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Primer Certamen - Sociologías Del Siglo XX
Primer Certamen - Sociologías Del Siglo XX
Este certamen está compuesto por 4 preguntas de desarrollo. Deben elegir 3 de ellas para
responder. Cada pregunta se evaluará y calificará sobre la base de 20 puntos, generando un total
de 60 puntos para el certamen en su totalidad. Se espera que sus respuestas sean individuales; es
decir, que no haya comunicación entre estudiantes durante la toma del certamen. Por el otro
lado, no hay restricción de tiempo para responder (tienen la totalidad de las 24 horas), lo que
significa que pueden usar sus apuntes, sus lecturas, los videos y las diapositivas para ayudar a
elaborar sus respuestas.
Por favor asegúrense de leer bien las preguntas y responder todo lo solicitado.
Del mismo modo que lo hicieron otros grandes teóricos de la sociedad — tales como
Comte o Marx —, Parsons, a lo largo de su carrera, realizaría un esfuerzo constante por elaborar
una teoría exhaustiva y sistemática que fuese útil para el estudio de la compleja y problemática
realidad social característica del mundo moderno. No obstante, el modo en que se expresó dicho
afán vario notablemente en un período y otro. Así, en la obra y pensamiento de este autor, se
reconocen dos planteamientos clave: 1. La teoría voluntarista de la acción y 2. La teoría del
sistema social. A continuación, se examinarán dichas etapas — sus diferencias, sus similitudes— y
las razones detrás de la transición de una propuesta teórica a otra.
Primero, la teoría voluntarista de la acción desarrollada por Parsons posee las siguientes
características:
i. Este enfoque resulta central durante la etapa temprana del pensamiento parsoniano —
por lo que está temporalmente situada en la década de 1930 sobre todo — y alcanza su
máxima expresión en La Estructura de la Acción Social (1937), obra que, además, tiene
también méritos como: contribuir a la difusión de los clásicos de la sociología europea en
el contexto estadounidense, contribuir a omisión del pensamiento de Marx en el mismo
contexto — resultado de su casi total omisión —, entre otros.
ii. Esta teoría, a grandes rasgos, está localizada en el nivel de los individuos — más
concretamente, su acción y pensamiento —. Esto se expresa claramente en los mismos
elementos que hacen el nombre de la teoría, ya que: a. De la Acción: Para Parsons, las
actividades sociales del ser humano derivan de su consciencia de sí mismo, de los demás y,
finalmente, del mundo. Ello porque, a partir de la misma, se llega al punto b.
Voluntarismo: Ante el espectáculo del mundo, las personas poseen siempre algún grado
de libertad de acción, o lo que es lo mismo, de toma de decisiones. En este sentido, lo
relevante es destacar que tanto los puntos a. como b. constituyen un claro esfuerzo por
diferenciarse de las posturas conductistas adoptadas por otros autores. Finalmente, cabe
destacar la idea weberiana de “comprensión” adoptada por este autor según la cual la
acción humana debiera estudiarse a partir de perspectivas subjetivas. Así, hay un notable
énfasis en los actores — que no son necesariamente individuales — más que en el
sistema.
iii. El elemento clave de esta teoría es el concepto de acto unidad que, resumidamente,
postula que la acción humana está orientada a fines y que, para alcanzar dichos fines,
habrá de operar en un contexto en el que interactúan factores susceptibles y no
susceptibles de ser controlados por los individuos. En el primer caso, se rescata la idea de
voluntad a la hora de elegir opciones y, en el segundo, se realzan las condiciones que
limitan las opciones de los sujetos — las cuales, a su vez, están moldeadas por normas y
valores socialmente consensuados —. De ese modo, si la meta de un sujeto es
enriquecerse, habrá de escoger entre “caminos” para enriquecerse los cuales han sido
delimitados por circunstancias concretas.
Las motivaciones para este desplazamiento son varias, aunque se resumen en que, a
medida que desarrollaba su teoría, iba percibiendo más claramente las limitaciones de la misma.
Por ejemplo, no es del todo sensato pretender explicar la forma concreta de las interacciones
entre oferentes y demandantes — en términos económicos — en base a la idea de voluntad. Por
lo mismo, el aparato conceptual parsoniano, si bien nunca abandona completamente la teoría de
la acción, progresivamente la irá relegando a segundo plano y la sustituirá por un nuevo marco
basado en conceptos como: a. Disposiciones de necesidad: los actores se movilizan de acuerdo a
una serie de necesidades obligatorias a las cuales procuran otorgar la máxima satisfacción, b.
Orientaciones motivacionales: los actores examinan cognitiva, catética y evaluativamente sus
modos de proceder, c. Categorización de los tipos de acción, etcétera.
i. El enfoque resulta central para el autor desde la década de 1940 hasta su muerte. La
exposición más conocida de este nuevo enfoque se halla en la obra El Sistema Social
(1951).
ii. Lo central de la teoría de la acción voluntarista de Parsons, aunque con importantes
modificaciones, se expresa en conceptualizaciones como: a. Las pautas variables:
expuestos ante determinadas situaciones, los individuos deberán tomar cauces —
dictómicos — entre la afectividad/neutralidad emocional, la especificidad/difusibilidad de
sus acciones, el universalismo/particularismo de sus juicios, el grado de
adquisición/adscripción de lo observado y, finalmente, su grado de orientación hacia el sí
mismo/colectividad. En este sentido, es importante señalar que las interacciones entre
agentes, en el nuevo marco, son explicadas de forma más bien estructural a partir de los
conceptos de estatus y rol. Esto porque, aunque estos refieren a las acciones individuales,
establecen una clara relación entre las mismas y el dinámico contexto sociocultural en que
están situadas y el modo en que determinadas disposiciones — respecto a nuestra
posición en la sociedad y los comportamientos que se esperan de nosotros — influyen
sobre las formas de actuar.
iii. En esencia, la relación entre los individuos y “los sistemas” — las estructuras y sus
funciones— descansa en el concepto de socialización, es decir, la idea de que las
disposiciones macrosociales son incorporadas por los agentes microsociales. Esto es
también, la última instancia, la razón de que la sociedad pueda existir como un conjunto
ordenado y relativamente estable de interacciones.
iv. Todas las consideraciones anteriores son incorporadas en un esquema multiniveles
denominado AGIL. Esto se expresa claramente en un examen de los componentes del
esquema en cuestión, que son: a. A (adaptación): todo sistema debe ser capaz de
adaptarse o adaptar el medio a sus necesidades, b. G (goal): todo sistema debe ser capaz
de satisfacer sus necesidades o lograr los objetivos que se ha propuesto en algún grado, c.
I (integración): todo sistema debe ser capaz de poner en relación a los diferentes
subsistemas que lo componen de manera tal que la acción de los mismos esté coordinada
y resulte armoniosa y d. L (latencia): todo sistema debe poseer una mínima capacidad de
resolución de conflictos y, sobre todo, de reproducción.
v. Cada elemento del esquema AGIL, a su vez, está directamente relacionado con un nivel de
sistema y una disciplina o dimensión relacionada. Respectivamente: a. La A está vinculada
al nivel del Organismo Conductual — o sea, los seres vivos en general dotados de
necesidades y no necesariamente capaces de acción — y a la ciencia económica en sentido
amplio, b. La G está vinculada al nivel del Sistema de la Personalidad — o sea, el de los
seres capaces de acción — y a la disciplina/arte de la política, c. La I está vinculada al
Sistema Social — consistente en la pluralidad de actores interactuando de acuerdo a
pautas específicas y comunes de símbolos culturales — y al espectro de la comunidad
societal — que es el nivel de grupos como la familia o las asociaciones profesionales — y,
por último, d. La L está vinculada al Sistema Cultural — que es el conjunto de las pautas
morales, conductuales, etc. consensuadamente adoptadas por una comunidad de actores;
La cultura en una palabra — y se relacionada con el sistema fiduciario — o de “generación
de confianzas/vínculos” —.
vi. Hacia finales de su carrera, Parsons incorporó a esta teoría — en repuesta a las críticas
recibidas — una serie de reflexiones en torno a la evolución social. Grosso modo, estas
afirman la evolución paulatina de las estructuras sociales en pos de mejorar su adaptación,
lo cual resulta en procesos de diferenciación/especialización de funciones y, por lo mismo,
en un incremento en la dificultad de conservar la cohesión del sistema. En este sentido, es
clara la influencia de las ciencias naturales en la perspectiva parsoniana — que, si ya se
expresaba antes en la idea de homeostasis social, ahora también lo hace en la de
evolución social —.
Para cerrar este asunto, son notables ciertas similitudes y/o continuidades en el
pensamiento parsoniano. Primero, el problema central no deja en ningún momento de ser el
“problema del orden” — o sea, la interrogante sobre por qué hay sociedad y no más bien actores
aislados —. Segundo, la suposición o realce del consenso — y consecuente omisión del conflicto —
es, también, una constante. Tercero, es notable que, espacialmente, estos desarrollos teóricos
estén en general espacialmente ubicado en Harvard.
2) Si bien Parsons y Merton son, probablemente, las dos figuras más importantes detrás del
estructural funcionalismo, tienen visiones diferentes. Primero, definan el estructural
funcionalismo como lo entendemos hoy. Luego evalúe los aportes de Parson y de Merton
a esa corriente de pensamiento. ¿En que se parecen y en qué se diferencian? Luego de
ese ejercicio, desarrollen un argumento a favor o en contra de la utilidad de la teorización
estructural funcionalista para la sociología de hoy (asegúrese de dar ejemplos concretos
donde podría aportar y/o de donde podría fallar).
En esencia, la gran semejanza entre Merton y Parsons es que comparten una misma idea
básica de la sociedad y el modo en que debiera estudiarse. Sin embargo, difieren en los modos de
proceder y las alturas teóricas.
Como no lo he leído mucho, no puedo afirmar que C. W. Mills haya hecho la gran cosa en
mi subjetividad científica — tal vez ocurra o me termine de dar cuenta más adelante —. La
preocupación por la historia y la singularidad me la legó Weber y la orientación incesante al hacer,
Bourdieu — en El Oficio de Sociólogo —. Sin embargo, Mills me ha dado conciencia y, lo más
importante, medios para realizar bien el ejercicio de esa especial imaginación que propone.
Particularmente significativa me ha resultado su llamado a buscar — o imaginar —
sistemáticamente los vínculos entre un tema y otro, puesto que antes, cuando lo hacía, se lo
confiaba más bien a mi memoria. Ahora, por el contrario, he entendido el valor de controlar esa
experiencia. Aparte, he valorado mucho su realce del compromiso, de la necesidad de
“ensuciarse” al investigar. Ello porque, aunque había sido informado varias veces de lo infructuoso
de pretender ser un robot con lápiz y grabadora, creo que nadie se había preocupado de
explicarme detalladamente el por qué. Eso, con Mills, ya ha quedado más o menos cubierto.