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PRÁCTICA

FORENSE PENAL
PRÁCTICA
FORENSE PENAL
HERNANDO LONDOÑO JIMÉNEZ

PRÁCTICA
FORENSE PENAL
CASUÍSTICA
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PRÁCTICA FORENSE PENAL
CASUÍSTICA
ISBN 978-958-Y69-188-7
© Hernando Londoño Jiménez
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ÍNDICE GENERAL
Epígrafe ............................................................................................. 9

Prólogo ........................................................................................... 11

Capítulo I: La luna.......................................................................... 17
Capítulo II: El disparo .................................................................... 25
Capítulo III: El sicario .................................................................... 29
Capítulo IV: El revólver .................................................................. 37
Capítulo V: El planazo .................................................................... 47
Capítulo VI: El inocente ................................................................. 63
Capítulo VII: El niño decapitado .................................................... 69
Capítulo VIII: Los celos .................................................................. 83
Capítulo IX: Lesbiana homicida ...................................................... 95
Capítulo X:: La ventana ................................................................. 105
Capítulo XI: La amenaza .............................................................. 121
Capítulo XII: Los billetes .............................................................. 125
Capítulo XIII: El examen ............................................................... 139
Capítulo XI\1: El cóndor............................................................... 143
Capítulo XV: Pobres diablos ......................................................... 147
Capítulo XVI: Legítima defensa .................................................... 155
Capítulo XVII: Fiscal corrupto ..................................................... 165
Capítulo XVIII: Sin defensa ......................................................... . 169
Capítulo XIX: Culpables morales .................................................. 179
N PRACTICA FORENSE PENAL

Capítulo XX: El cheque ............................................................... 187


Capítulo XXI: La tortura ............................................................... 193
EPÍGRAFE
Capítulo XXII: El magnicidio ...................................................... 203
'1Vo ha)' empresa más digna de atención y de respeto que la de asumir ante
Capítulo XXIII: Anomalía síquica ................................ ., .............. 213 la justicia la defensa de otros hombresy pues no hay ninguna en que el cardctery
Capítulo XXIV: El tren ................................................ ,............... 219 la conciencia, el corazón del que habla fUncionen mdsy en que el abogado surja
y se entregue por mds lados a la vezy· no es una libertad vulneraday un
Capítulo XXV: El duelo ................................................................ 223 derecho desconocidoy una conciencia heriday los que se apoyan
en el derecho de defensa: no hay justicia sin éln
Capítulo Xt'X'VI: Embriaguez patológica ........................................ 227
J. MOLIERAC, (Iniciación a la abogacía)
Capítulo XXVII: El crimen ............................................... ,. ........... 243
Capítulo )()(VIII: La infamia ....................................................... 249
'Wosotros usamos la palabra escrita y habladay es decir, la mds
noble, la mds elevada y artística manifestación del pensamiento y~
ÁNGEL OSSORIO Y GALLARDO (El alma de la toga)

'Juez bueno no es el que siempre estd buscando la manera de no condenar


a nadiey sino el que sabe asimilar los problemas ajenos y vivirlosy
el que comprende las debilidades humanas y penetra con hondura
en las vidas que a su lado se entrecruzan y palpitan y~
LUIS LEGAZ Y LACAMBRA (El derecho y el amor)

"Siento rondar en torno de mi celda la realidad de las grandes podredumbres


humanas. Alrededor de mí merodea un batuque de bestias que da miedo.
Huelo y escucho el hambrey la desnutricióny la sífilisy la tuberculosisy
el hornosexualismo, el ocio, la desesperacióny la ignoranciay el crimeny
la supersticióny la villanía. Todas las descomposiciones del cuerpo
y del alma que se agolpan a la puerta de mi celda
me agobian y me humillan y:
JESÚS ZÁRATE MORENO (La cdrcel)

"Desgraciadamente la justicia humana estd hecha


de tal manera que no solamente se hace sufrir a los hombres
porque son culpablesy sino también por saber si son inocentes y~
FRANCESCO CARNELUTTI (Las miserias del proceso penal)
10 PRACTICA FORENSE PENAL

"Estdis pendientes del detalle minúsculo de la ley y olviddis las cosas


mds graves de la misma: el justo juicio, la misericordia y la buena fe'~
Mateo, 23, 23
PRÓLOGO
((Si conociese usted la justicia no hablaría de ese modo, EllYiaestro HERNANDO LONDOÑO JIMÉNEZ es una figura muy
tenernos libros vivientes: los abogados, que trabajan descollante del Derecho penal antioqueño y nacional que, con só-
para nosotros y se encargan de instruirnos'~ lida formación intelectual y templanza, inunda la discusión a lo
MONTESQUIEU (Las cartas persas) largo de los últimos sesenta años; así lo prueban sus múltiples li-
bros, conferencias, columnas periodísticas y artículos en revistas
especializadas, en los cuales difunde su prédica libertaria. También,
((En el Palacio de justicia_. sobre todo, puede buscarse ha sido un aguerrido abogado defensor y un muy brillante orador
.Y hallarse el cardcter del siglo'~ que estremeció a los estrados judiciales, cuando en Colombia había
ÓSCAR DE VALLÉE (Pensa1nientos) jurado de conciencia para juzgar ciertas infracciones a la Ley Penal
de la mano del viejo sistema procesal, ese sí de verdad acusatorio
para estos efectos.
Quien abre las páginas de la obra encuentra en ella plurales rela-
tos sobre los casos más destacados de esa intensa vida profesional.
Este tipo de trabajo académico, recuérdese, se ha puesto de moda
durante los últimos años con la exitosa incursión del abogado ale-
mán FERDINAND VON SCHIRACH, con sus libros crímenes, culpa y
El caso Collini, traducidos a la lengua española; aquí, por supuesto,
a diferencia del trabajo del teutón, la riqueza de la casuística es
enorme y la narración es mucho más depurada y diáfana. Además,
aborda situaciones autóctonas, novedosas, propias de nuestra idio-
sincrasia y que ponen sobre el tapete de la discusión diversas pro-
blemáticas que es bueno destacar.
En efecto, en primer lugar, el libro debate de forma ardua la vi-
gencia o no de un Derecho penal liberal en el medio; a este respec-
to, en cada uno de los casos examinados -aunque se muestra tam-
bién cuando logró triunfar la Justicia-, el expositor enseña córno se
producen inconcebibles transgresiones a los postulados que propo-
ne esa concepción heredada de los pensadores del Siglo de las Lu-
ces (legalidad, dignidad de la persona humana, acto, culpabilidad,
lesividad, debido proceso, presunción de inocencia, etc.), abande-
rados por Beccaria -cuya obra, recuérdese, acaba de cumplir 250
12 PRI\CTICA FORENSE PENAL PROLOGO 13

años de publicada en forn1a anónima en Livorno, verano de 1764-, después del nueve de abril de 1948 cuando los criminales se ense-
MONTESQUIEU, ROUSSEAU, VOLTAIRE, etc. El hilo conductor de ñorearon por todo el país y pretendieron ser ellos los detentadores
todo este conjunto de narraciones en los planos ideológico y filosó- del poder. Gon razón el autor recuerda la famosa novela de GUS-
fico es, pues, una visión democrática, liberal, humanista del Dere- TAVO ÁLVAREZ GARDEAZABAL ("Cóndores no entierran todos los
cho penal, también prohijada por el llamado Grupo de Medellín al días", Guayaquil, CROMOGRAF S. A., 1974) de la que su.prologui~­
cual pertenece el autor. ta, OTTO MORALES BENÍTEZ, dice: "Leyendo estas páginas, volvi-
De igual forma, en segundo lugar, el texto desnuda un sistema mos a revivir toda una etapa -la más cruenta y áspera por su dure-
penal lleno de vicios: autoritarismo, corrupción, soberbia, marru- za, su injusticia, su clandestinidad- presidida por León María Lo-
llas, errores judiciales, parcialidad, mediocridad, ignorancia, in- zano. Tuluá aparece en su marco de miedo, signada la ciudad por
fluencia grosera de los medios de comunicación en las actuaciones el mando de la violencia" (pág. 17). En esa ciudad, justo es recor-
judiciales, fanatismo, etc. Para entender a cabalidad las perversio- darlo, LONDOÑO JIMÉNEZ se desempeñó como juez de Instruc-
nes denunciadas, basta leer el primer relato intitulado "La luna" ción Criminal y debió lidiar con el nefasto personaje.
(págs. 17 y ss.), o el dedicado a un "Fiscal corrupto" (págs. 165 y Pero también, los fastos destinados al magnicidio de Luis Carlos
ss.), el destinado al magnicidio de Luis Carlos Galán (págs. 203 y Galán y al asesinato de don Guillermo Cano, ya citados, "la ame-
ss.) o el atinente al asesinato de Don Guillermo Cano (págs. 187 y naza" (págs. 121 y ss.) donde cuenta cómo fue perseguido por la
ss.), etc. Véase, lo que de forma contundente dice al hablar del dictadura, etc., descubren un país que cada día se hunde más en el
tercero de ellos: "Se inventó una tenebrosa maquinaria oficial para
fango de la desinstitucionalización, la violación ~e l?s dere~h~s
ocultar la verdad del crimen, para encubrir a los responsables, para humanos, etc. Mírense con detenimiento las organiZaciones cnmi-
incoar una siniestra y maldita acusación contra inocentes, para
nales de hoy (los llamados paramilitares, las otrora guerrillas, las
abandonar los rastros del crimen, para borrar las huellas de sus
Bandas criminales o BACRIM, los carteles de la droga, etc.), hijas o
verdaderos autores. ¡Una macabra conspiración oficial para torcer
hermanas de las que estudia el libro, para darse cuenta de que con-
los caminos de la justicia!" (pág. 209). Incluso, no podía quedar
tinúan el reguero de sangre, los atropellos al ser humano, la mal-
olvidado el fantasma de la tortura n1uv bien mostrado en el tétrico
caso aquí expuesto (págs. 193 y ss.). ,~ dad sin límites, el exterminio de los que piensan distinto, etc.
Adernás, en cuarto lugar, quien mire el texto con los ojos pro-
Estas afirmaciones develan los azarosos caminos transitados por
pios del especialista en Derecho penal sustantivo y, por ende, en
la administración de justicia penal en el país, épocas diversas en las
disciplinas corno la Dogmática jurídico-penal, hallará casos mara-
cuales la expedición de códigos penales y leyes a granel no logra
villosos para discutir problemas de mucho interés. Así sucede, P.or
que la realidad varíe. Las nonnas, pues, no tienen el poder mágico
ejemplo, con los destinados al instituto de la legítima defensa obJe-
de resolver la descomposición social, las injusticias y las desigual~
dades de todo orden; el que está carcomido es el sistema y el cam- tiva (págs. 47 y ss., 155 y ss.) en especial la de un tercero (pág. 57),
la defensa putativa (págs. 155 y ss.), la inimputabilidad (págs. 69 y
bio pende de profundas reformas econórnicasy políticas y sociales,
pedidas a gritos por la sociedad colombiana. ss., 95 y ss., 213 y ss., 227 y ss., donde se debaten problemas como
el trastorno mental transitorio y, en particular, la ebriedad patoló-
Así tnismo, en tercer lugar, este trabajo es un rnuy valioso auxi-- gica), los hechos culposos (págs. 219 y ss.), la complicidad (págs.
liar para conocer la historia más reciente del país plagada de vio- 47 y ss.), la causalidad (con su vehemente rechazo a la Teoría de la
lencia, terrorismo y desgobierno. Un relato, el destinado al "Cón- equivalencia de las condiciones, págs. 54-55, por ser violatoria del
dor" (págs. 143 y ss.), enseña con claridad la situación imperante principio de culpabilidad y conducir a la responsabilidad penal
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objetiva si se aplica sin correctivos) y el viejo instituto del duelo 125 y ss.) el indicio (págs. 29 y ss., 125 y ss.) y el testimonio (págs.
(págs. 223 y ss.). 17 y ss., 249 y ss.); además, se rechaza la manipulación de los me-
En quinto lugar, para hablar de los tópicos puramente procesa- dios de pru~ba (pág. 209), tan común entre nosotros, etc. De ahí
les -el autor, recuérdese, es uno de los grandes estudiosos de estos que, en tono airado, destine su argumentación para rebatir las acu-
temas en Colombia-, el analista hallará aquí muy in1portantes re- saciones basadas en meras suposiciones o en pruebas inexistentes
flexiones sobre el debido proceso legal, el derecho de defensa, la (pág. 40).
presunción de inocencia, etc.; a este respecto ténganse muy en Para ello, reivindica una y otra vez las enseñanzas de los grandes
cuenta el capítulo "sin defensa" (págs. 169 y ss.) o el de "la tortu- teóricos sobre la materia: GORPHE, ELLERO, MITTERMAIER, FRA-
ra" (págs. 193 y ss.). En este último, dijo de forma dramática: "Es- MARINO DEI MALATESTA, LÓPEZ MORENO, DELLEPIANE, DEVIS
te proceso fue una irrisión y una afrenta para la justicia colombia- ECHANDÍA, etc., cuyo estudio -hoy más que nunca- es imprescin-
na. Esos uniformados de charreteras y marchas marciales que aquí dible cuando en el país se ha producido un enorme vuelco en ma-
claudicaron en todos sus valores éticos y de disciplina castrense, teria del sistema de investigación y juzgamiento, por lo menos en
borraron de sus procedimientos todo principio de lealtad procesal, el plano formal; la enseñanza de este gran expositor para las nuevas
enlodaron las normas imperativas del derecho e hicieron causa generaciones de abogados penalistas y estudiosos es muy clara: tie-
común con el atropello y la injusticia. Fue una investigación don- nen que ser muy duchos en el manejo de la teoría de la prueba y
de el sagrado principio del respeto a la dignidad de la persona profundos conocedores de los más importantes expositores que se
humana se vio ultrajado por la punta de los yataganes, por los ca- han dedicado a tan difíciles materias.
ñones y culatas de los fusiles oficiales; donde un hombre qu1e ca- También, en séptimo lugar, el material ofrecido al lector es
sualmente había sido capturado como presunto responsable de un muy importante para captar la necesaria formación en disciplinas
homicidio, le llegó un momento tan amargo en su vida de prisio- criminalísticas que deben poseer el abogado penalista, el juez y el
nero que le rogaba a los verdugos mejor lo mataran, porque ya sus fiscal (véase, por ejemplo, el dramático caso de "la ventana" en la
débiles fuerzas no podían soportar tantas torturas" (pág. 197). página 95 y ss.; o el de "los billetes" de las págs. 125 y ss.); por
Por ello, el autor se preocupa por la problemática del error judi- ello, gran parte de los casos estudiados muestran la importancia
cial presente en algunos asuntos (págs. 187 y ss., 203 y ss.); y, por suma de la medicina legal, la balística, la psicología y la psiquia-
supuesto, rechaza los sistemas inquisitivos de investigación y de tría judiciales, etc. Por eso se clama por el estudio serio de estas
juzgamiento como lo muestra en el caso de "el niño decapitado'' disciplinas, las únicas que pueden ayudar a conocer el alma
(págs. 69 y ss . ). Para él está claro, entonces, que el proceso penal humana: •'Todo esto nos deja la enseñanza de que si los jueces y
propio de un Estado democrático de derecho tiene que estar go- abogados penalistas estudiaran más a fondo la personalidad de los
bernado por el principio del respeto a la dignidad del ser humano reos, si indagaran más en lo profundo de sus sentimientos y en
que no puede ser vapuleado, so pretexto de un eficientismo perver- los móviles de sus conductas, habría menos presos en las cárceles
so; obvio es decirlo, tampoco el proceso penal puede renunciar a y la justicia que se les impartiera evitaría menos reproches de la
los intereses de la sociedad ni a la protección de las víctimas, pero conciencia" (pág. 154).
ello no se puede hacer a costa de la inocencia de los seres humanos. Es más, en octavo lugar, y eso explica la importancia del discur-
De igual forma, en sexto lugar, las hipótesis ventiladas discuten a so, a su autor también le queda espacio para reivindicar materias
profundidad la teoría de la prueba judicial, en especial algunos me- hoy tan olvidadas por la actual administración de justicia penal
dios de prueba: la pericia (págs. 29 y ss., 37 y ss., 63 y ss., 69 y ss., como la oratoria y la teoría de la argumentación, en las cuales es
16 PRACTICA FORENSE PENAL

un verdadero e irrepetible experto; mírese lo que dice en el relato


de los '~culpables morales", para entender nuestra afirmación:
"Creo que en aquella defensa, la de Ana Botero, el ochenta por CAPÍTULO!
ciento estuvo dedicado a la parte humana de esta tragedia, y el re-
LA LUNA
sto al aspecto meramente jurídico. Y por eso, hasta el. mismo tono
oratorio debió ser distinto en ambas situaciones. Para el primer "La investigación científica ha demostrado la falta
de sinceridad de los testimonios y la superioridad
caso -la parte humana de la causa-, el actor forense debe utilizar de los hechos como pruebas".
una oración con sentimiento, conmovedora, sin llegar a excesos, en
(THEODOR REIK, Psicoanálisis del crimen)
un estilo dramático y elegante. Aquí se necesita al orador. En cam-
"Se ha de examinar escrupulosamente
bio, para el análisis jurídico de lo que se invoca, el lenguaje debe
la veracidad de los testigos':
ser sobrio, una palabra sin altisonancias, sin buscar la elocuencia.
(CALÍSTRATO)
Aquí es necesario ejercer la cátedra profesora!_, como si se estuviera
dictando una clase a los estudiantes de derecho" (pág. 181). De este proceso he escrito en varios libros. Inclusive fue materia
En fin, para concluir, la obra prologada es muy bien escrita (el de una novela de próxima publicación. Y, si ahora retorno al tema,
autor posee una envidiable formación literaria y es muy diestro en es porque se trata de la causa penal que más honda huella ha deja-
el manejo de la pluma), es rica en matices y en contenidos, alec- do en mi vida de abogado, y de la que, por curiosa paradoja, no
ciona y enseña a las nuevas generaciones, polemiza y reivindica los conservo ningún documento que me facilite la narración.
derechos fundamentales del ser humano, dama por un derecho Aquí, los funcionarios judiciales, de instrucción, de conoci-
penal liberal y, para añadir, posee un inmenso filón crítico. Es miento en primera y segunda instancia, lo mismo que los agentes
más, en épocas en las cuales algunos renuncian al derecho penal del Ministerio Público, siempre se equivocaron. Sólo se vino a
liberal o lo persiguen, ella alza su bandera enhiesta para prohijado, hacer justicia, y se evitó así un irreparable error judicial, cuando un
máxime si va de la mano de un Derecho penal rnínimo, de garan- jurado de conciencia absolvió a la totalidad de los procesados.
tías, que también es irrenunciable.
Lo que más indignó de este proceso fue la conducta del juez en-
Por eso), hombres como LONDOÑO JIMÉNEZ -quien, como su- cargado de la instrucción. Si recordara su nombre, lo escribiría,
cedió con VOLTA.IRE en su tiempo, lucha a brazo partido contra las como una sanción moral pública, porque en forma deliberada en-
injusticias- enaltecen al país en momentos en los cuales arrecian el torpeció siempre la defensa de los acusados. Se propuso que la ini-
autoritarísmo, el expansionismo penal y d irrespeto a la dignidad cial prueba de cargo continuara inalterable, incontrovertible, du-
de la persona humana, los cuales debem.os combatir provistos de rante toda la instrucción. Para ello se opuso con todo rigor a que
su prédica; y, así sea verdad que como dice ANTONIO MACHADO, interviniera en el interrogatorio a los testigos de cargo, caso segu-
"todo p.asa y todo queda", también lo es que "lo nuestro es pasar, pa- ramente sin antecedentes en los anales judiciales de todos los tiem-
sar haciendo caminos sobre la mar''. pos; negó la práctica de pruebas que buscaban desvirtuar las acusa-
FERNANDO VELÁSQUEZ V. ciones formuladas contra los sindicados; y, cuando a petición de la
Director Departamento de Derecho Penal defensa se ordenó una diligencia encaminada a demostrar que por
Universidad Sergio i\rboleda el tiempo empleado en el recorrido a pie del pueblo hasta la vereda
Bogotá, cuatro de septiembre de 2014. donde ocurrió la tragedia, los acusados no podían haber sido los
autores de la masacre de campesinos, para conseguir que no asistie-
18 PRACTICA FORENSE PENAL LA LUNA 19

ra a dicha diligencia, me aconsejó no hacerlo, por el serio peligro A lo anterior se sumaba otro problema más, tal vez más grave.
que correría mi vida. Es decir, que para todo lo que tuviera que ver Cuando escuchaba las versiones de los testigos de cargo, lo que
con la defensa de los sindicados, su astucia funcionaba a las mil ocurría en la.s diligencias de careo en las cuales el juez me prohibió
maravillas. Unas veces obraba con redomada mala fe y otras, por interrogarlos, siempre quedaba la impresión de que llegaban a la
pura ignorancia. Prueba de lo último es que, cuando le reclamaba diligencia preparados con anticipación para lo que deberían decla-
verbalmente por alguna arbitrariedad en la instrucción o dejaba rar a la justicia. El formato era el mismo. No quedaba duda de que
constancia en el sumario de ello, le dictaba al secretario en alta voz entre ellos se había convenido el sentido de sus testimonios o que
su propia constancia donde sostenía las aberraciones más increíbles una persona extraña estaba influyendo en la forma en la que de-
en materia de interpretación de las normas de procedimiento pe- bían declarar ante el juzgado. De todas maneras, tenía la convic-
nal. ción de que un interrogatorio de mi parte descubriría las mentiras
de sus testimonios. Pero la soberbia y dictadura del juez me lo im-
Mi angustia profesional por tan perjudicial y anómala situación
pedían. En la novela escrita sobre este caso creé, como personaje
crecía todos los días porque, mientras la investigación tomaba el
que estaba dedicado a esta infeliz maniobra de preparar a los testi-
giro que el juez se había propuesto, a favor de los acusados no
gos, al sastre de la población, un personaje sectario en política, del
prosperaba ninguna prueba. Todo presagiaba un resultado final
partido opuesto al de los sindicados. N o quise contar la verdad,
adverso a la situación jurídica de los sindicados. Y la situación em-
porque era muy triste, de alguna manera rozaba la dignidad de la
peoraba todos los días por la publicidad que de los hechos estaba
justicia. Ocurrió que casualmente descubrí que los testigos, de pa-
haciendo toda la prensa hablada y escrita del país. Y no era para
so hacia el juzgado donde deberían declarar, entraban a otro juz-
menos, porque se trataba de una investigación por seis asesinatos,
gado donde permanecían un tiempo inexplicable. Deduje, con
robo, asociación para delinquir, violación de domicilio y profana-
alguna resistencia moral, que el juez de ese despacho era el encar-
ción de cadáveres. Y la prensa hacía consistir la mayor gravedad de
gado de preparar a los testigos sobre la forma en que deberían ren-
los hechos, en la consumación del delito de profanación de cadáve-
dir testimonio.
res, lo que ocurría por primera vez en toda la historia judicial de
Colombia. Este hecho se les atribuía con la acusación de haber Después supe, de fuente fidedigna, que mis deducciones eran
asistido después al velorio de las víctimas y haber profanado de correctas. Mi malestar espiritual frente a tamaña infamia y tanta
diversas maneras los cadáveres. degradación moral de la majestad de una investidura, como la de
dicho juez, me conmocionó profundamente. Sólo recuerdo su físi-
No faltaban, desde luego, los elogios al investigador por su exito-
co: alto, delgado, de tez blanca, con unos ojazos que parecía iban a
sa tarea de haber podido descubrir en tan poco tiempo a la cuadrilla
salirse de sus órbitas, a lo cual se agregaba cierta pose de petulante,
de facinerosos que cometieron tan monstruosos crímenes. Esto, sin
y muy dicharachero. Le tenían por apodo El loco.
duda, lo halagaba en demasía, pero 1nás lo alentaba su necio propó-
sito de impedir la defensa de los acusados. Pensaba, seguramente, Los procesados eran trece. ¡Y yo el defensor de todos! En la cali-
que con esta investigación y sus resultados positivos pondrían muy ficación del sumario, siete fueron declarados inocentes. El resto
en alto su nombre ante el Ministerio de Justicia que le había confia- fueron llamados a juicio por un juez superior. En representación
do tan delicada misión judicial. Al final de este relato se verá cómo de las víctimas, constituidas en Parte Civil, actuaba un famoso
pagó de caro, y públicamente, estos engaños a la administración de abogado penalista, quien por esos días fue asesinado. Se adujo este
justicia, estos atropellos al derecho de defensa, esta obstinada mala crimen como motivo para cambiar de radicación el proceso, por lo
conducta en obstruir el descubrimiento de la verdad. cual fue enviado a la ciudad de Bogotá.
20 PRACTICA FORENSE PENAL LA LUNA 21

Con la llegada del proceso a la capital de la República, los me- Al día siguiente, en el pueblo, cuando se cumplía el velorio de las
dios de comunicación, principalmente los de esta ciudad, intensifi- víctimas, aparecieron los acusados y profanaron los cadáveres, es-
caron sus crónicas judiciales sobre los hechos investigados, pero ya cupiéndolos, insultándolos y levantando sus cuerpos de sus respec-
no simplemente informativas, sino tomando partido contra los tivos ataúdes para constatar en qué partes habían recibido los dis-
acusados. Además de las providencias adversas de jueces, fiscales y paros. Cuatro testigos declararon bajo juramento haberlos visto
magistrados, tenía ahora el cuarto poder, con toda su fuerza y su regresar del lugar del crimen, a la luz de la luna llena".
influencia desde la radio y la prensa escrita, creando un ambiente Estaba preocupado por tanto sensacionalismo periodístico. Pen-
adverso contra los acusados para las etapas posteriores de la causa. saba, desde luego, en la influencia que pudiera tener ante el jurado
Con el cambio de radicación del proceso, me sentí libre del de conciencia. Sabía, además, que era el propio fiscal de la causa a
compromiso profesional. Mientras tanto, toda la prensa capitalina, quien iría a enfrentar en el debate judicial de la audiencia pública,
con despliegue ~n sus titulares, anunciaba lo que iría a ser La au- quien estaba informando a los periodistas en su propio despacho
diencia del año. La exactitud de sus informaciones me hada pensar oficial. Si ya en todo este recorrido procesal había sido testigo de
que el origen de las nüsn1.as no podía sino ser oficial. Después supe tanta truculencia judicial para acusar a mis defendidos, ya en esta
quién era el funcionario que se rnantenía en contacto con los pe- etapa final la situación sigue siendo muy grave, por la enorme des-
riodistas. ventaja en que me encuentro como defensor, ante el abrumador
poder publicitario de los encargados de administrar justicia.
Tanta publicidad estaba despertando la expectativa de la opi-
nión pública, pero también el interés en ciertos abogados penalis- Se inició la audiencia. Según me informaban en el propio juzga-
tas que se soñaban con ser defensores de los acusados, por la reso- do, nunca antes una audiencia pública había despertado tanto in-
nancia que ya se anunciaba de la audiencia pública con jurados de terés y tanta publicidad. En el espacio destinado para el público,
conciencia. Por eso, sin ningún escrúpulo fueron a la cárcel a ofre- no cabía una persona más. Muchos tuvieron que quedarse en los
cer gratuitamente sus servicios profesionales. Los presos agradecie- pasillos, hasta donde les alcanzara escuchar la voz de la acusación y
ron tan generosos ofrecimientos, pero argutnentaron que ya tenían de la defensa.
defensor. Y esta confianza en mí, a pesar de todos los reveses que Todavía no me he podido explicar por qué a ningún funcionario
había tenido, cuando antes no había logrado un solo pronuncia- se le ocurrió establecer si realmente la noche del crimen había luna
miento favorable a ellos, me comprometió a continuar en la defen- llena, que fue el argumento de los testigos para haber identificado a
sa, a pesar de todos los perjuicios profesionales y econótnicos que los procesados a su regreso del lugar de la masacre. Y tardíamente a
iría a tener con mi desplazamiento a la capital de la República, mí se me ocurrió consultar un almanaque de Brístol. ¡Y esa noche no
para una audiencia que ya presagiaba una larga duración. había luna llena! Mi sobresalto fue inmenso. Era la primera vez,
desde cuando me encargué de la defensa, que sentí optimismo por
Se fijó fecha para la audiencia pública. Y continuó el sensacio-
el resultado de esta causa. Y aunque nadie podía poner en duda la
nalismo periodístico con permanentes crónicas que relataban cómo
información del almanaque, busqué una prueba científica, irrefuta-
ocurrieron los hechos y la gravedad de las acusaciones contra los ble, que confirmara lo del almanaque Brístol Para ello envié la con-
procesados: "Del pueblo de Sopetrán habían viajado los asesinos, sulta pertinente al Director del Instituto Geofísico de los Andes, el
de noche, a la vereda Guayabal. Llegados al lugar, se cubrieron los jesuita Jesús Emilio Ramírez. Y su respuesta fue contundente: "La
rostros, y de casa en casa, lista en mano, fueron sacando seis perso- noche del veintiséis de febrero de mil novecientos sesenta, no había
nas y las asesinaron. Después les prendieron fuego a sus viviendas. luna): ¡Tenía la absolución en n1is manos!.
22 PRACTICA FORENSE PENAL LA LUNA 23

La acusación del fiscal fue inclemente. Habló siete sesiones. Un nas acostumbradas para las crónicas judiciales, y prefirieron cual-
inmenso orador. Creo que durante toda su intervención mantuvo quiera otra y en breves renglones.
al jurado de conciencia convencido de la responsabilidad de los El domingo siguiente fui a misa con la familia. Sonriendo y mi-
acusados. rándonos y codeándonos, escuchamos la vibrante homilía desde el
Quien estuvo presente desde la primera sesión, fue el juez que púlpito: "Ustedes se habrán enterado de cómo la impunidad reina
investigó los hechos. Se mostraba feliz de saber que a él se debía el en este país. Lo acabamos de comprobar con la absolución de un
que ahora todo el país estuviera pendiente de esta causa, y que, jurado de conciencia a los facinerosos que en el municipio de So-
muy seguramente, al final de esta audiencia el jurado condenaría a petrán asesinaron a unos humildes campesinos y después profana-
los acusados, un triunfo que saborearía como propio, que encum- ron sus cadáveres. ¡Y saber que hay abogados que sin escrúpulo
braría su prestigio de investigador ante el Ministerio de Justicia. alguno de su conciencia hacen la defensa de estos criminales ... !".
Pero su censurable comportamiento en la investigación de estos
crímenes la pagó muy cara. Fue una sanción n1oral y pública, por-
que las primeras horas de mi intervención estuvieron dedicadas a
evidenciarle al jurado todas las picardías judiciales que él había
cometido. No resistió mucho, porque aprovechó un receso para
irse y no volver. ¡Había solicitado vacaciones para poder asistir a la
audiencia!
Cuando todo mundo se estaría preguntando cómo iría a ser la
defensa para desvirtuar tan gravísimos cargos como los argumenta-
dos por el fiscal, me sentía tranquilo, principalmente con la prueba
científica en mi poder, con la cual desvirtuaría, sin lugar a una re-
futación, toda la acusación del fiscal en defensa de los cuatro testi-
gos de cargo, por haber reconocido a los culpables, a la luz de la
luna llena.
Al terminar nü defensa, después de varias sesiones, como siem-
pre me acontecía, un estado espiritual inexpresable me invadía, por
el dramatismo de los rninutos u horas que seguían cuando el jura-
do deliberaba. Una vez sonaba la campanilla desde el interior de la
Sala como anuncio de tener ya escrito el veredicto, seguía el estado
de angustia. Y cuando, como en este caso, los veredictos fueron
absolutorios para todos los procesados, fue otro estado espiritual,
pero de una alegría indescriptible.
La prensa escrita que con este proceso comió tanta carne de pre-
sidio e incitó a la condena de los acusados, unos medios ni siquiera
quisieron registrar la absolución, y otros la omitieron en las pági-
CAPÍTULOII
EL DISPARO
"El abogado es un hombre que defiende,
y en cuanto le es posible hace triunfar la justicia'~
(PAULOVI)

Era una persona perteneciente a una familia circundada por la


tragedia. La mayoría de dicho hogar eran hombres que por diver-
sas razones habían tenido cuentas con la justicia. Gentes adinera-
das, de buena posición social, generosas y de trato muy amable.
Conocía muy bien sus vidas, por algunos servicios profesionales
prestados. Vivían en Cali. Y allí, uno de ellos mató a su esposa de
un disparo de pistola. La adoraba, lo mismo que a sus dos peque-
ñas hijas. Cuando ocurrió la tragedia, de emergencia buscaron un
abogado conocido de la familia. Transcurrido algún tiempo de la
investigación, pensaron en el error que estaban cometiendo, puesto
que el profesional a quien encargaron de la defensa era un civilista,
sin ninguna experiencia en el campo penal.
Fue cuando buscaron mis servicios profesionales. Les sugerí que
me suministraran copias dd sumario. Días después las tuve en mi
poder. Cuando terminé su estudio llamé a los familiares para mani-
festarles que no me encargaba de dicha defensa. Les aduje, como
pretexto para dicha negativa, que por la gravedad de los hechos, ese
proceso demandaba una diligente presencia del defensor, la cual no
me lo permitían los actuales y delicados compromisos profesionales.
La verdadera razón era otra. En el estado actual de la investiga-
ción no me quedaba ninguna duda sobre una condena que oscila-
ría entre los cuarenta y sesenta años de prisión. Según la indagato-
ria, el sindicado había llegado del Club con su esposa, a eso de las
cinco de la mañana, en completo sano juicio; que al querer regre-
sar al mismo lugar, al solicitarle a su esposa le entregara la pistola
que estaba sobre una mesa, ella, inconforme con ese regreso, se la
lanzó, con lamala suerte de que el arma al caer al suelo se disparó
26 PRACTICA FORENSE PENAL EL DISPARO 27

y produjo el disparo mortal. Esta versión completamente absurda e formidable para cumplir era la de probar que el sindicado en esta
inverosímil estaba además desmentida por la localización de la tercera oportunidad de comparecer al proceso sí declaraba con ve-
herida y la dirección de la misma: en la ceja derecha, y de arriba racidad, y no, era un desesperado esfuerzo de su nuevo defensor
hacia abajo. para tratar de librar a su cliente de la enorme dificultad probatoria
Al darse cuenta el defensor que tan estúpidamente había prepa- en que se encontraba.
rado a su cliente para esta versión, quiso enmendar tan funesto El abogado en su inconcebible torpeza le había aconsejado ne-
error. Y para ello solicitó una ampliación de indagatoria. Y en esta gar y ocular todas las pruebas de su inocencia: su avanzado estado
diligencia dijo el sindicado que el disparo no se había producido al de embriaguez; no recordar absolutamente nada de cómo se pro-
caer el arma al suelo) sino al chocar contra el muro de la habitación dujo el disparo; y no dejarse ver en la indagatoria la camisa que
donde se encontraban. vestía al mon1ento de la tragedia, con huellas de pólvora, evidente
tatuaje que por sí revelaría un disparo al momento de sacar el arma
Según lo anterior, el defensor estaba resultando un verdadero de-
de entre la pretina de los pantalones.
sastre procesal para los intereses jurídicos del homicida. Pero alguien
de la familia, en conocimiento de esta situación, se opuso a que di- El avanzado estado de embriaguez se pudo establecer no solo
cho abogado continuara en la defensa, por el perjuicio que estaba con prueba testimonial, sino con el propio examen de alcoholemia,
ocasionando inventando versiones, en lugar de aconsejar al sindica- que si bien con el 59 por ciento de concentración de alcohol en la
do a decir la verdad, como en mi caso se lo habría aconsejado. Sin sangre no probaba una embriaguez aguda, ésta sí era irrefutable
conocer dicha situación, decidieron insistirme para que asumiera la por la eliminación alcohólica durante ocho horas antes del examen
defensa. Yo seguía con mi reticencia a aceptar dicho comprorniso · respectivo, eliminación que, según conceptos científicos, disminu-
profesional, pero al fin, como para darles un poco de esperanza, ye en 18 miligramos por ciento cada hora.
aduje que la decisión la tomaría sólo cuando conversara con el dete- Al no vislumbrarse ningún móvil para que el acusado hubiera
nido. Y para tal efecto viajé a la ciudad de Cali. Me trasladé a la cár- matado a su esposa al regresar de un baile en el Club, donde to-
cel. En la entrevista con el preso, bastó una pregunta mía y una res- da la concurrencia los vio departir muy amorosamente, había
puesta suya, para decirle: "Me encargo de su defensa". que pensar en la hipótesis de un disparo accidental. ¿Cómo? La
La pregunta fue: "¿Usted quiere contarme la verdad de lo que esposa al llegar se recostó en un sofá de la sala, y en dicha posi-
. / con 1a muerte de su esposa.~"
ocurno ción recibió el disparo, cuando su esposo, al pie de ella, en la-
nl.entable estado de embriaguez sacaba su pistola de entre la pre-
Y la respuesta: "La única verdad que tengo para contestarle es tina de los pantalones. En este mon1ento se disparó el arma, co-
que no me recuerdo absolutan1ente de nada, por mi estado de em- mo lo prueban científicamente los tatuajes en el lado izquierdo
briaguez aquella madrugada". de su camisa, tatuajes que jamás podían haberle quedado en la
Después me amplió su respuesta en el sentido de que todas esas posición del arma disparándole a la esposa. Y como el acusado
mentiras que dijo en el juzgado se las había preparado su abogado, estaba de pie y la esposa recostada a un sofá en un plano inferior,
quien además le había recalcado que no fuera a decir que estaba era lógica la trayectoria del proyectil, en la ceja derecha, de arriba
embriagado porque, si lo decía, no le creerían sus versiones. hacia abajo.
Frente a esta situación, una vez que asumí la defensa solicité La tesis fue reconocida en primera y segunda instancia, con la
una ampliación de indagatoria, ya para decir la verdad. La tarea absolución del acusado.
28 PRACTICA FORENSE PENAL

Además de lo anterior, muchísimas otras circunstancias me


producían la convicción íntima de que el acusado era inocente:
lloraba con frecuencia por su esposa muerta; desesperadamente le CAPÍTULO III
rogaba al juez un permiso para asistir al entierro; él mismo redactó
EL SICARIO
la inscripción que llevaría la lápida en su bóveda; rezaba por la sal-
vación de su alma. Y en el baile que precedió a la tragedia, los asis- «El jurado no tiene otra función que la de
tentes veían era a una pareja de enamorados, con tanta felicidad, introducir la equidad en el derecho penal':
que a ratos él la cargaba y con ella en sus brazos seguía bailando. ( CARNELUTTI)

Otra anécdota de este dramático proceso que habría terminado Ya estaba muy adelantado el proceso penal en la ciudad de
con una larga condena con su primer defensor, es que éste tuvo el Montería, por el delito de asesinato. Para la defensa habían conse-
valor, la conciencia, el temple, la dignidad de comparecer al proce- guido al abogado que figuraba como el mejor penalista de la ciu-
so en calidad de testigo, para confesar que todas esas barbaridades dad. Su cliente, un rico hacendado de la región, estaba acusado de
sostenidas en las dos primeras versiones del acusado habían sido haber contratado a un sicario para darle muerte a su vecino, otro
aconsejadas por él, en un acto de inexperiencia, de ignorancia y de hacendado con quien había tenido alguna diferencia hacía siete
irresponsabilidad. Quiso hacerlo para infundirle un mayor grado años, a causa de que un semoviente del occiso se había pasado a la
de credibilidad a la tercera versión del acusado, donde por primera propiedad del procesado. Cuando se produjo el llamamiento a
vez se decía la verdad. juicio, como autor intelectual de ese crimen, el mismo defensor le
El joven de esta tragedia se llamaba Julio César Rincón. Salió de aconsejó a su cliente que buscara mis servicios profesionales para
la prisión con una inmensa amargura porque ya no encontraría a reemplazarlo. i'Jo supe qué motivos adujo para dicha retirada de la
su esposa a su regreso al hogar. Refugiaba toda su tristeza en las defensa. En todo caso, no conocía a dicho profesional, pero le
dos niñas que ahora lloraban también la ausencia de su madre. Él agradecí su gentileza y generosidad de proponer mi nombre.
siguió en su oficio de piloto cotnercial. En su propia avioneta traía Me encargué de la defensa. Las tres primeras deducciones que
pescado desde Bahía Solano para venderlo en la ciudad de Mede- tuve al estudiar el proceso fueron: La primera, que por siete oca-
llín. En uno de esos viajes desapareció. Nunca se volvió a saber de siones se había señalado fecha para la audiencia pública, y en las
él. Siempre he pensado que quiso ahogar su inmenso dolor en las mismas siete oportunidades se frustró su realización; la segunda,
profundidades del mar, lanzándose en su último vuelo piloteando que durante los tres años que llevaba de duración dicha causa, el
su propia avioneta hacia la eternidad. Tal vez repitiendo el terrible procesado había tenido tres defensores, ninguno de los cuales
interrogante de su indagatoria: ¿Por qué Dios me .ha hecho instru- había ejercido su oficio siquiera una sola vez; y la tercera, que du-
.rnento de tanto dolor? rante estos mismos tres años sin defensa, el abogado de la Parte
Civil había tenido una actuación permanente. Esto significaba el
Pensé que tan inmenso drama debería dejarlo plasmado en una
encuentro con un proceso penal donde en tres años no se había
novela. Así lo hice con el título de Los inocentes. En distinto senti-
presentado un solo memorial de la defensa, ni siquiera la solicitud
do a como lo dijera Osear Wrilde, recordé su frase inmortal: Sietn-
de una prueba o para controvertir una sola de las que en contra de
pre los hombres matan lo que aman.
su defendido iban apareciendo dentro de la investigación.
La acusación consistía en lo siguiente: El procesado recibió al si-
cario en la plaza pública de Montelíbano. Allí se lo presentó a al-
30 PRACTICA FORENSE PENAL EL SICARIO 31

gunos amigos. Y en su propio vehículo, un campero, lo llevó a su sencia de dicho abogado en la audiencia pública. ¡Él, que tan acu-
hacienda. Lo comunicó con su mayordomo, su esposa y demás cioso venía actuando hacía tres años, en solitario, sin defensor al-
trabajadores de la finca. Después ordenó le ensillara una bestia al guno que lo c,ontrolara y controvirtiera!
extraño visitante y que lo acompañaran a mostrarle las fincas veci- Por fortuna, sin saber de estas triquiñuelas judiciales de última
nas, entre ellas, la del occiso. Hasta la propiedad de éste llegó sólo hora, en mi ausencia había decidido que un colega, que sería de-
el sicario y mató al propietario de la hacienda quien se encontraba signado vocero dentro de la audiencia pública, participara en esta
con unos trabajadores arreglando el corral del ganado. Una vez defensa con el tema fundamental sobre balística forense. Este as-
cometido el crimen:, el sicario regresó a la casa del procesado, se pecto resultaba apasionante, porque entre los detectives, un juez
encerraron en una habitación a conversar, y de un 1nomento a otro municipal y el abogado de la Parte Civil trataron de oscurecer la
el sicario desapareció. verdad de este proceso con los proyectiles que hacían parte de la
Asumir la defensa en estas adversas condiciones, cuando en tres investigación y los decomisados al procesado, y su revólver 38 lar-
años no se había practicado una sola prueba a favor del acusado, go, del mismo calibre y marca con el cual se cometió el crimen.
resultaba casi una defensa imposible, algo así cotno una temeridad Quien me acompañó en tan delicada misión era mi hijo, el aboga-
profesional. Sólo quedaba la última oportunidad de solicitar prue- do penalista Hernando León. Y así, sin pensarlo, y para sorpresa de
bas para ser practicadas en la audiencia pública. ¡Y el juez negó la la acusación, en cierta forma se cumplió lo que argumentaba el
petición con el argumento increíble, -citando equivocadamente apoderado de la Parte Civil, con su petición de "fiscal adjunto",
una norma de procedimiento-, de que esa prueba no se había soli- para "el equilibrio de las fuerzas" dentro de la audiencia pública.
citado antes dentro de la instrucción! "'"{esa prueba era el testimo- La intervención del fiscal no pudo ser más desconcertante. En
nio del mayordomo y su esposa, quienes más habían compron1.eti- un concepto que ya había emitido dentro del proceso, solicitó un
do a su patrón, pero que estaban dispuestos a declarar, aunque ya sobreseimiento temporal a favor del acusado, porque "ni siquiera
no eran sus empleados, la forma arbitraria de cómo los detectives sospechas" había encontrado contra él como autor intelectual en
los presionaron para que declararan en la forma en que lo hicieron. dicho asesinato. Y en su intervención en la audiencia pública llegó
¡La única! prueba solicitada en tres años, y se negaron a practicarla al extremo inaudito de sostener la tesis de que las dudas que arroja-
con argumentos ni propios de simples leguleyos! ba el proceso deberían conducir a una absolución, pero firmemente
En cambio, y por contraste, a todas sus anchas pudo actuar el terminó pidiendo una condena, por cierta duda que tenía por allá
acusador particular. Sin freno ni control alguno intervino a lo lar- en su n1ente. Esto jamás se había escuchado en un estrado judicial.
go de toda la instrucción. Todo lo que solicitaba, se le concedía. Traducido a otras palabras, significaba que las dudas debían resol-
Hasta le aceptaron una insólita petición: que un representante de verse en contra del acusado, violando así el principio universal de
la Procuraduría interviniera en la audiencia pública en calidad de que toda duda debe resolverse a favor del reo. Esta posición tan con-
fiscal adjunto, dizque "para equilibrar las fuerzas" . Y lo que nos tradictoria, pero tan a favor de la defensa, despertó la preocupación
hizo fue un gran favor, porque quedó en evidencia ante los jura- del señor fiscal adjunto. Ocurrió que cuando en nuestra interven-
dos, a través de nuestra intervención, su torpeza de argumentos, su ción analizábamos dicha frase, sacándole partido como se dice, el
ignorancia en materias sustanciales de procedimiento, en la ordina- fiscal adjunto reaccionó diciendo que su compañero en la acusa-
riez y superficialidad de toda su intervención. Lo trataron con tan- ción no había pronunciado dicha frase. Se tuvo que quedar calla-
ta abusiva condescendencia, que en forma ilegal le admitieron lo do, cuando puse de testigo de haberla dicho, a todo el público, a la
del fiscal adjunto. Y lo que nunca supimos fue la razón de la au- señora juez y a los señores jueces de conciencia. Y para mayor des-
32 PRACTICA FORENSE PENAL EL SICARIO 33

concierto del fiscal adjunto ante mi afirmación, ¡el fiscal titular allí tico, el cual dio un resultado negativo. Y, a pesar de esta evidencia,
presente guardó silencio! ¿qué dijeron? Lo más asombroso: que de pronto ese proyectil materia
En cuanto a la intervención del fiscal adjunto, toda su perorata del dictamen ,no era el encontrado en la necropsia, sino que el despa-
se redujo a calificar como indicios de la autoría intelectual, todas cho judicial pudo haberlo confundido con otro proyectil. Pero mayor
las actividades del procesado con el sicario: que a plena luz del día asombro produjo lo siguiente: Resultó que el fiscal en la audiencia
lo recibió en la plaza pública de Montelíbano; que allí se lo presen- pública fue capaz de sostener que, en vista de esta duda que se
tó a otros finqueros amigos; que en el trayecto a su hacienda, varias había creado en el proceso en torno al proyectil, él iba a pedir una
personas lo vieron conduciendo su vehículo en la compañía de un condena, como en efecto lo hizo ¡este bárbaro al servicio de la jus-
forastero; que al llegar a su hacienda lo presentó al mayordomo, y ticia!
a su esposa y los demás trabajadores; que en la finca le proporcionó ¿Qué otra maniobra hicieron? Como el sicario antes de asesinar
un caballo para que fuera hasta la hacienda del occiso; que cuando a don Olimpo martilló varias veces su revólver sin que se hubiera
el sicario regresó a la casa de la hacienda, se encerró con él a con- disparado, los detectives, en forma criminal, buscaron demostrar
versar en una de las habitaciones; que de tiempo atrás existía ene- que algunos proyectiles sin disparar pertenecientes al revólver del
mistad del acusado con la víctima; y otro indicio increíble para procesado presentaran ese defecto al fallar en la percusión. Pero
causar hilaridad, o mejor, indignación profesional: que el occiso no aquí también se evidenció esa mala fe con que se adelantaba esta
tenía más enemigos sino al procesado; que ordenó al mayordomo investigación, porque enviados dichos proyectiles al examen balís-
llevar al sicario hasta la finca del occiso, etc. tico, junto con el revólver del procesado, se concluyó: "Los peritos
Lo grave de toda esta argumentación fue que la copió de un pasaron a percutir con el revólver dos de éstos cartuchos, funcionando
irresponsable memorial del abogado de la Parte Civil. Muy a mi cababnente su fulminante, con .fundamento en lo cual se concluye que
pesar, alegando mi título de tratadista en Procedimiento Penal, tuve se viene a confirmar el buen estado de los mismos, ya que no se trataba
que darle una enseñanza de lo que siempre se ha considerado como de cartuchos fallidos porque fueron empleados en experticias, demos-
indicio dentro de un proceso penal. Exageró tanto los ejemplos que tr-ando de esta manera su no uso en este revólver, de lo contrario
según él constituían indicios contra el procesado, que no tuve más hubieran operado normalmente al utilizarlos por primera vez': Fue la
remedio que calificarlo como el Rey Midas del indicio, porque todo prueba contundente de que los detectives, en forma perversa, ma-
comportamiento del procesado con el sicario ya era un indicio grave nipularon esos proyectiles para tratar de convencer a la justicia de
de su autoría intelectual. Me recordaba del Rey Midas, quien, según que eran los proyectiles fallidos en la conducta criminal del sicario.
la leyenda, todo lo que tocaba lo convertía en oro. Sicario, que por cierto nunca le interesó a la justicia, pues no hubo
Fueron tantas las marrullas para tratar de comprometer al acu- ni una sola actividad para tratar de identificarlo y mucho menos
sado Benjamín Gómez V elásquez por el asesinato en la persona del descubrirlo y proceder a su captura. El autor material nada les im-
señor Olimpo Tuirán Mendoza, que cuando una prueba científica portó. ¡Pero sí había que torcer los caminos de la justicia y del de-
resultaba a favor de su inocencia, buscaban la tnanera de retorcerla recho para imputarle la autoría intelectual a un inocente!
con las insinuaciones más infames. Como ocurrió con el proyectil T an1poco importó a nadie, durante tres años, saber quién era "El
encontrado en la diligencia de necropsia, de calibre 38 largo. Y Tuerto". Fue el sujeto por quien llegó preguntando el sicario en la
como dio la coincidencia de que el procesado era portador de un hacienda del occiso, y era un sobrino de éste. El bandido nunca pre-
revólver del mismo calibre, creyeron encontrar aquí la prueba real- guntó por don Olimpo. Y a éste no le dispararon directamente, sino
tnente comprometedora. Y solicitaron el respectivo dictamen balís- que recibió el disparo cuando trataba de proteger a uno de sus tra-
34 PRACTICA FORENSE PENAL EL SICARIO 35

bajadores contra quien el sicario ya había disparado. ¿Qué secreto se ra convertirlos precisamente en argumentos de su inocencia. Éste
guardarían entonces cuando nunca se preocuparon por establecer es apenas un breve párrafo de lo dicho en varias sesiones:
que a quien buscaba el sicario no era a don Olimpo sino a su sobri- El autor intelectual de un crimen no comete la estupidez de
no? ¿Por esto el abogado de la Parte Civil, en un tardío acto de con- entrevistarse con el sicario a plena luz del día, en la propia pla-
ciencia, no quiso asistir a la audiencia pública a terminar de cumplir za del pueblo donde todo el mundo lo conoce; tanto desconocía
su compromiso profesional, con mayor razón porque tenía embar- el procesado los propósitos criminales del sujeto que se presentó
gados todos los bienes del procesado y donde estaban asegurados como del SENA, comisionado para visitar la región para una re-
seguramente sus cuantiosos honorarios profesionales? forestación, que admitió llevarlo a su propia finca sin escondites
ni simulaciones, presentdndolo a sus propios trabajadores; que
Hubo otro misterio muy extraño. En una diligencia judicial al
salió con el asesino a mostrarle algunas haciendas vecinas, en la
lugar de la tragedia, de un poste del corral donde estaba la víctima creencia de que realmente dicho individuo iniciaría por esos
con sus trabajadores, se extrajo uno de los proyectiles disparados contornos una campaña de reforestación; que le prestó sus pro-
por el sicario. ¿Y por qué a nadie se le ocurrió hablar de este pro- pias bestias caballares conocidas en la región, porque no sospe-
yectil, ni sospechar que pudiera haber sido disparado por el revól- chaba siquiera que sus propósitos fueran los de ir a la fi~ca ~el
ver del procesado, como sí lo hicieron con el proyectil encontrado señor Tuirdn para asesinarlo; que después de la exhaustzva zn-
en la diligencia de necropsia? Y adernás: ¿Cómo pudo ser que este vestigación sobre antecedentes judiciales, no se encontró uno so-
proyectil hubiera desaparecido del proceso y que en tres años nadie lo en su contra; que, por el diligente rastreo e investigación de
lo hubiera reclamado, ni el acucioso abogado de la Parte Civil? ¡En sus cuentas bancarias, no apareció ningún cheque sospechoso
sus manos fue donde más estuvo este proceso en tan largo tiempo! que pudiera hacer pensar que hubiera sido gira~o a favor de
ningún sicario y mucho menos de Humberto Pa~zago. Y ~l co-
Éste es un capítulo muy triste de la justicia colombiana, empe-
ntra indicio fundamental y elocuentísimo que vzno a ratificar
ñada, como se ha visto, en perseguir a un inocente, en alianza in- la presunción de su inocencia, representado en el dictamen ba-
digna con unos detectives falsificadores de pruebas y de un aboga- lístico donde se concluyó científicamente que el revólver de su
do de la Parte Civil haciendo de las suyas dentro del proceso, sin propiedad no había sido utilizado en el ase~inato. Y ~i .quisiera
defensor alguno que lo vigilara y controlara. una pequeña dosis de sofisma como en cantzdad lo utzlzzaron el
Pero otra amargura profesional que nos dejó esta causa es la apoderado de la Parte Civil el delegado de la ~rocura~uría y
manera irresponsable en la que tres defensores mantuvieron com- el señor fiscal del juzgado, diría que es tanta la znocencza, que,
no obstante haber carecido de defensa en los tres largos años de
pletamente abandonado al acusado, sin asumir durante tres años
la insrrucción y sí una permanente actividad acusadora por
ningún acto en su defensa. En lugar de abogar por sus derechos, de
parte del representante de la Parte Civil, éste no pudo levantar
sedes fiel al sagrado mandato que él les encomendó, con una bue-
en su contra un solo indicio grave de su responsabilidad, porque
na suma de honorarios por sus servicios, lo expusieron al grave todo lo que d~jo con ese calificativo no fueron mds que neceda-
peligro de una condena a muchos años de presidio, a perder parte des con abuso del derecho y con la prostitución de la verdadera
de sus bienes por causa de indemnización de perjuicios, y a todas dialéctica que debe reinar dentro del proceso penal. .. •.
las demás consecuencias que de diverso orden resultan como con-
secuencia de una pena privativa de la libertad.
¿Qué dijimos en la defensa del reo? Rebatimos uno por uno to-
dos los argumentos utilizados como indicios contra el acusado, pa- * El veredicto del jurado fue absolutorio, por unanimidad.
CAPÍTULO IV
EL REVÓLVER
"La justicia es una virtud cardinal al igual
que la prudencia, la fortaleza y la templanza':
(MONTEJANO)

Los dos médicos, amigos del alma, de mucho prestigio en la


ciudad, salieron a celebrar el cumpleaños de un colega a la finca
"Tesorito" del municipio de Vijes, en el Valle del Cauca. Como en
toda fiesta de adultos, se ingirió mucho licor. Los dos amigos fue-
ron de los últimos en regresar del lugar, ya empezando la noche. El
doctor Marco Emilio Ocampo Restrepo se encontraba en avanza-
do estado de embriaguez, mientras su compañero, el doctor Alber-
to Sánchez \larela, quien manejaba el automotor, también estaba
bajo los efectos del alcohol. Al regreso, ya de noche, el vehículo se
accidentó contra un basurero, y, dentro de la carretera, al volcarse,
dio varias vueltas de campana. En forma rápida acudió la autori-
dad, logró sacar a los dos ocupantes, uno de ellos muerto, el con-
ductor Sánchez Varela, y gravemente herido su acompañante, el
doctor Ocampo Restrepo, quienes fueron conducidos al hospital
más cercano, la población de Yumbo.
Sólo después de llegar al hospital con las víctimas, los médicos
constataron que, fuera de las múltiples heridas que presentaba el
doctor Sánchez Varela, tenía una localizada en la parte derecha del
cuello producida con arma de fuego. Mientras tanto el doctor
Ocampo Restrepo, dentro de un evidente descontrol mental, igno-
rante de la magnitud de la tragedia, inclusive de la gravedad de sus
propias heridas, gritaba toda clase de incoherencias, preguntaba
por su revólver marca Cobra, se lo reclamaba a la autoridad allí
presente y la amenazaba con formularle denuncia ante sus superio-
res porque le habían robado su arma de fuego. Además, indagaba
por la suerte de su compañera, y cuando se le pregunta quiénes
eran sus acompañantes, contestaba que "un montón de viejas". Y
repetía: '¿Dónde estd rni amigo"?
38 PRACTICA FORENSE PENAL EL REVOLVER 39

En un princtpto, dado su estado de completa perturbación Así y todo se solicitó al Comando de la Tercera Brigada se in-
mental, se consideró prudente no informarlo de la muerte de su formara si existía esa marca de revólver denominada Cobra. Se res-
amigo y compañero de viaje, por quien preguntaba constantemen- pondió que BÍ, que existía el revólver Cobra, calibre 38, pero que
te. Pero al contarle horas más tarde, -cuando viajaba a Cali, acom- en el país había muy pocas unidades de esa marca. Y a pesar de que
pañado de un médico del hospital de Yumbo, para ser observado un dictamen balístico certificó que con esa clase de arma no se
por los Seguros Sociales-, que el doctor Sánchez Varela había produjo el disparo mortal, el Tribunal Superior de Cali, contra-
muerto, se puso a llorar. riando dicha evidencia científica, y que por serlo, era irrefutable,
tuvo la irresponsabilidad de afirmar en el enjuiciamiento, que con
Ante dicha situación, teniendo en cuenta que la herida con ar-
ese tipo de arma se produjo el homicidio por parte del doctor
ma de fuego del doctor Sánchez Varela estaba localizada en la parte
Ocampo Restrepo. ¿Con qué clase de argumentos se atrevió a de-
derecha de su cuello, y que el doctor Ocampo Restrepo era la perso-
clarar su solidaridad con la acusación particular? Inventando. Dijo:
na que ocupaba su asiento a la derecha del conductor, la justicia (Ji! agresor ebrio y armado, sólo él pudo haber disparado contra su
empezó a elaborar la tesis del homicidio.
amigo, procediendo luego a deshacerse del arma:~ bien arrojándola por
Y aquí ernpezó el terrible drama del doctor Ocampo Restrepo, la ventanilla del vehículo o simplemente arrojándola a su lado ... n
acusado de haber dado muerte a su mejor amigo cuando regresa-
Esto no podía caber ni en la imaginación más afiebrada, porque
ban de la fiesta. La acusación revestía una especial gravedad, por la
la conducta que se le atribuye al acusado era imposible de realizarse
estrecha amistad que durante muchos años había unido a los dos si se tienen en cuenta únicamente estos dos aspectos: el automóvil
protagonistas de esta tragedia. Compartían no solo sus actividades en que viajaban dio varias veces la vuelta de campana, después de
profesionales de médicos, sino también la vida social y familiar, lo cual las víctimas fueron encontradas la una encima de la otra,
cuando se visitaban en sus propios hogares con motivo de alguna una muerta y la otra inconsciente. Por lo demás, para uno poderse
especial reunión de familia. enfrentar a un dictamen científico que se le ha solicitado a unos
La esposa del occiso designó a un abogado para que en su nom- auxiliares de la justicia, tiene que replicar, contradecir, impugnar
bre se constituyera Parte Civil dentro del resonante proceso penal sólo con argumentos científicos y no con meras palabrerías de una
que se iniciaba contra el doctor Ocampo Restrepo. La acusación mentalidad inquisitiva y carcelera.
fue persistente y tremenda durante varios años. Para empezar, te- Pero es que antes se había producido la insólita calumnia del
nían tres argumentos en apariencia muy convincentes: primero, el abogado de la Parte Civil. En su infan1e verborrea ya no se ve al
acusado era el único acompa.fiante del doctor Sánchez ''arela; se- doctor Ocampo Restrepo botando el arma por la ventanilla del
gundo, viajaba al lado derecho de la víctima, posición que coinci- automóvil, como lo afirmó el Tribunal Superior, sino portándola
día con la herida en la parte derecha del cuello; y, tercero, el mis- todavía en el hospital de Yumbo, y escondiéndola. Leamos su es-
mo doctor Ocampo Restrepo, momentos después de la tragedia y trambótica versión: "Podría presumirse que fue en ese sitio, oficina de
en el hospital de Yumbo, públicamente reclamaba su revólver mar- la dirección del hospital donde el procesado pudo esconder u ocultar el
ca Cobra. arma homicida, a sabiendas de que de ninguna manera podría ser
Se puede decir que la mayor parte de la controversia giró en encontrada para producir la prueba negativa de este hecho . .. ': Y con
torno del arma que produjo el disparo mortal. Lo cierto es que en la desfachatez más censurable, por lo calumniosa y atrevida, fue
el lugar de la tragedia no se encontró arma alguna, ni le fue vista al cuando le atribuyó al médico que atendía al herido, su colabora-
doctor Ocampo Restrepo en la fiesta campestre. ción para ocultar el arma. Sobre el particular podría sólo pregun-
40 PRACTICA FORENSE PENAL EL REVOLVER 41

tarse si fue que dicho abogado no leyó todas las pruebas donde se Las controversias escritas sobre estas materias y las pruebas re-
afirma que el doctor OCA1\1PO públicamente reclamaba un revólver caudadas llenaron centenares de folios del proceso penal. Pero fue
Cobra y amenazaba con denunciar a la policía acusándola de mucho más intensa y apasionada la actividad judicial y de la Parte
habérselo robado. Civil por sembrar de dudas y de interrogantes cuanta prueba surgía
Y uno se pregunta, con un sabor muy amargo en el alma, si ca- a favor del procesado. Ya veremos cómo el Tribunal Superior de
be la expresión, ¿cómo es posible que todo un 'Tribunal Superior y Cali se colocó de espaldas al proceso, se rebeló contra irrefutables
un profesional del derecho en su calidad de Parte Civil se atrevan a pruebas científicas, olímpicamente desconoció verdades procesales
llenar el vacío de falta de pruebas para acusar con meras suposicio- que ni el subalterno más ignorante habría sido capaz de hacerlo.
nes? ¿Cómo se puede administrar la justicia penal torciendo los Sólo se necesitaba el sentido común para defender la inocencia
caminos de una sana investigación, formulando presunciones fuera del doctor OCAMPO RESTREPO:
de lugar, colocándose abiertamente en contra de los intereses del ¿Quién que tenga conciencia de haber matado a alguien se
acusado por fuera de sus obligaciones judiciales n1.ás sagradas, co- va a preocupar por encontrar el arma con la cual cometió el
mo hizo aquella Corporación ? ¿Y cómo para ejercer la profesión homicidio e inquirir en forma pública por ella?¿ Quién que ten-
de abogado, en lugar de hacerlo con dignidad y decoro, una Parte ga conciencia de haber matado a su querido amigo de todas las
Civil sea capaz de quebrantar la verdad, escamoteada, para darles horas se pone energúmeno porque el cuerpo del delito, el arma
rienda suelta a sus desaforados apetitos por ganar una causa penal? de foego, no aparece?¿Quién que haya utilizado un arma de
Pero se supo que el acusado era poseedor de un revólver 38 lar- foego para cometer un homicidio le solicita precisamente a la
go, marca Smith & Wesson. Fueron muy grandes las expectativas de policía, que se la busquen, que la encuentren, foera de amena-
la justicia y de la acusación particular por este nuevo dato de la zar con acusarlos ante los superiores porque el arma no apare-
investigación. Se realizaron las indagaciones de rigor, con este re- ce?¿Para qué iba a interesarse por encontrar un revólver Cobra,
sultado: El doctor OCAMPO RESTREPO sí tenía un salvoconducto sabiendo que inmediatamente le sería decomisado y que daría
lugar a una detención inmediata por el ilícito de porte ilegal de
para ser portador de un .revólver de esas características, pero hacía
armas y representaba la prueba por excelencia de su crimen?
seis meses se lo había prestado a un colega amigo. El arma también
[Jn hombre que llega de los umbrales de la muerte, si acabó de
fue sometida a un dictamen balístico con el siguiente resultado: De matar a su propio y mejor amigo, ¿podría ser tan cínico, tan
dicha arma no salió el disparo que produjo la muerte del doctor Alber- simulador, con tanta capacidad de fingimiento, que al llegar al
to Sdnchez Varela, y, además~ dicha arma no ha sido disparada re- hospital lo primero que hace es preguntar por ((mi amigo dónde
cientemente. estd, dónde se quedó mi amigo 7 .No. Este hombre no estaba
Y, para que nada faltara, un tercer dictamen científico libró de para esta clase de argucias, para este tipo de artimañas menta-
toda acusación al doctor Ocampo Restrepo, porque demostraba les, para esas artificiosas componendas defensivas. No era per-
que, dada la cercanía a su amigo que conducía el automóvil, él no sona para ponerse a simular estados de confosión mental, de
pudo haber sido el autor del disparo, dadas las características de la obnubilación de la conciencia, de desquiciamiento espiritual.
herida: "El disparo no fi-te hecho de cerca, porque la herida u orificio Todo esto era verdadero, como se estableció con abundancia de
de entrada del proyectil presenta características morfológicas regulares, pruebas en la investigación.
es decir, bordes netos e invertidos, en cambio si hubiera sido el disparo ¿Quién le disparó entonces al doctor Sánchez Varela? Al tra-
de cerca, los bordes del orificio de entrada serían irregulares, más o yecto de Vijes a Cali le tenían miedo los conductores, por los
menos desgarrados, en fonna de estrella': atracos continuos, principalmente en las horas de la noche. Por
PRACTICA FORENSE PENAL EL REVOLVER 43
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dicho motivo algunos de los asistentes a la fiesta anticiparon su todavía. Sólo cuando lo conducían de Yumbo a los Seguros Socia-
regreso, y otros, por precaución, resolvieron viajar en caravana y les de Cali, al insistirle al médico que lo conducía por la suerte de
escoltados por un motociclista. Y como ya empezaba a anochecer, su amigo y cpntestarle que estaba muerto, "estalló en llanto y mur-
el dueño de la finca le aconsejó al doctor Sánchez Varela que via- muraba: es imposible ¿quién iba a querer matar a Alberto?".
jara con mucha precaución a causa de los atracos en la vía. El Por lo anterior, no resulta absurdo pensar que el occiso, quien
doctor Ocampo Restrepo estaba tan embriagado, que fue necesa- también se encontraba bajo los efectos del licor, trató de pararle a
rio ayudarlo a subir al automóvil, y se encontraba tan adormila- alguien en la carretera, por alguna señal en ese sentido, y que al
do, que antes de partir le solicitó al doctor Sánchez Varela que le advertir el conductor que se trataba de un atraco, por evitarlo, le
recostara el asiento porque se iba a dormir. Y en efecto, se dur- dispararon, y en la fuga, ya herido, perdió el control del vehículo,
mió en el viaje), y sólo recuerda que el automóvil daba "vueltas y se chocó y luego dio varias vueltas de campana, lo que indica que
más vueltas'~'. Ni siquiera recordó después, que en un ta_xi los re- viajaba a alta velocidad. Una prueba bien significativa sobre esta
cogieron en el lugar de la tragedia para llevarlos al hospital de hipótesis es que, cuando la autoridad acudió al lugar de la tragedia,
Yumbo. encontró prendidas las luces estacionarias e intermitentes del automó-
vil, un indicio muy elocuente de que se tuvo la intención de esta-
A lo largo de toda la investigación lo recordaron en la fecha trá-
cionar a un lado de la vía. Además, las luces interiores del vehículo
gica como un hombre fuera de sí mismo, que revelaba un estado también las encontraron prendidas, lo que no se acostumbra al
de evidente estupor, de asombro, de alteración de sus facultades viajar de noche. Las luces intermitentes encendidas, lo sabe todo con-
mentales, a causa de la embriaguez y de la inconsciencia, con abso- ductor, se acostumbran cuando el vehículo va a detener la marcha o
luta desorientación y desconcierto, una mente completan'lente cuando se procede a estacionarlo a la vera del camino; cuando va en
desubicada, diciendo incoherencias y contestando con alocadas marcha normal, carece de sentido hacer uso de esas luces. Y en
respuestas. cuanto a las luces interiores encendidas, también se acostumbra cuan-
Y cualquiera se pregunta: ¿Quién puede tener la insensatez y do de noche se detiene la marcha o cuando se estaciona a un lado de la
osadía de poner en peligro su propia vida dando muerte al conduc- vía. Es contraproducente hacerlo en la marcha normal durante las
tor del vehículo en marcha donde uno viaja como único pasajero? horas de la noche, por cuanto con ello se perturba la labor de conduc-
¿No repugna esto al natural instinto de defensa existente en toda cióny al d~ficultar la observación de la vía por donde se transita.
persona hu.tnana? ¿No es un absurdo la mera imputación del Para saber que todo esto y mucho más no pudo impedir que el
homicidio en esas circunstancias? ¿Y sin móvil? Si habían viajado Tribunal Superior de Cali lo llamara a juicio por homicidio volun-
juntos y juntos regresaban, sin haber tenido en la finca ningún tario. ¡El horror! ¡Y el error! Fue una pieza procesal vergonzosa, por
altercado, ¿por qué motivo el doctor Ocampo Restrepo iba a asesi- la pobreza de argumentos, por la superficialidad de sus análisis, por
nar durante el viaje de regreso a su mejor amigo? ¿Y quién que la osadía de desconocer dictámenes científicos sobre la inocencia del
acaba de disparar un arma de fuego contra su compañero, provo- acusado. Con razón dije en el alegato de la audiencia pública, que
cando con ello un terrible volcamiento del vehículo, va a asumir ese auto de proceder no podía haber sido redactado por un magis-
después una actitud angustiosa, de desespero, de inquietud por no trado, sino por su secretario u oficial escribiente.
saber cuál fue la suerte corrida por su amigo? Dicha angustia era Veamos algunos pocos ejemplos de esas barbaridades judiciales.
tan evidente, al punto de que el personal del hospital, médicos y Se argurr1entó como "el indicio de posesión de arma de Juego", el
enfermeras acordaron mentirle ocultándole la muerte del amigo, hecho de ser propietario de un revólver Smith & Wesson, amparado
sugiriendo hipótesis que afianzaban la posibilidad de estar vivo
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PRACTICA FORENSE PENAL EL REVOLVER 45

co? ~alvoco_nducto y CI,Ue hada seis meses se lo había prestado a un había producido un dictamen balístico en el cual se afirmaba que,
medico amigo. Es decir, que esta sola circunstancia fue convertida dadas las característica del orificio de entrada del proyectil y las
por aquella Corporación en un serio argumento para poderle im- huellas dejadSls alrededor de la piel, un revólver marca Cobra no se
putar al acusado el homicidio voluntario en la persona del doctor pudo utilizar para el disparo mortal?
Alberto Sánchez V arela. ·
En esas condiciones llegó la causa hasta la audiencia pública.
Otra razón para tan monstruoso enjuicianliento contra el doc- Vinieron las intervenciones de las partes, acusación, defensa y del
tor O~AMPO RESTREPO fue el indicio grave de usu aptitud para el Ministerio Público. La novedad fue lo dicho por este funcionario.
rna~e.;~ d~ ,arma; de fuego po~ haber recibido. adiestramiento para Con fuerza dialéctica y abundante acopio de pruebas demostró la
ello · ~ Q~t~n ma,s ~ue se precie de. ser un cahficado representante inocencia del acusado y solicitó la absolución.
de la JUsticia, maxime cuando se tiene la investidura de magistra-
do, es capaz de atreverse a un argumento de éstos, para concluir Quedamos a la expectativa de la sentencia del juzgado. En me-
con el mismo, que el acusado sí disparo su arma contra el doctor nos de un mes se produjo la providencia. Con todo respeto por su
Sán.chez Varela? Como si hasta un niño puede hacerlo, porque no superior jerárquico, el juez de primera instancia fue analizando
es szno apretar de un gatillo y colocar el cañón del arma en dirección uno por uno sus argumentos del llamamiento a juicio, para de-
al. blanco q~e se busett. Con un argumento tan extravagante, el mostrar que no tenía razón, por lo cual profirió sentencia absolu-
misn:~~ ~agistrado tendría esa capacidad criminal para cometer un toria del doctor Ocampo Restrepo.
hon~.tcidio, por el sólo hecho de poder disparar un revólver. Con.., Aquí no hubo temor reverencial por parte del juez hacia su supe-
trarzo sensu} podría argumentarse con el soil.srna: como el doctor rior, sino una actitud de absoluta independencia, de dignidad per-
Ocampo no había recibido adiestramiento en el manejo de armas sonal, y, por último, de ser justo, una virtud que no debería faltar
de fuego, no se le puede atribuir el disparo que terminó con la vida nunca en los administradores de justicia, principalmente en el
de.l doctor Sánchez Varela. A esto conduce el atrabiliario razona- campo penal donde se decide sobre la libertad de un hombre.
miento de tan ignorante magistrado. Faltaba lo peor, lo más insensato, lo más abrumadoramente in-
~omo no ~r~ fosi.ble producir un llamamiento a juicio por el justo, lo que ofende la majestad de la justicia y quebranta los pos-
~ehto de homiCidio sin aducir un móvil, ante su inexistencia, se lo tulados del derecho: El Tribunal Superior, al conocer por apela-
Inventaron. Dijo el Tribunal que el móvil había sido "la discusión ción de la parte civil la sentencia absolutoria, la revocó, y, en su
que anzbos protagonistas sostuvieron en la finca durante el desarrollo lugar, profirió una de condena por homicidio culposo. Y necesitaría
de la fiesta}~ Afirmación absolutamente falsa, ya que la discusión el doble de lo escrito hasta ahora, para analizar esta barbaridad.
fue entre ~1 ?o~tor Sánchez Varela y otro colega. Y esta absoluta ¿Sería una indigna represalia contra la defensa por haber sostenido
falta de movtl s1 que es, por el contrario, un fuerte indicio de ino- en la audiencia pública que dicho auto de proceder no podía haber
cencia del acusado. sido escrito por un magistrado, sino obra del secretario u oficial
escribiente? ¿O acaso careció de valor moral para rectificar sus
Y así fue cómo una }usticia ciega, atolondrada, desquiciada
puntos de vista? ¿O demostrarle a su subalterno que se había apar-
mentaltnente, fue capaz de llegar a la conclusión de imputarle al
tado del auto de proceder y proferir así una absolución, que él era
doc~or Ocampo Restrepo el delito de homicidio, cometido con un
revolver marca Cobra. ¡Por Dios! ¿Cómo se atrevieron a tanto en la
la máxima jerarquía a la cual había que respetar?
máxima jerarquía de la justicia en la ciudad de Cali, cua~do se
CAPÍTULO V
ELPLANAZO
"Cuarenta años de experiencia judicial habían confirmado que justicia
no quiere decir insensibilidad; que el juez para ser justo no tiene
por qué ser despiadado. justicia quiere decir comprensión;
pero el camino mds directo para comprender a los hombres
es el de acercarse a ellos con el sentimiento".
(CALAMANDREI)

"El hijo inocente no debe suftir la pena


del delito cometido por su padre':
(GUILLERMO CABANELLAS)

Los dos jóvenes, grandes amigos y vecinos en la vereda donde


llevaban su vida de campesinos, salieron ese domingo a mercar en
la fonda de la región más cercana a sus viviendas. U no de ellos lo
hizo en una mula que luego le serviría para cargar el bastimento de
la semana. Pero en la fonda se dedicaron a ingerir licor. Y cuando
juntos se disponían al regreso, Arturo Mejía le dio un planazo a la
mula de Tulio Grajales, lo que motivó para que éste desenfundara
su peinilla y atacara a su compañero de viaje y de copas. Ambos,
en avanzado estado de embriaguez, se trenzaron en un duelo a
muerte, cada uno de peinilla en mano. Los contertulios de la fonda
fueron espectadores del real combate. De los lances que se hicie-
ron, no hubo consecuencia alguna para la integridad física de los
contrincantes. Pero por ahí estaba tan1.bién don Tulio Mejía, quien
al advertir que su hijo Arturo era uno de los protagonistas de la
pelea, se lanzó a la defensa de su hijo y causó a su contender una
herida que le produjo la muerte. Fue la única lesión que recibió la
víctima.
La autoridad produjo la captura de padre e hijo. Y la justicia dio
comienzo a la investigación imputándoles a ambos la comisión del
homicidio. La detención de don Tulio Jiménez, digamos que en
principio tenía una justificación, porque sólo él, sin colaboración
de nadie, había dado muerte a Tulio Grajales. Ya en el debate y en
la controversia judicial se debatirán las distintas tesis jurídicas para
48 PRACTICA FORENSE PENAL ELPLANAZO 49

determinar si había obrado o no en legítima defensa de su hijo. perado por el serio peligro que corría su hijo a manos del occiso. Hasta
Pero privar de la libertad a éste, acusándolo también por el homi- el propio hermano de la víctima declaró que "don Tulio Mejla en-
cidio, en razón de haber provocado la riña con el planazo a la mula tró en la riña. en el momento en que su hijo Arturo se encontraba en
de Tulio Grajales, es un despropósito de la justicia que se va a pro- lances con mi hermano".
longar hasta ser escandalosamente condenado por dicho homicidio
Son evidentes, entonces, dos verdades procesales, dos verdades
a la pena de once años de presidio. Las tesis más estrafalarias y los
jurídicas: La primera, que Arturo Mejía no cometió delito alguno, y
argumentos más inconcebibles fueron el soporte para tamaña ini-
la segunda, que su padre, don T ulio Mejía, el único autor del
quidad judicial.
homicidio, lo hizo en legítima defensa, no sólo de su hijo, sino de
Lo primero que se dijo por parte del juez municipal, el primer su propia vida, como lo veremos clamorosamente. Sin embargo,
funcionario en conocer de la investigación, fue que "ese semoviente durante dos largos años la justicia se empecinó en librar una tre-
era una conti'nuación de la personalidad del occiso, por lo cual gol- menda batalla procesal para demostrar que ambos, padre e hijo,
pear a aquél era como golpear a éste': Y una concepción de esta na- tenían la misma responsabilidad penal en la comisión del homicidio
turaleza bien podría elevarse en el recuerdo beatífico del Poverello en la persona de Tulio Graja/es. ¡Qué cuentos de que el hijo es ino-
de Asís, para quien toda la naturaleza era su propia hermana, las cente por no haber siquiera lesionado en la pelea a su adversario, ni
florecillas del campo, y aun los más fieros animales del bosque a los que el padre actuó en legítima defensa de su hijo! Es como la sínte-
que llamaba hermanos. Pero sostener que por haber golpeado a la sis de toda la parafernalia judicial en un proceso infame, donde la
mula era como haber golpeado a su dueño, para con dicho argu- justicia, como en la famosa alegoría, actuó con los ojos vendados,
mento formular una imputación por homicidio, es como un bo'"" para negarse a ver y escuchar la verdad que gritaba en cada folio
chornoso e insensato capítulo de un libro sobre la picaresca judi- del proceso.
cial. Se estableció en la investigación que, cuando don T ulio Mejía
Ese juez municipal, sin atender razones de ninguna naturaleza, entró en la riña, lo hizo desarmado, desventaja que aprovechó el
empezó la siembra de barreras jurídicas contra la defensa de los occiso para esgrimir en su contra la peinilla que poseía, de veinte
acusados, a quienes, una vez cumplidos los términos de la instruc- pulgadas, con la cual le propinó al acusado un fuerte planazo en la
ción, los remitió a los jueces superiores de Medellín, con auto de mejilla izquierda. Dada la desventaja de don Tulio frente a su agre-
detención por el horrlicidio. Al padre se le negó la legítüna defensa sor, aquél trataba de esquivarle los golpes, hasta que tuvo que huir,
que ejerció a favor de su hijo, y a éste se le acusó del homicidio por pero, al hacerlo, cuando Grajales lo perseguía, le lanzaron un cu-
haber provocado la pelea, al ocasionarle un planazo a la mula del chillo para que se defendiera. En la diligencia de reconstrucción de
OCctSO. los hechos se determinó que el acusado le huyó a Grajales en un
trayecto de treinta metros. Recogió el arma del suelo y con ella se
Lo peor vino con las autoridades judiciales de Medellín. Por
enfrentó a su agresor. En uno de esos lances le ocasionó a su perse-
ejemplo, el Ministerio Público, para negar la legítima defensa del
guidor una herida que le produjo la muerte.
padre a favor de su hijo, se inventó la versión de que cuando don
T ulio Mejía hirió de muerte a T ulio Grajales, ~ya los dos jóvenes Contra la evidente situación anterior de una legítima defensa de
hablan terminado su duelo a peinilla. Cuando todo el proceso lo la vida, el Ministerio Público, como argumento de fondo para ne-
desmiente, unos al declarar bajo juramento que el padre decía: Es gar dicha figura jurídica, sostuvo lo increíble: Tulio Graja/es al ata-
que le estdn tirando a mi hijo'~ Además, advertían que estaba deses- car a don Tulio Mejía utilizaba su peinilla por el plano y no por el
50 PRACTICA FORENSE PENAL ELPLANAZO 51

filo. A lo cual se podría decir que en esas condiciones de peligro, no, ni el más profano en materias de derecho penal, sabe que una
habiendo recibido ya, desarmado, una herida en la mejilla izquier- coparticipación criminal en un homicidio no se puede defender
da de diecisiete centímetros, según dictamen médico, no iba el agre- con las estrafalarias tesis como las suyas.
dido a tener la serenidad y reflexión suficientes para determinar Para mayor asombro, el mismo funcionario, cuado tuvo que
que la peinilla en el aire, a toda velocidad, no iba dirigida a su emitir un concepto sobre una excarcelación, le dijo al juez que, si
cuerpo por el tilo sino por el plano. Lo que no podía a su turno la concedía, él no se oponía. Cuando lo que tenía que contestar era
hacer el acusado, ya que, siendo un arma corta la que tenía, apenas un sí o un no. Jamás se conoció en los estrados judiciales que un
de treinta centímetros, para defenderse había que utilizarla de punta, fiscal procediera de esa manera. Porque si estaba convencido de
cuando el otro esgrimía una peinilla de veinte pulgadas. una inocencia, no le podía ser indiferente que el juez negara la ex-
Para negar la justificante de la legítima defensa, el mismo fiscal carcelación. Y viceversa: si estaba convencido de la culpabilidad,
dijo que la herida que recibió don Tulio Mejía a n1anos de Tulio no podía serie indiferente que el sindicado recuperara su libertad.
Grajales era superficial y no sangrante. Afirmación completamente Cada que el proceso llegaba a sus manos, emitía un concepto
irrelevante, por muchísimas razones, unas de sentido común, y distinto. Y así fue como para la calificación del sumario le solicitó
otras, con fuerza de convicción, en primer lugar, porque la lesión al señor juez, ¡y con qué vehemencia!, un llamamiento a juicio de
mortal se ocasionó como consecuencia de la persecución del occiso Arturo Mejía por haber obrado en complicidad con su padre en la
a don Tulio, y, en segundo lugar, porque para que exista una legí- comisión del homicidio investigado. Y ya vimos, en sus propias pala-
tima defensa propia o de terceros se requiere únicamente que exis- bras, en qué consistió dicha complicidad. Y lo más asombroso fue
ta el peligro de una violencia real e inminente. Y la figura jurídica no su intervención en la audiencia pública, donde, dejándose llevar de
se desnaturaliza porque la lesión mortal se hubiera producido co- otras orientaciones judiciales, en una acalorada intervención pidió
mo reacción por haber recibido el acusado una herida superficial y de los jurados de conciencia la condena de Arturo Mejía, por coau-
no sangrante, según la extraña teoría del fiscal. tort'a en el homicidio de su padre. Es decir, la misma responsabilidad
Otra extravagancia mental del mismo funcionario para sostener penal del autor material y único del homicidio. ¡Para Ripley!
la tesis de la participación criminal de Arturo Mejía en el homici- Otra vez, en virtud de una apelación, el proceso llegó a instan-
dio, fue que éste, con los planazos que le daba a Grajales, le hacía cias más altas, a jerarqÚías judiciales más elevadas en la sagrada
perder a éste las foer.zas flsiats para defenderse. ¿N o es esto el argu- misión de aplicar el derecho y administrar justicia: el Tribunal
mento de una mente trastornada? ¿N o es verdaderamente escan- Superior de Medellín. Y desde allí se le trazó una orientación al
daloso que se inventen estos despropósitos? ¿Era entonces, ilustrí- juez de conocimiento: Enjuiciar a Arturo Mejía como cómplice ne-
simo, inteligentísimo, maestro insigne del derecho y sabio admi-
cesario o no necesario, porque sí tomó parte en el homicidio, porque
nistrador de justicia, señor fiscal, doctor Octavio Rueda Giraldo:~
una vez conzetido éste, desafió a todos los presentes, con el indicativo
que Arturo Mejía, en el duelo con T ulio Grajales, de propósito le
propósito de que nadie auxiliara a la víctima. ¡Un horror y una
daba planazos para debilitarlo en su defensa posterior en la contienda
mentira! Lo último, porque nadie lo dice dentro del proceso. Y lo
con su señor padre? Dice el pueblo que la ignorancia es atrevida.
primero, es un desatino atribuirle a una persona el delito de homi-
Pero éste no es su caso. Usted es un fabulador, no un ignorante;
cidio, porque después de que otro lo comete desafía a los presentes.
usted es muy hábil para la ficción, pero no es ignorante; usted es
diestro para inventar argumentos, pero no es ignorante. O mejor, Además, tan ilustrísimo Tribunal Superior ¿cómo pudo llegar has-
también es ignorante, porque, a excepción suya, ningún ser huma- ta la mente del procesado para decirle que cuando desafió a los pre-
52 PRACTICA FORENSE PENAL ELPLANAZO 53

sentes fue con el indicativo propósito de que nadie auxiliara a la víc- ¿Dónde está entonces el vínculo objetivo o subjetivo por parte
tima? ¿Y auxiliada de qué y de quién, si ya había recibido la herida del hijo en relación con el homicidio cometido por el padre?
mortal y nadie la amenazaba? ¿Cuándo prebtÓ un auxilio o colaboración sin los cuales el homici-
Esto pudo ocurrir en el Tribunal Superior, porque al magistra- dio no habría podido cometerse, como rotundamente lo reclama la
disposición penal? ¿En qué acto, en qué actitud, en qué conducta
do ponente que había redactado su proyecto defendiendo la abso-
el hijo le ayudó a su padre a matar a Tulio Grajales? ¿Cuándo
luta inocencia de Arturo Mejía, los otros dos magistrados de la
dentro del proceso se descubrió siquiera una frase, una incitación,
Sala se apartaron de su criterio para decir lo contrario. Como se ha
un consejo, un estímulo del hijo para que su padre matara? Su
visto, recorrieron toda la extensa gama de la imputación penal, comportamiento anterior al homicidio no fue una complicidad. Sus
desde la inocencia absoluta hasta la responsabilidad completa, pa- actos no estdn previstos como delito punible en el derecho positivo. Lo
sando por diversos matices de la imputación delictuosa, entre ellos, suyo no fue siquiera una contravención de policía, como con todo
los de con1plicidad necesaria y no necesaria. Es decir, todo un caos acierto y justicia lo afirmó el magistrado ponente que quiso decre-
jurídico en la administración de justicia para valorar jurídicamente tar para él la libertad, la cual, como quedó visto, fue interferida por
la conducta de una persona inocente, que nada tuvo que ver con el la negativa de sus injustos compañeros de Sala.
homicidio.
Ahora vuelve a aparecer el señor fiscal superior. Es su segunda
¿Cómo teniendo allí en su escritorio ese maldito Código Penal salida, no como la de Don Quijote para desfacer agravios y endere-
que tan mal lo interpretan y aplican, son capaces de sugerirle a su zar entuertos, sino para seguirnos impresionando con sus fantásti-
subalterno, el señor Juez Segundo Superior, una complicidad nece- cas teorías. Se le ha corrido traslado del proceso para que concep-
saria en el hornicidio, cuando desde la facultad de derecho les ense- túe a los fines de la calificación del sun1ario.
ñaron que la complicidad necesaria es tornar parte en la ejecución del Para sustentar la petición de enjuiciamiento contra Arturo Me-
hecho, participar en la cmnisión del delito misnzo> con plena concien- jía como cómplice no necesario del homicidio, expresó que si Tu-
cia y voluntad?¿ Y con tanto desenfado anticipar que sería acreedor lio Grajales hubiera dado muerte a Arturo Mejía como reacción
a la misma pena de su padre que cometió el homicidio? Ante tanta por el planazo que le dio a su mula, Grajales habría actuado en
ofensa a los postulados del derecho y a los supremos mandatos de legítima defensa de los bienes. Es decir, que para dicho fiscal, el
la justicia, casi provoca guardar silencio para que la indignación no bien económico de una mula es más merecedor de protección ju-
coja el camino del vituperio y la 1nás grande descalificación por tan rídica que la vida de un ser humano. Hasta estos inauditos extre-
atrevidas e insólitas tesis, ni siquiera propias de la caverna del dere- tnos conceptuales llegó la justicia en su pasión y empecinamiento
cho o del Santo Oficio de la Inquisición. Si recordara los nombres por condenar a un inocente. Dicho en otros términos: Si en la au-
de esos magistrados, aquí los mencionaría, a título de sanción mo- diencia hubiera estado Tulio Grajales respondiendo por el homici-
ral pública de mi parte, con1o profesional del derecho. dio en la persona de Arturo Mejía por éste haberle propinado un
planazo a la mula de aquél, habría pedido a los jueces de concien-
Tesis tan exóticas y extravagantes no habían pasado por la ima-
cia la absolución del homicida, por haber obrado en legítima de-
ginación de un ser humano. Son teorías de tan asombrosa ilegiti-
fensa de sus bienes. Es una tesis espantosa, para ser repudiada con
midad y tan huérfanas de parentela jurídica en el árbol genealógico los términos de la mayor censura. ¡Inhumana y cruel esta justicia!
del derecho, que no se había podido imaginar jamás el universo Y saber que esta complicidad no necesaria, por la cual abogó ante
penal de ninguna época, ni siquiera de las más oscurantistas que el juez en su concepto fiscal, en la audiencia pública fue capaz de
fueron superadas por el humanismo de los dos últimos siglos. cambiar, sin explicación alguna, esa tesis jurídica por la de coauto-
54 PRACTICA FORENSE PENAL ELPLANAZO 55

ría en el homicidio, es decir, la misma responsabilidad penal del La siniestra teoría es ridiculizada por los doctrinantes, como en
padre que causó la tragedia, con una pena entre los ocho y los los ejemplos de la persona que, al resultar herida, se la lleva inme-
quince años de presidio. Cómo este fiscal en tres oportunidades diatamente q,. una clínica u hospital, pero con tan mala suerte que
r, que\ha tenido el proceso ha llegado a tres conclusiones distintas, muere en el camino a consecuencia de un accidente de tránsito.
desde la absoluta inocencia hasta la responsabilidad total, pasando Con la tesis que se analiza y que resulta muchísimo más severa en
por la complicidad no necesaria. ¿Cómo con unas nlismas pruebas la providencia del juzgado, quien causó la lesión, por leve que fue-
se pudo llegar a tres conclusiones diferentes? ¿Por qué, por simple ra, debe responder por homicidio, porque, de no haber herido a
elegantia juris, no suministró una explicación sobre tan colosales dicha persona, no la habrían tenido que conducir al hospital y así
contradicciones, prefiriendo mejor dejar la impresión de que obra- se habría evitado el mortal accidente de tránsito. Que es exacta-
ba al vaivén de los cambiantes criterios de otros funcionarios mente la misma insensatez que ha formulado el juzgado: Como lo
dentro del proceso? que dio origen a la tragedia fue el planazo que Arturo Mejía le propi-
Después de esta escandalosa travesía por los cam.inos de la injus- nó a la mula de Tulio Graja/es, también es responsable del homicidio.
ticia, llega el auto de proceder del Juzgado Segundo Superior, a Lo dijo con otras breves palabras: "Si no se hubiera dado causa
cargo del doctor Eucario Palacio Palacio. Y dijo en aquella provi- para la pelea anterior, el homicidio no habría tenido lugar". ¡Ah
dencia: bueno que hubiera leído a MAGGIORE y a WELZEL y a CARRARA y
"Es una evidencia procesal que Arturo A1ejía tomó parte en a JIMÉNEZ DE ASÚA o a cualquiera otro de los juristas contempo-
l~ muerte del señor Tulio Grajales, con su padre Tulio Mejía.
ráneos y antiguos, y tal vez así no se había tenido que aventurar
El fue la causa inicial de esta contienda. Sin su provocación con tesis tan peligrosas y tan perjudiciales para una sana y correcta
inicial, sin su planazo al animal sin su deseo de irse a las ar- administración de justicia!
mas, nada hubiera ocurrido. Fue ésta la causa determinante, el ¿No es acaso una ofensa muy grande a toda la verdad que pro-
motivo fundamental de lo t:lcontecido. Ese acontecimiento, con clama el proceso, cuando el juzgado sostiene en su auto de proce-
toda eficiencia, precipitó los hechos'~ der, que "los dos, padre e hijo concurrieron con igual eficiencia a la
Para sostener tamaña imputación penal, argumentó dizque la producción del resultado dañoso"? ¿Cómo puede existir en un
equivalencia de las condiciones, esto es, que todos los antecedentes homicidio equivalencia de foerzas, equivalencia de comportamiento,
del resultado pueden considerarse como su causa. Pero se trata de equivalencia de culpabilidad, igual eficacia en la ejecución de los actos
una doctrina que ha sido sepultada ya y con entierro de tercera, homicidas, cuando uno de los protagonistas apenas dio o intentó
desde hace muchos lustrosl, precisamente por los absurdos a que dar unos planazos a la víctima, mientras el otro le causó la muerte?
conduciría, por las tremendas injusticias que se cotneterían en su ¿O que con el hecho al cual se le ha dado tanta trascendencia, el
nombre, por los excesos a que podría dar lugar su aplicación, como hijo haya sido Cttusa eficiente y principal e inrnediata del homicidio,
en el burlesco ejemplo de MAGGIORE sobre la responsabilidad que sólo porque antes le ocasionó un golpe al sernoviente del occiso? Todo
podría corresponder al rnédico que aconsejó una cura de reposo, lo cual no puede sino hacernos recordar los jocosos comentarios de
un veraneo a su paciente, el cual murió en el viaje al sitio de des- CARRARA y BINDING, cuando en su época censuraban estas azaro-
canso, por causa de un accidente ferroviario. O si se responsabiliza- sas teorías jurídicas. Escribió el maestro de Pisa que "GAERTNER
ra de homicidio al armero que forjó el puñal con el que se causó la amplió tanto el concepto de autor (lo mismo que se ha hecho en el
muerte. ¡Así se burlaba el insigne jurista de quienes pensaban así auto de proceder), que suponiendo el caso de un hermano que con
sobre la funesta teoría de la equivalencia de las condiciones! lecturas obscenas había corrompido el alma del hermano menor,
56 PRACTICA FORENSE PENAL ELPLANAZO 57

dijo que aquél debía tenerse como autor del estupro cometido por muerte, el procesado no estaba siquiera dentro de la reduci-
éste, "porque suministró la causa eficiente de la corrupción de su her- da área que pisaban los protagonistas.
mano menor". Y BINDING, para burlarse también de la teoría de la . Y si todo aquéllo y muchísimo más se dijo contra el hijo que era
equivalencia de las condiciones, decía que con ella se podía respon- Inocente, ya se puede imaginar lo que se diría contra el padre autor
sabilizar por "adulterio no sólo a la pareja, sino también al carpintero del homicidio. Se inventó, para negar la legítima defensa del hijo y
que hizo la cama". El juez Eucario Palacio Palacio trasladó a este la propia, un sartal de teorías jamás conocidas en los estrados judi-
proceso aquella teoría, al decir: "El padre consumó el hecho físico ciales ni en tratadista alguno de derecho penal. Dijo, por ejemplo,
de herir; el hijo fue la causa eficiente y principal de tal comportamien- que don Tulio Mejía, antes de intervenir, debió indagar primero si
to. De allí su identidad en la obligación de rendir cuentas al Estado la causa por la cual su hijo peleaba era o no justa. ¿Viendo al hijo en
por ese resultado muerte que se le imputa'·: grave peligro porque su agresor esgrimía en su contra una peinilla
Este juez que siempre se caracterizó por su extrema severidad en de veinte pulgadas, se iba poner a averiguar la razón de dicho due-
el ejercicio de su cargo, no quiso atender una de las alternativas de lo? Es muy fácil en el silencio de un despacho judicial, tranquila-
la Sala penal del Tribunal Superior, cuando le sugirieron un enjui- mente detrás de un escritorio, hacer esta clase de especulaciones.
cia.miento JDor complicidad no necesaria; tampoco quiso aceptar la Muy distinto al embravecido ambiente de dos jóvenes trenzados en
tesis inicial del magistrado ponente, cuando sostuvo que los actos una pelea, ambos armados de peinilla. La ley, para amparar con la
ejecutados por el procesado Arturo Mejía no constituían por sí justificante de una legítima defensa de tercero, sólo exige la pre-
mismos ni delito ni contravención; no aceptó tarnpoco las reflexiones sencia de un peligro real e inminente. Y don Tulio, embriagado
de su acucioso y versátil colaborador fiscal, cuando reclamó un como también estaba, cometió la imprudencia de enfrentar ini-
enjuiciamiento pero en complicidad secundaria. Y muchísimo me- cialmente al agresor de su hijo, sin arma alguna. Después, cuando
nos pudieron tener acogida nuestros ruegos de que no se consuma- le huía al occiso que le perseguía peinilla en mano, alguien le lanzó
ra más injusticia contra dicho joven que ningún delito había come- un cuchillo para que se defendiera, lo que en efecto hizo al causarle
tido. No .qU.íso escuchar a nadie. Lo llamó a juicio como coautor del a Tulio Grajales la herida que le produjo la muerte.
homicidio, y después lo condenó a once aflos de presidio, mientras ¡A.sí no se administra una recta y cumplida justicia! Lástima que
tenía que absolver a su padre, en virtud del veredicto del jurado por ponerse a imaginar absurdas teorías, así como no quiso escu-
que le reconoció el estado de legítima defensa por el homicidio en char ninguna de las tantas tesis favorables a Arturo Mejía, prove-
la persona de Tulio Grajales. nientes del Tribunal Superior y del mismo fiscal superior, se
Anticipándonos a tamaña monstruosidad jurídica, con inmensa hubiera negado a atender las enseñanzas que le brindaban en sus
angustia en el alma le dedanrJ.os al jurado de conciencia: jurisprudencias sus propios superiores jerárquicos, los magistrados
de la Honorable Corte Suprema de Justicia. Esta le habría enseña-
De producirse una condena contra Arturo Mejía, sin
do que "nada sería mds aberrante ni falto de hermenéutica que im-
querer hacer dramatismo sobre el particular, sería el escán-
dalo judicial más grande del presente siglo, digno de figurar poner a un ciudadano que, de improviso, ve a otro ciudadano en ries-
en la primera página de los rotativos del mundo, ya que no go de muerte a rnanos de un tercero, la obligación de indagar y diluci-
sería para menos el que un hombre fue condenado a una dar antes de proceder a su defensa, si el peligro que corre lo debe, o no,
pena que oscila entre ocho y quince años de presidio, sólo a su culpa': Esta sabia jurisprudencia parece escrita para este proce-
por haberle dado un planazo a un jumento. Baste saber que so. Se la transcribimos en nuestros memoriales, pero ¡él tenía la
cuando el occiso recibió la única herida que le produjo la suya, la que aquí hemos visto con asombro e indignación!
58 PRACTICA FORENSE PENAL ELPLANAZO 59

En estas condiciones llegó la causa hasta la audiencia pública. Cómo se vio que el señor agente del Ministerio Público no perte-
Aunque no existía ninguna incompatibilidad para defender a padre nece jurídicamente a este siglo, sino a otros oscurantistas del dere-
e hijo, como lo había hecho hasta ahora, busqué, por n1Í cuenta y cho donde se presumía la culpabilidad, y quedaba al procesado la
de mis propios honorarios, los servicios profesionales de un colega carga de la prueba de su inocencia. ¿Quién le diría al señor fiscal,
penalista, de prestigio en los estrados judiciales y en la opinión quién le enseñaría el desatino que a estas horas de nuestra cultura
pública, para que ante el jurado hiciera la defensa del hijo, y así jurídica, del respeto profundo por la libertad del hombre, era el
pudiera yo asumir la más delicada, como era la defensa del padre, acusado quien tenía que probar su inocencia, y no el Estado su
autor único del homicidio. culpabilidad a través de sus órganos representativos?
¿Se puede imaginar la inmensa pena moral de estos dos campe- El régimen de las presunciones en favor del procesado es una
sinos, padre e hijo sentados en el banquillo de los acusados, co- gran conquista del derecho positivo, y por eso se presumen verídi-
rriendo la misma suerte y el mismo peligro de una larga condena? cas sus confesiones desde que no exista prueba en contrario. Otra
Varios días duró mi intervención. El colega sólo lo hizo en un cosa es que el señor fiscal no hubiera querido creerlo así. No nos
cuarto de hora. Siendo que yo era la gran admiración de su vida, quedó la culpa de que él quisiera continuar ignorando la realidad
por lo cual consideraba muy honroso que lo hubiera escogido para del mundo jurídico de hoy. Además, don T ulio Mejía sí probó la
que me acompañara en dicha defensa, su pobre intervención no legítima defensa, aunque no le era imperativo hacerlo; en cambio,
logró acercarse siquiera a debatir todas las barbaridades que se el fiscal no pudo demostrar lo contrario, la culpabilidad, teniendo
habían aducido contra su defendido. Me quedó la triste impresión él sí la perentoria obligación de probarla para poder acusar.
de que muy a la ligera se había estudiado el proceso, o que tal vez Su perfidia y mala fe llegó hasta el extremo de insinuar que la
ni lo habría leído. herida mortal a Tulio Grajales fue causada a propósito en todo el
El fiscal, doctor Octavio Rueda Giraldo:, fue inclemente en la corazón. ¿Cómo haría entonces la mente prodigiosa de este Inqui-
acusación. Repitió todo lo que ya había escríto, pero cambió su sidor criollo para saber que en forma deliberada se buscó causar la
argumentación: Ya Arturo 1v1ejía, para quien había solicitado un herida en el corazón? Y si así hubiera sido, ¿en que desnaturalizaría
enjuiciamiento por complicidad no necesaria) lo que en caso de con- dicho comportamiento la figura jurídica de la legítima defensa? En
dena significaría una pena breve, en la audiencia la transformó en nada. El fiscal se equivocó de siglo. Debió pertenecer a las oscuras
una coautoría, que tiene prevista una pena muy alta, igual a la del épocas del Santo Oficio y haber sido allí el representante genuino
autor material. ¡Y no explicó a qué se debía tan extraíio y pérfido de una justicia ciega, cruel e inhumana.
cambio de parecer! Otro argumento tan insensato para negar la legítima defensa por
En cuanto a don 'Tulio J\1ejía, después de repetir en su contra lo parte de don T ulio Mejía fue la de que el occiso sólo lo agredía por el
dicho antes en sus conceptos fiscales, se inventó otra teoría, que plano y no por el filo. ¿Cómo se le podía exigir a don Tulio Mejía,
por disparatada ha sido siempre abrumadoramente rechazada por que en el pleno fragor del combate, que ante el miedo que ya estaba
toda la doctrina y la jurisprudencia penal. Esta fue su insólita frase: experimentando por verse enfrentado a un hombre armado, que ya
Don Tulio Mejía no pudo demostrar su inocencia dentro del proceso. le había ocasionado un fuerte planazo en la mejilla izquierda, con
Como si no fuera el Estado el que tiene la obligación de probar la una herida de diecisiete centímetros de extensión y una incapacidad
culpabilidad para poder reclamar una condena. El reo ni siquiera de seis días, se pusiera a reflexionar sobre la ninguna necesidad de
tiene la obligación de hablar. Puede guardar absoluto silencio. herir a Tulio Grajales, por estar éste atacándolo sólo con el plano de
60 PRACTICA FORENSE PENAL ELPLANAZO 61

la peinilla? Recuérdese la desventaja en que actuaba el procesado: síera ver expulsados de su seno y aventados al infierno de nues-
apenas con un cuchillo de treinta centímetros de longitud, cuando el tras cárceles y presidios, sino gentes buenas, sufridos labriegos,
occiso esgrimía una peinilla de veinte pulgadas. ¿Y por qué no podía consagrados hombres de trabajo por cuyas vidas pasa el meri-
diano de fódas las virtudes excelsas de la raza.
temer el procesado que en el discurrir del combate se cambiaran
esos planazos por peligrosos lances con el fllo de la peinilla? ¿O era El jurado absolvió a don Tulio Mejía, por haber obrado en legí-
que T ulio Mejía, para poder obrar en legítima defensa de su propia tima defensa del hijo, y, en cuanto a éste, afirmó su responsabili-
vida, tenía que esperar a ver si lo herían, para poder actuar como lo dad, "pero obrando bajo los efectos del alcohol". No sabemos cuál
hizo? No. El derecho de defensa, ahora y siempre, nace ante una fue la intención de este veredicto, si exculparlo de su culpabilidad
violencia actual e injusta. o atenuarla. En todo caso, el juez, doctor Eucario Palacio Palacio,
lo condenó a once años de presidio. Apelada la providencia, el
N un ca antes una causa penal había conmovido tanto las fibras
Tribunal Superior, en una Sala distinta a la anterior, lo absolvió,
de mi espíritu. En primer lugar, porque el dolor moral que padecí-
con el argumento de que si al padre se le absolvió por haber obra-
an los acusados se transmitió a mi propia vida de abogado. Y en
do en legítima defensa de su hijo, con mayor razón al hijo que no
segundo lugar, porque las injusticias contra estos dos buenos cam-
había cometido delito alguno.
pesinos, padre e hijo, también amargaron mi vida, y por saber que
estaban siendo atropellados por una justicia que ellos no entendían
en todo ese enredo de insensatas teorías jurídicas y de atribuciones
de malos pensamientos que ellos nunca tuvieron en el desarrollo
de esta tragedia. Por eso, después de varios días de intervención,
terminé así mi defensa:
· Don T ulio: Ya he terminado su defensa. Le expreso públi-
camente mí agradecimiento profundo por la generosa e ilimita-
da confianza que siempre se dignó depositar en m~ no obstante
ver que todos los días perdía las batallas jurídicas que daba en
su nombre y en el de su hijo. Así lo ha hecho, porque ha sido
mudo testigo de que llevo veinte meses pidiendo aquí justicia,
invocando equidad, reclamando derechos, suplicando huma-
nismo, casi rogando tener un poco de piedad en esa fría e im-
pertérrita aplicación de las leyes, sin habérseme escuchado. Se
fmjó usted muchas ilusiones conmigo, porque creyó que lo iba a
defender eficazmente. Hasta hoy he sido muy infortunado en
esta brega profesional por su libertad y la de su hijo, pero me
queda como última esperanza el jurado de conciencia, ante el
cual he sentido emocidn defendiéndolo, por sa:ber de qué es-
pléndida clase de levadura espiritual y moral estd hecha su vi-
da, y por tener conciencia plena de haber estado defendiendo
una causa justa y saberme defensor de unos hombres que no son
unos villanos, ni los temibles delincuentes que la sociedad qui-
CAPÍTULO VI
EL INOCENTE
((Para defender a un inocente nunca falta
elocuencia a un hombre de bien':
(MANUEL T AlvfAYO Y BAUS, Lances de honor)
''Debajo del sol vi la iniquidad
ocupando el lugar de la justicia':
(ECLESIASTÉS)

Los protagonistas de esta tragedia eran de la familia, pero se


odiaban a muerte. Muchas veces eludían encontrarse, para evitar
un enfrentamiento. Aquí la víctima en otro tiempo quiso matar al
procesado disparándole cuatro veces. La tentativa de homicidio se
quedó sin sanción alguna, porque el autor de los hechos era un
menor de edad. Por su parte, el acusado, temeroso de que lo asesi-
naran en el trayecto a su finca, cambiaba con frecuencia de cami-
no. ¡Hasta el día de la tragedia!
lJ na noche José Acevedo Rendón caminaba por la calle de An-
des cuando de improviso, detrás de un muro, al ver allí a Sergio
Gutiérrez, desenfundó su revólver e hizo un disparo que rebotó en
el muro. Inmediatamente los dos protagonistas entraron en un
forcejeo por el arma, momento en el cual se produjo el segundo
disparo, y el tercero, según testimonio unánime del proceso, fue
hecho por el propio occiso contra el procesado cuando aquél en el
forcejeo se apoderó del arma.
La investigación probó, sin lugar a la más mínima duda, que el
disparo mortal se produjo cuando los dos contendores luchaban por
la posesión del arma. Es decir, que fue un disparo accidental. Sin
embargo, la justicia se obstinó tanto en la acusación por homicidio
voluntario, que terminó con el procesado en la cdrcel donde murió
después de que un jurado de conciencia lo había absuelto.
Cuando el surnario llegó a la ciudad de Medellín, solicité la li-
bertad del sindicado, con el argumento de que el disparo mortal
64 PRACTICA FORENSE PENAL EL INOCENTE 65

había sido el segundo, cuando ambos protagonistas luchaban por la Y lo más asombroso: Cuando ahí estaba el voluminoso proceso
posesión del arma. Fundamenté la petición, en primer lugar, en la para desmentirlo, ese juez superior en el auto de enjuiciamiento
diligencia de necropsia donde se había descrito un tatuaje dejado fue capaz de ~firmar que entre víctima y victimario no hubo forcejeo
por el disparo, tanto alrededor de la herida como en la piel de la víc- por el arma. Siendo que la verdad absoluta fue todo lo contrario,
tima, y en segundo lugar, por la localización de la herida y el tra- con testimonios insospechables de toda parcialidad, como los her-
yecto del proyectil, en la séptima costilla derecha y de arriba hacia manos de la víctima y el amigo de éste quien presenció los aconte-
abajo. Lo que en términos de balística forense venía a significar cimientos. La verdad procesal, por nadie puesta siquiera en duda
que el disparo se produjo a menos de un 1netro de distancia, y que la en los siete años que llevaba de vida este proceso, es que entre los
víctima cuando recibió el disparo mortal se encontraba en un pla- dos protagonistas sí hubo una disputa por el arma, a consecuencia
no inferior al de su victimario. Todo lo cual estaba respaldado con de lo cual se produjo el disparo mortal. ¡El juez como única perso-
las constancias procesales, cuando describían cuatro manos sobre el na en todo el proceso que niega hecho de tanta significación, como
revólver y al occiso colgado del tambor. que de ello dependía que el acusado fuera inocente o culpable! Y lo
hizo, para poder rechazar la tesis de la defensa sobre el disparo ac-
La tesis fi1e aceptada tanto por el fiscal como por el juzgado su- cidental. U na forma bien curiosa de administrar justicia, y de paso
perior, por lo cual José Acevedo Rendón fue dejado en libertad. Y tratar de engañar al futuro jurado de conciencia, diciéndole una
como el abogado de la Parte Civil interpusiera contra dicha provi- mentira de esta naturaleza, con la cual se ponía al acusado en un
dencia los recursos de reposición y en subsidio el de apelación, inminente riesgo de ser condenado a una pena entre los ocho y los
ambos le fueron negados. Es decir, que un juez, dos fiscales y tres quince años de presidio.
magistrados estuvieron convencidos de la inocencia del procesado.
Apelada esa insensata providencia, ocurrió algo igual o más des-
¡Seis funcionarios de la justicia proclamando su inocencia!.
atinado para confirmar el llarnamiento a juicio. Así fue como el
Llevaba el sindicado seis años disfrutando de su libertad, cuando Tribunal Superior dijo otra enorme inexactitud, como argumento
se produjo una reforma judicial dentro de la cual se creaba un juz- principal para negar el homicidio accidental, al afirmar que cuando
gado superior en el municipio de Andes. Y allí se remitió el proce- sonó el segundo disparo, el procesado tenía el índice de su mano dere-
so. ¡Y vino la desgracia para Acevedo Rendón, desgracia que lo cha en posición de activar el gatillo del arma. ¡Una falsedad absoluta!
conduciría a la muerte por causa de una justicia ciega y sorda! ¡En Tanto que en el debate de la audiencia pública hicimos dicha
ese juzgado lo llamaron a juicio por el homicidio! ¡No importa que afirmación~ al expresar que si alguno de los funcionarios judiciales
siete funcionarios, entre ellos el fiscal del mismo juzgado, hubieran presentes conocía alguna prueba sobre ese particular, que la mos-
estado antes a favor de la inocencia del procesado! trara a los señores jueces de conciencia. Pero no hubo necesidad.
Para empezar a controvertir nuestros argumentos, de tantas pá- Yo me encargué de revelar esa prueba. Tenía origen en una simple
ginas como las que habíamos escrito, se mutiló la frase de un pá- afirmación irresponsable de un fiscal del Tribunal, quien a su tur-
rrafo, constante de sólo tres renglones, para refutarnos una legítÍ1na no la tomó de un exaltado memorial del abogado de la Parte Civil.
defensa subjetiva que jamás habJamos planteado. En C3Jnbio no se ¡Se convirtió en testigo del proceso! ¡Él mismo fabricando las
enfrentaron ninguno de nuestros argumentos científicos de Medi- pruebas de la acusación! Si ello hubiera sido cierto, ¿cómo ni dicho
cina Legal y de Balística Forense demostrativos de que el occiso acusador particular, ni el fiscal, ni el Tribunal Superior dijeron de
había muerto como consecuencia del disparo cuando luchaba des- dónde habían tornado dicha versión tan inverosímil y mentirosa?
esperadamente con el acusado por la posesión del arma. ¿Acusación tan grave para no mencionar la fuente procesal que la
66 PRACTICA FORENSE PENAL EL INOCENTE 67

respaldara? La rnisma hermana del occiso, Gloria Guti~rrez pres~?­ Tribunal Superior. In pectore quería ganarle esta batalla judicial y
te en el sitio de la tragedia, se encarga de refutar d1cha vers1on pública a su antiguo profesor. De paso, se enorgulleció de haber
cuando alcanzó a ver cuatro manos que tenían cogida el arma y lu- sido mi alumpo.
chando por ella. En la noche se podía advertir lo anterior, pero no
Mi defensa duró un día. En ella dije, pero en tono de broma,
lo que vio el Tribunal Superior: ¡el dedo índice de la 1nano derecha
que realmente había sido profesor del señor fiscal, pero que en
del acusado en posición de activar el gatillo del arma! Cuando hubo
esta audiencia me había defraudado, porque pude advertir que no
testigos, unos que vieron a la víctima aferrada del et1ñó~ del revól-
había aprendido nada de mis enseñanzas. La sala se llenó de ru-
ver, otros que tenía cogida el arn1a del tambor~ y la prop1a hermana
mores de todo el público que miraba al señor fiscal de fingida
del occiso diciendo que vio cuatro 1nanos sobre el revólver, las del
sonrisa. Desde luego que se sintió bastante abochornado. ¡Pero
occiso y procesado, nadie distinto a estos funcionarios se atrevería
había dicho tantas sandeces, que ésta me pareció otra forma de
al despropósito de afirmar que Acevedo Rendón accionó volunta-
descalificarlo!
riamente el gatillo del arma. Y cualquiera que haya visto un revól-
ver, sabe que el gatillo del arma estd a unos pocos milímetros del tam- Hubo tanta aglomeración de público, que para la lectura del ve-
bor de ltt misma. Lo que por conclusión obvia viene a significar que redicto fue necesario utilizar el salón del Concejo Municipal, por-
Acevedo Rendón tenía cogida el arma por la: cacha, siendo así más que de pronto el piso donde se desarrollaba la vista pública no so-
probable que hubiera sido el propio Ser~io Gutiérrez, .quien ~n el portaría el peso de los asistentes.
forcejeo accionó involuntariamente el gat1llo. En camb1o, ya vimos La deliberación del jurado fue muy breve, una media hora.
cómo el Tribunal dijo lo contrario, para acusar a Acevedo Rendón. Emitió el siguiente veredicto: No es responsable) por unanimidad
cierto es que en esa lucha por el revólver, quien quedó con él
Fueron diez representantes de la justicia los que se han pronun-
fue el occiso, con el cual logró hacerle un disparo al procesado, sin
ciado durante ocho años por la inocencia de José Acevedo Rendón
consecuencia alguna.
en el homicidio de Sergio Gutiérrez: un juez, tres fiscales, tres ma-
.El asombro de aquella tesis es que la sostenga el mismo Tribu- gi~trados y tres jueces de conciencia.
nal y Fiscalía que algunos años atrás prácücamente habían absuelto
¡Sin embargo, todavía el inocente no estaba libre de una conde-
al acusado, cuando se confirmó su libertad ordenada por el Juzga-
na, una condena a muerte!
do Superior, porque no existía prueba para la imputación del deli-
to de hornícidio. El fiscal, descontento con el veredicto absolutorio, pidió su
contra evidencia. Era la terminología jurídica de la época, para
En estas circunstancias procesales llegó la causa a la audiencia
hacer dicha declaratoria y convocar a un nuevo jurado de concien-
pública con jurados de conciencia, en el municipio de _An.des.
cia. La primera y la segunda instancia en un abusivo acto en su
Me encontré con el señor fiscal. Recordamos nuestros tiempos sagrada misión de impartir recta y cumplida justicia decidieron,
cuando fui su profesor de derecho penal y práctica forense en la con los mismos argumentos de antes, que continuara este espanto-
facultad de Derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana. En so calvario judicial por parte del procesado.
el juzgado me comentaron que sus intervenciones ante jurado solí- Pero el fiscal no quiso enfrentar en la nueva audiencia pública a
an ser muy breves, entre quince o veinte minutos. ¡Y habló dos su antiguo profesor. Para eludirlo, con argumentos fuera de lugar,
horas y media! Su acusación fue inclemente, defendiendo las tesis como todos los suyos, solicitó del Ministerio de Justicia el cambio
del auto de enjuiciamiento del juzgado y la confirmación por el de radicación de la causa. Se eligió la ciudad de Manizales donde
68 PRACTICA FORENSE PENAL

las autoridades judiciales deberían continuar los trámites legales


para convocar un nuevo jurado de conciencia.
¡El inocente José Acevedo Rendón murió en la cárcel esperando CAPÍTULO VII
la segunda audiencia! EL NIÑO DECAPITADO
¡Oh justicia, cuántas infamias se cometen en tu nornbre!. "Sólo el tiempo puede revelarnos al hombre justo; al
perverso se le puede conocer en un sólo día'~
(SÓFOCLES, Edipo Rey)

Estaba en mi casa de campo cuando un señor de aspecto muy


humilde llegó a visitarme. Alguien a quien yo había defendido con
éxito le aconsejó mi nombre para la defensa de su hija. Me contó
que estaba acusada de haber matado a su hijo la mistna noche del
parto. Venía de Santa Rosa de Osos donde tenía un puesto de
vendedor de legumbres en la plaza de mercado. Le prometí que al
día siguiente viajaría para estudiar el sumario y decidir sobre su
defensa.
Cuando llegué, lo primero que hice, por cortesía profesional,
fue visitar a la abogada que en ese momento defendía a la acusada.
Un minuto más de demora en llegar a su despacho, y no la habría
encontrado, porque salía para el juzgado a presentar un memorial
donde a nombre de la homicida solicitaba sentencia anticipada. La
víspera, el juzgado la había llamado a juicio por homicidio agrava-
do. La pena por el delito en ese entonces era de cuarenta a sesenta
años de prisión. ¡Ya de por sí, una pena bárbara, porque en otros
códigos anteriores, dicha conducta, calificada como infanticidio,
tenía una sanción muy atenuada!
Por delicadeza profesional, y por los honorarios que ya había re-
cibido, permití que ella siguiera figurando como suplente, y así
tendría quién me mantuviera informado sobre el desarrollo de la
causa.
Apelé la resolución acusatoria, pero ésta fue confirmada por el
'Tribunal Superior de Medellín.
La diligencia de necropsia daba cuenta de la violencia del homi-
cidio en el recién nacido, al describir una semidecapitación con
sección total de tráquea y esófago, así como otras lesiones semililu-
70 PRACTICA FORENSE PENAL EL NIÑO DECAPITADO 71

nares en cuello, tórax y región submentoniana, también fractura no actuó bajo trastorno mental ni es una inmadura psicológica. Y
del tercio superior del húmero derecho; semidecapitación por fundamentó dicha peritación en el testimonio del mismo padre de
arrancanliento, severo trauma encefalocraneano y ruptura de gran- la entrevistac!a, quien había declarado que a su hija, en el momen-
des vasos del cuello y vías respiratorias. to del parto, la vi bien, en esos momentos no la vi con problemas
La evidencia de un homicidio nadie la podía negar. Pero el fis- mentales. Esta fue la base para llamarla a indagatoria y dictarle me-
cal mañoso, con perversa intención, decretó fue una investigación dida de aseguramiento.
previa con una duración de siete meses, cuando el máximo permiti- Esto del psiquiatra fue una inexcusable falta de seriedad profe-
do por la ley era de sólo dos meses. ¿Y cón.1o aprovechó tan prolon- sional. Significó otorgarles validez científica a los testimonios de
gado tiempo? Recogiendo pruebas en contra de la madre del niño. personas ignorantes que no pueden a simple vista determinar el
Llevó a cabo una investigación a sus espaldas, durante siete meses. funcionamiento del cerebro humano o establecer el grado de con-
Pero no de cualquier rnanera. Llamó a rendir declaración bajo ju- ciencia que una persona pueda tener de sus actos en momentos tan
ramento, a ella misma, a su padre, a su hermano y a su cuñada. dramáticos como los del parto y los subsiguientes al mismo.
Nada de esto habría podido ocurrir, si desde un principio se le En cambio, la sicóloga del Hospital San Juan de Dios, doctora
recibe indagatoria o una versión libre, ya que ni ella ni sus familia- Martha Cecilia Restrepo Osorio, a las pocas horas de los hechos, en-
res habían podido ser obligados a declarar bajo juramento sobre los trevista a la paciente llevada allí por su delicado estado de salud a
hechos investigados. Y, además, habría podido defenderse desde consecuencia del alumbramiento. Y, después de una detenida ob-
un principio. Y lo más insólito: le entregaron un oficio para que se servación e interrogatorios para su debido tratamiento, dejó en la
presentara a las oficinas de Medicina Legal y le hicieran un examen historia clínica su concepto de que padecía de un trastorno para-
psiquiátrico, cuando dentro de la investigación previa sólo tenía la noide, concepto que amplió en varias ocasiones dentro del proceso.
calidad de testigo. En su primer testimonio dijo que "sólo sé decir que en el momento
Las graves consecuencias de todo lo anterior es que dichos: tes- de la entrevista se observaba una personalidad desintegrada, no había
timonios fueron los que se utilizaron en contra de la acusada, pri- una vivencia integral, no había una conciencia de la que llamamos
mero, para dictarle medida de aseguramiento; segundo, para rendir conciencia yoica ... '~
un dictamen psiquiátrico en su contra; tercero, para dictarle un Este concepto bien claro sobre una grave anomalía síquica de la
auto de proceder; y cuarto, para condenarla en primera instancia. acusada, porque a eso equivalen los conceptos de la sicóloga, nada
A una simple testigo, como figuraba la acusada en ese entonces, le importaron al psiquiatra, como nada le importó la grave enfer-
medad que padecía, ya que en la entrevista le informó que estaba
no se le podía enviar a una pericia psiquiátrica, porque ésta es para
recibiendo un tratamiento para su epilepsiay a cargo del neurólogo
saber si una persona es imputable o inimputable de un hecho que
Rodrigo Isaza Bermúdez. Además, cualquiera podía pensar en una
se considera delictivo, para lo cual esa persona debe tener la calidad
personalidad anómala, merecedora de un profundo y mejor estu-
de sindicada dentro del respectivo proceso. Pero aquí se ordena la
dio, si se piensa que por la fecha de esta tragedia llevaba tnás de
peritación noventa días antes de la indagatoria.
dos años visitando diariamente la tumba de su hermano, a veces
N un ca antes habíamos conocido un dictamen tan irresponsable, varias veces en el día y también de noche. Y lo más grave: se intro-
como lo calificaría más tarde el Tribunal Superior de Medellín. La ducía en una bóveda cercana a la de su hermano. Las mismas visi-
entrevista médica se produjo a los ciento setenta y cinco días de la tas diarias a la tumba de su hijo durante los ocho meses que per-
tragedia) y en el dictamen se dijo que la acusada durante el parto maneció en libertad antes de su detención.
PRACTICA FORENSE PENAL EL NIÑO DECAPITADO 73
72

Según se decía, dicho siquiatra era el más calificado en la oficina ción sobre la atención que debería prestársele: "Se recomienda ser
de Medicina Legal de Medellín. Pero cualquiera que hubiera co- atendida por un psiquiatra, porque de entrada se encontró con una
nocido toda su actuación en este proceso, habría concluido que, persona con,rasgos sicóticos, en la primera evaluación de tipo para-
por el contrario, era lo peor, por su ignorancia, por su irrespo~sa­ noide, ese fue el primer día de la evaluación".
bilidad, por sus ligerezas conceptuales. Jamás habían1.os conoCido A la audiencia pública comparecieron los dos profesionales. El
un dictamen psiquiátrico más pobre en fundan1entación científica, siquiatra, doctor Ricardo Bernal Jaramillo, considerado como la
y que, para concluir) a los ciento setenta y cinco días del homici- má..xima eminencia en psiquiatría del Instituto de Medicina Legal
dio, si una persona debe ser tratada o no como imputable, con el de Medellín, tuvo que soportar un interrogatorio mío durante tres
peligro de una condena entre cuarenta y sesenta años de presidio, horas, donde demostró nuevamente su ignorancia e irresponsabili-
se haya acudido exclusivamente a los testimonios del padre, del dad en sus respuestas. En dicho interrogatorio, el juez empezó a
hermano, de la cuñada y de la propia imputada, como si ellos pu- demostrar su inclinación por la condena, cuando se oponía a mu-
dieran ser depositarios de la extraordinaria sabiduría de compren- chas de mis preguntas o advertía que colocaba al siquiatra en difi-
der el alma humana, de penetrar en los profundos terrenos de la cultades para la respuesta o le solicitaba explicaciones a sus eviden-
psique, con sólo mirar a una persona. tes contradicciones científicas.
Para dicho profesional, todo fue no dedicarle demasiado tiempo En cambio, la sicóloga, durante las cuatro horas que duró su
a la delicada ~isión solicitada. Fueron seis renglones al "examen testimonio, demostró un conocimiento profundo sobre toda la
mental" de la sindicada; repetición de la prueba testimonial para materia motivo de su exposición. Evidenció, además, un conoci-
negarle síntomas de trastorno mental, y negativ.a a otra evaluación miento muy claro sobre la personalidad de la acusada, porque le
psiquidtrica, en vista de las nuevas pruebas de respaldo a la tesis de correspondió asistida como sicóloga en los primeros días de su
una grave anomalía síquica. internamiento en el hospital. Pero como se verá, para el juzgado
En cambio, a petición nuestra, la sicóloga del Hospital examinó sólo tuvieron mérito probatorio los dictámenes del psiquiatra, ba-
a la acusada para que dictaminara sobre su coeficiente intelectuaL sados en la prueba testimonial del padre, hermano, cuñada de la
Allí ratificó todo lo que ya había sostenido dentro del proceso en acusada, y de ésta misma.
cuanto a la inmadurez psicológica de la examinada, colocándola así Y, por si se necesitara otra prueba científica a favor de una grave
dentro de un estado de inimputabilidad, pues expresó que no tiene anomalía síquica de la acusada, el neurólogo que durante varios
la madurez intelectutzl para discernir sobre aspectos cornplejos y en años la venía tratando por su epilepsia rindió en la audiencia pú-
consecuencia tomar decisiones . Y agrega que sufre de alteraciones emo- blica un testimonio de cuatro horas, lleno de sabiduría científica
cionales, de inmadurez psicológica y dependencia afectiz,a, de ideas en su especialización en neurología, para llegar a la conclusión de
persecutorias y megalomanlacas_, de rasgos disociativos como pérdida que en la hipótesis de ser la acusada la autora de la muerte del re-
temporal de la conciencia y de la realidad te1nporal. Y, si a esto se le cién nacido, no lo hizo con conciencia y voluntad. Su cuadro clínico
agrega el concepto de paranoide de la historia clínica y la epilepsia fue el siguiente: "En la sindicada las crisis son parciales complejas y
que padecía la acusada, nadie podrá poner en duda que todo eso generalizadas, en las cuales se describió la inconsciencia o automa-
significa en términos psiquiátricos y jurídicos, una grave ano1nalía tismo sin memoria de lo ocurrido. Las lesiones que presentó la cria-
psíquica. Y si esto fuera poco, la misma sicóloga, a las pocas horas tura, de haber sido ocasionadas por la imputada, fueron en un estado
de la tragedia, dejaba en la historia clínica la siguiente recomenda- de pérdida de conciencia transitoria". Fueron conclusiones científi-
74 PRACTICA FORENSE PENAL EL NIÑO DECAPITADO 75

cas en consideración a la epilepsia que padecía su paciente. No buena parte de las dolencias psíquicas de la madre, una herencia
porque hubiera obrado dentro de un ataque epiléptico, sino dentro preocupante que incidió en la tragedia, si cabe la imputación por
de sus equivalentes, en los cuales no se necesita encontrarse dentro el homicidio,
de una situación convulsiva, con caída al suelo y demás caracterís-
Pero lo más grave de todo es que los mismos personajes se
ticas del ataque violento, sino que la persona puede aparentar un
hubieran desentendido de la acusación contra la madre de la sindi-
estado de plena conciencia, sin estarlo, y cometer dentro de dicho
cada por la muerte del niño, es decir, por la abuelita de éste. Se
estado conductas indebidas sin que después tenga memoria de ello.
trata de la madre demente. Esta hipótesis surgió desde los inicios
Sin embargo, otras mentes, otras culturas, otras concepciones de la investigación previa, cuando la cuñada de la acusada que la
jurídicas, otros psiquiatras deshumanizados e irresponsables, acompañaba la noche del parto declaró: Yo no creo que Erika haya
otros fiscales de primera y segunda instancia, otro juez de cono- matado al niño. ¡Y el famoso fiscal que escuchó esta frase, el doctor
cimiento y otro 1\1inisterio Público no pudieron encontrar, o no Francisco Agudelo Palacio, hizo caso omiso de dicha frase! ¿Quién
quisieron ver a la mujer que acabamos de describir, a una pobre que esté verdaderamente interesado en descubrir la verdad de los
enferma mental, sino a la procesada perversa, sin piedad, sin sen- hechos se desentiende en forma absoluta de una versión de tanta
timientos, sin ningún grado de desequilibrio, con el dominio trascendencia? ¿Por qué razón no hizo la pregunta obligada sobre
pleno de sus facultades cognoscitivas y volitivas, sin una epilepsia el motivo para no creer que la sindicada hubiera matado al niño? Si
que fuera causa de su conducta, sin una psicosis puerperal que hubiera hecho dicha pregunta, ¿no habría quizás cambiado el
hubiera desequilibrado su mente, sin ur; trastorno paranoide que rumbo de la investigación? ¿Por qué el señor fiscal no quiso saber
la hubiera convertido en inimputable. Esta es la acusada que al- nunca nada de esta versión de la cuñada de la sindicada? ¿Por qué
gunos han visto con visión recortada a través de este proceso, una
en la audiencia pública donde tanto la interrogó, no se le ocurrió
sindicada que no merece la atención de la psiquiatría, . ni la
hacerle dicha pregunta? Estaba obligado a indagar más sobre esta
hurnanización del derecho, ni el tratamiento equitativo de la jus-
versión, ya que se trataba de una situación favorable a la acusada,
ticia, y merecedora por ello a que se le condene a la más alta pe-
de una versión que la excluía de la autoría del delito. ¡Pero vaya uno
na, según cierta corriente draconiana que se está imponiendo
a saber por qué lo hizo!
dentro de la administración de justicia colotnbiana. ¡Una mujer
que necesita el blando diván deÍ psiquiatra y no la tortura de la Como si no hubiera sido suficiente el abuso de haberle recibido
celda de una prisión! ¡Así es en ocasiones nuestra justicia! ¡Así son declaración bajo juramento a la misma acusada," al padre, al her-
muchas veces nuestros jueces, como el que aquí en una sentencia mano y a la cufiada, llamaron también al esposo. Pero éste declaró:
inusitada condenó sin piedad, condena que después le revocaron, "Mi hermana, que acompañaba a Erika la noche del parto, dice
por injusta, por desconocer olímpicamente todas las verdades que ella no mató al niño. Yo creo que lo mató mi suegra que es
científicas que pregonaba el proceso! una demente peligrosa. Así se lo entendí a mi hermana". Por eso el
Algo más y de inmensa trascendencia que tampoco les importó juez la citó para escuchar su testimonio en la audiencia pública. Y
al fiscal, al juez, al psiquiatra y al ministerio público, fue la histo- en esta oportunidad cuenta cómo cuando regresaba de la cocina de
ria clínica de la rnadre de la acusada, constante de treinta y seis calentar el agua para lavar al niño, en la compañía de Erika, al le-
páginas, una pobre den1ente que por varias ocasiones tuvieron vantarle la cabecita para limpiarlo, vieron las cortadas que la criatura
que internar en el Hospital Mental de la ciudad de Medellín. Se tenía en el cuello. Dice textualmente quecuando esto ocurría, esta-
estableció en el proceso cómo la acusada había heredado una ba la madre de la sindicada al pie del bebé.
PRACTICA FORENSE PENAL EL NIÑO DECAPITADO 77
76

Se supo que en otra ocasión la misma abuelita demente se ence- dad científica demostrando cómo la acusada, de haber matado a su
rró en una habitación con otro niño de Erika a quien pensaba ma- hijo, lo habría hecho sin conciencia de sus ~ctos, dentro de un es-
tar. Los familiares, al forzar la puerta para poder entrar, la encon- tado de inmq,durez psicológica.
traron con un cuchillo en la mano. Mi defensa pudo haber causado perplejidad, porque durante el
En este estado procesal se fijó fecha para la audiencia pública. primer día admití la hipótesis de la autoría del hecho por parte de
Solicité previamente se citara, para ser interrogados, al psiquiatra, y la procesada, pero en estado de grave anomalía síquica, y en el se-
al neurólogo que estaba tratando de años atrás la epilepsia de la gundo día me dediqué a todo lo contrario, como demostrar que no
acusada. había sido la autora del homicidio.
La defensora suplente actuaría como vocera. Como la sabía po- Jamás en mi vida profesional, con una sola excepción, invité a
co o nada experta en estas lides de la defensa pública, de generoso, un funcionario de la justicia en lo penal. En otro libro expuse las
para que su intervención estuviera a la altura de las circunstancias, razones de ello, ¡y lo mal que me fue con dicho funcionario! Hasta
le envié por escrito parte de mi defensa, para que la utilizara. ¡La el punto de que rezaba para que mis negocios no cayeran en sus
archivó! En can1bio, leyó una página intrascendente, donde sólo manos. Busqué siempre mantener distancia con ellos, sin ninguna
solicitaba piedad para la acusada. Fue su pobre papel dentro de la clase de amistad que tanto a ellos como a mí nos pudiera incomo-
audiencia, cuando antes intentó la condena al concebir un memo- dar en el ejercicio de nuestras propias funciones. Pero durante esta
rial al juzgado para solicitar sentencia anticipada, para buscar una audiencia, sin buscarlo, me sucedió algo bochornoso. Cuando
rebaja de la pena fijada entre los cuarenta y sesenta años, según el terminé mi defensa, a la salida del juzgado esperé a la abogada su-
código penal del momento. plente, para hacerle una invitación. Me contestó que había que
esperar al señor juez, el doctor Juan Guillermo Cárdenas Gómez.
Fui a la cárcel a hablar con Erika. ./\_solicitud mía, prometió ne- Le reaccioné diciéndole que yo no lo había invitado. Ella me con-
gar el homicidio. testó: "Es que el juez nos invitó". Yo no podía creerlo, pero no
La cuñada declaró córno después del parto no se separó un sólo tuve más que aceptar con alguna incomodidad. Lo cierto del caso
instante de la acusada, porque juntas fueron a la cocina a calentar es que cuando terminamos la cena, el juez se levantó de la mesa y
el agua para limpiar a la criatura, y, cuando llegaron, el niño ya se despidió,, dando las gracias. Fue cuando me dí cuenta de que él
estaba herido y la madre de Erika al lado. no nos había invitado, sino que la abogada lo había hecho en mi
El psiquiatra y el neurólogo estuvieron defendiendo las mismas nombre. Tuve que pagar la cuenta. Ese juez debió haber quedado
tesis que hen1os visto. En cambio, Erika, faltando a su promesa de con una mala impresión de mí. ¡Pero yo sí que quedé con un mal
negar los hechos, los aceptó tranquilamente, lo que dificultaría concepto de dicha abogada, por lo que he contado de ella en estas
páginas!
más la defensa y facilitaría la acusación.
El fiscal Francisco Agudelo Henao acusó sin piedad. Como caso Ahora la expectativa por la sentencia. El juez se demoró un
excepcional, intervino la Personera Municipal, alegando su calidad n1es para dictarla. Según informes confidenciales, durante ese
de agente del Ministerio Público, siendo la primera vez que lo hacía. tiempo sólo se ocupó de dicha providencia. Fueron doscientas
lJ na amistad muy estrecha con el señor fiscal la motivó a colaborarle páginas. En ella condenaba a la acusada a veinticinco años de
en la acusación. El psiquiatra, más que acusar, como lo hizo en su prisión. Y lo más infame: Ordenó compulsar copias para investi-
pobre dictamen, lo que hizo fue defenderse de mi in- gar por coautoría de su señor padre y la posible complicidad de su
terrogatorio. El neurólogo y la psicóloga lo hicieron con profundi- hennano y cuñada.
78 PRACTICA FORENSE PENAL EL NIÑO DECAPITADO 79

Se enferma el espíritu y se atribula el alma después de tra~scri­ ria y dolosamente. El perito no parece haber explorado todas
bir la insensata y cruel injuria contra esta familia. Lo transcnto es aquellas situaciones que pudo afrontar la sindicada, habida
ya un agravio moral muy grande, una perspectiv~ muy ~terrad~ra, consideración de sus antecedentes familiares y personales, en
materia'de salud mental y de los fenómenos que en el momento
unos pronósticos muy ensombrecedores para quienes asi han stdo
del parto pueden presentarse, capaces de provocar pérdida de la
declarados objetivo judicial al quererlos convertir en u~os mal~a­ conciencia e insólitas reacciones. Y es que, entre otras cosas, pa-
dos y peligrosos facinerosos que en la noche ~e la tr~gedia se pusie- ra cuando el experto examina a la sindicada ya había pasado
ron de acuerdo para asesinar a la criatura recién nacida. ¿Es que no mucho tiempo después de los hechos y bien pudo haber desapa-
pudo caber en la mente alucinada de ese jue~ inhum~n? y cruel, recido cualquier signo o síntoma indicativo de haber padecido
que era un verdadero imposible moral esta ahanza cnminal entre algún trastorno.
padre, hija, hermano y cuñada, porque hay leyes natur~es tan sa- "De modo que, la prueba sólo arroja perplejidad sobre lo
gradas que el hombre no se atreve a quebrantar.~ ¿Por que e~ padre, que realmente sucedió, en especial sobre la autoría del homici-
siendo ya abuelo, se iba a aliar con sus dos hiJOS para quuarle la dio y el estado mental de la procesada al momento de los
vida al recién nacido, que ya era su nieto amado? Para haber orde- hechos'·:
nado tan inaudita investigación, ¿cómo no atendió la infinidad de El fiscal de primera instancia actuó con tanto apasionamiento
pruebas del proceso donde se d~ba cuenta del gozoy la al~~ía, el en esta causa, que por primera vez interpuso el recurso extraordi-
benepldcito, la aceptación con que todos ellos esperaban al hl)~ ~e la nario de casación contra la sentencia absolutoria, recurso que le fue
procesad~? ¿Y todo: los. preparativo.s amorosos de ésta p~r~ re~t~t r su
nuevo hl:Jo? ¡Ay, senor JUez, que D1os le perdone tanta lllJUSttcla. . 1 denegado por "estar apartado del rigor técnico exigido a quien pre-
tenda acudir a la casación como última opción para velar por la
De esa injusticia dio buena cuenta elT'ribunal Superior de Me- legalidad de un fallo judicial".
dellín, cuando le revocó su sentencia, y, en su lugar, absolvía a la Por tantas injusticias cometidas, esta causa me dolió en lo más
acusada. Se dijo en dicha providencia: profundo del alma. Y por eso creí que dichas injusticias, en lugar
((Visto que no se encuentra un móvil objetivo. y razona~~e de dejarlas archivadas en un silencioso archivo judicial, debería
para que l~ acu~ada hubier~ at~nta~io contra la vzda de :u h.~o descubrirlas a la luz pública, por si alguna enseñanza podía brin-
recién naczdo (st fue ella quzen tO hzzo), entonces la explzcacwn darles a los jueces que administran justicia, a los fiscales acusadores
de esta extraña cmzducta habría que buscarla en alguno de esos y a los psiquiatras encargados de la sagrada misión de colaborar
estados patológicos de que hablan los expertos en tales ~e~zas, con sus conocimientos a una eficaz justicia en el campo penal. Así
porque no es entendible que una madre estando en condzczones
fue como publiqué un libro bajo el título Grandezas y miserias del
de comprender sus actos y determinarse conforme. a esa com-
prensión, mate a su propio hijo sin tener un motzvo para ello
proceso penal, cuyo prólogo terminé así:
como sería el querer ocultar su estado, haber sido embarazada No creo,. por lo tanto, que después de ta:n injusta condena, el
sin su consentimiento o tantas otras situaciones que de ninguna señor juez de la causa logre llegar a tener la paz espiritual que
manera justifican pero sí permiten entender el porqué de la pueda llevar a sus labios o a su vanidoso corazón esta estreme-
comisión del delito. cida plegaria de un buen juez contenida en una hermosa pdgi-
( . .) Por las anteriores razones el dictamen psiquidtrico na de nuestro venerado PIERO CALAMANDREI: "Señor, querría
practicado a la procesada, después de seis meses de ocurridos los al morir estar seguro de que todos los hombres a quienes he
hechos, no ofrecen certeza de que, en el evento de haber sido la condenado han muerto antes que yo, porque no puedo pensar
autora del homicidio, lo hubiera cometido consciente, volunta- en que deje en las prisiones de este mundo, sufriendo penas
80 PRACTICA FORENSE PENAL EL NIÑO DECAPITADO 81

humanas, a aquéllos que fueron encerrados por órdenes mías. BERMÚDEZ, a la psicóloga que la atendió en el hospital y rindió
Querría, Señor, cuando nze presente a tu juicio, encontrarlos en dictamen en su favor dentro del proceso, doctora MARTHA CECI-
espíritu en el umbral para que me dijeran que saben que yo LIA RESTREJ?O OSORIO, les dediqué afectuosamente ese libro.
juzgué según juJticia, según lo que los hombres llaman justicia.
¡Ellos, más que mi defensa, la salvaron de la ignorancia de un psi-
Y si con alguien, sin darme cuenta, he sido injusto, 1'1 él mds
quiatra, de la crueldad de un juez y de la arbitrariedad de un fiscal!
que a otros quisiera encontrar allí, a mi lado, para pedirle per-
dón)' decirle que ni una vez al juzgar olvidé que era una pobre
criatura humana esclava del error, que ni una sola vez, al con-
denar" pude reprimir la turbación de la conciencia, temblando
ante una función que, en última instancia, puede .ser solamente
e .- ".
tu_ya, oenor
Un día, el inmenso poeta SHELLEY escribió con acento dra-
mdtico . · ''He visto el asesinato en mi camino., y tenía la cara de
CASTLERAUGH'~. Parodidndolo ahora, con la inmensa amargu-
ra que esa condena produjo en mi alma, digo que he visto la
injusticia en mi ettmino de abogado, ¡y tenía el rostro de ese
juez soberbio que silenció la voz de su conciencia para que no le
temblara la mano al firmar una sentencia de injusta condena a
veinticinco años de prisión!
La convicción que siempre tuve en esta causa fue que la autora
del homicidio había sido la demente madre de la acusada. Y que
esa noche trágica, en el desespero por pensar que la pobre n1ujer
terminaría en la cárcel, siendo una enferma mental, resolvieron
que la madre de la criatura se hiciera responsable del homicidio. ¡Y
así lo cumplió Erika, sin inmutarse, hasta el final del proceso! Lle-
vó esa pesada carga 'penal y moral hasta el último acto de la causa,
movida sólo por el inmenso amor a sus padres. La ignorancia y la
angustia los llevaron a cometer este error, que, de no haber sido
así, ni la pobre demente habría ido a la cárcel, y la procesada no
habría tenido que pasar por este tremendo calvario, víctima de una
justicia implacable, cruel, inhumana, terrible. Nunca escuché esta
confidencia, pero no me han quedado dudas en esa convicción.
Durante años la pobre Erika me llamó con alguna frecuencia
por teléfono, con lo cual demostraba su gratitud por haberla libra-
do de una larga condena en prisión. Un cambio de residencia im-
pidió que continuara ese contacto telefónico . .l\. ella, por su trage-
dia y grandeza de alma, a su neurólogo, doctor RODRIGO ISAZA
CAPÍTULO VIII
LOS CELOS
"En ocasiones una defensa tranquila, en lenguaje
sumiso y blando, favorece mds a los reos'~
(CICERÓN, Didlogos del orador)

Un día recibí una carta firmada por el Rector de la Universidad


Santiago de Cali. En ella me informaba que la Facultad de Dere-
cho, en desarrollo de una importante actividad académica, había
decidido convocar un juicio público, con intervención de jurados
de conciencia, para juzgar la conducta de PÓSDNYSCHEV, el prota-
gonista principal en la novela La sonata a Kreutzer del inmortal
LEÓN TOSTOI, acusado por la muerte a su esposa. Al final me in-
forma que el Consejo Directivo de la Universidad había escogido
mi nombre para asumir la defensa de dicho personaje.
Un honor tan grande no podía declinado, entre muchas razones
por la misma distinción, cuando se me prefería a cualquier otro
penalista del país, y, además, por el tema tan apasionante que de-
bería considerar, como el de los celos patológicos, y tratarse de una
apasionante novela de TOLSTOI, uno de los autores clásicos más
preferidos de mis lecturas literarias. Para tan extraordinario acon-
tecimiento académico también escogieron como acusador a quien
figuraba como la más sobresaliente figura penalista dentro del Foro
caleño:, el doctor Víctor Hugo Vallejo, y como jurados de concien-
cia, a los doctores Libardo Orejuela Díaz y Reinaldo Botero Bedo-
ya, junto al poeta Marco Fidel Chaves.
Según la novela, un día llegó a la casa de PÓSDNYSCHEV, en
Moscú, un viejo amigo de éste, el señor TRUJACHEVSKI. Como la
esposa tocaba piano y el visitante era violinista, éste se ofreció a
interpretar con ella algunas piezas musicales, entre ellas La sonata a
Kreutzer de BEETHOVEN. Por motivos de su cargo, el esposo tuvo
que abandonar la ciudad, pero en su ausencia el músico siguió visi-
tando dicho hogar, con el pretexto de enseñarle a la esposa de su
amigo algunas partituras musicales.
84 PRACTICA FORENSE PENAL LOS CELOS
85

De estas visitas fue informado POSDNYSCHEV por carta de su diatriba contra quienes lo consentían, lo toleraban y hasta lo dis-
propia esposa. Cuando lo supo, poseído por los celos resolvió par- frutaban; las grandes figuras intelectuales de la época se ocuparon
tir de regreso inmediatamente, temiendo que "se preparaba en mi del tema en JUS novelas magistrales, en sus dramas inmortales, en
vida un acontecimiento grave y terrible" . Después de una larga su poesía, como CERVANTES, QUEVEDO, CALDERÓN, LOPE DE
jornada en tren, llegó a su casa a medianoche. Al advertir que se VEGA Y TIRSO DE MOLINA.
hallaban iluminados la sala y el salón de recepciones, preguntó a
uno de los criados quién estaba en la casa, y éste le contestó que El jurado que en la novela tolstoiana absolvió al acusado con el
TRUJACHEVSKI. Entró sigilosamente a su hogar, se armó de un argumento de la legítima defensa del honor, se equivocó con su ve-
puñal, y, al encontrarlos juntos dedicados a la música, el amigo al redicto, tal vez porque en la época estaba muy de moda en la lite-
verlo en actitud agresiva se fugó, mientras él hundía varias veces su ratura y en los estrados judiciales admitir dicha justificante. Pero el
puñal en el costado de su esposa hasta causarle la n1uerte. El homi- mismo PÓSDNYSCHEV la negó, cuando dijo: "En el proceso se pre-
cida ordenó a un criado que informara del hecho a la policía, en- sentaron las cosas de tal manera, que todo pareció consecuencia de
cendió un cigarrillo y, antes de terminar de fumarlo, ya había caí- los celos. Es falso ... ; es decir, falsos enteramente, no; pero había
do rendido del sueño durante dos horas hasta cuando llegó la auto- algo más. Al juzgar se consideró que yo era un marido engañado,
ridad a capturarlo. ~ue maté en defensa de mi honra ultrajada (así dicen en su lengua-
Je). Y, en consecuencia, fui absuelto. Yo traté de explicar el caso
El auditorio compuesto principalmente por estudiantes de dere-
cho y por profesores colmaba el amplísimo recinto donde se cum- desde mi punto de vista; pero ellos lo tomaron por mi deseo de
plía la audiencia pública. Para conoómiento de los asistentes, el rehabilitar el honor de mi mujer. Sus relaciones con el músico,
decano de la Facultad de Derecho leyó una síntesis de los hechos cualesquiera que hayan sido, no significaban nada para mí, ni para
ella tampoco".
trágicos, según la novela. En medio de un silencio absoluto y ante
un jurado de conciencia tan calificado, quien fungía como presi- .Absolverlo así fue como una condena implícita a la honestidad
dente de la audiencia le concedió la palabra al acusador, un aboga- y buenas costumbres de la esposa. ¡Cuál defensa del honor! Ésta es
do inteligente, excelente orador y de amplia experiencia en estas la patente de corso que ha legitimado durante siglos el asesinato de
lides forenses. la mujer adúltera y con la cual los líricos abogados de la defensa
Su extensa, convincente y agradable intervención se centró en han conmovido siempre en todos los estrados judiciales del mun-
' dos aspectos principales: la inexistencia de una legítima defensa del do. ¡Como si desde Cristo no se hubiera dado el ejemplo contrario!
honor y la falta de un estado de ira e intenso dolor por grave e in- Con aquella tesis anticristiana y machista se recreó casi toda la no-
justa provocación. Y en ambos argumentos tenía toda la razón. velística del Siglo de oro español, donde los personajes tenían el
Una época caracterizada por la justificación del hotnicidio en inhumano privilegio de ser impunemente asesinos cuando daban
muerte a la esposa adúltera.
defensa del honor, si el móvil era el adulterio, fue la del Siglo de oro
español; tanto en la vida real como en la literatura y en las legisla- Hasta en nuestra legislación estaba por allá medio escondida en
ciones, la defensa del honor a causa de la infidelidad de la n1ujer una norma penal la figura de la legítima defensa del honor, que
protegía jurídicamente al hombre que llegaba al uxoricidio; en por nuestra iniciativa se suprimió en el código de 1980, al amparo
tonadillas populares, endechas, cuentecillos, coplas, cantares, ro- de la cual en nuestras salas de justicia se escuchaba el conmovedor
mances, comedias, entremeses, novelas y novelones y panfletos, y emotivo discurso forense sobre esa figura que encubría un verda-
tanto se hacía la apología del uxoricidio por adulterio, como la dero asesinato. Se trataba del Código Penal de 1936 donde se con-
86 PRACTICA FORENSE PENAL LOS CELOS
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sagraba el perdón judicial y hasta la exención de responsabilidad hombre deshonrado y despreciado, que sólo puede rehabilitarse
por dichos homicidios. Y, si bien no se decía expresamente en la mediante el llamado delito de honor'~
norma que los beneficios consagrados eran en virtud de la defensa En cuanto al estado de ira e intenso dolor por grave e injusta pro-
del honor, era la interpretación que generalmente se daba bajo la voc.ación:. también tuvo razón el acusador para negarla en el caso de
influencia de las corrientes penales y criminológicas en boga en la controversia. Si hubiera matado al músico, se podría haber
Italia, en el apogeo de la escuela positiva con ENRICO FERRI a la hablado de dicho atenuante, con el argumento de que se habría
cabeza. apro~echado de la ausencia de su amigo para visitar a su esposa y
¡Es la tesis inhumana y cruel que el ingenuo acusador creyó que corteJada. Pero no era razón para haber matado a su esposa, por-
iríamos a plantear en nuestra defensa! que inclusive ésta le había informado por carta de dichas visitas y
el anuncio de otras.
Sin embargo, existen legislaciones donde se consagra la barba-
ridad de dicha figura jurídica. Pero aún así, no podrán ampararse También, como en los celos, en la literatura universal el homi-
en ella quienes hubieren tolerado y consentido otras relaciones cidio en estado de ira ha sido tema muy socorrido en el género de
amorosas de la esposa, quienes la hayan explotado económica- la novela. Por ejemplo, el caso de Claudia Jerónima en la obra de
mente en el comercio carnal; serían los llamados cornudos, dignos CERVANTES, porque habiéndose convencido plenamente de la in-
de figurar en aquella famosa Orden de los pacientes de una novela formación de que su prometido, don Vicente T orrellas, se casaba
española del Siglo de oro, de un tal ALONSO ]ER6NIMO DE SALAS con otra, llena de ira e intenso dolor, y considerando que su honor
BARBADILO, donde se prescribían los requisitos de quienes podían ~abía sido ofendido de esa manera, descargó toda su furia y su pa-
pertenecer a ella: "Ha de ser ciego, sordo, mudo, rnanco y cojo en stón amorosa, dando muerte de varios disparos al señor T orrellas.
todas las materias que a su mujer se le puedan ofrecer; ciego para no Su amor contrariado, sus esperanzas fallidas, sus promesas violadas,
vellas, sordo para no oí/las, mudo para no practicallas, manco para sus ilusiones perdidas no podían sino producir esa borrasca senti-
no poner en ellas las manos y· cojo para no busca/la con los pies, ni mental que no se detuvo ante nada para castigar a quien la había
seguilla los pasos ... " traicionado infamemente, según ella lo creía. Todos los pensadores
que se han ocupado de analizar su conducta, la han absuelto, por-
Pero con1o los códigos reflejan muchas veces la idiosincrasia de c.~ue fueron realmente sus celos y su amor profundo por su prome-
los pueblos al recoger en sus normas sus costumbres y prácticas, la ndo, las causas reales que armaron su brazo homicida. Por eso, en
sociedad misma se encarga de influir en la creación de esas figuras
jurídicas, como la defensa del honor por causa de adulterio. Como
1: literatura jurídica y en los tratados de criminología se realza su
hgura corr1o la de una mujer que, si quiso vengar con la muerte el
en Sicilia, Italia. Es decir, que en forma indirecta la sociedad que incumplimiento de una promesa matrimonial, lo que más motivó
así piensa es a manera de una autoría intelectual o n1oral del uxori- su decisión fue sentirse públicamente burlada y herida en su honor
cidio, ya que en el fondo lo que le está exigiendo al marido ultra- personal.
jado para poderse reivindicar ante ella es n1atando a la mujer adúl-
En los Cuatro gigantes del abna, EMILIO MIRA Y LÓPEZ con pro-
tera, como lo comenta BENIGNO DI TULLIO:
fundidad sicológica estudió el tema, con el título de gigante rojo.
'<p,s necesario, de todos modos, comenzar por reconocer que Allí nos dice que "del propio modo como no podemos concebir
hay formas de homicidio particulares por celos, ligadas predo- un mu?d? bi~lógico desprovisto del temor, tampoco cabe imagi-
minantemente a condiciones sociales y especialmente étnicas, narlo s1n ua. Y, realmente, desde que la Tierra empezó a dar tum-
por las cuales un hombre traicionado llega a ser también un bos y en ella se agitaron las primeras formas vivas, esos dos seres
PRACTICA FORENSE PENAL LOS CELOS 89
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monstruosos, los celos y la ira, unidos en extraño maridaje, cabal- gicos) en cuyo tema se podría haber deleitado y provocado así una
gan uno sobre otro, for~an híbridos productos que tiñen de luto y verdadera controversia en el estrado judicial.
de sangre nuestro valle de lágrimas". Es el gigante rojo que, aliado PÓSDNYSGHEV, para justificar su acción homicida, dijo que no
con el amor, nos da los celos, binomio pasional que desde las pri- habría ocurrido lo que sucedió sí, cuando a su regreso del viaje, el
meras mañanas del génesis ha venido cubriendo de tinieblas y lle- rostro de su mujer no hubiera expresado más que terror, pero su
nado de dolor la existencia humana. rostro denunciaba la contrariedad, el disgusto de que se turbasen
N o se puede descartar otro aspecto de la ira que, cuando se pre- su amor y su aventura con él: "Parecía sólo desear que nada turbase
senta muy acentuadamente, así sea en forma breve, puede afectar su felicidad". Esos celos habían empezado desde la primera noche
el pensamiento y la conciencia, y que no puede pasar inadvertida, en que su esposa, sentada al piano, interpretaba una pieza musical
ya que todo el cuerpo y sus acciones y movimientos como que qui- con TRUJACHEVSKI. Y como PÓSDNYSCHEV estaba pendiente de
sieran dar testimonjo de ella: los gestos, los ademanes, la mirada, ellos, los celos le hicieron ver que "él le había gustado desde la
los ojos, el color de la piel, la palabra enfurecida, los arrebatos, las primera mirada", y que "él miraba a mi mujer como todos los li-
. . bertinos miran a las mujeres guapas". .
Imprecaciones.
Lo cierto del caso es que todas las pasiones, la ira y los celos en- Así funciona la imaginación del celoso patológico. Las palabras,
tre ellas, sean ciegas o razonadoras, afectan la serenidad del espíritu un gesto, un silencio, un saludo, una sonrisa, una señal, una mira-
y encienden llamaradas muy difíciles de apagar. Y la ira, ya desde da, una explicación, resultan ser, muchas veces, prueba concurren-
la antigüedad, HORACIO había dicho que '?a ira es el camino mds te que viene a confirmar la desconfianza y a preparar el terreno
corto que puede conducir a la locura, pues ésta, en muchas personas, es propicio para un convencimiento sobre la infidelidad. Fue lo que
un furor continuo: la razón que habírtn querido perder, no volvieron ocurrió en el paroxismo de la pasión morbosa, cuando ya con el
puñal en la mano agresora anuncia el desenlace fatal, PÓSDNYS-
a recuperarla''. Y, ya en el can1po jurídico, FRANCESCO CARRARA
CHEV se convence de la infidelidad de su esposa sólo porque ésta le
escribió sabiamente: "El amor, la amistad, los celos y otras pasiones)
reclama serenidad, porque le pregunta por lo que hace y jurarle
no tienen un criterio especial. Ellas p-ueden excusar) no por sí mismas)
que nada ha sucedido con TRUJACHEVSKI.
sino en cuanto sean causa de ira o de temor, y pueden asumir la forma
de provocación o de justo dolor': Para el celoso patológico todo tiene sentido y significación: en
1~ c~le los transeúntes se mofan de él y de mil maneras quieren
Retomando el hilo de la audiencia pública, no hubo debate
s1g~Ificarle su desgracia; el ruido de los pasos de su mujer sobre el
probatorio ni jurídico, porque desde nuestra tribuna de la defensa
paviment~ no es natural, sino regulado de tal modo que constituye
le tuvimos que decir al acusador que había perdido las tres horas
una especie de alfabeto para entenderse con su amante. En ocasio-
de su implacable intervención, porque las tesis que él combatió,
nes un vecino, el ventero de la esquina o el celador nocturno, los
suponiendo que yo las iría a defender, jamás habían pasado por mi
ruidos más insignificantes, un balcón entreabierto, una breve sali-
mente, ni la legítima defensa del honor, ni el estado de ira e intenso
da, una carta que llega o una llamada telefónica que se recibe, un
dolor por grave e injusta provocación. perfume, un vestido nuevo, provocan el interrogatorio frontal,
Es de imaginar la mortificación personal que esta situación le malicioso y agresivo que suele llegar hasta la violencia. Y así, va-
produjo al acusador, por su propia culpa, ya que no fue capaz de liéndose de la hipocresía, del fraude, de la mentira y de la calumnia
intuir que el argumento de la defensa iría a ser el de los celos _patoló- como vías principales, llega el enfermo de celos patológicos a per-
90 PRACTICA FORENSE PENAL LOS CELOS
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der el valor de la vida, y a maltratar, herir y matar para salir triun- Don MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, en su Persiles, des-
fante de su pasión. cribe rnds bella y trdgicarnente esos celos, corno "rabiosa dolen-
Escribimos en otro libro sobre la materia: ci~ que se enciende en la imaginación, por obra de los pensa-
rnzentos, 'que suelen ser tan ligeros y sutiles que, corno no tienen
El celoso patológico crea su propia desventura, siembra su cuerpo, pasan por murallas, traspasan los pechos y ven lo rnds
desgracia sentimental y espiritual cuando construye en su mente escondido de las almas'~ Y en la misma obra, en frase revestida
enfermiza y desequilibrada la infidelidad del ser querido. Éste de trágica be~leza, dice que "la fuerza de los celos es tan podero-
es el mundo en que se mantiene, es la idea fija que lo atormen- sa y tan sutzl que se entra y se mezcla con el cuchillo de la
ta, es la obsesión que lo subyuga y tiraniza. Todo a su alrededor misma muerte y va a buscar al alma enamorada en los últimos
es sombrío y nada alegra su ser porque presiente a cada instante trances de la vida '~
el irrumpir de la tragedia. Es tanta la debilidad espiritual que
lo acompaña, son tan absurdas las conclusiones que produce su Por eso dijimos en su defensa:
imaginación .morbosa) que en sus delirios, hasta cuando escucha Se podrt'a entonces suponer el estado anímico de P6SDNYS-
los pasos de su esposa al salir, son los pasos terribles para una CHEV, cuando después de un largo y fatigoso viaje en tren,
clandestint1 cita de amor. Y todo este mundo imaginativo, toda atormentado por las ideas delirantes y obsesivas de infidelidades
esta perversidad de las ideas, tanta elabortlción mental en su de s~ esposa, llega. a la medianoche a su hogar y sorprende a su
fantasear alrededor de la infidelidad, llevan al pobre enfermo a mu;er con el rnúszco de quien sospechaba la traición conyugal
una situación verdaderamente intolerable) por las iras que ma- En esos tremendos momentos de agitación y de tormento espiri-
nifiesta, por los reclamos que formula, por las acusaciones ca- tual de nada valían las explicaciones sobre partituras y penta-
lumniosas que lanza, por las espiaciones que mantiene, por los grarnas de los dos enamorados de la música encontrados inocen-
controles a la vida misma de la persona que sin motivo le ha temente en ~u oficio. Ese no era el ambiente para la serenidad y
despertado tan preocupadamente los celos. Abrigard, ademds, la ~alma, szno p~ra el raptus frenético del celoso, para sus acu-
sentimientos de venganza, pero serd una venganza no hermana saczones temerarzas y calumniosas, para sus inclementes insultos
de la premeditación malvada sino pariente muy cercttna de su corno reflejos llameantes de un cerebro en incandescencia, de su
enfermedad y que frente al derecho penál lo hace inimputable, mente en erupción corno en la furia de un volcdn. Pero él tam-
en el evento trdgico de un homicidio por causa de su obsesión. bién er~, víctima de ese monstruo de los ojos verdes, según la
Ese "monstruo de ojos verdes que se alimenta de lo que él c~ncepczo~ ~hakespeareana sobre los celos. Este sentimiento fo-
mismo produce-·: según la expresión shakespeareana, ha conver- r~oso o maxzmo .tormento humano abre los caminos a la desgra-
tido los hogt:zres en un infierno a través de los siglos y de lo cual cza y tl la desdzcha, porque convierte en infierno lo que antes
ha quedado su triste registro en la pluma de los historiadores, era. pa'rt:tíso) porque de la santidad del amor se precipita a los
en las crónicas judiciales y en las obras inmortales de la litera- ab~srnos de la muerte, porque los cdnticos de frenesí en los días
tura universal Por dicha causa, se han destruido hogares, se ha felzces sobre el regazo del ser amado se trocaron en abundantes
sembrado la discordia familiar, se han sepulta:do los afectos, se ldgrirnaJ de arrepentimiento y desesperación en el instante fatal
y trágico en que se cegó la propia felicidad
han terminado hermosos idilios, el amor ha naufragado en el
piélago de las ignominias y de las villanías contra la inocente VINC~NZO MELLUSI ha sido en Italia el pensador que más ha
persona celada. La muerte del ser amado ha sido el mds alto profundizado sobre el tema de los celos. En su libro Del amor al
precio que ha cobrado dicho monstruo, sin dejar muchas veces ~elit~, en ~os tomos, escribió centenares de páginas de una pro-
un sincero arrepentimiento por la sangre derramada, sino, por fundidad sicológica y psiquiátrica admirables. Esa obra fue una de
el contrario, la plena e injusta satisfacción del deber cumplido. las principales guías científicas que tuvimos para escribir Los celos y
92 PRACTICA FORENSE PENAL LOS CELOS
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el amor, un libro de doscientas cincuenta y cuatro páginas, publi- adúltera. El padre sólo obró a impulsos de una pasión irresisti-
cado en el año 2005 por la Editorial Temis, con una hermosa por- ble que a quien la sufre lo hace esclavo de la misma, por lo
tada, La enferma de amor, del pintor Jan Steen (Lydem, 1626 - cual corno lo dijera un clínico de las dolencias del alma, quie-
1679). MELLUSSI,. escribió: nes las paáecen ((son infelices mdrtires víctimas de sus propias
((Los celos profanan el amor en el presente, en el pas.ado y en fantasías morbosas que no piensan o piensan muy poco en los
sufrimientos que ocasionan a sus víctimas, sufrimientos inmere-
el porvenir. En el presente, al amor sustituyen la sospecha y· el
cidos, injuriosos, incancelables, mortales para el amor'~ Por eso
odio,· el pasado se esconde en una sombra de dudas; el porvenir
no se merecen el patíbulo, sino la comprensión de una justicia
se presenta en las tinieblas de nuevos dolores. Este tormento ex-
tingue todas las foentes de alegría tanto para la víctima como humanizada, porque supo interpretar la definición aristotélica
sobre la pasión, como toda afección del alma acompañada de
para el verdugo, aportando el horror_, la desolación, el llanto y
la muerte'): placer y dolor. Aquí fue lo último, porque el moscovita de
P?SDNYSCHEV, a causa de los celos que entenebrecieron su espí-
Todas estas situaciones las vivió PÓSDNYSCHEV en la Sonata a rttu y anonadaron su voluntad, convirtió su existencia en un
Kreutzer, la inmortal novela de LEÓN TOLSTOI, inspirada en una infierno, y lleno de dolor y sufrimiento la vida del hogar.*
obra musical del mismo nombre, de BEETHOVEN. Por eso termi-
namos así su defensa:
l\fo defendemos entonces a un asesino, sino a un enfermo
mental· nuestra palabra va en pro de un hombre a quien la vi-
da le hizo una mala jugada, que le tendió untt acechanza te-
rrible, que le cavó un abismo profundo, pero que no es el reo
insensible moral, ni el delincuente que merezca el reproche de
la justicia y de la sociedad. Cualquier tribunal jurídico o cual-
quier jurado de conciencia del mundo lo absolvería porque, si
bien es cierto que derramó una sangre inocente_, en el trdgico
momento de matar, sin una prueba real de la infidelidad de su
mujer, actuaba poseído del demonio de los celos que le encegue-
ció el entendimiento y le anuló la voluntad Con razón PAUL
BOURGET, un clínico de las pasiones humanas, pudo afirmar
que "los celos son una locura pasajera que en un momento dado
privan de la razón a quien los sufre'~ Y MONTAIGNE escribió
para todos los siglos en los Ensayos) que "los celos son la mds va-
na y tormentosa de las enfermedades que afligen a las humanas
almas':
POSDNYSCHEV merece entonces ser absuelto y, absolviéndolo
a él porque no pudo sobreponerse a la tiranía de una pasión,
también se absuelve de toda culpa de infidelidad a la esposa sa-
crificada, al igual que los hijos de ambos no tendrdn que cargar
con la vergüenza de un progenitor asesino y de una madre
El veredicto fue absolutorio.
1

CAPÍTULO IX
LESBIANA HOMICIDA
'¿Por qué los penalistas no investigan el dolor de la reclusión"?
(CARNELUTTI, Las miserias del proceso penal)
Se trataba de una joven muy desgraciada porque, habiendo fra-
casado en su vida matrimonial, perdió el hogar de sus padres y
quedó sin el suyo propio. Esos inmensos vacíos pretendió llenarlos
con el amor de una amiga, con quien mantuvo relaciones íntimas
y a quien amó entrañablemente. Pero un día los padres de su ami-
ga, queriendo sustraer a ésta de su compañía, la internaron en una
sección para protección de menores adjunta a la cárcel de mujeres.
Interrumpidas de manera tan brusca dichas relaciones, aquella jo-
ven, desesperada y llena de angustia, no tuvo vida sino para sufrir
intensamente por la ausencia de su amiga y dedicarse a encontrar-
la. Hasta que finalmente la encontró y la mató de un disparo de
revólver. Otras dos lesbianas que conocían a la víctima y que esta-
ban interesadas en ella emprendieron la tarea de ayudar a buscarla,
para lo cual hubo estratagemas, argucias de diversa índole, como
simulación de ejercer ciertas profesiones y tener ciertos cargos.
Consurnada la tragedia, lo primero que anheló esta homicida
fue la presencia de sus padres, a fin de que le brindaran la fortaleza
moral necesaria para afrontar la resonante causa penal que se le
abría en esos momentos. En tan amargos instantes de la vida es
cuando se quiere buscar refugio y cobrar aliento junto a los seres
queridos. Principalmente el padre y la madre deben estar cerca al
hijo, por abominable que sea su conducta, por execrable que sea su
crimen, por mucha que sea su ingratitud filial. Tal vez ese resulte
el momento propicio para salvarle y enseñar mejor el camino que
debe seguir en la vida. ¡Pero jamás desampararlo! ¡Y aquí la aban-
donaron a su triste suerte! Nadie acudió a su auxilio. Todos se sin-
tieron afrentados y humillados por su culpa, avergonzados por sus
descarríos, ultrajados en sus más nobles sentimientos. ¡Era la oveja
perdida del aprisco, y todos querían dejarla a su propio sino, tanto
PRACTICA FORENSE PENAL LESBIANA HOMICIDA 97
96

el padre como la madre, dos hermanos, un sacerdote, una monja y ¿Cómo -me decía- voy a invertir tiempo defendiendo gratuita-
su propio esposo! Todo esto lo supe por las entrevistas que tuve mente a esta joven, siendo que sus padres tienen recursos econó-
con la detenida después de la indagatoria, a efectos de empezar a micos para cubrir los honorarios que vale su defensa? ¿Qué fuerza
preparar su defensa. moral podría obligarme a ello? Era tan difícil la defensa y tanto el
tiempo que iba a ser necesario emplear en ella, que mis inclinacio-
Resolvimos mantener un poco de esperanza de que alguien acu-
nes egoistas siempre me indujeron a la negativa rotunda. ¡Ella sa-
diera en su auxilio. Prudencialmente esperé algún tiempo para ver
bría cómo resolver su magno problema!
quién se presentaría a contratar aquella defensa y hacerse cargo de
los honorarios. Nadie lo hizo. Ni siquiera llegaron a preguntar por Pero un día recibí una carta de aquella joven. Cuando terminé
su situación jurídica o por su estado de salud. Como se trataba de de leerla, comprendí que en las súplicas con que requería mi ayu-
una causa penal sumamente difícil, con mucha demanda de tiem- da, estaban sus últimas resistencias por conservar su vida. Lo que
po en su asistencia, no solo en la etapa de instrucción sino también me pedía era ya una obra de caridad, y una petición de éstas, estru-
en la del juicio, era de suponerse que alguien tenía que asumir la jada con tantos dolores de su existencia, no podía desoírla. En
responsabilidad econónüca de la defensa, la cual consideraba bas- CARNELUTTI, después del dictado de mi propia conciencia, había
tante costosa. Ante el silencio absoluto sobre este particular, me aprendido:
desentendí del proceso y así se lo hice saber a la acusada por con- ((Defender, sin cobrar, defender a quien nos ofendió, defender
ducto de la dirección de la cárcel donde estaba recluida. ¡No podía a costa de perder amigos y protectores, defender afrontando la in-
ser que moralmente tuviera que sentirme más obligado a ella que juria y la impopularidad, no solo es loable, sino tan estrictamen-
sus propios padres! O tal vez sí, en el caso de que sus progenitores te debido a nuestros patrocinados, que casi no constituye mérito,
hubieran sido gentes pobres, sin recursos para asistida con un abo- ya que en esa disposición de dnimo está la decencia misma de la
gado de su propia confianza. abogacía, que sin tales prendtu perdería su razón de existir':
Días más tarde supe por las religiosas del establecimiento de de- Salí inmediatamente a visitarla. Mi saludo fue el de que podía
tención -el mismo donde se había cometido el homicidio-, que la estar tranquila, puesto que iba a defenderla. No fue capaz de dar-
reclusa estaba al borde de la locura; que eran tanta su angustia y me las gracias en ese momento, porque el llanto ahogó su voz.
desesperación que, impulsada por ello, podría llegar hasta el suici- Luego, con palabras llenas de sinceridad, me confesó que le había
dio, ante el abandono de todos sus familiares, quienes ni siquiera acabado de salvar la vida, ya que tenía pensado suicidarse esa mis-
ma noche.
habían tenido con ella un solo gesto de piedad. Ninguno había ido
a la cárcel a visitarla. 1v1anifesté que ante dicha situación nada po- Preparando la defensa para la audiencia pública llegué a la con-
día hacer por ella, ya que no era de mi incumbencia tratar de des- clusión de que debería solicitar del jurado, como veredicto, el re-
pertar la dormida conciencia de sus padres para que le tendieran la conocimiento de una grave anomalía psíquica transitoria al mo-
tnano y acudieran solícitos a su defensa. No podía ponerme a le- mento de la tragedia o una falta de propósito de matar. Porque
vantar "cátedra frente a los progenitores de la acusada, para enseñar- resulta que cuando ya Flor María en el Buen Pastor encontró a su
les los deberes de padres hacia sus hijos, las obligaciones del cris- amiga y a la vez prima hermana Martha Penagos, sostuvieron un
tiano hacia quienes han caído en desgracia, para que escucharan la diálogo que nadie escuchó. Sin embargo, sí advirtieron los movi-
propia voz de la sangre o las enfáticas censuras de su conciencia. mientos negativos que con su cabeza le hada la víctima a la proce-
Yo era, en cierto modo, parte interesada e impedida para tocar a sada. Y cuando menos se pensó, algunas personas cercanas vieron a
las puertas de su casa. Flor María sacar un revólver con el cual hizo un primer disparo
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hacia el techo del salón donde se encontraban, en seguida dos dis- sos. Fue quien aprovechó una breve ausencia de la acusada, cuando
paros a sus dos compañeras de visita y a una monja que estaban ahí estaban en una heladería, camino del Buen Pastor, para echarle una
cerca, y el cuarto a Martha Penagos, con el cual la mató en el acto. droga a la be,Pida que ingería. Fue cuando le dijo que ahora sí iba a
Y, por último, se colocó el revólver en la sien derecha con la inten- sentirse fuerte, que ahora sí nada le iría a importar. Sabía entonces
ción de suicidarse, pero, lograron que desistiera. los efectos que produciría la droga. Desde luego que la amiga lo
Cuando empezó a tener plena conciencia de la trágica realidad, que se proponía era darle ánimo para desempeñar bien el papel de
se sintió como loca, solicitó que la llevaran inmediatamente donde simulación de cargos con el fin de poder entrar al Buen Pastor, pe-
un médico para que en el acto le hicieran un examen, pero que no ro que indudablemente sus efectos fueron los de esa perturbación
quisieron escucharla. Ese examen solicitado pocos minutos después mental que demostró la acusada momentos después del homicidio.
del homicidio no le interesó a la justicia. Pero sí lo hicieron ocho Los efectos de esa droga se sintieron también cuado viajaban
meses después, cuando ya no tenía importancia, porque habían des- hacia el lugar de reclusión. En el taxi, Flor María comentó que se
aparecido las situaciones indicativas de una posible perturbación sentía muy rara, por lo cual, de paso, en una farmacia, la misma
mental transitoria. Melba le suministró un medicamento, porque se sentía muy nervio-
Se pregunta uno ¿cómo hicieron los médicos legistas, a los ocho sa. Lástima que esta compañera, quien fraguó todo, no hubiera
meses de la tragedia, sin saber qué droga fue la que ingirió la acu- colaborado en la investigación confesando la clase de pastilla que a
sada, para establecer esa casi imperceptible línea divisoria entre la escondidas le suministró a la bebida que ingería Flor María. A lo
(frave y leve anomalía síquicay al negar la primera y admitir la se- mejor, pensando que dicha droga, tal vez un estupefaciente, algún
~unda? ¿Cómo harían, Dios mío? Tan irresponsable fue este dic- alucinógeno, pudo haber determinado la tragedia, no quiso confe-
tamen, que su estado síquico al momento de la tragedia lo califica- sarlo por temor a comprometerse. Es posible que por este antece-
ron como de una "leve anomalía del siquisrno> o sea, un estado de dente se sintiera tan culpable de lo ocurrido, que momentos des-
ánirno similar al desvelo amoroso, a una embriaguez aguda . .. '~ ¡Qué pués de la tragedia decía esta misma noche me suicido, yo me exter-
tristeza! ¡Unos médicos legistas ignorando que una embriaguez mino, según lo narra el mismo sacerdote a quien también embau-
aguda produce una grave anomalía síquica! ¡Y:, comparar el estado
caron en la visita haciéndole creer que iban en una misión altruis-
que produce la embriaguez aguda con el de desvelo arnoroso, es ya el
ra. Inclusive, ella misma, en la diligencia de reconstrucción de los
coln1o de la irresponsabilidad de estos "auxiliares de la justicia y'!
hechos, confesó haber dicho aquellas expresiones sobre la inten-
La razón para Flor María solicitar el examen médico momentos ción de suicidarse esa misma noche. ¿Por qué hacía estas manifes-
después de la tragedia, podemos encontrarla en lo que declaró uno taciones? ¿Por qué sabía que la droga que le había mezclado a la
de los guardianes de la cárcel, quien al conversar con la acusada ahí bebida de Flor María podía producir las reacciones conocidas? ¿Se
m.ismo en el lugar de los hechos, ésta le dijo que creía estar empasti-
sentía involuntariamente culpable de aquel homicidio?
llada, que tenía serias sospechas de que una de las compañeras le había
mezclado una pastilla a la bebida que ingería, mientras se ausentabtt Si se hubiera sabido la clase de droga ingerida, ¿este proceso
momentánea1nente al baño del establecimiento donde estaban antes de habría tomado otro rumbo? ¿O si, como lo pidió Flor María mi-
la visita. Y le agregó que, después de haberse tomado el contenido nutos después de la tragedia la hubieran llevado a un médico legis-
restante del vaso, se sintió muy distinta. ta, a un siquiatra, a un laboratorio, y como consecuencia de ello se
Melba, la compañera de Flor J\1aría, fue quien fraguó toda esta hubiera dictaminado encontrarse bajo los efectos de un estupefa-
con1edia de la visita al Buen Pastor, aduciendo cargos y oficios fal- ciente, de un alucinógeno? Entonces el proceso no habría llegado a
100 PRACTICA FORENSE PENAL LESBIANA HOMICIDA 101

la audiencia pública, porque en lugar del dictamen producido La conciencia jamds podría atormentarse por haber ab-
ocho meses después sobre una leve anomalía síquica, se hubiera suelto a un culpable, pero el tormento sería infinito si se con-
dictaminado mejor una grave anomalía síquica, es decir, un estado denara f} una persona como normal en el momento del hecho
de inimputabilidad. homicida, cuando su acto no estuvo acompañado por la con-
ciencia de su ilicitud, ni dirigido plenamente como acción
Creí en la sinceridad de la acusada cuando dijo en su indagato- voluntaria. Con la condena os podríais colocar en el inmi-
ria: Yo lo que hice, lo hice en medio de una locura; yo no me di cuenta nente peligro de cometer un error, porque bien pudo la pro-
de mi proceder; cuando supe lo ocurrido, foe el dolor mds grande de cesada haber dicho la verdad cuando alegó su estado de in-
mi vida, mi rnds grande angustia,, ellas me dieron a mí las pastillas y conciencia en el momento trdgico y terrible del acto homici-
eso me hizo reaccionar, porque )'O me volví fue como loca. Y un guar- da. Y ese error ya sería irreparable. ¿Y cómo poder estar se-
dián que se encontraba cerca de ella cuando los disparos, al decir guros de que al condenarla no se cometería un tremendo y
que al rnirar a la acusada tan tranquila después de los disparos, no gravísimo error judicial? El peligro subsiste desde que se trate
me pareció que estuviera normal. Y si esto lo advirtió un hombre de valorar y apreciar lo que estuvo o no en la conciencia de
ignorante, d simple guardián de una cárcel, ¿a qué conclusiones Flor María Rodríguez, las ideas que pasaron o no por su
mente, si tuvo o no propósito de matar a Martha Penagos, si
pudiera haber llegado un siquiatra, un neurólogo, un alienista, una
había luz en su entendimiento, o todo en él era un caos, una
oficina médico- legal, si la procesada hubiera sido puesta en forma
oscuridad. Son situaciones que estdn fuera de la compren-
inmediata a su disposición, como ella misma lo solicitó cuando sión, inasibles al entendimiento, porque son territorios espi-
quedó a órdenes de las autoridades carcelarias en calidad de captu- rituales y del intelecto, inaccesibles a nosotros. Es un imposi-
rada dentro del mismo establecimiento? ble humano, un imposible de la inteligencia. Y ante la con-
Si sólo porque habían alejado de su lado a su amiga y prima ciencia, ante la ley, ante el derecho, el camino tranquiliza-
hennana ya había decidido quitarse la vida, con mayor razón dor y aconsejable no es el de la fría condena, sino el de la
cuando vuelta en sí se dio cuenta de haberla matado . De lo prime- sensata absolución, o en la duda, un veredicto en estado de
grave anomalía síquica·.
ro, tenemos la carta amorosa que le había escrito a la víctima, en
uno de cuyos párrafos le decía: Sólo una vez se ama en la vida al Por las razones que me indujeron a ello, con sumo agrado hice
único extremo de llegar a quitarse la vida por amor, o sea" por la pér- esta defensa, que fue coronada por el éxito absoluto. La audiencia
dida del ser querido ..Entiéndelo, mi felicidad fuiste tú y la he perdido. tuvo una resonancia pública nunca antes vista. El público desde
Entonces voy a llorar mi desgracia a una triste tumba donde te espera·- muy temprano hacía fila para ocupar los mejores puestos. N o le
ré después que hayas sido feliz como lo fui yo contigo, y luego después puse ni menos devoción, ni menor calor humano que el que le
que llores la pérdida del ser que amas, así como sufrí yo la pérdida de hubiera puesto de haber sido bien remunerado. Aun siendo gratui-
tu amor. Y de lo segundo, están todos los testimonios del proceso ta la defensa, me sentí exactamente con la misma responsabilidad
cuando la vieron colocarse el cañón del revólver sobre la sien dere- ante la acusada, ante el proceso, ante la administración de justicia.
cha al darse cuenta de que había matado a su amiga Marta Pena- De no haberlo sentido y obrado así, sin duda alguna habría dismi-
gos. U na bella y conmovedora frase de un guardián impidió el sui- nuido moralmente el profundo significado de la tremenda misión
cidio. Le dijo: No se mate, quédese viva, para que Dios tenga compa- recibida.
sión de usted y la perdone.
Ya al finalizar mi defensa, dije a los señores jueces de conciencia: * El veredicto, por unanimidad, fue: Sí, en estado de grave anomalía síquica.
102 PRACTICA FORENSE PENAL LESBIANA HOMICIDA 103

Lo mismo debe ocurrir con las defensas de oficio, cuando el En esos días tenía que viajar a Italia para un curso de Derecho
acusado es hombre pobre: nunca hay que defenderlo menos por Penal y Criminología en la Universidad de Roma. Fui a despedir-
dicha circunstancia. Tal vez, por lo mismo, defenderlo mejor, ba- me de Flo~ M~ría. Me solicitó le sugiriera algún abogado para la
tallar con mayor denuedo su causa, entregar de sí el .máximo de nueva audiencia, pero me negué a ello, a pesar de que el doctor
capacidad y de conocimientos, porque, como se sentenció en Las Julio de Castro Herrera había actuado en la primera como vocero.
Bienaventuranzas, los pobres son quienes tienen más hambre y sed Esta vocería rne la intrigó dicho profesional, pero dada su pobre
de justicia. actuación concluí que sólo buscaba la publicidad. Cuando al año
Aquella entrevista, en momentos tan dramáticos y difíciles, creo re~resé al país, me enteré de su visita a la cárcel para ofrecerle gra-
que fue corr.w la tabla de salvación para la acusada. Le escuché todas tuitamente su defensa a Flor María, misión que en efecto cumplió
sus congojas) me descubrió íntimos secretos de su corazón, me puso con el deplorable resultado de un veredicto condenatorio. Me con-
al descubierto toda su vida pasada, entre sollozos y lágrilnas. Fue taron que su actuación como defensor había sido tan mediocre
cuando más me persuadí de mi obligación n1oral de defenderla. co~o la anteri~r como vocero. Sin vanidad, siempre creí que si la
hubier~ defendido en esta segunda oportunidad, habría consegui-
C.ALAMA.l'JDREI entendió perfectamente los efectos saludables de
do del JUrado de conciencia el mismo veredicto anterior, sobre una
una sincera comunicación entre diente y abogado:
grave anomalía síquica~ con derecho a la libertad inmediata, en
"Se cree comúnmente que la misión especifica del abogado lugar de los nueve años de prisión que le impusieron.
consiste en hacerse escuchar por los jueces; en realidad, la tarea
mds humana de los abogados es la de escuchar a los clientes, es Se sabe del abandono absoluto en que Flor María permaneció
decir, la de dar a los desasosegados el alivio de encontrar en el en su cautiverio por parte de sus padres, hermanos y esposo. Sólo
mundo un incansable confidente de sus inquietudes. El cliente, una persona la visitaba en la cárcel. Y el día en que llevaron a la
después de la larga conversación con este confesor laico que se en- acusada al juzgado para notificarle el auto de proceder, allí estaba
cariña por vocación con las secretas congojas que los demds le esperándola dicha persona. Al despedirse de ella, le dio un beso en
conflan, se siente mds ligero y como purificado; advierte que, la frente. El juez le preguntó a Flor María, quién era dicho señor, y
después de haberse confiado a él la pllrte mds cruel de sus penas ella le contestó: el padre de mi amiga muerta~ Martha Penagos.
ha quedado mdgicamente aprisionada y amasada en esos papeles
en que el abogado, mientras el cliente hablaba, iba clas~ficando
sus suspiros bajo expresos artículos de ley. Se ha realizado t1SÍ una
especie de benéfica reacción química, en virtud de la cual el ren-
cor, ese tóxico sutil que antes circulaba disuelto en la sangre, se
ha trasformado en una sustancia neutra, que no quema ya los
labios y que se puede observar con serenidad, como un precipita-
do ya insoluble, perfectamente visible en la límpida probeta de
ese farmacólogo de las pasiones que es el abogado'~
El veredicto implicaba la libertad de la procesada. Pero ocurrió
que con ponencia del magistrado Gustavo Gómez V elásquez, se
declaró la contra evidencia, por lo cual había que convocar un nue-
vo jurado.
CAPÍTULO X
LA VENTANA
((Cuando pienso que un hombre estd encargado
de juzgar a otro, me estremezco ':
(ROBERT DE LAMENNAIS)

Los perfiles que mostraba el proceso eran los de uno de los per-
sonajes más in1portantes de Puerto Berrío, jefe político de una de
los partidos tradicionales, concejal, bohemio, de vida licenciosa,
públicamente amancebado. Las pruebas en su contra daban cuenta
lo frecuente de sus violencias contra su esposa quien alguna vez
tuvo que denunciarlo penalmente por unas lesiones personales que
le causó. El Juzgado Superior, alllatnarlo a juicio por el homicidio
en la persona de su esposa, dijo que el día de la tragedia había lle-
gado a su casa y que ''pasados leves reclamos a su mujer, se armó de
revólver y lo disparó contra ella. Él mismo llamó a las autoridades de
la localidad quienes al acudir al lugar procedieron a levantar el cadd-
ver y a capturar al victimario señor Antonio Torres Valderrama '~
El acusado ya había tenido otros defensores desde el comienzo
de la investigación, pero cuando ya lo llamaron a juicio, buscó mis
servicios profesionales. Sólo para saber cuánto sería el monto de los
honorarios, hice la primera lectura del expediente. Concluí que la
prueba en su contra era especialmente grave, principalmente por-
que quien lo acusaba del asesinato era su propia hija, de unos ocho
años de edad, testigo de la tragedia.
Días más tarde, por primera vez en mi vida profesional decidí
renunciar a dicha defensa, con el censurable criterio de las altas
probabilidades de una condena. Pero cuando me disponía ir a la
cárcel a notificarle al preso mi decisión, recibí por parte de mi es-
posa una lección ejemplarizante: "Usted no puede defraudar a di-
cho señor, porque él sólo confía y tiene esperanza en usted. Si ma-
ñana lo condenan, le quedará siempre al preso el interrogante de
que si usted hubiera sido su defensor, lo habrían podido absolver.
106 PRACTICA FORENSE PENAL LA VENTANA 107

Además, yo creo que su actitud va contra la ética profesional. Debe y peor aún, cuando con calificativos indebidos en un estrado judi-
defenderlo". ¡Firmes, mi General! ¡Serán cumplidas sus órdenes! cial, insultaba al mismo procesado, diciéndole que tenía cuerpo de
Convencido de la razón del consejo, lo acepté. Y cuando se fijó matón y era un bellaco.
fecha para la audiencia pública con jurados de conciencia, ya tenía Resultó claro que el señor fiscal, en su obnubilación contra el
preparada la defensa. Y ahora sí, con un estudio más a fondo del acusado a quien calificaba con frecuencia de asesino, no concibe la
proceso, saqué la amarga conclusión de que nunca antes había co- defensa de ciertos acusados, como si no tuviera la investidura de
nocido tanta perversidad de un juez, no solo para buscar la prueba abogado, como si no comprendiera en toda su significación la mi-
de incrin1inación, sino también para tratar de desvirtuar las de sión sagrada que nos compromete en el campo penal. Para él no
. .
InocenCia. estaban escritas las sabias palabras del Pontífice Pablo VI, cuando
La acusación del fiscal fue implacable. Al terminar su interven- escribió:
ción, que duró varios días, nadie dudaba de la responsabilidad del "El abogado es un hombre que busca la verdad; todo su arte, toda
procesado. Y asi lo reconocí al iniciar mi defensa, pero expliqué su ciencia estd al servicio de la justicia. Es el hombre que defiende y,
que la razón consistía en que hasta dicho momento no se conocía en cuanto le es posible, hace triunfar la justicia; es el heraldo de la
la otra cara del proceso, la que podía demostrar la inocencia del palabra, el servidor de la verdad; el hombre de la justicia y de la bon-
acusado. Además, los jurados de conciencia ya tenían decidido el dad'~
veredicto condenatorio, porque en algunos recesos cuando en la Lo único que con insistencia solicitó el acusado ante las autori-
compañía del juez salíamos a tomar un café, cornentaban en nues~ dades en el teatro mismo de la tragedia fue que su hija quedara
tra presencia sobre la "capacidad crirnínal del procesado, al haber bajo la protección de su abuela paterna, es decir, la madre del mis-
sido capaz de asesinar a su esposa teniendo conzo testigo a su propia mo Antonio Torres V alderrama. Era lo más aconsejable, pero prefi-
hija'~ rieron confiársela a la enemiga del imputado, la hermana de la víc-
Cualquier abogado habría recusado exitosamente a dicho jura- tima. Era una enemistad de toda la vida, hasta el punto de que nun-
do, con mayor razón si ahí estaba como testigo de excepción de ca se visitaban. -y esa enemiga fue la que tuvo la oportunidad de
dichas palabras de prejuzgamiento indebido el propio juez de la orientar en buena parte la investigación hacia un asesinato, y no de
un homicidio accidental cuando la pareja matrimonial forcejeaba
causa. Pero me abstuve, con la gran esperanza de hacer triunfar
por el arma, como siempre lo sostuvo el acusado. Éste había dicho
mis tesis, pero también pensando en cuán inmenso llegaría a ser
que al llegar a su casa, después de una discusión con su esposa, al
mi arrepentimiento de no haber formulado una recusación del
cogerle la mano izquierda donde tenía un revólver, con fuerza la
jurado, si éste profiriera un veredicto condenatorio .
echó hacia arriba y con la misma fuerza hacia abajo, que fue cuando
El caballo de batalla de la acusación por parte del lvlinisterio se disparó el revólver y la hirió mortalmente detrás de la oreja iz-
Público fue el testimonio de la hija del acusado. Ella declaró al día quierda.
siguiente de la tragedia, que vi que mi papd le disparó a mi mamd Lo que se hizo para buscarle plena credibilidad al testimonio de
cuando ella estaba guardando una caja de leche en la alacena situada la niña como único testigo, y a desvirtuar la versión del procesado,
en la cocina. Mi mamd cayó boca ttbajo. fue algo que no solo produce indignación, sino que situó a los au-
La vociferación del fiscal llegó a extremos tan inauditos, cuando tores de dichas rnaniobras judiciales en una posición, no solo de
anticipó que nuestra defensa sería un abuso de la conciencia pública, abierta irresponsabilidad, sino también de franca inmoralidad.
108 PRACTICA FORENSE PENAL LA VENTANA 109

Es bueno decir cómo el juez siempre se obstinó en que la hija ción de los hechos donde se estaba desvirtuando integralmente su
del acusado estuviera acompañada de su tía, la enemiga de su pa- testimonio contra su padre. Máxime cuando ella era allí protago-
dre, a todas las diligencias que con ella tuvieran que practicarse. Y nista principal en su calidad de testigo único para decir cómo esta-
así fue cotno juntas comparecieron a la reconstrucción de los ban las cosas en la fecha de la tragedia, cuál era su ubicación, cómo
hechos, donde los peritos deberían constatar si la niña pudo haber y de qué manera ella pudo haber visto lo que dijo. Y la tía allí pre-
visto lo que dijo en su testimonio al día siguiente de la tragedia, en sente, al escuchar que los peritos desmentían por completo el tes-
el sentido de que mi padre al llegar a la casa se quitó la camisa que timonio de su pupila, que derrumbaban su acusación contra su
llevaba puesta, luego se dirigió a la alcoba y sacó el revólver con el cual propio padre, por lo cual lo colocaban a las puertas de la libertad,
le disparó a rni mamd en el momento en que ella volteó la cabeza y la se puso de acuerdo con el juzgado para tratar de enderezar la inves-
giró hacia el lado izquierdo. tigación en forma distinta.
Y resultó que los peritos negaron en forma absoluta que la niña, Ya cualquiera tiene que empezar a sospechar que de aquella
desde el lugar en donde se ubicó, hubiera podido ver nada de lo constancia secretaria! en adelante se va a desplegar una inusitada
relatado en su testimonio. actividad encaminada a confirmar lo escrito por el secretario del
Con la enemiga del acusado allí presente dándose cuenta del re- juzgado en maquinación con la hermana de la víctima y enemiga
sultado favorable en un ciento por ciento a Torres Valderrama, del procesado. La instrucción a la niña bajo su custodia debió ser
e:npezó a urdir la trama para restarle credibilidad a dicha diligen- muy fácil de aprender: Siempre siga diciendo que la ventana de la
cia. cocina estaba abierta.

La confabulación se hizo de acuerdo con el juzgado instructor. En efecto, siempre acompañada por la enemiga del acusado, se-
Porque al día siguiente de la diligencia de reconstrucción, el secre- ñora Inés Restrepo, hermana de la víctirna, se hace comparecer a la
tario del juzgado deja constancia de que tuvo conocimiento en fuen- niña, a quien se le pregunta: "¿Por esa ventana vio usted alguna
tes allegadas a la casa de la occisa, de que la diligencia del día anterior cosa cuando su papd le disparó a su mamá?" Y la respuesta no pudo
se había hecho con la ventana de la cocina cerrada, cuando el día de ser mejor preparada, hasta el punto de que en dos renglones men-
los hechos estaba abierta, por lo cual lógicamente se puede presumir cionó tres veces la palabra ventana: ayo vi por la ventana cuando mi
que la menor, testigo ocular/ pudo haber presenciado por dicha venta- mamá torció la cabeza, pues por esa ventana yo la vi a ella parada, y
na los hechos referidos en su testimonio. vi por la misma ventana cuando ella se desplomó al suelo'~ Recorde-
mos que quien está escribiendo este testimonio es el famoso secre-
Esta información obtenida en fuentes allegadas a la casa de la oc-
tario autor de aquella insólita constancia, donde precisamente se
cisa era nada menos que la casa de Inés Restrepo, la tía enemiga del
dice que la niña pudo haber visto el gesto de la madre y cuando
acusado y bajo cuya custodia dejaron a la niña. Ella no podía decir
cayó al suelo. La pregunta es obvia: ¿Por qué habría de contestar la
que la ventana de la cocina permanecía abierta, por cuanto no visi-
taba dicha residencia, porque el mismo acusado le había prohibido niña en los mismos términos de la constancia dejada por el secreta-
siquiera pisarla. Y la mejor manera de desvirtuar dicha confabula- rio del juzgado?
ción es que la niña no puso objeción alguna a que la diligencia se Recordando estas infamias judiciales no se puede sino recordar
hiciera con la ventana cerrada. Si los hechos hubieran ocurrido un caso citado por ENRICO ALTAVILLA, en el cual un padre fue
como se sugiere en la pérfida constancia secretaria!, la menor debió acusado por su propia hija de los delitos de asesinato y estupro. La
haberlo dicho así cuando se practicó la diligencia de reconstruc- niña fue sornetida a un exan1en sicológico por parte del famoso
PRACTICA FORENSE PENAL LA VENTANA 111
110

científico VARENDOCK, quien al censurar en su dictamen el inter- Había entonces que buscar la manera de que la niña cambiara
rogatorio a que fue sometida la menor por aquel juez, dijo: su versión sobre la forma en que quedó el cuerpo de su madre en el
suelo. Sólo apna mente perversa o enfenna se le podía ocurrir esta
·¿Este procedimiento no es acaso odioso? ¿No es espantoso
artimaña: Le preguntó a la niña en qué posición había quedado el
que la suerte de miles de personas dependa de la ignora:ncia cri-
minal de un Juez instructor que induce a una niña a acusar a
cuerpo de su madre al caer al suelo, pero antes de que ella contestara,
su propio padre?': le solicitó al Comandante de la Policía, uno de los primeros en
llegar al lugar de la tragedia, que se colocara en el suelo decúbito
En la corta frase transcrita está retratado de cuerpo entero el dorsal, la forma en que él había visto el cadáver de la víctima. De
juez de este proceso. esta manera tan insidiosa quiso sugerirle a la niña que aquélla era
La perversión investigativa sigue su rumbo. Esa maldita ventana la posición en que había quedado el cadáver de su madre, y no
cerrada continúa siendo una tremenda obsesión del juzgado, por lo como ella había dicho, boca abajo. Aquí, además de la mala fe, se
cual se hace necesario abrirla. Y la acuciosidad del ingenioso secre- demostró la estupidez de la trampa, por haber dejado constancia
tario del juzgado vuelve a repetirse para ordenar la prueba que de tantos artificios judiciales.
quieren cambie el rumbo de la investigación: Como el acusado había dicho en la indagatoria que al ver a su
"Como ya se han allegado pruebas demostrativas de que la esposa con el revólver en la mano izquierda, "yo le cogí la mano
ventana sí esta~ba abierta en la mañana de fll tragedia, se or- y se la subí rápido, y cuando la bajaba con fuerza, se dobló el
dena la prdctica de una segunda diligencia de reconstrucción, codo y salió el disparo". Esta versión va a provocar una alianza,
porque los resultados pueden ser completamente distintos'~ una conjura inusitada para tratar de desvirtuarla, en lo que se
Y esos resultados, en verdad, fueron distintos, ¡pero con qué as- refiere a que la víctima era zurda, única manera de explicarse la
tucia, con qué ardides judiciales! Se ordenó la segunda reconstruc- localización de la herida detrás de la oreja izquierda. La manio-
ción. Pero aquí obró la malicia del juez, quien no quiso correr ries- bra empieza con Inés Restrepo, la enemiga del acusado y protec-
gos con lo de la ventana cerrada o abierta, sino que de una vez se la tora de su hija, quien sin ser citada al juzgado, se presenta para
abrió a la menor, para preguntarle: "Cuando usted vio a su mamá decir; "Vengo a ampliar rni declaración sobre el siguiente punto:
por la ventana, que se desplom.aba al suelo, ¿cómo la vio caer"?, y "Ligia tni hermana cornía con la mano derecha y todo lo hacía con
contestó: "Yo la vi caer boca abajo". En cambio, la diligencia de la mano derecha} pues yo nunca la vi siendo zurda, eso es mentira':
levantamiento del cadáver consta que el cuerpo se encontraba boca Esto lo vino a decir a sólo seis días de la indagatoria de Torres
arriba} de cubito dors,al. Y como en la diligencia manifestó haber Valderrama, lo que significa que alguien del juzgado, con seguri-
visto todo desde el quicio de la puerta, los peritos, al igual que en la dad el secretario, comentó con ella dicha versión del acusado y
primera reconstrucción, la desmintieron rotundamente al decir convinieron su presentación al juzgado para desmentirlo. Ade-
que del sitio donde se ubicó la niña, no se podía ver lo que ella mani- más, posteriormente tuvo oportunidad de estar en todas las in-
fiesta. Es decir, que les falló tanta maniobra judicial para que la timidades de la investigación, acompañando a la niña a sus tes-
ventana apareciera abierta en la segunda reconstrucción, que a pe- timonios en el juzgado y a las dos diligencias de reconstrucción
sar de lograr que la menor la abriera, según los consejos recibidos de los hechos.
de su tía, la ubicación de la niña no le permitía ver lo que dijo, ni Pero resultó que una persona muy cercana a la pareja matrimo-
siquiera con la ventana abierta. nial, con la cual mantenía una estrecha amistad, fue llamada a de-
PRACTICA FORENSE PENAL LA VENTANA 113
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darar sobre dicho aspecto, y manifestó: "Yo le vi que era zurda, "El gatillo del revólver es duro para accionarlo y le es más difícil
pues con la mano izquierda usaba el cuchillo y con la misrna mano a una mujer dispararlo con la mano izquierda, mdxime si no ha sido
veía que aplanchaba ': en:renada en,tiro, pues lógicamente se le complica mds ': La respuesta
deJa dudas y sospechas por cualquier aspecto que se la mire. Un
Como este testimonio afianzaba la versión del procesado cuan-
dict~men, ~ue al igual que el grafológico y otros fueron en la pre-
do afirmó que su esposa tenía el revólver en su mano izquierda en
senCia del JUez, lo que nunca ocurre en los estrados judiciales sino
eltnomento del disparo, veamos de qué otra artünaña judicial se
~on términos de días para contestar por escrito las preguntas del
valió el juez para debilitar o contradecir aquel testimonio favorable
JUez. ¡Las tonterías que dijeron estos técnicos en balística! ¿Por qué
a la situación jurídica del acusado. Se ingenió un dictamen grafoló-
se refirieron a tres aspectos diferentes que no eran materia del in-
gico. Para ello consideró que dos maestros de escuela podían ser las
terrogatorio? ¿A qué agregar que era más difícil el accionamiento
personas idóneas para en este campo servir de auxiliares de la justi-
del gatillo, si lo acciona una mujer, y más si es zurda, y mucho más
cia. Y los nombró, porque en su concepto eran idóneos para dicha
si no ha tenido entrenamiento de tiro al blanco? ¿Qué misterio ro-
peritación. El documento para estudiar grafológicarr. .ente era una
deó esta diligencia? ¿Quién les informó que la víctima era zurda y
firma de la víctima en una denuncia penal contra su esposo por el
que no tenía práctica sobre tiro al blanco?
delito de lesiones personales. Los peritos se posesionaron y acto
seguido el juez les solicitó el concepto, ahí, en su presencia, donde ¿Por qué el juez no llamaría como "expertos en balística" al
pudiera influir mañosamente en su respuesta, sin los trámites or- Comandante del Batallón Bomboná en Puerto Berrío o a otros
denados por la ley; una diligencia insólita, cornpletamente desacos- altos oficiales de servicio en esa guarnición? ¿Por qué prefirió a dos
tumbrada en los anales judiciales de Colombia. Y, como caso ex- de la inferior jerarquía castrense? Además, preguntas tan estúpidas
cepcional, nunca se puso a conocimiento de las partes que pudie- nunca se hacen a unos verdaderos peritos en balística forense, co-
ran objetar dicho dictamen, porque la tal firma nunca se agregó al mo esta otra:
expediente. Y lo único que dijeron fue que la firma se había hecho c¿Debido al estado del arma era posible que una señora de l. 61 de
con la rnano derecha, por la inclinación de la letra de la citada firma. estatura y de unos 30 a 33 años de edad pudiera disparar fiicilmen-
Y resultó que estos dos maestros de escuela, graduados de grafólo- te·'? No sabíamos, y ahora nos lo vienen a enseñar estos sabios en
gos, ni siquiera explicaron, en sus tres renglones del dictamen, cuál
disparar fusiles y ametralladoras, que la estatura y la edad de una
era la inclinación de la letra estampada en la firma.
persona eran factores determinantes de la capacidad o no de dispa-
Ahora son un cabo y un soldado, la jerarquía inferior de las rar un arrr1a de fuego ..¿Y, qué contestaron? Lo que quería el juez
Fuerzas Militares, los peritos graduados por el juzgado en balística que contestaran: "De todas maneras le es difícil dispararlo y mucho
forense. Con dichos peritos se tratará de demostrar que. el revólver mds si es con la mano izquierda':
causante de la tragedia era duro para dispararlo, por lo cual deben
Ahora no es la ventana lo que obsesiona al señor juez, sino la
determinar qué fuerza hay que hacerle al gatillo del revólver para dis-
mano izquierda de la víctima. V al dría entonces haberles pregunta-
pararlo. ¡Qué irnaginación la del juez! Cuando se le van derrum-
do, de haber estado presentes en la diligencia, ¿cuál es la edad y la
bando los cargos contra el acusado, se busca peritos para que digan
estatura hábiles para que una persona pueda disparar un arma de
lo que él piensa. Nadie dudará que la siguiente respuesta fue re-
fuego? Por la estatura, NAPOLEÓN y BOLÍVAR, que tenían aproxi-
dacción del mismo juzgado, o, cotno mínimo, el juez influyó en su
~adamente la misma de la occisa, habrían tenido dificultades para
respuesta, porque se refirieron a situaciones que no tenían por qué
dtsparar el revólver de la controversia. A tamaños disparates judi-
conocer los calificados como "expertos en balística":
114 PRACTICA FORENSE PENAL LA VENTANA 115

ciales podría conducir lo que con atrevimiento incalificable dijeron rrama. Es la irresponsabilidad de unos peritos absolviendo unas
aquéllos "expertos en balística", asesorados por el juez. preguntas bajo la influencia de quien los interroga. Además, son
interrogatorios que nada tienen que ver con la balística forense,
·Y había que ver el teatro que con dicho revólver hizo el fiscal
de~de la tribuna de la acusación! Tanto que tuve que decirle al ju- sino con los conceptos que cada cual pueda tener sobre el hecho en
controversia. ¿Pero unos peritos contradiciendo una simple cues-
rado de conciencia:
tión de hecho que no presenciaron? Y además, ¿cómo es eso de que
Fue así corno también os quiso impresionar con la pretendida lógicamente el hombre la dominaría? ¿Porque pesaba 80 kilos y tenía
dificultad para disparar el revólver. Aquí, desde la tribuna os lo 1.80 de estatura, datos con los cuales el juez quiso sugestionados
accionaba, fingiendo cierto esfuerzo en el apretamiento del gati-
para que contestaran lo que él quería? ¡Vaya la calidad de jueces
llo. ¡Fue un auténtico acto teatral! ¡Un verdadero artista de la es-
que a veces y desgraciadamente se encuentra uno en este arduo
cena judicial! Pues bien: Yo no voy a hacer lo del fiscal y querer
daros la impresión de que ciertamente no es dificultoso su meca- camino en la lucha por la justicia!
nismo al querer dispararlo. Jll!uchas veceJ he accionado dentro Ahora, lo más .monstruoso. Como la niña ubicó en las dos dili-
del juzgado el gatillo de esta arma, y nunca me ha parecido que gencias de reconstrucción de los hechos a una distancia aproxima-
ofrezca dificultad alguna en dispararla. Algo más: considero que da de tres metros a la que dice haber visto disparar a su señor pa-
¡uttlquiera puede dispararla si'n mayor esfuerzo. Y para no decir dre, el señor juez, siempre en su inflnita sabiduría, buscó respaldar
mds sobre esto, me quedo con la gran tranquilidad de que cuan- científlcamente dicha versión, nombrando como peritos a dos mé-
do estéis en deliberación para acordar el veredicto, vais, cada uno dicos que nada sabían sobre balística, sin embargo de lo cual dic-
de vosotros, a hacer por separado el experimento, y cuando lo
taminaron que el arma fue disparada a una distancia de mds de tres
hagáis, podréis concluir quién dijo {lquí la verdad y quién la
metros. Entre líneas, estaban afirmando un asesinato y no una
mentira. ¡Ysé que no diréis de mí lo último!
muerte accidental, que es lo que quiere el señor juez. Pero les dio
Pero el juzgado quiere aprovechar a este cabo y a este soldado por trajinar en los campos de la criminalística, para poder demos-
para que refuten la versión del sindicado sobre el modo como se trar su absoluta ignorancia en esta materia. Lo que quisieron decir
produjo el disparo y la localización de la herida detrás de la oreja es que la versión del acusado era mentirosa, que el disparo en la
izquierda de la víctima. Y en su sabiduría, les preguntó: forma en que él lo describió era imposible. Leer dicho dictamen no
"Digan ustedes si es posible que una mujer de la estatura y puede sino producir la más profunda indignación, por ver lama-
ed:td citadas, luchando con un hombre de l. 80 de estatura y de nera como afirmaban tan tranquilamente un hecho imposible de
unos 80 kilos de peso, pueda causarse la herida que le fue recono- determinar. '
cida a la occisa y la cual está localizada en la parte de atrás de la
Se necesitó que el proceso saliera de las manos de este juez, ena-
oreja izquierda': Y nos ilustraron con la siguiente respuesta:
morado de las triquiñuelas y emboscadas judiciales, para que otro
"Eso no es posible, )'a que de acuerdo con la estatura y el funcionario, el Juez Superior de la ciudad de Medellín le preguntara
cuerpo, lógicamente el hombre la dominará. Consideramos
a una Institución científica tan respetable como era Decypol, si aquel
también que al ella tener el revólver en la mano izquierda, al
hombre le quedaría más fácil arrebatarlo con la mano dere-
dictamen de los médicos de Puerto Berrío merecía credibilidad. Y
cha'~
dos expertos en la materia, dedicados en forma permanente a resol-
ver los interrogantes de los jueces en materia de balística forense, los
Entre líneas, están refutando una muerte accidental y afirmando doctores Jaime Posada Valencia y Pedro Thelmo Echeverri, contes-
la comisión de un asesinato por parte de Antonio Torres Valde- taron: "Constituye un grave error debido a que es prdcticamente impo-
116 PRACTICA FORENSE PENAL LA VENTANA
117

sible afirmar la distancia que anotan (ma_yor de tres metros), a no ser cóm~ T ?,rres Valderrama les dictaba a los peritos y al juzgado la
que el perito hubiera presenciado el disparo': descnpCion de su esposa y la forma como había quedado el cadáver
Siendo entonces cierta esta última conclusión, se prueba con e? el suelo y la localización de la herida? Eso no se le puede ocurrir
ello que los médicos de Puerto Berrío, Joaquín Jim.énez de la Rosa sino a una persona muy irresponsable o a un pobre enfermo men-
y José Caicedo, consumaron irresponsablemente una falsedad cien- tal. El veneno con que empapó toda su acusación contra el reo fue
tífica, lo que no pueden hacer unos peritos llamados a auxiliar la cuando le gritó d~sde la tribuna: Usted es un matón, un bellaco que
administración de justicia en materias que son fundamentales para dentro de una/ soc~edad socialista habría sido ~ya ejecutado por sus ac-
saber si se condena o se absuelve a un hombre acusado del asesina- tos. Ya le habta dicho que tenía cuerpo de matón, frase de reminis-
to en su propia esposa. Como en todos los dictátnenes anteriores, cencia de la absurda y anticient.ífica teoría del delincuente nato de
se siente la influencia o el pensamiento del juez, con una extraor- CESARE LOMBROSO. ¿Insultar así, sólo porque el procesado tenía
dinaria capacidad para que todos los peritos dijeran exactamente lo 80 kilos de pesos y 1.80 de estatura? ¡Entonces el mundo estaría
que él pensaba sobre los hechos investigados, con excepción de los lleno de matones! ¡El fiscal también medía 1.80 de estatura!
que intervinieron en las dos reconstrucciones, porque en ellas Desde luego que en las páginas procesales existían pruebas para
había testigos, controles, el defensor, el mismo procesado. d~leitar una acusación tremenda por lo mal esposo, por la mala
N un ca había conocido un representante del Ministerio Público vtda que le daba a su mujer, insultándola y agrediéndola físicamen-
tan apasionado, ni que se inventara más tesis y teorías para funda- te por nimiedades, como cuando a veces llegaba al hogar, y porque
mentar su acusación por asesinato. No citemos sino un ejemplo, encontraba una ventana entreabierta, descargaba el airado reclamo,
Dijo en tono vociferante: la fuerte. protesta,e! encono, la ira, la brutalidad, por pensar que
ese postigo entreabier~o era un indicio de infidelidad. Llegaba al
'Era talla influencia de Torres Va/derrama en Puerto Berrlo, que
ext:emo de querer obhgar a su esposa a que admitiera francamente
bien se puede afinnar que si él mismo no hizo !tt diligencia de levan-
s~ Infidelidad, ~nclusive hasta confesarla ante las autoridades judi-
tamiento del caddver de su esposa, sí colaboró mucho en ello, insi-
ciales o de pohcía, aunque no le suministrara el nombre de su
nuando que se hiciera constar que la posición del caddver era de esta o
amante. Y curiosa~ente, estos ejemplos en la vida del procesado
de aquella manera _y no de la otra':
los traen los tratadistas de la celotipia, como una enfermedad men-
Uno se pregunta, sin1plemente asombrado, ¿qué beneficio tal que puede llegar al homicidio. VINCENZO MELLUSSI, el más
habría tenido para el acusado, que el cadáver de su esposa hubiera grande tratadista sobre los celos patológicos, escribió en Del amor
quedado en esta o aquella posición? Ninguno. A nadie en el nlun- al delito:
do, por afiebrada que tenga su mente, se le habría ocurrido decir
desde la tribuna de la acusación pública, algo tan desmesurado. ~: veneno de l~s ~elos tiene .el ¡_o~er de modificar por completo el
cara[ter _y el sentz.mzento del tndzvzduo. A veces obliga a la mujer
Esto no se le había ocurrido ni a los más truculentos autores de
novelas policíacas, ni a los más insignes creadores del suspenso. amada a confesar faltas que no cometió, amenaza, golpea para obtener
Simplemente, el fiscal hubiera querido que el cadáver lo encontra- esta declaración ... ': Caso idéntico a lo registrado en esta causa. Su
ran boca abajo, para que así hubiera resultado acorde con la ver- propia hija lo acusó de haber realizado en su propio hogar una
sión de la niña. ¿Ante la inmensidad de la tragedia, delante de los escena brutal, porque un postigo de la ventana se encontraba abierto.
peritos nombrados para la diligencia, frente al juez, a su secretario, Se trataba entonces de un hombre poseído por el demonio de
al Comandante de la Policía, mirando estupefactos, asombrados los celos; allí está el desesperado retrato de una persona que sin
118 PRACTICA FORENSE PENAL LA VENTANA
119

motivos para ello le hace un violento reclamo a su esposa por una el cel,oso patol?gico nun~a ace?ta su enfermedad, porque siempre
infidelidad que sólo existe en su mente enferma; allí está el proce- estara convencido de la tnfidehdad de su esposa, novia o amante.
sado, de cuerpo entero, gritándole a su buena mujer, su dolor y su Esto me ayu<j.ó a creer más en su inocencia.
angustia de esposo, su complejo varonil de ser cónyuge de una
Mi defensa duró ·varios días, como también la acusación del fis-
mujer que tenía su amante; allí está el hombre enloquecido por los
cal, doctor GUILLERMO FREYDELL ÁNGEL. En total, la causa se
celos, suplicándole que por lo menos admita ante él que ella le ha
sido infiel, aunque no le dé el nombre de quien le está destrozando desarr~lló ~urante trece sesiones. La defensa tuvo que entrar a con-
tro~e.rtu dtversos temas relacionados con el derecho y sus ciencias
el corazón y desmoronando su propio hogar. Y así y todo, esta pá-
awohares ~o~o la sicología judicial, la siquiatría, las pruebas pena-
gina la mostraron como la prueba fehaciente de la depravación de
les, la med1c1na legal y la criminalística.
un hombre, como el mejor indicio de su capacidad criminal para
delinquir, como la prueba terrible de su perfidia y de su mal cora- Terminé mi defensa, diciendo:
zón. Leyéndola, como se la leyó en la audiencia pública, sólo se Yo creo, señor Torres Va/derrama, que ningún juicio
alcanzó a mirar la imagen de un marido despótico y cruel, de un hum_a~o podría aventurar la afirmación rotunda de que usted
esposo injusto, de un energúmeno sin controles volitivos, sin fre- aseszno a su esposa. El proceso penal que durante dos años dili-
nos morales de ninguna naturaleza. Y como la obnubilada mente genció el Estado colombiano en contra suya no permite concluir
de los jueces, para poder fundamentar un auto de proceder debía c~n una resp~nsabilidad penal de su parte. Usted se ha conver-
alegar algún móvil en el asesinato, se lo inventaron diciendo que tzdo en el przncipal testigo de su propia causa. Si no obró bien,
ese móvil había sido la venganza del acusado por la denuncia penal podr~ escap~r. a la justicia de los hombres, pero la del tribunal
de su esposa contra él por el delito de lesiones personales. de Dzos sera znexorable. Yo creo sinceramente en su inocencia
he creído en su pa.labra, porque durante estos meses angustioso~
Como siempre acostumbrábamos proponerle al jurado un vere- que he permaneczdo tan cerca de su vida en la prisión, creo
dicto subsidiario al de la absolución:, nos preparamos ampliamente haberme podido ~cercar un poco al fondo de su alma, y al
para tratar el caso de los celos patológicos y solicitar, en conse- hacerlo no he podzdo creer que usted hubiera manchado su exis-
cuencia, no de buena gana, haber cornetido el hecho pero en esta- ten~ia con la sangre inocente de la madre de sus hijos. Y Dios
do de grave anomalía síquica transitoria. Con esta respuesta tam- quzera que este sentimiento tenga ahora su reflejo en el veredic-
bién lograríamos la libertad del procesado. Pero ocurrió lo más to de los señores jueces de conciencia. *
sorprendente: .i\1 comentarle dicho propósito a mi defendido, me
prohibió esa petición y ese análisis de la celotipia como el equiva-
lente a un estado pasajero de perturbación mental. Su negativa
persistió, no obstante advertirle que estábamos en peligro de una
condena a veinte o más años de prisión.
De la anterior actitud negativa, no pude menos que sacar la si-
guiente conclusión: El acusado, sabiéndose inocente de la muerte
violenta de su esposa, no podía dejar para el historial de su vida
familiar y social que la justicia lo hubiera considerado el autor del
homicidio, así hubiera recuperado su libertad como consecuencia
* ~1 jurad_o contestó: No es responsable, por las serias dudas que ofrece el proce-
del veredicto por una grave anomalía síquica transitoria. Además, so. (El veredicto fue aprobado en sentencias de primera y segunda instancia).
CAPÍTULO XI
LA AMENAZA
''Hemos de afrontar constantemente el peso de la injusticia.
Injusticia mañana en un follo torpe; injusticia otro día
en el cliente desagradecido e insensato':
(ÁNGEL OSSORIO, El abogado)

Yo estaba detenido en la cárcel La Ladera, víctima de una perse-


cución política durante la dictadura del general Gustavo Rojas
Pinilla. Mi compañero de dormitorio era el bandido Juan de Jesús
Franco, conocido como el Capitdn Franco, el jefe de las guerrillas
en la región de Pavón, municipio de Urrao. Otro tenebroso perso-
naje, Salomón Marín (A. El Gordo), jefe de las guerrillas en el oc-
cidente antioqueño, me solicitó un día fuera su defensor. Le con-
testé que era imposible, dada mi condición, igual a la de él, de es-
tar encarcelado.
Después, cuando obtuve mi libertad ordenada por un juez mili-
tar enviado desde el Ministerio de Guerra para asumir la investiga-
ción, un guardián de la cárcel La Ladera me trajo una razón del
detenido Salomón Marín, en el sentido de que si podía visitarlo,
porque con urgencia necesitaba hablar conmigo. Atendí su llama-
do. Me solicitó nuevamente fuera su defensor, a lo cual le respondí
que yo no ejercía mi profesión ante la justicia penal militar. Esta
justicia era la competente para investigar y juzgar todos los delitos
cometidos durante los aciagos años de la violencia política de me-
diados del siglo pasado. Su respuesta fue la de que no se trataba de
esa defensa, sino de una tentativa de homicidio contra uno de sus
hombres cuando estaban en el monte, cuyo proceso penal cursaba
en un juzgado del municipio de Frontino.
Ante esta circunstancia, decidí asumir su defensa. Pactamos los
honorarios, la mitad para empezar, y una garantía para el resto. En
cumplimiento de esto último, me dio un poder para reclamar un
automóvil que le tenía decomisado el Departamento Administrati-
LA AMENAZA 123
PRACTICA FORENSE PENAL
122
~en, !a que su propio jefe, un tal Teniente Gutiérrez, fue quien
vo de Seguridad (DAS). Después de muchas gestiones logré que simulo unas pruebas presuntamente subversivas en mi contra y por
dicho automotor me fuera entregado, pero aquí empezó una tre- lo cual me llevó a la cárcel.
menda pesadilla que por poco me cuesta la vida.
Además, no podía vivir armado para una eventual defensa, por-
Ocurrió que, después de intensas gestiones profesionales y viajes que de llegar a sospecharlo siquiera el detectivismo, sería el mejor
a tan lejana población, conseguí la orden de libertad del jefe gue- argun1ento para una requisa y privarme de la libertad.
rrillero. El juez, en un gesto de cortesía, me entregó el oficio pa~a
la dirección de la cárcel en Medellín, en el cual se ordenaba la h- Por esos tiempos se lanzó la candidatura del doctor Alberto Lle-
bertad del preso. En el mismo automóvil, con el fin de hacerle en- ras Camargo a la Presidencia de la República, a nombre del Frente
trega del mismo, me trasladé al centro carcelario. Entregué el. ~fi­ Nacional, con quien empezaría la alternación en el poder, pactada
cio en la guardia del establecirrüento. Un empleado fue comtsl~­ por los doctores Laureano Gómez y Alberto Lleras Camargo, en
nado para informarle la buena noticia. Lo esperé ahí en la guardia representación de los partidos tradicionales de Colombia, el Líbe-
hasta cuando salió camino de la libertad. Cuando llegó, le infor- r~ y el .Conservador. Para la campaña electoral en Antioquia, el
maron que seguía detenido por cuenta de la justicia penal militar. duect?no _laureanista me designó Jefe del debate. Y un día, para
coordinar las concentraciones políticas en diversos pueblos del de-
Mi contrato de servicios profesionales ya estaba cumplido. Sólo partamento, tuve que a ir al Directorio Liberal.
faltaba que el preso me cubriera el resto de los honorarios y yo le
devolviera el automóvil. Pero él se negó a cumplir su compromiso. Cuando entré, ahí en el corredor estaba Salomón Marin. Me
Sin embargo, algún político de la ciudad, un tal Rafael Arredondo hice el desentendido, como que no lo hubiera visto. De este mo-
(hijo), seguramente amigo suyo, le aconsejó la manio~ra para ~e­ ~ento en ~delante no tuve más preocupación sino por mi salida de
cuperar el automóvil sin tenerme que pagar los honoranos. Consis- dtchas ofiCinas y el encuentro con él. Yo buscaba la manera de di-
tió en simular un contrato de compraventa del vehículo, a su fa- la~ar la reunión, haciendo una propuesta aquí y otra propuesta allá.
¡Stempre pensando en mi salida de dichas oficinas! ¡Si me está es-
vor, y él me demandaría.
petando, es para rnatarme! ¿Irá a cumplir la amenaza que hizo des-
Vino la demanda. El mejor testigo a mi favor fue el Capitdn de la cárcel, antes de fugarse?
Franco, amigo del tal Salomón .l\Aarín, quien entre otras cosas de-
claró haber sido testigo de cómo se habían pactado los honorarios, Cuando ya no podía demorar más la reunión, muriéndome de
y del automóvil corno garantía del resto de la deuda. Lo cierto del mie.~o,, decidí salir. Y como lo temía, ¡allí estaba esperándome! Me
caso es que el fallo judicial fue a mi favor, con el pleno derecho a cogto de un brazo, me condujo a un rincón del corredor, quedé
contra la pared, y él, de frente a mí. Rompió el silencio, cuando yo
quedarme con el automóvil.
~spera~a la ~uñalada, y me dijo: Doctor, yo sé que a usted le han
Pero siguió lo peor. El hombre logró fugarse de la cárcel. Y tan- tnJi:ndzdo mudo sobre mí, pero todo han sido calumnias. Yo lo que
to el director como algunos de mis dientes en dicho establecimien- qutero es que usted me arregle un problema que tengo en el detectivis-
to me informaron que el tal Salon1ón Marín había jurado que me mo. Le contesté, con qué íntima alegría: Con mucho gusto don Sa-
mataría. Con mucho rniedo, mantuve en silencio la amenaza. La lornón, y no le cobro honorarios. Lo espero en mi oficina.
oficina que me podría proteger era la del DA S, la del detectivismo,
pero bien sabía que no podía requerir su protección, porque vivía ¡De la felicidad_, me provocó darle un beso de despedida!.
vigilando todos tnis n1ovimientos, espiándome, buscando la forma
de encontrar un pretexto para detenerme como enemigo del régi-
CAPÍTULO XII
LOS BILLETES
'2a justicia es una virtud cardinal, al igual
que la prudencia, la fortaleza _y la templanza".
(MONTEJANO)

"Buscar en el lodazal del alma de los criminales,


esa claridad de Dios, olvidada, pero que brilla en
algún oscuro rincón de los corazones más degradados'~
(IACHAUD)

En el ejercicio de la profesión no me cautivó representar la Parte


Civil dentro del proceso penal, porque implicaba la función de acu-
sar, además de todas las actividades propias del cargo. Pero cuando
la Compañía Colombiana de Tabaco solicitó mis servicios profesio-
nales por el robo a mano armada dentro del cual se cometió el asesi-
nato de su pagador, el señor don Aníbal Madrigal Mejía, lesiones a
su conductor, Medardo Moreno, y a su acompañante, Guillermo
Toro, acepté representarla dentro del proceso que se iniciaba.
Ocurrió que cuando transportaban el dinero para el pago de
empleados y trabajadores de la factoría, de las oficinas centrales
hasta la dependencia de la fabrica, en la autopista sur, poco antes
de entrar a las instalaciones fueron interceptados por un grupo de
delincuentes que, para apoderarse de la considerable suma de dine-
ro que transportaban, asesinaron al pagador e hirieron gravemente
a su conductor y acompañante. En el asalto utilizaron ametrallado-
ras y revólveres. Eran seis los bandidos. El golpe lo tuvieron muy
bien planeado, por cuanto conocían en 'detalle el día y la hora del
transporte del dinero.
Este atraco se pudo haber hecho sin necesidad de derramar una
sola gota de sangre. Por eso fue más intensa la profunda indigna-
ción que este delito produjo en todas las esferas de nuestra socie-
dad conmovida. Y por eso también apareció más repugnante y
126 PRACTICA FORENSE PENAL LOS BILLETES
127
siniestro el atentado, porque se demostró que los asesinos no eran tro con que se le pueda identificar y se llevard algún vestigio
unos simples antisociales que en unos pocos minutos se proponían que indudablemente lo relacione con la escena del delito'~
resolver por mucho tiempo su situación económica apremiante,
Por eso cobra aquí cierta actualidad un principio de la crimino-
sino que, además, eran individuos dotados de una altísima peligro-
logía que se expresa con esta frase: no hay crimen perfecto; porque
sidad, que cotizaban a muy bajo precio la vida de los seres huma-
nos y que estaban organizados para vivir de la delincuencia. resulta absolutamente imposible prever, para poderlas eliminar de
antemano, todas las contingencias de una investigación penal, 0
La investigación empezó con buenos augurios, porque el mismo los eventuales indicios que hoy o mañana o al cabo de los tiempos
día de la tragedia las autoridades recibieron una llamada anónirna puedan surgir para el descubrimiento de una conducta criminal. Se
en la que se informaba que el señor Otoniel Escudero era uno de conoce aquello de la tarjeta de visita, caracterizada muchas veces
los autores de la banda criminal que había participado en los por las huellas que deja el mismo delincuente en el lugar del ilícito,
hechos, además de suministrar la dirección de su casa en el barrio por errores en la consumación del mismo. Por eso, el delincuente,
Aranjuez. Con estos datos, el cuerpo de detectives adscritos para por previsivo que sea, por despierta malicia que despliegue para la
colaborar en la investigación allanaron la residencia mencionada. Y eje~ución de sus actos dolosos, por precaución y prudencia a la que
aquí encontraron parte del dinero arrebatado en el atraco, lo mis- quiera someter su conducta antes de la comisión del delito y en los
mo que unos zapatos, unos pantalones y una funda de almohada momentos concomitantes y posteriores a éste, siempre cometerá
con manchas de sangre. Con este resultado positivo se pudo esta- un error, hará un mal cálculo, tendrá una imprevisión, como el
blecer que lo informado en la llamada anónima era cierto, en vista reconocimiento que le hace una persona ya conocida, la identifica-
de lo cual se procedió a la captura de dicho sujeto. ción del vehículo en que se moviliza, la delación de uno de los
Posteriormente, en diligencias de reconocimiento en rueda de cómplices de la organización criminal, o como aquí, cuando se
presos compuesta de diez personas, dos testigos que estaban ahí cerca decomisan unos billetes manchados de sangre que pertenecían, sin
del lugar reconocieron a Otoniel Escudero por haberlo visto ahí lugar a duda alguna, a la remesa robada el día del crimen.
recogiendo el dinero del suelo.
Esos billetes, aún sin vincularlos como indicio grave a la inves-
Por lo anterior, se podría decir que, si Otoniel Escudero no dejó tigación, ya de por sí resultaban sospechosos en poder de Otoniel
huellas en el lugar del delito, sí se las llevó consigo para que luego lo Escudero, en primer lugar por tratarse de una suma considerable
comprometieran inexorable e irrebatiblemente. Se llevó esas hue- de dinero en persona sin oficio conocido, y en segundo lugar por-
llas en las manchas de sangre de sus zapatos, en su vestido, en una que se encontró escondido en varias partes, en unos cajones del
funda de almohada y en los billetes arrebatados por la codicia y el ~rmario, entre una media de hilo, entre cajas de cartón, ropas y
afán de lucro rápido. No se detuvieron siquiera en el respeto a la hbros, según reza el informe de los detectives que realizaron di-
vida de unos hombres humildes a quienes no había necesidad de cho decomiso. Por cierto que ante tanta cantidad de dinero en-
disparar, porque les habría bastado la intin1idación, apuntándoles contrado, los detectives le dijeron al capturado que tenía mds di-
con las ametralladoras y revólveres. Con lo cual se cumplió el agu- nero que un banco, a lo cual contestó: Tienen que probarme esa
do juicio de un criminólogo, SIDNEY SMITH, cuando dijo: afinnacíón.
"En general, se puede decir que nadie va a un lugar y come- Frente a tanta evidencia comprometedora en el crimen, ante tan
te cualquier tipo de acto delictivo, sin que inevitablemente se graves indicios de responsabilidad penal en el atraco y en el asesi-
produzcan estas dos circunstancias: a su paso dejard algún ras- nato, tanto el acusado como su defensor, el doctor Leonardo Val-
PRACTICA FORENSE PENAL LOS BILLETES 129
128

derrama, librarán de este momento en adelante la más absurda y mentira en mentira, inclusive hasta la comisión de cierto delito
torpe conducta orientada a demostrar la inocencia del acusado. para tratar de demostrar la inocencia y derrumbar procesalmente
los graves indjcios de incriminación.
Esa inútil e ingenua batalla la empezó el mismo Otoniel Escu-
dero cuando, para explicar en la indagatoria el origen de dicho Fue lo que ocurrió con las dudas que se quisieron arrojar sobre
dinero, dijo que había sido el regalo de una señora casada con los billetes decomisados y las manchas de sangre. Por fortuna se
quien tenía relaciones sexuales, un obsequio de ella para que se tuvo la previsión de que los billetes que se recogieron en el lugar de
comprara un establecimiento de cantina, pero que como caballero los sucesos, y que los asaltantes no se pudieron apropiar, fueran
que era, ni su1ninistraba el nombre de dicha señora, ni daría el n.úrne- guardados en paquete sellado y lacrado, en la cava de la Colom-
ro de su teléfono, ni entregaría la dirección de su casa, para evztar a biana de Tabaco, y el decomisado a Oto ni el Escudero también fue
dicha señord, enojo y disgusto. depositado, por separado, en paquete cerrado, sellado y lacrado,
por el sistema de valores en custodia, en el Banco Popular, oficina
Pero ocurrió que su mismo defensor no le creyó versión tan in-
principal.
verosímil, porque sostuvo la aún más torpe de las teorías, cuando
argumentó que no habla prueba de que su cliente fuera el dueñ~ del Se decretó una diligencia de inspección ocular, y en ella, los pe-
dinero decornisado, porque bien pudo ser de alguno de sus parzent~s ritos nombrados y posesionados debidamente, recibieron, tanto de
dentro del cuarto grado civil de consanguinidad y segundo de afi~z­ la Colombiana de Tabaco como del Banco popular, los dos paque-
dad, o de un arnigo. Lo asombroso y desconcertante es que tan in- tes de billetes. Y al hacer la confrontación del caso, resultó que
genuo defensor, en el tema trascendental del proce~o, como e~~ el cinco billetes nuevos decomisados a Otoniel Escudero pertenecían a la
del dinero decomisado, el verdadero cuerpo del delzto, contradiJera misma serie y numeración de otros diecisiete billetes recogidos en el
a su propio defendido. ¿Y cómo pensar que pudieran creerle tama- lugar de la tragedia. De donde se concluyó, indefectiblemente, que
ña extravagancia, que en el fondo significaba ~ue su ,...,cliente se. ~s;a­ los billetes encontrados al acusado eran parte de la remesa que fue
ba arriesgando a recibir una pena hasta de :retn~a anos de p~tsion, asaltada. Y tanto los unos como los otros habían salido apenas a la
por encubrir al familiar o al arnigo dueño del d1nero decomisado? circulación,, en la fecha reciente en que fueron entregados en el
Y, para rematar tamaño adefesio, dijo que, de acuerdo con la Banco de la República.
Constitución y la Ley, su cliente no estaba obligado a declarar Ante prueba tan comprometedora, lo primero que se le ocurrió
contra sus familiares. Como quien dice: ¡Respeten el silencio del al abogado defensor es que ese hecho carecía de valor probatorio
acusado sobre los verdaderos dueños del dinero decomisado! en contra de su cliente, porque no se le decomisaron íntegros los cien
Y también, ¿como pudo pensar el acusado que le fueran a creer billetes que debían integrar el manojo entregado a la circulación.
el despropósito que significaba correr el riego de recibir una pena ¡Qué lógica, qué dialéctica la de este defensor! ¡Como si el resto del
hasta de treinta años de prisión, por su galantería, por su caballero- fajo de dinero no hubiera entrado en la distribución con los otros
sidad de encubrir el nombre de la señora casada que le había obse- criminales participantes del asalto!
quiado tan fabulosa suma de dinero para que comprara un estable-
El atrevimiento de la defensa no tuvo límites. En uno de sus in-
cimiento de cantina, y todo por sus favores sexuales? Tanto el tor-
fortunados escritos, formuló estas preguntas:
pe acusado como su vehemente y osado defensor, acosados por la
gravedad de las pruebas de cargo, se dejaron obnubilar tanto en la ((¿Quién puede asegurar que ese fue el dinero decomisado en
conducción de la defensa, que caminaron de tumbo en tumbo, de la casa de Otoniel Escudero? ¿Quién puede dar fe de que fue esa
130 PRACTICA FORENSE PENAL
LOS BILLETES
131
la cantidad decomisada si no estaba presente ningún funciona-
rio con jurisdicción investigativa?" La audacia de la defensa llegó al extremo de sostener que los bi-
lletes materia de la investigación no eran nuevos, como se ha soste-
·Habrase visto tnayor audacia en un defensor? Se sugiere en lo nido, sino qJJe habían entrado a la circulación cinco o seis años
tra~scrito que los detectives, con la más alta dosis de inmoralidad y antes del atraco, por lo cual resultaba absolutamente imposible que
de mala fe, fraguaron la patraña de conseguir billetes de la mi~n1a después de tanto tiempo hayan aparecido ordenados en su numera-
numeración de los recogidos por los empleados de la Colombtana
ción. Y como sospeché que esta tesis sería planteada también en la
de Tabaco, para dejarlos como un indicio grave contra el procesa-
audiencia pública, le sugerí al jurado de conciencia le solicitara al
do. ·Y dónde los iban a encontrar si desde hacía seis años habían
salid~ a la circulación, según otra tnentira de dicho profesional? señor juez, si lo consideraba necesario, decretara una inspección
judicial para una revisión de dichos billetes y establecer si eran vie-
Eso fue enredarse en sus propias espuelas, para decirlo con una
frase acuñada por la sabiduría popular para situaciones semejantes. jos o nuevos. Y así fue como solicitaron la citada diligencia. Nos
trasladamos al Banco Popular. Se abrió la cava donde estaba el
Su afiebrada imaginación lanzó esta otra inconcebible suspicacia, dinero. Fueron sacando fajos y más fajos de billetes pertenecientes
para poner en duda que las manchas de sangre en parte del dinero al proceso, y ninguno relacionado con los billetes que comprome-
decon1isado a su defendido,, no fue de la sangre regada en el teatro de tían seriamente al acusado. Éste y su defensor estaban felices, por-
la tragedia: "Nótese que ese dinero decomisado en la casa de Otoniel
que faltaba el cuerpo del delito, situación que iría a permitirle a la
.Escudero estuvo en poder de los detectives veinticuatro horas, lapso éste
defensa insistir en sus extravagancias sobre esta materia. Sentí la
más que suficiente para que ocurran cost-15 previsibles e imprevisibles y~
causa en peligro. Cuando ya se iba a dar por terminada la diligen-
·Cuáles podrían haber sido entonces aquellas cosas previsibles e cia, porque se había sacado todo el dinero, con resultado negativo,
imPrevisibles que pu~eron ocurrir mn aqu,ellos billetes e~ ,m_anos. de miré al fondo de la cava, y allí se había quedado otro fajo de bille-
los detectives por un tzempo de vezntzcuatro tJoras? 1'~ o es dtftctl adtvl- tes. Al sacarlo el empleado del Banco, se constató que no solo eran
nar las perversas ideas que se agitaban en la mente del señor defen- nuevos sino que tenían una numeración ordenada. Creo que en ese
sor: Que esos billetes fueron pérfidamente manchados de sangre n1omento, los jurados, íntimamente, ya estaban condenando al
para que posteriormente pudieran servir de prueba de cargo contra acusado. ¡Y yo no tuve duda sobre unos veredictos condenatorios
el acusado, lo que habrían hecho los detectives antes de entregárse- por los tres delitos, homicidio y tentativa de homicidio agravados y
los al investigador. ;_Dónde los mancharían de sangre? ¿Volverían al
robo a mano armada, como había sido el llamamiento a juicio!
lugar de la ~ragedi~ para frotarlos ahí contra el pavimento donde
seguramente habría todavía tnanchas de la sangre derrarr1ada por el Al regresar al estrado judicial para continuar la audiencia, sentí
p;gador y el conductor de la Colombiana de Tabaco? ¡Ay, señor dolor en el alma, no solo por las infames argucias con las que se
defensor, qué manera tan poco digna de ejercer esta hermosa profe- buscaba la impunidad de esos crímenes, sino porque con ellos se
sión de abogado! ¿Se podrá pensar por un solo instante que. hasta ese había ofendido no solamente a sus familias, a la empresa, sino a la
extremo de corrupción moral hubieran llegado los detectives? Fra- sociedad entera, porque las víctimas eran dechados de virtud, pa-
guar una maquinación y componenda de es~a .natu~~eza c~nt~a. el radigmas por las excelencias de su ejemplo para las presentes y fu-
acusado; propiciar tamaño engaño a la admtntstractón de JUStlcta; turas generaciones. Y dejándome llevar de esos sentimientos, ex-
proponerse una confabulación tan afrentosa co~tra la lib~rtad de un presé:
ser humano, es algo que a cualquiera le resulta tnconcebtble, por lo
Nosotros_, hasta hace poco mds de dos décadas nos vanaglo-
indigno, por lo repudiable, por lo maquiavélico ¡por lo miserable!
ridbamos porque nuestro pueblo disfrutaba en el exterior de un
PRACTICA FORENSE PENAL LOS BILLETES 133
132

buen nombre; porque la cultura de Occidente había logrado Pero sucedió que los exámenes de laboratorio dieron como re-
desparramar aquí parte de su inmenso follaje y hundir _profun- sultado que, tanto en los billetes decomisados a Otoniel Escudero,
damente sus raíces espirituales; porque esclarecidos varones de como en la fynda de almohada, en los zapatos, y en los pantalones
la inteligencia y del pensamiento hacían conocer nuestra _patria encontrados en su casa, las manchas de sangre pertenecían al mismo
en todos los confines del mundo, por la noble estirpe de su espí- grupo sanguíneo de las víctimas. Y aunque esta coincidencia no po-
ritu, por la reciedumbre moral de su cardcter, por su sabia for- día representar un indicio grave, el hecho preocupó tanto a la de-
mación académica, por los grandes atributos de su inteligencia. fensa, que, para tratar de desvirtuarlo, se llegó hasta la comisión de
Se nos admiraba y se nos mostraba de ejemplo ll través de nues- un grave delito.
tros titanes de la mds depurada oratoria, por los grandes estilis-
tas de la lengua, por nuestros gramdticos, filólogos y poetas, por En cuanto a las manchas de sangre en los pantalones, como
nuestros sabios estadistas, y, en fin, por nuestra decidida y hon- habían sido dos los decomisados, se dijo que no era razonable que
da vocación hacia las disciplinas intelectuales y a las graves fae- su defendido hubiera vestido ese día dos pantalones, uno encima
Juls delpensamiento. del otro. El sofisma quedó evidenciado en el hecho de que las
Ya no se nos recuerda por la visión de estadistas en la perso- manchas de sangre no se detectaron por el laboratorio forense, sino
na de RAFAEL NÚÑEZ. el filósofo de El Cabrero, ni por el verbo en uno de los pantalones. Si se hubiera dicho que en ambos, ahí sí
grandilocuente y huracanado de C01VCHA, ni por el humanis- se habría presentado un serio interrogante.
mo de CARO, ni por la pluma cervantina de SUÁREZ, ni por la Sobre las manchas de sangre en los zapatos, aquí sí voló más la
alada poesía de SIL VA, ni por los atormentados poemas de BAR- imaginación de la defensa. Pues en su desespero llegó a preguntar-
BA JACOB, ni por la magistral palabra en verso y en prosa del
se: '¿Dónde estaba ese charco de sangre? El simple sentido común nos
maestro VALENCIA, ni por las cautivttntes novelas de CARRAS-
enseña que es imposible que se forme un charco de sangre por lesión a
QUILLA. Ya ésta histórica tradición de todos nuestros valores
humanos poco cuenta mds alld de nuestras fronteras patrias. Y un individuo, en breves instantes". Para invertir su frase, se le pudo
lo digo, porque al regresar ahora del viejo continente, después preguntar si cualquier persona, con elemental sentido común podría
de una larga ausencia en plan de estudios, no puedo menos q-ue concluir que sí se formó inmediatamente un charco de sangre, no
recordar, con angustia de colombiano, cómo se nos preguntaba solo por el número y gravedad de las heridas causadas con arma de
si ya había cesado en nuestro país la terrible matanza de nues- fuego, sino también por su localización. O no había leído la dili-
tros campesinos indefenso~~. sometidos al vandalismo de las cua- gencia de necropsia, o se hizo el desentendido para poder afirmar
drillas de malhechores a mano armada; si las autoridlldes ya dicho desatino), porque en esa diligencia, los médicos legistas des-
habían sido capaces de contener la desafiante y tenebrosa orga- cribieron cuatro heridas localizadas en el rostro, región sanguínea
nización de las pandillas de lttracadores, y muchas otras pre- por excelencia. La necropsia describió lesiones en la región fronto-
guntas sobre la terrible orgía de crímenes, el pavoroso desenfre- parietal media, en el lado derecho de la región frontal y debajo del
no de toda clase de criminalidad. Y así es como en esta triste lóbulo de la oreja derecha, con orificios de entrada, fuera de los de
causa, tan llena de fraudes a la administrt1ción de justicia, se
salida en la zona parieto-occipital izquierda y debajo del mentón.
impuso la dictadura de la ametralladora, el terror de los revól-
En definitiva, al igual que sobre las manchas en los billetes deco-
veres sobre los cuerpos de tres hombres dignos que portaban el
misados y en los pantalones, tampoco creyó en la fidelidad de la
dinero para pagar los salarios a los servidores de la Colombiana
de Tabaco. ¡Ésta ha sido la horrible noche de Colombia, y sabe prueba con las manchas de sangre en los zapatos. Se le olvidó que
Dios, cudndo nos purificaremos de tanta maldad, para ver si uno de los testigos presenciales de la tragedia identificó a su defen-
algún día logramos reivindicar su nombre puro! dido recogiendo afanosamente billetes del suelo.
134 PRACTICA FORENSE PENAL LOS BILLETES 135

Y como estas malditas manchas de sangre siguen persiguiendo mujer. Entonces empezó a funcionar la trama, el engaño, buscar
como un fantasma al acusado y a su defensor, veamos la conducta que el grupo sanguíneo de la amante de Escudero fuera del mismo
criminal en torno a las manchas de sangre en la funda de la almo- grupo O de <ion Aníbal Madrigal, y así demostrar que ninguna
hada. relación sospechosa podría tener esta coincidencia con el crimen.
Cuando aquel testigo reconoció a Otoniel Escudero en rueda Pero el problema se presentaba en que el grupo sanguíneo de Za-
de presos:~ dijo haberlo visto recogiendo dinero del suelo el cual bala no era O. ¿Cómo resolver entonces el problema? Había que
echaba en un talego de tela, que resultó ser la funda de almohada encontrar a la persona que tuviera ese grupo sanguíneo y sustituye-
decomisada en su casa, porque tenía manchas de sangre. Si no las ra en el examen a Zabela Velásquez, porque la sangre de ésta per-
hubiera tenido, es obvio que no la habrían decomisado. tenecía al grupo A. El defensor, al solicitar la prueba, dijo: "Me
propongo probar que la señora Zabela Velásquez tiene el mismo
Y resultó que el acusado, igual de desesperado como su defensor grupo sanguíneo del occiso Aníbal Madrigal Mejía y de los lesionados
por el acoso procesal de las pruebas de cargo, pretendió llevarle a la Guillermo Toro y Medardo Moreno". ¿Pero cómo no iba a saber que
justicia el convencimiento de que esas manchas de sangre en la la amante de su defendido no tenía el mismo grupo sanguíneo de don
funda de almohada no tenían relación alguna con el crimen, sino
Aníbal Madrigal Afejía y demds víctimas? ¿O sí lo sabría? ¿Por qué
con otras manchas de sangre a causa de que rnucho antes del atraco
se atrevería a afirmar en su memorial, que iba a probar que la seño-
había herido en la cabeza con el tacón de un zapato a su amante Za- ra Zabela V elásquez y el occiso y compañeros de infortunio tenían
bela Veldsquez. el mismo grupo sanguíneo?
Dicha amante fue enviada de inmediato a los médicos legistas, Pero ocurrió que del laboratorio llamaron al juzgado para in-
para que, previa observación, dictaminaran sobre si presentaba formar que la persona que se había presentado al examen no era la
cicatrices o lesiones recientes. Y la respuesta fue negativa. Agrega- misma del oficio, es decir, Zabela Velásquez. Fue cuando el secre-
ron que dicho resultado estaba referido a los tres últimos meses:~ es tario que conocía a ésta se trasladó a dicho laboratorio, y, cuando
decir:, explicamos, hasta setent.a días antes del atraco. Y su propia llegó, la persona que se había presentado para el examen había des-
amante lo desmintió, cuando en declaración bajo juramento dijo aparecido y dejado allí la cédula de su hermana Zabela. Cogidos
"A mí no me hirió; un día me dio un puño en las narices y se me con las n1anos sobre la masa, la tal Zabela, al hacerla comparecer al
vino la sangre, me limpié en la bata, en la camisa de dormir y la al- despacho para dar explicaciones sobre lo ocurrido, al igual que
mo/Jada . : Escudero, su amante, y el defensor, acudió a la más ingenua de las
Pero refutada aún así científicamente la colosal mentira, se ur- explicaciones, al decir que una hennana suya, que era alocada, le
dió otra, ésta sí de carácter criminal. ¡En los campos de la defensa había sustraído el oficio para los médicos, lo mismo que su cédula de
existía mucho desasosiego y preocupación por esas malditas man- ciudadanía, ~y que con dichos documentos se había presentado al labo-
chas de sangre del mismo tipo de sangre de don Aníbal Madrigal ratorio para efecto del examen. ¡Es que carecen hasta de una brizna
Mejía, el occiso! de ingenio o de malicia para fraguar una mentira!
Intrigado el investigador, solicitó un examen del laboratorio fo- En todo caso, quienes plantearon y dirigieron toda esta panto-
rense para que se determinara si la sangre de la funda de ahnohada mima sabían con absoluta seguridad que la persona que se presen-
sí pertenecía al mismo grupo de la Zabela V elásquez. Y el funcio- tó al examen de laboratorio en reemplazo de Zabela Velásquez
nario instructor, ingenuo y confiado le entregó el oficio a la misma tenía su sangre del mismo grupo de las víctimas en dicha causa. T am-
136 PRACTICA FORENSE PENAL LOS BILLETES 137

bién sabían que el examen de la sangre de Zabela no serviría para de los demds responsables. Esos veredictos condenatorios servirdn
coadyuvar a las pretensiones de la maniobra judicial que se fragua- también para que simbólicamente la cruel dictadura de la
ba entre bastidores, porque ya, cuando ella fue enviada al laborato- ametrall¡zdora sea derrocada por el legítimo imperio de la Ley y
rio custodiada por un agente de policía para evitar otra suplantación, de la justicia; para que los hombres de bien sientan un poco
al hacerle el examen de sangre, dio como resultado A, RH Positivo. más de protección ante la inmisericordia de los malvados; para
que así se restañe un poco una de las tantas heridas aue ha re-
Lo cierto es que jamás en mi vida profesional había conocido cibido nuestra sociedad despavorida y casi indefensa ;nte el cri-
un proceso como éste, donde se hubiera hecho gala de tanta auda- men; y, en fin, para que, como en la dura pero justa sentencia
cia, mentira, de tanta suspicacia, frenesí por luchar contra la ver- de JOB, "aquéllos que aran la iniquidad y siembran la perver-
dad, de tanto delirio por imponer la falacia desfachatez para tratar sidad sean condenados"*.
de engañar a la justicia.
Terminamos así nuestra acusación:
He llegado al final de mi intervención. Tuvo que ser muy
extensa, porque me sentía con el compromiso de desentrañar las
verdades y mentiras de este proceso, para asl _presentaros situa-
ciones claras, mostraros todas las foentes de incriminación, sa-
car de las corrientes procestlles todas las pruebas que comprome-
ten gravemente al acusado y las que pretendieron pérfidamente
para que lo absolvieran de estos crímenes. Tal vez haya estado
un poco apasionado, pero es que hay veces que el dnimo se
enardece cuando advertimos que con maniobras prohibidas por
la moral por la ética .Y por la Ley, se quieren entorpecer los ca-
minos de la justicia, como se ha pretendido a lo largo de estos
años de investigación y juzgamiento. Y si la palabra ha tenido
aquí' duros acentos de beligerancia, es porque entendemos que
para la protección de la fuerte textura de las ideas, cutmdo se
estd dentro de los campos del derecho y de la justicia, es preciso
que en la controversia desde estas tribuna~s se vierta todo el calor
humano, y que el mensaJe que así entreguemos tenga algo así
como la resonancia de una proclama.
Consecuente entonces con lo que generosamente me habéis
escuchado, serenamente, tranquilamente, con el mds alto reposo
de mi espíritu, sin la mds mínima duda que pudiera perturbar
mi conciencia y haciéndome únicamente vocero de ella, solicito
a los señores del jurado que a todos los cuestionarios que os han
sido presentados contestéis que sí es responsable. Afirmdndolo
así, haréis apenas un mínimo de justicia sobre tan nefando
crimen, ya que el acusado ha preferido quedarse con el secreto Los veredictos fueron condenatorios.
CAPÍTULO XIII
EL EXAMEN
"Batirse contra las leyes, por arcaicas, por equivocadas,
por imposibles, es un deber primordial de los que pedimos justicia'~
(ÁNGEL OSSORIO, El abogado)

Los exámenes finales en la Universidad de Roma, donde estu-


diaba Derecho Penal y Criminología, constituían un verdadero
martirio mentaL Un mes antes terminaba el año académico, tiem-
po durante el cual deberíamos prepararnos para presentar, seguidos
uno de otro, en el mismo día, examen sobre trece materias ante
cinco jurados. En tan poco tiempo para repasar tantas asignaturas,
daba sosiego la puntualidad a las clases, haber ido avanzando en el
estudio parejo con el curso, y, en fin, lo que se hubiera acumulado
en conocimientos durante el año. Pero tuve un serio problema que
me obligó a dedicarle más tiempo al estudio de la Psicología Judi-
cial, porque el profesor, al clausurar el año académico, se lamentó
por no haber podido cumplir su programa, porque yo no había
dejado dictar clase.
Esto lo decía por las permanentes controversias que le planteaba
en su cátedra. Pensé que por dicha razón iría a llegar al examen
prevenido contra mí, con preguntas difíciles de responder. Y creo
que el profesor también pensaba en esta preocupación mía, por-
que, cuando llegué al jurado presidido por él, como para demos-
trarme su ninguna prevención, le solicitó al profesor BENIGNO DI
TULLIO que fuera él quien me examinara. DI TULLIO era en ese
momento el más grande tratadista en Psiquiatría Forense, cuya
clase nos dictaba en la cárcel de Rebibbia, en las afueras de Roma,
lugar de reclusión de quienes habían cometido graves delitos en
estado de perturbación mental.
El problema lo tuve con el jurado siguiente, en las materias de
Derecho Penal y de Procedimiento, cuyos profesores eran los más
grandes penalistas del país, GIOVANNI LEONE y GIULW>JO VASA-
LLI. Llegué muy tranquilo, con plena conciencia de estar prepara-
140 PRACTICA FORENSE PENAL EL EXAMEN 141

do para responder cualquier pregunta que me formularan. El exa- un silencio absoluto. Después, el profesor LEONE, con el índice de
men empezó con una invitación del profesor LEONE para que di- su mano derecha hacia mí, dijo:
sertara sobre penas y medidas de seguridad. Íntimamente me regoci- SeñoP" Londoño. Hemos escuchado muy atentamente su fu-
jé con el tema y en su desarrollo me recreé tanto que alcancé a de- riostl arremetida contra la legislación penal italiana, en mate-
cir en forma insólita, ya para terminar: ria de penas y medidas de seguridad Para increparnos nuestros
En Colombia imitamos el código penal italiano, pero tuvi- errores en la materia nos ha recordado que ésta es la cuna del
mos la suficiente inteligencia para no copiar sus barbaridades derecho, y ademds ha sugerido que hemos traicionado los eter-
jurídicas como aquéllas del llamado doppio binario en la apli- nos principios que nos legaron CESARE BECCARIA, FRANCESCO
cación de las penas J' medidas de seguridad a los inimputables. CARRARA y demds pensadores en la ciencia de los delitos y de las
Es que la ciencia del derecho y la ciencia de la psiquüJtría tie- penas. No vamos a criticar todo el énfasis suyo, toda su vehe-
nen que repudiar el absurdo de que a una persona se le pueda mencia en este examen para formularnos tan severas críticas
condenar tanto a una pena como a una medida de seguridad hacia el código penal que nos rige y sobre el cual lo estamos
por el delito cometido. Nosotros le aplicamos al condenado en examinando. Nos honra mucho que en Colombia hayan tenido
un estado de grave anomalía síquica permanente o transitoria, como modelo nuestro código penal para su propia legislación,
únicamente rnedidt-1S de seguridttd, un tratamiento psiquidtrico así no hayan adoptado las barbaridades jurídicas del nuestro,
en clínica u hospital mental, y cuando ya no hay necesidad de según sus palabras. Peroy mire, señor Londoño, usted ha tenido
esto último, lo d~iamos en libertad y no, como hace la justicút tanta razón en toda la crítica que le hemos escuchado que, pre-
italiana, después de recuperarle su salud psíquica, enviarlo t1 cisamente he presentado a la t-1Ctuallegislatura del Senado de la
un presidio a pagar una pena. Esto .no puede ser concebible en República, un proyecto de Ley modificando esas instituciones
la cuna del derecho, aquí adonde vienen a estudiar de todo el jurídicas a las cuales usted se ha referido.
mundo la ciencia del delito y de las penas, el tratamiento que se ¡Salí del examen, bañado en agua de rosas!
le debe dar al delincuente enfermo mental. Ese no fue el pen-
Años después, GIOVANNI LEONE fue elegido Presidente de Ita-
samiento grandioso de un CESA.R]j' BECCARIA, de un FRANCESCO
CAl?RARA, el jlyfiguel Ángel del Derecho Penal, ni de un GIU-
lia. Y, estando en dicho cargo, escribí mi primer libro De la captu-
SEPPE BETTIOL, ni de tantos beneméritos tratadistas que han
ra a la excarcelación. Le envié un ejemplar. Y la respuesta no se
trazado los verdaderos caminos en la aplicación de la Ley pe- hizo esperar. Me dijo que ya había empezado a leerlo, y me prome-
nal. lvunca, por elemental justicia, nunca en una adecuada tió citarlo en una próxima edición de su Tratado de derecho pro-
aplicación del derecho, tl un enfermo mental que ha violado la cesal penal Pero lo más conmovedor fue el final de dicha carta.
le_y, se le puede enviar a un presidio. Sería ofender la dignidad Me dijo que si algún día volvía a Ro1na durante su mandato presi-
humana, sería castigarlo por haber padecido una grave enfer- dencial, me encarecía que lo visitara en El Quirinale, el Palacio
medad del espíritu al momento de cometer el hecho punible. presidencial, para lo cual me suministró sus teléfonos privados para
Cuando terminé, me dije mentaln1ente: ¿Pero yo por qué dia- comunicarse únicamente con su familia y sus ministros.
blos me atreví, sin necesidad, a una crítica tan tremenda a la legis- Esa posibilidad nunca pasó por mi mente. Pero un día, invitado
lación y justicia italianas, frente a personajes tan eminentes del por el Gobierno español, viajé a Madrid con Alfonso Reyes
Foro romano? l'v1ientras hablaba, en italiano desde luego, advertía Echandía y demás compañeros de la Comisión Redactora del Có-
cierto asombro y perplejidad en los jurados, por lo que estaban digo Penal Tipo para América Latina. Los juristas españoles que-
escuchando con tanta irreverencia. Durante unos segundos, reinó rían que una de nuestras sesiones fuera en Madrid.
142 PRACTICA FORENSE PENAL

Entonces aproveché la oportunidad para regresar a Roma. ¡Lle-


vaba la carta del Presidente de la República de Italia invitándome a
visitarlo en su Palacio! Dada mi timidez patológica, ¿sería capaz de CAPÍTULO XIV
llamarlo?
EL CÓNDOR
El viaje fue una delicia, visitando de nuevo Milán, Venecia, Flo-
rencia, Pisa. Soñaba con la expectativa de la llegada a Roma, donde "He visto el asesinato en mí camino,
y tenía la cara de Castleraugh ':
volvería a recorrer aquellas calles y sitios tan llenos de historia, los
(SHELLEY)
lugares que frecuentaba en mi permanencia allí de estudiante de la
Universidad de Rorna, la más famosa del mundo en materia de la Con ese apodo lo conocían, pero su nombre era León María
enseñanza del Derecho Penal. Lozano. Ese alias debió ser como reconocimiento a su más alta
jerarquía dentro de esas huestes de asesinos que, bautizados como
Ese viaje fue en un confortable bus de turismo, con un guía en
los pdjaros, sembraba el terror en todo el Valle del Cauca. Su cen-
español. Como en Roma íbamos a tener tres días libres para nues-
tro de delincuencia era la ciudad de Tuluá, pero con influencia en
tros respectivos programas, el guía empezó a preguntar a cada pa-
todo el departamento. La tenebrosa violencia que desataba tenía
sajero si teníamos alg-ún familiar o alguien conocido a quien visitar
exclusivamente móviles políticos. Estábamos en la feroz guerra no
en dicha ciudad. Todos iban contestando: un hijo, un hermano,
declarada de mediados del siglo pasado, entre los dos partidos polí-
un cuñado, una tía, un primo, un amigo, etc. Yo ocupaba uno de
ticos, el Liberal y el Conservador.
los últimos asientos, pero mientras llegaba mi turno pensaba en la
respuesta cierta que podía dar: La t'tnica persona que conozco en El mismo día en que terminé mis estudios de Derecho en la
Roma es al actual Presidente de la República, doctor GIOVANNI Universidad Pontificia Bolivariana, llegó a la Presidencia del Tri-
LEONE, y tengo una invitación escrita de él para visitarlo. Cuando bunal Superior de Medellín un telegrama del Ministerio de Justicia
llegó el guía a preguntarme, le contesté: A nadie. Si le hubiera di- en el cual se me designaba como Juez 73 de Instrucción Criminal,
cho la verdad de que era la única persona conocida en Roma a adscrito a la Tercera Brigada de la ciudad de Cali. En esta ciudad
quien podía visitar, me habría creído un demente o un fanfarrón. laboré algún tiempo hasta cuando empezaron las comisiones a dis-
Y los pasajeros, tal vez se habrían burlado de mí. En los tres días tintas ciudades del departamento. Para tales fines, el Comandante
que anduve por la Ciudad Eterntl, no tuve la mínima tentación por de la Tercera Brigada, el general Mariano Os pina Rodríguez, firmó
llamar al Presidente. ¡Y pasé varias veces frente al Palacio del Qui- una carta para que en las respectivas guarniciones militares me su-
rinale desde donde regía los destinos de Italia quien me había en- ministraran oficina, lo mismo que alojamiento para mi seguridad
viado una carta donde me invitaba a visitarlo! personal.
N o sé si tanta generosidad de su parte fue por haber sido su Siempre vivía con el temor de una comisión al municipio de
alumno, por el libro que le envié o por el examen de Derecho Pe- Tuluá. Dicha ciudad vivía bajo el pánico que causaba el imperio
nal donde él terminó por darme la razón en mi diatriba contra de la violencia que allí ejercía El Cóndor. Su fama era ya nacional
algunos aspectos de la legislación de Italia. por las atrocidades que se le atribuían, por su conducta tenebrosa.
Estando en el Comando Militar de Cartago llegó el maldito tele-
grama de trasladarme a Tuluá y hacerme cargo de las investigacio-
nes por los crímenes que allí se cometieran a partir de mi llegada.
PRACTICA FORENSE PENAL ELCONDOR 145
144

Sabía que en ese lugar mi vida iría a estar en permanente peligro. con el argumento de que yo era el único juez capaz de encarcelar a
Con la gravísima desventaja de que en dicha ciudad no existía nin- dicho señor. Ninguno de los jueces que tenían procesos en su
guna guarnición militar donde pudiera alojanne, pero tampoco contra, por fundados temores a perder sus vidas, habían tenido la
podía hacerlo en un Comando de la Policía, porque ésta se encon- temeridad de llevarlo a prisión.
traba muy involucrada en la violencia que padecía el municipio. Pero ocurrió que en la espera de la aceptación de mi renuncia
Quedaba la opción de solicitar posada en la casa de un tío. Allí se me citó para actuar como juez en un consejo verbal de guerra
estuve algún tiempo, hasta cuando un día se me dijo que debería en el Comando de la Tercera Brigada de Cali. Viajé en tren. Al
buscar alojamiento en otra parte. No recibí explicaciones, y nunca llegar a la ciudad me dirigí a dicho Comando. Y cuando entré a
supe la razón de dicha decisión. la oficina del señor Comandante, advertí que estaba conversando
Por fuera de ese hogar estaba en mayor peligro mi vida. Pero, por teléfono, y, al verme, le dijo a su interlocutor: Precisamente en
obligadamente tuve que alojarme en un hotel. Para ir a la oficina, este rnomento acaba de llegar a mi oficina. Tomé asiento con la
me moría de nüedo. Como que en el ambiente se respiraba el te- natural expectativa de saber quién al otro lado de la línea estaba
mor de las gentes. Las personas de filiación política distinta a la del hablando de mí, y en qué sentido. Cuando terminó, me dijo: Me
señor León María Lozano), es decir, los liberales, sabían que sus acaba de infonnar el señor Gobernador, doctor Nicolds Borrero Ola-
vidas estaban en las manos de dicho personaje. no, que a__ usted lo vienen siguiendo desde T ulud dos sujetos para ase-
sinarlo. Esta es la descripción y sus nombres. Inmediatamente llamó
Hasta que un día llegó a mi oficina, con cuatro de sus escoltas,
a un oficial y le impartió la orden de captura de dichos sujetos,
cuatro matones que con su sola presencia infundían miedo. Se
vivos o muertos.
notaba que estaban bien armados. Ya lo conocía, porque en una
reunión convocada para estudiar algunos problernas de la ciudad, N o cabía la menor duda de que se trataba de unos sicarios al
alguien me lo mostró. Pero cuando llegó a mi oficina, simulé no servicio de León María Lozano. Pero mis interrogantes eran mu-
conocerlo, y simplemente lo saludé. Dio su nombre, y dijo: vengo chos: ¿Por qué el señor gobernador Borrero Olano tenía conoci-
a presenttzrme. Le contesté: Yo no tengo ningún sumario contra usted, miento de todos mis pasos, desde mi salida de Tuluá en tren hasta
don León María. Entonces me contestó: Pero le van a llegar. Y aquí el despacho del señor Comandante de la Brigada? ¿Esto tendría
le dejo la dirección de mi casa y rnís tel0fonos para cuando me necesite. que ver con las acusaciones que se le hacían de ser uno de los pa-
Y se despidió con ostentosa arrogancia. trocinadores de la violencia política en el Valle del Cauca? ¿Hasta
dónde llegaba su animadversión hacia mi investidura de juez, por-
Lo que hice fue darle gracias a Dios, porque pocos días antes que un día, ante un telegrama suyo para reclamarme por unas de-
había presentado renuncia al cargo, y sólo esperaba se me comuni- tenciones, le contesté que él no tenía ninguna autoridad moral
cara la aceptación para abandonar el lugar. para hacerme dichos reclamos? ¿Por qué en una visita que le hizo
Veinte años después vine a saber por qué El Cóndor estaba in- el doctor Luis 1\Tavarro Os pina, cuando éste compartía con el doc-
formado de que los procesos penales en su contra los iban a remitir tor Laurean o Gótnez la Dirección Nacional del Partido Conserva-
a mi despacho judicial. Lo habían decidido en una reunión a altí- dor, le pidió el favor de gestionar mi traslado a otro departamento,
simo nivel en el despacho del señor Ministro de Justicia. Con la porque yo era un juez de filiación liberal que estaba persiguiendo a
presencia del doctor Pedro Nel Rueda Uribe, Iviinistro de Gobier- los conservadores? Y después, ¿por qué me salvó la vida, informán-
no, y el comandante de la Tercera Brigada de Cali, el general Ma- dole al Comandante de la Brigada que dos sicarios andaban tras de
riano Ospina Rodríguez, se había tomado dicha determinación, mis pasos para matarme? N un ca lo supe.
PRACTICA FORENSE PENAL
146

No podía regresar a Tuluá. El secretario se encargó de entregar


la oficina y remitir a la Tercera Brigada los expedientes levantados.
Volví a Cartago donde recibí la aceptación de rni renuncia. De no CAPÍTULO XV
haber tomado esta decisión, todos los procesos penales contra El POBRES DIABLOS
Cóndor habrían llegado a tni oficina, por decisión del alto Gobier- ((En el tribunal se debería estar con igual recogimiento
no. ¡Y Así pude salvar mi vida!. que en la Iglesia. Los antiguos han reconocido
un cardcter sagrado al imputado.
Aquí no hay sino unas breves pinceladas sobre tan tenebroso
personaje que hizo derramar tanta sangre y !lenar de tanta desola- (CARNELUTTI, Las miserias del proceso penal)
ción el Valle del Cauca. Después, Gustavo Alvarez Gardeazáballo En la vida profesional suelen presentarse situaciones que produ-
retrató de cuerpo entero en su novela C7óndores no entierran todos cen asombro y desilusión. U nas veces es la amarga ingratitud del
los días. diente después de una exitosa defensa que lo libró de muchos años
En mis ll1ernorias de un penalista escribí como amargo recuerdo de prisión; otras es el disgusto en la lectura de una providencia
esos días azarosos que me tocó vivir en esa comarca a la que le judicial con desconocimiento absoluto de los mandatos del dere-
habían escamoteado su embrujo e idilio de otros tiempos: cho y los principios de la justicia; y una que otra vez, cuando en la
controversia judicial nos vemos enfrentados a un colega que sabe-
Dejaba una tierra que, si bien sirvió para adquirir mis mos. carece de escrúpulos morales y éticos para buscar los fines que
primeras experiencias como juez de la República_, me sembraba persigue.
profitndas huellas de dolor en el alma, porque todos los días
presenciaba los frutos del odio y la venganza por sentimiento Contrario a esas situaciones de desagrado, nos hemos encontrado
partidista. Vi correr mucha sangre. La muerte me acechó varias con otras que nos han sorprendido, por la extraña conducta de los
veces. Y siempre me esforcé por no equivocarme al administrar personajes. U na de ellas fue la de alguien que llegó a mi oficina a
justicia, respetando por sobre todo la libertad del hombre, solicitar un concepto sobre un problen1a judicial que lo tenía aco-
quien jamds debe perderla sino por graves indicios de su respon- bardado. I)e entrada dijo que llevaba sólo unos días de haber salido
sabilidad penal. de la cárcel después de sufrir una condena por el delito de robo,
pero que con él se había cometido una injusticia, porque era inocen-
te. En lo que más insistía era en que se le había irrogado también
una pena moral muy grande como la de pérdida de su reputación,
por las noticias suministradas en la prensa escrita, cuyos recortes me
mostró. Contó además de todas las oficinas tanto judiciales como
administrativas a las cuales había acudido, sin que ninguna le hubie-
ra podido resolver su problema.
Desde un principio advertí que el pobre hombre estaba libran-
do una batalla completamente inútil; sin embargo se negaba a ad-
mitir que esa condena injusta ya no podía ser revocada. Así se lo
manifesté, explicándole en términos muy comprensibles, por qué
ya nada se podía hacer. Abandonó mi oficina con expresión de una
Inmensa amargura.
148 PRACTICA FORENSE PENAL POBRES DIABLOS
149
Pero el porfiado personaje volvió por segunda y tercera vez. Al- cumplir con sus deberes profesionales. Además, la prueba que
gún deterioro mental debió haber estado padeciend~. Y en esta sirvió para la condena era una prueba muy débil, susceptible de
última entregó un sobre donde tenía una buena canndad de do- muchos argwnentos para refutarla. Saqué entonces la conclusión
cumentos sobre su caso, para que se los estudiara y le diera un con- de que tal vez era inocente, pero que ya era imposible remediar la
cepto. Me dí cuenta de que tenía que revestirme de una infinita situación, máxime cuando había pagado su pena. Esta circuns-
paciencia para atender estas citas, porque sospechaba que el pobre tancia fue la que más me llevó a pensar en la probable inocencia
diablo seguía alimentando su esperanza de una solución favorable. de este infeliz consternado que llevaba meses implorando una
No fui capaz de negarme a atenderlo. Y sabiendo que nada se po- imposible justicia.
día hacer en su favor, acepté que me dejara todos sus papeles, que
los estudiaría, y, además, le prometí ir al juzgado a leer su expe- El dolor que reflejaban sus palabras, las lágrimas que humedecí-
diente. Todo sin el cobro de honorarios. Buscaba una manera sua- an sus ojos, la tristeza con que contaba su caso, el trauma moral
ve de que desistiera de seguir visitando mi oficina, porque sospe- que lo afligía por esa condena que había sido pública, me hicieron
sentir mal, muy mal, interrogándome sobre el posible error judicial
chaba que tuviera algún trastorno mental y quería colaborarle a
en que se pudo incurrir; pensando en el indigno defensor que no
que entendiera que nada se podía hacer.
hizo nada en su favor, al igual que en la justicia sin alma y sin co-
Empecé a compadecerme del hombre cuando me contaba con razón, solamente aferrada a los incisos y parágrafos de los códigos y
evidente amargura cómo con grandes sacrificios había ido al Mi- de las leyes penales.
nisterio de Justicia y a la Procuraduría General de la Nación, con
N un ca he conocido un caso igual a éste, donde un reo salga de
resultados negativos, lo mismo que en Medellín, con sus visitas a la la cárcel después de haber pagado una pena a tres años de prisión,
Personería Municipal, al Tribunal Superior, a la Fiscalía, al Juzga- diciendo a los cuatro vientos que es inocente y que esa condena
do, al Defensor del Pueblo, etc. Algunas veces lograba que el con- tienen que revocársela, porque está afectando moralmente su vida
cepto negativo se lo dieran por escrito. y la de su familia.
En el sobre que me entregó figuraban las copias de sentencia En su obsesión por pretender que todavía podían absolverlo
condenatoria de primera y de segunda instancia, los recortes de cuando su condena había hecho tránsito a cosa juzgada, habría
prensa donde se informaba del delito que había cornetido y de la estado mucho tiempo, de puerta en puerta de despachos judiciales,
condena, los escritos donde le habían contestado sus torpes merrto- administrativos, del Ministerio Público y de abogados, sin que se
riales que pedían solución a su injusta condena, a pesar de todo lo diera por vencido ante la unanimidad de conceptos negativos o
cual seguía alegando su inocencia. desdenes por sus extravagantes peticiones, con destinatarios equi-
No quise engañarlo simulando que había estudiado sus docu- vocados y fuera de lugar.
mentos y el proceso, sino que estudié toda su documentación, lo De mi oficina salió, quién sabe hasta por cuanto tiempo más,
mismo que su expediente, para llegar a la nlisma conclusión de para seguir buscando se compadecieran de él y le ofrecieran la so-
que nada se podía hacer, porque los términos para interponer lución favorable que con tanto empeño buscaba.
cualquier recurso habían vencido desde pocos días después de que Con dolor del alma le devolví su documentación. ¡Con qué gus-
le confirmaran la condena, es decir, hacía aproximadamente dos to habría presentado un recurso de revisión de su causa ante la
años ..Al estudiar dicha causa encontré que no había tenido defen- Corte Suprema de Justicia, pero no existían los elementos probato-
sa, porque el abogado de oficio que le habían designado, no supo rios para intentarlo!.
POBRES DIABLOS 151
PRACTICA FORENSE PENAL
150
pobres de una de las comunas de la ciudad. Recibió el dinero, fir-
Después de haber conocido la causa levantada en su contra,
mó c~n su pr?pio nom~re y número de cédula el recibo de entrega
pensé que tal vez si era inocente, que si hubiera tenido un defensor
del du~ero, dio l.as gracias, y se despidió. Salió tranquilo, caminó
más responsable, este pobre hombre no habría estado en tantas e
despacio hasta. cuando momentos después los detectives lo captu-
inútiles visitas, en un desesperado clamor de justicia, una justicia
raron y decomisaron los quinientos mil pesos recibidos.
que ya nunca le llegaría, si en verdad era inocente.
Así. no. actúa .un delincuente en sano juicio. Ni el más ingenuo
Tal vez murió llevando consigo el peso de una enorme pena
extorsionista. NI una sola palabra que llevara velada una retaliación
moral porque su nombre salió publicado en los periódicos como
por la negativa a dar la cuota, en la llamada telefónica del día ante-
responsable de un delito de robo que no cometió.
rior. Ni al recibir el dinero se hizo advertencia alguna que pudiera
Otro pobre diablo a quien infortunadamente me tocó acusar preocupar al empresario. A simple vista, el hombre llegó como a
como representante de la Parte Civil, füe a alguien que sufrió la cobrar una cuenta, firmar el recibo, y nada más.
desgracia de un irresponsable defensor de oficio que no cumplió
. _R~sultó que al solicitar a las autoridades por los antecedentes
sus deberes que le ordenaban la Ley y la ética profesional.
JUdlcl~les o de policía del sujeto, llegaron copias de las sentencias
Los hechos materia de la investigación consistían en que el suje- de pnmera y de segunda instancia, por un caso idéntico al ante-
to acusado había llamado por teléfono a un empresario para decirle rior. Era rei~~idente en la misma modalidad de delito: pedir dine-
que representaba a una fundación encargada de recoger dinero ro para los ntnos pobres de una comuna de la ciudad.
para la atención de niños pobres en uno de los barrios marginales
de la ciudad, y que, para tales fines, a él se le había asignado una Esto me afirmó aún más la creencia de estar frente a una perso-
cuota de quinientos mil pesos, por los cuales iría al día siguiente a na que padecía alg~n grado de perturbación mental. Porque resul-
ta comple~a.~ente tncreí~le q~e se pueda reincidir tan torpemente
las nueve de la mañana.
en la comision de un dehto. Y que además llegue acometerse con
'U na persona que no esté perturbada mentalmente no va a co- t~nta confianza en que no se le tenderá una celada, que no correrá
meter este desatino, porque sabe que nadie, por ingenuo que sea, nesgo alguno. La experiencia padecida con la captura anterior de-
iba a creer esa fábula. Se podría pensar en algo parecido a una ex- bería habe~1? llenado de precauciones para evitar la segunda y vol-
torsión disimulada, como las llamadas vacunas que impone la de- v-er a la pns1ón. Un ~echo de esta naturaleza no se explicaría sino
lincuencia común con diferentes pretextos. por una conducta baJO un estado de descontrol de los frenos in-
El empresario se comunicó con el detectivismo y le suministró hibitorios, o, lo más absurdo, por querer regresar a la cárcel.
toda la información, Se convino que aquél tendría el dinero listo,
En mi condición de abogado de la Parte Civil no me corres-
esperaría al delincuente, y se lo entregaría. Mientras tanto, un de-
pondía invadir los terrenos propios de la defensa, como hubiera
tective permanecería con el empresario, simulando ser su emplea-
sido ~1 soli~itar un .e~amen psiquiátrico del acusado, para con ello
do, y otros a la salida de la en1presa para capturar al individuo.
definu su lmp_utabthdad penal. Y al inepto y negligente defensor
Todo se cumplió como estaba previsto. El sujeto llegó a la hora no se le o~urnó q~~ su defendido podría estar dentro de alguna
convenida la víspera. Tenía unos veinticinco años, de rostro apaci- causal de Inculpabihdad, mucho menos a los indiferentes juez y
ble, de buenas maneras, sin amenazas, desarmado. Nada en su as- fiscal de la causa.
pecto exterior, ni en su actitud, ni en sus palabras podía hacer pen-
~~mo la prueba de autoría era evidente, y ninguna sobre incul-
sar en un delincuente que infundiera miedo. Llegó sólo y sin cau-
pabllidad, con mucho desgano tuve que solicitar su condena. U na
telas. Repitió que los fines de aquella cuota eran para los niños
PRACTICA FORENSE PENAL POBRES DIABLOS 153
152
mer banco que vio. Miró a la cajera, empuñaba la pistola con
condena que era perfectamente previsible, como en efecto ocurrió.
el cañón apuntando hacia abajo. Tenía la boca seca. En voz
Habría quedado más tranquilo con una peritación psiquiátrica que
muy baja, dijo:
después hubiera fundamentado una sentencia con calificación de
-Necesito dinero. Le ruego que me perdone. Lo necesito de
inimputable, aun con su libertad inmediata. veras'~'
Lo más insólito ocurrió después. El empresario víctima del deli- Al principio ella no le entendió, pero luego le dio el dinero.
to lo visitó algunas veces en la cárcel y le ayudó económicamente. Mds tarde afirmó que había sentido "ldstima '~ Sacó el dinero
No por miedo a una represalia cuando saliera libre, sino por ver- de un montón preparado para los atracos y accionó con ello una
dadero espíritu humanitario. Entendió que no se trataba de un alarma silenciosa. Él lo cogió, dejó la pistola en el mostrador y
peligroso delincuente, sino de un ingenuo desamparado víc.t~m.a tal dijo:
vez de una grave dolencia mentaL ¡Y cuando el preso saho hbre, -Lo siento muchísimo. Le ruego que me disculpe.
fue a la empresa a saludar a su víctima de años atrás, y a darle las Delante del banco había una zona verde. Ya no tenía fuer-
gracias! za para salir corriendo. Anduvo muy despacio, se sentó y se li-
Este proceso, en muchos aspectos, tiene enorme semejanz~ con mitó a esperar.
el caso narrado por el penalista alemán, Ferdinand von Schuach, La semejanza es que en ambos casos en delitos de tanta gravedad
en su libro Crímenes. los delincuentes obraron solos; ambos utilizaron buenos modales en
El protagonista, un tal Michalka, de nacionalidad alemana,. des- el tratamiento a sus víctimas; ningún atracador de bancos lo hace
pués de haber estado en prisión durante tres años, le concedieron con el cañón de su arma de fuego apuntando al suelo, ni pidiendo
un permiso de salida. Quería regresar a una aldea en Etiopía, don- perdón por su conducta, ni explicando que necesita el dinero. Am-
de la población lo había acogido con inn1.enso afecto. Era su líder, bos salen del teatro de los hechos, sin precauciones, sin temores, sin
porque les había organizado sus. cosechas para que pr?duje~an m~s, carreras, dejándose capturar rápidamente; ambos habían sido con-
modernizó y aumentó sus med1os de transporte, les Instalo un sis- denados antes por el mismo delito. Mi personaje no procedió con
tema de riego, construyó hospitales, cuidaba de los enfermos, se exigencias, ni amenazas, ni trató de infundir miedo, sino con la fá-
preocupaba por la formación e instrucción de los niñ?s, etc. Había bula de una cuota de dinero para los niños pobres, mientras Mi-
formado un hogar, tenía un hijo, y había estado dedicado por en- chalka le inspiraba lástima a la cajera, por la manera candorosa co-
tero a servirle a la comunidad, principalmente en el campo de la mo procedía; a quien yo acusaba no me parecía que fuera un delin-
salud, en unión de un médico de la localidad. N o es necesario con- cuente peligroso que debiera ser sustraído de la sociedad, mientras,
tar por qué llegó a tan lejanas tierras y echado tantas raíces en refiriéndose a su Michalka, dijo su defensor en el libro citado:
aquella aldea. {(Aquel hombre no era el típico atracador de bancos. Asumí su defensa'~
En cambio yo en el fondo quise ser el defensor de ese pobre diablo,
Pero no tenía ni dinero para el vuelo ni para el pasaporte. Estu-
pero tuve que acusarlo, convencido desde luego de su autoría en el
vo tres días vagando por la ciudad sin comer ni beber. N o quería
delito, pero sospechando seriamente en un trastorno mental. En
cometer otro delito, pero necesitaba regresar a su hogar . . junto a su
ca~nbio, FERDINANAND von SCHIRACH dijo de su defendido: "Era
familia, con Ayana y Tiru, esposa e hijo. Leamos la propia narra.-
evidente que, en el momento de cometer el delito, Micha/ka suftía un
ción del autor:
trastorno; nadie se disculpa al atracar un banco, se sienta en una zona
Al final con el último dinero que le quedaba de la cdrcel, verde con el botín y espera a que lo detengan'~
compró una pistola de juguete en la estación y entró en el pri-
PRACTICA FORENSE PENAL
154

La cajera declaró que durante el atraco no había sentido miedo


y que el atracador le pareció una persona muy triste. Y agregó que
ese sujeto no era más que un pobre diablo, mucho 1ntÍs educado que CAPÍTULO XVI
la mayoría de los clientes del banco. Por su parte, el hombre de mi LEGÍTIMA DEFENSA
historia no solo dio las gracias por el dinero recibido, sino que fir-
"Cudntas veces las prevenciones y las opiniones precipitadas
mó el recibo y anotó su verdadero número de cédula. Y nadie en contra quien se sienta en el banquillo de los acusados, hacen ver
los anales de la justicia había hecho algo semejante, tan increíble como cierta una capacidad criminosa que no existe".
en un delincuente. (FRAMARINO)

Y un hermoso gesto de humanidad en ambos casos: El persona-


Durante los sesenta años en los cuales pasaron por mis manos
je de mi historia es visitado en la cárcel por su víctima, de quien
tantos procesos penales, desde cuando siendo estudiante de dere-
recibe su ayuda económica, mientras 1\!Iichalka, cuando sale de la
cho ejercí como secretario de fiscalías, o en los cargos de juez y de
cárcel después de pagar una breve condena, pudo regresar a su
fiscal, ~asta en el largo e intenso ejercicio profesional, nunca pasó
hogar en la lejana aldea en Etiopía, porque "las escabinas (jurado
por mts manos un proceso penal siquiera parecido a éste de mi
compuesto por jueces profesionales y ciudadanos legos elegidos por sor-
narrativa. ¡Jamás un hombre había llorado, con una escopeta en la
teo) que lo juzgaron habütn hecho una colecüt para comprarle un bi-
mano, porque tenía que matar a otra persona! ¡Nunca se había
llete de avión'~. visto a alguien, cabizbajo, durante cinco horas, revelando en su
Todo esto nos deja la enseñanza de que si los jueces y abogados rostro la inmensa amargura porque presentía la dolorosa tragedia
penalistas estudiaran más a fondo la personalidad de los reos, si de tener que arrebatarle la vida al padre de sus nietos, al esposo de
indagaran más en lo profundo de sus sentimientos y en los móviles su propia hija!
de sus conductas, habría menos presos en las cárceles y la justicia Cuando lo visité en la cárcel, atendiendo una carta suya, me
que se les impartiera evitaría 1nenos reproches de la conciencia. conmoví cuando dijo que, además de querer que fuera su defensor,
tan1bién esperaba que fuera como un hermano para él. Era que,
a~~más del abogado, también necesitaba a alguien cercano que lo
v1s1tara en la prisión, como amigo, para que no fuera tan dura la
s~l~dad, tan :marga la ause?-cia de su familia, que por lo lejana que
vtvta, por alla en la selva dtstante, en una vereda del municipio de
Arboletes, no podía ir a visitarlo.
. Aun si? tener notic~as de su causa para informarle, siempre que
tba a la caroel a entrevistas con otros presos, también entreoaba su
nombre en la guardia. Y le fui cogiendo tanto afecto, que llegué a
ser como su hermano, tal como él me lo había solicitado. Por eso,
en la introducción a su defensa en audiencia pública con jurados
de conciencia, expresé:
Pero nunc.a como hoy me había preocupado tanto un proce-
so penal como éste, no por la causa en sí, sino por la categoría
156 PRACTICA FORENSE PENAL LEGITIMA DEFENSA 157

moral y las cualidades humanas de quien se sienttl. en el ban- bajar. Económican1ente jamás aportó siquiera para medicinas de su
quillo de los acusados. Esto es lo que me preocupa. Las raíces de esposa cuando enfermaba. Pero un día se la llevó a vivir a otras
mi angustia profesional están en el interrogante sobre cuál irá a tierras lejana~ de sus padres, de donde a los pocos días tuvo que
ser vuestra decisión sobre la conducta homicida de Rafael regresar a su hogar, porque su endemoniado esposo con frecuencia
Urango Suárez, si vuestro veredicto le va a permitir retornar al la agredía de palabra y maltrataba a puñetazos y golpes de peinilla.
seno de la sociedad y de su hogar, o si, por el contrario, tendrá
que hacer un amargo paréntesis en su vida acrisolqda para con- Pero este hombre volvió sobre sus malditos pasos, en lugar de
tinuar en la cárcel pagando una larga condena. Esta es nuestra dejar a su esposa tranquila al lado de sus padres y de su propio hijo
tremenda expectativa, y por ello, viviendo momentos de inten- que él abandonó cuando apenas tenía dos meses de nacido. Regre-
sidad espiritual porque nos sabemos en la defensa de un hombre só a tornar en un infierno aquel hogar que antes de él era un ver-
bueno, de quien tiene en el enriquecido haber de su existencia dadero santuario de paz, un remanso de felicidad, donde sólo se
más antecedentes buenos que malos, quien es más lo que le ha respiraba amor y ternura. Le abrieron de nuevo generosamente sus
servido a la sociedad que lo que la hubiera ofendido, .)!, en sín- puertas. Lo invitaron a reintegrarse al hogar, le dieron un trato tan
tesis, quien más que el calificativo de delincuente, se merece es amable y familiar, que hasta su suegro le decía que lo consideraba
el de buen ciudadano. como a un hijo. Le ofrecieron trabajo, pero él seguía su vida rega-
A esta clase de hombre es al que vais a juzgar, y por si que- lada, de taberna en taberna, de fiesta en fiesta, de baile en baile.
réis que os anticipe siquiera un ttrgumento a su favor, abrid Ese hogar maravilloso al cual se le invitaba, porque allí estaban su
donde queráis este proceso, consultad al azar cualquiera de sus esposa y su hijo, no le despertaba ningún afecto. ¡No había echado
folios, y es seguro que no hay una sola voz que se levante en raíces en ese santuario! ¡Mejor se dedicaría a hacerles invivibles sus
contra suya para descalificarlo, en cualquier sentido que sea. Su vidas, a ser mensajero de injurias, pregonero de venganzas y procli-
comportamiento siempre ha sido inmaculttdo, respetuoso de la ve a la fanfarronada. ·
Ley, amante del trabajo, buen amigo, incomparable jefe de
hogar. Cuán pocas veces la vida le depara a uno la oportunidad N o se sabe qué clase de demonio se apoderó del alma y del co-
extraordinaria de reconocer tantos atributos y hacer tantos elo- razón de este hombre, porque sus sentimientos contra las gentes de
gios a la vida de un homicida. Afetidu dentro de la manigua, aquel hogar fueron siempre oscuros, perversos, criminales. Nunca
luchando contra los elementos de la naturaleza, como buen la- recibió un motivo para el odio a esas gentes humildes con las cua-
briego empezó a edificar su propio porvenir. Y era ad un au- les ya estaba unido por los sagrados vínculos de la sangre y del es-
téntico ejemplar de la raza, que con el hacha y el machete en píritu. Los aborrecía a todos. Los insultaba dentro de su propio
las manos iba domeñando la selva bravía para llenarla de sur- hogar. Los amenazaba sin razón. A su suegro lo trataba con los
cos y volverla tierra doméstica para sus anhelos y sus esperanztls peores epítetos,. lo mismo que a su propia esposa. En el caserío
de campesino bueno. Fundó un hogar que siempre vivió en pregonaba que alguien de aquella familia iba a morir. Andaba con
concordia y en armonía hasta cuando una hUa su_ya contrajo una peinilla entre los pantalones, en actitud de amenaza. El vecin-
matrimonio. dario presentía una inminente tragedia.
Su yerno, Luís Segundo Soto, decidió cómodamente hospedarse U na noche llegó a la casa de sus suegros. Estaban en una fiesta.
en la casa de sus suegros. A pesar de que allí se le ofrecieron tierras Sacó su peinilla y la colocó sobre una almohada. Su llegada fue
para cultivar y levantar su propia casa, no quiso hacerlo, porque inamistosa, con ánimo pendenciero, con irascibles insultos. En
prefría la vida libertina de las tabernas y de las libaciones, en lo vano trataban de apaciguarlo, de ofrecerle nuevamente ese hogar,
cual derrochaba el salario que devengaba cuando le provocaba tra- de implorarle que cesara en su iracundia y animadversión contra
158 PRACTICA FORENSE PENAL LEGITIMA DEFENSA 159

esa familia que ningún daño le había causado, de la cual no tenía El occiso era una fuente inagotable de odios inexplicables, de
ningún motivo para tanta malquerencia. Al darse cuenta de que la rencillas sin motivo, de animadversión hacia toda una familia de la
peinilla que había dejado sobre una aln1ohada se la escondieron, cual hacía pa-ste su propio hijo a quien también quería matar. Era
más se enfureció. Decía que esa era la prueba del temor que le te- tan patente el peligro que, temerosa de que algo grave pudiera ocu-
nían.):'"" en actitud retadora vociferaba que le cogieran el pulso, que rrir, la suegra salió con el hijo de su yerno con apenas dos meses de
lo experimentaran como hombre. Trataban de apaciguarlo con las nacido, a buscar refugio, a esconderse en las vecindades. ¡Ese pobre
palabras más amables, recordándole que todo se lo habían perdo- hombre debió estar padeciendo algún trastorno mental! ¡Y dentro
nado, que sólo querían que volviera a formar parte de ese hogar. de pocas horas, por dicha causa, va a caer fulminado por un dispa-
Su suegro, acobardado ante el riesgo de una tragedia allí dentro de ro de escopeta! ¡Su propio suegro, con infinito dolor de su alma, y
su propio hogar, lo aconsejaba, le repetía: es que yo a usted no lo entre lágrimas, lo va a matar!
tengo co1no a un yerno sino como a un hijo. Salió en la persecución de su suegra. Envalentonado, frente a los
Pero él ahí desentonaba en ese ambiente de armonía familiar, en ranchos de la vecindad, ordenaba que le abrieran sus puertas para
aquel remanso de paz que sólo se vino a alterar cuando sus n1alditos buscarla y que le prestaran una peinilla. Frente a tan grave peligro,
pasos llegaron hasta ese hogar como esposo de la hija del procesado. la suegra regresó a su hogar para sentirse más protegida al lado de
Y cuando el yerno se empecinaba en ser agresivo, en insultar, en su ~sposo y demás familiares, y porque así se lo aconsejaron los
desafiar, en amenazar, su suegro Rafael Urango Suárez, una bendita vectnos.
alma de Dios como dicen los campesinos de la buena gente, le decía Las horas de ese día presagiaban la inminente tragedia, porque
en tono de súplica: Yo no quiero dañar 1ni vida. Frase que traducida el hombre gritaba, energúmeno, a los cuatro vientos, que iba a
al buen romance significaba que no lo fuera a obligar a defenderse, a matar a alguno de esa familia, inclusive a su propio hijo de dos
proteger la felicidad de su familia ultrajada sin motivo, a custodiar meses de nacido. Esta fiera desatada, este peligro tan cercano, este
su heredad infamada por su conducta pendenciera. volcán de injurias y de amenazas, sin tnotivo alguno, nos llevó a
preguntarnos en la audiencia pública:
No quiere dañar su vida, porque nunca por su culpa se había de-
rramado una sola gota de sangre humana, porque si tiene que lle- ¿Qué clase de hombre era entonces el occiso, de qué levadura
gar a matarlo, aun con razón, ya la vida no será la nüsma, el pasa- espiritual estaba hecho, cudles eran los principios éticos y mora-
do de su existencia quedará enturbiado por esa desgracia familiar. les que estructuraban y guiaban su vida? ¿Era acaso que en su
corazón no había _ya el mds leve espacio para un poco de amor
Interviene su esposa extremando su ternura y amabilidad para que hacia su propio hijo, la carne de su carne, su propia sangre, su
cese en su beligerancia, para que desista en su actitud de camorrista misma proyección en esta existencia terrenal? ¿O sería que esta-
empedernido, pero él no atiende las voces de la concordia, no ba loco y su mente enferma se había trastornado tanto hasta
quiere escuchar mensajes de reconciliación, sino que le grita ira- querer y buscar la muerte de alguno de sus parientes? No lo sa-
cundo: Usted es una hijueputa, lo mismo que su papd. Y enseguida bemos, porque los misterios recónditos del alma humana esca-
arremete a los puñetazos contra su suegro quien se defiende con lo pan a la valoración justa de los hombres. En todo caso, de este
único que encuentra a su lado, una mano de pilón, con la cual lo proceso surge angustioso el interrogante de si habría sido capaz
golpea por una sola vez y en la frente. Todo esto ocurrió en las de matar a su propio hijo, de haber encontrado a su suegra que,
horas de la madrugada, antes de que finalizara la fiesta en la casa huyendo de él lo llevaba en sus brazos.
de Urango Suárez. Pero antes, varios de los asistentes, presintiendo Se puede uno imaginar el pavor que proyectaba este hombre
una tragedia, abandonaron el lugar camino de sus casas. hacia su comunidad, cuando en la vereda lo tenían calificado como
160 PRACTICA FORENSE PENAL LEGITIMA DEFENSA 161

un hombre malo. Tal vez no había cometido crímenes que merecie- cinco horas de cavilaciones esperando una tragedia, su desespero
ran tan deprimente y vergonzoso calificativo, pero su ~oco respeto espiritual debió ser inconmensurable y terrible.
por los valores morales y éticos de aquella pequ~ña s9oe~ad aldea-
na le habían merecido tan deshonroso callf1catlvo. El m1smo, con Resolvió Stllir a vigilar el trayecto a su casa, pensando que, si
sus baladronadas se había hecho acreedor a ese título tan bochor- ahora lo recorría su yerno, lo hacía con propósitos homicidas, los
noso, cuando decía públicamente, sin el más mínimo pudor mo- cuales había que impedir, matándolo. Había que custodiar ese ca-
ral: "Nada me importa matar, nada me importa ser un hombre malo, mino. De repente, lo vio aparecer a poca distancia. No le quedaba
duda de que iba para su casa a consumar criminalmente lo que en
nada me importa no tener que ver con nadien. Y un hombre. así,
público estaba pregonando: matar a alguien de esa familia. Y sin
además de ser digno de lástima, de inspirar sentimientos de tnste-
pensarlo dos veces, Rafael Urango Suárez disparó su escopeta
za, tan huérfano de afectos, tan alejado de todas las virtudes huma-
contra Luis Segundo Soto, su yerno, y lo mató.
nas, es también un peligro para la sociedad, una rémora para toda
clase de convivencia. Después diría en la indagatoria: Cuando le hice el disparo foe
porque me di cuenta que iba para mi casa a asesinar a alguno de la
Qué tantos y tan ofensivos ultrajes de palabra y de obra profirió
familia, como lo había dicho públicamente.
este hombre desalmado a su suegro Rafael Urango Suárez y a su
familia, que el juzgado al enjuiciar a éste por el homicidio en la Sin embargo, el señor juez, al llamarlo a juicio tuvo la osadía de
persona de su yerno Luis Segundo Soto, le reconoció haber ?brado decir que en este momento tan dramático, donde humanamente
en estado de ira e intenso dolor por graves e injustas provocaczones de resultaba imposible la serenidad de juicio, el llamamiento a la cor-
la víctima. dura, la tranquilidad del espíritu, dice que Urango Suárez lo que
debió haber asumido fue una actitud amistosa hacia su yerno. ¡Có-
Volviendo a la fiesta donde su suegro se vio obligado a defen-
mo es de cómodo, detrás de un escritorio, sin la bestia que ruge
derse de él, causándole un golpe en la frente con una mano de pi-
frente a nosotros, exponer estos argumentos tan absurdos e in-
lón, ya se puede suponer el estado de venganza cuando aqu~~la humanos para negarle injustamente la legítima defensa al acusado!
mañana abandonó la casa de sus suegros, de su esposa y de su hiJO. Por eso le contestamos en la audiencia pública:
Salió de allí vociferando que eso no se quedard así. De esa manera
proclamaba su retaliación contra U rango Suárez. Y cuando los Dice también el juzgado que Urango Sudrez lo que debió
hacer fue llamarle cordialmente la atención a Luis Segundo So-
vecinos le rogaban que no lo hiciera, envalentonado contestaba: no
to. Y esto habría sido el colmo de la ingenuidad, por los antece-
me aconsejen que lo hago. Pero antes, en la fiesta le escucharon dentes conocidos. A un hombre, en las condiciones anímicas en
cuando le decía a su suegro que alguno de la casa tenía que morirse. que se encontraba el procesado, lleno de miedo, con el presenti-
Desde luego, que con tanta amenaza y peligro encin1a, U rango miento de una próxima tragedia, llorando por la situación an-
Suárez no se acostó a dormir. Desde las siete de la mañana hasta las gustiosa en que se encontraba frente a su yerno, con el conven-
doce del día lo vieron cabizbajo, a veces llorando, sumido en la más cimiento que tuvo cuando disparó de que el occiso iba para su
profunda amargura. \Teía aproximarse inminente la tragedia. T ~1. v~z casa a ejercer violencia injusta, no se le podía tampoco exigir
que llamara cordialmente la atención a su yerno empecinado
pensaría que ya mañana estaría en la cárcel, acusado ~e homtctdl?
en crear discordia. Ademds, si durante varias horas trató de que
en la persona del esposo de su hija. Rezaría para que D1os no permi- éste se aplacara; si minutos antes estuvo persiguiendo a su sue-
tiera que su yerno tratara de cumplir sus amenazas de Inuerte contra gra para asesinarla; si durante varias horas le rogó al occiso que
alguno de la familia, porque entonces tendría que matarlo. En esas desistiera de sus agravios y de sus amenazas, mucho menos po-
162 PRACTICA FORENSE PENAL LEGITIMA DEFENSA 163

día conseguirlo en aquel momento, cuando el occiso tenía ya un poco había visto que unos jueces de conciencia descendieran del
motivo para sentirse mds rabioso, mds pendenciero, mds ener- estrado y abrazaran con calidez humana al acusado que habían
gúmeno, por el golpe que con la mano de un pilón le ocasionó el acabado de apsolver.
procesado para defenderse de sus injustos puñetazos.
¡Entonces confirmé que había defendido a un hombre y no a un
Resultó verdaderamente increíble que haciendo caso omiso de
delincuente!.
tantas pruebas que pregonaban que el occiso no era persona con
quien se pudiera dialogar amigablemente, porque su carácter y su
temperamento no estaban conformados sino para la discordia, el
señor juez fuera a sostener tesis tan peregrina e insensata, para po-
ner así al acusado en peligro de una larga condena en prisión.
O como el señor fiscal, cuya mejor radiografía de su infortuna-
da acusación la hicimos en los últimos mom.entos de nuestra de-
fensa:
El señor fiscal no quiso ver la luz, sino la sombra; no quiso
ver el camino, sino el atajo; no se adentró en el alrna del acusa-
do y en su corazón, porque prefirió ver sólo el dedo en el gatillo
homicida; porque no quiso la verdad, sino la duda; porque vive
como fiscal mds inclinado por las condenas que por las absolu-
ciones. Es que el proceso penal ha_y que mirarlo con rostro
humano, no con el simple ltpego a las leyes escritas, sino desen-
trañando de sus folios los verdaderos motivos} las tremendas an-
gustias, los miedos poderosos, los mandatos de la misma natura-
leza que muchas veces llevan al hombre a sacrificar una vida
para salvar la propia y la de sus familiares del alma. E~'to no lo
vio, ni lo sintió la acusación pública, porque le pareció mejor
revestir toda esta terrible tragedia de censurables impulsos
hurnanos, en lugar de las poderosas fuerzas morales y psicológi-
cas que guiaron la mano homicida.
Nuestra defensa consistió en plantear la absolución por haber
obrado en legítiJna defensa subjetiva de la vida.
El jurado se demoró un cuarto de hora para preferir el siguiente
veredicto: No es responsable.
Y Rafael U rango Suárez, como nunca antes lo había presencia-
do, se levantó del banquillo de los acusados, y con paso lento y
llorando se dirigió hacia los jueces de conciencia, sin poder modu-
lar palabra, con el fin de una conmovida acción de gracias. Y tam-
CAPÍTULO XVII
FISCAL CORRUPTO
"Los jueces son como los que pertenecen a una orden religiosa.
Cada uno de ellos tiene que ser un ejemplo de virtud,
si no quiere que los creyentes pierdan la fe".
(CALAMANDREI)

"Un juez probado equivale a un hombre íntegro,


a un hombre de carácter que, conociendo su función
aplica la justicia sin torcerla por nada ni por nadie. "
(MOLIERAC)

Si un funcionario judicial o del Ministerio Público le solicita a


usted, abogado en ejercicio, un préstamo de dinero, se puede pre-
sumir que ese funcionario es corrupto, es sobornable, es prevarica-
dor, es accesible al tráfico de influencias, al cohecho, si su cargo es
en la misma rama del derecho en la cual usted ejerce, y si en la
actualidad conoce o eventuahnente puede conocer de un proceso
donde usted actúa como parte interesada. Y el profesional que
acepte otorgar dicho préstamo, también, con seguridad, es un abo-
gado inmoral, porque secretamente, con ese préstamo, aspira a
obtener hoy o mañana un beneficio judicial de dicho funcionario.
¡Es el precio de la gratitud!
Un fiscal así no podría merecer este elogio de FRANCESCO CAR-
NELUTTI:
"En lo más alto de la escala está el juez. No existe un oficio más alto
que el suyo ni una dignidad más imponente. Está colocado, en el aula,
sobre la cátedra; y merece esa superioridad'~

El abogado tampoco sería digno de esta alabanza de PIERO CA-


LAlvW~DREI:

((Hay en el ejercicio de nuestra profesión una belleza que


pervive y que garantiza su perennidad; queda todo lo que nues-
tra palabra contiene de verdad; tiene el raro mérito de poner de
manifiesto la superioridad de la inteligencia sobre la fuerza, del
espíritu sobre la materia. La Orden de los Abogados estd a la
166 PRACTICA FORENSE PENAL FISCAL CORRUPTO 167

altura de nuestro cardcter, de nuestro talento y de nuestras vir- el traslado del sumario a otra fiscalía para que continuara instru-
tudes: soplando juntos al fuego, haremos crecer la llama'~. yendo el proceso. Rendí testimonio dentro de la investigación pe-
Un fiscal y una abogada de aquella calaña los sufrí en un proceso nal contra aquel funcionario. Se allegaron todas las pruebas para el
penal donde actuaba como defensor del sindicado. Eran cuantiosos esclarecimiento de los hechos. Él rindió indagatoria, y no solo ad-
los intereses económicos que se disputaban los dos únicos socios de mitió un préstamo de parte de dicha abogada, sino que contó có-
una empresa industrial, donde la abogada representaba al otro socio, mo ella era su asesora jurídica en algunos problemas judiciales que
en su calidad de ofendido, por el delito de estafa y falsedad. La im- cursaban en su contra. ¡Estaban aliados!
putación consistía en que mientras el denunciante permanecía dete- ¡Pero la justicia se vendó los ojos! ¡Era uno de ellos! ¡Las eviden-
nido en una prisión de los Estados U nidos, mi defendido se había cias delictuosas las convirtieron en hipótesis sin mayor fuerza! ¡Y
adueñado de la empresa, con un nombre distinto, alegando que la así, el delincuente que era pudo seguir tranquilo en su despacho
primera no estaba dando utilidades sino pérdidas. administrando justicia en nombre de la República y por autoridad
Por ciertas despreocupaciones de la fiscalía en la práctica de las de la Ley! ¡Apelaron a los eufemismos judiciales! ¡Triunfaba la soli-
pruebas solicitadas por mí, y una inusual diligencia por atender las daridad de cuerpo! Y, como consecuencia de todo esto, la abogada
requeridas por la Parte Civil, me fueron creando la sospecha de inmoral no tuvo que defenderse de ningún cargo. ¡Ambos inocen-
que dicho fiscal estaba actuando en forma parcializada a favor de la tes!
contraparte. De nada valían mis reclamos en dicho sentido. Hasta Como la defensa la llevaba en asocio de mi hijo, los dos resul-
se notaba que mi presencia en el despacho judicial incomodaba a tamos siendo los delincuentes, y como ofendido, el fiscal de ma-
dicho funcionario, por el desdén con que me trataba, porque eva- rras. Como lo exoneraron de toda culpa penal, envalentonado con
día toda clase de conversación conmigo. Muy distinta era su acti- ello, resolvió denunciarnos por injuria y calumnia. La razón: En
tud cuando llegaba la abogada. No esperaba, por lo tanto, ninguna nuestros memoriales, cuando ya le quitaron el proceso, lo tratába-
decisión que favoreciera a mi defendido. ¡Pero nada podía hacer! mos como fiscal inmoral. Nunca le imputamos, por elemental pru-
Hasta c~ando un día recibí una llamada telefónica de la fiscalía dencia, ningún delito, a sabiendas de que lo había cometido. ¡Pero
de segunda instancia adonde se había trasladado el proceso por el cargo de inmoralidad dentro de la investigación, no nos podía-
alguna apelación interpuesta. Allí se me mostró un título valor rnos privar del placer de enrostrárselo!
firmado por dicho fiscal y a favor de la abogada de marras. Esta~a No obstante la fatuidad de la acusación en contra nuestra, no
en blanco, es decir, sin especificar, ni en letras ni en números, la dejó de preocuparnos, pensando en los azares de la justicia, con el
cantidad. De donde resultaba evidente que entre dichas dos perso- angustioso interrogante sobre cómo iría a proceder el funcionario
nas había un estrecho vínculo económico, mínimo un préstamo de encargado de la investigación. Además, no dejaba de inquietarnos
dinero de la abogada al fiscal. Resultó que en una visita de esa pro- un proceso penal en contra nuestra, cuando por ahí caminábamos
fesional a dicha fiscalía, con motivo del proceso, había dejado olvi- con frecuencia nlirando otros procesos penales ajenos. ¡Y sería la
dada su agenda, y entre sus páginas, estaba el título valor. Y al en- primera vez en comparecer ante la justicia ordinaria en calidad de
contrarlo la fiscalía, consideraron de absoluta necesidad que yo acusado de un delito! ¡Y en compañía de mi hijo, con la misma
conociera de esa situación tan bochornosa e inmoraL acusación!
Este escándalo produjo desde luego una denuncia penal contra El problema que me planteaba era en extremo grave, porque
dicho funcionario, presentada por la fiscal de segunda instancia, y había tomado la decisión irrevocable de no defenderme, sino re-
168 PRACTICA FORENSE PENAL

afirmarn1e en la misma acusación de n1is memoriales, de fiscal in-


1noral, aliado con una de las partes. ¡Era la pura verdad! Sabía que
con retractarme de aquel calificativo impediría que la investigación CAPÍTULO XVIII
avanzara. Pero estaba dispuesto a correr todos los riesgos que im-
SIN DEFENSA
plicaba un proceso penal.
Aquí, más que en cualquiera otra circunstancia, resultaba apli- "El abogado es un hombre de bien siempre dispuesto
a hacer triunfar la justicia; es el protector intrépido
cable la expresión gráfica de los pdjaros tirdndoles a las escopetas. de la inocencia; es el formidable vengador de la iniquidad'~
Hasta cuando comparecimos a la cita de la fiscalía donde cursa- (COVARRUBIAS)
ba la denuncia penal. N o se nos recibió indagatoria), ni siquiera
una versión libre, sino un simple testimonio. A los tres días se nos Las cárceles no solo de Colombia sino de todo el mundo deben
volvió a citar para notificarnos una providencia donde se ordenaba alojar a miles de inocentes, por muchas razones, una de ellas, por
el archivo de las diligencias, por inexistencia del delito denunciado. la arbitrariedad o equivocación de los jueces, y otra, por ausencia
de una diligente defensa. Esto vendría a significar que quien goza
Aquellos eran funcionarios y abogados que uno quisiera no de solvencia económica tendría mayores oportunidades para salir
habérselos encontrado en el camino de la vida, porque el fiscal airoso en la causa en su contra, que aquellos pobres diablos que
constituía una deshonra para la administración de justicia:, y la carecen de recursos económicos y tienen por ello que invocar un
abogada, un vergonzoso descrédito dentro de nuestra profesión. defensor público o de oficio. Éstas son unas instituciones muy des-
Qué tan lejos estaba este pobre fiscal de la semblanza que de los acreditadas, porque, por una u otra razón que no es la oportunidad
jueces hicimos en nuestro Tratado de derecho procesal penal: para analizar, no cumplen con la debida diligencia la misión en-
La mayor garantía que puede dársele a una sociedad en re- comendada.
lación con la marcha ordenada de la adminiJtración de justi- En el presente caso, los acusados sólo vinieron a tener defensa
cia, es la de velar por la imparcialidad del juez que h1 de deci- en la audiencia pública con jurados de conciencia. El proceso se
dir sobre sus litigios. Allí descans,a el objetivo de su seguridad adelantó prácticamente a sus espaldas, sin ninguna controversia,
jurldica que debe primar en la evolución de la sociedad en el sin solicitud de pruebas, sin quién interrogara a los testigos, ni re-
imperio del Estado de derecho. Son por ello mismo los más celo-
futara las providencias de incriminación, en síntesis, sin quién los
sos guardianes de nuestra Constitución, los más fieles custodios
defendiera. La justicia nunca se preocupó por situación tan adver-
de la normatividad jurídica de una nacián, los personeros de la
excelencia de la paz social. porque sin ellos el mundo sería un
sa, sino que le bastó con recoger las pruebas de cargo, sin importar
caos, nunca habría convivencia ciudadana y los hombres se es- las que pudieran probar su inocencia. Y así llegaron los acusados
tarían haciendo justicia por su propia mano. hasta la audiencia pública, desprotegidos de la rnisma justicia, des-
En términos generales, el juez debe considerarse como un
amparados en su defensa por el propio Estado. Y después, esa
arquitecto de la nueva sociedad que lo rodea, un fiel intérprete misma justicia nos llamó tardíamente para colaborarle asumiendo
de sus afanes.. un artífice de la convivencia. La paz de un país su defensa.
es la consecuencia necesaria sobre cómo se imparte justicia. Los acusados Roque Diosa y Manuel Chica comparecieron en
audiencia pública para responder del delito de asesinato, con esco-
peta de fisto, en la persona de don Pablo Restrepo, cuando éste re-
170 PRACTICA FORENSE PENAL SIN DEFENSA 171

gresaba de Betania a su finca. Se estableció que el disparo había sido personal de la finca y familiares de la víctima se averiguó si don
de frente, a menos de un metro de distancia, dados los tatuajes de- Pablo Restrepo tenía en su propiedad a alguien de sus asalariados
jados y por haber hecho bala, es decir, que toda la munición y un con un semb.t;ado de yuca o que lo hubiera amenazado de muerte.
taco de cabuya penetraron en una sola herida en la región torácica.
La pr_imera Y. más grave acusación contra Roque Diosa y Ma-
Fue tan mal instruido este proceso, que nunca se le dio impor- nuel Chi~a provino de un testigo, quien declaró que el primero de
tancia a la primera sospecha que arrojó la investigación, consisten- l~s mencionados llegó a su casa, el mismo día del crimen, y le con-
te en la seria hipótesis de que un trabajador de la víctima, compa- toque en compañía de Manuel Chica habían matado a una perso-
ñero de viaje, tuvo que ver con el crimen. Porque, si como lo dijo na a la cual despojaron de una pistola que portaba.
él mismo en su testimonio, viajaba un poco adelante de su patrón
Ese testigo de cargo, como se estableció en el proceso de tiem-
cuando escuchó que éste le gritó <'me mataron", debió haber escu-
po, atrás era enemigo de Roque Diosa.
chado el disparo segundos antes y mirado hacia atrás para percatar-
se de lo ocurrido. Sin embargo, un testigo de reconocida honorabi- Valió entonces aducir sólo dos argumentos contra dicha acusa-
lidad dijo lo contrario, esto es, que el trabajador viajaba atrds de su ción: No es de la naturaleza humana que si, para cometer un asesi-
patrón, por lo cual, con mayor razón tenía que haberse dado cuen- ?ato,. el criminal se esconda detrás de unos árboles para que no lo
ta de los hechos, porque, como se dijo, el disparo no fue desde una Identifiquen, una vez consumado el crimen se lo confiese, como si
emboscada, sino de frente y a una distancia de menos de un Jnetro. nada, a las primeras personas que se encuentra. Se necesitaría para
La sospecha se fortalece si se tiene en cuenta lo siguiente: Don Pa- ello padecer alguna perturbación mental o ser un criminal con
blo Restrepo, según lo contó el mismo trabajador, ese día de la plena i~sensibilidad moral que públicamente quiera mostrarse co-
tragedia había cambiado la ruta para regresar a su casa, porque mo delincuente. Pero éste no es el común acontecer de la conducta
quince días antes le habían hecho un ataque por el otro camino. humana. Todo lo contrario: quien viola la Ley penal procurará
Lo grave de esta circunstancia es que sólo dicho trabajador conocía mantener en secreto su conducta criminal, esconder o borrar las
que la víctima había escogido ese cambio de ruta. Pues, lo había huellas del delito, alejar de sí cualquier motivo de sospecha. Pero
enviado con alguna anticipación para que en deterrrlinado lugar y lo que sí repugna a la sensatez, a la lógica, a la prudencia, al senti-
a hora precisa le tuviera lista una cabalgadura. Sabía:, además, di- do común, al instinto de defensa, es que quien acaba de cometer
cho trabajador, que su patrón viajaría con una buena suma de di- u~ terrible asesinato acompañado de robo, salga a confesdrselo pre-
nero, toda vez que fue testigo de la venta de unas cargas de café en czsarnente a su peor enemigo. Puede admitirse la confesión de su
la población y que portaba una valiosa arma de fuego. propia delincuencia entre sujetos pertenecientes a bandas crimina-
A pesar de todos los serios interrogantes que ofrecían las situa- les, o entre amigos, pero la confesión a nuestro enemigo, a sabien-
ciones anteriores, y otras, el investigador, inexperto o indolente o das d.el enorime peligro que con ello se corre, nada menos que de-
de escasa inteligencia, no advirtió que en dicha persona había una nunCiarlo penalmente ante las autoridades, no es una hipótesis que
fuente de investigación extraordinaria, con tnayor razón cuando pueda aceptar el entendimiento humano. ¿El cuerpo del delito no
un testigo declaró que don Pablo Restrepo tenía en su finca un estaba acaso representado en el arma de fuego perteneciente a la
trabajador que lo había amenazado de muerte si no le pagaba un víctima, para ir por allí mostrándoselo a los vecinos? ¿El instinto de
sembrado de yuca que tenía en su propiedad. Y lo más grave de defensa no es ocultar las pruebas en su contra, callar su crimen,
esta investigación es que al testigo que hizo dicha afirmación nun- borrar las huellas del delito, no alardear de su propia maldad, no
ca se le llamó para que dijera quién era ese trabajador, ni con el mostrar los oscuros abismos de su alma criminal?
172 PRACTICA FORENSE PENAL SIN DEFENSA 173

Otro hijo del principal testigo declaró que cuando llegaron a su pública recibí una llamada telefónica desde el Servicio Social de la
casa Roque Diosa y Manuel Chica, al verle a éste un reloj de pulso, cárcel de Betania para decirme que en dicho municipio vivía Ro-
le preguntó por la hora, y que no supo decírsela porque no conocía que Diosa Mpntoya, alias El Quemao, con quien podían estar con-
de relojes; que por su _parte Roque Diosa le mostró la pistola a dos fundiendo al procesado, quien no tiene ese segundo apellido de
trabajadores de la finca. Y agrega que por la noche, cada que ladra- Montoya, sino el de Foronda. Y algo más, se me permitió conver-
ban los perros, se levantaban nerviosos. sar por teléfono con un detenido, quien me informó que por haber
Contra ese testimonio, bajo la influencia de su padre, enemigo sido trabajador desde pequeño en la finca del occiso, podía dar fe
del acusado R.oque Diosa, se hizo un extenso análisis en el debate de que allí había un trabajador de nombre Roque Diosa Montoya,
de la audiencia pública, para demostrar la absoluta falta de credibi- alias El Quernao.
lidad. En primer lugar, porque las personas que 1nencionó como a Fuera de lo anterior, un testigo declaró que en la finca del occi-
quienes Roque Diosa les mostró la pistola lo desmintieron, bajo la so trabajaba por la época de la tragedia un tal Roque Diosa, quien
gravedad de juramento; en segundo lugar, si lo de la mostrada de además cultivaba una cafetera con permiso de su dueño, en cuya
la pistola por parte de Diosa fue la acusación principal de su señor finca vivía. Entonces se trata de un personaje distinto al acusado,
padre, ¿por qué no lo mencionó a él en dicho sentido, sino que a ya que nadie lo identificó en el proceso como trabajador de la víc-
otras personas que lo negaron?; y en tercer lugar, si cada que los tima. Lo capturaron, lo detuvieron, lo llamaron a juicio, simple-
perros ladraban, los acusados se levantaban nerviosos, ¿cómo en su mente porque se llamaba Roque Diosa, quien, según él mismo, sin
mismo testimonio declaró que cuando se acostaron quedaron fon- que nadie lo haya desm.entido, no conoció a la víctima, no fue su
didos? Además, si una o varias veces se levantó Roque Diosa por los trabajador. La investigación nunca dio un paso para tratar de iden-
ladridos de los perros, el motivo podía ser su calidad de fugitivo de tificar al acusado como autor de los hechos, y nadie lo señaló si-
la cárcel de Jericó, pensando que la autoridad estaba detrás de sus quiera como trabajador en la finca del occiso. ¿Cómo el investiga-
pasos, y no el sobresalto pensando que la policía lo buscara por el dor no se preocupó en lo más mínimo por establecer si el Roque
asesinato de don Pablo Restrepo, como se sugiere en el testirnonio Diosa capturado por el asesinato había sido trabajador de la vícti-
citado. Fuera de que resulta muy extraño que días posteriores a la ma, o como mínimo, si en la finca había por la época de la trage-
tragedia, en reunión de familia con otros hijos del testigo princi- dia un asalariado de nombre Roque Diosa? ¿Sería ese trabajador de
pal, no se hubiera hecho ningún comentario sobre los autores del nombre H.oque Diosa el mismo que según las constancias procesa-
asesinato. les había an1enazado de muerte al señor Pablo Restrepo, si éste no
le pagaba un sembrado de yuca que tenía en su finca? ¿Por qué
Se pudo haber adrnitido que los testigos de cargo dijeron la ver-
nunca se estableció quién fue ese trabajador que hizo tan grave
dad, que fueron absolutamente ciertas las acusaciones contra Ro-
amenaza?
que Diosa y Manuel Chica, pero, como se verá, en este proceso no
se demostró que ese Roque Diosa y Manuel Chica, a quienes in- Los testigos de este proceso no acusan al procesado Roque Dio-
crinlinaron del asesinato, fueran los procesados. sa, sino a un Roque Diosa que no trabajaba, que vivía por ahí de-
ambulando e inclusive pidiendo comida en las casas del vecindario,
Lo asombroso de este proceso es que el Roque Diosa que com-
sin dormida fija, es decir, casi a un mendigo por ahí a la buena de
pareció a la audiencia pública, no era el Roque Diosa a quien acu-
Dios, viviendo de la hospitalidad de las gentes, y no al Roque Dio-
san dentro de la investigación. Para comprobarlo tuve que conver-
sa que sí trabajaba y vivía en la finca del occiso y tenía una cafetera
tirme en testigo de lo siguiente: La víspera de iniciarse la audiencia
para su propio beneficio.
174 PRACTICA FORENSE PENAL SIN DEFENSA 175

Resultó verdaderamente asombroso, como para Ripley, que la cencia. Suministró el nombre de una persona de reconocida hono-
sola presencia del acusado en la audiencia pública hubiera servido rabilidad en Betania a cuyo servicio estuvo el día del crimen, como
para absolverlo. La descripción que del asesino Roque Diosa habí- trabajador eu su finca.
an hecho los acusadores, no coincidía en manera alguna con la del
Siempre estuve convencido de la verdad de esta coartada, por lo
procesado. Varios detalles bastaban ya para absolverlo: Los testigos
siguiente: Por tres ocasiones lo visité en la cárcel para conversar
siempre hablaron de un Roque Diosa, delgadoy estatura regular,
sobre las pruebas de su inocencia que se podrían solicitar para la
carilargo y con dientes de oro en la parte superior, y el acusado era
audiencia pública, y siempre me habló de dicho testigo. A pesar de
robusto, uno con setenta y cinco de estatura, no era carilargo y no
mis advertencias sobre el grave peligro de una condena si se citaba
tenía siquiera un solo diente forrado en oro en la parte superior.
al testigo y negaba el hecho, la respuesta seguía siendo la misma:
Según lo anterior, si los testigos de cargo hubieran podido com- ese señor no puede dejarme condenar) sabiendo que so.y inocente, por-
parecer a la audiencia, no habrían podido, en sana lógica probato- que el día del asesinato estaba trabajando en su finca. Y dentro de los
ria, identificar al acusado, como al Roque Diosa de los dientes de oro. términos legales solicité la citación. Estaba seguro de que si compa-
En cuanto al otro procesado, Manuel Chica,. su situación jurídi- recía a rendir testimonio y confirmaba la versión del acusado, la
ca no es menos censurable para la administración de justicia. absolucíón era segura. N un ca supe siquiera si recibió o no la cita-
También lo capturaron por llamarse Manuel Chica, pero no por- ción. Lo cierto es que no compareció, por lo cual el procesado se
que lo hubieran identificado como ellv1anuel Chica autor del ase- sintió muy triste y yo muy desilusionado. Y fue la única prueba
sinato investigado. que se solicitó.
Compareció a la audiencia pública sin haber tenido nunca Por fortuna, a falta de esa prueba, y quién sabe de cuántas más
oportunidad de defenderse. Un proceso penal adelantado a. sus en su favor habría tenido el acusado si se le hubiera presentado la
espaldas. N un ca se escondió, no andaba huyendo cuando lo captu- oportunidad de defenderse, por fortuna, repito, los testigos que en
raron varios años después del crimen. Jamás supo que estuviera este proceso acusaron del crimen a alguien con el nombre de Ma-
acusado de este asesinato. Lo encontraron donde siempre ha vivi- nuel Chica, suministraron todos la prueba de la inocencia del pro-
do. Al igual que a Roque Diosa, lo capturaron simplemente por- cesado. Fue cuando dijeron que el asesino de nombre Manuel
que se llamaba Manuel Chica. Pero nadie lo señaló, nadie lo iden- Chica, era, moreno) bajito y delgado, cuando el acusado Manuel
tificó como al mismo Manuel Chica que sindicaran del asesinato. Chica allí presente en la audiencia, no era moreno, ni bajito, ni del-
Uno piensa que su situación jurídica hubiera sido muy distinta, gado.
si desde el comienzo de la investigación se le captura, le reciben Cuando los jueces de conciencia lo miraron detenidamente,
indagatoria, designa un defensor o se le nombra uno de oficio; si se después de haberles leído la descripción que los testigos hacían del
solicitan pruebas para demostrar que no es el Manuel Chica acusa- asesino, no sé por qué al observarlos adquirí la convicción de que
do del crimen; si puede establecer, con prueba cierta, la coartada lo absolverían.
de que el día y a la hora del crim.en se encontraba en un lugar dife-
Para analizar sólo otro ejemplo de la torpeza o ignorancia o ne-
rente y muy distante del teatro de la tragedia.
gligencia o todos esos motivos juntos, de cómo fue instruido este
Cuando lo capturaron, ya existía en su contra un llamamiento a proceso, lo tenemos en la omisión de una prueba fundamental de
juicio, por lo cual, en la audiencia pública fue la primera vez que cuyo resultado habría dependido la condena o la absolución de los
estuvo frente a un juez, y que de palabra hablada defendió su ino- acusados. Resultó que en la diligencia de inspección ocular en el
176 PRACTICA FORENSE PENAL SIN DEFENSA 177

teatro del crimen, la autoridad encontró unos cabellos enredados ro mientras la justicia no pueda, con razón, condenarlo por esos
en las ramas de un árbol, en el lugar donde los delincuentes estu- delitos, es necesario seguirlo considerando como inocente. Esto es
vieron acechando la llegada de la víctima. Se guardaron, según lo jurídi~o. Esto es lo justo. Esto es lo leal. Esto es lo razonable.
dejó constancia la autoridad, para eventuales cotejos de laborato- Esto es lo que ordena la conciencia. Esto es lo que han dicho
rio. Ese cotejo se pudo haber hecho en Medicina Legal, con los siempre todos, sin excepción, los grandes tratadistas de pruebas
cabellos de Roque Diosa que estaba detenido, pero jamás se les crim~n.ales que en el mundo han sido. Esto es lo que tiene que
ocurrió dicha prueba de tan enorme trascendencia. Ni siquiera admzttr un fiscal en un debate de esta naturaleza, como míni-
pasó por sus mentes establecer si los dos acusados se conocían, mo, como un acto de suprema lealtad hacia los jurados de con-
ciencia. Desde luego que no ocurre lo mismo para las personas,
porque para premeditar un crimen de esta naturaleza se necesitaba
los vecinos, los conocedores del acusado. Seguramente por ello
una amistad muy estrecha. Una complicidad para fines tan perver-
vertieron aquí ligeramente conceptos contra Manuel Chica,
sos no se improvisa de la noche a la mañana.
porque lo supieron como sindicado de tres delitos, un homicidio
Es decepcionante que un proceso de esta gravedad hubiera pa- y dos abigeatos. No puede nadie entonces formarse un buen
sado por tantas manos de funcionarios judiciales sin que se les concepto de una persona que ha sido detenida por tres ocasiones
hubiera ocurrido ningún interrogante,. ninguna duda, sobre el gra- con cargos tan graves. Pero como nosotros no pertenecemos al
do de credibilidad con el cual se fundamentó la acusación contra común de esas personas, sino que aquí tenemos una posición
los procesados. privilegiada, en el sentido de que se nos ha encomendado exa-
minar exhaustivamente una conducta humana, veamos si de
Esa ligereza para acusar judicialmente, sin el sustento de una a~ue:do .con el proceso aquéllos tres antecedentes, aquellas tres
prueba fehaciente, la dem.ostró el fiscal en la audiencia pública~ szndzcaczones contra Manuel Chica, permiten adjudicarle los
cuando hasta para analizar la personalidad de !v1anuel Chica, lo calificativos que conocernos dentro del proceso, y los que en muy
describió como un tenebroso criminal, el hom.bre que por sus alta voz le endilgó el señor fiscal en esta audiencia. Aquí, a fi.
maldades producía pavor en el suroeste antioqueño. Por eso lo 354, se ordena su libertad porque no existía en su contra nin-
refutamos así en nuestra defensa: guna prueba. A fi, 355 se sobresee en su favor por un homici-
Por último, es bueno hacer referencia a la personalidad del dio, porque tampoco existía prueba en su contra, y a fi. 365, el
acusado Manuel Chica. El perfil que de él trazó aquí la pala- juzgado lo absuelve del abigeato. Es decir, que la justicia lo li-
bra iracunda )' apasionada del señor fiscal es la de un hombre beró de toda acusación en las tres ocasiones, porque nada debía
terrible_, émulo de Víctor Malo, aquel personaje de leyenda en a la justicia, porque era inocente, porque no había infringido
la cautivante novela Risaralda de Bernardo Arias Trujillo. Y la ley, JV porque las autoridades exageraron al detenerlo, porque
recordando el famoso nombre del bandido, describe al acusado los testigos eran mentirosos. etc. Y si esto fue así, si en este proce-
como a un malhechor miserable, un cruel criminal que ha so Manuel Chica fue declarado inocente por la justicia, inocen-
sembrado de llanto y de luto el suroeste antioqueño, una lacra te de esas tres acusaciones, ¿por qué el señor fiscal os ocultó esas
social que vosotros tenéis que quitar de entre los ciudadanos pruebas de la inocencia de quien se sienta en el banquillo de los
honorables, y merecedor por ello de una condena, por ser, ade- acusados? ¿Por qué esa deslealtad con vosotros, con la misma
más, un bandolero sin escrúpulos. ¿Será ·esto cierto? La mejor justicia, con la sociedad, con el acusado, con la defensa, con la
manera de saberlo es consultando las certificaciones de las t:tuto- verdad? ¡Yo sé la respuesta! Porque si reconocía esas absolucio-
ridades que tienen el encargo de administrar justicia. Manuel nes judiciales a favor de Manuel Chica, no podía compararlo
Chica puede ser sindicado de un crimen_. de dos o de varios, pe- con Víctor Malo, el mítico personaje de la novela Risa:ralda.
Adernds, por otro aspecto, en la lírica y engalanada prosa del
178 PRACTICA FORENSE PENAL

novelista Arias Trujillo. Víctor Malo es un personaje de leyen-


da cantado por los trovadores, las mujeres se enamoraban de su
hermoso rostro) los hombres admiraban su bravura_, y los pobres
CAPÍTULO XIX
lo amaban, porque en forma misteriosa recibían sus ayudas en
dinero. Por lo que parece una especie de Robín Hood, que ro- CULPABLES MORALES
baba a los ricos para obsequiar a los pobres. * "Hacer justicia o pedirla) constituye la obra más íntima)
más espiritual mds inefable del hombre)~
(ÁNGEL OSSORIO) El alma de la toga)
((Bienaventurados los que tienen hambre
y sed de justicia porque ellos serán saciados)).
(MATEO)

Mencionaré su nombre, porque nadie la conoce, y ya debe estar


muerta. Y por otra razón: se me quedó en el alma y en la memoria,
por la triste tragedia de su vida. Sus padres le quitaron sus afectos,
y tal vez ella también los perdió por ellos. Cuando el juzgado me
designó su defensor de oficio por el delito de homicidio, acepté
gustosamente el cargo. Entonces fui a la cárcel a visitarla, para pre-
parar su defensa en audiencia pública con jurados de conciencia.
Entre lágrimas y sollozos me contó toda su amarga existencia.
Mientras tanto, su hija de tres años se entretenía arrullando en sus
brazos una pequeña muñeca de trapo. La niña tenía una mirada
triste y denotaba desnutrición. Era su gran consuelo y fortaleza
frente a la magnitud e intensidad de su dolor por la adversa suerte
que le había deparado el destino. Sin prometerle nada, la animé a
que fuera optimista, y que si tenía algún santo de su devoción es-
pecial, le rezara para que nos fuera bien en la audiencia.
Estas visitas al preso reconfortan tanto como la visita del médi-
co al enfermo. TJn abogado que no visite a su defendido en la pri-
sión, no merece su confianza. Estuve en la cdrcel y no me visitasteis:~
dijo Jesús un día de amargura. En esas entrevistas surgen de pronto
temas o detalles que pueden orientar a la defensa. Y si además hay
calidez humana en el trato al detenido, éste, así se pierda la causa,
conservará un grato recuerdo de quien no lo abandonó en la pri-
sión, de quien, si fuere el caso, independiente de su defensa jurídi-
·Los veredictos para ambos procesados, fueron absolutorios.
ca, le prestó otros servicios de carácter personal y humanitario. Por
PRACTICA FORENSE PENAL CULPABLES MORALES 181
180

eso escribí en uno de mis libros (Tratado de derecho procesal penal, Creo que en aquella defensa, la de Ana Botero, el ochenta por
ciento estuvo dedicado a la parte humana de esta tragedia, y el re-
Edit. Temis, Bogotd_, 1989):
sto al aspectq,_ meramente jurídico. Y por eso, hasta el mismo tono
Al igual que en el sacerdocio religioso, en este sacerdocio lai- oratorio debió ser distinto en ambas situaciones. Para el primer
co que es la abogacía, es donde se descubren las mayores mise-
caso, -la parte humana de la causa-, el actor forense debe utilizar
rias del género humano. Aquí se confiesa el hombre por todas
una oración con sentimiento, conmovedora, sin llegar a excesos, en
sus faltas a la ley divina y a la ley positiva. Acercarse l!_Or ello a
estas almas con espíritu de comprensión, entender sus flaquezas,
un estilo dramático y elegante. Aquí se necesita al orador. En cam-
ser solidario con sus penas y sus angustias, fortalecerlos cuando bio, para el análisis jurídico de lo que se invoca, el lenguaje debe
desesperan, alentarlos cuando parezca que todas las puertas de ser sobrio, una palabra sin altisonancias, sin buscar la elocuencia.
la justicia se les cierra, no reprobar nunca sus caídas y violación Aquí es necesario ejercer la cátedra profesora!, como si se estuviera
a la ley que escribieron los hombres_, es ciertamente una tarea dictando una clase a los estudiantes de derecho.
espiritual que dejard profunda huella en aquéllos que confiaron Cuando estaba por llegar a la edad de la adolescencia, una tía
su vida, su libertad, sus bienes, su honor a un abogado. que aparentaba amor por ella se la trajo de la ciudad de Manizales
A los pocos días volví a visitarla. La encontré más animada y a vivir en Medellín. La explotó ocupándola en los servicios domés-
llena de optirnismo, porque algunas compañeras de prisión le ticos de la casa, pero una noche la joven se fugó de dicho hogar. Y
habían dado informes muy elogiosos sobre mí. Pero esto, en lugar la infarne venganza de la pérfida tía, pretextando una protección
de favorecerme, en cierta forma me perjudicó, porque estando en moral de la sobrina, logró que la mantuvieran privada de su liber-
la entrevista se apareció una reclusa, quien después de solicitar tad durante cinco años en un pabellón para menores en la cárcel
perdón por la interrupción, me dijo: "Hace catorce n1eses me de-- de mujeres El buen pastor de .Medellín. ¡Así le robaron cinco años
signaron un defensor de oficio, y no lo conozco, no se ha dignado de su vida! ¡Los cinco años esplendorosos de su adolescencia! Allá
de venir a visitarme. Por Dios, le ruego, encárguese de mi defensa, en esa prisión, durante un lustro, estuvo abandonada de todos los
como si fuera una obra de caridad". Cuando me suministró el afectos familiares. No había cometido siquiera una contravención
nombre del defensor que le habían designado de oficio, supe que de policía, sino una simple falta a la tía cruel que la mantenía sub-
debía defenderla, porque ese profesional era de lo más mediocre yugada, a la tía que contra la hermosa virtud de la misericordia,
que yo había conocido. Con la frecuencia con que lo veía en de- fue seguramente la responsable de que su conducta fuera el primer
fensas penales ante jurados de conciencia, concluí que llegaba a los eslabón de la cadena trágica que en los años venideros aprisionaría
estrados judiciales muy mal preparado, y que sólo buscaba la pu~ la existencia de esta infeliz criatura.
blicidad con cuanta defensa de oficio le asignaban. Mi respuesta a Regresó a su hogar en Manizales. Y allí, ya hecha mujer, en la
la detenida fue inmediata: "N o se preocupe, que asumiré su defen- primavera de su vida, experimentó las delicias del amor hacia un
sa desde mañana mismo. Vaya tráigame una hoja de papel de ofi- joven que terminó seduciéndola con promesa de matrimonio, co-
cio". A los pocos minutos apareció radiante de felicidad. Le presté mo consecuencia de lo cual le dejó una hija, y luego la abandonó.
mi bolígrafo y le dije que escribiera. Le redacté el poder para de- Sus padres, unos cristianos chapados a la antigua, y además insen-
signarnl.e como su defensor. Al salir, le hice colocar en la guardia el satos, no tuvieron la grandeza de alma de perdonarle, de ayudarla
sello de la cárceL Aproximadamente al mes le llevé la boleta de en ese trance tan difícil de su vida, de estrechar más sus afectos
libertad. Su caso era un hurto por estado de necesidad, por lo cual hacia ella que los había convertido en abuelos. Ahogada en llanto
la absolvieron. tuvo que abandonar el hogar de sus padres, con la pequeña hija
182 PRi\CTICA FORENSE PENAL CULPABLES MORALES
183

entre sus brazos maternales. ¡Le negaron hasta un beso de despedi- gado que realmente asumiera su defensa. Es la triste suerte de los
da! ¡Y salió a recorrer el mundo! ¡A la aventura! ¡A la buena de pobres. Por eso, las edificantes palabras de PIERO CALAMANDREI:
Dios! ¡Pobre mujer, la tragedia que la esperaba, por culpa moral de
"Si eJ acusado pobre y oscuro encuentra a su lado, aun en los
sus amados padres!
procesos mds reñidos y peligrosos, al defensor que fraternalmente
Regresó a 1'v1edellín. Pidió trabajo en las casas de familia, pero, le asista, ello significa que en el corazón de los abogados no se
por causa de la niña y no tener referencias, no la admitieron. Y así, alberg.a solamente la codicia de dinero y la sed de gloria, sino
en el más completo desamparo y sin a quien acudir, menos a la ~ambzé~, y a menudo, la cristiana caridad que obliga a no de-
maldita tía que la habría mandado a los mismos infiernos, enca- Jar al znocente sólo con su dolor ni al culpable a solas con su
vergüenza'~
minó sus pasos al turbulento barrio de Guayaquit~ un ruidoso lugar
de delincuencia y de prostitución. Entró a las cantinas a ofrecer sus Para si~ua_ciones como éstas, los jueces deberían ser vigilantes
servicios en la atención a los dientes. l'~o le fue difícil que la con- del cumphm1ento cabal de las obligaciones del defensor, con facul-
trataran en una de ellas, porque, además, tenía un rostro precioso, tades de apremiados por su negligencia, por su abandono de la
un exquisito atractivo personal. En esas sórdidas tabernas, aten- c~usa. Y no solo esto, sino imponer alguna sanción ante la reticen-
diendo borrachos vulgares, soportando piropos indecentes, cono- Cia en el cumplimiento de sus deberes. Esos abogados son los que
ciendo los secretos del hampa, trabajaba esta pobre mujer. Y como desconocen el grato placer espiritual de defender a un hombre acu-
el mezquino salario que devengaba no era suficiente para su propia sado de un delito, así sea el más abominable, fuese inocente o cul-
subsistencia y la de su hija, ejercía también la prostitución. r_able. Ello representa tanto un serio compromiso con la inteligen-
Una noche de escasa clientela se dio a ingerir licor con una Cia, como un severo mandato ético que obliga la conciencia hones-
compañera de trabajo. Y como ambas pretendían a uno de los ta de todo abogado. Llevar esa altísima dignidad dentro de una
dientes asiduos, quien a su vez las galanteaba, discutieron celosas causa penal, es .e~tar investido de una de las más grandes y honorí-
en medio de la embriaguez. Y cuando la compañera hizo un ade- ficas responsabilidades que la ley le impone a un profesional del
derecho.
mán que la procesada entendió como de sacar un arma, Ana Bote-
ro sacó la suya y la mató. Atendiendo todos estos mandatos, preparé la defensa de Ana
¡Y esta noche de puñaL de sangre y de muerte ensombreció más Botero. Por ahí anda publicada parcialmente en otro libro mío
su vida!. ¿Qué iba a ser de su hija? ¿Sus abuelos desnaturalizados la (M'emorias de un penalísta). No fue una cátedra de derecho, no fue
recogerían para llevarla a su hogar, ampararla amorosamente mien- un derroche de doctrinas y jurisprudencias, ni de citas de autores.
tras su madre permanecía en la cárcel sumida en la desolación? ¿Se No. Busqué sumergirme en el alma de esta mujer, de buscar a
unos responsables morales de su conducta homicida, a sus padres,
guardaría Ana Botero el doloroso secreto de que sus padres la vol-
a su s;eductor y padre de su hija, al mundo oscuro de las tabernas y
vieron a abandonar en esta nueva y más grave tragedia? Nunca lo
supimos. Lo cierto es que jamás nadie de la familia la visitó en la
pr~stlbulos. ~or donde de~mbuló su triste vida. Por eso dije en su
de~ensa, deJandome seducu un poco de mi incipiente cultura lite-
prisión, ni la acompañaron en el dramático día de la audiencia
rana, cuando apenas empezaba a ejercer la profesión:
pública.
Ese buen camino jamás lo encontró esta pobre muchacha
En esta causa, como en tantas otras en las que intervine como que solloza en el banquillo de los acusados. No encontró ese
defensor de oficio, la procesada llegó a responder de su conducta camin.o, porque no tuvo quién la protegiera, quién le ofreciera
ante los jueces de conciencia, sin que antes hubiera tenido un abo- una e.;emplar orientación espiritual quién le abriera sus brazos
PRACTICA FORENSE PENAL CULPABLES MORALES 185
184
los lupanares; hermana de Manón Lescaut, quien en la obra
amorosos para refugiar en ellos sus penas, quién se preocupara
del abate Prévost se regeneró por el amor; hermana de Flor
por una esmerada formación moral que la fortaleciera para po-
~aría en Los m~s~erios de París de Eugenio Sué, a quien las
der enfrentar con entereza los duros avatares de la vida. Debi-
znhumánas condzczones del ambiente la condujeron al fango;
do a todas estas ausencias en su triste existencia, ausencias afec-
h~nnana de las que se entregaron por puro amor y luego trai-
tivas_, espirituales, morales, amorosas, su vida tuvo que precipi-
cz?na~as y abandonadas por sus propios amantes, como Ana
tarse a lo que ella misma, con inmenso dolor de su alma, ha
Rarenzna de León Tolstoi, y Madame Bovary de Flaubert;
venido a decir en este proceso, cuando afirma que se tuvo que
hermana de Verónica, aquella pobre y silenciosa mujer rescata-
dedicar a "la vida fácil': que no tiene amigos que le despierten
da del arrollo en los bajos fondos de París, por aquel Mendigo
algún afecto, y que el escaso dinero diario que alcanza a conse- Ingrato o Peregrino de lo Absoluto, como solía llamarse a sí
guir en sus trajines de mesera en una cantina y en el vergon-
mismo León Bloy el primer panjletario de Francia en el siglo
zante oficio de la prostitución, son p11ra velar por su subsisten- ~J(VJIJ -~ uno de los grandes escritores místicos que ha dado la
cia y la: de su hija que tanto ama.
He ahí el tremendo drama humano aue .1
necesariamente tie-
hur;tanzd~d, :z lado de San Juan de la Cruz, Fray Luis de
Le~n, L~zs ~ zves, Santa Teresa y Fray Luigs de Granada, y
ne que desquiciar una personalidad, tatuar amargamente una quzen ~zzo rea(rr:ente de aquella mujer la mds digna y noble
vida_, llenar de tedio y de sordidez y de melancolía y de desen- comp/a~era espzrztual de su agitada vida de escritor católico; y
gaño toda una existencia. Mujeres, diría yo, hipotecadas al do- por ultzmo, hermana de todas aquellas redimidas en los ilumi-
lor, embargadas por el sufrimiento_, secuestradas por la amargu- nados versículos bíblicos, principalmente de aquella sublime pe-
ra, contratadas para el placer efímero, y, por último, condena- cadora salvada por jesús de la turbamulta frenética y enfureci-
das al vituperio de los violentos, a la ordinariez y vulgaridad de da que quería lapidaria por su oscuro pasado.
los rufianes, a la explotación de desalmadas celestinas y proxe- f!stos n.ombres, algunos de ellos recordados por la Crimino-
netas despreciables, al hastío de las alcobas sin amor, a las en- logza~ vanos rerte~ecen a mujeres de la vida real, y cada una
fermedades de los prostíbulos, y hasta a ser víctimas de los crí-· de dzchas exzstenczas forma parte de la historia universal por-
menes de la canalla humana en los sórdidos lupanares olorosos que los hom~res q~e las ~sculpieron en el mdrmol imperecedero
a sexo, a sudor, a nicotina v a licor. de sus creaczo~es lzterarzas, en el drama y en la poesía, en la
·'
No siendo, por obvias razones novelable su vida, porque no novela, traba;aron con materiales eternos. Pero, Ana Botero
pertenece a la estirpe de las grandes elegidas de la historia, sino apenas sí irá a figurar en una breve crónica roja de los periódi-
a las de ttbajo, a las de la galería., a las del hirviente torbellino cos cuando mañan~ describa~ nuevamente su tragedia e infor-
de la gleba irredenta, sí tiene con ellas el común denominador men sobre el veredzcto que vazs a dar como acto final de esta es-
de su desgracia; pero, también estd hecha de un barro modeia- tremec~·dora audiencia pública. JVadie la recordard después.
ble, de una arcilla dócil, de un alma susceptible a despertar to- Ell~ czertarne~te no pasard a las pdginas de la novelística; no
davía nobles ensueños y puros ideales. De ahí que por este doble se~a protagonzst~ de las tramas literarias del drama contempo-
aspecto puede considerarse hermana de Fantina en Los Misera- r~neo,· no te~dr~ una pluma que haga de su llanto un cdntico,
bles de Víctor Hugo y quien fue arrastrada a la prostitución por nz de s.u sufrzmzento ~na elegía, ni unos labios que pulan frases
causas independientes a su voluntad,· hermana también de la como ;oyas para purificarla en su triste condición humana, ni
Katiuska de León Tolstoi) cuya vida fue mds un intenso y trdgi- unos brazos amorosos que la esperen en su libertad, ni un hom-
co peregrinaje de amor; hermana de Martha en la hermosa his- bre responsable que sepa levantarla de su tragedia de madre sol-
toria de Huysman, quien terminó su vida encerrada en un tera, po~que en ella se ha repetido el cruel y doloroso pasaje de
claustro; hermana de Eloisa, en la obra de los 1-!errnanos Gon- la ]amazs en la novelística francesa, cuando fue rechazada por
court y que supo limpiar de su vida toda la mancha del lodo de
186 PRACTICA FORENSE PENAL

su padre, porque este desnaturalizado progenitor le cerró las


puertas de su hogar y le negó hasta el último beso, por haber
caído en desgracia, y también, porque el hombre que la engañó
y la sedujo y le dejó una hija, la tiene ahora t1bandonada y ol- CAPÍTULO XX
vidada, no siendo absurdo adjudicar por ello, moralmente a su EL CHEQUE
padre y a su seductor, este homicidio, porque como decía Brisset
de Banville, cada delito que la mujer comete debe atribuirse a ((Es preferible dejar impune el delito de un
culpable, que condenar a un inocente'~
un hombre que no es castigado.
(ULPIANO)
Pan:t que al menos ella sí pueda recordar que cuando todo
mundo la abandonó; que cuando ni siquiera una c11ra amiga o ((Los errores judiciales son mds
familiar vino hoy aquí a acompañarla erz este difícil y casi aza- criminales que el crimen mismo'~
roso trance judicial en la tremenda expectativa de una a:bsolu- (MONTAIGNE, Ensayos).
ción o de una condena, hubo un jurado de conciencia, que no
por piedad, que no por compasión, sino por acatar a la Ley El asesinato de don Guillermo Cano Isaza, Director del perió-
misma, pero con rostro humano, por obedecer a los mandatos dico El Espectador, ocurrido el diecisiete de diciembre de mil nove-
de nuestras normas sustantivas} que por impertltivos morales de cientos ochenta y seis, conmovió al país. La mafia del narcotráfico
vuestras propias conciencias la hizo acreedora de una justa ab- decidió su muerte, no solo por sus valerosas campañas periodísticas
solución. E~· una petición que os hago con el más sincero ~y pro- en contra de dicha delincuencia, sino porque en sus columnas
fundo convencimiento de que, haciéndolo así, obraréis con tan abogaba por la extradición. Era un hombre lleno de virtudes, de
alto espíritu de justicia que absolutamente nadie podrá poner recio valor civil y moral para defender sus principios, y un perio-
en duda jamás vuestro veredicto, porque será vuestra conciencia dista de carácter y honestidad. Todos los adjetivos para elogiar una
la que habla, y hasta esa sagrada e improfanable basílica moral
personalidad podrían utilizarse para su justa semblanza.
de claras resonancias interiores no puede llegt:tr sino la pura voz
de Dios.* Por su tnuerte, sólo una persona fue condenada, el señor Luis
Carlos I\1olina Yepes. Asumí su defensa en la etapa del juicio. La
razón de dicha condena consistió en lo siguiente: En la cuenta de
al1orros de la madre de un sicario, se encontró la consignación de
un cheque firmado por el señor Molina Yepes. Ese sicario fue
mencionado en el proceso como uno de los autores materiales del
crimen, aunque nunca hubo un pronunciC~_miento judicial en su
contra, por haber fallecido.
Esa condena fue una verdadera injusticia. Para ello, muy segu-
ramente influyó el dolor de todo un país por tan execrable crimen,
además de la presión de todos los medios de comunicación para
que se hiciera justicia. Pero antes de demostrar cómo se incurrió en
este error judicial, es bueno un comentario previo sobre la manera
indebida del procedimiento de la causa en la segunda instancia.
* El veredicto fue absolutorio, por unanimidad.

PRACTICA FORENSE PENAL EL CHEQUE 189


188

Cuando llegué a la audiencia pública en el Tribunal Superior Por eso, los soberanos amantes de la libertad, los gobernantes
Judicial de Bogotá, a la entrada de la sala de sesiones encontré un respetuosos de la justicia, los legisladores protectores del derecho y
avisto de dicha Corporación en el cual se encarecía a los abogados los jueces com9 verdaderos sacerdotes cuando ofician en el sagrado
ser breves en sus intervenciones. No me preocupé por averiguar si templo de la justicia, siempre han tenido conciencia de que en la
el aviso tenía el carácter de permanente o exclusivo para dicha au- firme y respetada defensa del acusado en el proceso penal, se revela
diencia. De cualquier manera, ya empecé a preocuparme por mi el grado de libertad de un pueblo y la medida de su cultura jurídica.
defensa, que frente a una causa de tanta gravedad, se suponía que Lo más grave ocurrió después. Debido a una reorganización in-
debería ser extensa por la infinidad del material probatorio para terna de las salas del tribunal, la sentencia condenatoria la dictó
analizar. Y como por elen1ental respeto a mis deberes profesionales una sala distinta, unos magistrados que no presidieron la audiencia
con el acusado no podía privarme de decir todo lo que tenía pen- pública, por lo cual no escucharon nuestra defensa. Al respecto, se
sado en su favor, por cumplirlo, con frecuencia los honorables ma- podría recordar el principio milenario del derecho sobre la prohi-
gistrados me interru1npían para preguntarme si ya estaría por ter- ?i~i?n de condenar a una persona sin haber sido oída y vencida en
minar mi defensa. Esto contradecía lo que es un principio elemen- JU1C10.
tal que debe respetar todo funcionario encargado de administrar
justicia, com,o es el de estar dispuesto a escuchar atentamente todo Y fue tanta la injusticia de ver sentado en el banquillo de los
lo que tengan que decir los abogados. Qué iban a practicar tan acusados a otra persona llamada a juicio como autor material del
afanados magistrados aquélla sabia y prudente enseñanza que des- asesinato, sabiéndola inocente, que, sin ser su defensor, clamé por
de la antigüedad sentenció PLINIO, el joven, cuando dijo: "Siempre su absolución, porque con él, la justicia estaba cometiendo un cri-
que juzgo concedo a la defonsa cuanto tiempo pide_, convencido de que men imperdonable. ¡Querían chivos expiatorios! Por fortuna, lo
el juez debe a su religión, ante todo} ser paciente, pues la paciencia es absolvieron después de haber estado varios años privado de su li-
gran parte de la justicia". bertad. Y no podemos negarlo: la justicia siempre procede con ma-
yor rigor, cuando las víctimas son personajes de encumbrada jerar-
Esta aspereza e indebida conducta era ya detnostrativa de que
quía moral, política, social, intelectual o económica. ¡Cuando hay
los honorables magistrados no tenían interés en conocer todos los
magnicidios!
planteamientos de la defensa. De pronto, aun antes de escuchar-
nos, tenían ya decidida la condena. No faltaba sino la inútil ritua- La demanda posterior contra el Estado, por todos los inmensos
lidad de la audiencia pública. Obviamente que se notaba su con- perjuicios morales y materiales que le causaron con dicha arbitra-
trariedad porque no concluíamos pronto nuestra intervención. riedad, no cnmpensaron nunca lo que moralmente sufrió Algiro
Cuánto hubiéramos deseado recordar en su honor estas palabras de Tamayo, al verse injustamente estigmatizado ante todo un país,
PIERO CALAMANDREI: por la imputación de tan horrendo crimen. Fue arrolladora la
'El mds importante entre los personajes del proceso, el ver-
prueba que presentó para demostrar que él no era la persona a
dadero protagonista, es el juez. Asiste mudo e imperturbable a quien acusaban del crimen, como autor material, sino un homó-
todo el desenvolvimiento del drama, siempre presente, aun nimo. El día de la tragedia, él no se encontraba en Bogotá sino en
cuando se limite a escuchar en silencio la disputa de los otros su pueblo, Barbosa, del departamento de Antioquia, ocupado en
personajes. Pero al final, la última palabra, la p(Jlabrt:t resolu- su trabajo y al lado de su esposa y sus hijos.
tiva, es la suya; todo lo que ha sido dicho en el curso del debate Esta sentencia merecería figurar en una lista negra de las provi-
se resume y se disuelve en su decisión. El epílogo del drama, el dencias más equivocadas de la justicia colombiana. Veamos unos
último acto del rito, es la sentencia'~
190 PRACTICA FORENSE PENAL EL CHEQUE 191

pocos argumentos previos a la prueba principal en favor de la ino- ron el mandato criminal cuando salía del periódico hacia su hogar,
cencia del condenado Luis Carlos Molina. por dos tenebrosos sicarios montados en una motocicleta.
En primer lugar, el reo no tenía ningún móvil para querer la Entonces, ,.el sentido común se pregunta: Si ese cheque hubiera
muerte de don Guillermo Cano Isaza. Si la pavorosa guerra que los tenido alguna relación con el crimen, ¿la mafia que lo ordenó
narcotraficantes le declararon al Estado fue por motivo del peligro habría tolerado que los sicarios se demoraran una, dos, tres, cuatro,
de la extradición, Molina Yepes, en primer lugar, ni hasta el mo- cinco semanas para cometerlo? ¿Iban los bandidos a arriesgar sus
mento de la tragedia, ni después, tuvo un solo antecedente por propias vidas, por reacciones de la misma mafia, dilatando sin ra-
narcotráfico, por lo cual no estaba en riesgo de una eventual extra- zón tanto tiempo el cumplimiento de su oscura misión? ¿Al tene-:-
dición hacia los Estados U nidos; en segundo lugar, nadie, por es- broso Cartel de Medellín se le podría incumplir el nefando contra-
túpido e ingenuo que fuera, iba a pagar con un cheque la comisión to criminal tanto tiempo? Además, los sicarios no podían alegar
de un homicidio, cuando tenía que suponer la probabilidad de que ninguna disculpa por la tardanza en consumar el magnicidio. Sólo
a la postre resultara descubierto; en tercer lugar, el cheque que la necesitaban una motocicleta y armas de fuego, las inseparables
justicia vinculó con el crin1en fue un cheque con el cual se pagaron compañías en sus andanzas criminales.
unos dólares en un establecimiento público; en cuarto lugar, che-
ques por ese misn1o motivo expedía el señor ~vfolina Yepes todos Es que si ese cheque hubiera sido girado a favor de un sicario
los días, porque ése era su negocio. Se acreditó que legalmente te- para pagar la consumación de un crimen, habría sido más lógico
nía una oficina cuya función era la compra y venta de divisas ex- relacionarlo con la muerte del doctor Hernando Baquero Borda,
tranjeras. Era su oficio. N un ca pagaba en efectivo los dólares que magistrado de la Corte Suprema de Justicia, sacrificado por lama-
con1praba, sino que lo hada en cheques, bien fuera al portador o a fia a los ocho días de la expedición del citado cheque, cuando la
nombre del beneficiario. muerte de don Guillermo Cano fue a los cuarenta días de su entre-
ga. Al parecer, al magistrado 1e cobraron haber sido el asesor del
Lo más grave de toda esta injusticia, por no decir arbitrariedad,
por no afirmar una ceguera judicial ante las evidencias procesales, Gobierno en la perfección de un tratado con Estados Unidos para
permitir la extradición.
por no aseverar flagrante violación al derecho de defensa, por no
increpar una violación al debido proceso, por no decir prevaricato, Cada año que se conmemora la muerte de don Guillermo Cano
es que la muerte de don Guillermo Cano Isaza se produjo a los lsaza sale a relucir el nombre del único condenado. Y así quedó
cuarenta días de haber sido expedido el cheque de marras. Enton- manchada para siempre su vida.
ces, si se tiene en cuenta que la víctima no disponía de escoltas_,
A los sicarios no se les pagaba con cheques, sino con dólares que
sino que salía del periódico hacia su casa manejando su propio
por cargas mantenían los narcotraficantes interesados en la muerte
automóvil; si se considera que los asesinos no irían a correr ningún
de don Guillermo, por la única razón de combatir en su periódico
peligro en sus vidas al cumplir el ignominioso magnicidio; si era
muy fácil para los victimarios, de un día para otro conocer la ruta
el narcotráfico, y por la batalla que libraba en su leída Libreta de
apuntes en defensa de la extradición. ¡Pero la justicia y la sociedad
que don Guillermo utilizaba para regresar a su hogar; si se piensa
en todo esto y mucho más, resulta claro que para los victimarios se resignaron ante la impunidad de los autores materiales e intelec-
este crimen no revestía dificultad alguna; que no eran necesarias tuales, porque al menos, según los jueces, se había descubierto a
cautelas en su preparación ni estrategias para ejecutarlo, por lo cual quien había pagado el crimen!
no había razón para que se den1orara tanto la consumación del U no de los criminales más sombríos que ha tenido Colombia
asesinato. Prueba de ello fue la forma rápida y fácil como cumplie- en toda su historia es Jhon Jairo Velásquez Vásquez (Popeye), el
192 PRACTICA FORENSE PENAL

principal sicario y hombre de confianza que tuvo Pablo Escobar


Gaviria. Dicho sujeto, durante todos los años de su cautiverio les
ha confesado a la justicia y a los medios de comunicación todos sus
crímenes y los cometidos por el Cartel de 1v1edellín. C:on su testi- CAPÍTULO XXI
nlonio se han podido esclarecer muchos delitos. Uno de ellos fue LA TORTURA
el asesinato del doctor Luis Carlos Galán Sarmiento, proceso en el
((Es orador el que puede hablar bella y elegantemente sobre cualquier
cual acusó como instigador al doctor Alberto Santofimío Botero, cuestión de forma apropiada para convencer, acorde con la dignidad
quien actualmente cumple una condena por dicho magnicidio. Es del tema y con las circunstancias, y sabiendo agradar a sus oyentes'~
decir, que la adn1inistración de justicia le ha concedido crédito en (TÁCITO> Didlogo de los oradores)
dichas acusaciones, que no las hizo para buscar ningún beneficio
A media cuadra de la Alcaldía de Salgar se cometió un homici-
penal, sino tal vez en un reiterado y público arrepentimiento o
dio. Era la época de la violencia política de mediados del siglo pa-
sinceridad consigo mismo, por todo el mal que le había irrogado a
sado. Los militares capturaron como sospechoso del crimen, al
la sociedad. Y este sujeto, bajo juramento, declaró ante la justicia
señor Miguel Jiménez, personaje desconocido en el pueblo, quien
que el señor Luis Carlos MolinaYepes nada había tenido que ver
había llegado desde las tierras del Quin dío y del Valle del Cauca.
con la muerte de don Guillermo Cano Isaza. Pero, esta vez, cuan-
Lo capturaron, y en el acto empezó para él un terrible víacrucis,
do más le debieron haber creído, no le creyeron. Aquí necesitaban
porque los soldados del procedimiento lo insultaban con los más
un chivo expiatorio, alguien que les permitiera decirles a la socie-
injuriosos vocablos, lo golpeaban con la culata de sus fusiles por
dad y al mundo ofendido con esta atrocidad, que el crimen no se
todas las partes del cuerpo. La ciudadanía, atónita, observaba a
había quedado del todo impune, porque ahí estaba tras las rejas
unos soldados enfurecidos y arn1ados de fusiles, que caminaban
quien había pagado por el asesinato.
detrás de un hon1bre a quien agredían de palabra y de obra. Lo
Quien tiene una oficina de compraventa de divisas, en este caso, llevaban al lugar de la tragedia, y ante el cadáver, utilizando la vio-
de dólares, sólo le interesa el nombre de la persona a cuyo favor se lencia y la amenaza, lo obligaron a inclinarse sobre él y a confesar
debe hacer el cheque, si no es que previamente se solicita que sea al públicamente que era el autor de la muerte de don Antonio Rico.
portador. No interesa saber sobre el origen de esos dólares, ni I'odos los curiosos que rodeaban al difunto escucharon del propio
quién es el beneficiario del cheque. Podían provenir del narcotráfi- capturado dicha confesión. Después, como al peor facineroso lo
co, del pago a un sicario, de un robo, o llegados ilegahnente al exhibieron y pasearon por las calles del pueblo, insultándolo, gol-
país, pero eso no podía convertir en ilícita la transacción, sino un peándolo. Y así, la autoridad militar se encargó de crear una suges-
mercado normal, a no ser que se conociera su turbio origen. tión pública de que realmente era el asesino. Después se las inge-
Este capítulo lo pude no haber escrito para evitar discrepancias, niarían para que unos testigos declararan haberlo visto cuando co-
controversias o .mal entendidos. Pero por allá en los entresijos del rría armado de la escena del crimen. Aquella sugestión colectiva de
alma me alienta una motivación moral, cual es la de un testimonio ser el criminal resultaba más fácil por la calidad de quienes inter-
público sobre mi convicción aquí relatada, por si ella le sirve de venían en todo este ominoso procedimiento, un oficial y un sub-
compensación a quien fue mi defendido, en caso de ser inocente oficial del Ejército de Colombia.
de este crimen, y también para su tamilia, principalmente su des- Iba camino de la tortura, de la crucifixión. Lo entraron al cuar-
cendencia, por cargar con el injusto estigma de su padre y abuelo. tel que se distinguía por una bandera de Colombia izada en lo alto
de la edificación. La mente perversa de sus verdugos y de sus tortu-
194 PRACTICA FORENSE PENAL LA TORTURA 195

radores empieza a imaginar el más cruel de los sistemas para man- men guardándose un revólver en un bolsillo de sus pantalones.
tener vigente la confesión que ya habían conseguido frente al cadá- Resultaba ostensible que esta investigación se inició y adelantó
ver. bajo el signo ;iel terror oficial y con una evidencia pública de que
Eran muchas las vejaciones que le habían hecho en la calle y a la el Ejército a toda costa buscaba comprometer al capturado.
vista de toda la sociedad de Salgar (Ant.), pero, seguramente el El entendimiento para estos procederes arbitrarios era completo
pobre hon1bre no alcanzaba a imaginarse los tormentos. que le es- entre la Alcaldía y el Comando del Ejército. Hasta el punto de que
peraban. Ya habían empotrado en las paredes una v1ga donde el Alcalde militar no reclamó al detenido, quien tuvo que perma-
habrían de crucificarlo. Allí, desnudo su cuerpo y atado de las ma- necer en el lugar de los suplicios durante quince días, cuando de-
nos lo colgó la soldadesca criminal. Los yataganes punzaban su bió remitirlo en forma inmediata. ¡Quince días conviviendo con
cuerpo y el ·vocabulario soez le caía como un látigo. Los quejidos, sus verdugos! ¡Con quienes lo habían crucificado! ¡Con los repre-
los ayes, las súplicas, casi dijéramos que la agonía, no lograban sentantes de la Ley y el orden! ¡Con los colaboradores de la justicia!
conmover un ápice siquiera aquellas almas depravadas, el siniestro ¡En un cuartel del Ejército de Colombia! Cuando lo único que
corazón de esos falsos apóstoles de la justicia y del orden. Y para podían hacer, según las leyes de procedimiento penal, era la captu-
que nada le faltara a la ignominia; para que el indefenso capturado ra y poner la persona a disposición de las autoridades competentes.
sorbiera hasta la última gota de su propia amargura y pavor; para Pero ese tenebroso teniente Henao, cuando tuvo que desprenderse
que en el diapasón de su vida vibrara la última nota del más tortu- de su presa, de su víctima, tiene el atrevimiento de decirle por ofi-
rante de sus dolores, ¡en las manos de los soldados de Colombia se cio al alcalde instructor, que se le mantenga informado sobre la deci-
apretaba cruelmente el sexo de Miguel Jiménezl ¡Qué tal sería el sión que haya de tomarse con el detenido.
sufrimiento, qué tan intensos e insoportables serían sus dolores,
Pero aquí no se detiene esta carrera vertiginosa y brutal de
que rogaba lo mataran! atropello al derecho, de burla a los excelsos valores de la justicia,
De toda la investigación surgió la evidencia dañina que sobre del respeto por la dignidad humana, del atropello a todas las ga-
los testigos desplegaron aquellas unidades del Ejército . Necesitaban rantías del debido proceso, sino que también se pretendió la osa-
personas que confirmaran con sus testimonios lo que habían lo- día de que el defensor del capturado violara sus sagrados deberes
grado con el detenido, como era la confesión pública del homici- corno tal. Esa sagrada misión que cumple un apoderado que asis-
dio. Parecían estar conscientes de que dicha confesión, por lama- te a un sindicado en su indagatoria, es inviolable. Y así fue como
nera delictuosa como la obtuvieron, no iba a tener mérito legal un tal Horacio Monsalve asistió con dicho cargo a esa indagato-
dentro de la investigación, y por eso la hicieron a su amaño, ya que ria. Esto ya significaba que quedaba al margen de la investigación
el Alcalde instructor era también un teniente del Ejército. como un eventual testigo. Y, sin embargo, la Alcaldía, a sabiendas
Y así fue como sin escrúpulo alguno ejercían su influencia ante de esa dignidad, de ese fuero, lo llamó a rendir testimonio bajo
los testigos, haciéndose presente en la recepción de los testimonios, juramento. La deducción lógica que se desprendía de dicha con-
una forma de coacción psicológica. U no de esos testigos había de- ducta tenía que ser la esperanza de que este apoderado pudiera
clarado no saber absolutamente nada de los hechos investigados, tener secretos del crimen y se los comunicara bajo juramento al
porque cuando ocurrió el homicidio se encontraba en otro lugar investigador. Porque no es posible que un teniente del Ejército,
jugando dominó. Pero a los pocos días lo volvieron a citar, y ya con investidura de Alcalde militar, que se supone con algún gra-
dijo haber visto al capturado cuando se alejaba del lugar del cri- do de instrucción (o de simple sentido común), no supiera que
PRACTICA FORENSE PENAL LA TORTURA 197
196

ese apoderado estaba exento de ser llamado a rendir testimonio, ruido de fusiles y botas n1ilitares, órdenes de mando y siniestros
por el sigilo profesional. lugares de tortura.
Si estas maniobras quisieron hacerlas tranquilamente con el de- Miguel Jiménez, atropellado así en sus derechos, en su dignidad
fensor del sindicado, porque en el fondo esa era su calidad con el humana, en esos momentos de tanta indefensión y angustia, estu-
título de apoderado en la diligencia de indagatoria, tanto que po- vo esclavizado física y mentalmente. Su entendimiento no era
día oponerse a las preguntas capciosas o sugestivas; si esto preten- completamente libre sino que estaba sometido a la coacción más
dieron con un hombre trajinado en leyes y códigos, ¿qué no harían vituperable. Sus palabras no podían ser espontáneas, porque estaba
estos funcionarios con gente humilde e ignorante? ¿A qué grado de bajo la amenaza de sus esbirros. Por eso su confesión careció de
sugestión so1neterían a los testigos de cargo, dos de los cuales ni toda validez moral y jurídica, porque no fue libre ni espontánea,
siquiera sabían leer ni firmar? como lo mandan los cánones legales.
La alianza inmoral y delictuosa entre el teniente militar que en Este proceso fue una irrisión y una afrenta para la justicia co-
su condición de Alcalde investigaba el homicidio, y el otro teniente lombiana. Esos uniformados de charreteras y marchas marciales
de la guarnición militar:, quedó escandalosamente evidenciada con que aquí claudicaron en todos sus valores éticos y de disciplina
el siguiente episodio: Entre los dos convinieron que la indagatoria castrense, borraron de sus procedimientos todo principio de lealtad
no se recibiera en el despacho de la Alcaldía, sino que fuera en el procesal, enlodaron las normas imperativas del derecho e hicieron
cuartel del Ejército. Querían para ello el mismo lugar del suplicio, causa común con el atropello y la injusticia. Fue una investigación
de la crucifixión, de la tortura. En la Alcaldía, sin tener a la vista a donde el sagrado principio del respeto a la dignidad de la persona
sus verdugos, sin estar allí en presencia del potro de tormento, humana se vio ultrajado por la punta de los yataganes, por los ca-
peor a los de la Inquisición, en ese ambiente de tranquilidad, podía ñones y culatas de los fusiles oficiales; donde un hombre que ca-
negar ser el autor del honücidio, relatar todas las torturas a que fue sualmente había sido capturado como presunto responsable de un
sometido, podía defenderse. Y para que no lo hiciera, para que homicidio, le llegó un momento tan amargo en su vida de prisio-
sintiera y viera la amenaza del nuevo suplicio si no confesaba, es- nero que les rogaba a los verdugos que mejor lo mataran, porque
posado y con fusiles apuntándole por la calle pública, allá lo con- ya sus débiles fuerzas no podían soportar tantas torturas. Aquí re-
dujeron. En esas circunstancias tan dramáticas, sólo le quedaba trocedimos cuatro siglos en el respeto a las normas del derecho, a
volver a confesar lo que le obligaron a hacer públicamente ante el los postulados de la justicia, a la defensa de los derechos humanos.
cadáver. ¡O nuevamente la crucifixión! ¿Cómo no iba a declararse Regresamos a las oscuras épocas de las ordalías, de los tormentos,
responsable cuando sin duda ahí estaba todavía el n1.adero en que de los llamados juicios de Dios, cuando para establecer en un mo-
lo habían crucificado, y por ahí se dejaban ver sus verdugos, cuya mento dado la violación a la ley positiva, se apelaba a los sistemas
sola presencia ya era una amenaza por si no se declaraba culpable oprobiosos y vituperables que escarnecían la dignidad de la perso-
del homicidio en la persona de don Antonio Rico? Tenía que pen- na humana.
sar que esa sería su suerte si negaba los cargos que le habrían de Pensando en todas las infamias y terrores que hemos visto, esta-
formular. Y no otra fue la intención de los dos tenientes militares, lla para acusarlas ya desde hace un siglo, el pensamiento luminoso
al cambiar para la diligencia de indagatoria, -la primera oportuni- de FRANCESCO CARRARA, cuando escribió:
dad legal de todo acusado para defenderse-, la tranquila sede don- ''( .. ) contra el empleo inútil e insensato de la detención
de funcionaba la alcaldía, por el azaroso ambiente castrense, con preventiva, contra la mala fe y contra el fanatismo de los inves-
198 PRACTICA FORENSE PENAL LA TORTURA 199

tigadores; contra las viles artes policiacas,. ~isfraza~a.s d~ fo~m:a­ confirmara la confesión que le habían obligado a hacer frente al
lidades procesales y saludadas como prodzgtos de crztzca p~dzczal· cadáver.
contra los testigos anónimos u ocultos entre bambalznas, o
contra los testimonios pagados o recogidos sin suficientes _precau- Este vejan:ren de la tortura lo analizamos a fondo en otro libro
ciones; contra las confesiones arrancadas mediante enga.ño o fe- (El derecho y la justicia, Ediciones jurídicas Gustavo Ibdñez, 1994,
lonía, o mediante torturas malignamente prolongadas en los ca- Bogotd), donde en parte escribimos lo siguiente:
labozos; c01itra las coartaciones de la defensa, o contra una de-
( .. ) Tratar de llegar así al santuario del alma, al templo sa-
fensa mutilada, o tardíamente concedid~; contra las inJ?tmias
grado de la conciencia, a la intimidad y secreto del corazón
de los confidentes y de los delatores premzados; cont:a la ~nfi~~­
humano, es uno de los actos mds proclives del hombre, por sí so-
lidad de las actas; contra la falta de control de la znvestzgaczon
lo suficiente para cubrirlo de infamia y llenarlo de baldón por
y la falta de sanciones suficientes que protejan la observancia
el resto de su vida. Desde luego que la tortura mds grave es la
sacramental del procedimiento; en una apalabra, contra to~a
que se ejerce contra la integridad física de la persona, ya que se
esa selz1a salvaje de vejdmenes .Y de sistemas tirdnicos, que, szn
busca que a través del dolor, del insoportable sufrimiento a que
hacer mds cierto el castigo de los delincuentes, exponen a los
es sometida, la víctima se debilite en sus frenos inhibitorios,
hombres de bien a perennes molestias y a tremendos peligros'~
pierda toda su capacidad de control para al final vencido, ex-
Resulta verdaderamente asombrosa la coinci~encia de este agu- tenuado, sin reservas de resistencia para seguir soportando la
do pensamiento carrariano con las re~idades de est~ proceso. Y cruel iniquidad, se disponga a decir todo lo que sus torturadores
otra triste coincidencia más, con lo escnto hace dos s1glos por CE- y verdugos quieren que "confiese'~
SARE BECCARIA., en su obra De los delitos y las penas: En todos estos momentos, casi todas las víctimas sucumben,
"No vale la confesión dictada durante la tortura si no se sean culpables o inocentes, por lo cual muchos de estos últimos
confirma con juramento después de haber cesado éSta; pero si el en todas las épocas de la historia de la humanidad, llegaron a
reo- no confirma lo que alll se dijo, es atormentado de nuevo. ser injustamente condenados a la pena de muerte, a cadena
Algunas naciones y algunos doctores no permiten esta infame perpetua o a largas condenas, según el delito que les foera im-
repetición mds que tres veces; otras naciones y otros do~tores la putado. Su recuerdo en los anales judiciales de todos los tiempos
dejan al arbitrio del juez; de manera que puestos dos IJombres sigue constituyendo el desdichado gravamen moral con el que
igualmente inocentes, o igualmente reos) el robusto y esforzado ha tenido que cargar la justicia humana. El crimen se confiesa
serd absuelto, y el flaco tímido condenado en fuerza de este para el/itar que se cumpla la amenaza de muerte, para que cese
exacto raciocinio: Yo, juez,. debía encontraros reos de tal delito; elpdnico psicológico a que es sometido, para desactivar la tortu-
tú, vigoroso, has sabido resistir al dolor, y por eso te absuelvo; ra flsial. a la que ya no se es capaz de resistir, para poder reco-
tú, débil, has cedido, y por eso te condeno. Conozco que la con- brar así la tranquilidad espiritual arrebatada por completo con
fesión que te he arrancado entre la violencia d~ los torrne~tos la nefanda conducta.
no tendría foerza alguna; pero yo te atormentare de nuevo sz no La dignidad, por lo tanto, de un proceso penal es construir-
confirmas lo que has confesado'~ lo desde sus iniciales indagaciones con sometimiento pleno a las
Que fue exactamente lo que_ hicieron con 1V1iguel Jir?éne; Jos reglas establecidas por la Ley. Llenarlo de sombras por la confa-
bulación arbitraria contra el reo, empañarlo con inicuos proce-
uniformados del Ejército colombiano: Lo amenazaron 1mphC1ta-
dimientos que le restan legitimidad al Estado en su función de
mente con un nuevo tormento, cuando lo condujeron al cuartel
luchar contra el delito, no es cosa distinta a la de desviar los se-
donde lo habían torturado, para que aquí, al rendir indagatoria,
renos caminos de la justicia por los atajos del abuso y de la
200 PRACTICA FORENSE PENAL LA TORTURA 201

crueldad. Por eso las amargas y estremecedoras páginas que se que trabajaba en aquel pueblo y tenía allí algún ascendiente e
han escrito siempre contra la tortura: Las de BECCAPJA, atro- influencia sobre sus moradores, le había conseguido aquella
nadoras; fostigantes las de CARRARA; las de VERRI, condenato- halagadfjra defensa, ya que se encontraba escaso de recursos
rias e inmortales; las de SAN AGUSTÍ!v~ Vl\IES Y LA BRUYERE, económicos para su próximo matrimonio. jFue el anticipado
clamando misericordia para que la justicia humana no se envi- regalo de bodas de su hermano!
leciera con la indignidad de atormentar al hombre, criatura de Lo peor de todo fue su porte en la tribuna. Con evidente an-
Dios, tocada por ello de la chispa divina. Fueron conmovidos siedad y nerviosismo fumaba continuamente y arrojaba las coli-
mensajes que en su tiempo se lanzaron a toda la humanidad y llas, con ridículo desdén y arrogancia, sobre el pavimento, en
que hacemos nuestros con las palabras de SERVANT, un ilustre dirección al estrado que ocupaba el jurado de conciencia.
magistrado francés: lvfientras hablaba, lanzaba bocanadas de humo, en actitud
'Wuestros más grandes hombres, nuestros mayores ingenios grotesca e insólita que ofendía el solemne ambiente de aquella
la han denunciado ttl tribunal de la razón, combatiéndola y sala.
afeándola anticipadamente en sus escritos.. Yo creo honrarme Su dicción era pésima, bruscos los ademanes, las ideas des-
mucho en mezclar mi voz con las suyas~ y en dar públicamente hilvanadas, confuso el razonamiento, la sintaxis deficiente, des-
un testimonio favorable al Género Humano: .Y si la superstición alentada su pronunciación. Su nivel intelectual era pobrísimo.
del uso me suscitare algún censor, la humanidad, que me Nada en él denunciaba siquiera una sola de las cualidades del
aplaude interiormente) me consolará entre las murmuraciones penalista en la tribuna forense. Escuchándolo se le podía apli-
de la preocupacíón ': car un poco la censura del inmortal orador romano, Marco
Sólo vine a conocer este infame proceso pocos días antes de la T ulio Cicerón: "( . .) Pero algunos tan titubeantes de lengua, o
citación para la audiencia pública. Su defensor era un tal Idárraga. tan desapacibles de voz, o tan toscos y agrestes en gestos y ade-
Consciente de su absoluta incompetencia para este delicado oficio, manes, que, aunque sobresalgan por el ingenio y el arte, nunca
pueden contarse en el número de los oradores'~
solicitó mi colaboración remunerada, pero n1e negué a ello, prime-
ro, porque se valió de intrigas para obtener esta defensa, y segun- El acusado foe condenado. Es el único negocio penal que le
do, porque era un aparecido en estas lides judiciales, ya que sólo conocí a dicho abogado. No sé qué tanta tristeza y dolor le pro-
era un abogado civilista. Buscó a1nigos m.íos como intermediarios dujo aquel amargo desenlace judicial Tal vez el gozo por su
cerc.1no himeneo no le permitió sentir toda la intensidad de la
para que compartiera la defensa como vocero, y sólo por dicha
tragedia padecida por el hombre a quien había defendido tan
amistad acepté. N os distribuimos los temas. Cumplí lo mío, y lo
mal pero que tan jugosos honorarios le suministró para su ma-
suyo fue un desastre. En otro libro, (Confesiones de un penalista, trimort.io.
Edit. Temis, Bogotd, 1979), y bajo el título Honorarios pttra un ma-
trimonio, de su extenso capítulo copio sólo unos párrafos en re-
cuerdo de tan triste y desdichado episodio profesional:
Esa defensa se la confiaron a otro abogado que jamás en su
vida se había encargado de un caso penal, por lo que tmnpoco
había intervenido siquiera urul vez en audiencia pública. Era
un civilista a medias, demasiado rudo y tosco en la conversa-
ción, y quien nunca había sentido la más mínima pasión por la
oratoria forense. Vine a saber después, que un hermano suyo
CAPÍTULO XXII
EL MAGNICIDIO
"Antes de que cometieran estas injusticias conmigo creía
en la ley. Después ya no. No es que esté amargado,
pero odio todo lo que representa la ley':
(ÓSCAR LEWIS, Los hijos de Sánchez)
"Es cruel retorcer las leyes
pttra que atormenten a los hombres".
(FRANCIS BACON)

El18 de agosto de 1989 fue asesinado el doctor Luis Carlos Ga-


lán Sarmiento en la plaza de Soacha, (Cund.), cuando asistía a una
concentración política de apoyo a su candidatura a la Presidencia
de la República. El crimen conmovió a todos los estamentos de la
sociedad colombiana, no solo por la elevada jerarquía moral, inte-
lectual y política del personaje, sino por la gravedad misma del
hecho y la forma en que se premeditó y ejecutó el ignominioso
magnicidio. Las sospechas empezaron a recaer en el Cartel de Me-
dellín, concretamente en su jefe, el señor Pablo Escobar Gaviria.
Como móvil se pensó en el peligro que representaba para los nar-
cotraficantes el doctor Galán Sarnliento si llegaba a la Presidencia
de la Repüblica, por ser un firme defensor de la extradición de co-
lombianos a los Estados U nidos.
Los organis1nos de seguridad del Estado iniciaron una intensa
investigación para dar con los autores del crimen, hasta cuando a
sólo cuatro días del mismo irrumpió la autoridad en la oficina de
un señor Jain1e Valencia, y capturaron allí, como autores materia-
les del asesinato, al señor Alberto Jubiz Hazbum y compañeros de
oficina. Con una ametralladora en la mano, un teniente de la Poli-
cía, un tal Rodríguez González, los declaró capturados, porque
"con esta arma ustedes le dieron a Galán". Esto ocurrió al mediodía
del22 de agosto de aquel año.
Informado de la captura el director de la SIJIN, coronel Osear
Eduardo Peláez Carmona, empezó los preparativos para exhibir
204
PRACTICA FORENSE PENAL EL MAGNICIDIO 205

ante Colombia y el mundo, a los asesinos del doctor Luis Carlos Ga-- la DIJIN anhelaba: la acusación contra Jubiz Hazbum de haber sido
lán Sarmiento. Convocó a todos los medios de comunicación para visto en la tarde y en la noche del dieciocho de agosto en Soacha,
informarles que estaban por llegar a sus instalaciones dichos crimi- ¡y hasta de arr¿¡:tralladora en mano disparándole al doctor Galán!
nales capturados por personal de la Institución a su cargo. Y así fue
como empezaron a llegar con cámaras de televisión y fotográficas I-Iubo un juez de ingrata memoria, un tal Ezequiel Sanabria Pa-
los reporteros de las agencias de noticias internacionales y de Co- lacio, quien al servicio de la injusticia y de la arbitrariedad, desechó
lombia. ¡Todo un mundo periodístico para suministrar la sensa- · todos los testimonios de inocencia a favor del acusado, para prefe-
cional noticia y mostrar a los asesinos! rir los de la acusación proveniente de Soacha, algunos menores de
edad que ni siquiera sabían leer ni escribir. Dos de ellos juraron
Más de veinte personas de reconocida honorabilidad declararon
haber visto a Alberto J ubiz Hazbum sacar una ametralladora de un
dentro de la investigación, que a la misma hora del crimen en Soa-
maletín y dispararle al doctor Galán. Pero, ambos hicieron unas
cha, el señor Alberto ] ubiz Hazbum estaba con ellos recibiendo
descripcion~s físicas que ~o. correspondían a~ ac~sa~o ..~anto con-
unas clases en un curso sobre cultivos hidropónicos, hasta las ocho
sistió este villano procedimiento en una artimana JUdiCial, que la
y media de la noche. También acudieron a declarar los profesores
Fiscalía Delegada ante el Tribunal Nacional, dijo:
que esa noche dictaron las respectivas conferencias. Además, un
personaje público conocido de todo el paí's, exministro de Estado, "(. . .) Se suma a lo anterior, la sugestión individual y colec-
el doctor Carlos Obando Velasco, declaró haber estado con el acu- tiva a que fueron sometidos los testigos a quienes prirr:ero que
todo observaron como lo afirman en cada una de sus znterven-
. sado hasta las cinco y rnedia de la tarde de ese día, departiendo con
ciones, como una actitud completamente irresponsable de los
otras personas en la calle 33, No. 6-22 de Bogotá, de donde Jubiz
organismos de inteligencia de la Policía Nacional que capturó
Hazbum salió hacia la c;:¡Jle 69, No. 9a 21, para asistir a las confe-
al grupo de procesados (. .. ); los mostraron a la prensa, rad!o y
rencias sobre dichos cultivos.
televisión nacional e internacional como los autores materzales
Ocurrió que las fotos que la misma Institución les tomó a los del delito investigado, sin antes haberlos sometido a reconoci-
capturados circularon al día siguiente en la población de Soacha, miento. De la misma manera, antes de la diligencia citada,
fueron repartidas, pegadas en las cafeterías, bares y postes del fueron repartidas fotografías de los capturados en el lugar de los
alumbrado público, con esta leyenda: "Se gratificará a quienes va- hechos, las cuales fueron mostradas a los testigos, lo que llevó a
yan a las dependencias de la DI]IN y digan que estos señores foeron varias personas, algunas de buena fe pero en forma errada~
otras de mala fe o movidas por las malas pasiones, creyeron re-
vistos en la plaza de Soacha el 18 de agosto por la tarde _y por la no-
che~~ conocerlas en alguna oportunidad, y en diferentes lugares a la
vez'~
Una infamia tan audaz e insensata creo que no tenga anteceden-
Ese juez Sanabria Palacio, uno de los pri~cipales resp~n~a~les de
tes en los anales de la historia judicial del mundo. Concebir con
este incalificable atropello contra personas Inocentes, docll Instru-
tanto frenesí y en forn1a pública una prueba testimonial para escla-
mento judicial al servicio de la impetuosa y torcida actividad de Pe-
recer un abominable crimen, no puede caber sino en una mente
láez Carmona, no tuvo empacho en augurarles a los capturados una
muy obtusa o muy perversa. Y bien hubiera sido por el interés de
sentencia condenatoria, cuado justificó el auto privativo de la liber-
la gratificación prometida a los testigos de cargo que se presenta-
tad, por " ( ... ) encontrarlos culpables por los delitos de magnicidio, te-
ran, o por la sugestión pública con las fotografía de los capturados
rrorismo, concierto para delinquir ~y porte ilegal de armas, el Código
en los medios de comunicación, lograron lo que el Comandante de
Penal/os condenaría de quince a -veinticuatro años de cdrcel'~
206 PRACTICA FORENSE PENAL EL MAGNICIDIO 207

Frente a esta injusticia, lleno de la más profunda indignación, cruel de unas libertades, o de una justicia sorda a las clamoro-
proclamé públicamente la inocencia de Jubiz Hazbum y coinpañe- sas y angustiadas voces de la inocencia, todo por fingirle a la
ros, desde mi columna de prensa en el periódico El Colombiano. opinión ¡ública el éxito de una investigación y el consuelo y es-
Me atreví a ello, con el convencimiento absoluto de que el tiempo peranza de que el magnicidio no quedaría impune. Pero lo más
me daría la razón. Años después, el Fiscal General de la Nación, inaceptable es que ya reconocido oficial y públicamente este
doctor Gustavo de Greiff, tuvo la entereza moral y firmeza de ca- tremendo error judicial, un simple formalismo de procedimien-
rácter de reconocer la infamia de este proceso en el que por cua- to esté impidiendo una libertad inmediata, aumentando así la
renta y dos meses y diez días había insistido la justicia penal, como iniquidad cometida, ya que la justicia no puede alimentarse de
injusticias, ni apoyarse en la arbitrariedad.
consecuencia de lo cual ordenó la libertad de los acusados. Des-
pués escribí, el día 12 de diciembre de 1992, en El Colombiano, la A todo este tormentoso víacrucis es necesario agregarle el bo-
siguiente columna bajo el título Las manchas morales de un proceso: chornoso acto de abuso del poder, cuando el Gobierno de César
Gaviria Trujillo engañó una vez más al país al decirle que una
[ln proceso penal es siempre como un calvario para quien lo de las justificaciones del Estado de Conmoción Interior que de-
padece, bien sea inocente o culpable del delito que se atribuye. cretó por primera vez, fue "para no permitir la excarcelación de
Pero es mds para el primero por el inmenso daño· moral que re- los asesinos de Galán'~ Y ahora resulta que con base en el pro-
cibe al sentirse injusta víctima de la propia justicia que lo ha ceso "hemos verificado que las imputaciones han sido infunda-
colocado ante ella misma y frente a la sociedtJd con el afrentoso das y que durante esos tres años esos sospechosos han permaneci-
INRI de delincuente. Y así como el secuestrado muy difícilmen- do injustificadamente en prisión. Son inocentes y serán puestos
te logra reponerse de todas sus penalidades del cautiverio, al de inmediato en libertad porque la sindicación en esos casos es
hombre que arbitrariamente estuvo en prisión .siendo inocente una grave injusticia': según lo dijo la sincera y honesta palabra
no le será fiicil recuperarse de todos los quebrantos acumulados del Fiscal General de la Nación.
en el tiempo de la privación de su libertad. Pero la enorme di-
Esta mancha moral no podrá borrase jamds de las páginas
ferencia entre los dos es que, mientras el secuestrado despierta la
de ese proceso, porque quedard el recuerdo de las heridas mora-
solidaridad y ltl simpatía públiat por su suerte adversa, quien
les, de los traumas sicológicos y de los padecimientos espirituales
está en la cárcel sufre el estigma y el repudio social por su situa-
ocasionados, lo que nunca podrá compensarse con nada, porque
ción, con mayor razón cuando se le tiene acusado de un mons-
el dolor moral no tiene precio, porque las penas del alma no son
truoso crimen.
cotizables, porque el numerario no sirve para tasar la inmensi-
Vienen estas consideraciones pensando en el proceso penal dad de la angustia o medir la profundidad de la amargura que
por el asesinato de Luis Carlos Galán. Cinco de los acusados se ha ocasionado al arrebatarle injustamente la libertad a un
por dicho crimen nada tuvieron que ver con la sangrienta y do- hombre. Por eso advertía LUIGI BATTISTELLI:
lorosa tragedia. Los tres largos años que llevan encerrados en la
"Si entre las actividades del espíritu humano debiera esti-
prisión, han sido tres años que le robaron a su libertad Por eso,
esas 160 semanas de injusto encarcelamiento son a no dudarlo marse cuál es la que exige una intuición más sutil, cuidado y
una mancha moral muy grande dentro de este proceso penal. diligencia más constantes, acaso no habría disentimiento en
Lo que no sabemos es desde cuándo surgió dentro de la investi- opinar que ninguna puede igualar a la del juez que se ocupa en
gación la prueba que evidenció esa inocencia. Porque si desde la instrucción de un procedimiento penal Una instrucción de
un principio no hubo indicios de incriminación suficientes para la cual depende la libertad de un individuo, el triunfo de su
esa acusación, tendríamos dolorosamente la imagen de una jus- inocencia, o la privación de sus derechos ciudadanos, sino tam-
ticia ciega a la que nada le importó el sacrificio inhumano y bién de su propia vida, siempre es un acto de muchísima im-
208 PRA.CTICA FORENSE PENAL EL MAGNICIDIO 209

portancia, tan lleno de aprensiones e inquietudes como para el país y el mundo por la muerte del insigne hombre público
quitarle el sueño al juez'~ Luis Carlos Galdn Sttrmiento '~ (Edit. Estudio 3 Grdficas Ltda.,
La otra mancha moral de este proceso no fue menos grave y 1993, B2gotd).
escandalosa. La justicia, obligada a obedecer una ley inmoral Y ahora, veinte años después, la Fiscalía General de la Nación
tuvo que premiar con la libertad al delator que confésó haber priva nuevamente de la libertad a Maza Márquez, acusándolo por
participado en el asesinato de Galdn. Es decir, que la única
el "debilitamiento y los cambios en el esquema de seguridad de
evidencia de culpabilidad que se logró en la investigación, re-
Luis Carlos Galán Sarmiento", y porque "adicionalmente se tuvo
sultó irrelevante para la pena merecida, porque las limpias
manos de la justicia sellaron un ominoso pacto con las man- en cuenta los estrechos vínculos entre el DAS y su director con el
chadas manos del delincuente, para que a éste, a cambio de su paramilitarismo, encargado de la ejecución del homicidio".
delación, se le perdonaran en un infame insulto a la misma También por estos días (Noviembre 24 de 2013), los periodis-
justicia, treinta años de prisión por el magnicidio que sigue ta- tas Juan Carlos Monroy y Daniel Rivera Marín publican en el pe-
ladrdndonos en el alma. riódico El Colombiano una crónica judicial con base en las investi-
Después me sorprendió Alberto Jubiz Hazbum con el envío de gaciones de la Unidad de Andlisis y Contexto de la Fiscalía~ donde
unas copias de su libro Yo no rnaté a Galdn, para el cual me solici- escriben, basados también en el testimonio de Juan Manuel Galán:
taba le hiciera el honor de escribir el prólogo. Acepté gustosamente ((Por iniciativa de Maza Mdrquez desde el DAS y del general
el compromiso, porque nunca he sido capaz de negarle a nadie esa Óscar Peldez Carmona, en la DI]IN de la Policía, se desviaron
petición que siempre he considerado como una distinción muy las investigaciones, se manipularon pruebas y se montaron falsos
difícil de declinar. Leí el libro con sumo detenimiento. Pero llegué positivos para culpar del crimen al cartel de Medellín ':· Peldez
a la conclusión de que si en el prólogo entraba a fondo en la injus- Carrnona ((no cumplió la orden de reforzar la seguridad en
ticia cometida, correría peligro mi vida. Opté entonces, con algu- Soacha ': y después se ocupó en ((desviar las pesquisas de las au-
nas evasivas, hablar de la arbitrariedad cometida, sin referirla a toridades judiciales': mientras a lvfaza Mdrquez se le acusa de
ninguna de las autoridades del Estado. Pero ahora, cuando la justi- "vincular a personas ajenas a los hechos'~
cia está haciendo públicas esas acusaciones que me callé por cobar- Se inventó una tenebrosa maquinaria oficial para ocultar la ver-
día hace más de veinte años, puedo hacer unos comentarios al res- dad del crimen, para encubrir a los responsables, para incoar una
pecto. siniestra y maldita acusación contra inocentes, para abandonar los
Cuando escribo el general Miguel 1\1aza Márquez, exdirector rastros del crimen, para borrar las huellas de sus verdaderos auto-
del DAS, ha sido detenido por tercera vez dentro del proceso por el res. ¡Una macabra conspiración oficial para torcer los caminos de
asesinato del doctor Galán Sarmiento. U na acusación que perma- la justicia!
neció olvidada durante veinte años, fue la del mismo Jubiz Haz- Y, para confirmar lo anterior, el Consejo de Estado condenó al
hum, cuando en su libro hizo esta fuerte y grave denuncia pública, pago de más de tres mil millones de pesos como indemnización de
recordando todas las n1aniobras policivas y judiciales para tratar de perjuicios morales y materiales, la mitad de los cuales a cargo de
desviar la investigación: Miguel Maza Márquez y Óscar Peláez Carmona, a favor de los
((Los mismos organismos del Estado para acallar a sus cóm- familiares de ] ubiz Hazbum. La base de la sentencia consistió en
plices, les fueron dando muerte para no verse comprometidos que dichos personajes contribuyeron al error judicial de la condena
con delaciones posteriores. Maza Mdrquez debe responder ante injusta, por haber violado en la investigación penal los principios
210 PRACTICA FORENSE PENAL EL MAGNICIDIO 211

del debido proceso, de la presunción de inocencia y del derecho a Samudio, Joaquín Ripoll, Alfonso Fuenmayor, Juan B. Fernández
la libertad. ~enowi~ky, el maestro Obregón, todos los cuales defendieron su
Inocencia.
De la lectura de este libro de Alberto J ubiz Hazbum, adetnás de
la indignación que todavía siento por las perversidades a que se F) En las páginas 143 a 146, aparece una carta de Jubiz Haz-
acudió por los directores de ciertos organismos del Estado para burn al abogado Gustavo Salazar Pineda, en la cual lo increpa fuer-
vincular a personas inocentes en el magnicidio, quiero recoger de temente por estar haciéndose pasar como su defensor en los me-
sus páginas las siguientes sorpresas y curiosidades: dios de comunicación. Empieza preguntándole: "¿Hasta cuándo te
A) En la tarima donde fue asesinado Luis Carlos Galán quedó vas a ufanar de pretender ser mi abogado defensor en el crimen del
abandonada una Sub Ametralladora, calibre 380 (mm), pertene- doctor Luis Carlos Galán?". Pero mi gran sorpresa fue cuando leí:
ciente al arsenal del DAS. "Mi último abogado, radicado en Medellín, es Álvaro Tous Salga-
do; él permite que el doctor Hernando Londoño Jiménez lo aseso-
B) El coautor del asesinato del doctor Galán, Jaime Rueda Ro-
re como amigo y como Maestro. No sé qué papel has jugado tú en
cha, iba en la comitiva de la víctima utilizando un brazalete con el
mi defensa".
distintivo del DAS.
Lo anterior me reveló algo que he descubierto casualmente en
C) Pablo Escobar Gaviria, cuando se consumó el asesinato, co-
mi ejercicio profesional, donde varios abogados, no sé si con el fin
mentó que "sin el concurso de los organismos del Estado es impo-
sible que esta clase de atentados fueran posibles. Alguien movió los de elevar sus honorarios o para darles tranquilidad a sus clientes,
hilos del crimen desde arriba". les han dicho que tienen mi asesoría en sus defensas. Lo cual nun-
ca ha ocurrido. Y en este caso menos, en primer lugar, porque ja-
D) Los autores materiales confesaron el crimen y fueron dejados más fui amigo del doctor Tous Salgado; en segundo lugar, porque
en libertad, uno de ellos condenado a treinta años de prisión. Sa- en mi vida, es a la única persona que he denunciado penalmente.
lieron libres "por ser culpables~'', como Jaime Rueda Rocha, mere- Lo hice ante el Tribunal Superior Judicial de Medellín, porque
cedor a sufrir la pena máxima, mientras Jubíz Hazbum y compa- como consecuencia de una arbitrariedad suya, como Juez, fue en-
ñeros inocentes estaban condenados a los vejámenes en la prisión.
carcelada una anciana de ochenta años, quien al día siguiente mu-
Sin embargo, creo que en este caso no se trata de un error judi- rió de pena moral en la prisión; de todo lo cual deduzco que dicho
cial, ni de una equivocación, ni de una negligencia o ligereza que defensor, no supe con qué fines, mantuvo convencido al señor
hubiera cometido la justicia penal. N o. Se trata de un prevaricato, Jubiz Hazbum de que yo lo asesoraba en su defensa.
de un abuso de autoridad, de una detención arbitraria, de una
complicidad, todo a sabiendas de que los culpables andaban por la No sé, entonces, si por este engaño de su defensor, el señor Ju-
calle y que los detenidos eran inocentes. Sencillamente estaban biz Hazbum me solicitó el prólogo para su libro, o porque fui la
desviando la investigación para encubrir a los verdaderos asesinos, primera voz que años antes de su libertad proclamara su inocencia,
¡o para encubrirse ellos mismos! Aquí podría decirse, parodiando a o por las demás columnas de prensa que escribí enjuiciando los
Borges, que este proceso podría formar parte de una l\Tueva Histo- procedimientos criminales de dicha investigación. En parte de la
ria Universal de la Infamia. extensa carta que sirvió de prólogo, escribí:
E) En el Club La Cueva de la ciudad de Barranquilla, Jubiz ( .. )Así se formó el proceso en su contra. A sus gritos de ino-
cencia )' a la elocuencia de las pruebas que lo confirmaban, se
Hazbum participaba de la bohemia y las tertulias con los grandes
les puso sordina dentro de esos malditos folios; por varios años se
de las letras colombianas: Gabriel Garda Márquez, Álvaro Cepeda
212 PRACTICA FORENSE PENAL

acallaron esas voces, se silenciaron esas súplicas, se entorpeció el


libre y claro camino de la verdadera justicia. Fue una montaña
de folios donde se debatían la verdad de su inocencia y la men- CAPÍTULO XXIII
tira de la acusación, donde se libraba la desigual bata:lla entre
ANOMALÍA SÍQUICA
la injusticia y la arbitrariedad frente al sagrado derecho de no
ser torcidamente acusado, y a la garantía de la libertad que no <'La justicia penal es un teatro donde cada día se representa
podía ser arrebatada sin justa razón. Por eso, la instancia judi- el doloroso drama de un ciudadano que estd en peligro
~cial que así lo hizo no puede jamds rnerecerse esta virtud que inminente de ser víctima de un error judicial".
un jurista les atribuye a esos sagrados lugares donde se adminis- (QUINTILIANO SALDAÑA)
tra justicia: "Los tribunales instalan la vigencia de su perfil: En un encomiable acto de lealtad hacia el procesado, dada la ex-
son un lugar de justicia, donde impera la verdad. La verdad trema gravedad de los delitos por los cuales tenía que comparecer
posible, humana, mostrada y demostrada. La verdad que inte-
en audiencia pública, el juez consideró que su defensa de oficio
gra el acto de justicia, en cuyo sendero -lo dice la Biblia- estd la
debería encargarse a un penalista de trayectoria y experimentado
vida'-:
en esos estrados judiciales. Aprovechó una visita mía al juzgado
(. . .) Su libro "Yo no maté a Galdn " serd un documento para encarecerme dicha defensa. A grandes rasgos me informó so-
humano que va a conmover la conciencia pública, porque se bre los hechos materia del juzgamiento. Acepté el cargo y me llevé
tratard de recorrer en él todos los pasos que dio la justicia desde
la copia del proceso para estudiarlo en la oficina.
su captura hasta su absolución total. Ahí estardn descritas, con
retdismo )' verdad, todo el suplicio de un proceso penal la viva De su lectura concluí que el agente de policía Javier Vallejo
angustia de estar respondiendo por un crimen horrible que no Gómez, estando de servicio en Puerto Berrío, sin motivo alguno y
se había cometido, por un acto de crueldad que nunca estuvo en estado de embriaguez disparó su fusil contra varias personas,
siquiera una milésima de segundo en el pensamiento. Por esas dio muerte a dos civiles e hirió a tres de sus compañeros a quienes
pdginas desfilardn los testigos mentirosos, los investigadores de despojó de sus fusiles, revólveres y munición, mientras decía que se
postín que fraguaron la acusación falaz, los funcionarios judi- iba oara el monte.
j_

ciales que se negaron al placer espiritual de reconocer el error


judicial cometido, que foeron reacios al deleite moral de confe- A un compañero que le solicitó le entregara el fusil porque aca-
sar sus propias equivocaciones, para que foera cierto lo dicho baba de n1atar a dos ciudadanos que nada le habían hecho, le hizo
por CAIUVELUTTI: un primer disparo de fusil, y enseguida, cuando el lesionado se
({La gente, cuando el juez absuelve, e~fpecialmente en los pro- lanzó al sudo, le hizo otros cuatro disparos con la misma arma, y
cesos célebres, ensalza a la justicia; y tiene razón, porque siem- le causó heridas de gravedad. Y en el colmo de la insensatez, le so-
pre es una fortuna y un mérito darse cuenta del error, pero en- licitó el favor de que no fuera a decir que él lo había herido.
tretanto el error ha ocasionado sus daños. ¡Y qué daños!". Informado de la situación, el Comando de Policía envió a un
Cuando murió Alberto J ubiz Hazbun1., muchos creímos que cabo, quien declaró que al encontrase con Vallejo, éste le dijo "no
había sido a causa de una dolencia moral adquirida en los tristes me siga mi cabo que usted es muy mala ley y me hizo un disparo
años de cautiverio, por un tenebroso crimen que no había cometi- de fusil que me hirió gravemente"; después llegó un sargento, a
do. quién despojó de su reloj y de un estilógrafo, elementos que luego
devolvió para después hacerle también un disparo que lo hirió de
gravedad.
214 PRACTICA FORENSE PENAL ANOMALIA SIQUICA
215

Sin embargo, el agente de policía Javier Vallejo Gómez en la el ejercicio profesional, bien sabía que cuando un traumatizado del
indagatoria dijo no recordar absolutamente nada: "Ese día estaba cráneo ingiere licor, hasta en pequeñas dosis, adquiere lo que se
tomando trago con los compañeros hasta cuando empezó a ano- llama una err;briaguez patológica, equivalente a una grave anomalía
checer. Después yo no me dí cuenta de nada, de lo que me sindi- síquica transitoria. Que esto fue lo que no entendieron los médicos
can, porque me dio un ataque de locura. ~v1e ton1é unas diez cerve- legistas que examinaron a Javier Vallejo Gómez. Apartes de su dic-
zas. Yo allá no tuve disgustos ni con civiles ni con rnis compañe- tamen fueron los siguientes:
ros. Yo no sé si disparé mi fusil. Al otro día n1e decían que yo
''( . .) Todo parece indicar que al momento de rebelarse
había matado dos personas y herido a nlis compañeros". contra las órdenes de sus inmediatos superiores en la Policía Na-
Como estábamos en el período dentro del cual se podían solici- cional y de disparar su fosil contra los civiles y otros agentes com-
tar pruebas, me trasladé a la cárcel a entrevistar al procesado. I\1e pañeros suyos, se hallaba en estado de embriaguez aguda por el
repitió lo de la indagatoria: No recordaba nada de lo sucedido. No alcohol ingerido. La modalidad y sucesión de hechos coordinados
tenía ninguna prueba para solicitar. De pronto mi mirada se sor- en ese delito no muestran por parte alguna el sello de una ano-
prendió al notarle un hundimiento en el cráneo, en la región parie- malía síquica en Javier Vallejo Gómez, ni la exteriorización de
tal izquierda. AJ interrogarlo por la causa de dicho hundimient? una secuela derivada del traumatismo del crdneo que sufrió en
épocas anteriores. El estudio detenido de los hechos, desde el pun-
craneano, me contestó que había ocurrido dentro de un procedi-
to de vista médico legal_y frente a la personalidad psico-somdtica
miento policivo. l'v1e explicó que por dicha lesión hubo la corres-
de Vallejo Gómez, solamente pone de manifiesto la influencia de
pondiente investigación penal dentro de la cual se presentaron los una embriaguez aguda en forma común al momento de delin-
dictámenes de los médicos que lo examinaron. quir, que no parece que se hubiera desviado hacia las manifesta-
¡En ese traumatismo craneano encontré clara la defensa del acu- ciones anormales de cardcter patológico, pues la misma negación
sado! del recuerdo sobre su actuación suele ser un recurso ordinario y
de uso frecuente entre los procesados, que no basta por sí solo para
Fue intensa la búsqueda del expediente. Tomé los datos respec- afirmar la existencia de grave anormalidad del psiquismo cuan-
tivos para con base en ellos solicitar las pruebas correspondientes, do incurrió en los ilícitos que se señalan'~
principalmente los dictámenes médicos sobre la lesión cr~eana
sufrida por el agente de policía. En uno de ellos se espee1hcaba: En primer lugar, estas últimas palabras están desmentidas por la
"Hundimiento óseo en la bóveda craneana, en la región parietal Psiquiatría Forense, donde todos los autores coinciden en afirmar
!
izquierda. Es de fonna elíptica y sus ejes miden y 4 centímetros que una de las características de quien se embriaga padeciendo de
un grave traumatismo craneano, esa embriaguez es patológica,
respectivamente. ( ... ) Se advierte que pueden quedar algunas secuelas
tardías de cardcter epiléptico': equivalente a una grave anomalía síquica transitoria, y, quien actúa
en esas circunstancias no recuerda después los hechos delictuosos
Con base en lo anterior, solicité la respectiva peritación siquiá-- que se le imputan. En segundo lugar, esa apreciación subjetiva de
trica, para que los médicos legistas dictaminaran si, dado el estado la conducta del acusado en la indagatoria cuado dijo que nada re-
de embriaguez del acusado al momento de los hechos, pudo haber cordaba de los hechos suele ser un recurso ordinario y de uso .frecuen-
obrado dentro de un estado de grave anomalía síquica transitoria, te entre los procesados, es un entrometimiento de los legistas en algo
como consecuencia del traumatismo craneano. que es de la incumbencia del juez, dado el análisis del acervo pro-
Por las enseñanzas que había recibido en la cátedra de Medicina batorio. En tercer lugar, en su dictamen no se atreven a negar la
Legal de la Facultad de Derecho, y por estudios sobre la materia en grave anomalía síquica, sino que al parecer no se presentó. Esta
216 PRACTICA FORENSE PENAL ANOMALIA SIQUICA
217

expresión plantea una seria duda, y los n1édicos legistas no pueden el estado compatible con la inimputabilidad, estado al que se
plantearle dudas a la justicia, porque prec~sam~nte, por es~s ~udas llega mds rdpidamente a medida que progresa el alcoholismo'~
de los jueces se reclaman sus luces, su sa~tduna, su conoc~mte~to,
Estas sabias .Y científicas enseñanzas fueron las que ignoraron los
su colaboración. En cuarto lugar, fue mas responsable y ctenttfico
médicos legistas en su equivocada y cuestionada peritación. Si todos
el dictamen del médico legista dentro del proceso por lesiones per-
los testigos hablaron sobre el avanzado estado de embriaguez del
sonales en el cual fue víctima Vallejo Gómez, cuando advirtió del
acusado, la que por sí misma constituye una embriaguez aguda que
examen practicado que apueden presentarse algunas consecuencias
puede conducir a la inimputabilidad, según lo transcrito antes de
tardías de cardcter epilépticas'~ En quinto lugar, completam~nte
GAVIRIA TRESPALACIOS, y si a esto se le agrega el grave traumatismo
anticientífica la afirn1ación de los médicos legistas, cuando dtcta-
nlÍnan que ano se encuentra en los antecedentes de salud del procesa- craneano, -que quien lo padece, hasta con pequeñas dosis de alcohol
puede llegar a un estado de inconsciencia-, nadie que tenga una
do, desde la época en que sufrió el traumatismo del crdneo hasta la
mediana información científica sobre estas materias podría negar
hora del de lit~, manifestación alguna de naturaleza epileptoide .u o.tr~
una grave anomalía síquica en el acusado, al momento de los
que permita presumir que quedó Jnermado o alterado en su e;erctczo hechos.
síquico por su hundimiento fronto-parietal ':
En estas circunstancias llegó el día de la audiencia pública. Mi
Todo este planteamiento de los legistas fue completamente ab-
única tesis para la defensa del acusado fue la de una embriaguez
surdo e injusto. Porque dada la misma ~atura~eza.de ~os hech~s, la
falta de móvil en todos ellos, la brutal vtolencta eJerctda, la mJsma patológica, a causa del traumatismo craneano, por lo cual el proce-
conducta de apoderarse de los fusiles, revólveres y munición de los sado .hab.ría actuado dentro de un estado de grave anomalía síquica
transttona.
compañeros heridos, indica a todas luces qu,e se tra~a de una per-
sona trastornada mentalmente, la de un automata dtsparando alo- En la audiencia, durante el interrogatorio, le hice notar al jura-
cadamente. En toda su ingenuidad, el procesado había dicho en la do de conciencia dicho hundimiento craneano. Por fortuna, uno
indagatoria: "Me dio un ataque de locura". Pensándolo no más, con de los jurados era siquiatra, por lo cual con mucha propiedad in-
cuatro fusiles al hombro, el suyo y el de sus tres compañeros, y los terrogó sobre dicho traumatismo. U na de las preguntas fue sobre si
cuatro revólveres respectivos, no es la de una persona en su sano conservaba la memoria de lo que hacía cuando ingería licor, y la
juicio, como mínimo, en un estado de em?riaguez a~uda, la que sí respuesta fue negativa. Por una expresión de asentimiento en el
reconocieron los legistas, pero que tambtén se olvtdaron .de que j~~ado, entend~ que le había agradado la respuesta. Esto me pare-
dicha embriaguez puede llevar a un estado de ver~ader~ tncons- cto de mucha tmportancia, porque así se cuestionaba la irregular
ciencia de la cual no podía ser culpable. Para no cttar stno a un
afirmación de los médicos legistas, cuando sostuvieron que "suele
tratadista en la materia, el psiquiatra JAIME GAVIRIA TRESPALA-
ser un recurso ordinario y de uso frecuente entre los procesados",
CIOS, en su Ensayo El loco y !aJusticia, escribe:
lo cual constituyó el mayor fundamento de su peritación para ne-
"Los actos ilícitos cometidos bajo la influencia de los excesos gar la grave anomalía síquica.
alcohólicos pueden dar lugar, al igual que en el caso de las in-
toxicaciones agudas simples, a la eximente) siempre)' cuando Cuando advertí la impresión que al jurado siquiatra le causó
tales excesos se distingan de un correlato psicopatológico en el colocar su mano en ese hundimiento craneano, me sentí tranquilo
que se encuentren alterados los procesos que dan cuenta de la para la defensa, porque sabía que las tesis científicas que iba a ex-
cognición)' de la volición. Basta que sobre el sustrato del alco- poner, había alguien del jurado que sí las iba a entender a la per-
holismo se dé una ingestión excesiva para que se pueda alcanzar fección.
PRACTICA FORENSE PENAL
218

Como era perfectamen~e previsible,. la a~usación d~l. ~scal fu~ in-


clemente y apasionada. Hizo mucho énfasis en el análisis del diCt:-
men de los médicos legistas en el cual negaban la grave anomalia CAPÍTULO XXIV
síquica. Y en presencia nada menos que de un médico siquiatra co- EL TREN
mo jurado de conciencia, sabía que la misión mía era difíc~l, porque
"Sabedor de la dignidad pública del orden forense, juro observar
se trataba de enfrentar a dos tnédicos legistas en la presenc1a de otro
con lealtad, diligencia y honor los deberes profesionales
médico que indudablemente era quien iba a decid~r e.l .veredic- de mi oficio de colaborador necesario de la justicia".
to.¡Nunca m.e había visto enfrentado en el estrado JUdinal a un (Ley ~taliana sobre el juramento de los abogados)
compromiso intelectual y científico de tanta magnitud!.
Mi tesis fue acogida en el veredicto del jurado. Como conse- Hace aproximadamente medio siglo ocurrió un accidente ferro-
viario, en la Estación Botero, en la línea que conduce de Medellín a
cuencia de ello, el procesado fue dejado en libertad.
Puerto Berrío. Era el primero que ocurría con un tren de pasajeros.
Poco tien1po después viajé a Italia para un curs~ de Derecho La noticia conmovió a todo el país, no solo por la cantidad de las
Penal y Criminología en la ciudad de Roma. A m1 re~reso .tuve víctimas, estudiantes del Colegio Central Femenino de la ciudad
conocimiento de que había sido declarada la contra evidenCia de de Medellín, sino también por el estado de alarma general que
aquel veredicto, por lo cual fue necesario convocar p~ra una nueva produjo la tragedia, la cual no se podía concebir sino como una
audiencia y designarle al procesado un defensor en m1 reemplazo. imprudencia, por lo menos, de uno de los maquinistas.
Lo extraño y contradictorio de la conducta del juez de la causa, Ocurrió que cuando el tren en que viajaban de paseo las estu-
doctor Bernardo Gómez Botero, consistió en lo siguiente: Si pata diantes se encontraba detenido en aquella estación, otro tren de
la primera audiencia me designó, con el argu.tnento de que por carga que viajaba en la misma dirección y p9r los mismos rieles lo
tratarse de un asunto demasiado grave necesitaba un abogado pe- chocó, con un considerable saldo de víctimas, entre muertos y
nalista de trayectoria en los estrados judiciales, no result? .conse- heridos.
cuente su conducta al nombrar para la segunda y definitiva au- Iniciada la correspondiente investigación, se vinculó a la misma
diencia, a un estudiante de Derecho que no tenía ninguna expe- al maquinista que manejaba el tren que produjo la colisión, ya que
riencia en estas lides judiciales, pues nunca había hecho una defen- el otro que estaba detenido en la Estación Botero lo hacía dentro de
sa ante jurado de conciencia. las normas de la empresa.
A no dudarlo, el juez obró con evidente deslealtad al procesado, En esas estaciones siempre había un empleado que con una
pues sabía o debía presumir el riesgo muy grande de una condena: bandera roja en su mano tenía que estar vigilante para avisar cual-
con un estudiante de Derecho a cargo de dicha defensa. Para mi quier peligro en la vía cuando se acercara otro tren a la estación. El
reemplazo, debió haber tenido las mismas razones que adujo para encargado de esta función declaró haber dado dicho aviso al ma-
mi designación. Confidencialmente tuve información d~ ~tnplea­ quinista que se acercaba, pero el tren siguió su marcha con los re-
dos deltnismo juzgado, de que dicha defensa se caractenzo por lo sultados trágicos que eran de esperarse.
breve, superficial y mediocre. Los familiares de las víctimas, muertas y heridas, designaron al
El veredicto fue condenatorio. ¡Y yo condené moralmente al doctor Luis Eduardo Mejía Jiménez, un ilustre jurista, para que los
. ' representara en el proceso penal como Parte Civil. Y el maquinista
JUez ..
buscó mis servicios profesionales como defensor.
220 PRACTICA FORENSE PENAL EL TREN 221

Desde el comienzo de la instrucción tuve plena conciencia de sión y la cantidad de cuestionarios que deberían contestar dado el
que el caso exigía una defensa técnica, con amplios conocimientos elevado número de víctimas-, decidí salir para mi casa preocupado
de los reglamentos de la empresa, sobre el manteninüento de las por la enfermedad de uno de mis hijos. Mi ansiedad por conocer el
locomotoras, las obligaciones de los funcionarios y empleados de resultado se tuvo que prolongar hasta el día siguiente, cuando lo
las estaciones, sobre velocidades permitidas y prohibidas, etc. ¡Y yo primero que hice fue visitar el juzgado. ¡Los veredictos fueron ab-
nada sabía de esas reglas! Pero dio la fortuna de que enseguida de solutorios! Pero me dio mucha pena cuando el juez, doctor Alfon-
mi casa vivía un amigo pensionado del Ferrocarril de Antioquia, , so Ortiz Rodríguez, me informó que el jurado se había extrañado
quien por sus amplios conocimientos en toda esta temática me por mi ausencia, porque quería felicitarme. Me quedó el sinsabor
asesoró para la defensa. de pensar que los jueces de conciencia hubieran creído que mi au-
Todo el aporte probatorio presentado por el abogado de la Par- sencia fue porque presentía unos veredictos condenatorios.
te Civil me impidió lograr un pronunciamiento favorable a la si-
N o sé si el abogado de la Parte Civil hizo bien al asumir ese
tuación jurídica de mi defendido, por lo cual el proceso llegó a la
compromiso profesional, sin figurar en la lista de los abogados pe-
etapa de la audiencia pública con jurados de conciencia.
nalistas de la época. Creo que las familias de las víctimas se equivo-
Al doctor !v1ejía Jiménez, un hombre lleno de virtudes, un exce- caron al no designar a un abogado de la rama penal. Y lo que no
lente jurista, nÚnca lo había visto trajinando por estos difíciles supo fue que en mi defensa, si hubiera asistido, habría encontrado
predios del derecho penal, mucho menos en los agitados ~ebate.s los argumentos y las pruebas para una demanda contra el Estado,
de las audiencias públicas. Por eso tenía n1ucha expectativa por por dicho accidente ferroviario. Toda mi intervención se basó en
conocerlo en esta actividad, tal vez un excelente orador forense que dicha responsabilidad, por los errores y negligencias de sus funcio-
no se había dado a conocer o un expositor ameno en el análisis de narios encargados del buen funcionamiento de la marcha de sus
las pruebas, un formidable dialéctico para refutar los argumentos trenes, y en las previsiones y advertencias que deberían haber teni-
de la defensa. Era una jerarquía moral, intelectual y jurídica. So- do.
bresalía en el Foro.
La Parte Civil habría ganado más con la absolución que logré
Me preparé muy bien para la defensa, con mayor razón porto-
da la expectativa pública que había por el desarrollo y desenlace de del maquinista -de haber utilizado las pruebas y argumentos de la
la audiencia. Pero, el doctor Mejía Jiménez no asistió. Esto me dio defensa para una demanda administrativa contra el Estado- que
mucha tranquilidad, porque me libraba de un contendor que su- con la condena de aquél, ya que la demanda contra el Estado
ponía llegaría muy preparado, con un vasto arsenal de argumentos habría sido millonaria, mientras que el maquinista ¡no tenía un
probatorios y jurídicos para demandar una condena. Y tuve una Cristo en qué morir!
ventaja más: Conocía muy bien al fiscal, su ordinariez para hablar,
la superficialidad de sus intervenciones y divorciado por completo
de los atributos que deben tener los oradores forenses, No me pro-
ducía mayor preocupación. Su característica era su vozarrón, pen-
saba que, hablando ta!l- recio, siempre conmovía y convencía. Se
llamaba Ca1npo Elías Alvarez. ¡Se creía un gran orador!
Ya muv entrada la noche terminé mi defensa. Y como pensé
que sería ~uy demorado el veredicto, -por lo cornpleja de la deci-
CAPÍTULO XXV
EL DUELO
"A la prisión no entra el delincuente sino el hombre".
(CONCEPCIÓN ARENAL)

"El día en que encuentres oposición entre


la justicia y el derecho, decídete por la justicia".
(COUTURE. Mandamientos del abogado)

Cuando ejercí la cátedra de Práctica Forense Penal en la Univer-


sidad Pontificia Bolivariana, me sirvió mucho el conocimiento que
tenía de las resonantes audiencias públicas en diversos Juzgados
Superiores de Medellín. No solo había trabajado en fiscalías, sino
que el Palacio Nacional era como mi segundo hogar, por la fre-
cuencia con que lo visitaba en mi ejercicio profesional o para delei-
tarme escuchando a los grandes oradores del Foro.
Esta experiencia y este conocimiento me sirvieron para seleccio-
nar las causas penales ya terminadas, las cuales me prestaban para
llevarlas a la Universidad y hacer la réplica de la audiencia pública
con los estudiantes de Derecho. Entre ellos escogía al jurado de
conciencia, al fiscal y al defensor. Yo asumía la presidencia. Con el
tiempo suficiente para preparar sus intervenciones, entregaba el
expediente, primero al fiscal y después al defensor. Al jurado lo
ilustraba sobre los hechos, leyendo el auto de enjuiciamiento, co-
mo acto preliminar de la audiencia.
Se trataba de dos jóvenes campesinos, que por rivalidades amo-
rosas mantenían muy latente su recíproca animosidad. Y la joven
coqueta se dejaba galantear de ambos. Pero éstos, un día decidie-
ron resolver sus querellas amorosas por medio de las armas. Se de-
safiaron para el encuentro fatal a la orilla del río, debajo de los
frondosos árboles que allí hacían sombra benigna. N o necesitaron
padrinos, ni elección de armas como en los clásicos duelos anti-
guos para vengar ofensas y limpiar manchas de honor, sino que
supusieron que sería a peinilla limpia, de dieciséis pulgadas cada
224 PRACTICA FORENSE PENAL EL DUELO
225
una, como se las conocían en toda la vereda. Fijaron la hora de las tarle auxilio al herido, pero éste fue desfalleciendo, hasta desan-
cinco de la tarde del día siguiente. grarse y morir.
Los dos guardaron silencio sobre el duelo. No quedan testigos, El homicida se presentó a la autoridad a confesar lo ocurrido.
intermediarios, ni consejeros. ¡Estaba decidido! ¡Uno de los dos Los testi~os ~ecl~ra~on fielmente lo ~~,e vieron, y el caso llegó has-
tenía que morir para dejar al otro el catnpo libre en la conquista ta la ~udtencta publica donde se repttto lo ya expresado en la inda-
amorosa!. gatona, confirmado por los testigos: "N o quise aprovecharme
Era domingo, por lo cual cada uno podía cumplir la cita terrible cuand~ se ,~ayó, sino .que quise darle otra oportunidad para que se
sin abandonar el trabajo, sin pedir permisos, sin dar sospechas de d~~endtera . El veredtcto del jurado fue afirmativo de la responsa-
que algo grave y especial estaba por cumplirse en su vida. Después bthdad, pero en un duelo sin padrinos. Y como la pena mínima era
del encuentro se supo que ambos habían estado ese día muy pensa- la de. a~resto de seis meses, el sin~icado fue dejado en libertad in-
tivos y silenciosos, eludiendo las conversaciones, de rostro som- condtctonal por pena cumplida. Esta era una legislación anticuada,
brío. ¿Se preguntarían si valía la pena jugarse la propia vida por y, como según un principio no se legisla en el campo penal sobre
una joven que flirteaba con otro? ¿No los acobardaba saber que el lo que excepcionalrnente ocurre, la figura jurídica del duelo no vol-
otro podría ser n1ás rápido y certero en el ataque, y que eso podría vió a aparecer en nuestros códigos penales.
significar la muerte? L~ audiencia en la Universidad despertó tanta expectativa, que
Lo cierto fue que a la hora convenida, casi sin diferencia de mi- el mtsmo Rector, el Decano y estudiantes de otros cursos asistieron
nutos, estuvieron cumplidos en el lugar de la cita. Cada uno, en a los debates. Desde el punto de vista oratorio, lo hicieron bien,
previsión de un ataque de sorpresa, llevaba su penilla envainada, salvo unas pocas observaciones que les hice públicamente. Pero en
pero empuñada por la cacha. Y como en los duelos de pistoleros cuanto al contenido mismo de la acusación y de la defensa, mis
del oeste americano, casi simultáneamente desenvainaron sus pei- censuras fueron muy duras.
nillas. Unos campesinos que pasaban por el lugar, de regreso a sus Al fiscal le dije que cómo era posible que hubiera hecho una
casas, presenciaron el azaroso combate. Alnbos muy ágiles para el acusación tan apasionada, pidiendo inclusive la aplicación máxima
ataque y la defensa, brincos aquí y brincos allá, escurridizos:, se de la pena, y hubiera terminado prácticamente solicitando una
acurrucaban para un lance por debajo o esquivar el golpe por en- absolución, al concluir que de ese proceso lo que surgía era un due-
cima, pero todo en absoluto silencio. Sólo se escuchaba el choque lo sin padrinos.
de las armas en el aire y el plácido rumor del río. Uno de ellos dio
un traspié y cayó por tierra, mientras el otro con gallardía esperó Y al defensor, mi crítica fue aún más severa, cuando le increpé
que se levantara. no haberse aferrado a la tesis del fiscal sobre un duelo sin padrinos,
~ue era evidente en la causa, y mejor se dedicó a plantear una legí-
Reanudaron el fiero combate, con ágiles quiebres de cintura, sin tima defensa que no existía. ¡Ambos quedaron apenados!
ardides pero con furia, conscientes de que se estaban jugando la
vida por una mujer, eludían los peinillazos con altanería, revolo- El jurado dijo: Sí es responsable, en duelo sin padrinos.
teaban en cuadro como dos gallos finos, hasta cuando uno ellos
lanzó un fuerte alarido, se llevó la mano al cuello donde fue herido
de muerte, momento en que el rival gallardamente envainó su pei-
nilla. Los campesinos que presenciaron el duelo acudieron a pres-
CAPÍTULO XXVI
EMBRIAGUEZ PATOLÓGICA
"El juez debe humanizar su actividad juzgadora.
El demasiado rigor, el excesivo apego a la ley escrita, la ostentación
de ser impermeable a la clemencia y a la bondad, no lo elevan
de categoría moral, intelectual ni jurídica'~
(HERNANDO LONDOÑO JIMÉNEZ)

Ese Aicardo Casas Arboleda era un campesino dedicado com-


pletamente a cultivar su parcela, a disfrutar su vida de hogar, a
compartir con sus vecinos los trabajos comunitarios de la vereda.
Era un hombre pacífico, sin ningún antecedente judicial ni polici-
vo. Sólo se encontró una conminación de policía, de años atrás,
cuando, estando en una cantina con una cerveza servida, alguien
llegó a su mesa y se la tomó. Y al reclamarle por qué había hecho
eso, cinco individuos que estaban en otra mesa se le abalanzaron a
golpearlo. Intervino la autoridad que los reconvino, bajo pena de
multa, si se volvían a enfrentar en una disputa.
Pero el destino le tenía señalado un maldito día, cuando em-
prendió camino del pueblo a proveerse de algún mercado para el
hogar. Salió de su casa a las siete de la mañana, y al cabo de tres
horas de caminar llegó a San José del N us. Sin tomar ni comer
nada durante ese tiempo, desde su llegada a la población se dedicó
a ingerir cerveza. Hizo una breve pausa en esta actividad mientras
iba al peluquero. De allí salió para otra cantina a seguir bebiendo
cerveza. A partir de este momento no recuerda absolutamente na-
da de lo que ocurrió después, que fue lo siguiente:
A la una de la tarde, aproximadamente, llegó a la misma cantina
el señor Julio Monsalve Henao. Y, sin que mediara palabra alguna
entre los dos, Aicardo Casas Arboleda, armado de un cuchillo de
seis pulgadas arremetió contra Monsalve Henao, a quien, después
de causarle varias heridas, le propinó la última en el pecho donde
le dejó clavado el cuchillo que el mismo lesionado se encargó de
228 PRACTICA FORENSE PENAL EMBRIAGUEZ PATOLOGICA 229

sacarse cuando estaba "en estado preagónico", y murió pocos mi- proceso pueda contestar todas las preguntas que tiendan a explicar
nutos después, según declaró uno de los testigos. su proceder. De ahí que una investigación penal no pueda conside-
rarse debidamente perfeccionada, sino cuando dentro de ella estén
El hon1icida fue capturado y conducido a la cárcel. Al día si-
absueltos los siguientes interrogantes: ¿Qué fue lo que se hizo?
guiente se decretó una diligencia de "reconocimiento del cadáver"
¿Quién lo cometió? ¿Cómo ocurrió? ¿Por qué causa o motivo? De
en el anfiteatro municipal. Frente al cadáver, el capturado fue pre-
los cuatro enunciados anteriores, los tres primeros son los que pu-
guntado si lo conocía, y respondió: "No señor, no lo conozco, no
dieran llamarse la etapa objetiva del delito, y el último la fase sub-
lo he visto, no sé quién es".
jetiva del mismo. Aplicados a un hecho punible contra la vida e
Ese mismo día, por la mañana, doblaron las campanas. Era una integridad personal, se tendría, por ejemplo, un honlicidio; en se-
tradición religiosa en el pueblo siempre que moría alguna persona. gundo lugar, el esclarecimiento de la persona que lo cometió; en
Cuando pasaba frente a su celda uno de los guardianes, le pregun- tercer lugar, las circunstancias de lugar, tiempo y modo en que se
tó que quién se había muerto, porque escuchó el doblar de las realizó; y, por último, el motivo o móvil que lo impulsó.
campanas. La respuesta fue: "Pues quién más iba a ser sino el tipo
Pero, acontece con demasiada frecuencia que los funcionarios
que usted mató ayer". El preso quedó desconcertado y en silencio .
de instrucción, y aun los de conocimiento, se contentan con ver
Poco después lo llamaron a rendir indagatoria. Narró su viaje el culminada la etapa objetiva de la investigación, y no realizan ma-
día de los hechos, desde su casa hasta el pueblo y las cervezas que yor esfuerzo por descubrir los móviles, las causas intrínsecas del
se tomó antes y después de la motilada . Sobre los hechos, dice no delito. Las antiguas escuelas penales incurrían en el mismo error
recordar lo ocurrido: "Yo no me acuerdo de nada. Vine a darme cuando, dejando a un lado el estudio de la personalidad del delin-
cuenta del homicidio al otro día que estaba en la cárcel, porque me cuente, sólo se preocupaban por la realidad objetiva del delito.
lo contó uno de los guardianes". Pero ya esas orientaciones han cambiado fundamentalmente, por
En esta lucha por el derecho, que no es otra que el camino para cuanto el moderno Derecho Penal le concede una especial pre-
buscar la justicia, solemos encontrarnos con mucha frecuencia si- ponderancia al estudio del individuo que ha infringido las normas
tuaciones que parecen bien difíciles de desentrañar. Y si esto ocu- penales. Por tanto, en la moderna política criminal se enseña que
rre en los ámbitos universales de dicha ciencia, con tnayor razón lo que se sanciona es al delincuente y no al delito. Quiere decir
dentro de una de sus ramas, la del Derecho Penal, donde se auscul- esto -como lo expresa la más sana y exigente dogmática jurídica-
ta la cornpleja conducta humana a través de todas sus facultades que una sentencia justa sólo puede serlo cuando tiene por antece-
intelectivas y volitivas, de sus sentimientos, emociones y pasiones, dente la valoración psicológica del individuo incurso en la ley pe-
para así saber si se ha hecho o no acreedor a la represión del Estado nal, cuando tenga el cabal conocimiento de los móviles que lo han
por medio de una sanción penal. impulsado, cuando se hayan analizado las pasiones o las emociones
que hubieran inducido al acto punible. De lo contrario, resulta
Pero así corno desde el punto de vista jurídico,. para poder afir- absolutamente imposible valorar un acto humano, porque falta la
mar la tipicidad de determinada figura delictiva se habla del iter explicación de sus motivos, de sus causas, de sus razones apremian-
criminis, es decir, del camino que se hace necesario recorrer, desde tes y poderosas. De allí que con razón se haya dicho siempre por
los actos preparatorios, siguiendo con los actos ejecutivos y culmi- los tratadistas que, cuando en un proceso penal no se ha podido
nando con los consumativos, así también se hace necesario, por lo comprobar los móviles de la conducta imputada, ese delito no se
que se refiere al sujeto activo de la infracción, que el respectivo puede considerar como debidamente esclarecido.
230 PRACTICA FORENSE PENAL EMBRIAGUEZ PATOLOGICA
231

Ocurre que con frecuencia no se descubren los móviles de un ~or los terrenos de la desmemoria, de la inconsciencia y del automa-
delito, unas veces por culpa de los mismos funcionarios, bien por tismo.
su desidia, por prevención y prejuzgamiento hacia el acusado, y
otras veces por culpa de éste, a causa de su torpeza, de su ignoran- Es el caso 'del compañero de copas, quien declaró bajo juramen-
cia o una equivocada postura negativa con ánimo defensivo, sin to que, aunque Casas Arboleda estaba tomando cerveza, no se en-
contraba embriagado, caminaba perfectamente bien y conversaba
faltar la negligencia de los mismos defensores. normalmente.
Para acusar a Casas Arboleda se hizo demasiado énfasis en que,
Cuando_ analizaba de memoria este aspecto de mi defensa, por-
según los testigos, no estaba embriagado al momento del homici-
que por pnmera ve~ en mi ~ida profesional se me habían quedado
dio. Y, esto, en lugar de ser una situación desfavorable, resultó ser
!,as notas en la ofiCina, me Interrumpió el señor fiscal para decir:
un magnífico elemento de juicio para concluir que la embriaguez
Me da mucha p_ena desmentirlo, señor defensor, pero lo que us-
del acusado tenía que ser distinta a la ordinaria, como la llamada
ted acaba de de~u no 1~ afir~a r:adie en el proceso. Me gustaría
embriaguez patológica, con características bien distintas a aquélla. que nos leyera d1cho test1mon1o, s1 es que existe".
En efecto, se pudo pensar que el acusado no estaba embriagado
aquel día, porque no le notaron ninguna de aquellas tres fases clá- El problema era encontrar dicha declaración, así de afán y tan
sicas de la embriaguez ordinaria: la primera, acompañada de franca de sorpresa. En el acto tuve conciencia de que el señor fiscal me
excitación, de sensaci6n eufórica, de agilidad m.ental, de producti- había col?cado en una situación bien difícil y comprometedora,
vidad intelectual y demasiada locuacidad; la segunda fase, caracte- porque, s1 no comprobaba mi afirmación, estaba perdido, cubierto
rizada por trastornos en el lenguaje y en la ordenación del pensa- de ;ergüenza~ con el comple~o de que nada de lo que dijera des-
miento, con dificultades para la percepción y la comprensión, falta pue~ merecen~ confianza_ del Jurado, todo lo cual podría servir para
de equilibrio; y, por último, la fase de agotarniento y de sueño. l~~hnarlo hac1a un veredicto condenatorio, por mi culpa. La situa-
Esta embriaguez voluntaria, común, aguda, simple, regular, co- clon se tornaba aún más grave, porque inicié mi intervención di-
rriente, que con todos esos nombres se la conoce, no está descrita ciéndole al jurado de conciencia que mi defensa estaría ceñida a la
en el proceso como la que hubiera padecido el acusado al momen- verdad del proceso, porque la ética profesional no permitía un en-
to de la tragedia. Por el contrario, su propio compañero de liba- gaño, u~1a t~~~pa, una mentira en el dignísimo cargo de defensor.
ciones dice que no estaba embriagado. Les hab1a d1ng1do unas parrafadas sobre la lealtad con que los abo-
g~do~ debem.os manejar nuestras defensas ante los jurados de con-
No lo encontraron embriagado aquel día de la tragedia, porque
c~encla, con ureprochable honestidad, sin alterar el alcance y sen-
no dio manifestaciones de trastorno en su lenguaje, ni en la conver-
ndo de las pruebas por debatir.
sación tenida con sus amigos, ni en la ordenación del pensamiento,
ni de perturbación de su equilibrio, ni de falta de coordinación de En mi tremenda angustia por no encontrar dicho testimonio el
sus ideas. Pero da la circunstancia de que todas estas situaciones juez me lanzó una especie de tabla de salvación, al ordenar un br~ve
negativas son las que entre otras caracterizan la en1.briaguez patoló- receso para que yo más tranquilamente pudiera buscar en el proceso
gica, y de allí que ella pennanezca inadvertida para quienes aconl.- 1~ pr~eba que requería el señor fiscal y esperaba el jurado de con-
pañan o miran al sujeto que la padece. Nos referimos, desde luego, CienCia. Se trataba precisamente de la prueba con la cual yo quería
al individuo que con pocas dosis de licor ya está sufriendo las conse- demostrar la embnaguez patológica. Pero ni con la colaboración
cuencias propias de la embriaguez patológica, ya se encuentra en g~nerosa y amable del señor juez pudimos encontrar dicho testimo-
una especie de olvido de su propia personalidad, ya está caminando nio. Fue necesario entonces reanudar la audiencia.
232 PRACTICA FORENSE PENAL EMBRIAGUEZ PATOLOGICA
233

Salió de primero el reo con sus guardianes, le seguía el jurado de tribuna de la defensa he llegado a hacer una afirmación que
conciencia, luego el señor fiscal, después el juez, y yo n1e quedé de no conste dentro de la causa. Os dije hace un rato que el
último, como reacio para entrar a la sala de audiencia, pensando compañe,ro de libaciones de Aicardo Casas Arboleda en su tes-
en cómo me iba a disculpar de aquella inexactitud. A1 fiscal se le timonio afirmó que su amigo no estaba embriagado, porque
veía rebosante de la satisfacción, el público a la expectativa, pen- con~'ersa~a norm~lmente y caminaba bien. Y aquí estd dicho
sando seguramente en el difícil aprieto en que me encontraba. tes~zmonzo de Gzlberto Antonio Betancur Herrera, fue el
przme~o que se :eci~ió en esta investigación, figura a fi. 5 del
Me faltaba un paso para entrar a la sala de audiencia cuando
expedzente, y dzce: 'Hago constar que mi amigo Aicardo Ca-
llegó rni rnensajero salvador. Cuando se decretó el receso lo envié sas Arboleda no est.aba borracho, había estado tomando cer-
a mi oficina para que trajera la carpeta con los papeles para la veza, pero. ha,~laba con toda normalidad y caminaba perfec-
audiencia, que se me habían quedado sobre el escritorio. Se trata- tamente bzen .
ba de un cliente que había defendido por la muerte de su esposa y
que estaba allí entre el público pendiente de mi intervención. . D~scendí de la tribuna, me dirigí al estrado del jurado de con-
Miré los papeles, y allí, en los prirneros renglones de la primera crenCia y le mostré dicho testimonio. La expresión de sus miradas
página estaba el testimonio que había citado de memoria, pero hacia mí cuando leyeron esa constancia procesal me llenó de espe-
sin recordar el nombre del testigo. Nadie se dio cuenta ni del rar:zas en. la causa, .me sentí con más optimismo que antes sobre la
mensajero que envié a la oficina, ni cuando me entregó dichos tests que rba a seguu fundamentando mi defensa.
documentos. _ Avergo~~ado, y ya sin frotarse las manos, me interrumpe el se-
En un segundo constaté en el expediente el testimonio que iría nor fiscal: Le ruego, señor defensor, me disculpe por la equivoca-
a leer, y que me iba a sacar de apuros ante toda la audiencia. Todo ción que cometí". "N o se preocupe, señor fiscal, que es muy
mundo a la expectativa. Se reanuda la sesión, y el juez me solicita humano equivocarse", le contesté, casi con extrema amabilidad, y
continuar en el uso de la palabra. continué en mi defensa.
En tono muy sereno y haciendo pensar que iba a pedir perdón Pude haberme ensañado en él, con el beneplácito del público y
por haber hecho una cita inexistente dentro de la causa, manifesté: seguramente del jurado de conciencia. Me había dado una excelente
Ustedes recuerdan, señores del jurado, que inicié esta de-
oportunidad para desvirtuar su vehemente acusación con el argu-
fensa haciéndoles la advertencia de la lealtad con que los abo- mento de que no se había estudiado el proceso, prueba de lo cual es
gados debemos desempeñar nuestro oficio ante los jueces de que no habia visto la primera declaración recibida y que me desmin-
conciencia. Pero resultó que ante una afirmación mía, como tió públicamente diciendo que no existía dentro del expediente.
dicha por uno de los testigos de la causa, el señor fiscal me in- . Causó cierta sorpresa cuando todos advertimos que a los pocos
terrumpió para desmentirme, diciendo que dicha afirmación mrnutos el señor fiscal abandonaba la sala de audiencias. ¡Y no re-
no la había hecho nadie dentro del proceso, y que, si existía, gresó!
la leyera. Visteis mi afdn por encontrar dicha pieza procesal,
con resultados negativos, por lo cual el señor juez, en su genti- Continué en mi defensa, ya muy tranquilo y con un jurado bien
leza, declaró un receso para continuar en dicha búsqueda. atento a todos mis planteamientos:
Me visteis en la sala del juzgado dedicado afanosamente a la A la luz de la psiquiatría, de la neurología, con base en los
misma tarea, hasta cuando se reanudó esta sesión. Pero JIO, más insignes tratadistas en las ciencias del espíritu, los embria-
señores del jurado, ¡lo juro por Dios!, nunca desde ninguna
gados patológicamente no son dueños de sus actos, carecen de
234 PRACTICA FORENSE PENAL EMBRIAGUEZ P ATOLOGICA
235

voluntad, no tienen conciencia de sus acciones, y, cuando ma-


la manifestación de su sinceridad, la expresión real del influjo
tan o hieren, lo hacen dentro de un estado de obnubilación
que ,~obre su organ~smo y los terrenos de su psique ejerció el licor
mental y sin que operen sus frenos inhibitorios. c:1racterística el dza de,la tragedza. Es que él ni siquiera ha pretendido hacer-
de estos embriagados patológicos es la de no recordar de~pués lo se una defensa no recordando absolutamente nada de los
que hicieron dentro de ese estado de impregnación alcohólica. hechos. Cuando dice no recordar la consumación del homici-
Podría ilustrar a los señores jueces de conciencia con la cita- dio, no creo que con ello se haya hecho la mds mínima ilusión
ción de casos que han pasado por estos mismos estrados judicia- de ~ue co~ ello estd_Justificando su conducta o que ello le depa-
les y en los que en situaciones menos favorables a la conducta rarza algun beneficzo ante la ley penal Habiendo sido cometido
que se analiza se ha admitido la embriaguez patológica, y, por el homicidio en el interior de una cantina, como mínimo con
lo tanto} una anomalía síquica transitoria. Para t¡firmarla es tr~s testigos de los hechos y a plena luz del día, sabía que a na-
cierto que no tenemos dictamen alguno de los médicos legistas dze le quedaría duda sobre su autoría. Ademds, ignorante corno
que así la certifiquen, pero el jurado es también en este caso so- lo es de nuestro ordenamiento jurídico y de todas estas rejlexio-
berano para reconocerla. n~s científicas, no iba tampoco a tener la privilegiada inteligen-
Si ésta es la mds lógica explicación que encontramos; si los cza para pensar que mañana el casual defensor que le nombra-
momentos que antecedieron al delito, los concomitantes a él y ran para el debate de la audiencia pública iría a encontrar, en
los posteriores, nos estdn mostrando todos los slntomas y las re- su amnesia de los hechos, la clave fUndamental para poder pro-
acciones propias de quien se embriaga patológicamente, ¿para po~er con alguna base científica y procesal que él se había em-
qué negar dicha circunstancia y buscarle otra e~vlicación dife- brzagado patológicamente, y, por lo tanto, su situación jurídica
rente al homicidio investigado? Y si la psiqui.atrÍt1, la neurolo- sería mds favorable. Sin que él haya siquiera creído que asume
gía y la medicina legal nos enseñan que la persona que actúa en un acto de defensa diciendo no recordar la comisión del homi-
dichas condiciones obra en un estado crepuscular y de incons- cidio, ¿cudl podría ser la ra,zón, el argumento de peso para no
ciencia tales que de~ués no recuerda lo que hizo, ¿por qué a él creerle? ¿No es mejor un acto de lealtad hacía él aceptarle lo
se le niega credibilidad en lo que ha dicho desde la primera único que ha dicho en su defensa?
mañana que amaneció en la celda de la cdrcel m-unicipal, É~ ha. sido presentado ante vosotros para que lo juzguéis en
cuando le dijeron que las camp.anas del pueblo estaban doblan- conczencza. Y esta misma justicia, la representada en el señor
do por la persona que él había matado la víspera? Y si éste es el Presidente de la audiencia~ me ha solicitado la colaboración
caso de Casas Arboleda, quien desde hace un año estd diciéndo- ~-1nte vosotros) para que lo defienda, a mí leal saber y entender.
le a la justicia que no tiene recuerdo alguno sobre la consuma- De ma~era que apenas SO)' un colaborador en estos difíciles y
ción de dicho homicidio, ¿por qué tratar de encontrar en esa comple;os menesteres judiciales, para que con la brega de mi
negativa un dnimo mendaz de parte suya, un calculado interés palabra aquí no se vaya a cometer un irreparable error judicial
de proporcionarse una d~fensa, por qué decir que ello constituye condenando a quien se debería absolver.
una habilidosa jugada a la justicia para evitar la acción del Es- Aicardo Casa~ Arboleda ha llegado hoy hasta el banquillo
tado en su contra? ¿Él que nunca antes estuvo asesorado de un de ~os acusados szn antecedentes de delito alguno, como tantos
abogado, él que no sabe de embriaguez patológica y nunca en delzncuentes que pasan por estos estrados judiciales. Viene di-
su vida ha escuchado esa terminología científica, él un simple rectamente del campo~ de su hogar, de su parcela, de su pueblo,
campesino que cuando ingiere licor pierde la memoria de lo preguntdndose todavía en la intimidad de su conciencia por la
que hizo dentro de ese estado? No, señores del jurado. Esa falta ca~sa d~ su desgraci~. En ese trdgíco recorrido de su limpia
de recuerdo del homicidio por parte del procesado no es mds que exzstencza se encontro, en unos pocos segundos, con su mala
236 PRACTICA FORENSE PENAL EMBRIAGUEZ PATOLOGICA 237

suerte, haberle quitado la vida a un hombre, pero sin concien- a conocer a última hora, muchas veces en el momento mismo de
cia, sin voluntad en el acto homicida. Él espera, por lo tanto, la audiencia, por lo cual se desconfía de ellos pensando en un
que se le haga justicia, así sea tardíamente, ya que no pudo dis- recurso de última hora para eludir la acción de la justicia. Y es-
poner de medios económicos para costear desde el principio la tas desconfianzas, esto de no creerle al sindicado, esta preven-
asistencia de un defensor, que, si así hubiera sido, es muy pro- ción contra todo lo que él diga, ¡a cuántos errores judiciales ha
bable que en este proceso vosotros hubierais podido encontrar conducido!
ma__yores elementos de juicio para poder valorar mejor su con- ¿Con base en qué razonamiento lógico no vamos a creerle a
ducta el día de ltz tragedia. Tal vez así se hubiera logrado con- Casas Arboleda lo que dijo en la mañana de hoy sobre su caída
seguir oportunamente un dictamen de los médicos legistas sobre de bruces con anterioridad a esta tragedia, lo que le produjo un
una embriaguez patológica; se hubiera establecido con diligen- estado de inconsciencia por lo cual los familiares tuvieron que
cia en qué situación anímica lo encontraron al momento de la conducirlo a su casa? Lo dijo, sin pensar por un solo momento
capturct y las horas subsiguientes en la cárcel; cómo pasó la no- que dicho antecedente podría servir para un argumento sobre la
che encerrado en la celda, si despierto o profundamente dormi- embriaguez patológica al momento del homicidio. ¿Cómo va-
do, datos estos y muchos más que nos hubieran servido para mos a hacer para no admitirle que como consecuencia de dicha
una más clara apreciación de las circunstancias que rodearon la caída muy probablemente quedó con algún traumatismo cra-
trttgedia. neano interno que explica su poca resistencia al alcohol después
No les importó sino establecer la comisión de un homicidio. de dicha caída? Esto dicho por una persona ignorante de las se-
En este sentido, por falta de una oportuna defensa, sí que pue- cuelas de un traumatismo craneano, de un individuo que no
den tener aplicación las quejas del criminalista español BER- tiene por qué estar al tanto de conocimientos científicos que no
NARDO DE QUIROZ, cuando dice que "es un hecho cierto y de manejamos sino los médicos y los abogados, que no sabe que
triste experiencia común, que el Código Penal las más de las cuando un traumatizado del cráneo ingiere licor, son suficien-
veces, es un código de aplicación puramente proletario'~ tes unas pocas copas de aguardiente o vasos de cerveza para per-
Cuántas gentes debe haber en las cárceles de todo el mundo der su conocimiento, tiene que hacernos pensar que está dicien-
condenadas injustamente, porque en las oportunidades debidas do la 1./erdad
no pudieron tener a su servicio tl un abogado para que los de- Estas afirmaciones sobre la caída de bruces y el estado de in-
fendiera; un abogado para que fiscalizara la recepción de las consciencia en que quedó, tienen por qué causarnos una honda
pruebas ante un instructor apasionado que sólo quiso buscar preocupación, si pensamos que, de haber contado esto desde la
indicios de responsabilidad y no de inocencia o un estado de indagatoria o en el curso de la investigación, se pudo haber
atenuación penal· un defensor para que interrogara a los men- confirmado por medio de testigos, entre ellos sus propios fami-
tirosos testigos de cargo, objetara un dictamen, solicitara prue- liares que lo levantaron de/lugar del accidente. Y ante esta evi-
bas, asistiera a la reconstrucción de los hechos, a la recepción de dencia, lo más probable es que el señor juez hubiera sospechado
la indagatoria, etc. Porque el dinero es necesl~rio hasta para de una grave anomalía psíquica y así el proceso hubiera ido a
comprobar la inocencía, para demostrarle a la justicia que no la oficina médico legal y tal vez se hubiera dictaminado una
se cometió un delito, o que si lo hizo fue por determinados mó- embriaguez patológica. ¿Cómo la ciencia, según os lo leí del
viles, o por falta de los frenos ínhibitorios de la conciencia y de científico ANTONIO VALLEJO NA]ERA, en su Tratado de Psi-
la voluntad, por una causal de justificación o de inculpabili- quiatría, )' la Neurología, como también lo escuchasteis, nos
dad. Cuántos detalles de importancia para su propia defensa hablen de que el embriagado patológico no recuerda después los
callan los sindicados por su ignorancia, los cuales sólo se vienen hechos que comete dentro de ese estado, y que sea exactamente
238 PRACTICA FORENSE PENAL EMBRIAGUEZ PATOLOGICA 239

la situación que nos ofrece el acusado?¿ Cómo la medicina lega/y terna; lesión pectoral derecha por encima del pezón, de tres centí-
de cualquier autory entre ellos nuestro GUILLER!VIO URIBE CUA- metros de largo por dos de ancho, no penetrante; lesión en la re-
LLAY nos hablen de que el embriagado patológico es aquél que gión preexter]lal a dos centímetros por encima del apéndice xifoi-
sólo necesita pequeñas dosis de licor para quedar en ese estadoy y des, penetrante; lesión infraaxilar izquierda de un centímetro de
que el proceso nos diga que fue poca la bebida ingerida por el longitud, penetrante del tórax; lesión a nivel del omoplato izquier-
procesadoy tanto que no lo vieron embriagado? ¿Cómo la psi- do, tercio medio, no penetrante, de dos centímetros de longitud;
quiatría nos enseña que la persona traumatizada del crdneo es lesión del antebrazo izquierdo, tercio inferior de dos centímetros
la que está predispuesta a la embriaguez patológica, y que aho- de longitud. Murió de la herida en la aurícula derecha, lesión esen-
ra Casas Arboleda nos ofrezca esa hipótesis cuando nos habla de cialmente mortal.
la caída y el golpe en el cráneo que le produjo un estado de in-
consciencia meses antes de la tragedia? Todas estas coincidencias Fueron siete heridas y una sola de naturaleza mortal. Esto nos
tienen que pesar en vosotros al momento de pronunciar t.1uestro podría dar la idea de un ataque a mano armada, pero sin la fuerza
veredicto. necesaria, a causa de ese estado de inconsciencia por la embriaguez
Cumpliendo como en el caso de hoy un llamado de la justi- patológica que en esos momentos padecía el acusado. No es para
cia para la defensa de un procesado, me correspondió en dicha hacer mucha fuerza en dicha hipótesis, pero sí un motivo de con-
calidad defender en estos mismos estrados judiciales a un agente sideración, si se tiene en cuenta este otro hecho: Un testigo, Jorge
de policía de nombre Javier Vallejo Górnez, quien en el muni- Eliécer Calderón Marín, dijo que "en esas se paró Julio Monsalve
cipio de Puerto Berríoy estando de servicio se dio a ingerir licory con el cuchillo en la mano, es decir, con el cuchillo con que lo
y cuado menos se pensóy con su fusil de dotación o.ficialy disparó, había herido el agresor". Lo que viene a significar que ya después
habiendo matado a dos civiles e hirió de gravedad a tres com- de haber recibido siete heridas y una esencialmente mortal, logró
pañeros de servicio. Al igual que Casas Arboleda) durante todo quitarle el arma a Casas Arboleda, lo que podría explicar el grado
el proceso dijo no recordar absolutamente nada de lo ocurridoy de embriaguez de éste. Más claro lo dice otro testigo, Jorge Eliécer
por su estado de embriaguez. No dio más explicacionesy lo C2lderón, cuando afirma que "cuando ya Julio Monsalve cayó al
mismo que el procesado de hoy. Antes de la audiencia lo visité suelo, le había quitado el cuchillo a Aicardo", lo cual niega la fero-
en la cárcel, y cuál no sería mi sorpresa cuando me encuentro cidad del acusado en el ataque, porque su víctima, ya en estado
con una persona con un serio hundimiento en el cráneo. Me
agónico, con siete heridas y una esencialmente mortal, logra qui-
explicó que tan seria lesión la había recibido en un procedi-
tarle por la fuerza el arma homicida.
miento corno agente de policía en el municipio de Bello. Para
no alargar la historia, éste fue el único terna de mí defensay el Sin embargo, una versión diferente, la de Emilio Rivera Franco,
de la embriaguez patológica, propia de los traumatizados del nos habla de que " ( ... ) la segunda vez que vi a Julio Monsalve, se
cráneo, y el jurado lo absolvió. Aquí veo precisamente al señor sacó un cuchillo que lo tenía clavado en el pecho, yo personalmen-
secretario del juzgado donde se cumplió dicha audiencia hace te se lo recibí". Y esta versión, contraria a las anteriores, demuestra,
unos pocos rnesesy y ante quien yo no podría afirmar algo que con mayor elocuencia, las condiciones tan adversas en las que ac-
no fuera cierto. tuaba el procesado a causa de su embriaguez patológica, que un
i\quí se hizo mucho énfasis en la ferocidad con que el acusado moribundo, con siete heridas manándole sangre, principalmente la
atacó a la víctima. Según la diligencia de necropsia, Julio Monsalve de la aurícula derecha, de naturaleza mortal, fue capaz de quitarle
Henao recibió las siguientes heridas: Lesión en la región cervical el arma homicida al enfurecido agresor. Ahora, ¿no deja también
izquierda de tres centímetros, con sección de la vena yugular ex- interrogantes el hecho -si le creemos al testigo- de que Casas Arbo-
240 PRACTICA FORENSE PENAL EMBRIAGUEZ PATOLOGICA 241

leda hubiera dejado clavado su cuchillo en el pecho de la víctima? Y hablando de hipótesis, el mds elemental principio de
Esto lo haría un homicida que quiera darse rápidamente a la fuga, equidad nos enseña que con base en ellas no se puede condenar
pero no quien se queda tranquilo en el lugar de la tragedia. a un ho'f{!bre, porque la verdadera aplicación de la justicia no
puede basarse en simples cdlculos de probabilidades, sino en la
Las heridas, con excepción de la que causó la muerte, no fueron
certeza absoluta, en el convencimiento pleno, cuando no nos
graves, algunas de ellas ni siquiera tuvieron el carácter de penetran- queda una sola duda que nos inquiete, cuando en nuestra con-
tes, por lo cual parece sensata la hipótesis de que el agresor obraba ciencia no se agite el mds mínimo temor a una equivocación.
como un autómata, sin mucha conciencia y voluntad en sus ata-
En cambio, con base en simples hipótesis, con cierto grado de
ques. Por eso terminamos diciéndole al jurado de conciencia: razonabilidad y juicioso criterio, sí se puede absolver o admitir
Como se ha visto, aquí sólo hemos podido hablar dentro del una situación jurídica mds favorable para el reo. Porque si no
sincero campo de ltzs hipótesis, pero de unas hipótesis con serios pudiera ser así, os colocaríais en el riesgo de cometer un irrepa-
fundamentos en las constancias procesales, y no como lo ha rable error judicial en un grave peligro de equivocarse en una
hecho aquí la acusación pública, con malabarismos verbales, decisión de tanta trascendencia como es la de resolver sobre la
con afiebradas suposiciones, con sofismas de mala ley, con grave libertad o la prisión de un hombre. Y ya sabéis, por vuestra ex-
distorsión del contenido procesal. En este expediente donde late periencia en estos estrados judiciales, que en el evento de que
una inmenSt1 y doble tragedia, la muerte de un hombre y el en- vuestro criterio no estuviere todavía claro en cuanto a la em-
carcelamiento de su victimario, no ha_y nada esclarecido, ni la briaguez patológica del acusado, que si todavía estdís oscilando
inocencia, ni la culpabilidad. Y cuando el reo no estd obligado entre las tesis de la acusación y de la defensa, que sí aún per-
a probar su inocencia, el Estado en c,rlmbio sí estd obligado a manecéis en la incertidumbre sobre la inocencia o la responsa-
dernostrar la culpabilidad, por lo cual resulta una insensatez y bilidad del acusado, existe un principio milenario, que viene
una injusticia venir a reclam?tr una condena cuando no pudo desde las raíces mismas del derecho, que se encuentra en las
cumplir con su obligación de probar esa culpabilidad. Lo único constituciones democrdticas del mundo, en sus códigos de proce-
real es la evidencia del homicidio en la persona de julio César dimiento penal en la conciencia de todos los hombres que apli-
Monsalve, y como autor de él Aicardo Casas Arboleda. Lo de- can juJticia, y ese principio es el que expresa que toda duda de-
mds, lo dejó la justicitz en la oscuridad, sin el esclarecimiento be resolverse a favor del reo.*
debido, sin contestarse procesa/mente todos los serios y graves in-
terrogantes que arrojan estas pdginas, y después se os trae aquí,
para que vosotros con sereno juicio, con sensatez, con justicia .Y
en conciencia_, resolvdis todos los problemas que aquí se dejaron
sin resolver. Se averiguó lo mds fdcil lo elemental lo que cual-
quiera aun sin experiencia en estas Lides es capaz de hacer~ co-
mo aportar las pruebas del homicidio, pero se desentendieron de
lo mds importante, como establecer en debida forma la verda--
dera personalidad del procesado. Aquí no fue descubierñ.t toda
la verdad. Se quedó sin explorar el principal terreno de la in-
vestigación, como fueron los verdaderos motivos deterrrtinantes
del homicidio, su causa intrínseca o extrínseca) en fin, los ver-
daderos móviles de la conducta homicida.
El veredicto: N o es responsable.
CAPÍTULO XXVII
EL CRIMEN
((Nuestro delito contra los delincuentes
es tratarlos como canallas".
(NIETZSCHE)

La noticia sensacionalista daba cuenta de la captura del tercer


asesino de El crimen de El Hatillo, así mencionado por los medios
de comunicación en sus crónicas judiciales, porque en dicho lugar,
jurisdicción del municipio de Barbosa, hada tres años asesinaron a
un alto empleado de la Compañía Colombiana de Chocolates. La
víctima regresaba de esa región del departamento donde cumplía la
misión de vender los productos de la Empresa o de cobrar las deu-
das de sus clientes. El móvil del delito fue apropiarse de dichos
dineros.
También se informaba, para destacar la importancia de la cap-
tura, que los compañeros de la tenebrosa banda autora del crimen
habían sido condenados en audiencia pública con jurados de con-
ciencia, a la pena máxima de treinta años de prisión cada uno.
Había cierta complacencia pública y de la prensa hablada y escrita
por dicha captura, ya que, según los informes del Detectivismo, no
había la menor duda de que el capturado era el tercero de los asési-
nos, al que hacía tres años estaban buscando, de nombre Gerardo
López.
De pronto, una llamada telefónica de la cárcel. El preso se iden-
tifica con el nombre de Abelardo López Fonseca, del quinto patio
de la prisión. Solicita el favor de visitarlo para ver si contrata mis
servicios profesionales para su defensa. Acepto inmediatamente ir a
la entrevista. Se trataba del "tercer asesino" del cual estaba hablan-
do la prensa, pero con el nombre de Gerardo López. Me sorpren-
dió la llarnada telefónica, porque hacía poco había abierto mi ofi-
cina de abogado y no tenía ninguna publicidad, ni nadie conocido
PRACTICA FORENSE PENAL EL CRIMEN 245
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en la cárcel que pudiera haber sugerido mi nombre. Además, ape- ~o para no dejarme actuar en ese proceso, porque no era abogado

nas estaba en los trámites para mi grado. titulado. No ~uve sino que guardar silencio, porque el juez, con
absoluta seguudad, compartía la misma tesis correcta del fiscal. En
Me lancé a la aventura profesional. Contraté la defensa, y para e~: momento supe que debía visitar al preso, explicarle mi situa-
ello recibí el poder correspondiente. Recibía mis pritneros honora- Clon y devolverle los honorarios.
rios, la nütad anticipados, y el resto, según contrato verbal, cuando
se lograra una excarcelación o se fijara fecha para la audiencia pú- Si.n embargo, quise volver al juzgado por última vez y formular
la n:1sma pregunta sobre si se había producido alguna novedad. Se
blica.
me Informó que el proceso se había remitido al Alcalde de Barbo-
No podía itnaginarme córno iba a hacer para actuar dentro de sa, en cuya jurisdicción se había cometido el crimen, con instruc-
dicho proceso, sin poder cumplir el ineludible requisito de la pose- ~iones de. adelantar la correspondiente investigación y recibirle
sión, consistente en una diligencia judicial en la cual había que Indagatona al detenido. Tampoco me hacía muchas ilusiones con
mostrar la tarjeta profesional de abogado expedida por el Consejo dich?/ funcio?ario, p~rque bien sabía que, antes de cualquier ac-
Superior de la Judicatura. Y dio la coincidencia de que el proceso ~ua~Ion, debtan posesionarme del cargo, para lo cual era requisito
se encontraba en el Juzgado Cuarto Superior, a cargo del doctor Ind1s~ensable anotar en la diligencia la tarjeta profesional que me
Bernardo Gómez Botero, y de Jaime Gira!do Lema como secreta- acreditaba como abogado titulado.
rio. Éste era el único amigo que yo tenía dentro de toda la admi-
Viajé y me ~ntrevisté con el señor Alcalde. Le expresé que
nistración de justicia, pero sabía, más que cualquier otro empleado
dentr? del expediente debía figurar el poder que había recibido del
judicial, que yo no me había graduado. Además, había desempe-
detenido para sl!- defensa, por lo cual quería conocer el expediente.
ñado, en interinidad, el cargo de fiscal de dicho juzgado, con la
Es:aba seguro. ?e que su respuesta sería la de que debería tomar
función de emitir conceptos previos a sus (tecisiones judiciales e
pnmero posesion del cargo, con lo cual ya definitivamente debería
intervenir en las correspondientes audiencias públicas. renunciar a la prestación de mi servicio profesional.
Me presenté al juzgado, y lo único que hice fue entregar el po-
Ocurrió lo que esperaba: El Alcalde llamó a su secretario y le or-
der. No podía siquiera solicitar el proceso para empezar su estudio.
denó que extendiera la diligencia de mi posesión. Ante esta decisión,
Fue cuando empecé a preocuparrne y angustiarme por tener que
nada tenía para objetar. Así se me cerraba la última puerta para po-
devolver los honorarios y confesarle a mi cliente la situación de
der entrar a. la d~fensa que tanto anhelaba, no solo por los halagado-
impedirnento legal para su defensa. ¡Y esos honorarios que necesi-
res honoranos, sino por la publicidad que el caso seguía teniendo en
taba de urgencia, pero no me atrevía a disponer de ellos! los medios de comunicación. Y la respuesta del secretario allanó
Todo se resolvería el día de la indagatoria, cuando el detenido todo el problema, al contestarle al burgomaestre: "El doctor no ne-
expresara que me designaba como su apoderado. En ese momento cesita p~sesión, p~rque él no ejerce en esta jurisdicción". Esa juris-
conocería la decisión del juez de aceptarme o no. Dejé pasar unos prudencia secretanal, desde luego sin razón alguna, sin mucho con-
días para volver al juzgado donde lo único que podía preguntar era vencimiento ni siquiera para mí, es la más emocionante que he es-
si había alguna novedad dentro del proceso, y la respuesta era cuchado. a lo largo de mi vida profesional, porque me salvó los
siempre negativa. honoranos y pude adelantar la defensa, ya que el señor Alcalde ad-
En la penúltima visita al juzgado, el propio juez me informó U:iti~ el argumento de su fiel secretario a quien supuso, por su expe-
que el fiscal de la causa, doctor Jairo Duque Pérez, estaba preveni- nenCla en años de trabajo, que tenía toda la razón.
246 PRACTICA FORENSE PENAL EL CRIMEN
247

Se aprovechó mi presencia para recibirle la indagatoria al acusa- nom~re era Abelardo López Fonseca, y con el mismo rindió inda-
do. Estudié el expediente, bastante voluminoso, porque era el gatona. Comprendí a cabalidad el problema probatorio de la plena
mismo dentro del cual los "compañeros del tercer asesino" hacía identi~c~ción, dentro del proceso penal, por haber sido Jefe del
tres años habían sido condenados a treinta años de prisión cada Detecttvtsmo, encargado de la investigación de todos los delitos de
uno, los cuales estaban cumpliendo en una penitenciaría. co~petencia de l~s jueces superiores. Para ello disponía de un
A los ocho días se me citó a la Alcaldía para notificarme la pro- equtpo rnuy expenr:nentado en las tareas de instrucción, compues-
videncia por medio de la cual se resolvía la situación jurídica del t~ ~e ocho secretanos y todos los detectives, en sus diversas espe-
sindicado. No me causó sorpresa alguna el auto privativo de la ctahdades.
libertad, por asesinato y robo a mano arrrtada, corno se decía en ese A los pocos días el Tribunal Superior, con ponencia del magis-
tiempo. trado Bernardo Botero Mejía, revocó la providencia de la Alcaldía
Como era la época en que los alcaldes tenían facultades de ins- de ~arbosa, y en su lugar decretó la libertad incondicional del de-
trucción de los delitos cometidos en el municipio, la apelación de tentdo. ¡Fue el escándalo periodístico! Se argumentaba que cómo
sus providencias por homicidios de competencia de los jueces su- era posible que los "c~mpañeros del asesino" estuvieran cumplien-
periores se cumplía ante los respectivos tribunales. Así que interpu- do un~ condena de treinta años de prisión cada uno, y el tercero de
se el recurso de apelación contra la providencia de la Alcaldía . los delincuentes hubiera sido dejado en libertad a sólo sesenta días
Ahora el problema surgía con el Tribunal Superior, precisamen- de su ~aptura. Desde luego que toda esa crónica periodística, de la
cual disfrutaba, porque en ella se mencionaba mi nombre cono
te la Institución encargada de inscribir a los abogados titulados.
No podía entonces sustentar con mi nombre dicho recurso. Pero defens.or, ~e resultaba muy provechosa como propaganda, ya que
con todos los datos tomados del expediente, elaboré el rrtemorial era mt pnmer ca~o p~ofestonal .Y estaba ya próximo mi grado de
abogado en la Untverstdad Pontificia Bolivariana.
de apelación. Visité al detenido, y, sin explicación alguna, le solici-
té su firma. Le hice colocar el sello de la cárcel, lo entregué en la No tuve q~e preocuparme más por el juzgado adonde regresaría
secretaría de la corporación, y así resolví el serio inconveniente. el proceso, nt por el fiscal de quien me habían advertido no me
l'v1i preocupación continuaba, porque, si el tribunal confirmaba dejada actuar como defensor, por no ser abogado titulado. Esto
la providencia, el proceso tenía que regresar al juzgado de origen, nunca conoció mi diente, y jamás supe por qué me había bus-
cado para su defensa.
donde sabía que no me admitirían en las instancias siguientes. 1:-~o
podía descartar las posibles molestias con el detenido, al tenerle . Temí que no me cumpliera con el pago del resto de honora-
que confesar que me había encargado de su defensa sin ser aboga- nos, pero a los ocho días me los cubrió con un notable aumento
do titulado. voluntario, por la extraordinaria rapidez en conseguir su libertad.
El argumento de fondo del memorial de apelación consistió en Y durante muchos años, desde otra ciudad distante, generosamen-
te se hacía sentir en su expresión de gratitud.
que el tercer acusado que figuraba en el proceso era de nombre
Gerardo López, así conocido en el hampa y por los detectives. el ¡Nunca supe si era culpable o inocente!
capturado era el mismo Gerardo López que buscaban los detectives
hada tres años, según lo dijeron en su informe de captura. Pero,
con el prontuario del mismo Departamento Administrativo de
Seguridad (D.A.S.) y su cédula de ciudadanía, se estableció que su
CAPÍTULO XXVIII
LA INFAMIA
"La verdad vendrd a la luz'~
(En el frontispicio de la Corte judicial de Dresden).
"La obligación de interpretar los textos, honroso cometido de juristas,
magistrados y agentes de la administración, no debe convertirse
en derecho de violarlos".
(MONTESQUIEU)

Sí, fue una infamia, un crimen de la justicia, porque expuso a


cuatro procesados a una larga condena, la máxima del código de
las penas, por los delitos de triple asesinato y asociación para de-
linquir. En ese proceso por los tenebrosos crímenes nunca se aso-
mó el rostro de la justicia. Los testigos de cargo fueron evidencia-
dos en sus mentiras; los funcionarios de instrucción demostraron
su incompetencia para hacer claridad sobre los hechos; y los jueces
de conocimiento, de haber sentido los verdaderos latidos de la jus-
ticia y procedido con mayor mesura y diligencia, no habrían obra-
do tan a ciegas como lo hicieron en dicha causa. Y una vez más se
demostró que no era siempre cierta la frase lapidaria de MITTER-
IvfAIER cuando sentenció que los testigos son los ojos y oídos de la jus-
ticia.
Ocurrió que una cuadrilla de malhechores, allá en la vereda de
BUE1VAVISTA_. del municipio de YALI, de noche, con los rostros tiz-
nados y cubiertos con pañuelos, causaron la muerte, con armas de
fuego, a los campesinos José Antonio Suárez, Cristobal Sánchez y
Gildardo Suárez.
En verdad, fue un crimen abominable el asesinato de estos
humildes labriegos, pero a la indignación que ello debió producir
en la conciencia pública no se le podía agregar la injusticia de res-
ponsabilizar de esos delitos a otros campesinos sin la prueba de
convicción necesaria para dicha imputación.
PRACTICA FORENSE PENAL LA INFAMIA 251
250

Como se explicará, un serio peligro para la recta administración resto de sus vidas, la libertad de unos procesados acusados de tan
de justicia lo constituye un juez, como en el presente caso, que ten- horrendos crímenes. ¿Podrá pensar alguien, con simple sentido
ga la irresponsabilidad de sostener una acusación por tan gravísimos común, que 4icha testigo merecería siquiera un ápice de credibili-
crímenes, basado en las dos testigos que modificaron sus versiones, dad? Y no ya con elemental sentido común, sino versado en la
la una en siete ocasiones, y la otra en cinco, dentro de un proceso ciencia dd derecho, ¿podría pensar alguien, de acuerdo con la más
donde nunca se pudo atribuir un móvil, y cuando los cuatro proce- exigente lógica probatoria, que con tan contradictorias versiones se
sados sólo vinieron a conocerse después del crimen, en la cárcel de la podría llamar a juicio a los acusados? De ninguna manera, porque
localidad. Y, además, las fíliaciones de los acusados suministradas una _de la~ cualidades fundamentales de todo buen testigo es su
cons1stenc~a en sus afírmaciones o negaciones y de allí que, cuando
por las testigos no correspondían a las características reales.
se contradice en aspectos esenciales de sus testimonios, es necesario
Los asesinos estaban protegidos contra toda identificación, pri- rechazarlos por su enorme peligro para una sana administración de
mero por la oscuridad de la noche, segundo, por los rostros tiz- justicia. Grave y funesto error sería tener un testimonio de éstos
nados, y tercero, porque tenían cubiertos esos rostros con pañue- como abrevadero de la verdad, como fuente de incriminación, co-
los. mo brújula de justicia, como guía probatoria de responsabilidad
La principal testigo de cargo, Iv1argarita Londoño, en su primer criminal. Testigos de ese calibre moral nunca deberían ser invoca-
testimonio, de los cuatro procesados, Octavio Espinosa, Andrés dos por la justicia para privar de la libertad a una persona, sino
Agudelo, José Zapata y Camilo Valencia, sólo dijo haber reconocido enjuiciarlas y abrirles las puertas de la prisión para que en ellas
al segundo, porque de otro de ellos no pudo dar su nombre por no cumplan una pena por el delito de falso testimonio o de fraude
saberlo; en su segunda versión, en diligencia de reconstrucción de lo.s procesal.
hechos, expresó que la otra persona de la cual no recordaba su Como, según lo expresaron todos los testigos, los asesinos se
nombre en su primer testimonio, se llamaba Octttvio Espinosa; en su presentaron con sus rostros tiznados y cubiertos con pañuelos, mal
tercera versión, en careo con Andrés J.r\gudelo, por dos ocasiones dijo podrían decir después que los reconocieron por la musculación de
no haber conocido sino al citado Agudelo; su cuarta versión, en la la cara y por su estatura, por el hablado y la forma de caminar.
misma diligencia expresó que tarnbién había conocido a otro señor ¿Cómo reconocer a una persona por su forma de hablar, si su voz
que tenía la cara pintada y tapada con pañuelo, de quien alguien le queda distorsionada, pierde su claridad, su timbre natural cuando
dijo que se tratttbtt de Octavio Espinosa; en su quinta versión expresó lo hace cubriéndose la boca con un pañuelo? ¿O por la forma de
haber conocido a Octavio Epinosa por la "musculación de la cara} caminar? ¿O por su estatura? ¿O por la musculatura del rostro si lo
por su estatura"; en su sexta versión dice haber reconocido a Octavio tenía tiznado y cubierto con un pañuelo? ¿Y la justicia no hace
Espinosa, por el altor (sic) y grosor(sic) de su cuerpo y por la manera ningún comentario sobre afirmaciones tan absurdas, tan inverosí-
cmno hablaba y caminaba; en su séptima versión explica cómo ella miles, tan insensatas?
ha lanzado dichas acusaciones contra Octavio Espinosa sólo porque
se lo dijo una hermana de una de las víctimas, la señora María Puri- Lo más desconcertante es que la misma testigo, en una octava
fícación Suárez, "quien tampoco reconoció a los crirninales, sino versión dice haber reconocido a Octavio Espinosa, porque en cier-
porque a ella también se lo contaron'~ to tnomento se le cayó el pañuelo que le cubría el rostro y cuando le
estaba ponie~do cuidado. Y aquí entra la enorme sospecha, porque
Lo inconcebible es que la justicia se haya valido de una testigo la otra tesugo, María Purificación Suárez, dice exactamente lo
tan evidentemente mendaz para poner en peligro, tal vez por el
252 PRACTICA FORENSE PENAL
LA INFAMIA 253

mismo, pero para acusar a Andrés A.gudelo. De lo cual se puede


rostro ¿cómo hizo para saber que era blanco o más bien mono? ¿Y
decir que las dos testigos, dándose cuenta de que su versión de narizón, si tenía la nariz cubierta con un pañuelo? Al segundo en
haberlos conocido, no obstante tener sus rostros tiznados y cubier- identificar fue,. a Andrés Agudelo, por la voz y porque es de boca tor-
tos con pañuelos resultaba inverosímil, se pusieron de acuerdo para cida. El comentario resulta obvio en el sentido de que mallo pudo
decir que dicho reconocimiento fue en el momento en que se les reconocer por la voz atrapada entre un pañuelo adherido a los la-
cayó el pañuelo, y porque estaban pendientes de ellos; o que el bios, distinta a la normal, y mucho menos la característica de la
funcionario instructor, de mala fe y por su propia cuenta, quiso boca torcida) si la tenía tapada con un pañuelo. Al tercero en des-
enderezar estos testimonios de la manera que los hiciera n1.ás creí- cribir fue a Milo Valencia. Blanco, de ojos negros, barbado y de tez
bles, ya que no es fácil suponer que las testigos hubieran coincidi- mds bien colorada. Entonces, si tenía la cara tapada con un pañuelo
do en expresarse con una identidad plena en las ideas y vocabulario ¿córno hizo para saber de que estaba barbado? Y si estaba emba-
empleado. durnado de tizne, ¿cómo se dio cuenta que era blanco o de tez colo-
La otra testigo, 1v1aría Purificación Suárez, no fue menos des- rada? ¿Y cómo en plena oscuridad de las doce de la noche pudo
concertante y mentirosa. Fue llamada a declarar recién ocurrida la darse cuenta de que los ojos de Milo Valencia eran negros? ¿Cómo
tragedia donde murieron sus dos hermanos. Narra que a su casa esos ojos negros pudo distinguirlos de unos de c.ol_o/r café o az~les?
llegaron a eso de las doce de la noche cuatro individuos, todos tiz- El cuarto acusado, a Octavio Espinosa lo descnb1o como carzrre-
nados la cara y con pañuelos hasta el arco superior de la nariz. Sumi- dondoy bajito, de ojos negros, robusto y cejitapao. Le atribuyó caracte-
rísticas de otros acusados, entre ellos la de Milo Valencia, a quien
nistró los nombres de esas cuatro personas, pero no mencionó el
también describió como de ojos negros. Y el resto de características
nombre de Octavio Espinosa, ni que hubiera ido otra persona que
ya se las había atribuido a José Zapata. Ni .porq~e hubiera.n :id_o
ella no hubiera conocido. Pero concretamente rnencionó a un José
mellizos habrían tenido José Zapata y Octav1o Espinosa tan Identl-
Zapata, de quien dijo, en una segunda versión, que era porque me cas características morfológicas. Se recuerda que en su primer tes-
lo dijeron. En su primera versión lo describió como una persona timonio sólo habló de cuatro personas que habían ido a su casa,
bajita, y en la segunda versión, como alta, robusta, azrirredonda, de sin mencionar a Octavio Espinosa.
cejas tapadas o juntas) la misma filiación que después suministró de
Pero la evidencia absoluta de sus mentiras, de sus engaños dolo-
Octavio Espinosa; en una tercera versión expresa que por haber
sos a la justicia, se demostró en la diligencia de reconocimiento en
estado sentada en la cama y por la oscuridad que reinaba, ya que n~an
rueda de presos en la cual se encontraban José Zapata y Milo Va-
las doce de la noche) no pude conocer a los compañeros de ]osé Zapata;
lencia, a quienes la María Purificación Suárez no los identificó co-
en una cuarta versión vuelve a suministrar los nombres de las cua-
mo a las personas que habían estado en su casa la noche de la tra-
tro personas que fueron a su casa, pero ya agregó, como quinto, el
gedia, con los rostros tiznados y cubiertos con pañuelos. Con ser
de Octavio Espinosa. Pero aquí rectifica su acusación inicial a José
que ya había dicho conocer a Milo Valencia hacía catorce años, ¡de
Zapata, al decir que no lo distingo bien, cuando fue al primero que
ojos negros, blanco y de tez mds bien colorada! Sin embargo, en otra
acusó y de quien suministró cinco características para su identifica-
./ de sus fantásticas versiones explicó que de las personas que llegaron
ClOn.
a su casa, Milo Valencia no entró, se quedó afuera, sin embargo de
Y la testigo sigue inventando filiaciones de los acusados. l\Aen- lo cual ya nos había dicho que desde su cama donde estaba sentada
ciona a un tal Gustavo Muñetón a quien describe como narizón) lo pudo distinguir, por sus ojos negros. Después dirá que no lo vio,
blanco, mds bien mono. Y nos preguntamos: Si estaba tiznado el sino que María Lurdes Botero dijo haberlo visto.
254 PRACTICA FORENSE PENAL LA INFAMIA 255

Por si poco faltara en las alucinantes acusaciones de la testigo, filiaciones que de ellos suministraron las dos testigos de cargo no
mezclada con la mala fe del funcionario instructor, en una diligen- correspondían a la realidad. Cuántas penalidades les habría evitado
cia de reconocimiento en "rueda de presos", fuera de no haber re- a los sindicaelos y cuánto el beneficio que les habría aportado a la
conocido a ninguno de los acusados, señlaló a una persona que justicia y a la sociedad, si, por ejemplo, hubiera dejado constancias
nunca había figurado en la investigación, que estaba detenida des- para desrnentir a las testigos de cargo: Que José Zapata no era cari-
de antes del crimen, a un tal Benhur Atehortúa. Lo grave de esto es rredondo y de cejas juntas; que Gustavo Muñetón no era narizón
que todo se vino a saber por constancias de los mismos sindicados, ni mono; que Andrés Agudelo no era de boca torcida; que Milo
cuando debió ser por parte del funcionario que practicaba la dili- Valencia no era de ojos negros, de tez colorada y desdentado, y que
gencia. Esta censurable conducta oficial significó, en primer lugar, Octavio Espinosa no era bajito, ni de ojos negros, ni robusto, ni de
guardar absoluto silencio procesal sobre el irrebatible indicio de cejas tapadas.
inocencia de los procesados, al no ser reconocidos por la testigo de Y también, cuánto se pudo haber hecho felizmente en nombre
cargo, y, en segundo lugar, la probada desconfianza en el testimo- de la justicia y por autoridad de la Ley, según rezaba la frase con
nio de María Purificación Suárez, al señalar en la diligencia al cita- que años atrás se anticipaban los fallos judiciales, si el señor Juez
do Benhur Atehortúa, personaje completamente ajeno a la investi- Superior, después de haber conocido a profundidad el proceso
gación. El instructor, consciente, desleal y de mala fe, a sabiendas para decidir o no un llamamiento a juicio, hubiera ordenado la
de que con esta diligencia se derrumbaba íntegra la acusación presencia de los sindicados en su despacho a fin de confrontar las
contra los detenidos por parte de María Purificación Suárez, se filiaciones suministradas por las dos testigos de cargo con las reales
abstuvo de dejar constancia de todo lo ocurrido en la diligencia, morfologías de los procesados. Tal vez, si lo hubiera hecho, los
porque todo era favorable a los acusados. Perniciosos funcionarios habría dejado en libertad, por falta de pruebas, y no los habría lla-
de esta catadura moral son los que desprestigian a la adnünistra- mado a juicio tan injustamente por tan tenebrosos crímenes y con
ción de justicia y constituyen un verdadero peligro judicial para la la amenaza de tan altas penas.
sociedad.
Otro aspecto no menos grave en esta acusación fue el de que,
En este proceso se recorrieron todos los caminos de la mala fe; según constancias del proceso nunca desvirtuadas, los acusados
fue un hervidero quién sabe de qué ocultas venganzas o de qué apenas vinieron a conocerse en la cárcel. Por eso dijimos en su de-
oscuros sentimientos y ocultas pasiones; la verdad fue desfigurada fensa:
de una manera maliciosa y perversa; la lealtad procesal por parte
del funcionario instructor fue una virtud completamente descono- Aquí en este proceso no se demostró siquiera el hecho fun-
damental de que los procesados hubieran sido amigos o siquiera
cida, ya que permitió, sin control alguno de su parte, que la menti-
conocidos por la fecha del crimen. Esto era indispensable pro-
ra se repitiera en cuantas versiones distintas suministraran los testi-
barlo, porque no se podía pretender de buenas a primeras que
gos de cargo; lo vimos a través del proceso recogiendo con diligen- cinco individuos fueran a planear unos asesinatos de caracterís-
cia extraordinaria todas las pruebas que pudieran inculpar a los ticas tan tenebrosas, sin tener un móvil común y conocerse de
sindicados, pero desentendiéndose, con reprobable negligencia de tiempo atrds. Quienes lo cometieron tenían que estar unidos
cuanto pudiera favorecerlos, corno ocurrió con su criminal silencio por algún lazo de amistad, de política, de delincuencia organi-
sobre todo cuanto aconteció favorable a los sindicados en las dili- zada, de venganza hacia las víctimas, según el móvil que los
gencias de reconocimiento; o cuando tampoco tuvo el gesto de hubiera inducido a la acción homicida. Es que no resulta vero-
lealtad a los acusados dejando constancias en el sentido de que las símil admitir el hecho de que para actividades tan azarosas y
256 PRACTICA FORENSE PENAL LA INFAMIA 257

oscuras como las de premeditar la comisión de unos asesinatos se mejor espíritu de observación, de diligencia y de estudio, estos
hubiera formado al azar, de improviso, una cutldrilla de mal- procesados no habrían tenido que comparecer a esta audiencia
hechores, sin conocerse a fondo sus integrantes, sin estar ciertos pública, .sino que habrían sido dejados en libertad, como mí-
de que todos profesaban la misma ideología política, en caso de nimo, para que se absolvieran la infinidad de interrogantes que
que éste hubiera sido el móvil o de que todos tenían inclina- dejó tan desastrosa investigación penal. Decimos lo anterior,
ción por lo ajeno, de haber sido éste el motivo, o que, en fin, basados también en la respuesta suministrada en la audiencia
todos tuvieran la misma falta de escrúpulos morales para con- por los acusados cuando manifiestan que antes de ser llamados
sumar tan abominables crímenes, cualquiera que hubiera sido a juicio nunca habían comparecido al juzgado. Y esto quiso de-
el móvil que los hubiera impulsado a ello. De otrtl manera se- cir que el señor juez que profirió el enjuiciamiento no los cono-
ría mtq d~fícil pensar en una sociedad para el crimen, así sea ció antes. Y en este proceso, ese conocimiento de los sindicados
de una manera ocasional. A estos señores se les ha formulado el por parte del juez resultaba fundamental. Lo era, porque si en
cargo de haber premeditado los crímenes investigados y haberlos el expediente los testigos suministraron las respectivas filiaciones
consumado en la forma conocida. De acuerdo con lo que iban de los encausados, era apenas lógico y elemental que frente a
diciendo los testigos de cargo, se iban produciendo las capturas. frente y con el proceso a la mano, el señor juez verificara si las
Y así fUeron privados de su libertad y llevttdos a la cdrcel de filiaciones del sumario en realidad de verdad correspondían a
YALI Y allí se dieron cuenta de que estaban detenidos y acu- las de los procesados. Pero, lamentablemente no ocurrió así,
sados del mismo crimen, sin conocerse siquiera, sin ser amigos. porque el señor juez sólo vino a conocer a los detenidos el propio
Sólo allí, y muchos meses después de la tragedia, Octavio Espi- día en que los llamó a juicio. Si lo hubiera hecho antes, habría
nosa vino a tratar a Andrés Agudelo ~V a Camilo Valencia. Esto tenido la oportunidad de observar que Octavio Espinosa no era
es un hecho procesal que nadie ha desmentido ni puesto en du- cejijunto, ni de ojos negros; ni que Camilo Valencia fuera ro-
da. ¿Cómo entonces sin haber evidenciado esta circunstancia busto, blanco ni desdentado, sino moreno, delgado y con su
negada por los procesados, se les va a considerar como partici- dentadura en parte natural y en parte postiza, completa; ni que
pantes en el crimen? ¿No sería un riesgo demasiado peligroso fosé Zapata fuera carirredondo y de cejas juntas; ni que Gusta-
para la justicia, fundamentalmente mds g'íave, mds susceptible vo Jvfuñetón fuera narizón, alto, ni mono, sino todo lo contra-
de crear inseguridad y de encender la protesta de la sociedad, rio, bt~fito y moreno.
que declarar este crimen no lo suficientemente investigado y por ¡.llquí estdn ellos como prueba irrefutable de su inocencia!
lo tanto sin autores conocidos? Con razón se ha dicho por todos iAbsolvedlos! iLo demandan la justicia, el derecho, la sociedad!
los autores, por todas las jurisprudencias, por todas las teorías ¡Confittmos en que también vuestras conciencias escuchardn es-
del derecho y de la justicia, que es preferible que mil delincuen- ta clamorosa demanda!.*
tes queden impunes a que un solo inocente sea castigado. Por-
que la justicia y la sociedad sólo pueden estar tranquilas persi-
guiendo y condenando al verdadero culpable, y no lo es sino
aquél contra quién se ha recogido una prueba tan abundante y
tan convincente y tan segura y tan confiable y tan verdadera y
tan firme, que pueda llevar a la certeza de la responsabilidad
penal y que al juzgador no le pueda quedar siquiera una sola
duda sobre sus verdaderos autores.
De todo lo analizado en tantas horas de intervención se
puede deducir que si este proceso hubiera sido estudiado con el * Los veredictos fueron absolutorios.

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