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Colombia
Se analizará la relación que ha tenido la iglesia católica (IC) en Colombia con los actores
armados ilegales principales como son la guerrilla (especialmente trataremos el ELN) y los
grupos paramilitares. Hay que destacar que al estudiar la iglesia católica no podemos hablar
de un cuerpo homogéneo, hay diferencias dependiendo la jerarquía eclesiástica y el
contexto nacional e internacional.
Por otro lado, el paramilitarismo se popularizó en los 80s y 90s, como respuesta a
los ejércitos insurgentes, son grupos armados al margen del Estado que no se opone a este y
busca guardar el statu quo. Como en muchas esferas del poder en Colombia, el
paramilitarismo también permeó la IC. El fenómeno del paramilitarismo no solo fue una
estrategia militar sino una lucha cultural, disputa en el discurso, con la población se
presentaban como un grupo que defendía la dignidad y la propiedad de los ciudadanos. En
determinadas regiones del país bastantes golpeadas por la violencia revolucionaria los
sacerdotes de la IC se pusieron del lado de las autodefensas y por medio de su discurso
lograron que la población aumentara su odio por la guerrilla y temor por la izquierda. “Los
sacerdotes que presentaron vínculos en este grupo cumplieron con conectar los actores
civiles con los militares, fueron asesores espiritual del ejército de la zona e impulsaron una
fuerte convicción antisubversiva y anticomunista; es decir, el clero hacía parte de la
estructura militar, como aquella articulación del paramilitarismo con lo civil” (Sáez, p. 33).
Como hemos podido ver sacerdotes de la IC han tomado una actitud activa en el
conflicto armado apoyando alguna de las partes en muchas ocasiones, asumiendo
principalmente la función de legitimar y justificar las acciones violentas, tomando su
influencia cultural y sobre las personas como la principal herramienta.
Perú
Por otro lado, la relación con las fuerzas del Estado también fue conflictiva, lo que
causó que los miembros de la iglesia fueran blanco de atentados, deslegitimación,
persecución, asesinatos, vigilancia, intimidación, acusaciones y amenazas, tanto desde
grupos guerrilleros como de fuerzas armadas y policiales. El estado también fue en contra
de la IC principalmente por que interpretaban cualquier demanda de justicia y exigencia de
cambio social con el terrorismo, además de que desde todos los sectores de la jerarquía
eclesiástica se denunciaron las violaciones de derechos humanos que cometía el Estado
sistemáticamente.
La iglesia en Perú tomó una posición neutral sobre el conflicto, estuvo en la mitad,
contra el terrorismo y la represión, reaccionaron con una activa “defensa de la vida y de los
derechos humanos, con una solidaridad y acompañamiento a la población afectada, con el
apoyo y la defensa de las organizaciones sociales frecuentemente acusadas de subversión o
terrorismo, y con la movilización por la paz” (CVR, p. 397). Desde el principio rechazó las
acciones violentas de ambos lados, consideró los derechos humanos en un momento el
Estado no los tenía en cuenta, pero también denunció las formas de violencia estructural y
las malas condiciones de vida que tenía el pueblo peruano, pidiendo cambios reales para
luchar contra la pobreza y la desigualdad. También, tuvo una labor importante en el
fomento de espacios de diálogo entre las partes para la búsqueda de paz por medio de una
salida negociada, impulsando la apertura de espacios diálogo que no fueron aprovechados.
Argentina
El apoyo a la dictadura por parte de la iglesia católica se vio especialmente en sus
directivos en Argentina; el cardenal italiano Pio Laghi quien era uno de los diplomáticos
más influyentes del Colegio del Vaticano y el Monseñor Tortolo, el capellán castrense
designado bajo el gobierno constitucional, también presidente de la conferencia episcopal
argentina son dos personajes que apoyaron abiertamente a la dictadura. Este apoyo se
evidenció en la complicidad y justificación de los actos de tortura estatalizada, las
desapariciones, los asesinatos, entre otros desmanes. (Mignone, 1986)
No era posible que la Iglesia católica no estuviera enterada de todos los actos
enunciados anteriormente, pues estos tenían comunicación constante con el gobierno,
incluso se conoce de una reunión que hubo entre el monseñor Tortolo, y Videla, Massera y
Agosti miembros de la junta militar justo el día del golpe de Estado, lo que podría indicar
complicidad y colaboración para la instauración de la dictadura. Además, la dictadura no
hubiera podido soportar críticas abiertas por parte de la iglesia, pues esta se instauró con
legitimación cristiana, y los directivos de esta recibían constantes denuncias frente a las
violaciones del gobierno, denuncias que éstos ignoraban y justificaban abiertamente bajo el
precepto de que se debía luchar fuertemente en contra del comunismo. (Mignone, 1986)
Sin embargo, hubo sectores de la Iglesia católica que apoyaron cercanamente al
movimiento revolucionario, en particular a partir del relacionamiento con el Movimiento de
Sacerdotes del Tercer Mundo, en el cual prevalecía la teología de la liberación. Además,
también hay que mencionar la relación entre la iglesia católica y la guerrilla de los
Montoneros, diversos testimonios ponen en evidencia que varios sacerdotes de la iglesia
católica ayudaron a su instauración e influyeron fuertemente en el desarrollo de sus idearios
políticos, siendo epicentro de la lucha muchos colegios católicos donde sacerdotes jóvenes
incorporaban a la organización a estudiantes prometedores. (Donatello, 2010)
Nicaragua
La otra postura que optó la iglesia fue una postura basada en la religiosidad
espiritualista con fuerte relación con la burguesía, la cual simplemente se mantuvo neutral a
todos los procesos políticos y sociales por los que atravesaba la sociedad nicaragüense. Este
sector decidió no comprometerse con ninguna postura. Sin embargo, el silencio servía
como cómplice del proyecto político que deseaba mantener el sector antagónico del sector
revolucionario. (Monroy, 2007)
FUENTES
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