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EL IMPACTO
FILOSOFICO DE LA
FISICA
CONTEMPORANEA
EDITORIAL TECNOS
MADRID
Los derechos para la versión castellana de la obra
The Philosophical Impact o f Coníemporary Physics,
publicada originariamente en inglés por D. V an N ostrand C ompany , Inc .,
Princeton, New Jersey, U. S. A.,
Copyright © 1961 by D. Van Nostrand Company, Inc.,
son propiedad de E ditorial T bcnos , S. A;
Traducción por
EDUARDO GALLARDO RUIZ
Printed in Spaln, Impreso en España por Gráficas Halar, S. L., Andrés de la Cuerda, 4 .
Madrid, 1973
Indice general
pííj.
P refacio ...................................................................................................... 11
I ntroducción.......................................................................................... 13
Parte primera
p<f.
Pahte II
pí*..
EL CUADRO CLASICO
D E L M U N D O FISICO
CAPITULO PRIMERO
E l concepto de espacio
1 A. K oyré, Frota the Closed World to the Infinite Univcrse (John Hopkins Uni-
versity Press, 1957), p. 154.
* John Burnet, Early Greek Pkilosophy, 2.* ed. (Londres, 1920), p. 389; C. Bai-
let , op. cit., p. 76.
' Sobre la influencia de H enry M ore en N ewton, véase Jammer, op. cit., p. 111;
K oyré, op. cit., caps. V, VI, V il, en particular p. 159.
F ierre Gassendi, Opera omnia, Florencia, 1727, vol. I, p. 163: “apatía ¡in
mensa luisse antequam Dous conderet mundum”; H. M ore, op. cit. cap. VIH, 10, p. 71;
E. A. B urtt , The Mctaphysical Foundations o¡ Módem Physical Science, edición
revirada (Humanities Press, 1951), p. 257.
Concepto de espacio 31
cia clásica. La opción entre estas dos ideas dependía de las pre
ferencias religiosas personales. Con el cambio de la inclinación
pública del deísmo al panteísmo o ateísmo se adoptó la segunda
alternativa, que era lógicamente más simple. Pero la falta de
simplicidad lógica y la falta de consistencia son dos cosas dife
rentes. La coetemidad del espacio y la materia parece ser una
hipótesis más económica y más elegante que la arbitraria creación
de la materia en una fecha definida del pasado; ésta es la razón
por la que un completo retom o al atomismo clásico parecía a los
materialistas y monistas posteriores incomparablemente más sa
tisfactorio que una combinación híbrida de la metafísica de Lu
crecio y el teísmo cristiano que hallamos en Gassendi y Newton.
Pero aunque a Newton se le puede acusar de hacer una hipótesis
artificial, no se le puede culpar de una contradicción intrínseca;
la anterioridad temporal del espacio a su contenido material, aun
que no se deriva de su anterioridad lógica, al menos no la con
tradice.
Considerados o no como coeternos el espacio y la materia, el
carácter absoluto del espacio, o sea, su independencia de la ma
teria, apenas se ponía en duda. Había unos cuantos disidentes:
Leibniz, Huygens y Berkeley son los más famosos 11. P or otra
parte, la diferencia entre la filosofía cartesiana rival y la filosofía
de Newton era en este punto concreto más aparente que real. Es
cierto que Descartes, al insistir en la inseparabilidad del espacio
respecto de la materia, reta aparentemente a la anterioridad ló
gica del espacio afirmada por Newton. Pero Descartes hizo am
bigua su filosofía de la naturaleza reteniendo únicamente las pro
piedades geométricas de la materia. Si incluso la impenetrabili
dad se relega al reino de las cualidades secundarias subjetivas 1Z,
¿en qué sentido inteligible se puede llamar todavía plenurn al
espacio? Esta no es la única dificultad intrínseca del cartesia
nismo ; otra no menos grave, relacionada con la posibilidad de
movimiento, se mencionará en un contexto distinto.
La filosofía cartesiana de la naturaleza era en cierto sentido
u Ethica, II, prop. 2 : “Extcnsio attrümtum Dci cst, sivc Deus cst res extensa”.
Ualchronche identificó similarmente la inmensidad del Ser Divino con la infinitud del
espacio, pero trató de evitar la eternidad del espacio diferenciando entre espacio
“inteligible” y “material”. Tal distinción verbal, hecha evidentemente para fines teo
lógicos, no salvó a Malebranche de la acusación de espinosismo. (A. K om i, op. cií.,
p. 155-159).
” B. R ussell, Principies of Mathematics (Nueva Yorfc, Nurtou, 1903; 2." ed.,
1938. can S*. r Í « S ).
Concepto de espacio 33
“ John Locke, An Essay Concerning Human Vndonlanding, lib. II, cap. XXVII,
tt0f Identity and Diver5ily,\
Concepto de espacio 37
Esto fue escrito por Bertrand Russell en 1897, o sea, casi en los
umbrales de la revolución contemporánea de la física que cambió
tan profundamente el concepto clásico de espacio. Ciertamente,
no es preciso poseer mucha imaginación para reconocer en este
pasaje de Russell el viejo argumento de Arquitas, Lucrecio y Bru
n o : bajo el elegante nombre de «axioma de la libre movilidad»
de Russell reconocemos la antigua afirmación de que siempre es1 3
m I. K ant, Critique of Puré Reason, traducida por Norman Kcmp Smith (Hu-
manitics Press, 1950); “Antinomies o£ Puro1Rcason”, pp. 396 y sigs. La infinidad
del espacio se halla afirmada por K ant en la Estética Trascendental, pp. 69-70.
13 W . T homson, Popular. Lectures and Addresses, I (Nueva York, Macmillon,
1891), pp. 314-315.
M B. R u s s ü LL, An Essay on the Foundations o / Geometry (Dover, 1956; la edi
ción original, 1897), p. 49.
Concepto de espacio 39 '
E l « tem a de G u l l iv e h » y la r e l a t iv id a d de l a m a g n it u d .
El carácter e u c l id ia n o del e s p a c io t su t r id im e n s io n a -
LIDAD.
4
50 Impacto filosófico de la física contemporánea
La in a c c ió n c a u s a l d e l e s p a c io .
Todos los efectos físicos sobre los cuerpos deben localizarse en los
propios cuerpos o, más generalmente, en el material que se halla
presente en-el espacio. El espacio no es más que un recipiente
inerte de cosas completamente indiferentes a todos los cam bios;
inmutable en sí, no causa tampoco cambio alguno. Volveremos
a este punto cuando tratemos de la dinámica clásica; entonces
veremos que un mantenimiento completamente consistente de la
inacción causal del espacio no era posible, ni siquiera dentro de la
estructura clásica, pues el espacio parecía ser indiferente sólo a
algunos tipos de movimiento, ipero no a todos ellos.
. E n cuanto a la inmutabilidad del espacio, se deducía automá
ticamente de la hipótesis de que todos los cambios se han de bus
car en los cuerpos que hay dentro del espacio y ninguno en el
receptáculo espacial propiamente dicho. ¿También se deduce esto
de la homogeneidad del espacio? Hoy sabemos que n o ; si supo
nemos, por ejemplo, un espacio esférico vacío que se dilata uni
4T
B. R ussell, Etsay, pp. 112-113.
CAPITULO TERCERO
E l concepto de tiempo
La in d e p e n d e n c ia del t ie m p o respecto de su c o n t e n id o
F ÍS IC O ..
Pero ¿im plica movimiento el tiem po? De ninguna manera, rep lico,
en cuanto se refiere a su naturaleza absoluta, intrínseca; no más que
el reposo; la cantidad de tiem po no depende de uno ni de otro esen
cialmente; corran o estén quietas las cosas, estemos dormidos o des
piertos, el tiempo fluye en su carrera unifórme. Imaginemos que todas
las estrellas han permanecido fijas desde su nacimiento; nada se habría
perdido para el tiempo; esa quietud habría durado tanto com o se ha
continuado el curso de este movimiento. Antes, después, al mismo tiem
po (en cuanto se refiere al nacimiento y desaparición do las cosas), in
cluso en ese tranquilo estado, habrían tenido su propia existencia, y
habrían podido ser percibidas p or una mente más perfectaa.
términos de los que cada uno tiene, con uno o más de los términos que
son posiciones, cierta relación específica, que se puede expresar dicien
do que los nuevos términos están en las posiciones, o que ocupan las
posiciones. ... Podemos denominar a las cualidades los términos que
tienen posiciones en el tiempo; así la cualidad puede existir en muchos
momentos, o incluso en todos los momentos
La h o m o g e n e id a d d e l t ie m p o y sus c o n s e c u e n c ia s .
* Estos son los palabras de Bcrgson acerca del espacio, pero se aplican también
al tiempo clásico; de aquí la afirmación de Bcrgson acerca do que el tiempo mate
mático es meramente un espacio disfrazado.
Concepto de tiempo 57
‘ Le opere de Galileo Galilei, prima edizione completa, vol. XIII (Florencia, 18SS),
p. 1S8: “ in ogni tempo quanto, ancorcho picolissimo, sono infiniti instnnti”; p. 1S6:
“ essendo il tempo subdivisibilo in infinito” . B. R ussell , Principies of Mathematics,
p. 144: “ Decir, por ejemplo, que cierta longitud do tiempo transcurro entro la salida
Y la puesta del sol, es reconocer un todo infinito, o al menos un todo que no es finito”
Concepto de. tiem po 59
’ Acerca de la división clásica del tiempo en tres entidades que no lo son, o sea,
"presento instantáneo”, pasado desvanecido y futuro no existente, véase W . James,
Principias of Psychology (Nueva York, Ilolt, 1890), vol. I, p. 609; A. N, V hitehead,
The Concept o/ Natura, p. 73. Esta idea se puede descubrir en la Physica do Aristó
teles, IV, 10.
" AV. James, op. cit., I, p. 639.
Concepto de tiempo 61
La f l u id e z u n if o r m e y la in a c c ió n causal del t ie m p o .
“ Foubnier d’A lbe, T w o New Worlds (Londres, 1907), pp. 10-12 y 47.
11 H. P oincaré, op. cit., traducción inglesa do G. B. Halstcd en The Foundatwnt
o/ Science (Loncaster, Science Press, 1913), p. 5.24.
Concepto de tiempo 65
El problem a de la d u r a c ió n del e s p a c io .
James C. M axwell, Malter and Notion (Nueva York, Dover, 1953; la edición
original, 1877), p. 13. Acerca de la inacción causal del tiempo, véase también E. M e-
YERSON, La déduction relativiate (París, 1925), pp. 106-107.
a K ant, op. cit., p. 217, acerca de la correlación de la unidad de tiempo con el
principio de permanencia de la substancia; E. M byerson, De l'explicafion dona lea
sciencca (París, 1921), vol. I, cap. V (“L’identité et l'idcntification” ), especialmen
te pp. 150-153.
” B. R ussell , “ Les oxiomes propres ¡t Euclide sont-ils empiriques?”, Retrae de
métaphysique et de monde, vol. V I (1898), p. 773.
M K a n t , op, cit., p. 75.
68 Impacto filosófico de la física contemporánea
* ‘W hitbhead señaló que era ésta lu hipótesis tácita de la ciencia clásica, Tht
’^ncept of Nature, p. 71.
CAPITULO CUARTO
E l concepto de m ateria
La d e f in ic ió n c l á s ic a d e l a m a t e r ia y sus c o n s e c u e n c ia s .
* Essai sur les donnéesimmédiates de la conscience (París, 1889), pp. 65-66; tra
ducción inglesa, Time and Free IPffl, por F. L. Pcgson (Nuevo York, MacmtUan,
1910), p. 88.
Concepto de mdleria 73
La c o n s t a n c ia de l a m a t e r ia .
rimenlal para establecerla (First Principies, 4.‘ cd., Nueva York, Áppleton, 1896,
parte II cap. IV).
1 ~W. WlNDELBAiND, op. C.U., p . 90.
’ E. M eyerson (Identité ct Réalité, 5." ed., París, 1951, pp. 176-177 y 184-190)
señala que tanto J. Rey como A. Lavoisier estaban convencidos acerca de la validez
de esta ley antes de sus intentos de verificarla; además, que sus verificaciones se
hallaban lejos de ser exactas.
76 Impacto filosófico de la física contemporánea
La a t o m ic id a d . n o se d e r iv a de la d e f in ic ió n b á s ic a de la
M ATERIA.
E l concepto de movimiento
' James C. Maxwell, Matter and Motian (Dover, 1953; 1.* ed., 1877), eap. I,
5 18; compárese también B. R ossbll, Principies of Mathematics, p. 405.
* D. H ome, Treatise on Human Nature, porte IV, § 4, “Modero Philoeophy".
* John T tndall, Light and Electricity (Nueva York, Appleton, 1873), pp. 123-24.
* Compárese capitulo VII de eate texto, bajo el encabezamiento de «Teorías de la
□nldez de la Materias, para una discusión más extensa.
Concepto de movimiento 85
Cum onim corpus nihil nliud sit, quam materia et figura, et vero neo
ex materia ncc figura intolligi possit causó motus, necease est, causan»
motus ease extra corpus * T.
(*) Puesto que el cuerpo no es nada más que materia y figura y puesto que la causa
del movimiento no se puede comprender a base de materia o figura, la causa del movi
miento debe estar necesariamente fuero del cuerpo.
* La carta de Leibniz a Jacob Thomasius, 26 de septiembre do 1668 (C. J. Gerhardt,
ed. Leibnizent Philosophischc Schriften, Berlín, 1875, vol. I, pp. 9-11).
* L o c k e , op. cit., lib. IV, cap. 10, § 10.
* Jean l e R ond D’ ALEMBEitT, Traite de dynamique (1743), Discour* préliminoire:
“ On voit d’nbord clairement qu’un corps ne peut se donner le mouvement a lui-méme.
fl no peut done otro tiré du repos que par l'action de quelquo chose átrangére” .
86 Impacto filosófico de la física contemporánea
gimas de sus otras ideas. Afirmaba, por ejemplo, que sólo hay
dos primeros principios, la materia y el vacío, sin darse cuenta
de qüe, según su propia idea, el movimiento, siendo indestructible
y eterno, es en verdad un tercer principio. Una inconsistencia aún
más seria era su creencia de que el peso, o sea, la tendencia de
los cuerpos a moverse hacia abajo, es una propiedad inherente
de los átomos; evidentemente no se percataba de que el movi
miento así concebido nace de algo que no es movimiento, o sea,
de la polaridad intrínseca del espacio que, aunque no tiene fondo,
posee, sin embargo, la diferencia absoluta entre ARRIBA y ABAJO.
(No es preciso que digamos nada sobre otra discrepancia todavía
más sorprendente — la idea de desviación espontánea— que es to
talmente incompatible con la ley de conservación del movimiento
de Lucrecio y con todo el espíritu de su sistema mecanicista.) En
esta conexión, el primitivo atomismo griego era muy superior a
sus descendientes epicúreos. Por Leucipo y Demócrito el espacio
era correctamente considerado no sólo como infinito, sino también
como homogéneo e isotrópico, siendo equivalentes todas sus di
recciones. Sus átomos se mueven en todas las direcciones y cam
bian la dirección de su movimiento solamente chocando unos con
otros; el peso de los átomos no es una propiedad primariá de la
materia, sino un efecto del medio que la rodea, o sea, del impacto
de otros átomos, en definitiva. Así las únicas propiedades de los
átomos de Demócrito parecen ser su impenetrabilidad e inercia 13.
Ciertamente, los primitiyos atomistas griegos se acercaron todo lo
posible al moderno concepto cinético y mecanicista de la natura
leza ; y las leyes de la inercia, así como la ley de conservación ■
de la energía, fueron entonces, si no explícitamente .formuladas,
bosquejadas al menos por ellos.
Como ocurrió, en efecto, la exacta formulación cuantitativa
de estos principios había de esperar hasta el siglo x v ii . A la in
(*) Das Ding würdo blciben, wus es ist, wcnn nichts nnderes hmzukomme. Hierba
liegt der Antrieb, zu jcder VerHnderung die Ursache zu suchen. ' •
” B . R iem an n , “Fragmente philosophischen Inhaltes”, Gesammelte mathematische
Werke {Leipzig, 1892), pp. 522 y sig.
92 Impacto filosófico de la física contemporánea
91 E. M acu , Dio Geschichte und dic ÍVurzcl des Satzcs vori der Erhaítufig der
Kraft (Praga, 1872), especialmente pp. 13, 15, 33-46; The Science of Mechantes,' tra
ducción de T. J. McCormnck sobre ín 9* edición alemana (La Salle, Iil., Open Court,
1942), pasnm, especialmente pp. 101, 110, 602.
* E. M eyerson, op. c i t p. 155.
' 33 E. DíhtíUNG, Kritische Geschichte der qllgemcinen Principien der. Mcchanik
(Berlín, 1873), pp. 105-114; A. .HaaS, G’ nm dgfcic/iungcji, cap. VI, p. 57; l’ limitu
Bouthoux, “ L'JIistoirc dos principes (le la dynamique- avanf Newton”, Revue de
Metaphysique e t de ñíoralet 18c onneo (1921), especialmente pp* ,675 y sig.
"4 Acerca de esto, compárese P. G. T ait, Lecturas oii- Sonic Recent ^Advances in
Physical Sciences (Londres, 1075), pp. 33-36.
M Acerca de las realizaciones de Huygens, compárese Dührinc, op. cit., pp. 120-
174; E. M a c h , The Science of Mechantes, pp. 192-226; A. Haas, Dic Entwicklungi-
gcschichte, pp. 64-66; Grundglcichungcn, cap. XIII; K. Lásswitz, op. cit., rol. II,
pp. 376-397.
Concepto de movimiento 93
La unidad de la m ateria .
* E. von M eter , A.History o/ Chemistry {rom Earliest Times (o tha Prescnt Day,
traducción de G. McGowan (Londres, Mocmilian, 1891), p. 152.
H éléne M etzcer , La Philosophie de la matiere ches Lavoisiert Actualitós ación-
tifiques et mduslrieHes, núm. 218 (París, 1935), pp. 38-44.
Idea cinélico-corpuscular de la naturaleza 97
La e l im in a c ió n d e la a c c ió n a d is t a n c ia .
u "W. G il b e r t , On the Loadstonc and Magnetic Bodics, traducción del latín por
F. Mottelay, caps. II-III. Con respecto a la influencia do la teoría de effluvia do
Gilbert sobre Descartes y Newton, compárese W h it t a k e r , op. cit., vol. I, pp. 34-37;
con respecto a la teoría mecánica cartesiana de los fenómenos de electricidad, com
párese F. K o se n b e r c e r , Die moderno Entwicklung der elektrischen Principien (Leip
zig, 1898), pp. 23-24; B. Coxiek, Franlclin and Newton (Filadelfia, The American
Philosophical Society, 1956), passim, especialmente pp. 387-390. Acerca de la lealtad
de Franklin a los principios del mecanicismo, compárese Cohén, op. cit., especial
mente pp. 297-98. Acerca de los modelos mecánicos del éter en el siglo Xiz, compárese
'W h i t t a k e r , op. cit., vol. 1.
*’ L e s a c e , “Lucrcce newtonien” en: Mémoires de Vacadémie de Berlín 1782
(Berlín, 1784); I. N ew ton , Optics, 4.* cd. (Londres, 1730), pregunta 31. Sobro loa
ideas de Newton acerca del éter, compárese E. A. B u r t t , Metaphysical Foundation*
of Modera Phystcal Science, cap. V il, § 5, pp. 265-280; E. M eyehson , op. cit.,
apéndice I, pp. 513-527; B. C o h é n , op. cit., pp. 142-145 y 166-174.
102 Impacto filosófico de la física contemporánea
El d in a m is m o .
” M. Jammer, loe. cit., ‘L. Couturat en su crítica del libro de A. Hannequin Essai
critique sur Vhypotkese des alomes dans la Science contemporaine en Revue de mé»
tapkysique et de morale, vol. V (1097), p. 306: B. R ussell , Principies of Malhema-
(ics, p. 468: “Una simple unidad material ocupa un punto espacial en cualquier
momento'*. La hípostatización de puntos geométricos se halla contenida en el siguiente
pasaje de G. Cantor, citado con aprobación por A. G r OnbauM en Analysis XII
(1951*52), p. 146: “ A fin de conseguir una descripción más satisfactoria de la Na
turaleza, loa elementos últimos o auténticamente simples se deben postular como real-
mente infinitos en número y deben ser considerados como totalmente desprovistos de
extensión y estrictamente semejantes a puntos’’ -(“ais vollig ausdehnungslos und streng
punctuell zu bctrachten sind” ). Cantor se halla consciente de la similitud de su idea
con los de Ampcre, Faraday, "Weber y Leibniz. Compárese G. C antor, “ Obcr verschie-
deno Theorcmc ñus der Theoric der Punktmengen”, Acta Mathcmatica, VII (1885),
pp. 105-124.
114 Impacto filosófico de la física contemporánea
E l en ercicism o .
11 E. Mach , The Science of Mechantes, 590, 597-98; J. B. Stallo, op. cit., patsim.
* "W. Ostwald, Día Überwindung des wissenschaftlichen Materialismos (Leip
zig, 1895).
116 Impacto filosófico de la física contemporánea
" Ib id ., p . 165.
u H . D b ie s c h , Naturbegriffe und Naturarteilc (Leipzig, 19 0 4 ), p. 106.
” P. D ü hem , VEvólution de la mécanique, p . 179.
, Algunas trayectorias colaterales 119
\ " W . T homson , “Steps towaid Kinclic Thcorjr oí Matter”, Popular Lectura and
Addrasa (Nuevo York, Macmillan, 1891-94), I, pp. 218-252; especialmente pp 243-44.
“ H. H ertz, Die Principien der Mechanik (Leipzig, 1884), p. 30; P. D ühem ,
op. cif., pp. 157-168.
120 Impacto filosófico de la física contemporánea
L as t e o r ía s de la f l u id e z de la m a t e r ia .
” ■ O. Lodge, Ether «nti RcalUy, cap. X , “ Life and Mind and Their Use of the
Ether”, con las citas características de Newton, Larmor y Maxwell.
124 Impacto filosófico de la física contemporánea
Por este medio, la arena en el plato, que antes era com o un cuerpo
muerto e inactivo, se convierte en un líquido perfecto; y tan pronto
como so hace en él un agujero con el dedo, vuelve a llenarse inmedia
tamente, y se nivela su superficie superior. Y no se puede enterrar en
él un cuerpo ligero, como un trozo de corcho, pues luego emerge o
flota, como ai estuviese encima; ni se puede poner encima de él uno
más pesado, como un trozo de plomo, pues inmediatamente se entierra
en la arena y se hunde al fondo. Ni se puede hacer un agujero en el
costado del plato, pues la arena se saldrá hasta nivelarse. N o es una
propiedad obvia de un cuerpo fluido como taIr pero imita a ésta; y todo
esto es simplemente causado por la agitación violenta de la vasija rc-1
ripíente, porque, por este medio, cada grano de arena llega a tener
un movimiento vibratorio o bailarín . . . 3S.
" Citado por 'W. B r a c c , Concernitig thc Nature oj Things (Nueva York, Har-
per, 1925), pp. 16-17.
u D escartes, Principia Philosophiac, II, 54, 56.
“ Lasswitz, Gcschiditc der Átomistik, II, pp. 417-19; P. Mout, op. cít., 103.
* Compárese nota 13 del capítulo VI.
126 Impacto filosófico de la física contemporánea
(*) Todas sus parte imaginables — y son realmente innúmeras— deben mantenerse
muy ligeramente distantes tinas de otras, y tal distancia, por ligera que sea, constituye
una separación auténtica.
** K. L a s s w i t z , GescJuckte der Atomutfüc, II, 97-109; D e s c a r t e s , Principia
PkiL, II, 34.
a J. L o c iíe , Essay, lib. II, cap. XIII, § 23, “Motion proves vacuum”.
Algunas trayectorias colaterales 131
L a f ó r m u l a in t e m p o r a l d e L a p l a c e .
L a re ve rsibilid ad d el tiem po c l á s ic o .
11 H. R eic hen bach , The Direclion of Time, edición de María Rcichcnbach (Uní*
versity o£ California Press, 1956), p. 111.
13 II. Spencer , First Principies* p. 550.
13 S v a n t e A r i u i e n u i s , Worltls in tita M ttk in g , traducción de II. Borns (Nueva
York, Harpcv, 1900), p. 209.
140 Impacto filosófico de la física contemporánea
” L. B oltzm a n n , Vorlesungen über die Castheoríe (Leipzig, 1898), II, pp. 257-58.
Eliminación del tiempo en la física clásica 143
” Compárese B. Russeix , uIs Position iti Space and Time Absoluta or Relativo?",
Mind, vol. X (1901), pp. 293-317.
* Compárese capítulo III, nota 7.
” Compárese capítulo V, nota 15, y capitulo III, nota 7.
Eliminación del tiempo en la física clásica 145
LA DESINTEGRACION DE LA ESTRUCTU
RA CLASICA Y EL SIGNIFICADO DE LOS
NUEVOS CONCEPTOS
CAPITULO DECIMO
L a b ú s q u e d a d e l m ovim iento a b s o l u t o .
La r e la tiv id a d de l a sim u lt a n e id a d .
” A. E d din gto n , The Nature of the Physical World (Cambridge Univcrsity Press,
1W3), pp. 42-47.
Negación del espacio instantáneo 169
es, no viene a s e r » ; sólo parece que viene a ser a «los ojos ven
dados de nuestra conciencia» ( ábgeblendete Beivusstsein), que se
introduce en el futuro 1 2*4a lo largo de su «línea universal». Según
Cunningham 8 :
P. V?. B ridgm a n , The Logic of Modern Physics (Nueva York, Macmillan, 1948),
p. 74; G. N. L e w is , The Anatomy of Science (Yate University Press, 1926), p. 81;
A. N. 'W h it e h e a d , The Concept of ¿Yature, cap. II, especialmente pp. S3-S4; tnm
bien p. 178; H. B ehcson , Durrée et simultanéité (2.a ed., París, 1923), en partícula]
cap. IV; H. R e ic h e n b a c h , Die Philosophie der Raum-Zeit-Lehre, p. 134 (concerniente
a la interpretación estática errónea del “ mundo” de Minkowski). La idea de Eddingtor
fue erróneamente interpretada por M e y e r s o n ; el pasaje citado por él (La Déductior
relativúte, p. 100) representa la idea estática que Eddington rechaza, como india
el contexto. Véase también E ddington , The Nature of the Physical World (Cambrid
ge, 1928), pp. 50-52, 55-58.
174 Impacto filosófico de la física contemporánea
í0 Coa respecto a este problema de la, filosofía do Descartes, véase Jean W ahl ,
Du role de Vidée de Vinstant dans la philosophie de Descartes, 2.* ed. (París, 1953),
pp. 18-19. Sobre la noción de las substancias instantáneas en el atomismo árabe de i
Fusión del espacio con el tiempo 175
Mutaknllimun, véase Ki' L asswitz , Geschichte der Atomistik von MitteUdler bis
Newton, vol. I, pp. 141-146,
176 Impacto filosófico de la física contemporánea
14 B, S pin o za , Ethica, II, prop. 44, corol. II: “ [res] qiiaeque proptereo dbsque
ulla temparis relationc, sed sub qundam aetermtatia specie debent concipi". [Hemos
añadido la cursiva.]
18 Compárese mi artículo “The Doctrine of Neccssity Re-examined11, The Revietv
of Metaphysics, vol. V, núm. 1 (sept. 1951), especialmente pp. 27-30, donde traté
de demostrar que no puede ser considerado como victorioso el intento de Kant de
eliminar la sucesión del reino noumcnal.
12
178 im pacto filosófico de la física contemporánea
L a d in a m iz a c ió n d e l e s p a c i o e n l a t e o r í a e s p e c i a l .
10
Compárese cap. III, nota 23.
Fusión del espacio con el tiempo 183
L a d in a m iz a c ió n d e l e s p a c i o e n l a t e o r í a g e n e r a l .
espacio fue posible por el sacrificio de casi todas las facetas del
espacio clásico. El espacio de la teoría general de la relatividad
no sólo no es euclidiano, sino que ni siquiera tiene el carácter
de homogeneidad qué la teoría especial de la relatividad conser
vaba aparentemente. Sus diferentes regiones no son cualitativa
mente equivalentes, puesto que difieren por su curvatura local
no euclidiana. Probablemente no es infinito, aunque todavía ca
rece de límites. En él, al contrario que el espacio infinito de
Bruno y Newton, son facetas compatibles la falta de límites y la
finidad. Se halla indisolublemente unido al tiempo, no sólo a cau
sa de la teoría especial de la relatividad, de la que es una exten
sión la teoría general, sino también en un sentido todavía más
sorprendente: el espacio-tiempo relativista no tiene una estruc
tura rígida, porque su curvatura varía no sólo de lugar a lugar,
sino también de un momento a otro. Esta es una inevitable con
secuencia del hecho de que hay un desplazamiento mutuo de cuer
pos materiales, o, en el lenguaje de la teoría general, un despla
zamiento mutuo de deformaciones locales del espacio-tiempo.
Además, no sólo hay un cambio continuo de curvaturas lo
cales debido al desplazamiento mutuo de los cuerpos, sino que
incluso la curvatura total del espacio-tiempo varía en el tiempo.
Hay considerables testimonios astronómicos en favor de la expan
sión del espacio-tiempo, o sea, el incremento continuo del «radio
de curvatura» 27.
¿Podemos imaginar una incorporación más radical del con
cepto de espacio en el de conversión? ¿Qué queda de la defini
ción clásica del espacio como «yuxtaposición simultánea de pun
tos»? Nada más que una palabra de connotaciones confusas.
Esto puede parecer una declaración irreflexiva; pero apenas
se puede evitar tal conclusión si observamos plenamente el con
traste entre el continuum variable, dinámico, heterogéneo, no eu-
elidiano, y el receptáculo rígido, pasivo, homogéneo, de Euclides
y Newton. Este último siempre se halla implícita o semieonscien-
temente presente en nuestra mente cuando u tilizam os el término
«espacio», y un esfuerzo considerable y constantemente renovado-
es necesario para vencer este hábito de varios siglos de antigüe
dad. Incluso el dominio matemático de la teoría de la relatividad
no garantiza necesariamente que el antiguo hábito sea vencido.
La difundida interpretación errónea de la unión de espacio y tiem-
R e c a p it u l a c ió n .
El s ig n if ic a d o de la d il a t a c ió n de t ie m p o en la t e o r ía
E SPEC IAL.
30
H. B ehcson , op. cit., pp. 158-170.
210 Impacto filosófico de la física contemporánea
E l s ig n if ic a d o de la d il a t a c ió n de t ie m p o en la t e o r ía
G EN ERA L.
“ A. E . E dmngton , Sfars orad Atoms (Ynla tJmycrsity Press, 1927), pp. 48-53,
122-123; E. T . ’W h it t a k e r , From Eiulid to Eddington, pp. 124-125.
“ A. O. L ovíÚ ux, “ The Paradox o£ the Time-Retarding Journey” , The Philoso-
phical Reuieu), yol. 40 (1931), pp. 48-68, 152-167.
M P. L angevin , “ L ’Evolution de l'espacc et du teraps” , Revue de Méthaphysique
at de Morale, vol. X IX (1911), pp. 465-466.
212 Impacto filosófico de la física contemporánea
nes reales dentro de los sistemas en sí. Está claro que dentro de
cada sistema de inercia la masa en reposo sigue siendo p or de
finición constante, porque ningún observador puede moverse con
respecto a sí m ism o; por la misma razón, dentro de cada sistema
los tiempos propios siguen siendo idénticos. P or otra parte, en
el Gedankenexperimertt de Langevin no existe tal simetría de
apariencias; sólo se modifica el tiempo respectivo de un viajero
en un proyectil, n o . el del observador terrestre; así después de
su retorno el viajero descubriría que hace mucho tiempo que m u
rió el observador terrestre, puesto que habrían transcurrido dos
siglos desde el momento de su fiesta de despedida.
Ahora bien, ¿es esto compatible con el principio de la rela
tividad? ¿P or qué, preguntó Bergson en 1923, no debe ser a
la inversa? ¿P or qué no debe ser el observador terrestre sólo dos
años más viejo después del retom o del proyectil del viaje de ida
y vuelta de dos siglos de duración? Es suficiente suponer que el
observador viajero se halla en reposo y la tierra alejándose de
él con la misma velocidad, pero en dirección opuesta. Según la
teoría especial, ningún sistema es privilegiado; así esta hipótesis
es perfectamente legítima. Este error que subyace en el Gedan-
kenexperiment de Langevin es, según Bergson y Lovejoy, una
hipótesis inconsciente de que es privilegiado el sistema del obser
vador terrestre. Nada se halla en conflicto más agudo con la teo
ría especial que este geocentrismo inconsciente; significaría un
inconsciente retom o a Lorentz, porque, de ser verdadera esta idea,
la dilatación de tiempo sería un efecto real, producido por el
movimiento absoluto del proyectil en el espacio. Y lo que es aún
peor, sería un retom o inconsciente a Aristóteles y Ptolomeo do
tando torpemente a la tierra de la propiedad de ser el ángulo
privilegiado de referencia.
La objeción de. Bergson es m uy grave y no vn puede descon
siderar con ligereza; su crítica, como señaló L&vejoy, no fue
ciertamente contestada por B ’ Abro, cuya actitud, además de ser
malhumorada y no siempre justa, estaba lejos de ser consistente,
y que, como hemos visto, en ciertos pasajes defiende la propia
idea de Bergson, la cual rechaza violentamente en otros pasajes 17.
Mientras continuemos sobre el terreno de la teoría especial de la
11 L ovbjot, toe. cit., pp. 165-167. Véase también m i artículo “ La théorie berg-
aonlenne de la matiéro et la physiquc m odem e” , R e v u e p hilosop hique, 78e nnnée
(1 953), especialmente pp. 41-44.
214 Impacto filosófico de la física contemporánea
En qué s e n t id o e l t ie m p o s ig u e s ie n d o u n iv e r s a l .
" B brcson, op. cit., pp. 99, 112; Z a w ir s iu , L ’E volu tion d e la n otion du tem ps
(Cracovie, 1935), pp. 305-306.
” W hitehead , T h e C on cept o f N uture, pp. 66, 69.
Modificación del concepto de tiempo 219
SIGNIFICADO DE LA ESPACIALIDAD.
1 A. A. R obb , The Absolute Relations o/ Time and Space; tam bién Geometry o¡
Time and Space (Cambridge Univcrsity Press, 1936), pp. 1-25; R. Carnap, loe. cit.
(compárese cap. X , ti. 13); H. M e u l b e r c , “ Essai sur la théorio caúsale du tcmps” ,
Studia philasophica (Lcopolis, 1935), pp. 120-260; H. R e ic h e n b a c h , Die Phüosophie
der Raum-Zeit-Lehre, especialmente pp. 306-311; A. MaricoV, “ Über die Ableitbnrkci'
der Weltmetrik aus der ‘Friiher ais’ Bezieliung” , Physilcalischc Zeitschrift der Souije-
tunion, vol. I, 3 (1932), p. 397.
3 Carnap, op. cit., p. 334.
* E. T. W h i t t a k e r , A History of the Theories oj Aether and Elcctricity (Lon
dres, 1953), vol. II, p. 186.
Estructura dinámica del tiempo-espacio 225
" A l l í • Ahora*'
T-N
en diferentes espacios instantáneos
(inferidos en diferentes sistemas)
según Einstein
,J Puede parecer extraño que el espacio clásico, que era por su naturaleza vacío,
o sea, penetrable, pudiese poseer el atributo de rigidez que se ve habitualmente aso*
ciado con la impenetrabilidad de la materia; o que el vncío que separa los cuerpos
físicos pudiese caracterizarse como agento conexor. Pero no olvidemos que el vncío
clásico euclidiano era un recipiente físico en el que los cuerpos físicos coexisten
juntos y que este recipiente, como aceutuó explícitamente Ncwton, es en su natu
raleza rígido o invariable. Así so puede decir con igual exactitud que las distancias
espaciales tanto separan como conectan los cuerpos físicos. Cada distancia permanece
eternamente idéntica, ya una (o separe) dos partículas o dos posiciones desocupadas;
lo que cambia es la ocupación de las posiciones, no los posiciones en si. La conexión
lógica entre la simultaneidad (o sea, la yuxtaposición espacial) y la rigidez fue ex-
232 Impacto filosófico de la física contemporánea
el que continuamente penetra el éter universal. Era una leona de “ destrucción per*
petun” , o .«ca, lo contrario de ln teoría de “ creación continua” de Hoyle.
Estructura dinámica del tiempo-espacio 237
T í e m p o -e s p a c i o p u l s a c i o n a l .
16
242 Impacto filosófico de la física contemporánea
mente sin símbolos visuales tan sutiles como los que evidente
mente dan color incluso a los conceptos más abstrusos (com o el
del continuum matemático) y de los que no se hallan conscien
tes los matemáticos, torpes en el análisis introspectivo de sus pro
pios procesos de pensamiento. No obstante, un abandono radical
de los modelos visuales e imaginativos en la física moderna es
absolutamente imperativo para que no se nos escape por com
pleto el significado de la presente crisis de la física. No debemos
confundir la obstinada resistencia de los viejos hábitos mentales
con la forzosidad lógica o «necesidad a priori» de pensamiento. La
cuestión de si son posibles otros modelos, o sea, no visuales, de
los sucesos y relaciones microfísicos será considerada en la parte
final de este libro.
Las dificultades con que nos encontramos cuando tratamos
de formular la teoría de las pulsaciones espaciotemporales son aná
logas a las que experimentaron las primeras formulaciones de los
teoremas de la geometría no euclidiana. Como el lenguaje de la
geometría era totalmente euclidiano, era casi imposible formular
un teorema de geometría no euclidiana sin una aparente contra
dicción, o sea, sin emplear aparentemente aquellos conceptos eu-
clidianos cuya validez se negaba a propósito. Incluso una persona
de mentalidad tan abierta como J. B. Stallo, que tan notable
mente anticipó la inadecuada condición de los modelos mecanicis-
tas clásicos, tenía el convencimiento de que estas dificultades eran
insuperables:
accesible a nosotros» 20. Fue una duda similar la que hace más
de dos décadas condujo a Schrodingcr a ser escéptico acerca de
la aplicabilidad de la geometría para pequeñísimas regiones de
espacio, o, como debe ser preferible decir, de tiempo-espacio 27.
Como veremos más tarde, es la misma tendencia a extrapolar la
que es responsable del estremecimiento de sorpresa con que los
físicos, y aún más los filósofos, reaccionaron contra el principio
de incertidumbre de Heisenberg. Pero es significativo que algu
nos matemáticos destacados estén ahora dispuestos a adoptar una
actitud más crítica incluso para con un hábito mental tan arrai
gado como el de la continuidad matemática del espacio y el
tiempo.
La actitud de Hilbert y Bernays no está aislada. E l intento
de Karl Menger de construir una «topología sin puntos» repre
senta en la geometría moderna la trayectoria cuya posibilidad fue
anticipada por Emile Borel. Menger se halla claramente conscien
te de las dificultades con que se enfrenta cuando trata de sus
tituir la topología tradicional de puntos por la «topología de te
rrones» :
A p A * S: h
L a in s u f ic ie n c ia de l o s m o d e l o s c o r p u s c u l a r e s .
?»o
m
ir _»1 + Vj
1 "+ S &
La f u s ió n de la m a sa con la e n e r g ía .
Los « C A M B IO S » S U S T IT U Y E N A L O S « D E S P L A Z A M IE N T O S » .
Nos encontramos familiarizados con sólo dos tipos de cosa que viaja,
un disturbio en un medio, y un objeto balístico semejante a un pro*
yectil. Pero la luz no es com o un disturbio en un m edio, pues de otro
m odo encontraríamos una velocidad diferente cuando nos movemos con
respecto al m edio, y tal fenómeno no existe; ni es tampoco la luz como
un proyectil, porque la velocidad de la luz con respecto al observador
es independiente de la velocidad de la fu en te2.
9 'W e y l , ibid. Según Weyl, la tradición antiatomística se caracteriza por los si
guientes nombres: Hcráelito-Annxágoras-Arquitas-Platón.
* L . L an ce , “Die geschichtliche Entioicklung des Bcwcgungsbegrilfs'\ P h ilos.
Sludicn., III (1886), p. 340.
10 H. R eichenbach, Die Philosophie der Raum-Zcit-Lchre, p. 302.
Transformación del concepto de movimiento 281
L os S U C E S O S S U S T IT U Y E N A L A S P A R T ÍC U L A S .
nuf = hf
ñas son algo más que síntomas psicológicos que indican la tena
cidad de nuestros hábitos mentales heredados. Por esta razón no
se hará n in g ú n intento de describir con detalle este último fra
caso del éter mecánicamente concebido en la física; será sufi
ciente un breve y conciso resumen.
Sin embargo, era muy natural que al aparecer la mecánica
ondulatoria hubiese una gran tentación de interpretar las ondas
hipotéticas asociadas con las partículas materiales en un sentido
concreto y casi visual. Parecía enteramente lógico coincidir con
Arthur Compton .en que si, había ondas, debía haber ondas de
algo 1S. La cuestión de qué es este algo misterioso era entera
mente análoga á la cuestión con que se enfrentaron- los físicos
del siglo xix cuando sintieron curiosidad acerca del substrato de
las vibraciones luminosas y electromagnéticas. Aun si olvidamos
por un momento todas las dificultades inherentes en la idea clá
sica del éter, está claro que la aplicación de una idea similar a
la mecánica ondulatoria se enfrenta con dificultades aún mayo
res. De las relaciones fundamentales de De Broglie se deduce pri
mero que la velocidad de las ondas hipotéticas debe ser mayor
que la velocidad de la lu z ; segundo, que las ondas de varias lon
gitudes deben moverse con diferentes velocidades, moviéndose más
rápidamente las más largas. El primer requisito parecía cierta
mente extraño a la luz de la teoría de la relatividad, mientras
que el segundo contradecía a la idea_ clásica del éter como medio
no dispersivo.
Ambas dificultades, sin embargo, eran únicamente aparentes.
La primera fue eliminada por una aplicación ingenua del prin
cipio clásico de Rayleigh, que diferencia entre la velocidad de
fase y la velocidad de grupo: una partícula material individual
se halla asociada, no con una onda individual, sino con toda una
serie de ondas de diferentes frecuencias que en su superposición
forman un denominado paquete de ondas. Fue agradable descu
brir que de la teoría se deducía que la velocidad de tales paque
tes de ondas coincide cou la de las partículas materiales asocia
das. La masa y la energía de' las partículas se hallan asociadas
con paquetes de ondas, no con las ondas «hiperluminosas» indi
viduales que no llevan masa ni en el sentido clásico ni en el re
lativista. Así no se ve violado el requisito relativista de que la ve-
10
J. J. T homson , Beyorul the Electron, pp. 14*21.
288 Impacto filosófico de la física contemporánea
Pero había otra dificultad aún más seria que apareció, por
paradójico que parezca, con la confirm ación experimental de la
mecánica ondulatoria. Los experimentos efectuados primero por
Davisson y Germer, y poco después por G. P . Thomson, h ijo de
J. J. Thomson, establecieron fuera de toda duda que un haz d e ,
electrones pasando por una fina rejilla de cristal da origen al mis -1
mo espectro de difracción que los rayos X . El carácter ondulatorio
de la materia quedó así establecido; pero al mismo tiempo el
carácter peculiar de las ondas de De Broglie quedó claramente
demostrado. Como su peculiaridad más intranquilizante, aparen
temente excluían toda interpretación intuitiva. Si un electrón es
tuviese realmente constituido por un paquete de ondas, entonces
su existencia se disolvería en el proceso de difracción, pues la
acción de tina rejilla de cristal efectuaría precisamente una se
paración de sus frecuencias constitutivas. Sin embargo, esto no
ha sido observado. Pues ¿cuál es el significado físico de los obs
curos anillos de difracción que mostró la placa fotográfica ex
puesta? Evidentemente representan los anillos de máxima que
forman todos los lugares ennegrecidos por el impacto de los elec
trones incidentes, mientras que los anillos de mínima indican su
ausencia. Esto muestra claramente que lo que se difracta no es
un solo electrón, sino todo un rayo. Una incidente onda de De
Broglie no representa un electrón individual, sino un agregado
estadístico de partículas; no un proceso físico concreto en cual
quier sentido habitual, teniendo lugar en un medio material o
semimaterial de éter o subéter, sino una «onda de probabilidad»,
una función periódica, indicando la probabilidad de ocurrencia
de una partícula en cierto lugar. Los electrones, al pasar a través
de finas películas de matéria, se dispersan en direcciones de pro
babilidad máxima, y su impacto total da origen a los obscuros
anillos de máxima en una placa fotográfica. Esta interpretación
estadística de las ondas de De Broglie, propuesta primero por
Max Born y W . Heisenberg 21, fue gradualmente aceptada por la
mayoría de los físicos, aunque de ningún modo por todos ellos,
y en el último cuarto de siglo se ha convertido en una interpre
tación casi paradójica.
Así existe una evidencia cumulativa de que las entidades mi-
crofísicas no tienen propiedades ni siquiera remotamente análo-
n
■Whitehead, The Concept o¡ Nature, p. 78.
CAPITULO DECIMOSEXTO
A A . Ay > h
” P . F h m h k , £(>«£., p . 230.
312 Impacto filosófico de la física contemporánea
L a c o n t in g e n c ia d e l o s s u c e s o s m i c r o f í s i c o s .
E — V < 0
A E ■ A i > 7i
no
Albcrt Einstcin; Ph.tloaoph^-Scirníist, pp. 172-173* 205.
Fin de la ilusión de Laplace 317
58 op. cit., pp. 19-80. Una actitud reservada, pero neutral en general,
hocia la idea d e Bohm es adoptada por N. R. H anson en Patterns o / Discovery
(Cambridge Universily Press, 1958), pp. 172-175.
Fin de la ilusión de Laplace 319
dentro del núcleo ,i;. Según Niels Bohr, las partículas beta se crean
en el proceso de emisión, lo mismo que los fotones se crean cu
el acto de su propia emisión. Aunque la preexistencia de las par
tículas alfa en el núcleo no se puede negar cabalmente como la
de los electrones beta, se hace extremadamente dudosa una ve?
que nos percatamos de la insuficiencia general de los modelos cor
pusculares en la microfísica.
El supuesto b ), como ya hemos indicado (pág. 3 0 9 ), es cla
ramente im posible; postular la continuidad espacioternporal de
la trayectoria a través de la «zona prohibida» equivale a la afir
mación de la velocidad imaginaria. Esto no tiene sentido, a me
nos que afirmemos que sólo nos interesa el simbolismo matemá
tico y no su interpretación pictórica. Pero esta afirmación signi
ficaría el abandono de todos los intentos de construir un modelo
corpuscular, y, por consiguiente, también el abandono de la creen
cia en la preexistencia de las partículas dentro del núcleo. Pues
la continuidad de la trayectoria garantiza, por decirlo así, la iden
tidad de la partícula a través del tiem po; no podemos tener una
sin la otra.
Pero los oponentes del indeterminismo microfísico protesta
rían ciertamente contra tal identificación de su posición con el
esquema cinético-corpuscular de la naturaleza. Probablemente
acentuarían el hecho de que, a pesar de la asociación histórica
original con el atomismo, el determinismo físico es un concepto
mucho más amplio y que su último destino no guarda relación
con el del concepto de corpúsculo. Probablemente señalarían que
ya en el siglo pasado se aflojaban los lazos entre el determinismo
y la idea corpuscular, cuando las teorías de campo, que eran tan
deterministas como el atomismo clásico, empezaron a penetrar
primero en los dominios de la óptica, la electricidad y el magne
tismo, y finalmente en todo el reino de la física.
Pero, a pesar de las apariencias, la oposición entre las teorías
corpusculares y de campo acerca de la materia era más super
ficial que básica, y ambas pertenecían a la misma tradición clá
sica. Hemos visto que, aunque las teorías de la fluidez de la ma
teria desde Descartes a W illiam Thomson disolvieron aparente
mente los contornos de los átomos en la continuidad universal
del medio cósmico, permaneció abierto el interrogante de si el
corpuseules une énergic bien dcterminée est la scule maniere de pouvoir nppliquer le
principe de la conservaron de I’énergie” .
" L. G o l d s t e in , L es th éorem es d e conservation dans la th éo rie des ch o cs electro-
ñiques (París, Actualitcs Soientitiques ct Industriclles, núm. 70, 19 32); W . F in c k e l -
aim c, op . cit., pp. 279-280. Aún más instructivo es el caso de Ernst Cassirer, que,
mientras acentúa el hecho do que el concepto de energía pierde su significado a
nivel microlísico, todavía afirma que la ley de conservación de energía sigue siendo
válida en él. Compárese D eterm iitism and In d eterm in ista , pp. 117, 191.
Fin de la ilusión da Lapluce 329
L a e m e r g e n c ia d e no ved ad y la p o t e n c ia lid a d d e l f u t u r o .
«
Acabamos de completar el bosquejo de los más importantes
cambios que han afectado a los principales conceptos clásicos. In
dicamos que estos cambios son mucho más radicales que lo que
generalmente se cree y que nuestro fracaso en percatarnos de
ello se debe a la persistencia inconsciente o semiconsciente de
nuestros hábitos. tradicionales de pensamiento. Tan consistente
mente como nos fue posible, tratamos de eliminar los residuos del
subconsciente newton-euclidiano que subsiste bajo nuestra acep
tación consciente de los conceptos físicos modernos. Aunque la
parte principal de este libro tiene así un carácter negativo, ha
sido imposible evitar completamente todas las insinuaciones de
una interpretación positivista de la física contemporánea. Ahora
vamos a coordinar las primeras insinuaciones de una manera más
sistemática y más explícita. Esto no será nada más que un bos
quejo de interpretación cuya elaboración detallada está fuera del
alcance de este libro.
Toda interpretación filosófica de la física contemporánea pue
de parecer demasiado especulativa y polémica. Nuestra interpre
tación será rechazada por todos los que esperan que la física re
tornará, si no a los modelos pictóricos, al menos al determinismo
clásico. Igualmente será rechazada por todos los que consideran
el problema de la realidad transubjetiva en la física como des
provisto de significado. Estas dos advertencias preliminares son
apenas necesarias, porque se deducen, naturalmente, de la con
clusión sacada en el capítulo X V I : que la indeterminación mi-
crofísica es una faceta última de la naturaleza, irreducible a me
canismos causales; que es independiente de cualquier observador,
336 Impacto filosófico de la física contemporánea
La novedad im p l ic a ir r e v e r s ib il id a d .
las cosas ( non aliquid per se, sed cogitatione dumtaxat, seu mente
attributurum rebus prout concipiuntur in e o ) 17.
Leibniz era menos vacilante cuando, en nombre del principio
de identidad de indiscernibles, rechazó toda distinción entre tiem
po y sucesos concretos; según él, es un disparate afirmar la di
ferencia entre dos momentos de tiempo vacío, porque en virtud
de la homogeneidad del tiempo vacío no existe ninguna diferen
cia observable. No puede existir ninguna sucesión sin la hetero
geneidad del contenido físico correspondiente. Aunque Leibniz,
que yo sepa, no lo dijo explícitamente, su teoría implicaba que
en el caso hipotético de una repetición idéntica incompleta de
dos estados no tendríamos derecho, en virtud del mismo principio
de identidad de indiscernibles, a hablar de la sucesión de dos
momentos; el momento «original» y su repetición se fusionarían
en un solo suceso que sería el principio y el fin del ciclo com
pleto.
En el esquema mecánico-corpuscular los sucesos sucesivos eran
definidos en términos de configuraciones sucesivas; el retorno
de la configuración idéntica era considerado como extremadamen
te improbable, pero no imposible. Pero como «la probabilidad no
cero debe aparecer con una frecuencia no cero» *1S, el momento
idéntico debe repetirse finalmente y el tiempo cósmico debe fi
nalmente retornar sobre sí mismo. Pero si el tiempo es cíclico,
entonces la diferencia entre el pasado y el futuro se ve borrada
y «la dirección del tiempo» tiene solamente un significado local
y «seccional» definido por el incremento local de entropía para
ciertos intervalos de tiempo que, por largos que sean, siempre
serán finitos. Por esta razón, como acentuó Boltzmann, no hay
dirección privilegiada del tiempo para el universo en general. En
ciertas regiones del universo el tiempo está «corriendo hacia
atrás»; esto sucede a nivel microscópico, donde las fluctuaciones
del movimiento browniano representan decrecimientos tempora
les de entropía; esto debe suceder finalmente, según las leyes de
probabilidad, en toda región macroscópica, y puede estar suce
diendo ahora, según Boltzmann, en algunas regiones muy dis
tantes del universo.
Antes de considerar estas afirmaciones de la física clásica a
la luz de los descubrimientos recientes, debemos percatarnos de
” Compárese el capitulo III do esta obra, nota 23. Las ideas de Calinon fueron
defendidas en su artículo “Les espaces gcometriques”, en Revue Philosophique, vol. 27
(1889), pp. 588-595,
356 Impacto filosófico de la física contemporánea
físico ; preguntar qué había antes del principio del tiempo es tan
disparatado com o preguntar qué hay detrás del espacio esférico.
En la teoría del universo en expansión, en contra de las afirma
ciones clásicas hechas en nombre de la homogeneidad del tiempo,
existen las únicas épocas de la historia cósm ica; el universo no
es una máquina cíclica que corre a través de fases homogéneas
que se pueden repetir, sino el proceso cuyas fases sucesivas son
heterogéneas. Especialmente este momento único es el principio
del universo, «la hora cero», que, al contrario que todos los otros
momentos subsecuentes, carece de antecesores. Non in tempore
sed cum tempore finxit Deus mundum (Dios hizo el mundo no
en el tiempo, sino con el tiem po) 3S, escribió San Agustín, y si
desconsideramos este lenguaje teológico, apenas podemos negar
que su pensamiento anticipó tanto el carácter finito del pasado
cósmico como la coextensividad del tiempo con el proceso físico
concreto.
Muy pocos pensadores del período clásico adoptaron la actitud
«finitista» de San Agustín hacia el pasado cósmico. Renouvier y
su escuela en Francia, F . C. S. Schiller en Inglaterra, De Witt
Parker en los Estados Unidos, y algunos otros se atrevieron a
desafiar al dogma oficial del infinitismo que había sido aceptado
de una manera casi exclusiva 34.
A l negar el tiempo vacío y al insistir sobre la coextensividad
del tiempo (más exactamente, del tiempo-espacio) con el universo
físico, la teoría de Lemaxtre es indiscutiblemente una teoría re-
lacional del tiempo y el espacio. Pero, al contrario que la teoría
de Boltzmann, no sólo es compatible con la irreversibilidad del
tiempo, sino que incluso la requiere. En la expansión indireccio-
nal del univei-so la irreversibilidad de la transformación encuen-8 3
cipio, pero la historia que tiene que narrar puede ser escrita paso a
paso85. (Hemos añadido la cursiva.)
1 A. S. Eddinctoh, The Nature of ihe Physical World, pp. 92 y sig.; IJ. V eil ,/
T/ib Open World (Yate University Press, 1932), especialmente p. 55.
1 Compárese capítulo XII do esta obra, nota 27.
En busca de nuevos modos de entendimiento 363
Así los sucesos deben ser tratados com o constituyentes objetivos fun
damentales, y ya no debemos pensar en el universo como compuesto
de trozos sólidos de materia que persisten en el tiempo y se mueven
en el espacio. ...L o s sucesos y no las partículas constituyen la verda
dera realidad objetiva....® .
Los sucesos que suceden en nuestra mente son parte del curso de
la naturaleza, y no sabemos que los sucesos que suceden en otra parte
sean de un tipo totalmente distinto''7.
IT
A. N. W h ite h e a d , Science and the Modern World, p, 193.
376 Impacto filosófico de la física contemporánea
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T h . R ibo t , Logique des sentiments (París, 1905), p. 151.
378 Impacto filosófico de la física contemporánea
" Por una curiosa coincidencia, el estudio del pensamiento sin imagen empezó
aproximadamente al mismo tiempo que la física moderna tomaba existencia. El ar*
tículo de A lfkf.d B inet “La pensóe saos irnoges” apareció en Revue philosophique
en 1903, o sea, tres años después de la teoría cuántica de Planck. Sobre el signi*
ficado del pensamiento sin imagen, véase en particular A. B urloud, La pensée con.’
ccptuelle (París, 1927), y B hand B la n s k a r d , The Nature o/ Thonght (Gcorge Alien
& Unwin, Londres, 1939), especialmente capítulo VII.
CAPITULO DECIMONOVENO
Resumen
T e o r ía d e l cro n ó n , 2 40 . V
■— d ific u lta d e s , 240-248.
Vacío, ofirmado por loa atomiatas, 27-30;
v é a n se ta m b ié n Sucesos, D iv is ib ilid a d
71-72.
in f in it a , Instante s.
•— por Locke, 128, 130-132.
T e o r ía d e l electrón , fo rm a c lá sica , 97-98,
■— por Russell y Kelvin, 132.
253.
■— su relación con el no ser, 28, 32-35.
T e o r ía d e l bod ón, 239-241. '
—- como condición . necesaria del movi-
—- d ific u lta d e s , 241-248.
■ miento, 84, 127-130.
v é a n se ta m b ié n D iv is ib ilid a d in f in it a ,
■— negado por Parménides, Aristóteles,
P u n to s .
Descartes, Lcibniz y Russell, 127, 131.
T e o r ía o n d u la to ria d e la lu z , 100.
Valery, 34-35.
T e o r ía re la c io n a l d e l tiem p o ; véanse E p i-
Vibraciones del éter, 62, 100, 118-119,
c u r o , G assend i, L u c re c io .
271.
T e o ría s d e l cam po u n ific a d o , 235-236, 323-
•— del subéter, 288-289.
327.
■— exentas do imagen, 290-292, 375-376,
— fu s ió n con e l espacio; véase T ie m p o -
Vigier, 306-307, 326, 329.
esp acio , 223-233.
T h ib a u d , 264.
T h ir r in g , . 214. w
T h o m a s , S t., 8 8, 349-350. Wnhl, 174.
T h o m a s iu s , 85. Wallis, 48.
T h o m s o n , G . P ., 290. Ward, 368.
T h o m s o n , J. J ., 2 4, 121-123, 2 40 , 253, Wcber, 113.
2 5 7 , 2 8 8 , 2 90. Weiss, 227.
T h o m s o n , W .¡ véase K e lv in . Wcizsackcr, 314, 338-339.
T ie m p o clá sico , s u in d e p e n d e n cia d e l co n Wells, 171.
te n id o fís ic o , 52-55. Wcrkmeister, 301, 341.
— h om oge ne idad , 55-64. Weyl, H,, 12 1 , 159, 172, 235, 259, 262,
■— u n ifo r m id a d y p a siv id a d , 64-67. 277, 321, 362.
— re la c ió n con e l espacio clá sico , 67-69. '— interpretaciones opuestas del espacio-
'— co m o cu a rta d im e n sió n , 1 4 7 , 151, 175- tiempo, 170-173, 177-178.
1 77. ■— gcometrización del electrón, 235-237.
— in f in it u d , 5 7, 68-69. '— frente a Einstein, 324-325.
véanse ta m b ié n C o n v e rsió n , Sucesión. ■— sobre la substancia, 259.
— en la fís ic a contem poránea, 199-215. •— acerca de Aristóteles, 278,
•— s ig u e siendo u n iv e rs a l, 215-222. ■— acerca de Heralclito, 280. /
T iem p o -esp acio re la tiv is ta , co ncep ció n e rró — sobre la continuidad matemática, 321.
n ea estática d e l, 155-178. Whitehead, A. N., 32-33, 41-42, 69, 92,
■— c a rá c te r d in á m ic o , 178-198. 134, 136, 197, 216-217, 232, 292-293,
— c u r v a tu r a n o cu c líd e a , 1 89. 372-373.
■— n o fís ic a m e n te p asivo, 1 8 3 , 189. •— su inconsecuencia occrca de la atomi
— fu n d id o co n e l co nte n id o fís ic o , 187- cidad de la naturaleza, 45-80.
1 9 8 , 2 22 . ■— sobre el modelo cinético-corpuscular de
> — n o m a te m á tica m e n te co n tin u o , 232- la naturaleza, 132-133.
241. •— sobre la naturaleza como proceso, 160,
■— c a rá c te r probablem ente p u lsa to rio , 241- 172, 216-219, 229.
250. •— sobre el espacio instantáneo clásico, 69,
v é an se ta m b ié n C o n v e rs ió n , In te rv a lo s 166.
co ntem poráneos, Sucesos, M o v im ie n to , •— 7 su irrealidad, 183, 185, 225, 383.
T ie m p o . ■— sobre el experimento mental de Lan-
T o m a s c h e k , 158. gevin, 214.
T o m e b o h m , 340. ■— noción de uco-prcsencia” , 227.
T o u lm in , 2 01 . •— sobro la falacia de la localización sim
T r o u t o n , F . T .; véase E x p e rim e n to s de ple, 276, 387.
T ro u to n - y N o b le . •— sobre la infinita divisibilidad del tiem
Tyndall, 23-24, 4 5 , 84. po clásico, 136.
•— niega la existencia de instantes, 291.
•— sobre el experimento de Michelson,
309.
— sobre los sucesos como constituyentes
primarios del mundo, 293, 387, 390.
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