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ARTE Y TÉCNICA DE DISCERNIR 4

Avisos para animadores y guías vocacionales Madrid, abril de 2015

Comprobar el equipamiento vocacional


La idoneidad representa un criterio objetivo de discernimiento vocacional: la recta intención,
como manifestación de una voluntad y de una decisión libremente tomada, no es suficiente para
diagnosticar si existe o no vocación. El punto clave y necesario es que, aquel que se dice llamado,
demuestre prácticamente la actuación de dicha intención por medio del desarrollo de las
cualidades necesarias. Este conjunto de cualidades que se han de actuar es lo que denominamos
con el concepto genérico de "idoneidad".
La idoneidad para el ministerio ordenado es la aptitud para el mismo e incluye la posesión de unas
cualidades reconocidas por la autoridad competente; puesto que la Iglesia supone que Dios da
cualidades adecuadas al que llama a una misión1. Para el ministerio ordenado se requiere, pues, la
capacidad de hacer una opción de vida definitiva y de desarrollar el servicio fructuosamente; esto
implica entender las obligaciones inherentes al ser pastor al modo de Jesucristo, y tener la
capacidad de desempeñar las obligaciones propias de un ministerio que demandan una cierta
dureza de vida y requieren resistencia física, equilibrio y madurez. Esa aptitud general suele
especificarse en un conjunto de cualidades que incluye salud física y psíquica, dotes intelectuales,
madurez humana, madurez específica afectiva y sexual, y dotes humano-morales.
La existencia de la llamada se expresa también en los dones de naturaleza y gracia recibidos (cf.
Rm 12, 3). Estos dones son otorgados por Dios al llamado en orden a la vivencia de las exigencias
de su vocación-misión. Su existencia garantiza la autenticidad de la llamada. Incluyen cualidades
personales, el don de la gracia divina, dones carismáticos personales y virtudes sobrenaturales. La
Iglesia llama a estos dones requisitos y permiten deducir la idoneidad del candidato. Se han de
examinar y cultivar de manera global.
1. Rasgos de idoneidad
Por él agrupamos los niveles físico, psíquico, intelectual, espiritual y moral del sujeto en orden
a que pueda desempeñar las exigencias objetivas de su vocación-misión. En términos clásicos,
el juicio de discernimiento sobre la idoneidad tiene por objeto determinar - de modo fundado
sobre razones objetivas - si existe en el sujeto una naturaleza apta para la gracia.
a. Aptitud física o salud.
 La aptitud física se refiere a que los candidatos deben ser sanos: que tengan buen
desarrollo físico, salud actual suficientemente buena y ausencia de predisposiciones
congénitas familiares (cf. OT 6).
 Se trata, pues, de que sean personas saludables y robustas, que posean un adecuado
desarrollo anatómico-fisiológico, carentes de taras físicas o enfermedades que puedan
dificultar gravemente su ministerio en su dimensión sacramental y en la dimensión
pastoral de enseñar y gobernar2.

1
Según SANTO TOMÁS, STh. III q. 27 a. 4c (cf. 2Cor 3,6); citado por F. MANTARAS RUIZ-BERDEJO, O.C, 112
2
CIC, cc. 241&1, 1029, 1051&1; cc. 256,1008
1
b. Aptitud psíquica.
 La aptitud psíquica apunta a la condición de varones equilibrados que se desea en los
candidatos. Sólo pueden ser ordenados los que poseen cualidades psíquicas
congruentes con el orden que van a recibir3; se contrapone a esto la presencia de
desórdenes mentales que puedan afectar a la capacidad del candidato para un
consentimiento libre y consciente, o a su capacidad para asumir las obligaciones
inherentes al ministerio4.
 Pero el actual Código no describe ninguna patología particular, dejando abierto el
avance o reformulación de las ciencias y remitiéndose al perito5. De un repaso por la
actual nomenclatura diagnóstica6, los expertos en derecho canónico sacan la conclusión
de la complejidad de la mente humana, que además recibe la influencia de la dotación
genética, el ambiente familiar y educativo, y de un tipo de familia y sociedad
crecientemente desestructurada.
 Por todo esto en el examen del candidato se requiere una investigación adecuada sobre
el ambiente familiar y sobre la historia completa de la persona, incluida la historia de
posibles influencias y manifestaciones psicopatológicas; de ahí la conveniencia de
acudir a expertos en el campo de la psicología para ayudar al juicio de la autoridad
eclesial sobre la aptitud para el ministerio.
 También parece claro que el seminario o la casa de formación no es el lugar donde
curar desórdenes psicológicos graves sino donde formar para le ministerio a partir de
personas normales; siendo además esta institución un lugar desaconsejado para los
mismos candidatos psíquicamente frágiles, quienes a su vez tampoco podrán favorecer
un ambiente más sano entre los compañeros.
c. Aptitud intelectual
La aptitud intelectual exige que los candidatos a órdenes sagradas sean varones juiciosos;
fundamentalmente, la inteligencia humana permite acceder a la realidad tal y como es, de
modo que un desarrollo cognitivo sin interferencias abre el acceso a la verdad y el bien 7.
Por lo tanto, el candidato debe contar con una inteligencia suficiente para acceder a los
contenidos culturales, filosóficos y teológicos necesarios para el ministerio y para
comprender el fondo de las cuestiones manejando conceptos abstractos y llegando a
convicciones personales8; se incluye el conocimiento de las cuestiones y de las obligaciones
del mismo ministerio que permita una respuesta libre y consciente al mismo 9. Pero la
madurez intelectual sólo se logra plenamente cuando se integra en el conjunto de una
persona madura.
d. Aptitudes humanas

3
CIC, c. 1029.
4
Para la admisión al seminario y las órdenes sagradas, ver CIC, ce. 241&1,1029, 1041&1, 1044&2, 1051&.1; ver también
ce. 689&2 (para la profesión perpetua) y 1095&3 (para el matrimonio).
5
CIC, c. 1041.
6
F. MANTARAS RUIZ-BERDEJO, O.C, 117-121; ver J. SAN JOSÉ PRISCO, O.C, 155-160.
7
F. IMODA, Svilupo umano. Psicología e mistero, Piemme, Cásale Monferrato 1993, 235-237.
8
CIC, cc. 235&1, 241&.1 y 254&2. Y no bastaría para subsanar esta carencia el ejemplo del cura de Ars, sin más: A.
PIGNA, O.C, 184.
9
CIC, cc. 247 y 1028.
2
Las aptitudes humanas requeridas para el ministerio ordenado suponen personas maduras;
con esta expresión se alude sobre todo a la dimensión afectiva y volitiva del sujeto (que es
cuerpo, inteligencia, afectividad y voluntad). Las cartas pastorales piden al jefe de
comunidad que sea ponderado, cabal y sensato10; el Código se mueve entre un ideal de
madurez psicológica como objetivo de la formación del candidato y un grado mínimo de
madurez para recibir lícitamente el sacramento del orden11.
e. Madurez mínima
 La madurez mínima como condición canónica para la ordenación debe elaborarse a
partir de criterios objetivos; pero tal tarea no es fácil porque la psiquiatría y el derecho
no coinciden en los conceptos ni en la valoración de la madurez12.
 El Código supone este mínimo de madurez en el adulto normal adecuadamente
formado, por lo que señala un mínimo de edad (los veinticinco años para el presbítero)
y la exigencia de una amplia instrucción académica (señala el quinto curso de estudios
filosófico-teológicos para recibir el diaconado). También se indican algunos signos
positivos de madurez en el candidato, como la estabilidad de ánimo, la capacidad de
juzgar rectamente y la capacidad de tomar decisiones tras sopesar las razones13.
f. Madurez ideal
 La madurez ideal como objetivo de la formación es, como todo ideal, un horizonte que
apunta al final de un proceso largo y que implica a toda la persona en su aspecto físico,
psíquico, social, ambiental y ocupacional, por el que el sujeto alcanza un grado más o
menos satisfactorio en el desarrollo de sus potencialidades y habilidades.
 Tal madurez implica menos un logro conseguido que una tensión dinámica y creativa,
un estado de diferenciación e integración somática, psíquica, una disposición para
desempeñar tareas objetivas y hacer frente a las demandas de la vida14.
 Tiene madurez psíquica quien se rige por sus componentes psíquicos o facultades
superiores, a saber, el intelecto y la voluntad debidamente integradas; y se considera
inmaduro a quien se deja regir por los componentes inferiores del psiquismo, como son
las tendencias o necesidades, los sentimientos y el inconsciente.
 La madurez afectiva se muestra en la libertad para un justo sentir y desear, efecto de la
integración de las fuerzas motivadoras internas. A su vez, la madurez sexual,
componente importante de esta madurez afectiva, supone la superación de las
distintas etapas de desarrollo, que algunos describen como el paso del narcisismo
homosexual a la heterosexualidad y del amor egoísta al amor oblativo; lo cual no se
realiza sin el empleo de esfuerzo, renuncias y dificultades15.
g. Aptitudes morales
La idoneidad para el ministerio ordenado pide también unas aptitudes morales, que
significa que el candidato sea hombre virtuoso; la madurez moral se sitúa en el terreno

10
Ver I Tim 3 y Tit 1: comentadas en F. MANTARAS RUIZ-BERDEJO, O.C, 36-38.
11
CIC, cc. 244 y 1031&1; el horizonte ideal será explicitado por los documentos formativos.
12
F. MANTARAS RUIZ-BERDEJO, O.C, 127.
13
CIC, c. 1031&.1; OT 11. Se explican esos signos en F. MANTARAS RUIZ-BERDEJO, O.C, 128-129. La madurez
mínima se puede evaluar con ayuda de algún especialista.
3
volitivo de la persona que tiende hacia el bien. Tal persona observa la realidad, decide lo
bueno y actúa en consecuencia; su actuación virtuosa le proporciona hábitos virtuosos y le
hace maduro moralmente, madurez que se verifica en la experiencia cotidiana. Pero la
libertad humana implica que no todo el que ve el bien lo sigue, por lo cual no siempre el
psicológicamente maduro o sano será moralmente maduro o virtuoso.
h. Aptitudes espirituales
Las aptitudes espirituales necesarias en un candidato al ministerio piden un hombre
configurado con Cristo Cabeza, Pastor y Esposo (cf. PO 14); una madurez espiritual que se
supone requiere la adecuada base de madurez humana ya indicada. Las cualidades propias
del buen Pastor, específicas del sacerdote respecto al fiel cristiano, requieren la capacidad
de una internalización de los valores finales e instrumentales del sacerdote que le permitan
ser objetivamente santo16. Esto supone una vida de intimidad con Cristo en la oración
personal, el examen de conciencia, los diversos ejercicios espirituales, la meditación de la
Palabra, la celebración de los sacramentos y el rezo del oficio divino; de tal modo que
alcance una piedad sincera de acuerdo con las leyes generales de la Iglesia17.

2. Algunas situaciones actuales


Por su actualidad ofrecemos unas orientaciones tomadas de la práctica acerca de tres
situaciones concretas que pueden darse en la praxis ordinaria de nuestra PV.
a. CASOS DE CANDIDATOS HOMOSEXUALES18
1) Criterios generales
 El candidato, respondiendo a su vocación, debe buscar que Dios sea el centro de su
vida. Por el celibato busca su realización mediante un proceso en el que aprende
que con el control de ciertos impulsos y tendencias puede orientar su vida hacia
otras metas a las que Dios le llame. La maduración en el amor célibe, con todos sus
componentes psicológicos, es principalmente un proceso “espiritual”, una relación
amorosa con Dios que le lleva a utilizar sus energías afectivas y sexuales para
relacionarse consigo mismo y con los otros.
 El candidato, por su parte, es el primer responsable de su vocación y formación, y
por ello debe buscar activamente las ayudas para alcanzar su madurez afectiva y
sexual en el discernimiento de su vocación, con la asistencia de aquellos a quienes
la Iglesia ha encomendado su formación. Asimismo, debe mantener en todo

14
J. M. URIARTE, Madurar como personas para servir como pastores: Seminarios J 3/183 (2007) 61-90. Propone como
señales de madurez psicológica la de percibirse a si mismo adecuadamente; tener una cierta unidad interior e
integración o unificación; tener alguna orientación unificada para la propia vida; mostrar un amor oblativo; y defender
unos valores que trasciendan la propia vida.
15 5
Criterios de madurez afectivo-sexual en A. CENCINI, Por amor, con amor, en el amor, Sígueme, Salamanca 2004 , 908-
934.
16
F. MANTARAS RUIZ-BERDEJO, O.C, 132.
17
CIC, cc. 246, 1051&1.
18
Nos sirve de referencia el documento: “Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con
las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las Órdenes sagradas” de la
Congregación para la Educación Católica del 4 de noviembre de 2005.
4
momento aquella actitud de rectitud que corresponde al espíritu de verdad, de
lealtad y de disponibilidad propio de quien siente que ha sido llamado19.
 Todos los candidatos que presenten tendencias homosexuales deben ser tratados
con respeto y delicadeza; hacia ellos se evitará cualquier signo que indique una
injusta discriminación20.
 Cuando en el proceso de discernimiento vocacional de un candidato aparecen
dudas o falta de claridad suficiente acerca de su identidad sexual, conviene que los
animadores vocacionales atiendan estos casos, con el fin de ayudarles en su
clarificación y en la maduración afectiva necesaria para poder hacer una opción
responsable, consultando, si es necesario, con expertos profesionales (cf. PGF 64).
 Asumimos el criterio de la Instrucción, según el cual quienes “practican la
homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o
sostienen la así llamada cultura gay,”21 no deben ser admitidos, ni promovidos a las
órdenes, según las normas que se dan más adelante.
 Los animadores deben llegar a tener un juicio apropiado sobre estas “prácticas”,
“tendencias” y “apoyos a la cultura gay” y la idoneidad afectivo-sexual del
candidato, y expresarlo claramente, tanto al mismo, para ayudarle, como a los
responsables para su discernimiento. A su vez, los directores espirituales y
confesores que representan a la Iglesia en el foro interno, deben también orientarle
de acuerdo con las indicaciones de la Iglesia.
 Por cuanto atañe a las inconsistencias afectivo-sexuales, un prudente discernmiento
debería tener en cuenta la centralidad de esta área en la evolución general del
joven y en la cultura actual. ¿Con qué condiciones se puede prudentemente acoger
la solicitud vocacional de jóvenes con este tipo de problemas? La condición es que
se den juntos estos tres requisitos22:
1º. Que el joven sea consciente de la raiz de su rpobema, que muy a menudo no
es sexual en su origen.
2º. Que el joven sienta su debilidad como un cuerpo extraño a la propia
personalidad, algo que no querría y que chcoa con su ideal, y contra le que
lucha con todas sus fuerzas.
3º. Comprobar si el sujeto está en grado de controlar esas debilidades, con
vistas a una superación, sea porque, de hecho, cada vez cae menos, sea
porque tales inclinaciones turban cada vez menos su vida y le permiten
desarrollar sus deberes sin crearle una tensión excesiva ni distraer
indebidamente su atención23.

19
Cf. Instrucción n. 3.
20
Cf. Instrucción, n. 2.
21
Cf. Instrucción, n. 2.
22
Aparecen en NVNE, 37.
23
Potissimum Institutioni recomienda, con relación a la homosexualidad, descartar no a quienes tienen tales
tendencias, sino “a quien no ha logrado dominarlas” (39), entendiendo tal “dominio” en sentido pleno, no sólo como
esfuerzo de voluntad, sino como libertad progresiva en las confrontaciones de las tendencias mismas, en el corazón y
en la mente, en la voluntad y en los deseos.
5
2) Orientaciones para la PV
 Los responsables de la PV han de evitar hacer una propuesta vocacional a personas
que tienen una historia reciente de comportamiento homosexual o que presentan
un comportamiento que demuestra tendencias homosexuales profundamente
arraigadas.24
 En el proceso de discernimiento vocacional del candidato, aun cuando no se pueda
llegar a tener un conocimiento muy profundo del mismo, se debe aclarar, sin
embargo, en el mayor grado posible, su identidad sexual, antes de su ingreso.
 El animador vocacional debe contar con la preparación necesaria para tratar este
asunto en su trato pastoral, de manera que sepa cómo orientar adecuadamente a
los candidatos que se manifiesten con tendencias homosexuales. Si fuera necesario,
también puede recurrir a la ayuda de un experto en el ámbito de la psicología.
 Aunque, en principio, no se han de rechazar los candidatos sólo por tener
tendencias homosexuales transitorias, no obstante, hay que analizar las
características de la misma (origen, arraigo, profundidad, etc.) y exigirles un
tratamiento y ayuda especiales. A dichos candidatos se les debe pedir, además de
un conjunto de signos vocacionales positivos, cualidades de personalidad que
contrarresten esos riesgos que se derivan de esa situación. Proponemos el siguiente
proceso de clarificación:
 Conocer al candidato con cierta profundidad, contactando con su ambiente
familiar, educativo, pastoral,... y explorando su trayectoria personal.
 Tener en cuenta el grado de claridad, transparencia y sinceridad que
muestra a la hora de plantear y hablar de su sexualidad.
 Clarificar sus tendencias sexuales (afectividad relacional y sexual, familia,
ambiente,...), incluso, si fuera necesario, invitándole a acudir
voluntariamente a un especialista, antes de ser admitido.
 Discernir los signos vocacionales positivos del candidato.
 Tener siempre muy en cuenta los informes de sus anteriores formadores, si
los candidatos provienen de otros seminarios y centros formativos.
b. SIDA
No hay ningún documento de la Iglesia ni de la Unión de Superiores/Superioras Generales
que dé orientaciones concretas sobre ello. Aún aceptando como justificada la decisión de
pedir hacer el test, con sus propias consecuencias, no podemos dejar de formular algunas
consideraciones generales planteándonos ciertos interrogantes que se presentan como
base de un ulterior discernimiento. Nos parece que este tema no puede darse por
terminado, sino que hay que dejar la puerta abierta a varias hipótesis de posibles cambios.
 Compete a cada Diócesis o Instituto determinar los criterios de selección, y por tanto,
de admisión de los propios candidatos. Este derecho no puede ser considerado como
un abuso porque la naturaleza de la vocación en cuestión, determina el perfil de los
que pertenecen a él. Por tanto, el test de VIH es uno de los test, parte del paquete de
24
Cf. Instrucción, n. 3.
6
informes de diagnóstico a los que se someten los candidatos para su admisión.
 Sin embargo, dada la naturaleza sensible del test VIH y del hecho que genera
espectros de muerte, de exclusión social y de marginación, su realización no debe ser
considerada sencillamente como "un test más", sino al contrario, se necesita mucho
tacto y sensibilidad. Informar a la persona que se le va a someter al test, pidiendo su
consentimiento, no es únicamente según el derecho, sino porque es una cuestión de
humanidad.
 El único destinatario del resultado del test es el interesado. No se puede violar este
contrato. Cada nación protege la discreción con una legislación propia que tutela y
garantiza el respeto de derechos y libertades fundamentales. De esta manera queda
particularmente salvaguardada la dignidad del interesado y se crean las condiciones
eficaces para ayudar a afrontar una noticia imprevista y devastadora.
 Sin embargo, la decisión de incluir o no el test de VIH es un reto para cada Instituto o
Diócesis en orden a clarificar sus propias motivaciones: ¿parten de un objetivo de
discernimiento, de precaución o por prevención? ¿O por otra razón? No evitar estas
preguntas, y según la respuesta, basar su inspiración evangélica y su actuación.
 La naturaleza peculiar de la infección de VIH, su desarrollo natural, la prognosis y los
continuos adelantos médicos, nos permiten decir que hoy la infección de VIH no está
en contradicción con todos los ministerios posibles para un consagrado o un
presbítero. Si en algunos casos la infección puede ser un obstáculo para el ejercicio de
un ministerio, en otros a penas lo es.
 Esto parece indicar que cada Instituto y diócesis deben "acuñar" su propia respuesta,
de la misma manera que en el interior del Instituto no tendría que haber un criterio
único sobre la actitud hacia los candidatos hallados positivos en el test VIH (se pasa
por tanto, del criterio uniforme y único al criterio individual focalizado sobre la
persona).
 Se tiene en cuenta que VIH y SIDA tienen un fuerte impacto simbólico: se identifica
con contaminación, falta a la pureza, desorden, muerte, donde eros y thanatos van
unidos con la muerte para afirmar el destino del que yerra... Permaneciendo en la
esfera del símbolo, surge la pregunta: ¿qué vida consagrada mostramos cuando
excluimos el acceso a nuestro instituto a candidatos seropositivos? ¿La forma de vida
de un grupo que quiere ser "exclusivo", puro, pero que no admite ni perdona errores
del pasado...? ¿Cómo reacciona la sociedad civil ante este comportamiento?
 La acogida de candidatos infectados ofrece la oportunidad de mostrar si se cumple lo
que se predica incluso en nuestras instituciones. ¿Somos capaces de practicar en
nuestras casas la misericordia y la compasión hacia los seropositivos y los enfermos lo
mismo que deseamos que haga la sociedad, cuando insistimos en su derecho a una
vida lo más posible normal y sin estigma? ¿No estamos pidiendo a los demás lo que
no somos capaces de hacer nosotros?
 Todos somos conscientes de que en la "vocación" hay un aspecto de misterio que no
se puede medir ni valorar únicamente con criterios humanos, y sin embargo
queremos fiarnos de un dato de laboratorio... Muchos fundadores y santos han vivido
sus limitaciones como estímulo para desarrollar un carisma inédito... (S. Camilo, S.

7
Pablo de la Cruz, S. Juan de Dios, P. Libermann y otros).
 En fin, también hay que tener presente el hecho de que los medicamentos ARV están cada día
más disponibles, incluso en países con recursos limitados, y esto hará que en el futuro la
infección VIH sea una patología crónica que se podrá controlar más fácilmente.
c. PREVENCIÓN DE LOS ABUSOS
1) EN LA SELECCIÓN Y ADMISIÓN DE CANDIDATOS:
 La vida religiosa y sacerdotal no pide un “minus" sino un “plus" de salud mental.
Generosidad de por vida, acogida de toda clase de personas y situaciones, celibato,
recortes de la libertad, tolerancia sana de la soledad, no son para espaldas blandas.
 No aceptar a quien no encaja con holgura en el mundo civil (raros, de escasos amigos,
repetidores impenitentes, metidos en lo suyo, huidores del mundo).
 No aceptar a “dudosos" porque “lo quieren y son buenos". Jesús rechazó a éstos (MC
5,18). San Ignacio de Loyola aconseja: “Mire quien ha de recibir que la caridad
particular no perjudique a la universal, que siempre debe preferirse como más
importante para la gloria y honor de Cristo Señor" (Const, 189). Uno solo, dañado,
descalifica a muchos.
 No aceptar a nadie con experiencias traumáticas de abusos sexuales y afectivos
familiares o similares, a manos de adultos. Suelen reproducirlos de maneras
patéticas.
2) EN LA FORMACIÓN:
 Desentrañar a muerte el “Venios conmigo y así os haré pescadores de hombres" (Me
1,17). Las grandes cumbres se escalan desde el enamoramiento por la cima y el
descubrimiento alborozado de la perla preciosa. Quien no ha tenido esta experiencia
fundante o no responde cotidianamente a ella, no vale, y acabará por extraviar en
lugar de ayudar. Se requiere gente capaz del don total de su vida (Pastores Dabo
Vobis, nn. 42 y 46).
 Recabar un informe de personalidad apoyado en técnicas proyectivas -no simples
cuestionarios- que muestran el hondón de la urdimbre afectiva. Cuarenta años de
psicoterapia me mostraron espléndidas fachadas, carentes de sala de estar o cocina.
 Formar y sondear las capacidades de comunicación. Se necesita gente capaz de vivir
con otros. Sobran raros. La veneración sacral y la distancia del ministerio ha
desaparecido, tensando la dificultad de brindar amor cercano a todos sin enredarse.
 Formar en la libertad. Santo Tomás y Suárez llaman al celibato “status libertatis",
frente al “status coniugalis". Hay “buenos candidatos y religiosos” que, dejados a su
aire, se pierden en el primer chat de Internet que les encabrita y degenera.
 El celibato es místico o es garabato de hormonas y contención ridicula. Formar
“gentes de oración" no es igual a “gente piadosa", es “dedicarse a Él en cuerpo y
alma" (1 Cor 7, 34). Pastores Dabo Vobis dice: "Formarse para el sacerdocio es
aprender a dar una respuesta... a la pregunta fundamental de Cristo: “¿Me amas?"
(Jn 21,15).
 Desechar a quienes se asientan en "pactos a la baja" y en la "mediocridad". Un hilo

8
basta para retener a la paloma. Decía Benedicto XVI: “El verdadero fundamento del
celibato sólo puede quedar expresado en la frase: Dominus pars (mea). Tú eres el lote
de mi heredad. Sólo puede ser teocéntrico. No puede significar quedar privados de
amor; debe significar dejarse arrastrar por el amor a Dios y luego, a través de una
relación más íntima con Él, aprender a servir también a los hombres" (22-12-2006).
La Iglesia como institución: Benedicto XVI señaló el itinerario a los obispos irlandeses en la visita
ad limina de 2006: establecer lo ocurrido, tomar medidas para que no se repita y asegurar la
justicia y la reparación de las heridas de "todos los que han sido golpeados por estos crímenes
anormales".
Para los cristianos: valga lo de Ignacio de Antioquía: “Lo que necesita el cristianismo cuando es
odiado por el mundo, no son palabras persuasivas, sino grandeza de alma". Preguntarse hu-
mildemente: estos escándalos gravísimos dañan la imagen social de la Iglesia, ¿cuánto
dañamos otros su vitalidad y congruencia con la extendida termita de la vulgaridad y el ir
pasando de los muchos?

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