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Un análisis sobre el COVID19, por Mariana Planells, psiquiatra (19/04/2020).

Estamos acostumbrados a concentrarnos en los síntomas físicos que acarrea el infectarse con
un virus, pero este ya famoso Coronavirus desató también importantes síntomas emocionales.
Sobre todo, miedo, me recuerda a ciertos virus q han causado ya miedo en el pasado, como el
HIV, o el Ébola, entre otros, pero éstos estaban de alguna manera ligados a cierta población
del planeta, en cambio el Corona nos afecta a todos, a todo el mundo, y es por eso que le
llamamos Pandemia.

Etimológicamente, la palabra pandemia proviene del griego pan ("todo") y démos ("pueblo"). Y
aunque debemos confesar una connotación negativa que le adjudicamos, pensando en algo
desastroso, trágico, una crisis global, y hasta una sensación de tinte apocalíptica, en su origen,
más bien significaba “lo que afecta a toda la población”, y en escritos de Platón y Aristóteles
aparece como sinónimo de “lo público” o “lo que concierne a toda la gente”.

Es claro que, de cualquier manera, el ser humano hoy, no puede dejar de estresarse al
escuchar que estamos atravesando una pandemia, y viviendo las consecuencias de un mundo
entrando en modo de protección, donde aparece otra palabra intimidante, la cuarentena. Esta
palabra que aparece en boca de todos en la actualidad, y se hace un eco infinito a través de los
medios de comunicación, generando más miedo, más estrés, que se suman al confinamiento
masivo que experimentamos casi de manera surreal por momentos.

Mucho para procesar, cambio total de rutina, de hábitos, de estilos de vida y hasta de formas
de ser. Fuimos obligados a abandonar la cotidianeidad, y también el piloto automático, que
estamos acostumbrados a activar durante la mayor cantidad de nuestros días. Esa manera
subconsciente, habitual, de funcionar automático, no va más. Nos enfrentamos a lo
desconocido, por lo menos en una o varias esferas. Hacer un trabajo de una nueva manera,
hacer las compras de una nueva manera, cocinar cosas nuevas, hacer cosas nuevas con el
tiempo que tenemos, o relacionarnos de maneras nuevas con los convivientes, y con nosotros
mismos. Disponiendo de un tiempo que antes no teníamos, o no queríamos tener, que nos
invita a la introspección y a las preguntas que surgen, a veces hasta existenciales. Este parate,
nos pone en contacto con pensamientos, sentimientos, sensaciones, a las que no estábamos
acostumbrados, y que quizás estaban esperando que les brindemos atención, lo que no era
posible en el medio de la vorágine diaria, en la que nos estábamos encontrando.

Este, mis amigos, es el reino de lo emocional. Aquí, rebrotan sentimientos y pensamientos,


que tienen sus raíces en nuestro pasado, y principalmente en nuestra infancia, cuando se crea
este reino. En esta época de nuestras vidas, hasta aproximadamente los 7 años, operamos en
ondas cerebrales que nos permiten construir un subconsciente adecuado para ser parte de la
familia y la comunidad a la que “pertenecemos”, y lo hace a través de la descarga directa de
todo lo que percibimos, vemos, y escuchamos de nuestro entorno. Sin distinción, desde el 3er
trimestre de embarazo, comenzamos a descargar toda la información que recogemos del
ambiente que nos rodea, copiamos acciones, pensamientos, creencias, comportamientos,
maneras de reaccionar y de ser, de todo tipo.

La contraparte del subconsciente, es el consciente. Esta mente consciente es la que nos


permite pensar, planear, proyectar, dónde están nuestros deseos y anhelos, nuestros sueños,
la que nos hace pensar que podemos lograr lo que nos propongamos, y podemos observar su
poder en uno de los estados más maravillosos que podemos experimentar, que es el estar
enamorado. Enamorado de otra persona, de uno mismo, de un proyecto, de lo que sea, allí
veremos cómo descubrimos el coraje, la fuerza, la perseverancia, y la convicción que nos llevan
a lograr cosas que en otro momento no pensamos posibles.

Permítanme relacionar entones que este virus, si lo tomamos como un mensaje del Universo,
como personalmente lo veo, y adhiriendo a la idea de que “todo pasa por algo”, es un mensaje
que se leería como intentaré expresar aquí: “¡Paren! ¡Paren todos un poco! Como parece que
no se han dado cuenta de que sus acciones los han llevado a un lugar en dirección a la mayor
destrucción posible de Gaia, la madre Tierra, y a la propia extinción de la raza humana, aquí
tienen una crisis, y para los que lo puedan ver, una oportunidad, para revisar sus propias
acciones, sus propios pensamientos y emociones, un tiempo más prolongado del que desean
en una situación ideal para la introspección, e intentar frenar esta pandemia, no sólo airosos
en lo físico, sino también en lo mental y espiritual. Les deseo que puedan mirar hacia adentro,
y estar más presentes, más conscientes, notando que los programas subconscientes que nos
han condicionado a una visión limitante de la existencia, deben ser cambiados y actualizados,
para experimentar nuestro ser esencial creativo y con un potencial infinito, que es amor en
esencia, y energía, energía que los involucra y contiene a todos, y allí la inmensa sensación
iluminada de pertenecer al todo, y de que todos somos uno”.

Lo que todos hacemos les afecta a todos, somos una parte irreemplazable del todo, somos, en
esencia, viendo a través de los átomos, a nivel cuántico, energía. Y todo lo que nos rodea, es,
en esencia, energía. Si logramos darnos cuenta de lo que significa esto, y más si logramos
experimentarlo, también nos daremos cuenta de que debemos cambiar nuestras maneras,
debemos cambiar nuestras acciones, pensamientos, comportamientos y creencias, conectando
más con nuestro ser esencial, que sabe lo que nos hace bien y lo que nos hace mal, que nos
alenta a perseguir nuestras metas conscientes para experimentar esta vida humana con
plenitud, y a hacer lo que vinimos a hacer, en esta existencia. Nuestro Dharma, o propósito en
la vida. Que siempre nos va a guiar para poder evolucionar hacia ser mejores humanos, y en el
futuro, una mejor humanidad, en donde reine el amor, la compasión, y la colaboración.

Necesitamos un cambio de paradigma para lograrlo. Venimos de un paradigma darwiniano y


materialista, en donde prima la competencia, en vez de la colaboración, para obtener lo que
pensamos que es el poder, con la acumulación de bienes materiales, que, según la visión
materialista, es lo único que hay, en donde nosotros mismos, desde la física newtoniana,
somos sofisticadas máquinas, también materiales. No es casual la emocionalidad que aparece
en esta circunstancia, que el ya viejo paradigma con su materialismo y condicionamiento, nos
enseño a cómo negar y reprimir emociones, para concentrarnos mejor en lo que se nos enseñó
a pensar, para competir y que sobrevivan los más aptos, más que concentrarnos en sentir. Lo
que pensamos puede engañarnos, pero no lo que sentimos en el corazón y en el fondo de
nuestro ser.

Entonces, como conclusión, les digo que veo en estos tiempos de pandemia, un claro mensaje
a la introspección, a aprender sobre lo que realmente somos, a qué venimos, y qué queremos
realmente, dejando de lado todo condicionamiento pasado, para lograr juntos este cambio de
paradigma, que nos permitirá construir un futuro mejor para todos, para nosotros, y para Gaia,
la naturaleza de la que somos parte.

www.marianaplanells.com

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