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Presentación para el quinto

encuentro:

Capítulos 10 y 11
El plusvalor relativo

La posibilidad de incrementar el plusvalor


extendiendo la jornada encuentra límites: la
biología (no es posible extender la jornada más
allá de cierto tiempo del día sin atendar contra
la reproducción de la fuerza de trabajo) y la
resistencia de la clase obrera. Se impone la
búsqueda de otros mecanismos para aumentar
la apropiación de plusvalor.
La jornada de trabajo, como vimos, se divide en
un tiempo de trabajo necesario (durante el cual la
fuerza de trabajo produce un valor equivalente al
que recibirá como pago, es decir, a lo que vale
esta) y un tiempo excedente, durante el cual
produce plusvalor para beneficio del capitalista.
Si no resulta posible alargar la jornada laboral, se
hace necesario, para aumentar la plusvalía,
reducir el tiempo de trabajo necesario.

Si la jornada es de 8 horas y el valor de la fuerza


de trabajo requiere 6 horas de trabajo social, el
plusvalor será producido durante dos horas de
cada jornada.
Si el valor de la fuerza de trabajo se reduce al
equivalente a 5 horas, el plusvalor aumentará
50 % (será el equivalente a 3 horas).
Una parte del tiempo que hasta ahora el obrero
empleaba para sí mismo (trabajo necesario), se
convierte en tiempo de trabajo para el capital
(trabajo excedente). No se modifica aquí la
extensión de la jornada de trabajo sino su
distribución entre trabajo necesario y trabajo
excedente o entre trabajo necesario y
plustrabajo.
Entiéndase, no estamos hablando de que los
capitalistas “defrauden” a los obreros
imponiéndoles un salario por debajo del valor
de su fuerza de trabajo, es decir, uno que los
obligue a un consumo por debajo de las
necesidades sociales históricamente
establecidas. Por supuesto, esto es algo que los
empresarios hacen cada vez que se les
presenta la oportunidad.
En palabras de Marx:  “en este caso estaríamos
ante la reducción del salario por debajo del valor
de su fuerza de trabajo”. El plustrabajo
aumentaría “mediante la violación de sus límites
normales” por el “el despojo confiscatorio en los
dominios del tiempo de trabajo necesario”. Marx
lo descarta “a pesar del importante papel que
desempeña este procedimiento en el movimiento
real del salario”, porque mantiene el supuesto de
que las mercancías, incluyendo la fuerza de
trabajo, se compran y venden a su valor.
De lo que hablamos acá es del mecanismo por el
cual, sin dejarles de pagar a los trabajadores un
salario acorde a dichas necesidades, estas
resulten abaratadas.
Recordemos que el trabajo necesario es aquella
parte de la jornada laboral en la que los obreros
producen un valor equivalente a los bienes
necesarios para mantenerse ellos y su familia.
De modo que los capitalistas pueden reducirlo
solo si logran que los bienes incorporados en el
salario, o bienes salario, requieran menos
tiempo de trabajo socialmente necesario para
su elaboración. O sea, que baje su valor.
Para que esto efectivamente suceda es preciso
que se opere un aumento en la fuerza
productiva del trabajo.

“Tiene que efectuarse, por ende, una revolución


en las condiciones de producción de su trabajo,
esto es, en su modo de producción y por tanto
en el proceso laboral mismo”.
Veamos acá la definición más restringida de
“modo de producción” que da Marx.

Acá no habla de “modo de producción” en el


sentido caracterizar una formación social, es
capitalismo, por oposición a otras (feudalismo,
esclavismo). Sino de las formas de organización
del trabajo y cómo estás se modifican (siempre
bajo relaciones capitalistas de producción) por
el cambio en las fuerzas productivas.
Dice Marx que “hasta aquí habíamos supuesto
que el modo de producción estaba dado”. Pero
“para la producción de plusvalor mediante la
transformación de trabajo necesario en
plustrabajo, de ningún modo basta que el
capital se apodere del proceso de trabajo en su
figura históricamente tradicional o establecida y
se limite a prolongar su duración”. El capital
“tiene que revolucionar las condiciones técnicas
y sociales del proceso de trabajo, y por tanto el
modo de producción mismo”.
El plusvalor absoluto es el producido mediante la
prolongación de la jornada laboral.

Es plusvalor relativo el que surge de la reducción


del tiempo de trabajo necesario y del
consiguiente cambio en la proporción de
magnitud que media entre ambas partes
componentes de la jornada laboral.
Para que aumente la plusvalía relativa es
necesario el abaratamiento (disminución del
tiempo de trabajo socialmente necesario) en la
producción de los bienes que son medios de
subsistencia. De este modo, las y los
trabajadores de cualquier rama necesitarán
menos tiempo de trabajo para producir el
equivalente al valor de esa canasta. Por esta
vía, disminuye el valor de la fuerza de trabajo.
“Pero el valor de una mercancía no se determina
solamente por la cantidad de trabajo que le
confiere su forma definitiva, sino también por la
masa de trabajo contenida en sus medios de
producción”.

Una mercancía puede abaratarse sin que


cambien sus condiciones de producción, si cae
el valor de la materia prima para hacerla o de
las máquinas y herramientas con las que se
confecciona.
El abaratamiento en ningún caso es el resultado
de una decisión planificada de la clase
capitalista, lo que resultaría imposible en un
modo de producción donde las decisiones de
inversión son tomadas por una infinidad de
empresarios de forma independiente. Lo hace
posible el esfuerzo de los capitalistas que
producen los “bienes salario” por abaratar su
mercancía, para vencer en la lucha de la
competencia a otros empresarios que elaboran
los mismos bienes.
Marx introduce acá determinaciones de un nivel
más concreto, a las que no volverá hasta el
tomo 3. La esfera de los múltiples capitales
compitiendo. El tomo I aborda “el capital en
general”, haciendo abstracción de que en
realidad el capital solo existe como múltiples
capitales.
Marx explica así esta decisión metodológica: “No
hemos de considerar ahora el modo y manera
en que las leyes inmanentes de la producción
capitalista se manifiestan en el movimiento
externo de los capitales, cómo se imponen en
cuanto leyes coercitivas de la competencia y
cómo, por tanto, aparecen en cuanto motivos
impulsores en la conciencia del capitalista
individual”.
Continúa: “el análisis científico de la competencia
sólo es posible cuando se ha comprendido la
naturaleza intrínseca del capital, así como el
movimiento aparente de los cuerpos celestes
sólo es comprensible a quien conoce su
movimiento real, pero no perceptible por los
sentidos”. A comprender esta “naturaleza
intrínseca” está dedicado el tomo I. Pero por un
momento Marx necesita introducir la
competencia.
Dice el marxista Anwar Shaikh que la
competencia entre los capitalistas es como una
guerra. El cambio técnico que hace la
producción de mercancías más barata, permite
a unos robar cuotas de mercado a otros o
incluso destruir a los competidores, es el arma
principal en ella.
Tomemos el siguiente ejemplo.

En la industria del pan, cada capitalista necesita,


para producir 100 kg de pan, realizar los
siguientes desembolsos:

$ 1.900 en harina, levadura, sal, y otras materias


primas.
$ 100 de desgaste de su maquinaria.
Contrata 2 trabajadores a los que paga $ 250
cada uno por jornada.
La jornada laboral es que 8 horas de las cuales 4
están dedicadas a la producción del valor
equivalente a la fuerza de trabajo (100 % de
plusvalor).

Es decir que al cabo de la jornada cada capitalita


desembosa un capital constante de $ 2.000, un
capital variable de $ 500, y obtiene un producto
de $ 3.000 ($ 500 de plusvalor).
El producto son 100 kilos de pan, cada kilo tiene
un costo entonces de $ 30.

Supongamos que hay 10 productores y que


tienen iguales gastos.

Ahora, uno de ellos aplica una mejora y duplica


su productividad.
Supongamos, para simplificar, que logra producir
200 kilos de pan en la jornada, y que para
hacerlo tiene que gastar el doble en maquinaria
e insumos:

$ 200 de deterioro de las máquinas y $ 3.800 de


insumos.
Pero la fuerza de trabajo es la misma, porque se
duplicó la productividad del mismo trabajo
realizado. Entonces, gasta $ 500 de capital
variable.
Tenemos entonces:

$ 4.000 de capital constante


$ 500 de capital variable
$ 5.000 de producto.
Cada kilo le costaría $ 25 en vez de $ 30.

Este es su “valor individual”. Porque este


capitalista bajó su costo pero los otros 9 no.
Pero, advierte Marx: “El valor real de una
mercancía, sin embargo, no es su valor
individual, sino su valor social, esto es, no se
mide por el tiempo de trabajo que insume
efectivamente al productor en cada caso
individual, sino por el tiempo de trabajo
requerido socialmente para su producción”.
Este capitalista innovador produce a $ 25 pero
vende por arriba de ese “valor individual”.
Seguramente, tampoco venderá a $ 30, porque
como hay más producción, el precio podrá
descender. “para vender el producto de una
jornada laboral necesitará una demanda
duplicada, o sea un mercado doblemente
grande. Si las otras condiciones se mantienen
incambiadas, sus mercancías sólo conquistarán
un mercado más amplio si reducen sus
precios”.
Supongamos que vende a $ 28.

En ese caso tendríamos: ingreso total $ 5.600

Desembolsos totales: $ 4.500

Es decir que su plusvalor pasó de 500 a 1.100.


Tuvo un aumento de 120 %.
El capitalista innovador puede lograr esto en la
medida en que sus competidores todavía no
le siguieron los pasos.

Se aprovecha de que el valor social, que es el


único real, es más elevado que su valor
individual, el que surge de sus condiciones más
eficientes.
Es como si los dos trabajadores que operan bajo
su mando, en vez de producir un valor total de
1.000 durante su jornada, produjeran uno de
1.600.

Pero sabemos que el trabajo socialmente


necesario, en un determinado tiempo siempre
produce la misma cantidad de valor. ¿Por qué
acá ocurre otra cosa?
Marx explica así esta aparente contradicción: “El
trabajo cuya fuerza productiva es excepcional
opera como trabajo potenciado, esto es, en
lapsos iguales genera valores superiores a los
que produce el trabajo social medio del mismo
tipo”. Pero sus trabajadores siguen recibiendo lo
mismo: $500 en nuestro ejemplo. “El capitalista
que emplea el modo de producción
perfeccionado, pues, anexa al plustrabajo una
parte mayor de la jornada laboral que los demás
capitalistas en la mima industria”.
Este plusvalor que surge del trabajo potenciado,
Marx lo define como “plusvalor extraordinario”.

Pero este “desaparece no bien se generaliza el


nuevo modo de producción”.

Cuando todos los capitalistas imitan al panadero


innovador (y tienen que hacerlo obligadamente
para no desaparecer) su ventaja inicial se
esfuma.
Una vez que todos los panaderos lo imitan, la
nueva norma de la industria será:

$ 200 de desvalorización de maquinaria;


$ 3.800 de materia prima e insumos.

El valor de la producción será de $ 5.000 para


cada capitalista que trabaja con dos
trabajadores, porque como siempre cada
jornada laboral produce el mismo valor social.
El kilo de pan sale ahora $ 25. Pero, ¿qué pasó
con el valor de la fuerza de trabajo y el
plusvalor?

Si el pan es un bien que entra en la canasta de


consumo, ahora que cayó su valor, caerá
también el valor de la fuerza de trabajo, y por lo
tanto aumentará el plusvalor relativo.
El pan redujo su valor de $ 30 a $ 25 (un 17 %).
Si suponemos que, de las cuatro horas de la
jornada laboral, 1 hora equivalía a gasto de pan,
ahora esto se reducirá. En vez de una hora,
serán necesarios 50 minutos para que la fuerza
de trabajo produzca su ración diaria de pan.
Esto significa que en todas las ramas de la
producción, toda la fueza de trabajo, deberá
dedicar 10 minutos menos de su jornada laboral
a producir el equivalente a su valor, gracias a
que se redujo el valor del pan. En nuestro caso,
ahora tenemos 3 horas 50 minutos de trabajo
necesario, y 4 horas 10 minutos de plustrabajo.
O sea que:

Valor del producto $ 5.000


Capital constante$ 4.000
Capital variable: $ 479 ($ 21 menos por la
reducción del valor del pan)
Plusvalor: $ 520
Con solo un modesto abaratamiento en el valor de
uno de los productos que ingresa en la canasta de
consumo, el plusvalor aumentó de $ 500 a $ 520
por cada jornada.

Si supusiéramos que todas las mercancías que


entran en la canasta caen simultáneamente, todas
a la mitad de su valor anterior, tendríamos en
cambio, en nuestro ejemplo, que el valor que debe
pagar el capitalista por la fuerza de trabajo cae de
$ 500 a $ 250, y el plusvalor pasa de $ 500 a $
750.
La secuencia entonces es:
-uno o unos pocos capitalistas aumentan su fuerza productiva y
abaratan su precio individual; no varía el valor social de la
mercancía. Los innovadores se benefician de un plusvalor
extraordinario;
- la mayor oferta y la presión de los innovadores deprime los
precios. Los capitalistas rezagados deben imitar a los
innovadores so pena de desaparecer;
- se generaliza la nueva técnica. Desaparece la ventaja de los
innovadores, y el nuevo valor social disminuye. Ya no hay
plusvalor extraordinario. Si el bien integra la canasta de la
fuerza de trabajo, caer el valor de esta. Lo hace en proporción al
peso que tenga este bien abaratado en su canasta. Esta
reducción disminuye la proporción de la jornada dedicada a
reproducir el valor de la fuerza de trabajo. Aumenta entonces el
El proceso de competencia, obtención de
plusvalor extraordinario por parte de los
innovadores e imitación de los competidores
ocurre en todas las ramas, y en todas lleva a
abaratar la mercancía. Pero solo cuando se
trata de un bien que entra en el consumo de la
fuerza de trabajo esto lleva a una reducción del
valor de la misma. Sino, simplemente
desaparece el plusvalor extraordinario de los
innovadores sin que se genere un plusvalor
relativo para toda la clase capitalista.
Una vez analizada la dinámica que empuja a
producir el plusvalor relativo, Marx analiza en
los capítulos siguientes, 11, 12, y 13, cómo el
apoderamiento del modo de producción al que
hace referencia al comienzo de este capítulo
por parte de los capitalistas, cambia la relación
con la fuerza de trabajo.
Si la relación capitalista de por sí implica una
subordinación de la fuerza de trabajo, una
conversión de la misma en mercancía que es
propiedad del capital, y en ese sentido está en
una situación de igualdad con el resto del capital
(es tan propiedad como las máquinas o los
insumos), esta es inicialmente una subsunción
solo formal.
El desarrollo de las fuerzas productivas, la
revolución de la técnica, conduce a un proceso
que Marx va a definir como de subsunción real.

El capital aumenta sus atribuciones en definir


cómo se produce, pautar los ritmos, etc., en
detrimento de la fuerza de trabajo.

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