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El ámbar es una de las pocas gemas orgánicas que existen. Básicamente consiste en
una resina densa, pegajosa y fosilizada, de origen vegetal, que rezumaba(¿?) de los
troncos de cedro y de otras coníferas, desaparecidas hace millones de años. Su
nombre procede de un vocablo árabe que significa “lo que flote en el mar”.
Esta resina es muy apreciada debido a que es muy poco común y porque el proceso
que lleva a su constitución puede durar unos 17 millones de años. La región del mar
Báltico es la que contiene mayor cantidad (¿puedo decir cantidad más grande?) a
nivel mundial, debido a que en esta zona había grandes bosques de coníferas.
En 1701 el escultor barroco Andreas Schülter (1659-1714) diseñó “la Cámara de ámbar”
–también conocida como la octava maravilla del mundo- para el palacio de Berlín de
Federico I (¿primero?) de Prusia. Se trataba de una estancia con intrincados paneles
tallados y mosaicos confeccionados con ámbar de color miel, decorado con piedras
semipreciosas, sobre un fondo de pan de oro. Sus dimensiones, aproximadas, eran de
unos 55 metros cuadrados, y estaba compuesto por unas seis toneladas de ámbar.
La cámara recorrió los 1.700 Km que separaban Berlín y la actual Pushkin (Rusia),
próxima a San Petersburgo. Se convertía de esta forma en el objeto más preciado (que
tenía mayor prestigio) del palacio de Tsarskoye Selo –la residencia de los zares-. Allí se
añadieron otros cuarenta metros cuadrados de ámbar.
Operación Barbarroja
La estancia sobrevivió, por sorprendente que pueda parecer, a la Revolución Rusa
(1917) y llegó intacta a la Segunda Guerra Mundial. Durante la invasión nazi de Rusia
(operación Barbarroja) la ciudad de San Petersburgo soportó uno de los asedios
(ataque) más brutales de la historia: más de novecientos días y un millón de muertos.
Entre las tropas alemanas desplazadas se encontraba Alfred Rohde (1892-1945), uno de
los mayores expertos de arte del momento. A pesar de que los rusos habían tratado de
proteger la cámara de las garras nazis empapelando las habitaciones, los alemanes la
descubrieron, la desmantelaron (sacar las piezas, separar) a la velocidad del rayo y la
empaquetaron en cajas. Tan sólo treinta y seis horas después la cámara partía con
destino a Alemania, concretamente hacia Köningsberg –actual Kaliningrado-, la capital de
Prusia Oriental.
En una de las habitaciones del castillo Köningsberg fue montada nuevamente y estuvo
expuesta a los alemanes que hasta allí se desplazaron. Desgraciadamente, en el
verano de 1944 (mil nueve cuarenta y cuatro) los aliados bombardearon la ciudad y el
castillo que albergaba la estancia fue destruido. Aquí se desvanecía definitivamente la
pista de tan preciado tesoro. En unos pocos minutos se había perdido lo que naturaleza
había mimado (cuidar excesivamente) con el cariño de una madre durante millones de
años.
En el año 2003, con motivo del 300º (¿?) aniversario (aniversario X cumpleaños) de San
Petersburgo, se inauguró en el palacio de Catalina una copia de la Cámara de ámbar,
valorada en diez millones de dólares. En esta ocasión se utilizaron ocho toneladas de
ámbar, en lugar de los seis originales, convirtiéndola en la habitación más cara del mundo.