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Por Tarquino
Cuentos
1) La razón de vivir.
2) Romper las reglas.
3) Mascréndido.
4) La muerte de un estúpido.
5) Malas decisiones.
6) Tengo un problema.
7) Mi peor pesadilla.
8) La curva de la muerte.
La Razón de Vivir
Se giró al escuchar el grito, no vio a nadie, la pared lo tapaba.
Mientras sentía la suave brisa sobre la cara, se preguntó: ¿Quién
gritó? Y sobre todo ¿Qué gritó?
Nuevamente escucho el grito, se percató de que no contenía palabras,
y desesperadamente trato de darle algún sentido.
Esa fue su segunda y tercera pregunta: ¿Por qué debe tener un
sentido?, ¿por qué desesperadamente?
Hacía mucho tiempo que se auto convenció de que los sentidos de las
cosas no existían, o si, pero a voluntad, la vida misma tenía el
significado que quisiera.
Qué lástima pensó, a lo mejor debía haber encarado las cosas de
manera diferente. Pero no, en ese mismo instante, en un lapso de
tiempo que no se puede medir, ya que las percepciones o los
sentimientos son atemporales, tuvo por primera vez en su vida una
seguridad absoluta, sin fisuras: Es una decisión…, como la que acaba
de tomar… Tomó plena consciencia de que, si su vida tuvo un sentido
fue cuando, como ahora, no tenía demasiada importancia cual era.
Mientras veía la pared pasar a su lado, y la brisa continuaba
alborotando el pelo y la ropa, advirtió que no era un grito, era un
alarido, y de terror.
“¿Cuánto tiempo pasó? Cuatro o cinco segundos”. Esbozó una media
sonrisa.
“Es increíble hace cinco segundos no encontraba motivo para vivir y
ahora mientras el piso avanza lo encuentro”
Fue también en ese momento, un metro antes del piso, que comprobó
que el que gritaba era él.
LA MUERTE DE UN ESTUPIDO
Se notaba lujo, mucha plata.
El fotógrafo no se sorprendió con lo que veía. Para cualquiera sería un
espectáculo por lo menos impresionante, para él, no.
El cadáver tirado en una posición grotesca, la cabeza colgando,
apenas retenida por lo que en su momento fue el cuello.
Sangre. Siempre mucha sangre.
Recordó una conversación con su mujer. Obsesivo no pudo dejar de
hacer un comentario ante un programa de televisión:
-No es así, cuando un tipo se desangra, es mucha más de lo que
muestran, tenemos cuatro litros, imagínate, por lo menos uno o dos se
desparraman, pensa un litro de agua el enchastre que hace, encima la
sangre es más densa, y obviamente por su color más llamativa.
-La verdad, no te pregunté nada.
MALAS DECISIONES
El colectivo viejo y ruidoso. Gastado como sus ocupantes, pensó la
mujer. El barrio por donde se adentraba tampoco ayudaba a mejorar el
ánimo de nadie. A través de la suciedad del vidrio percibía las casas
chatas, precarias, la mayoría sin revocar, negocios pequeños, mal
iluminados, donde las mercaderías se ofrecían en carteles escritos a
mano.
Se quedó pensando en los alambrados de las casas. Cuando se
colocan, para delimitar las precarias propiedades, son como
prometedores, nuevos, lustrosos. Es hermoso verlos brillar con las
gotas de lluvia, parecen bailar de alegría. El paso del tiempo, o el
descuido, los hace un motivo más de desazón. Las lluvias aflojan los
postes clavados en la tierra, haciendo que todo el alambrado se
incline, los alambres formando combas, se oxidan, ya hasta las gotas
de rocío parecen sucias.
La mujer todavía joven, se la veía cansada, con ropas muy usadas, sin
pintura, el pelo con algunas incipientes canas, la comisura de los
labios para abajo, su frente con arrugas, y a pesar de que en sus ojos
todavía brillaba cierta frescura, la amargura dominaba su rostro.
Veinte años atrás, se casó ilusionada y esperanzada de cumplir el
sueño que prometían las revistas de moda. Tendría hijos, una casita de
ladrillos, en un barrio amable donde por la tarde saldría a tomar unos
mates con su marido y a charlar con los vecinos.
“¿Qué pasó? Era fácil, lo único que había que hacer, era mantener la
casa limpia, los chicos educados, al marido contento, buena comida,
buena cama, y el resto se daba solo.”
Hizo lo que todas sus amigas, lo que le aconsejaba su madre, lo que
debía. Se puso de novia con el Ramón, sus amigas se lo envidiaban:
lindo, trabajador, jamás le escuchó siquiera una palabrota. Se casó
enamorada, y a medida que el tiempo pasaba, las cosas se fueron
dando, todo lento, con dificultad, con mucho trabajo, siempre con la
permanente esperanza de mejorar, de que con el tiempo el sueldo de
su compañero en la fábrica mejoraría.
Hijos, en su momento una alegría que difícilmente pueda volver a
sentir.
TENGO UN PROBLEMA
Me desperté sobresaltado. No hay duda: es mi hijo en la
habitación de al lado que llora.
Tiene siete años, y llora. Me acerqué y le pregunté
- Nada una pesadilla.
Pero era algo más. Insistí y me pregunta: “¿Me voy a morir?”
Sé que no debo mentir. (¿Sé que no debo mentir?) Llora, y
espera algo de mí.
Por supuesto que trato de calmarlo con que falta mucho, y
tonterías más o menos parecidas, pero el consuelo no llega.
(No puedo evitar pensar que la muerte llega primero).
¿Qué le digo? Yo soy ateo o agnóstico... Lo importante es
que no creo en Dios. Miento, aún más terrible: no creo en
algo después de la muerte.
- ¿Cuándo la gente se muere, nunca más se despierta?
¿Cómo se explica lo absolutamente inexplicable?
El concepto de “nunca más” ya es un contrasentido. Está
emparentado con la idea de infinito. ¿Qué es el infinito?
Lo usamos para definir, el universo o el tiempo, “nunca
comienza, nunca acaba”
No es humano. Es un concepto que no tiene cabida en
nuestra manera de razonar, y para peor, instintivamente no lo
podemos visualizar. Insisto, no es humano.
No se puede concebir la idea de que una cosa, cualquier
cosa, por ejemplo, el espacio, o el tiempo, no tengan fin.
Desde el primario, nos enseñan: ancho, alto, largo, tiempo.
Todas las cosas terminan; comienzan. Claro, la pregunta es
qué hay después del final, o qué había antes.
Me sigo preguntando, ¿qué le digo?
Lo normal es temer a la muerte, también a lo desconocido,
pero aun aceptando esto, cómo hacemos para que nos entre
en la cabeza, la idea de no estar para siempre. Todo ocurrirá
sin nosotros. Para siempre... El solo tratar de pensar en el
“para siempre” da vértigo.
Tal vez –me ilusiono- sea justamente eso: el no poder
explicar algo, puede ser por dos motivos, o que nos faltan
elementos, que con el tiempo y el estudio por fin se pueda. O
por que nos falta una base, un plano de razonamiento, como
una dimensión. Y es ésta, la que descubrimos luego de
muertos... Sé que es muy pobre consuelo, pero algo es algo.
Por supuesto no puedo explicarle a mi hijo de siete años, un
concepto como éste. Ni yo mismo puedo expresarlo
correctamente. (¿Es un razonamiento, o una esperanza?)
Lo único que se me ocurre es darle el mismo consejo que me
dio mi padre, cuando era yo el que lloraba:
- Se que es duro, que es terrible, pero seguí pensando en
lo mismo, pensá mucho, dale mil vueltas, seguí
pensando, en algunos momentos te vas a desesperar,
llorá con ganas, no es tan malo. Después de mucho
pensar, te acostumbras, o te cansas y al final te dormís...
Y mañana …, ya no es tan terrible.
Sé que es un consejo sin sentido, tonto, la prueba está que la
idea de morirme me sigue aterrorizando, aun después de
más de treinta años de ponerlo en práctica... O tal vez no, a
fin de cuentas, sigo viviendo y estoy seguro, de que mañana
cuando relea esto, no sentiré el mismo vació en el estómago
–por miedo– que tengo en este momento.
A lo mejor por cansado, o porque me quedé a su lado, o por
las dos cosas, o incluso por el consejo, después de un rato,
se quedó dormido, sin sobresaltos, sin arrugas en la frente,
como duermen los chicos.
¿Y yo? Tengo un problema.
MI PEOR PESADILLA
Con mis sesenta y pico de años, son muy pocos los sueños
que recuerdo, y casi ninguna pesadilla. De la que no me
olvido más es de una muy reciente. La peor.
En el sueño, recordé lo que sentí en una oportunidad, cuando
tenía 17 o 18 años.
Fue en un baile, en casa de unos amigos. Yo estaba con una
chica de más o menos mí misma edad, pero con un poco
más de “experiencia” en cuestiones de relaciones entre niñas
y niños. La imagen que tengo de ella es que era muy bonita,
deseada por todos mis amigos, desconocidos y allegados. Si
bien habíamos salido varias veces, de alguna manera no me
correspondía totalmente, lo que hacía que mi interés,
aumentara.
A mis insinuaciones o directamente propuestas, me
contestaba con evasivas, o promesas futuras.
Esa noche de verano, estaba con un vestido de una tela que
se pegaba al cuerpo. Al ver la cara de mis amigos mirándola,
confirmé que no era el único interesado.
Sostengo que los celos son una manifestación de
inseguridad, no se es propietario de nadie, sin embargo y
muy a pesar de mis convicciones, no pude evita sentirlos.
Lo primero que me impactó, al tomarla de la cintura para
bailar, fue su perfume. Ya esto solo, me perturbó
sobremanera, luego el sentir su cuerpo pegado al mío, sus
piernas entre las mías, donde la tela del vestido le daba más
sensualidad al contacto, fue directamente maravilloso.
Recuerdo mi sorpresa al descubrir, que más que una
excitación puramente sexual, sentí la necesidad de cariño, de
una caricia, ¿de amor?
En el “tocadiscos” comenzó a sonar un tema muy romántico,
donde la intérprete le confesaba un amor eterno e
incondicional a su amante.
No sé si fue el momento, la música, o que la señorita de mi
desvelo adivinara, pero comenzó a recitarme en un susurro
junto a mi oído, con voz ronca, la letra de la canción.
El perfume, su aliento en mi oreja, su cuerpo pegado al mío,
su mano en mi nuca, el susurro con que recitaba, la letra de
la canción…
Lo que en ese momento sentí: la enorme alegría de ser
correspondido, la sensación de seguridad, el poder
abandonarme totalmente en el otro, la excitación sexual
pronta a ser satisfecha, todo eso y mucho, mucho más, sentí
soñando.
Cuando desperté fue con una horrible sensación. Lo que
soñé, era un recuerdo real, vivido…, hacía demasiado
tiempo. Una pesadilla.
LA CURVA DE LA MUERTE
Ya hacía un rato largo que manejaba y charlaba con mi hermano en
una ruta de la provincia de Buenos Aires. Campo y cielo, aburridos de,
justamente, campo y cielo.
Me avisó que debía bajar la velocidad, pues unos cientos de metros
más adelante una curva se caracterizaba por peligrosa. Cabe destacar
que mi hermano, Ingeniero trabajó por cuarenta años en la obra
pública, y entre otras cosas fue el director técnico de ésta ruta y
obviamente la conocía del derecho y el revés.
Efectivamente, más adelante una curva muy cerrada, obligaba a bajar
considerablemente la velocidad.
El año pasado se mataron dos tipos en esta curva, se nota que no
vieron el cartel que aconsejaba bajar la velocidad, me comentó.
-¿Pero teniendo tanto campo, no podían hacer la ruta más derecha?
-Solo ves campo, pero alrededor nuestro son todos bañados, lagunas
pantanos, etc. Era muy caro, resultaba mas barato poner unos buenos
carteles y guardarrail.
-Los carteles los vi, pero del guardarrail, nada.
-No lo pusieron, costaba N Pesos.
-A ver dos vidas son mucho más que N Pesos.
-Si es verdad, más aún por estadísticas se supone que en los
próximos tres años, morirán otras tres personas.
-¿?
-Cuando se hizo la ruta, la provincia tenía un presupuesto acotado, no
se podía gastar indiscriminadamente …, en realidad como siempre.
-Pero la vida está por encima de cualquier presupuesto.
-Justamente: Se eligió comprar un equipo de terapia intensiva para
niños, costó N Pesos. En los últimos tres años se atendieron 15
chicos.
-Pero eso es jugar a ser Dios, el estado decide quien se salva y quien
no.
- y ….
-Que imbéciles que no vieron el cartel no?