¡CAFÉ!

CAMARADAS ARRIBA FALANGE ESPAÑOLA

PÁGINA MENSUAL DE NOTICIAS Y OPINIONES
AÑO 1 Nº 2 BUENOS AIRES MAYO DE 2008

JOSÉ
MILLÁN-
ASTRAY
PARADIGMA
DE LA ESPAÑA
GRANDE
¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
JOSÉ MILLÁN-ASTRAY
PARADIGMA DE LA ESPAÑA GRANDE
Héctor Osvaldo Pérez Vázquez
RESUMEN
Introducción
I. Desde su infancia hasta la Legión
1. Su infancia
2. Comienza su carrera militar recibiendo la máxima
condecoración al valor
3. Es nombrado profesor de la Academia de Infantería
4. Recibe tres condecoraciones sucesivas y un ascenso
5. Comienza su campaña por la creación de un cuerpo
militar de élite
6. Se mete en la Legión Extranjera francesa para
estudiarla desde adentro
II. La organización de la actualmente llamada Legión
Española
7. Finalmente, el rey crea el Tercio de Extranjeros
8. Franco se incorpora al Tercio como segundo
comandante
9. «¡Viva la muerte!»
10. La jura de la bandera, con bandera prestada
11. La publicidad para el enrolamiento
12. La organización de la Legión Española en el tiempo
13. El servicio de la Legión en la guerra
14. El Credo Legionario
III. Sigue la carrera de Millán-Astray
15. Destituido por la politiquería
16. Repuesto en su carrera por el cambio en la politiquería
17. Su actuación burocrática durante la guerra civil
18. Su entusiasmo por el canto
19. Sus últimos años
20. Su última voluntad
IV. Las mutilaciones sufridas en combate
21. Las cuatro gloriosas heridas
V. El enfrentamiento con Unamuno en Salamanca
22. Millán-Astray, el mutilado glorioso
2
¡España una, grande, libre!
¡Arriba España!
¡Viva la Legión Española!
23. ¿Qué era y quién era Unamuno?
24. ¿Qué pasó en Salamanca El 12 de octubre de 1936? (I)
25. ¿Qué pasó en Salamanca El 12 de octubre de 1936? (II)
26. ¿Qué pasó en Salamanca El 12 de octubre de 1936? (III)
27. ¿Qué anduvo diciendo Unamuno después del 12 de
octubre?
NOTAS (Las resaltadas con negrita son extensas o
importantes)
1. El paso en falso de Millán-Astray padre.
2. La máxima condecoración al valor de su época.
3. La hija de Millán-Astray
4. El Real Decreto de creación del Tercio.
5. a) Cómo salvó su vida el general Villalba Riquelme
b) Sobre las chekas
6. El simbolismo del emblema legionario
7 a) Los antecedentes de la canción «El novio de la
muerte»
b) La letra de «El novio de la muerte»
8. El general Sanjurjo
9. El Tercio y el Bushido
10. Se eleva el escalafón Legionario por decisión de
Franco
11. El discurso de Millán cuando entregó el mando de su
Legión
12. Domingo Batet: crimen y castigo
13. Unamuno socialista marxista
14. Las destituciones y condenas de Unamuno
15. Prieto Carrasco, fusilado por culpa de Unamuno
16. La forma en que murió Unamuno
17. El análisis patológico de Unamuno
18. Lo que había pasado en el Ateneo de Madrid
19. Falangistas en el entierro de Unamuno
 3 ¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
Introducción
El primero de enero próximo pasado, se cumplieron
54 años del fallecimiento de un gran patriota español, el
brigadier general don José Millán-Astray y Terreros,
inspirador y primer comandante de la actual Legión Es-
pañola, el cuerpo de élite del Ejército Español.
La mariconería en boga, representada con eficacia
por los borregos cagatintas y charlatanes que, envalen-
tonados con el avance de la mugre (mugre política y
mugre social), en estos días se atreven a enlodar su
memoria desde la prensa, otros medios de comunica-
ción e incluso Internet, lo hace con la tranquilidad de que
el viejo general está bien muerto, el régimen al que sirvió
ya no existe y las nuevas generaciones están siendo
enseñadas en la mentira oficial y la desviación de los
verdaderos intereses de España. Aprovechan la ocasión
para recordar un acontecimiento lejano de Millán As-
tray y para desfigurar su actuación en esa oportunidad, a
fin de presentar su figura y su memoria como la de un «tos-
co militarote», un soldado cruel, un prepotente antiintelec-
tual y hasta para caracterizarlo de homosexual si encontra-
ran la brecha. Que lo que se dice y se escribe en España
en estos días, en general no se condice con la verdad ni
con la honestidad, ya no digamos con la decencia.
Yo quisiera testimoniar mi admiración por el general,
por todo cuanto hizo y todo cuanto significó para la pa-
tria, y es por eso que me permito escribir estas líneas en
su memoria, con la esperanza de que sean leídas por
los jóvenes y les sirvan de estímulo para profundizar en
esa franja histórica hoy lamentablemente controvertida
que fue la lucha de España para salvarse del asalto de
sus enemigos seculares. España triunfó en la oportuni-
dad, y es por eso que los merdeurs pueden en estos
días respirar sus aires y beber sus soles con relativa
tranquilidad y con libertad. Que para que ellos descor-
chen cava cada vez que unas bestias brutas como los
de la ETA matan y causan destrucción, y para que otros
como ellos disfruten de una buena vida y sólida posición
económica, medio millón de españoles tuvieron que pa-
sar por las horcas caudinas del dolor, de la tortura y de la
muerte. Al menos deberían respetar eso, los mierderos.
I. Desde su infancia
hasta la Legión
1. Su infancia
José Millán Terreros (que tal fue su apellido com-
puesto normalmente del de su padre y del de su madre,
hasta que lo cambió al histórico Millán-Astray luego de
inaugurada la Legión) nació en La Coruña el 5 de julio
de 1879, hijo del prestigioso abogado gallego José Mi-
llán Astray que en su calidad de funcionario ejerció va-
rios cargos notables y escribió algunas piezas teatrales;
el último cargo público que ejerció fue el de Director de
la Cárcel Modelo de Madrid. (1) Su madre fue doña Pilar
Terreros Segade. Su hermana Pilar, nacida también en
1879, fue una prolífica escritora, especialmente de sai-
netes y obras teatrales, algunas de las cuales fueron
pasadas al cine. Publicó en total 46 obras literarias. Tuvo
tres hijos y falleció en 1949.
De su padre recibió e internalizó al menos una ense-
ñanza: la de que aun el más endurecido de los delincuen-
tes merece la oportunidad de redimirse y hacerse olvidar
el pasado. Esta convicción, que siempre sostuvo, fue la
que lo inspiró a la hora de organizar en forma efectiva la
Legión. Sus postulantes podían venir de donde fuere, pro-
venir de cualquier capa social y tener los más negros an-
tecedentes personales, que, si estaban más o menos sa-
nos físicamente y sostenían su decisión después de ha-
berlos Millán entrevistado personalmente, eran recibidos
para pasar al durísimo entrenamiento que los convertiría
en la más sufrida e inconmovible tropa militar del mundo.
Tuvo Millán una muy buena educación e instrucción
durante su infancia y su primera juventud. Su padre, que
tenía ambiciones literarias, lo alentó a ser frecuente lec-
tor. Desde luego quería que el joven José estudiase abo-
gacía, pero éste se decidió por la milicia y no hubo fuer-
za en el mundo que lo hiciera desistir.
2. Comienza su carrera militar recibiendo
la máxima condecoración al valor
A los 15 años, precisamente el 30 de octubre de 1894,
ingresó en la Escuela de Infantería de Toledo donde es-
tudió por un programa abreviado graduándose como
segundo teniente el 25 de febrero de 1896 y tras un
primer destino de seis meses en un regimiento en Ma-
drid, el 1º de setiembre del mismo año ingresaba en la
Escuela Superior de Guerra para tomar el curso del Es-
tado Mayor. Pero al estallar la rebelión nacionalista en
Filipinas pidió ser destinado a las fuerzas españolas de
represión llegando a las islas el 3 de noviembre de 1896.
En los primeros días de octubre de 1896 –Millán
contaba 17 años casi recién cumplidos– fue embarcado
en Barcelona rumbo a las islas, donde recibió su bautis-
mo de fuego a poco de desembarcar, en la acción de
San Rafael (Papanga), (2) que le deparó su primera
medalla: el 30 de diciembre se le impuso la máxima con-
decoración al valor, la Cruz de la Reina María Cristina.
Eso para que lo sepan esos cobardes mamafolios que
entre whisky y whisky y bien seguros entre las paredes de
sus casas u oficinas, se atreven a dudar del coraje de
Millán Astray y hasta a pronunciar con sus lenguas alqui-
lables que era un sujeto del montón –un montón que a
ellos, nadie lo dude, les queda no grande, sino enorme.
El 13 de julio de 1897 Millán regresa a la patria en el
vapor Alicante. Años después explicará que fue durante
ese viaje que, rememorando la campaña pasada, las vic-
torias y las derrotas y el comportamiento en batalla de
los soldados reclutados mediante el servicio militar, con-
cibió la formación de cuerpos especiales de combate,
profesionales y no constituidos por reclutas.
¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
En febrero de 1898 Millán fue ascendido a teniente
y reintegrado a la Escuela del Estado Mayor. En 1906
obtiene su diploma y en 1909 contrae matrimonio con El-
vira Gutiérrez de la Torre, hija del general Gutiérrez Cá-
mara. En la misma noche de bodas recibe de su flamante
esposa la desconcertante noticia de que ella había hecho
votos de castidad perpetua, y de que no estaba dispuesta
a renunciarlos a causa del matrimonio. Otro que no fuera
Millán (yo, por ejemplo) la hubiera arrojado por la ventana
y hubiera hecho anular tanto el matrimonio civil cuanto
religioso, pues lo amparaban la ley civil tanto como el de-
recho canónico. Pero Millán se aguantó el mal trago y
mantuvo en adelante con aquella mujer una relación de
amistad fraternal. Ella se dedicó a atenderlo y cuidarlo en
ocasión de sus múltiples heridas de guerra, con la dedica-
ción de una monja enfermera; pero Millán no tuvo la opor-
tunidad de concebir un hijo hasta mucho más tarde, cuan-
do embarazó a la prima de Ortega y Gasset. (3)
3. Es nombrado profesor de la Academia
de Infantería
El 3 de junio de 1911 fue nombrado profesor de la
Academia de Infantería de Toledo (vaya para los mengua-
dos que lo quieren hacer pasar por un «militarote» bruto y
semianalfabeto, sólo guiándose por su fotografía de la
época en que Millán mostraba con orgullo sus múltiples
gloriosas heridas de guerra, que lo habían desfigurado).
Hombre de acción tanto como de pensamiento, Millán
renunció a su pertenencia al Estado Mayor y se pasó nue-
vamente al Arma de Infantería como oficial en actividad.
En agosto de 1912 solicitó que lo destinaran al Áfri-
ca (de allí en más empezó su carrera en la línea de lo
que se conoció como de los «oficiales africanistas», como
lo fueron también Franco, Yagüe, Berenguer, Sanjurjo,
Mola y Queipo de Llano entre otros). Su primer puesto
fue en la Inspección de las Tropas Indígenas, pasando
luego sucesivamente por la Policía Indígena, Regimien-
to del Serrallo 69, Batallón de Figueras, y finalmente a
las Fuerzas Regulares, Tabor de Arcila Nº 3.
4. Recibe tres condecoraciones sucesivas
y un ascenso
Cuando el bandido marroquí rifeño Cherif Mulay Ah-
med El Raisuni se alzó contra el dominio español, utili-
zando métodos terroristas y extorsivos similares a los
que hoy en día emplean las FARC de Colombia, Millán
Astray entró en combate nuevamente distinguiéndose
en todas y cada una de las acciones en que intervino,
por lo que recibió tres ascensos sucesivos hasta el
grado de capitán.
Y en 1914 obtuvo un nuevo ascenso por méritos de
guerra, recibiendo el grado de comandante. Recuerden
los amigos lectores que Millán no venía de una familia
de militares, no tenía por tanto valedores entre sus as-
cendientes u otros parientes, ni siquiera entre sus ami-
gos de la infancia; tampoco tenía simpatías ni amista-
des políticas ni en la Casa Real ni en las Cortes. No
era un embrollón mascapapeles ni un seductor: sus
ascensos fueron total y absolutamente debidos a su
4
mérito personal. ¡Y cuán caro debió pagar más adelante,
en términos de su integridad corporal, su coraje sin par!
Habiendo regresado a España con destino en Bar-
celona, al año siguiente –1916– Millán pidió su traslado
nuevamente al África y allí se le confió el mando del Se-
gundo Tabor (Batallón) de Regulares de Larache, pero
al año siguiente se lo reenvía a Madrid, poniéndolo al
mando del Regimiento Nº 6 Saboya.
5. Comienza su campaña por la creación
de un cuerpo militar de élite
El año de 1919 fue decisivo para la futura creación
de la Legión Española, porque es por entonces que Mi-
llán Astray comienza a poner en práctica sus ideas res-
pecto de la creación de un cuerpo de élite (tal como para
entonces los tenían los británicos y los franceses). En
medio de un ambiente militar caracterizado por el buro-
cratismo estéril –el «papanatismo», como algún escritor
lo caracterizó con acierto– el comandante difunde a dies-
tra y siniestra su idea y finalmente le es concedida una
entrevista formal con el general Antonio Tovar Marcole-
ta, ministro de guerra.
Allí, haciendo buen empleo de sus reconocidas do-
tes de expositor y orador (para que lo sepan los torpes
que lo tienen por un pobre balbuceador y propalador de
órdenes a la tropa y nada más), el comandante conven-
ció al ministro y lo hizo poner en marcha la maquinaria
burocrática anquilosada. Tovar suscribe una orden al
Estado Mayor del Ejército disponiendo que se estudie
en ese organismo la posibilidad de crear un cuerpo de
voluntarios nacionales y extranjeros, de preparación y
mantenimiento profesionales, con aptitudes para em-
plearse en combate en las guerras coloniales.
El organismo militar emitió un dictamen favorable
(para que vean los señores comedidos ignorantes, que
Millán no era un lelo soñador ni un delirante cualquiera,
como sin duda lo son ellos, sino un militar de amplia cul-
tura y excelente preparación; un hombre de guerra tanto
como un intelectual con los pies en la tierra).
El expediente pasó al general Berenguer, que a la
sazón oficiaba de Alto Comisario Militar de España en
Marruecos, y este jefe lo devolvió firmándolo en prueba
de aceptación y con favorable recomendación.
6. Se mete en la Legión Extranjera
francesa para estudiarla desde adentro
En virtud de lo cual, el 5 de setiembre de 1919 se
encomienda a Millán la misión de ingresar, con autoriza-
ción de la autoridad militar francesa, en la Legión Ex-
tranjera Francesa en Argelia a fin de estudiar no sólo sus
fundamentos legales y reglamentarios sino también su
funcionamiento y su comportamiento en acción.
Aquí cabría advertir a los ignaros de siempre que el
comandante Millán Astray era un reconocido políglota
que dominaba, por lo menos, el inglés y el francés y se
sostiene que podía leer con fluidez el japonés.
Así pues, el 13 de setiembre marchó el comandante
a Tetuán, para luego seguir viaje; pero como en esos
 5 ¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
momentos había allí combate, Millán Astray no pudo
con su espíritu y se metió en el conflicto de cabeza, apla-
zando para más adelante la continuación de su viaje a
Argelia. (Para que lo sepan los ignaros que lo suponían
un simple envalentonado, esto es, un sujeto temeroso
en el fondo, de los tiros y los cañonazos).
Finalizadas aquellas acciones militares, marcha final-
mente hacia el Protectorado Francés, donde fue recibido
con todo el respeto que su nombre e historial merecían.
Allí estudió durante varios días a fondo a aquel memora-
ble cuerpo galo, encontrando en su funcionamiento mu-
chas de sus propias concepciones pero rechazando algu-
nas otras, según lo consignó en el informe que a su regre-
so, el 27 de octubre de 1919, presentó a la superioridad.
El 7 de enero de 1920 Millán Astray fue ascendido a
teniente coronel, y el día 28 de enero de 1920 fue crea-
do por real decreto el Tercio de Extranjeros, nombre que
se inspiró en los famosísimos e invencibles Tercios espa-
ñoles de siglos atrás y en la Legión Extranjera francesa. (4)
Pero la puesta en marcha del cuerpo aún había de
demorarse siete meses. El general José Villalba Riquel-
me era a la sazón el Ministro de Guerra y el funcionario
que por disposición del real decreto de Alfonso XIII debía
disponer los medios para la organización del Cuerpo. Este
general (uno de los más condecorados de la historia mo-
derna española) (5) aunque compartía el criterio de la for-
mación del Cuerpo, no encontró al parecer una coyuntura
favorable a ponerlo en marcha en la convulsionada situa-
ción política del momento. El ministro le envió un memo-
rándum al rey Alfonso XIII donde le ponía en anteceden-
tes de las muchas carencias que dificultaban la puesta en
activo de la nueva unidad militar, pero antes de que el rey
lo contestase dimitió el presidente del gobierno Manuel
Allendesalazar Muñoz (a causa del desastre militar de
Annual), y Villalba Riquelme debió también renunciar.
El ministerio de guerra fue otorgado a un civil muy
afecto a la milicia, Luis de Marichalar y Monreal vizconde
de Eza (abuelo paterno del marido de la infanta doña Ele-
na). Este hombre, apenas asumidas sus funciones, deci-
de llamar a Millán Astray (en ese momento firmaba como
teniente coronel Millán Terreros). Se dijo que al finalizar la
entrevista, el ministro le expresó al militar, mientras se
estrechaban las manos: «Márchese tranquilo, teniente
coronel, que yo le daré a usted su Legión¨. (Noten los
señores charletas que Millán no debería de ser como ellos
lo motejan, de «militarote tosco», porque al parecer, sabía
hablar mejor de lo que ellos lo harán en sus vidas).
II. La organización de
la actualmente
denominada Legión Española
7. Finalmente, el Rey crea el Tercio de
Extranjeros
Y en efecto, el 2 de setiembre de 1920 por Real Orden
se nombra al «teniente coronel don José Millán Terreros
primer Jefe del Tercio de Extranjeros», y por Real Orden
del 4 de setiembre se fijan las normas y condiciones para
la organización y reclutamiento del nuevo Cuerpo. El
puesto de mando se lo ubica en Ceuta, en el viejo Cuar-
tel del Rey, y allí toma posesión efectiva del mando Mi-
llán Astray el 11 de setiembre.
El 20 de setiembre empieza el reclutamiento. El pri-
mer enrolado fue el ciudadano ceutí Marcelo Villarreal
Gaitán, de 30 años de edad. Este valiente legionario,
que había sido anteriormente sargento del Ejército, a poco
llegó a ascender al grado de suboficial (que por enton-
ces era un grado autónomo, superior a sargento); lamen-
tablemente, cinco años más tarde, en los combates plan-
teados durante el desembarco de Alhucemas, el 8 de
setiembre de 1925, escalando los riscos escarpados del
Malmusi Alto recibió un balazo mortal. Como este valiente
fue el primer enlistado, lo recibió aquel memorable 20 de
setiembre el teniente coronel Millán en persona, que pro-
clamó aquella fecha como «el Día de la Legión». Así, pues,
inusualmente la fecha aniversario de la Legión Española
(nacida Tercio de Extranjeros) no coincide con la del Real
Decreto fundacional sino con la del primer enrolado.
En cuanto a la oficialidad, llamados con urgencia por
Millán se incorporaron: el comandante Adolfo Vara del Rey,
que fue puesto a cargo de la Jefatura del Detall; los capita-
nes Pablo Arredondo Acuña (poseedor de una Cruz Lau-
reada de San Fernando y poco después, al morir en com-
bate el 19 de noviembre de 1924 en acción heroica, de una
segunda e idéntica condecoración a título póstumo), Luis
Valcázar Crespo, Eduardo Cobo Gómez y Justo Pardo Ibá-
ñez (a éste Millán lo designa su Ayudante y le encarga el
diseño del emblema del Cuerpo). (6) También se incorpo-
ran los siguientes tenientes: Ignacio Olavide Torres –el
primer oficial enrolado en la Legión– Horacio Pascual de
las Cuevas y Joaquín Moore de Pedro barón de Misena.
Luego, se unirán el comandante médico Nemesio Díaz
Mena y el músico mayor Pedro Córdoba Samaniego.
8. Franco se incorpora al Tercio como
Segundo Comandante
Años atrás, en un curso de Información para Jefes
celebrado en la Escuela Central de Tiro de Infantería,
Millán Astray había coincidido con un muy joven coman-
dante, Francisco Franco Bahamonde. En la presente
ocasión, Millán Astray le telegrafió a su amigo «Fran-
quito» ofreciéndole el puesto de Lugarteniente y la jefa-
tura de la Primera Bandera del Tercio, y Franco aceptó.
Pocos años más tarde Francisco Franco aventajaría a
Millán Astray en sus respectivas carreras militares cuan-
do el primero fue ascendido a General antes de que lo
fuera Millán; pero su amistad continuó posteriormente,
aún después de que Franco, convertido en Caudillo, asu-
miera la Jefatura del Estado español (mas para enton-
ces, ya no había la familiaridad de antaño entre ambos).
Se dice que fue Franco quien impuso el chambergo
(sombrero de ala ancha, de antigua data) en el uniforme
del Tercio, y que fue Millán quien propuso los guantes
blancos para uso de los oficiales.
¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
Los primeros tres jefes del Tercio fueron:
El teniente coronel Millán-Astray y Terreros, que tuvo
dos períodos de mando: desde la fundación en 1920
hasta el mes de noviembre de 1922 y desde el mes
de febrero de 1926 hasta noviembre de 1927.
El teniente coronel Rafael Valenzuela Urzáiz, desde
noviembre de 1922 hasta su muerte en combate el 5
de junio de 1923.
El teniente coronel Francisco Franco Bahamonde desde
el 8 de junio de 1923 hasta el 26 de febrero de 1926.
9. «¡Viva la Muerte!»
Cuando el 10 de octubre de 1920 llegó a Ceuta la
primera Bandera bajo el mando de Francisco Franco –
gentes venidas de todas partes, desde estudiantes y gra-
duados universitarios hasta ex presidiarios, desde euro-
peos que habían peleado en la reciente Primera Guerra
Mundial hasta anarquistas barceloneses perseguidos por
la justicia, Millán-Astray los recibió con un discurso en
el cual entre otras cosas les dijo:
« Os habéis levantado de entre los
muertos –porque no olvidéis que vosotros
ya estábais muertos, que vuestras vidas
estaban terminadas. Habéis venido aquí a
vivir una nueva vida por la cual tenéis que
pagar con la muerte. Habéis venido aquí a
morir. ¡Viva la muerte!».
Este grito de guerra «Viva la muerte» debe ser in-
terpretado en el contexto de una situación de guerra co-
lonial, muy cruel y sangrienta. Se acababa de salir del
desastre del campamento militar de Annual (60 Km al
oeste de Melilla), el acto culminante de una campaña
emprendida por el ejército español comandado por el
general Manuel Fernández Silvestre, quien cometió va-
rios errores tácticos; entre ellos, no haber capturado a
los rifeños que a su paso se iban rindiendo, los que que-
daron así a su retaguardia y bien armados y luego lo
hostigaron con saña. La derrota española de esta cam-
paña, que corrientemente se sintetiza en la terrible reti-
rada de Annual, donde murieron 8.000 soldados espa-
ñoles precipitó el cambio de gobierno en la metrópoli,
donde el Rey autorizó la formación de sucesivos gobier-
nos que no terminaron de establecerse hasta que, en
medio de un caos político generalizado, el general Mi-
guel Primo de Rivera (padre de José Antonio) dio el gol-
pe de Estado del 13 de setiembre de 1923 permitiendo
la estabilización de la situación política pero, de hecho,
precipitando la caída de la monarquía, lo que sucedió
una década después.
Y el 8 de setiembre de 1925 España finalmente con-
traatacó, empezando una nueva campaña victoriosa con
el desembarco de Alhucemas, donde entró en combate
la Legión con gloria y que finalizó con la rendición y arres-
to de Abd El-Krim y el restablecimiento del Protectorado
Español de Marruecos, creado en 1912.
Millán y Franco, que actuaban de consuno, tenían
que crear en esa tropa tan desigual un criterio uniforme
6
de valor, empuje y desprecio por la muerte, porque te-
nían que emprender una campaña muy dura contra los
rifeños, gente fanatizada que también hacía culto del
desprecio por la vida propia.
Así, no se trataba de que los comandantes legiona-
rios fuesen gente sanguinaria, sino que eran, en reali-
dad, gente sensible que sabían que muchos de aquellos
hombres que formaban firmes ante ellos, no iban a volver.
Éste es uno de los fantasmas que acosan a los jefes gue-
rreros, en todas las épocas, en todas las sociedades.
Quienes creen, por haber sido mal informados por
los merdeurs –éstos, no cuentan– que Millán y Franco
fueron gente sádica, que se regodeaban en el dolor aje-
no y la sangre derramada, harían bien en estudiar por
las suyas las acciones de estos dos hombres grandes
de España, pero poniéndose en su lugar –esto es, en su
tiempo, posición y demás circunstancias. Y en leer un
poco los abundantísimos testimonios que han quedado
de la vesánica sangría, matanza y destrucción que cau-
saron los perros socialistas, anarquistas y comunistas
(estos sí, gente que salieron de las cloacas de España a
la calle de la gente normal, estimulados por los traidores
de la masonería y el liberalismo españoles). No sé si se
habrá podido evaluar la destrucción de bienes provoca-
da por estas hordas verdaderamente inhumanas, antes
de la guerra; pero si se efectuara una proyección hacia un
futuro dominado por esa gentuza, es posible visualizar
una España de nuestros días convertida en un erial. Los
descendientes de aquellos basureros son quienes hoy,
nuevamente espoleados por el liberalismo y la masone-
ría, pretenden reivindicar la «legitimidad» (¡sic!) de aque-
llas hordas rojas que fueron derrotadas y bien derrotadas
en la guerra; los castigos que se les propinaron a muchos
de aquellos asesinos, fueron, al parecer insuficientes.
10. La jura de la bandera, con bandera
prestada
El 21 de octubre de 1920, los legionarios juraron fi-
delidad a la Bandera en el campo de Tarajal, utilizando
la enseña que le había sido prestada por el Regimiento
Nº 60 de Ceuta, formados en sus tres Banderas o batallo-
nes. El Jefe de la Primera Bandera del Tercio, Francisco
Franco, es quien propala la arenga y dice que el juramen-
to había tenido que realizarse utilizando una bandera pres-
tada, porque el Tercio «aún tiene que ganarse la suya».
El primer caído de la Legión fue el cabo Baltasar
Queija Vega, riotinteño de 20 años, el 7 de enero de 1921,
cuando estaba de guardia, en Beni Hassán, Marruecos;
el cabo pertenecía a la Sexta Compañía de la Segunda
Bandera. (7) Y el 16 de enero de 1921 cayó el primer
oficial legionario, capitán Pompilio Martínez Zaldívar, jefe
de la Cuarta Compañía de la Sexta Bandera.
En 1923 cae en combate el oficial que en ese enton-
ces ejercía el mando supremo del Tercio, teniente coro-
nel Rafael Valenzuela Urzáiz. Este oficial superior mu-
rió en combate el 5 de junio de 1923 en Tizzi-Azza. A
causa de este lamentable suceso, se postergó –inexpli-
cablemente– por más de cuatro años la entrega de la
enseña nacional para el Tercio bordada por la reina de
 7 ¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
España doña Victoria Eugenia, designada como Madri-
na de la Legión. Esta ceremonia se realizó finalmente en
Riffien en octubre de 1927 con la asistencia y participa-
ción de sus Majestades. En el mismo acto público se
concedió por el rey la Cruz Laureada de San Fernando
al general José Sanjurjo y Sacanell –quien como coman-
dante general de Melilla preparó y dirigió personalmente
el famoso desembarco de Alhucemas (1925) que termi-
nó con la insurrección de Abd El-Krim y consolidó el Pro-
tectorado español en Marruecos, que ya le había valido
el ascenso al generalato y el título nobiliario de marqués
del Rif ese mismo año de 1927. (8)
11. La publicidad para el enrolamiento
Poco después de la inauguración efectiva del Tercio
empezaron a aparecer en todas las embajadas y edifi-
cios públicos de España, así como en las calles de ciu-
dades (especialmente en Madrid, Valencia, Barcelona y
Zaragoza) y poblaciones más pequeñas, abundantes
carteles a todo color ofreciendo el enrolamiento en el
Tercio (Millán siempre llamó al cuerpo: Legión), (9) con
mensajes como el siguiente:
«Españoles y Extranjeros, los que seáis
amantes del ejército y sus glorias ¡Alistaos! El
Tercio de Extranjeros es un Cuerpo de Infan-
tería que tendrá bandera propia y sus solda-
dos estarán amparados por ella. Es un Cuer-
po de honor; el uniforme es vistoso, las pagas
suficientes, la comida sana y abundante. Y
para los amantes del Cuerpo y de sus glorias,
La Legión os ofrece una carrera militar digna:
podréis llegar a Capitanes del Tercio. (10) Se
admiten españoles y extranjeros, con edades
comprendidas entre los 18 y los 40 años. Pri-
mas de Enganche: Por cinco años, 700 pese-
tas; por tres años, 500 pesetas».
El profesor, economista y comandante legionario
Francisco A. Cañete Páez ilustra el ambiente de la épo-
ca con estas palabras:
«La filosofía que lleva al Teniente Coronel
Fundador a la creación del Tercio (aunque ésta
sea la denominación oficial, él siempre le lla-
mará Legión) la plasmó en el «CREDO LEGIO-
NARIO», base espiritual de La Legión, médula
y nervio. Alma y guía, rito y compendio de la
mística que impregna la vida de milicia en esta
Fuerza de élite. En el «Credo», y en unos ma-
gistrales artículos redactados por el propio Te-
niente Coronel, se va configurando el ser y el
sentir del legionario de ayer, de hoy y de maña-
na. Su permanente recuerdo le acompañará
mientras dure su compromiso en este glorioso
Cuerpo, y aún me atrevería a decir, que duran-
te toda su vida».
[…]
«Pronto hicieron presa en la masa aventu-
rera del país y del extranjero los carteles anun-
ciadores, y tras Marcelo Villarreal comenzaron
a llegar a Ceuta, al viejo Cuartel del Rey, sucesi-
vas expediciones formadas por hombres de to-
dos los países y de todas las procedencias; hom-
bres que con suprema sencillez van en busca de
olvido y de perdón, de redención por el sacrificio
y de entrega generosa de su propia vida, si preci-
so fuera, por defender el honor de España. Des-
de un principio el teniente coronel Jefe les con-
cederá el título de «Caballeros Legionarios».
En cuanto a la documentación a aportar para el in-
greso, no podía ser más simple y expeditiva: Ninguna.
No se pedían papeles de clase alguna para alistarse al
Tercio, no eran necesarios. Y en lo que respecta al nom-
bre, tampoco en La Legión importaba demasiado; cual-
quiera era válido para darlo en el acto de la afiliación.
Como en las estrofas de la que muy pronto sería famosa
Canción de Legionario:
«Cada uno será lo que quiera
Nada importa su vida anterior»
Y así empezó la heroica Legión su noble caminar
por los senderos gloriosos de la historia patria. Españo-
les y extranjeros, todos bajo una misma bandera, la de
España. Iguales ante el sacrificio, los creyentes y los
descreídos, los nobles con rancios títulos y los escapa-
dos de forzadas clausuras, los poetas y los nostálgicos,
los viejos y los casi niños. Obedientes todos al mandato
del honor se batieron por España noblemente, consoli-
dando los extranjeros su nueva condición de españoles,
no por la sangre recibida sino por la sangre vertida en
los campos de batalla donde intervinieron. ¡Honor y glo-
ria a todos ellos!».
12. La organización de la Legión
Española en el tiempo
El 16 de febrero de 1925 se dispuso cambiar el nom-
bre del cuerpo por el de «Tercio de Marruecos», a los
pocos meses se lo denominó llanamente el «Tercio».
En 1937, en plena guerra de liberación, se le da el nom-
bre definitivo de «Legión Española», que ha perdurado
hasta el presente.
Durante los tres terribles años de la guerra de libera-
ción la Legión llegó a integrarse con dieciocho Bande-
ras. Durante la mayor parte de la contienda la Legión
estuvo comandada por el célebre y brillante general Juan
Yagüe, precursor de la «blitzkrieg» adoptada luego por
los alemanes, considerado quizá el más capaz de los
jefes militares de la guerra, o cuando menos, a la par del
general Franco. Yagüe sí fue falangista de pensamiento
y de corazón, además de amigo personal de José Anto-
nio Primo de Rivera. Aunque en principio no se opuso a
la unificación con los carlistas en 1937, viendo que Fran-
co no era amigo de la Falange en absoluto, y que se
disponía a traicionar a los falangistas, estuvo complota-
do para derrocarlo, pero la conjura fue desbaratada por
el servicio secreto y Yagüe fue destituido (año 1940). Sin
embargo, Franco lo rehabilitó en 1942 (como una con-
cesión a los falangistas, que estaban furiosos con su
régimen porque lo veían volcándose al capitalismo) y lo
¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
nombró comandante militar de Melilla (mandándolo así al
otro continente para mantenerlo a cierta distancia). El te-
niente general Juan Yagüe falleció en 1952 y al año siguiente
fue nombrado póstumamente marqués de San Leonardo
de Yagüe (nombre de la ciudad donde había nacido).
El 2 de mayo de 1925 el Tercio quedó organizado
internamente en dos Legiones, una con sede en Ceuta y
la otra con sede en Melilla, conteniendo cada Legión cua-
tro Banderas (batallones), y un Escuadrón de Lanceros.
En 1936 se recrean las Banderas VII y VIII y se crean
las Banderas IX hasta la XVIII, una Bandera de Carros y
dos Compañías, una de Lanzallamas y otra Antitanques.
Las Banderas IX (9ª) a XVIII (18ª) son disueltas en 1938,
cuando ya la guerra estaba virtualmente ganada.
En 1937 se vuelve a organizar el Tercio y se pasa,
por decreto de Franco, a denominarlo definitivamente la
Legión. Las dos antiguas «Legiones» creadas en 1925 –
la de Ceuta y la de Melilla– pasan a denominarse «Ter-
cios», cada uno bajo el mando de un coronel.
Finalizada la guerra con la victoria incontestable de
España frente a la Antiespaña seudorrepublicana digitada
por el Kremlin, se disuelven las Banderas XII a XVIII, la de
Carros, la Compañía de Lanzallamas y la Antitanque. En
diciembre de 1939 se reorganiza nuevamente la Legión:
hay ahora tres Tercios, el Primero con base en Melilla, el
Segundo con sede en Ceuta y el Tercero, recientemente
creado, con cuarteles en Larache. En diciembre de 1943
se les ponen nombres advocatorios: respectivamente,
Gran Capitán, Duque de Alba y Juan de Austria.
En agosto de 1950 se creó la Subinspección de la
Legión con oficinas en Ceuta. En octubre siguiente se
creó un Cuarto Tercio llamado Alejandro Farnesio, con
cuarteles en Villa Sanjurjo (antes Alhucemas).
En junio de 1956 se creó la XIII Bandera «Indepen-
diente del Sáhara» en Sidi-Ifni.
En 1958 se dispone el traslado de los Tercios Terce-
ro y Cuarto a localidades situadas en pleno desierto sa-
hariano, Aaiun y Villa Cisneros, respectivamente. Con-
servan sus nombres pero interponiendo el adjetivo Sa-
hariano en Tercio y el nombre. Estaban dotados de arti-
llería y caballería. El Tercio Tercero contaba además con
la compañía de Carros de Combate «Bakalí».
En 1959 la Subinspección legionaria se traslada de
Ceuta a Madrid.
En 1969 se disuelve la XIII Bandera.
En 1975, al retirarse España del Sáhara, el Tercer
Tercio pasa a Fuerteventura y el Cuarto Tercio es disuelto.
En 1979 la Subinspección se traslada nuevamente,
esta vez a Ronda.
En 1981 se reconstituye el Cuarto Tercio, que ac-
tualmente contiene las Banderas X «Millán-Astray» y XIX
«De Operaciones Especiales Maderal Oleaga».
En 1985, nuevo traslado de la Subinspección de la
Legión, que junto con la Academia de Mandos Legiona-
rios y la Música son reubicados en Málaga.
En 1986 son disueltas las Banderas III y VI.
En 1988 es disuelto el Grupo Ligero de Caballería y
la Subinspección pasa a ser denominada Mando de la
Legión (MALEG).
8
En 1989 es disuelta la Academia de Mandos Legio-
narios.
El 1 de julio de 1995 se creó la Brigada de la Legión
(BRILEG) «Rey Alfonso XIII» de guarnición en Viator,
Almería. Estaba integrada por la Fuerza de Acción Rápi-
da (FAR) y un Mando y Cuartel General, Unidad de Inte-
ligencia, Compañía de Carros de Combate, Centro Fi-
nanciero, Unidad de Música, Compañía de Defensa Con-
tracarros, el Tercer Tercio con la VII y VIII Banderas, el
Cuarto Tercio con la X Bandera, el Grupo de Artillería, la
Unidad de Zapadores, la Unidad de Transmisores y el
Grupo Logístico. El Jefe de la Brigada es un general.
En 1977 se crea la Bandera de Cuartel General que
reúne la Compañía del Cuartel General, la Compañía de
Transmisiones, la Compañía de Defensa Contracarros y
la Unidad de Inteligencia.
Los Tercios Primero y Segundo continúan al presen-
te como Fuerzas de Defensa de Área respectivamente
de Melilla y Ceuta y el Cuarto Tercio (Ronda, Málaga) de
la XIX Bandera de Operaciones Especiales (Maderal
Oleaga), depende operativamente de la FAR (Fuerza de
Acción Rápida) del Ejército de Tierra, organismo creado
en 1992 bajo el mando de un general de división.
13. El servicio de la Legión en la guerra
La Legión peleó en cuanta guerra tuvo intervención
España, después de su creación.
Participó de la pacificación de Marruecos (1921-1927).
En 1921 enfrenta a las fuerzas rebeldes de Abd El-
Krim salvado a la ciudad de Melilla.
En 1934, durante la malhadada II República, la Le-
gión participa con sus Banderas III, V y VI de la pacifica-
ción cuando la revuelta de Asturias.
En la guerra de 1936-39 participa desde el comien-
zo, invadiendo la zona republicana desde el sur.
En 1956-58 participa en la campaña militar de Ifni-Sáha-
ra donde la Legión cosecha gran cantidad de condecoracio-
nes individuales y colectivas (en 1958 ya tenía acreditadas
22 Cruces Laureadas individuales y 7 colectivas, además
de 211 medallas militares individuales y 22 colectivas).
En 1992 la Agrupación Táctica Málaga (constituida por
hombres de los cuatro Tercios de la Legión va a Yugoslavia
en misión humanitaria integrándose al conjunto de las Fuer-
zas de Protección de las Naciones Unidas (UNPROFOR).
Luego se agrega la Agrupación Canarias, uno de cuyos
hombres, el teniente Arturo Muñoz Castellanos se consti-
tuye en el primer caído legionario en misiones de paz.
En 1996, la Brigada de la Legión «Rey Alfonso XIII»
(BRILEG), que había sido creada dos años antes, se
encuadró como la Brigada Almería integrándose a las
Fuerzas de Estabilización de la OTAN (SFOR) en territo-
rio de la desaparecida Yugoslavia.
En 1997 se formó como Grupo Táctico Serranía de
la Ronda y participó como misión de ayuda humanitaria
en la Operación Amanecer en Albania.
En 1999, con efectivos de la Brigada de la Legión
(BRILEG) se constituyó el Grupo Táctico Valenzuela in-
tegrado a la Fuerza Internacional de Seguridad para
Kosovo (KFOR) dentro de la llamada Operación Joint
 9 ¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
Guardian. Posteriormente se integraría el Grupo Táctico
de Reserva Colón y la Agrupación Táctica Farnesio. Una
Compañía de esta Agrupación participó de la misión Co-
secha Esencial, en Macedonia.
14. El Credo Legionario
En 1923 Millán-Astray escribió un libro titulado La
Legión (aunque se refería al Tercio, él siempre llamó al
cuerpo Legión), editado en Madrid por V. H. Sanz Calle-
ja. En él aparece publicado para el gran público el famo-
so Credo de la Legión, que Millán había escrito ya a poco
tiempo de la inauguración del Cuerpo y era ampliamente
enseñado y cumplido por el personal militar legionario.
Después, hubo varios que propusieron agregados o
enmiendas (el propio Franco tachó unas palabras), y
hasta el mismísimo Ministerio de Guerra intentó actuali-
zar sus entradas o «espíritus» tachando de anacrónicas
algunas de las escritas por el Fundador, pero ninguna de
esas novedades prosperó y, en la actualidad, sigue vi-
gente tal cual fue escrito por Millán.
Éste es su texto:
1. El Espíritu del legionario: Es único y sin igual, de
ciega y feroz acometividad, de buscar siempre acor-
tar la distancia con el enemigo y llegar a la bayoneta.
2. El Espíritu de compañerismo: Con el sagrado jura-
mento de no abandonar jamás a un hombre en el
campo hasta perecer todos.
3. El Espíritu de amistad: De juramento entre cada dos
hombres.
4. El Espíritu de unión y socorro: A la voz de ¡A mí La
Legión!, sea donde sea, acudirán todos y, con razón
o sin ella, defenderán al legionario que pida auxilio.
5. El Espíritu de marcha: Jamás un legionario dirá que
está cansado, hasta caer reventado. Será el cuerpo
más veloz y resistente.
6. El Espíritu de sufrimiento y dureza: No se quejará
de fatiga, ni de dolor, ni de hambre, ni de sed, ni de
sueño, hará todos los trabajos, cavará, arrastrará ca-
ñones, carros; estará destacado, hará convoyes, tra-
bajará en lo que le manden.
7. El Espíritu de acudir al fuego: La Legión desde el
hombre solo hasta La Legión entera, acudirá siem-
pre donde oiga fuego, de día, de noche, siempre,
siempre, aunque no tenga orden para ello.
8. El Espíritu de disciplina: Cumplirá su deber, obede-
cerá hasta morir.
9. El Espíritu de combate: La Legión pedirá siempre,
siempre, combatir, sin turno, sin contar los días, ni
los meses, ni los años.
10. El Espíritu de la muerte: El morir en el combate es
el mayor honor. No se muere más que una vez. La
muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible
como parece. Lo más horrible es vivir siendo un co-
barde.
11. La Bandera de La Legión: es la más gloriosa por-
que está teñida con la sangre de sus legionarios.
12. Todos los hombres legionarios son bravos: Cada
Nación tiene fama de bravura; aquí es preciso de-
mostrar qué pueblo es el más valiente.
(Aunque no son exactamente parte del credo, se
le incluyen siempre los tres vivas que se lanzan en todo
acto ceremonial legionario desde su fundación: «¡Viva
España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión!». Los vivas se gri-
tan por parte de todos los legionarios presentes en el
acto, al unísono, a modo de clausura y a la voz del oficial
superior legionario presente, quien siempre los deman-
da con la misma frase con que lo hacía Millán Astray,
hoy tradicional: «Con el gorrillo en la mano y el brazo en
alto, gritad conmigo:[...]».
III. Sigue la carrera
de Millán-Astray
15. Destituido por la politiquería
En lo que respecta a Millán Astray, el 3 de noviem-
bre de 1922 se le condecora a causa de las graves heri-
das que había recibido en acción, en la que intervino
personalmente no obstante que ejercía el mando supe-
rior del Cuerpo.
Sin embargo, víctima de intrigas políticas y de la
envidia de muchos, diez días más tarde, el 13 de no-
viembre, es destituido por la Junta de Defensa.
Pero vuelve a ejercer el comando de la Legión des-
de febrero de 1926 hasta noviembre de 1927, cuando
debió ceder el cargo por haber sido ascendido a general
de brigada. (11)
En 1930, durante el gobierno provisional de Alcalá
Zamora, siendo ministro de guerra el masón Manuel Aza-
ña, en el entorno de una reorganización de las fuerzas
armadas que este enemigo de España dirigía, a Millán
Astray lo pasaron a retiro. Corrieron la misma suerte
muchos distinguidos oficiales, cuya única falta a los ojos
de aquellos sinvergüenzas gubernamentales era la de
no ser suficientemente adictos al nuevo régimen o sim-
plemente sospechosos de oposición al gobierno. ¡Vaya
demócratas! (12)
16. Repuesto en su carrera por el cambio
en la politiquería
Pero en 1933, con el triunfo electoral de la CEDA
esas reformas militares fueron canceladas y Millán As-
tray volvió a la actividad el 8 de octubre de 1934. El 14
de mayo de 1936 pasó al Cuerpo de Inválidos y obtuvo
permiso de la superioridad para viajar a la Argentina. Allí
lo sorprendió el inicio del Alzamiento, lo que lo apuró a
regresar inmediatamente a España con el propósito de
unirse al servicio de las tropas nacionales.
17. Su actuación burocrática durante la
guerra civil
Pero dada su condición física lamentable, no recibió
un mando efectivo de tropas, sino que se desempeñó en
diversas funciones burocráticas y de promoción de la
nueva España que asomaba tras la esperada victoria,
durante todo el conflicto (1936-1939) y en todo momento
¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
laboró por la consolidación en el mando de su viejo ami-
go y camarada Francisco Franco. Organizó y dirigió la
Oficina de Prensa y Propaganda del bando nacional.
Su voluntad era la de pelear en el frente, y se hubie-
ra enrolado como simple suboficial en cualquier Bande-
ra legionaria de no haber recibido de Franco, ya ungido
Caudillo de España, la orden tajante de abstenerse y
colaborar en la retaguardia. Y a fe que lo hizo con dedi-
cación, poniendo al servicio de la causa nacional su ver-
bo encendido y su pluma ilustrada.
Después de la guerra, ocupó varios cargos adminis-
trativos militares hasta su fallecimiento en 1954, a sus
75 años de edad. Años trabajados al servicio de España
y de su gente, en el cual donó su sangre, su brazo iz-
quierdo, su ojo derecho, buena parte de su dentadura,
una pierna que quedó casi inútil y un trozo de su pecho.
¡Infame el que se atreva a manchar su memoria!
18. Su entusiasmo por el canto
Millán-Astray pensaba que el canto del guerrero es
fundamental para fortalecer su temple y su coraje Vea-
mos lo que escribe Rafael Abella en Por el imperio hacia
Dios. Crónica de una posguerra (1939-1955), Planeta,
Barcelona, 1978, transcribiendo lo escrito a su vez por
Millán-Astray:
«Mi lema de guerra es Legionarios a luchar, Legio-
narios a morir. Y cuando los legionarios luchamos y cuan-
do vemos de cerca a la muerte, cantamos el Himno de
la Legión y cuando estamos alegres y contentos, tam-
bién lo cantamos, porque en el Himno de la Legión es-
tán las esencias más puras de nuestra alma: no sólo en la
letra, sino en la música, en el cante de los compases y en
la vibrantes notas de las cornetas. Por eso, cuando en los
hospitales me hacían curas dolorosas de las heridas, en
la habitación de al lado ponían un piano y un legionario
tocaba el Himno de la Legión y El Novio de la Muerte
para no sentir el dolor. Otra vez, cuando acababan de
amputarme el brazo, los legionarios heridos que estaban
en aquel hospital se tiraban de sus camas, lo mismo los
que podían andar como los que no, y -éstos arrastrándo-
se- vinieron a mi cuarto a cantarme el Himno de la Le-
gión: yo también me tiré de la cama y puesto firme, rígido,
canté con ellos. Otra vez cuando me trasladaron en una
camilla de un hospital a otro, herido de cruel balazo que
me atravesó la sien, al pasar por Riffien, que es el cuartel
de la Legión, salieron todos a cantar el Himno de Guerra
y me tiré de la camilla y canté con ellos también: y cuando
enterramos a un legionario, cantamos y cuando vence-
mos, cantamos y cuando desafiamos al enemigo, canta-
mos porque el cántico –en ciertos momentos– es un reto
y un desafío. Y cuando la situación en un combate es de
máximo peligro y se acerca más la muerte, la Legión an-
tes de morir –pues jamás se rinde– canta... Ésa es la can-
ción que nos sirve de aliento en el combate.
19. Sus últimos años
Millán Astray, militar desde su adolescencia hasta
su muerte, nunca tuvo preferencias políticas partidarias;
10
no fue falangista ni amigo de la Falange (tampoco fue su
enemigo ni opositor); en cuanto a alguna expresión fa-
vorable al fascismo, debe ser interpretada como de apo-
yo al mundo de los no liberales, responsables del comu-
nismo internacional y de haber facilitado su instalación
en su querida patria. Nada tuvo en común con el Partido
Fascista italiano ni con el Nacionalsocialista alemán.
Quien diga lo contrario, miente.
En los últimos años de su vida el general Millán As-
tray se ocupó en asuntos de caridad y relacionados con
la Iglesia Católica (como una memorable colecta de 75.000
pesetas –¡de entonces!– para vestir adecuadamente a los
niños pobres que tomaban su Primera Comunión).
Visitaba frecuentemente las unidades legionarias y
ayudaba en cuanto podía a los legionarios heridos, así
como a los arruinados por el alcohol y las drogas (que
corrieron bastante en la Legión, en épocas en que los
efectos tan negativos de la cocaína no eran todavía bien
conocidos como lo son hoy en día).
Era frecuente verlo abriendo su billetera y poniendo
unas pesetas en manos de algún legionario afligido «por-
que no tenía dinero para una buena borrachera». Millán
los comprendía muy bien a esos hombres desarraigados,
cuya única raíz en la vida era ahora la Legión, lejos de
afectos familiares y hasta de la práctica de sus idiomas
nativos. Él había combatido junto a ellos, codo a codo y
se había expuesto igual que ellos al fuego enemigo, como
lo atestiguaban sus múltiples heridas y mutilaciones. Era
casi un milagro que no hubiera sido muerto en combate.
El general escribió un libro sobre la guerra.
20. Su última voluntad
Cuando falleció el primero de enero de 1954 ha-
cía ya cinco meses que la enfermedad cardíaca lo rete-
nía en casa. Durante sus dos últimos meses de vida,
cuando ya el general esperaba el día de su muerte, dictó
varias disposiciones testamentarias. Entre sus disposi-
ciones, resaltan frases como éstas:
«He procurado seguir el camino del amor
a Dios, el culto a la Patria, al honor, al valor,
a la cortesía, al espíritu de sacrificio, a la ca-
ridad, al perdón, al trabajo y a la libertad con
justicia. O sea el camino de los caballeros…».
«Quiero que mi caja [ataúd] sea muy sen-
cilla. Que pongan [sobre él] mi gorro legiona-
rio y un guante blanco...».
«Que sean mis legionarios quienes me
metan en la fosa».
Su última voluntad se cumplió a cabalidad. Y en su
ciudad natal, La Coruña, se le erigió un modesto monu-
mento pedestre, donde su figura tiene casi las dimensio-
nes naturales de su cuerpo. Está expuesta al aire libre, a
las cagarrutas de los pájaros y a la roña de la basura
que le arrojan algunos estúpidos cobardes que creen
poder vengarse de unas afrentas que jamás recibieron
ensuciando la estatua del prócer.
11 ¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
Últimamente las «autoridades» nazi-onalistas galle-
gas están procurando retirar el monumento de la vía pú-
blica. Y yo digo que es mejor así; que lo hagan.
Porque no se merecen una estatua del viejo y va-
liente general, que hizo flamear triunfante la bandera es-
pañola en mil trincheras. Les queda demasiado grande.
Falleció siendo Director General del Benemérito
Cuerpo de Caballeros Mutilados de Guerra por la Pa-
tria. Sus restos mortales descansan bajo una losa en el
Cementerio de Nuestra Señora de la Almudena, con el
siguiente epitafio:
«D. José Millán-Astray y Terreros, Caballero Legio-
nario. Por Dios y por la Patria»
El general de brigada don José Millán Astray, care-
cía de ambiciones materiales y de ambiciones mundanas.
El amor de su vida fue España y su más amada descen-
dencia, fuera de su hija Peregrina, son todos los legiona-
rios que fueron, que son y que serán, para siempre.
IV. Las mutilaciones
sufridas en combate
21. Las cuatro gloriosas heridas
–El 17 de septiembre de 1921 cae herido gravemente
en el pecho cuando, al frente de sus legionarios,
desaloja al enemigo de la posición «Tetas de Nador».
–El 10 de enero de 1922 en el blocao «Gómez Arte-
che» (Ceuta) es herido de bala en la pierna izquier-
da y permanece en primera línea hasta que finaliza
el combate, sin que de sus labios salga una queja.
–El 26 de octubre de 1924 en el Fondak de Ain-
Yeddida (Tetuán) una bala le destroza el brazo iz-
quierdo, teniendo que serle amputado.
–El 2 de marzo de 1926 pierde el ojo derecho en la
ocupación de Loma Redonda (Tetuán), sufriendo
también grandes desgarros en el maxilar que le
afectan a la mejilla y la dentadura.
V. El enfrentamiento con
Unamuno en Salamanca
22. Millán-Astray, el mutilado glorioso
La figura de Millán-Astray, no la retórica, no la vir-
tual, sino la física, plasmada en abundantes fotografías
y filmaciones de la época, muestran a un hombre con un
cuerpo impresionantemente torturado por las heridas y
las mutilaciones. Cualquier persona normal, esto es, una
que piense con normalidad y esté más o menos sana
corporalmente, se estremecería de tan sólo imaginarse
metida en ese cuerpo, sufriendo los dolores y las limita-
ciones de su dueño. Pero no los basureros, ésos que no
valen una escupida y que se entretienen en buscar fal-
tas, errores y delitos en la biografía de hombres que se
ubicaron en el bando nacional. Es bueno recordarles a
los rojillos de pacotilla, cada vez que abran la sucia boca
o escriban su basura, la paliza que esos hombres que
ellos insultan ahora que están muertos, les dieron a los
perros sangrientos que ellos pretenden reivindicar. Ha-
cerles rememorar cómo los asesinos rojos, tan sober-
bios en su intransigencia y arrogancia, tan valerosos para
apalear curas, vejar monjas y torturar mujeres y niños en
las chekas se entregaron como corderitos cuando llega-
ron los buenos, pero los buenos con armas, no aquellas
pobres víctimas que ellos estaban acostumbrados a in-
juriar, a torturar y a asesinar alevosamente. Y cómo los
soberbios guerreros del puño en alto se lo metieron bien
a la sombra y se entregaron suplicando misericordia,
cuando no huyeron corriendo más veloces que las lie-
bres. Contaron los falangistas cómo los famosos gudaris
que iban a impedir a todo trance el paso de los naciona-
les, apenas aparecían las camisas azules de la Falange
mostraban la grupa y huían sin pegar ni un tiro de salva. Y
cómo los nacionales entraron en Barcelona y el pueblo en-
tero de la ciudad salió a recibirlos pleno de júbilo y llorando
de alegría por la liberación. Por algo habrá sido, y hay no
sólo fotos sino también películas que lo demuestran a ca-
balidad. ¿Qué van a decir los basureros de esos testimo-
nios del pueblo entero de Barcelona y de Madrid (con la
sola ausencia de los delincuentes consuetudinarios que
otrora campeaban por sus calles en plan de «milicianos»)
saludando con entusiasmo y vitoreando a las tropas na-
cionales? ¿Que están trucados con ordenadores?
Hombres como el magnífico legionario Millán-Astray
les dieron a los perros sangrientos lo que se merecían, de
modo que ahora, aunque quieran cambiar la historia, no
van a cambiar el hecho de que los corrieron a tiros y aca-
baron con aquella peste enseñándoles luego a trabajar.
Estos lechuguinos que ahora se hacen los continua-
dores de aquellos asesinos que la España nacional aco-
rraló y barrió de las calles y de los campos, no son sino
unos gamberros de inferior categoría –más bien, sin ca-
tegoría alguna– que buscan engañar a la gente joven
haciéndoles imaginar que creen en la democracia y bla,
bla, bla; pero que solamente buscan ubicarse en las múl-
tiples canonjías que el régimen gobernante crea, solven-
tándolas con el dinero de los trabajadores mal pagados y
siempre al borde del paro, para formar una nueva clase
de vividores que haga de colchón entre la gente honrada
y la casta superior de los políticos servidores del nuevo
orden mundial. Para ellos, todo mi desprecio.
Lo cierto es que el general Millán-Astray quedó para
muchos ignorantes estereotipado en la figura de un mili-
tar arrogante y brutal frente a una lumbrera intelectual e
inocente; el cuento del malo y el bueno. Me refiero a
que, si uno se guía por lo que ve escrito especialmente
en Internet, lo único notable que habría hecho Millán-
Astray en su vida habría sido aquella discusión con
¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
Unamuno en la Universidad de Salamanca en 1936. Por
suerte, si recapacitamos comprenderemos que, mientras
que esa cuestión sólo entretiene a unos pocos, y menos
aún son aquéllos que le asignan alguna importancia, por
el otro lado, la memoria del general permanece inmarce-
sible en el corazón de las sucesivas generaciones de
militares, que lo recuerdan cada año, varias veces, con
amor y con admiración. No creo yo que lo mismo suceda
con la memoria del vasco.
Pero como haya quienes quieran saber la verdad de
la verdad, no quedarse con lo que les dicen los basure-
ros, veamos qué pasó realmente aquel 12 de octubre de
1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca.
Todo hecho tiene sus precedentes, por espontáneo
que fuere. Y aquel suceso los tenía y sus raíces arranca-
ban de varios años atrás.
23. ¿Qué era y quién era Unamuno?
Ante todo, es bueno recordar quién era Unamuno –
de Millán ya lo dije casi todo–.
Este sujeto era lo que los franceses llaman, propia-
mente, un merdeur, un enmerdador; una de esas perso-
nas que todo lo embrollan, que tiran maledicencia a dies-
tra y siniestra y arriba y abajo, como quien pone un pa-
quete de merde frente al ventilador. Un mono con ame-
tralladora. Actúan así porque tienen un hondo complejo
de inferioridad, una profunda inseguridad, y tratan de so-
bresalir y hacerse notar como fuere, eso sí, siempre den-
tro del personaje que han construido para sí mismos.
Unamuno se había construido en largos de años de
estériles faenas la figura de un gran intelectual, un inte-
lectual de campanillas (de esos que miran de soslayo al
humilde trabajador, porque ellos con las manos apenas
si hacen las tareas elementales de todo ser humano; ni
un ademán de más).
Ególatra y perplejo, creyó haber sido el verdadero
inventor de la paradoja, esto es, la contradicción, y a fe
que él se contradecía permanentemente –lo que sólo
hubiera actuado en su perjuicio– pero es que también con-
tradecía a todos y a cualquiera, por lo que fuere. Era el
prototipo del español soberbio y, en el fondo, ignorante, ése
que entra al bar donde varios se enfrentan a gritos y él va y
les dice: «—No sé de qué discuten, pero me opongo».
Un sujeto que no lo quiere a Unamuno (pero menos
nos quiere a nosotros), el escritor Luciano G. Egido, ren-
coroso como todo zurdo, le hace la disección a la perso-
nalidad de Unamuno porque éste (acomodaticio de toda
la vida) apenas estalló la rebelión nacional se puso de
su parte –después de haber vertido su baba intelectual
cantándole loas a la república sangrienta. En su conoci-
do libro Agonizar en Salamanca (Unamuno, julio-diciem-
bre de 1936) Egido lo caracteriza al vasco de aquel año
de 1936 como: egoísta, envidioso, adulador y cobarde,
rencoroso y soberbio, senil y energuménico. Si un ene-
migo de Millán como lo es Egido dice esas cosas de
Unamuno, debemos creerlo… pero desconfiando (por-
que es muy probable que se haya guardado algunos
adjetivos más injuriosos todavía, con tal de no rebajarlo
más aún ante la personalidad del general legionario con
12
el que habría tenido el famoso enfrentamiento en la Uni-
versidad de Salamanca; porque todo cuanto se diga en
contra de Unamuno va a ir a engrandecer la figura de
Millán-Astray; situación ésta que no la planteamos no-
sotros –los nacionales de España– sino los perdidosos
nostálgicos de la rojería apátrida).
Unamuno se comportó así toda su vida; solamente
que de ésas sus contradicciones, ésas sus felonías, ése
su orgullo rancio de presunto gran pensador (toda una
campaña vitalicia de mercadeo para colocarse donde
pudiera quedar acomodado como primera figura y de
paso embolsar buen dinero sin trabajar, que es el modus
vivendi y el desiderátum de todos los intelectuales) no
se dice nunca nada, de eso no se habla. Lo único en que
los rojizos pueden concordar con Unamuno es su pre-
sunto discurso en el paraninfo de la Universidad de Sa-
lamanca el 12 de octubre de 1936. Nada más. Porque
incluso su anterior babosa loa al «socialismo científico»
de Marx, (13) más tarde Unamuno la desestimó tratando
de que pareciera una mala interpretación ajena. O su afi-
liación al socialismo, (14) de la que luego defeccionó (como
acostumbraba defeccionar de todo, y a ese infeliz y pueril
proceder él lo llamaba «sus paradojas» y pretendía que
nadie era capaz de entenderlas, sino sólo él). (15)
Véase el lenguaje consentido con el que almibaran
los basureros el exabrupto del vasco (que luego, visto
que el tiro le salió por la culata, trató una vez más de
«paradojarlo» haciendo declaraciones a la prensa, a cada
cual más servil, buscando una disculpa que, esta vez,
no le dieron y así murió dos meses más tarde entre arre-
chuchos de pavor) (16). Dice el plumífero Santos Do-
mínguez, comentando el libro de Egido:
«Unamuno […] buscó la ocasión propicia de acallar
los remordimientos. La encontró el 12 de octubre en el
famoso acto del día de la raza en el Paraninfo. La apro-
vechó con valiente dignidad y disculpable atropello
en una conocida declaración desde aquella tribuna».
Valiente «dignidad»: ¡vaya! ¡Si ante la reacción coléri-
ca del general –a quien acababa de insultar y rebajar en
sus barbas– salió de allí amedrentado como piojo corrido
por el peine, sujetándose del brazo de la mujer de Franco!
«Disculpable atropello»: sólo al atropellado puede
disculpar, no cualquier otro, y menos aún, un charlatán
que ni siquiera había nacido cuando estas cosas pasa-
ban en España. (17)
24. ¿Qué pasó en Salamanca el 12 de
octubre de 1936? (I)
Lo que antecede va simplemente como una muestra
de la forma despreciable con que se manejan los charle-
tas de la «memoria histórica». LOS QUE PRETENDEN
QUE NOS OLVIDEMOS DE LOS TANTOS MILES DE
TORTURADOS, ROBADOS, MACHACADOS, VEJA-
DOS, ASESINADOS QUE FUERON LAS VÍCTIMAS DEL
ROJERÍO APÁTRIDA hasta que la reacción nacional LO
BARRIÓ de la vida española.
Pero lo que no hay que dejar de percibir en esas
palabrejas de Domínguez, es la convalidación de lo que
es cierto aunque ignorado por la mayoría de la gente:
13 ¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
que el vasco rencoroso tenía ganas de zarandear a Mi-
llán Astray. Ello así, porque éste tiempo atrás había de-
safiado al barbado intelectual a que le repitiera en la cara
los infundios que le había lanzado en ausencia, en un
lugar al que ambos solían concurrir. (18) Y claro está,
ante aquel envite –y teniendo en cuenta aquello de que
un intelectual no se mancha las manos con sangre–
Unamuno se escurrió y no se dejó ver más por el lugar…
Se entiende, ¿no?
Entonces, para reponer su autoestima fue que pro-
vocó la zarabanda confiando en que su presumido pres-
tigio lo iba a mantener al margen de toda reacción. Pero
se equivocó –una más de entre las muchas equivocacio-
nes de su vida–; y en pocos días, no Franco ni los fa-
langistas (19) sino sus propios pares, lo despojaron
de su decanato en la Universidad, de su cargo de conce-
jal en la ciudad y de su condición de socio y presidente
del Casino de Salamanca y lo mandaron a su casa en
calidad de arrestado domiciliario. Sus colegas le die-
ron la razón a Millán Astray, ésta es la verdad históri-
ca. Y eso que el general no era para nada una figura
popular, de ésas que seducen a la multitud de los ina-
nes. Por lo que toda vez que se menciona el entredicho
de la Universidad de Salamanca con Millán-Astray como
un triunfo de Unamuno, se lo debe considerar como una
nueva tergiversación del enemigo. Y si uno de los nues-
tros «compra» esas versiones hechas correr por el ene-
migo, se lo debe despertar de su gilipollez… si fuere
menester, con un acertado puntapié en glútea parte. Por-
que ya tenemos suficiente con que el enemigo se com-
porte como tal, y no hay ninguna necesidad de soportar
a los tontos que creen que hay que ser con él, imparcial
ni benevolente. A Dios rezando y con el mazo dando.
Con respecto a lo acaecido en sí mismo, sólo hay
versiones publicadas por gente que no estuvo en el lu-
gar ese día.
En consonancia con la gravedad de los hechos, los
principales protagonistas y testigos quisieron restarle tras-
cendencia y evitar el escándalo, porque la guerra recién
había empezado y no se tenía todavía la certeza de la
victoria, aunque sí la fe.
La irresponsabilidad de Unamuno se hace más pa-
tente aún si se considera que en su discurso contestata-
rio y vindicativo se atrevió a apostrofar al mismísimo ban-
do nacional (los militares, los falangistas y el resto del
pueblo que atacaba al rojerío apátrida para terminar con
sus incalificables desmanes) en circunstancias en que
se estaba librando una terrible guerra civil. Insisto: EN
TIEMPO DE GUERRA, en que el menor gesto en contra
se interpreta como TRAICIÓN.
El vasco dijo ese versito que tan maravillados y pati-
tiesos los deja a los innumerables pájaros bobos que
han sido y son: «Venceréis pero no convenceréis», que
es lo mismo que si se hubiera mandado un escupitajo o
un vómito: cosas llamativas y revulsivas pero carentes
de cualquier valoración moral. ¿Qué tienen de común
vencer y convencer? La terminación en «er» y nada más.
Lo cierto es que los nacionales vencieron al zurderío
y lo metieron en caja (según parece, Unamuno estaba
ese día más cierto del triunfo nacional que los propios
jefes nacionales). ¿Y aquello de convencer a los espa-
ñoles? Pues, mira si no quedaron convencidos, que cuan-
do el Régimen de Franco hizo un referéndum para que el
pueblo decidiese si querían la república o la monarquía,
más del 90 por ciento de los sufragantes votaron contra
la república, cuyo amargo recuerdo les revolvía los estó-
magos treinta años después de su caída. Una vez más,
Unamuno se equivocó. Y una vez más se equivocan con
él los tontos que lo tienen por un gran «intelectual», cuan-
do no era mucho más que un pavo real.
25. ¿Qué pasó en Salamanca el 12 de
octubre de 1936? (II)
Aquel día, se celebraba el doce de octubre como
fecha patria nacional de España, después de varios años
en que esa fecha había estado cuestionada por el roje-
río (que de la grandeza de España, ná de ná). Unamuno
era el rector, por eso estaba ahí. Millán-Astray había con-
currido por dos causas: una, funcional, por cuanto era el
Director de Prensa y Propaganda del Alzamiento, y otra,
porque quería que el vasco lo viera a la cara para recor-
darle que sus calumnias injuriosas, propaladas en ausen-
cia del general, es decir, propiamente a sus espaldas, no
habían sido olvidadas por éste y que esperaba cobrárse-
las o con una disculpa pública, o con un reto a duelo. No
sabemos qué hubiera pasado si el altercado famoso no
hubiera sucedido, provocado por el vasco para salvar su
pellejo, porque de haberse cursado el acto público pacífi-
camente, es casi seguro que Millán lo habría buscado a
su término a Unamuno y le habría estrellado un guante
blanco en la cara. Pero ciertamente Millán nunca habría
interrumpido la ceremonia académica provocando un es-
cándalo, como lo provocó el rector –insisto en mi opinión
de que lo hizo para salvarse de una inminente inmersión
en la humillación pública, que bien merecida la tenía.
El relato más en boga de lo que sucedió en el para-
ninfo de la universidad salmantina, es el del inglés Hugh
Thomas, que recogió chismes y diretes de aquí y de allá.
Este relato adocenado se lo encuentra por Internet has-
ta saturar los c…, de modo que no es ni necesario ni
conveniente ponerlo aquí, ya que el hereje Thomas pre-
tende ser neutral y lo que hace es, como siempre hacen
los herejes, poner por buenas sus preferencias. Vamos
pues, a un autor nacional.
José María Gárate Córdoba escribió un libro titulado
Los intelectuales y la milicia. Allí dice [las negritas y los
corchetes son míos]:
«Su adhesión al Alzamiento [por parte de Unamuno]
había comenzado refrendada con un donativo de cinco
mil pesetas a la suscripción nacional, como él mismo
explicó a La Prensa bonaerense [el diario La Prensa de
Buenos Aires, que aún aparece] el 15 de agosto. Desde
entonces se sucedieron sus constantes testimonios. El
20 de ese mes, en nombre del claustro de la universidad
de Salamanca, que como Rector presidía, dirigió un co-
municado a todas las del mundo, denunciando «los he-
chos criminosos llevados a cabo por los marxistas». Opi-
na García Escudero que fueron frecuentes sus relaciones
¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
con Franco, a partir del 1 de octubre en que éste fijó su
residencia en Salamanca, con manifiesta simpatía del
general hacia el rector. Pero se cansó pronto de su
actitud uniforme. El día 12, en la Fiesta de la Hispani-
dad, hizo el desplante solemne de protestar por el abuso
del término «anti España», lanzó el desafío de: «Vence-
réis pero no convenceréis», e insultó a Millán Astray, allí
presente, al decir: «España sin contar las Vascongadas
y Cataluña sería tan inútil como un cuerpo manco y
tuerto», [alusión directa a las mutilaciones de guerra que
sufría Millán] con lo que desataba las furias del general
mutilado mal atadas desde los años de la reconquista
del territorio de Melilla, cuando el escritor ofendía a
sus caballeros legionarios llamándoles indefectible-
mente «cortacabezas» y confundiéndoles en sus enu-
meraciones de la gente del hampa con «mafroditas»,
ladrones y busconas. Aquel enfrentamiento no era nue-
vo. Se habían producido otros antes, en días turbulentos
del Ateneo madrileño, porque los dos era ateneístas.
(20) Lo explicó así a Gómez Mesías al cabo del tiempo:
‘Un día hace años, [le dijo Millán-Astray a Gómez] en el
Ateneo dijo de mí que yo era un ladrón; que me ha-
bía hecho rico con los sacrificios y la sangre de los
soldados que peleaban en África. Eso no se perdo-
na’. El insulto a su gloriosa mutilación provocó el «¡Mue-
ra la inteligencia!» de Millán Astray, escandaloso en un
templo de ella, grito que Pemán, presente allí también,
aclaró diciendo que fue: «¡Mueran los intelectuales!, ¡los
falsos intelectuales, traidores!». Pero el general supo
lo que decía, porque el término «inteligencia» había
adquirido un carácter restrictivo y sectario desde que
Unamuno lo hipotecaba para uso exclusivo suyo y
los de su línea, rebelde a todo, los intelectuales que
rendían a la Inteligencia un culto casi idolátrico. (...)
a cada paso salían de sus artículos y discursos tales in-
vocaciones a la supremacía de la Inteligencia con ma-
yúscula, y tan reiterativa y empalagosa deificación de ella,
que bastarían para hacernos pensar que Millán-Astray
gritó realmente «¡muera la inteligencia!» y no «¡mueran
los intelectuales!», como Pemán rectificaba. Así lo dije
por intuición y más tarde leí que el general lo había
confirmado en carta a Antonio Paso.
El distingo no tenía más importancia que la de una
impresión personal, reciente y directa. Lo importante fue
que uno u otro ¡muera!, con toda la desgravación meta-
fórica que llevan en sí, lo lanzaba un evidente intelec-
tual. Millán Astray dijo lo que quería decir, porque
preparaba mucho sus «improvisaciones». Por su parte
Unamuno tenía un alma, un talante, una mímica y una
furia militares. Pues aunque disfrutase gritando ¡viva la
vida! y ¡muera la muerte!, cubría con sus gritos la agonía
cristiana y el sentimiento trágico que pedían una eleva-
ción de su sentida mística y que tenían en el teresiano
«muero porque no muero» la emoción hermana del grito
legionario. Unamuno, que zahería a Ortega escribiéndo-
le cultura con k, empalagaba tanto por su endiosada In-
teligencia, pensada con mayúscula, hipotecándola, in-
censándosela en cada página, que no es extraño que
provocase ansias gástricas a Millán-Astray, intelectual
14
de acción al modo de Maeztu, uno de «Los Tres» funda-
dores del noventayochismo literario».
La larga transcripción (dentro de la cual, las negritas
y lo puesto entre corchetes son agregados míos para
resaltar algunos conceptos) me libra de tener que glosar
y reescribir lo que están ya muy bien expuesto por el
citado autor. Me disculpo, eso sí, por haber intercalado
una copia tan extensa.
Resta decir que Francisco Franco, que al frente de
su Estado Mayor, residía en la ciudad a sólo cien metros
de la universidad, fue enterado de inmediato, como era
lógico, de lo sucedido (su esposa Dª Carmen Polo fue
protagonista desde el comienzo mismo, como que, lle-
gada al salón y no encontrando lugar principal donde
ubicarse, se quedó parada y tuvo Millán-Astray que gri-
tarle al «distraído» Unamuno un «Acomode usted a la
señora esposa del general Franco», lo que hizo mover-
se al vasco y la ubicó al lado suyo en el podio –y eso
posiblemente le salvó la vida).
Y es mentira que Millán-Astray hubiera ofendido a
los catalanes y a los vascos: la mención fue de uno de los
oradores previos, el profesor Francisco Maldonado (¿des-
cendiente, o simplemente homónimo, del famoso comu-
nero castellano del siglo XVI?), que dijo de los naciona-
listas de esas regiones, no de todo su pueblo, que eran
«cánceres en el cuerpo de la nación» [y lo siguen siendo
hoy] y que «el fascismo los iba a exterminar». Unamuno
se agarró de esas palabras encendidas (y quizá impru-
dentes en ese entorno académico) del profesor salmanti-
no y en cuanto se apoderó de la palabra se hizo el que lo
tomaba como insulto personal diciendo que él mismo era
vasco y cuánto había hecho no obstante por la cultura
castellana, y que el obispo allí presente (presencia inútil
cual teta de gallina) era catalán. Dijo Unamuno:
«Quiero hacer algunos comentarios al discurso, por
llamarlo de algún modo, del profesor Maldonado. De-
jaré de lado la ofensa personal que supone su repenti-
na explosión contra vascos y catalanes. [sic] Yo mis-
mo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo [señalando
al prelado, a su izquierda], lo quiera o no lo quiera, es
catalán, nacido en Barcelona».
Su flagrante descalificación del Alzamiento en base a
una tergiversación más que evidente, hecha en la cara de
los asistentes que no eran precisamente unos ignorantes,
pues está claro que sirvió para sus fines de soliviantar a
muchos de los presentes y provocar el zafarrancho que lo
salvaría del guantazo vindicativo del general legionario.
Franco no dudó en darle la razón a Millán-Astray, y
eso no fue solamente porque ambos habían sido cama-
radas de armas y de la Legión, sumamente apegados.
Porque es sabido que Franco sólo manifestaba afecto a
quien o quienes le podían servir en sus designios o inte-
reses, y para entonces Millán-Astray ya no estaba en
condiciones de ejercer el mando militar y de prestar –a
criterio de Franco, no a criterio de otros– un servicio prin-
cipal al Alzamiento. Con decir que cuando Millán-As-
tray falleció, el 1 de enero de 1954, Franco ni siquie-
ra asistió al entierro, mandando a otro en su lugar…
Es que Unamuno les había soltado la bofetada de su
15 ¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
bífida lengua a quienes le habían recibido con afecto, lo
habían colocado en dos puestos públicos (reponiéndolo
en el rectorado que los republicanos le habían retirado)
y le mimaban el ego en todo momento. Signo evidente
de la locura senil que el vasco padecía en esos días fue,
en consecuencia, su impensable actitud.
Pero eso según Thomas y otros extranjeros, porque
hay una crónica distinta, que fue reproducida en la revis-
ta dominical Le Figaro Magazine (que, pese a su nom-
bre afrancesado, pertenece al periódico Diario 16, que
lo creó en sustitución del suplemento Gente). En la edi-
ción del día 1º de octubre de 1995 se trascribe una en-
trevista realizada en 1946 entre el periodista Cristóbal
Castro y José Millán-Astray. Allí Millán dice (las acota-
ciones entre corchetes son mías):
«Yo estaba en un estrado, sin puesto especial [esto
no es exacto o está mal interpretado, porque en la foto
que existe de esa reunión se lo ve a Millán en el podio
donde también estaban Unamuno y la mujer de Franco,
y entre Unamuno y el general estaba ubicado el obispo
de Salamanca Mons. Pla y Deniel] al lado del obispo de
Salamanca. Al ver que llegaba aquella señora (se refiere
a la mujer de Franco) sin que nadie le acompañase, y
que Unamuno (Rector Magnífico de la Universidad de
Salamanca) [estaba] en su sitial, [y] no se movía, le dije:
Señor Rector, acompañe al sitio que le corresponda a la
señora del Jefe del Estado. Obedeció dócilmente y la
sentó a su derecha».
Millán sigue diciendo que:
«Hablaron varios oradores y después lo hizo Pemán
con su peculiar oratoria, de un modo magistral» [De echo
esa misma noche Millán lo fue a ver a Pemán y le ofre-
ció en obsequio su medalla de Sufrimiento por la Patria,
en prueba de reconocimiento por su intervención en la
polémica del día. Pemán parece que no se la quiso que-
dar, sino que la besó y se la devolvió a Millán agrade-
ciéndole el gesto]. Luego, súbitamente, se levantó Una-
muno y dijo: ‘Yo presido esta fiesta en nombre del Jefe
del Gobierno del Estado’.»
Millán Astray interpreta que Unamuno rechazaba
así públicamente a Franco como Jefe del Estado.
A continuación Unamuno afirma que «No hay antipatria»,
sin duda contestando a algún orador previo. Millán Astray
interpreta esto como una defensa del bando enemigo.
Después Unamuno dijo: «Vencer no es convencer».
Millán Astray lo interpreta así: «O sea, que si ganamos la
guerra nosotros, sería por las armas pero no por la razón.»
Millán Astray continúa diciendo que:
«Después, y sin venir a cuento, Unamuno hizo gran-
des elogios de Vasconia y Cataluña, tomando como apo-
yo para ello hacer un elogio al obispo de Salamanca, allí
presente, que era nacido en Cataluña. Luego, y también
sin motivo, habló de Rizal, el cabecilla filipino del movi-
miento del año 1896» [como se ve, en esta entrecortada
entrevista parece que hubo más discurso del que se
menea continuamente por los libros y los foros de Inter-
net, a partir de la versión, seguramente formada de re-
junte, del hereje Thomas. Porque lo de Rizal no figura en
ninguna de esas otras versiones].
Millán Astray ve en las palabras de Unamuno una
alusión contra Fernando Primo de Rivera e indirectamente
contra Franco.
Para cerrar su discurso, Unamuno hace una protes-
ta contra determinadas damas que llamándose cristia-
nas se recrean presenciando fusilamientos en esta zona
[otra parte que tampoco figura en la versión de Thomas,
de la que todos van a abrevar].
Millán Astray fija en este momento su intervención y
rememora que dijo: (las negritas y las acotaciones son mías):
«Entonces yo me levanté y en forma tranquila dije:
‘Quiero hablar’. Unamuno contestó: ‘No se autoriza la
palabra’. Yo, como respuesta me dirigí a los presentes y
repetí: ‘Quiero hablar’. Hablé y dije literalmente: ‘Estudian-
tes universitarios, los que ahora podéis escucharme y los
que no podéis porque estáis en las trincheras defendiendo
a Dios y a la Patria. Cuando termine la guerra con la victo-
ria que Dios nos dará, tened mucho cuidado al escuchar
las palabras de ciertos hombres que, dominando el
léxico y con perversa intención, hacen juegos mala-
bares con las palabras y los conceptos, para llevar a
vuestros corazones al engaño’. [Y digo yo: si eso no iba
para Unamuno, no sé para quién más iría]. ‘Nada más
dije. Me aplaudieron’». –concluye Millán Astray.
En el mismo artículo se dice que el periodista y médico
Víctor Ruiz Albéniz (Chispero), abuelo paterno del actual
alcalde de Madrid (2008), Alberto Ruiz Gallardón, dice esto:
«Al terminar la conferencia vi a Unamuno, nervioso
y demudado, en la calle de salida de la Universidad. Me
dijo: ‘Albéniz, acompáñeme’. ‘¿Le pasa algo don Miguel?’,
le pregunté. Y Unamuno me contestó: ‘Sí, traía dos bom-
bas y se las he soltado’». [Como se ve, las diversas
versiones difieren, porque se ha dicho que la señora de
Franco no se contentó con acompañar hasta la puerta
de salida al rector, de modo que su custodia personal le
garantizase la indemnidad, sino que lo habría llevado en
su automóvil oficial hasta su casa. ¿Quiénes mienten,
las fuentes de Hugh Thomas o el periodista Albéniz?]
Así, pues, en esta versión y con la acotación de Al-
béniz (que hay que decir que era por entonces cronista
oficial de la guerra para el Cuartel General del bando
nacional, y que luego ocuparía elevados puestos en la
burocracia del régimen franquista), se muestra la verdad
sobre Unamuno, en cuanto a que fue al acto con la in-
tención de provocar el alboroto. Fin, para mí, de la incer-
tidumbre sobre lo que pasó aquel día en la universidad.
26. ¿Qué pasó en Salamanca El 12 de oc-
tubre de 1936? (III)
Para colofón, leamos al inglés Hugh Thomas (¡otra
vez!), que dice en su famoso libro sobre la guerra de
España (el corchete y las negritas son míos):
«Aquella noche, [la del enfrentamiento en la univer-
sidad] Unamuno fue al casino de Salamanca, del que
era presidente. Cuando los miembros del casino, algo
intimidados por estos acontecimientos, vieron la venera-
ble figura del rector subiendo las escaleras, algunos gri-
taron: «¡Fuera! ¡Es un rojo y no un español! ¡Rojo,
¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
traidor!». Unamuno entró y se sentó. Un tal Tomás Mar-
cos Escribano le dijo: «No debería haber venido, don
Miguel, nosotros lamentamos lo ocurrido hoy en la uni-
versidad, pero, de todos modos, no debería haber veni-
do». Unamuno se marchó, acompañado de su hijo, en-
tre gritos de «¡traidor!». El único que salió con ellos fue
un escritor de segundo orden, Mariano de Santiago. A
partir de entonces, el rector ya no salió casi nunca de su
casa, y la guardia armada que le acompañaba tal vez
era necesaria para garantizar su seguridad».
Es que, efectivamente, en ese momento Unamuno
era un auténtico traidor.
27. ¿Qué anduvo diciendo Unamuno
después del 12 de octubre?
Para finalizar con el tema, permítame el amigo lector
transcribir aún unas declaraciones que Unamuno efec-
tuó después del zafarrancho del 12 de octubre, que mues-
tra lo retorcido de su espíritu.
Refiere Guillermo Cabanellas (no confundir con el ju-
rista homónimo), historiador republicano y masón, exiliado
en la Argentina, en su libro La guerra de los mil días (Bue-
nos Aires, 1973) que mientras estaba semirrecluido en su
domicilio, con custodia armada en la puerta, Unamuno le
da una entrevista al escritor francés Jérôme Tharaud don-
de le dice (las acotaciones y las negritas son mías):
Tan pronto como se produjo el movimiento salvador
que acaudilla el general Franco, me he unido a él dicien-
do que lo que hay que salvar en España es la civilización
occidental cristiana y con ella la independencia nacio-
nal, ya que se está aquí, en territorio nacional, ventilan-
do una guerra internacional. (...) En tanto me iban horro-
rizando los caracteres que tomaba esta tremenda gue-
rra civil sin cuartel debida a una verdadera enfermedad
mental colectiva, a una epidemia de locura con cierto
sustrato patológico-corporal. Las inauditas salvajadas
de las hordas marxistas, rojas, exceden toda descrip-
ción y he de ahorrarme retórica barata. Y dan el tono
no socialistas, ni comunistas, ni sindicalistas, ni anar-
quistas, sino bandas de malhechores degenerados,
excriminales natos sin ideología alguna que van a
satisfacer feroces pasiones atávicas sin ideología
alguna. Y la natural reacción a esto toma también
muchas veces, desgraciadamente, caracteres freno-
páticos. [Aquí intenta, bien se ve, justificar a la milicia-
nada asesina ebria de sangre y enferma de odio, tratan-
do de transmitir que quienes cometían los horribles des-
manes que conocemos, eran unos cuantos delincuentes
comunes. Sí, Juan. Y que los que los iban a reprimir –los
falangistas– no eran mejores que aquellos delincuentes…
AL BRIGADIER GENERAL DON JOSÉ
MILLÁN-ASTRAY Y TERREROS
EJEMPLO INMARCESIBLE DE LA ESPAÑA GRANDE:
¡P R E S E N T E!
16
¡Qué asco!]. Es el régimen del terror. España está es-
pantada de sí misma. Y si no se contiene a tiempo llega-
rá al borde del suicidio moral.[¿?] Si el miserable go-
bierno de Madrid no ha podido, ni ha querido resistir la
presión del salvajismo apelado marxista, debemos te-
ner la esperanza de que el gobierno de Burgos tendrá el
valor de oponerse a aquéllos que quieren establecer otro
régimen de terror. (...) Insisto en que el sagrado deber
del movimiento que gloriosamente encabeza el ge-
neral Franco es salvar la civilización occidental cris-
tiana y la independencia nacional, ya que España no
debe estar al dictado de Rusia ni de otra potencia
extranjera cualquiera, puesto que aquí se está libran-
do, en territorio nacional, una guerra internacional.
[Ya no era, pues, «una guerra incivil…»]. Y es deber tam-
bién traer una paz de convencimiento y de conversión y
lograr la unión moral de todos los españoles para resta-
blecer la patria que se está ensangrentando, desangrán-
dose, envenenándose y entonteciéndose [¿] Y para ello
impedir que los reaccionarios se vayan en su reacción
más allá de la justicia y hasta de la humanidad, como a
las veces tratan. Que no es camino el que se pretenda
formar sindicatos nacionales compulsivos, por fuer-
za y por amenaza, obligando por el terror a que se
alisten en ellos, ni a los convencidos ni convertidos.
Triste cosa sería que el bárbaro, anticivil e inhumano
régimen bolchevístico se quisiera sustituir con un
bárbaro, anticivil e inhumano régimen de servidum-
bre totalitaria. Ni lo uno ni lo otro, que en el fondo
son lo mismo. [Aquí es evidente el ataque a la Falange
y a su doctrina, a la que, como todos los demás basure-
ros, trata de confundir con las ideas de los fascistas y de
los nazis. Y de paso, sibilinamente intenta emparejar a
los falangistas con los bolcheviques. Unamuno era, cier-
tamente, un alma retorcida ].
El 25 de octubre, unos días después, le dice al
escritor griego Nikos Kazantzakis:
«En este momento crítico del dolor de España, sé
que tengo que seguir a los soldados. Son los únicos
que nos devolverán el orden. Saben lo que signifi-
ca la disciplina y saben cómo imponerla. [¡Después
de cuanto le había dicho a Millán Astray! ¡Increíble!]
No, no me he convertido en un derechista. No haga
usted caso de lo que dice la gente. No he traicio-
nado la causa de la libertad. Pero es que, por ahora,
es totalmente esencial que el orden sea restaurado.
Pero cualquier día me levantaré –pronto– y me lan-
zaré a la lucha por la libertad, yo solo. No, no soy
fascista ni bolchevique; soy un solitario.
Sin palabras.
17 ¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
NOTAS
1. El paso en falso de Millán-Astray padre. Lamenta-
blemente, su buen nombre resultó empañado hacia el
fin de su carrera burocrática por un hecho criminal en el
que estuvo secundariamente implicado. Resultó que Mi-
llán-Astray padre se había convertido en un funcionario
corrupto, que en su carácter de Director permitía a los
presos, a cambio de un precio, efectuar salidas de la
Cárcel Modelo sin registrarlas, para regresar al cabo de
uno o más días (los delincuentes aprovechaban esas
salidas para varias cosas, a veces para cometer asaltos
u otros delitos). El 2 de julio de 1888 la policía madrileña
fue advertida, a las dos de la mañana, por los gritos de
una mujer de un hecho de sangre sucedido en una casa
de la ciudad en la calle Fuencarral Nº 109. Por la venta-
na salía una densa humareda maloliente. Los funciona-
rios policiales encontraron a la dueña de casa, la señora
Luciana Porcino, viuda rica y persona irascible, muerta a
puñaladas y su cadáver semicarbonizado, y en otra ha-
bitación, cubierta de sangre y escondida, a la empleada
doméstica. La señora guardaba sus ahorros, una suma
importante, en la casa, y ese dinero jamás reapareció. El
hijo de la viuda asesinada, José Vázquez Varela (alias
«El pollo Varela») se encontraba a la sazón preso en la
Modelo –cuyo edificio estaba donde después se erigió el
Ministerio del Aire en La Moncloa. Para colmo de males,
se supo que: 1) el «pollo» Varela entraba y salía de la
Cárcel ilegalmente varias veces al mes, para verse con
una mujer promiscua del barrio conocida como «Lola la
Billetera», con la que gastaba sumas que su madre le
iba largando por miedo a su pésimo carácter y mala fama,
y que varias veces había amenazado en público a su
madre con quemarla; 2) que el marido de la sirvienta, de
nombre Higinia, sospechosa de haber matado a la viu-
da, tenía un bar situado justamente enfrente de la Cárcel
Modelo; y 3) que dicha fámula había trabajado hasta una
semana antes… en casa de Millán Astray. Éste debió
comparecer a juicio, pero finalmente fue absuelto. Lo
mismo sucedió con el hijo de la difunta, el «pollo Vare-
la». La sirvienta fue la única condenada a muerte, y la
ejecutaron con el horrible método del garrote. Una ami-
ga de la sirvienta Higinia, a la que se supo que ésta le
había pasado el botín (estimado en 92.000 reales), de
nombre Dolores, fue condenada a 18 años de confina-
miento. Millán Astray padre no solamente que se vio en-
vuelto en el proceso, como cómplice del «pollo» al que
se acusó de «inductor» del asesinato (aunque luego re-
sultó absuelto, también), sino que se llegó a saber por
un periodista que lo había entrevistado, que el abogado
le había dicho que «si él caía condenado, se iba a ocu-
par de hacer caer de su silla al Presidente del [Tribunal]
Supremo…» Eugenio Montero Ríos. Verdad o no, lo cierto
es que Montero Ríos se erigió en protector de Millán As-
tray hasta que éste fue absuelto por el tribunal, y luego
dimitió de su cargo. (Y dos años más tarde, el «pollo»
Varela fue condenado a varios años de prisión por haber
arrojado a una prostituta amiga suya desde un terrado
de la calle Montera…).
Aquellos sucesos minaron hondamente la fama de
su padre y el joven José, a la sazón un niño de nueve
años, se vio profundamente afectado por todo lo acaeci-
do en torno de aquel crimen y del juicio; al parecer, ésa
fue la causa de que rechazara la imposición de su padre
de estudiar abogacía y de su empeño por seguir la ca-
rrera militar, así como de su carácter poco proclive a per-
donar las faltas graves y las trastadas.
2. La máxima condecoración militar al valor de su
época. Al mando de un grupo de 30 hombres, el tenien-
te Millán Astray, de sólo 17 años, hizo frente y ofreció
resistencia con éxito al ataque de 2.000 aborígenes, ac-
ción por la que le fue conferida la máxima condecora-
ción militar al valor de la época. Un mes más tarde, por
otras acciones en combate, recibió la Cruz Roja al Méri-
to Militar y antes de salir de las Filipinas, aún recibió la
Cruz de Primera Clase al Mérito Militar.
3. La hija de Millán-Astray. María Rita Gasset y Díez de
Ulzurrun era prima hermana del escritor y filósofo José
Ortega Gasset, nacida en 1905 y, por lo tanto, 26 años
más joven que el general. Dice el escritor Paul Preston
en su libro Las tres Españas del 36, editado en Barcelo-
na por Plaza y Janés en 1998:
«Millán-Astray obtuvo en 1905 el título [rango o nom-
bramiento] de capitán. El 2 de marzo de 1906 casó con
Elvira Gutiérrez de la Torre, hija del general [¿] Gutiérrez
Cámara. En cuanto terminó la celebración de la boda, su
esposa le informó tímidamente de que había jurado cas-
tidad de por vida, y Millán decidió mantener desde en-
tonces una relación «fraternal» con su esposa. […] La
vida de José Millán Astray había cambiado a principios
de 1941, cuando en una partida de bridge en casa de
Natalio Rivas conoció a Rita Gasset y se enamoró de
ella. Rita era lo bastante joven como para ser su hija.
Quedó embarazada y Millán decidió finalmente anular
su matrimonio con Elvira. Le informaron de que, en vista
de la promesa de castidad hecha por su esposa, nada
impedía la anulación canónica. Deferente con Franco,
Millán le informó de sus intenciones. Obsesivamente
sensible ante cualquier indicio de falta de propiedad
sexual, Franco estalló: ‘No me darás este escándalo. Te
prohíbo que lo hagas’. Millán fue con Rita a Lisboa, don-
de su hija Peregrina nació el 23 de enero de 1942. Elvira
la trató siempre con afecto, como si fuese su sobrina».
Peregrina Millán-Astray Gasset es casada y tiene
cuatro hijos: José Miguel, Jorge Francisco, Javier y Rita,
únicos nietos del general.
4. El Real Decreto de creación del Tercio. El decreto
expresaba:
«Con la denominación de Tercio de Extranjeros se crea-
rá una Unidad militar armada, cuyos efectivos, haberes
y reglamento por los que ha de regirse serán fijados por
el Ministro de la Guerra».
5. a) Cómo salvó su vida el general Villalba Riquel-
me. Había ascendido al rango de general por méritos de
¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
guerra. También fue autor de dos docenas de trabajos
de literatura militar. En ocasión de haber actuado, en su
carácter de Gobernador Militar del Campo de Gibraltar –
un distrito andaluz aledaño al Peñón– reprimiendo una
huelga revolucionaria que afectaba a los intereses de
España y también a los de los ingleses, el rey británico lo
condecoró con la Cruz de Comendador de la Orden de
San Miguel y San Jorge «con tratamiento de sir». Esta
condecoración le salvó la vida. Sucedió que en 1936,
cuando estaba ya retirado, se apersonó a su domicilio
una banda de delincuentes comunistas –esos buenos
muchachos de la II República democrática– con el fin de
llevárselo secuestrado a una de sus chekas y allí tortu-
rarlo y matarlo. El general no estaba en casa y los asesi-
nos republicanos se retiraron con la intención de regre-
sar. Cuando el general estuvo de vuelta en su casa y
supo lo que había pasado, llamó por teléfono a la emba-
jada británica, desde donde mandaron una patrulla mili-
tar británica que custodió el edificio y al día siguiente a
ese edificio los ingleses le otorgaron categoría de sede
diplomática, con guardia armada permanente hasta el
fin de la guerra. Ni que decir que las valientes liebres
(por lo rápido que corrían cuando aparecía un grupo de
falangistas) de los comunistas, no se apersonaron nun-
ca más en la casa del general.
b) Sobre las chekas. Hablando de chekas, no viene
mal transcribir aunque más no sea, un par de testimo-
nios del bando republicano (con anuencia de los sufri-
dos lectores).
Uno de esos testimonios proviene de un delincuente
rojo, que para nada se arrepiente del salvajismo inena-
rrable que él junto con sus cómplices protagonizó y que,
para colmo, se salvó de la justicia nacional escapando.
Escribe con evidente cinismo el anarquista José Peirats
en su libro La CNT en la revolución española, editado
por Ruedo Ibérico, París, 1971 (lo resaltado o puesto entre
corchetes, es mío):
«Las mazmorras […] eran tenebrosas, [estaban] ins-
taladas en antiguas casas y conventos. El régimen de
torturas que se aplicaba era el procedimiento brutal:
palizas con vergajos de caucho, seguidas de duchas
muy frías, simulacros de fusilamiento y otros tormen-
tos horrorosos y sangrientos. Los consejeros rusos
modernizaron esta vieja técnica. Las celdas eran muy
reducidas, pintadas de colores muy vivos y pavimenta-
das con aristas de ladrillo muy salientes. Los detenidos
tenían que permanecer en pie continuamente, bajo una
potente iluminación roja o verde. Otras eran estrechos
sepulcros de suelo desnivelado, en declive… Los recal-
citrantes eran encerrados en la ‘cámara frigorífica’ o en
la ‘caja de los ruidos’ o atados a la ‘silla eléctrica’. La
primera era una celda de dos metros de altura, en forma
redondeada; al preso se lo sumergía allí en agua he-
lada, horas y horas, hasta que tuviese a bien declarar
lo que se deseaba. [¡Qué hijo de puta!] La «caja de los
ruidos» era una especie de armario, dentro del cual se
oía batahola de timbres y campanas. La «silla eléctrica»
variaba de la empleada en las penitenciarías norteame-
ricanas en que no mataba físicamente […]
18
Simplemente, repugnante.
El otro testimonio lo brinda con más sentimiento huma-
no el anarquista «Diego Abad de Santillán», personaje igual-
mente evitable al que tuvimos que soportar en Buenos Ai-
res después de que se escapó del castigo en España (su
verdadero nombre era Sinesio Vaudilio García Fernández).
En 1977 regresó a España, donde murió en 1983 sin ha-
ber pagado ninguno de sus crímenes. Dice este sujeto en
su más conocido libro, titulado Por qué perdimos la gue-
rra, editado en Barcelona por Plaza y Janés en 1977:
«Lo ocurrido en las tchekas comunistas… cuesta tra-
bajo creerlo. En el hotel Colón de Barcelona, en la casa Car-
los Marx… se perpetraban crímenes que no tienen ante-
cedentes en la historia de la Inquisición española».
Crímenes cometidos por los comunistas, con el ase-
soramiento de la NKVD rusa. Claro está que el anarquis-
ta «Diego» no se queja por los asesinatos cometidos en
la carne inocente de la gente común, por el solo crimen
de ser creyentes o de tener alguna pequeña propiedad,
etcétera. No, se queja porque los comunistas también
le dieron tratamiento en aquellas casas tenebrosas a cierta
cantidad de anarquistas… En fin… Pero no fue solamen-
te por eso que aquellos perros perdieron la guerra.
6. El simbolismo del emblema legionario. El emblema
o escudo de la Legión, diseñado en 1920 en Ceuta por
el capitán Justo Pardo, está integrado por una pica, una
ballesta y un arcabuz cruzados, en cuyo centro o punto
de cruce luce una corona real. Se fundamenta en la idea
de los Tercios españoles en Flandes (por ellos fue llama-
do el cuerpo al inaugurarse, el «Tercio de Extranjeros»,
porque como los antiguos Tercios, estaba dividido en tres
grupos o Banderas –equivalentes a un batallón del Ejér-
cito de Tierra). Los Tercios antiguos tenían asimismo tres
grupos, de piqueros, ballesteros y arcabuceros. Lo de
«Extranjeros» era en consecuencia de que se admitían
en el Tercio tanto españoles como foráneos, y a ninguno
de los reclutas se les exigían documentos ni historial al-
guno, penal, laboral o académico. Podían dar cualquier
nombre y apellido inventados y de tal forma, adquirían
una nueva identidad.
7. a) Los antecedentes de la canción «El novio de la
muerte». En los bolsillos del cabo Queija Vega, que ha-
bía sido aficionado a la poesía, se encontraron unos ver-
sos suyos escritos a raíz del reciente fallecimiento de su
novia. Decían: «¡Ojalá que la primera bala no tarde mu-
cho/y sea para mi corazón/para reunirme pronto con ella».
Se dice que esos versos inspiraron a los creadores de la
canción titulada «El novio de la muerte» –letra de Fidel
Prado y música de Juan Costa, que fue interpretada por
primera vez por la cupletista Lola Montes (Mercedes
Fernández González) en 1921 en el teatro Vidal Aza de
Málaga; de allí pasó a Melilla, precisamente en los días
de la derrota de Annual, donde fue adoptada por los le-
gionarios, a quienes levantaba muchísimo la moral.
Cuando en Málaga se realiza el Jueves Santo la pro-
cesión con el Cristo de la Buena Muerte, patrono de la
Legión, se canta interminablemente esta hermosa y viril
19 ¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
canción: la cantan todos, oficiales, suboficiales, tropa y
público en general, adaptando su ritmo al paso lento,
procesional y fúnebre propio de la fecha.
b) La letra de El novio de la muerte
Nadie en el Tercio sabía
quién era aquel legionario
tan audaz y temerario
que a la Legión se alistó.
Nadie sabía su historia,
mas la Legión suponía
que un gran dolor le mordía
como un lobo, el corazón.
Mas si alguno «quién era» le preguntaba
con dolor y rudeza le contestaba:
—»Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera;
soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tal leal compañera».
Cuando más rudo era el fuego
y la pelea más fiera
defendiendo su Bandera
el legionario avanzó.
Y sin temer al empuje
del enemigo exaltado,
supo morir como un bravo
y la enseña rescató.
Y al regar con su sangre la tierra ardiente,
murmuró el legionario con voz doliente:
—»Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera;
soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tal leal compañera».
Cuando, al fin le recogieron,
entre su pecho encontraron
una carta y un retrato
de una divina mujer.
Y aquella carta decía:
«...si algún día Dios te llama
para mí un puesto reclama
que a buscarte pronto iré».
Y en el último beso que le enviaba
su postrer despedida le consagraba.
Por ir a tu lado a verte
mi más leal compañera,
me hice novio de la muerte,
la estreché con lazo fuerte
y su amor fue mi ¡Bandera!
8. El general Sanjurjo. El general José Sanjurjo Saca-
nell fue un militar firmemente opositor a los desmanes
de la II República. En 1932 protagonizó en Sevilla un
intento de golpe de Estado contra la república corrupta,
que fracasó y por el cual fue condenado a muerte, pena
que le fue posteriormente conmutada por la de prisión
perpetua. Pero en oportunidad del triunfo electoral de
las derechas en 1933, fue excarcelado y se exilió en el
Portugal. Desde allí organizó el triunfante Alzamiento de
1936, habiendo sido reconocido como jefe por los princi-
pales complotados (Franco, Mola y otros), pero falleció
cuando cayó el avión que lo devolvía a su patria donde
se lo esperaba para tomar el mando de la rebelión y jurar
como Jefe de Estado español por el sector nacional.
9. El Tercio y el Bushido. El Real Decreto llamaba al
nuevo cuerpo militar «Tercio de Extranjeros», en home-
naje a aquel formidable e invencible ejército español en
Flandes, que estaba compuesto de tres grupos: los de
Piqueros, de Ballesteros y de Arcabuceros. Por tanto, el
Tercio debía estar compuesto por tres Batallones o «Ban-
deras», cada uno especializado en diversas formas de
guerras coloniales. Por otra parte, se dice que Millán
Astray tomó para el espíritu de combate del nuevo cuer-
po, principios tomados del Bushido (del japonés: «Ca-
mino del Guerrero»), el antiguo libro de los Samurais
escrito entre los siglos IX y XII, que él había traducido –
algunos dicen que de su versión en inglés y otros sostie-
nen que directamente del japonés.
10. Se eleva el escalafón legionario por decisión de
Franco. El 4 de enero de 1937, Franco, ya Generalísimo
o Jefe del Estado español, firmó un decreto por el que se
ampliaba el escalafón legionario hasta el grado de co-
mandante. La medida tenía por objeto ascender al capi-
tán legionario de origen alemán Carlos Tiede Zedem, en
ese momento gravemente herido en heroica acción en
plena guerra por la recuperación de España –fallecería
el día 11 en el Hospital Militar de Salamanca. Tiene Ze-
dem –que había revistado previamente como oficial del
ejército alemán– había sido también el primer legionario
que había alcanzado el rango de capitán.
11. El discurso de Millán cuando entregó el man-
do de su Legión. El día de la entrega del mando, 18 de
junio de 1927, el general Millán-Astray dio el siguiente
comunicado:
«Al ascender hoy a general, mi primer acto y mis
primeras palabras de gratitud son para vosotros, para
nuestros gloriosos muertos y para los españoles y ex-
tranjeros que tan pródigamente derramaron su sangre
en la Legión. Es día para mí de inmensa alegría, en que
se ven colmados con creces mis entusiasmos y mis an-
helos, pues la faja de general me la concede el Rey man-
dando la Legión.
Fundé la Legión y tomé el mando de ella el día 14 de
septiembre de 1920. Dicté su Credo, que habéis cumpli-
do exactamente: el espíritu del legionario, de bravura y
acometividad, lo tenéis sellado en 845 hechos de armas;
el espíritu de compañerismo, en el amor indestructible
que a todos unen; el de amistad, en infinitas pruebas
que habéis prodigado a través de la ruda vida que lleva-
mos; el de unión y socorro de acudir al fuego, en que
acudimos en todas ocasiones llenos de fe y entusiasmo,
y que vencimos, ostentando como timbre glorioso el so-
corro a Melilla en 1921, y señalándose en el día 15 de
septiembre de dicho año en el «Blocao de la Muerte»,
¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
en su más sublime expresión, con el cabo Suceso Terre-
ro y los quince legionarios que al morir auxiliando a sus
hermanos grabaron indeleblemente los más hermosos
artículos de nuestro credo.
El espíritu de marcha, en que lo habéis puesto a
prueba en todos los momentos, destacándose con luz
propia en las operaciones de Melilla, en Rekbaba, al lado
de nuestros camaradas del Ejército francés y en Luhor-
na en el territorio de Larache, ya que en ambas épicas
marchas cumplieron el credo de seguir marchando has-
ta morir por el cansancio dieciocho legionarios.
El espíritu de sufrimiento y de dureza, excelsa-
mente manifestado en cuantos combates habéis toma-
do parte y en la lucha cruel con los elementos de la na-
turaleza, sirviendo de blasón al recuerdo de los legiona-
rios que perecieron envueltos en la nieve en el Magot y en
Imasinen. El espíritu de disciplina, en que al decir «la
Legión» y al nombrar a un legionario aparece indisoluble-
mente unida con estos nombres la palabra «disciplina»,
que es la virtud fundamental del Ejército y de la sociedad.
El espíritu de combate, en la realización de los que
habéis intervenido tan gloriosamente y que todos van
sellados con nuestro lema de «Victoria o Muerte»; y en que
las Banderas de la Legión las habéis paseado triunfantes y
las habéis clavado en las posiciones enemigas en Melilla,
Alhucemas, Tetuán, Larache, y en que en todos los lugares
en donde fue necesario los legionarios dieron su vida y
marcaron con sus sepulcros el paso heroico de la Le-
gión con 116 jefes y oficiales muertos, 319 jefes y ofi-
ciales heridos, 1.871 clases y legionarios muertos y
5.775 clases y legionarios heridos, o sea, 8.081 bajas.
El espíritu de la muerte, en que damos gozosos
los vivas a la Legión cuando aquélla se acerca para
concedernos el supremo ideal de entregar la vida por
la Patria y la Legión.
La gloria de la Bandera legionaria, en que ya no
sólo teñida, como ordena nuestro Credo, sino empapa-
da por nuestra propia sangre.
Y la bravura de los hombres legionarios se ve reco-
nocida en los laureles con que se adorna nuestra Bandera:
dos Medallas Militares y una Cruz de Guerra francesa.
En el cumplimiento de este credo destacábase el nom-
bre de Valenzuela, significativo de gloria; el de Franco,
representativo de valor e inteligencia; el de Liniers, que
abrillantó la nobleza de su ilustre apellido; y forzado me
es deciros que también habréis de acordaros de Millán
Astray que si bien no pudo alcanzar título alguno, en cam-
bio os dio fiel prueba del espíritu legionario, luchando jun-
to a vosotros en 62 combates, dejando como recuerdo y
compañía a los que cayeron para siempre, su brazo iz-
quierdo y su ojo derecho enterrados junto con ellos, y como
compendio del heroísmo de la Legión habrá siempre dos
nombres que pasarán a la historia: capitán laureado La
Cruz Lacacci «mártir de la Legión» y cabo Suceso Terre-
ro con sus quince legionarios «héroes de la Legión».
Siga su marcha heroica la Legión gloriosa, témplen-
se los espíritus ante su nombre, busquen una guía para
su conducta los que quieran llamarse legionarios practi-
cando su Credo, actúen con igual firmeza e inspiración
20
en todos los actos de su vida militar y ciudadana en el
culto al honor, culto al valor, culto a la cortesía, culto a la
Patria y culto al Rey. Yo os prometí los laureles de la
gloria militar y asimismo que el legionario que fuera me-
recedor podría llegar hasta capitán de la Legión; voso-
tros jurasteis amor a la Patria, lealtad inquebrantable a
vuestro Rey y fidelidad hasta la muerte a la Bandera de
la Legión. Todas nuestras promesas y juramentos los
hemos cumplido fielmente.
Y con voz vibrante y con mi gorro (que jamás aban-
donaré) en alto en mi mano derecha, grito hoy con toda
mi alma –como grité en Nador, en el Ajmas, en el Fon-
dak de Ain Yedida y Kudia Tahar– ante mis nueve Ban-
deras, mi Escuadrón de Lanceros y mis Planas Mayo-
res: ¡Viva España! ¡Viva la Legión!
Recibid el corazón de vuestro coronel para siempre,
Millán Astray».
12. Domingo Batet: crimen y castigo. Uno de los suje-
tos que más se enconó con Millán-Astray fue el enton-
ces coronel Domingo Batet, quien presentó un informe
lapidario y lleno de falsas acusaciones en el curso de un
informe sobre el asunto de Annual. Allí dice del legiona-
rio, textualmente:
«El teatral y payaso Millán Astray, que tiembla cuan-
do oye el silbido de las balas y rehúye su puesto…».
Con esto solo bastaría para caracterizar a Batet como
un falsario indigno del uniforme que vestía. Porque no
sólo manchaba la foja de un militar excelente y patriota,
ya mutilado entonces, y condecorado también por su valor
en combate –no tras un escritorio– sino que malinforma-
ba a sus superiores y encima, trataba de hacer caer a un
oficial importante y necesario para España.
Pues bien, siendo ya general, Batet las pagó todas
juntas: fue fusilado por los nacionales por su adhesión a
la República ilegal y sangrienta.
Y prueba de que cuanto Batet decía de Millán-As-
tray era mentiroso, el mismísimo rey Alfonso XIII lo nom-
bró casi en seguida, el 18 de setiembre de 1921 con el
grado de Gentilhombre de Cámara, lo que le causó una
fricción con el ministro de guerra del momento, Niceto
Alcalá Zamora, buena pieza.
A continuación transcribo unas breves líneas del libro
de Paul Preston Las tres Españas del 36, Barcelona, Pla-
za y Janés, 1988, que pinta a un Millán más verdadero:
«La temeridad de Millán en el campo de batalla hizo
estragos en su persona. Dadas sus heridas, lo descri-
bían como el general «recompuesto de garfios, made-
ras, cuerdas y vidrios». Tenía una enorme cicatriz en el
pecho, reliquia de una herida recibida el 17 de septiem-
bre de 1921; hablaba de tácticas con el comandante Fran-
cisco Franco y el primo de éste, el capitán Francisco Fran-
co Salgado-Araujo, y observaba con binoculares las po-
sesiones enemigas cerca de Nador, cuando una bala de
un francotirador le hirió. Cayó al suelo, gritando, «¡Me
han matado! ¡Me han matado!» y, a continuación, «¡Viva
España! ¡Viva el rey! Viva la Legión!». En palabras su-
yas, su jefe «tuvo el honor de ser tocado por una bala
enemiga, en el pecho y la honra de ser los brazos fuertes
21 ¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
y fornidos de Franco quien, junto con el capitán también
llamado Francisco Franco, lo recogiesen con fraternal cari-
ño». Pese a que no se había curado de la herida, al cabo
de tres semanas volvió a la acción. El 10 de enero de 1922,
recibió una herida grave en la pierna. Entre sus numerosas
condecoraciones, le fue impuesta, en el otoño de 1922, la
medalla de sufrimientos por la Patria. Perdió el brazo iz-
quierdo cuando, el 26 de octubre de 1924, en Fondak,
Marruecos, una bala le atravesó el codo; dos días después
tuvieron que amputarle el brazo, que se había gangrenado.
Perdió un ojo, cuando, el 4 de marzo de 1926, una bala
penetró en su mejilla, le destrozó la cuenca del ojo dere-
cho, le rompió la mandíbula y le sacó numerosos dientes, a
consecuencia de lo cual luciría una horrible cicatriz. Al pa-
recer le encantó el telegrama que le envió uno de sus sub-
alternos, Joaquín Ríos Capapié: «Felicítole por cuarta,
gloriosa herida STOP Espero impaciente la quinta».
¿Cobarde, Millán-Astray? El infame de Batet tuvo
su merecido.
13. Unamuno socialista marxista. El 12 de octubre de
1894, véase la fecha patria elegida, Unamuno se afilió
al Partido Socialista (el Partido Comunista aún no ha-
bía sido fundado –lo fue el 15 de abril de 1920–, si no,
Unamuno se hubiera hecho comunista). En la ocasión,
les mandó a los sociatas una carta en la que decía tex-
tualmente (léase con atención):
«Me puse a estudiar la economía política del capi-
talismo y [la de] el socialismo científico a la vez y ha aca-
bado por penetrarme la convicción de que el socialis-
mo limpio y puro, sin disfraz ni vacuna, el socialis-
mo que inició Carlos Marx con la gloriosa internacio-
nal de trabajadores… es el único ideal vivo de veras,
es la religión de la humanidad».
¡Que «enorme» la visión del gran intelectual, pre-
boste de la Inteligencia con mayúscula! ¡Qué buen cre-
yente, el vasco! ¡Qué pedazo de representante de la ci-
vilización occidental y cristiana!
Y no se crea que solamente se afilió para dar su apo-
yo moral a los canallas de los comunistas, sino que de
hecho colaboró activamente escribiendo para el sema-
nario sociata Lucha de clases.
Pero el maridaje le duró poco, y en 1897, a tan sólo
tres años de su «conversión», renunció al socialismo y
pasó a ser liberal. En fin…
Sin embargo, el 12 de abril de 1931, se presenta
como candidato socialista y obtiene una banca de dipu-
tado. Ya sabemos que el 14 de abril los republicanos
dan su golpe de Estado e imponen ese régimen de terror
por esa vía. Pues bien, el 14 de abril ya estaba Unamu-
no en Salamanca (para entonces, parecía más castella-
no que vasco) proclamando la República desde los bal-
cones del Ayuntamiento. En la oportunidad dijo:
«Comienza una nueva era y termina una dinastía que
nos ha empobrecido, envilecido y entontecido».
Nada menos.
Era de creer que Unamuno estaba convencidísimo
de su replublicanismo. Pero no. En 1935, ante nuevas
elecciones, decide no presentarse. Después, como quien
no quiere la cosa, empieza a hablar y a escribir mal de las
autoridades republicanas, metiéndose con el mismísimo
Azaña. Por eso, lo corren una vez más de la universidad.
Y cuando se produce el Alzamiento, el 18 de julio de
1936, es de suponerse que una vez más «vio la luz»,
porque apenas apuntaba el día siguiente, y en circuns-
tancias en que era depuesto todo el profesorado de la
universidad, ya estaba Unamuno aceptando el cargo de
concejal por el municipio; y un mes después, realizaba
un llamamiento a la intelectualidad europea para que
apoyaran el Alzamiento, diciendo que representaba «la
defensa de la civilización occidental y de la tradición cris-
tiana». Naturalmente, los varios basureros que se ocu-
pan de este personaje, jamás difunden ese documen-
to, haciendo solamente mención del mismo cuando
no es posible evitarlo, así como tampoco se ocupan de
hacer circular sus ajustadas críticas al régimen republi-
cano y los principales personajes de esa canalla.
14. Las destituciones y condenas de Unamuno. He aquí
un brevísimo resumen de su carrera pública (siempre a la
caza de la prebenda, y siempre perdiéndola por no saber
sujetar su lengua incontinente). Dice el plumífero cubano
castrocomunista Lisandro Otero, en un artículo sobre
Unamuno publicado en diciembre de 2006 titulado «Las
contradicciones de Unamuno. En el 70º aniversario de
su fallecimiento» (las negritas y corchete son míos):
«En 1991 Unamuno fue nombrado Rector de la Uni-
versidad de Salamanca, donde permaneció hasta 1914
cuando fue destituido por el Ministro de Instrucción
Pública. En 1920 se le eligió como Decano de la Facul-
tad de Filosofía y Letras y poco después fue condenado
a veinte años de prisión por injurias al Rey, senten-
cia que no cumplió. En 1921 se instaló en la Vicerrec-
toría, cargo del cual fue depuesto por sus ataques a la
dictadura de Primo de Rivera. Desterrado en Henda-
ya, Francia, permaneció allí hasta 1930 cuando cayó la
dictadura y regresó triunfalmente a Salamanca. Al pro-
clamarse la República fue restablecido en su cargo de
Rector. Fue elegido Diputado a Cortes. El gobierno re-
publicano de Azaña lo destituyó por sus reprobacio-
nes al desorden democrático. El régimen franquista,
en Burgos, lo rehabilitó cuando lanzó un manifiesto a los
intelectuales europeos pidiendo su apoyo a la causa na-
cionalista. Allí permaneció hasta su enfrentamiento a [con]
Millán-Astray, cuando fue destituido nuevamente del
Rectorado y murió pocos meses después».
Lo que se dice, un carrerón.
Para terminar de incinerar la memoria del vasco,
el comunista dice en el mismo artículo en «homena-
je» a su memoria:
«Hace años, también, tras una sesión de la Real
Academia Española, el duque de Alba me relató que
Ortega y Gasset y Unamuno sabotearon el Premio
Nobel que iba a concedérsele a Pérez Galdós, a quien
llamaban despectivamente «el garbancero». Ése fue el
año que se lo dieron a Romain Rolland [francés, enlo-
quecido por el hinduismo del Vedanta].
Unamuno «patriota», ¡vamos todavía!
¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
15. Prieto Carrasco, fusilado por culpa de Unamuno.
Cómo sería de peligroso el juego «paradojal» del inte-
lectual Unamuno, que por su culpa lo fusilaron al antiguo
alcalde de Salamanca, Casto Prieto Carrasco. Cuando
Unamuno que era rector de la Universidad nombrado por
el gobierno republicano, decidió pasarse al bando nacio-
nal, Prieto se encolerizó de tal manera que dijo que el
vasco era una «vieja osamenta soez». Desde su punto
de vista equivocado, puesto que era rojo, tenía razón.
Cuando los nacionales entraron en Salamanca, que fue
una de las plazas que más tempranamente conquista-
ron, el vasco se dedicó a señalar a sus enemigos perso-
nales para que los dieran de baja de los puestos públi-
cos y canonjías que ocupaban. Y su antiguo contradictor
el médico rojo Prieto Carrasco, a la sazón diputado por
Izquierda Republicana, que como los restantes funcio-
narios del gobierno republicano –que, digámoslo de una
vez, era un gobierno ilegítimo– habían sido arresta-
dos, fue enjuiciado sumariamente y fusilado. Quien más
cargó porque lo fusilaran fue el intelectual Unamuno.
Después, consecuente con su vieja práctica psicopática
de mostrarse Dr. Jekill-Dr. Hyde, le decía a sus pocos –
poquísimos– partidarios, que el fusilamiento del ex al-
calde y otros republicanos había sido una barbaridad.
Como si las chekas y los asesinatos rojos no hubie-
ran existido. Era una víbora inmoral el vasco.
16. La forma como murió Unamuno. A propósito de la
forma en que falleció Unamuno, explica el basurero co-
munista cubano Lisandro Otero, en su artículo antes ci-
tado «Las contradicciones de Unamuno» (las negritas y
corchete son míos):
«Hace años, hablando en Madrid con el poeta Gas-
tón Baquero, [poeta cubano que se exilió cuando apare-
ció el castrismo y falleció en España, muy celebrado] que
había sido muy amigo de Felicitas, la hija del filósofo,
[Unamuno] me refirió que Unamuno murió hablando con
un amigo; se oyeron unos cañonazos y preguntó «¿Y
eso qué es?» «Deben ser los alemanes». Y Unamuno
preguntó entre sorprendido y temeroso «¿¡Los alema-
nes en España!?» Y no dijo más. Tenía un brasero a los
pies, debajo de la mesa ante la cual estaba sentado y
uno de sus pies cayó en las brasas. El amigo se percató
de que algo anormal ocurría por el olor a carne quema-
da. Así descubrió que había muerto».
Según este testimonio, Unamuno se habría muerto
de miedo… Podría ser.
17. El análisis patológico de Unamuno. Ya lanzado en
su diatriba contra Unamuno, a quien los rojos (gente de
doble personalidad si las hay) no le perdonan que se
hubiera volcado al bando nacional en 1936, el poeta
Domínguez dice en el comentario al libro del escritor
Egido, acerca del vasco:
«Su evolución ideológica (si es que hubo alguna más
allá de su puro y enfermizo egotismo), su orgullo satáni-
co se reconstruyen en las páginas de este libro que nos
muestra a un Unamuno terminal, confuso y airado, con una
soberbia que no le deja reconocer que se ha equivocado, a
22
un Unamuno que sigue declarando en público que son
los demás (no importa quiénes: los demás) los que se
han apartado del camino recto y se han vuelto locos. […]
Como los héroes sombríos de las tragedias griegas que
conoció tan bien, Unamuno concitó en su persona la so-
berbia, la ceguera y el error. Y como en las tragedias, la
muerte era la única salida para el espectro contradictorio
de un superviviente que seguía diciendo una cosa y al
rato la contraria». […] Indefenso y residual, sobrevivién-
dose en aquella rara cuarentena del confinamiento do-
miciliario, murió intoxicado por un brasero [no es cierto;
murió de un infarto. Sobre el brasero, ver nota 16] Ególa-
tra y contradictorio, muchos en Salamanca y en el resto
de la España nacional creyeron que había muerto una
de las encarnaciones del demonio».
¡Si ellos lo dicen…! (Eso sí, los falangistas que le
rindieron honores póstumos en forma pública, demos-
traron no estar enterados de nada).
18. Lo que había pasado en el Ateneo de Madrid. Tan-
to Millán-Astray cuanto Unamuno eran miembros del
famosísimo Ateneo de Madrid, una antigua institución
que aún existe y funciona en su tradicional edificio de la
calle del Prado. Había sido fundado en 1820 con el nom-
bre de Ateneo Español y en 1835 cambió su nombre al
de Ateneo Científico y Literario y más tarde al actual,
que es el que tenía en tiempos del diferendo Millán-Una-
muno. Al mismo círculo pertenecían y habían perteneci-
do en vida, como socios, personajes de la monarquía y
republicanos, entre muchos otros Ortega y Gasset, Or-
tega Munilla, Sáinz Rodríguez, Blas Infante, Blanca de
los Ríos, Ramón Gómez de la Serna, Valle Inclán, Martí-
nez de la Rosa y el mismísimo rey de España don Alfon-
so de Borbón. Desde luego, también era miembro nues-
tro José Antonio Primo de Rivera.
Si pues el general Millán-Astray era miembro de ese
círculo distinguido donde constelaban las más expectan-
tes personalidades españolas de la época, mal podría
haber sido un «tosco militarote», un cuartelero semiin-
culto. Nosotros sabemos que Millán era, por el contra-
rio, un hombre de amplia cultura, superior al vasco Una-
muno en muchos aspectos y especialmente, en la retóri-
ca. Era políglota (dominaba 5 idiomas), conferenciante,
escritor, poeta, traductor, profesor de artes militares, y
además, un fino orador (distinto del orador de cuartel,
que también lo era, cuando debía cumplir las funciones
del mando). A todo ello sumaba unas condiciones de
psicólogo natural extraordinarias [que el propio vasco de
la paradoja no pudo dejar de mencionar en su fatídico
discurso] y una dote excepcional para calibrar personali-
dades y anticipar acciones de la gente.
Fue en ese ámbito selecto en el cual Unamuno, siem-
pre buscando confrontar porque tal era el vicio principal
de su temperamento, se atrevió a declarar barbaridades
de Millán, tales como que se había enriquecido a costa
de la sangre de sus legionarios, que éstos eran una hor-
da de salvajes peores que los hunos y aún que los delin-
cuentes comunes, y muchas otras porquerías más. Cla-
ro está que lo dijo cuando el general no se encontraba
23 ¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008
en el lugar. Cuando Millán-Astray se enteró, quiso ir a
retarlo a duelo, pero sus amigos lo hicieron desistir, por-
que Unamuno era un hombre viejo y porque no era con-
veniente batir el parche en esos momentos de gran in-
certidumbre política. Pero le quedó al militar «la sangre
en el ojo» (dicho nunca tan bien aplicado, ya que Millán
tenía uno solo, pues el derecho se lo habían volado de
un tiro en combate).
19. Falangistas en el entierro de Unamuno. Algunos
de los cuales, inexplicablemente concurrieron a su en-
tierro dos meses más tarde y hasta lo homenajearon, lo
que demuestra una vez más que errare humanum est…
Como detalle jugoso, parece ser que cuando esta-
ban sacando el féretro de Unamuno de su casa, donde
había sido velado, aparecieron de la nada un grupo de
falangistas uniformados que les arrebataron las mani-
jas a los portadores y se hicieron cargo de él hasta que,
al llegar al cementerio, organizaron una acto con salu-
dos brazo en alto y todo. Dicen que el nietito de Una-
muno, cuando aparecieron los esperpentos de azul se
espantó de tal manera que corría por los pasillos de la
Fotos y dibujos
Estatua de Millán-Astray en La Coruña, donde
nació.
El desembarco de la Legión en Alhucemas.
casa llamando a su madre así: «¡Mamá, mamá, que se
llevan al abuelo, que van a tirarlo al río!». Porque hasta
el mocosín sabía que ni los falangistas ni nadie en el
bando nacional querría a ese viejo amargado y traidor.
¿De dónde salieron, pues, los falangistas que iban con-
tracorriente? De donde salen los estúpidos, contra cuya
crianza y aparición no hay vacunas que valgan. «Murió
el zonzo pero la zonza quedó preñada», dice el saber
popular. Es por eso que hay que hacer enterar a los
camaradas más jóvenes o menos instruidos, de cuál es
la posición de nuestra Falange Española de las JONS
acerca de las cuestiones controvertidas de la historia
nacional. No sea que un grupo de los más lelos se apa-
rezca en el entierro de algún figurón del régimen que
agobia a España y se ponga estúpidamente a cantar
Cara al Sol… ¡Venga!
Y por último, como para mostrar que la estupidez no
era cosa excepcional por aquellos días, más tarde a un
campo de concentración para soldados republicanos, se
le dio el nombre de… «Unamuno». ¡Válgame…!
20. Ir a nota 18.
Primera bandera de la Legión, bor-
dada por la reina de España.
¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008 24

Legionario lucien-
El coronel José Millán Astray do el chambergo El emblema de la Legión
impuesto por
Franco

Francisco Franco, comandante de la Legión,

al ser ascendido al generalato devuelve el
mando a Millán-Astray

Legionario de
caballería Francisco Franco y Milán Astray

Insignia de manga

Organigrama actual
de la Legión
25 ¡CAFÉ! - AÑO 1 Nº 2 - Buenos Aires - MAYO DE 2008

En la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de

1936: de izquierda a derecha, doña Carmen Polo de
La reina entrega la bandera de la Franco, Unamuno, el Obispo y Millán-Astray
Legión y el general Sanjurjo recibe
la Cruz Laureada de San Fernando

Uniformes legionarios durante la guerra Legionarios en procesión con el Santo Cristo de la Muerte
de 1936-1939

Acto ante la tumba del general Millán-Astray (fecha reciente)