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Artículo publicado en la revista LiberAddictus.

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Violencia, drogas, jóvenes:


los tópicos de siempre1

Amando Vega2

H
ay que reconocer que no falta información mediática sobre la
violencia juvenil, lo que provoca bastante inquietud e incluso miedo
entre la población. En unos casos, son noticias escalofriantes de
casos concretos que uno puede ver casi en directo en los reportajes
televisivos. En otros, se trata de referencias a informes, estudios, etcétera,
de diferente calado. Los telediarios, por ejemplo, se han convertido
en auténticos noticiarios de crímenes y delitos, lo que recuerda viejos
tiempos cuando El Caso era uno de los periódicos más leídos.
Con el caso Jokin, el adolescente que se suicidó en Hondarribia, las
voces de alarma saltaron en los centros escolares de todo el Estado, se
multiplicaron los estudios sobre el tema y se produjo un ascenso de las
quejas y denuncias de los padres de las víctimas. Se daba una doble
circunstancia que convertía el caso en carnaza mediática: el suicidio de un
adolescente, por una parte, y por otra, una situación de maltrato.
Noticias parecidas se repiten cada poco tiempo y no falta quien se atreve
a lanzar aseveraciones tajantes: Jóvenes más violentos, adictos a las
drogas y sin formación (Izquierdo, Rodríguez, 2006). Y para justificar esta
afirmación, se aportan datos de aquí y de allá, sin el menor sentido crítico
ni justificación de la posible relación, para concluir con toda tranquilidad: la
violencia juvenil ha aumentado entre los menores españoles, que ya están
entre los que consumen más drogas y más fracasan en la escuela de toda
Europa.
En otras ocasiones, tras el tópico recogido en el título, se puede encontrar
informaciones más cautas en el contenido de la noticia. Expertos culpan
a las drogas de parte de la violencia juvenil es el titular que recoge Las
provincias (2006) para informar sobre una jornada de debate sobre el tema
organizada en Valencia. Aquí Rechea destacó que no existe una relación
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clara entre el consumo de drogas y los actos violentos, con una vinculación
entre 5% y 10% de los adolescentes, el mismo porcentaje de jóvenes que
acaban convirtiéndose en delincuentes en la edad adulta. Cava manifestó
que los estudios científicos demuestran que las drogas “afectan a las
sustancias del cerebro que controlan la agresividad”, lo que “no significa que
100% de los que consumen drogas ejerzan la violencia”. Sustancias como
la cocaína, el éxtasis y las anfetaminas (speed ) “pueden predisponer” a no
controlar la agresividad. Turbi, por su parte, apuntó que entre los adictos
en rehabilitación sí suelen darse muchos antecedentes de violencia.
La seguridad ciudadana se ha convertido hoy en la gran preocupación,
al menos para políticos que intentan vender seguridad, y para medios de
comunicación, siempre a la caza de noticias impactantes, convertida en
tema estrella para su propio interés y, por supuesto, en beneficio de los que
están detrás. La consecuencia es que el miedo aumenta entre la población,
por lo que se apoya con facilidad todo tipo de actividades, principalmente
represivas, orientadas hacia este objetivo: controles de todo tipo,
videovigilancia, etc. Y como los factores provocadores de inseguridad, suele
presentarse con frecuencia en relación con el consumo de drogas ilegales,
se aplaude el castigo del consumo de drogas en público y la represión de los
traficantes, sobre todo pequeños, como medida legislativa aceptada sin más
cuestionamientos. Y si la policía no actúa, la tarea queda en manos de los
vecinos. En Barcelona, por ejemplo, la oposición ciudadana en contra de la
narcosala de Vall d’Hebron ha provocado la rectificación del Ayuntamiento,
que pretendía en un inicio abrir un centro de asistencia sociosanitaria para
personas usuarias de drogas en cada distrito de la ciudad. El nuevo plan
de drogodependencias combina instalaciones fijas con unidades móviles en
determinados puntos de la ciudad y el traslado de la sala de Vall d’Hebron
al interior de las dependencias hospitalarias de la zona.
Pero esta es una vieja historia. Precisamente los medios de comunicación
han sido los mejores pregoneros de los casos problemáticos que se han
presentado contribuyendo a la construcción del problema de las drogas.
Hace años analizamos el contenido de la información transmitida sobre
las drogas por los medios de comunicación, analizando el contenido sobre
drogas en la prensa española (1970-1976) (Vega, 1983) y pudimos constatar
su evidente parcialidad. Esta investigación mostró que la información
sobre drogas de la prensa española en aquella época presentaba como
características muy concretas:

1. Es poco coherente, lo que lleva a dudar de su veracidad.


2. Intenta producir miedo en los lectores.
3. Muestra la droga unida al ámbito delictivo, dentro de un
marco jurídico-moral.
4. Prima la presencia de sujetos policías, políticos y jueces.
5. Ofrece una imagen de la droga que resalta por su
indeterminación.
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6. Transmite la idea de que el orden social triunfa claramente
en la batalla contra las drogas, a través de la represión
institucionalizada.

No han cambiado mucho la situación desde entonces y con frecuencia se


recurre a tópicos y frases hechas, que nada favorecen la respuesta social
a los problemas de la inseguridad. Se olvida la complejidad de la cuestión
de las drogas, donde intervienen, no sólo unas sustancias específicas, sino
también un individuo concreto ubicado dentro de un medio sociocultural no
menos particular como también unas políticas concretas de actuación que
pueden reforzar el “problema”.
La relación drogas-delincuencia, como cuestión compleja que es, se
resiste a quedar encasillada entre las redes de los estudios e informes.
Resulta comprensible, entonces, que no se puedan hacer generalizaciones
a la ligera a partir de una experiencia concreta, e incluso, a partir de un
estudio específico. Sin olvidar que a la novedad del fenómeno cambiante
de las drogas, se une la falta de formación sobre esta problemática, lo que
facilita sacar conclusiones sin disponer de datos.
Son muchas las matizaciones que conviene hacer para ver con objetividad
la problemática delincuencia-drogas. Las mismas palabras “delincuencia”,
“violencia” y “drogas” son hoy términos cargados de connotaciones afectivas.
“Delincuente”, “violento”, “drogado” son un ejemplo prácticamente perfecto
de palabra fetiche, que desencadenan torrentes de intensa emocionalidad:
designan una realidad ante la cual no es posible distanciarse ni reflexionar.
Hay que actuar pronto y en contra.
Los siete jóvenes que fueron condenados a dos años de internamiento
en régimen abierto en un centro educativo para menores por el acoso al
que sometieron a Jokin, el adolescente que se suicidó en Hondarribia, han
sido puestos en libertad vigilada (Diario Vasco, 2006). Según Etxeberria,
la muerte de Jokin en un contexto de “desencuentro” entre su familia y las
de los agresores, ya que Jokin “quedó en medio” como si fuera un chivato,
después de que sus allegados pusieran en conocimiento de las familias de
los otros muchachos una carta del instituto en la que se informaba a los
padres de que sus hijos habían sido sorprendidos fumando porros en un
campamento de verano. Todos los jóvenes habían conseguido interceptar
estas misivas y Jokin fue el único que no lo logró, por lo que su familia fue
la que dio a conocer la infracción al resto de adultos.
Urge, pues, analizar la relación delincuencia-drogas-violencia en toda
su complejidad para poner en marcha las intervenciones más adecuadas
a cada caso y situación. Sólo desde esta comprensión teórico práctica
podremos elaborar unas propuestas coherentes de intervención. Pero,
como se trata de un terreno complejo y movedizo, conviene recurrir a los
estudiosos del tema, para comprender un poco mejor su complejidad. Aquí
se pueden recordar los investigaciones de Juan Manuel Otero, psicólogo
de la Universidad de Santiago, Javier Elzo, sociólogo de la Universidad de
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Deusto, Rosa del Olmo, criminóloga de Venezuela o José Luis Segovia,
abogado comprometido con personas marginales, entre otros, personas de
profesiones y con trayectorias vitales muy diferentes.
La “causalidad” tan fácilmente sostenida por no pocos profesionales
y seguida con profunda fe por la población, resulta un objetivo difícil de
alcanzar. La conclusión a la que llega Otero (1997), tras una profunda
revisión de la literatura sobre la relación delincuencia-drogas, es clara: “no
tiene sentido examinar la relación droga-delincuencia desde planteamientos
causa-efecto, ya que son otras variables (familiar, grupales y personales),
las que explican ambos fenómenos y, por tanto, “responsables” de la
relación.
Del Olmo, por su parte, cuando se plantea el interrogante: ¿delincuencia
juvenil y drogas?, después de su documentada exposición, responde: Ante
todo lo expuesto, y la complejidad del tema que evidentemente va más allá
del llamado “modelo psicofarmacológico” queda abierto el debate para una
discusión posterior que aborde las diferentes manifestaciones de violencia
criminal o delincuencia juvenil que pueden llevarse a cabo en conexión con
las drogas, en muchos casos no tanto producto de las drogas mismas sino
de ser ilegales. Habría que intentar responder además si la violencia (léase
delincuencia) juvenil es anterior o posterior al consumo de drogas, tema
muy debatido.
No se entenderá la cuestión de las drogas ni su relación con la delincuencia
y la violencia si no se comprende tanto su dimensión social como mundial,
con todos los problemas sociales que arrastra consigo. La perspectiva
individual hoy dominante, aunque en principio parece dar más seguridad,
pues “recorta” el problema y lo hace más manejable, provoca actuaciones
incoherentes, que no pueden llevar más que a generar más violencia.
El fenómeno de las drogas no se puede comprender sin tener en cuentas
los conflictos escolares, desestructuración familiar, dificultades o no acceso al
empleo, otras adicciones, etcétera, es decir, las situaciones de vulnerabilidad
y/o exclusión social que viven cada vez más personas y grupos de nuestra
sociedad. No existe otro camino que un análisis profundo de los factores
que generan estas situaciones de vulnerabilidad y/o exclusión social y la
puesta en marcha de políticas coherentes con la compleja realidad, sin
caer en actuaciones simplistas y parceladas. Son necesarias intervenciones
globales (Del Olmo, 2002).
Habrá que repensar, pues, la relación violencia-delincuencia-drogas,
más allá de los tópicos y de los datos puntuales. Porque sabemos muy poco
sobre los jóvenes que consumen drogas, sobre los que delinquen, sobre los
que son violentos.

Nota
1
Artículo publicado originalmente en la sección de opinión del sitio www.
lasdrogas.info en el mes de noviembre de 2006.
2
Departamento de Didáctica y Organización Escolar
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Referencias
Del Olmo, R. (2002), “La legislación en el contexto de las intervenciones
globales sobre drogas”, en Vega, A. coord. (2002), Drogas. Qué política
para qué prevención, San Sebastián, Gakoa, pp. 267-292.
————— (2004), Violencia juvenil y consumo de drogas: Modelos teóricos
(Algunas inquietudes preliminares)”, ponencia presentada en el I
Congreso Virtual de la FAD sobre Violencia y Consumo de Drogas, 2004
(www.fad.es/estudios/congreso_virtual.htm).
Elzo, J. y otros (1992), Delincuencia y drogas. Análisis jurídico y sociológico
de las sentencias emitidas en las Audiencias Provinciales y en los Juzgados
de la Comunidad Autónoma Vasca, Vitoria, Gobierno Vasco.
Etxeberria, F. (2006), Fundamentos de la convivencia escolar: el caso Jokin,
resumen (documento enviado por el autor).
Izquierdo, L., Rodríguez, A. (2006), “Jóvenes más violentos, adictos a las
drogas y sin formación”, en La Vanguardia, 4 de noviembre de 2006.
lasprovincias.es (2006), “Expertos culpan a las drogas de parte de la violencia
juvenil”, en lasprovincias.es, 06, octubre. http://www.lasdrogas.info/index.
php?op=InfoNoticia&idNoticia=25230.
Otero López, J.M. (1997), Droga y delincuencia: un acercamiento a la
realidad, Madrid, Pirámide.
Segovia, J. L. (2006), Del sueño de la reinserción social a la pura retribución.
Cambio de paradigma y reformas penales. http://www.nodo50.org/skp/
bajocero/pdf/josito.pdf. (Capítulo 2, en Las cárceles de la democracia,
Ediciones Bajo Cero).
Vega, A. y otros (1982), Delincuencia y drogas, Barcelona, Publicaciones
Universidad.

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