La unidad interior, alcanzada en la primera fase de la existencia consagrada, es
un activo valioso para encarar la etapa siguiente, comprendida aproximadamente entre los cuarenta y los sesenta años. Dentro de ella sobreviene una crisis humana y espiritual de caracteres formidables. Con variada intensidad, con expresiones abiertas o encubiertas, esta crisis alcanza a todos.
1. Descripción de la crisis
Influye desde luego la precariedad de los logros pastorales. Influyen
asimismo las decepciones que vamos acumulando a lo largo de la vida. Tiene también su peso la propia experiencia espiritual. Contribuye asimismo a este panorama la aridez espiritual. La desolación se vuelve más aguda cuando la persona lleva a cuestas una fatiga provocada por deseos evangélicos o apostólicos desmesurados, por excesiva implicación en los problemas de los demás, por insuficiente atención a las necesidades propias, por planteamientos religiosos poco vivenciales y muy ideológicos.
2. Sentido de la crisis
Descubre en ella, en primer lugar, una aguda experiencia de la limitación
humana. La conciencia teórica de limitación se vuelve experiencia práctica de limitaciones. La experiencia de la limitación propia y ajena engendra crisis 1 de esperanza. Debajo de esta crisis de esperanza late todavía algo más profundo: una crisis de sentido. ¿Tiene sentido empeñarse? ¿Vale la pena ilusionarse con las personas y los proyectos? ¿No es un absurdo entregar la vida a estos menesteres? ¿No es un voluntarismo ciego, estéril y fatigante, incapaz de aceptar el principio de la realidad?
3. Las salidas
Una de ellas es la «diversión».
Otro de los escapes socorridos es la «re-versión». También es posible la huida hacia la «sub-versión». Emprendemos este camino cuando, ignorando más o menos interesadamente el origen interior y la naturaleza existencial de nuestro malestar, pretendemos encontrar la causa del mismo en factores exteriores. Existe aún una cuarta salida engañosa la «extro-versión». Entonces el cambio aparece como la solución.
4. La tarea espiritual: aceptar a Dios como Dios
Di-versión, re-versión, sub-versión, extro-versión no son, en este caso, sino
falsas escotillas que nos alejan de la verdadera salida: la conversión. Este encuentro hace que Dios se nos haga real: Adoratrices
a) Confiarle nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro
Si la decepción respecto a nuestro pasado es un componente de la crisis que
suscita en nosotros reproches y remordimientos, la aceptación real de Dios nos conduce a depositar confiadamente este pasado en manos de su misericordia. Confiar a Dios nuestro presente lleva dentro de sí la experiencia de su cercanía activa y amorosa. Confiar a Dios nuestro futuro es renunciar a labrárnoslo para asumir y aceptar el futuro que Dios quiere de nosotros.
b) Esperar pacientemente
Aceptar a Dios como real y como Dios comporta asimismo esperar
pacientemente su discreta y progresiva manifestación.
c) Optar por Dios
Aceptar a Dios es, en fin, consolidar la opción por Dios convirtiéndola en
pasión por Él.
5. Mitad de la vida y espiritualidad
a) Una crisis orientada a la aceptación del carácter teocéntrico y cristocéntrico
de la vida cristiana, ha de conducir al consagrado a asumir esta dimensión en su vida espiritual y ministerio. 2 La fidelidad a Dios se convierte entonces no simplemente en una regla de nuestra vida, sino en un motivo, es decir, en algo que alimenta, sostiene y alegra nuestra entrega diaria.
b) Una crisis que nos hace doloridamente conscientes no ya de nuestras
limitaciones sino de nuestra limitación, es asimismo una oportunidad favorable para asimilar mejor nuestra humilde condición apostólica de órganos de una salvación que es de Dios y de su Cristo.
PARA LA REVISIÓN PERSONAL O GRUPAL
1) ¿Experimento en mi vida algunos de los signos de crisis descriptos
(decepción, limitación, precariedad, aridez, fatiga, crisis de sentido)? ¿Cómo los vivo? 2) ¿Te das cuenta que has buscado alguna o varias de las salidas que podemos calificar como “huidas” (diversión, reversión, extroversión, subversión)? ¿Te has planteado la salida de la “conversión”? 3) ¿Confías totalmente tu pasado, presente y futuro a Dios? ¿En qué lo notas? ¿Sabes esperar los tiempos de Dios o te domina la ansiedad? ¿Quieres renovar tu opción por Dios existencialmente? 4) ¿Cómo crees que tiene que ser de ahora en más tu vida espiritual? 5) Algunas citas que pueden iluminar: Mt.4,1-11; Jr.17,7-8; 1Cor.10, 12-13; Jn.16,20-22.