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Antologia de Poesia Hispanoamericana PDF
Antologia de Poesia Hispanoamericana PDF
HISPANOAMERICANA
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Armida Pérez Garrido
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PRIMERA EDICIÓN: 2000
Dirección de Publicaciones
Tresguerras 27, 06040, México, D. F.
ISBN:
Impreso en México / Printed in Mexico
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P r e s e n t a c i ó n
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“Si acongoja un dolor a los humildes,
o si miran un valle, un monte, un mar,
dicen tal vez: —Dichosos los poetas
porque todo lo pueden.
Y nosotros, los míseros poetas,
temblando ante los vértigos del mar,
vemos la inexpresada maravilla,
y tan sólo podemos suspirar.
(Porfirio Barba Jacob)
In memoriam
Raquel Maldonado Chávez
8
P r ó l o g o
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que la han distinguido los poetas de todos los tiempos, sin-
gularizándose los bardos de la literatura árabe, quienes la
llamaron con las formas más bellas del lenguaje oriental, ta-
les como: corona de suspiros, celeste hurí, pebetero de aro-
mas, reguero de estrellas, tesoro del emir, esencia de sándalo,
santuario del fuego, voces de la alhambra y cajita de mirra.
Ejemplos de estas magníficas obras fueron la recopilación de
la Antología gramatical árabe, que realizó el inspirado poeta Sil-
vestre Sacy, y la compuesta en cien capítulos, Amaruca
takasura, del cantor de origen hindú Amarva.
El tiempo ha sido noble con este género literario conser-
vando en su historia el testimonio de numerosas antologías
poéticas, por ejemplo:
A fines del siglo II a. de C. el célebre Meleagro de Gadara,
de origen Sirio, escribió la primera anthologia griega, en la que
junto con sus poesías recopiló versos de cuarenta y siete
autores, tanto contemporáneos como anteriores a él, dándo-
le el título de Corona.
Constantino Cefalas a su vez, a principios del siglo X, la repro-
dujo con el título de Anthologia inédita codicis palatini, encerrando
más de setecientos epigramas contenidos en tres mil versos;
otros más la retomaron sucesivamente: Filipo de Tesalónica (se-
gunda mitad del siglo I d. de C.), Estrabón de Sardes, contempo-
ráneo de Séptimo Severo, y el historiador Agatías de Myrina, por
los años de 527-565, cuyos originales se perdieron.
De esta anthologia inédita sacó, a su vez, el monje griego
Máximo Planudius la edición grecolatina de Didot a fines del
siglo XIII. En la Biblioteca palatina de Heidelberg, en el año de
1616, Soumasie halló la de Constantino Cefalas. Varios erudi-
tos en la materia como: Fabricio, Joe, Scaliger, C. Binet, Meyer
y Riese, sucesivamente desde el siglo XVI , dieron forma a la
Anthologia latina, recopilación tomada de distintas fuentes.
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La antología poética en general tiene gran importancia di-
dáctica, ya que su contenido, en prosa o versos, expone regu-
larmente y con método los principios, reglas y preceptos del
arte poético, resultando su compilación y lectura útil y con-
veniente para la enseñanza, y por selección de lo más bello
de este género, interesante y recreativa.
La definición etimológica de la palabra antología, ya mencio-
nada y que se traduce como ramo de bellas flores, no es solo una
imagen literaria, sino la más acertada y correcta traducción.
La Enciclopedia ilustrada cumbre señala como introductor de
esta forma literaria en España a don Fernando III, quien nos
dejó un hermoso ejemplar en su colección Flores de filosofía.
En este género literario, cultivado posteriormente con fre-
cuencia, destacan entre otros autores: don Juan Alonso de Baena
con su Cancionero general, don Fernando Pérez de Guzmán con
Floresta de filósofos y los miembros de la Biblioteca de autores
españoles, quienes recolectaron una verdadera Guirnalda de ca-
pullos. Como ejemplo de Discurso sobre las flores podemos citar
dentro del Parnaso hispano a la colección que incluye desde los
orígenes de la poesía hasta Garcilaso de la Vega, publicada en
Madrid por la Bilioteca clásica Hernando y prologada por
Menéndez y Pelayo, a la cual se le dio el título de Antología de
poetas castellanos, esta tiene continuidad con la de Ramón
Menéndez Pidal, editada a principios del presente siglo.
Sin embargo, valiosas opiniones nos dicen que las nota-
bles colecciones de san Fernando Baena, Martínez de Burgos,
Hernando del Castillo Pérez de Guzmán, Esteban de Nájera,
Pedro Espinosa, duque de Riva, Quintana, Durán, Alfay,
Fontanella, Pedro de Serafí, Balaguer, etc., son por su forma
literaria trozos escogidos de obras en prosa y verso que no
deben ser incluidas para su estudio dentro de este género,
aun cuando tienen títulos como: Trozos selectos, Romancero,
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Corona poética, Florilegio, La renaixensa, Llibre d’or y llibres de
la patria y La fe y el amor. Cabe señalar también que en la Edad
Media y el Renacimiento la literatura castellana no reconoce
con el nombre específico de antología a ninguna colección
selecta de obras poéticas.
Hechas estas anotaciones no podemos dejar de citar por
su belleza y contenido didáctico dentro de la literatura hispa-
na las compilaciones de Pérez Ballesteros, Aldao y Carre, para
la poesía gallega, y la de Fayos, para la catalana.
Capítulo aparte, es imprescindible aludir la poesía contem-
poránea del siglo XX y las diversas influencias que esta reci-
bió de las vanguardias europeas como el surrealismo,
dadaísmo y expresionismo, entre otras; de la portentosa Ge-
neración del 27 y; de las dos guerras mundiales, las cuales
ejercieron una influencia determinante en la actividad poéti-
ca, marcando el fin de una forma de ver el mundo, destruyen-
do literalmente sus fundamentos y llevando de manera radical
al hombre-poeta a replantear su propia realidad.
En el caso particular de México, en las útlimas décadas, se
han editado varias antologías, entre ellas: la de Carlos
Monsiváis, editada por el Fondo de Cultura Económica; la de
Homero Aridjis, editada por Siglo XXI; la de José Emilio
Pacheco, editada en la colección Clásicos de la Literatura
Mexicana y; la de Lepoldo Ayala, editada por el IPN .
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E x p l o s i ó n
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A m o r
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E l c i s n e
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ninguna carne tan viva,
ha padecido o gozado:
viborean en sus venas
filtros dos veces humanos!
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Y vive tanto en mis sueños,
y ahonda tanto en mi carne,
que a veces pienso si el cisne
con sus dos alas fugaces,
sus raros ojos humanos
y el rojo pico quemante,
es sólo un cisne en mi lago
o es en mi vida un amante...
Y en la cristalina página,
en el sensitivo espejo
del lago que algunas veces
refleja mi pensamiento,
el cisne asusta de rojo,
y, yo de blanca doy miedo!
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P l e g a r i a
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de hielo, que no arrancan
los frutos deleitosos de la Carne
ni las flores fantásticas del alma;
piedad para los ojos que aletean
espirituales párpados:
escamas de misterio,
negros talones de visiones rosas...
¡Nunca ven nada por mirar tan lejos!
Piedad para las pulcras cabelleras
“místicas aureolas”
peinadas como lagos
que nunca airea el abanico negro,
negro y enorme de la tempestad;
piedad para los ínclitos espíritus
tallados en diamante;
altos, claros, extáticos
pararrayos de cúpulas morales;
piedad para los labios como engarces
celestes, donde fulge
invisible la perla de la Hostia;
“labios que nunca fueron,
que no apresaron nunca
un vampiro de fuego
con más sed y más hambre que un abismo”.
Piedad para los sexos sacrosantos
que acorazan de una
hoja de viña astral la Castidad;
piedad para las plantas imantadas
de eternidad, que arrastran
por el enerno azur
las sandalias quemantes de sus llagas;
piedad, piedad, piedad
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para todas las vidas que defiende
de tus maravillosas intemperies
el mirador enhiesto del Orgullo:
apúntales tus sales o tus rayos...
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G u a d a l u p e A m o r
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C a s a r e d o n d a
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P o r q u é m e d e s p r e n d í
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Viejas raíces empolvadas
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S o n e t o a r d e c o
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Yo vi tu puerta blanqueada
como un sepulcro vacío.
Yo escalé el escalofrío
la noche estaba estrellada
el lucero recamaba
el agua corría en el río
y tu amor en mi desvío.
Tu puerta estaba vedada
En mi lecho anestesiado
tuve un sueño de cometa
de barcos, velas, veletas
tuve un sueño de pecado
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que con lascivia me amabas
y tu cuerpo con el mío
formaban sólo el vacío.
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P o r f i r i o B a r b a J a c o b
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su obra, por ello se justifica que la Antología de poesía mexica-
na contemporánea 1929 lo incluya, no obstante ser colombiano.
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Canción de la vida profunda
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tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.
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S a b i d u r í a
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F u t u r o
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M a r i o B e n e d e t t i
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Su primer libro de cuentos, Montevideanos, y su primera no-
vela, La tregua, publicados ambos en 1959, marcaron el des-
plazamiento definitivo de la tradicional temática rural a la
urbana en la novelística uruguaya.
En su serie de cuentos El último viaje, Esta mañana y Gracias
por el fuego, deja ver la penetrante crítica de una sociedad
minada por el conformismo y la complacencia, mientras se da
la mano con una concepción moderna del estilo y la estructu-
ra narrativa.
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B i e n v e n i d a
yo nostalgio
tú nostalgias
y cómo me revienta que él nostalgie
tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros
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no olvides que tu rostro
me mira como pueblo
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
inapagable
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H a g a m o s u n t r a t o
Compañera
usted sabe
que puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo
si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo
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si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo
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T e q u i e r o
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si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso
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S o l e d a d e s
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los datos objetivos son como sigue
después de la alegría
después de la plenitud
después del amor
viene la soledad
conforme
pero
qué vendrá después
de la soledad
a veces no me siento
tan solo
si imagino
mejor dicho si sé
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que más allá de mi soledad
y de la tuya
otra vez estás vos
aunque sea preguntándote a solas
qué vendrá después
de la soledad.
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S a b e r t e a q u í
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ahora podés
venir a reclamarte
penetrar en tu noche
de alegre angustia
reconocer tu tibio
corazón sin excusas
los cuadros
las paredes
saberte aquí
he conservado intacto
tu paisaje
pero no sé hasta dónde
está intacto sin vos
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T o d a v í a
No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría
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pero venís y es seguro
y venís con tu mirada
y por eso tu llegada
hace mágico el futuro
y si beso la osadía
y el misterio de tus labios
no habrá dudas ni resabios
te querré más
todavía.
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Manuel Benítez Carrasco
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M i b a r c a
A Beatriz Parra
La barca... la barca...
Así:
sólo con decir: La barca,
huele a marisma la boca
y sabe a sal la palabra.
La barca... la barca...
Así:
con sólo decir: La barca.
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en el fondo de la barca,
donde estrellas marineras
reman de noche a sus anchas.
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Mete el pecho, hunde el casco,
se enjoya de espuma blanca,
cruje el agua en las amuras,
ella, altiva, la rechaza,
y cuando se deja atrás
la nieve, el oro y el nácar,
se esponja, se empina, se
contonea y se acicala,
como hembra que se sabe
fina, bonita y en andas.
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Y, al embrujo de su baile,
el mar se enamora y baila.
Y mientras que las estrellas
se asoman a las ventanas
para llevar el compás
con sus manitas de plata,
baila el viento con la vela,
baila el remo con el agua,
bailan la luna y el pez,
la sombra y la luz, y bailan
el timón con las espumas
y las olas con mi barca.
Mi barca... mi barca...
Así:
con sólo decir: mi barca,
huele a marisma la boca
y sabe a sal la palabra.
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L e c c i ó n d e g e o g r a f í a
Yo no sé nada de nada.
Francia, al Norte...
al Sur, Granada...
oro y fuego, al Ecuador...
al Oeste, Portugal...
¿Y el amor?
¿Es que el amor se ha quedado
sin su punto cardinal?...
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Romancillo del niño que todo lo quería ser
Y ya no quiso crecer;
no quería crecer el niño.
Se estaba tan bien de niño...
Pero tuvo que crecer.
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Y en una tarde, al volver
a su placeta de niño,
el hombre quiso ser niño...
pero ya no pudo ser.
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Solea del amor indiferente
Ni rencores ni perdón.
No me grites; no me llores;
lo nuestro ya se acabó.
58
Me diste el primer te quiero
que es el que más atosiga,
y, llenita de fatiga,
me diste el beso primero.
Y hasta que llegó a tu alero
aquel mal viento ladrón,
yo sé que tu corazón
fue mío por vez primera,
y sólo mía la acera
debajo de tu balcón.
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Solea del amor desprendío
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Tú fuiste flor de verano,
sol de un beso y luz de un día.
Yo te acunaba en mi mano
y en mi mano te cuidaba
y tú, por pagarme, herías
la mano que te acunaba.
Pero al hacerlo olvidabas,
tal vez por ingenuidad,
que te di mis sentimientos
no por tus merecimientos
sino por mi voluntad.
Yo no puse en compraventa
mi corazón encendío;
y has de tener muy en cuenta
que mi cariño no fue
ni comprao ni vendío,
sino que lo regalé.
Porque yo soy desprendío;
por eso te di mi rosa
sin habérmela pedío;
porque yo soy desprendío
y doy las cosas sin ver
si se las han merecío.
Por eso te di mi vela,
te di el vino de mi jarro,
las llaves de mi cancela
y el látigo de mi carro.
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E l á r b o l s e c o
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Con lo a gusto que él estaba
sequito tomando el sol...
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Y el árbol sintió que mayo
le tocaba el corazón.
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J o r g e L u i s B o r g e s
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versal de la infamia (colección de narraciones). En 1944, apare-
ce Ficciones y El Aleph (colección de cuentos fantásticos), lo-
grando su consagración literaria. Entre sus títulos posteriores
sobresalen: El hacedor, El informe de Brodie, El oro de los ti-
gres, El libro de arena, Historia de la eternidad, Evaristo Carriego
y Otras inquisiciones.
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I n s t a n t e s
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Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momen-
[tos; no
te pierdas el ahora.
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P o e m a d e l o s d o n e s
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Enciclopedias, atlas, el Oriente
Y el Occidente, siglos, dinastías,
Símbolos, cosmos y cosmogonías
Brindan los muros, pero inútilmente.
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L o s B o r g e s
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L o s e s p e j o s
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Espejos de metal, enmascarado
Espejo de caoba que en la bruma
De su rojo crepúsculo disfuma
Ese rostro que mira y es mirado,
Infinitos los veo, elementales
Ejecutores de un antiguo pacto,
Multiplicar el mundo como el acto
Generativo, insomnes y fatales.
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De cada día incluya el ilusorio
Orbe profundo que urden los reflejos.
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Otro poema de los dones
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por la mañana en Montevideo,
por el arte de la amistad,
por el último día de Sócrates,
por las palabras que en un crepúsculo se dijeron
de una cruz a otra cruz,
por aquel sueño de Islam que abarcó
mil noches y una noche,
por aquel otro sueño del infierno,
de la torre del fuego que purifica
y de las esferas gloriosas,
por Swedenborg,
que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,
por los ríos secretos e inmemoriales
que convergen en mí,
por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria,
por la espalda y el arpa de los sajones,
por el mar, que es un desierto resplandeciente
y una cifra de cosas que no sabemos
y un epitafio de los vikings,
por la música verbal de Inglaterra,
por la música verbal de Alemania,
por el oro, que relumbra en los versos,
por el épico invierno,
por el nombre de un libro que no he leído: Gesta Dei
per Francos,
por Verlaine, inocente como los pájaros,
por el prisma de cristal y la pesa de bronce,
por las rayas del tigre,
por las altas torres de San Francisco y de la isla de
Manhattan,
por la mañana en Texas,
por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral
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y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,
por Séneca y Lucano, de Córdoba,
que antes del español escribieron
toda la literatura española,
por el geométrico y bizarro ajedrez,
por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,
por el olor medicinal de los eucaliptos,
por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
por el olvido, que anula o modifica el pasado,
por la costumbre,
que nos repite y nos confirma como un espejo,
por la mañana, que nos depara la ilusión de un
principio,
por la noche, su tiniebla y su astronomía,
por el valor y la felicidad de los otros,
por la patria, sentida en los jazmines
o en una vieja espada,
por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron
el poema,
por el hecho de que el poema es inagotable
y se confunde con la suma de las criaturas
y no llegará jamás al último verso
y varía según los hombres,
por Francis Haslam, que pidió perdón a sus hijos
por morir tan despacio,
por los minutos que preceden al sueño,
por el sueño y la muerte,
esos dos tesoros ocultos,
por los íntimos dones que no enumero,
por la música, misteriosa forma del tiempo.
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E l G o l e m [ I I ]
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No a la manera de otras que una vaga
Sombra insinúan en la vaga historia,
Aún está verde y viva la memoria
De Judá León, que era rabino en Praga.
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Y logró, al cabo de años, que el perverso
Barriera bien o mal la sinagoga.
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En la hora de angustia y de luz vaga,
En su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
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A l i d i o m a a l e m á n
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Capital: el amor entrelazado
De las voces compuestas, las vocales
Abiertas, los sonidos que permiten
El estudioso hexámetro del griego
Y tu rumor de selvas y de noches.
Te tuve alguna vez. Hoy, en la linde
De los años cansados, te diviso
Lejana como el álgebra y la luna.
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A I s l a n d i a
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Bien está el resignado aprendizaje
De una empresa infinita; yo he elegido
El de tu lengua, ese latín del Norte
Que abarcó las estepas y los mares
De un hemisferio y resonó en Bizancio
Y en las márgenes vírgenes de América.
Sé que no la sabré, pero me esperan
Los eventuales dones de la busca,
No el fruto sabiamente inalcanzable.
Lo mismo sentirán quienes indagan
Los astros o la serie de los números...
Sólo el amor, el ignorante amor, Islandia.
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J o s é Á n g e l B u e s a
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Poema para el crepúsculo
II
87
III
88
P o e m a d e l a c u l p a
89
Era de otro. Era de otro, que no la merecía,
y por eso, en sus brazos, ¡seguía siendo mía!
Era de otro, Señor. Pero hay cosas sin dueño:
Las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.
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P o e m a d e l a s c o s a s
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P o e m a
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R e g r e s o
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L e ó n F e l i p e C a m i n o
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S i n e l p o e t a
Sin el poeta
no podrá existir España.
¡Que lo oigan las arcas victoriosas!
¡Que lo oiga Franco!
Tuya es la hacienda,
la casa, el caballo y la pistola.
Mía es la voz más antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo
y errante por el mundo.
Mas yo te dejo mudo... mudo.
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U n s i g n o
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Y todos están vivos todavía. Ahí pasa el pregonero:
“¡Cuentos!... ¡Cuentos!... ¡Cuentos!...”
Es aquel viejo vendedor de sombras y de risas
que ahora pregona cuentos.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos...
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos,
Yo sé muy pocas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.
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Porque la serpiente se chupa el caramelo de la cola,
y se lo chupa el hijo pródigo
y el último caballero del Graal;
y el miedo y el feto y la impotencia...
y la voluta desmayada del capital barroco y aplastado de la
[catedral
y el vendaje diamantino de la momia,
y el del sudario primero de Lázaro —primero y provisional—
y la cinta dorada de la gorra,
y la hebilla de la espuela,
y el cíngulo de nieve y de sal
de la mujer de Lot y el rosario
y el balduque del legajo revolucionario y constitucional
y la cincha anillada de onzas y de balas que ornamenta y
[sostiene el heroico vientre satisfecho del general
y la ciega mula democrática
y el toro fugitivo y fogueado que volverá a dormir en el corral
y la verja de lanzas del palacio
y la antigua muralla de la China,
y la nueva ciudadela del kremlin,
y la gran estola cuaresmal...
Y la escalera se lo chupa también
(los que bajaron subirán
y los que subieron, volverán a bajar).
IV. Trampas
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o un espejo
donde yo me repito
y me reflejo.
Romped,
romped todos los cuentos,
que no quiero verme
en el tiempo
ni en la tierra
ni en el agua sujeto.
V. Contádme un sueño
VI. Oíd
Soñé... ¡Sueño!
No soy un cuento.
Vengo de más lejos...
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¡Soy y vengo del sueño!
Y digo que señor es querer, querer, querer...
Querer escaparse del espejo,
querer desenvolverse del ovillo,
querer desconyuntarse de la dulce rosquilla de los cuentos,
querer desenvolverse... prolongarse.
Soñar es decir 4 veces,
o 44 veces,
o 4,444 veces, por ejemplo:
Yo no quiero,
yo no quiero,
yo no quiero,
yo no quiero
verme en el tiempo
ni en la tierra
ni en el agua sujeto...
Quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento.
Quiere el hilo,
sueña el hilo
en la espadera,
sueña el hilo
que saldrá
algún día...
¡Un buen día!
hecho manto
del telar.
100
Lo que pasó, bajo la curva de los cielos,
se prolonga bajo los huesos de mi cráneo.
Lo que soñé en la tierra y en el vientre fecundado de mi
[madre,
lo sigo aquí ahora sobre la piedra oscura de mi almohada.
¡Fui semilla que quiso ser espiga...
y soy espiga que sueña en ser pan ázimo!
VII. El gusano
101
y sobre los escombros de su iglesia podrida
levantaremos un día nuestra casa,
nuestra ciudad
y nuestro vuelo.
¡Dios nos guía!
Porque el gusano no es un cuento, narradores de cuentos,
es un signo... un sueño...
un sueño alegre que empezamos a decifrar.
102
que no quiero,
que no quiero que me sellen la boca y los ojos con cuentos;
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero que me entierren con cuentos;
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero verme clavado en el tiempo,
que no quiero verme en el agua,
que no quiero verme en la tierra tampoco,
que no quiero verme, a su ovillo, como un hilo de la baba
[sujeto.
Quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento...
Soy gusano que sueña... y sueño
verme un día volando en el viento.
103
A u l l i d o s
104
¡ Q u é p e n a ! . . .
¡Qué
pena
si este camino
fuera
de muchísimas
leguas
y siempre
se repitieran
las mismas
cuestas,
las mismas
praderas,
los mismos rebaños,
las mismas recuas,
los mismos pueblos,
las mismas ventas!...
¡Qué
pena
si esta vida
tuviera
—esta vida
nuestra—
mil años
de existencia!...
105
¿Quién la haría hasta el fin
llevadera?
¿Quién la soportaría toda
sin protestas?...
¡Qué
pena,
qué
pena
que
sea
así todo siempre,
siempre de la misma manera!
106
V e n c i d o s
107
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!
108
C o m o t ú
Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña:
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras,
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
109
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia...
como tú, piedra aventurera...
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda...
piedra pequeña
y
ligera...
110
C o r a z ó n m í o
Corazón mío...
¡qué abandonado te encuentro!...
Corazón mío... estás
lo mismo que aquellos
palacios deshabitados
y llenos
de misteriosos
silencios...
Corazón mío,
palacio viejo,
palacio desmantelado,
palacio desierto,
palacio mudo
y lleno
de misteriosos
silencios...
ni una golondrina ya
llega a buscar tus aleros
y hacen su cobijo sólo
en tus huecos
los
murciélagos.
111
E r n e s t o C a r d e n a l
112
N o s t a l g i a
Al perderte yo a ti
Tú y yo hemos perdido:
Yo, porque tú eras
Lo que yo más amaba
Y tú porque yo era
El que te amaba más.
113
S a l m o 1 6
114
y los slogans de odios nos rodean.
Los espías rodean mi casa
los policías secretos me vigilan de noche
estoy en medio de gangsters.
Levántate Señor
sal a su encuentro
derríbalos.
Arrebáteme de las garras de los Bancos
con tu mano Señor líbrame de los hombres de negocios
y del socio de los clubes exclusivos
¡de ésos que ya han vivido demasiado!
los que tienen repletas sus refrigeradoras
y sus mesas llenas de sobras
y dan el caviar a los perros.
Nosotros no tenemos entrada a su Club
pero Tú nos sacarás
cuando pase la noche.
115
R o s a r i o C a s t e l l a n o s
116
A g o n í a f u e r a d e l m u r o
117
Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
gente a quien compartir es imposible.
118
D e s t i n o
119
El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve
—antes que lo devoren— (cómplice, fascinado)
igual a su enemigo.
120
F a l s a e l e g í a
121
M e m o r i a l d e T l a t e l o l c o
122
No busques lo que no hay: huellas, cadáveres,
que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa:
a la Devoradora de Excrementos.
Recuerdo, recordamos.
Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia se siente entre nosotros.
123
R a f a e l d e L e ó n
124
L a p r o f e c í a
Me lo contaron ayer
las lenguas de doble filo:
que te casaste hace un mes,
y me quedé tan tranquilo.
125
Que si al pie de los altares
mi nombre se te borró
por la gloria de mi madre
que no te guardo rencor.
Ya no juega a la tropa,
ni tira piedras al río,
ni se destroza la ropa
subiendo a coger nidos.
126
¿Quiéres que te dé un consejo?
Vigila, mujer, vigila.
127
De vuelta del campanario,
cuando rompimos a hablar:
—Dice mi tía Rosario
que la cigüeña es sagrada,
y el colorín, y la fuente, y el rocío,
y el bronce de esta campana,
y el romero de los montes,
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río.
Y aquella cinta lejana
que llaman el horizonte.
Te hice un ramo
de pitiminí precioso,
y luego nos retratamos
en las agüitas del pozo.
—¿En qué piensas?
—En darte un beso.
128
Y sentí una vergüenza
que me caló hasta los huesos.
Y mientras tú le cantabas
yo inocente, pensé,
que “la nana” nos casaba
como marido y mujer.
¡Pamplinas! Figuraciones
que inventan los chavales.
Después la vida se impone:
“Tanto tienes, ¡tanto vales!”
129
Y verás, sueña que sueña,
que me morí siendo chico,
y se llevó una cigüeña
mi corazón en el pico.
130
Romance del hijo que no tuve contigo
Hubiera podido ir
las tardes de los domingos,
de mi mano y de la tuya,
con su traje de marino,
131
Ay, qué cuarto de juguetes,
amor, hubiera tenido:
tres caballos, dos espadas,
un carro verde de pino,
un tren con siete estaciones;
un barco, un pájaro, un nido,
y cien soldados de plomo,
de plata y oro vestidos.
Ay, qué cuarto de juguetes,
amor, hubiera tenido.
Y temblaba tu cintura
como un palomo cautivo,
y nueve líneas de sombra
brillaban en tu delirio.
Yo te escuchaba lejano,
sobre mis versos perdido;
pero sentí por mi espalda
correr un escalofrío;
y repetí como un eco:
“Cuando tengamos un hijo”.
132
Yo, arquitecto de ilusiones,
sostenía el equilibrio,
de una hora de esperanzas
en un balcón de suspiros.
En tu cómoda de cedro
nuestro ajuar se quedó frío;
entre aluma y manzana,
entre romero y membrillo.
Qué pálidos los encajes,
qué sin gracia los vestidos.
133
que se pone tu marido.
Te llaman Doña Manuela,
usas guantes y abanico,
y tres papadas te cortan
de la garganta el suspiro.
Nos saludamos de lejos
como dos desconocidos.
Tu marido baja y sube
la chistera, yo me inclino,
y tú sonríes sin gana,
de un modo torpe y ridículo.
134
F e d e r i c o G a r c í a L o r c a
135
prodigiosa, conocida esta obra también como El lenguaje de las
flores.
Su participación ideológica en la guerra civil española lo
llevó a una muerte prematura, dejando su obra trunca en 1936,
al ser fusilado en Granada a manos del ejército franquista.
Clemente Airo escribe: “Muy pocos poetas han logrado tan
rápido y trascendental ascenso en la admiración pública, como
Federico García Lorca”.
136
L a c a s a d a i n f i e l
137
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo, el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
138
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.
139
R o m a n c e d e l a p e n a n e g r a
140
—No me recuerdes el mar,
que la pena negra brota
en las tierras de aceituna
bajo el rumor de las hojas.
141
Muerte de Antoñito el Camborio
142
¿Quién te ha quitado la vida
cerca del Guadalquivir?
—Mis cuatro primos Heredias
hijos de Benamejí.
Lo que en otros no envidiaban,
ya lo envidiaban en mí.
Zapatos color corinto,
medallones de marfil,
y este cutis amasado
con aceituna y jazmín.
—¡Ay, Antoñito el Camborio,
digno de una Emperatriz!
Acuérdate de la Virgen
porque te vas a morir.
—¡Ay, Federico García,
llama a la Guardia Civil!
Ya mi talle se ha quebrado
como caña de maíz.
143
M u e r t o d e a m o r
A Margarita Manso
144
resonaban por el arco
roto de la medianoche.
Bueyes y rosas dormían.
Sólo por los corredores
las cuatro luces clamaban
con el furor de San Jorge.
Tristes mujeres del valle
bajaban su sangre de hombre,
tranquila de flor cortada
y amarga de muslo joven.
Viejas mujeres del río
lloraban al pie del monte
un minuto intransitable
de cabelleras y nombres.
Fachadas de cal ponían
cuadrada y blanca la noche.
Serafines y gitanos
tocaban acordeones.
—Madre, cuando yo me muera
que se enteren los señores.
Pon telegramas azules
que vayan del Sur al Norte.
Siete gritos, siete sangres,
siete adormideras dobles,
quebraron opacas lunas
en los oscuros salones.
Lleno de manos cortadas
y coronitas de flores,
el mar de los juramentos
resonaba, no sé dónde.
145
Y el cielo daba portazos
al brusco rumor del bosque,
mientras clamaban las luces
en los altos corredores.
146
N i c o l á s G u i l l é n
147
Balada de los dos abuelos
148
¡Oh costas de cuello virgen,
engañadas de abalorios!...
—¡Me canso!
(Dice mi abuelo blanco.)
¡Oh puro sol repujado,
preso en el aro del Trópico;
oh luna redonda y limpia
sobre el sueño de los monos!
149
Los dos suspiran. Los dos
las fuertes cabezas alzan;
los dos del mismo tamaño,
bajo las estrellas altas;
los dos del mismo tamaño,
ansia negra y ansia blanca;
los dos del mismo tamaño,
gritan, sueñan, lloran, cantan.
Sueñan, lloran, cantan.
Lloran, cantan.
¡Cantan!
150
S a b á s
151
¡Caramba, Sabás, que no se diga!
¡Sujétate los pantalones,
y mira a ver si te las compones
para educarte la barriga!
La muerte, a veces, es buena amiga,
y el no comer, cuando es preciso
para comer, el pan sumiso,
tiene belleza. El cielo abriga.
El sol calienta. Es blando el piso
del portal. Espera un poco,
afirma el paso irresoluto
y afloja más el freno...
¡Caramba, Sabás, no seas tan loco!
¡Sabás, no seas tan bruto,
ni tan bueno!
152
S i g u e . . .
Camina, caminante,
sigue;
camina y no te pare,
sigue.
Camina y no te pare,
sigue:
acuérdate de que e mala,
¡sigue!
153
C a n t o n e g r o
¡Yambambó, yambambé!
Repica el congo solongo,
repica el negro bien negro;
congo solongo del Songo
baila yambó sobre un pie.
Mamatomba,
serembe cuserembá.
Acuememe serembó,
aé,
yambó,
aé.
154
S ó n g o r o c o s o n g o
¡Ay, negra,
si tú supiera!
Anoche te vi pasar,
y no quise que me viera.
A él tú le hará como a mí,
que cuando no tuve plata
te corrite de bachata,
sin acordarte de mí.
Sóngoro, cosongo,
songo be;
sóngoro, cosongo
de mamey;
sóngoro, la negra
baila bien;
sóngoro de uno,
sóngoro de tré.
Aé,
vengan a ver;
aé, vamo pa ver;
¡vengan, sóngoro cosongo,
sóngoro cosongo
de mamey!
155
T ú n o s a b e i n g l é
La mericana te buca,
y tú le tiene que huir:
tu inglé era detrái guan,
detrái guan y guan tu tri...
156
M i g u e l G u a r d i a
157
C a r t a d e a m o r
158
porque haces el amor como los ángeles
sin alas;
porque eres generosa y limpia y fiel
y amorosa.
159
A n t e s a m o r
160
C a s i . . .
S o n e t o I I I
161
¿ E n q u é p i e n s a s ?
162
E l a i r e d e a b r i l
163
M i g u e l H e r n á n d e z
164
de ausencias. En 1941, es enviado a la cárcel de Alicante don-
de fallece un año después, en marzo de 1942.
Ricardo Guillón refiere:
tras fronteras.
165
E l e g í a
166
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
167
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
168
E l n i ñ o y u n t e r o
169
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.
170
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
171
M e l l a m o b a r r o
172
Más mojado que el rostro de mi llanto,
cuando el vidrio lanar del hielo bala,
cuando el invierno tu ventana cierra
bajo tus pies un gavilán de ala,
de ala manchada y corazón de tierra.
173
Harto de someterse a los puñales
circulantes del carro y la pezuña,
teme del barro un parto de animales
de corrosiva piel y vengativa uña.
174
Vientos del pueblo me llevan
175
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpago,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
176
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
177
N a n a s d e l a c e b o l l a
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
178
que te traigo la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
179
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
180
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
181
E f r a í n H u e r t a
182
L a l e c c i ó n m á s a m p l i a
183
Pero otra vez cantando.
En la playa solemne la energía que se muere,
el insumiso corazón del frío,
la humedad, la ternura, la lucha
en que perecen luces
de franco agotamiento.
Continuar afirmando.
Aquello que negamos y brota de los vidrios,
de la nieve, del hielo dulce,
de la madera blanca como
castidad que aniquila,
como fiebre de niebla.
184
No el destino raído,
no el llanto de laureles putrefactos.
185
Primer canto de abandono
186
adoro con ceguera tu pasión por la lluvia
y el encanto de tus narices frías,
amada razonable y sencilla.)
187
No lloraría por mi ternura finalmente enterrada
ni por un sueño herido sentiría fina tristeza,
pero sí por mi voz oculta para siempre,
mi voz como una perla abandonada.
188
E l a m o r
189
Enséñame tu forma de gran lirio salvaje:
cómo viven tus brazos, cómo alienta tu pecho,
cómo en tus finas piernas siguen latiendo rosas
y en tus largos cabellos las dolientes violetas.
Yo camino buscando tu sonrisa de nube,
tu sonrisa de ala, tu sonrisa de fiebre.
Yo voy por el amor, por el heroico vino
que revienta los labios. Vengo de la tristeza,
de la agria cortesía que enmohece los ojos.
190
E l p o e m a d e a m o r
191
El poema de amor bien puede ser
un soñar escribirlo y declararlo.
Y despertar, al fin, estremecido,
abrazarte entre tibia y azorada
como a rosa ceñida por la brisa.
192
Por ejemplo, decir... “Amada mía...”
Pero aquí llegas tú, puntual, serena,
a cerrarme la boca dulcemente.
193
D e c l a r a c i ó n d e a m o r
194
Ciudad, invernadero,
gruta despedazada.
195
a los pájaros que viven limpiamente
en tus jardines como axilas,
a los perros nocturnos
cuyos ladridos son mares de fiebre,
a los gatos, tigrillos por el día,
serpientes en la noche,
blandos peces al alba;
cómo te das, mujer de mil abrazos,
a nosotros, tus tímidos amantes:
cuando te desnudamos, se diría
que una cascada nace del silencio
donde habitan la piel de los crepúsculos,
las tibias lágrimas de los relojes,
las monedas perdidas,
los días menos pensados
y las naranjas vírgenes.
196
en la superficie del mar
con barcos casi locos,
en lo alto del mar
con pájaros idiotas.
Yo pienso en mi mujer:
en su sonrisa cuando duerme
y una luz misteriosa la protege,
en sus ojos curiosos cuando el día
es un mármol redondo.
Pienso en ella, ciudad,
y en el futuro nuestro:
en el hijo, en la espiga,
o menos, en el grano de trigo
que será también tuyo,
porque es de tu sangre,
de tus rumores,
de tu ancho corazón de piedra y aire,
de nuestros fríos o tibios,
o quemantes y helados pensamientos,
humildades y orgullo, mi ciudad.
197
tus calles cauces duros
para pies varoniles,
tus templos viejos frutos
alimento de ancianas,
tus horas como gritos
de monstruos invisibles,
¡tus rincones con llanto
son las marcas de odio y de saliva
carcomiendo tu pecho de dulzura!
198
V i c e n t e H u i d o b r o
199
En su obra Altazor, donde hay más surrealismo que
creacionismo, cuenta sus frustraciones encarnadas en ese
alto azor que, pese a la creación de un mundo imaginario, se
siente precipitado al vacío. Durante su viaje a las alturas
para cruzar los velos de los increados y rasgarlos una vez
llegado a la irrealidad, Huidobro se busca como centro de gra-
vedad de su propio yo.
200
A r t e p o é t i c a
Que el verso sea como una llave que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
cuanto miren los ojos, creado sea,
y el alma del oyente quede temblando.
201
E l e s p e j o d e a g u a
202
La poesía es un atentado celeste
Yo no estoy y estoy
Estoy ausente y estoy presente en estado de espera
Ellos querrían mi lenguaje para expresarse
Y yo querría el de ellos para expresarlos
He aquí el equívoco, el atroz equívoco.
Angustioso lamentable
Me voy adentrando en estas plantas
Voy dejando mis ropas
Se me van cayendo las carnes
Y mi esqueleto se va revistiendo de cortezas.
203
Me estoy haciendo árbol. Cuántas veces me
[he ido conviertiendo en otras cosas...
Es doloroso y lleno de ternura.
Podía dar un grito pero se espantaría la transubstanciación
Hay que guardar silencio. Esperar en silencio.
204
J o s u é M i r l o
205
I m p r e c a s i ó n
206
¡Células en potencia,
sangre en potencia,
nervios en potencia,
músculos en potencia,
osamenta en potencia!...
Sólo mi pensamiento
desde su oscuro y húmedo
retiro
¡reía!... ¡reía!... ¡reía!...
207
E l p a r a n o i c o
A Lamberto Alarcón
Conociéndome
de una sensibilidad
no encadenada al mundo de las formas,
siento voluptuosidad
al conectar mis nervios con las cosas
para hacerlas vivir, al mismo tiempo,
la vibración azul de mi esperanza;
¡que es llegar a ser Dios!
208
Soles lilas entonces
lunarán en mi lanza:
y en un paisaje áspero
de luces invertidas
donde relinchen mares
y selvas y montañas
como caballos jóvenes,
picotearán mis sombras
la Humanidad podrida...
Y mi Escudero Ingenuo,
¡llorará su derrota!
209
M a d r e
Ofertorio:
Rezo lírico:
Salmo final:
210
E l c r e p ú s c u l o
Cansado de ambular,
el crepúsculo azul salió del pueblo
sin que le viera nadie;
sólo la noche
aullaba largamente
en el sendero.
211
E l a f á n d e l s e n d e r o
212
E l í a s N a n d i n o
213
I n t e r r o g a c i ó n
entonces yo me desprendo
y sin mirarme comprendo
que de mi cuerpo salí,
y me interrogo furtivo:
¿es por mi cuerpo que vivo
o él es quien vive de mí?
214
E p i t a f i o s
A la tierra devolví
la porción que me prestó,
y al recobrarla, guardó
la misma tierra, sin mí.
Nada soy de lo que fui,
sólo mi polvo marchito
ha quedado circunscrito
a su cripta temporal.
No quieran juzgarme mal
YA NO HAY CUERPO DEL DELITO.
II
Es mi lápida y mi nombre
que señalan el lugar
donde vino a terminar
mi existencia. No te asombre
que se vuelva polvo un hombre
después que vivió su vida
con deleite y sin medida;
debe asombrarte, el que llega
215
hasta la mortal entrega
sin llevarla consumida.
III
En la soledad oscura
de los párpados cerrados
de esta tumba, están guardados
los restos de mi figura.
Es todo lo que perdura
de mi carne enardecida
que, por arder sin medida,
expiró y me dio la suerte,
de no morir de mi muerte.
A mí me mató la vida.
216
M e d u e l e p r e s e n t i r
Cortázar
De manera distinta
cada cual debe morir su propia muerte
y afrontar el naufragio
en la perenne inmensidad del polvo.
217
(Vivo pensando en el trágico momento
que me transforme en ausencia sin regreso,
nombre sin rostro huyendo hacia el olvido,
absoluto silencio que se ahogue
en la ciega pupila del vacío,
o sombra que se incolore en la distancia.)
218
P o e m a e n l a s s o m b r a s
219
N o c t u r n o a m o r
220
S o n e t o X I I
221
P a s i ó n
222
II
223
P a b l o N e r u d a
224
intensidad en el decir y en el sentir, acentuando su estilo
personal.
En su libro Canto general (1940) expresó su preocupación
por los destinos de América, al realizar un grandioso esfuer-
zo por plasmar su historia antigua y moderna, con un deseo
de justicia. En 1950, Rusia le concedió el Premio Stalin de la
Paz por su obra poética Que despierte el leñador, un poema
dedicado a Norteamérica.
El dinamismo extraordinario de Neruda lo llevó a cantar en
sucesivos libros, bajo el título Odas elementales, en poemas
hermosos con una visión esperanzada y optimista del cosmos.
Títulos como Cien sonetos de amor y Memorial de Isla Negra mues-
tran un cierto retorno a la poesía simple y desinteresada de
sus inicios. Su obra póstuma, Confieso que he vivido, es el iti-
nerario del hombre y del poeta en un profundo agradecimiento
a la vida. En 1971, es merecedor del premio Nobel de literatura
y cuando Salvador Allende es postulado para la candidatura a
la presidencia de Chile lo es también Pablo Neruda, pero su
estrecha amistad y admiración que le merece Allende, le ha-
cen ceder sus votos y unirse a su campaña. Más tarde durante
el movimiento militar encabezado por Pinochet en el que mue-
re Allende, se daña profundamente su salud física y espiri-
tual. El 23 de septiembre de 1978 muere el poeta.
225
O d a a l á t o m o
Pequeñísima
estrella,
parecías
para siempre
enterrada
en el metal: oculto,
tu diabólico
fuego.
Un día
golpearon
en la puerta
minúscula:
era el hombre.
Con una
descarga
te desencadenaron,
viste el mundo,
saliste
por el día,
recorriste
ciudades,
tu gran fulgor llegaba
a iluminar las vidas,
226
eras
una fruta terrible,
de eléctrica hermosura,
venías
a apresurar las llamas
del estío,
y entonces
llegó
armado
con anteojos de tigre
y armadura,
con camisa cuadrada,
sulfúricos bigotes,
cola de puerco espín,
llegó el guerrero
y te sedujo:
duerme,
te dijo,
enróllate,
átomo, te pareces
a un dios griego,
a una primaveral
modista de París,
acuéstate
en mi uña,
entra en esta cajita,
y entonces
el guerrero
te guardó en su chaleco
como si fueras sólo
píldora
norteamericana,
227
y viajó por el mundo
dejándote caer
en Hiroshima.
Despertamos.
La aurora
se había consumido.
Todos los pájaros
cayeron calcinados.
Un olor
de ataúd,
gas de las tumbas,
tronó por los espacios.
Subió horrenda
la forma del castigo
sobrehumano,
hongo sangriento, cúpula,
humareda,
espada
del infierno.
Subió quemante al aire
y se esparció la muerte
en ondas paralelas,
alcanzando
a la madre dormida
con su niño,
al pescador del río
y a los peces,
a la panadería
y a los panes,
al ingeniero
y a sus edificios,
228
todo
fue polvo
que mordía,
aire
asesino.
La ciudad
desmoronó sus últimos alvéolos,
cayó, cayó de pronto,
derribada,
podrida,
los hombres
fueron súbitos leprosos,
tomaban
la mano de sus hijos
y la pequeña mano
se quedaba en sus manos.
Así, de tu refugio,
del secreto
manto de piedra
en que el fuego dormía
te sacaron,
chispa enceguecedora,
luz rabiosa,
a destruir las vidas,
a perseguir lejanas existencias,
bajo el mar,
en el aire,
en las arenas,
en el último
recodo de los puertos,
a borrar
229
las semillas,
a asesinar los gérmenes,
a impedir la corola,
te destinaron, átomo,
a dejar arrasadas
las naciones,
a convertir el amor en negra pústula,
a quemar amontonados corazones
y aniquilar la sangre.
Oh chispa loca,
vuelve
a tu mortaja,
entiérrate
en tus mantos minerales,
vuelve a ser piedra ciega,
desoye a los bandidos,
colabora
tú, con la vida, con la agricultura,
suplanta los motores,
eleva la energía,
fecunda los planetas.
Ya no tienes
secreto,
camina
entre los hombres
sin máscara
terrible,
apresurando el paso
y extendiendo
los pasos de los frutos,
separando
montañas,
230
enderezando ríos,
fecundando,
átomo,
desbordada
copa
cósmica,
vuelve
a la paz del racimo,
a la velocidad de la alegría,
vuelve al recinto
de la naturaleza,
ponte a nuestro servicio,
y en vez de las cenizas
mortales
de tu máscara,
en vez de los infiernos desatados
de tu cólera,
en vez de la amenaza
de tu terrible claridad, entréganos
tu sobrecogedora
rebeldía
para los cereales,
tu magnetismo desencadenado
para fundar la paz entre los hombres,
y así no será infierno
tu luz deslumbradora,
sino felicidad,
matutina esperanza,
contribución terrestre.
231
P o e m a 6
232
P o e m a 1 2
233
P o e m a 1 5
234
P o e m a 1 8
Aquí te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.
235
Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.
236
P o e m a 2 0
237
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
238
S a l v a d o r N o v o
239
una porción mínima de su vasta producción de artículos y
crónicas se ha difundido. Entre sus obras de teatro y publica-
ciones poéticas destacan, respectivamente: El tercer Fausto,
La culta dama, Diálogos, A ocho columnas y La guerra de las gor-
das; XX poemas, Espejo, Nuevo amor, Poemas proletarios, Never
ever, Aparte y Sátira.
En 1965, fue nombrado cronista de la ciudad de México,
actividad que desempeñó hasta poco antes de su muerte, en
1974.
240
A m o r
241
S o n e t o 1 9 6 1
242
Breve romance de ausencia
243
Otro es este que no tú,
amor que clama en silencio,
si tus brazos y tu boca
con las palabras partieron.
244
E p i f a n i a
Un domingo
Epifania no volvió más a la casa.
Yo sorprendí conversaciones
en que contaban que un hombre se la había robado
y luego, interrogando a las criadas,
averigüé que se la había llevado a un cuarto.
No supe nunca dónde estaba ese cuarto
pero lo imaginé, frío, sin muebles,
con el piso de la tierra húmeda
y una sola puerta a la calle.
Cuando yo pensaba en ese cuarto
no veía a nadie en él.
Epifania volvió una tarde
y yo la perseguí por todo el jardín
rogándole que me dijera qué le había hecho el hombre
porque mi cuarto estaba vacío
como una caja sin sorpresas.
Epifania reía y corría
y al fin abrió la puerta
y dejó que la calle entrara en el jardín.
245
O c t a v i o P a z
246
E l e g í a i n t e r r u m p i d a
247
fija mirada que se abraza a otra,
ajena, que se asfixia en el abrazo
y al fin se escapa y ve desde la orilla
cómo se hunde y pierde cuerpo el alma
y no encuentra unos ojos a que asirse...
¿Y me invitó a morir esa mirada?
248
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Al que se fue por unas horas
y nadie dónde se ha perdido
ni a qué silencio entró.
De sobremesa, cada noche,
la pausa sin color que da al vacío
o la frase sin fin que cuelga a medias
del hilo de la araña del silencio
abren un corredor para el que vuelve:
suenan sus pasos, sube, se detiene...
Y alguien entre nosotros se levanta
y cierra bien la puerta.
Pero él, allá del otro lado, insiste.
Acecha en cada hueco, en los repliegues,
vaga entre los bostezos, las afueras.
No se ha muerto del todo, se ha perdido.
Y aunque cerremos puertas, él insiste.
249
los labios mentirosos, la mentira,
el mal sabor del mundo, el impasible,
abstracto abismo del espejo a solas,
todo lo que al morir quedó en espera,
todo lo que no fue —y lo que fue—
y ya no será más, en mí se alza,
pide vivir, comer el pan, la fruta,
beber el agua que le fue negada.
Pero no hay agua ya, todo está seco,
no sabe el pan, la fruta amarga,
amor domesticado, masticado,
en jaulas de barrotes invisibles
mono onanista y perra amaestrada,
lo que devoras te devora,
tu víctima también es tu verdugo.
250
T u s o j o s
251
H i m n o e n t r e r u i n a s
252
la proporción que rige al himno y al discurso,
al baile, a la ciudad y a la banza?
El canto mexicano estalla en un carajo,
estrella de colores que se apaga,
piedra que nos cierra la puerta del contacto.
Sabe la tierra a tierra envejecida.
253
Ver, tocar formas hermosas, diarias.
Zumba la luz, dardos y alas.
Huele a sangre la mancha de vino en el mantel.
Como el coral sus ramas en el agua
extiendo mis sentidos en la hora viva:
el instante se cumple en una concordancia amarilla,
¡oh mediodía, espiga henchida de minutos,
copa de eternidad!
254
M a r g a r i t a P a z P a r e d e s
255
la suya una poesía preocupada por verdades fundamentales y
henchida de esperanzas redentoras; voz llena de ternura y de
ansia no satisfecha, de entrega y de comunión.
Margarita Paz Paredes dice de su poesía:
madurez espiritual. Una vez dije que quisiera hacer una poesía
sin palabras. Ya que esto no me ha sido dado, lo hago con las
menos palabras posibles. Apenas si estoy en el ensayo deses-
256
Es viernes y pienso en ti
257
¿Qué viento hincha tu camisa amarilla?
Debes estar cansado.
Te miro a la distancia, tenaz, insomne, firme,
compartiendo el esfuerzo, la ambición, la dureza.
Te miro trabajando
por el ideal del que hemos hablado tantas veces...
Todo está bien; pero ahora...
¿Por qué no te detienes un instante?
Es bueno ver el cielo
a través de los árboles de mayo.
¡Qué balcón asombroso,
desde donde la luna se aparece a los hombres,
con esa magia misteriosa
en la que irremisiblemente nos envuelve!
258
Un día me dijiste simplemente: “Te amo”.
Y te miré a los ojos
y solté las amarras de mi barca
y navegué en tu océano.
Mi arena
se transformó en espuma viajera y sorprendida;
y descubrí contigo
islas inconquistadas,
jóvenes y desconocidos territorios,
donde inventó el amor su paraíso.
259
O r a c i ó n p o r e l a m o r
260
No supe nunca cuándo desprendiste
mis ramas florecidas de tu tronco;
ni jamás comprendí por qué mi alma
languideció a la sombra de tu ausencia.
261
O r a c i ó n p o r l a m u e r t e
262
sin otra imagen que mi propia sombra;
sin otra voz que el huracán asiduo
golpeando el corazón deshabitado;
me acerco a ti, señora del silencio,
para decirte que ya estoy vencida,
que ya no combato, que no lucho
por esa eternidad en que creía
cuando todo el amor iba conmigo.
263
Q u i e n d i c e s o l e d a d
Y no es tampoco el páramo
de abandono y de muerte.
264
La soledad que amamos, es el río
por donde el éxodo regresa
a su antigua morada;
es el contacto íntimo y gozoso
con la voz compañera
que agredió en vigilia,
y que en el sueño viene a acariciarnos
con su inocente y pálido lenguaje.
265
¡ C u l p a b l e e l v i e n t o !
En la oscura ribera,
Lázaros abdicando de la vida,
frustrados y anhelantes.
Imposible el reposo de la tierra.
Sólo agua turbia y sal ennegrecida,
y el espejo violento
donde un perfil ahogado renacía.
266
C a r l o s P e l l i c e r
267
Otros libros fundamentales: Recinto, Subordinaciones, Mate-
rial poético y Reincidencias. El Fondo de Cultura Económica
publicó su poesía en edición de Luis Mario Schneider.
268
D i s c u r s o p o r l a s f l o r e s
A Joaquín Romero
269
siento la conexión y lo que se destila
en el alma cuando alguien está junto a un hermano.
Hace poco, en Tabasco, la gran ceiba de Atasta
me entregó cinco rumbos de su existencia. Izó
las más altas banderas que en su memoria vasta
el viento de los siglos inútilmente ajó.
270
hubo un día del mes consagrado a la muerte;
había extraña guerra que llamaron florida
y en sangre los altares chorreaban buena suerte.
271
(Como ustedes han visto, señoras y señores,
hay tristeza también en esto de las flores.)
272
A decir me acompañe cualquier lirio morado:
señoras y señores, aquí hemos terminado.
273
H o r a s d e j u n i o
274
II
III
275
Yo pasaré la noche junto al cielo
para escoger la nube, la primera
nube que salga del sueño, del cielo,
276
D e s e o s
A Salvador Novo
277
Yo no sé qué tiene el mar
278
D e n o c t u r n o
279
A l f o n s o R e y e s
280
Entre sus obras más importantes están: Vísperas de Espa-
ña, Trayectoria de Goethe, Visión de Anáhuac, La crítica en la
edad ateniense, El deslinde, Huellas, Hierbas de tarahumara,
Cantata en la tumba de Federico García Lorca y El plano oblicuo.
Realizó diversas traducciones, entre ellas La Iliada.
281
S o l d e M o n t e r r e y
Andaba detrás de mí
como perrito faldero;
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.
Y a la mañana siguiente,
ya estaba otra vez conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.
282
(El fuego de mayo
me armó caballero:
yo era el Niño Andante,
y el sol, mi escudero.)
Yo no conocí en mi infancia
sombra, sino resolana.
Cada ventana era sol,
cada cuarto era ventana.
283
Y a mí el sol me desvestía
para pegarse conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.
284
G l o s a d e m i t i e r r a
Amapolita morada
del valle donde nací:
si no estás enamorada,
enamórate de mí.
Dé el monacillo su miel,
y la naranja rugada,
y la sedienta granada,
zumo y sangre —oro y rubí—:
que yo te prefiero a ti,
amapolita morada.
285
II
III
IV
286
el silencio que te oí.
Apurando estoy en ti
cuánto la música yerra.
Amapola de mi tierra:
enamórate de mí.
287
C a r a v a n a
288
Y en el sacrificio matinal,
corderos para todos
giraban ensartados en las picas
sobre la lumbrarada de leños olorosos.
289
J a i m e S a b i n e s
290
A lo anterior, Sabines agrega: “sin miedos y reticencias, con
la exhibición del afecto desde su raíz familiar y la intimidad
convertida en la diaria proeza. El conjunto, la imprecación, la
duda, la ternura, la blasfemia, la soledad, el sentimiento amo-
roso despojado de cualquier aura —de alta— poesía”. Sabines
logró una obra definitiva en la poesía de lengua hispana sin
renunciar a características consideradas anacrónicas respec-
to a sus transfiguraciones del tedio y el oprobio. Él, sin pudor
y sin jactancia insistió en la desesperanza, amó y fornicó, in-
sultó y se insultó, originó una nueva y excepcional versión de
Las coplas a la muerte de su padre, se emborrachó para llorar y
no llorar, se rebeló torpe y lúcidamente ante la desaparición
de los seres queridos, fue impiadoso consigo mismo: “igual a
un perro herido al que rodea la gente, feo como el recién naci-
do y triste como el cadáver de una parturienta”.
El resultado fue singular: un análisis descarnado y solida-
rio de los sentimientos y un “romanticismo crítico”, al margen
de jeraquías y prestigios adquiridos. Ejemplo de ello son sus
libros de poesía: Horal, La señal, Tarumba, Diario semanario y
poemas en prosa, Recuento de poemas, Cuba 65, Yuria, Algo sobre
la muerte del Mayor Sabines, Mal tiempo y Poemas y ensayos.
291
Algo sobre la muerte del Mayor Sabines
(Segunda parte)
292
II
Yo sé que tú ni yo,
ni un par de valvas,
ni un becerro de cobre, ni unas alas
sosteniendo la muerte, ni la espuma
en que naufraga el mar, ni —no— las playas,
la arena, la sumisa piedra con viento y agua,
293
ni el árbol que es abuelo de su sombra,
ni nuestro sol, hijastro de sus ramas,
ni la fruta madura, incandescente,
ni la raíz de perlas y de escamas,
ni tu tío, ni tu chozno, ni tu hipo,
ni mi locura, y ni tus espaldas,
sabrán del tiempo oscuro que nos corre
desde las venas tibias a las canas.
III
294
la sangre, que una flor estalla,
que el corazón da frutas, y el cansancio
canta.
IV
295
¿para exprimir los ojos noche a noche
en el temblor oscuro de la cama,
remolino de quietas transparencias,
descendimiento de la naúsea?
296
el pelo o la camisa,
nadie te oye jamás, nadie te mira.
No vuelve nadie, nada. No retorna
el polvo de oro de la vida.
297
Y o n o l o s é d e c i e r t o . . .
298
L o s a m o r o s o s
299
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
300
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
301
No es que muera de amor
302
y nos conocemos en nosotros, separados del mundo,
dichosa, penetrada, y cierto, interminable.
303
Y o m i r o a u n a m u j e r
Posiblemente hermosa
—sin duda dulce y tibia—
si llegara a ocultarse
la inventaría.
304
Cuando siento sus ojos —porque a veces me mira—
quiero decirle cosas, cuentos, mentiras.
305
A l f o n s i n a S t o r n i
306
vestía. Amor al hombre y, al mismo tiempo, desilusión y re-
chazo. Nota original en la poesía femenina de la época.
Algunas obras de su producción poética son: El mundo de
los siete pozos, El dulce daño, Irremediablemente, Languidez y
Ocres, en estas dos últimas los motivos dominantes son la
visión pesimista y dolorosa de la vida, y una vaga aspiración
hacia la muerte.
307
P u d i e r a s e r
308
T ú m e q u i e r e s b l a n c a
Tú me quieres alba;
me quieres de espumas;
me quieres de nácar.
Que sea azucena,
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un halo de luna
filtrado me haya
ni una margarita
se diga mi hermana;
Tú me quieres blanca;
Tú me quieres nívea;
Tú me quieres casta.
Me pretendes casta,
(Dios te lo perdone)
me pretendes alba.
309
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos.
Con salitre y agua.
310
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma,
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.
311
D o l o r
312
ver que se adelanta, la garganta libre,
el hombre más bello; no desear amar...
Perder la mirada distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar;
313
S o y
314
C é s a r V a l l e j o
315
Fábula salvaje es novela ambientada en una comunidad indí-
gena; El tungsteno, otra novela que analiza con dureza la reali-
dad peruana. Algunos de sus ensayos son: Variedades y Rusia.
Expulsado por la política, abandona su patria y se va a Pa-
rís; vivió en Madrid, volviendo después a París, donde malvivió
en la miseria hasta su muerte. Deslumbrado por el paisaje
peruano y amante de su patria, aprende a manifestar en sus
versos que ante la tragedia de América no puede haber otra
actitud que la intransigencia que se halla implícita en la rea-
lidad indígena de su país y en los sufrimientos producidos
por las humillaciones y el hambre: origen de la rabiosa me-
lancolía de sus compatriotas. Estos sentimientos de penuria
se reflejan en su obra de manera más directa y auténtica que
en la de otros poetas arrastrados por la misma vida.
La nostalgia en Vallejo aflora cuando el poeta se halla en
Europa, imposibilitado de volver al Perú, entonces en sus
poemas asoma la tristeza de Los heraldos negros y Nostalgias
imperiales, continúa la corriente de palabras articuladas por
el sufrimiento o la protesta en aras de la solidaridad
Es un escritor que arranca en el modernismo y sigue con el
ultraísmo y el surrealismo en una carrera de rebeldía contra
los convencionalismos y contra la vida misma; pero su ins-
trumento de lucha es la poesía porque es un poeta latino-
americano extraordinario.
316
España, aparta de mí este cáliz
317
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!
Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz que está
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza,
la calavera, aquélla de la vida!
318
D i o s
319
L o s h e r a l d o s n e g r o s
320
M a s a
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: “¡No mueras; te amo tanto!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
321
A m o r
322
X a v i e r V i l l a u r r u t i a
323
Nostalgia de la muerte, Canto a la primavera, Décima muerte y
otros poemas no coleccionados.
Escribe catorce comedias y melodramas, entre los cuales
sobresalen: Parece mentira, ¿En qué piensas?, Invitación a la muer-
te, La hiedra, La mujer legítima, El pobre Barba Azul y El solterón.
Excelente crítico de las artes plásticas, él defiende el de-
recho a un espacio distinto al avasallado por los muralistas.
No es significativa su crítica de cine, aunque sí un guión en
el que colabora: Vámonos con Pancho Villa.
Su única novela, Dama de corazones, corresponde a un esti-
lo psicológico sentimental. Sus ensayos literarios Textos y
pretextos son de primer orden.
324
D é c i m a m u e r t e
A Ricardo de Alcázar
II
325
conmigo en el pensamiento,
en el soplo de mi aliento
y en mi sangre confundida,
¿no serás, Muerte, en mi vida,
agua, fuego, polvo y viento?
III
IV
326
V
VI
VII
En el roce, en el contacto,
en la inefable delicia
de la suprema caricia
327
que desemboca en el acto,
hay un misterioso pacto
del espasmo delirante
en que un cielo alucinante
y un infierno de agonía
se funden cuando eres mía
y soy tuyo en un instante.
VIII
IX
Si te llevo en mí prendida
y te acaricio y escondo;
si te alimento en el fondo
de mi más secreta herida;
si mi muerte te da vida
y goce mi frenesí,
¿qué será, Muerte, de ti
cuando al salir yo del mundo,
328
deshecho el nudo profundo,
tengas que salir de mí?
329
S o n e t o d e l a e s p e r a n z a
330
N o c t u r n o g r i t o
331
N o c h e
Cielo increíble
tan estrellado y azul
como una carta astronómica.
332
“Estrellita reluciente
préstame tu claridad
para seguirle los pasos
a mi amor que ya se va.”
333
P o e s í a
Tu mano metálica
endurece la prisa de mi mano
y conduce la pluma
que traza en el papel su litoral.
334
o la página del espejo,
y me dejas
sin más pulso ni voz y sin más cara,
sin máscara como un hombre desnudo
en medio de una calle de miradas.
335
B i b l i o g r a f í a
337
HERNÁNDEZ, Miguel, El escritor y la crítica, Taurus, España, l975.
HERNÁNDEZ, Miguel, El rayo que no cesa, Taurus, España, l974.
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338
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VALLEJO, César, Trilce y poemas humanos, Premia, l980.
339
Í n d i c e d e a u t o r e s
Agustini, Delmira, 13
Amor, Guadalupe, 22
Barba Jacob, Porfirio, 29
Benedetti, Mario, 35
Benítez Carrasco, Manuel, 50
Borges, Jorge Luis, 65
Buesa, José Ángel, 86
Camino, León Felipe, 94
Cardenal, Ernesto, 112
Castellanos, Rosario, 116
De León, Rafael, 124
García Lorca, Federico, 135
Guillén, Nicolás, 147
Guardia, Miguel, 157
Hernández, Miguel, 164
Huerta, Efraín, 182
Huidobro, Vicente, 199
Mirlo, Josué, 205
Nandino, Elías, 213
Neruda, Pablo, 224
Novo, Salvador, 239
Paz, Octavio, 246
Paz Paredes, Margarita, 255
Pellicer, Carlos, 267
Reyes, Alfonso, 280
341
Sabines, Jaime, 290
Storni, Alfonsina, 306
Vallejo, César, 315
Villaurrutia, Xavier, 323
342
Í n d i c e g e n e r a l
Presentación ......................................................................... 7
Prólogo ................................................................................... 9
AGUSTINI, DELMIRA
Datos biográficos .................................................................. 13
Explosión ............................................................................... 14
Amor ....................................................................................... 15
El cisne .................................................................................. 16
Plegaria .................................................................................. 19
AMOR, GUADALUPE
Datos biográficos .................................................................. 22
Casa redonda ......................................................................... 23
Por qué me desprendí ........................................................... 24
Viejas raíces empolvadas ..................................................... 25
Soneto ardeco ........................................................................ 26
BENEDETTI, MARIO
Datos biográficos .................................................................. 35
Bienvenida ............................................................................. 37
Hagamos un trato ................................................................. 39
Te quiero ................................................................................ 41
343
Soledades .............................................................................. 43
Saberte aquí .......................................................................... 46
Todavía ................................................................................... 48
344
Sin el poeta ......................................................................... 95
Un signo ............................................................................... 96
Aullidos ................................................................................ 104
¡Qué pena! ........................................................................... 105
Vencidos .............................................................................. 107
Como tú... ............................................................................ 109
Corazón mío ......................................................................... 111
CARDENAL, ERNESTO
Datos biográficos ................................................................ 112
Nostalgia ............................................................................. 113
Salmo 16 .............................................................................. 114
CASTELLANOS, ROSARIO
Datos biográficos ................................................................ 116
Agonía fuera del muro ......................................................... 117
Destino ................................................................................ 119
Falsa elegía ......................................................................... 121
Memorial de Tlatelolco ........................................................ 122
DE LEÓN, RAFAEL
Datos biobráficos ................................................................ 124
Profecía ................................................................................ 125
Romance del hijo que no tuve contigo ............................... 131
GUILLÉN, NICOLÁS
Datos biográficos ................................................................ 147
345
Balada de los dos abuelos .................................................. 148
Sabás ................................................................................... 151
Sigue .................................................................................... 153
Canto negro ......................................................................... 154
Sóngoro cosongo .................................................................. 155
Tú no sabe inglé .................................................................. 156
GUARDIA, MIGUEL
Datos biográficos ................................................................ 157
Carta de amor ...................................................................... 158
Antes amor .......................................................................... 160
Casi... Soneto III ................................................................ 161
¿En qué piensas? ................................................................ 162
El aire de abril ..................................................................... 163
HERNÁNDEZ, MIGUEL
Datos biográficos ................................................................ 164
Elegía ................................................................................... 166
El niño yuntero ................................................................... 169
Me llamo barro .................................................................... 172
Vientos del pueblo me llevan ............................................. 175
Nanas de la cebolla ............................................................. 178
HUERTA, EFRAÍN
Datos biográficos ................................................................ 182
La lección más amplia ........................................................ 183
Primer canto de abandono .................................................. 186
El amor ................................................................................. 189
El poema de amor ................................................................ 191
Declaración de amor ........................................................... 194
HUIDOBRO, VICENTE
Datos biográficos ................................................................ 199
Arte poética ......................................................................... 201
346
El espejo de agua ................................................................ 202
La poesía es un atentado celeste ...................................... 203
MIRLO, JOSUÉ
Datos biográficos ................................................................ 205
Imprecasión ......................................................................... 206
El paranoico ......................................................................... 208
Madre ................................................................................... 210
El crepúsculo ....................................................................... 211
El afán del sendero ............................................................. 212
NANDINO, ELÍAS
Datos biográficos ................................................................ 213
Interrogación ....................................................................... 214
Epitafios .............................................................................. 215
Me duele presentir .............................................................. 217
Poema en las sombras ........................................................ 219
Nocturno amor .................................................................... 220
Soneto XII ........................................................................... 221
Pasión .................................................................................. 222
NERUDA, PABLO
Datos biográficos ................................................................ 224
Oda al átomo ....................................................................... 226
Poema 6 ............................................................................... 232
Poema 12 ............................................................................. 233
Poema 15 ............................................................................. 234
Poema 18 ............................................................................. 235
Poema 20 ............................................................................. 237
NOVO, SALVADOR
Datos biográficos ................................................................ 239
Amor ..................................................................................... 241
Soneto 1961 ......................................................................... 242
347
Breve romance de ausencia ................................................ 243
Epifania ................................................................................ 245
PAZ , OCTAVIO
Datos biográficos ................................................................ 246
Elegía interrumpida ............................................................. 247
Tus ojos ............................................................................... 251
Himno entre ruinas ............................................................ 252
PELLICER, CARLOS
Datos biográficos ................................................................ 267
Discurso por las flores ....................................................... 269
Horas de junio ..................................................................... 274
Deseos ................................................................................. 277
Yo no sé qué tiene el mar .................................................. 278
De nocturno ......................................................................... 279
REYES, ALFONSO
Datos biográficos ................................................................ 280
Sol de Monterrey ................................................................. 282
Glosa de mi tierra ............................................................... 285
Caravana .............................................................................. 288
SABINES, JAIME
Datos biográficos ................................................................ 290
Algo sobre la muerte del Mayor Sabines ........................... 292
348
Yo no lo sé de cierto... ........................................................ 298
Los amorosos ...................................................................... 299
No es que muera de amor ................................................... 302
Yo miro a una mujer ........................................................... 304
STORNI, ALFONSINA
Datos biográficos ................................................................ 306
Pudiera ser .......................................................................... 308
Tú me quieres blanca .......................................................... 309
Dolor .................................................................................... 312
Soy ....................................................................................... 314
VALLEJO, CÉSAR
Datos biográficos ................................................................ 315
España, aparta de mí este cáliz ......................................... 317
Dios ...................................................................................... 319
Los heraldos negros ............................................................ 320
Masa .................................................................................... 321
Amor ..................................................................................... 322
VILLAURRUTIA, XAVIER
Datos biográficos ................................................................ 323
Décima muerte .................................................................... 325
Soneto de la esperanza ...................................................... 330
Nocturno grito ..................................................................... 331
Noche ................................................................................... 332
Poesía .................................................................................. 334
349
Impreso en los Talleres Gráficos
de la Dirección de Publicaciones
del Instituto Politécnico Nacional
Tresguerras 27, Centro Histórico, México, D. F.
Enero de 2000. Edición: 1 000 ejemplares
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