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INFORME SOBRE LA CARTA ENCÍCLICA

VERITATIS SPLENDOR

Monasterio Inmaculada Concepción


Socorro-Santander

La carta encíclica de su santidad San Juan Pablo II comienza enfatizando aquella


gracia sublime que ha recibido el hombre creado a imagen y semejanza de Dios,
para alcanzar su salvación por la fe en Jesucristo nuestro Señor. Dicha salvación
se consigue mediante la obediencia libre a la verdad que Dios mismo ha infundido
en el corazón de los hombres, pero como consecuencia de la primera caída
instigada por el tentador, se ha hecho más difícil para el ser humano seguir aquel
resplandor emanado del rostro de Cristo. Aun así sigue muy vivo en el corazón del
hombre aquella llama inquietante, que lo invita a cuestionarse sobre las realidades
esenciales de su existencia para alcanzar aquella verdad en plenitud. Y es
precisamente Jesús el modelo a seguir en aquel propósito de descubrir la
grandeza de nuestra propia vocación, e igualmente él es, quien ilumina a la Iglesia
y a sus pastores para que sean sus pregoneros en tan alta misión.

La Iglesia ha recibido en custodia el deber de manifestar en nombre de Cristo y


con la asistencia del Espíritu Santo una enseñanza moral dentro de la “sana
doctrina”, que ayude a comprender mejor los diversos ámbitos de la vida del
hombre. Pero dicho deber hoy en día se ve ofuscado por influencias relativistas
aún dentro de la misma comunidad cristiana, que buscan desintegrar así el
binomio existente entre fe y moral. De allí surge la necesidad de publicar esta
carta encíclica que desea acentuar una enseñanza moral basada en la sagrada
Escritura y Tradición viva de la Iglesia, mostrando al mismo tiempo el riesgo de
dilapidar tales valores inmutables en sí mismos.

CAPITULO I
CRISTO Y LA RESPUESTA A LA PREGUNTA MORAL

Este capítulo desea poner de manifiesto la gran respuesta a la pregunta moral


basándose precisamente en el relato bíblico del joven rico (Mt 19,16-30), donde
queda desvelado por así decirlo, el deseo del hombre que tiende hacia el bien,
hacia la verdad y la rectitud, que va mas allá aun del simple cumplimiento de las
reglas, que hechas sin una profunda convicción no bastan para saciar aquel
anhelo. Y es la Iglesia la encargada de ayudar a que los hombres se encuentren
con Cristo, pues él en efecto, es el único capaz de dar una respuesta plena de la
verdad, que no es otra que él mismo en persona; Jesús le da el auténtico sentido
a la ley, la cual sin él no transciende hacia la integral vocación del hombre.

Nos solemos cuestionar acerca de lo bueno y Jesús nos indica en el evangelio


“Nadie es bueno sino sólo Dios” (Mc 10, 18; Lc 18,19), señalando así a Dios
mismo como autor de todo lo bueno y bondad personalizada. De allí que la
búsqueda de un auténtico camino moral, nos conduzca al reconocimiento de Dios
como fuente de nuestra felicidad, siendo nuestro fin el hacer de nuestras vidas una
“alabanza de la gloria” de Dios, como respuesta agradecida a las manifestaciones
gratuitas de su amor. Los mandamientos en este sentido son una alineación que
nos muestra la exigencia del reconocimiento de Dios como nuestro único y
absoluto, he aquí el corazón y sentido mismo de la ley, cuyo cumplimiento mismo
es un don de Dios.

Desde los orígenes de la creación Dios ha inscrito en cada uno de los corazones
esa ley natural que nos hace discernir lo bueno de lo malo, luego brinda el
decálogo a Israel llamándolo a ser un pueblo santo entre los demás pueblos,
convirtiéndose así en signo de la alianza nueva que sustituirá a la ley del pecado.
Si en el antiguo testamento los mandamientos buscaban fomentar el deseo de la
tierra prometida, cobran su más alto sentido en el nuevo testamento apuntando en
miras a la vida eterna.

Sin olvidar este otro binomio existente entre el amor a Dios y al prójimo, Jesús
manifiesta ampliamente cómo los mandamientos del decálogo no terminan con el
cumplimiento puntual de cada uno de ellos, si no más aún se expanden en un
horizonte que lleva a una vivencia radical y profunda; aquí las bienaventuranzas
serian esa brújula que indican aquella interpretación auténtica que el Señor desea
darle a la ley, pero como dice en la carta encíclica: “Para hacerlo se necesita una
libertad madura («si quieres») y el don divino de la gracia («ven, y sígueme»)”

Llamados a la libertad, solo encontraremos el culmen de nuestro deseo en la vida


eterna, pues mientras vivimos en este mundo experimentamos constantemente
nuestra propia fragilidad y debilidad. Sin confundir el verdadero significado de
aquella “libertad” la acentuamos en nuestra vida al encontrar su conexión con los
mandamientos, por el contrario nos alejamos de ella cuando vemos la ley como
una supresión de la misma. Dicha vocación al amor perfecto está abierta a todos
los hombres sin exclusión ni distinciones de ninguna clase, Jesús vino a
manifestar el modo concreto del amor a Dios y al prójimo, en la hermandad que
hemos recibido de Él, a ser llamados “hijos de Dios”.

Cristo nos enseña con su propia vida, nos llama a imitarle y ser sus discípulos, y
precisamente éste es el centro de toda la moral cristiana: Seguir a Jesús.
Adherirse a Él por la fe, reproduciendo en nosotros su amor al Padre y al prójimo
desde un amor oblativo y sin reservas, así como Él mismo nos lo mostró con su
ejemplo dándonoslo como un nuevo mandamiento: «Os doy un mandamiento
nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os
améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois
discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros» (Jn 13, 34-35). Dicho amor
que no conoce el límite de reservarse incluso la propia existencia. Así es
importante no olvidar que el seguimiento de Cristo es un don de la gracia, por
medio del Espíritu Santo que actúa en nosotros, constituyéndonos en miembros
de su cuerpo místico, que es la Iglesia.

La misma exigencia que en sí presenta la propuesta de Cristo, en términos


humanamente dichos parece difícil de cumplir, sólo es posible en el don del
Espíritu cuyo fruto es la caridad, el amor. Respecto a ello, aquí encontramos un
tercer binomio entre ley y gracia, que se complementan perfectamente
llevándonos de la mano en este sendero hacia la verdad. Así mismo dice Jesús:
«Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he
guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor» (Jn 15,10).
Esta nueva ley se promulgó eficazmente en pentecostés.

La invitación del Señor no expira a lo largo de los años, cada uno de nosotros
somos convocados a vivirla eficazmente en nuestra vida. La Iglesia desde sus
orígenes se ha encargado de custodiar fielmente el depósito moral revelado en
Jesús, aplicándolo en las circunstancias puntuales de cada acontecimiento. Los
apóstoles desde sus orígenes entendieron que la fe se tenía que ver reflejada
palpablemente con el testimonio de vida en la comunidad cristiana; por eso la
Iglesia en su papel de promover y custodiar, tiene el deber de denunciar y corregir
cualquier divergencia y anti-testimonio en el campo de la moral; ella es la
interprete autentica de la ley del Señor, es el magisterio el que actúa en nombre
de Jesucristo, incluyendo aquí el orden social y humano en pos de los derechos
humanos y la salvación de las almas.

CAPITULO II
"NO OS CONFORMÉIS A LA MENTALIDAD DE ESTE MUNDO" (Rom 12,2)

La Iglesia y el discernimiento de algunas tendencias de la teología moral actual


Enseñar lo que es conforme a la sana doctrina.

La Iglesia ha custodiado fielmente lo que la Palabra de Dios enseña no sólo sobre


las verdades de fe, sino también sobre el comportamiento moral, es decir, el
comportamiento que agrada a Dios a través del Espíritu Santo que durante toda la
historia ha guiado a la Iglesia a la verdad completa. La teología moral, ciencia que
interpela la Divina Revelación y responde a la vez a las exigencias de la razón
humana y que la Iglesia siempre la ha trasmitido a la luz de Cristo. El Concilio
Vaticano II en su tiempo invitó a los estudiosos a perfeccionar la teología moral, a
iluminar las exigencias de los fieles en Cristo con la obligación de producir frutos
en el amor para la vida del mundo; tomando como base la cultura procurando
comprender de forma perfecta la manera de pensar y sentir de los hombres.

Los Cristianos de hoy a ejemplo de los Apóstoles iluminados siempre por las luces
del Espíritu Santo deben señalar el camino de Cristo a todos los hombres; en los
primeros años de la Iglesia los Apósteles vigilaron sobre la recta conducta de los
mismos sobre la pureza de la fe y trasmisión de los dones divinos mediante los
sacramentos. Estos mismos cristianos se diferenciaron del resto ante todo por su
testimonio de vida; ahora bien, pasado el tiempo no sólo los cristianos sino la
ignorancia sobre la moralidad han roto la armonía entre la verdad y la vida.
Además como afirma el Concilio, el magisterio de la Iglesia es la única llamada a
interpretar auténticamente la palabra de Dios que es columna y fundamento de la
verdad revelada, no queriendo imponerse mediante ningún sistema teológico ni
filosófico.

San Juan Pablo II en el art. 30 se dirige principalmente a los hermanos del


Episcopado a cuestionarse con una serie de preguntas sobre enigmas más
recónditos de la condición humana; los exhorta tomando como base el texto de
san Pablo a Timoteo donde les dice que deben evangelizar a tiempo y destiempo
con toda paciencia y doctrina, porque vendrán tiempos en que los hombres sólo
escucharán las voces del mundo y se apartaran de toda verdad.

Los hombres de nuestro tiempo tienen una conciencia cada vez mayor de la
dignidad de la persona humana, de ahí, que los hombres actúen según su propio
criterio y hagan uso de la libertad guiados por una conciencia clara que los lleve a
actuar según el querer de Dios y esto es algo positivo en la cultura moderna; pero
sin embargo hay momentos en que el hombre se aleja de la verdad y es entonces
donde debe ser purificada a la luz de la fe. En algunos momentos el pensamiento
moderno ha exagerado en exaltar la libertada y ha llegado hasta el ateísmo. Hoy
el individualismo lleva la delantera pues se defiende la propia verdad sin importar
la verdad de los demás, sin razonar, sin buscar el bien común. La exaltación de la
libertad y la cultura moderna pone en duda la libertad, porque el hombre está
condicionado en orden psicológico y social.

El joven rico tenía en su corazón la ley de su Dios de ahí el deseo de alcanzar la


salvación eterna, pero no una libertad para seguirlo; su corazón estaba apegado a
las riquezas no tenía la verdadera libertad que exige el Evangelio para seguir a
Jesús. A pesar de que el mundo tiene muchas voces que nos hablan al corazón
en determinados momentos, siempre esta voz de la conciencia que nos dice qué
está mal y qué está bien; pero depende de la formación de la conciencia que
tenga cada individuo para responder. La libertad está en la verdad, lo único que
hace libre al hombre es vivir de acuerdo a los criterios de Dios.

La libertad y la ley

Dios hizo al hombre libre y pone en práctica esa libertad cuando elige entre el bien
y el mal; el bien camina por los caminos de Dios con alegría, esos caminos de
Dios que en su sabiduría ha escogido para el hombre por amor. En el mundo de
hoy el hombre se ha dejado llevar por el relativismo cada uno piensa y cree que
eso es lo válido y se deja llevar solamente por la razón humana y niega la
presencia de Dios como actor de la creación. Algunos teólogos se han
mundanizado y van en contra de la doctrina católica por eso es tan importante
tener una buena formación para no dejarse confundir, conocer las Sagradas
Escrituras, tener una formación moral y conciencia clara; Dios quiere que le
busquemos libremente y que lleguemos a la perfección para que seamos felices,
el hombre de esta manera ha sido llamado a participar de la soberanía Divina.

Dios creó el mundo y lo puso en las manos del hombre lo debe hacer con
responsabilidad y libertad y así está obedeciendo al creador; cuando el hombre
realiza actos moralmente buenos el hombre se hace semejante a Dios y está
buscando la perfección y la felicidad; por el contario, cuando la creatura se aleja
de Dios queda oscurecida. Dios ha infundido en nosotros la luz de la inteligencia
para saber discernir entre el bien y el mal, Dios ha donado esta luz a la creación;
cuando el hombre acepta con amor la ley de Dios entonces se hace libre y se
hace semejante a Aquel que obedece.

El hombre es libre si actúa de acuerdo a la voluntad de Dios, vive en la verdad y


es conforme a su dignidad. El Señor dio los mandamientos al pueblo de Israel y
por medio de ellos el hombre es capaz de discernir el bien del mal iluminados por
la Revelación Divina y por la fe. Dios ha escrito esta ley en los corazones de los
hombres una ley que nos lleva a la perfección, nos hace libres y nos da la vida en
Cristo. Ante tantas propuestas que nos ofrece el mundo y nos invita a vivir una
vida relativista, los cristianos tenemos que tener una conciencia clara de lo que es
Dios para el hombre y ver la manera como Dios lo cuida.

Conciencia y verdad

La conciencia moral es la base para discernir el hacer lo bueno y evitar lo malo,


porque es una ley escrita en el corazón del hombre a la cual debe obedecer con
libertad; tiene como base el corazón por eso es llamado el sagrario del hombre
donde se encuentra con Dios. Muchos han tratado de tergiversar los términos de
sus juicios llamándolo sólo como unas decisiones, adaptándolo al conformismo del
mundo y quitándole su autenticidad. San pablo en la carta a los Romanos da las
bases de una conciencia delicada llevándola a la perfección, siendo ésta la ley
natural, teniendo como ejemplo a los gentiles donde éstos sin tener ninguna ley
la cumplen basados en el sentido común, por así decirlo.

La práctica de la conciencia dando un justo juicio con toda libertad en la verdad se


impone ante cualquier decisión, pero no es del todo infalible ya que la conciencia
humana si no va ejercitada por la práctica de las virtudes y guiada por el Espíritu
Santo se adormece y hasta se ciega llegando a ser incapaz de tocar lo profundo
del corazón para ver la maldad, esto como consecuencia de la gran ignorancia en
que camina la humanidad; por eso es necesario formar la conciencia para poder
llagar a discernir cual es la voluntad de Dios en especial con las virtudes
teologales y cardinales. Por consiguiente los cristianos en especial los católicos
tienen todas las ayudas para formar la conciencia, anunciar y enseñar la auténtica
Verdad.

La elección fundamental y los comportamientos concretos

San Pablo nos enseña a través de la carta a los Gálatas, como debe ser el
seguimiento de Cristo tomando nuestra propia libertad por medio de actos de fe
para llegar a esa opción fundamental que debe vivir el cristiano y también nos dice
que la vigilancia es muy necesaria para no utilizar mal la libertad. Puede haber
teorías contrarias que nos bombardean con su información pero contamos con la
gracia de Dios que nos ayuda a corresponderle correctamente; pero también se
puede presentar lo contrario, en que el hombre puede ser consciente de que está
comprometiendo la libertad que Dios le ha dado que lo hacen caer en un estado
moralmente grave.

El pecado mortal es mortal en la medida en que hay pleno conocimiento y


consentimiento deliberado, pero también es bien conocido en la Teología y en la
práctica pastoral en algunos casos en que un acto grave por su materia no
constituye un pecado mortal, por razón del consentimiento no pleno o por el
consentimiento no deliberado de quien lo comete. Se comete en efecto un pecado
mortal también cuando el hombre sabiendo y queriendo elige por el motivo que
sea algo gravemente desordenado, es motivo por el cual el hombre se olvida
totalmente de Dios y pierde el amor.

El acto moral

Cuando el hombre actúa de acuerdo a su conciencia moral es entonces cuando


encuentra su felicidad eterna y camina por el sendero recto cuando actúa teniendo
los mandamientos como su norte. El cristiano gracias a la Revelación de Dios y a
la fe conoce la novedad que marca la moralidad de sus actos; estos están
llamados a expresar la mayor o menor coherencia con la dignidad y vocación que
le han sido dadas por la gracia, vive su fidelidad o infidelidad al don del Espíritu y
se abre o se cierra a la vida eterna, a la comunión de visión, de amor y beatitud
con la Santísima Trinidad, según san Cirilo de Alejandría, Cristo nos forma según
su imagen y luego la belleza de esta imagen resplandece en nosotros que
estamos en Cristo.

Dios juzga a cada persona de acuerdo a su comportamiento moral según la


pregunta del joven a Jesús: “Qué he de hacer de bueno para conseguir la vida
eterna? Y Él le da y nos da como ordenanza cumplir los mandamientos. Según el
objeto de actos deliberados hay teorías que no son fieles a la doctrina de la Iglesia
y creen poderle justificar como moralmente buenas y estas teorías no pueden
apelar a la tradición moral Católica; pero, los fieles Católicos están obligados a
reconocer y respetar los preceptos morales específicos creados y enseñados por
la Iglesia en nombre de Dios creador y Señor.

Los mandamientos nos ordenan como afirma el apóstol Pablo haciéndonos ver
que es una exigencia y que faltar es un acto de gravedad sobre todo en el primer
mandamiento que nos manda amar a Dios y al prójimo. Los Apóstoles nos
enseñan que es un honor para los cristianos obedecer a Dios antes que a los
hombres incluso aunque haya que aceptar el martirio a causa de ello.

CAPITULO III
“PARA NO DESVIRTUAR LA CRUZ DE CRISTO” (1 Cor 1,17)
El bien Moral para la vida de la Iglesia y del mundo.

Para ser libres nos liberto Cristo

En este punto vemos la relación que hay entre Verdad – Bien – Libertad,
solamente cuando reconocemos la verdad que es cristo Jesús en nuestras vidas,
desde ahí empezaremos a ser libres; solo sometiendo nuestra libertad a esta
verdad encontraremos nuestro bien. Lo que el mundo y la cultura nos ofrece en el
día de hoy, es el relativismo en nuestro actuar, causando la autodestrucción,
pérdida de valores morales. Para esto la Iglesia quiere intervenir haciendo una
invitación a todos sus hijos a retornar al centro que es cristo, quiere hacerlo desde
la formación de una conciencia moral, que nos ayuda a discernir lo realmente
bueno o malo, para orientar su vida quien es, para donde va, de donde viene y a
donde va.

La Iglesia nos quiere mostrar que en cristo crucificado esta la respuesta de como
si se puede obedecer a las normas morales desde el amor, sin atentar contra la
libertad y dignidad de la persona. Nuestra libertad don recibido, es muy débil y aun
inmadura, inclinada a revelarse contra esta misma verdad, necesita ser formada,
Cristo es su liberador, “conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8,32);
de esta manera podremos a ser completamente responsables de todas y cada una
de la decisiones que tomamos en nuestra vida, para ser auténticos testimonios de
la vida cristiana.

Caminar en la Luz

Aquí vemos la separación de la libertad y verdad, producida por la fe y la moral.


Muchos hombres de nuestra cultura viven como si Dios no existiera, los mismos
cristianos han apagado su fe, una cultura descristianizada. Por eso los todos los
cristianos tenemos que descubrir la novedad de nuestra fe, siendo luz para el
mundo, viviendo como hijos de la luz, practicando la bondad, justicia y verdad.
Teniendo un conocimiento más profundo de cristo que se ha de traducir en
hechos, en un vida comprometida de entrega total, en servicio siempre a los más
desamparados, a los débiles, a los que no son significantes a los ojos humanos.

El martirio, exaltación de la santidad inviolable de la Ley de Dios

Entre la fe y la moral hay una relación muy estrecha especialmente porque


respetan la dignidad del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. Nuestra
cultura, el mundo de hoy ofrece muchas teorías que van en contra del orden
moral. Pero ha habido en la historia, como lo vemos en el Antiguo y Nuevo
Testamento grandes hombres y mujeres que han sido Mártires, ellos han dado su
vida antes de infringir la Ley de Dios y todo lo que atenta contra la verdad y el
orden Moral, ellos son el testimonio más grande de fidelidad, de obediencia a la
verdad y el orden Moral absoluto. Son Mártires por defender esta Ley Moral, en
ellos resplandece la Santidad de la Ley de Dios. Todos estamos llamados a dar
este testimonio, debemos implorar a Dios su gracia el don de su Espíritu, pues
solo por Él es posible mantener y centrar nuestras vidas en Cristo crucificado que
es la única verdad.

Las normas morales universales e inmutables al servicio de la persona y de la


sociedad

La Doctrina de la Iglesia ha defendido la validez universal, que prohíben los actos


intrínsecamente malos, por esto ha sido juzgada, diciendo que no muestra
compasión pero en realidad la Iglesia no puede enseñar, algo que vaya en contra
de la verdad, este es un verdadero amor ya que mira por su verdadero bien y su
auténtica libertad. Esta verdad moral debe estar acompañada de un respeto
profundo y sincero de un amor paciente y confiado.
La Iglesia en su firmeza a esta defensa, esta solo al servicio de la libertad del
hombre, dado que no hay libertad fuera o en contra de la verdad, Solo en la
obediencia a estas normas el hombre logra un crecimiento moral. Las normas
morales, nos alimentan con un equilibrio único que solo puede nacer de nuestra
madre la Iglesia porque siempre opta por la igualdad no tiene privilegios, ni
excepciones para nadie, siempre se inclina a la democracia; la igualdad garantiza
el fundamento ético de convivencia social, tanto nacional como internacional.

La moral y la Renovación de la vida social y Política.

Ante la corrupción e injusticia que hay en muchos pueblos y naciones, tras la falta
a los derechos humanos, se hace el llamado a una radical renovación personal,
que brinde valores como la justicia y honestidad, aunque esto se ha de
comprender que es un camino fatigoso. En el centro cultural está el sentido de la
Moral que se fundamenta en el sentido religioso, solo en el bien supremo y en el
bien moral se encuentra la verdad, sobre esta verdad es posible construir una
sociedad renovada.

Con grandes principios de justicia y concordia, que garantice un camino que los
lleve a su auténtica libertad, de esta manera esta verdad es capaz de vencer todo
totalitarismo, que van en contra de la verdad y dignidad de la persona. En la
teología Moral se ve como los mandamientos de la Ley de Dios, son los que
regulan una vida social, política y económica que ayuden al crecimiento de una
sociedad, llena de corrupción.

Gracia y obediencia a la Ley de Dios

Estamos llamados todos los hombres a observar la norma moral, para ser
obedientes al mandato de Dios, sin tener miedo a lo que se pueda presentar a lo
largo de nuestras vidas así, sea el mismo martirio como se habla anteriormente.
Por nuestra condición de pecado original el hombre deja de reconocer a Dios y
quiere decidir sobre sí mismo, pero el afecto tan paternal de Dios nos regala el
Don del Espíritu santo, para que todo lo que se está contextualizando se haga
realidad en nuestras vidas.

Cristo nos ha redimido, ha liberado nuestra libertad del dominio de la


concupiscencia, él nos da la oportunidad de levantarnos aunque estemos caídos,
de pedir perdón y acogernos a su misericordia. Pero quien se cree justificado por
sí mismo, va en contra de esta verdad, su actitud corrompe la moralidad en una
sociedad.

Moral y Nueva Evangelización


Palabra anunciada es palabra de vida, donde nos muestra que no solo es
llenarnos de palabrerías sino vivir con radicalidad y coherencia el evangelio, ser
autentico, para llegar a la vida de santidad que debe ser la búsqueda de todo
cristiano. La iglesia dentro de sus estrategias de evangelización invita a los
creyentes a buscar y encontrar en los santos y santas, y en primer lugar en la
Virgen Madre de Dios llega de gracia y toda santa, el modelo, la fuerza y la alegría
para vivir una vida según los mandamientos de Dios y las bienaventuranzas del
Evangelio.

Una de las principales fuentes de alimentación de la santidad y glorificación de


Dios son los sacramentos, especialmente la Eucaristía; donde el cristiano comulga
con el amor de entrega a cristo se capacita para vivir a imitación de cristo
crucificado. En la medida que el cristiano obedece a las inspiraciones del Espíritu
Santo, más se crece en la libertad a la cual está llamado mediante el servicio de la
verdad, la caridad y el servicio. La raíz principal de la nueva evangelización es el
Espíritu Santo, suscita los frutos de santidad y acción misionera, es el quien da la
fuerza de fecundidad de la Santa Madre Iglesia, recuerda Pablo VI: “no habrá
nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo”.

El servicio de los Teólogos Moralistas

El servicio de los teólogos moralistas esta enfatizada en la búsqueda creyente de


la comprensión de la fe, lograr la unión con el Magisterio, una comprensión más
profunda de la Palabra de Dios, los significados éticos y las motivaciones
antropológicas que sostienen la doctrina moral y la visión del hombre por la
Iglesia. Compete a los teólogos moralistas exponer la doctrina de la Iglesia y dar,
en el ejercicio de su ministerio, el ejemplo de un asentimiento leal, interno y
externo, a la enseñanza del Magisterio sea el campo del dogma como en el de la
moral.

Nuestras Responsabilidades como Pastores

La responsabilidad de los pastores con el pueblo de Dios es fomentar y sostener


la vida de fe, por medio del anuncio del evangelio, Son maestros auténticos por
estar dotados de la autoridad de Cristo, se mantienen vigilantes para alejar los
errores que amenazan a su rebaño. El papel importante de los obispos está en
instruir a los fieles especialmente a los futuros pastores sobre la enseñanza de la
Iglesia en la moral. Esta encíclica pretende tener como objetivo dar a conocer las
variaciones sobre las tendencias actuales en la Teología Moral, por medio del
sucesor de Pedro. A los obispos les compete la responsabilidad en comunión con
la santa sede, la función de reconocer, o retirar en casos de grave incoherencia, el
apelativo de “católico” a escuelas, universidades o clínicas, relacionadas con la
Iglesia.
Conclusión

Los nuevos y complejos problemas morales hacen ver como si la moral fue algo
muy complejo de vivir. Pero de acuerdo a la sencillez evangélica consiste en el
seguimiento de Jesucristo, en el abandonarse completamente en él, en el dejarse
transformar por su gracia y ser renovados por su misericordia, que se alcanzan en
la vida de comunión de su Iglesia. La Misericordia de Dios capaz de perdonar todo
pecado, Jesús vino a salvarnos y no a condenar, el odia el pecado, y ama al
pecador.

María es también Madre de misericordia porque Jesús le confía su Iglesia y toda la


humanidad. María experimenta la grandeza del amor de Dios, que le dilata el
corazón y la capacita para abrazar a todo género humano. Gracias al Fiat de
María de su fidelidad y Madre de la Misericordia divina nos es entrega como
madre como nuestra compañera y guía, desde la cruz de su divino hijo no la ha
entregado.

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