sucesos
notables están relatados con demasiada rapidez y por consiguiente, puesto que el autor' había
tomado parte en ellos, con evidentes omisiones; además hay una extensa narración hacia el fin,
'en parte incompleta, con no poca chismografía, que Ferrari seguramente habría suprimido. Por
esto consideramos que no fue el mejor homenaje a la memoria del autor el haberlas publicado.

¿ Quién fue Constante Ferrari? Sin duda un hombre de armas no común; arrojado, despreocupado
de si mismo, como sí hubiera sido hecho para hallarse en los peligros, apto precisamente para vivir
en aquel primer quinquenio del siglo pasado, en el cual la primera condición para tener éxito en la
vida era la de saber manejar la espada y saber despreciar los riesgos y las dificultades.

Nacido en Reggio Emilia en 1785, soldado del ejército napoleónico, elevado al grado de Capitán
sólo por sus virtudes de soldado, se ve en medio de dificultades económicas cuando cae el Reino
de Italia y la empresa de Murat se aproxima a un triste final.

Exilado voluntariamente, por casualidad se encuentra al lado de Codazzi, y juntos recorren el viejo
y el nuevo mundo. Tampoco entonces su espada conoce obstáculos sino que golpea segura, por lo
que de Capitán es ascendido a Teniente Coronel. La amistad con Codazzi dura algunos años y
después se desvanece; y mientras el uno vuelve a atravesar el Océano y conquista la gloria, el otro
se queda en Italia, cultivando una granja que había adquirido en compañía con el amigo, en medio
de no pocas dificultades económicas y de los deberes de la familia que ha formado. Sin embargo
en el viejo luchador quedan todavía algunas fuerzas; va a Grecia, hace un viaje hasta Venezuela
para encontrar al amigo, es jefe de un batallón de voluntarios en 1831 y en 1848 se halla en el sitio
de Vicenza con el General Durando.

Como conjunto de actividades no hay nada que observar: Ferrari fue, como hombre de armas, bien
superior a muchos otros. Pero sus méritos de escritor sí son bien inferiores; tiene un estilo pedestre
y descolorido; parece como si hubiera incapacitado su brazo para manejar la pluma. No parece
que lo que mirra haya sido realizado por él, tan poca es la vida que le da; la lejanía, ya que
pensamos que las "Memorias" fueron redactadas más tarde, cuando Ferrari ya estaba cansado y
distante 'de los hechos narrados, ha esparcido sobre sus páginas el gris de una niebla igual, que
uniforma cosas y personas.

¿ Cuando fueron compuestas estas "Memorias"? Bien particularizadas en un principio, van


haciéndose cada vez más rápidas, tanto que las últimas 35 páginas abarcan los sucesos ocurridos

46

de 1823 a 1826, entre los cuales hay un viaje a Grecia, la travesía del Atlántico hasta Venezuela y
los movimientos de 1831, en los cuales tomó parte. No van más allá de 1836 y por consiguiente
dejan por fuera quince años de vida, años que fueron dolorosos para Ferrari y en los cuales
cumplió el último acto noble de su vida, la participación en la primera guerra de la Independencia
italiana.

La última parte está toda destinada a la narración de sus relaciones, ya no amistosas, con Codazzi,
y al propósito de demostrar que no era Codazzi su acreedor, sino él, Ferrari, la víctima de la mala
administración del amigo; es una defensa de su honestidad y una acusación contra éste.

Las últimas páginas son contra la hermana de Codazzi, la señora Gianetta Dall'Olio, una mujer
modesta, que quizá cometió el error de querer defender con demasiada vehemencia a su hermano,
que teme por él cuando Ferrari amenaza publicar sus "Memorias", y le escribe que ha tenido la
desgracia de encontrar un hombre con el cual no se podía poner de acuerdo y del cual acaba por
separarse, y que, finalmente, cometió otra grave culpa a los ojos de Ferrari, la de "reunirse con su
(3)
hermano en Venezuela" .

¿ Y por qué Ferrari habrá mezclado asuntos tan serios, como las batallas en que participó -y que
no fueron pocas-, con las mezquinas cuentas de sus intereses, con las pequeñas causas de litigio
con el amigo, con las deudas y los créditos, con el dar y el recibir?

Seguramente la idea de escribir sus "Memorias" debe habérsele ocurrido bastante tarde a Ferrari,
mucho después de la partida del amigo. Y de ello tenemos una prueba en la narración que Codazzi
hace de sus viajes. Es pues necesario que hablemos primero de ella.

Mientras las "Memorias" de Ferrari han merecido los honores de la imprenta, los viajes de Codazzi
han permanecido inéditos hasta 1930, cuando vieron la luz en las prensas de la casa Alpes,
resumidos aquí y allí, pero en gran parte reproducidos in extenso. El manuscrito, que había
(4)
pertenecido al conde Giacomo Manzoni , y que hacia parte de su célebre biblioteca, cuando ésta
se dispersé fue adquirido por el doctor Carlos Piancastelli di Fusignano, quien al morir la dejó, junto
con todas sus colecciones, a la Biblioteca Cívica de Forlí. Todo de puño y letra de Codazzi, consta
de 369 páginas escritas a una columna, en papel azul pálido; luego hay un índice con el sumario
de cada capítulo, y cierran el volumen 7 mapas dibujados por Codazzi a pluma, con tinta roja y
negra. Todo el manuscrito está dividido en 14 capítulos.

Es posible establecer con bastante exactitud el tiempo de composición de esta narración, pues
aunque no ofreciera ella misma un argumento intrínseco para determinarlo, bastaría pensar que la
relación contenida en el manuscrito va de 1816 a 1822, que Codazzi permaneció tres años en Italia
disfrutando de la tranquilidad de su finca del Serrallo, y que, 'habiendo partido en 1826, no volvió a
ver más ni a su Lugo ni a Italia. Es pues evidente que el manuscrito fue redactado en Italia y que
jamás debe haber salido de Italia, ya que lo encontramos en posesión del bibliófilo conde G.
Manzoni, y que por otra parte no tenemos ningún motivo para pensar que haya sido escrito en otra
ocasión, ya que la actividad posterior de Codazzi excluye, sin más, el que hubiera podido ocuparse
en este lejano período de su vida mientras le urgían cosas más graves. Pero hay una indicación
precisa, en la introducción, que merece ser tenida en cuenta. Codazzi dice que con ocasión del
matrimonio de su amigo Ferrari "dio a luz" una carta en la cual "rememoraba los peligros corridos y
las campañas sostenidas en América", y que como ésta había gustado, había decidido escribir
detalladamente sus peripecias para agradar a sus amigos.

(5)
Ahora bien, según declaración del mismo Ferrari , su matrimonio con la señorita Testa se celebró
el 25 de julio de 1825; por consiguiente la redacción del manuscrito de los viajes debe ponerse
entre esta fecha y abril de 1826. Estos viajes -lo decimos teniendo en cuenta las frecuentes
indicaciones hechas por Codazzi- están narrados detalladamente, también para acabar con las

47

dudas que sus amigos no ocultaban, acerca de su extensión y de lo que en ellos había hecho.
"Hay gente que cree que América es el país en donde el oro corre por las calles -así dice Codazzi-,
y que piensa que con el oficio de las armas no se puede uno procurar los medios de vivir
honradamente, por lo que he pensado en alargarme en algunos pequeños hechos parciales que se
refieren a mí y en dar una justa idea de cuanto he encontrado y de cuanto he sufrido".

Probablemente entonces -cuando Codazzi escribía- a Ferrari todavía no le había venido la idea de
escribir sus "Memorias", y quizá el relato de los viajes hechos por el amigo fue lo que suscitó en
Ferrari el deseo de componer la narración de sus "Memorias". ¿ A quién habrá confiado Codazzi su
manuscrito? Ciertamente a alguno de los suyos, a la hermana o a cualquiera de sus amigos
íntimos, pues tenía muchos con quienes mantenía relaciones epistolares, que lo recordaban
después de tantos años y que se sentían tan orgullosos de sus triunfos en América que los
(6)
divulgaban en los periódicos varios años después de su partida. ¿ Conoció Ferrari el manuscrito
de Codazzi? Creemos que sí. Pero, ¿ es posible que después de lo bien que Codazzi habla de
Ferrari en su narración, después de las palabras afectuosas y de los episodios de cariño fraterno,
aquel no haya mostrado al amigo, en lo que legaba al futuro, la prueba de su amistad? En efecto,
en las "Memorias" póstumas de Ferrari relativas a los años en que creemos haya sido escrita la
narración de Codazzi, hay palabras que dejan suponer un enfriamiento de los vínculos de amistad;
por consiguiente, teniendo en cuenta esta sola fuente, parecería lógico que excluyésemos el que
Ferrari hubiera visto el manuscrito de Codazzi. Sin embargo precisamente esto nos autoriza a
suponer tal conocimiento.

Admitida la posteridad de las "Memorias" de Ferrari, aun en aquel periodo de años que se refiere a
la vida vagabunda de los dos después de su salida de Europa, pensamos que hayan sido escritas
todas de seguida y que por consiguiente el inicio de su redacción debe ponerse después de 1836,
y entonces es lógica la pregunta de si fue un simple deseo de hacer que quedara memoria de sí
mismo en el tiempo, u otra razón la que movió a Ferrari a tomar la pluma. Examinemos uno y otro
trabajos, veamos que características corresponden a uno y a otro, y juzguemos en consecuencia.

Codazzi, si son válidas nuestras conclusiones, escribió sus "Memorias" cuando tenía poco más de
treinta años; Ferrari estaba más cerca de los sesenta que de los cincuenta; aquel cuando el
recuerdo de los hechos, a los cuales había asistido y en los cuales había tenido no pequeña parte,
estaba todavía vivo en su mente; éste cuando ya el recuerdo había palidecido con el tiempo.

Por esto la narración de Codazzi está llena de color, de vida y de movimiento; se siente, leyendo
sus páginas, que estuvo presente en los sucesos y no con mirada indiferente; que la vida que
describe la ha vivido intensamente. Además de sus dotes de narrador, que son sin duda superiores
a las de Ferrari, Codazzi sabe, en su relato, evocar el pasado y a los hombres con quienes tuvo
que tratar y vivir, dentro del paisaje que le rodeaba cuando viajó o combatió, cuando sufrió o
estuvo alegre.

Inicia su narración desde el día en que, licenciado del ejército, sintió que debía hacer algo, y relata
paso a paso todo lo que le ocurrió hasta su retorno a Italia. . . Joven y lleno de esperanza, no se
abate a los primeros golpes de una fortuna adversa; si la nave ha naufragado con todos sus
haberes, todavía tiene dos brazos que pueden hacer cualquier cosa y trabaja como pintor de
brocha gorda, pero ello no le impide, puesto que se halla en la pedregosa Itaca, evocar la ciudad
que había sido capital del pequeño reino de Ulises. Es un hombre que ha estudiado, que sabe, y
por consiguiente cualquier cosa puede despertar en su ánimo recuerdos, asociaciones de ideas,
remembranzas de impresiones lejanas. Y de hecho, vaga por Constantinopla, casi sin un centavo y
sin la esperanza de poderlo ganar, pero observando todas las bellezas de la soberbia ciudad y
tratando de saber y de conocer. Hay en él el hombre de armas que espera la ocasión propicia de
ser conducido a nuevas batallas y a nuevas victorias, pero hay también el hombre que no olvida
que el oficio de soldado lo desempeña para vivir y que la vida no se reduce a esto. Observa,

48

curiosea en torno suyo, anota; lo atraen las ciudades pequeñas o poco pobladas por donde pasa,
fortificadas o abiertas, y la diversidad de cultivos de los campos; llaman su atención las costumbres
de los hombres, sus modos de ser, su vida; y como aquellos hombres viven los hace vivir en su
relato. Y si lo que dice necesita alguna aclaración, lo hace con garbo, y si a lo que sucede es
necesario buscarle una causa, es un seguro indagador, que no se deja engañar por las causas
aparentemente suficientes porque en realidad son sólo especiosas y: superficiales.

Mientras vagabundea por Europa su relato puede parecer más bien el de un cazador de
impresiones y no el de un estudioso, ya que sabe que Europa -aun los Balcanes- es conocida en
su totalidad y que repetir cosas dichas por otros no agregaría ningún lustre a su narración; además
por Europa gira como desafortunado perseguidor de una fortuna que espera siempre y que jamás
alcanza, la recorre pidiendo frecuentemente a los amigos y a los compañeros de armas ayuda para
llegar a sujetar a la fugitiva diosa. Pero cuando pone el pie sobre el continente americano, cuando
vaga por tierras que son menos conocidas y que suscitan en él el mayor interés, cuando,
habiéndose enrolado, puede finalmente mirar al mañana seguro de sí mismo y obtener el pan de
cada día por sí mismo, con su actividad, con los riesgos que corre, entonces su narración es más
completa; no es ya un impresionista, no se contenta con esbozar el motivo de un cuadro, sino que
hace el cuadro y lo hace completo. Sabe colocar delante de los ojos y de la mente del lector, en
toda su integridad, con sus defectos y sus virtudes, aquel mundo tan variado, de hombres tan
diversos, que combaten por el pan porque no saben sino combatir, o que están animados por un
idealismo, mundo hecho de aventureros y de héroes, nacido de la disolución de otro mundo -el
napoleónico-. Sin embargo ¡ cuánta bondad y optimismo aporta a él su naturaleza recta y sana! En
América se combate a favor de pueblos a quienes Europa oprime, y por ello es hermoso combatir,
y los que ofrecen su brazo a tal causa aparecen circundados de una aureola de belleza. No es la
historia que indaga curiosa y severa, sino la vida que perdona y compadece.

¿ Se combate en Méjico entre los que quieren la autonomía del país y España que quiere
mantenerlo sujeto? Pues hé aquí que salta fuera, en medio de esta lucha, la política de los Estados
Unidos, que aprovecha de la discordia para sacar ventaja, que favorece las empresas que para
ellos resultan indiferentes, pero truncan hábilmente las que perturban sus planes. La política de
esta gran república se adivina y manifiesta, se hace patente y se ilustra. Hubiera sido posible en
aquel enorme crisol de intereses y de pasiones, de virtudes y de grandes vilezas, pactar, dar para
recibir, cambiar frecuentemente de opinión; y en cambio Codazzi, quien desde el principio se
coloca a órdenes del Almirante Aury, le permanece fiel mientras vive, y sólo después de que éste
ha desaparecido se licencia y regresa a Europa.

Como en el norte no hay lugar para él y las condiciones de las regiones que se esfuerzan por
convertirse en República Mexicana son tan difíciles que sus débiles fuerzas acabarán por ser
sacrificadas, acepta dirigirse al sur. Está la República de Buenos Aires, que tiene su existencia
asegurada, y allí espera encontrar un campo a su actividad. ¿ Pero qué es esta América
meridional, que aparece tan diversas de aquella que había quedado al expirar el siglo XVIII?

Y entonces Codazzi se detiene a hablar de la revolución qué ha estallado en Venezuela y en otras


partes; de los hombres que se habían puesto a la cabeza de los varios movimientos, de los triunfos
de los primeros años y de las derrotas sufridas después del Congreso de Viena, cuando,
restaurada, España empieza a reaccionar contra la separación de sus viejas provincias. También
la República de Buenos Aires es descrita en sus aspectos principales y los hombres que allí se
agitan son presentados con las palabras necesarias para hacerlos comprender y para explicar sus
actividades.

La suerte lo lleva, ya que la República del sur manda las tropas que se le han ofrecido en defensa
de la hermana que lucha desesperadamente al norte, al más áspero campo de lucha, a Venezuela,
casi bajo la dependencia inmediata de aquel Bolívar que no muestra mayores simpatías por los

49

extranjeros que abrazan la causa que lo hará grande; y durante cuatro años combatirá allí por
todas partes, en mar o en tierra, en el interior o a lo largo de los ríos; de comandante o a órdenes
de otros, jefe de expedición o Embajador y portador de órdenes y explorador osado. Y Venezuela y
Colombia aparecerán en sus descripciones, íntegras, con sus habitantes, con su flora y con su
fauna, con sus montes nevados y sus llanuras ilímites, con las costumbres de sus habitantes, con
su odio contra los españoles, con sus discordias. Bastaría recoger en capítulos las noticias
geográficas y despojarlas de la forma viva del relato, para hacer con ellas dos monografías sobre
estos dos vastos países.

¿ Y qué decir de los retratos que hace Codazzi de los hombres que encuentra, hombres dignos de
recuerdo por sus hechos ilustres y por sus grandes ideales? Cobran vida en sus páginas,
analizados con profundo arte y con palabras sencillas, y son auténticos; ni su simpatía los exagera
ni su pasión los empequeñece. A Aury tributará sus lágrimas aunque no era grande; de Bolívar
juzga con severidad humana, aunque era un hombre que estaba muy por encima de la medianía;
pero no oculta los defectos de Aury y exalta en Bolívar la fuerza que arrebata a las gentes y las
(7)
mueve hacia la libertad .

En cambio Ferrari -no tomamos en cuenta la parte que se refiere a las guerras napoleónicas, y solo
examinamos la narración de su encuentro con Codazzi en Constantinopla-, es un narrador menos
brillante, más esquemático. En él los hechos se suceden unos a otros como en un film, sin
interrupción, sin un momento de respiro, siempre iguales; falta la pintura del ambiente; falta un
pequeño pincelazo sobre los personajes; faltan el calor y la vida. Ferrari es un soldado; pero
también los soldados cuando quieren saben describir, saben narrar. Frecuentemente el detalle
ahoga o elimina el hecho principal. Los diversos lugares se suceden, pero al lector le hace falta
una palabra que los vaya distinguiendo, de manera que resulta difícil orientarse en el embrollo de
nombres poco conocido? y de hechos demasiado particulares. Además la narración es demasiado
sucinta, casi telegráfica.

Errores de escritura en los nombres propios, errores geográficos en los lugares, errores de fechas
en los hechos, hacen casi inútil la narración, la cual recibe solo alguna luz si se leen después las
"Memorias" de Codazzi. Además flota una difusa sensación como de poca moralidad en el autor,
ya que, si es lícito aceptar la oferta generosa del amigo, no es correcto que continuamente se esté
golpeando a la puerta de los amigos generosos para solicitar ayuda. Y Ferrari no se da cuenta de
lo lamentable que es andar pidiendo, especialmente cuando se está en todo el vigor y lozanía.

En cambio, si la primera parte de la narración es descolorida, cuando trata de sus relaciones


económicas con Codazzi casi llega a adquirir energía y trata de persuadir y se eleva -o se rebaja- a
demostraciones. Codazzi que se halla casi ausente en la narración que hace Ferrari de la gesta
americana, -y en cambio ¡ cuán afectuoso es Codazzi hacia su Ferrari; cómo se alegra de volverlo
a encontrar después de una breve separación y cómo después de un triunfo propio recuerda el
triunfo del amigo!- aparece en escena al fin, donde todo gira en torno a él, pero no para acrecentar
su gloria sino para disminuirla.

Codazzi es mal administrador; para reparar sus desastres administrativos, le busca y encuentra
una mujer rica al amigo. Codazzi huye incumpliendo las promesas de otro tiempo; ha olvidado
completamente a su amigo y lo recibe fríamente en la lejana América; Codazzi se ha dejado
convencer por los chismes de la hermana contra el amigo; en resumen todo se le achaca a él, que
se halla lejos, midiendo tierras y recorriendo llanos, y que trabaja honestamente y busca por
medios honrados la gloria. La comparación entre las dos narraciones rerum gestarum resulta
totalmente desfavorable a Ferrari y de exaltación para Codazzi. Se trata de dos hombres a quienes
separa un abismo, pero a quienes la suerte ha acercado; a quienes una vida común les ha
engañado haciéndoles creer por un momento que eran hechos el uno para el otro, pero a quienes

50

la dura realidad divide ¡aleja; son dos hombres que no pueden entenderse porque los separa una
enorme distancia.

Uno, Ferrari, es sólo un hombre de armas, un aventurero incapaz de sacar provecho de su valor y
de su coraje, porque en el fondo hay en él una no leve dosis de pereza y falta de iniciativa; el otro
es un soldado que sabe ser valeroso cuando debe serlo, pero que es algo más: es un hombre de
estudio y de saber, y a quien el saber le ayuda a aprovechar lo que encuentra en la vida.

Documento el uno, casi infalible, de un período histórico no despreciable; el otro es sólo


documento de sí mismo que no sirve para ninguna reconstrucción: el uno narra por narrar, porque
cree que no es inútil referir a los otros lo que ha ocurrido y lo que ha visto; el otro relata para
demostrar que a pesar de sus méritos ha padecido sufrimientos no merecidos, dolores injustos,
graves ofensas: el uno se abre, manifiesta su pasado y sus hechos, para que los demás los vean y
juzguen; el otro expone para justificarse a sí mismo e impedir que los otros lo juzguen duramente y
(8)
lo condenen .

(1)En mi primera edición de las "Memorias" de Codazzi, impresa en 1930, he rendido los más vivos agradecimientos al
profesor Eduardo Posada, de la Academia Nacional de Historia de Bogotá, quien me había facilitado generosamente sus
consejos y sus datos; aquí, nuevamente, tributo, a él o a su memoria, mis más rendidos acontecimientos.
(2)Memorie postume. Rocca S. Casciano. Federico Cappelli, reimpresas por el Ispi de Milán en 1942.
(3)Ferrari, Memorie postume (cito la edición de 1942), p. 540-541.
(4) Annibale Tenneroni, Biblioteca Manzoniana. Catalogo ragionato dei mss. appartenuti al fu Conte Giacomo Manzoni. Citta
di Castello, 1894. Parte IV, p. 162, núm. 182.
(5) Memorie postume, p. 515-516.
(6)Véanse el extenso y bien escrito artículo publicado en una hoja de Bolonia "La Farfalla", del' 19 de septiembre de 1841,
núm. 35, firmado G. C., y otro más breve de la "Gazzetta privilegiata di Bologna", del 29 de enero de 1944, núm. 12.
Ambos sé reproducen adelante en su integridad entre los documentos.
(7)Véase mi artículo "A. Codazzi ed i suoi giudizi su gli uomini del la Rivoluzione venezuelana", en Revista Italiana, 1959.
núm. 414-415, p. 171-182.
(8)Véase mi artículo "Constante Ferrari ed A. Codazzi", en La Pié, 1959, núm. 7-8 y 9--10.

Más de dos días empleamos en llegar al puerto de Buenos Aires, donde las embarcaciones tienen
toda seguridad y con comodidad pueden cargar y descargar sus mercancías. Los numerosos
barcos ingleses, franceses y americanos que anclan allí nos indicaron suficientemente el comercio
de esta capital, que consiste especialmente en cueros de toda clase, sebo, plumas, quina, aceite
de ballena, cobre, estaño, lana de ovejas y de vicuñas. Esta ciudad, capital de la república del
mismo nombre, está situada en una amena llanura sobre la orilla derecha del gran río de la Plata,
que aquí puede decirse golfo, formado por la unión de los ríos Paraná y Uruguay, por lo ancho y
(1)
profundo que es. La población ascenderá a cerca de cuarenta mil almas , y es casi toda blanca,
encontrándose poca gente de color.

Las calles son anchas y trazadas a cordel y en general empedradas; las casas, de un solo piso,
construidas a la española. La plaza mayor es bastante amplia así como el palacio donde residía el
virrey, colocado sobre una pequeña eminencia que domina la ciudad y el río, y rodeado por una
fortificación con buena artillería. Los habitantes son muy hospitalarios pero poco amigos de la
ocupación y del trabajo; se ve que se han amamantado en las máximas de aversión a la fatiga,
porque viven en un país donde la facilidad de alimentarse y de ganar dinero les hace despreciar lo
que constituye la verdadera fuerza de los estados: la industria, el comercio, las artes, las ciencias;
y vencidos por el ocio se entregaban voluntariamente al juego, a las mujeres, y la gente baja sobre
todo a la embriaguez; pero hoy día, cuando estos pueblos respiran un aire más suave por los
próvidos cuidados del directorio supremo, a cuya cabeza presidía en nuestro tiempo un hombre de
mérito llamado Puyrredón, se han sacudido del letargo en que estaban; ahora se procura mejorar
la educación, infundiendo los buenos principios, verdaderas fuentes de todo bienestar para los
ciudadanos y para el estado. Las mujeres son muy hermosas y se asemejan mucho a las
españolas, quizá porque aquí, más que en otra parte, se han establecido las europeas y por
consiguiente han multiplicado la raza que conserva en sus costumbres y usos los antiguos de la

51

madre patria y gustan mucho del lujo y poco del trabajo. Esta república se formó, como la de
(2)
Venezuela, mediante una revolución que tuvo un buen éxito; desde entonces los españoles , la
han descuidado hasta el punto de dejarla gozar hasta hoy de una paz que no los ha adiestrado
para la guerra y que los ha mantenido siempre en continuas disenciones. La superficie de este país
presenta por todas partes inmensas llanuras sin árboles ni arbustos, cubiertas solamente de
espesas hierbas de más de dos pies de altura. Las manadas de caballos, bueyes y ovejas, hacen
que una parte de la población lleve una vida pastoril mientras que otra se dedica al cultivo de trigo,
patatas y ciertas raíces que llaman mandioca, que se asemejan mucho a nuestras gruesas
zanahorias, para obtener lo necesario. Hay rebaños de ovejas, la mayor parte guardados por
grandes canes castrados, los cuales, después de comer bien por la mañana, parten con la grey y
no regresan sino por la tarde, reconduciéndola infaliblemente al redil, y así economizan el trabajo
de los hombres que cultivan las tierras. Para encender fuego se sirven de la grasa de los animales,
de los cuales hay aquí tanta abundancia que en ninguna otra parte se han multiplicado tanto. Las
manadas inmensas de caballos salvajes que vagan por aquellas amplias llanuras son
innumerables y asimismo las de bovinos. Los pastores que conducen las manadas de una y otra
especie, a las que llaman domésticas (porque de tiempo en tiempo las reúnen en algunos cercados
en donde se marca a los pequeños, que siempre siguen por instinto natural a sus madres, y se
castra a los que no deben servir para sementales), estos pastores, llevan una vida de las más
salvajes y están de la mañana a la tarde siempre a caballo, consistiendo toda su alimentación en
carne sin sal, asada al fuego por medio de la hierba y de la grasa de los animales. Vestidos
miserablemente, con una larga barba, se albergan bajo unas cabañas construidas con pilares
plantados en tierra el uno al lado del otro y que carecen de puertas y ventanas, las cuales suplen
con las pieles de sus vacas, sobre las mismas pieles duermen y los cráneos de las vacas y
caballos son sus asientos. Los cuernos les sirven de vasos y el mejor mobiliario que pueden tener
es algún barril para guardar el agua. Entre un pastor y otro habrá una distancia de casi veinte
leguas, por lo cual rara vez se reúnen en los lugares en donde suelen venderse licores fuertes.
Aquí se juegan y beben todo su dinero y son muy capaces, por la más leve discusión en materia de
juego, de matarse con los grandes cuchillos que siempre llevan a. la cintura; y que a ninguno se le
ocurra tener el atrevimiento de entrometerse en sus querellas para pacificarlos, porque a sangre
fría y con la máxima indiferencia presencian el asesinato de uno de sus semejantes. Están tan
acostumbrados a mancharse las manos con la sangre, y tan alejados del freno de la ley del honor y
del deber, que como gozan de una salvaje independencia les parece que es lo mismo servirse de
aquella arma contra un hombre que contra un animal. Acostumbran a sus muchachos desde la
infancia a montar a caballo corriendo y galopando todo el día y casi parece que no pueden caminar
a pie, pues hasta sus muertos los llevan a las lejanas iglesias, en viaje de varios días, amarrados
con palos a la silla de algún caballo y así los llevan hasta la tumba. Manejan un lazo hecho de piel
de res retorcida en cuyo extremo hay un anillo de hierro para que pueda correr con facilidad; lo
lanzan desde cerca de cien pasos de distancia con una exactitud tal que están seguros de coger
por los pies o por la cabeza al animal escogido aun cuando vaya al galope. El extremo de esta
soga lo tienen atado a la cincha de su silla. Manejan también muy bien, como los mexicanos de
Texas, las dos bolas que envuelven al cuello o a las patas de los animales.

Vagan día y noche por aquellas vastísimas llanuras en donde no hay señal de árboles, caminos ni
puntos de mira, sino que solo se encuentra una perfecta horizontal, región en medio de la cual,
para trasladarse de un lugar a otro, sería necesaria la brújula, pero es imposible que ellos se
pierdan o que den vueltas inútiles para llegar al sitio que desean. En esta zona el aire es puro y
sano y se asemeja mucho al de Europa, pues también allí hay frecuentes temporales en el verano,
que producen mucha lluvia y rayos, más abundantes empero que entre nosotros; el invierno se
deja sentir con un frío igual al que hace entre nosotros en noviembre y es prueba de su limitado
rigor el que aquí no se conocen ni estufas ni chimeneas para calentarse; sin embargo la atmósfera
es bastante húmeda en estas regiones, pero no produce nada nocivo a la salud, por lo que este
clima puede pasar por el mejor y más sano de toda la América. En esta república el terreno es una
llanura casi uniforme y solo se encuentran pequeñas alturas, que se elevan en medio de ella y que
van a terminar en las altas montañas de los Andes que la separan de Perú y Chile. Los árboles son

52

raros, excepto a las orillas de los riachuelos, y por esto las maderas para la construcción de
edificios, casas y muebles, vienen del Paraguay. En los alrededores de la capital y en las tierras
cultivadas se encuentran olivos, naranjas, membrillos, manzanas, granadas e higos; se cultivan
(3)
también gisantes, habas, sandías y también arroz. Una especie de hormiga rojiza , más grande
que las nuestras, es el flagelo del Plata, porque se establecen en un campo y en poco tiempo
devastan los sembrados y despojan a los mismos árboles de sus hojas; salen a hacer estos daños
de noche, y esconden con mucha precaución sus nidos que difícilmente son hallados por el
hombre, el cual con justo derecho las persigue a muerte. Los ríos ofrecen gran cantidad de peces
que son poco apreciados por estos hombres, que se nutren más bien de carne, tan abundante que
con sus hatos y rebaños proveen a todo lo necesario para subsistir. Las aves me parecieron
abundantes y de algunas especies bien distintas de las nuestras. Esto es lo que he podido
averiguar en poco tiempo de este país, que hoy se llama república de Buenos Aires y está
gobernada por un directorio supremo compuesto por representantes de las diversas provincias que
(4)
formaban el antiguo reino de la Plata y que se extiende de Chile y Perú a la Patagonia y de esta
(5)
al Brasil y al Paraguay. El director , que es el Presidente, era nombrado entonces para un bienio
y tenía en sus manos el poder ejecutivo, mientras que el legislativo residía en los miembros
(6)
representantes del pueblo . Su constitución es semejante a la de los Estados Unidos de América
septentrional. Las tropas de esta república, unidas a las de la república confederada de Chile,
habían pasado a reunirse en Santiago, a orillas del Pacifico, bajo las órdenes del general en jefe
(7)
San Martín , y debían realizar una invasión al Perú para romper las cadenas de aquellos pueblos
oprimidos, que a grandes voces pedían la libertad. La flota de Buenos Aires, que había partido a
(8)
órdenes del célebre almirante Lord Cochrane , había doblado el cabo de Hornos y, unida a la de
Chile, se encontraba en el puerto de Valparaíso, para de allí, de acuerdo con San Martín, cooperar
a la liberación del rico reino del Perú. Había arribado a esta ciudad de Buenos Aires, proveniente
de Angostura, ciudad del Orinoco, un enviado de la república de Venezuela, a pedir socorro para
que el intrépido y afortunado Bolívar pudiese arrojar completamente de tierra firme a Morillo. El
Directorio no podía acceder a las súplicas del enviado por tener todas sus fuerzas dispuestas
sobre el Pacifico para librar al Perú; pero nuestra llegada daba la esperanza de poder mandar al
menos una pequeña división. En efecto Aury, acogido con gran distinción por haber salvado los
restos de dos nacientes y casi desaparecidas repúblicas como Cartagena y México, recibió el
encargo de socorrer a Venezuela, que estaba en peligro. Aury depuso todo rencor que
anteriormente hubiese podido alimentar contra Bolívar y prometió hacer con todo empeño, en favor
de éste, todo lo que le fuese ordenado por el supremo Director. Grande era la actividad de nuestra
pequeña escuadra que trataba no solo de reparar los daños sufridos en una larga navegación sino
de reclutar marinos y soldados para hacer lo posible por organizar una pequeña división, que había
de llevar el terror a los españoles en donde quiera que los encontrase. Aury, con una actividad
infatigable, hizo armar varios barcos tomados a los españoles por las fuerzas navales del Almirante
Cochrane, y en poco tiempo, en el puerto llamado de la Ensenada, a diez leguas de Buenos Aires,
se vio surgir, de una pequeña tropa de fugitivos mexicanos, una gallarda división de casi dos mil
hombres entre oficiales de tierra y de mar, soldados y marineros. Una vez completa, le pasó revista
(9)
el mismo Director Puyrredón , quien entregó las correspondientes banderas blancas con dos
(10)
fajas horizontales azul turquí y en medio del blanco un sol brillante .

Los gritos de Viva la República, Viva el Director, se confundían con las reiteradas salvas de
artillería de los barcos prontos a zarpar. Al día siguiente el general Aury distribuyó títulos militares y
yo obtuve el de Capitán efectivo de artillería y mi compañero Ferrari el de mayor de infantería. El
Supremo Director le confirió a Aury el título de general en jefe de las fuerzas de mar y tierra que en
representación de las repúblicas unidas de Buenos Aires y Chile iban a obrar sobre la Nueva
(11)
Granada. Envió con él al doctor Cortés de Madariaga , canónigo de Chile, el mismo que con
Miranda había contribuido a la sublevación de Caracas, y lo revistió del título de Proministro
general. Debía residir en la isla de Jamaica, uno de los primeros establecimientos ingleses en las
Indias occidentales, y con él podría cómodamente mantener correspondencia Aury, cuyas
operaciones habrían de influir en gran manera para la libertad del vecino continente de América.
Este ministro representaba a su gobierno y el general Aury debía depender de él en todo lo relativo

53

al objeto que se había propuesto el directorio supremo, esto es libertar a Venezuela, la Tierra
Firme, la Nueva Granada y las provincias del interior.

Las tropas se embarcaron en los diversos navíos comandados por el comodoro Packer, nativo de
Nueva York en los Estados Unidos, pero subordinado al general en jefe de la expedición.
(12)
Zarpamos con el ministro Cortés del puerto de la Ensenada , situado sobre la orilla izquierda del
gran río de la Plata, entre las repetidas salvas de artillería y, atravesando hacia la costa
septentrional, solo después de dos horas pudimos descubrir tierra, tanta es la anchura de este río,
y dejando a nuestras espaldas a Montevideo y Manado empezamos a costear el Paraguay [sic,
debe ser Uruguay], las largas costas del Brasil, la Guayana holandesa y la francesa, pudiendo
decir que hicimos una navegación bien diversa de la antecedente, ya que con frecuencia teníamos
a la vista la inmensa tierra, que ora se presentaba en forma baja y plana, ora en espesas selvas,
ora cubierta de abruptas montañas, y con frecuencia se encontraban las bocas de los grandes ríos
que por todas partes bañan estas regiones. Así nos resultó esta navegación una de las más bellas
que puedan desearse. Solamente a la altura del Ecuador sufrimos, más que con ocasión de
nuestro viaje a Buenos Aires, de unos días de calma en los cuales un sol abrasador, que nos
fulminaba perpendicularmente y en forma continua con sus rayos inflamados, nos hacía sentir
como en un horno 'de fuego, tan excesivo era el calor. No soplaba ni una brisa y el gran océano
parecía un cristal por la placidez y quietud de sus aguas. Era necesario humedecer los barcos en
el interior y mantener siempre mojado el puente porque el alquitrán se derretía como si estuviera al
fuego. A pesar de que los toldos estaban extendidos apenas se podía respirar por la noche,
gozando del fresco que tanto deseábamos durante el día. Pasamos cerca de la isla de la Trinidad y
(13) (14)
arribamos a la de la Margarita en donde el general Arismendi , gobernador militar allí, nos
recibió con distinción pero nos suplicó que nos alejáramos pronto de la isla, pues temía que los
españoles tuvieran noticia de estas nuevas fuerzas y trataran de venir a destruirlas, atacando por
consiguiente su establecimiento. Nos dijo que hacia algunos meses que no tenía noticias de
Bolívar y que sus falías no podían ya entrar al Orinoco para subir a Angostura, pues una fuerte
flotilla ligera española recorría el río, y que temía que la capital estuviese en grave peligro. Aury y
el ministro se ofrecieron a obrar conjuntamente para librar el Orinoco, pero él dijo que quería
esperar al almirante Brión, que había partido para los establecimientos ingleses con toda la flota de
Venezuela a adquirir armas y municiones para Bolívar, y que mientras tanto él no operaria con
fuerzas de otras repúblicas cuyos fines ignoraba, no habiendo tenido del generalísimo Bolívar
ninguna indicación de su arribo, y por consiguiente declaró que no quería aventurar la suerte de la
república bajo banderas que no conocía. Pero yo creo que el motivo más poderoso fue que estaba
al tanto de la enemistad entre Bolívar y Aury y que temió incurrir en la enemistad del Libertador si
se unía a las fuerzas de este general. El ministro quiso partir en un barco inglés que estaba en el
puerto y dirigirse a Jamaica para llegar así más pacíficamente a su destino, temiendo que en el
camino pudiésemos encontrar al enemigo y fuésemos obligados a batirnos. Dio órdenes a Aury
para que buscara al almirante Brión y viera si de acuerdo con él se podía hacer alguna cosa en
favor de la república de Venezuela. Costeando las islas que llaman de Sotavento y Barlovento y
pidiendo noticias de la flota de Venezuela, se nos dijo que estaba anclada en una pequeña isla
(15)
desierta cerca de la de San Bartolomé , pertenecientes ambas a los suecos. Por fin
encontramos al almirante Brión y anclamos en el mismo pequeño puerto bastante estrecho. Fue él
quien vino primero a bordo a saludar a Aury; al día siguiente tuvieron un coloquio solos en tierra,
en el que se trató del importante empeño en que estaban de salvar a Angostura, si todavía resistía,
o de reconquistarla si se hubiese perdido. Aury le comunicó las órdenes que había recibido del
ministro y ofreció unirse con sus barcos y tropas para aquella expedición, con la condición de que
se echara a suerte cuál de los dos había de asumir el comando general, ya que se trataba de dos
jefes con plenos poderes, pertenecientes a dos repúblicas diversas y comandantes de dos fuerzas
iguales, y que no tenían un jefe superior que los mandara a los dos. Convenía a los intereses de la
república de Venezuela esta unión y el jefe que la hubiera dirigido bien habría de ganar un inmortal
honor y por otra parte se podía juzgar con certeza que seria inútil la operación si uno se
subordinaba a otro. Brión respondió que no podía ceder a ninguno el comando que la había sido
confiado por el Congreso de Venezuela y por el Libertador Bolívar, y que por consiguiente no

54

quería confiar a la suerte lo que el deber no le permitía ceder. No le valió a Aury el precisar que
esto solo se hacía por la unidad y exactitud de las operaciones y que una vez librada Angostura y
reunidos con el Libertador, si la suerte lo hubiera favorecido, él se declararía y obraría como jefe de
las fuerzas de Buenos Aires, auxiliares de las de Venezuela, y no como comandante de estas. No
hubo modo de llegar a un acuerdo y Aury, siguiendo sus instrucciones, se despidió y se fue.
Nosotros creíamos que íbamos a levar anclas todos juntos y quedamos sumamente sorprendidos
al ver que los venezolanos permanecían al anda.

Hechas las salvas de saludo salimos de aquel estrecho pasaje y llegamos frente a la ciudad de
San Bartolomé, en donde esperamos a uno de nuestros oficiales enviado expresamente a tierra
para hacer lavar la ropa blanca de toda la oficialidad, circunstancia por la cual tuvimos que estar al
través todo el día y toda la noche, porque el oficial no regresó sino al despuntar el día siguiente. Se
dio por el comandante la señal de seguir nuestro rumbo, cuando uno de nuestros bricks de
vanguardia, a cinco millas de distancia, viró de bordo y a velas desplegadas, con la señal de
enemigo a la vista, corrió hacia nosotros. El comandante en jefe dio la orden de prepararse para
combate naval, que fue repetida por los otros barcos, cuando el capitán del brick Amazonas gritó
por medio de la trompeta marina que los españoles andaban por detrás de San Bartolomé. Oír tal
noticia y responder Aury fue lo mismo. "Corred donde Brión y decidle que se ponga a la vela".
Buen, velero, el brick hendía con rapidez las ondas y dejaba detrás una larga espuma mientras que
nosotros todos, vueltas las proas, nos uníamos en batalla y corríamos en socorro de la flota de
Venezuela, que sin nuestro aviso, debido a una de aquellas combinaciones que deciden muchas
veces sobre el mismo campo de batalla de los más grandes destinos, se hubiera perdido
irremisiblemente, porque los españoles, cubiertos por la larga isla de San Bartolomé, se acercaban
sin ser vistos frente al estrecho puerto, y allí hubiera quedado aniquilada la fuerza marítima de
Bolívar, y con ella los medios en armas, hombres y municiones para proseguir la campaña. El
pequeño escollo que forma una isleta de tres millas de extensión habría sido la tumba del honor de
la marina de Venezuela. Pero el experto capitán del Amazonas no entró en el estrecho puerto, sino
que, pasando lo más cerca que pudo, disparó un cañonazo y gritó: "Cortad las amarras, que ahí
vienen los españoles". Cualquiera puede imaginarse la confusión: unos estaban en tierra, otros a
bordo de otros barcos, otros estaban ocupados en arreglar las velas, otros las armas, en fin todo
era un desorden tal, que apenas hubo tiempo de cortar los cables, levantar el anda y salir mal
aparejados a batirse con el enemigo, que había ya doblado la isla y cuya primera fragata iba ya a
presentar batalla, cuando vio en buen orden a nuestra escuadra, en pos de la cual corría a la
desbandada la de Brión para organizarse. La fragata española Asia se detuvo a esperar a su flota,
compuesta de una fragata, dos corbetas, ocho bricks y seis goletas. Nuestras dos flotas reunidas
presentaban dos corbetas, seis bricks y seis goletas, y sin embargo Aury pasó cerca de Brión y le
gritó que estaba listo a atacar y que no era necesario detenerse a cañonear sino acercarse y saltar
al abordaje. A voces (porque nuestras señales no eran iguales a las de Brión) se dio orden de que
Aury atacase una fragata con su corbeta y que lo mismo haría Brión con la otra, que los dos bricks
más fuertes atacarían a las dos corbetas y que los otros barcos se desembarazasen como
pudiesen. Los hurras que lanzaban repetidamente los marineros, manifestaban el deseo que se
tenía de afrontar la muerte. Se distribuyeron vasos de ron, se señalaron los puestos, se dieron las
órdenes y ya no se esperaba sino que se diera la señal, cuando Brión, acercándose a la corbeta de
Aury (en la cual estaba yo como comandante de la artillería de a bordo y mi compañero al
comando de la infantería lista a disparar) le manifestó que no quería ser el primero en atacar
porque iba demasiado cargado de armas y municiones para Bolívar y que temía no poder
maniobrar con la agilidad requerida, por lo que, vista la desproporción de las fuerzas, pensaba
retirarse en orden y eludir durante la noche la búsqueda del enemigo. Nuestro general le contestó
que era preferible hacer rumbo a la isla de la Mona, en donde estaban dos de los barcos que había
ido a hacer aguada, y que reforzados en aquella posición con dichos barcos podíamos atrevemos
al combate con más ventaja. Entonces retrocedimos con nuestra corbeta, llamada El Congreso y
comandada por el comodoro Packer, que andaba a tal velocidad que mientras nosotros huíamos
en la delantera con sólo dos velas, los españoles para perseguirnos habían tenido que echar todas
sus velas. La fragata Asia, que nos seguía de cerca y se alejaba así de los suyos, cuando nos

55

deteníamos para esperarla se detenía para no alcanzarnos; todo el día maniobramos en esta
forma y por la noche con faroles y señales continuas tratamos de mantenernos unidos. A la
mañana siguiente, cuando esperábamos ver al enemigo cerca de nosotros, por más que los vigías
observaron el horizonte no se le descubrió. Hacia el medio día nos dirigimos a la Mona, en donde
nuestros barcos nos salieron al encuentro y anclamos todos frente a aquella pequeña isla. Aury fue
a visitar a Brión y a tratar de llegar de nuevo a un acuerdo con él, pero como no tuvo ningún éxito,
Brión se retiró para recoger sus anclas y los hombres que había dejado en tierra y de allí se dirigió
a la Margarita. Nosotros nos hicimos a la vela a lo largo de la isla de Santo Domingo y fuimos a
(16)
tomar puerto y a refocilamos de la larga navegación en la ciudad de Los Cayos , que pertenecía
a la república de Haití, cuyo presidente era todavía Petión La población de esta última isla se
hallaba dividida bajo tres gobiernos, una parte pertenecía al rey de España y su capital se llamaba
(17)
Santo Domingo . Una porción al reino de Cristobal, un negro que tenía su corte en la ciudad
llamada Cabo Francés, y cuyos súbditos eran todos negros y formaban un reino de soldados, que
hacían continuamente la guerra a la gente mestiza que formaba la otra parte de la población,
república gobernada entonces por el presidente Petión, cuya residencia era la ciudad de Puerto
Príncipe. Después de la muerte del feroz Cristobal le correspondió al presidente Boyer, sucesor del
fallecido Petión, unir estas dos porciones de la población en una sola familia bajo la denominación
de república de Haití. Esta isla es una de las grandes Antillas y la mayor después de la de Cuba.
Sus altas montañas se elevan por todas partes, tan altas como nuestros Alpes, con las cumbres
desnudas y los flancos cubiertos de espesas selvas, y más abajo decienden alegres colinas donde
los colonos tenían sus habitaciones esparcidas aquí y allá, las cuales consistían en grupos de
pequeñas cabañas regulares para los esclavos, en medio de las cuales se levantaba la casa del
patrón, en piedra, rodeada de molinos de viento y de acueductos magníficos para el beneficio de
los ingenios. Diversos y caudalosos ríos riegan por todas partes esta bella región. Por primera vez
pude admirar con placer nuevas producciones de la naturaleza, que a cada paso aparecían a mis
ojos siempre nuevas y siempre bellas. Allí surgen vastos campos de caña de azúcar que con sus
hojas amarillentas heridas por el sol parecen doradas. Hermoso contraste hacen con ellas las
hileras de arbustos de algodón, de los que pende el fruto a guisa de otros tantos copos de nieve.
Son también admirables las plantaciones de café, cuyos frutos maduros semejan otros tantos
corales. Es sorprendente la planta del banano por sus grandísimas hojas y por su fruto que sirve
ordinariamente en estas partes de pan, en tal forma que un pequeño campo de una yugada, una
vez sembrado, dura más de cien años y es suficiente para el consumo de una discreta familia sin
necesidad de más trabajo. Por todas partes la campiña está adornada durante todo el año de flores
y de frutos maduros y verdes a un mismo tiempo y la vegetación tiene siempre la misma fuerza. Allí
nace la piña y de ella se cultiva allí el más agradable y saludable fruto de la América, lo mismo que
el árbol que produce el corosol, que se da también a los enfermos y tiene la forma de un corazón
(18) (19)
de buey cubierto de verde con la medula blanca. La papaya , entre las pocas hojas
pendientes del tronco carga en la extremidad de este muchos frutos amarillos semejantes a
nuestros higos. El hermoso tamarindo, de cuyas bayas se hace una bebida refrescante, y que
compite con el mango, cuyos frutos se asemejan a nuestros albérchigos, pero tienen un sabor muy
diferente y son muy jugosos. Es maravilloso el árbol del cacao, cuyo fruto a manera de sandia
encierra las almendras que sirven para la elaboración del chocolate. Allí se cultivan el tabaco, el
maíz, las patatas, de las cuales hay algunas dulcísimas. Se emplean como pan también la raíz de
la yuca asada y los tubérculos del ñame que se usan ordinariamente. Los habitantes prefieren
estas plantas y el banano al pan más blanco y hermoso que se pueda imaginar. Los árboles que
producen pimientos de varios colores, amarillos, verdes y mojos, son frecuentes y se dan salvajes,
lo mismo que los de toda clase de naranjas. Se cultiva, pero en poca cantidad, una planta
semejante a nuestro trébol, con una flor de color rojo violáceo sin olor, de la que se extrae el añil.
Prospera también la vainilla, cuya planta, sarmentosa y voluble como la vid, está adornada a
trechos de pequeños botones rojos sostenidos por hojas bastante grandes de un Verde pálido, que
adornan el trigo, semejantes pero bien en pequeño, al racimo de banano. Allí nacen y se propagan
por sí mismos el melón, la sandia y los pimentones verdes y rojos sumamente picantes. Es
sorprendente el cultivo del arroz, que se hace sobre las más altas montañas y que vegeta bien
gracias a las densas nubes que deponen sobre aquellas crestas sus vapores en el día y con los

56

grandes rocíos de la noche. Hay por todas partes gran cantidad de higos silvestres de la India,
áloes y toda aquella especie de plantas con espinas o sin ellas que en nuestros jardines sirven de
ornamento y se conservan en estufas de invernadero. El clima de esta región es siempre igual y no
se distingue el invierno sino por las continuas lluvias y los terribles huracanes que a veces asolan
estas islas en los meses de agosto, septiembre y octubre. En este tiempo sin embargo no se siente
frío y sólo se mitiga un poco el calor por los vientos y las lluvias, pasada esta estación las continuas
brisas del mar hacen soportable el gran calor, que de otra manera seria tan insufrible que
difícilmente podría vivir allí la raza humana. En las orillas del mar hay gran cantidad de tortugas
que salen a la playa a depositar sus huevos, deliciosos para comer. Las hay de un tamaño
exagerado y algunas pesarán, sin la concha, que es durísima, más de ochenta libras. Se
(20)
encuentran también muchos crabs , que son una especie de cangrejos enormes que cavan
agujeros en la tierra arcillosa para recoger las aguas de lluvia y permanecer allí. Estos animales no
salen sino por la noche y se cazan a la luz de las antorchas. Hay también ratas de monte muy
buenas para comer, grandes como un gato y absolutamente iguales a un ratón. Viven
(21)
generalmente sobre los árboles, lo mismo que la iguana , que es deliciosa y parecida a una
gran lagartija de unos dos palmos de tamaño; de la cola a la cabeza tendrá unos ocho palmos de
longitud. Tiene el mismo color y la espina dorsal dentada a manera de sierra, con una pequeña
cresta. Es un anfibio velocísimo para la carrera, que se sumerge en el agua y pone sus huevos en
los hoyos que hay cerca de los árboles. Hay varias serpientes venenosas y la más grande es el
boa, que por cierto en nuestros días es bastante raro. En los ríos hay muchos cocodrilos a los que
llaman caimanes. Devoran sin remisión al que se atreva a bañarse en los lugares donde está. Hay
(22)
en estos mares muchos requines , golosos de carne, que cuando a bordo de un barco hay
algún enfermo, se orientan hacia él y lo siguen durante el viaje de modo que puede deducirse que
lo hacen atraídos por el olor. Es también notable en estos mares la cantidad de bancos de peces
voladores que se encuentran, los cuales, al ser perseguidos por peces más grandes, se elevan
sobre las olas y con sus alas sutiles y transparentes como un finísimo cartílago, vuelan más de
(23)
doscientos pasos a la altura de unos diez pies sobre las aguas y vuelven a sumergirse en ellas .
Cuando los habitantes pueden coger alguno de estos lo mantienen colgado en sus casas y son
parecidos a nuestro pez blanco. Las ostras abundan en estos lugares y se encuentran en
(24)
cantidades adheridas a los mangles , que son una especie de árboles tortuosos y con las ramas
todas entrecruzadas, que nacen entre el agua cerca de las costas del mar o de los ríos. Es
(25)
increíble la cantidad de peces que vive en estas aguas; entre otros son notables los dorados ,
muy grandes y vistosos por los vivos colores de oro que los adornan. Son delicadísimos al paladar,
(26)
como también una especie de raya , que tiene en la cola una sierra y cuando se la coge trata de
herir con ella al que la captura. En los escollos viven gambas gruesas como las ragustas de
Noruega. En la isla se producen en gran número las palmas y principalmente el coco, que con su
fruto sirve para nutrir y calmar la sed, con la corteza para vestirse, y con las hojas para cubrir las
cabañas. Otra especie, que llamaré de col, se asemeja mucho al coco pero se eleva mucho más y
en el. extremo encierra un bulbo que al comerlo tiene el mismo sabor de la col. Una. tercera
(27)
especie en forma de abanico, sirve para resguardarse de los rayos del sol y para cubrir las
casas, y esto para no hablar de tantas otras de extrañas formas y singular belleza, ya descritas por
los naturalistas. Hermosos y de extraordinario grosor son los árboles, por cierto diferentes de los
(28)
nuestros. Aquí se encuentra el cedro dulce, el sasafrás , la acacia, árbol casi igual a nuestro
nogal y con un fruto grande como un plato pando de color entre negro y rosado, lleno todo de
(29)
jugosa carne por dentro, y el guayacán , que tiene la madera negra y dura como el aracá.

(30)
Son frecuentes los manzanillos , que dan unos frutos en forma de manzana que con su
fragancia invita a los incautos a comerla y a morir después, tan fuerte es su veneno. Muchos
árboles son venenosos por sus frutos, flores o ramas, por lo cual el europeo debe andar bien
cuidadoso en esta parte. Muchísimos pájaros viven en la isla y al rededor de ella, siempre vagando
sobre el mar, y son una especie de palomas grandes, todos blancos y tan poco cautos que resulta
facilísimo el cogerlos cuando se posan sobre alguna embarcación, por lo cual se les llama bobos.
Se alimentan de peces y abundan en los escollos y en las pequeñas islas desiertas, que son muy
frecuentes en estas partes. También se encuentran aquí las garzas, todas blancas y de patas

57

altísimas, que van siempre detrás de su rey, que es enteramente negro y va a la cabeza de ellas.
(31)
El pájaro llamado cardenal es admirable por su roja cabeza y el turpial , de color naranja y con
plumas negras y amarillas, canta hermosamente. En bandadas van los verdes periquitos así como
los papagayos de diversos colores.

Pocos blancos habitan en esta isla, particularmente en la parte que perteneció antes a los
franceses; ya que los negros que estuvieron sublevados durante mucho tiempo al mando de
(32)
Touissant Louverture y del emperador Dessalines, hicieron una horrible guerra contra sus amos
y después de mil masacres, incendios y escenas de la mayor atrocidad en ciudades, poblaciones y
casas de habitación, de esclavos que eran se hicieron dueños absolutos y se dividieron entre ellos
lo que pertenecía a los colonos franceses. La historia detalla muy bien el modo cruel y bárbaro con
que eran tratados y la manera aún más inhumana con que se vengaron de los abusos sufridos y se
dieron la libertad. Este pueblo presenta una mezcla de colores y de diferencias más o menos
oscuras en su piel broncínea, o de color de ébano, o de cobre rojizo que tira a gris, según los
diversos cruces que ha habido entre negros y blancos, de los cuales han nacido los mulatos, los
mestizos, los cuarterones, que todos son gente de color; ahora son estos, junto con los negros, los
que hacen todo el comercio. Son ellos los propietarios, los empleados, los magistrados, mientras
que antes eran todos esclavos.

Por falta de educación, porque hace poco han sacudido el yugo de la esclavitud, es general entre
ellos la ignorancia, pero sorprendí en esta gente un discernimiento tal, que los capacita para
aprender rápidamente cualquier cosa, a menos que el orgullo y la vanidad no los lleven a
despreciar la enseñanza. Les gusta vestirse bien y están llenos de sí mismos, y se entregan
principalmente a las mujeres, al juego y a la danza. Son esbeltos, ágiles y buenos soldados, pero
de una fogosidad tal que con mucha frecuencia necesitan quien los refrene y en general, tanto el
negro como el hombre de color, son muy agudos, de mucha astucia y se ayudan recíprocamente
en sus necesidades con tanta cordialidad que es digna de nota. Las mujeres, nacidas en climas
ardientes, son de un temperamento igualmente ardiente. Las negras son muy limpias y de
fisonomía y líneas interesantes, pero sin ninguna gracia, sin ninguna ocupación, sin ninguna
dulzura y todo su encanto está en la lascivia. En cuanto a las criollas, o sea las mujeres de color,
son indolentes, caprichosas, pícaras, pero si se llega a despertar su interés se te presentan llenas
de gracia, de delicada languidez, de amabilidad, de ternura y de toda la galantería posible para
excitar una correspondencia libidinosa, para la que viven únicamente y por la que se encariñan. La
mayor parte de las mujeres de color en todas las Antillas son concubinas de los colonos y
negociantes, quienes las tienen mientras les son fieles y se comportan con el interés y el cariño
que son necesarios en las familias; de lo contrario las abandonan, asumiendo sin embargo la
obligación de mantener a los hijos hasta la edad en que puedan ganarse la vida. Y esto no
perjudica al honor ni a la reputación de la muchacha, que al día siguiente ya ha encontrado un
nuevo marido. Y si la criolla es tratada con dureza, no tiene ninguna dificultad en volverse a la casa
paterna acompañada de toda su buena fama, para buscar nuevas conquistas.

La costumbre de estos matrimonios ficticios es tan cómoda que la mayor parte vive de esta
manera, sumamente satisfechos por la facilidad de disolverlos cada vez que se vuelven
insoportables. Cada vez que un hombre recibe a una criolla la dota, como regalo, de un lecho y del
mobiliario para una habitación, y si ella ya está provista de esto le suministra el equivalente en
dinero. Otra particularidad tiene la gente de color en el sepultar a sus muertos, y es que en ese día
se reúnen todos los parientes y amigos y en una habitación contigua a aquella en la que yace el
difunto se come, se baila y se bebe, mientras que en la del muerto se cantan himnos y oraciones.
Toda la noche dura esta francachela y al día siguiente entregan el féretro a los sacerdotes, los
cuales lo acompañan a la tumba con las preces acostumbradas. Tienen una especie de danza que
llaman el karabiné, que es ejecutada por una fila de hombres y otra de mujeres que danzan
acompasadamente, ya se acercan, ya se alejan, muy pausadamente, y hacen movimientos y
gestos que indican ora desdén, ora desprecio, ora amor, y mientras más fuerte es la música de la

58

orquesta, con más fuerza expresan dichas pasiones, introduciendo de tanto en tanto algunos
movimientos lascivos que vienen a encender cada vez más la fantasía de aquellas almas
ardientes, hasta que acaban abrazándose y besándose recíprocamente, para volver de nuevo a
sus movimientos.

La ciudad de Los Cayos es grande y tiene un puerto bien defendido por fortificaciones; las casas
son limpias, de un solo piso, parte en piedra, parte en madera. Todavía se encuentran vestigios de
la encarnizada guerra en las ruinas de un hospital militar que fue incendiado. La población es
grande y por entonces empezaba a dedicarse a la navegación, al comercio, a las artes y a la
agricultura, que durante algún tiempo había quedado sin brazos porque no había ninguno que se
dignara manejar un azadón; tan poseídos estaban del cambio que se había operado, qué se
necesitó mucho tiempo para que se dieran cuenta de ese error. Fue necesario acudir, por medio de
leyes sabias y rigurosas, a restaurar en alguna forma el floreciente estado de la agricultura,
abandonada porque juzgaban que el nuevo título de libertad los dispensaba de los antiguos
trabajos serviles que prestaban a los colonos, sin darse cuenta de que en el nuevo orden de cosas
el fruto de su trabajo les iba a corresponder enteramente a ellos.

Varios días pasamos alegremente en tierra y luégo nos hicimos a la vela con toda la división hacia
las pequeñas islas llamadas de Las Ranas, habitadas sólo por pájaros bobos. Cuando nos
acercamos a ellas se envió a tierra un oficial en una canoa con orden de ver si había allí alguna
señal de fuego y de buscar cerca del mismo una botella que debía haber sido colocada allí por
nuestro servicio de inteligencia militar. En efecto la encontró y regresó el oficial con ella, dentro de
la cual había un billete de uno de nuestros capitanes, que había ido anteriormente a Jamaica, en el
que estaba escrito que el Ministro deseaba que toda la división se dirigiese al puerto de Kingston,
capital de aquella isla. Ibamos navegando cuando encontramos un barco mercante español
(33)
cargado de leña, que venía de Santo Domingo y se dirigía a Veracruz , con lo que surgió
inmediatamente en el general Aury la idea de apoderarse del fuerte de San Juan de Ulúa mediante
dicho barco. Su proyecto era llenar el barco de soldados decididos y enviarlo a la Veracruz,
tripulado por nuestros marineros y seguido por toda la división, y al acercarse a aquel puerto
dejarlo solo y procurar que entrara hacia la caída de la tarde, cuando los guardias de la aduana
acostumbran amarrar los barcos a unas gruesas anillas que hay en la muralla del puerto y poner
guardias de aduana, cerrando la boca del puerto para poder hacer a la mañana siguiente la visita
necesaria. Durante la noche nuestros marineros debían apoderarse de los guardias de aduana,
abrir las escotillas a los soldados encerrados en la bodega y a favor de la oscuridad, acercarse con
el barco a la muralla, tirando de la misma cuerda a la que estaba amarrado, saltar atrevidamente
sobre los bastiones, y caer a mansalva sobre la sorprendida guarnición que estaría casi toda
dormida. El plan era atrevido y hubiera dado resultado de acuerdo con las observaciones del
capitán español que hablamos hecho prisionero. Llevamos dicho barco a Jamaica donde toda la
(34
división fue recibida con las acostumbradas salvas de cañón. Anclamos en Puerto Real ) , donde
estaban anclados más de veinte barcos de guerra. Soberbias baterías y un gran fuerte protegen el
canal que conduce los barcos mercantes a Kingston. Esta es la ciudad comercial, porque Spanish
(35)
Town es la residencia del gobierno. Las dos son grandes y hermosas, colocadas en la
pendiente de una colina,, con calles rectas y edificios bastante elegantes, todos dé madera, pero
mantenidos con :mucha decencia y limpieza. El gran número de almacenes con techos de zinc que
(36)
hay en Kingston , repletos de toda clase de mercancías del Nuevo Mundo, de Europa y de las
Indias Orientales, demuestra bien claramente que aquí están también las soberbias dársenas de
Londres. La actividad de las personas, la cantidad de navíos mercantes que van, vienen, cargan,
descargan, prueban la industria y el comercio de estos habitantes. La cantidad de gente en todas
las calles es tal que parece estar en una gran ciudad de Europa. Y no faltan los elegantes
cabriolés, gran cantidad de calesas y muchos landós. El clima, la forma de las montañas, las
producciones de esta isla, son los mismos de Santo Domingo descritos atrás. Tres mil hombres, sin
contar las milicias, forman la guarnición, además de una basé naval de veinticinco barcos de
guerra, y apenas son suficientes para contener al gran número de esclavos que sobrepasa con

59

mucho al de los blancos, que son los colonos y negociantes dé esta floreciente isla. El general
descendió a tierra y al día siguiente lo hizo toda la oficialidad en gran uniforme para honrar al
Ministro, a nuestro jefe y a la república. El doctor Cortés de Madariaga no aprobó el atrevido golpe
de mano que planeaba Aury, tanto porque no era esta la parte que se debía ocupar, cuanto porque
no nos hubiéramos podido sostener allí, ya que todo México estaba en poder de los españoles. En
realidad la idea del general no era establecerse allí, sino exigir un fuerte rescate para poder con los
dineros de los enemigos hacerles mejor la guerra a ellos mismos, pero tuvo que someterse a su
superior y dirigir sus operaciones en torno a las islas que están casi al frente de Porto Belo, a tres
días de Jamaica, pertenecientes entonces a los españoles, y que se llamaban Santa Catalina,
Vieja Providencia, San Andrés y Mangles, a fin de establecer en ellas sus fuerzas, fortificarse y
esperar allí ulteriores órdenes, que se darían de acuerdo con los sucesos y las circunstancias.
Mientras tanto aquellos lugares se pondrían en condiciones de defensa, y haríamos allí nuestra
plaza de armas, para después desde allí desplegar nuestras operaciones.

N. B. Consta de la hoja de servicios y del brevet de capitán efectivo de artillería, fechado el 6 de


julio de 1818.

(1) Quizá la cifra sea exacta. Buenos Aires tenía 90.000 habitantes en 1855, luego podemos admitir que unos 40 alba antes
tuviera menos de la mitad.
(2) La revolución argentina, que estalló el 25 de mayo de 1810, fue "una revolución municipal en su origen, legal en su
forma y que nunca recurrió a medios sangrientos, y en apariencia adoptó intenciones conservadoras en favor del
antiguo régimen, cuando en el fondo su objeto era la emancipación de España".
En Argentina la lucha por la independencia no tuvo nunca el carácter de exterminio, de guerra a muerte, como en
Venezuela y en la Nueva Granada, que luchaban por un mismo ideal. Después de algunos encuentros en los que los
generales Valcárcel, Belgrano, Randeau, La Serna y San Martín se cubrieron de gloria, no solo por su habilidad como
estrategas sino por su generosidad para con el enemigo vencido, la guerra de la independencia terminó (1815).
El 9 de julio de 1816 un Congreso reunido en Tucumán proclamó la independencia de las 11 provincias del Plata y
eligió a Puyrredón director supremo de la república.
Dentro de estos términos es verdadera la afirmación de Codazzi.
(3) Es el bachaco u hormiga rosada, que lleva en la boca dos tenacillas con las que destruye las hojas de las plantas.
(4) Es el Alto Perú o Bolivia.
(5) Once provincias, por consiguiente 11 directores, uno de los cuales con el carácter de Director Supremo.
(6) Cuando Codazzi llega, según su afirmación, a Buenos Aires, el Director Supremo era Puyrredón.
(7) San Martín, José de (1778-1850), después de haber cruzado los Andes con 8.500 hombres en enero de 1817, vencido en
Chacabuco al gobernador de Chile y proclamado la independencia de este país (19 de enero de 1818); después de
haber, en una segunda victoria en Maipó, derrotado el cuerpo de tropas españolas enviadas por el virrey del Perú
(Abascal), había establecido una alianza entre la República de Chile y su República de Buenos Aires y con las fuerzas
unidas de las dos repúblicas trataba, en 1819, de libertar al Perú, ayudado por la flota de Cochrane (véase Bolívar y su
época, vol 2°, p. 228-224).
Codazzi, que escribía sus memorias en la paz de la Villa Serraglio, anticipa los acontecimientos y pone como ya
ocurridos hechos que tuvieron lugar después de su llegada con Aury, ya que otra cosa no se puede suponer, a Buenos
Aires -pequeño anacronismo que debemos perdonarle-.
(8) Alejandro Tomás Cochrane, conde de Dundonald (nacido en 1775, todavía estaba vivo y en plena actividad en 1851)
fue marino intrépido y estuvo presente, con diversos grados, en todas las campañas navales combatidas por Inglaterra
entre 1808 y 1809; murió en Kensington en 1860.
Después de haber dejado el mar y haberse entregado a la vida política y a la especulación, con alternativas no felices,
volvió a su antiguo oficio, pero no al servicio de su tierra. En 1817 fue invitado por el gobierno de Chile a asumir el
comando de una flota que tratase de arrojar a los españoles del Perú. Especialmente digna de recuerdo es su acción
contra el puerto del Callao, maravillosa por la audacia (septiembre de 1820), gracias a la cual fueron destruidas todas
las naves españolas del Pacífico y se decidió el éxito de la campaña.
Del servicio a favor de la República de Chile, pasó al del Brasil (1821-1828). El resto de su vida lo pasó desempeñando
otros oficios delicados e importantes.
(9) Juan Martín de Puyrredón (1776-1850) fue uno de los campeones de la independencia argentina. De 1810 a 1812 y
luego más tarde consagró su actividad, su ingenio y su patriotismo a la república bonaerense en tal forma que en 1816
fue nombrado Director Supremo de las Provincias Unidas. En 1819 se retiró de la vida política.
En 1911 se le erigió en Buenos Aires un monumento.
(10) Las fajas de azul turquí que encierran la faja horizontal blanca, han permanecido; ha desaparecido el sol radiante.
(11) José Cortés de Madariaga (no Modriaga o Madriaga, como escribe algunas veces Codazzi) vivió entre 1770,
aproximadamente, y 1828, fue un sacerdote chileno que, después de haber ejercitado su ministerio primero en la
catedral de Santiago y luego en la de Caracas, tomó parte en la revolución de 1810. Hecho después prisionero y
llevado a Ceuta, logró huir.
En 1816 estaba nuevamente en Venezuela, como miembro suplente de la Junta de Gobierno.
Sus biógrafos no hacen ninguna referencia a esta misión que menciona Codazzi, pero no hay razón para rechazarla,
antes bien se debe admitir que Codazzi agrega un detalle desconocido a la vida del cura patriota. Este escribió un
relato bastante interesante de sus viajes.
(12) Localidad cerca del puerto de La Plata.

60

(13) Es la mayor de las islas de Sotavento y pertenece a Venezuela. En otro tiempo formaba una provincia (y. el Resumen
de Codazzi, p. 591-604); ahora hace parte del Estado de Sucre [sic. Está equivocado Longhena, la isla de Margarita y
otras adyacentes forman hoy el Estado de Nueva Esparta].
(14) José Loreto Arismendi, uno de los más distinguidos generales de la guerra de independencia en Venezuela. Lo que
principalmente se recuerda de él es la defensa que hizo de la isla de Margarita, con solo 500 hombres, contra los 5.000
soldados de Morillo. No se pudo evitar la capitulación, pero inmediatamente después conquistó la fortaleza de Juan
Griego.
Participó en todos los hechos de armas de aquella campaña. Hecho prisionero fue fusilado por las tropas españolas en
Irapa [sic].
(15) La isla de St. Barthelemy queda al NO. de Barbados, en las pequeñas Antillas y perteneció después a Francia. Al N. de
ella hay cuatro islotes que forman un semicírculo; quizá a alguno de ellos se refiera Codazzi.
(16) Los Cayos es sin duda ninguna Cayes o Aux Cayes, ciudad de unos 15.000 habitantes en la costa sudoccidental.
(17)La parte francesa de la isla de Haití había quedado totalmente independiente desde 1803 y en ella se constituyeron dos
Estados. Al norte se formé un Estado bajo el negro Dessalines, cuyo sucesor, Cristóbal, tomó el título de rey (Enrique
I); al SO. florecía una república cuyo presidente, Petión, un mulato, desde 1814 se había hecho nombrar presidente
vitalicio. Estos dos Estados, largo tiempo rivales, después de la muerte de Petión (1818) y del suicidio de Cristóbal
(1820), se fundieron en uno solo bajo la dictadura de Boyer.
(18) La anona reticulata es la llamada coeur de boeuf, mientras que la anona municata es la que se denomina corosol;
todas plantas de las Indias Occidentales.
(19) Es el fruto de la canoa Papaya, planta original del Brasil y difundida en todos los países tropicales.
El fruto es una baya oblonga que contiene una pulpa dulce y perfumada. Se come crudo o cocido y sirve para preparar
conservas; también puede ser destilado.
(20) Es el nombre inglés del cangrejo.
(21) Es como una lagartija grande. La iguana tuberculosa, que vive en gran parte de la América Meridional; mide unos 75
cm. de largo, es de naturaleza sumamente mansa y tiene una carne excelente.
(22) Del francés requin, tiburón, perro marino.
(23) Muchos y diversos son los peces voladores, llamados también peces golondrinas.
(24) Pertenece a la familia de las caprifoliáceas y es la rhizopkora mangle, que crece junto a las playas del Mar de las
Antillas o del océano y también en los deltas pantanosos de los ríos.
(25) Así lo describe Codazzi en su Resumen: "Dorado: nombre que se le da por sus colores; es de un sabor exquisito; vive
en el mar".
(26) No son pocas las variedades de rayas; a la que se refiere Codazzi es quizá a la Arzilla citiodata.
(27) La segunda variedad es la cocas Mauritixt, que es como el símbolo de la fertilidad de aquella tierra: la parte más tierna
de su cogollo sirve de hortaliza al indígena. La tercera variedad es la Chctmearops humilis de Linneo.
(28) El sasafrás (Sassafras of ficinalis), que pertenece a la familia de las luráceas y da una madera tierna, frágil y duradera.
(29) El guajacum sanctum y el guajacum of ficinale dan una madera compacta y dura. La más apreciada es la madera del
u. offioinale, especialmente la que viene de Santo Domingo.
(30) Se trata del manzanillo (Hippomane mancinella) que pertenece a la familia de las Euforbiáceas. Su fruto es igual a una
manzana y da no poca fragancia, pero es venenosísimo.
(31) El turpial es una de las aves de la familia de los ícteros, quizá el icterus Iamacali, negro y anaranjado, vistoso y con una
voz que sabe modular el canto de los otros pájaros.
(32) Toussaint Louverture, antiguo esclavo, fue coronel de las tropas españolas y pasó después, en 1794, al servicio de
Francia como general de brigada. Pero tenía la intención de hacerse señor de la isla, por lo tanto se desembarazó de
los varios comisarios enviados por la Convención, ocupó la parte que tenían los españoles y se hizo nombrar por una
asamblea fantasma gobernador vitalicio con derecho a nombrar su sucesor.
Napoleón, que quería aliviar la suerte de las colonias francesas, mandó inmediatamente tropas para castigar al
dictador; Leclerc, que las comandaba, obtuvo fácilmente éxito en la empresa. Toussaint se vio obliga do a rendirse y,
como había demostrado gran valor, fue tratado condignidad y pudo volver a dedicarse al trabajo en sus plantaciones
de Ennery. Pero más tarde fue hecho prisionero y enviado a Francia, donde murió en el castillo de Joux (Alpes) de frío
y de miseria.
En la isla estalló en 1808 una insurrección dirigida por los lugartenientes de Toussaint; Dessalines, que entre ellos se
había atribuido el poder supremo, proclamó la independencia de Haití -fué él el primero en llamarla así- e inicialmente
se contentó con llamarse gobernador, pero en 1804, cuando Napoleón fue coronado emperador, él, que se consideraba
el primero de los negros, se hizo proclamar igualmente emperador con el nombre de Jacobo 1. Masacres, rapiñas,
crueldad con los blancos y con los negros, llevaron al asesinato de Dessalines (17 de octubre de 1806).
Los mulatos proclamaron como jefe a Petión, quien fundó en el SO. una república independiente, de la cual se
proclamó presidente, y confió a Boyer, su lugarteniente, el comando de la guerra y el gobierno de la capital,
establecida en Port au Prince. Los negros por su parte eligieron como jefe a Cristóbal, quien constituyó un reino en el
norte, asumió el nombre de Enrique 1 y puso la capital en Cap.
Los dos Estados estuvieron frecuentemente en guerra y fue Boyer (Juan Pedro Boyer, 1776-1850) quien, habiendo
vencido en más de una batalla a Cristóbal, adquirió tal popularidad que fue aclamado presidente a la muerte de Petión
(marzo de 1818). El suicidio de Cristóbal, ocurrido en seguida, y la cesión espontánea de la parte española de la isla,
que tuvo lugar hacia 1821, pusieron en manos de Boyer toda Haití. De 1822 a 1848 la isla estuvo bajo su mando y gozó
de años, si no felices, por lo menos mejores que los precedentes. Boyer vivió sus últimos años en París.
(33) Veracruz, que fundada por Cortés, fue trasladada en 1609 unos 40 km. al 5., al lugar donde hoy está. La roca de Ulúa
debía servirle de defensa y protección, y en ella fue erigido el fuerte de San Juan, que defendió la ciudad contra los
corsarios. Pero en tiempo de Codazzi ni la roca ni el fuerte cumplían ya su función defensiva.
(34) Es hoy puerto de estación de la flota de guerra inglesa, con un importante depósito de carbón. Surge al extremo de la
punta arenosa llamada Palisadoes, que cierra la bahía en la que está Kingston.
(35) Hoy todo está en Kingston y Spanish Town, situada sobre el riachuelo Cobre que desemboca en la bahía de Kingston,
no tiene sino 8.694 habitantes.

61

(1) Téngase en cuenta que el movimiento de naves en Kingston ha superado en los últimos años los 4 millones de
toneladas.

62

-VIII -
Juicio sobre Agustín Codazzi.
Queremos en este breve capitulo -el último- esbozar el retrato del hombre a quien se han tributado
tantos honores en este primer centenario de su muerte.

Seguramente no añadiré nada a lo que ya se ha escrito, pero lo que he dicho -su mente, su
corazón, su nobleza de sentimientos, su cultura, la obra realizada, los resultados de su trabajo de
cuarenta años- no está recogido sino que se halla disperso, distribuido a lo largo de capítulos y
páginas, por lo cual no seria inoportuno reunirlo a fin de que su figura de estudioso serio y
concienzudo, de hombre que hizo progresar los conocimientos geográficos y cartográficos, que
ilustró países no bien conocidos y en parte desconocidos, aparezca íntegra, sin sombras y sin
incertezas.

Creemos que como soldado Agustín Codazzi cumplió plenamente con su deber, sin que nos
conste que se haya vanagloriado de ello. Quizá para él la vida militar fue escuela, en donde
adquirió habilidades que le sirvieron después y en donde hizo experiencias que le fueron útiles.

El terreno y su conformación, el arte de representarlo simbólicamente, tienen para un soldado


grande importancia, y él aprendió a apreciar este valor desde cuando, siendo un jovenzuelo, fue
recibido como voluntario en el ejército napoleónico. Lo que entonces adquirió lo acrecentó con su
propio estudio y lo llevó a una fineza y perfección completamente modernas.

Nadie podrá afirmar que careciese de coraje; en mar, en tierra, en sus viajes; en las batallas,
durante las tempestades, en tierras inhospitalarias, en medio de los peligros de ríos ilímites, en los
riesgos afrontados, se mostró siempre como un hombre que no conocía el temor, que no se
arredraba, que no volvía atrás; arriesgó siempre su vida en las dificultades, sin contemplaciones ni
dudas.

Fue, pues, bueno y valeroso soldado, pronto a la obediencia, dispuesto a todas las misiones, sin
pretensiones y sin subterfugios, desinteresado en materia de grados y de estipendios; parecía que
la vida militar, que había abrazado voluntariamente y que le agradaba, fuera para él suficiente
recompensa con sus riesgos y con su variedad.

No podemos decir que fue un viajero; viajó y vio gran parte de Europa y más de América; pero no
viajó para descubrir sino para estudiar; viajó no para señalar a los hombres tierras nuevas -tanto
más que el ochocientos no se prestaba para tales actividades en América- sino para dar a las
tierras, imperfecta o mal conocidas, una figura que correspondiera a la realidad. Si no fuese
demasiado ambiciosa la comparación -y demasiado honorable para nuestro biógrafo- Codazzi
puede aproximarse más a Alejandro Humboldt, con quien tuvo relaciones de amistad admirativa,
que a los muchos que antes de él se esparcieron por todas partes -en donde quiera que habla algo
desconocido- para hacerlas conocer de los demás.

En cambio fue geógrafo con profunda disposición para la Geografía. Conocer una región no vista
antes era para él como una fiesta. Llevaba en la sangre la necesidad de ver tierras nuevas, las
cuales mientras más variadas y lejanas eran de las que había visto y conocía, tanto más excitaban
su vista y su mente.

Para él las tierras no eran un simple sucederse de superficies planas y ásperas, interrumpidas por
valles, que se extendían o terminaban en el mar, que siempre habían sido así, sino que ofrecían en
sí mismas las causas de su variedad y estaban sujetas a mutaciones; el elemento sólido y el
elemento líquido, y la atmósfera que está sobre ellos, con sus infinitos fenómenos, hablan

63

experimentado y continuaban experimentando violentos choques que los modificaban y
perturbaban. Además en aquellas tierras, que parecían inmóviles e inmutables, bullía, en todas y
cada una de sus más remotas partes, una vida ilimitada, vida que era hermoso conocer, y que era
necesario estudiar.

Y es así como él, inexperto en tales estudios, agrega la biogeografía a su fervor de investigador.

¡ Cuántos períodos sobre los vegetales y los animales -de los más grandes a los más pequeños-
podríamos seleccionar entre los capítulos de sus "Memorias"!

Pero es el hombre el que atrae su pasión de geógrafo; el hombre que, viviendo en una
determinada región, la modifica y es modificado por ella; el hombre que, si ahora vive en una tierra,
ha vivido también en ella en el pasado, pero cuyo pasado, muchas veces mejor que el presente, ha
quedado sepultado y quizá en muchos lugares permanecerá siempre sepultado, privándonos de la
alegría de conocer cuanto hubo de grande y rico en elevadas manifestaciones.

Pero el hombre no tiene en todas partes los mismos caracteres, ni la misma civilización, y hé aquí
que Codazzi proclama el gran principio de la igualdad de derechos de todos ,los hombres.

La antropogeografía es el capitulo que más le llama la atención a Codazzi, porque la


antropogeografía es disciplina completa, porque a ella le dan magnífica contribución otras nu-
merosas ciencias, todas las que acrecientan la capacidad del hombre y su riqueza: la agricultura, la
economía, la estadística, la hidráulica y la ingeniería (¿ no fue acaso Codazzi ingeniero en
Venezuela y no ha sido señalado como tal?).

Pero no es ahora cuando el hombre ha ocupado aquellas tierras; ha vivido en ellas durante siglos,
y por consiguiente tiene una historia; y Codazzi no ha olvidado la historia, la historia lejana -y
emprende excavaciones y saca a luz signos de artes y de creencias antiguas- y la historia reciente,
que se desenvuelve entre dos principios eternos, la sujeción y la libertad.

Por consiguiente también la historia se mezclará en sus obras en noble compañía con la geografía.

Pero todo esto no puede representarse sólo con la palabra; se necesita un retrato, una
representación, aunque sea puramente simbólica. Y hé aquí que Codazzi se hace cartógrafo y
cartógrafo de valor.

La cartografía de las dos vastas naciones, Venezuela y Colombia o Nueva Granada, le debe
profundo reconocimiento. Si desde hace un siglo estas tierras aparecen con una representación
más cercana a la realidad, si de ellas hay atlas y mapas que indican todas sus características, ello
es mérito de Codazzi.

Y para él los mapas tienen una gran capacidad de representación; en ellos pueden mostrarse de
modo sintético y claro todos los fenómenos: el suelo y sus variedades, los ríos y los caminos, las
ciudades y la vida dispersa, los cultivos, las riquezas, los cambios.

Además Codazzi, fuera de los símbolos acostumbrados y adoptados ya en su tiempo, creó otros
para poder representar cada hecho, cada realidad física y humana.

Se valió también de cartogramas, distribuidos oportunamente en planos, que permiten una fácil
comparación de los varios fenómenos y el parangón, dentro del mismo fenómeno, de los varios
accidentes; así la altura de los montes, la longitud de los ríos, la población absoluta y relativa, el

64

área de las tierras, aparecen en cifras, o en líneas, o en cuadrados, o en rectángulos, con letras,
con números.

Diversos son también los símbolos corrientes que emplea y hay una gran variedad de colores para
indicar la multiplicidad de los fenómenos estudiados.

Por consiguiente puede considerarse a A. Codazzi como un geógrafo sabio y un cartógrafo de


valor; y a tal conocimiento y habilidad ha llegado, no por enseñanza de otros sino por un asiduo
estudio, por la experiencia adquirida día a día, por una laboriosidad no común e incansable.

Hay todavía otro aspecto de Codazzi que no quiero dejar en la sombra, el aspecto más digno de
ser honrado, porque surge de su carácter recto y de su espíritu equilibrado y noble.

Nació en Romagna, en Lugo; y en Lugo de Romagna no eran entonces desconocidos ciertos


sentimientos y ciertas aspiraciones; también en Romagna y en Lugo la palabra libertad no era
entonces una palabra oscura y poco apreciada, y el esfuerzo de algunos pueblos por la
independencia no era movimiento que careciera de admiradores.

Además Codazzi había combatido con Napoleón, y los ejércitos napoleónicos, aunque combatían
para crear un gran imperio, donde quiera que iban llevaban ideas nuevas y abatían las viejas
ideas. Los viajes le habían dado también ánimo abierto, por el contacto con tantas gentes diversas
y con tantas aspiraciones.

¿ Y acaso no combatió también en América al lado de los "Insurgentes" contra los españoles, y no
buscaban estos Insurgentes la libertad y la independencia contra una España absolutista y
opresora?

Codazzi fue pues siempre partidario de aquellos presidentes y de aquellos gobiernos que regían
los nuevos Estados sujetos a una carta constitucional y no siguiendo su propia voluntad y muchas
veces su propio capricho. Combatió a favor de repúblicas libres contra las tiranías. Y ni siquiera los
hombres grandes y superiores a su medio tuvieron su apoyo; por el contrario su palabra se elevaba
áspera para condenarlos, si más que dadores de libertad eran creadores de poderes personales.

¿Acaso no dudó en arrojar por la borda 20 años de honrados servicios, más que cincuentenario, ya
cansado y con una familia numerosa, para dirigirse a una nueva tierra y recomenzar una nueva
vida, con tal de no inclinarse ante un Presidente que había hecho pedazos la Constitución?

Y cuando era funcionario de la República venezolana, no dudó en estigmatizar en forma sangrienta


a las autoridades provinciales y cantonales que, traicionando su deber y desconociendo todo
sentido de humanidad, oprimían fiscalmente y esclavizaban a la mísera población. Entonces su
palabra resonó clara y severa. Aún para los indígenas tuvo expresiones de conmiseración y de
piedad fraternal. No sé si profesaría alguna religión, ciertamente había en él un noble sentimiento
de humanidad que lo hacía condenar a quien olvidara los lazos que, según él, debían unir a todos
los seres sobre la tierra.

Tal era el científico, tal era el hombre; y Lugo cumple un deber de nobleza tributándole este honor
póstumo de publicar su obra juvenil.

Lugo, que ha tenido tantos hijos ilustres, desde Giuseppe Compagnoni, patriota, hasta Luigi
Cicognani y Luis Capucci, exploradores, y Francesco Baracca, nobilísimo mártir, une a ellos hoy a
Agustín Codazzi. Y cuando este volumen vea la luz -qué será antes de que termine 1959- que la
administración del común coloque una corona de laurel en la pequeña casa del Viale Mazzini.

65

Quizá aquel día de toda la Emilia y del vecino Polésine concurrirán otras sombras: Pietro Sacconi y
Vitorio Bottego, Giovanni Miani y Romolo Gessi, Pellegrmno Matteucci y Gustavo Bianchi y
Gherardo Monarí harán cortejo a la memoria de Agustín Codazzi ante la casa en donde nació; y
quizá de la vecina Massalombarda venga también la sombra de Constante Ferrari -ya no
enfadado- para pedir perdón y alegrarse con el amigo.

Captura de las islas frente al istmo - Descripción de Santa


Catalina y de la vieja Providencia, clima y producciones -
Fortificaciones construidas - Un huracán arroja sobre la costa
todos los navíos - Horribles consecuencias Expedición de Mc
Gregor a Porto Belo - Partida de Providencia y toma de San Felipe
y de Isabel en el Golfo Dulce - Botín recogido y captura de un
brick de guerra - Aviso a la Valija y partida para la Isla de Cuba -
Captura de varios barcos de guerra y arribo a Jamaica - Mi
destinación a la costa firme - Amenaza de Aury frente a Porto
Belo y regreso a la vieja Providencia.(De la página 177 a la página
202)
(1)
Con poco trabajo nos adueñamos de todas las islas , porque a nuestra llegada los pocos
españoles que allí estaban habían emprendido la huida, de modo que sin disparar un tiro nos
hicimos dueños de la isla de Providencia y de Santa Catalina, separada de aquella por un pequeño
brazo de mar, las cuales entre las dos forman un puerto grande, profundo y hermoso, con
posiciones aptas para fortificarse. Antiguamente los españoles tenían allí un puesto militar que
servía de prisión a todos los que eran considerados delincuentes por el gobierno de Panamá. Fue
(2)
de aquí, luego. de haberlas conquistado, de donde el famoso jefe filibustero Morgan , después
Gobernador de Jamaica, sacó los espías y guías para penetrar a Panamá, fue de aquí de donde
envió su vanguardia a tomar el fuerte de Chagres, fue de aquí de donde partió para introducirse
por el río que lleva el mismo nombre hasta Cruces, de donde pasó a la antigua ciudad de Panamá
a la que tomó y saqueó. A lo lejos se ve un escollo que tiene la forma de una cabeza y los
habitantes dicen que es la de Morgan.

Los fuertes que los españoles tenían allí habían sido demolidos y apenas se reconocían los
cimientos cubiertos de plantas, de espinas y de espesa selva. El terreno es montañoso, con pocos
caminos, o mejor senderos, cuyos flancos bordea un arbusto que llaman en inglés cocksbergh, a
causa de las espinas apareadas que tienen a lo largo de los ramos, semejantes a las espuelas que
tienen los gallos. Hay nidos de ciertas hormigas de la misma especie de las nuestras, que tiran un
poco al rosado, las cuales con solo que el transeúnte mueva una hoja, se precipitan a millares
sobre él y penetran hasta la piel mordiendo con tanta fuerza que quedan allí muertas. El dolor que
produce su mordedura y la inflamación que causan hacen que un hombre en estos bosques no
pueda resistir una hora sin morir de espasmo y de dolor. Estos animales eran nuestros mejores
aliados y los mejores centinelas, ya que así estábamos seguros de que el enemigo se vería
obligado a presentarse por los pequeños canales, pues no podría atacarnos por la espalda a través
de los bosques y de los montes. Varios ríos corren en esta isla y llevan siempre un agua cristalina y
buena. Había establecidas allí muchas habitaciones de colonos, la mayor parte ingleses, con una
gran cantidad de negros que cultivaban el café, el algodón, el azúcar, el maíz, el tabaco, el banano,
(3) (4) (5)
la mandioca, la yuca , el ñame , las patatas, el anón, el mango , la piña, la papaya, el
(6)
tamarindo, el pimiento , las naranjas, las sandías, el ají, el coco; encuéntranse también la palma
de abanico, el guayacán, el manzanillo, el mangle y las lianas, especie de plantas parásitas que se
enredan en torno a los árboles, salen por encima de la copa y caen perpendicularmente a tierra,

66

donde arraigan y se enredan a otras ramas y aun se entretejen transversalmente, de manera que
los bosques parecen entrelazados por estas plantas, que los hacen impenetrables, pues hay
algunas que tienen tres palmos de grueso. De ellas se sirven para hacer las casas y las más
pequeñas, o su corteza, sirven para cualquier cosa, pues son muy fuertes y hacen muy bien las
veces de cuerdas. Las habitaciones parecen pequeñas poblaciones formadas de cabañas
entretejidas con aquellas lianas para que el aire entre por todas partes y cubiertas de paja que es
la hierba llamada chinca, que crece espesa y más alta que un hombre y medio, y es semejante a
(7)
nuestra avena. Sin embargo no produce ninguna espiga y cuando está todavía verde es muy del
gusto de los caballos que con ella, sin necesidad de avena, se mantienen bien gruesos y robustos.
El mobiliario de las casas de los negros consiste en una cama, formada por cuatro horquetas
clavadas en tierra sobre las cuales se colocan dos palos que sostienen otros muchos en forma de
parrilla amarrados con liana, encima se coloca un colchón de hojas de banano secas amarradas
entre sí, cubierto por encima con una estera que completa el lecho.

(8)
Un banquillo de leño y varias totumas , que son una especie de calabaza que produce un árbol
de ese nombre. Hacen un fogón en medio de la pieza formado por dos o tres piedras y el humo
sale por donde puede, ya que las paredes son una especie de tejido de cesta. Las casas de los
patronos se elevan en medio de las cabañas de los negros y son todas de manera bastante bien
(9)
construidas, con puertas y ventanas, sillas y un scibot .Que es una especie de credencia sobre la
cual hay una gran cantidad de vasos de todos los tamaños, botellas de licores fuertes, azucareras
y limonadas siempre listas, de modo que apenas se entra en su casa lo conducen a uno
inmediatamente al scibot y es necesario beber con el patrón. Esta costumbre viene de los colonos
ingleses, grandes amigos de los licores espirituosos, que hacen de ellos un uso inmoderado a
pesar de estar en climas tan ardientes. Los colonos son en su mayor parte criollos de Jamaica y
mucha gente de color. Tienen sus mujeres según la costumbre de las Antillas, es decir como
mancebas, porque así lo exigen las circunstancias. El aire es sano y saludable y el clima bastante
cálido si no fuera refrescado por la continua brisa marina.

En los bosques se encuentra una gran cantidad de tórtolas y palomas salvajes, así como la iguana,
especie de lagartija grande. Estas son tan agradables que las llaman las gallinas de Providencia,
pues se pueden comparar con ellas por el color y sabor de su carne. Los peces son abundantes en
los alrededores de los vecinos escollos, que rodean por completo a Providencia y Catalina. Se
extienden por varias leguas en todos los sentidos de modo que de noche no hay peligro de ser sor-
prendidos jamás por el enemigo.

Estas islas eran ciertamente para nosotros los mejores puestos de avanzada y los más aptos para
el espionaje que hubiéramos podido desear. La entrada al puerto es estrechísima y se necesita de
un hombre bien práctico o del piloto de la isla para tomarla, de lo contrario se corre el peligro de
chocar contra los escollos que apenas se alcanzan a ver a flor de agua; en el lugar por donde
deben pasar los barcos, que queda del lado de la isla Catalina, se fabricó un fuerte al que dimos el
nombre de Libertad y que tenía cerca una batería llamada la Nacional; frente al fuerte, sobre la
punta más avanzada de la isla Providencia, se levantó un reducto llamado la Muerte y más arriba
el fuerte Inexpugnable, sobre la cresta de un monte detrás del cual había un campamento del
mismo nombre. Hacia el sudeste de la isla había otro campo llamado el Americano con buenos
reductos y fortificaciones y entre los dos se puso otra batería llamado el Rayo, con el reducto del
Relámpago que defendía el camino de tierra. Yo fui el encargado de los trabajos de las varias
fortificaciones y también mi compañero se ocupó en la terminación de las mismas sin ahorrar celo,
actividad ni fatigas. Una gran cantidad de negros habitantes de las islas trabajaba junto con todos
los soldados y oficiales, de modo que en poco tiempo donde antes había bosques se vieron
(10)
reductos, baterías y fortificaciones con cañones de grueso calibre .

(11)
Entre tanto tuvimos noticia del campamento de asilo formado por el general Lallemand , en la
isla del Galveston en el golfo de Méjico, por lo que Aury envió inmediatamente un barco con

67

despachos para el general invitándolo a que con todos aquellos valientes sé uniera a él, pues de
buen grado y a justo título le daría un comando de tropas de tierra, para que obraran
conjuntamente en la liberación de la Nueva Granada; pero el general Lallemand que tenía un plan
muy distinto, no quiso aceptar .;. tuvo pues que abandonar aquel lugar y sacrificar a los infelices
que estaban con él. Mientras que en Providencia todo era movimiento y trabajo para hacer de ella
un lugar de defensa y una plaza fuerte, un terrible huracán vino a ponernos en la más triste
situación, En una noche fueron arrancadas todas las anclas y los barcos sin defensa fueron
arrojados contra la costa, algunos hasta a cincuenta pasos de la playa. El mar aterraba con su
mugir y las olas llegaron hasta un punto que jamás hablan alcanzado. Una lluvia torrencial y
continua acompañada de truenos y de continuos relámpagos hacía aún más pavorosa la
intemperie. Muchas barracas fueron echadas a tierra por el viento, muchos árboles arrancados, y
algunas de las fortificaciones comenzadas quedaron arruinadas. El viento y la lluvia duraron 12
días seguidos, por lo cual las llanuras inferiores se convirtieron en valles, los ríos inundaron los
campos y por la abundancia del agua y el ímpetu del viento era imposible salir al aire libre. Pero los
efectos de este terrible golpe no se limitaron a esto. Quedamos reducidos al extremo por una
epidemia que sobrevino, causada por el mismo huracán y por la gran humedad, motivo por el cual,
habiendo caído todos enfermos uno en pos de otro en pocos días, no teníamos quien nos
socorriera con medicinas, las que se habían perdido en los barcos o habían sido arruinadas por las
aguas saladas, ni quien nos prestara ningún servicio, porque estábamos todos moribundos y los
habitantes estaban en la misma situación. Efectivamente escaseaban los víveres y en vez de los
que nos habían enviado de Jamaica en 3 barcos, no vimos arribar sino a unos pocos hombres
salvados del naufragio, porque el huracán los había sorprendido a poca distancia y se habían
hundido.

El hambre, la enfermedad, la humedad, la falta de atención, nos hacían morir como moscas. No
había quien recogiese los muertos ni quien los enterrase. Estábamos todos en un estado general
de abandono y los pocos que tenían valor para despreciar el mal e ir a buscar con qué sustentarse,
era imposible que repartieran con sus compañeros lo que habían encontrado. Hasta las hierbas
que comíamos cocidas sin sal, eran causa de litigios y disgustos y un día por un puñado de ellas
arrojé sobre el fuego a un amigo que me las había arrebatado, tanto puede hacer perder el
hambre, a un hombre oprimido por la enfermedad, cualquier sentimiento de amistad y de
humanidad. Además de las fiebres pútridas que nos hacían perder el sentido y caer en la apoplejía,
nos atacaba la fiebre amarilla pestilencial. Se agregaba a ellas el mal del pian, que se declaraba
externamente como una especie de gangrena lenta y superficial que hacía caer los miembros a
pedazos y sin dolor. Las lesiones en las piernas eran comunes y casi todos presentábamos llagas
que en seguida engendraban gusanos. A veces al cicatrizar demasiado pronto gangrenaban las
vísceras y, cuando el enfermo se creía restablecido, lo atacaba una fiebre inflamatoria que lo
reducía a la muerte. A todos estos males se agregaba una cantidad de animales, que parecía que
por causa de la estación se hubieran congregado todos en la isla.

(12)
Una especie de escarabajo del color de la chinche y de olor desagradable llamado cucaracha o
ravets, andaba por todas partes y día y noche se encontraban en tal cantidad que no se podía
dormir porque caían de todas partes sobre la cara. Los escorpiones anidaban en las camas,
hechas de hojas de banano y cubiertas de esteras como las de los negros, lo mismo que el ciem-
piés amarillo y gris, venenosos ambos y asquerosos. El remedio contra las picaduras del primero
era aplastarlo sobre la herida, pues sus entrañas servían de contraveneno. Las picaduras del otro
se curaban bañando la parte herida con aguardiente, pero no se escapaba a la fiebre. Los sapos y
(13)
los ratones entraban por todas partes y llenaban las piezas, junto con los crappes , parecidos a
gruesos cangrejos de una especie ya conocida; giraban por todas partes durante la noche
chillando y lamentándose como si fueran hombres. Las arañas de cuerpo enorme, unas peludas,
otras rojizas y todas venenosas, cubrían en un momento todas las pajas que servían de lecho y
con sus telas ocupaban toda la casa. Las hormigas rojizas y de cuerpo pequeño andaban por
todas partes y no se podía salvar un poco de azúcar sino dentro de vasos rodeados de agua. Los

68

piojos de bosque parecidos a una hormiga blanca, que formaban sus nidos en las casas y en los
árboles a la manera de las avispas, destruían en un momento la ropa blanca. Se agregaban las
(14)
niguas , pequeñísimo e imperceptible insecto que se introduce en los dedos de los pies y de las
manos, y especialmente debajo de las uñas, donde se acomodan y forman un receptáculo que en
dos días crece del tamaño de un garbanzo, si no se la saca en seguida, pues procrean otros tantos
insectos que se difunden por toda la carne y pronto la reducen a gangrena, motivo por el cual con
frecuencia ocurre que se deben cortar los pies y las mismas piernas; los negros las conocen bien y
cuando alguno sufre de ellas, se apresuran a sacarlas con un palillo aplicando a la parte ceniza
(14-bis)
caliente de tabaco . Atormentados en tal forma por el clima, las enfermedades y los insectos,
el hambre y los trabajos, parecíamos otros tantos cadáveres ambulantes, y yo había perdido hasta
la vista, tanta era la debilidad que me habla asaltado, y si mi compañero no me hubiera quitado las
armas, quizá en la desesperación hubiera atentado contra mi existencia. Recobré la vista después
de pocos días, me bajaron un poco las fiebres y comencé a recuperarme, al mismo tiempo que mi
compañero, atacado finalmente por la enfermedad general, se metía en el lecho con los más
terribles síntomas.

Pero la fuerza de su contextura le hizo superar el mal y yo le ayudé socorriéndolo con lo que en
aquellos momentos pude y supe procurarme. Finalmente entró al puerto un barco cargado de
víveres, pero los pocos marineros que se sentían más fuertes que los demás, cansados de sufrir y
perdida toda esperanza en sus barcos que yacían sobre la costa, lo asaltaron durante la noche y
huyeron en él, junto con la guardia que estaba en la batería de la Muerte. Fue entonces cuando me
tocó, convalesciente aún, ir de guardia a aquel lugar, donde estuve varios meses y donde no había
más que 4 hombres, que lo mismo que yo eran presa diariamente de la fiebre. A pesar de ello se
trabajaba durante el día haciendo cartuchos y por la noche vigilando y pescando en los escollos
vecinos para procurarse así un buen alimento. El compañero venía con frecuencia, a una señal
convenida, a la batería para tomar parte en las abundantes comidas compuestas de un poco de
pescado asado, porque yo temía que si se lo mandaba se lo comieran sus compañeros, tanta era
(15)
el hambre que atormentaba a todos. Llegó finalmente otro barco cargado de tasajo , que son
filetes de carne de vaca seca al sol, las cuales amarradas en haces y seguramente muy viejas,
estaban duras como un leño; sin embargo bien golpeadas contra las piedras y cocinadas en agua,
o sobre las brasas, eran para nosotros un plato delicadísimo. Poco a poco se recobraron las
fuerzas y se empezó a trabajar indistintamente por todos para desvarar los barcos arrojados por el
agua a la costa; parecía imposible que sin las máquinas y aparejos necesarios el general Aury
hubiera podido mover aquellas moles. En efecto el capitán de un brick de guerra inglés que llegó a
nuestro puerto juzgó imposible hacerlo sin los elementos de maniobra aptos para tal operación. Sin
embargo los conocimientos de Aury, su firmeza en la resolución tomada, su coraje en ejecutarla, su
ejemplo en el trabajo, hicieron que por medio de una argana clavada en tierra se pudieran levantar
dos pequeños barcos. Colocados estos a los lados del barco mayor, sirvieron de apoyo para
levantarlo y lanzarlo a aguas más profundas. Pero no fue posible levantar los otros, arruinados
totalmente, lanzados completamente a tierra y en pésimo estado. Los tres que se pudieron
aprovechar fueron reparados de la mejor manera posible y ocupados por los pocos marinos que
habían quedado, ya que la mayor parte había desertado huyendo en pequeñas canoas y
arrojándose sobre la costa [de tierra firme] habitada por indios.

(16)
En este interim llegó en un barco el general Mac Gregor , el cual dijo que había traído de
Londres un convoy de barcos mercantes con 800 soldados y oficiales ingleses y cantidad de armas
y municiones, que tenía en la isla de San Andrés, donde nosotros manteníamos una guarnición. Y
al enterarse de que en Providencia estaba el general Aury, había venido expresamente para
(17)
combinar con él una operación sobre el istmo, cuyo objeto era apoderarse de Porto Belo ,
marchar de allí sobre Panamá, y enarbolar en aquella ciudad el estandarte de la república de
Nueva Granada. Ya había reunido un pequeño congreso de emigrados, a cuya cabeza estaba un
(18) (18-bis)
cierto Torres de Cartagena. Este plan [... ] para enarbolar la bandera de Buenos Aires para
que, dueños del istmo, pudiéramos más bien obrar de acuerdo con Lord Cochrane y con el general

69

San Martín, que por el mar del sur se acercaban a Lima, capital del Perú. Fue gratísima a Aury la
inesperada llegada de Mac Gregor y acordaron hacer la operación juntos, pero Aury necesitaba
todavía un mes para poder salir del puerto, por el mal estado en que se hallaban sus barcos.
Prometió Mac. Gregor esperarlo y entre tanto regresó a San Andrés. Llegado allí reunió un
pequeño congreso, que no quiso aceptar la dilación, y se decidió partir inmediatamente. En efecto,
sin tener mayores detalles, supimos que todas las fuerzas de este general se hablan hecho a la
vela para Porto Belo. Es indescriptible el disgusto que tuvo nuestro jefe, pues de hecho su posición
empeoraba de día en día. Le faltaban hombres porque las enfermedades, el hambre y la deserción
habían reducido el número a sólo 300, casi todos convalescientes. Estaba desprovisto de víveres
por haber tenido la desgracia de perder los 3 barcos que el Ministro le había enviado desde
Jamaica. Por último, habiendo tenido conocimiento en aquel establecimiento inglés de nuestro
miserable estado, por informe que llevó un brick de guerra que había venido a Providencia, ocurrió
que el Ministro no encontraba ya quien le facilitase medios para proseguir sus operaciones, y, lejos
de Buenos Aires, no sabía cómo obtener socorros para una expedición casi aniquilada y perdida.

Si los españoles hubieran venido entonces a atacarnos seguramente nos hubieran destruido,
porque teníamos pocas municiones y apenas podíamos sostener las armas en la mano, pero quizá
creyeron que no seríamos capaces de reponemos y que nos veríamos obligados a desbandamos
como la tropa del general Lallemand. Por esto Aury no cesaba de acelerar los trabajos y la
reparación de los barcos, de modo que lo mejor que se pudo quedaron en estado de volver al mar.
Una orden del día dispuso la salida y se embarcaron 120 hombres entre soldados y oficiales con
poco más de 100 marineros, dejando en la isla 60 personas, casi todas enfermas y llenas de
llagas. El valeroso coronel Hirving, que se había distinguido en Amelia, encontró la muerte en
Providencia. El teniente coronel Faiquere quedó como gobernador de la isla y el teniente coronel
Garbans como comandante de la tropa. Navegábamos con viento de popa cuando encontramos un
barco inglés que hacía parte de los transportes del general Mac Gregor, por el que supimos que
este había desembarcado felizmente en Porto Belo y que, después de un combate de algunas
horas, había quedado dueño de los tres fuertes que defienden la ciudad y el puerto; que en vez de
marchar inmediatamente con sus tropas victoriosas sobre Panamá se había detenido ocho días en
la ciudad conquistada, de la que habían huido todos los habitantes, por lo que los soldados se
habían entregado al saqueo y a la embriaguez. Los oficiales que los comandaban eran en su
mayor parte jóvenes inexpertos, que habían comprado los grados en Londres, pero que eran
incapaces de frenar la insubordinación. Su demora en moverse, la poca subordinación que
reinaba, dieron tiempo al general español Santa Cruz para sorprenderlos durante la noche y hacer
una carnicería, obligando a los pocos que estaban en los fuertes a rendirse como prisioneros de
guerra. Mac Gregor debió su salvación a que sabía nadar, pues se arrojó al mar. y alcanzó un
barco inglés, y fue así el único que pudo huir de aquella horrible catástrofe. La noticia desagradó
mucho a todos y especialmente a Aury, quien sabia que tenía que actuar sobre el istmo y que se
vería obligado a combatir con gente ensoberbecida por el completo éxito que había tenido sobre
Mac Gregor. Continuamos nuestra navegación alejados de las aguas de Honduras y cerca del
golfo de este nombre un viento horrible nos rompió los dos árboles de gavia. El Comodoro Parker
quería reparar en el Puerto de La Valija, establecimiento inglés sobre la costa de Yucatán, pero
Aury se opuso vivamente diciendo que todos sus hombres desertarían y que se vería obligado a
vender el barco para repararlo. En efecto creo que no tenía un centavo, así que nos acercamos a
(19)
una isla desierta llamada El Triángulo , cubierta de espesos bosques, donde se cortaron los
árboles necesarios y en pocos días, sin ningún gasto, estuvimos listos. Entre tanto, cada uno se
ocupaba en la pesca y trataba de cazar tortugas que venían a depositar hasta 200 huevos cada
una en aquella playa. Era necesario ser muy listos para que no corrieran al agua; entonces se las
capturaba y se les ponía patas arriba; como no podían ya huir nos servían de plato delicado y pude
observar que su carne cortada en pedazos pequeños todavía palpitaba después de 24 horas.
Habiendo partido de aquella isla andábamos a la vela sin un plan fijo, cuando una de nuestras
goletas capturó una barqueta de vela latina con los dos hombres que la conducían, los cuales
fueron llevados ante el general. Sometidos a interrogatorio dijeron que eran del río San Felipe, que
(20)
llevaban zarzaparrilla a La Valija ; y habiéndoseles averiguado por las fuerzas españolas que

70

había en aquel río y por la posición del mismo, se decidió en seguida apoderarnos de él. Este río
(21)
desemboca en el fondo del golfo de Honduras , después de atravesar altas montañas cubiertas
de bosques impenetrables. La vigía que se encuentra en la desembocadura estaba compuesta de
un cañón de a seis con 30 soldados (tienen el nombre de vigía las avanzadas que están en la
desembocadura y a lo largo de los ríos). Nos acercamos hasta el cabo Tres Puntas, donde
anclamos, y de allí fue despachado un ayudante de campo de Aury con una compañía formada por
3 oficiales, un tambor y 16 hombres. Debía antes de sorprender el puesto (quizá.., debía ir
adelante para sorprender el puesto) avanzado, pero por la fuerza de la corriente y no conocer muy
bien la posición, se encontró frente a la vigía cuando el sol ya estaba alto. Los enemigos
empezaron a cañonearlo; echó pie a tierra y a través del bosque les salió por la espalda, de modo
que, dejando el cañón, huyeron en sus piraguas para llevar la noticia al fuerte, distante 25 millas.
Fuimos enviados en seguida el compañero y yo, con otra compañía bajo mi mando, en refuerzo de
la precedente y al día siguiente llegó el general con toda la división. La dividió en tres columnas de
2 compañías cada una y les dio el comando a los jefes de cuerpo Ferrari, Vals y Marcelin;
sumaban en total 120 hombres. Nos metimos por este rápido río, tan ancho como la mitad del Po,
encajonado entre montañas sobre las que señorean antiguas selvas, en cuyas ramas juegan los
macacos y los monos, que parecían correr todos a ver nuestras barcas maniobradas por soldados
vestidos de rojo y sobre las que campeaban banderas ondeantes.

Manadas de papagayos pasaban sobre el río, que por su situación es majestuoso. En algunos
lugares corre por entre altas rocas de pura piedra que parecen hechas artificialmente y que
esconden en la parte inferior amplias grutas en las que el agua murmura. La fuerza con que se
precipita la corriente es tan impetuosa que, habiendo salido por la mañana, sólo por la tarde
llegamos a mitad del camino, donde terminan las montañas doblándose a derecha e izquierda y
abren un lecho más anche, que de tanto en tanto da lugar a pequeñas isletas, en torno a las cuales
se expande el río y forma un amplio valle, cuyo suelo pantanoso está cubierto de altas hierbas que
impiden saltar a tierra. Los dos españoles prisioneros eran nuestros guías y pensábamos antes de
amanecer atacar el fuerte, a cuya presencia no llegamos sino a las siete de la mañana. Examinada
con el anteojo la posición por el general, que había avanzado en su canoa, hizo saber a sus
soldados que el lugar para saltar a tierra era al pie de una batería que se descubría a simple vista
bastante bien. En efecto, dadas las instrucciones y puestas todas las barcas en batalla a una cierta
distancia unas de otras, al sonido de los tambores y de la música y con los gritos de ¡ Hurra! nos
dirijimos contra el castillo y contra el reducto, armado de 12 piezas de artillería de a 24, que nos
hacían un fuego bastante vivo pero ineficaz por la poca experiencia de los cañoneros. La fuerza de
la corriente del agua, el cansancio de los marineros que remaban, el temor del peligro y el hambre
que los dejaba sin fuerzas, hizo que durante dos horas estuviéramos bajo un fuego de los más
vivos que se puedan dar. Finalmente los pequeños cañones que llevábamos a la proa de las
barcas comenzaron a hacer fuego y, habiéndome adelantado yo con la mía sobre el flanco del
reducto, hice también una descarga con tal suceso que los enemigos se dieron a la fuga y
abandonaron el reducto. Mi compañero y yo fuimos de los primeros en entrar y unidas nuestras
escasas fuerzas arrastramos hasta una altura un cañón para hacer fuego contra el castillo, que al
momento se rindió. Sin interrupción emprendimos la persecución de los fugitivos y fue alcanzado
un buen número de ellos. El lugar fue entregado al saqueo y los soldados, hambrientos desde
hacía mucho tiempo, encontraron con qué saciarse. Al amparo del castillo había dos goletas
inglesas cargadas de añil y de cincuenta mil piastras de algodón en rama, que debían llevar a la
(22)
vigía para que un barco de guerra que había en la plaza de Omoa los transportase a Cádiz.
Esto era el monto total de las contribuciones de la capitanía de Guatemala, que debía pasar al
tesoro real y que el gobernador, haciendo un buen negocio de acuerdo con el comandante del
brick de guerra, mandaba en géneros para realizarlos en Cádiz. Pero el plan le falló y, habiendo
sabido además que en la ciudad de Isabela, distante 12 leguas, en el golfo Dulce, estaba el resto
de la carga en la aduana real, el general Aury hizo descargar inmediatamente las dos goletas y
envió con ellas a Ferrari, a cuyas órdenes estaba yo con 2 compañías, con un total de 40
(23)
hombres . Dicha ciudad se encuentra a la orilla derecha del grande y profundo lago, el cual
recibe una gran cantidad de ríos que hacen que sus aguas sean muy dulces, y es el lugar a donde

71

llegan las mulas de carga que transportan las mercaderías por tierra a Guatemala. Su población
será de unas 2.000 almas y a dos días de camino hay una ciudad que puede poner en armas a un
millar de hombres. Desplegamos las velas al caer el sol y antes del amanecer estábamos en
Isabela, pero el terror nos había precedido y los fugitivos de San Felipe habían inducido a los de
(24)
Isabela , a abandonar el lugar. No encontramos sino a un solo hombre, quien nos dijo que el
gobernador había partido durante la noche con muchas mulas cargadas de dinero, por lo cual,
habiendo tomado 5 caballos que encontramos allí, me puse a perseguirlo por la vía de Guatemala
con cuatro valientes compañeros, pero como a medio día no lo habíamos alcanzado, me decidí a
retroceder, reconociendo al mismo tiempo los alrededores del lugar. Mientras tanto mi compañero
había hecho cargar todo lo que había en la aduana y, como quedaba todavía algo, escribió al
general que esperaría el regreso de una goleta para cargar el resto y regresar. Tuvimos pues que
quedarnos aquí tres días sin posibilidad de atravesar el golfo por falta de embarcación y si los
españoles hubieran sido un poco más atrevidos hubiéramos estado perdidos. Finalmente llegó la
goleta, se embarcó todo y cuando llegamos a San Felipe el general partió con todo el resto y dejó
nuestra columna en esta plaza por 4 días. Al quinto nos vino la orden de retirarnos y Ferrari hizo
volar una parte del castillo, clavar los cañones y destrozar los orejones de los mismos, quemar
todos los afustes, arrojar al agua las municiones que no se podían transportar y destruir totalmente
el reducto. Teníamos una gran cantidad de prisioneros militares que fueron distribuidos entre
nuestros tres barcos, que iban bien cargados con 1.800 balas de añil. Con este pingüe botín nos
encaminamos a La Valija, habiendo perdido un solo hombre por enfermedad, el viejo comodoro
Packer, que fue sepultado en el lugar de la vigía. Lo remplazó en el comando Boyer, nativo de
Burdeos, hombre experimentado y quien en un combate había salido con un muslo destrozado.
Estábamos todavía en el golfo de Honduras cuando nos encontramos con el brick de guerra espa-
ñol que venía a recoger la carga. Verlo y reconocerlo fue una sola cosa, entonces enarbolamos la
bandera inglesa para que se acercara a nosotros sin sospecha, pero apenas estuvo a una dis-
tancia que no le permitía ya huir, enarbolamos la bandera de Buenos Aires y con repetidas
descargas y con un fuego vivo nos acercábamos para abordarlo, cuando sorprendido y confuso, e
incapaz de defenderse, se rindió. Era tan hermoso y ligero este barco que el general quiso
montarlo y le dio el nombre de Marte y los prisioneros se repartieron entre los cuatro barcos, con
los cuales entramos al puerto de La Valija, donde fuimos muy bien recibidos por el gobernador
inglés. Esta nación ha obtenido permiso de España para establecer en la costa de Yucatán, en
(25)
este lugar, un establecimiento para aserrar los inmensos bosques de caoba y de otras maderas
menos preciosas.

Allí tienen dos barcos de guerra y 500 hombres de guarnición. La Valija está toda construida de
madera y en piedra no hay sino la escollera que protege al pequeño pero profundo y seguro
puerto. Los habitantes son en su mayoría gentes de colar y se encuentran pocos blancos. En este
establecimiento hay muchos almacenes de toda clase de mercancías, de modo que con el tiempo
puede llegar a ser de alguna importancia. Allí hicimos buenas provisiones y la fortuna, que
empezaba a sonreírnos, nos procuró también muchos reclutas, de los que teníamos necesidad
para vigilar a los prisioneros. Zarpamos de La Valija y ya habíamos pasado el cabo San Antonio y
(26)
veníamos por el canal de Bahama , cuando en las cercanías de La Habana encontramos un
brick del Rey que iba a Veracruz a llevar municiones de guerra. Marchaba a la cabeza de todos el
Marte, donde iba Aury, el cual, habiendo visto el barco, hizo disparar un cañonazo y desplegó la
bandera española. La construcción del navío y las señales de guerra, que habíamos encontrado,
nos dieron a conocer como españoles, pero cuando nos acercamos nos quitamos la máscara y en
menos de lo que se dice nos hicimos dueños de él. A este barco se le dio el nombre de Tribuno. Se
dividieron de nuevo los prisioneros, y el número era tan grande que dejamos en tierra a más de
100 en una pequeña isla desierta de Las Lucayas, conservando con nosotros a los oficiales y a
aquellos marineros que eran criollos o de otra nación, o a quienes parecía no disgustar la causa de
(27)
la independencia. Después de recorrer el canal y al llegar al cabo Tiburón encontramos otro
brick de guerra que iba a Cartagena. Le hicimos las señales, a las que no sólo respondió sino que
se acercó, de modo que pudo darse cuenta del engaño y prepararse para el combate que duró
pocas horas, porque el brick Marte lo abordó e hizo en él una carnicería; yo también salté con los

72

otros y me introduje en la cámara, donde un pobre viejo encadenado pedía que le perdonaran la
vida diciendo que era patriota. Lo salvé del furor de los marineros y lo conduje al general, quien lo
acogió muy bien.

Por la correspondencia que llevaba este brick para Cádiz descubrimos que Bolívar marchaba sobre
la Nueva Granada con un fuerte ejército y que aquel viejo había sido enviado de la cárcel de
Santafe por razones políticas, para que terminara sus días en la de Ceuta. Se llamaba Ibáñez y por
los sucesos posteriores se verá quien era. A este brick se le dio el nombre de Espartano e
inmediatamente se le envió a las costas de Cartagena para ver si con sus señales podía engañar a
algún otro barco de aquel apostadero. Así que provisto de buen equipaje se hizo a la vela para
cumplir su destino. Nosotros regresamos a Jamaica donde, habiendo entrado al puerto de
Kingston, descendió el general a tierra con su estado mayor y allí acordaron con el ministro Cortés
de Madariaga enviar un oficial a la costa firme para conocer el estado de los negocios internos y
los progresos de Bolívar, el cual, según las cartas interceptadas, parecía que marchaba sobre la
Nueva Granada, o bien para llegar hasta el Océano Pacifico y concertar con Lord Cochrane un
plan para atacar al mismo tiempo él a Panamá y nosotros a Porto Belo. El oficial destinado para
aquella misión fui yo y recibí todas las instrucciones necesarias. Vestido de paisano partí en una
goleta inglesa con algunas mercancías y provisto de un pasaporte del cónsul español residente en
Jamaica. Me hice a la vela con toda la división, que antes de volver a Providencia se presentó
delante de Porto Belo y por medio de un prisionero enviado a tierra hizo saber al general Santa
Cruz que en Jamaica habíamos tenido noticia del mal trato que diariamente recibían los soldados
de Mac Gregor, pues estaban pereciendo todos por los trabajos y fatigas, y que« si no cambiaba
de método y no los trataba en adelante con más humanidad, estaba resuelto a mandarle las
cabezas de un mayor número de prisioneros, que estaban en su poder por las capturas hechas en
San Felipe e Isabela y en los tres bricks del Rey. Santa Cruz respondió al soldado pero se supo
luégo que los trataba con más humanidad y que los había cambiado de las prisiones en las que
estaban con el agua a las rodillas. Después de esta carrera a Porto Belo regresarnos a Providencia
y no se demoró mucho en agregársenos el Espartano, que había tomado frente a Santa Marta un
brick goleta al que puso el nombre de Neptuno. Esta afortunada expedición fue nuestra suerte,
porque los negociantes ingleses vinieron a comprar el añil y del valor de este, y de 50.000 escudos
capturados en dinero, se dio al gobierno la mitad y el resto fue repartido entre la división y los
empleados, dividiéndolo en partes de a 150 escudos. Según los grados se señalaron cierto número
de partes, de modo que yo como capitán recibí seis partes y mi compañero como mayor ocho y así
respectivamente.

Fui nombrado mayor graduado de artillería y despachado en la goleta inglesa a cumplir mi


importante misión.

N. B. Resulta de la hoja de servicio y del titulo de mayor graduado de artillería, fechado a primero
de agosto de 1819, y del pasaporte del cónsul español en Jamaica para el Chocó, f echado a 10 de
julio de 1819.

Todas estas islas surgen en el Mar Caribe entre los 810 y 820 de longitud occidental y los 120 y 140 de latitud norte,
(1) frente a las costas de Nicaragua. Santa Catalina está al oeste de la Vieja Providencia, hoy San Luis de Providencia, San
Andrés al S.-SE., y todavía más al S. Mangle Grande.
En 1915 Vieja Providencia y San Andrés fueron cedidas por Nicaragua a los Estados Unidos; hoy son de la República
de Panamá [sic]. [Está equivocado el profesor Mario Longhena. Por Real Cédula del 80 de noviembre de 1803 el
archipiélago de San Andrés y Providencia y la Costa de Mosquitia pasaron de la jurisdicción de la Capitanía General de
Guatemala a la del virreinato de Santa Fe y provincia de Cartagena. Al sobrevenir la independencia siguieron la suerte
de dicha provincia y pasaron a pertenecer a la actual república de Colombia, de cuyo territorio forma parte hoy el
archipiélago de San Andrés y Providencia. Jamás, ni Nicaragua, ni menos Colombia, han cedido las islas de San
Andrés y Providencia a los Estados Unidos. Tampoco Panamá ha pretendido soberanía sobre dicho archipiélago. Nota
del traductor].

Es el famoso Enrique Morgan (1685-1688), quien en pocos años y a la cabeza de una escuadrilla de naves ligeras,
(2) realizó terribles gestas piratescas en estos mares, devastando y saqueando a Cuba, Puerto Príncipe, Portobelo y
Maracaibo. Su última empresa, la más grandiosa, fue la de apoderarse por asalto de Ranchería, cerca de Cartagena de

73

Indias, apoderarse de la isla de Santa Catalina y tomar a Panamá, a la que saqueó e hizo incendiar (1671). En 1674, en
un viaje a Londres, fue nombrado por Carlos II gobernador de Jamaica (v. Exquemeling, Buccaneers of America, 1864).

La yuca, planta monocotiledónea, cuyas raíces son utilizadas por los indígenas como alimento (es la harina que se
(3) saca de la raíz tostada) y cuyas fibras sirven para fabricar cuerdas.

Tal es el nombre que se da a algunos tubérculos (rizomas carnosos) de varias especies de Dios corea, que se cultivan
(4) mucho en los países tropicales. La especie más común es la Dioscorea alata.

Mangifera domestica o Mangifera indica.


(5)
Es el Capiscum annum, según Codazzi. Pero como la palabra pimienta o pimiento sirve para indicar cualquier clase de
(6) especias, también son diversas las plantas que las producen. La principal es la Pimenta officinalis, una mirtácea de la
América Central y de las Indias Occidentales, siempre verde.

Ciertamente no pertenece a la familia de la avena. En su resumen Codazzi no da ninguna referencia sobre la Chinca,
(7) pero cita un vegetal que llama Chica, al que no identifica.

La calabaza es denominada en italiano zucca.


(8)
Nombre de origen desconocido pero del que es inútil buscar de que lengua ha sido tomado, ya que Codazzi da el
(9) significado.

Véase el mapa de la isla de Vieja Providencia trazado por Codazzi.


(10)
No hay rastros de este episodio en las biografías de Lallemand, a quien, como ya se dijo (cap. 5, nota 7), se atribuye la
(11) fundación de un campo de asilo en Texas, el cual puede ser este al que alude Codazzi en la isla de Galveston,
destruido por los españoles a fines de 1818.

Es probablemente la cucaracha descrita por Codazzi en la p. 226 de su Resumen: "Este animal es fétido y vuela
(12) principalmente de noche, alimentándose de toda clase de comestibles que encuentra".

Es el nombre alemán Krabbe un poco modificado.


(13)
Es una especie de pulga penetrante (Rhynchoprion penetrans), que se encuentra entre los paralelos 290 sur y 800
(14) norte.
v. Brehm, Vida de los animales, vol. 6, p. 455-456. Reclus (El Canal de Panamá) denomina a las niguas ¡pulex
penetrans. Dice que la hembra, para depositar sus huevos, penetra profundamente en la carne del pie, y de preferencia
bajo las uñas, y produce llagas purulentas.

Reclus-"El canal de Panamá",- menciona además los jejenes, maringoas, zancudos de largas patas, alúas, tábanos,
(14- congos (tábanos grandes y negros), bravos y rodadores, feroces carniceros.
bis)
Esta palabra aparece notablemente modificada en el original donde se lee tassan. Se trata del tasajo, que se prepara
(15) desde México hasta el Perú y Chile, y que consiste en tiras de carne largas y delgadas puestas a secar al sol y
espolvoreadas con harina de maíz o curadas con sal.

T. Gregorio Mac Gregor fue un escocés que se estableció en 1811 en Venezuela; primero como ayudante de Miranda y
(16) luego como general de caballería participó en las primeras campañas de la independencia. Vencido Miranda pasó a la
Nueva Granada con Bolívar y estuvo con él hasta 1816, año en que regresó a Europa. Volvió a Caracas y fue
incorporado como general de división. Es famosa su retirada a través de los llanos. Murió en 1845.

Pequeña ensenada en la República de Panamá, al NE. de Colón, cerca de Punta Manzanilla.


(17)
No puede tratarse de aquel Camilo Torres, abogado colombiano, que fue el organizador de las instituciones
(18) inmediatamente después de la rebelión contra España. Habría contradicción en las fechas, pues los acontecimientos
que narra Codazzi son de 1818 y Torres fue fusilado en 1816. Quizá sea un general Torres [sic, Latorre] que fue
sustituido en 1822 por F. T. Morales en el mando del ejército realista de Venezuela.
[Carece de toda verosimilitud esta suposición de Longhena. Este es uno de los casos en que el relato de Codazzi
ofrece nombres y detalles que no corresponden a los hechos históricos. Nota del traductor].

[Parece que aquí se omitió en la edición italiana que estamos utilizando, algún renglón del original manuscrito de
(18- Codazzi, pues la frase, tal como está, resulta poco clara].
bis)
Solo a lo largo del Golfo de Campeche surgen algunos escollos llamados "Arrecifes triángulos", porque aparecen
(19) dispuestos en triángulo. En algunos mapas se distingue el West Triangle del East Triangle. En otra parte no aparecen
ni islas ni escollos con tal nombre o dispuestos en tal forma.

74

Es Bélice capital de Hondura Británica, que desde 1850 depende de Inglaterra.
(20)
El San Felipe de que habla Codazzi es el estrecho brazo de mar que une al golfo Dulce, profunda ensenada del golfo de
(21) Honduras, con el mar. El nombre le viene de la localidad de San Felipe situada en su basa interna a la izquierda.

Situada, como lo muestra el mapa de Codazzi, a la derecha del río, no a la orilla del mar sino hacia el interior.
(22)
Véase el excelente mapa de Codazzi "Carta della baia de Honduras, etc.", que se reproduce y anexa a este volumen.
(23)
Hoy Izabal, sobre el golfo Dulce.
(24)
Acajú o acayú, madera que produce una especie de Swietenia (S. Mahagoni, S. Multijuga), o sea la caoba, que se
(25) distingue según su proveniencia.

Es el Canal de Florida o el Nuevo Canal de Bahamas.


(26)
La pequeña flota de Aury del Golfo de Honduras por el Canal de Yucatán y por los dos canales de Bahamas, el nuevo y
(27) él viejo, rodea la isla de Cuba y arriba después a Jamaica por el Paso de Barlovento.

75

- IX -
Llegada a San Blas - datos sobre aquellos indígenas - Partida
para el Golfo del Darién y entrada al río Atrato - Descripción del
clima, producciones, animales e insectos que se encuentran en el
río Atrato - Llegada a la capital del Chocó, noticias sobre los
republicanos y viaje hasta Nóvita - Otras noticias que me hacen
extender el viaje hasta la bahía de Buenaventura - Arribo al
océano Pacífico: Encuentro con Cochrane - Travesía de los Andes
y peligros que hay en ella - Llegada al Valle del Cauca y encuentro
con los republicanos - Paso del Quindío y camino hasta Santafé
de Bogotá.
Con viento favorable partí de Providencia y en tres días llegué a la costa de San Blas, habitada por
indios que nos acogieron muy bien. Fue aquí donde por primera vez vi a los naturales de América
meridional, que se encuentran en el mismo estado en el que se hallaban antes del descubrimiento
del Nuevo Mundo. Los españoles jamás los han podido domar y los dejan vivir en sus bosques y
montañas bajo el dominio de sus caciques. Estos indios no son muy altos, pero sí bien formados y
de buena complexión, tienen una frente muy pequeña y cubierta de cabellos hasta las cejas, ojos
pequeños y separados de la nariz, que es afilada, pequeña e inclinada hacia el labio superior, la
cara ancha, las orejas grandes, los cabellos muy negros, finos y desgreñados, los miembros bien
formados, los pies pequeños, el cuerpo todo liso, sin vello y del color del cobre.

Van completamente desnudos y sólo ocultan en un saquillo las partes genitales; las mujeres se
cubren con un pequeño delantal cuadrado del tamaño de una hoja de papel. Mirándolos
atentamente se ve en ellos un no sé qué de fantástico, de desconfiado, de estúpido; y son
sumamente indolentes pues pasan los días enteros sin moverse. Parece que no tienen ambiciones
y que desean más bien ser tenidos por fuertes que probar que son valerosos. Los caciques son los
jefes de sus pueblos y su autoridad se ejerce principalmente en la guerra y en las expediciones
contra los enemigos. Estos indios tienen un odio tan grande a los españoles que no les perdonan
la vida dondequiera que los encuentren. Habitan en cabañas cubiertas de palma, de forma
redonda, con una sola puerta y levantadas del suelo cerca de 5 pies para librarse de las serpientes
y de los tigres, suben a ellas por medio de una pequeña escalera de mano que retiran desde
dentro. El piso está formado por muchas cañas muy gruesas en forma de vigas, que sostienen
otras aplastadas y clavadas con un pedacito de madera, como si fueran mesas. Las paredes están
tejidas con gruesas lianas partidas por la mitad.

En el interior no hay ninguna separación y todos duermen sobre esteras hechas de hierba; a las
cuales dan diversos colores. Se alimentan de la pesca y de la caza y cultivan el banano, la
mandioca y la yuca. No tienen ningún mobiliario y se sientan sobre sus esteras o sobre sus
talones; su comida ordinariamente es carne o pescado, asados en asadores de una madera muy
dura llamada aracu, esto es madera de hierro. Tienen ollas de barro mal trabajadas y la
(1)
calabaza les proporciona el resto de los utensilios familiares. Las muchachas ylos jóvenes van
completamente desnudos y son únicamente los casados los que llevan el saquillo y el delantal. Se
(2)
pintan todos y se hacen jeroglíficos de varios colores en el cuerpo para aparecer más hermosos,
y las mujeres llevan collares de vidrio, de piedras y de conchas, en el cuello, en los brazos, en los
muslos y en las piernas. Les gusta fumar y beber licores fuertes. Muchos de ellos vinieron a bordo
y estuvieron todo el día, y a la hora de comer, sin haber sido invitados, vinieron a hacernos
compañía y comieron de todo. Por curiosidad fui a ver sus cabañas y me ofrecieron pescado fresco
y bananos, que comí junto con ellos; regalé algunos espejitos y observé que todos tenían gran

76

curiosidad de mirarse en ellos y que cada uno hubiera querido tener el suyo. Seguimos costeando
estas islas y llegamos al golfo del Darién, donde casi siempre llueve y donde los rayos del sol,
cuando se muestran, hieren con tanta fuerza, que es facilísimo sufrir una insolación que te hace
subir fiebre y te pone en peligro la vida. Llegados a la bahía de Candelaria, donde está la boca
principal del río Atrato, me presenté a la vigía, al mando de un oficial con varios indios de los que
(3)
han sido ya reducidos por los españoles . Le presenté mi pasaporte y le regalé un barrilito de ron
y él se apresuró a buscarme dos piraguas de indios para remontar el río. En efecto zarpé con dos
de estas especies de barcas puntiagudas y ovaladas en el fondo, hechas de un solo trozo de
madera de unos doce palmos de largo. En la parte de atrás de la piragua se hicieron con leños
encorvados algunos arcos unidos entre sí por medio de lianas, que componen un tejido que se
cubre con una hoja anchísima llamada ranchera, que nace cerca de tierra sólida y que permanece
verde sus buenos veinte días sin romperse nunca. Con diez de ellas quedó cubierta toda la
casucha y para que el agua no me molestase se pusieron en el fondo de la piragua varios trozos
de madera, sobre los cuales se extendió un entablado de cañas de guadua, la cual está cubierta
de espinas muy largas y espesas y gruesas como un árbol. Estas cañas, una vez que se les han
quitado las espinas, se aplastan y se hacen tablas, con varias rendijas es verdad pero muy sólidas.

La piragua va dirigida por un indio, que está en la punta de atrás, con un canalete (que es una
especie de espátula ancha que sirve de timón) mientras que adelante van dos con unas varas
largas en cuyo extremo hay una especie de horqueta, que llaman palancas, y que van apoyando
contra las ramas de los árboles, los arbustos, las hierbas, las orillas y contra todo lo que pueden,
haciendo una gran fuerza con el pecho para ir contra la corriente del río Atrato, más grande que
nuestro Po y cubierto de horribles bosques y selvas, cuyos únicos habitantes son los animales
feroces. Las crecientes del río van dejando a una distancia grande de' él continuos pantanos, valles
y lagos muy grandes. En la otra piragua iban también tres indios y una cabaña semejante, en la
que iba en pequeños baúles el resto de las mercancías que debía vender. La navegación de este
río es horrible durante todo el año porque casi siempre llueve y torrencialmente, con truenos
estrepitosos y continuos rayos, que son la música de estas regiones. El temporal arrecia siempre
hacia la tarde y al despuntar el día, y en las horas más calurosas el sol rompe las nubes y cae
sobre estos lugares pantanosos y anegados por todas partes y heridos apenas por el sol, cuyos
rayos perpendiculares vienen a morir sobre el terreno lodoso y sobre aguas en su mayor parte
estancadas. Se siente un calor excesivo y por la cantidad de vapores que se elevan se forman en
seguida nubes que, no pudiendo sobrepasar las altas cimas de las vecinas montañas de los Andes
por la fuerza de los vientos que aquí reinan, recaen en continuas lluvias, que se pueden bien
parangonar a aquellas que caen estrepitosamente entre nosotros en cualquier día de verano.
Además de la lluvia es también grande el tormento de los insectos.

Las playas del mar, de los ríos, de los lagos, están negras de pequeños animalitos que cambian de
existencia y de piel en menos de una hora para tomar alas, largas patas y un aguijón que es una
bomba aspirante para succionar la sangre, por cuya causa, una vez que con su picadura han
perforado la piel, viene un escozor insoportable que obliga a rascarse, lo que, repetido
frecuentemente, por la malignidad del aire y la falta de limpieza de las uñas degenera en lesiones.
Hay también numerosísimos enjambres de mosquitos, producidos por la gran humedad y el calor,
que son molestísimos porque se meten hasta en los ojos. Se agregan a estos otros mosquitos
matutinos y vespertinos pequeñísimos que, unos sólo por la mañana, otros sólo por la tarde, te
atormentan de un modo insufrible. Están también los zancudos que fastidian continuamente día y
noche a los oídos con su zumbido y pican por todas partes con sus largos aguijones; de estos los
(4)
hay negros, cenizos y verdes. Hay también el rodador , especie de mosca grande que se
alimenta de sangre y que no deja de picarte continuamente por todas partes hasta que se sacia de
sangre. De estas vuela durante el día una cantidad igual a la de nuestras moscas. Los chinches
voladores son fetidísimos, lo mismo que las cucarachas. Hay las avispas que, colgadas de los
árboles a guisa de saquitos de arena, se arrojan furibundas sobre quien no sepa alejarse. No faltan
los tábanos y un mosco peludo y negro que al picar deja un humor, que engendra inmediatamente

77

un gusano el cual al crecer se cubre de pelos y si no se le mata rápidamente produce la gangrena.
Además de estos insectos están las niguas que se introducen en los pies y una especie de
(5)
murciélago que por la noche succiona la sangre de la punta de los pies y de las manos y si el
individuo no se despierta llega a desangrarlo. A la incomodidad de todos estos insectos se agrega
también la imposibilidad de dar un paso en tierra y el temor de dormir en las barcas cerca de las
orillas, siempre pantanosas y llenas de hierbas muy altas, entre las cuales se esconden culebras
venenosas y caimanes, que son numerosísimos por estas partes. Tantos males venían en parte
compensados con la contemplación de las grandes y admirables obras de la naturaleza, la
cantidad de árboles y palmas que se encuentran a cada paso y la infinidad de animales que con su
vista causan terror o placer, pero siempre sorpresa. Aquí nace el cedro amarillo, facilísimo para
trabajar, el castaño salvaje, el cumare, bastante grueso y muy apto para hacer rápidamente una
(6)
piragua, el mercurio , que es un nogal grande cuya pulpa es muy agradable, con hojas
(7)
cenicientas y acuminadas, el pardillo gris con venas negras , el paraguatán rojo, cuyo tronco
sirve para tintura. Allí finalmente la palma de coco, la de abanico, la de cera que se encuentra
siempre en los lugares más húmedos. Su fruto es oblongo y de pulpa amarillosa y de sus cogollos
(8)
se hace grande uso entre los indios para tejer las redes. La pequeña píritu toda espinosa se
encuentra en medio de ellas, con una fruta de sabor igual al de la uva. El moriche, más alta y más
gruesa y de espinas más gruesas; la carora con fruto de dura corteza de pulpa amarilla, tierna y
dulcísima, y que tiene en medio una fruta muy delicada.

La palma real, la más bella de todas, tiene un fruto semejante al de la carora. Sobre toda otra
(9)
planta se eleva la palma de seje , cuyas frutas serian enteramente iguales a la oliva, si su
corteza no fuera demasiado dura: los indios extraen de ella aceite para ungirse. Más baja crece la
palma xivana, casi sin tronco, con una fruta semejante a nuestras nueces. Se encuentra finalmente
(10)
el acayú, que es completamente negro y duro y semejante al guayacán . Por todas partes se
encuentran cañas maravillosas entre las que lleva la primacía la guadua, ya nombrada y toda
espinosa, la carapaca y la púa, de las que se sirven los indios para sus instrumentos de viento. A
(11)
estas se contraponen los arbustos, la chirimoya de agradable fruta , el jobo con una nuez cuya
carne tiene un sabor de azúcar, el mamey, con su gruesa fruta color café que se come con
(12)
cuchara, y el caruto todo ceniciento cuyas pomas son agradabilísimas. Descuella entre todos el
altísimo carimiri con sus frutas oblongas y pequeñas semejantes a nuestros granos de uva. Sin
embargo en medio de tanta variedad de frutos delicadísimos debe procederse con cautela en
gustarlos, ya que algunos de ellos producen semillas mortales. El mepe con sus ramas olorosas y
sus frutas venenosas de una gran fragancia, el jucurio de fruta amarilla que produce fiebre, y
muchos otros deben evitarse con gran precaución.

Aquí nace también el arroz silvestre entre negro y rojizo. No sirve para el uso humano pero nutre a
una cantidad de aves que habitan estos lugares solitarios. Entre todas descuellan por su belleza
los loros, especie de papagayos grandes como gallinas, de hermosísimas plumas, de las cuales se
sirven los idios para adornarse. Van en bandadas chillando por el aire y los hay de varios colores,
rojos, verdes, azules y son todos buenos para comer. En copiosas bandadas se encuentran los
papagayos de vivos colores, verdes, amarillos y rojos. Como entre nosotros los ansarones y no
(13)
más grandes que ellos, andan las pequeñas cotorras completamente verdes. Muchos loros son
capaces de formar palabras humanas, son de color verde menos las alas y la cola que son de rojo
(14) (15)
mezclado con verde. Aquí se encuentran también el cardenal , el turpial y las
(16) (17)
garzas todas blancas y de altísimas zancas. Allí vive también el pagué con su cresta rizada
en la cabeza, a guisa de la de nuestras gallinas; son de varios colores pero más comúnmente
negros. También hay ocas reales, semejantes a las nuestras, que siempre viven en el agua, como
(18)
también los patos , semejantes a nuestros ánades, y la paloma de río que pone sus huevos en la
(19)
arena, tan agradables como los de la gallina. A esta especie se asemeja mucho el corocori ,
(20)
llamado también gallineta de monte. Hay muchas guacharacas , especie de ocas de varios
(21)
dolores; hay abundancia de pavas , casi iguales a nuestros pavos reales, con la diferencia de
que las hembras son negras y los machos rojizos, y que no tienen en la cola plumas tan largas

78

yhermosas. A todos estos pájaros, que a su placer se clavan en el agua, saltan entre las ramas,
lanzan su vuelo a través de las lagunas y de los bosques, hace una óptima compañía la gran
(22)
cantidad de kovatas , simios negros y rojos que chillan en el fondo de los grandes bosques
(23)
manifestando así sus cínicos amores. Los lujuriosos micos , que con la cola se envuelven en las
(24)
ramas y se lanzan de un árbol a otro. La gran familia de los araguatos , del tamaño de un perro,
con la cola larga y barba de pelo rojizo, buenos para comer y cuya cabeza rasurada parece la de
(25) (26)
un capuchino . El hermoso catarro , macaco blanco y negro aterciopelado, curiosísimo, que
corre a ver las barcas que pasan por los ríos, y una infinidad de pequeños simios de variados
colores. Hay también ratones de bosque que viven en los árboles y son más grandes que un gato y
buenos para comer. La iguana, anfibio que se encuentra también en los árboles, y la araña
(27)
migala del tamaño de un plato, peluda y que devora hasta pequeños pájaros. No faltan los
escorpiones venenosos, los cienpiés, la serpiente voladora, muchas víboras y serpientes de
tamaño extraordinario, entre ellas la cascabel pintada de negro y rojo más gruesa que un brazo, la
(28)
culebra de dos cabezas , por el parecido que tiene su cola con una cabeza, toda color ceniza, y
(29)
el boa de color verde oscuro que parece una viga. En las espesas selvas hay tigres, el vajapuri ,
especie de león de un color entre gris y rojizo. También se encuentra allí el tigre negro que se ve
cerca de los ríos, los que tiene dificultad en pasar a nado; el oso gris de cuya grasa se untan los
(30)
indios para restaurarse de la fatiga; los jabalíes corren por todas partes, y el pecarí , muy bueno
para comer pero con una bolsa de almizcle sobre el lomo, que hay que cortar inmediatamente si no
(31)
se quiere que impregne la carne de putrefacción. La danta , del tamaño de un asno y que los
indios cazan con mucha frecuencia, así como ciervos muy pequeños de sólo dos cuernos. El río
Atrato da además de grandes caimanes e infinidad de tortugas, muchos peces, entre los cuales el
(31 bis)
mayor es el manatí , muy agradable.

Hay también una cierta anguila llamada temblador porque al tocarla con la mano o con una vara te
(32)
hace sentir una sacudida semejante a la que produce la máquina eléctrica . Por la noche,
además de los gruñidos de los osos, de los tigres y de los simios, se deja sentir el desagradable
(33)
grito del animal cuadrúpedo perezoso . Tiene la cabeza parecida a la de un cordero, con
piernas sumamente cortas de color gris, lanudo, y siempre con los ojos llorosos, el cual para mover
una pata emite un lamento que inspira tal compasión que las fieras más hambrientas se alejan y le
tienen lástima; para subir a un árbol necesita varios días y no lo abandona mientras haya alguna
fruta. Cuando se le ha acabado el alimento, para descender más rápidamente se deja caer de
golpe a tierra. Es también desagradable el pájaro tujudío, que en su continuo chillar parece
(34)
pronunciar aquellas sílabas, lo mismo que el cabracuca y el itotoco este es un pájaro no muy
grande que muge como una vaca. Cualquiera puede imaginar cual será el clima de este país casi
todo inundado y cubierto de grandes y espesas selvas, encerrado entre dos ramas de la cordillera,
cuyas aguas todas recaen sobre él, de modo que en la estación de lluvias generales crecen los
ríos, salen de sus lechos y lo inundan todo como un mar, por lo que las fieras se ven obligadas a
huir y a refugiarse en las partes más elevadas.

Por tal motivo la naturaleza aparece aquí avara en producir algunas de las plantas tan útiles en
(35)
estos climas corno el banano, el maíz, el casabe , el ñame, las patatas y otras diversas
plantaciones, por lo que los habitantes están en la más grande miseria, ya que ven que el pescado
apenas sacado del agua se pudre, que la carne todavía palpitante se corrompe y que el pan
apenas se enfría se enmohece. Aquí todo se compra y se vende a precio de oro, sea el alimento,
el vestido o cualquiera otra cosa necesaria. Este clima es tan diabólico que ninguno escapa a las
fiebres cotidianas o tercianas, pútridas o pestilenciales, al vómito negro, a la lepra, a las
(36)
obstrucciones del hígado, a las insolaciones, al pián , que hace caer a pedazos los miembros
gangrenados. En resumen se puede concluir que en este país el cielo y la tierra han declarado la
guerra al hombre, obstinado en establecerse allí por la avidez inextinguible del oro que se
encuentra por todas partes en esta región. Los montes lo encierran en sus flancos, lo llevan los
arroyos, las arenas de los ríos corren mezcladas con el polvo de oro y con muy justa razón algunos
escritores la han distinguido con el nombre de tierra de oro. Pero la mayor parte de los que buscan

79

aquí enriquecerse, las más de las veces Vienen a quedar sepultados con sus riquezas y llevan una
vida siempre enfermiza, y hasta los hijos que nacen de ellos parece que nacen con fiebre.

Durante siete días continuos remontamos este río sin descubrir nunca ninguna casa ni lugar a
donde descender. Al octavo día llegamos a una segunda vigía formada por un oficial y varios
soldados, que habitaban en una barraca de cañas de guadua a una altura de diez pies del suelo, y
se servían para hacer candela de una madera resinosa parecida a nuestro pino, que quemaba
despacio y daba mucha luz. Aquí descansamos un día para dar respiro a los fatigados indios que
habían trabajado continuamente con sus palancas contra la impetuosa corriente, sin que fueran
obstáculo para ellos ni las lluvias torrenciales ni las picaduras de tantos insectos como cubren
estos lugares. El medio que usan para defenderse de ellos es ungirse con el aceite de cierta palma
y frotarse las articulaciones con grasa de oso para adquirir mayor fuerza. Su paciencia en estas
difíciles navegaciones es sorprendente y lo que más debe considerarse es la fatiga de estos
hombres al manejar sus palancas para impulsar adelante las piraguas. Ninguno de nuestros
marineros podría resistir tanto tiempo en un trabajo tan penoso, mucho más si se considera el poco
alimenta que toman en las largas jornadas, que consiste solo en algún banano y carne seca al sol,
asada sobre las brasas; Las cortas noches les conceden poco reposo, pero el suficiente para
emprender de nuevo a la mañana siguiente su fatiga con igual esfuerzo; y ciertamente que yo no
había visto jamás hombres que pudieran resistir tantos días una navegación que es de las más
laboriosas. Casi dos días empleamos para llegar desde la segunda vigía al fuerte, colocado a la
orilla izquierda, en una situación un poco elevada, compuesto de un parapeto hecho de árboles
gruesos detrás de los cuáles hay unos cañones de grueso calibre parte en plataforma y parte con
abrazadera. Puede contener más de mil hombres, pero los cuarteles hechos de caña de guadua no
son sino para trescientas personas. Su forma es irregular y sigue las varias inflexiones del terreno.
Un promontorio que se eleva en la mitad sirve de reducto, sobre el cual cuatro piezas de artillería
cubren las baterías bajas ya indicadas. Por la parte de tierra el fuerte está defendido por un gran
foso con buenas empalizadas y un alto parapeto. El terreno pantanoso y lleno de agua impide que
pueda ser tomado por esta parte y solo se puede atacar por el pie de las baterías que defienden el
río ya que en este lugar la metralla pasa hasta la otra orilla. Antes de llegar a este fuerte el terreno
se eleva un poco más y en algunos lugares pudimos tomar tierra y encender fuego para comer, ya
que hasta entonces nos habíamos visto obligados a hacerlo en las mismas piraguas. Los indios se
sirven del pedernal y de maderas podridas y secas, como nosotros usamos de la yesca, para hacer
fuego. Desde lejos empiezan a verse, de una parte los Andes, que se extienden hasta el istmo de
Panamá, y de la otra, una rama de los mismos Andes, que separa esta provincia de la de
Antioquia. Una sola casa encontramos entre la vigía y el fuerte, colocado también este sobre altas
vigas para protegerse de las aguas del río, que en tiempo de lluvias son más abundantes y se
elevan a una gran altura.

Para ir del fuerte a la capital empleamos cuatro días; aquí el terreno se eleva bastante en algunos
sitios y en las pequeñas colinas que dan a la orilla del río, de trecho en trecho se encontraba
alguna cabaña elevada del suelo y colocada sobre vigas. Me contaban que después de las
crecientes ordinarias del invierno debajo de las mismas casas se recogía el polvo de oro mezclado
con arena, lo mismo que en las diversas playas, pero en muy pequeña cantidad. Aquí empiezan a
desaparecer los numerosos insectos que infestaban estos lugares y el terreno ya no es pantanoso,
pero no hay caminos de ninguna clase y todos habitan sobre las orillas de los varios ríos tributarios
que llevan sus aguas al Atrato, por lo cual siempre se va de un lugar a otro en canoa y no de otra
(37)
manera. La capital de estas vastas provincias, llamadas del Chocó y Citará , está colocada en
una orilla frente a la desembocadura del río Quibdó. La población está compuesta de indios, de
negros y de criollos americanos. Los primeros en gran parte están reducidos a algunas cabañas
redondas, elevadas del suelo, que forman los suburbios de la ciudad; son útiles únicamente para la
navegación del río y para nada más; ningún vestido los cubre, excepto una pequeña camisa para
los hombres y una falda para las mujeres, que les llega hasta la rodilla. Se adornan con collares de
vidrio y se pintan el cuerpo, y su color es como negro de hollín, y no tienen tan buena complexión

80

como los de San Blas sobre la costa del Darién, ya citados. Los negros hacen el oficio de
domésticos y en las varias habitaciones situadas a lo largo de la orilla del río son los trabajadores
del oro, ya que solo ellos son capaces de resistir las grandes fatigas, las aguas continuas, el clima
perverso y pútrido de estas regiones; están totalmente desnudos. Los hombres llevan solamente
un saquito en el que esconden las partes vergonzosas y las mujeres una pequeña falda formada
por dos pañuelos unidos que se amarran sobre la cintura y llegan más arriba de la rodilla. Cuando
van a la ciudad los hombres se ponen un par de calzoncillos cortos, blancos y muy anchos. Los
criollos son en su mayor parte propietarios de los diversos terrenos, en los que han hecho levantar
arrabales de negros y allí los hacen trabajar para sacar el polvo de oro que se encuentra mezclado
con la tierra. Algunos son artesanos mediocres y la otra parte se dedica al comercio, que se hace
con el interior de la provincia del Cauca y con Cartagena. Pero la dificultad de atravesar los Andes,
por los cuales solo pueden pasar mulas tres meses en el año y esto con gran trabajo y con el
peligro de caer en los precipicios que se encuentran a cada paso, hace que con el Cauca sea poco
el comercio que se hace y solo de géneros comestibles que toman la vía de Cali. Pero por la parte
de Cartagena era menos dispendioso y complicado el comercio, ya que pequeños barcos salían de
aquella ciudad, se introducían en el Atrato y, suprimida la arboladura, entre varios indios conducían
a palanca el barco hasta el fuerte, o en la bahía de la Candelaria cargaban en pequeñas barcas
sus mercancías y comestibles y los transportaban hasta la capital. A este lugar se llevaban telas,
paños y todo lo que es necesario para vestir a la población de criollos americanos, ya que para los
negros y para los indios se necesita muy poca cosa.

Aquí también se trae todo lo que sirve para las artes mecánicas y en general los comestibles, como
bizcocho, harina, arroz, frijoles, carnes saladas y secas de toda clase, pescado salado, y en
cambio se recibe el polvo de oro, que no puede transportarse fuera de la provincia sino acuñado en
doblones, pagando el 20% al gobierno, que por causa de la mezcla y liga que le pone gana otro
tanto, por lo que en realidad saca el 40%. Las fundiciones están en Antioquia, en Popayán y en
Santafé de Bogotá. Por consiguiente el negociante debía entregar al Gobernador del Chocó todas
las libras de oro que hubiese recabado en pago de sus mercancías y se le pagaban otras tantas
monedas, reteniendo el 20% y enviando a las fundiciones el polvo recibido. Había pena de galeras
y de pérdida del polvo para quien fuese sorprendido sacándolo fuera de la provincia del Chocó. Si
los indios naturales de estas regiones son tan débiles que son incapaces de trabajar en las minas,
cualquiera puede imaginarse lo que serán los criollos americanos aquí establecidos. Solo la avidez
del oro los ha traído desde el interior del país y de los puertos marítimos para venir aquí a conducir
una vida de las más miserables que se puedan imaginar. El color amarillento y los abultados
vientres que tienen indican claramente que las fiebres, la hidropesía, el estreñimiento jamás los
abandonan. Hombres y mujeres están siempre enfermos y en este infeliz estado poco pueden
cuidar de sus intereses y es necesario que se confíen, las más de las veces, en los jefes de los
negros para él trabajo de las minas, que se hace en forma diversa del de otras partes de América,
ya que durante varios meses se emplean en sacar tierra del pie de alguna colina o montaña,
amontonándola como pilas de pan de azúcar, todas en línea.

Terminada esta primera operación se abre al pie de estas pilas un pequeño canal y se procura
hacer correr agua, desviándola de algún río, poniendo el máximo cuidado en que esta corra con
rapidez, a cuyo objeto le dan mucho declive. Entonces los negros con azadones hacen caer poco a
poco la tierra en el arroyo. Esta es arrastrada por la corriente y quedan en el fondo solo los objetos
más pesados como el oro y la grava. Una vez que el pequeño canal está lleno de ellos, con unos
platos de madera agujereados arrojan a la otra orilla la grava bien lavada, de modo que en el fondo
queda únicamente la arena mezclada con oro. Entonces con platos ovalados de madera recogen
esas arenas y se van al río, que está siempre cerca a lavarlas, de modo que, revolviéndolas
continuamente con una mano, la corriente se lleva la arena y en el fondo del plato queda neto y
limpio el verdadero polvo de oro, finísimo y sin necesidad de depurarlo, y muy semejante por la
forma a gruesos granos de arena. Ponen gran cuidado en tener los platos siempre a flor de agua
para que la operación dé buen resultado. En otros lugares hombres y mujeres se amarran una

81

piedra grande a las espaldas para poder descender al fondo más rápidamente y se meten entre los
ríos con sus platos de madera, toman un poco de arena, vienen después fuera del agua y la van
revolviendo con una mano para que la corriente se vaya llevando la arena y quede en el fondo del
plato, como más pesado que es, el polvo de oro lúcido y sin mácula. Como casi siempre llueve en
esta extensa provincia, no se preocupan por la intemperie al ejecutar los trabajos indicados y por
ésto los negros son los únicos que pueden soportarlos sin ningún perjuicio, porque se ve que son
fuertes y robustos, mientras el resto de la población solo presenta hombres débiles y siempre
enfermos. Cuando los habitantes salen por la ciudad llevan zapatones con gruesas suelas de
madera, con los que van a una altura de seis dedos sobre el suelo. Van vestidos de paño, con
pequeños gabanes al estilo de los peregrinos, y siempre con paraguas. Pero todas sus
precauciones no los preservan durante el año de las fiebres y las más de las veces terminan su
vida miserablemente, en medio del oro, del que aprovechan después sus herederos. Las casas
están todas fabricadas con caña de guadua y revocadas de yeso y cal, todas blanqueadas, por lo
que parecen verdaderas murallas. Están cubiertas de palmas y los pisos son todos de la misma
caña partida por la mitad y en esterilla. La población de la ciudad será de unas tres mil almas, pero
la de los negros esparcidos a lo largo de los ríos y lagos ascenderá a más de cinco mil y un poco
menos serán los indios esparcidos en varios caseríos a lo largo de los diferentes ríos que bañan
por todas partes esta región. Estos caseríos se llaman Murrí, San Miguel, Bebará, Beté, Lloró,
(38)
Tadó y Bagadó y allí cultivan algún banano, ñame, maíz y casabe, pues están situados en
lugares elevados, donde abundan menos los minerales que en otras partes y por consiguiente el
terreno es más apto para el cultivo.

Al presentarme al gobernador español con mi pasaporte del cónsul de Jamaica y con la lista de las
mercancías que quería vender en aquella ciudad, me acogió muy bien, porque había tenido la
previsión de enviarle una caja de vino de Bordeaux, una de aguardiente de Ginebra, un barrilito de
ron, cuatro jamones de Holanda, dos medios barriles de bizcocho blanquísimo y uno de flor de
harina, suplicándole que aceptara ese pequeño regalo. Me permitió vender mis mercancías, que
consistían en paños, telas, pañuelos, medias, sedas, hilos, agujas, tijeras, cuchillos, espejos,
zapatos. Aquí no pude averiguar sino muy poco de lo que me exigía mi misión y únicamente pude
descubrir qué Bolívar había ganado una batalla en la provincia de Tunja, por lo que se decía que
marchaba, aun más, que ya había llegado a Santafé de Bogotá.

Pero estas cosas apenas se decían al oído, tanto era el temor que tenían de la crueldad de los
españoles. Se sabía además que todas las tropas de la provincia se habían hecho marchar sobre
los Andes, por donde pude conjeturar que el ejército de Bolívar trataba de acercarse a ellos, y por
consiguiente me decidí a avanzar más adelante, con la excusa de vender mis mercancías. Hacía
ocho días que estaba en aquella ciudad y había vendido mucho y con un provecho muy superior a
(39)
mi expectativa. Sin embargo pedí pasar a Nóvita , ciudad colocada sobre el río Tamaná, rica por
la gran cantidad de polvo de oro que lleva este río, en una situación más elevada que Citará, y
antigua capital del Chocó. Obtuve el pasaporte y, habiendo embarcado el resto de mis mercancías,
remonté durante cuatro días en dos canoas el río Quibdó, a lo largo del cual se encuentran de
tanto en tanto algunas cabañas al menos para descansar durante la noche. A la mañana del quinto
(40)
día llegamos temprano a la Bodega de San Pablo , donde, cargados los baúles a espaldas de
los indios, me puse en camino a pie y atravesé en menos de dos horas este istmo, que sería
posible cortar para comunicar el Quibdó con el río San Juan, el cual desemboca en el Océano
Pacifico, y así unir mediante estos dos ríos los dos mares, a saber, el Atlántico y el Pacífico.

Entonces se podría seguramente con un pequeño barco de vapor pasar en ocho días de un
océano a otro. El istmo está formado de pequeñas colinas no muy altas y el camino por gruesos
árboles colocados unos al lado del otro, ya que por las grandes lluvias sería imposible a causa del
fango mantener expedito el paso. Habiendo llegado a la bodega de San Juan, que está a la orilla
derecha del río del mismo nombre, tomé otras canoas y, después de embarcar todo, descendí por
el río San Juan, tan grande como el Atrato, y a la izquierda entré al célebre río Tamaná, no muy

82

profundo, y lo remonté un día y una noche entera hasta la bodega de Nóvita. Del istmo hasta esta
ciudad todo el terreno es muy elevado y por todas partes hay montañas muy altas. La misma
Nóvita está colocada sobre un cerro y a sus espaldas se eleva una montaña cuya cima se
confunde con las nubes. Esta ciudad es más grande que Citará pero las casas están construidas
de igual manera. La población de criollos americanos es un poquito mayor y gozan de mejor salud,
aunque la diferencia de posición es poca. Aquí también hay negros que trabajan recogiendo polvo
de oro, que es suministrado en abundancia por el río Tamaná. Los indios, reunidos en pequeños
caseríos, habitan en la bodega de Santa Ana, en Juntas, en San Agustín, así como en la bodega
(41)
de San Pablo y en la de San Juan . En esta parte son más robustos y mucho más inteligentes.
Una vez llegado a la ciudad regalé al comandante paño para vestirse y tela para camisas y
comencé a vender mis mercancías. Fue aquí donde, habiéndome hospedado en casa de una rica
viuda que había perdido su esposo en la última revolución a manos de los españoles, la encontré
de tal manera encarnizada contra ellos que no veía el momento de que fueran arrojados de la
provincia. Después de conocer bien y sondear a esta señora sin descubrirme, mostré vivo deseo
de tener noticias de los sucesos de la guerra; ella no dejaba de informarme día a día de cuanto con
la mayor cautela se podía llegar a saber en la región y un sobrino suyo venia de tertulia todas las
tardes y comentaba los sucesos, que entonces parecían funestos para los españoles, ya que se
decía que Bolívar estaba en Santafé, que un ejército había llegado hasta Ibagué, que tenía orden
de invadir las provincias de Popayán y de Antioquia y pasar a la del Chocó; finalmente que por mar
la flota de lord Cochrane batía la costa de la bahía de San Buenaventura.

Convencido de la exactitud de las noticias que circulaban sobre las tropas republicanas, pensé
pedir pasaporte para ir a Cali, ya que me hallaba cada vez más cerca de ella y que en mi corta
travesía de mar entre el San Juan y Buenaventura tenía esperanza de encontrar la flota de lord
Cochrane, que pertenecía a las repúblicas confederadas de Buenos Aires y Chile. Embarcadas
pues las pocas mercancías que me quedaban, descendí por el río Tamaná y después por el San
Juan y en dos días llegué a la vigía, de donde, después de presentar mi pasaporte, continué el
viaje y al tercer día estaba en las aguas saladas del océano Pacifico. Navegaba en una gran canoa
con seis indios, que a fuerza de remos me debían conducir a la bahía de Buenaventura. El viento
era contrario y por esto tenían que hacer una fuerza enorme para avanzar. Durante la noche se
levantó de la parte de tierra un poco de viento y entonces, habiendo puesto una especie de estera
que usan como vela, navegamos bastante bien pero nos alejamos de tierra. No estábamos lejos de
las islas llamadas Las Negritas, que están cerca de Buenaventura, cuando se levantó el sol e
iluminó el horizonte. Mirando en torno vimos Las Negritas y la bahía, pero detrás de nosotros, y no
muy lejos, navegaba un barco de guerra. Los indios despavoridos querían lanzarse a tierra para
salvarse, pero yo los disuadí diciendo que era un barco mercante. No tardamos mucho en sentir un
disparo de cañón y una bala nos cayó a poca distancia.

Entonces los indios me reprocharon por no haber querido escuchar su consejo pues se
consideraban perdidos. Los animé y los hice navegar hacia el barco de guerra que nos llamaba a
la obediencia. Aunque había izado una bandera española, reconocí sin embargo, al subir a bordo,
por sus uniformes a los marinos de nuestra república y, habiendo bajado al camarote con el
capitán y después de haberme cerciorado de que no me engañaba, le revelé en parte mi misión,
suplicándole que me condujera al almirante. En efecto volvimos la proa hacia Panamá y antes de
que terminara el día encontramos la flota, que venia por aquella parte. Estaba compuesta por una
fragata, cuatro corbetas y muchos bricks. Conducido por el capitán a bordo ante el almirante, le
presenté mis credenciales, que llevaba cocidas a un par de zapatos, y una vez que fui reconocido,
fui tratado con mucha distinción, pero me aseguró que no podía hacer ninguna operación ni
entretenerse en ningún ataque sobre Panamá, ya que Aury tardaría mucho en obrar sobre Porto
Belo y en marchar de allí rápidamente sobre aquella ciudad para unirse con él, que se veía
obligado a dirigirse inmediatamente al Perú, donde había dejado al general en jefe San
(42)
Martín avanzando con todo el ejército sobre Lima; y como no podía saber cual sería el resultado
de aquella campaña, no quería alejarse demasiado del teatro de la guerra. Me dijo también que

83

había hecho una carrera hasta Panamá, deteniéndose algún tiempo en las cercanías de
Buenaventura para ver si era posible obtener noticias de los progresos de Bolívar, pero que hasta
entonces sus investigaciones habían sido infructuosas. Yo por mi parte no dejé de ponerlo al
corriente de cuanto se decía y, habiendo comprendido que con ellos mi misión no podía tener
ningún efecto, le rogué que me dejara de nuevo en tierra para tratar de reunirme con Bolívar en la
Nueva Granada.

El almirante me indicó que él se dirigía a Guayaquil para tratar de sublevar aquellas provincias,
muy al alcance de las operaciones de San Martín y de Bolívar, si se confirmaba su entrada a
Santafé de Bogotá. Habiéndonos acercado a tierra me fue restituida la piragua con los indios en las
cercanías del cabo Corrientes. Les hice creer a los indios que los barcos de los insurgentes no
querían que fuese a Buenaventura, por lo que trataría de regresar a Nóvita para ver si de allí podía
pasar a Cali; pero ellos me dijeron que era más corto el camino si tomaba el río San Agustín y
atravesaba por allí los Andes. Me atuve gustoso a este aviso y, habiendo entrado por el río San
Juan. empleamos un día para llegar a la vigía; El terreno aquí es muy parecido al de la
desembocadura del río Atrato y los insectos se dejan sentir bastante. Al oficial de la vigía le conté
que habíamos sido detenidos por barcos insurgentes que no permitieron que nos dirigiéramos a
Buenaventura, lugar al que ellos se dirigían desde Panamá, ciudad que habían estado cañoneando
inútilmente durante algunos días. Le pedí entonces el favor de darme visado el pasaporte para San
Agustín, pues pensaba pasar de allí a Cali, y después de regalarle un pedazo de paño y varios
pañuelos accedió a mi solicitud. En menos de dos días llegamos a San Agustín, ya que no había
dejado de halagar a mis indios con promesas de una recompensa, que hice efectiva a mi llegada.
Este lugar es gobernado por un corregidor y hay muchos indios reunidos en varios caseríos. La
población parece más bien un campamento por la cantidad de barracas que hay.

Una vez allí, le regalé en primer lugar al corregidor tela, muselina y unos pañuelos y obtuve
inmediatamente el permiso de seguir adelante, es más, él mismo me buscó los indios que debían
servirme como bestias de carga para el transporte de mi persona y de las mercancías. Me detuve
un día para preparar mis baúles para el paso de la gran cordillera, que iba a realizar por un punto
por donde no pasan sino hombres y por donde ni siquiera los marranos pueden trasladarse a la
provincia de Popayán, porque se precipitan por los despeñaderos y barrancos, que son
espantosos. Se recogieron pues hojas de las mismas que en el Atrato habían servido para cubrir
las canoas y se amarraron bien a los baúles por medio de bejucos y encima se colocó una cubierta
de palmas de abanico, para que el agua corriera por los lados. Debajo de esta cubierta se pusieron
una frazada de lana y una piel de oso bien dobladas, para que la carga fuese protegida de las
continuas lluvias que caen en aquellas altísimas montañas; aquel era además el único lecho que
podíamos tener en aquellos despeñaderos y por aquellas selvas. Preparados así los baúles y
cubiertos, se les amarraron algunas cortezas de árboles, de manera que dos pasaran por debajo
de los brazos de los indios que debían llevarlos y la tercera sobre la frente.

Así, armados con un bastón, que por una parte tiene una punta para apoyarse y por otra una lanza
para defenderse de las fieras; emprenden ellos, con un peso a veces hasta de doscientas o
trescientas libras, el paso de estos montes, en el cual se emplean semanas enteras sin encontrar
nunca una sola cabaña. Tres indios llevaban los baúles, el cuarto una silla, que se coloca a las
espaldas como un baúl, sobre la que se sienta de espaldas el que quiere pasar estos montes, y no
hay peligro de que el indio, ágil, fuerte y esbelto, te deje caer nunca. Un quinto indio llevaba una
enorme cesta parecida a la que acostumbran llevar nuestros panaderos, tapada con hojas y
defendida por encima por una cubierta de palmas. En ella se conservaban las provisiones
necesarias para todos nosotros, esto es, bizcocho fabricado de maíz, arroz, tasajo (que es carne
secada al sol) y chocolate, con dos botellas de aguardiente que me dio de regalo el corregidor. Se
llevaba también una pequeña olla y varias totumas que debían servir de platos y vasos. Muy
temprano nos embarcamos todos en una canoa grande y empleamos todo el día para llegar al
lugar donde se empieza a subir la montaña. En esta jornada pude admirar la destreza de los indios

84

en manejar sus canoas por en medio de las grandes piedras y de las cascadas de agua, que a
veces son de dos pies de altura y que alcanzan la altura de un hombre. Ellos se arrojan al agua y,
tirando la canoa de piedra en piedra y de roca en roca, la pasan por sobre las cascadas; con gran
sorpresa mía vi a una india, sola, en una pequeña canoa arrastrada con vehemencia por la
corriente, que con una notable agilidad evitaba con presteza por medio de su canalete, ora esta ora
aquella piedra, y que al llegar a la cascada dejaba caer su frágil leño en medio de ella y lo sabía
dirigir tan bien y tener en tal equilibrio, que no había peligro de que se volcara. Cuando
descendimos a tierra no vi otra cosa que un espeso bosque y en vano buscaba por donde estaba
el camino. Los indios me indicaron un sendero que más bien parecía para fieras que para
hombres. Inmediatamente se construyó una pequeña cabaña, con dos horquetas clavadas en
tierra a la altura de un hombre, a las que se les acomodaba un palo atravesado y a estos se
amarraban otros varios que iban a terminar en declive hasta tierra. Se entretejían con lianas y se
cubrían con hojas que de propósito se habían llevado desde San Agustín y que iban enrolladas
como pliegos de papel y amarradas a los baúles, de modo que nuestra cabaña, un poco más
ancha que el tamaño de un hombre y tan larga que pudiera ser ocupada por seis personas para
dormir, quedaba muy bien cubierta con veinte hojas. En la parte superior se ponían algunas ramas
de árboles para que el viento no se las llevara y al frente se encendía un gran fuego del mismo
tamaño de la cabaña, que ellos llaman ranchería. Los dos lados que formaban como dos triángulos
estaban trancados con los baúles y provisiones y por dentro con palos que se apoyaban en la
tierra.

En torno a ellos se practicaban con la pica un pequeño surco para que las aguas lluvias no
entrasen a la cabaña. Al frente colocaban hojas a manera de alero al estilo de nuestras casas, de
manera que también el fuego quedaba a cubierto. Se me dijo que esto era necesario para
mantener alejados a los tigres que abundaban allí y para ver las serpientes que se pudieran
acercar; por esta causa cada uno de los indios vigilaba por turno y también para mantener siempre
el fuego, necesario para calentarnos en aquellas montañas, cuyas máximas alturas están cubiertas
de nieve perpetua, aunque no están situadas sino a sólo cuatro grados de distancia del ecuador.
Se hizo una sopa de arroz, se asó un poco de tasajo y extendidas las pieles de oso, con un pedazo
de madera como almohada, nos cubrimos con nuestras mantas de lana. Al rayar el alba (lo que
para nosotros ocurrió muy tarde por las espesas selvas que impedían la luz) nos levantamos para
tomar un chocolate y asar la carne que habíamos de comer a mitad de camino. Enrolladas
después las hojas, guardadas las mantas y las pieles y cargados los hombres, iniciamos el camino,
mientras que el indio propietario de la piragua descendía con ella a San Agustín. No quise
sentarme en la silla pareciéndome que mis piernas, mi juventud y mi agilidad podían ser suficientes
para seguir el paso de los indios, cada uno de los cuales llevaba casi trescientas libras de peso a la
espalda, pero estaba muy engañado comparándome con aquellos hombres y, aunque no llevaba
sino un sable y dos pistolas bien resguardadas a causa de la lluvia que ya empezaba cuando nos
pusimos en camino, sin embargo no pude seguirlos y a veces iba yo al pie de un monte cuando
ellos ya me estaban esperando en la cima. El aspecto de estos lugares es completamente
sorprendente e imposible de describir; sin embargo de la mejor manera posible me propongo dar
una idea, para hacer comprender lo incómodo que es para nosotros europeos cruzar aquellos
montes, que para los naturales del país son travesía sin importancia. Se presentan montañas
sumamente empinadas que parecen más bien muros cubiertos de frondosos y espesos árboles
llenos de espinas; no se encuentran caminos sino muchos y pequeños senderos, hechos todos por
el paso de las fieras y si no se tuviese a los indios por guías no se darían cien pasos sin desviarse
del camino recto. Para subir hasta las cimas había que valerse de las raíces de los árboles y
agarrarse bien con la mano a ellas, porque muchas veces no había donde afirmar el pie en el
terreno resbaloso. A veces había que confiarse a árboles espinosos por no haber otro apoyo mejor
y por no haber posibilidad de dar la vuelta por otra parte, tan espesas eran las lianas que
estorbaban el paso. Al subir a la cima nos encontramos con una pequeña llanura cubierta de
selvas negras llenas de aguas estancadas y de un terreno tan cenagoso que te entierras en el
fango hasta la cabeza. Para evitar este peligro era necesario, unas veces caminar sobre largos
árboles que habían caído por sí mismos y otras pasar bajo las ramas de los que estorbaban el

85

camino. Pero apenas se habían sobrepasado estos tropiezos, cuando se presentaba una montaña
más alta yabrupta que la precedente, por cuyos flancos había necesidad de pasar teniendo debajo
de los pies horribles precipicios, de modo que no te atreverías a moverte sin antes haberte
asegurado con las manos de algún espino, rama o arbusto. Después de haber trepado con gran
dificultad a la cima, se te presenta un nuevo monte más alto y las aguas que caen de él forman en
la cima que está debajo una especie de laguna, en la que quedas sumergido a veces hasta el
pecho en aguas frigidísimas, que te hacen helar el sudor de que vas cubierto por la fatiga. Aunque
jadeantes y cansados es necesario atravesar también aquel monte, y el temor de los barrancos y
precipicios no debe asustarte, pues de lo contrario jamás se atrevería uno a afianzar el pie en los
pequeños escalones hechos en la roca pura, a los que es necesario agarrarse no sólo con las uñas
y con las manos sino aun con el pecho y las rodillas para no resbalar a los profundos abismos, en
los que no se puede fijar la vista sin sentir vértigo. Se diría que una vez llegados a lo alto se habría
finalmente de descender, pero era bien al contrario; un monte más elevado y rocoso se presentaba
delante; se renovaban pues los despeñaderos, barrancos y precipicios, y puede decirse con toda
razón que casi siempre hay necesidad de andar a gatas. Son también pavorosos los diversos
boquerones que es necesario pasar, en los cuales, una vez que llegan a ellos los cargueros o sea
los indios que van con la carga, gritan a todo pulmón para ver si alguno viene por aquellos
estrechos pasadizos o tajos, formados por las aguas en medio de las montañas, por los cuales
apenas puede pasar un hombre. Si no responde nadie se emprende la travesía del estrecho
cañón, en el cual la luz es un resplandor que apenas permite ver las paredes, que unas veces son
de piedra y otras de gruesa arcilla, y darse cuenta con espanto de las enormes piedras y montones
de tierra, que penden sobre vuestra cabeza, separados del cuerpo de la montaña por grandes
grietas, las cuales parece que están para caer y castigar vuestra temeridad. Por la tarde tenía
fiebre, quizá por la fatiga del pecho en la subida, por la continua lluvia y por el sudor helado a
causa de las aguas frías en que era necesario meterse; también se enfermó el que llevaba las
provisiones.

Por la noche casi no pude dormir por el fuerte dolor de cabeza y a la mañana siguiente fue
necesario continuar la marcha a pesar de estar enfermo. Al que llevaba la silla, que entonces me
hubiera servido mucho, le dimos las provisiones y por fuerza me tocó caminar a pie; pero no había
hecho sino dos horas de marcha cuando falto de fuerzas caí desvanecido en medio de un pantano;
los indios me levantaron y recobré un poco de ánimo bebiendo aguardiente. Sin embargo a cada
paso me parecía que me daban un martillazo sobre la cabeza. Finalmente hacia el medio día no
pude más y como estábamos en la cima de un monte, plantamos allí nuestra acostumbrada
ranchería, me metí desnudo entre la piel y las cobijas y esperé a que se secasen al fuego la
camisa y los vestidos. Mientras se hacía esto fui presa de un sueño tan agradable que sólo me
desperté a la mañana siguiente, libre del dolor de cabeza pero débil y extenuado.

Sin embargo pude seguir mi camino y ya no me quedaba otro remedio en aquellos lugares
solitarios que sufrir, aguantar y ver de superar el mal, ya que no es posible encontrar quien te alivie
pues no hay por allí sino bestias feroces, a cuyos aullidos hacen eco las oscuras selvas y los altos
montes. Se ven las zarpas de las fieras impresas en el fango y con frecuencia hasta las ves huir
delante de ti. Pocos pájaros se atreven a hacer aquí sus nidos, todo es horror y soledad, y las
únicas flores que se ven son las amarillas de la planta del frailejón. Numerosas matas y arbustos
nacen en medio de los frondosos y apretados árboles, que son muy gruesos y de una altura
prodigiosa, y que hacen tan oscuras y espesas las selvas que con dificultad penetra a través de
ellos la luz del día. Ellos cubren por todas partes las altísimas montañas de los Andes, menos en
las cimas más elevadas, en las cuales se ve una naturaleza muerta, estéril para producir plantas, y
más arriba todavía los encanecidos montes de nieve eterna arrojan un frío excesivo sobre el
viajero y los huracanes que soplan de cuando en cuando arrastran por los horribles precipicios a
los entumecidos viandantes que tienen la desgracia de encontrarse en aquellas vetas cuando los
páramos están enfurecidos.

86

Los indios suelen conocer los tiempos propicios para pasarlos, pero con frecuencia se engañan y
vienen a ser víctimas de su audacia. Nuestras montañas de los Alpes en comparación con los
Andes son otros tantos pigmeos y la naturaleza se muestra sobre manera colosal en la osatura del
Nuevo Mundo, así como en sus producciones y en los grandes ríos que lo bañan por todas partes.
Seis días seguidos estuvimos subiendo continuamente los escarpados montes que no tienen
faldas y que uno después de otro se suceden a guisa de escalones de una inmensa escalera, bien
al contrario de lo que sucede en nuestras montañas. Se me ocurría pues que, traspasadas tantas y
tantas crestas tan elevadas sin descender jamás, se me debía presentar una pendiente demasiado
larga y empinada que me llevase a las llanuras del Cauca, pero fue todo lo contrario, porque
habiendo llegado a un lugar que llaman el Boquerón, vi a mis pies el hermoso valle en medio del
cual serpeaba el río Cauca y se descubrían varias poblaciones y ciudades. ¡ La vista era hermosa!
Y en pocas horas, por una rápida bajada que me obligaba a sostenerme de árbol en árbol y a
veces a dejarme caer de una raíz a otra, me encontré en una amena y sonriente llanura donde al
fin se podía ver el cielo, que limpio de nubes me calentaba con sus rayos solares.

Me parecía haber llegado al paraíso terrenal, tanto era lo que había sufrido en el paso de aquellas
cordilleras a causa de las continuas lluvias, que no permitían ver jamás el sol, y de las continuas
fatigas que ni siquiera eran aliviadas por un hermoso paisaje, ya que a causa de los espesos
bosques apenas se podía divisar a pocos pasos al que iba delante de ti por aquellos senderos. Por
consiguiente era hermoso ver las manadas de bueyes, caballos y ovejas que pastaban en los
magníficos prados ornados de flores y de verdura. Las casas de campo esparcidas aquí y allá y los
diversos árboles frutales que se encontraban Cerca de ellas, que daban una idea del buen cultivo
de aquellos terrenos, los cuales, aunque en un llano, están a una gran altura sobre el nivel del mar.
El clima allí es cálido y en materia de árboles y de frutas se ven muchas de las producciones de las
Antillas.

Los habitantes son de raza indígena y española y por consiguiente de color un poco oscuro, pero
(43)
buenos, afables, laboriosos y muy amantes de la libertad. Llegados a Cajamarca , que es un
pequeño caserío, recibí la noticia de que las armas republicanas a órdenes del general Valdés
habían llegado a Cartago, al otro lado del Cauca. Que las tropas españolas al mando de
(43 bis)
Morales se habían retirado a Cali y que la vanguardia de los republicanos comandada por el
coronel Murgueitio estaba ya en Roldanillo. Pasé la noche en este caserío, pagué a los indios, que
se regresaron inmediatamente a San Agustín, y tomé caballos para dirigirme con un guía hacia
Roldanillo; atravesé algunas pequeñas colinas desde las cuales, mirando a la izquierda, se ven
confundirse con las nubes las crestas de los montes que había pasado y a la derecha se extendía
con variado y bello aspecto el hermoso valle, o sea el "valle del Cauca". Antes de caer la tarde
estuve en la ciudad, que se hallaba toda en gloria y de fiesta por la llegada del ejército libertador.
Pedí ser presentado al coronel comandante, a quien hice conocer mi condición y le mostré mis
credenciales escondidas en una bota. Fui admitido y obtuve un pase y una escolta de caballería
para ir hasta Cartago, a donde llegué al día siguiente y donde fui recibido con mucha cordialidad
por el general Valdés. En esta ciudad me mandé hacer inmediatamente dos uniformes y me
presenté vestido según mi grado, deteniéndome dos días para descansar de la travesía de los
Andes y renovar fuerzas para efectuar el paso del páramo del Quindío, cuyas cimas están
cubiertas de nieve durante todo el año y que es uno de los más altos de la Tierra Firme. Aun
cuando en la época en que no llueve puedan pasar por él las mulas, aún con ellas se emplean por
lo menos quince días, mientras que a pie tenía la esperanza de pasarlo en ocho. En efecto tomé
algunos cargueros, que son criollos que sirven como en el Chocó de bestias de carga, con un
pequeño baúl, una silla y las provisiones, y con sólo dos indios me dispuse a pasar este páramo de
una altura de casi tres mil toesas, cuando el paso del Mont Cenis no es sino de 1060.

Le dejé las pocas mercancías que me quedaban al alcalde y me puse en camino, y durante cinco
días continuos no hice sino subir terribles y escarpadas montañas cubiertas de espesas selvas,
menos una que llaman calva, la cual por estar toda cubierta de grandes hierbas y sin un árbol, por

87

lo que no se puede uno defender de los ardientes rayos del sol que aquí hieren casi
perpendicularmente, la pasamos de noche a la luz de la luna. El sexto día estábamos casi en la
cima, donde un frío agudísimo nos hacia a todos castañear los dientes. No valieron el fuego y ni
siquiera los licores para calentarnos, y sin embargo estábamos en la zona tórrida a sólo cuatro
grados del ecuador. De aquí se debe deducir que no es tanto la vecindad al ecuador, cuanto la
diversa elevación del terreno, la que hace helados lugares que por los antiguos eran considerados
siempre cálidos por su posición; y me confirmé más en ello en el rápido descenso de este páramo
por el lado de Ibagué, ya que en un día pasé de un gran frío a una temperatura media y por la
tarde me encontré en un lugar donde el calor era excesivo. El séptimo día se me presentaron a la
vista las hermosas llanuras de la provincia de Mariquita y al medio día estaba ya en la ciudad de
(44)
Ibagué , célebre por sus minas de cobre amarillo y su artesanía en este metal. Atravesé el
páramo del Quindío sin lluvia, acampando siempre al raso y cubriéndonos con las acostumbradas
(45)
hojas, aunque de tanto en tanto se encuentran unas cabañas llamadas tambos , que sirven para
alojar a los que atraviesan estos lugares con sus mulas cargadas de mercancías. Sin embargo no
hay nadie en ellos y no son más que cobertizos de hojas de palma, esto cuando los palos que
sostienen la cubierta están entrelazados con palmas o bejucos, que es lo mismo que estar bajo un
mal pórtico. En este paso corté la cola de una serpiente negra y amarilla de un tamaño
descomunal, que me dijeron era un boa, el cual estaba enroscado en un árbol sin que se le pudiera
ver la cabeza que tenía escondida entre las hojas, pero fue tanto el estruendo que este reptil hizo
en el bosque que todos nos dimos a la fuga. También matamos muchas serpientes durante el viaje
y me pareció que eran casi tan abundantes como en las cordilleras del Chocó. Las aguas de estos
páramos son siempre fresquísimas, límpidas y buenas.

En Ibagué descansé el resto del día y a la mañana siguiente, con buenos caballos para mí y para
mi equipaje y con un guía, atravesé las grandes llanuras, donde no se encuentra un solo árbol para
defenderse del ardiente calor del sol, que hiere obstinadamente con sus rayos y que produce un
calor insoportable. Por la tarde vine a dormir al caserío de Piedras; a la mañana siguiente, al rayar
(46)
el alba, me puse nuevamente en camino y pasé el río Magdalena frente a Guataquí . En esta
(47)
ciudad cambié de caballo y seguí hasta Rioseco ; al día siguiente, siempre a través de variadas
(48) (49)
y amenas colinas, pasé por Tocaima donde cambié de caballos, y llegué al Portillo y por la
(50)
tarde a Anapoima . Al día siguiente, por una dilatada falda de una montaña, llegué a La
(51)
Mesa ciudad grande situada en un lugar delicioso y elevado y muy dedicada al comercio.
(52)
Proseguí con buenos caballos y a través de pequeñas montañas hasta Tena , población situada
al pie del monte de este nombre, por donde deben pasar los que, por el río Magdalena, vienen de
(53)
Mompós y Honda a Santafé de Bogotá. De aquí se empieza, aun cuando se está ya en un
terreno muy elevado, a subir continuamente hasta Serrezuela, y cuando creí descender de esta
montaña, me encontré por el contrario en una vasta llanura, en la que me detuve en la pequeña
población de Bogotá desde donde en lontananza se divisaba la capital, situada en la falda de
altísimas montañas. Apenas amaneció, montando a caballo, proseguí mi marcha y al medio día
estaba en Santafé de Bogotá, en el palacio real, habitado antes por el Virrey español y ahora
residencia del Vice-Presidente de la República de Colombia, Francisco de Paula Santander,
general de división, condecorado con la Orden de los Libertadores de Venezuela y de
Cundinamarca y con la Cruz de Boyacá.

N. B. Resulta del pasaporte español y del que obtuvo del coronel republicano Cancino, en Cartago,
para Santafé, contraseñado, para el regreso, en Bogotá, por el mismo Santander.

Es el nombre español de la zucca: "calabaza".


(1)
Véase F. Ratzel, Las razas humanas, vol. 1, p. 572-578, donde habla de los tatuajes y de la costumbre y significado
(2) de pintarse el cuerpo que tienen los indios de la América Central y Meridional.

E. Reclus, en su Geografía Universal, vol. XV, p. 275, resume toda la historia de la navegación del Atrato, desde
(3) Fidalgo (1793), pero no menciona a Codazzi.
Véanse también:

88

a) la nota 12 al vol. 2 del Viaje a la República de Colombia de Mollien (1828) -traducción italiana Milano, Sonzogno,
1825, p. 594-597- donde aparecen las observaciones de un inglés, que ha querido permanecer anónimo, sobre los
modos de abrir una comunicación fluvial entre el Mar de las Antillas y el gran Océano a través de los ríos Atrato y
San Juan;
b) la nota 161. p. 550-552 de Süd-Amerikanische Studien de H. Schumacher.

¿Es la mosca brava o carnicera?


(4) "Otra mosca hay más terrible todavía, la cual suele agujerear la piel de las personas o animales y debajo del pellejo
nace un gusano peludo que a medida que crece da dolores agudos, hinchándose la parte, sin muestra ninguna de
abertura". (Resumen, p. 233)

Se trata quizá del temido vampiro.


(5)
¿Será el Mercurialis peaennis? [los nombres de plantas y animales que menciona Codazzi en seguida, han sido
(6) transcritos del original italiano por Longhena en tal forma que resultan nombres a veces imposibles de identificar.
Nota del traductor].

Quercus caris.
(7)
Es una variedad de palma,
(8)
El Resumen repite que es una palma.
(9)
Guajacum sanctum o guajacum officinale.
(10)
Annona Humboldtiana.
(11)
Genipa americana.
(12)
Loros o papagayos (psittacus).
(13)
Cardinalis virginianus, o Paroaria dominicana (pinzón dominicano), o uno de los del grupo de los Tanagra.
(14)
Icterus Iamaicali.
(15)
Garza blanca o real (adea).
(16)
Pipra rupicola, ¿o gallito de monte? [Creemos que se trata del paují de copete, craxalector. Nota del traductor].
(17)
Platalea aiaia (del grupo de las espátulas) o aves del grupo de los ánades: pato real, pato carretero.
(18)
Gallito de monte (psophia crepitans).
(19)
Guacharaca (parra qua), familia de las Penélopes.
(20)
Pava de monte (penelope cumanensis), o pavo real (pavo cristatus), o pavo (meleagris gallo-pavo).
(21)
Quizá la simia belzebuth, de la que hay una especie con el vientre rojizo.
(22)
Macacos o micos del género Salcis.
(23)
Simia ursina.
(24)
Es el capuchino o simia chiropotes, que no debe confundirse con el anterior.
(25)
Pertenece al género de los Lagothriz...
(26)
Ragno uccellatore, o Mygale. Codazzi la llama araña peluda.
(27)
Culebra de dos cabezas.
(28)
¿El jaguar? [¿o el canaguaro? Nota del traductor].
(29)
La váquira del género porcino.
(30)

89

Del género tapir.
(31)
Quizá este pez, del que el nombre aquí indicado debe ser un nombre local, pertenezca a una variedad de los
(31bis) Carassini, frecuentes en las aguas de la América Central y Meridional, que se asemejan a las truchas, lo que
justificaría el calificativo que le da de "assai saporito". [Longhena transcribe Macciti, creemos que se trata del
manatí y así lo hemos puesto en el texto. Nota del traductor].

Es el gimnoto o anguila eléctrica (electro phorus electricus), cuyas descargas eléctricas son más fuertes que las del
(32) torpedo.

Es la pereza de que habla el Resumen. Pertenece al orden de los desdentados.


(33)
No hemos podido identificarlos; son muchos los pájaros que reciben el nombre por su canto. ¿El itotocho será
(34) quizás el tucano?

Es el pan hecho con yuca amarga.


(35)
Hay una enfermedad que tiene gran semejanza clínica con la sífilis y que se conoce con este nombre. Es común en
(36) las Indias Occidentales y en la América del Sur, y se manifiesta por pequeñas manchas rojas alrededor de una
mayor que está al centro; cada una de tales manchas viene a convertirse en un tubérculo que parece una
excrecencia vegetal. Parece que es provocada por la picadura de un insecto. Esta enfermedad ataca principalmente
a los niños. Con otros nombres aparece en el África, en la Malasia y en otras partes.

Es una pequeña ciudad que ahora se llama Quibdó. En este centro de esta región rica en minerales termina también
(37) la navegación.

En el mapa de Codazzi no figura sino Beté, abajo de Zitará y a la izquierda del río.
(38)
Otro mercado de oro. Como Quibdó es una ciudad con cabañas lacustres. Se le dan 8.000 habitantes.Está situada
(39) sobre la orilla izquierda del río Tamaná, afluente del San Juan por la banda izquierda.

Es un pequeño centro donde termina la navegación del Quibdó y el punto más vecino al San Juan; la pequeña
(40) población está sobre la orilla derecha del río del mismo nombre.

De estas bodegas (posadas) Codazzi, en su mapa "Itinerario dalle foci del S. Juan a Bogotá", indica la de Santa Ana,
(41) cerca de la orilla derecha de un afluente del San Agustín, tributario del San Juan por la banda izquierda.

También aquí Codazzi anticipa los acontecimientos y comete errores en materia de fechas y de sucesos. Estamos
(42) en la segunda mitad de 1819. Por aquel tiempo San Martín, quien con la victoria de Maipó (5 de abril de 1818) había
ya librado completamente a Chile de los españoles, se había dirigido, con tropas chilenas agregadas, hacia el Perú
(5 de febrero de 1819). Entre tanto Cochrane, con su flotilla, devastaba en 1819 las costas del Perú. La empresa de
Lima fue en 1820, precisamente un año después del viaje de Codazzi por el Atrato.

Cajamarca es el nombre de un caserío que quedaba entre San Agustín y Roldanillo


(43)
F. Tomás Morales (1781-1844), español, de humilde origen. Desde 1804 estaba en Venezuela y de 1810 a 1822
(43 participó en todos los hechos de armas que se desarrollaron en Venezuela, pero de la parte de España contra los
bis) insurgentes. Sucedió en el comando del ejército a Latorre. Conquistó a Maracaibo (1822), pero no logró conservarla
y se vio obligado a capitular
[Está errado Codazzi, pues por estas fechas no hay ningún Morales al frente de las tropas realistas en el Valle del
Cauca. Nota del traductor]..

Hoy es capital del departamento del Tolima, del cual hace parte también la antigua ciudad de Mariquita, que en
(44) tiempo de Codazzi era la que daba el nombre a toda la provincia.

Tambo equivale a posada o parador.


(45)
Guataquí, a la orilla izquierda del Magdalena.
(46)
Afluente del Magdalena por la banda derecha, más abajo del río Bogotá.
(47)
Tocaima, sobre la margen derecha del río Bogotá, estación del ferrocarril Bogotá-Girardot.
(48)
Queda más cerca de Tocaima que de Anapoima.
(49)
Anapoima, también estación de la mencionada vía férrea al Magdalena.
(50)

90

Hoy La Mesa.
(51)
A mitad de camino entre La Mesa y Bogotá. En los mapas actuales no figura [sic].
(52)
Mompós, importante puerto de escala en el Magdalena, entre Honda y las bocas.
(53)

91

-X–
Llegada a Santafé de Bogotá y acogida que tuve - Continuación
de la campaña de Bolívar después de la toma de Angostura -
Expedición de Morillo a Margarita y sorpresa de Calabozo -
Bolívar derrotado cerca de Valencia y refugiado en los llanos - Su
atrevida marcha hacia la Nueva Granada - Batalla de Boyacá y
entrada a Santafé - Formación de la República de Colombia y
viaje de Bolívar a Angostura - Estado de aquella plaza a su
llegada y nuevo plan de campaña al disolverse el Congreso de
Venezuela - Cumplimiento de mi misión con el regreso a
Providencia por la vía del Chocó.(De la página 248 a la página
269)
Mi llegada fue de improviso y tanta diligencia había tenido en la marcha, que el correo enviado por
el general Valdés sólo llegó aquella tarde. Fui recibido con mucha deferencia y alojado en el mismo
palacio y me sentaron a la misma mesa de Santander, a su izquierda. A la mañana siguiente en los
periódicos apareció el anuncio de la llegada de un oficial superior de Buenos Aires, que traía la
feliz noticia de que una fuerte división de tropas y una gran flota, que ascendían en total a diez mil
hombres, venia en socorro de la república. Esto se hacia de propósito para electrizar cada vez más
los ánimos y hacerlos acudir con más valor a la defensa de la patria. En efecto me hice ver de
paseo por Santafé con el Vicepresidente y después de almuerzo salí a caballo con su cuñado el
coronel Briceño, actual ministro de guerra, y con el jefe de Estado Mayor de Santander. Por la
tarde fui introducido en la tertulia de las señoras Ibáñez y aquí, por casualidad, encontré que las
amigas intimas de Santander y de Bolívar eran dos hermanas, hijas de aquel mismo Ibáñez a
quien había salvado de la masacre que se hizo al tomar el brick de guerra español al que nosotros
pusimos el Espartano. Es increíble la gratitud que mostraron hacia mí estas gentiles jóvenes, hasta
el punto de que no me daban otro tratamiento que el de hermano.

Al día siguiente fuimos con ellas y con el coronel de la guardia a visitar los arsenales de artillería y
mosquetería, la fábrica de pólvora y el hospital militar, siempre a caballo, porque aquí se
acostumbra que también las señoras cabalguen. Aquí supe que Bolívar, dueño de Angostura y de
toda la Guayana, tuvo un fuerte refuerzo de tropas que le vinieron de Londres con armas y
(1)
municiones en abundancia, por lo cual pasó el río Orinoco e invadiendo la provincia de Paria se
(2)
presentó por Cumaná y Barcelona , haciendo frente con variado éxito a las tropas españolas que
trataban de batirlo y aniquilarlo. Morillo entre tanto se había movido sobre la isla de la Margarita
para someterla y quitarle a la república este baluarte, pero batido y rechazado por el general
(3)
Arismendi , se vio obligado a abandonar la empresa y a regresar derrotado a Caracas. Esta
fracasada operación fue la causa que le impidió tratar de reprimir a Bolívar, quien en las selvas de
Guayana aumentaba cada día sus fuerzas y con repetidos ataques y marchas forzadas inquietaba
de tal manera el territorio ocupado por los españoles que estos, no acostumbrados a tantas
incomodidades y al clima destructor, perecían más por la fatiga que por los golpes del enemigo.

El empeño de Bolívar consistía precisamente en fatigarlos, y acosarlos contra los pasos


montañosos y llenos de bosques y pantanos, donde no podían hacer uso de su artillería y se veían
obligados a abandonar sus bagajes y a dejar las más de las veces las provisiones en manos del
enemigo. Finalmente Morillo, reforzadas sus tropas con tres mil hombres llegados de España con
el capitán general Canterac, buscó en las llanuras al enemigo acérrimo del nombre español, pero,
(4)
cuando estaba en Calabozo , fue sorprendido a altas horas de la noche por el vigilante Bolívar y
obligado a huir, habiendo sido perseguido hasta las goteras de Valencia. Allí Morillo, después de

92

reunir varios cuerpos, tomó la ofensiva y le propinó tal derrota a Bolívar, que este no pudo salvarse
sino con unos pocos, para buscar refugio en las inmensas llanuras de Casanare. Pero no por esto
perdió el ánimo el intrépido Libertador y, en vez de reunirse con el general Soublette, a quien había
dejado en la Guayana con pocos hombres para defender a Angostura, y de buscar en aquellas
inmensas selvas el resarcirse de la derrota, cambió de ideas y de elevados proyectos y meditó la
invasión de la Nueva Granada. Era la estación de invierno, en la cual caen lluvias torrenciales que
(5)
inundan por todas partes la campiña, y en los dilatados llanos de Caracas y Casanare el ojo no
ve sino un gran mar. Sin embargo el intrépido Bolívar, derrotado pero no abatido, escogió esta
terrible estación para poner por obra un plan que hará siempre época en la historia de las naciones
y que fue el verdadero origen de la República de Colombia. Sin dar ningún aviso al Congreso, que
con impaciencia lo esperaba en Angostura, reúne un ejército, en su mayor parte formado por
aquellos mismos pastores acostumbrados a cuidar de sus hatos y a perseguir fieras, pero que
estaban siempre prontos para nuevas batallas.

Les ofrece un buen botín con la toma de Santafé y con este acicate los hace instrumento de sus
victorias. Después de una penosa marcha de varios meses a través de inmensas llanuras,
cruzando unas veces ríos muy grandes, otras pantanos impracticables, llega con su ejército, o
mejor con su miserable banda, al pie de la cordillera de los Andes que sirve de límite al Nuevo
Reino de Granada. Cual fuese la miseria de estos intrépidos hombres cualquiera puede imaginarlo
por la naturaleza de su marcha, pero no tenían de qué quejarse porque sus jefes, los generales y
el mismo Bolívar, compartían con ellos las mismas fatigas. Ninguno de ellos tenía con qué
cambiarse y entre el fango, el agua, las incomodidades, la escasez y las privaciones de todo
género, más parecían bestias que hombres. Pero con esto no había terminado todo; debían salvar
aquellas altas cimas cubiertas de nieve y sobre las que no había esperanza de encontrar un
pedazo de carne para alimentarse. Por consiguiente, después de sacrificar los caballos y
repartírselos entre todos, cargaron con aquella carne, y además con varios fusiles y varias
cartucheras por cada hombre, y así intrépidamente emprendieron en aquella horrible estación el
paso de los Andes, terrible para quien va sin impedimenta, y ya puede imaginarse lo que podría ser
para una tropa cansada, hambrienta y cargada de peso.

Sin embargo su coraje no se desanimó y seguían alegremente las huellas de sus jefes, que les
prometían al otro lado de aquellas cimas el descanso y un buen botín en recompensa de sus
(6)
fatigas y de su incomparable heroísmo. Habiendo llegado a Varinas se restablecieron un poco
de las incomodidades sufridas; pero estaban casi todos convalescientes y eran incapaces de
manejar las mismas armas que habían traído sobre sus espaldas. Santander hábil e irreductible
general llevó a Bolívar un refuerzo de tres mil hombres y además lanzaba proclamas en que, con
aquella elocuencia que le era innata, explicaba el derecho de los americanos a sacudir el yugo
español y excitaba los ánimos para que todos tomaran las armas y se unieran a sus hermanos en
pro de la salvación común.

No fueron infructuosas sus prédicas y de todas partes corrían granadinos bajo las banderas de
Bolívar. La noticia de esta inesperada invasión ya había llegado a Santafé, donde el Virrey
(7)
Sámano se encontraba en una terrible consternación, no acertando a comprender cómo Bolívar,
batido y derrotado por Morillo, tuviese la osadía de venir a conquistar a [Nueva] Granada. Reunió
todas las fuerzas que estaban bajo su mando, nacionales y reales, y envió al general Barreiro con
ocho mil hombres entre infantes y caballos y con buena artillería, para impedir al audaz [Bolívar]
que pasara adelante y hacerle pagar a caro precio su temeridad.

A marchas forzadas se dirigió el general español al encuentro de los republicanos, que entre tanto,
restablecidos de su larga marcha y acrecido su número con los voluntarios que se les unían,
podían estar en condiciones de hacer frente a sus opresores, aunque la diferencia era muy
notable, ya por el número ya por las armas y municiones, porque en gran parte no estaban
armados sino de las lanzas fabricadas por orden de Santander en Varinas [sic]. Finalmente los

93

ejércitos se encontraron en las cercanías de Sogamoso y Bolívar obró con tal destreza que esquivó
al enemigo, dejándolo a la espalda, y se dirigió a toda carrera hacia Santafé. El general
(8)
Barreiro ,que temía que la ocupase antes que él y que por la simpatía que tenía allí pudiera
sacar una gran, ventaja, se puso a seguirlo, lo alcanzó cerca de Tunja y le cortó el paso
presentándole, batalla. Barreiro se había colocado en una ventajosísima posición cerca a la
(9)
población de Boyacá , la cual estaba formada por una colina que por la derecha se extendía en
(9-a)
un llano y a la izquierda había un barranco , que le parecía suficiente para no temer ser
atacado por ese lado; situó pues la caballería ala derecha, al centro la artillería y desplegada sobre
la colina en dos líneas la infantería para impedir a las tropas republicanas que tomaran las
montañas que tenía a sus espaldas y por entre las cuales serpeaba el camino real que conduce de
Tunja a Santafé de Bogotá.

Bolívar se encontraba en un terreno desigual, a la derecha cubierto de bosques y a la izquierda


con una hacienda rodeada de altos muros, que encerraban un amplio campo y una pradera. Dada
la señal, Santander avanza por la izquierda con sus voltígeros protegidos por la caballería,
mientras que por el frente las columnas de ataque eran dirigidas por el general Anzoátegui, que
(9-b)
tenía bajo sus órdenes al coronel inglés HeIn con la legión británica. La derecha iba conducida
(10)
por el general Urdaneta y todos avanzaban para arrojar al enemigo de su posición. Tres veces
avanzaron las columnas de ataque y otras tantas fueron rechazadas; la misma caballería
impaciente había tentado inútilmente, cuando Bolívar ordenó un cuarto ataque sobre toda la línea y
el coronel Rondón, negro de color pero de un corazón magnánimo e intrépido, atravesó, sin ser
(10-a)
observado, el bosque con un escuadrón de los suyos, pasó el barranco y, donde parecía que
era imposible que la infantería pudiera subir, se arriesgó él con sus caballos, arengó a los suyos
con tono firme y les dijo que de ellos dependía la victoria; que tres veces habían tratado de tomar
la colina de frente pero que habían sido siempre rechazados; que esta vez era necesario vencer o
morir. Espolea su caballo y después de mil obstáculos llega a la cima con unos pocos y sin esperar
a los otros, que lo seguían, hace resonar las trompetas y con un grito de muerte se lanza entre las
dos líneas. La segunda línea española, a vista de la caballería, presa de un terror pánico se da a la
fuga, y la primera, que contra las masas que avanzaban hacía un vivo fuego cuyo humo gracias a
un viento propicio le cubría la retaguardia, se creyó rodeada y depuso las armas en el momento en
que las primeras filas coronaban las alturas. Barreiro fue arrastrado por el terror general de su
segunda línea y se salvó por las montañas con todo su equipaje, la caballería y la mitad de la
infantería, habiendo caído la otra mitad en poder del vencedor.

(10-
Los republicanos tuvieron que lamentar la muerte del general Anzoátegui y la del coronel Heln
b)
, sin contar la pérdida de casi tres mil hombres entre muertos y heridos. Bolívar ascendió
(10-c)
inmediatamente al coronel Rondón, a quien nombró en aquel instante general y libertador ,
diciéndole que el honor de la jornada de Boyacá era suyo. Este se entregó con toda su fuerza a
perseguir a un enemigo que huía delante de él como la cierva delante del cazador. Tres mil fueron
los prisioneros y pocos más eran los hombres que le quedaron disponibles a Bolívar para coger
enteramente el fruto de la victoria. Hizo enrolar en los diversos cuerpos a los americanos, que eran
muy numerosos, pero no perdonó ni siquiera a un español y esta jornada se manchó con la sangre
de varios centenares que fueron sacrificados sobre el mismo campo donde vilmente habían
(11)
depuesto las armas . Era necesario tomar esta terrible resolución, no tanto para vengarse de los
que Morillo había hecho fusilar inhumanamente en Santafé, cuanto para poder perseguir más
libremente a un enemigo a quien quería destruir totalmente antes del día siguiente. En efecto, sin
dar reposo ni tiempo de comer a los victoriosos y fatigados soldados, se puso en marcha a través
de hórridas selvas y empinadas montañas, caminando toda la noche a conveniente distancia de los
flancos del enemigo para cortarle la retirada sobre Santafé. Barreiro al caer la noche, por causa de
la caballería de Rondón que le seguía con las lanzas sobre las espaldas, creyó que tenía detrás de
sí a todo el ejército de Bolívar, por lo que, habiendo escogido una óptima posición militar, vivaqueó
entre aquellos montes siempre con el temor de ser atacado. El bravo Rondón entre tanto, para
mantenerlo en el error de que con él estaba todo el ejército, habiendo escogido un lugar favorable,

94

encendió una infinidad de fogatas para hacer creer que allí acampaban los vencedores de
(11 bis)
Boyacá . Cuando Barreiro se puso en marcha Bolívar ya había llegado a la boca de la
montaña, que da a una amena llanura donde corre un riachuelo al pie de la cuesta Allí, solo
cuando ya era pleno día, permitió a sus soldados un poco de descanso y a la llegada de la
vanguardia enemiga los republicanos pasaron el río y, desplegados, enfilaron el desfiladero en
donde, encerrados, los fugitivos españoles no podían presentar sino pocos hombres de frente,
mientras las alturas circundantes estaban cubiertas de republicanos. Barreiro se creyó entonces
cercado y no imaginó que a sus espaldas tenía tan poca gente como era la que conducía Rondón.
Pidió capitulación, la que le fue acordada, estipulando que se rendiría como prisionero de guerra,
que él con todos los oficiales superiores sería remitido a Cartagena y que al resto del ejército se le
perdonaría la vida. Esta última cláusula era demasiado, pero una tan hermosa hazaña hizo que se
concediera. La caja militar, las banderas, toda la artillería, todas las armas y municiones, los
equipajes y toda la división de Barreiro, sin exceptuar ni un solo hombre, fueron los trofeos de esta
victoria que se denominó la batalla de Boyacá, memorable para la liberación de la Nueva Granada.

Solo un oficial pudo huir y después de pocos días de marcha forzada llegó a Santafe a dar la
infausta noticia al Virrey Sámano. Este no quería creerle, pero asegurado de ello con muchos
detalles y como se le hubiera suplicado que huyera porque la caballería republicana venia sobre la
capital remudando caballos, habiendo reunido por la noche a todos los empleados públicos y a los
(12)
españoles principales, antes del amanecer se dio con ellos a la fuga por la vía de Honda , en
donde se embarcó y, llevándose todas las embarcaciones, bajó con ellas el río Magdalena y se
refugió en Cartagena. Anduvo bien avisado en huir, porque esa misma tarde llegó a Santafé el
(12 bis)
general Rondón con solo cincuenta caballos y lo persiguió hasta Honda, pero la falta de
embarcaciones le impidió apoderarse de aquel hombre que había hecho derramar tanta sangre en
la capital de la [Nueva] Granada.

Todo el tesoro de este Virrey, todas sus cartas, correspondencia, planes y su peculio particular se
encontraron en su palacio. Las casas de los españoles y sus negocios así como los de los que
habían abrazado la causa contra la república, fueron entregados al saqueo. Además todo lo que
era propiedad de los españoles y del rey fue confiscado y vendido y su producto repartido, la mitad
al gobierno y la otra mitad al ejército libertador, dividida en varias partes según los grados; así
Bolívar cumplió cuanto había prometido en las llanuras de Casanare. El botín fue particularmente
incalculable y las partes tomadas bastante respetables, por lo cual los generales, coroneles y
capitanes del ejército se vieron de inmediato dueños de soberbias haciendas, palacios, casas,
tierras y un buen peculio. De las provincias conquistadas llegaron prontamente los principales
americanos quienes reunidos en Congreso, decretaron desde aquel momento que él Nuevo Reino
de Granada, la Capitanía de Venezuela y la dé Quito, formarían una sola república bajo el nombre
de Colombia. Que Bolívar sería el Presidente y Santander el Vicepresidente.

Que Santafé seria la capital hasta que se hubiese designado un lugar propicio paf a erigir una
(13)
ciudad con el nombre de Bolívar , donde residiría el gobierno, que la batalla de Boyacá se
celebraría cada año con una fiesta solemne y que a cada uno de los que habían asistido a aquella
jornada se le daría una cruz sobre la cual estaría el nombre de Boyacá. Que todos los que se
hubieran distinguido serían reconocidos con el título de libertadores de Cundinamarca, título que se
debía en primer lugar a Bolívar como libertador también de Venezuela. Que el Congreso de
Angostura sería disuelto y que los miembros habrían de dirigirse a la capital para formar parte del
(14)
nuevo congreso que iba a establecerse en Tunja para deliberar mejor sobre las leyes
necesarias para consolidar la gran república, cuya máxima era escoger, por medio de sus
representantes, leyes humanas, sabias y propias para su bienestar. Que todos los españoles bajo
pena de muerte debían abandonar en el término de un mes el territorio de Colombia, que sus
bienes raíces serian entregados al gobierno, a no ser que sus hijos nacidos en América prefirieran
quedarse a vivir allí en vez de seguir a sus progenitores. Que el Presidente tendría facultades

95

ejecutivas y el mando de los ejércitos, mientras el Vice-Presidente debería reemplazarlo en la
capital para el buen establecimiento y orden del gobierno.

Sería elegido un Presidente del Congreso de entre los miembros que lo componían, de seis en seis
meses, hasta nueva disposición. El Presidente y el Vice-Presidente de la República se elegirían
cada cuatro años y finalmente se organizarían tropas para destruir totalmente a los españoles y
expulsarlos de todos los puntos de Tierra Firme. La entrada de Bolívar a Santafé, llevado en un
carro triunfal y rodeado de todas las más bellas jóvenes, envuelto en guirnaldas de flores, fue uno
de los días más bellos de su vida. Detrás del vencedor venían todos los oficiales españoles y los
prisioneros con los trofeos de la victoria. Una parte de ellos fue incorporada a las tropas y a los
oficiales se les señaló la ciudad por cárcel, pero no pasó mucho tiempo sin que, acusados de
conspiración y juzgados por una comisión militar especial, fueran reconocidos reos y condenados a
ser fusilados y ni siquiera uno de todos los comprometidos en la capitulación escapó a la muerte.
Inmediatamente se organizaron varios ejércitos. Uno, que en poco tiempo llegó a seis mil hombres
(15)
bajo el mando del general Urdaneta, marchó hacia Cúcuta . Uno de tres mil fue enviado al sur a
(16)
órdenes de Valdés que ya había salido de Cartago , mientras que otro era organizado en Honda
por el mismo Santander; entre tanto Bolívar, veloz como el rayo, pasaba por Tunja y el lago de
Tota, atravesaba el páramo de Toquilla y, ya en los llanos, se embarcaba en el Apure, con mucho
dinero y vestuario, lo descendía rápidamente hasta el Orinoco y por este comparecía de improviso
(17)
en Angostura , después de más de siete meses de que esta ciudad y el congreso allí
establecido no sabían nada del lugar a donde la marcha de Bolívar había llevado consigo al resto
del ejército que había sido derrotado por Morillo en Valencia. Entre tanto Morillo, pasada la
estación de las lluvias y envanecido con el buen suceso contra Bolívar, pasó el río Unare y forzó al
general Soublette a replegarse sobre Angostura para defenderse.

En este tiempo el Almirante Brión, salvado por nosotros en San Bartolomé, llegó a la Margarita y de
allí a poco arribaron de Londres ochocientos hombres ingleses, por lo que el general
(18)
Arismendi , que gobernaba aquella isla, se decidió a entrar en el Orinoco para ir a ver en qué
estado se encontraba Angostura, ya que hacía varios meses que carecía de noticias, y en caso de
que estuviese en manos de los españoles pensaba reconquistarla. Con tal fin, equipada la flota con
todo lo necesario y provisto de las armas y municiones que Brión llevaba para Bolívar, penetró en
el gran río y después de dos días de navegación se encontró con una pequeña flotilla de flecheras
españolas e indígenas que querían disputarle el paso, pero a las varias andanadas de los barcos
mayores, tuvieron que huir y esconderse en los diversos ríos que vienen a arrojar sus aguas en el
Orinoco. Llegaron a Angostura en el momento en que el Congreso se encontraba en la más terrible
situación. No se tenían más noticias de Bolívar después de su derrota y había solo pocos hombres
conducidos por el general Soublette y perseguidos por Morillo, que se acercaba al Orinoco por las
selvas de Guayana para pasar aquel río y destruir a viva fuerza a esta supérstite cuna de la
república. Cualquiera puede imaginar de cuanta esperanza y consuelo fue para todos, y
especialmente para el Congreso, la llegada de Arismendi. Fue aclamado como el libertador, el
salvador de la república, y por un decreto del Congreso, cuyo Presidente era Zea, fue declarado
desertor de la república el generalísimo Bolívar, por haberse alejado con las avanzadas del ejército
sin orden ni conocimiento del Congreso y por haber dejado en tan extremo peligro al gobierno, que
se encontraba expuesto a las armas de Morillo.

En aquella extrema emergencia Arismendi fue nombrado Presidente por el Congreso y general en
jefe del ejército. El señor Zea fue hecho Vice-Presidente. La llegada de la flota, el refuerzo de los
ingleses, de armas y de municiones, hicieron dudar a Morillo de intentar el paso del río. Sin
embargo adelantaba ocultamente sus preparativos, cuando de improviso apareció el intrépido y
afortunado Bolívar. Habiendo hecho reunir el Congreso, expuso, con aquella magnanimidad y
grandeza propias de la operación, sus marchas, sus batallas, sus trofeos, el nuevo estado de la
república, y, a nombre de ésta, de la que era Presidente, ordenó que fuese al instante disuelto el
Congreso. Que el general Arismendi volviera a su isla con la flota del Almirante Brión, que el doctor

96

Zea fuera a Europa en una misión importante. Que los miembros del Congreso se dirigieran en
seguida a Tunja para la apertura del nuevo Congreso, que el general Soublette pasara a ser
capitán general de la provincia de la Guayana y marchara con su ejército sobre las provincias de
Paria y Cumaná, al mismo tiempo que el general Páez con todos sus llaneros marcharía a los
llanos de Caracas y se uniría al ejército que a órdenes del general Urdaneta se reunía en Cúcuta, a
cuya cabeza iría a ponerse el mismo Bolívar en persona. Dispuso también que el general
(19) (20)
Bermúdez organizara con el general Clemente una flotilla ligera para expulsar a los
españoles del Orinoco y para que con las tropas de la Margarita se arrojaran sobre Barcelona y la
misma Cumaná. Entre tanto pagó a los soldados, que muy pronto gritaron: Viva el Libertador, viva
el Presidente Bolívar; y comunicó inmediatamente a Morillo la toma de la Nueva Granada con la
derrota total del ejército, diciéndole que había venido expresamente a enfrentársele. Morillo no
podía dar fe a una empresa tan atrevida y parecía dudar, cuando un barco venido de Cartagena
trajo a Caracas la noticia, que le fue enviada por correo a la Guayana. Entonces, viéndose burlado
por este intrépido americano, temió que también esta vez pudiera engañarlo, y, sin entretenerse
más en las orillas del Orinoco para continuar en la guerra ofensiva, se retiró inmediatamente a
cubrir la provincia de Caracas, que quedaba al descubierto por las operaciones de Páez y de
Urdaneta, quienes podían obrar a espaldas suyas, mientras que el general Soublette lo perseguía,
para tenerlo así ocupado en tres puntos sin dejarle entender por cual de los tres vendría el ataque
principal. Habiendo dado Bolívar todas estas órdenes y recibido noticia del inminente arribo a la
Margarita del general inglés Devreux con una división reclutada en Londres, ordenó al general
(21)
Montilla que se trasladara allá para atenderle y desempeñar ante él las funciones de Jefe de
Estado Mayor, dándole las instrucciones necesarias para que, con la escuadra de Brión, se
(22) (23)
apoderasen de Riohacha en la Provincia de Santa Marta, marchasen por el valle de Upar ,
donde encontrarían una división procedente de Ocaña que se uniría con ellos, y siguiesen luego
juntos sobre Santa Marta, al mismo tiempo que otra división, bajando por el Magdalena, se dirigiría
sobre Cartagena. Ordenado así el nuevo plan de campaña, se embarcó en una ligera canoa y
remontando el Orinoco hasta el Apure subió por este río a Casanare y de allí fue a unirse con su
ejército en Cúcuta. En este punto estaban las cosas cuando yo llegué a Santafé de Bogotá; por
(24)
esto se me ordenó que retrocediera inmediatamente por el Chocó y me dirigiera rápidamente a
Providencia, para que Aury, con su escuadra y su división, viniese al golfo del Darién y con ella
penetrase y se apoderase del Chocó, reuniéndose con el general Valdés, y en caso de que esta
provincia a nuestra llegada fuese ya de la república, volviésemos entonces nuestras operaciones
(25)
sobre Tolú y la plaza de Cartagena, haciendo el modo de tener estos dos puntos bloqueados
por mar y por tierra, en cuanto lo permitieran nuestras fuerzas, ya que no tardaría mucho el mismo
Bolívar en descender por el Magdalena para sitiar a Cartagena y a Santa Marta.

Recibidas estas instrucciones partí rápidamente por el mismo camino y volví a ponerme mis
(26)
vestidos de paisano. Habiendo llegado a Cajamarca repasé el terrible paso de los Andes, el
cual fue menos fatigoso para el pecho porque solo tuve que subir dos días y el resto fue una de las
bajadas más peligrosas que jamás se puedan imaginar. El terreno, humedecido por las continuas
lluvias, estaba tan fangoso que se resbalaba uno en forma peligrosísima y era necesario
asegurarse en las plantas y matorrales y raíces de los árboles para no despeñarse. Al llegar a San
Agustín referí a mi modo el viaje hasta Roldanillo, haciendo creer que los patriotas me habían
tenido hasta entonces prisionero, para lo que me había provisto oportunamente de cartas del
gobernador militar y del alcalde de aquel lugar. Me sellaron el pasaporte para Citará a donde llegué
con fiebres cotidianas. Estuve medio día en Citará para informar al gobernador español de cuanto
me pareció bien decirle, de acuerdo con mi situación, y obtuve el permiso de partir. En tres días y
(27)
tres noches de bajada me hallaba en la vigía , pero para mi desgracia no estaba allí la goleta
que me debía recoger ni había ningún otro barco listo para partir. Estaba enfermo y las fiebres no
me dejaban, sin embargo pasé tres días alimentándome de grandes monos y de algún ánade que
llaman pato y nada más. Me preparaba a viajar en una canoa para San Blas, cuando llegaron
algunos indios cunacunas que habitan en el Darién y nos dijeron que en San Blas había dos
barcos ingleses cargando banano, casabe y ñame, por lo que me apresuré a dirigirme allá. Cinco
días empleamos para llegar, siempre bordeando la costa en una pequeña canoa, y nuestro

97

alimento consistía en macacos, monos grandes o papagayos, que los indios de la canoa mataban
con sus flechas cuando saltábamos a tierra en los diversos lugares, que se asaban rápidamente
sobre las brasas del fuego que encendíamos y se comían sin más condimento. Habiendo llegado
finalmente a las islas, encontramos otros indios que nos vendieron bananos, frutas y gallinas y al
séptimo día encontramos la misma goleta inglesa que me había llevado al Chocó, la cual, hacía
provisión en aquellas playas para venir después a esperarme en la desembocadura del Atrato, y
entonces supe que había estado varios días anclada en Candelaria esperándome. Monté en ella y
en dos días, con el viento casi a popa, llegué a Providencia, donde el general comenzaba a dudar
(28)
de mí por la demasiada tardanza, pues ya habían pasado cuatro meses desde mi partida ; pero
con la noticia que le llevé del buen éxito de Bolívar, de las operaciones que se le asignaban para
cooperar al sólido establecimiento de la gran república de Colombia, no pudo menos de mostrarme
su gratitud nombrándome Mayor efectivo de artillería y subjefe de su Estado Mayor.

N. B. Resulta del pasaporte español y republicano y de la hoja de servicios, lo mismo que del
brevet de Mayor de fecha 24 de noviembre de 1819 y de la carta del secretario General, de la
Croix, en la misma fecha para pasar al Estado Mayor.

Denomina provincia de Paria a la que está bañada por las aguas del golfo del mismo nombre y que en parte
(1) constituye la provincia de Cumaná.

Eran provincias al NE. de Venezuela; más oriental la de Cumaná, la de Barcelona le seguía hacia el occidente
(2) sobre la costa.

Véase la nota 14 del capítulo 7.


(3)
Quedaba en el cantón homónimo de la provincia de Caracas (y. Resumen, p. 880-881). Hoy es capital del Estado
(4) Guárico, sobre el río Guárico, y tiene unos 7.000 habitantes. En torno a ella se extienden los llanos y tiene un
intenso comercio de ganado.

Afluente del Meta por la banda izquierda, fuera de los limites de la República de Venezuela. También una
(5) localidad tenía el mismo nombre cerca de la orilla derecha del río.

Según el itinerario que aparece en la plancha 7 del Atlas de Venezuela, parece que Bolívar recorrió,
(6) ascendiéndola, la hoya del río Meta. Por consiguiente el paso de la cordillera de los Andes fue un poco al 5. del
60 paralelo.
Por consiguiente este Varinas no debe confundirse con Barinas y debía ser una localidad pequeña y de escasa
importancia.
[El relato de Codazzi no es bien preciso y este Varinas o se refiere a Vargas, lo que nos parece poco probable, o
debe referirse a Tame, lo que por el resto del relato parece más acertado. Nota del traductor].

Juan Sámano asumió el virreinato de la Nueva Granada el 9 de marzo de 1818; el 9 de agosto de 1819, después
(7) de la batalla de Boyacá, abandona a Bogotá, y el 21 de marzo de 1820 a Cartagena. Muere en Panamá a fines de
1820 [sic]. No regresó a España porque no quería jurar la Constitución de 1812.
Mollien, que recorrió a Colombia en 1828 (Viaggio alla republica di Colombia del Sig. Mollien, tradotto in italiano
da Gaetano Barbieri, 1825), dice, (p. 182 del vol. 1), que Samanon (Sámano) era un "viejo inepto, fiel al sistema
de barbarie y de proscripción que en otra época hizo odioso el nombre el duque de Alba, y que aún por causa de
sus años era implacable adversario de todo lo que contradijera sus máximas".

Mollien (op. cit., p. 190), llama Barreira al general español que se encontró con Bolívar en Boyacá y dice que la
(8) batalla ocurrió porque, habiendo sabido Barreira que Bolívar se dirigía a Santa Fe, temiendo que llegase y "con
el concurso de sus numerosos partidarios se apoderase de ella" quiso cortarle el camino y por ello lo obligó a la
batalla, quedando competamente derrotado. Las dos versiones son bastante diversas, pero merece más crédito
la de Codazzi, porque fue casi testigo ocular y estuvo muy cerca del lugar y de los hombres que tomaron parte
en la histórica jornada.

Al SE. de Tunja, cerca del camino que conduce a Bogotá. La batalla tuvo lugar el 7 de agosto de 1819.
(9)
[En el texto italiano dice ravino, palabra que no aparece en los diccionarios italianos. Parece que se trata de un
(9-a) galicismo: ravin, torrente, quebrada, barranca formada por los torrentes y aluviones. Nota del traductor].

[Así aparece en la edición italiana. Debe tratarse de una mala transcripcción del original italiano. El comandante
(9-b)de la Legión Británica, o batallón de Rifles Británicos, en el Pantano de Vargas -y evidentemente aquí se trata de

98

esta acción y no de la de Boyacá- era el coronel Jaime Rooke, quien murió dos o tres días después del 25 de
julio de 1819, fecha de la acción. Nota del traductor].

Rafael Urdaneta (Codazzi escribe también Urdaneta) (1789-1845) de Maracaibo, abrazó muy joven la causa de la
(10) independencia, así que en 1815, a los 26 años, era general. Participó en casi todos los acontecimientos
colombianos hasta 1880, y especialmente en 1818 su acción fue sumamente útil. En 1881 se trasladó a
Venezuela, a cuya república prestó sus servicios, y murió en Europa, en París, mientras trabajaba por el
reconocimiento de la República de Venezuela.
[Urdaneta no participó en la Campaña Libertadora de la Nueva Granada en 1819. Nota del traductor].

[Véase la nota 9-a].


(10-
a)
[Anzoátegui no murió ni en el Pantano de Vargas ni en Boyacá; falleció repentinamente en Pamplona el 15 de
(10- noviembre de 1819. Sobre el coronel HeIn, véase la nota 9-b. Nota del traductor].
b)
[Juan José Rondón era teniente coronel de caballería cuando dio su famosa carga en el Pantano de Vargas, la
(10- que le mereció el ascenso a coronel con fecha 26 de julio de 1819. Rondón falleció en Venezuela sin ascender al
c) grado de general ni haber ostentado nunca el título de Libertador. Nota del traductor].

Lo que aquí refiere y que le deja una penosa sensación de horror, no lo olvidará el día en que Bolívar, perdido su
(11) antiguo prestigio, asistirá impotente al derrumbamiento de su obra. Entonces Codazzi, recordando esto y otras
cosas, no considerará su deber seguir a quien se había manchado de sangre.
[Ni en el Pantano de Vargas ni en Boyacá fueron sacrificados por los patriotas los prisioneros realistas. Barreiro
era quien había permitido que fueran asesinados en su presencia los prisioneros patriotas en las anteriores
acciones de Gámeza, Corrales y Puente de Gámeza (10 y 11 de julio de 1819). Nota del traductor].
[En todo este relato Codazzi confunde la acción del Pantano de Vargas con la de Boyacá e incurre en varias
inexactitudes. Téngase esto presente para saber qué crédito se ha de dar a su relato y no dejarse llevar de la
exagerada admiración del profesor Mario Longhena, que siempre le da la razón a Codazzi. Nota del traductor].

[Lo que sigue es lo que se refiere propiamente a la batalla de Boyacá, relato que adolece de tantas inexactitudes
(11 como el anterior sobre la acción del Pantano de Vargas. Ni Boyacá fue la encerrona que describe Codazzi, ni
bis) hubo la capitulación que menciona más adelante. Sobre la Campaña Libertadora de la Nueva Granada, véase la
documentada obra del coronel CAMILO RIAÑO, La Campaña Libertadora de 1819, Bogotá, D. E., Ed. Andes, 1969.
Nota del traductor].

Había entonces un camino directo que unía a Bogotá con Honda. Actualmente hay una doble vía férrea a las
(12) ciudades de Girardot y La Dorada, ambas sobre el Magdalena.

[No fue el coronel Rondón, sino el general Anzoátegui, quien siguió en persecución de los fugitivos hasta
(12 Honda. Nota del traductor].
bis)
En efecto surgió una pequeña población con el nombre del Libertador, sobre la alta Cordillera, en localidad
(13) saludable y con un maravilloso paisaje alrededor, pero ninguno ha pensado nunca en trasladar a ella la capital.
Lo que aquí se refiere es consecuencia del entusiasmo de la batalla de Boyacá; el tiempo ha hecho olvidar la
promesa. En cambio hoy un departamento lleva el nombre de Bolívar, entre la parte norte del río Cauca y el
Magdalena, que se extiende hasta el mar. Cartagena es la capital y tiene 86.000 km2 y 751.960 habitantes.
[Cuatro municipios con el nombre de Bolívar hay en la actual República de Colombia, pero ninguno de ellos se
creó en cumplimiento de la ley fundamental de Angostura. Téngase en cuenta además que los datos de
extensión y población que trae Longhena son anteriores de 1960 y a la creación del nuevo departamento de
Sucre. Nota del traductor].

Hoy es capital del departamento que ha tomado su nombre del de la batalla de Boyacá; está a 2.798 m. sobre el
(14) nivel del mar.
[El Congreso Constituyente de la República de Colombia no fue convocado para Tunja, sino para la villa del
Rosario de Cúcuta, donde se reunió en 1821. Nota del traductor].

Capital del departamento de Norte de Santander.


(15)
Cerca de la orilla derecha del río Cauca.
(16)
Que después será llamada Ciudad Bolívar. Fue fundada en 1784 sobre la orilla derecha del Orinoco; su actual
(17) desarrollo depende de que barcos a vapor la ponen en comunicación por el río con otros centros.

Y los historiadores dicen que al fin tuvo que rendirse frente a la superioridad de las fuerzas enemigas
(18)
Véase la nota 16 del capitulo 6.
(19)

99

Nombre de un italiano que no aparece ni en los diccionarios biográficos ni en la Gran Enciclopedia Hispano-
(20) Americana. Codazzi lo volverá a encontrar cuando regrese, en 1826, a Venezuela.
[No encontró quizá el profesor Mario Longhena en los diccionarios que consultó el nombre del general Lino de
Clemente, venezolano y no italiano. Nota del traductor].

Así se refiere a él Mollien (op cit., vol. 1, p. 200-201: "Montilla es émulo del jefe de los llanos (esto es de Bolívar);
(21) guardia de corps en otro tiempo en España, ha creído encontrar en la revolución el modo de hacer fortuna. La
preponderancia de que goza aparece peligrosa a los ojos del gobierno y, aunque se le haya enviado a
Cartagena, se le considera todavía (estamos en 1823) demasiado vecino a Caracas, donde los notables,
deseosos de oponerle a Bolívar otro jefe, elegirían de buen grado a Montilla. Sus modos son los de un señor de
gran valía; educado en Europa, posee una elocuencia natural y espontánea, prerrogativa de que carecen la
mayor parte de los colombianos"

Hoy río Hacha, en cuya desembocadura hay un pequeño centro, Riohacha [sic. El río en cuya desembocadura
(22) está Riohacha es el Ranchería. Nota del traductor]. Actualmente la península de la Guajira pertenece a Colombia.

Corresponde al actual Upar [sic; es Valledupar].


(23)
Hoy el Chocó, cuya capital es Quibdó, forma un departamento muy vasto y poco poblado -menos de 100.000
(24) habitantes, de los cuales 1/5 son indígenas-.

Población a la orilla del mar en el golfo de Morrosquillo, al S. de Cartagena.


(25)
Es de presumir que aquí se refiera a la rama más elevada [Cordillera Central], entre el valle del Magdalena y el
(26) del Cauca y que la haya atravesado al N. o al S. del Tolima. Quizá al S. por el paso del Quindío (3.620 m.), entre
Ibagué y Cartago, tuvo lugar la rápida travesía de Codazzi.

Es un regreso precipitado, que aparece todavía más precipitado porque Codazzi no refiere casi nada de lo que le
(27) ocurrió, en el fondo quizá porque lo que merecía ser anotado ya lo ha descrito y narrado en el viaje de ida.

Arriba a la isla de Vieja Providencia el 80 de noviembre de 1819, habiendo empleado cerca de 40 días en el viaje
(28) de regreso. Téngase en cuenta, sin embargo, que la mayor demora y lentitud fueron precisamente al final, cerca
de las bocas del Atrato, cuando en el brazo de la Candelaria -uno de los del delta del Atrato- no encuentra la
goleta que lo habla llevado allí.

100

- XI -
Estado de Providencia a mi regreso y de las fuerzas listas para
partir, expedición de Ferrari al desaguadero del río San Juan en
Nicaragua. Partida de la división para el Chocó. Rendición en
Candelaria de una flotilla española. marcha por el Atrato y derrota
de los españoles en el fuerte. Combate de Nóvita. Retirada de
Morales. Ferrari es enviado como comandante del fuerte de
Providencia. Entrada de la división en el Valle del Cauca. Travesía
del Quindío y descenso por el Magdalena hasta Honda. Mi partida
a Santafé y retorno a Providencia por el Chocó. La Flota parte
para Tolú y se concentra en Sabanilla con los colombianos, con
los cuales se toma a Santa Marta. (De la página 270 a la página
296)
Encontré a providencia muy distinta de lo que la había dejado, ya que se había formado una
pequeña ciudad con el nombre de Isabela, donde vivían las mujeres que todos los oficiales del mar
y de tierra se habían buscado en Jamaica y santo Domingo, todas mulatas, jóvenes y bien
(1).
presentadas El cuartel general había sido trasladado a una colina que miraba al puerto y que
daba sobre la ciudad. Se habían hecho una iglesia y un hospital y todo estaba construido con
casas de madera de un solo piso, mandadas traer expresamente de los Estados Unidos en piezas
que se ensamblan entre sí, de modo que en pocos días quedaba hecha una habitación hermosa y
cómoda donde antes todo era desierto. El fuerte Libertad estaba terminado y mucho había
cooperado a ello el comandante Ferrari, que estaba allí de guarnición con su batallón. Un cuerpo
de guías con buenos caballos formaba un pequeño escuadrón al mando del Coronel Marcelin.
Otros dos batallones de tropas bien organizadas se hallaban en los Campos Americanos bajo las
órdenes de Cambassades y Garbons.

Una compañía de cañoneros y otra de obreros y de escolta formaban el cuerpo de artillería,


comandado por el coronel Valy, y todos los habitantes y artesanos, que habían acudido en gran
número a este establecimiento, formaban compañías nacionales bajo las inmediatas órdenes del
comandante de la plaza coronel Grenier. La marina estaba toda bien armada y equipada y
constaba de la corbeta el Congreso, los bricks Marte, Tribuno, Espartano, Neptuno, Amazonas y
Belona, de la goleta La Guerrera, el Cazador, la Atrevida, la Falucha, la Serpiente y el bote el
(2)
Terrible, divididos en dos escuadras bajo las órdenes de los comandantes Courtois y Henry ; el
jefe de Estado Mayor para la marina era Dowater. Todo estaba ,listo para partir, pero enterados de
las dificultades que se encontraban en la navegación del Atrato, tanto a causa de las continuas
lluvias y mal clima como por la longitud y rapidez del río, se decidió conseguir las canoas
necesarias para no desguarnecer de sus esquifes y chalupas a los barcos de guerra, y para no
exponer a fatigas insoportables a nuestros marineros y soldados se determinó conseguir indios
sujetos a los españoles y prácticos en semejante navegación. De hecho se ordenó inmediatamente
una expedición sobre el río San Juan de Nicaragua, dicho el Desaguadero, para tomar allí lo
(3)
necesario .

El comandante Courtois partió con tres barcos y Ferrari con su batallón. Llevaban en su compañía
la pequeña goleta inglesa que me había conducido al Darién, la que sirvió mucho en esta
operación, ya que Ferrari disfrazado con veinte hombres se metió con ella en el puerto que forma
la desembocadura del Desaguadero, con la bandera inglesa. Un sargento vino a bordo con tres
hombres y al momento se apoderaron de ellos y Ferrari, con doce hombres bien decididos y con el
sargento, se dirigió a tierra en la lancha de la goleta, hacia el punto donde estaba el puesto de

101

guardia de la vigía, la cual, viendo venir a su sargento y no sospechando por otra parte nada de un
pequeño barco mercante inglés, creyó que eran el capitán y los marineros que venían a tierra, de
modo que sin tomar las armas corrieron todos a la playa, curiosos de saber noticias, donde,
saltando de improviso a tierra con las armas escondidas, los amenazaron de muerte si se movían.
Sorprendidos en esta forma no pudieron huir y fueron enviados a bordo prisioneros en número de
veinte. Hacia la tarde llegaron al puerto los' dos barcos de guerra comandados por Courtois y a la
mañana siguiente, con las mismas piraguas de la vigía y las lanchas de los barcos, se dirigió
Ferrari con sus soldados hacia una segunda vigía diez millas río arriba. Penosa fue la navegación
porque debían subir contra una impetuosa corriente, por lo que se empleó todo el día y una parte
de la noche. Esperaron en un bosque vecino devorados por los insectos, que aquí abundan como
en el Atrato, y al despuntar el día sorprendieron a los españoles y se apoderaron de todo el puesto,
formado por un oficial, treinta soldados y muchas canoas.

Habiendo obtenido mi compañero las informaciones necesarias y puesto en seguridad a los


prisioneros, a los que envió amarrados a bordo de los barcos, con los guías de este mismo puesto
avanzó más de quince millas hasta la última vigía, comandada por un capitán con cincuenta
hombres. Navegó diligentemente todo el día y la noche, llevando siempre a buena distancia por
delante una pequeña piragua para descubrir a los que pudieran descender, y antes de que
amaneciera la encontró, es más, había pasado adelante de la vigía, de lo que se dio cuenta solo
por la mañana al sonido de los tambores que tocaban la diana. Atravesó al, momento el río y a
favor de la corriente se precipitó sobre ellos en el momento en que pasaban lista. La sorpresa fue
tan grande que no tuvieron tiempo de hacer fuego y quedaron todos prisioneros. Sorprendidos con
tan 'buena fortuna estos puestos avanzados, hubiera podido también intentar la captura del fuerte
de San Carlos, que distaba poco más de veinte millas, pero allí había altos muros, buena artillería y
mucha guarnición, por lo que le pareció a Ferrari que ya había ultrapasado las instrucciones y
descendió el río con una gran cantidad de canoas que encontró en todos aquellos puestos y
desviando por un ramal del río entre la segunda y la tercera vigía, navegó durante medio día y
llegó a una población indígena, cuyos habitantes se dieron a la fuga dejando unos. pocos
prisioneros, los cuales condujo consigo junto con todas las canoas de aquella población. Regresó
cargado con todas estas pequeñas embarcaciones y con más de cien prisioneros. Las primeras se
cargaron sobre los barcos una sobre otra y algunas se llevaron a remolque, con lo que los barcos
quedaron tan ocupados que nadie se podía mover. También los prisioneros fueron embarcados y
se hizo a la vela para Providencia, donde fueron acogidos con gran júbilo y alegría.

Mientras se realizaba esta hermosa operación en el río San Juan, una goleta se dirigía a toda vela
a Jamaica para dar cuenta al ministro de mi misión, de las medidas que habían sido tomadas por el
general para poder ejecutar su encargo y de que solo se esperaba su aprobación, que no tardó en
llegar, ratificando en todas su partes las acertadas disposiciones del general en jefe, quien por una
orden del día anunció nuestra entrada en campaña y sobre el continente de la nueva República de
(3 bis)
Colombia . Los obreros de todos los barcos trabajaban e instalaban pequeños cañones en las
proas de las canoas más grandes, que fueron distribuidas entre los diferentes barcos, en los cuales
se cargaron provisiones de guerra y de boca. Se distribuyeron también entre ellos los prisioneros y
los soldados de la división, todos menos una pequeña guarnición que quedó en la isla con el
gobernador Faiquer y el coronel Grenier, dejando también en tierra los caballos, a los que no había
modo de conducir por el río Atrato. Entre los gritos de júbilo de los soldados y marineros y las
salvas de artillería dé los fuertes y de los barcos, a velas llenas, salió la hermosa división, que iba
con el ansia de batirse con el enemigo. En pocos días llegamos al golfo del Darién y procuramos
(4)
entrar de noche para no ser vistos. La flota ancló entre la isla de Oro y la costa india,
deshabitada y cubierta de espesas selvas, donde la vigía no nos podía divisar. Apenas amaneció
bajé con una piragua al río Titumate, donde habitaba un indio conocido mío, el cual me informó que
hacía dos días que muchos pequeños barcos españoles habían entrado en la bahía de Candelaria
y que creía se dirigían sobre Citará. A esta noticia lo conduje conmigo a donde el general, el cual
me ordenó dirigirme con 20 hombres escogidos de buena voluntad para que me apoderara de la

102

vigía misma y que al alba del día siguiente atacaría él a los españoles; en efecto partí
inmediatamente costeando siempre la larga isla, porque en e] Atrato no se puede navegar y entrar
(5)
sino por el brazo de Barbacoas . Después de almuerzo me detuve porque descubrí la flotilla
española anclada en la bahía de la Candelaria y al oscurecer pasé a lo largo de ella y entré en el
brazo de Barbacoas. El fuego me indicaba el lugar de la vigía, la oscuridad y la lluvia me ayudaron
enormemente, de modo que desembarcando silenciosamente en la pequeña isla, detuve al
centinela y, colocándome a la puerta del cuerpo de guardia, les declaré que todos eran mis
prisioneros. Los fusiles de los míos prontos a hacer fuego, la sorpresa y el sueño de la mayor
parte, los hicieron rendirse al momento. Fueron saliendo de dos en dos y a medida que salían los
iban atando con bejucos a los árboles, porque eran superiores en número a los míos. Por el oficial
(6)
supe que el general republicano Valdés se había apoderado de la provincia del Chocó y que
ahora era gobernada por el coronel patriota Cancino, por lo cual una expedición enviada de
Cartagena había salido el día antes río arriba para reconquistar el fuerte y a Citará, y de allí
reunirse con Morales, quien desde las montañas de Popayán debía bajar y expulsar a los
(7)
republicanos de toda la provincia y de todo el valle del Cauca . Quedé sorprendido con esta
noticia y me di cuenta de lo interesante que era mi posición para que no pudiese llegar ningún
aviso a los españoles, pero temía por el poco número de los míos; sin embargo me fiaba del
pequeño cañón de mi canoa, del cual, puesto en tierra, esperaba una gran ventaja en caso
necesario. Advertí a los prisioneros que al primero que se moviese del lugar donde estaba o
tratase 'de huir serían todos pasados a la bayoneta. Al primer resplandor del alba hice sonar la
diana española como de costumbre, la que fue repetida por los barcos enemigos y por un tiro de
cañón, y todo esto anunció a Aury el lugar en donde estábamos anclados.

Este dividió los barcos en tres columnas y con un viento fresco y favorable rodeó desde lejos la
Candelaria. La sorpresa de los españoles fue pues completa; querían defenderse y se confundían,
de modo que a los primeros golpes de cañón todos se arrojaron a los botes para salvarse en la
vigía. Pero el general, que había previsto esta fuga, hizo señas a los barcos más ligeros para que
les cortaran la retirada y, viéndose perdidos, se entraron por un brazo del Atrato donde quedaron
encallados en la arena. Algunos llegaron a la vigía, pero recibidos con disparos de cañón y con un
fuego vivo, izaron pañuelos blancos y se rindieron a una goleta que los perseguía. Ni uno siquiera
se salvó para dar la noticia de su derrota y de nuestra llegada, ni a Cartagena ni a los que estaban
en el Atrato. Algunos habían huido a las pequeñas islas que forma el río, pero privados de
embarcaciones vinieron por si mismos a rendirse. Seis goletas y un brick formaban la pequeña
flotilla española, bien armada y provista de víveres, pero con pocos marineros. La vigía parecía un
arsenal, ya que se estaban acomodando las canoas con pequeñas cabañas cubiertas de hojas de
ranchera que buscábamos en la otra orilla; de modo que al día siguiente todo estaba listo con
víveres, pequeños cañones y las necesarias municiones; éramos seiscientos hombres de
desembarco y cien prisioneros de Nicaragua para conducir las cuarenta canoas, diez de ellas
amadas con pequeñas piezas de artillería. Se dividió todo en tres columnas, una a órdenes de
Ferrari, otra a las de VaIz y la otra a las de Marcelin; yo con unas canoas pequeñas y ligeras iba de
vanguardia y servía de guía principal.

Como práctico del río iba a buena distancia de la división para descubrir antes que ellos al
enemigo. Los marineros quedaron de guardia en la vigía y, puestos a buen recaudo los prisioneros
españoles y asegurados los barcos con doble anda, se armaron de paciencia en este lugar de
soledad y de lluvia; mantenían sin embargo un barco de atalaya en la isla del Oro y otro en la otra
orilla del golfo, para no ser sorprendidos en la misma forma en que ellos habían sorprendido a los
españoles. La lluvia, los truenos, el zumbido de los insectos, los chillidos de los animales y de las
fieras, fueron la música que no cesó un minuto durante ocho largos días. Me apoderé sin estrépito
de la segunda vigía, porque estaba al tanto del santo y seña, que había encontrado en la primera.
Así al noveno día nos acercamos al fuerte, donde sentíamos disparos de cañón de una violencia
desacostumbrada. Habiendo llegado finalmente a una vuelta desde donde se podía observar el
fuerte y a los españoles, subimos con el general a un árbol y observamos con los anteojos de larga

103

vista las posiciones de los españoles, que estaban sobre la orilla derecha, a un tiro de cañón del
fuerte, con cuatro lanchas cañoneras armadas con piezas de grueso calibre, con las que trataban
de llenar de pavor a los inexpertos cañoneros republicanos, quienes con un fuego no muy vivo y
mal dirigido respondían al enemigo. Se decidió esperar hasta el día siguiente al amanecer para
atacarlos, porque la oscuridad de la no, che podía volver fatal para nosotros la sorpresa que se les
debía dar a los españoles por la espalda. Caminamos en silencio durante la noche y cuando creí
que estábamos cerca del enemigo (que por temor no tenía ningún fuego encendido que pudiese
servir de señal del acampamento) me detuve y fui alcanzado por el general con toda la división.
Aquí esperamos pacientemente hasta la llegada del alba, que fue anunciada con cuatro tiros de
cañón y con una bellísima diana.

Entonces todas nuestras canoas se movieron a toda marcha, sin temor de ser vistas por el
enemigo, porque una densa niebla, común en estos lugares, las envolvían en su oscuridad. No
habían alcanzado a terminar su diana cuando nosotros comenzamos la nuestra al son de cañones
y de mosquetería, saltando inmediatamente a tierra y persiguiendo por todas partes al enemigo, el
cual opuso resistencia, pero no pudo salvar la vida, que le fue negada por nuestros soldados
sedientos de sangre y enardecidos por una contienda de solo media hora. Pocos fueron los
sobrevivientes y ninguno pudo huir, porque aquellos solitarios e intransitables bosques no dejaban
y los grandes pantanos no lo permitían. Esta sorpresa fue honrosa para Aury, en cuanto libraba la
(8)
provincia del Chocó doblemente invadida por las tropas españolas, ya que el general Morales ,
que se había refugiado en los Andes e impedía el paso para Popayán, descendió imprevistamente
de los montes y en la noche sorprendió a los republicanos comandados por el general Valdés,
acuartelado en Cali y en sus cercanías. Su bajada fue como la de un torrente que se precipita de
las montañas y viene a inundar las llanuras. En la misma forma Morales invadió y saqueó todo el
valle del Cauca y, como no debía ignorar que las tropas de Cartagena se dirigirían al Chocó, por la
vía de Anserma se apoderó de Nóvita y estaba para caer sobre Citará, cuando el coronel Cancino,
gobernador de esta ciudad, se dirigió con todas sus fuerzas al istmo de San Juan (9)para
disputarle el paso. En este punto estaban las cosas cuando nosotros libertamos el fuerte y dejamos
encerrados en él a los pocos sobrevivientes españoles, que pertenecían al regimiento de León
comandado por Muñoz, y nos pusimos prontamente en marcha hacia la capital que nos acogió con
gran fiesta y júbilo. No descansamos sino esa noche y al asomar el alba seguimos la marcha por el
río Quibdó y con nuevos indios navegamos día y noche para llegar a tiempo de socorrer al coronel
Cancino, que tenía noticia de nuestra marcha y nos espetaba con impaciencia.

Infinitas fueron las gracias que le dio a Aury y le aseguró que sin su venida hubiera estado a punto
de perder la provincia que le había sido confiada. En efecto, el haberse sostenido en el fuerte de
Citará no fue obra de los negros que lo guarnecían, sino de la resolución de un oficial piamontés
(9 bis)
llamado Salogal , que apuntaba él mismo las piezas e inspiraba coraje con su sangre fría a los
que más temor tenían; seguramente si nos hubiéramos demorado un día más, probablemente este
intrépido oficial hubiera sido víctima de su coraje, porque no había ninguno que lo secundara.
Inmediatamente Aury y Cancino determinaron correr sobre Nóvita y atacar a Morales. En efecto, se
embarcaron todas las tropas, descendimos por el San Juan y remontamos día y noche el
(10)
Tamaná hasta pocas millas antes de Nóvita, en donde desembarcó Cancino Con los suyos de
madrugada y por senderos y derrumbaderos se dirigió a lo alto de un monte a espaldas de Nóvita,
mientras que todas las piraguas comandadas por Aury deberían hacerse ver en la orilla opuesta,
por el caserío de la Bodega, pasar adelante y hacer creer al enemigo que se quería desembarcar
por la parte de arriba. En efecto las tropas estaban parte en la playa, parte sobre la montaña de
Nóvita. Sin disparar un solo tiro, antes recibiendo los del enemigo, pasamos velozmente por frente
a la Bodega amagando atravesar el río. El enemigo, que creyó que allí iban todas las fuerzas, bajó
del monte y vino sobre la playa y los que la guardaban avanzaron a lo largo del río para impedir el
desembarco. Pero habiéndolos dejado correr en esta forma más de una milla, de repente se oyó la
fusilería que hacía el coronel Cancino sobre los españoles, con lo que repentinamente nos
lanzamos al descenso, siguiendo la corriente que nos llevó en un momento a tierra en la orilla

104

opuesta. Terrible hubiera sido el primer encuentro si los enemigos hubieran estado allí bien
organizados para recibirnos; pero andaban como a la desbandada corriendo por aquellas ríspidas
y boscosas orillas. Apenas descendían se organizaban los nuestros en columnas y con increíble
disciplina avanzaban sobre el enemigo, él cual llenó de terror al encontrarse entre dos fuegos, se
dirigió inmediatamente a una colina para no ser sacrificado sobre la playa. Ejecutaron rápidamente
esta maniobra, porque si hubieran tardado un solos instante, estaban seguros de que una columna
de los nuestros la hubiese ocupado y entonces no hubieran tenido modo de retirarse. La posición
era inatacable, de manera que nosotros, dueños del caserío y de la ciudad, acampamos a las
faldas del montecillo en el que estaba desplegado el enemigo. En la noche se avanzaron algunas
columnas para ocupar las posiciones que lo dominaban, pero él se batió en retirada y se dirigió al
lugar llamado Juntas. Lo perseguimos en seguida, pero con aquellas precauciones que requerían
los montes, bosques e intrincados senderos de aquel camino, así que empleamos varios días y le
dimos tiempo de fortificarse en Juntas.

Había dejado descubierto el lugar y se había atrincherado en la orilla opuesta que queda cerca,
entre esta y un brazo del río, protegida la izquierda por un bosque impenetrable, de modo que
además de las trincheras su línea estaba protegida por el río. Apenas llegamos al lugar se examinó
la posición del enemigo y al día siguiente al despuntar el alba se pasó inmediatamente el río por
cuatro puntos aunque el agua nos llegaba hasta el pecho. El fuego del enemigo era vivo y los
nuestros marchaban por entre el agua sin responder, resueltos a Vencer. Una vez llegados a la
playa el fuego se redobló, pero los nuestros, que soportaban mal la fusilería enemiga, se arrojaron
como tigres sobre las trincheras, que en momento fueron nuestras. El enemigo se retiró en buen
orden y lo favorecía en su retirada un terreno montañoso, lleno de precipicios, cubierto de horribles
selvas que se vuelven impracticables por la gran cantidad de bejucos. Los perseguimos hasta la
cima de un monte, pero para subir a otro que lo dominaba no habla otro medio que un camino
bordeado por horrendos precipicios que infunden temor. Colocado militarmente el enemigo en el
acceso superior de este monte podía solo con piedras impedir a cualquier ejército pasar adelante.
Por consiguiente tuvimos que contentarnos con acampar y fortificamos en los alrededores para
esperar que con el tiempo se retirara. Fue aquí donde nos llegó la noticia, traída por un chasqui, o
sea por un expreso, de que en La Habana se preparaba una expedición para apoderarse de la isla
de Providencia. Los despachos eran del ministro, que pedía que se enviasen inmediatamente
refuerzos a aquel establecimiento para no perderlo.

Aury creyó que no podía confiar mejor la defensa de aquel importante lugar que a mi compañero
Ferrari, al cual se le dio orden de retroceder a Providencia inmediatamente con toda la flota y con
su batallón, que había sufrido más que los otros. por causa del clima, de los insectos y de las
incomodidades. Debía tomar el mando del fuerte principal llamado Libertad y se le nombró también
vice-gobernador militar. Provisto de las instrucciones necesarias partió hacia nuestro importante
baluarte. No se pensó entre tanto en enviar una columna por el camino de San Agustín para que
(11)
atravesase los Andes y viniese por Roldanillo y el Hato de León sobre Anserma y de allí tomase
al enemigo por la espalda, y esto a causa de que los españoles ocupaban con sus fuerzas todos
aquellos lugares y tenían una buena guarnición en Cartago. Finalmente el enemigo se retiró y solo
en Anserma se tuvo un encuentro de vanguardia en el que llevó la peor parte el enemigo y que le
arrebato de las manos la ciudad, que fue entregada a las llamas por los ensañados españoles. El
general Morales hizo pasar a una parte de sus tropas el río Cauca y tomó la orilla derecha,
mientras que en la izquierda retenía el camino para Hato de León. Se detuvieron allí y en
(12)
Naranjos y Roldanillo, mientras los españoles que estaban en Cartago por orden de Morales se
retiraron sobre aquellas poblaciones. Nosotros nos establecimos en Cartago y el coronel Cancino
(13)
en Anserma . No se podían encontrar caballos para hacer montar a nuestros lanceros y al
estado mayor, porque Morales los había requisado todos y enviado a Cali. Era necesario pues
(14)
atenerse a los refuerzos de Ibagué , a donde se había retirado Valdés con su ejército, porque
nosotros éramos un puñado de gentes en proporción a las fuerzas de Morales, reunidas todas en
torno a Roldanillo, y no teníamos otra esperanza qué arrojarnos sobre la Balsa [hoy Alcalá], en las

105

montañas, y el coronel Cancino sobre el mismo lugar abandonado por el enemigo, al lado de acá
de Juntas. Entre tanto Valdés, después de reunir su división, descendía del páramo del Quindío
para -tomar la ofensiva y se unía a Aury, que a una con Cancino perseguía al enemigo, y le
presentaba batalla en los hermosos llanos de Naranjos, pero éste lo evitó diestramente y en plena
(15)
retirada se dirigió a Popayán mientras Valdés se establecía con su cuartel general en
(16).
Cali Nosotros quedamos divididos entre Roldanillo, Naranjos, Cajamarca, Hato de León,
Anserma y Cartago. Cancino se retiró por Nóvita al Citará. Nuevos cuerpos vinieron a reforzar a
Valdés, de modo que el número de sus fuerzas subió a cinco mil hombres. Nosotros nos reunimos
después todos en Cartago y aguardábamos con impaciencia las nuevas disposiciones que se
esperaban de Santafe para conocer el objetivo de nuestra campaña. Entonces se recibieron
despachos del Vice-Presidente Santander en que se nos ordenaba marchar sobre Honda para
reunirnos allí con el ejército que debía descender por el río Magdalena a Cartagena.

(17)
Emprendimos la fatigosa marcha por el páramo del Quindío y al llegar a Ibagué descansamos
(18) (19)
un día, de allí proseguimos por Piedras y en Guataquí se empezaron a hacer balsas con
(20)
gruesos árboles, sirviéndonos principalmente, de cañas de guadua y del árbol de cumacá, muy
ligero y fácil para trabajar. Varios indios expertos iban en las balsas, cada una con capacidad para
tres personas. Provistos de escasas provisiones descendimos por el Magdalena, y es sorprendente
la manera con que estos indios saben evitar con sus largos palos los escollos que se encuentran,
los árboles derribados sobre las orillas o los que son arrastrados por la corriente. Estas balsas
están formadas por un piso de cañas gruesas, parecidas a nuestros álamos, amarradas con
fuertes bejucos y aseguradas con otras atravesadas. Sobre este se forma otro piso del árbol
cumacá bien unido y despojado de todas sus ramas y amarrado con bejucos, que se aseguran
también con otros árboles atravesados; finalmente otro piso de cañas termina la balsa; en ellas
iban todos los soldados menos el general y su estado mayor que iban en una canoa grande.
(21)
Encontramos varias cascadas de más de diez pies de altura , en donde los indios procuraban
dirigir la balsa hacia tierra y apenas podían acercarse saltaban a ella y con cuerdas retenían la
balsa para que no cayese en el precipicio. Una vez que todos los soldados habían desembarcado,
algunos indios pasaban a la parte inferior de la catarata mientras los otros soltaban las cuerdas y
dejaban las balsas a merced de la corriente, en cuyas aguas se precipitaban, mientras que los
otros indios nadando rápidamente las rescataban y tirando de las cuerdas las arrastraban a tierra,
o bien montaban sobre ellas y procuraban con sus palos tomar tierra.

Esta maniobra se hacia rápidamente de modo que apenas daban materialmente tiempo a la tropa
para pasar, de piedra en piedra y a través del precipicio, al otro lado de la cascada. En esta forma
navegaban unos cuatrocientos hombres, que por su coraje valían por cuatro mil, conducidos por el
intrépido Aury. Cuando llegamos a Honda encontró Aury una orden para que enviara un oficial a
Santafé a recibir instrucciones y llevarlas a Providencia, para que toda la flota de Buenos Aires se
dirigiese a Cartagena. Inmediatamente me fue ordenado que me dirigiera a Santafé por la vía de
(22)
Serrezuela ; esta montaña tiene un hermoso camino, ya que era la que más frecuentaban los
negociantes que de Cartagena iban a Santafé. Montando a caballo durante cuatro días seguidos
(22 bis)
fui subiendo hasta Zipaquirá , donde esperaba encontrar una fuerte bajada, pero se me
presentó delante la dilatada sabana de Santafé y por una lápida colocada en el camino supe que
este altiplano tiene 1.400 toesas sobre el nivel del mar, más alto que nuestro paso de Mont Cenis.
Cuando llegué a Santafé recibí orden de tomar la vía de Ibagué, Anserma, Nóvita y Citará y
dirigirme al golfo del Darién, para pasar de allí a Providencia, tomar a todos los hombres que
hubiera allí disponibles, venir con toda la flota sobre Tolú, tomar la plaza, destacar una patrulla de
reconocimiento hasta el Magdalena para obtener información sobre las fuerzas que debían
(23)
descender desde Honda y, en caso de que aquellas fuerzas no hubieran llegado, sostenerme
en Tolú para, apenas tuviera conocimiento de la liberación del Magdalena, venir con la flota frente
a la entrada del puerto de Sabanilla. Provisto de las órdenes necesarias partí al instante y al llegar
a la bahía de Candelaria tomé una de las naves correo, de las dos nuestras que estacionábamos
siempre allí para llevar y traer órdenes a la isla de Providencia. Me dirigí a Mangles y San Andrés

106

para retirar las guarniciones que había allí y así pude hacer llegar aviso a mi compañero de mi
arribo inminente. En efecto fue un consuelo para los dos volvernos a abrazar. Aquí supe que
efectivamente los españoles habían hecho circular ciertamente la voz, pero que nunca se habían
preparado para la supuesta expedición, como lo aseguraban las últimas cartas del ministro.

Así pude tomar conmigo con más tranquilidad todos los hombres disponibles, junto con el mismo
Ferrari, y habiéndonos embarcado con la división nos hicimos a la vela para nuestro destino. Nos
acercábamos a Tolú cuando supimos, por un barco inglés, que los republicanos habían tomado a
Sabanilla desde hacia algún tiempo; de modo que nos dirigimos inmediatamente hacia aquella
(24)
parte pasando por delante de Cartagena. De hecho nos encontramos en Galerazamba toda la
flota de Brión y allí se nos notificó que según las órdenes de Bolívar el coronel Montilla esperaba
en la Margarita a la división del general Devreux, que debía venir de Londres para actuar sobre las
costas de la Nueva Granada. En efecto, apenas llegado allá tuvo que partir, aunque no estaba el
general porque se había quedado en Jamaica. Desembarcó pues con Brión y después de tomar a
Riohacha en la provincia de Santa Marta, siguiendo las instrucciones marchó inmediatamente por
el valle de Upar para unirse con una columna que debía venir de Ocaña. Pero habiendo llegado
Montilla cerca de la ciudad de los Reyes sin encontrar ninguna columna de republicanos y
habiendo sabido en cambio que las tropas de Cartagena y Santa Marta se habían unido para
cortarle la retirada sobre Riohacha, tuvo que replegarse inmediatamente sobre esta plaza, a donde
llegó al mismo tiempo que el enemigo, el cual se dispuso inmediatamente a bloquearía. Era
necesario hacer una salida al día siguiente para batirlo y expulsarlo, pero los ingleses se negaron
exigiendo que antes se les pagara no solo por todo el tiempo que habían servido sino también los
veinte escudos por cabeza que se les habían prometido en Londres como gratificación, pagadera
en el momento en que pusieran el pie en el continente americano. A causa de este incidente el
coronel Montilla salió de la plaza con trescientos margariteños y otros tantos marineros y batió al
enemigo, que a pesar de todo no quería abandonar la posición. Al día siguiente se resolvió
pagarles, pero como no había dinero, se usó de una estratagema que en aquel momento era el
mal menor.

Se reunió a los ochocientos ingleses desarmados en la plaza del Castillo, los margariteños se
apoderaron inmediatamente de sus armas e incontinenti Montilla ordenó que se embarcaran en
algunos barcos mercantes ingleses y americanos que estaban en el puerto, quienes tuvieron que
transportarlos inmediatamente a Jamaica. Hacía pocos días que estos fascinerosos habían partido,
cuando llegó el general Devreux y, donde esperaba encontrar un comando, se halló privado hasta
de los hombres que él había conducido desde Londres, de modo que de jefe vino a quedar
simplemente agregado a la columna de Montilla para poder subsistir, ya que Montilla, no pudiendo
conservar más tiempo la plaza, se embarcó y con la división de Brión se hizo a la vela hacia el. río
Magdalena. Habiendo llegado al puerto de Sabanilla, este hizo desembarcar a sus trescientos
soldados y con ellos se acercó a un reducto que protegía la rada ylos españoles que debían
defenderlo se dieron a la fuga. Marchó sobre Barranquilla, ciudad distante cinco leguas, donde fue
recibido con grandes aclamaciones y todos los hombres empuñaron las mismas armas que se
habían tomado a los soldados ingleses. La población de los pueblos vecinos se sublevó en masa,
(25)
de modo que los españoles no se atrevían a salir de Cartagena, cuando en Tenerife , sobre el
Magdalena, tuvo lugar una batalla decisiva, que hizo perder a los españoles todas sus flecheras, o
sea las embarcaciones armadas del río Magdalena, y las tropas que estaban sobre la playa fueron
destrozadas. La victoria se debió más al valor de todos que a las buenas disposiciones del general
(26)
Ulanetta , a cuyas órdenes comandaba Aury su pequeña división. Con este hecho quedó libre la
navegación del Magdalena en el mismo momento en que nosotros comparecíamos delante de
Sabanilla. Habiendo bajado yo a tierra y dirigídome a Barranquilla, encontré al general, quien me
dio orden de embarcar nuestras tropas y tener la división lista para darse a la vela. En efecto él
mismo vino a bordo y nos dirigimos todos delante de Cartagena para impedir que pudiese entrar
algún barco llevando víveres. Lo mismo hizo la flota de Brión, y así sosteníamos por mar un cerco
estrechísimo mientras que Bolívar, que había venido de Santafé por el Magdalena, bloqueaba por

107

tierra, estableciendo el cuartel general del coronel Montilla, quien debía comandar el sitio, en la
(27)
ciudad de Turbaco . Hecho esto volvió a partir hacia Ocaña y de allí se dirigió a Mérida,
conquistada desde hacía mucho tiempo por el ejército de Cúcuta comandado por el general
Urdaneta, que había tomado también a Trujillo y Gibraltar. En esta última ciudad se formaba una
división para atravesar el lago y dirigirse a Maracaibo. Habiendo llegado Bolívar allí encontró que la
división ya habla partido para la orilla opuesta, y en consecuencia, encontrándose dueño de
Venezuela, entró en la provincia de Caracas, la única que le quedaba a Morillo, porque las de
(28)
Cumaná y Barcelona habían sido invadidas por los generales Soublette y Bermúdez y
sostenidas por la flota comandada por el general Arismendi que conservaba a Angostura, y los
llanos estaban todos en poder de Páez que se hallaba en la ciudad de' San Carlos. El interior
estaba completamente libre y solo quedaba Morales en 'las montañas de Popayán impidiendo el
paso para Pasto y la provincia de Quito. Todas las plazas fuertes y los puertos principales estaban
(29)
en poder de los españoles, como Puerto Cabello, Cartagena , Santa Marta, Maracaibo,
Portobelo, Chagres y Panamá; pero había quien estrechaba para la pronta rendición de todas
ellas. Entre tanto nosotros habíamos recibido orden de desembarcar cerca del fuerte de Bocachica
en la bahía de Cartagena y de establecernos allí para cortar la comunicación por tierra con la
(30)
ciudad, mientras que el bravo coronel Padilla con numerosas flecheras se introducía de noche
por un estrecho canal a la gran bahía cartagenera y se unía a nosotros para poder tener
comunicación con las tropas de Montilla situadas al otro lado.

Las dos escuadras de Colombia y Buenos Aires bloqueaban estrechamente el puerto cuando un
día llegó la orden de tomar inmediatamente a Santa Marta, por lo cual se envió una columna
comandada por el coronel Carrero para que diera un rodeo a través de la laguna llamada la
ciénaga, mientras el coronel Padilla debía forzar la misma laguna, al mismo tiempo que nosotros
estaríamos desembarcando con Brión sobre la playa y así atacar por tres puntos la plaza de
Ciénaga, muy fortificada por su posición en medio del agua y por un fuerte de tierra con foso y
palizada situado en medio de una llanura arenosa. Nos reembarcamos y muy temprano llegamos
delante de Ciénaga, mientras Padilla rompía los palos que habían sido colocados a la entrada del
lago y arrojándose con los suyos en un pantano corría sobre los cañones enemigos y los tomaba a
viva fuerza; nosotros desembarcamos después de haber cañoneado la playa, entre repetidos gritos
y redobles de tambor, y no obstante la fusilería enemiga poníamos pie a tierra en el mismo
momento en que el coronel Carrero irrumpía del bosque y desembarazándose del enemigo que
tenía delante, ocupaba la llanura. Estuvo tan bien combinado el movimiento de los dos coroneles
(31)
Carrero y Padilla, que entre los dos tomaron el fuerte y nosotros llegamos detrás de ellos .
Inmediatamente todas las tropas marcharon sobre Santa Marta y Brión con las dos escuadras se
presentó delante del puerto y lo forzó a capitular. Nosotros llegamos al día siguiente y encontramos
a Brión dueño ya de la ciudad sin haber probado el fuego enemigo. Aury estaba con las tropas de
tierra y recibimos los honores debidos a los vencedores. Al día siguiente llegó el coronel Montilla y
estableció en esta ciudad su cuartel general. La flota de Brión fue enviada a continuar el bloqueo y
nosotros nos quedamos en Santa Marta y una parte en Sabanilla.

No tardó mucho en llegar la noticia por el Magdalena a Santafé y pronto se recibió la promoción de
generales para los coroneles Montilla, Carrero y Padilla, concedida por Santander. El primero como
jefe del bloqueo y de la provincia de Cartagena, el segundo con el mando de la provincia de Santa
Marta y el tercero con el comando en jefe de la flotilla del río Magdalena. De nuestra división y de
Aury no se hablaba) por lo que resentido éste se resolvió a marchar a Santafé para hablar con
Santander, pues consideraba que por los servicios prestados hasta entonces se le debía conceder
(32)
al menos la Orden de los Libertadores de Cundinamarca , y que, por cuanto hasta entonces sus
soldados y su flota habían actuado en favor de la república, debían tener algún derecho al
reconocimiento público y ser mencionados en los boletines oficiales y en las órdenes del día, que
nunca hablaban de nosotros como si no existiéramos.

108

N. B. Todo esto se deduce de la hoja de servicios y del pasaporte recibido del mismo Santander
para dirigirme a Providencia, visado en todas las plazas por donde he pasado.

Ya en otra parte había hecho alusión a la costumbre de tener mujeres provisionales, la cual, más que una costumbre
(1) es una señal de la poca rigidez de costumbres de una población mixta.
Sobre los edificios construidos en Vieja Providencia durante los cuatro meses de ausencia de Codazzi, véase el mapa
trazado por el mismo.

De Courtois se hace mención en otra parte y es quien queda con el mando de la flota después de la muerte de Aury;
(2) de Henry solo se hace mención aquí.

El río San Juan es el desaguadero del lago de Nicaragua. Con una longitud de 224 km., incluyendo la parte en que es
(3) afluente del lago, es interesante desde el punto de vista de sus vicisitudes como curso de agua. En su
desembocadura, en delta, surgía un puerto, el antiguo San Juan del Norte -hoy Greytown- al fondo de una laguna bien
protegida contra los vientos del lago. Y hasta mediados del siglo pasado buena era la rada y bueno el ingreso. Pero la
sedimentación del San Juan ha cerrado el ingreso y el puerto en parte. El actual puerto -Greytown- está un poco al N.
de San Juan del Norte.

[Todo lo que aquí relata Codazzi sobre una expedición al mando personal de Aury por el Chocó y posterior descenso,
(3 por el Magdalena en 1820, carece de comprobación documental que lo confirme. Nota del traductor].
bis)
Es una isla pequeña que surge cerca de la costa occidental del golfo de Urabá, antes de las bocas del Atrato (y. el
(4) mapa de Codazzi).

Varias islas surgen en la desembocadura del Atrato, formando varios brazos; Codazzi menciona dos, el de la
(5) Candelaria y el de Barbacoas; este es más oriental y sobre un islote estaba la vigía.

Son completamente nuevas las noticias que da aquí Codazzi sobre los diversos movimientos de los ejércitos
(6) republicano y español. No hemos podido confrontarlas con datos oficiales y los libros que hemos consultado se
desentienden de esta empresa del Chocó.

Esta palabra [baje], se refiere aquí al declive que hay desde las montañas de Popayán hasta las orillas del río Cauca.
(7) [La nota es redundante, pues el profesor Longhena no cayó en la cuenta de que la palabra italiana baje, que aparece
en el manuscrito de Codazzi, no puede significar otra cosa que una extraña grafía para nuestra castellanísima palabra
valle. Nota del traductor].

Sobre Morales, de humilde origen, sostenedor de la causa española (1781-1844) ya se ha hablado. Las noticias que
(8) ofrece aquí Codazzi confirman la interpretación que hemos dado a las palabras "il baje del Cauca".
[No está por demás repetir que el general realista Francisco Tomás Morales no actuó por estas fechas en territorio
granadino, sino en Venezuela. En este punto la información de Codazzi está equivocada. El jefe de las tropas realistas
en el Valle del Cauca a fines de 1819 y en 1820 fue el coronel Sebastián de la Calzada. Nota del traductor].

Se trata del istmo entre el río Quibdó y el San Juan, entre la Bodega de San Pablo y la de San Juan, que en el viaje
(9) precedente, que había a realizado solo, fue recorrido por Codazzi en un par de horas. Véase el capítulo 9.

[No hemos podido identificar a este oficial, cuyo apellido sin duda ha sido mal transcrito por Longhena. Nota del
(9 traductor].
bis)
El río Tamaná (Codazzi escribe también Timaná) es un afluente del San Juan por la banda izquierda [Longhena, por
(10) una mala lecturas transcribe siempre Jamaná o Jimaná]. La Bodega a la que se refiere aquí está un poco más abajo de
Nóvita. El pueblo de Juntas [Longhena, no sabemos por qué, escribe Tres Puntas, nombre que no aparece en el relato
de Codazzi], quedaba ciertamente sobre la orilla derecha del río, si nos atenemos a la descripción del hecho de armas.
Probablemente es uno de tantos caseríos que no se señalan en los mapas.

Roldanillo, al occidente del Cauca sobre el flanco de la Cordillera Occidental, fue un lugar tranquilo donde
(11) encontraron refugio durante la guerra muchas familias de la región del Cauca; hoy es un lugar de veraneo muy
frecuentado.

Naranjo, a la derecha del Cauca, sobre un afluente de éste, casi a mitad de camino entre Roldanillo y Cartago [hay
(12) Obando].

Anserma -ciudad de la sal- la primera se levanta donde el Cauca desaparece entre profundas gargantas, a la izquierda
(13) del río, a 850 m. de altura: es Anserma Viejo; Ansermanuevo está cerca de Cartago, hacia el N.

109

Capital del departamento del Tolima, fundada en 1550 por Andrés López Galarza. Está situada entré los ríos Chipalo y
(14) Combeima, afluentes del Coello, sobre una llanura ligeramente inclinada (y. Jeografia física i política del Estado del
Tolima, Bogotá, 1863).

Las montañas entre el Cauca y el Magdalena, o sea la Cordillera Central, en la que se abre el paso del Quindío y donde
(15) se elevan las grandes cimas, el Tolima, etc. Quizá aquí se haga referencia a las primeras alturas -le baje- que
anteceden a la gran cadena.

Capital del departamento del Valle del Cauca, a la derecha del río [sic] y sobre las últimas laderas de la Cordillera
(16) Occidental, a 1.040 m. de altura. Fue fundada en el mismo año que Popayán (1536) y es la ciudad más importante del
Valle del Cauca por su comunicación con el Pacífico. En efecto, en 1914 quedó unida a Buenaventura por medio de un
ferrocarril.

El paso del Quindío tiene una altura de 3.260 m.; el páramo (paisaje montañoso caracterizado por un peculiar manto
(17) vegetal) está entre los afluentes del Magdalena y del Cauca.

Piedras, está situada en un llano cerca del río Opía, en la vía de Ibagué a Guataquí. En 1863 tenía 5.575 habitantes.
(18) Está a 340 m. de altura.

Guataquí, sobre el Magdalena.


(19)
Guadua (bambusa guadua), tiene un tronco alto y liso, pero es flexible y liviana.
(20)
Todo el curso del Magdalena abunda en rápidos. Nace en el altiplano central y tiene en sus cabeceras una soberbia
(21) cascada de 100 m., después a través de rápidos desciende gradualmente hasta el valle.
[Por esta nota y la siguiente sé ve claramente que el profesor Longhena considera al río Funza o Bogotá como fuente
y origen del Magdalena. Nota del traductor].

Serrezuela es un afluente del río de Bogotá (Magdalena) sobre la banda derecha y quizá en sus orillas hay una
(22) población (no se ha podido determinar su posición).
El cauce de este río es seguido por el ferrocarril Bogotá-Facatativá, desde donde varios caminos conducen al
Magdalena. Por consiguiente por Serrezuela pasa la vía de Bogotá a Cartagena.
[Es de alabar el interés del profesor Longhena en identificar los nombres y lugares geográficos citados por Codazzi y
no es de extrañar que, dados los escasos medios de consulta de que pudo disponer, no hubiera acertado muchas
veces. Serrezuela no es ningún río, sino el nombre antiguo del actual municipio de Madrid, en la sabana de Bogotá,
entre esta ciudad y Facatativá. Nota del traductor].

[sic, debe ser Facatativá. Nota del traductor].


(22
bis)
Honda era el punto terminal del camino de Bogotá y en ella hacían escala, en tiempos pasados, las mercancías
(23) provenientes de Cartagena y destinadas al S. o al SE. Hoy una vía férrea evita los saltos de Honda y la navegación
comienza más abajo, en La Dorada, donde está el denominado Puerto Bogotá.
La navegación comercial del Magdalena ha desaparecido hace varios decenios. Hoy el comercio se hace por carretera
y por la recién construida vía férrea La Dorada-Santa Marta. Nota del traductor].

Está casi a mitad de camino entre Cartagena y Sabanilla (hoy Puerto Colombia). La bahía está formada por una punta
(24) de tierra en forma de gancho que defiende la ensenada por el norte. Se denomina Galerazamba a la isla que continúa
el saliente continental.

Es una localidad en el curso del bajo Magdalena, sobre la orilla derecha, arriba de la ciénaga de Sapayán.
(25)
De este oficial solo se hace mención aquí y en alguna otra parte en otro capítulo. El texto de Codazzi dice claramente
(26) Ulanetta. Es un error de Codazzi ¿o se quiere indicar una persona distinta del general Urdaneta?

Pequeño centro al SE. de Cartagena, sobre el ferrocarril Calamar-Cartagena.


(27)
Dos provincias del NE. de Venezuela sobre la costa.
(28)
Cartagena no es un solo puerto sino una serie de puertos. El que se abre al 5. de la ciudad tiene dividida la entrada en
(29) dos por la isla de Tierrabomba, que determina dos estrechos. El más angosto, el de Bocachica, está defendido por
dos fuertes, el fuerte San Bernardo al N. [sic; es el castillo de San Fernando de Bocachica y el de San José al S.

José Padilla, general colombiano nacido en Riohacha en 1778 y fusilado en Santa Fe de Bogotá en 1828. Se enroló en
(30) la marina libertadora y se encontró siempre en todas las luchas por la independencia. Defendió en 1815 a Cartagena
durante el famoso asedio que le mereció a la ciudad el título de "heroica", después se unió a Bolívar y asistió a la
caída de Riohacha (1820), derrotó a Sánchez Lima en la Laguna Salada y venció también en Pueblo Viejo, La Barra y

110

Ciénaga de Santa Marta.
[La más gloriosa acción naval dirigida por Padilla fue la toma de Maracaibo el 24 de julio de 1823. Nota del traductor].

Se trata de la batalla a que nos referimos en la nota precedente en último lugar. La Ciénaga, o Ciénaga de Santa Marta,
(31) es una laguna formada por un brazo derecho del Magdalena.

Es la orden de caballería instituida por Bolívar; el nombre de Cundinamarca era el de la región donde se fundó
(32) Bogotá, nombre que ha "sido siempre el corazón de Colombia, cuya historia se identifica con la de la república".

111

- XII -
Viaje del general Aury a Santafé por el Magdalena - Descripción
del clima, usos y costumbres de estos habitantes, producciones,
animales, etc., de estos lugares - Promulgación del armisticio y
estado de las fuerzas armadas - Llegada de Bolívar a Santafé -
Reproches a Aury - Descripción de Santafé, climas, usos y
costumbres de sus habitantes y producciones diversas;
sorprendente cascada del Tequendama - Carácter del Presidente
Bolívar, del Vice-Presidente Santander y del general
Sucre - Encargo a Aury para sublevar las provincias de Honduras
- Partida con la flota para Providencia - Nuestro naufragio en
Roncador, arribo a Providencia, inútil ataque a Trujillo: bloqueo
de Omoa, llamada a Cartagena y nuestro naufragio en el cabo
Gracias a Dios. (Página 297 a página 323).

Habiendo sido yo escogido para acompañar al general Aury a Santafé de Bogotá y habiendo
dejado a sus ayudantes de campo en Sabanilla, tomamos el Magdalena en una piragua de seis
bogas, que son indios que trabajan como los del río Atrato, esto es, con palancas. Entonces la
estación era de las más calurosas y se hizo una especie de cabaña cubierta de piel de buey. Los
habitantes de estos lugares presentan una gran mezcla de colores por las diversas uniones
habidas entre españoles, indios, negros, mulatos y viceversa. Demuestran por consiguiente mucha
vivacidad y destreza unidas a un carácter dulce y algunas veces altivo. Son amigos del tráfico y del
comercio, al cual se dedican enteramente por las ventajas que obtienen del puerto de Cartagena y
de la navegación del gran río Magdalena. El tiempo, en la época de verano que va de junio a
febrero, es siempre hermoso y con cielo despejado. Jamás relampaguea, ni llueve, ni truena, de
modo que el calor llega a ser tan excesivo que se caen las hojas de los árboles como entre
nosotros en el invierno y árboles verdes y con hojas no se encuentran sino en los lugares bajos y
húmedos y en las cercanías de los ríos, lagos o pantanos. En las praderas hay pastos muy
hermosos, pero que se secan por el gran calor y a los que se les pone fuego para extirpar los in-
sectos y para que renazcan más fértiles.

El Magdalena tiene varias leguas de ancho, es muy profundo y tiene amenas isletas bastante
(1)
grandes en su lecho. Allí se dan el cedro dulce, el azafrán, el árbol de la leche , derecho y blanco
con una corteza que es negra por dentro, de cuya incisión brota un licor lácteo, bueno contra varias
(2)
enfermedades; la acacia, el mavacure , el tucuria, cuyas frutas amarillas producen fiebre; el
(3)
mepe venenoso, la deliciosa granadilla , el pardillo gris con venas negras, de un agradabilísimo
(4) (5)
olor y fácil para trabajar ; el cártamo amarillo, que huele a aceite de linaza , el aracú amarillo,
(6)
el cabeza de negro, igual a nuestro castaño espinoso , el paraguatán rojo, que sirve para el tinte,
el ligero curucai, bueno para construir piraguas portátiles, con hojas verdes armadas de agudas
(7)
espinas. Arbustos como la chirimoya y las guayabillas, con sus frutas delicadas y buenas para la
(8) (9)
diarrea. Las palmas de coco, de abanico, chitera, piritú , cucurito y el agradable zapote, cuyas
(10)
frutas son delicadísimas . Por estas partes se encuentran muchas cañas entre ellas el
carapacá. Nace la planta vulgarmente llamada sensitiva, cuyas hojas se contraen apenas se las
toca, y las sandias y los pepinos se dan silvestres, como los pequeños pimientos de diversos
colores, y las naranjas y limones se encuentran en el bosque. Las patatas dulces, el ñame, la yuca
dulce y la amarga, de esta última se hace el pan de cazabe, y el ocumo que es una especie de col.

112

(11) (12)
Las papayas , las naranjas, los bananos, el curuguate , los nísperos como los nuestros. El
aguacate, que tiene una nuez grande en la mitad y cuya pulpa es amarillenta y se come con
(13) (14)
cucharilla . La guayaba roja, buena para hacer conservas y para las diarreas , el icaco, en
forma de níspero pero con sabor a serba madura, y cuya fruta es tan grande como una
(15)
manzana . Se cultiva el cacao, el tabaco, el algodón, el maíz, la caña de azúcar y la vainilla. En
la provincia de Santa Marta, que forma una parte de la orilla derecha del Magdalena, el ébano y el
palo Brasil son comunísimos, y se podría cultivar mucho la cochinilla, que se alimenta de las hojas
de la higuera de la India, abundantísima en aquella provincia. Se encuentra también el palosanto,
madera fácil para trabajar y que se conserva mucho. Las altas montañas, que por la mañana se
ven a lo lejos cubiertas de nieves eternas, dan mármoles finísimos, pórfido y piedras de varios co-
lores. En los ríos se encuentra por todas partes la zarzaparrilla y una infinidad de tortugas de gran
tamaño. Las aguas del Magdalena están llenas de caimanes, que salen a la playa como otros
tantos troncos para gozar del sol y que con la boca abierta engullen los numerosos insectos que se
asientan sobre su lengua y sobre sus fauces. Es de notar que este anfibio no puede sufrir la lluvia,
ya que a la más pequeña gota que sienta se clava inmediatamente en el agua. Hay también
numerosas familias de simios y micos y son frecuentes los caparros, una especie de micos pero
con un pelo como de terciopelo blanco y negro. Son numerosos los tigres y jaguares, especie de
leones.

Aquí el tigre negro, que con frecuencia combate a la orilla de los ríos con los caimanes; el oso
ceniciento, de boca pequeñísima; muchos ciervos de dos cuernos delgados, las enormes dantas,
los diversos jabalíes y el puerco de monte, con manchas blancas sobre fondo negro y con la
cabeza enteramente negra, y muchos puercos, especie de marranos anfibios que se encuentran
únicamente en este río, el cual tampoco carece de todos los insectos, mosquitos, moscas
rodadoras, zancudos, anofeles, tábanos y todos los que se encuentran en el río Atrato, pero no en
tan grande cantidad. Tampoco faltan los escorpiones, ciempiés, arañas, vampiros, cangrejos,
serpientes, víboras y gruesos reptiles, todos animales enemigos de la paz del hombre, pero no tan
abundantes como en el Chocó. Los pájaros que se ven en el Atrato también se encuentran en esta
(16)
parte y además están el cucarachero , que come los insectos de este nombre; el turpial, del
color de la naranja, del tamaño de un tordo y con plumas amarillas y negras, que canta muy bien;
muchos canarios, que van en bandadas como los gorriones, grullas, tórtolas, palomas deliciosas,
perdices del tamaño de las gallinas y unos gallinazos tan grandes como nuestros pavos, pero que
comen carroña y hieden horriblemente. El garzón, del tamaño de una oca con un gran cuello y un
pico largo y ancho, el cual se arroja al agua y al abrir la boca traga una gran cantidad de peces, y
cuya piel se dilata tanto que puede contener un balde de agua. Se pesca el machote, pez grande y
(17)
delicioso, la delicada doncella y el capitán.

Noche y día navegábamos por este ancho río y, atormentados no tanto por los insectos cuanto por
el insufrible calor, cada día nos parecía un siglo. En cada población o caserío, que son frecuentes
sobre la orilla, cambiábamos bogas para llegar más pronto a nuestro destino. Habiendo llegado por
la tarde a Mompox, se nos obsequió en aquella discreta y mercantil ciudad con una cena y una
fiesta bailable. El mismo honor se nos hizo en Honda, donde supimos que Bolívar, a la cabeza de
12.000 hombres y con los generales Soublette, Urdaneta y Páez, había obligado a Morillo, en la
provincia de Caracas, a aceptar una batalla decisiva, por lo cual éste, viendo el peligro en que se
hubiera encontrado si la perdía, a saber, el de tener que abandonar un vasto territorio conquistado
con tanta fortuna, y sin la seguridad de poderse salvar, se decidió a tratar con Bolívar, a quien
hasta entonces había considerado como a un rebelde, insurgente y jefe de partido. Tuvieron un
coloquio y acordaron una suspensión de armas por seis meses. Bolívar trató con Morillo como
Presidente de la República de Colombia y convino con él que en adelante ambas partes
suspenderían la guerra a muerte, que los prisioneros serían bien tratados y canjeados, o
rechazados los que se pasaran, según el caso, que las tropas mantendrían las posiciones en que
se encontraran en el momento en que los delegados de los dos ejércitos se presentaran en las
plazas de Popayán, Cartagena y Maracaibo, que las hostilidades no se reiniciarían sino seis meses

113

después de la fecha en que se había firmado el tratado. Morillo confió su ejército al mando del
(18)
general de la Torre y partió en un barco francés que estaba en Puerto Cabello, para dar
personalmente cuenta al presidente de las Cortes establecidas en España, de la situación del
ejército, de la fuerza de la república, y de la imposibilidad de hacerles frente por más tiempo si no
se le daban 12.000 hombres. Tomamos el camino de la montaña en buenos caballos que
cambiábamos cada día y el último día de noviembre estábamos sobre el altiplano de
(19)
Bogotá donde se dejaba sentir un gran frío. Ocurre que en el Magdalena, cuyo largo curso es
rapidísimo desde las grandes alturas donde nace hasta Honda, la fuerza del sol se debilita un
poco, y sin embargo se asa uno de calor; pero en el primer día de subida se siente el aire
templado, en el segundo se siente fresco y en el tercero crece el frío hasta el extremo, ya que se
encuentra uno en la sabana de Bogotá, más alta que nuestros Alpes. Este altiplano tiene una
extensión de varias jornadas y a su derecha se alzan las altas cadenas de los Andes que se
extienden hasta Tunja y Pamplona. Corre plácidamente por el llano de esta capital del antiguo
Reino de Granada el río Bogotá que, después de haber recibido en su seno más de doce afluentes
(20)
menores, se precipita a través de selvas y despeñaderos en el monte Tequendama , de viva
roca, que parece cortado a propósito por la naturaleza para que por allí pueda desaguar este río.
Dos altos y rectos muros de roca lisa, que forman casi un ángulo agudo para hacer más estrecho el
curso del Bogotá, cubiertos en la cima de erguidas palmas y árboles, hacen amenas las dos
crestas laterales a las que se da el nombre Tena y Cincha.

Desde la cima de una de ellas se ve maravillosamente el muro opuesto que contiene las aguas
voluminosas, que se precipitan por el despeñadero con un horrible estruendo a una profundidad de
más de doscientas toesas, saltando por sobre dos rocas colocadas una encima de otra a alguna
distancia, las cuales, golpeadas continuamente por esta inmensa cantidad de agua y a aquella
altura, forman una masa de gotas que quedan en el aire, de niebla lúcida, de copos de nieve, que
forman continuos y hermosísimos arcos iris, a cuya vista no puede menos de quedar todo el mundo
atónito y encantado. Esta soberbia cascada es una de las más maravillosas por su altura, por las
dos rocas que rompen con fragor las aguas, por el pequeño desagüe del Tequendama y por el
gran embalse que se forma al pie del monte Cincha, donde se suda por el gran calor mientras en la
cima se hiela uno de frío. El clima de Santafé de Bogotá es siempre fresco y un poco húmedo, y
está dividido en dos inviernos y dos veranos, los primeros consisten en grandes lluvias que no
alteran la temperatura y coinciden con los equinoccios, mientras que los solsticios vuelven a traer
el verano seco, no muy caliente, de modo que es necesario andar vestido de paño y tener en el
lecho buenas cobijas. Algunas veces llueve, pero no como en el invierno, que cae en los meses de
(21)
marzo a abril, septiembre y octubre, mientras que los otros ocho meses son de verano .

Aquí se cultiva el trigo, del que se recoge abundante cosecha dos veces al año. Se siembra en
marzo y se cosecha en agosto, se vuelve a sembrar en octubre y se recoge en febrero. La posición
de esta ciudad la pone en condiciones de tener en sus mercados todas las frutas, así las europeas
como las de las Indias occidentales, porque en sus cercanías se encuentran los diferentes climas
que las producen, y quien quiera puede gozar aquí o de un perpetuo verano o de una primavera
continua, y lo mismo se diga del otoño y del invierno; las amenas orillas del río Bogotá ofrecen
deliciosos veraneaderos y las pendientes inferiores del monte Tena una continua primavera; los
valles al pie de este monte un gran calor y en las montañas que quedan sobre Bogotá un frío
excesivo. Las estaciones aquí son estables y si se quiere se pueden evitar fácilmente las
tempestades y otros fenómenos meteorológicos. En los alrededores de Santafé nace la frondosa
uvilla con sus frutas de un azul oscuro, que sirven para hacer tinta, el árbol de la pimienta con sus
bayas, buenas cuando están verdes, el de la canela, cuya corteza masticada da el sabor de ésta.
(22)
El rivavirá, igual al ajenjo, el achaparrado frailejón cuyas aterciopeladas hojas sirven para ca-
(23)
lentar los pies en el paso de los páramos. La quina que se da en las cercanías de Tena, la
(24)
ipecacuana, la jalapa, el sen, y la famosa calaguala , cuyas raíces en tisana curan las
contusiones. Se producen higos, naranjas, duraznos, manzanas, ciruelas, almendras y nísperos, y
se encuentran todas las especies de flores, de pastos y de hortalizas, lo mismo que todas nuestras

114

legumbres, de modo que en los días de mercado, cuando vas a las plazas, te parece que te has
trasladado o a Europa o a las Antillas por la abundante producción de frutas, flores y comestibles
que hay en estas partes; y así es todo el año, por causa de las varias situaciones de las diferentes
regiones alrededor de Santafé, pues aunque están bajo un mismo paralelo y en la misma zona,
hay sin embargo tres especies de climas: cálido, frío y templado. Varias especies de pájaros y casi
todos los de los climas cálidos se encuentran en estas regiones, pero en la sabana de Santafé está
el bababuy, tricolor, amarillo, negro y blanco; el mirlo, similar al nuestro; la chisga, semejante al
jilguero; la mona, especie de canario con manchas negras y amarillas; el papamoscas de un
amarillo fuerte manchado de verde; el toche, amarillo y negro; el azulejo todo de color azul, y el
(25)
copetón que canta suavemente . Muchos osos negros y dantas hay en estos lugares y manadas
numerosísimas de ovejas, caballos y vacas. Los habitantes de Santafé son de color bellísimo por la
blancura de su carne y por el color de rosa que adorna las mejillas de todos indistintamente. Los
hombres son dóciles, de talento, amantes de las ciencias, hospitalarios y dedicados enteramente al
bien de su patria. Su origen procede de los españoles y de las indias con quienes ellos se unieron,
y esta unión de europeos y nativos ha hecho desaparecer en sus descendientes aquella innata
soberbia y altivez española, sustituyéndola por la bondad natural de los indios, a lo que ha
contribuido también mucho la dulzura del clima. Las mujeres son bellísimas, pequeñas y todas bien
formadas, y parece que la naturaleza se hubiera especializado en su perfección. Son de buen
corazón, amigas de las diversiones, la conversación y mucho de la galantería. Visten generalmente
de negro y cuando se les ve en las calles públicas o en los pueblos no es posible reconocerlas, por
la ridiculez de un gran sombrero de fieltro de copa pequeña y ala ancha que llevan en la cabeza,
debajo del cual usan un velo azul que cae sobre los hombros, al estilo de una esclavina, y que
cierran siempre con las manos, de tal manera que sólo se les pueden ver los ojos, asemejándose
mucho a aquellas máscaras venecianas que vemos nosotros en el carnaval.

El equivoco que crea la uniformidad del vestido que todas llevan ayuda mucho a su galantería. No
se usan coches, y hombres y mujeres van a caballo sin distinción ninguna, para lo que visten con
mucho donaire. No hay negros ni gente de color y toda la población es blanca. El primero de
diciembre hicimos nuestra entrada en Santafé, donde Santander acogió con mucha deferencia a
Aury y nos dio la noticia de que dentro de tres días llegaría a la capital el Libertador Presidente.
Esta venida era muy oportuna para Aury, para tener con aquel héroe, que entonces tanto podía,
ciertas explicaciones que el Vice-Presidente mismo no le podía dar porque seguía órdenes de
(26)
Bolívar. Santander, joven entonces de treinta años , de hermosa tez blanca y rosada, de
cabellos rubios, de ojos vivos y castaños, de una presencia majestuosa, más bien robusto, y de
aire imponente, usaba sólo bigote rubio y su persona tenía un no sé qué de agradable y leal que te
invitaba a abrirte a él y a confiar en él. Este joven estaba terminando sus estudios en Santafé
cuando estalló la revolución. Se enroló en las tropas, y Nariño, general y dictador de Bogotá, lo
tomó como su ayudante de campo. Contribuyó después a la caída del mismo Nariño cuando este
trataba de convertirse en tirano de sus pueblos. Siguió toda la crisis de la revolución y a la llegada
de Morillo plantó su campamento en las llanuras del Meta y allí reunía a todos los emigrados y
soldados dispersos. Se mantuvo vagando por aquellas inmensas llanuras y se unió con Bolívar;
para entonces tenía el grado de coronel. Era poco amado por Bolívar, porque le parecía que este
joven, dotado de extraordinario talento, de gran sagacidad, de previsivo coraje, de extraordinaria
firmeza, de mucha afabilidad, pudiera convertirse algún día en su rival. Por esto trataba de tenerlo
en cierto olvido y rebajamiento. Pero sucedió que un día, en un reconocimiento de unos pocos
hombres a caballo conducidos por Santander escoltando a Bolívar, fueron encerrados sin darse
cuenta por la caballería española; los soldados se dispersaron y Bolívar y Santander debieron su
salvación a la velocidad de sus caballos.

Pero desgraciadamente el caballo del primero cayó por tierra y le hizo sufrir a su caballero un golpe
tan fuerte que quedó desvanecido; el magnánimo Santander devolvió su caballo, bajó de él, hizo
montar a Bolívar que estaba a punto de ser hecho preso por la caballería y ambos se salvaron.
Este gesto de generosidad hizo decir a Bolívar que había pensado mal de su libertador, que

115

deponía cualquier odio y que le sería amigo. Poco después fue ascendido a general de brigada y
en la batalla de Boyacá a general de división; después de ocupar a Santafé fue nombrado general
de la república. Se puede decir que él solo ha formado este Estado, y si Bolívar lo ha libertado,
Santander lo ha convertido en nación. Toda la administración era dirigida por este hombre, que ha
sido él solo el motor y el director del buen orden que es tan necesario en todo gobierno, máxime en
(27)
una república nueva y tan vasta . Los colombianos deben a él su felicidad interna y en Santafé
era considerado como el padre de todos. Todos los días salía a caminar a pie, hablaba con todos y
en las horas de audiencia escuchaba a todo el mundo. Iba al café público y se entretenía con los
conciudadanos discurriendo sobre el bien de la patria. Sin fausto y sin lujo vivía como un general y
nada más, pero eran tan popular como si fuera un simple ciudadano y era muy amigo de los
extranjeros, de las artes y de las ciencias; por sí solo había aprendido a traducir correctamente y
leía libros en francés e inglés como si estuviesen escritos en español.

Con el Vice-Presidente, con su Estado Mayor y con los ministros de la república, el general Aury y
yo salimos una tarde al pueblo de Alabanza [sic: debe ser La Calera], a una jornada de camino, a
encontrar al presidente, en el mismo momento en que llegaba allí Bolívar acompañado de su jefe
de Estado Mayor, general Sucre, y de dos ayudantes de campo. Por la tarde se cenó y hubo fiesta
de baile a la que Bolívar no asistió porque estaba cansado. Este guerrero, que hasta ahora ha
seguido las pisadas del gran Washington y que ha superado sus gloriosas empresas, este gran
capitán que ha sido no sólo Libertador de su propia patria sino el conquistador y pacificador del
(28)
Perú , es pequeño de estatura, delgado, de color oscuro y pálido, tiene la nariz aquilina,
cabellos negros con patillas y bigotes muy largos, ojos vivos y negros, frente alta y una fisonomía
más bien altiva. Es infatigable en las largas marchas a caballo y de una actividad sin igual, que lo
hace dormir poco y lo tienen en continua ocupación. Es amigo del bello sexo y de las diversiones,
pero se separa rápidamente de uno y otras si el deber de la guerra y el bien de la patria lo llaman a
las fatigas y a las incomodidades, a los peligros, en medio de los cuales ha demostrado siempre un
ánimo valeroso e imperturbable, sin haber desesperado jamás del fin que se había propuesto.
Sabe bien el francés y el inglés y está dotado de muchas luces y conocimientos, que lo han hecho
elevarse al eminente grado en que se halla; y si se conserva con los sentimientos que hasta ahora
ha mostrado, posponiendo el interés privado al bien público, ciertamente que no hay en el mundo
un hombre igual a él y la historia no nos presenta un héroe que, habiendo llegado al ápice de la
grandeza, haya sacrificado vida, bienes y honores por la felicidad de su patria, que sólo a él debe
(29)
su regeneración, su libertad y su grandeza .

Al día siguiente por la mañana hicimos una colación y partimos todos para Santafé. En el camino
Aury se acercó al Presidente para tratar durante el viaje de los asuntos que concernían a su
división, pero Bolívar no había olvidado el disgusto de Santo Domingo y enrostró a Aury todo lo
que había hecho para alejarse de él; hasta le dijo que había tratado en San Bartolomé de sublevar
al Almirante Brión para que no fuese 'al Orinoco, proponiéndole que trataran ellos dos solos de
conquistar la Nueva Granada, y que si había venido en su socorro no había sido de buen grado,
sino forzado por las circunstancias y por el deber que le imponía la república de la que dependía;
que él no tenía ya necesidad de sus fuerzas y que no le quedaba otra opción que la de retirarse del
territorio de Colombia y ofrecer sus tropas a Buenos Aires. El general Aury no se esperaba seme-
jante reprimenda y tenía una más alta idea de la persona de Bolívar, de modo que cualquiera
puede imaginarse cómo sería el resto de la marcha. Por la tarde había en Santafé fiesta de baile y
gran comida, pero Aury picado en su honor, no quiso ir. Santander me mandó llamar y yo le referí
lo sucedido. Las señoras Ibáñez, amigas una del Presidente y otra del Vice-Presidente, me
suplicaron que llevara a Aury; pero fue inútil todo mi esfuerzo para moverlo y pasamos la noche
paseándonos por Santafé, desahogándose él conmigo de todo lo que le oprimía el corazón. Al día
siguiente fuimos a palacio, donde tuvo una larga conferencia con Santander, después de la cual
pasamos a acompañarlo a la mesa. Bolívar entretanto estaba enfermo y sólo las Ibáñez y
Santander tenían acceso a él. Aury hizo una nota resumiendo los hechos de Los Cayos, la
conversación con Brión, la salvación de su flota, la de la provincia del Chocó, la liberación del

116

Magdalena, el bloqueo de Cartagena 'y la toma de Santa Marta, para ponerlo al corriente de la
manera en que había obrado, siempre como buen general, bravo soldado y fiel republicano. Yo se
la presenté al mismo Bolívar y 'entonces nos pudimos dar cuenta de que el Almirante Brión había
tratado de infamar a Aury en pago de haberle salvado la vida, el honor y la marina de la república.
Finalmente Aury fue admitido en audiencia particular con Bolívar y allí se acordó que partiría para
(30)
Providencia, para de allí dirigirse a la costa de Honduras , que pertenecía a la república, para
que, mientras duraba el armisticio, la división de Buenos Aires, que no estaba comprendida en él,
pudiera obrar en aquella provincia y tratar de agitarla y sublevaría. Ya en Méjico se sentía la
revolución, pero las costas al norte del istmo eran indiferentes a la libertad; es más, parecía que
amaban la esclavitud; y como eran limítrofes de Colombia, Bolívar quería verlas erigidas en
repúblicas, y fue por esto por lo que sugirió expresamente a Aury que atacara aquellos lugares, no
tanto para subyugarlos cuanto para darles una mano fuerte para sacudir el yugo.

Junto con Bolívar venía también su jefe de Estado Mayor, el general Sucre, a tomar el mando del
ejército del sur que es" taba cerca de Popayán, para librar enteramente aquella provincia apenas
hubiera terminado' el armisticio, lo mismo que la de Quito, y para pasar de allí a. la conquista del
(31)
Perú, ya que Guayaquil se había erigido también en república y el general bonaerense San
Martín proseguía con feliz éxito sus campañas en el Perú, donde el partido español era el más
(32)
preponderante. Este general Sucre ha justificado después la confianza que de él hacia Bolívar,
con la gran batalla de Ayacucho que ha decidido la libertad del país de los incas. Tenía entonces
Sucre treinta años, era de mediana estatura, delgado, señalado por la viruela, de cabellos y ojos
negros y muy vivos, nariz proporcionada, presencia noble, pero de pocas palabras, de mucha
sangre fría, preciso en sus cosas, se cuidaba poco del lujo, del fausto y de las diversiones,
ordinariamente andaba vestido con un simple sobretodo sin ningún distintivo de general.
Ciertamente que entonces nadie hubiera pensado que adquiriría una fama inmortal y que vendría a
ser el gran Mariscal de Ayacucho y, después de Bolívar, el segundo Libertador del Perú. Partimos
de Santafe y llegamos a Honda en donde nos embarcamos; y al poco tiempo llegamos a
Barranquilla, de donde Aury partió para Sabanilla, donde se hizo a la vela con los barcos que
estaban en el puerto y partió para Providencia.

(33)
Yo fui enviado a Santa Marta para apresurar la partida de los que estaban en aquel puerto y
volver a reunirme con él en Sabanilla. En efecto pocos días después dejamos a Santa Marta,
ciudad construida en piedra, al estilo europeo, y con una hermosa plaza y catedral. Dos fuertes la
protejen y una .roca en medio de la entrada del puerto tienen un castillo fortificado que le dio el
mayor valor a aquellas fortificaciones. Cuando llegamos a Sabanilla el general ya había partido en
un brick para Providencia y nosotros lo seguimos con toda la división. Me embarqué en una grande
y hermosa goleta llamada La Guerrera, en la que iba Ferrari, para gozar durante la travesía de su
compañía. Se había embarcado allí porque el capitán era un italiano y así formábamos un hermoso
triunvirato, pero no duró mucho nuestra alegría porque, habiendo sido separados de la flota por
una borrasca y creyéndonos en un lugar donde no estábamos, calmos en los escollos llamados de
(34)
Roncador , donde no valió para salvarnos arrojar al agua los cañones, las provisiones y todo lo
demás, de modo que por la mañana el barco, destrozado, había sido medio sepultado en el agua;
tomamos tierra en un esquife sobre un escollo y allí procuramos salvar los baúles, las provisiones,
las botas de agua y todo lo que el mar no se había llevado. Como no estábamos distantes de
Providencia sino un día, el capitán tomó el único esquife que teníamos y con bravos e intrépidos
marinos, en aquella ligera embarcación, con una pequeña vela y con su brújula, emprendió la
travesía, prometiéndonos estar de regreso dentro de unos cuatro o cinco días, con un barco para
conducirnos a salvo. Nuestra situación era de las más horribles, si la desgracia hubiera querido
que la pequeña barca se hubiera perdido, porque estábamos seguros de perecer allí de hambre y
de sed. Pescábamos diariamente para ahorrar las pocas provisiones que habíamos salvado y
hacíamos grande economía de agua usándola sólo parar beber. Por la noche cogíamos en los
escollos pájaros bobos que comíamos asados sobre la tierra desnuda, en la que no había modo de
obtener ni leña ni agua. Poco a poco íbamos desmantelando el navío aprovechándolo con toda

117

economía para encender fuego, pues habían pasado quince días sin que hubiéramos descubierto
ningún navío. Pasaron veinte y la consternación era general. Los víveres faltaban, éramos muchos
y no teníamos más esperanza, ya que considerábamos perdido el pequeño esquife y por consi-
guiente a quienes debían salvarnos. Finalmente descubrimos una vela; el grito de alegría fue
general, hicimos humo como señal y no tardamos mucho en' conocer nuestra bandera. Una canoa
nos vino a recoger a todos poco a poco y supimos entonces que después de cinco días el esquife
había llegado a Providencia, que a la mañana siguiente había venido una goleta, pero que no nos
había descubierto y se había devuelto, -por lo que había tenido que venir el mismo capitán italiano
para poder dar con nosotros en aquel peligroso lugar. Habiendo llegado a Providencia nos
detuvimos pocos días, ya que en seguida nos hicimos a la vela hacia el cabo de Gracias a Dios,
donde el general había hecho desde tiempo atrás un tratado ofensivo y defensivo con el rey de los
(35)
Mosquitos llamado Jorge y a donde había precedido expresamente a la división, a fin de
mandar un habitante de Mangles al rey indígena para que suministrase 500 indios para atacar la
(36)
plaza de Trujillo , que lindaba con sus estados, obligándose el general a pagar un tanto por
cada hombre que fuese muerto, o perdiese algún miembro, o quedase herido.

En efecto King George había aceptado la propuesta y reunía a sus guerreros en el cabo de
Gracias a Dios, lugar de su residencia, cuando nosotros llegamos con la división, fuerte de 12 bar-
cos, 400 marineros, 600 hombres de desembarco, 100 caballos y dos piezas de campaña, con
muchas provisiones de boca y de guerra embarcadas en Santa Marta y Sabanilla. Yo tenía
entonces el grado de Teniente Coronel de Artillería y jefe de Estado Mayor y mi compañero era
Teniente Coronel de Infantería, Comandante de una columna. Varios días nos detuvimos en la
costa indígena para embarcar a los hombres que nos suministraba el Rey de los Mosquitos, pero
allí estaba el ex-capitán de Estado Mayor de Aury, Coronel Gordon, inglés de nación, quien des-
pués de la toma de San Felipe tuvo alguna discrepancia con Aury y cuando íbamos para
Providencia se había hecho dejar en tierra en aquellas costas, donde habla vivido en compañía de
los indios y era muy venerado por ellos, y sobre todo gozaba del favor del Rey. El general,
olvidando lo pasado, lo acogió amigablemente y le ofreció el mando de todos los indios si quería
seguirlo en la expedición y que después de la toma de Trujillo lo nombrarla gobernador militar. El
aceptó, pero con ánimo de vengarse, pues el hecho es que envió secretamente algunos indios a
Trujillo para prevenir al gobernador de nuestra llegada y del sitio de ataque, que Aury habla tenido
la imprudencia de comunicarle a aquel hombre, a quien había perdonado y reconocido como
amigo.

Es más, presentó una falsa carta del gobernador inglés de la Valija, en la que se prohibía al Rey de
los Mosquitos entrar en guerra contra los españoles, so pena de incurrir en la indignación de la
Gran Bretaña, que lo había coronado Rey y lo protegía contra España, de modo que el crédulo y
salvaje soberano creyó en esta impostura y con lágrimas en los ojos vino a suplicar al general que
hiciera desembarcar a sus indios. Aury, que era bueno, condescendió en ello y sin perder más
tiempo se hizo a la vela para la plaza de Trujillo. Esta ciudad está situada en el fondo de una gran
bahía, sobre una eminencia que por la parte derecha queda aislada por un recinto; por delante
tiene el mar y a la izquierda un declive no muy empinado. Está rodeada de montañas por todas
partes pero a cierta distancia. Con toda la flota pasamos por delante del fuerte a un tiro de cañón y
fuimos a anclar a una milla de distancia. Allí cañoneamos la playa y descendimos a tierra hombres,
caballos y artillería. Después, en buen orden, avanzamos en varias direcciones para reconocer el
terreno.

El enemigo era muy numeroso y estaba apostado en trincheras por todas partes. Antes de
mediodía ya 'éramos dueños de cuatro reductos, -y yo, con una columna que debía conducir hasta
una altura, me acerqué tanto al fuerte que la metralla me pasaba por encima; con la vanguardia no
apoderamos del último reducto, que nos costó la pérdida de muchos hombres y del bravo coronel
Davine, comandante de la misma. Un repliegue del terreno nos protegía los flancos contra la
artillería del fuerte y nos sostuvimos en esta posición hasta la noche, cuando me fue ordenado por

118

el general que retrocediera, ya que había abandonado su proyecto sobre aquella plaza, dado el
gran número de enemigos y la imposibilidad, una vez tomada, de defenderla contra pueblos que
estaban todos en armas a favor de los españoles. Efectivamente debían pasar de cinco mil y eran
dueños de una hermosa posición y de un fuerte con veinticuatro piezas de cañón. Fue prudencia el
retirarnos y a mí solo se me confió la retirada. Mientras tanto el general, ya de noche, estaba a bor-
do para preparar la navegación. Comencé a embarcar en silencio las municiones, víveres, artillería,
caballos y después los hombres, pero por falta de embarcaciones quedé en tierra con cinco
soldados más de dos horas antes de que vinieran a recogerme y apenas había embarcado cuando
en el mismo lugar donde estaba, abrieron fuego para hacerme conocer que estaban siguiendo
nuestros pasos. Al alba estábamos fuera de la bahía y tomamos la dirección de Omoa.

Esta plaza tiene un magnifico y seguro puerto y un fuerte con murallas altísimas, fosos y puentes
levadizos que protegen los barcos que se encuentran en él. La ciudad está aislada en las faldas de
un monte y la disfrutan casi todos los caribes y los negros habitantes de las islas de Sotavento,
transportados allí por los ingleses. Son buenos soldados y se baten bien. Desembarcamos muy
lejos del puerto y para dar idea de que llevábamos una numerosa tropa, un grupo de los que
tomaron tierra detrás de una punta, volvía a bordo en las embarcaciones, acostados dentro de
ellas, y al regresar se levantaban de nuevo en pie para que pareciera que desembarcaba siempre
nueva gente. Reconocimos el interior del país y el enemigo nos vino a provocar, pero una columna
enviada por el general a través de un monte pudo coger de flanco al enemigo y desalojarlo de un
bosque desde el cual nos hacia una horrible fusilería. Lo perseguimos hasta el pie del cañón de la
plaza, cuyos tiros pasaban muy por encima de nosotros. Empleamos cuatro días para tomar las
posiciones que rodean la plaza y obligar a todos los habitantes a encerrase en el fuerte. Llevamos
a tierra los cañones de a bordo para utilizarlos en abrir una brecha Ya dos baterías se hablan
organizado sobre una altura paralela al fuerte y comenzaban a responder al fuego de éste con
próspero suceso. La flota bloqueaba el puerto y nosotros éramos dueños de toda la campiña,
porque casi todos los marineros estaban en tierra y dividían con nosotros las fatigas del asedio.

Los enemigos intentaron una salida pero fueron rechazados con pérdidas y si hubieran conocido
bien nuestro número no hay duda de que nos habrían desalojado de un lugar demasiado vasto
para poderlo defender por todos los puntos. Parece imposible que se hubieran hecho tantos
trabajos en tan poco tiempo, teniendo que vigilar de noche y día; Aury estaba presente en todas
partes y el sueño poco le molestaba. Cuando pensábamos ver pronto el fruto de tan duras fatigas,
una goleta de Colombia trajo la orden de dejar inmediatamente cualquier operación y dirigirnos
incontinenti sobre Cartagena. Fue preciso obedecer y esa misma noche hubo que embarcar todo.
También esta vez cayó sobre mí el peso de la retirada, que debía hacerse sin que el enemigo lo
supiera. Tuve grandes dificultades para poder conducir hasta la playa los cañones de grueso cali-
bre y embarcarlos en silencio y en la más negra oscuridad, mientras que las municiones, los
víveres y los caballos eran embarcados un poco más lejos. Era ya pasada la media noche y toda-
vía no había retirado las avanzadas. Finalmente, embarcado el resto de las tropas y las mismas
avanzadas, me encontré en tierra con sólo veinte hombres, con los cuales me dirigí hacia la costa y
al lugar donde habíamos desembarcado la primera vez.

Aparecía el alba cuando vinieron a recogerme y una vez a bordo enviamos a tierra todos los
prisioneros que teníamos y, habiendo izado las velas, vimos a los españoles que no se atrevían a
salir, creyéndonos todavía en las trincheras, y que no se persuadieron sino cuando vieron venir
hacia ellos a los jubilosos prisioneros dejados en libertad. La división, que hasta entonces había
(37)
trabajado sin éxito en sus planes, se dirigió tristemente hacia el Triunfo de la Cruz , pequeño
puerto llamado con este nombre, habitado por sólo vagabundos y fugitivos de las galeras, los
cuales se dedicaban a custodiar sus manadas de vacas. Descendimos a tierra para reposarnos un
poco de las fatigas sufridas y proveemos de carne fresca para el viaje, mientras que el general
Aury, en un barco ligero, partía para Providencia a preparar allá lo necesario para la nueva
expedición sobre Cartagena. Varios días estuvimos allí y después nos hicimos todos juntos a la

119

vela; sin orden ninguno cada cual procuraba ser el primero en llegar a nuestro establecimiento de
Providencia, pero parecía que cada vez que nos separábamos del general nos esperaran nuevas
desgracias. En efecto, iba yo en la goleta en que estaba el comodoro y en la que también el
compañero Ferrari se había embarcado con todas las compañías especiales de su batallón,
cuando en horas de la noche, con un viento fresquísimo y una marea alta, calmos sobre los
(38)
escollos llamados Placer de la Serranilla y no hubo modo de desencallar. Grande era la
confusión pero la presencia de ánimo del comodoro era imperturbable. Ordenó inmediatamente
que toda la artillería fuera arrojada al agua, pero amarrada con cuerdas, luégo las botas, después
se cortaron los árboles y, amarrados, fueron arrojados también al mar, pero nada sirvió para hacer
flotar un navío tan grande, que empujado por el fuerte viento y por el mar grueso sé habla
enterrado mucho en la arena, y que por las continuas sacudidas se habla destrozado en tal forma
que el agua entraba por todas partes. Apenas amaneció se trató de salvar a los hombres. Se
construyó inmediatamente una especie de balsa con todos los árboles y vergas del barco, además
de las vigas y tablas del mismo, todo amarrado con fuertes lazos, y encima se puso una bota de
agua y se distribuyó un poco de bizcocho para cada uno. Dos esquifes y uña lancha debían
remolcar esta balsa en la cual iban oficiales, soldados y marineros. Los más expertos y robustos
iban en las embarcaciones comandadas por los tres primeros oficiales de a bordo. Pero cuando
tanta gente pasó a aquellos maderos, se hundieron y el agua nos llegaba hasta la rodilla. Si nos
cansábamos dé estar de pie y queríamos sentarnos el agua nos llegaba hasta el pecho. Allí lo
perdimos todo menos nuestros papeles, que llevábamos colgados al cuello en un estuche de lata.

Es horrible acordarme ahora de aquel naufragio por las consecuencias del terrible viaje de cinco
días y cinco noches hasta llegar a tierra, empujados más por las olas y por la corriente, que nos
llevaba hacia el cabo de Gracias a Dios, que por la pericia de los pilotos. Era necesario
mantenernos estrechamente unidos para no ser arrojados fuera de las olas que nos cubrían por
todas partes. A veces veíamos las barcas, otras las perdíamos de vista y durante la noche siempre
estábamos con el temor de quedar abandonados a nuestro cruel destino. El hambre nos devoraba,
el agua salada nos hacía arder la piel, los raquis, peces que comen carne humana, daban vueltas
en torno nuestro y esperaban el afortunado momento en que viniésemos a ser su alimento. Ya
empezaban a hacerse tratos para defendernos recíprocamente del hambre, pues se principiaban a
sentir los síntomas de la desesperación del hombre, que para vivir no tiene repugnancia en
asesinar a sus compañeros y en saciarse de sus carnes crudas y palpitantes. Cada uno de
nosotros recordaba el célebre naufragio de la fragata francesa Medusa, en el que fueron
devorados 100 hombres. Estábamos ya a punto de hacer otro tanto cuando la vista de tierra nos
reanimó a todos. Extenuados y débiles, nos teníamos sin embargo en pie, afrontando la fuerza del
agua, para gozar de aquella vista. Apenas tocamos la playa unos se arrodillaban para dar gracias
al Altísimo, otros se tendían cuan largos eran sobre la hierba, más muertos que vivos, y hubo quien
corrió hacia la primera fruta salvaje para saciar el hambre que se hacia sentir demasiado
cruelmente. Así vinimos a dar, salvos por nuestra buena ventura, a una tierra bárbara pero amiga.
Era la costa de los Mosquitos, nuestros aliados, por quienes fuimos recibidos con mucha
hospitalidad; y allí fue en donde descubrimos la trama urdida por el coronel Gordon para
impedirnos la toma de Trujillo; ya no estaba entre aquellos indios que, aunque salvajes, lo
aborrecían después de semejante traición; si hubiera caldo en nuestro poder ciertamente hubiera
pagado con su cabeza la culpa de su inicua maldad.

N. B. Resulta todo del pasaporte dado por Montilla para Santafe y refrendado en las diversas
plazas y por el de Santander para regresar a Sabanilla. Del brevet de Teniente Coronel efectivo de
artillería fechado a 2 de noviembre de 1820, del correspondiente nombramiento de jefe de Estado
Mayor firmado por el señor general Perú de la Croix y de la hoja de servicios.

Al árbol del leche (galactodendrum utile), que al hacerle incisiones en el tronco produce un jugo blanco, más denso
(1) que la leche de vaca.

120

¿El mercure será el caracure del Resumen?
(2)
El granadillo (buida capitata) sirve para trabajos de torno; hay dos variedades, el negro y el pardusco. Es duro como el
(3) hierro.

El pardillo (quercus caris de Linneo), produce una madera excelente para muebles.
(4)
Carthamus tinotorius de Linneo, es una pequeña planta de la familia de las compuestas. Es el alazor o falso azafrán.
(5)
La palma tagua (photelephas macrocarpa), a la que los indígenas llaman cabeza de negro, por la forma de su frondosa
(6) cabellera, parecida al pelo de un negro, de cuyo fruto se saca la materia conocida con el nombre de marfil vegetal y
cuyas enormes hojas sirven para los techos de las cabañas.

Chirimoya (Annona humboldtiana).


(7)
Piritú es una palma.
(8)
Es el cucurito-vadgiai (v. Resumen, p. 9445).
(9)
Zapotillo, de la familia de las sapotáceas, entre las cuales está el níspero (Achras Zapota).
(10)
Papayo americano (caricha papayo).
(11)
¿ Será el ocupo del Resumen?
(12)
Aguacate (laurus persica).
(13)
Guayabo (pscidium pommiferum).
(14)
Icaco (chrisobalanus icaco).
(15)
Cucarachero (regulus); pájaro muy pequeño, siempre en movimiento, que se alimenta de insectos y gusanos.
(16)
Doncella, pez que se encuentra en la laguna de Maracaibo. También en el Orinoco y en sus afluentes.
(17)
Ya se ha mencionado como sucesor de Morillo, véanse las diversas notas al respecto.
(18)
El altiplano de Bogotá -la ciudad está a 2.640 m. sobre el mar- es el más extenso y el más poblado.
(19) Así describe P. Denis (Amerique du Sud, vol. 2, p. 241) la posición de Bogotá:
"La. ville de Bogotá est batie sur la lisiére orientale de la plaine, au pied de paramos et elle étend sa vue au Sud-Ouest,
par dessus le rebord de la savane et la vallée du Magdalena jusq'aux volcans neigeux de la Cordillere centrale".

Tequendama y no Tecandema como dice el manuscrito; véase la descripción de esta cascada en E. Reclus, Geografía
(20) Universal, vol. XV, p. 256-257, ed. Ed. André, Bulletin de la Société de Géographie, Paris, 1879.
Véase también P. Denis, op. cit., p. 236 y la fotografía del salto en la p. 243.

Véase P. Denis, op. cit., p. 241.


(21)
Frailejón (espeletia frailexon).
(22)
¿Nombre vulgar de alguna especie de casia?
(23) [Longhena transcribe clima y de ahí esta interrogación, el manuscrito debe decir il chino, árbol de la quina. Nota del
traductor].

Calaguala (polipodium crassiflolium).


(24)
No hemos podido identificar a todos estos ejemplares de la avifauna. ¿El tocchio será el tucán, ¿turchiniccio será el
(25) nombre especifico del pájaro tanagra? ¿La bovarina es quizá la cutretola gialla por nombre vulgar aguzanieve' o
nevatilla?
[Ciertamente no es fácil identificar los nombres de estas aves, que Codazzi escribe con una grafía muy peculiar,
tratando evidentemente de asimilar los sonidos castellanos al italiano o de traducir a esta lengua los nombres
vulgares. Además debe haber algunas palabras transcritas no muy exactamente del original. Atendiendo a las ligeras
descripciones que da Codazzi y con la ayuda del P. Antonio Olivares, autor del libro "Aves de Cundinamarca",
Universidad Nacional de Colombia, [Bogotá, Publicaciones Antares - Tercer Mundo], 1959, creemos que las aves aquí
mencionadas son las que quiso indicar Codazzi. Nota del traductor]

121

No tenía todavía 80 años, pues había nacido el 24 [sic, fue el 2] de abril de 1792 y esta entrada a Bogotá tuvo lugar a
(26) fines de 1820.

A Codazzi le agrada más la figura de Santander que la de Bolívar. Bolívar es más grande, Santander más humano. Este
(27) se acerca más al resto del hominum genus, porque tiene virtudes más accesibles y todos amamos todo lo que nos
sentimos capaces de conseguir.
Además, ¿no es Santander aquel que, trabajando día a día y casi sin buscar que lo ilumine la gloria de su trabajo,
prepara su patria para que sea verdaderamente libre? No hay en él sueños de grandeza, ni destellos de genialidad,
pero tiene un sentido especial de las necesidades, un conocimiento profundo de los sentimientos de los hombres de
su patria.
Y además cuánta benignidad y cuánta afabilidad: no es un dios que parece envolverse en la luz de su grandeza, sino
un hombre que se multiplica por la fuerza de un ideal de hacer el bien.
(Véanse los juicios que sobre Bolívar, Santander, Sucre, Montilla y el mulato Padilla trae Mollien, op. cit., vol. 1, p. 195-
202; véase también Schumacher, op. cit., passim).
Bien diverso es el parecer de José Manuel Restrepo, el historiador de la revolución de Colombia, quien dice de
Santander:
"No poseía las dotes corporales necesarias para mandar a hombres semibárbaros, ellos solo apreciaban a los jefes
que tenían un valor y fuerza corporal superiores a los demás; Santander era solo un buen oficial de estado mayor
instruido y civilizado".
Pero los hechos posteriores le dan la razón más al oficial italiano que al historiador colombiano.

Este es un juicio que Codazzi podía dar, porque cuando escribía ya se había realizado la empresa de la liberación del
(28) Perú y del Alto Perú o Bolivia; recuérdese que hemos colocado en la segunda mitad de 1825 o en los primeros meses
de 1826 la redacción de estas memorias

Sin duda el juicio de Codazzi es de los que consagran para la inmortalidad. No se puede hablar más ni mejor de un
(29) hombre. Están la grandeza militar y la civil; no solo se alaban en Bolívar las virtudes guerreras sino su capacidad en la
paz. Ha dado libertad a su patria, ha pacificado otras, ha pospuesto la utilidad privada al bien público. Por él la patria
donde ha nacido ha reconquistado la independencia y la grandeza.
Pero hay en las palabras de Codazzi una limitación que es necesario tener en cuenta: "se si conserva -dice-- coi
sentimenti che fin qui ha mostrato... non vi é par unomo... e le storie non ricordano..." esta proposición hipotética,
colocada en medio del elogio, parece que ocultara un pensamiento de sospecha o una duda que los hechos han
hecho surgir en el ánimo de Codazzi. Y esta sospecha, esta duda, poco a poco se convertirán en realidad. El hombre a
quien había adorado en los años pasados -lo confesará después- no se ha mantenido a la altura, ha descendido, se ha
hecho hombre como todos los demás, no ha seguido siendo el héroe puro y nobilísimo.
El juicio de Codazzi, que es de 1825 o 1826, precisamente por esta restricción, aparece más desapasionado, más
seguro. Del resto no es solo en este caso donde hemos podido constatar que tiene una capacidad para juzgar cuyo
fundamento está solo en su independencia de alma, en la rectitud de su conciencia y en el ideal de libertad y de
humanidad que siempre ha alimentado.

Colombia poseía solo aquella parte de la región del istmo que pasó a formar la República de Panamá, el resto, hasta
(30) México, formaba la Capitanía General de Guatemala, que pertenecía a España.
También la Costa de Mosquitos hasta el cabo de Gracias a Dios, en la actual Honduras, pertenecía a Colombia. Nota
del traductor].

Como se ha dicho en otra parte, desde 1820 Popayán y Guayaquil se habían sublevado; en auxilio de Popayán [sic, fue
(31) de Guayaquil] fue enviado Sucre, quien al principio anduvo desafortunado, pero después venció en Pichincha a los
españoles (24 de mayo de 1822) y entró a Quito, reuniéndola a Colombia.

Antonio Sucre (1793-1830) en las llanuras de Ayacucho, entre Cuzco y Lima, el 9 de diciembre de 1824, derrotó
(32) completamente al grueso del ejército español. Esta batalla ha sido considerada como el Waterloo de España. Cuatro
meses después era dueño de todo el Alto Perú. Fue asesinado en Pasto [sic, fue en Berruecos] en 1830.

Santa Marta, la más antigua ciudad de Colombia, fundada ea 1525, debe a su antigüedad su sólida construcción. Los
(33) montes -la Sierra Nevada, que después ha tomado nombre de Sierra de Santa Marta- surgen inmediatamente detrás de
ella. Su bahía es un hemiciclo y las montañas llegan hasta el mar en los extremos de dicho hemiciclo. Una roca rompe
el no muy amplio paisaje de la bahía.

El Cayo Roncador está al E.-NE. de la isla de Vieja Providencia.


(34)
En otra parte se ha hablado de este rey fantasma puesto por Inglaterra en la costa de Mosquitos. Véase la nota 6 del
(35) cap. 13

Trujillo está sobre la costa de Honduras hacia el Mar Caribe, y es la puerta de salida del valle de Olanchito.
(36) El puerto está formado por una pequeña península en forma de gancho, que lo protege al este, de manera que la
entrada es por el norte.

No es fácil precisar donde queda este pequeño puerto; es tan modesto que no aparece en los mapas. Necesariamente
(37) debe ser sobre la costa de Honduras, puesto que' después las naves son arrojadas sobre los escollos de Serranilla.

122

Me permito avanzar una hipótesis, que Codazzi haya confundido el sonido de las letras y se refiera a la laguna La
Brus, al este de Trujillo.

Escollos casi a la mitad de camino, entre Jamaica y el Cabo Gracias a Dios; cortados casi por el meridiano 800 al
(38) occidente y el paralelo 16° norte.
Hoy se les llama Bancos de Serranilla.

123

- XIII -
Climas, usos y costumbres de los indios mosquitos y nuestra
permanencia entre ellos -Llegada a Providencia y a Cartagena -
Capitulación de aquella plaza - Se me confía una expedición para
apoderarnos de Omoa y del castillo de San Felipe - Partida en un
pequeño barco y peligros corridos - Llegada a Omoa en cuya
plaza hice un interesante descubrimiento - Unión, en el Triángulo,
con Courtois y toma del fuerte de San Pablo, en la bahía de Santo
Tomás, con dos barcos de guerra; marcha sobre San Felipe -
Sorpresa de aquella plaza - Recibimos un refuerzo y se concluye
un tratado con la nueva república de Guatemala para restituirle la
plaza - Feliz término de las operaciones en Colombia y retomo a
Providencia - Muerte de Aury, consecuencias de ella - Arribo del
ministro y secretario general y nuestra dimisión del servicio. (De
la pág. 324 a la página 355)

(1)
Los indios mosquitos no sólo compartieron con nosotros sus cabañas, sus lechos y su
alimentación, sino que nos prestaron a sus mujeres y a sus hijas. Allí es costumbre que a los
forasteros de mérito se les haga este último obsequio y guay si no se acepta; seria la más grande
ofensa que se les pudiera hacer. Ciertamente que tal demostración no se le hizo sino a los
principales oficiales, los cuales, obligados por esta costumbre, acogieron de buen grado aquellas
indias, que les fueron presentadas enteramente desnudas, a excepción de un pequeño taparrabo
del tamaño de una hoja de papel, colocado más por bizarría que para cubrir las partes pudendas.
(2)
Se duerme en hamacas tejidas de finas cuerdas sacadas del caraguate , semejante al ananás,
pero de hojas más largas, de las que se sirven como nosotros del cáñamo. Las hamacas son una
especie de red del tamaño de un hombre, en cuyos extremos se reúnen todas las cuerdas y se
amarran a dos anillas, a las que se amarran también dos cuerdas, que a su vez se fijan a las vigas
de las paredes. Así se duerme colgado para gozar del fresco tan necesario en estas cálidas
regiones. La mujer amarra su hamaca vecina a la tuya y espera que tú emplees alguna hora en
desahogo de la lubricidad. Estas indias son altas, bien formadas, con ojos pequeños, frente
pequeña, nariz aquilina, barbilla rendonda, cabellos muy negros, largos y flotantes sobre la espalda
Tienen caderas anchas, nalgas redondas, muslos torneados, hermosas piernas, pies pequeños y
un color de nuez clara. No tienen ninguna sensibilidad atractiva ni notable y son las esclavas
absolutas de los hombres.

Estos las someten a las más rudas fatigas, ya sea obligándolas a seguirlos á la cacería para
recoger los animales muertos, ya a ir al bosque para hacer leña, ya a recoger la pesca en las
piraguas y a prepararla en la playa, ya a recoger las frutas, cocinar y hacer todo lo que es
necesario para la familia, y hasta tienen la desvergüenza de meterse en la hamaca y fingir dolores
como si estuvieran ellos en el trance, mientras sus mujeres dan a luz. Estas infelices, protegidas
por la naturaleza, dan a luz sus pequeñuelos sin grandes dolores y sin necesidad de ninguna
ayuda, retirándose a alguna arboleda y entre la hierba, a la orilla de un arroyo o de un río. Lavan a
sus hijos, los colocan dentro de una corteza de árbol que se amarran a la espalda y regresan,
como si no hubiera pasado nada, a los trabajos domésticos. Son ellas las que hacen el pan con la
(3)
yuca amarga que llaman cazabe , las que fabrican las ollas de barro que cuecen en pequeños
hornillos; en resumen todo el peso de la vida cae sobre ellas y el marido no tiene otro cuidado que

124

el de fabricar sus karbet, o barracas, ir de cacería, de pesca y a la guerra. Estos indios son más
(4)
gallardos y más altos que los dé San Blas , y llevan el cabello cortado encima de la frente muy
corto, del ancho de una mano. Se conoce que son de un entendimiento muy estrecho. Nada
perturba su tranquilidad y su corazón es tan insensible a la desgracia como a la prosperidad. Van
enteramente desnudos, menos una pequeña corteza que les Cubre las partes genitales, y viven
contentos con su situación, cuidándose poco de las riquezas y de la autoridad. De poco halago son
para ellos el interés y el honor, resortes tan poderosos de nuestras acciones. El limitadísimo
número de ideas que poseen no se extiende más allá de sus necesidades. Por esta razón
muestran un carácter de muy manifiesta insensibilidad.

Son golosos cuando tienen con qué saciarse, temperantes cuando a ello los obliga la necesidad,
valerosos cuando están seguros de vencer, tímidos y pusilánimes si no lo están. Aborrecen la
fatiga y por una cosa de nada son capaces de sufrir las más grandes incomodidades. No saben
prever, no tienen reflexión, y pasan su vida sin objeto y sin criterio, ocupados sólo en la caza, la
pesca y un amor bestial. Manifiestan su alegría con carcajadas estrepitosas y saltos infantiles, y
pasan de ella al llanto si el jefe lo quiere, o vuelven a la risa, con una indiferencia tal que parece
que lo hacen más por costumbre que por sentimiento. Las madres acostumbran a sus hijos desde
la más tierna edad, llevándolos a la espalda o en los brazos, 'a ver los precipicios y a soportar los
efectos de un sol abrasador, y los ungen con aceite de palma, del cual todos los indios hacen uso
para prevenir las injurias de un clima destructor. A los seis años ya son aguerridos como cachorros
de león. Las hijas acompañan a la madre y los varones llevan las flechas y el arco del padre.
Trepan las montañas, atraviesan los torrentes y se divierten sin ningún temor con. las olas que
vuelcan sus débiles canoas. Si hieren a un pez se arrojan inmediatamente al agua y, ágiles como
él, se escurren siguiendo la flecha, alcanzan la presa, la capturan y la arrojan a la playa.

Conocen las virtudes de las plantas, su veneno, y los encantos para atraer toda suerte de
(5)
animales. Con la planta hiavan colocada en pequeña cantidad en los lagos, los peces flotan
sobre el agua privados de movimiento. Si le tiran a un pájaro en medio del más espeso bosque,
apuntan la flecha en parábola y no directamente, para que venga a caer perpendicularmente sobre
la presa, lo que se hace a causa de los intrincados bejucos y espesos árboles que con sus ramas
impedirían el curso directo de la flecha. Por estos diversos y tan extraños particulares diré, como
cierto viajero, que estos pueblos tienen ojos de águila, oídos de oso, pies de ciervo, sagacidad de
perro de caza y la destreza de una divinidad. Obedecen a varios caciques, jefes de las aldeas que
(6)
dependen del Rey Jorge , coronado con este nombre por los ingleses de Jamaica, después de
haberlo tenido algunos años educándose en aquel establecimiento para civilizarlo, pero quien
apenas regresó en medio de los suyos arrojó los uniformes de general que le habían regalado y
contentándose con una camisa roja y un sombrero de paja vive como sus indios. Sin embargo ha
distribuido grados de general, de coronel y de capitán a sus mejores guerreros, que manejan
bastante bien el arco y un poco el arcabuz.

El territorio de este vasto reino es todo plano, cubierto de llanuras, de bosques y de pantanos. El
calor es ardiente y se encuentran aquí todas las producciones de los países cálidos, como en las
provincias de Cartagena y del Chocó. Cultivan el cacao, el ñame, las patatas, y comercian con los
ingleses la zarzaparrilla y conchas de tortuga, cambiándolas por tabaco, ron, pólvora, municiones,
escopetas, armas blancas, vidrios, espejos y pañuelos. Cualquiera que cultive un campo adquiere
el derecho de que ninguno vaya a tocarlo, pero si lo abandona de hecho, cualquiera está en
capacidad de ocuparlo. Al entrar en sus cabañas es permitido comer y sentarse sin pedir permiso.
Este es uno de los principios de la gran hospitalidad que los caracteriza, superior en este punto a la
de nosotros los europeos. De modo que con estos buenos, simples y cordiales patrones
pasábamos bastante bien nuestro tiempo y soportábamos el peso de la desgracia, ya yendo con
ellos a la pesca o a la caza; ya admirando la manera en que fabrican sus piraguas con hachuelas
de hierro o de piedra, mediante el fuego que encienden sobre los mismos árboles, una vez
derribados y cortados, para obtener más fácilmente la cavidad; ya el modo de hacer el pan de

125

(7)
cazabe , para el que toman la yuca amarga y venenosa y la rallan sobre una especie de doble
sierra de leña, colocando después las partículas ralladas en una red en cuyo extremo hay un
pedazo de piedra que la mantiene bien tensa hacia la tierra desde el árbol en que está colgada.
Agregando después con frecuencia agua la hacen expeler el amargo que es la causa del veneno,
hacen un emplasto que extienden en platos anchos de tierra fabricados por ellos y encendiendo un
gran fuego hacen cocer la masa que viene a resultar así buena y nutritiva. También nos
(8)
complacíamos mucho en ver cómo hacen la chicha , especie de bebida refrescante y agradable.
Reúnen a todas las viejas, les hacen masticar mandioca, la que arrojan en un vaso en el que se
fermenta y se convierte en una especie de cerveza mitigada con un poco de panela, que es el
(9) (10)
extracto, sin purificar de la caña de azúcar. Hacen también el sirope y el guarapo , bebidas de
maíz machacado y puesto a fermentar, y otra con los bananos pasados. Asimismo es admirable la
iniciación de los guerreros, a' los cuales hacen sufrir los más grandes tormentos y vejaciones para
tratar de hacerlos prorrumpir aunque sea en un sólo lamento o suspiro, lo que señalaría al
candidato como indigno de aquel titulo. Sus matrimonios se celebran con fiestas y cantos y el
esposo viene a vivir vecino a la casa de la esposa, construyéndose su karbet y la piragua para ir a
la pesca. A ambos se les da tormento para ver si saben soportarlo sin quejarse, y así saber de
antemano si serán buenos y fuertes progenitores.

Sus fiestas siempre terminan sentándose en sus hamacas y embriagándose hasta no poder
tenerse en pie y sus mujeres siguen todavía ofreciéndoles el sirope para hacerles perder cada vez
más la razón, y con grandes carcajadas manifiestan el placer que sienten de ver a sus maridos en'
aquel estado, pero las más de las veces suceden que son bien apaleadas por sus consortes
irritados y fuera de sentido. Con frecuencia por razón de celos entre ellos tiran a matarse y no hay
peligro de que ninguno se entrometa a pacificarlos, ya que ninguna ley les prohibe atentar contra
sus semejantes, de modo que las venganzas se hacen entre parientes y parientes y no por
intermedio de la justicia pública, de la que no tienen idea. Son enteramente libres y se manejan a
su placer y sus querellas, que son raras, son decididas por los viejos. La autoridad de los caciques
no es sino para conducirlos en tiempo de guerra contra el enemigo, consistiendo su modo de
guerrear por lo general en sorpresas, en las cuales son expertos por el conocimiento de los lugares
y la destreza de sus espías, que gateando entre la hierba se arrastran hasta cerca del enemigo
para espiar su número, su posición y movimientos; y no atacan si no están seguros de vencer. En
caso contrario se substraen al peligro con una rápida huida y si llegan a verse rodeados venden su
vida a caro precio.

Mientras pasábamos nuestros días entre estos indios, que acostumbran tener muchas mujeres y
hermosas muchachas, el capitán Franz con la lancha provista de una buena vela y de intrépidos
marineros navegaba hacia Providencia para llevar la triste noticia y solicitar una pronta liberación.
Gran disgusto causó la pérdida del barco y al instante vino el Marte a recogernos de este lugar,
que dejábamos sin embargo con desagrado por haber probado allí momentos de paz, de
tranquilidad y de una libertad que el hombre sólo puede encontrar en medio de los bosques y de
semejante gente. Pocos días permanecimos en Providencia y navegamos en buen orden hacia
Cartagena, que, estrechamente bloqueada por mar y por tierra, mostraba querer capitular.
Nuestras fuerzas llegaron a punto para infundir mayor temor y para exigir la entrega de la
(11)
plaza .

De hecho esta se rindió a los republicanos, que aceptaron dejar salir a la guarnición con los
honores de guerra y enviarla en barcos a la isla de Cuba. El pacto se cumplió, pero uno de los
(12)
barcos se perdió en una borrasca en Sabanilla , donde nosotros habíamos naufragado
últimamente, y el otro aportó a la costa de Mosquitos, donde los recibieron como amigos; pero,
queriendo más tarde ir por tierra a Trujillo, fueron masacrados en el camino por los indios y sólo
seis tuvieron la suerte de llegar a aquella ciudad y referir el infeliz fin de sus compañeros. Con la
rendición de Cartagena vino nuestro ministro y en la misma ciudad convino con Aury en enviar una
columna sobre la plaza de Omoa, porque según las noticias llegadas a Jamaica parecía que las

126

provincias de Guatemala se habían en parte rebelado. El quería apoderarse de una plaza fuerte
para ponerse a cubierto de los gastos de la primera expedición.

El encargo de conducir esta columna me fue confiado a mí y para ello se me dieron las
instrucciones necesarias a fin de conseguir tomar por sorpresa o el fuerte de Omoa o el de San
Felipe. Partí disfrazado en un pequeñísimo barco francés comprado a propósito, con tres expertos
oficiales de marina, provisto de baratijas de bisutería francesa. En esta forma debíamos
(13)
introducirnos en la Plaza de Omoa , reconocerla de cerca y estudiar los medios de dar la
sorpresa prevista. Debíamos esperar en la isla del Triángulo al comandante de marina, Courtois,
con los bricks de Marte, Amazonas y Neptuno, y ciento veinte hombres de tropa de desembarco al
mando del coronel Marcelin. Me hice a la vela en el pequeñísimo barco y poco faltó para que
fuésemos todos pasto de peces a causa de un golpe de viento. Para llegar más pronto a nuestro
(14)
destino pasamos cerca del cabo Gracias a Dios , al que una infinidad de escollos a hecho llamar
así para indicar que después de doblarlo se pueden dar gracias a Dios por haber escapado.

También aquí tuvimos peligro de encallar, tanto por causa de un temporal que no nos permitía
darnos cuenta de nuestra crítica situación dada la oscuridad del cielo y la cantidad de lluvia, como
porque, llevando la vela desplegada, fuimos obligados por el fuerte viento, contra nuestra voluntad,
a anclar en medio de aquellos peligrosísimos escollos. La noche se aproximaba y estábamos
imposibilitados para salir de aquel horrible laberinto mientras las olas venían orgullosas a romperse
sobre la punta de los escollos, que se veían a flor de agua como otras tantas puntas de diamantes.
Si hubiera sido de día no hubiera habido nada qué temer, porque con el pequeño barco se podía
transitar por cualquier parte, pero de noche, si por desgracia se rompía la maroma de la pequeña
anda, estábamos irremediablemente perdidos, porque, arrojados sobre aquellas rocas, en menos
de lo que se dice el frágil barco hubiera quedado destrozado. Los truenos, los relámpagos; el
viento, la lluvia, el bramido del mar y el rumor de las olas que batían contra los escollos hacían
aquella noche horrenda y espantosa. A cada momento nos parecía que la gúmena se había roto,
ya que con el continuo movimiento de las aguas era destrozada por las puntas de las rocas que
forman el fondo en esta parte.

Fue aquí únicamente donde por primera vez llegué a considerar la muerte de cerca, porque si bien
a cada momento la esperaba con serenidad y ya me parecía yerme presa de las olas, lo que me
dolía más que cualquiera otra cosa era que mi compañero y mis amigos no habrían sabido nuestro
miserable fin. Finalmente un alba rosada vino a disipar cualquier triste temor y habiendo levantado
el anda vimos con gran sorpresa nuestra que la gúmena estaba sostenida sólo de un cabo y que
los otros tres ya estaban rotos. Si la noche se hubiera prolongado una hora más' ciertamente
hubiéramos estado perdidos. De este afortunado suceso presagiamos un feliz éxito en nuestra
peligrosa expedición y habiendo llegado a Omoa anclamos en el puerto con bandera francesa,
donde después de haber sido visitados por un oficial de la aduana bajamos a tierra. Yo hacía el
papel de cocinero y me había tiznado toda la cara, porque temía en cualquier momento ser
Conocido por alguno de los prisioneros que habíamos hecho en la última expedición. Me había
amarrado un pañuelo negro a un ojo, que hacía llorar frecuentemente con un poco de limón, dando
a entender que lo tenía malo.

En esta forma impedía ,que mi fisonomía fuese reconocida; el capitán fue a donde el gobernador
para mostrar sus papeles y obtener permiso para vender la pequeña bisutería que teníamos y
entre tanto yo, haciéndome el borracho, lo esperaba en la puerta, en la que había un guardia. El
capitán le regaló un aderezo para el cuello a la mujer del gobernador y cuando salió empecé a
insultarlo y me lancé contra él para golpearlo fingiendo que quería el dinero. El se defendió lo mejor
que pudo y volviendo a entrar donde el gobernador le suplicó me encerrase por una noche en el
fuerte para que me pasase la borrachera, porque en tal estado podía ser peligroso no sólo para él
sino para cualquiera de los habitantes, tan feroz era cuando el licor me privaba del sentido. En
vista del regalo que había recibido para su mujer el gobernador condescendió en ello y, capturado

127

a viva fuerza por el guardia, fui conducido al fuerte y hasta maltratado; apenas llegado allí le ofrecí
dinero al sargento de guardia para que fuese a comprar ron para que bebiera con los soldados que
estaban de guardia. Ellos se creyeron de que yo estaba borracho y de que tenía dinero, por lo que
me invitaron a jugar y yo, fingiendo siempre una embriaguez muy real, me dejaba vencer por ellos,
que, con las cartas y con el ron, se divirtieron bastante bien a costillas mías. Hacia la tarde me
tendí sobre una plataforma cerca de un cañón y fingí dormir. Y ellos persuadidos de que mi arresto
no tenía otra causa que el haber bebido demasiado, me dejaron reposar tranquilamente.

Hacia la media noche fingí despertarme y, conversando con los diversos centinelas que estaban en
los baluartes, me mostré sorprendido del lugar en que me hallaba y los interrogué hábilmente
sobre cuanto me importaba saber, sin provocar sospechas. Pude medir los muros con un hilo y un
cuchillo, ver cómo se hacía el servicio y saber la cantidad de hombres que estaban allí de guardia.
Por la mañana se bebió con todos aquellos soldados "la mañana", o sea ron, y se comenzó a
hablar de varias cosas. Allí supe que el interior de Honduras se había rebelado y había declarado
(15)
su independencia, que el golpe había tenido lugar en la ciudad de Comayagua , cuyo coronel
gobernador se había hecho jefe de partido y marchaba con un ejército sobre Guatemala, al mismo
tiempo que un oficial suyo con un fuerte contingente de hombres armados se acercaba a
(16)
Omoa para apoderarse de la plaza y proclamar Ja independencia. Una parte de aquellos
soldados eran caribes, muy contentos de este afortunado cambió y hablaban todavía
elogiosamente de la expedición de Aury, y los pocos españoles que allí estaban se lamentaban de
(17)
que tardasen en llegar de la bahía de Santo Tomás al golfo de Honduras un brick y una goleta
de guerra que habían ido allí a disposición del capitán general de Guatemala, quien se temía que a
causa de los disturbios pudiese partir para la isla de Cuba.

Con tales noticias comprendí la inutilidad de obrar sobre Omoa, la que quizá antes de que nosotros
llegáramos habría sido entregada en manos de los republicanos; por consiguiente no encontré otra
solución que dirigirme inmediatamente a San Felipe para apoderarme de él, pero por estar en
aquel golfo un brick y una goleta de guerra anclados en la bahía de Santo Tomás, bajo la
protección del fuerte de San Pablo, era necesario antes de todo tomar este fuerte y los dos barcos,
para no ser cogidos por la espalda, y en seguida dirigirse inmediatamente por el río San Felipe y
por sorpresa y a viva fuerza apoderarse rápidamente de aquella importante posición. El tiempo
urgía y por esto, habiendo salido del fuerte, comuniqué a los oficiales de marina mi plan, con lo que
se procuró vender inmediatamente a un solo negociante las pocas mercancías por las que
habíamos pagado derechos de aduana; salimos inmediatamente y nos hicimos a la vela para la
isla del Triángulo. Allí encontramos nuestras fuerzas navales y, después de consultarlo mejor con
(18)
el comandante Courtois y el coronel Marcelin, nos hicimos a la vela para el cabo Tres Puntas ,
donde anclamos a la caída de la noche.

Partí en una pequeña barquita con ocho marineros, para introducirme durante la noche en la bahía
de Santo Tomás y reconocer la posición de la misma y del fuerte. Pero apenas nos habíamos
alejado de los barcos cuando se levantó impetuosamente un viento huracanado por el que poco
faltó que fuésemos volcados. Nuestros barcos se vieron obligados a darse a la vela y a alejarse de
la costa. Sin embargo proseguí en mi expedición y después de media noche llegué a la bahía. Una
luz que apenas se alcanzaba a ver me indicó claramente que por allí estarían los barcos o el
fuerte, por lo cual descendí a tierra en la costa izquierda, cubierta de espeso bosque. Escondimos
entre él el pequeño esquife y esperamos con impaciencia el día. Apenas se pudieron distinguir los
objetos que nos rodeaban me encaramé a un árbol con mi anteojo de larga vista y pude ver bien el
fuerte, que consistía en un simple reducto abierto por un lado, cerca del cual corría un riachuelo y
que por esa parte estaba defendido sólo por débiles palizadas. Al frente había doce piezas de
cañón a diferentes niveles. A la izquierda surgía de entre el agua una isleta cubierta de boscaje,
detrás de la cual estaban anclados el brick y la goleta de guerra española. Fuera de los cuerpos de
guardia no se veía ninguna otra habitación y en torno no había sino montañas muy altas cubiertas
de selva. A uno y otro lados tierras bajas, pantanosas y boscosas rodeaban la profunda bahía de

128

Santo Tomás. Esperé que cayese la noche y apenas hubo extendido su velo me dispuse a salir de
aquel lugar. Pero no habíamos hecho media milla cuando el esquife, golpeado continuamente por
el ímpetu de las olas que venían contra nosotros, se rompió y fue necesario retornar a tierra,
habiéndose arrojado todos los marineros al mar y quedando yo solo dentro de él con el agua a la
cintura. Así, lleno de agua, fue tirado a tierra, donde desbaratamos nuestras camisas y tratamos de
reparar las grietas que se le habían hecho. Nos lanzamos de nuevo al agua pero fue menester
volver otra vez a tierra. Entonces escondimos el barquichuelo en el bosque y tomamos la
determinación de hacer el camino a lo largo de la playa, por donde había que ir unas veces sobre
puntas rocosas, otras por entre intrincados mangles, otras con el agua hasta las rodillas, por lo que
no tardé mucho en perder los zapatos y yerme obligado a caminar descalzo por entre rocas, ramas
secas, espinas, piedras, arena y agua, hasta que aclaró el día. Entonces empezamos a pensar
más seriamente en nuestra peligrosa situación, ya que nos encontrábamos en tierra enemiga, sin
esperanza de poder alejarnos de ella si no encontrábamos nuestros barcos, y sin medios para
defendernos porque nuestras armas estaban todas mojadas lo mismo que las cartucheras. Nos
pusimos pues a desbaratar estas últimas, a secar la pólvora al sol y a limpiar nuestras carabinas.
Volvimos a hacer las cargas lo mejor que pudimos y, como se había conservado bastante bien en
mi pequeña cartuchera, de la pólvora que había allí puse un poco en cada carga para que por lo
menos las armas pudieran dar fuego. Nos alimentamos de cocos y su agua dulce mitigaba la sed
que sufríamos, agobiados por un clima ardiente y por una marcha de las más fatigosas.

Se necesitaron dos días para llegar a Tres Puntas, donde pensábamos encontrar a nuestros
compañeros. pero por más que nuestros ojos y los anteojos giraban sobre el ondulado horizonte
nada se descubría; entonces decidimos seguir a lo largo de la costa para ver si por lo menos
encontrábamos alguna habitación de indios, apoderarnos de una piragua y así tener los medios
para ir a La Valija, establecimiento inglés que se encuentra a la otra parte del golfo de Honduras. El
cuarto día vimos un barco e inmediatamente encendimos un gran fuego sobre la playa,
agregándole gran cantidad de hojas y de hierba verde para producir una inmensa columna de
humo, a fin de que los del navío creyeran que allí había un caserío de indios, de quienes pudieran
obtener alguna información sobre el enemigo. Era el Marte, que a alguna distancia de tierra se
puso de flanco y mandó una lancha con veinte hombres para reconocernos. Pero cual no fue su
sorpresa cuando en vez de indios nos vieron a nosotros, que teníamos más semejanza de
animales que de hombres, tanto nos habían desfigurado en pocos días los trabajos os, las fatigas y
el hambre. Nos dirigimos inmediatamente a bordo y nos recobramos. No tardaron en llegar los
otros dos barcos y todos juntos doblamos el cabo Tres Puntas y7 habiendo entrado en el golfo, nos
dirigimos hacia la bahía de Santo Tomás en cuya entrada estábamos al caer el sol. Allí pudimos
con gran placer volver a contemplar al enemigo, que ya no podía escapársenos.

Por la noche se introdujeron hasta la isleta varias canoas armadas para averiguar si había algún
peligro o algún escollo. Por la mañana nuestra diana comenzó con salvas de artillería contra el
fuerte y los barcos; y uno y otro nos respondieron vivamente. El cañoneo del enemigo y el nuestro
no hizo más que retumbar hasta las diez y ambos nos hicimos poco mal. Entonces me resolví a
hacer desembarcar rápidamente las tropas, las que se dirigieron al extremo derecho de la bahía a~
fin de flanquear el lugar y acercarse sin mucho riesgo al río que separa el fuerte de la tierra.
Entonces toda la artillería enemiga comprendió que había llegado el momento decisivo y se puso a
(19)
hacer un fuego vivísimo sobre las embarcaciones, pero con el comandante Courtois nos
apresuramos a levar anclas a velas llenas y nos dirigimos sobre el brick y la goleta para abordarlos;
espantados con esto los españoles buscaron su salvación en tierra, parte a nado y parte en las
chalupas mientras nosotros abordábamos los primeros el brick, en el mismo momento en que una
mecha encendida y despidiendo espeso humo amenazaba incendiar la santabárbara, o sea el
depósito de municiones. Era demasiado tarde para alejarnos, el peligró era inminente y no había
tiempo que perder. Consciente de la importancia de que todos nos salváramos, me lanzo a la
cámara, cojo la mecha, que ardía sobre una gran cantidad de barriles que estaban en la
santabárbara abierta, y volando sobre el puente la arrojo al agua, y así salvo el barco enemigo y

129

nuestras vidas. Sin pensar en más, salto a una canoa y me dirijo hacia los nuestros que entonces
llegaban al río. El comandante Courtois cañoneaba el fuerte y nosotros, atravesando con el agua
hasta el pecho, tumbamos las palizadas y quedamos dueños del reducto.

El enemigo huía por todas partes y perseguido estrechamente por nosotros, cayó en nuestro poder
en su mayor parte. Dueños de estos dos soberbios barcos de guerra y del reducto de San Pablo,
reuní a mis soldados e inmediatamente con una pequeña embarcación me dirigí hacia el río San
Felipe distante más de veinte millas de este lugar. Pero apenas estuve fuera de la bahía de Santo
Tomás encontré una piragua con dos hombres que parecían pescadores. Habiéndoles preguntado
quienes eran me dijeron que eran americanos españoles que buscaban pescado, pero por su porte
reconocí que eran soldados y al momento ordené que uno fuese llevado a tierra y fusilado y que si
el otro no me decía en seguida la verdad tendría el mismo fin. Ya estaban para cumplir la sentencia
cuando confesó que era soldado de la vigía de San Felipe así como su compañero, expresamente
enviados por el sargento comandante de aquel fuerte para ver cual era la causa del gran cañoneo
que se sentía en San Pablo. Supe por ellos el santo y seña y abiertamente me dirigí a aquel puesto
a donde llegamos hacia la media noche. Me adelanté con sólo ocho voluntarios y uno de estos
prisioneros y habiendo llegado a la vigía me apoderé del centinela y sorprendí el puesto, a cuyos
guardias hice todos prisioneros. Un fuego encendido indicó a los que me seguían que avanzaran y
reunidos allí todos en silencio esperamos una ronda que debía venir del castillo de San Felipe. En
efecto vino después de media noche y también ella quedó prisionera.

Por el oficial de la ronda conocí mejor la posición que tenían, las tropas del castillo, las
reparaciones que se le habían hecho, así como las nuevas fortificaciones que le habían agregado.
El castillo estaba cerrado por un simple rastrillo, porque nosotros en la primera expedición con el
general Aury habíamos quemado la puerta. Los muros habían sido reparados, y los reductos
habían sido reconstruidos en una posición más ventajosa que antes. El comandante habitaba
frente a la iglesia, sin ninguna guardia, y la guarnición sumaba en total doscientos hombres,
excluidos los treinta prisioneros que nosotros habíamos hecho en la vigía. Esperé que amaneciera
y, habiendo dejado algunos hombres para guardar a los prisioneros desarmados y encerrados en
el cuerpo de guardia, con algunos guías me dirigí hacia el castillo. Navegamos con mucho ardor y
dos horas antes del anochecer estábamos a pocas millas del fuerte, cuando una pequeña piragua,
que con tres hombres y un prisionero iba a buena distancia mía para darme noticias de cuanto
pudiera descubrir o sentir, retrocedió indicándome que no lejos había una isleta en medio del río en
la que, según decía el prisionero, se encontraban cinco hombres, que tenían orden de hacer fuego
sobre cualquiera que avanzara, para dar la alarma al castillo. Semejante noticia me puso en
aprehensión, tanto más que ninguno me había prevenido de que había que superar esta dificultad.
Pero había que actuar para no echar a perder una acción de guerra tan bella.

Era necesario emplear pocos hombres para no despertar sospechas, y así ordené a un oficial
americano, sobrino del general Bermúdez, que fuera con dos soldados y uno de los prisioneros a
apoderarse de aquellos cinco hombres, sin hacer fuego ni permitir que ellos lo hicieran. El se negó
inmediatamente a hacerlo diciéndome que era imposible. Entonces, olvidando mi grado y no
viendo otra cosa que el buen éxito de la empresa, ordeno al coronel Marcelin que se mantenga
oculto y quieto en las embarcaciones. Arrojo el casco y el uniforme, empuño mi sable y después de
escoger a dos bravos soldados a quienes les hice empuñar solo el sable y llevar los brazos
desnudos, dándole a cada uno de los sombreros de paja de los prisioneros, entro en la pequeña
piragua y me pongo delante al prisionero, al cual le dije que si me descubría podía estar seguro de
que moriría. A mis dos secuaces les ordené que se arrojaran inmediatamente sobre las armas
reservándome yo el cuidado de detener al centinela. Pero cual no fue nuestra sorpresa cuando al
acercarnos a la isla no vimos ninguna luz y sólo oímos gritar cerca del agua "quien vive", a lo que
respondí inmediatamente Guatemala, pues este era el santo y seña. Se me ordena avanzar y
encuentro en una piragua cinco hombres con los fusiles apuntados hacia nosotros, que en tono
firme nos preguntan quiénes somos y a dónde vamos. No me acobardo e inmediatamente

130

respondo que somos marineros huidos del brick de guerra de los españoles que había sido
atacado el día anterior por los insurgentes, quienes después de un cañoneo de los más vivos lo
abordaron, y que nosotros nos salvamos en tierra; que no contentos con su captura
desembarcaron y tomaron también el fuerte de San Pablo, por lo que en la confusión general nos
pudimos salvar en un pequeño esquife y llegar más muertos que vivos a la vigía, de donde el
sargento nos enviaba con Pedro (así se llamaba el prisionero que llevaba delante de mí) para
avisar en seguida al comandante del castillo que mandara fuerzas a la vigía porque temía que
también fueran atacados. Cayeron en el engaño y me hicieron muchas preguntas sobre el número
y barcos de los insurgentes y después nos ordenaron que los siguiéramos a donde el comandante.
Ya nos dirigíamos en nuestras piraguas hacia el castillo cuando, después de dejarle coger una
pequeña delantera a la piragua enemiga, pude indicarles a mis dos compañeros que trataría de
acercármele y que apenas estuviéramos cerca eliminaran a los que la ocupaban. En efecto
supliqué que anduvieran un poco más despacio porque estábamos muy cansados y apenas nos
emparejamos pedí un cigarro y un poco de fuego. Dos soldados acudieron a servirme y,
poniéndonos nosotros de pie como un rayo, les dimos fuertes y repetidos golpes que los hicieron
arrojarse rápidamente al agua de donde los sacamos heridos y los obligamos a subir de nuevo a la
piragua y a callar. Por ellos supimos que a media noche debía venir otra piragua con cinco
hombres para relevarlos, y que lo mismo se hacia al amanecer, a medio día y al caer el sol, a
causa del temor que tenían de que los patriotas se introdujeran en San Felipe. No eran todavía las
once de la noche, de modo que retrocedí y encontré mi columna con 'la cual, a remos forzados,
nos acercamos al castillo, ya que ningún tropiezo podíamos encontrar hasta la media noche, hora
en la cual ya estábamos frente a la punta en la que se asientan el reducto, el fuerte y la población.

Lo divisábamos perfectamente y sentíamos hasta la tos de un centinela. No tardó mucho en verse


una luz que venía del reducto hacia la playa y en seguida se oyó el ruido de los canaletes de la
piragua que iba a la isleta a relevar a los que teníamos heridos en nuestro poder. Favorecidos por
la sombra que a la luz de la luna arrojaban sobre las aguas. los rastrojos de la orilla, pasamos en
silencio frente al puerto y a alguna distancia de él atravesamos el golfo Dulce y fuimos a
desembarcar a espaldas del pueblo. Apenas bajamos a tierra nos dividimos en dos columnas, una
dirigida al castillo, la otra al reducto, la primera comandada por el coronel Marcelin, la segunda por
el mayor Cambessedes. Una vez que los despaché a su destino me dirigí a la plaza con cuatro
hombres, a la casa del comandante, que era un viejo capitán Quesada. La puerta estaba abierta y
una lámpara iluminaba el patio. El ladrido de los perros despertó a su ordenaza, que se acercaba a
la puerta en camisa cuando yo con una mano le hice señal de que callara y con la otra le apunté el
sable al pecho. Entré en la antecámara del comandante y allí esperé al primer ruido producido por
alguna de las dos columnas para despertarlo. En efecto no tardó mucho en que se oyeran varios
tiros de fusil y algún grito. Entonces invité al señor comandante a que se levantara, manifestándole
que era mi prisionero. Obedeció inmediatamente y yo, después de entregárselo a mis soldados,
me dirigí hacia las fortificaciones que estaban ya en nuestro poder. Había dejado un oficial con un
pelotón en el lugar del embarcadero para que ninguno de los habitantes pudiera huir con las
piraguas por el golfo Dulce.

Puse al seguro inmediatamente a los prisioneros y envié patrullas al pueblo, del cual no huyó
ninguno, excepto un ayudante que se escondió en el bosque y que después de pocos días vino a
rendirse. La piragua que había ido a relevar el puesto de la isleta regresó para advertir que no
había encontrado a los compañeros, pero fueron ellos los que quedaron maravillados al encontrar
al enemigo en el reducto. Al amanecer envié a tres hombres para darle la noticia al comandante
Courtois, el cual había hecho saltar el reducto de San Pablo y había venido a anclar en la
desembocadura del río San Felipe. Se envió inmediatamente la goleta que se había tornado a los
españoles, que era muy rápida, para dar cuenta al general Aury del éxito de la expedición y de la
necesidad de nuevos refuerzos para mantenernos en el lugar. Pero él ya había provisto a ello y
había enviado otras tropas con el secretario general Perú de La Croix, provisto de plenos poderes
para tratar el asunto con los republicanos de Guatemala. En virtud de estas disposiciones a los

131

cuatro días fuimos reforzados por nuestros compañeros y supimos que en la fortaleza de Omoa no
ondeaba ya la bandera española sino una blanca con una lista roja. Con esta noticia el secretario
general se dirigió allá inmediatamente a tratar de la cesión de San Felipe con tal de que le fueran
compensados a la república de Buenos Aires los gastos de las dos expediciones que había hecho
para promover la libertad en la provincia de Honduras. Firmado y ratificado el tratado fui
reemplazado por los nuevos republicanos y embarcándome con los míos me dirigí a la antigua
Providencia, mientras Perú de La Croix se hacía a la vela para Cartagena, donde estaba nuestro
ministro en espera del resultado de la nueva expedición. El general Aury se encontraba con Ferrari
en Porto Belo, junto con el general colombiano Carreño, que más tarde fue gobernador de
Panamá, por haber el general español Santacruz firmado un tratado con él y entregado la
provincia, y fue entonces cuando tuvo noticia de nuestro feliz éxito, que lo colmó de júbilo.

Al mismo tiempo gracias a las afortunadas operaciones de Bolívar, la república de Colombia había
hecho grandes progresos, limpiando de españoles todas las plazas, menos la de Puerto Cabello,
(20)
pues el general Sucre , que había sustituido a Valdés en el mando del ejército del sur, había
tomado a Popayán y Pasto y, después de libertar a Quito, se movía sobre Guayaquil, mientras que
los generales Páez y Soublette después de libertar a toda Venezuela, hablan entrado triunfantes
en Caracas obligando al español Morales, que había reemplazado en el comando del ejército al
(21)
general Latorre después del armisticio, y había sido derrotado en Carabobo, a encerrarse en
Puerto Cabello con los pocos restos de la soberbia expedición de Morillo. No tardó mucho en que
también él tuviera que capitular y contentarse con ser llevado a las costas de la isla de Cuba.

La toma de San Felipe, de Omoa y de Santo Tomás, únicos lugares por donde el gobernador
español de Guatemala podía escaparse, hizo que él mismo ayudara a la revolución y en
Guatemala se proclamó la independencia poco después de que nosotros nos habíamos hecho
dueños de San Felipe. Nuestra expedición, pues, además de haber instigado parte de aquellas
provincias a conseguir la libertad sin derramamiento de sangre, había hecho honor a las armas
bonaerenses y había compensado a aquella república de los gastos de dos expediciones
realizadas no directamente en favor de Colombia, sino de los pueblos que ahora se conocen bajo
el nombre de Provincias Unidas de la República del Centro.

Al llegar a Providencia encontré que el general había caído de un caballo y no estaba muy bien. No
habían pasado seis días cuando lo vi expirar en mis brazos entre los lamentos de su amante, de
una esclava y de otra mujer que lo hospedaba. La pérdida de este hombre era irreparable, y
nuestra situación era de las más críticas, porque los soldados pedían su paga y otro tanto hacían
los marineros. Cerca de tres años habían corrido sin que se me hubiera dado un solo centavo a
título de paga, por lo cual podía recelarme de alguna revolución, tanto más que el comodoro de la
marina se encontraba arrestado por un acto de insubordinación y que este hombre podía sublevar
a todos los marineros, de quienes era ciertamente muy apreciado como su capitán y jefe. Escribí
inmediatamente a Ferrari, quien comandaba el fuerte Libertad, que estuviera en guardia y que no
dejara salir ningún barco sin orden mía. Avisé inmediatamente a las autoridades civiles y militares y
al comandante de la plaza, y por medio de un ayudante de campo invité al comodoro de marina a
presentarse en el cuartel general. Aquella noche la consternación fue universal y a la mañana
siguiente no se pensó sino en rendir al difunto los últimos honores, bien merecidos por su fama y
(22)
su coraje. Este hombre de cuarenta años de edad, de mediana estatura, de buena complexión,
de espaldas anchas, con cabellos negros y cejas enarcadas, ojos negros, grandes patillas y bigote,
tenía un corazón dulce, sentimientos nobles y elevados. Amante del bello sexo, no perdía sin
embargo de vista los fines que se proponía, para obtener los cuales no lo intimidaban desgracias,
adversidades, peligros, ni obstáculos de ninguna clase, antes parecía que mientras más obstáculos
se le oponían, más persistía en vencerlos y superarlos. Era de gran coraje y de sangre fría, amaba
a sus soldados, y era familiar con los oficiales; dormía poco y maduraba sus planes, que eran parte
de sus ideas, paseando continuamente. Ambicionaba adquirir fama y era desinteresado y muy
amigo de recompensar a los demás. Se hubiera sentido pagado si hubiera obtenido el título de

132

libertador de Cundinamarca y si le hubieran dado el mando de la escuadra de Colombia en la base
de Cartagena, pero tenía como rival al almirante Brión, que murió pocos días antes en su patria, en
la isla de Curazao, a donde había ido a desahogar su pesar, después de haber sido privado del
(23)
mando de la marina y de haber caído en desgracia de Bolívar .

Si entonces hubiera vivido Aury, quien sabe si el Libertador, en vista de su constancia, no lo


hubiera acogido en su gracia, devolviéndole aquella amistad y estimación que tenía por él. Sus
cenizas fueron puestas en un mausoleo erigido en medio del fuerte Libertad, con una inscripción
francesa en la que se recordaban sus talentos, sus virtudes, su coraje, sus desgracias y sus
empresas.

Después de sellar todos sus papeles, efectos y archivo particular, se pensó en nombrar un consejo
que asistiera al gobernador en el desempeño de todas las obligaciones que se le venían encima
con la muerte del general en jefe. Mientras llegaban ulteriores disposiciones de Cartagena, donde
estaban el ministro y el secretario general, se abrió su testamento, y nos encontramos con que ya
no había ejecutores testamentarios, pues el uno era un sobrino suyo, ya fallecido, y el otro un
negociante que vivía en Luisiana; por lo cual, reunido un consejo de sus más íntimos amigos y de
las autoridades, nos nombraron de oficio al comandante Courtois y a mí, y nosotros procuramos
desempeñar nuestras respectivas funciones con la actividad y honradez que se debían a nuestro
jefe y nuestro amigo. Se nombró una comisión para liquidar las cuentas entre Aury y los soldados y
marineros, entre el general y la pequeña república de Buenos Aires. Mientras esto se hacía en
Providencia, se escribió oficialmente al Almirante francés del puesto de Martinica, al Almirante y
Gobernador inglés de Jamaica, al Presidente Boyer en la isla de Santo Domingo y a Bolívar en
Colombia, y se envió expresamente un oficial a este último país para que pusiera todos los
despachos en manos del ministro, interesándolo para que viniera prontamente.

En un principio la Providencia parecía el caos, porque todos querían gobernar y ninguno obedecía.
Se temía una revuelta de los marineros y de las tropas para huir con los barcos y entregar al
saqueo la ciudad y las habitaciones. Fueron aquellos días de gran trabajo para mí, que llevaba el
peso de jefe de Estado Mayor, de proveedor general y de ejecutor testamentario. Sin embargo con
mucha resolución, destreza y presencia de espíritu supe conducir todo de modo que la paz y la
tranquilidad tornaron a la isla. La venida del ministro y del secretario general salvó todo, porque
tenían una suma cobrada en Colombia para pagar a las tropas y a los marineros. Fue este el
momento en el que Ferrari y yo nos encontramos dueños de una suma, para nosotros militares
respetable, si se considera que nuestras pagas sobrepasaban los cien escudos mensuales. Muerto
Aury a quien tanto queríamos y sabiendo que la división partiría para Buenos Aires, ya que por
momentos se esperaba a las fuerzas colombianas que tomarían posesión de la isla, pensamos en
pedir la dimisión, que nos fue acordada a los dos, pero después de muchas súplicas y
recomendaciones, alegando yo la excusa de que tenía que dar cuenta a los herederos de Aury de
lo que le quedaba debiendo el gobierno, que ascendía a 44 mil escudos, y el compañero que
necesitaba restablecerse de una enfermedad de pecho que sufría desde hacía algún tiempo.

Nuestra partida fue sentida por todos y de ello nos dieron prueba cuando nos embarcamos. Los
habitantes acudían a auguramos buen viaje, los marineros desde sus barcos nos saludaban con
las banderas y con salvas de artillería, los fuertes hacían otro tanto, mientras que muchos oficiales
en pequeñas barcas nos acompañaban a bordo, donde habíamos cargado una cantidad de
géneros coloniales comprados en la isla, por los cuales no habíamos pagado ningún derecho de
aduana, y en esta forma habíamos empleado casi todo nuestro dinero para comenzar desde este
momento a pasar de la vida de militares a la de negociantes.

N. B. Todo se deduce de la hoja de servicios, de la carta de dimisión firmada por el gobernador


Faiquere a 29 de mayo de 1821 y del pasaporte de la misma fecha del Comandante gobernador.

133

Se llama Costa de Mosquitos a la parte de Nicaragua que mira al Caribe.
(1) Los mosquitos o moscos constituyen el grupo humano más numeroso, unos 8.000 hombres, en gran parte mezclados
con negros. A mediados del siglo XIX Inglaterra habla creado allí un reino fantasma, que desapareció cuando en 1894
Nicaragua decretó la anexión de la "reserva" de Mosquitos. La capital es Bluefields.

La palma, o mejor diversas variedades de palmas, el agave y el ananás tienen hojas que dan fibras textiles. No es fácil
(2) decir a cual de estas plantas se refiere. Pero como dice que es parecida al ananás, puede que sea una variedad de la
misma; las bromeliáceas, a las cuales pertenece el ananás, son machas; hay la B. karatas y la B. silvestris, que
producen fibras bastas.

En otra parte explica Codazzi como se hace para quitarle el veneno a la yuca amarga. Aquí se refiere al pan que se
(3) fabrica con sus raíces; y en su Resumen (p. 180181) dice que el casabe son unas "tortas de 3/4 de libra de peso" que se
cuecen al fuego y se dejan secar al sol.

Queda en Panamá, un poco al este de Colón, sobre el Caribe.


(4)
También en el Alto Amazonas -refiere Ratzel (El hombre u las razas, vol. 1, p. 586)- se aturde a los peces con hojas de
(5) una Taullinia y de una Jacquinia. Quizá a esta última familia pertenezca la planta hiavan.

Como se ha dicho Inglaterra habla tratado desde el 700 de extender su autoridad sobre Mosquitia; y para colmo en el
(6) siglo XIX creó un reino fantasma. Este rey, coronado en Bélice y llevado a Bluefields bajo la protección de la bandera
inglesa, no duró mucho. Pero entre los historiadores no hay pleno acuerdo, pues algunos dicen que fue a mediados del
siglo cuando fue coronado este rey y otros que después de 1824. Me parece que la noticia que da Codazzi corta toda
duda; en 1821 ya debía existir esta sombra de rey y quizá su nombre no es otra cosa que la repetición del nombre del
monarca inglés (Jorge III 1820, Jorge IV 1880), que se le dio aposta para acrecentar la autoridad de dicho rey.

En otra parte se ha hablado de esta planta, la yuca amarga, y del pan o torta que se saca de ella. El pan se llama casabe
(7) (v. Ratzel, Las razas humanas,vol. 1, p. 590).

Ratzel dice que la chicha se saca del vino de manzanas y a su vez denomina aloja a la cerveza de quinua.
(8)
"De la semilla de esta planta -el maíz-" hace el indígena sus bebidas espirituosas, fermentando el maíz y endulzándole
(9) con el jugo de la caña de azúcar. Los criollos también' hacen lo que llaman curato, bebida muy agradable, de que se
usa como horchata". Codazzi en su Resumen, p. 128.

El guarapo es el zumo crudo de la caña de azúcar, mezclado con agua y fermentado en un gran recipiente de barro.
(10)
Entre septiembre y noviembre de 1821 tienen lugar la rendición de Cumaná y la de Cartagena, mientras Panamá pasa
(11)espontáneamente a formar parte de Colombia.

Sabanilla, cuya infortunada situación detrás de una punta arenosa ha hecho que sea abandonada. Puerto Colombia la
(12)ha sustituido y allí llegan todos los grandes buques. [También Puerto Colombia ha sido cegado por la arena y ahora los
grandes vapores llegan directamente al puerto fluvial y marítimo de Barranquilla, entrando por las Bocas de Ceniza.
Nota del traductor].

Esta sobre la orilla meridional del golfo de Honduras, al occidente de Puerto Cortés.
(13)
Punta entre Honduras y Nicaragua, cerca de la desembocadura del río Coco o Segovia.
(14)
La antigua Valladolid, fundada por Alonso Cáceres en 1540, situada casi en medio de los dos océanos. Está cerca de la
(15)orilla del río Humuya. Fue capital de Honduras.

Véase la nota 18 de este capítulo.


(16)
La bahía de Santo Tomás se abre al fondo del golfo de Honduras, cerca del río San Felipe, un poco al este del mismo.
(17)
Seguramente se trata de la pequeña península trifurcada que avanza hacia el N.O. cerrando y resguardando la
(18)ensenada de Santo Tomás.

Este nombre ya ha sido mencionado varias veces y lo será todavía en este capitulo.
(19)Courtois fue el que asumió el mando de la flota de Aury después de que esta perdió a su jefe, es quien lleva a
Venezuela las milicias que hasta entonces habían hecho una guerra de piratería y obtiene que sean incorporadas en el
ejército colombiano, lo mismo que la flota. Apenas había entrado al servicio de Colombia cuando su compañero de
armas Perú de la Croix (17801887) difundió contra él hojas difamatorias, que le valieron un juicio de prensa que se
ventiló en Colombia. El de la Croix murió suicida.

Observamos algunas inexactitudes en el relato de Codazzi y por ello referimos brevemente los mismos hechos. Desde
(20)1820 -después de la batalla de Boyacá- Popayán y Guayaquil se habían sublevado, pero sus esfuerzos por apoderarse

134

de Quito y Pasto fallaron. Sucre, lugarteniente de Bolívar, enviado en socorro de Quito, no tuvo al principio mayor
fortuna, pero después, desbaratados los españoles en Pichincha (24 de mayo de 1822), entró a la ciudad y la hizo votar
la unión con Colombia.

También en estos detalles hay desacuerdo entre los historiadores, así que señalaremos estas pequeñas diferencias.
(21)Morales (Francisco Tomás 17811844), que había sucedido a Latorre en el mando del ejército de Venezuela, conquistó a
Maracaibo en 1822, pero no logró conservar la ciudad y fue obligado a capitular el 8 de agosto del mismo año.

Luis Aury es apellidado el corsario, o el filibustero; francés, parece que nació, según lo que refiere Codazzi, en 1781;
(22)murió en Vieja Providencia el 6 de mayo de 1821; alguien da otra fecha. Aparece por primera vez en 1815. La prueba
con la que debuta es la ocupación de la isla Amelia, después se le conoce siempre como oficial al servicio de
Colombia. Aquí y allá, en escritores de diversas nacionalidades -especialmente ingleses y españoles- se encuentra el
nombre de Aury, y alguna vez acompañado de palabras honoríficas. Por ejemplo Barnett (Eduard Barnett, The west
lndia Pilots, vol. 1, p. 277) lo llama "capitán de mérito en la guerra de la independencia".
Véase la nota 109, p. 505506 del ya citado libro de Schumacher y las observaciones hechas en las notas introductorias
a estas "Memorias".

También Brión muere en el mismo año y muere sin dejar con qué ser enterrado y después de haber sacrificado toda su
(23)fortuna al movimiento revolucionario.
Estos dos hombres -Aury y Brión- se encontraron uno frente a otro; éste, en una obediencia ciega a Bolívar, mostró
poca simpatía por el otro, que no gozaba de la simpatía del Libertador; por tanto no se entendieron ni sumaron sus
esfuerzos. El uno actuó valerosamente lejos del otro, que, aunque no le igualó en el valor y en la fortuna, no le fue
inferior ni en la fidelidad ni ea el patriotismo. Y Bolívar no apreció a Aury ni supo después estimar en su justo valor el
sacrificio de Brión.

135

-XIV-
Llegada a Santo Tomás y su descripción - Partida para la Valija -
Comercio en Comayagua y Jamaica - Partida para el Chocó y
riesgo corrido - Arribo a la Valija y expedición de mercancías a
Trujillo - Pérdida de las mismas - Nuevo comercio en cl golfo
Dulce en la provincia de Guatemala - Partida para Santo Tomás
con un cargamento de añil - Terrible situación en los escollos de
Cuba, nuestra salvación; encuentro con piratas en Jamaica y con
un corsario español en Santo Tomás - Partida de esta isla para
Europa, nuestra navegación y llegada a Amsterdam -Venta de las
mercancías y nuestro regreso a la patria - Unión de las dos
familias y nuestro establecimiento en el campo de Serraglio,
cerca de Massalombarda. (Páginas 356 a 370)

(1)
Inmediatamente nos hicimos a la vela para Santo Tomás en las Antillas. Esta isla es una de las
Vírgenes, situada cerca de Puerto Rico y perteneciente a los dinamarqueses, quienes tienen allí un
gobernador y una pequeña guarnición. La isla no es muy grande y produce todo lo que se
encuentra en las Antillas. La ciudad está colocada en la falda de una colina y al entrar al puerto se
presenta como en anfiteatro. El puerto es hermoso y protegido por dos baterías y un fuerte sobre
una pequeña altura a la izquierda de la entrada. Las casas son en general de madera y bien
tenidas, pocas son las de piedra y todas de negociantes: ingleses, franceses, dinamarqueses,
suecos e italianos están allí establecidos y hacen un comercio muy activo, porque este lugar ha
sido siempre puerto libre, por lo cual en tiempo de guerra, por su neutralidad, era el refugio de
todas las naciones y la primera escala para poder dirigirse a la Costa Firme en la dirección que
mejor conviniera a los comerciantes. Allí la aduana no hace ninguna visita y sólo se paga un tanto
por cada tonelada que lleva el barco.

Nos dirigimos inmediatamente a un cierto Piccioni, amigo del difunto Aury, y él nos animó a seguir
en el comercio. Hicimos un cargamento de diversas mercancías y partimos para el establecimiento
(2)
de la Valija en la costa de Yucatán, perteneciente a los ingleses, para negociar con la nueva
(3) (4)
república de las Provincias Unidas del Centro . Yo me dirigí inmediatamente por el río que
(5)
conduce a Comayagua , con diversos indios, navegando en busca de aquella ciudad por un río
más estrecho que el Atrato, pero ciertamente con las mismas fatigas y los mismos tormentos,
menos el de la continua lluvia. Una sola vigía se encuentra poco distante de la desembocadura,
cerca de un caserío de indios con quienes obtuve bogas para subir el río. Después de tres días de
penosa navegación se encuentra una segunda vigía compuesta de pocos hombres y en el lugar
donde el río ya no es más navegable hay construido una especie de reducto con seis piezas de
artillería, hecho sin arte y vigilado por gente que no conoce qué cosa es el arte militar. Hay una
población llamada la Bodega, compuesta de pequeñas cabañas cubiertas de palma y amarradas
con bejucos. Por allí se encuentran pequeños prados de hierba alta en medio de grupos de colinas
entre las cuales va serpenteando un camino bastante malo que conduce a Comayagua. Se pasa
por en medio de montañas escarpadas cubiertas de horribles selvas, en las cuales sólo se
encuentran simios, macacos, jaguares y tigres.

Había que acampar y encontramos una especie de piojo de Aguté que es como un chinche: este
piojo es grande como un chinche y del mismo color, pero con patas y tan pegajoso como las

136

cucarachas entre nosotros. A las mulas les cuesta gran trabajo traspasar estos montes y bien
pronto se llega a un altiplano donde el aire es más fresco, pero que siempre está cubierto de
espesa niebla. Al pie de una agradable colina está situada Comayagua, cerca de la cual corre un
límpido arroyuelo.

Esta ciudad es en parte de madera y en parte de piedra y la mayor parte cubierta de palmas y
hecha con bejucos. Allí se cultivan el añil y el cacao lo mismo que el tabaco y se recoge la
cochinilla. Las patatas, las calabazas, el banano, el maíz, son los productos nutritivos de estos
lugares y una gran cantidad de bestias y rebaños hacen su riqueza. En esta ciudad que fue la
primera en dar el grito de libertad en las provincias de Honduras, fui muy bien recibido por el
gobernador, como viejo militante de las armas republicanas.

Cambié mis mercancías, que eran muselinas, batistas, pañuelos, lienzo de Cambrai, indiana,
medias de seda, vestidos, sedas y adornos para mujeres, por añil, que transporté en zurrones a
lomo de mula, y en seis días volví a la Bodega, donde nos embarcamos en las piraguas y volvimos
rápidamente a la desembocadura, donde esperaba una goleta que recibió inmediatamente la carga
y en la que me hice a la vela para la Valija.

Allí vendí una parte del añil, otra la cambié por mercancías, le dejé otra parte a Ferrari para que la
realizara y volví de nuevo al mismo lugar, donde fui más afortunado que antes, ya que al llegar a la
Bodega me ahorré el trayecto por tierra vendiendo a los negociantes mis mercancías a cambio de
añil que ellos pensaban llevar a la Valija. Vuelto al mar me hice a la vela para Jamaica, para
venderlo con más ventaja y comprar allá nuevas mercancías, pero apenas llegué tuve noticia de
que en el golfo del Darién había una flotilla española que bloqueaba el río para impedir el comercio
de Cartagena con la provincia del Chocó, a la cual se llevaban víveres y géneros.

Concebí inmediatamente el plan de llevar al Chocó harina y, habiéndola comprado a cambio de


(6)
añil, partí al instante para allá. Llegamos de noche a Candelaria, vimos la boca de Barbacoas y
pasamos en medio de los barcos españoles que estaban anclados. Nos hicieron un vivo fuego y
una goleta nos siguió de cerca pero cuando vio que habíamos entrado en la boca del río nos creyó
en su poder, y no pudiendo pasar la barra ancló en medio de ella para esperar el día, perseguirnos
y prendernos junto con las embarcaciones. Después de dos horas de camino, siempre con viento
favorable, nos acercamos a tierra y en un bosque vecino a un terreno un poco sólido echamos a
rodar todos los barriles, mediante dos árboles de la goleta que hice cortar y colocar entre el barco y
la tierra. Terminada esta operación pusimos todos los víveres en la canoa, llevamos todos los
cordajes y las velas al bosque y, abriéndole un agujero al barco, lo hundimos. Hice hacer una señal
con el sable sobre un árbol; se cubrió bien el rastro en el bosque y antes de amanecer bogamos
hacia el fuerte en una barquilla. Diez días empleamos antes de llegar a la segunda vigía, de donde
algunos indios nos condujeron con sus piraguas al fuerte y de allí a Citará donde fui acogido con
mucha deferencia.

Exagerando el rigor del bloqueo de los españoles, le pinté al gobernador el peligro mayor de lo que
efectivamente era y con él mismo contraté mi harina, que no le dije que la tenía ya en el río sino en
la costa de San Blas fuera del golfo del Darién. Después de hecho el contrato le pedí hombres para
ir a recogerla y le comuniqué entonces el modo como me había introducido y la maniobra con la
que había engañado al enemigo. En efecto, habiendo encontrado mis harinas en el sitio en que las
había escondido las llevé a Citará y se me pagó en doblones. Nunca esperé una ganancia tan
grande. Cuando los españoles desistieron de su insensato bloqueo fuimos con los indios al lugar
donde estaba hundido el barco y, por medio de un mecanismos que le adaptamos a los árboles,
izamos el barco; luégo en dos días, con bombas y baldes, se lo pudo carenar y hacerle las
pequeñas reparaciones que necesitaba. Cortamos dos nuevos árboles y, con las velas y el cordaje
podridos, nos hicimos a la vela lo mejor que pudimos hacia Porto Belo, desde donde, comprando
unas nuevas, podríamos navegar felizmente hasta la Valija. De poco me sirvió aquella buena

137

ganancia, pues llegué con fiebre y me vi obligado a confiar una carga de mercancías a un capitán
para que las vendiera por cuenta nuestra en la plaza de Trujillo (7) , y se pusiera en contacto con
un rico negociante para consignarle el importe de las mercancías en caso de que fueran vendidas.
Ferrari no pudo acompañarlo porque no se encontraba muy bien. Pero no pasaron muchos días sin
que viéramos presentarse delante de nosotros al capitán, quien había naufragado en las cercanías
de Rutton por causa de un terrible huracán y apenas había salvado su vida y la de sus marinos.
Esta desgracia, aunque nos privaba de' la mayor parte de nuestros bienes, sin embargo no nos
desanimó y la amistad nos sirvió de consuelo común en esta desgraciada pérdida.

Formamos entonces sociedad con un cierto Camein (?),amigo nuestro, que había sido almacenista
general en tiempo del general Aury y que, retirado después del servicio, se había establecido en la
Valija y, habiendo obtenido de él una suma y vendido nuestros géneros, me embarqué y entré al
(8)
río San Felipe, y concretamente al golfo Dulce, y habiéndome introducido por el río de Verapaz ,
me puse a remontarlo durante diez días con terrible dificultad a causa de las ramas y troncos de
árboles que en varios sitios obstaculizan la navegación. Un único caserío de indios encontré a la
orilla derecha y el pueblo de Casatejas habitado por naturales y españoles que cultivan el añil.
Habiendo llegado a Verapaz fui muy bien recibido por aquel gobernador, pues me di a conocer
(9)
como el oficial que había tomado a San Felipe en el momento en que las provincias de
Guatemala dudaban en seguir el movimiento iniciado en Comayagua para la libertad de aquellos
países. Las casas parecen más bien cabañas y las' calles están mal arregladas.

A aquella gente le parecía mentira que hubiera una persona que viniera hasta su casa a traerles
dinero y a comprales su añil, que habían cortado por no saber a donde enviarlo, ya que en tiempo
de los españoles iba todo a Guatemala, o venía a San Felipe donde pequeños barcos lo llevaban a
Omoa, puerto a donde venían los barcos para transportarlo a Europa, pero al presente no podían
usar más aquella vía y lo único que les quedaba era mandarlo a Omoa y venderlo allí a los
ingleses. Sin embargo había el peligro de que las cargas fueran robadas por el camino por alguno
de los dos partidos que entonces luchaban entre sí para determinar si la capital de la nueva
república de las Provincias Unidas del Centro habría de ser Guatemala o Comayagua. La primera
alegaba sus derechos como antigua residencia de una capitanía general a la cual estaba sujeta
Comayagua. Esta hacía valer sus razones de estar en el centro y de haber sido la primera que
(10)
había revolucionado a los pueblos, corrido a las armas y proclamado la libertad . La ciudad de
Omoa era favorable a Comayagua y la de La Paz a Guatemala, de modo que el comercio entre las
dos se había interrumpido, lo que para mi fue una favorable casualidad pues compré el añil por la
mitad de lo que costaba. Me devolví al instante y, habiendo cargado la goleta que me esperaba en
la desembocadura del río, regresé a San Felipe y de allí me vine a la Valija, donde, después de
venderlo todo, con el dinero en la mano volví a hacer una segunda compra, que no fue menos
ventajosa que la primera.

Habiendo regresado a la Valija con el barco cargado de añil, se acordó con los amigos Ferrari y
(11)
Camein (o Camera) ir a Santo Tomás para de allí tratar de pasar a Europa con nuestro rico
cargamento.

Tomada la resolución y cargada una fea pero veloz goleta, partimos, manteniéndonos alejados de
las costas de la isla de Cuba, por donde continuamente cruza una cantidad de piratas. Pero por la
continua embriaguez del capitán, inglés de nación, nuestro barco encalló en los Jardines de La
(12)
Reina , lugar peligroso por los piratas y lleno de escollos, cuando nosotros creíamos estar en la
(13)
isla de Santo Domingo , en los escollos Las Platas, situados en la misma latitud pero con una
diferencia de diez grados de longitud.

Cuatro días estuvimos perdidos y encallamos más de seis veces. Finalmente quedamos en una
posición en la que, estando el barco medio volcado, no podía moverse más. Me decidí entonces a
bajar a tierra en una pequeña piragua con dos de nuestros negros, con los cuales, después de

138

haber hecho quince millas de mar, llegamos a una playa y costeándola encontré un río ancho, lleno
de caimanes, que remontamos durante varias horas con mucha fatiga sin descubrir ninguna
habitación. No habíamos comido todavía y las ostras pegadas a los mangles nos sirvieron de
excelente alimento. Ya estábamos para retroceder y seguir más bien la costa, cuando el negro
Francisco descubrió a un hombre que descendía por el río en una canoa. Nos escondimos entre
unas hierbas muy altas y cuando nos pasó delante le caímos encima. Llevaba atado a un cinturón
rojo un largo y ancho cuchillo, por lo que lo interrogamos con todo respeto. Por él supimos que
(14)
estábamos en la isla de Cuba, que aquel era el río Santiago y que los Jardines de La Reina
eran los escollos donde estaba encallado el barco. Este hombre me ofreció conducirme a una
población vecina, sobre la costa, donde podría encontrar buenos pilotos que nos pusieran fuera del
peligro en que estábamos, pero comprendí muy bien cual era nuestra situación porque en estos
lugares son todos acaparadores o piratas, que hubieran venido con lanchas armadas y nos
hubieran asesinado a todos arrojándonos al mar, para llevarse nuestras mercancías a sus casas.
Por consiguiente me resolví a apoderarme de él a viva fuerza y saltando de improviso a su canoa
le quité el cuchillo y lo hice mi prisionero. Lo conduje a bordo por la noche, que fue terrible por un
temporal con lluvia, truenos y relámpagos, que me impedían ver las señales de fuego que Ferrari
me hacía a bordo, según habíamos convenido para poder tener una guía precisa en aquel
peligroso mar.

(15)
Pero el negro Francisco alcanzó a divisar el barco al fulgor de los relámpagos y dirigidos por él
pudimos llegar después de media noche. A la mañana siguiente se trabajó con anclas y remos y
después de muchas maniobras conseguimos a medio día quedar fuera de peligro, gracias a aquel
hombre que decía que no era piloto y que no conocía aquellos escollos. Fue bien recompensado
por el capitán y por nosotros y nos hicimos a la vela para Jamaica, donde tomamos provisiones.
Habiendo salido de aquella isla nos encontramos por la mañana, en una calma completa, dos
bricks a un tiro de cañón de nosotros, cuyas canoas iban continuamente de un barco a otro.
Pensamos que fueran barcos ingleses que por no poder navegar a causa de la calma se hubieran
invitado recíprocamente a bordo, pero habiéndose alzado un pequeño vientecillo se separaron y
uno de ellos se dirigió hacia nosotros. Entonces se conoció que era un barco armado, por lo cual
todos se escondieron en la cabina para que no se vieran tantas personas sobre el puente. Quedé
yo solo con el capitán y dos marineros, pero me coloqué de manera de ser visto. Cual no fue mi
(16)
sorpresa al ver a un jefe pirata de nombre Laffitte que había sido aprisionado por un barco de
guerra, conducido a Providencia y condenado por un consejo de guerra a ser ahorcado, pero que
gracias al dinero logró huir con el centinela que lo guardaba de vista en el barco y salvarse en una
canoa en la que se dirigió a la costa indígena.

Cualquiera que haya sido su suerte después, el hecho es que al presente comandaba un hermoso
brick de diez piezas de cañón. La chusma pirata gritaba a bordo, unos que nos dejaran seguir,
otros que nos detuvieran. El peligro en que nos encontrábamos era enorme ya que no podíamos
defendernos y estábamos seguros de que perderíamos todo y sufriríamos los más atroces
tormentos si ellos vinieran a bordo de nuestro barco. Pero el ver que se trataba de un feo y
pequeño barco, que les hicimos creer que iba cargado de carbón, nos permitió pasar adelante sin
molestia. Finalmente llegamos a Santo Tomás en el momento en que, a vista del puerto, un
(17)
corsario español requisaba una gran polacra francesa , motivo por el cual no nos prestó
atención a nosotros que parecíamos mezquinos y de ningún valor, pero que hubiéramos sido una
buena presa, porque llevábamos géneros de provincias rebeladas contra España. Así que también
aquí la buena fortuna nos asistió. Habiendo arribado al puerto e informados de los precios que
nuestras mercancías tenían en Europa, nos decidimos a dirigirnos allá para volver después y
proseguir este comercio. Esta vez quisimos cuidar muy bien nuestros capitales y después de
consignarlos a un rico negociante de Amsterdam partimos para aquella ciudad, sufriendo una sola
borrasca, pero terrible, al extremo de que quedamos reducidos casi a un pontón y lo perdimos
todo. Nos defendimos lo mejor posible con las reparaciones que hicimos durante el viaje hasta que

139

la suerte quiso que volviéramos a ver las mismas playas que cinco años antes habíamos
abandonado.

Fueron compañeros de nuestro viaje el socio Camein (o Caenein) y los dos negros Francisco y
(18)
Mameluk , nativos de la costa de África, que habíamos comprado en Providencia y puesto en
libertad, pero que por su libre voluntad quisieron seguirnos y permanecen todavía con nosotros,
habiéndonos sido fieles compañeros en varias difíciles situaciones, quienes pueden decir que
desde 1819 hasta ahora han estado siempre a nuestro lado. La alegría de nuestro regreso fue
inmensa porque, después de tantos peligros y sufrimientos, estábamos en posibilidad de volver a
ver la patria, los amigos, los parientes y de ayudar a los ancianos progenitores.

Después de vender las mercancías en Amsterdam, pasé a París a entregar a la hermana del
difunto general Aury todos los papeles necesarios para poder conseguir lo que el gobierno de
Buenos Aires debía al extinto, y en seguida me dirigí a Italia en busca de Lugo, mi patria, donde mi
familia y la del amigo Ferrari, que se trasladó de Reggio, se unieron en una sola y la campiña de
Serraglio, en el común de Massa Lombarda, fue después el lugar de nuestro retiro, donde
entregados al cultivo de la tierra vivimos juntos una vida menos peligrosa que la que se llevaba en
(19)
los campos de la gloria o sobre frágiles barcos en el inestable elemento .

N. B. Todo esto se deduce del pasaporte de Providencia y del obtenido en Santo Tomás, visado
después por varios ministros de naciones extranjeras en París, como los de Dinamarca, Estados
Unidos, Piamonte, Austria, Holanda. Las pólizas de cargamento de la Valija y de Santo Tomás
atestiguan lo mismo.

Saint Thomas queda al este de Puerto Rico, a unas 60 millas, entre el Océano Atlántico y el Mar Caribe. Con una
2
(1) extensión de 72 km , tiene más de 10.000 habitantes. Hay en ella una población, Carlota Amalia.
En 1917, después de cincuenta años de negociaciones, todo este grupo de islas fue adquirido por los Estados Unidos.

Es, como ya se ha dicho, Bélice en Honduras, que hoy es posesión británica y que en realidad hace parte de la
(2) península de Yucatán.

La revolución mejicana de 1821 había traído consigo la de Guatemala, que ocurrió sin mayor violencia. Iturbide, el
(3) dictador de México que después se proclamó emperador, había enviado allí tropas y uno de sus seguidores, Filisola,
desde enero de 1822 había declarado la unión de Guatemala y México. Pero la población guatemalteca, sin esperar a la
caída del ridículo emperador, se sublevó y recuperó su libertad. Pero estos acontecimientos son un poco posteriores
al tiempo en que ocurren los hechos narrados por Codazzi; por consiguiente hay en ellos un eco de los cambios
posteriores, pues fue en 1824 cuando se adoptó la constitución federal. Por ella la antigua Capitanía General de
Guatemala tomó el nombre de Provincias Unidas de la América Central y quedó constituida por 5 repúblicas:
Guatemala, Honduras, Salvador, Nicaragua y Costa Rica.

Es el río Ulúa, que desemboca en el golfo de Honduras.


(4)
Comayagua está sobre el río Humuya, hoy la toca el ferrocarril transoceánico y pertenece a la República de Honduras.
(5) En otro tiempo tuvo mayor importancia de la que tiene hoy; llegó a contar con 80.0ó0 habitantes, pero se incendió en
1827 y hoy no conserva sino el recuerdo de su glorioso pasado. Pero desde el punto de vista de la producción es
importante el valle de Comayagua (véase la nota 15 del capitulo 13).

Uno de los brazos del Atrato, como el de la Candelaria, solo que este, ateniéndonos a la representación de Codazzi,
(6) tiene como una pequeña ensenada en la isla Larga.

Capital del Estado del mismo nombre, en Venezuela, a 818 metros de altura; mira hacia la laguna de Maracaibo.
(7)
Vera Paz no es una ciudad, como parece, sino una región en el interior de Guatemala, que se divide en Alta y Baja, la
(8) atraviesan dos ríos que, unidos, desembocan en el golfo Dulce, el PaninaPolochich, para las tierras de la Baja, y el
Coban, para las de la Alta Vera Paz. Como las condiciones de navegabilidad del PaninaPalochich son mejores, es
probable que sea este el río que remontó Codazzi. En el mapa anexo a la obra de Humboldt se señala, cerca de la
Laguna Dulce, una localidad con este nombre.

140

Pequeña localidad costera de Honduras, cerca del límite de Guatemala, sobre el golfo de Honduras. Cerca hay el
(9) fondeadero mejor de Puerto Cortés.

Con esta referencia Codazzi nos revela el estado de ánimo de los habitantes de Guatemala: todo les sirve de motivo de
(10) lucha, hasta la designación de la capital. Las razones son mínimas, ¿pero qué importa? ¿ Todas las historias de las
repúblicas americanas no están hechas, en el fondo, del mismo modo? Con frecuencia carecen de aquella sólida
conciencia que gobierna todos los movimientos revolucionarios serios y los lleva a un buen éxito e impide toda
desviación.

Véase la nota 1 de este capitulo.


(11)
Todavía hoy se conoce con el nombre de Jardines de la Reina una numerosa serie de islas y escollos cerca de la costa
(12) sur de Cuba, entre los meridianos 78° y 88° al occidente de Greenwich. Parece que el origen del nombre es bien remoto
y que Colón fue el que los denominó Jardines del Rey o Jardincillos de la Reina.

Al rededor de Santo Domingo, o mejor de Haití, no surgen escollos sino al norte y son los Silver Banks. La traducción
(13) hecha por Codazzi es exacta; pero la posición de estos respecto a Haití no podría justificar de ningún modo el
confundirlos con los Jardines de la Reina, que surgen al sur de Cuba.

¿Es exacto el nombre? A juzgar por el calificativo de ancho que da al río, parece que no, pues ninguno de los mayores
(14) cursos de agua de Cuba tiene este nombre. No parece posible que se trate del Cauto, porque hay mucha diferencia
entre los dos nombres, a menos que se trate de una confusión de nombres. Puede ser, por consiguiente, que se refiera
a un río que tenía realmente tal nombre y que de él no haya indicio en los mapas modernos. Mejor es suponer que se
trata de un error de Codazzi y que se refiera al río Cauto, que no está lejos de los Jardines de la Reina.

Francisco y Mameluk son dos esclavos a quienes Codazzi ha dado la libertad y que lleva consigo a Europa.
(15)
Es, entre los corsarios, el que hace de las propias naves instrumento ordinario de saqueo y devastación. Jamás
(16) aparece en él ninguna clase de idealismo.

Polacra o polaca es un buque de comercio con un arqueo de hasta 500 toneladas. Tiene pocas velas, como las de
(17) arboladura a guisa de álamo.

Véase la nota 15 de este capítulo.


(18)
Parece casi un drama de feliz desenlace; todos los riesgos se olvidan, en ambos hay un deseo de tranquilidad: una
(19) calma solemne, la de la llanura romañola, los acoge, los sujeta.
El relato de Ferrari es más seco, menos entusiasta; este como que soporta -o parece que soporta- la voluntad más
fuerte del amigo y se somete a ella.
A decir la verdad, duele verlos -a los dos amigos- encerrados en tan estrecho límite, cuando se habían paseado por los
mares piratescamente y habían corrido por tierras inmensas en busca de aventuras, siempre vencedores, audaces y
generosos, impulsados por un idealismo amplio como la tierra y grande como el hombre; y se les quisiera ver unidos
en una amistad menos egoísta, que es hermosa, pero que es demasiado pequeña respecto al ambiente que la había
creado.
Por fortuna la suya es una ilusión que muy pronto se desvanece; habían creído -o mejor había creído aquel de ellos
que imponía su voluntad- que las dos almas habían sido hechas para vivir siempre fraternalmente, cuando la
fraternidad la habían creado los peligros; desaparecidos estos la amistad se debilita y desaparece. Y entonces el que
domina vuelve a tomar su curso y torna a sus tierras ilímites, que sabrá describir y señalar con su arte de geógrafo y
de cartógrafo.

141

APENDICE
HOJA DE SERVICIOS

CODAZZI, AGUSTIN

GENERAL

Ciudadano Presidente de la Confederación.

Araceli Codazzi, viuda del general Agustín Codazzi, ante vos respetuosamente expone: que
deseando obtener la hoja de servicios de su finado esposo, os suplica que, con vista de los
documentos que tiene el honor de acompañaros en 104 folios útiles, os sirváis disponer se forme la
expresada hoja por la Sección respectiva de la Secretaría de Guerra.

Esta gracia, así como la devolución de los documentos originales, la espera de vos en Bogotá a
diez de mayo de mil ochocientos cincuenta y nueve.

Araceli Codazzi [rubricado]

[Al margen dice]: Presentada en la Secretaría de Gobierno y Guerra, mayo 12 de 1859. El oficial
mayor, D. A. Maldonado [rubricado].- Mayo 12. A la Sección de Guerra [rúbrica de Maldonado].-
Despacho de Gobierno y Guerra, 14 de mayo de 1859. Pase esta solicitud y documentos que se
acompañan a la Comandancia General de Cundinamarca, para que por el Estado Mayor se
formalice la hoja de servicios al finado general graduado Agustín Codazzi. El secretario,
Sanclemente [rubricado].

CUERPOS EN QUE HIZO LOS SERVICIOS, COMISIONES QUE DESEMPEÑO Y


CAMPAÑAS Y ACCIONES DE GUERRA EN QUE SE HALLO.

En la artillería de las fuerzas de mar y tierra estacionadas en la isla Fernandina a las órdenes de
don Luis Aury, brigadier de los ejércitos de la República de México y comandante en jefe de dichas
fuerzas al servicio de la independencia de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, desde la
clase de teniente hasta la de teniente coronel, en los años de 1818 a 1820.

En el Estado Mayor de la División del Excelentísimo Señor General en Jefe de los Estados Unidos
del Sur América Luis Aury, en cuya clase vino en comisión desde el Citará hasta esta capital cerca
de su Excelencia el Vicepresidente de Cundinamarca, y en la misma clase regresó hasta la Isla de
Vieja Providencia por la vía del Chocó, por los meses de agosto a octubre de

1820.

En la brigada de artillería del Departamento del Zulia en Colombia, de 19 jefe de ella hasta el año
de 1827.

En febrero de 1828 fue comisionado por su señoría el general Justo Briceño, comandante general
del Zulia, para que como ingeniero practicara un reconocimiento del río Tocuy, desde su
desembocadura a la laguna hasta su cabecera, atravesando el río Limón y examinando todos los
potreros de Sabanas Nuevas, hasta pasar e] Caño denominado del "Padre Mauro" y tocar la tierra
firme hasta Maracaibo, recorriendo la costa hasta el "Mojan", para cerciorarse de los pasos
vadeables que tuvieran los expresados ríos y los puntos por donde pudiera penetrar algún cuerpo

142

de tropas españolas, cuya invasión se temía que tuviese lugar por la Guajira, Comisión que
desempeñó satisfactoriamente, levantando un croquis de todo el territorio indicado que sirviera de
noticia completa a su señoría el comandante general, continuando después en aquellas fortalezas,
en el ejercicio de varias comisiones importantes del servicio.

En enero de 1829 fue encargado por el mismo señor general para formar un itinerario de
movilización militar en tiempo de guerra y que comprendiera todo el expresado Departamento del
Zulia.

En el mismo mes, e interrumpida la precedente comisión por las graves circunstancias en que se
juzgaba el departamento, próximo a ser invadido por el enemigo común, fue comisionado el
teniente coronel Codazzi, como inteligente artillero e ingeniero, de recorrer toda la barra de la
Laguna de Maracaibo y fortificar con baterías opuestas toda la parte accesible a un desembarco
del enemigo, trabajando y poniendo en estado de defensa las fortalezas de San Carlos y Bajo
Seco; cuyas operaciones llenó en el angustiado término de dieciocho días, levantando además el
plano hidrográfico de la Laguna y topográfico de la Guajira, por donde se aguardaba la invasión.

Separado el territorio de Venezuela de la República de Colombia, formando un Estado


independiente, cuyo cambio ocurrió a fines del año de 1829, el teniente coronel Codazzi quedó al
servicio de aquel Estado, pues que se encontraba empleado en el Departamento del Zulia, y el
gobierno constituido en aquella parte de la antigua Colombia lo empleó constante y
provechosamente en importantes comisiones, ya del servicio militar, como del que por su profesión
de ingeniero podía hacer levantado el plano topográfico de toda la República, de conformidad con
lo prevenido por el Congreso Constituyente en su decreto de 13 de octubre de 1830, y no menos
que en la conducción de fuertes caudales a las costas. Tales servicios le granjearon el título de 1°
comandante efectivo de ingenieros de la plaza de Puerto Cabello, encargándole especialmente la
formación de los planos de aquellas fortalezas y su reforma y composición en los materiales de
servicio. Otros diversos encargos desempeñó con exactitud y laboriosidad sin desatender el
principal y más extenso trabajo del plano general del territorio, hasta que en julio de 1835 lo
interrumpió para tomar nuevamente las armas a las órdenes del general en jefe José Antonio
Páez, autorizado a última hora por el gobierno legítimo para levantar fuerzas con que restablecer el
orden subvertido por una facción. En aquella época de conflictos para el país, figuró de jefe de
Estado Mayor de varias columnas de operaciones de la División mandada por el general Cornelio
Muñoz, a cuyas órdenes se encontró en el combate de Orituco, y últimamente en el Estado Mayor
General del ejército, habiendo merecido el honor de que su benemérito general en jefe le tributara
una acción de gracias, tan espléndida como expresa el documento que a la letra sigue: "República
de Venezuela.

El General en Jefe del Ejército Constitucional. Cuartel General en Maracaibo a 27 de enero de


1886, 7 de la ley y 26 de la Independencia. Señor comandante Agustín Codazzi. Al retirarme del
mando del ejército por disposición del gobierno, cumplo con el grato deber de felicitar a usted por
la paz de Venezuela en que tuvo tanta parte. Desde el retiro privado recordaré con gusto la eficaz
cooperación que usted prestó para salvar a la patria de sus conflictos. Cuando Venezuela no
presentaba más que amenazas, cuando no ofrecía sino peligros, usted se resignó a correrlos todos
y a vender su existencia a caro precio o restituirla la tranquilidad que le había robado la espantosa
revolución de julio; usted voló el primero a reunírseme; y desde entonces, marchando de riesgo en
riesgo y de victoria en victoria, no se separó un instante hasta que la nación quedó libre y
respetada. Tan honroso comportamiento le hace acreedor a la gratitud de la nación, y yo que he
observado de cerca su exactitud en el cumplimiento de mis órdenes y que su puntual observancia
salvó a Venezuela de un segundo golpe tan terrible como el primero, me congratulo en haberle
escogido para las diferentes comisiones que le he encargado. Al retirarse pues del servicio de las
filas lleva consigo el aprecio del gobierno y la estimación muy particular del general en jefe del

143

ejército, que se suscribe de usted muy obediente servidor. - José Antonio Páez.", sigue una
rúbrica.

Premiado con el título de coronel efectivo de ingenieros, en 22 de abril de 1836, tardó poco en
hallarse otra vez en las fatigas de la campaña, pues sublevado Farfán con fuerte ejército en el
Apure, el gobierno destinó al coronel Codazzi para que desde Caracas hasta San Fernando
marchara a encargarse del empleo de jefe de Estado Mayor del ejército de operaciones creado
para pacificar el Llano, cuyo resultado feliz dio una vez más título honorífico al coronel Codazzi, en
la acción de gracias que le tributó el gobierno a fin de junio del mismo año, por los importantes
servicios que acababa de hacer. Restablecido el orden, continuó en el extenso y laborioso trabajo
del expresado plano topográfico y fue a la vez encargado de cumplir la comisión que antes le había
conferido el gobierno por mandato legislativo, de levantar los planos de plazas fuertes, y al efecto
comenzó por la de Puerto Cabello.

En 29 de marzo de 1837 fue de nuevo llamado a campaña, porque, revolucionado el Alto Orinoco
en la Provincia de Guayana por el mismo Farfán, el benemérito general en jefe José Antonio Páez,
encargado del ejército de operaciones del gobierno, designó al coronel Codazzi, jefe de Estado
Mayor de la División Apure, en cuyo destino se halló en la memorable jornada "de San Juan de
Payara", que tantos títulos de honor y de gratitud nacional dieron a los leales defensores.

Posteriormente obtuvo los destinos de director de la Academia de Matemáticas en el Colegio Militar


de Caracas; e instructor de la escuela práctica de Artillería; comandante de armas de la misma
provincia; miembro de la comisión redactora de varios proyectos y organización militar, que el
Congreso había prevenido se le presentaran; y últimamente gobernador civil de la provincia de
Barinas para un período legal desde diciembre de 1845.

Los sucesos posteriores de aquella República condujeron al coronel Codazzi al territorio granadino.
Conocedor su Excelencia el Presidente, de los méritos y aptitudes de este antiguo jefe, le nombró,
en 3 de julio de 1848, profesor de instrucción militar e inspector del Colegio establecido en esta
capital, y en 22 de febrero inmediato le expidió despacho de teniente coronel de ingenieros,
admitiéndole así en el ejército de la Nueva Granada en el mismo empleo que había obtenido en el
de Colombia; continuando en el desempeño de varios destinos en dicho Colegio Militar.

Autorizado el Poder Ejecutivo por decreto legislativo de 27 de marzo de 1852, para inscribir en la
clase de coronel de la República al señor Codazzi, con la antigüedad con que se le había conferido
por el Gobierno de Venezuela, le expidió despacho de coronel de ingenieros y le encargó de
levantar el plano topográfico de toda la República.

Ocupado de esta comisión se hallaba el coronel Codazzi explorando el territorio del Darién, cuando
el ciudadano general Tomás Cipriano de Mosquera venía del extranjero a las playas de' la Nueva
Granada, dando el grito de alarma en favor de la Constitución que habían hollado los rebeldes el
17 de abril, y uno de sus primeros nombramientos fue el del coronel Codazzi para jefe de Estado
Mayor del Ejército del Norte; Petaquero y la toma de Bogotá fueron el colmo de las fatigas de este
jefe, hábil e incansable en secundar las disposiciones del general en jefe, improvisando recursos y
acometiendo arduas operaciones de guerra hasta la conclusión de esta campaña.

El gobierno premió sus servicios en cuanto estaba en sus facultades, confiriéndole el grado de
general en 4 de diciembre de 1854; pero al general Codazzi le estaba reservado seguir en
operaciones en la campaña científica; que al fin le privó de la vida el día siete de febrero de mil
ochocientos cincuenta y nueve en las deletéreas montañas del pueblo de Espíritu Santo, perdiendo
la República un hábil y valiente jefe, y un virtuoso y modesto ciudadano.

144

Todos estos servicios constan de un abultado expediente en que se ven autógrafas las firmas de
los' beneméritos generales, Aury, Santander, Páez, Mariño, Carabaño, Montilla, Febres Cordero,
Mosquera, López, Borrás, Muñoz y otros, tanto de la antigua como reciente época de existencia de
la República, Colombia, Nueva Granada y Venezuela.

Los empleos que obtuvo constan de los respectivos despachos originales, expedidos por
autoridades competentes, en las fechas que se han indicado.

Pedro Rubiano, capitán efectivo de ejército, encargado del despacho del Estado Mayor del
Departamento de Cundinamarca.

Hago constar, que la presente hoja de servicios del finado general graduado Agustín Codazzi, ha
sido formada de orden del Poder Ejecutivo de la Confederación y en vista de los documentos
comprobantes que en 108 fojas útiles se acompañan, inclusos los despachos y títulos de empleos.

Bogotá, 1° de septiembre de 1859.

Pedro Rubiano [rubricado]


V: B°
El Comandante General
José de J. Moreno [rubricado].
Número 155

CONFEDERACION GRANADINA

COMANDANCIA GENERAL DEL DEPARTAMENTO DE CUNDINAMARCA

Bogotá, 6 de septiembre de 1859.

Señor Secretario de Gobierno y Guerra.

Tengo la honra de remitir a usted la hoja de servicios del finado general Agustín Codazzi,
formalizada por el Estado Mayor conforme a la orden de esa Secretaría comunicada a esta
Comandancia General en 14 de mayo último, N° 58; igualmente adjunto en 108 fojas útiles los
documentos comprobantes en vista de los cuales se formalizó dicha hoja.

Soy del Señor secretario, muy obediente servidor,

José de J. Moreno [rubricado]

[Al margen dice:] Despacho de Gobierno y Guerra. -Habiendo presentado la señora Araceli
Codazzi los documentos para que con vista de ellos se formara la hoja de los servicios prestados
como militar, por su difunto esposo el ciudadano general Agustín Codazzi, désele copia autorizada
de la que ha formado el Estado Mayor, dejando el original en el archivo, y devuélvansele los
documentos que presentó, puesto que ellos no han servido para dictar el Poder Ejecutivo
resolución alguna.

145

Recibí la hoja de servicios de mi padre y los documentos presentados por mi madre para su
formación.

Bogotá, febrero 14 de 1860.

Lorenzo Codazzi [rubricado]

146

También podría gustarte