Está en la página 1de 20

MASCRÉNDIDO

Por Tarquino
Cuentos






1) La razón de vivir.

2) Romper las reglas.

3) Mascréndido.

4) La muerte de un estúpido.

5) Malas decisiones.

6) Tengo un problema.

7) Mi peor pesadilla.

8) La curva de la muerte.















La Razón de Vivir
Se giró al escuchar el grito, no vio a nadie, la pared lo tapaba.
Mientras sentía la suave brisa sobre la cara, se preguntó: ¿Quién
gritó? Y sobre todo ¿Qué gritó?
Nuevamente escucho el grito, se percató de que no contenía palabras,
y desesperadamente trato de darle algún sentido.
Esa fue su segunda y tercera pregunta: ¿Por qué debe tener un
sentido?, ¿por qué desesperadamente?
Hacía mucho tiempo que se auto convenció de que los sentidos de las
cosas no existían, o si, pero a voluntad, la vida misma tenía el
significado que quisiera.
Qué lástima pensó, a lo mejor debía haber encarado las cosas de
manera diferente. Pero no, en ese mismo instante, en un lapso de
tiempo que no se puede medir, ya que las percepciones o los
sentimientos son atemporales, tuvo por primera vez en su vida una
seguridad absoluta, sin fisuras: Es una decisión…, como la que acaba
de tomar… Tomó plena consciencia de que, si su vida tuvo un sentido
fue cuando, como ahora, no tenía demasiada importancia cual era.
Mientras veía la pared pasar a su lado, y la brisa continuaba
alborotando el pelo y la ropa, advirtió que no era un grito, era un
alarido, y de terror.
“¿Cuánto tiempo pasó? Cuatro o cinco segundos”. Esbozó una media
sonrisa.
“Es increíble hace cinco segundos no encontraba motivo para vivir y
ahora mientras el piso avanza lo encuentro”
Fue también en ese momento, un metro antes del piso, que comprobó
que el que gritaba era él.








































ROMPER LAS REGLAS


Exactamente a las 6 horas 59 minutos sonó el despertador… Como
siempre.
Tres segundos después estaba apagado.
Su mujer siguió durmiendo y él, sin hacer ruido, comenzó su día.
Sabía que las reglas de convivencia son importantísimas, o por lo
menos creía saber, eso le enseñaron.
Cuidadosamente se afeitó, pelo y contra pelo.
“Porque de esa manera aun por la tarde tendrás la cara como de
recién afeitado”
El desayuno, bastante abundante, “es la comida más importante del
día”
Luego de ducharse se vistió con un traje de “media estación” de corte
clásico, se anudó la corbata, recordando una frase de su padre: “A un
hombre con corbata, siempre se lo escucha primero y con más
atención”
Camino al trabajo, en su auto, tomando agua directamente del cuello
de la botella, que, previsor tomó de la heladera, el embotellamiento
diario no lo sorprendió.
Sin embargo, ese día se sintió extraño. Uno más, al igual que todos,
yendo al trabajo, “a cumplir con la obligación”. La noche anterior, cenó
en familia, besó y arropó a sus hijos cuando se fueron a dormir, miró
una rato televisión con su mujer, se lavó los dientes, leyó un rato en la
cama y se durmió pensando en la telefonista del trabajo.
Recordó que el fin de semana, reparó le luz del dormitorio, lavó el
auto, cortó el césped, jugó con sus amigos el clásico partido de los
domingos. Por la noche conversó por teléfono con su padre.
En medio del tránsito detenido, con mucho tiempo para pensar en
nada, sintió que no pertenecía, que no debía estar en ese lugar.
Por primera vez notó que todos los conductores vestían prácticamente
igual que él, todos tenían casi la misma mirada perdida. ¿Esa es mi
mirada?
A poco de pensarlo, se respondió que sí, que el señor del auto de al
lado, o del frente o el de atrás…eran él.
“¿Qué está mal? Hago lo que debo hacer, me ocupo de la familia,
cumplo con las obligaciones. ¿Será eso?”
El tránsito avanzaba muy lento, miró al conductor de la izquierda,
luego al de la derecha. Sintió pena por ellos: no se daban cuenta…
Uno de los conductores se dio vuelta para su lado y le hizo un gesto,
como de complicidad.
Ése, justo ése momento y ese gesto le dieron la pauta que “él” debía
cambiar.
Con un gesto deliberado y parsimonioso, abrió la ventanilla, y mirando
directamente a los ojos del otro conductor, tiró la botella vacía al
pavimento.
MASCRÉNDIDO
En la primera edición de la Enciclopedia Británica, nombran e intentan
una definición de este animal, o cosa… o ente. Misteriosamente en las
siguientes publicaciones desaparece de sus páginas.
De acuerdo al historiador Inglés Scott Campbell, no lo incluyen por
sugerencia de la Iglesia Protestante. Esto, se supone, es debido a que
por un lado la fe se vería menoscabada y por lo tanto su poder, ya que
sus preceptos quedarían sin sustento. Y por otra parte, algunos
miembros de esta Iglesia, literalmente llaman a este “animal” El Diablo
El término utilizado en la prestigiosa enciclopedia está extraído de los
estudios realizados fundamentalmente por el historiador nombrado, el
cual a su vez se basa en numerosas recopilaciones.
Con diferentes nombres, con descripciones morfológicas notablemente
dispares, es muy llamativo que, a lo largo de la historia de este animal
o cosa, su comportamiento es detallado siempre de la misma forma.
Efectivamente, Campbell en su último libro, describe minuciosamente
lo que a lo largo de la historia hacen los múltiples observadores,
historiadores y actualmente científicos que detallan de diferentes
maneras su condición física, pero unánimes en cuanto a su
comportamiento.
Los primeros vestigios escritos, se encuentran en el prestigioso museo
General de Egipto, donde el conocido egiptólogo francés Marcel
Durand, hace referencia al único papiro conocido y conservado de la
época V, del periodo 1°. En este, aún hoy se pueden descifrar las
palabras que lo describen. Más aún, todavía se puede percibir el horror
con que fueron escritas.
Luego se encuentran descripciones en los pocos jeroglíficos sumerios
conservados. Se hallaron también referencias en la antigua cultura
Antrades. Llamativamente casi sin diferencias entre los escritos
egipcios y los jeroglíficos Aztecas, e Incas.
Para algunos antropólogos, como Maximiliano Vargas, el australiano
George Wastingotes, o los rusos Kamaloff y Marie Putin, solo para
nombrar algunos, se encuentran vestigios o descripciones del
Mascréndido en numerosas pinturas rupestres, por ejemplo, en las
cuevas de Bajamira, o el Cañón de los Pies, etc.
Recientemente Naciones Unidas, luego de extensos debates, formó
una comisión de científicos, provenientes de diferentes Universidades,
nombrados expresamente para estudiar al Mascréndido. Los primeros
resultados, fundamentalmente provenientes de las Universidades de
Salamanca en conjunto con Harvard, son bastante pesimistas. Nada
se pudo comprobar de su condición física o anatómica. Los datos
examinados, provenientes de diferentes lugares del mundo, los
testimonios o documentos hallados de muy diferentes épocas
históricas, son extremadamente confusos y contradictorios.
Sí, se sabe –se supo siempre- de lo malvado de su comportamiento.
Se puede afirmar que su maldad, literalmente, no tiene límites.
Y es lógico que así sea, así como suponemos, que, en el hombre, en
su devenir, presente y futuro, su bondad podría no tener límites, de la
misma manera el Mascréndido por correspondencia directa no puede
limitar su maldad.
Esta comisión elevó un primer informe, conocido como “Primer Informe
preliminar del comportamiento del Mascréndido”, donde dan como un
hecho absolutamente comprobado que el leit motiv motivo de este
animal, es castigar a los humanos que no cometen hechos
reprobables. Dicho de otro modo, todos aquellos que no roban, que no
dañan a otras personas o al medio ambiente, todos aquellos bien
intencionados, o de buena voluntad, son castigados.
Los científicos, con justa deducción, afirman que su maldad es terrible,
ya que castigar al malo, al ladrón, al que daña, es relativamente fácil:
se lo merece. En cambio, se debe ser muy dañino, para castigar al que
ayuda a los demás o se sacrifica por los semejantes.
Constataron otra inquietante realidad: la cultura a lo largo de los siglos
cambia, se modifican las pautas morales y éticas, lo valores son
siempre relativos, lo que en este momento es normal, en épocas
pasadas podría ser catalogado como inmoral o viceversa, piénsese en
la esclavitud, el trato discriminatorio, la relación de la sociedad con la
mujer etc. Sin embargo, esta bestia, de alguna manera desconocida
por el momento, se adaptó a todos los tiempos y siempre castigó al
que se consideraba bueno.
De acuerdo a estos estudios, parece ser que, en realidad, no ataca
indiscriminadamente, sino que lo hace con aquellos que tienen
conceptos definidos de lo que está bien o mal, obviamente cambiantes
con las personas y los momentos históricos, pero siempre dañando al
de altruistas acciones.
Otra característica, es que este animal o ente, ataca en forma
totalmente solapada, solo se entera la víctima. En cuanto es infectado
con la ponzoña del Mascréndido, nace la contradicción, la duda. Ésta,
dentro suyo poco a poco mina su conciencia, su voluntad. Poco a poco
se transforma en un ser atormentado: Si sigue obrando con bien, se
siente fuera de lugar, si actúa como la bestia le aconseja, es una
persona con remordimientos.
El filósofo contemporáneo Amadeo Argento, con opinión no compartida
por la mayoría de sus colegas, afirma que ésta es la condición
humana, que el Mascréndido, así como la religión o las creencias
nunca demostradas son un invento desesperado para poder soportar
la finitud de la existencia.
Entre las muchas opiniones, que se han vertido a lo largo de la
historia, se destaca la del jurista romano Flavio Marquidemes, que
supone al Mascréndido, como el único capaz de hacer que el ser
humano crezca en su condición de tal, ya que, al ponerlo en la duda,
piensa, y lo que es más importante: decide.









LA MUERTE DE UN ESTUPIDO
Se notaba lujo, mucha plata.
El fotógrafo no se sorprendió con lo que veía. Para cualquiera sería un
espectáculo por lo menos impresionante, para él, no.
El cadáver tirado en una posición grotesca, la cabeza colgando,
apenas retenida por lo que en su momento fue el cuello.
Sangre. Siempre mucha sangre.
Recordó una conversación con su mujer. Obsesivo no pudo dejar de
hacer un comentario ante un programa de televisión:
-No es así, cuando un tipo se desangra, es mucha más de lo que
muestran, tenemos cuatro litros, imagínate, por lo menos uno o dos se
desparraman, pensa un litro de agua el enchastre que hace, encima la
sangre es más densa, y obviamente por su color más llamativa.
-La verdad, no te pregunté nada.

El fotógrafo policial, como siempre, comenzó por registrar en su mente


la escena, primero veía en su cabeza la secuencia de la acción, lo que
sería la futura serie de fotografías. Notó la sangre en toda la
habitación, la víctima se defendió, a pesar de los golpes recibidos,
luchó por su vida. Incluso con la garganta cortada, se movió de un lado
a otro, o tal vez solo fue la desesperación de saberse muerto.
Sacó fotos de los muebles rotos, las copas en el suelo, algunas con
lápiz labial todavía visibles, sacó fotos de lo que fue una lucha desigual
entre la víctima y sus agresores. Fueron varios.
Sacó la foto de un vómito, concluyó a priori que no era de la víctima.
Su jefe, que le encargó la tarea, le comentó que el tipo usaba esa
habitación, detrás de su despacho, como especie de bulín. Él ya lo
conocía por fotos de las revistas de chimentos, un tipo con suerte:
promotor de futuras modelos.
El fotógrafo tenía demasiados años en la policía como para ignorar,
que en realidad este tipo con suerte, era un cafiolo moderno.
“Parece que se le terminó la suerte”
Notó el mal gusto del promotor, mucho lujo, mucha plata,
exageradamente ostentoso, la habitación sola, sin contar el despacho,
era más grande que todo su departamento, muy recargado con fotos
de él mismo acompañado por reconocidos artistas, deportistas,
políticos. Un televisor como jamás vio, sábanas con dibujos de
animales, lámparas y muebles pretenciosos.

Tres días más tarde estaba la noticia en el periódico: “Reconocido y


prestigioso promotor es hallado muerto en sus oficinas”
Causa estupor en nuestro medio el lamentable hecho. Al parecer luego
de una violenta discusión con su agresor, Poncho Moto recibió heridas
de tal consideración que le provocaron la muerte. En declaraciones
exclusivas a nuestro diario, fuentes policiales reconocieron desconocer
el móvil del homicidio, no descartando razones pasionales.
En declaraciones radiales, su asistente personal, asegura encontrarse
desolado con la noticia, ya que como asegura, el mismo era una
persona muy querida y respetada por todos sus colaboradores,
clientes, amigos y familiares.
***
La chica leyó el titular, luego levantó la vista y se vio en el espejo, poco
a poco y sin dejar de mirarse comenzó a llorar. Lloró de impotencia, de
susto, de dolor, de frustración.
Sólo una semana antes, con su amiga de toda la vida, bajaron a la
ciudad. Un viaje largo, donde no pudieron dormir ni una hora. Todo el
camino conversando, haciendo planes, ilusionándose con un futuro
que avizoraban maravilloso.
Parecía que pasó una vida desde que vieron al promotor por primera
vez en el pueblo, que les prometió lo impensable. Por fin, se
ilusionaron, conocerían el éxito.
Recordó con bronca, la segunda vez que lo vieron, cuando se dieron
cuenta de que sólo era un vividor, o peor, un estafador. No podían
creer lo que el tipo les exigía, les daba asco.
Con horror recordó la última vez. Podría haber sido ella, tanta rabia,
tanta impunidad del tipo, se lo merecía.
“Lástima el vómito”
***
El hombre, con ademanes femeninos, le explicaba al policía:
-Si, yo era su asistente.
-Se lo merecía, era una mala persona, no lo quería nadie.
-Yo, ese día estaba de viaje, así que no sé nada de lo que pasó.
-Lo único que puedo decirle es que tenía la costumbre de traer
jovencitas al cuarto que tiene atrás del despacho, donde lo
encontraron, y bueno, usted imagínese.
-¿La esposa?: una santa, nunca lo engañó, jamás.
- No, no sé porque estaba ese día con las demás chicas. El
degenerado la habrá llamado de puro sádico.
-A las dos nuevas, prácticamente no las conozco, son del interior creo.
La otra, que usted nombra, si hace bastante que trabajaba para
Poncho, me dijo que estaba embarazada. Qué se yo, quien las
entiende.
***
El grito la despertó, raro, ya estaba acostumbrada. En la cárcel es
común escuchar gritos, por pesadillas o por castigos o porque sí,
siempre se escuchan.
Su hijo a su lado siguió durmiendo.
“Tres años ya”
Lo miró con amor y tristeza, tarde o temprano le tendría que decir.
Mientras recuperaba el sueño, una vez más recordaba esa noche: el
muy maldito la citó junto con las dos pueblerinas, y como si fuera poco
a la esposa. ¿Para qué?, ¿Para burlarse de todas?
Recordaba como en cámara lenta, las chicas más que sorprendidas,
desilusionadas, la esposa histérica, la navaja sobre el escritorio, todas,
las cuatro insultándolo, y él que se ríe, y me golpea.
La policía dice que fue ella la que lo mato. Puede ser, no se acuerda.
Sería lo justo, por su culpa, por su vómito, todo se aclaró. Lo que, si se
acuerda, es que el hijo que duerme a su lado heredará a su padre…, el
renombrado promotor, tenía mucha plata.
Lo arropó con amor, pero no pudo evitar la tristeza: tarde o temprano
se lo tendrá que decir.
Supuso que cuando el chico averiguara por su cuenta, o comprendiera
que ella fue la que lo mató, se lo tendrá que decir.
Y se lo dijo, en voz baja, sin que nadie la sintiera, sabiendo que en
algún momento tendrá que decírselo y ser escuchada:
-Hijo, tu padre era un estúpido.














MALAS DECISIONES
El colectivo viejo y ruidoso. Gastado como sus ocupantes, pensó la
mujer. El barrio por donde se adentraba tampoco ayudaba a mejorar el
ánimo de nadie. A través de la suciedad del vidrio percibía las casas
chatas, precarias, la mayoría sin revocar, negocios pequeños, mal
iluminados, donde las mercaderías se ofrecían en carteles escritos a
mano.
Se quedó pensando en los alambrados de las casas. Cuando se
colocan, para delimitar las precarias propiedades, son como
prometedores, nuevos, lustrosos. Es hermoso verlos brillar con las
gotas de lluvia, parecen bailar de alegría. El paso del tiempo, o el
descuido, los hace un motivo más de desazón. Las lluvias aflojan los
postes clavados en la tierra, haciendo que todo el alambrado se
incline, los alambres formando combas, se oxidan, ya hasta las gotas
de rocío parecen sucias.

“Por suerte conseguí sentarme”. En cuanto lo pensó, se dio cuenta que


ese pequeño logro, más que alegrarla la entristecía, muy poca cosa,
tan poca, que es para llorar.
Volvía de trabajar. Trece horas antes tomó un colectivo más o menos
igual de cochambroso, en sentido contrario, y comprobó con pena,
dolor y resignación que prefería el trabajo a estar en su hogar.
“¿Hogar? ¿Qué es un hogar?”
En su casa, que ya no sentía que era suya, la esperaban sus cinco
hijos y el marido. Tampoco sabía si realmente la esperaban, solo
estarían.
“¿Esta es mi vida? ¿Qué hice? ¿Qué hago mal? Este segundo que me
tomo para pensarlo es único e irrepetible, no tendré nunca más ese
instante, ya está, se fue, lo único que puedo es tratar de cambiar los
próximos. ¿Podré? ¿Cómo?”

La mujer todavía joven, se la veía cansada, con ropas muy usadas, sin
pintura, el pelo con algunas incipientes canas, la comisura de los
labios para abajo, su frente con arrugas, y a pesar de que en sus ojos
todavía brillaba cierta frescura, la amargura dominaba su rostro.
Veinte años atrás, se casó ilusionada y esperanzada de cumplir el
sueño que prometían las revistas de moda. Tendría hijos, una casita de
ladrillos, en un barrio amable donde por la tarde saldría a tomar unos
mates con su marido y a charlar con los vecinos.
“¿Qué pasó? Era fácil, lo único que había que hacer, era mantener la
casa limpia, los chicos educados, al marido contento, buena comida,
buena cama, y el resto se daba solo.”
Hizo lo que todas sus amigas, lo que le aconsejaba su madre, lo que
debía. Se puso de novia con el Ramón, sus amigas se lo envidiaban:
lindo, trabajador, jamás le escuchó siquiera una palabrota. Se casó
enamorada, y a medida que el tiempo pasaba, las cosas se fueron
dando, todo lento, con dificultad, con mucho trabajo, siempre con la
permanente esperanza de mejorar, de que con el tiempo el sueldo de
su compañero en la fábrica mejoraría.
Hijos, en su momento una alegría que difícilmente pueda volver a
sentir.

Recordaba cuando lo despidieron a Ramón, la época era muy mala, lo


único que se conseguía eran trabajos esporádicos, sin futuro.
“¿Qué debería haber hecho?; ¿Tuve la culpa? ¿No debería haber
salido a trabajar?” Sabía, era consciente de que a su marido le
molestaba que ella fuera la que mantenía la casa. Pero ganaba más
limpiando baños ajenos cuatro días a la semana, que Ramón 14 horas
diarias.
“¿Qué tenía que hacer? ¿Dejar que los chicos no comieran para que él
no se sintiera mal?”
Llegó un momento en el que el marido se dio por vencido, sólo
conseguía changas, mal pagadas, semanas sin nada. Comenzaron a
endeudarse, luego fue sencillamente perder lo conseguido. El terreno
que con tanto sacrificio fueron pagando, se perdió y con él la casilla.
Alquilar; más deudas, por suerte le prestaron una casa, que poco a
poco se convirtió en hogar, hasta ahora.
El daño era irreversible, Ramón comenzó a beber, poco a poco su
degradación, su depresión se hizo más y más grave.

Volver a casa. Todos los días lo mismo. Encontrar a su esposo en el


mejor de los casos durmiendo, la mayoría de las veces, borracho,
agresivo, pidiendo –exigiendo- ser atendido. Los chicos, los más
pequeños, sucios, mal comidos, imitando al padre con su vocabulario
soez, despectivo. Los más grandes indiferentes a todo.
Ya hacía muchos años que abandonó el inútil intento de recomponer
su pareja, lo consideraba un caso perdido. Alguien le comento que con
un buen tratamiento sicológico podría mejorar. Económicamente
imposible. Gracias que podían comer.
¿Es todo, esta es y será el resto de mi vida? ¿No hay alternativa?
Estaría mejor sin el Ramón, seguro podría educar mejor a los chicos
sin la influencia negativa del padre, el magro sueldo que cobra podría
alcanzarme mejor ya que no tendría el gasto del marido, y hasta podría
pensar en conseguir una nueva pareja que la ayude un poco con la
casa y los gastos.
Lisa y llanamente “sacárselo de encima”. Lo pensó y le dio pena y
ternura, fue su compañero por veinte años, es el padre de sus hijos.
Sin embargo, ya no lo es, ya no es “su hombre”, ya no aporta, no
educa, no sirve para nada, más bien es un ancla que no deja avanzar
ni a ella ni a los chicos.
Había consultado en el tribunal de familia. Gracias que la atendieron,
después de esperar cuatro horas, perder el día de trabajo. Lo que le
dijeron era para reírse: Usted debe hablar con su esposo, debe
convencerlo para que deje la bebida. También puede hacerle juicio por
alimentos, para que trabaje.
¿Y si no quiere? Y bueno señora debe insistir…
Es increíble, pero estoy deseando su muerte, más increíble aún es que
no me escandalizo de mis propios pensamientos. Más todavía, creo
que soy capaz de cualquier cosa.

Recordó que varios veranos, de chica, estuvo en una estancia donde


unos parientes eran puesteros. En una oportunidad debieron sacrificar
un caballo ya viejo. Le explicaron con sencillez que ya no servía,
mantenerlo costaba dinero, no podían darse el lujo de
sentimentalismos. Que feo, pero su pareja costaba, mucho, muchísimo
más de lo que podía soportar. Hasta pensó con cierto sarcasmo que
era una obligación de su parte, como deber para con sus hijos.
Se bajó del colectivo tranquila, por lo menos ya tenía una alternativa,
debía buscar una mejor, pero de no encontrarla, era una posibilidad,
por lo menos eso…





















TENGO UN PROBLEMA

Me desperté sobresaltado. No hay duda: es mi hijo en la
habitación de al lado que llora.
Tiene siete años, y llora. Me acerqué y le pregunté
- Nada una pesadilla.
Pero era algo más. Insistí y me pregunta: “¿Me voy a morir?”
Sé que no debo mentir. (¿Sé que no debo mentir?) Llora, y
espera algo de mí.
Por supuesto que trato de calmarlo con que falta mucho, y
tonterías más o menos parecidas, pero el consuelo no llega.
(No puedo evitar pensar que la muerte llega primero).

¿Qué le digo? Yo soy ateo o agnóstico... Lo importante es
que no creo en Dios. Miento, aún más terrible: no creo en
algo después de la muerte.

- ¿Cuándo la gente se muere, nunca más se despierta?

¿Cómo se explica lo absolutamente inexplicable?
El concepto de “nunca más” ya es un contrasentido. Está
emparentado con la idea de infinito. ¿Qué es el infinito?
Lo usamos para definir, el universo o el tiempo, “nunca
comienza, nunca acaba”
No es humano. Es un concepto que no tiene cabida en
nuestra manera de razonar, y para peor, instintivamente no lo
podemos visualizar. Insisto, no es humano.
No se puede concebir la idea de que una cosa, cualquier
cosa, por ejemplo, el espacio, o el tiempo, no tengan fin.
Desde el primario, nos enseñan: ancho, alto, largo, tiempo.
Todas las cosas terminan; comienzan. Claro, la pregunta es
qué hay después del final, o qué había antes.

Me sigo preguntando, ¿qué le digo?
Lo normal es temer a la muerte, también a lo desconocido,
pero aun aceptando esto, cómo hacemos para que nos entre
en la cabeza, la idea de no estar para siempre. Todo ocurrirá
sin nosotros. Para siempre... El solo tratar de pensar en el
“para siempre” da vértigo.
Tal vez –me ilusiono- sea justamente eso: el no poder
explicar algo, puede ser por dos motivos, o que nos faltan
elementos, que con el tiempo y el estudio por fin se pueda. O
por que nos falta una base, un plano de razonamiento, como
una dimensión. Y es ésta, la que descubrimos luego de
muertos... Sé que es muy pobre consuelo, pero algo es algo.
Por supuesto no puedo explicarle a mi hijo de siete años, un
concepto como éste. Ni yo mismo puedo expresarlo
correctamente. (¿Es un razonamiento, o una esperanza?)

Lo único que se me ocurre es darle el mismo consejo que me
dio mi padre, cuando era yo el que lloraba:
- Se que es duro, que es terrible, pero seguí pensando en
lo mismo, pensá mucho, dale mil vueltas, seguí
pensando, en algunos momentos te vas a desesperar,
llorá con ganas, no es tan malo. Después de mucho
pensar, te acostumbras, o te cansas y al final te dormís...
Y mañana …, ya no es tan terrible.

Sé que es un consejo sin sentido, tonto, la prueba está que la
idea de morirme me sigue aterrorizando, aun después de
más de treinta años de ponerlo en práctica... O tal vez no, a
fin de cuentas, sigo viviendo y estoy seguro, de que mañana
cuando relea esto, no sentiré el mismo vació en el estómago
–por miedo– que tengo en este momento.
A lo mejor por cansado, o porque me quedé a su lado, o por
las dos cosas, o incluso por el consejo, después de un rato,
se quedó dormido, sin sobresaltos, sin arrugas en la frente,
como duermen los chicos.

¿Y yo? Tengo un problema.






















MI PEOR PESADILLA
Con mis sesenta y pico de años, son muy pocos los sueños
que recuerdo, y casi ninguna pesadilla. De la que no me
olvido más es de una muy reciente. La peor.
En el sueño, recordé lo que sentí en una oportunidad, cuando
tenía 17 o 18 años.
Fue en un baile, en casa de unos amigos. Yo estaba con una
chica de más o menos mí misma edad, pero con un poco
más de “experiencia” en cuestiones de relaciones entre niñas
y niños. La imagen que tengo de ella es que era muy bonita,
deseada por todos mis amigos, desconocidos y allegados. Si
bien habíamos salido varias veces, de alguna manera no me
correspondía totalmente, lo que hacía que mi interés,
aumentara.
A mis insinuaciones o directamente propuestas, me
contestaba con evasivas, o promesas futuras.
Esa noche de verano, estaba con un vestido de una tela que
se pegaba al cuerpo. Al ver la cara de mis amigos mirándola,
confirmé que no era el único interesado.
Sostengo que los celos son una manifestación de
inseguridad, no se es propietario de nadie, sin embargo y
muy a pesar de mis convicciones, no pude evita sentirlos.
Lo primero que me impactó, al tomarla de la cintura para
bailar, fue su perfume. Ya esto solo, me perturbó
sobremanera, luego el sentir su cuerpo pegado al mío, sus
piernas entre las mías, donde la tela del vestido le daba más
sensualidad al contacto, fue directamente maravilloso.
Recuerdo mi sorpresa al descubrir, que más que una
excitación puramente sexual, sentí la necesidad de cariño, de
una caricia, ¿de amor?
En el “tocadiscos” comenzó a sonar un tema muy romántico,
donde la intérprete le confesaba un amor eterno e
incondicional a su amante.
No sé si fue el momento, la música, o que la señorita de mi
desvelo adivinara, pero comenzó a recitarme en un susurro
junto a mi oído, con voz ronca, la letra de la canción.
El perfume, su aliento en mi oreja, su cuerpo pegado al mío,
su mano en mi nuca, el susurro con que recitaba, la letra de
la canción…
Lo que en ese momento sentí: la enorme alegría de ser
correspondido, la sensación de seguridad, el poder
abandonarme totalmente en el otro, la excitación sexual
pronta a ser satisfecha, todo eso y mucho, mucho más, sentí
soñando.
Cuando desperté fue con una horrible sensación. Lo que
soñé, era un recuerdo real, vivido…, hacía demasiado
tiempo. Una pesadilla.


LA CURVA DE LA MUERTE
Ya hacía un rato largo que manejaba y charlaba con mi hermano en
una ruta de la provincia de Buenos Aires. Campo y cielo, aburridos de,
justamente, campo y cielo.
Me avisó que debía bajar la velocidad, pues unos cientos de metros
más adelante una curva se caracterizaba por peligrosa. Cabe destacar
que mi hermano, Ingeniero trabajó por cuarenta años en la obra
pública, y entre otras cosas fue el director técnico de ésta ruta y
obviamente la conocía del derecho y el revés.
Efectivamente, más adelante una curva muy cerrada, obligaba a bajar
considerablemente la velocidad.
El año pasado se mataron dos tipos en esta curva, se nota que no
vieron el cartel que aconsejaba bajar la velocidad, me comentó.
-¿Pero teniendo tanto campo, no podían hacer la ruta más derecha?
-Solo ves campo, pero alrededor nuestro son todos bañados, lagunas
pantanos, etc. Era muy caro, resultaba mas barato poner unos buenos
carteles y guardarrail.
-Los carteles los vi, pero del guardarrail, nada.
-No lo pusieron, costaba N Pesos.
-A ver dos vidas son mucho más que N Pesos.
-Si es verdad, más aún por estadísticas se supone que en los
próximos tres años, morirán otras tres personas.
-¿?
-Cuando se hizo la ruta, la provincia tenía un presupuesto acotado, no
se podía gastar indiscriminadamente …, en realidad como siempre.
-Pero la vida está por encima de cualquier presupuesto.
-Justamente: Se eligió comprar un equipo de terapia intensiva para
niños, costó N Pesos. En los últimos tres años se atendieron 15
chicos.
-Pero eso es jugar a ser Dios, el estado decide quien se salva y quien
no.
- y ….
-Que imbéciles que no vieron el cartel no?

También podría gustarte