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NOVENA DEL PERPETUO SOCORRO

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos,


líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores


de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a
Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios


que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en
Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en


Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a
Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por


todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún
consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos
me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los
más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen
compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar
mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso
a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios!
¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en
Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró
en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No
puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y


que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y
santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu


Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes
súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres
según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por
eso confío en Ti.
Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de
Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás
en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que
descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor
purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA PRIMERO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo


Socorro? Que eres Madre de Dios. Ese Niño que descansa en
Tus Brazos y que te llama con inefable cariño Madre, es Dios,
el Hijo de Dios, Tu Verdadero Hijo….. Así lo declaran esas
letras misteriosas que están al lado de las mejillas del Divino
Infante.

Te lo anunció el Arcángel San Gabriel cuando te saludó llena


de gracia y bendita entre las mujeres…. Lo viste por primera
vez cuando en la cueva de Belén salió de Tus Purísimas
Entrañas como un rayo de la Divinidad… Tuviste la dicha
inefable de llevarlo en Tus Brazos y vivir toda Tu vida en Su
compañía. Ni en la cruz quiso que te apartaras de Él….

¡Madre de Dios! A cada hora, a cada instante, en todos los


climas y bajo todos los siglos, la Santa Iglesia cae rendida a
Tus Plantas y proclama este título excelso que es la base de
todas Tus grandezas y el fundamento de todos Tus
privilegios: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.

Ante la gran Madre de Dios, ¿puede presentarse una ruin y


pecadora criatura de este mundo? Las puertas del palacio de
los reyes y de los poderosos cerradas están para los
mendigos…, pero abiertas están de par en par las puertas del
palacio de María para todos los pecadores y desgraciados. Y
cuando más pecadores y desgraciados son con más piedad y
ternura son recibidos.

Por eso, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!, de la tierra vengo y


sin más títulos que mis miserias me he atrevido a
presentarme ante Tu solio maternal…. Aquí te traigo escrito
con lágrimas y con sangre el memorial de todas mis
amarguras. Fíjate, Señora y Madre mía, en la pena que hoy
me trae hasta aquí y verás que todo está perdido, que se han
desvanecido todas las esperanzas humanas. Sólo me quedas
Tú.

También un día la reina Ester, que era tu figura, se presentó


triste y llorosa ante el rey Asuero. "Señor -le dijo- si he
hallado gracia en tu presencia, te pido gracia para mi pueblo
injustamente condenado a muerte…." Y la compasiva reina
fue escuchada….

Y yo te digo también a Ti, Madre de Dios, Señora y Madre


mía, ten piedad de mí…. Estoy condenado al dolor, al hambre,
al trabajo y a las garras de las injusticias humanas.

Madre del Perpetuo Socorro, nadie Te llamó y lo


desamparaste. En Ti confío.

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días


¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y
de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente
abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te
exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en
esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

 Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de


Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh
Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
 Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró
Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de
Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
 Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando
viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el
primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del
Perpetuo Socorro, óyeme!
 Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando
contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus
hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del
Perpetuo Socorro, óyeme!
 Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el
milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida,
sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh
Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
 Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo
Socorro, óyeme!
 Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo
de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro,
óyeme!
 Por los continuos y estupendos milagros que haces en
favor de los que invocan este nombre Tuyo
dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
 Para que el poder de Jesús sea reconocido y
celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
 Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos
glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
 Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque
siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
 Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido,
amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro,
óyeme!

Oración final para todos los días


¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste
llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su
nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado
número de Tus siervos, deseando no obstante participar de
los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu
trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre
en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que
ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción;
te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame
sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus


siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis
necesidades espirituales y temporales, especialmente en el
peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo
Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a
mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis
intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de
mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión


fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en
esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra
eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente


bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi
amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

DÍA SEGUNDO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo


Socorro? Que eres mi Madre. El Hijo de Dios, que es a la vez
Hijo Tuyo, descansa en Tus Brazos…. El hijo pecador, que es
el hombre, que en el dolor y en el amor fue engendrado al pie
de la cruz, reza a Tus Pies. ¡Soy yo! Jesús busca Su consuelo
y socorro en Tu Corazón y aprieta Tus Manos maternales, y
Tú, en Ellas, lo recibes y lo llevas con amorosa
complacencia…. ¡Es Tu Hijo! Pero al verme rezando a Tus
Plantas, cargado de pecados y abatido bajo el peso de tantos
males, me miras a mí….¡y que mirada la Tuya tan dulce y
misericordiosa! Sólo las madres miran así….. No lo extraño….
¡También yo soy tu hijo!

Madre mía, si no tienes brazos donde puedas llevarme,


déjame que arrime mi frente a Tu Corazón, que entre en Él y
que allí te cuente mis penas y te ofrezca mis plegarias. Los
hijos no necesitan emplear muchas palabras para que las
madres se den cuenta de los dolores que los matan y de las
penas que los ahogan. Mira, Madre mía, a este hijo tuyo, a
quien las lágrimas han arrastrado hasta Ti. Mírame y verás en
la pupila de mis ojos que estoy triste, que me asfixio entre
sombras, que estoy completamente solo, y que sin Ti la vida
será imposible….. Nunca con más verdad que hoy te he dicho:
Madre mía, sólo Tú me puedes salvar.

¿Me oyes? La fe me afirma que sí y mi corazón halla en este


pensamiento un consuelo inefable. Me oyes, y Tu Corazón
maternal se compadece de mis miserias. Ahí tienes en Tus
Brazos a Tu Hijo y hermano mío Jesús; pídele por mí…. Las
oraciones de las madres siempre hallan eco en Su Corazón….
Una madre, sólo con las lágrimas silenciosas, le pidió que le
devolviera al hijo que llevaban a enterrar…. y volvió a la vida
el muchacho. Otra madre se echó a Sus Pies y le pidió piedad
para su pobre hija, que estaba atormentada del demonio….
En aquel momento Satanás dejaba aquella alma que
fieramente atormentaba.

¿Serás Tú, Madre del Perpetuo Socorro, menos oída que


aquellas madres desoladas? Sólo pensarlo me parece un
crimen. Di, pues, a Tu Hijo: Hijo mío, esta alma está
atormentada de muchos males. Un dolor muy grande, sobre
todo en estos momentos, tortura su corazón. Óyela, cúrala,
sálvala.

Madre mía, estoy en Tus Manos y en las Manos de Jesús.

Rezar 3 avemarías.

DÍA TERCERO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo


Socorro? Que eres Corredentora del mundo. En la magna
procesión conmemorativa de la Redención del linaje humano,
avanzan los ángeles con los instrumentos de la Pasión, y en
medio, escoltados por todos los siglos y por todos los
hombres, amados, aclamados, venerados, avanzan los dos
únicos héroes de esta empresa divina: Cristo Jesús y Tú,
Madre mía.

No vivo entre sombras; camino a la luz de los resplandores de


la fe. Por eso, creo y confieso que solo mi Dios y Padre
Jesucristo me podía redimir.

Creo y confieso que, por glorificarte a Ti y por otros fines


altísimos dignos de la Sabiduría Divina, te asoció a esta gran
obra de la Redención del mundo.

Creo y confieso que, habiendo escogido Jesús, la cruz como


instrumento de salvación, no hay para nadie redención sin
cruz.

Creo y confieso que mis dolores y penas, las angustias del


alma y los tormentos del cuerpo, son los instrumentos
benditos que la Providencia Amorosa emplea para purificar mi
alma, para expiar mis pecados, para labrar mi corona eterna
y para acercarme más a Jesús.

Pero también creo y confieso que Dios en la vida sabe


mezclar y santificar las tristezas y las alegrías, y que nos lleva
al cielo, a veces derramando lágrimas, a veces cantando
himnos de gratitud y de amor.

Adoro, Madre mía, los planes divinos sobre mí. Permite, sin
embargo, que te diga como decía Mi Redentor en el Huerto de
Getsemaní: "Aparta de mí este cáliz…, cura mis dolores…,
remedia mis penas. Mira que el cáliz de mi corazón rebosa de
amargura……"

Madre mía, cúrame, sálvame, y cantaré Tus Misericordias por


los siglos de los siglos.

Rezar 3 avemarías.

DÍA CUARTO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo


Socorro? Que eres por disposición divina Dueña de todos los
bienes de Dios y Dispensadora de todas Sus gracias.

Cuando la Iglesia te llama Madre de la Divina Gracia proclama


que eres Madre de Jesús, que es la Gracia y Vida del mundo…
Cuando te dice Auxilio de los cristianos, confiesa que eres
amparo del pueblo cristiano en los momentos más
angustiosos de su historia.

Cuando Te llamamos Madre del Perpetuo Socorro,


reconocemos y confesamos que eres la Depositaria de todos
los bienes de Dios. No lo pudieras ser si Tu Misericordia y Tu
Poder no abarcaran todos los momentos de todos los
hombres hasta el fin del mundo.

Por eso vengo a Tus Plantas y te suplico con todo mi corazón.


Si acudo a los Santos, ellos tienen que acudir a Tu Poder
Omnipotente, si acudo a Jesús, Jesús me envía a Ti, porque Él
mismo Te ha constituido Dispensadora de todos Sus bienes…

Aquí estoy, aquí me tienes llamando con fe y confianza a las


puertas de Tu Misericordia.
Óyeme y exclamaré con Tu gran siervo San Alfonso: "Todo lo
bueno que de Dios recibimos, lo recibimos por la intercesión
de María".

Óyeme y mi corazón agradecido repetirá con el Santo


Pontífice Pío X: "Confesemos que es Madre de Misericordia,
porque todos los bienes y todas las gracias que Dios concede
a los desgraciados hijos de Adán, dispuso la Divina
Providencia que pasaran por las Manos de la Virgen
Santísima".

Óyeme y suspenderé mi corazón al pie de Tu Santa Imagen, y


mi lengua dirá a todos los hombres: "Con la Virgen del
Perpetuo Socorro me vinieron todos los bienes. Bendita y
glorificada sea, por los siglos de los siglos".

Rezar 3 avemarías.

DÍA QUINTO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo


Socorro? Que eres Reina de todos los ángeles. Por eso, ahí
tienes a Tu lado a los dos grandes príncipes de la corte
celestial. En actitud de religiosa veneración esperan Tus
órdenes, al mismo tiempo que reconocen Tu excelsa
autoridad. He ido llamando de puerta en puerta. Todas se me
cerraron: la puerta de la riqueza, la puerta de la amistad, la
puerta de la gratitud, la puerta de la ciencia, la puerta del
poder… hasta la puerta de la caridad y de la misericordia…

Solo una puerta me queda abierta, la puerta donde Tu


Perpetuo Socorro aguarda con los infinitos tesoros de Tu
Poder y Tu Misericordia.

Madre mía, un ángel guió a Tobías en un escabroso viaje y


llevó a su familia de parte de Dios, la curación, la felicidad y
el amor. Otro ángel descendió sobre la obscura cueva donde
el profeta Daniel estaba encerrado, para darle la comida del
cuerpo y los consuelos del alma. Ahí a Tu lado están esos dos
Arcángeles de la corte del cielo: San Rafael y San Gabriel.
Diles que me ayuden y me salven, y al punto se acabaran los
amargos dolores que me atormentan.

¿Es Satanás el que, por permisión de Dios, me persigue y me


acosa como al Santo Job? ¿Son los hombres los que, ingratos
e injustos, se ensañan implacables conmigo? Hay momentos,
Madre mía, en que la tristeza, el desaliento y la desesperación
me ahogan.

Madre mía, si a Ti y a Tu Hijo presentaron esos Arcángeles los


instrumentos de dolor, que me traigan a mi el bálsamo de Tu
Misericordia.

Pero… que no se haga mi voluntad, sino la voluntad de Dios.

Rezar 3 avemarías.

DÍA SEXTO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo


Socorro? Que eres la Consoladora de todas las penas. Todo
en tu cuadro santísimo me habla de la Pasión de Cristo y de
Tu propia Pasión. La lanza, la esponja, la cruz y, sobre todo,
Tu mirada impregnada de amargura y la actitud angustiosa
del Hijo de Tu Alma… mío…

Ahí está todo el Calvario. Tú y Jesús son las dos Víctimas. Él


derramará en Ti la Sangre de Sus Venas…. Tú, Madre mía,
derramarás todas las lágrimas del dolor.

Y esta Tu dolorosa Pasión duró toda Tu vida. Era Jesús Niño,


descansaba amoroso en Tu Regazo, y ya la visión de Sus
tormentos le amargaba la vida.

También para mí tiene que haber una cruz; también yo tengo


que morir en un Gólgota.

Es verdad de mi fe, porque es la doctrina que brotó de los


Labios de Jesús:
 
"El que quiera venir en pos de Mi, tome su cruz y sígame. Si
no hacen penitencia, todos irremisiblemente perecerán".
 
Y el apóstol San Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, ha
escrito en una de sus cartas: "Todos los que quieran vivir
piadosamente en Cristo Jesús, tendrán que ser perseguidos".
 
Adoro, Madre mía, la Voluntad Divina y te digo lo que te decía
Tu gran devoto San Alfonso: "Si quieres que sea perseguido,
despreciado y calumniado…, si quieres que esté enfermo,
encarcelado y atormentado…., si quieres que padezca
tristezas en el alma y hambre y dolores en el cuerpo, hágase
la Divina Voluntad".
 
Pero el mismo Jesús que nos prueba, quiere que acudamos
resignados y llenos de confianza a Ti. Por eso a Ti acudo,
Consoladora de los afligidos… Por eso llamo a Tus puertas,
Alegría de las almas tristes… Por eso te llamo a Ti, Esperanza
de los desesperados… Por eso invoco Tu Nombre, que resume
todas las bondades, Madre del Perpetuo Socorro… Madre,
consuélame, ampárame y mi corazón te amará eternamente.

Rezar 3 avemarías.

DÍA SÉPTIMO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo


Socorro? Que eres la última Esperanza del hombre en esta
vida. Que cuando todos los nombres se despiertan con el
alma sombría y desesperada sin rayo de luz, sólo Tu Nombre
del Perpetuo Socorro brilla en el fondo del alma como la
última sonrisa de la Misericordia de Dios.

Ese Hijo Divino que llevas en Tus Brazos ha visto los


tormentos que le prepara el pueblo judío. Ese pueblo
implacable pedirá que Su Sangre caiga sobre él. Jesús ve con
pena como se arranca de Sus Brazos y se aleja. Eso indica la
sandalia que cuelga de Su Pie. No ha podido desprenderse del
todo…, porque Dios nunca abandona completamente al
hombre

¡Qué gran lección nos dan la Justicia y la Misericordia Divinas!


¡Hemos pecado! La Justicia Divina nos condena, nos rechaza…
Nuestro pecado contra un Dios que ha muerto por nosotros es
demasiado grande. ¡No merecemos perdón!.… Y huimos ante
la Infinita Justicia.

Pero no hemos podido separarnos del todo de Dios… No nos


resolvemos a darle el postrer adiós de despedida a Su Madre
y nuestra Madre María… Su Amor y Su Nombre lo llevamos
muy metido dentro del alma… Sólo una débil correa nos une a
Jesús: la devoción a Su Madre…
La Santa Iglesia, ante el lecho de los moribundos, para
alcanzar para ellos perdón y gracia en esa hora tremenda,
reza: "Acuérdate, Señor, que a pesar de los pecados de su
juventud, no negó tu fe".

Y yo te digo: "Madre mía, dos cosas guardo en mi alma como


suprema esperanza: la fe en mi Jesús… y tu amor, Madre mía
del alma".

Por eso vengo hoy a Tus Plantas… El mundo me rechaza…, los


hombres me abandonan…, la familia se olvida de mí…, hasta
la misma conciencia me persigue…. Y, entre tanto, los males
me asedian y los dolores me atormentan… Mi corazón y mi
cuerpo sangran por todos los poros.

Madre mía, Tú eres mi última esperanza. A Ti acudo. Necesito


un milagro y te lo pido.

Te lo pido y lo espero, y mi lengua Te alabará toda la vida.

Rezar 3 avemarías.

DÍA OCTAVO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo


Socorro? Que en la noche obscura de la tormenta, Tú eres la
Estrella que brilla en el cielo de la vida, como rayo de luz,
como guía de los navegantes.

Por eso el artista que pintó Tu devota Imagen dibujó sobre Tu


Frente una estrella. Desde entonces, la Santa Iglesia, en la
Letanía, que es la poesía del amor, Te invoca y Te dice:
Estrella de la mañana, ruega por nosotros.

Desde entonces San Bernardo, el heraldo de Tus Grandezas,


a todos los que en la nave de Pedro van bogando hacia el
Cielo, les dice: "Cuando los envuelvan las nieblas, cuando
bramen los vientos, cuando los abismos abran sus fauces
inmensas, cuando las olas se levanten como montañas de
hirviente espuma, amenazándolos con una muerte cierta,
miren esta Estrella, llamen a María…"

Desde entonces, todos los marineros que surcan los mares Te


invocan en medio de los horrores de la tempestad. En medio
de una loca tempestad apareciste Tú, Madre del Perpetuo
Socorro. Te colgaron de un mástil roto, Te invocaron y se
calmaron las olas y renació la calma.

Aquí tienes a Tus Plantas, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!, a


un alma que va bogando por el mar de la vida hacia el puerto
del Cielo..… y la tormenta me ha sorprendido.

¡Soy un náufrago! Estoy bebiendo las aguas salobres de todas


las amarguras humanas… Me ahogan ya las olas de las
tentaciones del infierno.

Los vientos locos del dolor y del hambre me lanzan contra los
escollos de la desesperación.

Sólo me queda una tabla, a la cual me agarro con


desesperadas angustias, Tu Nombre Bendito… Sólo en el Cielo
obscuro, que por todas partes me rodea, veo una estrella: es
la que brilla en Tu Frente.… La vi de niño como una sonrisa de
Tu Amor…. La veo ahora como una mirada de Tu Misericordia.
Parece que en esta tempestad horrenda que me ahoga me
dices: "Ten esperanza; los míos no se hunden jamás en los
abismos. Naufragan, pero los recogen Mis Brazos
amorosos"….

Lo sé, Madre mía; lo creo… Lo he experimentado mil veces en


mi vida. Sálvame una vez más. Estrella bendita, que luces en
la frente de mi Madre del Perpetuo Socorro, guíame…. Voy a
Ti…, voy a Dios…, voy al Cielo… Madre mía ¡gracias!

Rezar 3 avemarías.

DÍA NOVENO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo


Socorro? Que eres de verdad lo que Tu Nombre consolador
encierra: Perpetuo Socorro de todos los hombres, y por tanto,
Perpetuo Socorro mío…

Eres Perpetuo Socorro de todos los hombres. Eva, dice San


Bernardo, fue la maldición para todos sus hijos. Desde aquel
día aciago, todos los hombres arrastraban desde la cuna, la
cadena de la maldición Divina. Pero, Tú Madre mía, has sido
nuestra bendición… Todos al nacer levantan los ojos a Ti y
ven en Ti la Madre querida, que ha de aplastar la cabeza de la
infernal serpiente, que quiere inocularnos el veneno de la
culpa y de la muerte.

Eres Perpetuo Socorro en todos los tiempos… Todos los días,


desde el primer día del mundo, sale el sol y sus rayos
espléndidos comunican al mundo la fecundidad, la belleza y la
vida… No hay nadie que se esconda de Tu Luz bienhechora…
Desde que Tú, ¡oh Madre mía!, fuiste predestinada para ser
Madre de Dios y Madre nuestra, Tus Manos benditas han
dejado caer sobre el mundo las lluvia de las gracias Divinas…
Y se apagará el sol en el alto Cielo, y aún seguirás Tú
derramando sobre todos los predestinados las alegrías de la
gloria de Dios.

Eres Perpetuo Socorro en todas las edades de la vida… El niño


te envía besos de amor; el joven te cuenta sus luchas; el
hombre de edad madura te consulta sus empresas; las
familias crecen, viven y rezan a Tus Plantas; y los ancianos
entran confiados a la eternidad, cuando al morir han podido
dirigirte una última mirada.

Eres Perpetuo Socorro en todas las penas. Cuando el cuerpo


siente las mordeduras del dolor…, cuando la conciencia se
agita entre las sombras de los remordimientos…, cuando la
tristeza se mete en el alma y clava sus garras despiadadas…,
cuando falta el pan y cuando huye la paz…, cuando la familia
nos abandona y el mundo nos persigue…, cuando todas las
criaturas parece que se conjuran contra nosotros, y cuando el
infierno mismo nos rodea con sus olas de fuego…, aún
entonces hay un lugar en el mundo donde estamos seguros,
donde podemos cantar y bendecir a Dios: Tu Corazón, ¡oh
Madre del Perpetuo Socorro!

Por eso a Ti acudo, y te llamo y te invoco; te llamaré y te


invocaré hasta que al fin oigas mi angustiosa voz. Nueve días
hace que vengo a Tus Plantas a pedirte un milagro porque
sólo Tú me puedes salvar de este apurado trance… Que no se
diga que Tu Perpetuo Socorro no se ha compadecido de mi
miseria.

Adoro la Voluntad Divina, pero confío en Ti… Si es necesario


que venga mil veces a Tus Pies, aquí me verías. Resiste, si
puedes a mis lágrimas…, vuelve de lado Tu Rostro si Tu
Corazón no me mira.
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Para gloria de Tu Nombre,
que llena el mundo, y que tantos tristes ha consolado, y a
tantos enfermos ha curado, y a tantos huérfanos ha recogido,
y a tantas víctimas ha glorificado, mírame y sálvame.

Rezar 3 avemarías.

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