Está en la página 1de 21

MARKETING POLÍTICO, MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Y SONDEOS DE OPINIÓN EN FRANCIA

Eguzki Urteaga
Departamento de Sociología
Universidad del País Vasco
eguzki.urteaga@ehu.es

Resumen: Además de traducir las preferencias políticas de los electores


franceses, las elecciones presidenciales constituyen la repuesta a una
pregunta definida por las imágenes de los candidatos, los retos elegidos por
los medios de comunicación o las relaciones de fuerza medidas por los
institutos de sondeo. Este artículo analiza el proceso de coproducción política
y periodística de las imágenes de los candidatos y los grandes retos en torno
a los cuales se cristalizan las decisiones de los electores. Asimismo, la fuerte
volatilidad electoral los hace más sensibles a la personalidad de los
candidatos que a los discursos de los partidos políticos. La televisión juega
también un papel preponderante en la información política de los
ciudadanos, sabiendo que es más importante entender lo que hacen los
electores de esta información que de estudiar el impacto que tiene sobre los
votantes. Por fin, teniendo en cuenta el peso que ejercen los sondeos de
opinión sobre la preselección de los candidatos de los grandes partidos, se
crea una democracia de opinión que está transformando y recomponiendo la
democracia de los partidos.

Palabras clave: marketing político, candidatos, televisión, campañas


electorales, Francia

-1-
Introducción

Además de traducir las preferencias políticas de los electores franceses,


las elecciones presidenciales constituyen la repuesta a una pregunta definida
por las imágenes de los candidatos, los retos elegidos por los medios de
comunicación o las relaciones de fuerza medidas por los institutos de
sondeo. Este artículo analiza el proceso de coproducción política y
periodística de las imágenes de los candidatos y los grandes retos entorno a
los cuales se cristalizan las decisiones de los electores. Asimismo, la fuerte
volatilidad electoral los hace más sensibles a la personalidad de los
candidatos que a los discursos de los partidos políticos. La televisión juega
también un papel preponderante en la información política de los
ciudadanos, sabiendo que es más importante entender lo que hacen los
electores de esta información que de estudiar el impacto que tiene sobre los
votantes. Por fin, teniendo en cuenta el peso que ejercen los sondeos de
opinión sobre la preselección de los candidatos de los grandes partidos, se
crea una democracia de opinión que está transformando y recomponiendo la
democracia de los partidos.

Las imágenes y lo que está en juego

Las elecciones presidenciales de 2002 han puesto de manifiesto una


racionalización extrema de las técnicas de persuasión política. Los
principales candidatos prestan una atención cada vez mayor a la gestión
estratégica de las candidaturas, tanto en la construcción de las imágenes
personales como en la elección de los temas y de los posicionamientos
entorno a lo que está en juego.

El marketing político

-2-
El marketing político considera que el electorado es maleable y puede
ser dividido en función de ciertos criterios. Se trata entonces, gracias a los
sondeos de opinión, de determinar cuales son los componentes decisivos
que influyen sobre el resultado del escrutinio y de profundizar su análisis con
entrevistas individuales y discusiones grupales para adoptar una estrategia
de comunicación que permita lograr su apoyo.
Si las elecciones presidenciales de 1965 constituyen las premisas del
marketing político con la campaña de Jean Lecanuet, es en 1974, con las de
Valéry Giscard d’Estaing y François Mitterrand, que la racionalización de las
prácticas queda patente. Durante el escrutinio, es la mejor imagen personal
de Valéry Giscard d’Estaing la que le asegura la victoria, puesto que los
indecisos de entre las dos vueltas utilizan prioritariamente su valoración de
la personalidad de los candidatos para desempatarlos. En 1981, Valéry
Giscard d’Estaing trata de despolitizar el escrutinio presentándose como un
“ciudadano candidato”, mientras que François Mitterrand se concentra en los
temas económicos y sociales. No obstante, durante la campaña, los aspectos
personales decrecen en la opinión pública en beneficio de las
consideraciones políticas y, en particular, de la capacidad a resolver los
problemas socioeconómicos que conoce el país, lo que favorece la elección
del candidato socialista.
En 1988, enfrentado a su Primer Ministro Jacques Chirac, al término de
dos años de convivencia, el Presidente saliente juega la carta de la
legitimidad presidencial, alertando los franceses sobre el riesgo de confiar la
dirección del Estado a un “clan” y centrando su campaña en su oponente. En
1995, a pesar de insistir durante varios meses sobre la necesidad de luchar
contra la fractura social, Jacques Chirac se aprovecha de un cambio de la
agenda política que pone los temas sociales en el centro del debate público,
después de haber provocado el desmoronamiento de la candidatura del
Primer Ministro saliente, Edouard Balladur. Consigue igualmente suavizar su
imagen, en particular ante los jóvenes electores que carecen de memoria
política. En 2002, el Presidente en ejercicio centra su campaña en el tema de
la inseguridad, sobre el cual su Primer Ministro y oponente, Lionel Jospin,

-3-
confiesa su ingenuidad. Este último, favorece la dispersión de su electorado
en la primera vuelta afirmando que su proyecto no es socialista y daña su
imagen atacando personalmente a su adversario.
Las imágenes y lo que está en juego aparecen como elementos
decisivos en las estrategias de los candidatos a las elecciones presidenciales.
El carácter variado de la oferta política se explica por la diversidad del
electorado porque está compuesto por ciudadanos cuya competencia política
varía sustancialmente. Si los más competentes disponen de la información
pertinente, que les permiten razonar a partir de criterios estrictamente
políticos, los electores menos competentes tienen tendencia a fundar su
elección sobre la base de valoraciones éticas. A partir de esta situación, el
marketing político produce una oferta electoral que es a la vez ideológica y
moral.

La gestión de la imagen de los candidatos

Los candidatos proponen a los electores unos bienes políticos a través


de los programas y de sus propias personas. Si se posicionan sobre políticas
públicas y prometen poner en marcha unas acciones para resolver los
problemas, quieren también encarnar unos valores tan diversos como la
competencia, la credibilidad, la honestidad, la sinceridad o la franqueza.
Dicho de otra manera, los candidatos no fundamentan únicamente su
estrategia de conquista del poder en la ideología. Cuando la oposición
izquierda-derecha se suaviza y pierde sentido, la imagen se convierte en un
componente esencial de la oferta política.
Durante la campaña, los candidatos están en representación y proponen
a los ciudadanos una imagen de ellos mismos, tratando de influir sobre la
impresión de los electores. Por lo tanto, los candidatos actúan de manera
minuciosamente calculada con el fin de controlar la imagen que tratan de
transmitir al público. La presentación de sí mismo juega sobre la expresión
directa, es decir sobre las aserciones verbales, y el comportamiento
expresivo que puede influir directamente sobre la evaluación de los

-4-
votantes. Cuando este último se expone a la prestación televisiva de un
actor político, que se trate de una entrevista o de un reportaje que lo
muestra en campaña, utiliza indicios no verbales y atajos cognitivos a partir
de los cuales se hace una opinión. La postura, los gestos, la sonrisa, el tono
de la voz, la rapidez de elocución o la mirada constituyen detalles
sumamente importantes sobre los cuales el candidato trabaja en sesiones de
media training. Pero la plasticidad de la imagen no es total porque, en el
mismo tiempo, la construcción de la imagen se enfrenta, no solamente a la
memoria individual y colectiva, sino también al tratamiento periodístico.

La elección de los temas de campaña

El objetivo de los candidatos es seleccionar los temas sobre los cuales


van a insistir durante la campaña y posicionarse sobre ellos para aumentar
el número de sufragios. En este sentido, el marketing político toma en
cuenta los mecanismos de decisión electoral. Los ciudadanos consideran
satisfactorio fundamentar su decisión sobre la base del criterio más
asequible y no sobre toda la información disponible, por ejemplo conociendo
la integralidad de los programas electorales. La estrategia del inicio consiste
en tratar de imponer los temas que van a dominar la campaña con el fin de
incitar a los electores a pronunciarse sobre unos temas sobre los cuales el
candidato goza de cierta credibilidad.
Las fuerzas políticas disponen de cierta credibilidad sobre lo que está en
juego. Si la derecha es más creíble para luchar contra la inseguridad y bajar
los impuestos, la izquierda se asocia tradicionalmente a las cuestiones
sociales. En este sentido, la campaña de 1995 ha sido una excepción. Por lo
cual, según su contenido, la agenda electoral puede ser especialmente
discriminante. Por una parte, con el “mecanismo del inicio”, es muy posible
que los candidatos sean elegidos gracias a la adecuación entre sus
posicionamientos y las preferencias de los ciudadanos sobre un número
reducido de cuestiones, a pesar de que la mayor parte de su programa sea

-5-
contraria a los deseos de los votantes. De esta forma, los actores políticos
pueden hacer aceptar medidas impopulares disimulándolas.
Que se trate de las imágenes o de los retos, la campaña presidencial
casi no existe para los electores fuera de su cobertura mediática. La
prohibición de la publicidad política en la radio y en la televisión, así como su
papel relativamente marginal en la campaña oficial, convierten a la
información considerada como objetiva en el elemento más sensible.

La información de los medios de comunicación

Una vez que se ha determinado la imagen que el candidato quiere dar


de sí mismo y se han seleccionado los temas que quiere privilegiar durante
la campaña, la aplicación de la estrategia elegida pasa por operaciones de
comunicación. Se distinguen tres canales de persuasión. En la comunicación
controlada, el candidato domina totalmente el mensaje que desea emitir,
que tenga la forma de carteles, de lemas o de anuncios. En los programas
de debate y en las entrevistas, se encuentra en una situación de interacción
con los periodistas, los oponentes e incluso el público, lo que dificulta el
control de la comunicación. Por fin, la cobertura mediática de la campaña, es
decir la información difundida por la prensa sobre la elección, constituye una
componente simbólica, que nadie domina totalmente. Es el resultado, por
una parte, de un juego caracterizado por la cooperación y el conflicto y, por
otra parte, de una coproducción de estrategias y de operaciones de
comunicación tanto de los actores políticos como de los periodistas. La
televisión, que es el principal medio de comunicación utilizado por los
ciudadanos para informarse y forjarse una opinión, constituye sin lugar a
duda el espacio central de la campaña presidencial, puesto que la mayor
parte del electorado se determina en función de la presión constante del
flujo informativo.
Por lo cual, la actividad fundamental de los candidatos consiste en
intentar influir sobre la fabricación de la actualidad. Para ello, deben atraer
la atención de los periodistas, especialmente a través de la organización de

-6-
seudo-eventos que pueden ser desplazamientos en el transcurso de los
cuales, ante las cámaras, los candidatos toman baños de muchedumbre,
estrechar las manos y abrazan a los niños para crear una imagen de
proximidad y despertar la simpatía. En el mismo tiempo, los
desplazamientos son generalmente temáticos, lo que permite a los
candidatos proponer sus propuestas a propósito de un reto en particular, con
el objetivo de que sean retomadas por los medios de comunicación. En
cuanto a los meetings, están ampliamente organizados por la televisión y
destinados a enseñar el apoyo del que gozan los cargos electos. Al contrario,
como las conferencias de prensa no son muy telegénicas, están reservadas a
la presentación de los programas.
Con la elaboración meticulosa de los discursos y la selección de las
imágenes por la gestión estratégica de la información, los candidatos
quieren influir sobre el contenido de la representación mediática de su
campaña para que se corresponda al máximo con sus objetivos. Pero,
tratando de conservar el control de su producto, los periodistas aplican sus
propios valores profesionales, que pueden ser contrarios a los intereses de
los actores políticos. Si necesitan datos empíricos, los periodistas los
trabajan a través del montaje de las imágenes y de la elaboración de los
comentarios. El análisis de contenido de los telediarios de 20h de TF1 y de
France 2 (que se denomina Antenne 2 hasta 1992) difundidos durante los
seis últimos meses que preceden la segunda vuelta de las elecciones
presidenciales de 1981, 1988, 1995 y 2002, permite evaluar la naturaleza
de la información televisiva durante estas cuatro campañas.

La supremacía del juego

La campaña electoral en la televisión está marcada por la oposición


entre dos formas de tratar la información: el juego y lo que está en juego. El
primero concierne la construcción de imágenes con la exhibición de los
candidatos en campaña y la difusión de sus declaraciones que consisten en
promover su candidatura y en atacar a sus contrarios. Los análisis

-7-
periodísticos se centran en la evaluación de las estrategias y de las
posibilidades de victoria, en la presentación de los resultados de los sondeos
que permiten medir la evolución de la competición así como en los
escándalos que estallan durante cada escrutinio. El segundo hace referencia
a los posicionamientos de los candidatos sobre los temas de fondo. En este
caso, la campaña aparece como una deliberación para el arreglo de los
problemas colectivos. Sin embargo, aparece que el juego político ejerce una
supremacía sobre lo que está en juego en la información difundida por la
televisión. Efectivamente, representa el 72% de la cobertura de la campaña
presidencial de 1981, el 75% de la de 1988, el 82% de la de 1995 y el 71%
de la campaña de 2002.
Para adaptarse a las lógicas mediáticas, los candidatos deben recurrir a
las pequeñas frases. Cuando se expresan públicamente, saben que sólo
algunos extractos de sus discursos serán difundidos por los medios de
comunicación. La estrategia de comunicación consiste en tratar de imponer
la parte del discurso que será retomada. No obstante, la competencia para el
control del contenido de la información ha incitado a los periodistas a ser
más autónomos, reduciendo la duración de los extractos de los propósitos de
los actores políticos en los reportajes televisivos y aumentando su propio
tiempo de palabra. La duración media de estos extractos ha pasado así de
44 segundos en 1981, a 28 segundos en 1988, a 19 segundos en 1995 y a
16 segundos en 2002.

Lo que está en juego

Los retos que dominan la agenda mediática electoral difieren


fuertemente en función de las campañas presidenciales. La información
general juega, en este aspecto, un papel determinante. Constituido por la
actualidad que rodea la campaña, influye directamente en los temas sobre
los cuales los candidatos tienen que posicionarse. Para convalidar sus
discursos, los candidatos tienen interés en que estén vinculados a la
actualidad, ubicando así su comunicación en la continuidad de la información

-8-
general. En 1981, la crisis económica, sobre la que insiste François
Mitterrand, pone en dificultad a Valérie Giscard D’Estaing. En 1988, la
política extranjera y de defensa, que son competencias exclusivas del
Presidente de la República, se imponen en la actualidad política favoreciendo
la victoria del Presidente saliente. En 1995, los focos de la actualidad se
centran ampliamente en las cuestiones sociales, ratificando el diagnóstico de
Jacques Chirac sobre la fractura social. En 2002, la inseguridad,
omnipresente en la información general, se convierte en el principal tema
del debate electoral.

La volatilidad del voto

Se empieza a hablar de volatilidad electoral a partir de los años 1970,


especialmente en Estados Unidos y en Gran Bretaña, para señalar los
fenómenos crecientes de inestabilidad del voto. Estos fenómenos se
traducen, entre otras cosas, por la proporción creciente de electores que,
entre dos escrutinios consecutivos, pasan de la izquierda a la derecha y
viceversa. De una elección a otra, conocen evoluciones importantes que
parecen con frecuencia erráticas. Así, en 2002, en las dos vueltas de las
elecciones presidenciales, el 40% de los electores se ha abstenido al menos
una vez. Las abstenciones y los votos blancos y nulos han variado entre el
23,8% y el 42,3%.

Los movimientos entre los escrutinios

Los datos de las elecciones presidenciales y legislativas de 1995, 1997 y


2002 indican una fuerte volatilidad entre el voto y la abstención, puesto que
la abstención y el voto blanco y nulo representan el 23,8% en las
presidenciales de 1995, el 35,4% en las legislativas de 1997, el 30,8% en
las presidenciales de 2002 y el 42,3% en las legislativas del mismo año.
Semejante cambios se observan en el voto, de la izquierda por ejemplo, que
pasa del 26,8% en las elecciones presidenciales de 1995, al 18,8% en el

-9-
escrutinio presidencial de 2002. Asimismo, aparece una volatilidad
importante en lo que se refiere al trayecto que va del voto extremista en la
elección presidencial al voto moderado en las elecciones legislativas, tanto
en la izquierda como en la derecha. Ello se explica, entre otras cosas, por la
ausencia de candidatos de los partidos extremistas en las elecciones
legislativas.
La comparación de la volatilidad de los electorados de izquierda y de
derecha de un escrutinio para otro explica, en cierta medida, la victoria de la
derecha en las elecciones legislativas de 2002. Efectivamente, mientras que
la izquierda moderada sólo ha conservado el 67% de sus electores de la
primera vuelta, la derecha moderada ha guardado el 74% de los suyos.
Además, si el paso de la frontera entre la izquierda y la derecha es poco
frecuente, el 13% de los electores de la izquierda moderada en la primera
vuelta de la elección presidencial de 2002 ha votado a favor de la derecha,
de la extrema derecha o de otros candidatos en las elecciones legislativas,
cuando únicamente el 7% de los electores de derecha moderada ha votado a
favor de la izquierda o de la extrema izquierda en las elecciones legislativas.
Si el trasvase de votos entre la izquierda y la derecha es débil, la
configuración excepcional de la segunda vuelta en las elecciones
presidenciales de 2002, con la presencia de la extrema derecha, ha
demostrado que en estas situaciones la frontera que separa la izquierda de
la derecha es muy porosa. En efecto, la gran mayoría de los electores de la
izquierda, de la extrema derecha y de los verdes han votado a favor de
Jacques Chirac en lugar de abstenerse. Lo que confirma la tripartición del
espacio electoral francés: izquierda, derecha, extrema derecha. A su vez,
sólo el 76% de los electores de Jean-Marie Le Pen de la primera vuelta han
confirmado su voto en la segunda vuelta y la mitad de los abstencionistas de
la primera vuelta se han decantado para Jacques Chirac en la segunda
vuelta.

-10-
Las variaciones en función de los candidatos

En octubre de 2006, el potencial electoral del UMP varía entre el 17% y


el 36% y el del PS oscila entre el 15% y el 29,5% en función del candidato
presentado por estos partidos. No es suficiente que un candidato sea de un
partido para que atraiga y reúna los electores que se identifican con el
partido. Lionel Jospin se ha dado cuenta demasiado tarde de esta evidencia,
ya que numerosos simpatizantes del PS no le han votado en la primera
vuelta. A su vez, un sondeo realizado por la Sofres en enero de 2007 indica
la fuerte volatilidad del voto de una elección para otra de los electores de la
extrema izquierda y del Partido Comunista, por una parte, y de los votantes
del UDF, por otra parte.

Los electores y los medios de comunicación

La preponderancia de la televisión

La televisión es claramente la primera fuente de información política de


los votantes, puesto que el 58% de los ciudadanos utiliza la televisión con
más frecuencia, el 10% recurre a la radio, el 10% lee la prensa nacional y el
9% lee la prensa regional y local. Asimismo, las dos fuentes principales
ofrecen tres combinaciones: la televisión y la radio (el 28%), la televisión y
la prensa regional (el 24%) y la televisión y la prensa nacional (el 25%).
Cuando se pide a los electores en que fuente de información confían
más en primer o en segundo lugar, el 65% contesta en la televisión, el 38%
responde en la prensa y el 39% contesta en la radio. Internet no está
considerado como un medio de comunicación fiable, ya que solamente el
12% de los electores confían en él. La confianza en los medios de
comunicación está vinculada a la intensidad de su uso, aunque sea difícil
precisar en qué sentido funciona: se confía en un medio de comunicación
porque se utiliza con frecuencia o es porque se confía en este vector de
información que se utiliza.

-11-
El nivel de estudios, el interés por la política y, en menor medida, la
profesión, inciden en la utilización del medio de comunicación como primer
fuente de información. Cuando el nivel de estudios es menor, el interés por
la política se reduce y se ve más la televisión. Por el contrario, las personas
con un alto nivel de estudios y los que se interesan por la política tienen
prácticas de información más diversificadas y recurren más que los demás a
la prensa nacional y a la radio.
El Barómetro político francés indica que los 18-24 años son los únicos
que utilizan significativamente Internet, puesto que es el caso del 14% de
los jóvenes. De manera más sorprendente, la edad incide poco en la lectura
de la prensa nacional como primera fuente de información política y la
propensión de los 18-24 años a utilizar esta fuente es superior que entre los
25-49 años. Además, las prácticas de información de los más jóvenes son
relativamente diferentes con respecto a las de los mayores. Si los jubilados
combinan muy mayoritariamente la televisión con la radio o con la prensa
regional, las combinaciones de los jóvenes son más diversificadas, con una
tendencia significativa a favor de la televisión y de Internet (el 20% de los
18-24 años).

El perfil de los telespectadores

Casi el 75% de los electores miran regularmente (al menos cinco días a
la semana) los informativos y más del 50% los ve cada día. El seguimiento
de los informativos se concentra en algunas cadenas de televisión, ya que
más de un elector sobre tres mira regularmente el informativo de las 20h de
TF1 y un votante sobre cinco mira el de France 2. Estos dos informativos
representan, con el informativo de las 13h de TF1 y el de 19h-20h de France
3, las tres cuartas partes de la audiencia de los informativos.
El análisis del perfil sociológico de los telespectadores de los telediarios
indica que la frecuencia de escucha de las informaciones televisadas y la
elección del telediario están condicionadas, ante todo, por factores
sociodemográficos. El efecto del nivel de estudios es el más relevante:

-12-
cuando el nivel de estudios es alto, se mira menos la televisión y cuando, a
pesar de todo, se siguen los informativos, se elige el de 20h de France 2. Por
el contrario, los que tienen un nivel de estudios primario o secundario, ven
más frecuentemente los telediarios y, sobre todo, el informativo de TF1. La
profesión afecta igualmente la elección del informativo, puesto que, si los
obreros y los empleados prefieren mayoritariamente el telediario de TF1, los
profesores privilegian el de France 2. Los directivos y las profesiones
liberales y, en menor medida, las profesiones intermedias, realizan
elecciones menos marcadas y se reparten de manera más igualitaria entre
ambos informativos.
Las diferencias de escucha de los informativos según la edad son menos
fuertes. Los ancianos miran más que los demás el informativo de las 13h de
TF1, sobre todo porque gozan de cierta disponibilidad horaria. Sin embargo,
por la tarde, no tienen una preferencia para uno de los telediarios. Los
jóvenes miran menos los informativos, puesto que alrededor del 60% de los
18-35 años ven muy regularmente los informativos, cuando el 85% de los
más de 50 años se encuentran en esta situación. Los jóvenes son los únicos
que se orientan hacia los pequeños informativos de M6 y de Canal Plus, ya
que alrededor del 20% los ve regularmente (el 10% de los más de 35 años).
En resumen, el informativo de las 20h de TF1 tiene un público que se
corresponde con la estructura sociodemográfica de la totalidad de los
electores. De modo que, el candidato que pasa por este telediario tiene la
posibilidad de dirigirse a una muestra relativamente representativa de los
electores franceses. El público del informativo de las 19h-20h de France 3 es
sociológicamente bastante próximo al del telediario de TF1, a pesar de ser
sensiblemente más mayor. El público de los pequeños telediarios de M6 y de
Canal + es relativamente homogéneo, en la medida en que está constituido
por jóvenes (la mitad de los telespectadores tienen más de 35 años),
obreros, empleados y miembros de las profesiones intermedias.
Por su parte, las orientaciones políticas de los telespectadores inciden
menos en la elección del informativo. De manera general, los electores de
izquierda se orientan más hacia los informativos de las cadenas públicas y,

-13-
sobre todo, hacia el telediario de France 2. Así, el 19% de los
telespectadores de este informativo han votado a favor de Lionel Jospin en
2002 y el 11% ha elegido Jacques Chirac. Más del 40% de los
telespectadores de este informativo se considera de izquierda o de extrema
izquierda y el 57% se identifica con un partido de izquierda o de extrema
izquierda. Este público está más implicado políticamente, es decir que
manifiesta un interés superior hacia la política, tiene más capacidad para
posicionarse sobre el eje izquierda-derecha y confía más en la izquierda que
en la derecha para gobernar.
Por el contrario, el público de los telediarios de TF1 es más de derecha y
manifiesta menos interés por la política. Esta es más o menos evidente en
función de las preferencias políticas. Los electores que se sienten próximos
al FN o al CPNT prefieren claramente el informativo de TF1 y parecen sentir
una aversión hacia el de France 2. La relación no es tan evidente entre
algunos electores de izquierda, puesto que, los que se sienten próximos al
PS o a un partido de extrema izquierda, miran más el informativo de TF1.
Al nivel de los valores y de las opiniones políticas, los telespectadores
del informativo de las 20h de France 2 están más abiertos hacia la
globalización, la inmigración y la diversidad cultural y son los más liberales
en el ámbito moral pero no en la esfera económica. El público del telediario
de TF1 es más conservador en el aspecto moral, confía más en la iniciativa
individual y manifiesta cierta hostilidad hacia la intervención del Estado y la
apertura económica. El auditorio del informativo de las 19h-20h de France 3
se encuentra entre ambos telediarios, ya que es el más heterogéneo en
cuanto a valores y opiniones se refiere.

Los electores y los sondeos

La influencia de los sondeos políticos sobre el voto es compleja, puesto


que los votantes no están únicamente expuestos a los sondeos de opinión.
Durante en periodo electoral, miran la televisión, escuchan la radio, leen la
prensa, hablan con sus familiares, amigos y compañeros, es decir que

-14-
reciben un gran número de mensajes. Si se les añaden las imágenes
provenientes de la campaña oficial y de los anuncios, los programas políticos
y los debates públicos en los cuales surgen algunas polémicas, conviene
relativizar la incidencia de los sondeos.

Unos electores heterogéneos

A pesar de la desafección que conocen los partidos y los políticos así


como de la dilución del lazo entre los electores y los partidos, la mayoría de
los electores continúa a estar determinado en su elección, ante todo, por
una serie de pertenencias políticas y sociales. El 21 de abril 2002, por
ejemplo, unos electores han votado a favor del candidato presentado por el
partido del que se siente el más próximo. Esta parte del electorado es
menos permeable a los efectos de publicación de los sondeos políticos. Dos
otros segmentos, sin embargo, están más influenciados, por una parte, los
menos politizados, los más indecisos y los menos leales a su partido o
familia política y, por otra parte, los electores politizados, compuestos por
unos electores más racionales que, en una perspectiva de voto estratégico,
pueden tener en cuenta los resultados de los sondeos en su decisión.

Los efectos de los sondeos

Los resultados de una encuesta realizada el día del escrutinio indican


que solamente entre el 5 y el 10% de los electores declaran haber utilizado
los sondeos para determinar su voto. Dos tipos de situaciones favorecen un
impacto, incluso moderado, de la publicación de los sondeos. Algunos
electores votan a favor del candidato mejor posicionado en los sondeos de
opinión y se suman al candidato victorioso (efecto bandwagon) y, por el
contrario, ciertos electores vienen al socorro de los candidatos que pierden
fuerza en los sondeos (efecto underdog). Más recientemente, una serie de
investigaciones han desarrollado la noción de voto táctico y de voto
estratégico. En estos casos, los electores, en función de anticipaciones

-15-
informadas, entre otras fuentes, por los sondeos, juegan con las reglas del
juego electoral y votan, bajo ciertas condiciones, a favor de candidatos que
no son los que prefieren. Los cambios permanentes mezclan las pistas,
conduciendo los electores a votar para su segunda preferencia para evitar la
victoria del partido o de la coalición adversa. En realidad, la teoría del voto
estratégico invertido permite comprender mejor, entre otras cosas, la
primera vuelta de la elección presidencial de 2002.
A pesar de todo, unos estudios recientes demuestran que la publicación
de los sondeos puede influir sobre los electores en el caso de elecciones muy
disputadas. Este tipo de elecciones, donde la victoria aparece apretada y
llena de incertidumbre, está marcado por una abundante producción de
sondeos, susceptibles de surtir efectos en mayor medida que en contextos
menos inciertos. Las elecciones presidenciales de 1974 y de 1981 ilustran a
la perfección este caso de figura, ya que el juego parecía muy abierto con
una abstención reducida (el 12,7% y el 14,1%). Sin lugar a duda, los
efectos de los sondeos sobre los electores son más evidentes hacia el final
de la campaña electoral, en el momento en que culmina la intensidad del
combate y de la movilización. Por el contrario, su incidencia ha sido menor
en unos escrutinios menos apretados, como es el caso en 1988 y en 1995,
donde el resultado entre los candidatos de izquierda y de derecha es menos
incierto.
No obstante, los sondeos pueden tener efectos que desmotivan cuando
los electores se abstienen de votar porque están seguros de que su
candidato o partido ganarán las elecciones, o que motivan. La campaña que
se ha desarrollado durante el referendo del 29 de mayo de 2005 ha
demostrado que el interés para lo que está en juego se ha acentuado con la
publicación de los primeros sondeos que dan, en la mitad del mes de marzo,
la victoria del No por primera vez.

La fiabilidad de los sondeos

-16-
Si las estimaciones de los resultados de la segunda vuelta de las
elecciones presidenciales son relativamente fiables, excepto en 2002, las
predicciones de los resultados de la primera vuelta ofrecen menos garantías
desde aproximadamente veinte años. En 1981, por ejemplo, la aplicación de
la Ley de 1977 sobre la prohibición de publicar sondeos durante la última
semana de la campaña oficial, la estimación del sondeo publicado diez días
antes de la primera vuelta no está muy alejada a los resultados finales, a
pesar de infravalorar François Mitterrand de 4 putos y de sobrevalorar
Georges Marchais de tres puntos. En 1988, el voto de Jacques Chirac es
sobrevalorado en detrimento del de Jean-Marie Le Pen que es ligeramente
subvalorado, lo que pone de manifiesto la dificultad de estimar
correctamente el voto de los extremos y, en particular, a favor del líder de
extrema derecha.
Pero, es sobre todo la primera vuelta de la elección presidencial de
1995 el que marca un punto de inflexión en cuanto a las polémicas relativas
a los sondeos preelectorales y a sus efectos. Considerado en perdición en
todos los sondeos hasta la mitad del invierno de 1995, Jacques Chirac
obtiene finalmente el 20,8% de los votos. La polémica que se desata la
noche de la primera vuelta está vinculada a un error de estimación. Las
diferencias entre las intenciones de votos registrados en los últimos sondeos
preelectorales y los votos reales no son más importantes que en anteriores
escrutinios. Sin embargo, la inversión del orden de llegada crea un malestar,
ya que Lionel Jospin, que algunos imaginaban eliminado desde la primera
vuelta, llega en primera posición con el 23,3%, Jacques Chirac realiza un
resultado menor de lo esperado (20,8%) y Edouard Balladur queda
eliminado con el 18,6%.
Es sobre todo la elección presidencial de 2002 que da otra magnitud al
debate sobre el papel de los sondeos por una serie de razones. En primer
lugar, este error está vinculado al contexto de 2002, a la mayor dificultad de
medir las intenciones de voto, puesto que cada vez más electores se deciden
en los últimos días de la campaña electoral. En segundo lugar, se produce
una inflación de candidaturas (16 en 2002) y no únicamente para las

-17-
elecciones presidenciales. En tercer lugar, las alternancias sucesivas que han
marcado la vida política gala durante los 25 últimos años, dejan lugar a unas
evoluciones poco previsibles, en la medida en que el sentimiento que los
problemas persisten a pesar de haber cambiado de equipo ha generado
cierta incertidumbre.
Más allá, el 21 de abril de 2002, parece que el 8,5% de los electores
han practicado un voto estratégico invertido, es decir que han votado a
favor de otro candidato que su candidato preferido, pensando que este
último estaría, con total seguridad, en la segunda vuelta. Una nutrida
controversia ha tenido lugar posteriormente sobre el rol de los sondeos
preelectorales en la anticipación de los electores de un duelo de segunda
vuelta entre Jacques Chirac y Lionel Jospin. Las estimaciones realizadas por
André Blais sitúan la importancia del fenómeno en dos niveles: el 15% de
los que querían votar para Jacques Chirac y el 18% de los que pensaban
hacerlo a favor de Lionel Jospin han decidido abandonar estratégicamente a
su candidato en la primera vuelta para dirigirle un mensaje.

La preselección de los candidatos

Los sondeos preelectorales pueden tener efectos indirectos notables


sobre los actores políticos, es decir sobre los candidatos y los partidos, las
estrategias internas y las campañas electorales. Hoy en día, los sondeos
constituyen un elemento clave de la designación de los candidatos. El
enfrentamiento que ha tenido lugar en el seno del Partido Socialista de cara
a la elección presidencial de 2007 muestra claramente que dos concepciones
se oponen: el de la democracia de opinión y el de la democracia de partido.
Asimismo, la polémica entorno a la burbuja mediática que ha representado
el “fenómeno Royal” pone de manifiesto que los sondeos constituyen un
argumento de legitimación o de deslegitimación partidista.

Conclusión

-18-
Recordemos que, además de traducir las preferencias políticas de los
electores franceses, las elecciones presidenciales constituyen la repuesta a
una pregunta definida por las imágenes de los candidatos, los retos elegidos
por los medios de comunicación o las relaciones de fuerza medidas por los
institutos de sondeo. Este artículo analiza el proceso de coproducción política
y periodística de las imágenes de los candidatos y los grandes retos entorno
a los cuales se cristalizan las decisiones de los electores. Asimismo, la fuerte
volatilidad electoral los hace más sensibles a la personalidad de los
candidatos que a los discursos de los partidos políticos. La televisión juega
también un papel preponderante en la información política de los
ciudadanos, sabiendo que es más importante entender lo que hacen los
electores de esta información que de estudiar el impacto que tiene sobre los
votantes. Por fin, teniendo en cuenta el peso que ejercen los sondeos de
opinión sobre la preselección de los candidatos de los grandes partidos, se
crea una democracia de opinión que está transformando y recomponiendo la
democracia de los partidos.

Bibliografía

Antoine. J., Histoire des sondages. Paris, Odile Jacob, 2005.


Blais. A., « Y-a-il un vote strategique en France ? », dans Cautrès. B.,
Mayer. N., Le nouveau désordre électoral. Les leçons du 21 avril 2002.
Paris, Presses de Sciences Po, 2004, p.279-301.
Blondiaux. L., La fabrique de l’opinion. Une histoire sociale des sondages.
Paris, Seuil, 1998.
Bréchon. P., Les élections présidentielles en France, quarante ans d’histoire
politique. Paris, La Documentation française, 2004.
Brouard. S., Tiberj. V., Français comme les autres ? Enquête sur les citoyens
d’origine maghrébine, africaine et turque. Paris, Presses de Sciences Po,
2005.
Cautrès. B., Mayer. N., Le nouveau désordre électoral. Les leçons du 21 avril
2002. Paris, Presses de Sciences Po, 2004.

-19-
Chauvel. L., Le destin des générations. Paris, PUF, 1998.
Coulomb. P., et al., Les agriculteurs et la politique. Paris, Presses de
Sciences Po, 1990.
Dargent. C., « Les musulmans déclarés en France : affirmation religieuse,
subordination sociale et progressisme politique », Cahiers du Cevipof,
n°34, 2003, p.1-101.
Gougou. F., Logiques et évolutions du vote ouvrier sous la Cinquième
République. Paris, IEP, 2005.
Héran. F., « Voter toujours, parfois ou jamais », dans Cautrès. B., Mayer.
N., Le nouveau désordre électoral. Les leçons du 21 avril 2002. Paris,
Presses de Sciences Po, 2004, p.351-367.
Hervieu. B., « L’impossible deuil de la France paysanne », dans Viard. J.,
Aux sources du populisme nationaliste. L’urgence de comprendre
Toulon, Orange, Maignane. La Tour d’Aigues, Editions de l’Aube, 1996.
Lancelot. A., Les élections nationales sous la Cinquième République. Paris,
PUF, 1998.
Laurent. G., Patriat. C., Le vote rebelle. Les élections régionales de mars
2004. Dijon, EUD, 2005.
Lavau. G., Grunberg. G., Mayer. N., L’univers politique des classes
moyennes. Paris, Presses de Sciences Po, 1983.
Martin. P., Comprendre les évolutions électorales. Paris, Presses de Sciences
Po, 2000.
Mayer. N., Les français qui votent Le Pen. Paris, Flammarion, 2002.
Perrineau. P., « Le vote d’extrême droite en France : adhésion ou
protestation », Futuribles, n°276, 2002, p.5-20.
Perrineau. P., Le vote européen 2004-2005. De l’élargissement au
référendum français. Paris, Presses de Sciences Po, 2005.
Perrineau. P., Reynié. D., Dictionnaire du vote. Paris, PUF, 2001.
Perrineau. P., Ysmal. C., Le vote de tous les refus. Les élections
présidentielle et législative de 2002. Paris, Presses de Sciences Po,
2003.

-20-
Platone. F., Les électorats sous la Cinquième République. Données
d’enquêtes 1958-1995. Paris, Cevipof, 1995.
Purseigle. F., « Les malaises du monde paysan », Regards sur l’actualité,
« Agriculture du monde rural », n°315, 2005, p.41-59.
Reynié. D., Le triomphe de l’opinion publique. L’espace public français du
XVIè au XXè siècle. Paris, Odile Jacob, 1998.
Rosa. J-J., Amson. D., « Conditions économiques et élections : une analyse
politico-économétrique (1920-1973) », Revue française de science
politique, n°26, 1976, p.1101-1124.
Rosanvallon. P., La contre-démocratie. La politique à l’âge de la défiance.
Paris, Seuil, 2006.

-21-

También podría gustarte