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FALANGE DURANTE LA SEGUNDA REPÚBLICA

De 1.933 a 1.936, la Falange sufre una interesantísima evolución doctrinal de la mano del
pensamiento de José Antonio Primo de Rivera. Iniciando su andadura política abanderando un
ingenuo y mimético fascismo  de carácter nacionalista (Discurso del Teatro de la Comedia de 29
de Octubre de 1.933), José Antonio acabará esbozando los trazos de un movimiento
revolucionario, republicano, sindicalista, autogestionario y democrático (Conferencia en el
Círculo Mercantil de Madrid de 9 de Abril de 1.935, Discurso en el Cine Madrid de 19 de Mayo
de 1.935 y Discurso del Cine Europa de 2 de Febrero de 1.936).
Falange Española de las JONS -resultado de la fusión con las JONS en Febrero de 1.934- es un
partido político muy activo pero minoritario durante la Segunda República. Sólo a partir del
décimo militante asesinado se lanzará a la política de represalias violentas. En las Elecciones de
Febrero de 1.936, ya muy definida su línea ideológica, concurrirá en solitario a los comicios al
margen del Frente Nacional y del Frente Popular.
A partir de la constitución del Gobierno Azaña en 1.936, los acontecimientos se suceden con
rapidez: Falange es ilegalizada y sus líderes encarcelados en Marzo de 1.936 -a pesar de
resoluciones contrarias a tales medidas dictadas por el Tribunal Supremo- siendo así
desorganizada y desarticulada la organización que se ve obligada a pasar a la clandestinidad.
Paralelamente a ello, va aumentando in crescendo la espiral de violencia que agita la sociedad
española.
Acosada por la violencia de la izquierda y con su organización en la clandestinidad
profundamente desorganizada, Falange decide secundar el Golpe Militar contra el Gobierno
del Frente Popular. Sin embargo, este apoyo no es incondicional. Las Circulares de 24 de Junio
de 1.936 y de 29 de Junio de 1.936, dictadas por José Antonio desde la Prisión de Alicante,
resaltan la absoluta independencia falangista en esta actuación. Falange apoyaría el Golpe de
Estado sin subordinación a poder civil o militar alguno. El partido no se preparaba para una
guerra larga: se entendía que el Ejército podría pacificar la insostenible situación política
creada desde la primavera de 1.936, que la Falange podría salir de la clandestinidad y que
podrían mejorarse las condiciones que permitieran iniciar un proceso revolucionario. Estos
cálculos resultaron profundamente erróneos.
FALANGE Y GOLPE MILITAR
El 18 de Julio de 1.936 comienza la enorme avalancha de nuevas afiliaciones a Falange. Miles
de personas entran en el partido, sin tener ningún conocimiento sobre la ideología del mismo.
La nitidez revolucionaria de la propuesta política del falangismo comienza a desdibujarse por
causa de este caos. Los afiliados de antes de la rebelión -los llamados camisas viejas-  forman
parte de los primeros voluntarios para los frentes de batalla, están encarcelados en las
prisiones de la zona gubernamental o han sido asesinados en las distintas acciones represivas
desarrolladas por los partidos del Frente Popular.
Los dirigentes más significados del nacionalsindicalismo son asesinados durante 1.936 –José
Antonio, Julio Ruiz de Alda, Ramiro Ledesma, Manuel Mateo, Alejandro Salazar y tantos
otros- o caen en combate en los primeros enfrentamientos de la contienda (Onésimo
Redondo). El partido es un desorden organizativo en estos momentos: graves acontecimientos
históricos se están desarrollando a su alrededor y el partido está descabezado y desnortado.
Este caos intenta ser solventado al ser designado máximo responsable de la llamada Junta de
Mando Provisional Manuel Hedilla el 2 de Septiembre de 1.936. Hedilla intenta reorganizar las
distintas áreas de un partido que, en pocos meses, ha crecido
desmesuradamente.  Hedilla pugna por recuperar aquellas parcelas de soberanía que -tras el
Golpe Militar- han sido ocupadas por los militares alzados aprovechando la desorganización
falangista. El cargo de Hedilla era provisional, en tanto en cuanto no regresara José
Antonio  de la zona gubernamental.
A finales de 1.936 e inicios de 1.937 Hedilla inicia una extensa reorganización del partido, al
tiempo que procura una nítida definición doctrinal revolucionaria dentro de la zona sublevada.
Desde que se hace oficial el fusilamiento de José Antonio el 20 de Noviembre de 1.936, y al
convenir al partido una dirección unificada, queda convocado un Consejo Nacional en
Salamanca en Abril de 1.937 al objeto de designar un Jefe Nacional que suceda al
fallecido José Antonio.
FALANGE Y REPRESIÓN EN LA ZONA SUBLEVADA
Se ha venido atribuyendo a la Falange la planificación y ejecución de las actuaciones de
represión en la zona sublevada. Ello no es cierto. Fuera de los casos puntuales de ajustes de
cuentas  represivos llevados a cabo al inicio de la contienda, los camisas viejas  forman parte de
las unidades de voluntarios que, alejados de la retaguardia, combaten en los distintos frentes.
El mismo Manuel Hedilla  (Mensaje de Navidad de 1.936) indica públicamente que los
falangistas no deben tomar parte en estas tareas represivas. Son injustas las imputaciones
realizadas frente a la Falange en este triste asunto. En primer lugar, porque desde el inicio
mismo de la contienda la represión fue canalizada por el Ejército a través de la institución
del Consejo de Guerra, absolutamente ajena a la Falange. En segundo lugar, porque a partir de
1.937 la Falange como tal ha sido disuelta y no le es encomendada actividad alguna dentro
del Estado Nuevo.
  FALANGE Y FRANCISCO FRANCO
En paralelo a estos esfuerzos de reorganización falangista desarrollados a finales de 1.936 y
principios de 1.937, se está produciendo una progresiva acumulación de poder personal por
parte de Francisco Franco. El 1 de Octubre de 1.936 ha sido designado Generalísimo,
afianzando su mando absoluto dentro del Ejército. Conseguida esta posición preeminente
dentro del Ejército, Francisco Franco comienza a extender su poder sobre el resto de las
parcelas políticas de la zona sublevada. Para ello cuenta con el inestimable apoyo de su
cuñado Ramón Serrano Súñer.
El 18 de Abril de 1.937 Manuel Hedilla es nombrado por el Consejo Nacional del partido
convocado al efecto Segundo Jefe Nacional de Falange Española de las JONS. El Consejo
Nacional había evidenciado una profunda división en el seno de la Falange, así como una dura
lucha por el poder entre las distintas facciones.
El 19 de Abril de 1.937 se publica el llamado DECRETO DE UNIFICACIÓN. Franco disuelve todas
las organizaciones políticas que han secundado la insurrección militar y las unifica en una sola:
el famoso Movimiento Nacional bajo su mando. Los falangistas se ven integrados -por la
fuerza coactiva del Decreto- en la misma organización que otras formaciones políticas
reaccionarias (carlistas, CEDA, monárquicos alfonsinos). Desde este Decreto, ya no se puede
hablar de Falange como organización política libre y soberana, ya que es disuelta junto con el
resto de los partidos afectados.
A partir de este momento, habrá que hablar de los falangistas, más no de la Falange  como
partido independiente. Franco  pretende hacer un partido único a la manera de la Alemania
Nazi o de la Italia Fascista. Esa era la concepción que, para el nacionalsindicalismo, era
preconizada por el todopoderoso Ramón Serrano Suñer.
Aquello ya no era la Falange de los Fundadores. Franco  no era falangista ni pretendía serlo.
Ideológicamente, era el reflejo de las crencias conservadoras y monárquicas que inspiraban a
una gran parte de los militares de la época.
LOS FALANGISTAS Y LA UNIFICACIÓN FRANQUISTA
Los falangistas aceptaron en su gran mayoría el Decreto de Unificación.
En su mayor parte, propugnaban que era necesaria una unidad de mando para ganar la guerra,
y creían que la Revolución empezaría al final de la contienda y bajo el liderazgo
del Caudillo.  Comenzó también la hora de los arribistas: personas que, bajo el amparo de la
camisa azul, ascendían puestos en la escala social del Estado Nuevo  o medraban
económicamente al calor del mismo.   
Sin embargo, una minoría de falangistas se opone a la Unificación al pensar que la misma
constituía el final de la Falange y de su libertad para luchar por sus propios objetivos políticos.
Por razón de esta oposición, Manuel Hedilla es condenado a muerte en dos Consejos de
Guerra celebrados en Julio de 1.937, siendo su pena conmutada finalmente por la de cadena
perpetua: no fue puesto en libertad sino hasta 1.947. Se dan numerosos procesos,
encarcelamientos y represalias, tales como el que le costó la vida en 1941 al falangista
auténtico Juan Bautista Pérez de Cabo, y en 1942 al falangista sevillano Juan José
Domínguez (lo que costó la dimisión como protesta de su amigo, Narciso Perales, y la
expulsión del gobierno de hasta tres ministros). Se funda la clandestina Falange Española
Auténtica (FEA).  Empieza a manifestarse una disidencia falangista que, en la práctica, se
extenderá hasta 1.975.
FALANGE Y EL RÉGIMEN DE FRANCO
Franco  utiliza a la Falange en beneficio de su Régimen. Se adoptan las formas externas del
falangismo (símbolos, camisa azul, lemas, conceptos y frases) pero la esencia revolucionaria de
la ideología es conscientemente apartada y olvidada. De esta forma, se produce un extraño
fenómeno de paranoia política: se manifiesta externamente que se está siguiendo una
determinada doctrina política pero, al mismo tiempo, ni tan siquiera se dan los pasos iniciales
para su aplicación. Además, se produce una exaltación pública de la figura de José Antonio, al
que se presenta como un arcángel sin mácula  pero olvidando conscientemente tanto su lado
humano como sus puntos de vista políticos.
El Estado nacido de la victoria militar de 1.939 no era falangista. Conservó intactas las
relaciones de producción -la titularidad de los medios de producción no era de los
trabajadores- y fortaleció las instituciones bancarias privadas. La llamada Organización
Sindical  no correspondía en absoluto al concepto sindical que había defendido Falange
durante la Segunda República. Se trataba de un régimen capitalista profundamente contrario a
las tesis económicas y políticas del nacionalsindicalismo.
LOS FALANGISTAS Y EL RÉGIMEN DE FRANCO
Acabada la guerra civil, y consolidado el Régimen de Franco, pueden ser reducidas a dos las
posturas de los falangistas frente al mismo.
PLENA COLABORACIÓN. Una gran mayoría de falangistas -incluso de los camisas
viejas-  colaborará activamente con el Régimen en todos sus niveles administrativos. A nivel
enunciativo, podemos citar los nombres de José Antonio Girón de Velasco, Raimundo
Fernández Cuesta, Pilar Primo de Rivera, José Luis de Arrese o José Utrera Molina. Estos
falangistas asumirán como propios los fines y fundamentos del Estado nacido de la guerra civil:
su visión doctrinal es conservadora y, a lo sumo, se aduce un cierto posibilismo revolucionario,
con argumentos tales como mejor Franco que el caos  o todo lo que de social tiene el régimen
es obra nuestra. Son conocidos como francofalangistas.  Desde 1.939, van perdiendo
paulatinamente peso político dentro del Estado.
PLENA OPOSICIÓN. Una minoría significativa de falangistas se opone al Régimen de Franco y
mantiene los principios revolucionarios esbozados por la Falange originaria. Se sigue
pretendiendo la eliminación del modelo capitalista y la instauración de una República Sindical.
Se fundan organizaciones clandestinas de oposición: Falange Española Auténtica (FEA),
Ofensiva de Recobro Nacional Sindicalista (ORNS), Frente de Estudiantes Sindicalistas (FES),
Frente Sindicalista Revolucionario (FSR) o Frente Nacional de Alianza Libre (FNAL). Esta lucha
de resistencia lleva a la prisión o a la persecución y ostracismo político a muchos de estos
falangistas. Podemos citar los ejemplos de Manuel Hedilla, Emilio Rodríguez Tarduchy,
Eduardo Ezquer, Gerardo Salvador Merino, Dionisio Ridruejo, Narciso Perales, Sigfredo
Hillers de Luque, Patricio González de Canales o Ceferino Maestú.
Una visión simplista, pero muy útil a efectos de la debida comprensión de los hechos, es
considerar a los francofalangistas como el sector derecho del movimiento nacionalsindicalista,
mientras que los  falangistas opositores constituirían el sector izquierdo.
LOS FALANGISTAS Y LA TRANSICIÓN
Muerto Franco, y ya en la Transición, los falangistas comenzarán a organizarse para recuperar
su independencia política. Se discute por la recuperación de las siglas históricas, las cuales son
disputadas por las dos corrientes antes expuestas del falangismo.
Las siglas de Falange Española de las JONS son inscritas finalmente por el sector más
conservador, que se aprovecha para ello de sus buenos contactos con el Gobierno de Adolfo
Suárez. La máxima responsabilidad del partido recaerá en
el francofalangista histórico Raimundo Fernández Cuesta.
Las siglas de Falange Española de las Jons (Auténtica) son inscritas por los antiguos opositores
al franquismo bajo la Jefatura Nacional de Narciso Perales, también histórico resistente al
Régimen de Franco.
Las diferencias entre ambas corrientes ideológicas son muy grandes, a pesar de su origen
común. La primera de ellas es conservadora, rituaria y muy afín a los postulados de la extrema
derecha. La segunda es democrática e intenta seguir desarrollando los postulados
autogestionarios y revolucionarios esbozados por la Falange originaria.
FALANGE EN 2.019
En 2.019, los falangistas son herederos directos de esta antigua división. Sólo quedan cinco
organizaciones falangistas dentro del espectro político español.
Falange Española de las JONS  y FE-LA Falange.  Sucesoras del ala más conservadora del
nacionalsindicalismo, actualmente se agrupan en la Coalición de extrema derecha ADÑ.
Conservan las formas y la uniformidad de los años treinta, y se ven involucrados a menudo en
acciones callejeras violentas.
Movimiento Falangista de España, Mesa Nacional Falangista y Falange Auténtica  pueden ser
consideradas sucesoras del falangismo opositor y disidente.
1.- DEMOCRACIA DE MASAS O CONFEDERACIÓN DE COMUNAS LIBRES
Se ha dicho que las democracias, en el sentido de participación DIRECTA del ciudadano
en las tareas de gobierno de la comunidad, son posibles solamente en colectividades
pequeñas. Cierto. En las grandes naciones, con  millones de individuos como en
España, la democracia directa es imposible. Se acude a ejemplos ciertos de
comunidades de pequeño número de habitantes para decir que allí solamente es
posible que el pueblo vote con toda la frecuencia que las circunstancias requieran
aspectos puntuales, como la derogación de la representatividad a un delegado o
diputado porque los electores no se sienten contentos con su representación, o la
votación de un programa de armamento, de acometida de aguas o de cualquier otro
aspecto político.
Claro que en democracias más perfeccionadas, como es el caso de los Estados Unidos
de Norteamérica, ese principio de representatividad por el cual los electores mandan
sobre el diputado que les representa y no el jefe del partido, allí es efectivo, mientras
que en España y en el resto de Europa domina la partidocracia. Los partidos apelan a
las masas con criterios de sicología de masas, con mensajes estudiados  que son
elaborados por costosas empresas especializadas, para que el mensaje subliminal cale
no en los razonamientos individuales, sino en los aspectos gregarios, vulgares y
adocenados de las mayorías amorfas: las masas. De esta forma solamente la
plutocracia, la riqueza en el poder, es la que conforma una oligarquía dictatorial que
puede mentir y corromperse tantas veces como quiera, porque al final a los
ciudadanos se les sigue ofreciendo el mismo menú, y si hay nuevos platos, estos tienen
que pasar por el aro de la financiación costosísima y entrar en el club de la oligarquía
que compone el poder del estado.
Pero estamos siempre en las mismas. Las masas por sí mismas son amorfas, y son los
políticos profesionales en alianza con el poder económico los que se encargan de
darles la forma apetecida por la oligarquía.
La solución sería la creación de pequeñas comunidades autosuficientes
económicamente, e independientes del poder del capital, para que su  soberanía
política no se viese mediatizada por los poderes fácticos, que hacen ficción siempre de
la libertad de las comunidades. Aquí sí que la democracia directa es posible; más aún
cuando se puede aplicar al tema de las votaciones los adelantos en informática que
pueden transformar definitivamente el esquema piramidal de la distribución del poder
desde el vértice a la base, por el esquema cuadriculado en el cual cada cuadrícula
posee la información del conjunto y  por lo tanto, la puede gestionar por sí misma. Hoy
en día, a pesar de los adelantos técnicos de los que hablamos, se sigue un esquema
piramidal,  o centralista. No se me argumente que ahí están las Comunidades
Autónomas o los Landers alemanes para decir que ese centralismo ha muerto. Ni
mucho menos. El centralismo merced a los intereses centralistas de los grandes
bancos  en alianza con las oligarquías políticas, más que desaparecer ¡¡se ha
multiplicado tantas veces como numerosos son los estados federados o las
comunidades autónomas españolas, con el agravante para estas últimas de que se
basan  para más escarnio en la desigualdad de privilegios entre unas y otras!!
2.- LA MENTIRA DE LA DESCENTRALIZACIÓN
El mecanismo por el que se explica esta mentira de la descentralización es el siguiente:
El Poder sigue siendo el mismo y está en España en las mismas manos en las que
estuvo durante la etapa franquista y aun durante las anteriores. El poder de este
entramado político financiero es siempre piramidal. Afecta directamente con sus
órdenes a los ciudadanos, y éstos carecen de la estructuración de unas instituciones
civiles  que sirvieran de contrapeso al poder central del Estado y servir  como control a
éste. No hay asociaciones vecinales, entre el individuo y el poder de los municipios de
las grandes ciudades. Esos grandes ayuntamientos podrían salir de la confederación de
las barriadas… pero no.  Y aunque un movimiento político independiente fuese elegido
en un municipio pequeño, los poderes fácticos de los partidos  mayoritarios y con
dinero y poder, acabarían boicoteándolo todo, negando a través de sus diputaciones
provinciales todo auxilio a esos municipios rebeldes hasta que al final, acabarían
señalándolos con el dedo como “ejemplo del caos al que nos arrastra la anarquía del
populismo, de la demagogia, etc etc” La archiconocida historia que ha sucedido en
Cuba, Chile, Venezuela, después de haber sido cercada su soberanía por los intereses
capitalistas y hundida su economía provocando el consiguiente desastre social.
Pero es que pasa lo mismo, y con más razón, en la relación entre el  individuo y el
estado nacional. Pudiera ser el poder sindical el que sirviese como contrapeso; pero
este se ha hundido debido a que los trabajadores no tienen que estar sindicados a la
hora de percibir los beneficios de su Convenio colectivo, otros luchan por él, otros
hacen huelgas por él; por lo tanto el sindicato es abandonado y puesto a disposición
del poder del estado burgués vía subvención. Tampoco hay distritos electorales que
puedan ofrecer al ciudadano una participación constante en la vida política vía crítica
de la labor representativa de sus diputados, vía que podría validar hasta la exigencia de
su dimisión si sus acciones no llegan a convencerles a ellos, a los ciudadanos, y no al
jefe de partido.
Individuos y familias siguen siendo sujetos pasivos de la imposición de la oligarquía de
partidos estatales. Se podría contar con ellos, con sus organizaciones como
consumidores y como sujetos activos de la labor educativa de sus hijos, como sujetos
activos en la vida cultural, social, de ocio… Y no hay nada. Siguen condenados a ser
sujetos pasivos, bajo el señuelo de que “ya son soberanos” cuando acuden a la urna
cada cuatro años a REFRENDAR,  que no a votar, listas cerradas y bloqueadas de
partidos estatales. Nada hay eficaz y activo entre el Poder del estado y de sus partidos,
y el ciudadano, aislado y tiranizado por los poderes que le vienen encima.
Todo esto nos lleva a la conclusión final: Los llamados estados descentralizados como
el español regidos por la Constitución del 78, son más centralistas que ningún otro,
puesto que las comunidades autónomas no son sino el reflejo, en pequeño, del gran
estado central, en los que no sigue habiendo ninguna conexión de control del Poder
político y económico por parte del ciudadano.  Hay un gran estado centralista repetido
diecisiete veces. Y con los impuestos también repetidos, muchas veces por el mismo
concepto, merced a la mentirosa “descentralización”.
3.- NUESTRA ALTERNATIVA FEDERATIVA.
Abordemos, por consiguiente, la creación de pequeñas comunidades, células básicas
de la convivencia política y económica de individuos y familias.  Lo importante es el
diseño de una comunidad base, con la cual se puedan crear uniones con otras
comunidades para tratar de lo que al conjunto interesa; siendo totalmente autónomas
en decisiones que afectan a su ámbito propio y exclusivo.
Esta comunidad base, municipio libre o comuna autogestionaria se basa en una
organización social compuesta por tres instituciones de representación directa:
Sindicatos, familias o individuos y comunidad política de electores para el
autogobierno y delegación directa para unidades convivenciales de mayor ámbito o
radio de acción: comarcas, regiones…para tratar exclusivamente de los asuntos que a
todos afectan en común. Tenemos por tanto, una comunidad de base o municipio libre
que es la imagen del Estado en general, con sus instituciones básicas de auto gobierno,
tal y como eran las ciudades romanas fundadas en los territorios del Imperio,
(Imágenes de la propia Roma) y como siguieron siendo los municipios medievales,
agrupados en comarcas que podrían llamarse entonces “Comunidades de Villa y
Tierra”, como es el caso del antiguo señorío de Molina. Eran autónomos en su vida
social y sus habitantes lo mismo se organizaban como comunidad militar, política, o de
actividad económica.
Los tres elementos antes descritos se componen de personas que pueden reunirse
según el tema sea económico, – de acuerdos entre sindicatos de distinta actividad,
-político, para autogobierno o nombramiento de representantes regionales o
nacionales con mandato imperativo de su propia comunidad,- o familiares que se
ocupan de lo que sería una verdadera asociación de consumidores tanto de servicios
(educación , sanidad, tiempo libre, deportes, etc) como materiales, dando su
aprobación a las decisiones de inversión en un producto determinado que los
sindicatos proponen a los consumidores.- La institución que une en asamblea a estas
tres instituciones podría llamarse consejo de gobierno o consejo económico y social.
4.-LA COMUNA
Pasamos a describir a grandes rasgos las tres instituciones que conforman el municipio
o comuna libre. Como requisito previo hay que suponer que se ha desmontado el
capitalismo en sus tres vertientes o tipos: financiero, industrial y agrario, sustituido por
una economía comunitaria y sindicalista que ha llegado por dos preceptos de tipo
moral o ético: El dinero no produce dinero por sí mismo sin intermedio de trabajo
humano, y  que la Persona no es una cosa  -en su dimensión como trabajadora- que se
pueda comprar o vender en el mercado de trabajo, como quiere el capitalismo, sino un
ser libre que tiene derecho a gestionar y recibir los beneficios comunitarios de su
propio trabajo. Si una pequeña empresa de tipo familiar o individual necesita para su
funcionamiento mano de obra, se firmará con la persona necesaria un contrato de
sociedad.
En primer lugar los sindicatos por ramas de producción, agraria, industrial o de
servicios, que se componen de la agrupación vertical de empresas que se dedican a las
diversas fases de fabricación de un mismo producto, desde la materia prima hasta la
comercialización final para el consumo. Se entiende que el capital necesario para su
funcionamiento proviene de la Banca Sindical Nacional, que ha nacionalizado los
bienes de capital de las economías financieras privadas. La maquinaria y el dinero
necesario no pagan un interés; pagan un usufructo por su uso, con derecho final a
compra, como si fuese un “alquiler leasing” siendo lo normal que no lleguen a eso, sino
que sigan alquilando las nuevas máquinas que el progreso técnico y científico facilita. 
Se sigue en esto un esquema por el que las contribuciones determinadas por el
derecho de uso o usufructo van de abajo hacia arriba, hacia la representación nacional
de los sindicatos por ramas de la producción. El pago no de interés, sino de derechos
de usufructo está de acuerdo con la moral tomista- Aristotélica que establece que el
dinero no produce dinero por sí mismo, sin intermedio del trabajo humano. (D.
Schweickart) y al principio de que el capital , la maquinaria, la técnica, representa la
suma del esfuerzo y del trabajo humano combinado de toda una Nación; luego su
propiedad como tal corresponde no a cada empresa, sino a dicha Nación en su
conjunto. Por lo tanto el que lo usa tiene derecho a su usufructo mediante el pago de
un canon determinado por la comunidad nacional que recoge la representación directa
y por mandato imperativo de los usuarios.
Como concebimos a España en lo económico como una gran comunidad o empresa de
trabajadores de todas clases, la iniciativa privada tiene su ámbito de actuación en las
comunidades económicas de base, o empresas particulares en régimen de auto gestión
de sus trabajadores. Una novedad en la producción o en la técnica, etc, puede surgir
de un individuo o de un grupo de trabajo. Esta novedad se presenta a la aprobación del
consejo económico y social (ya hemos descrito sus componentes)  local, regional o
nacional, dependiendo de la cantidad necesaria de capital para invertir en esta
novedad, atendiendo al principio de justicia consistente en que a lo que a todos
interesa, por todos ha de ser resuelto o tratado. Las compensaciones serán percibidas
por los autores de la innovación según un canon establecido comunitariamente sobre
los beneficios que la novedad ha aportado.
Vemos por tanto, que esta economía de titularidad comunitaria y nacional  ha resuelto
democráticamente la cuestión de la iniciativa privada en la mejora de la productividad
y de la innovación, cuando antes, debido al predominio del capital financiero, las
innovaciones solamente se aprobaban caso de no colisionar con los intereses
monopolísticos de determinado modo de producción basado en la perpetuación, por
ejemplo, de energías contaminantes y caras (caso de una propuesta innovadora en
energías alternativas y limpias) y también caso de que hubiese capitales, liberados de
la especulación, de la ocultación en paraísos fiscales o en intereses financieros,
dispuestos para asumir este riesgo. No hay ya capitales para la innovación, según
estamos viviendo la tendencia financiera y especulativa de la economía liberal  de
ahora, en la que prima el capitalismo financiero sobre el industrial, que no interesa a
las élites del poder por la mayor cantidad de beneficios que da el primero. Se plantea
ahora mismo la necesidad urgente de una verdadera desamortización del capital
estancado en las manos muertas de la especulación bancaria y de la fuga de capitales
para hacerlo funcionar en el crecimiento económico de la sociedad entera, gestionado
por esa misma sociedad a través de sus mejores empleados y profesionales.
La segunda institución de representación directa en una comuna o municipio libre es la
asociación de consumidores, de familias y de individuos de la comunidad. Ya hemos
trazado su misión de desempeñar la función de un poder de control y de aprobación,
desde el consumo, de las ofertas de la producción y de los servicios básicos.
La tercera es superior en jerarquía sobre las dos anteriores: la asamblea política del
municipio  o comuna. Se reúne para tomar decisiones políticas dentro de su ámbito de
acción con completa autonomía y soberanía, y se confedera con otros municipios 
hasta formar un distrito electoral de cien mil electores que eligen a un diputado que,
portando los deseos y proyectos de su distrito, componga con otros diputados o
delegados asamblearios la Asamblea Legislativa de la Nación, con delegados que en
cualquier momento pueden ser sustituidos por otros que el mismo distrito tiene en
reserva, si es que su actuación no es del agrado de los electores.
Se reúnen también los distritos electorales cuando se trata de elegir, en elecciones
independientes y específicas, al fiscal  que representa al distrito y al juez respectivo. ,
lo miso que para elegir al sumo poder ejecutivo de la Nación representado por el
Presidente de la República.
CONCLUSIÓN
Las comarcas, o confederaciones libres de municipios tienen el mismo esquema en su
composición que cada uno de los municipios, y con representantes de éstos se reúnen
para tratar de los asuntos que colectivamente les afectan como comarca; lo mismo a
nivel regional que a nivel nacional. Se trata de una aplicación del principio de
subsidiariedad que garantiza la total autonomía en lo que a cada uno corresponde
gestionar y proponer, y del principio fundamental ya aludido, de Justiniano, por el cual
lo que afecta a todos, por todos ha de ser tratado.
No se trata, como se ve, de comunas autosuficientes y con fronteras de soberanía,
porque eso era casi posible en la Edad Media, cuando el auto abastecimiento y el
bienestar eran posibles con acudir a las fuentes y materias primas locales; y ni aun así
podían ser totalmente autárquicas, pues se necesitaba de comercio para lo que
faltase.  Los ríos que pasan por la comuna no pueden ser gestionados solo por la
comuna, porque las otras por las que el mismo río pasa, podrían verse perjudicadas. Lo
mismo que una empresa debida a la libre iniciativa de los trabajadores de la comuna
no puede ser atendida con los fondos de ahorro de la misma. Necesita una inversión
tanto más cuantiosa como lo es el incremento de las economías de escala, o de
inversión inicial, por lo cual debe acudir a la banca regional  o nacional, dependiendo
de la cuantía, pagando un usufructo por el capital recibido y  cantidades para la
devolución del principal cuando se haya amortizado la inversión. Así mismo,
mantendrán un capital social que junto con el concedido en usufructo, será la garantía
de devolución a la comunidad prestataria en el caso de que no prospere la empresa.
Ese capital social es también patrimonio de la gran empresa nacional por ramas de
producción, uno e indivisible.
Las industrias locales o regionales son algo así  como franquicias o departamentos de
la gran empresa de titularidad pública, de trabajadores de diversas  categorías, que
será España vista desde el punto de vista económico y social. Las grandes empresas
multinacionales que hoy conocemos tienen éxito debido a la cantidad de capital
acumulado y a la iniciativa libre de las bases, a la flexibilidad con la cual esas empresas
afrontan la innovación y los gustos cambiantes del  consumidor. Imaginemos una
empresa de titularidad pública, obrera, que tiene la misma potencia y que solo se
diferencia en cuanto a que la gestión es llevada a cabo con el control de los mismos
trabajadores. Una economía comunitaria y con protagonismo social es totalmente
posible. Imaginemos también la reducción de gastos de publicidad engañosa (el
segundo montante de gasto en EEUU actualmente es la publicidad después de los
gastos de Defensa) dado que lo que produzcan las empresas tanto agrarias como
industriales es sometido a control de los consumidores, junto con su aprobación para
la financiación, en los Consejos Económicos y Sociales.
España, como decía Ortega y Gasset, está históricamente desvertebrada. Las
burguesías periféricas, sin conexión alguna con otras, con endémica ausencia de
comunicaciones y de unidad de sus impulsos,  y colonializada por el capital exterior, es
presa de los intentos de separación que las mismas burguesías alientan tratando al
tiempo de que sus clases obreras jamás se unan y las regiones sirvan acaso de paraísos
fiscales a sus oligarquías más poderosas.
Esta es pues, la ocasión de ofrecer una verdadera vertebración de España y de articular
su unidad mediante el principio federativo de Proudhon, que ya estuvo en el sueño del
presidente de la I República, D Francesç Pi i Margall. Con poderes locales
verdaderamente autónomos y totalmente distintos a los centralismos feroces que
alientan en nuestro estado de las autonomías, espejo imperfecto de la vieja España de
privilegios feudales y  distintos también con respecto a unos estados federales que lo
único que podrían hacer es multiplicar los centralismos en favor de las burguesías
locales.
Esta es una oferta distinta y superadora de las opciones centralistas y federales
burguesas.  La única manera y forma en la que se puede articular una España obrera,
justa y solidaria entre sus clases trabajadoras.

En vista del hecho de que las ideas contenidas en el sindicalismo se han practicado por
los trabajadores desde hace medio siglo, aunque sin el fondo de la conciencia social;
que en este país cinco hombres tuvieron que pagar con sus vidas porque defendían los
métodos sindicalistas como los más efectivos en la lucha del trabajo contra el capital; y
que, además, el sindicalismo ha sido practicado conscientemente por los trabajadores
de Francia, Italia y España desde 1895, es bastante divertido ver cómo algunas
personas en América e Inglaterra ahora se lanzan sobre el sindicalismo como algo
completamente nuevo y nunca antes escuchado.
Es sorprendente cuán ingenuos son los estadounidenses, cuán toscos e inmaduros son
los artistas de importancia internacional. A pesar de su aptitud práctica jactanciosa, el
estadounidense promedio es el último en enterarse de los medios modernos y las
tácticas empleadas en las grandes luchas de su tiempo. Siempre va a la zaga en ideas y
métodos que los trabajadores europeos han estado aplicando con gran éxito durante
años.
Se puede afirmar, por supuesto, que esto no es más que un signo de juventud por
parte del estadounidense. Y es realmente hermoso poseer una mente joven, fresca
para recibir y percibir. Pero desafortunadamente la mente estadounidense parece no
crecer, madurar y cristalizar sus puntos de vista.
Quizás es por eso que un revolucionario estadounidense puede al mismo tiempo ser
un político. Esa es también la razón por la cual los líderes de la Industrial Workers of
the World continuan en el Partido Socialista, que es antagónico a los principios, así
como a las actividades de la IWW también por qué un marxista rígido puede proponer
que los anarquistas trabajen juntos con la facción que comenzó su carrera por la más
amarga y maliciosa persecución de uno de los pioneros del anarquismo, Mijail Bakunin.
En resumen, para la mente indefinida e incierta del radical estadounidense, las ideas y
métodos más contradictorios son posibles. El resultado es un caos triste en el
movimiento radical, una especie de almohadilla intelectual, que no tiene ni sabor ni
carácter.
En la actualidad, el sindicalismo es el pasatiempo de una gran cantidad de
estadounidenses, los denominados intelectuales. No es que ellos sepan nada al
respecto, excepto que algunas grandes autoridades —Sorel, Bergson y otros— lo
apoyan: porque el estadounidense necesita el sello de autoridad, o no aceptaría una
idea, no importa cuán verdadera y valiosa pueda ser.
Nuestras revistas burguesas están llenas de disertaciones sobre el sindicalismo. Uno de
nuestros colegios más conservadores incluso ha publicado una obra de uno de sus
estudiantes sobre el tema, que cuenta con la aprobación de un profesor. Y todo esto,
no porque el sindicalismo es un fuerza y se practica con éxito por los trabajadores de
Europa, sino porque, como ya he dicho antes, tiene una sanción autorizada oficial.
Como si el sindicalismo hubiera sido descubierto por la filosofía de Bergson o los
discursos teóricos de Sorel y Berth, y no hubiera existido y vivido entre los trabajadores
mucho antes de que estos hombres escribieran sobre él. La característica que distingue
al sindicalismo de la mayoría de las filosofías es que representa la filosofía
revolucionaria del trabajo concebida y nacida en la lucha y experiencia reales de los
propios trabajadores, no en universidades, facultades, bibliotecas o en el seno de
algunos científicos. La filosofía revolucionaria del trabajo, ese es el significado
verdadero y vital del sindicalismo.
Ya en 1848 una gran parte de los trabajadores se dio cuenta de la inutilidad total de la
actividad política como un medio para ayudarlos en su lucha económica. En ese
momento ya se demandaba medidas económicas directas, en contra del inútil
desperdicio de energía a lo largo de las líneas políticas. Este fue el caso no solo en
Francia, sino incluso antes de eso, en Inglaterra, donde Robert Owen, el verdadero
socialista revolucionario, propagó ideas similares.
Después de años de agitación y experimentación, la idea fue incorporada por la
primera convención de la Internacional en 1867, en la resolución de que la
emancipación económica de los trabajadores debe ser el objetivo principal de todos
los revolucionarios, a lo que todo lo demás debe subordinarse. De hecho, fue esta
posición decidida radical que finalmente provocó la escisión en el movimiento
revolucionario de ese día, y su división en dos facciones: una, en virtud de Marx y
Engels, con el objetivo de conquista política; la otra, en virtud de Bakunin y los
trabajadores latinos, avanzando a lo largo de las líneas industriales y Sindicales. El
desarrollo posterior de estas dos alas es familiar a cada hombre y mujer pensante: la
primera se ha centralizado gradualmente en una enorme máquina, con el único
propósito de conquistar el poder político dentro del Estado capitalista existente; el
otro es un factor revolucionario cada vez más vital, temido por el enemigo como la
mayor amenaza para su gobierno.
Fue en el año 1900, mientras que un delegado al Congreso Anarquista en Paris, que
por primera vez entre en contacto con el sindicalismo en funcionamiento. La prensa
anarquista había estado discutiendo el tema durante años antes de eso; por lo tanto,
los anarquistas sabíamos algo sobre el sindicalismo. Pero aquellos de nosotros que
vivimos en América tuvimos que contentarnos con el lado teórico de la misma.
En 1900, sin embargo, vi su efecto sobre el trabajo en Francia: la fuerza, el entusiasmo
y la esperanza con que el sindicalismo inspiró a los trabajadores. También tuve la
fortuna de aprender del hombre que, más que nadie, había dirigido el sindicalismo
hacia canales definidos de trabajo, Fernand Pelloutier. Desafortunadamente, no pude
conocer a este extraordinario joven, ya que en ese momento ya estaba muy enfermo
de cáncer. Pero donde quiera que iba, con quien hablaba, el amor y la devoción por
Pelloutier eran maravillosos, todos coincidiendo en que había sido él quien había
reunido a las fuerzas descontentas en el movimiento laboral francés y les infundió una
nueva vida y un nuevo propósito, el del sindicalismo .
A mi regreso a Estados Unidos, comencé inmediatamente a propagar las ideas
sindicalistas, especialmente la Acción Directa y la Huelga General. Pero era como
hablar con las Rocky Mountains, sin entendimiento, incluso entre los elementos más
radicales, y completa indiferencia en las filas obreras.
En 1907 fui como delegada al Congreso Anarquista en Amsterdam y, mientras que en
París, conocí a los sindicalistas más activos en la Confederation Generale du
Travail: Pouget, Delesalle, Monate, y muchos otros . Más que eso, tuve la oportunidad
de ver el sindicalismo en la operación diaria, en las más constructivas e inspiradoras
formas.
Me refiero a esto para indicar que mi conocimiento del sindicalismo no viene de Sorel,
Bergson o de Berth, sino a partir del contacto real y observación de la enorme labor
realizada por los trabajadores de París dentro de las filas de la Confederación. Se
requeriría un volumen para explicar en detalle lo que el sindicalismo está haciendo
para los trabajadores franceses. En la prensa estadounidense lees solo de sus métodos
resistivos, de huelgas y sabotaje, de los conflictos del trabajo con el capital. Estos son
sin duda son asuntos importantes, y sin embargo el valor principal del sindicalismo se
encuentra mucho más profundo. Se basa en el efecto constructivo y educativo sobre la
vida y el pensamiento de las masas.
La diferencia fundamental entre sindicalismo y los métodos comerciales es la
siguiente: mientras que los viejos sindicatos sin excepción, se mueven dentro del
sistema de salarios y el capitalismo, reconociendo el último como inevitable, el
sindicalismo repudia y condena los arreglos industriales presentes como injustos y
criminales, y no ofrece esperanzas al trabajador por los resultados duraderos de este
sistema.
Por supuesto el sindicalismo,[1] como el sindicalismo tradicional, luchan por ganancias
inmediatas, pero no es tan estúpido como para pretender que el trabajo puede
esperar condiciones humanas de las disposiciones económicas inhumanas en la
sociedad. Por lo tanto, simplemente arrebata al enemigo lo que puede obligarlo a
ceder; en general, sin embargo, el sindicalismo apunta y concentra sus energías en el
derrocamiento total del sistema salarial. De hecho, el sindicalismo va más allá: su
objetivo es liberar a los trabajadores de cada institución que no tiene por objeto el
libre desarrollo de la producción en beneficio de toda la humanidad. En resumen, la
última propuesta del sindicalismo es reconstruir la sociedad de su actual estado
centralizado, autoritario y brutal a uno basado en la agrupación libre, de grupos
federados de trabajadores a lo largo de las líneas de la libertad económica y social.
Con este objetivo a la vista, el sindicalismo funciona en dos direcciones: primero,
socavando las instituciones existentes; en segundo lugar, desarrollando y educando a
los trabajadores y cultivando su espíritu de solidaridad, para prepararlos para una vida
plena y libre, cuando el capitalismo haya sido abolido.
El sindicalismo es, en esencia, la expresión económica del anarquismo. Esa
circunstancia explica la presencia de tantos anarquistas en el movimiento sindicalista.
Al igual que el anarquismo, el sindicalismo prepara a los trabajadores a través de líneas
económicas directas, como factores conscientes de las grandes luchas de hoy en día,
así como factores de consenso en la tarea de reconstruir la sociedad a lo largo de
líneas industriales autónomas, en contra del espíritu paralizador de centralización con
su maquinaria burocrática de la corrupción, inherente a todos los partidos políticos.
Al darse cuenta de que los intereses diametralmente opuestos del capital y el trabajo
no pueden reconciliarse, el sindicalismo debe necesariamente repudiar los viejos,
rústicos, y desgatados métodos del sindicalismo tradicional, y declarar una guerra
abierta contra el régimen capitalista, así como también contra todas las instituciones
que, por el momento, apoyan y protegen al capitalismo.
Como una secuencia lógica el sindicalismo, en su lucha diaria contra el capitalismo,
rechaza el sistema de contratos, porque no considera que el trabajo y el capital sean
iguales, por lo tanto no puede consentir un acuerdo donde uno tiene el poder de
romper, mientras que el otro debe someterse sin reparación.
Por razones similares, el sindicalismo rechaza las negociaciones en las disputas
laborales, porque tal procedimiento solo sirve para dar tiempo al enemigo para
preparar su fin de la lucha, derrotando así al objeto que los trabajadores se proponen
alcanzar. Además, el sindicalismo es sinónimo de espontaneidad, como preservador de
la fuerza combativa del trabajo y también porque toma al enemigo desprevenido, por
lo tanto lo obliga a un acuerdo rápido o le causa una gran pérdida.
El sindicalismo se opone a una gran tesorería sindical, porque el dinero es un elemento
tan corruptor en las filas del trabajo como lo es en las del capitalismo. Nosotros en
Estados Unidos sabemos que esto es verdad. Si el movimiento obrero en este país no
estaba respaldado por dichos grandes fondos, no sería tan conservador como es, o los
líderes no serían tan fácilmente corrompidos. Sin embargo, la razón principal de la
oposición del sindicalismo a los grandes tesoros consiste en el hecho de que crean
diferencias de clase y celos dentro de las filas del trabajo, tan perjudiciales para el
espíritu de solidaridad. El trabajador cuya organización tiene un gran bolso se
considera superior a su hermano más pobre, al igual que él se considera a sí mismo
mejor que el hombre que gana cincuenta centavos menos por día.
El valor ético jefe del sindicalismo consiste en la tensión que pone sobre la necesidad
de mano de obra de deshacerse del elemento de la discordia, el parasitismo y la
corrupción en sus filas. Busca cultivar la devoción, la solidaridad y el entusiasmo, que
son mucho más esenciales y vitales en la lucha económica que el dinero.
Como ya dije, el sindicalismo ha surgido de la desilusión de los trabajadores con la
política y los métodos parlamentarios. En el curso de su desarrollo, el sindicalismo ha
aprendido a ver en el Estado, con su portavoz, el sistema representativo, uno de los
soportes más fuertes del capitalismo; del mismo modo que aprendió que el ejército y
la iglesia son los principales pilares del Estado. Es, por lo tanto, que el sindicalismo ha
dado la espalda al parlamentarismo y las máquinas políticas, y se ha posicionado en la
arena económica en la que el laborioso gladiador puede enfrentarse con éxito a su
enemigo.
La experiencia histórica sostiene los sindicalistas en su oposición inflexible al
parlamentarismo. Muchos habían entrado en la vida política y, dispuestos a no ser
corrompidos por la atmósfera, se retiraron de su cargo, para dedicarse a la lucha
económica: Proudhon, el revolucionario holandés Nieuwenhuis, Johann Most y
muchos otros. Mientras que los que se quedaron en el pantano parlamentario
terminaron por traicionar su confianza, sin haber ganado nada para el trabajo. Pero no
es necesario discutir aquí la historia política. Baste decir que los sindicalistas son
antiparlamentarios como resultado de una experiencia amarga.
Igualmente, la experiencia ha determinado su actitud antimilitarista. Una y otra vez se
ha utilizado al ejército para derribar a los huelguistas y para indicar la nauseabunda
idea del patriotismo, con el propósito de dividir a los trabajadores entre sí y ayudar a
los amos en el botín. Las incursiones que la agitación sindicalista ha hecho en la
superstición del patriotismo son evidentes por el temor de la clase dominante a la
lealtad del ejército y la rígida persecución de los antimilitaristas. Naturalmente, la clase
dominante se da cuenta mucho mejor que los trabajadores de que cuando los
soldados se nieguen a obedecer a sus superiores, todo el sistema del capitalismo
estará condenado al fracaso.
De hecho, ¿por qué deberían los trabajadores sacrificar a sus hijos para que estos
últimos puedan ser utilizados para disparar a sus propios padres? Por lo tanto, el
sindicalismo no es meramente lógico en su agitación antimilitarista; es más práctico y
de gran alcance, en la medida en que roba al enemigo de su arma más poderosa
contra el trabajo.
Ahora, en cuanto a los métodos empleados por el sindicalismo-acción directa, el
sabotaje y la huelga general.
ACCIÓN DIRECTA
Esfuerzo consciente individual o colectivo para protestar o remediar las condiciones
sociales a través de la afirmación sistemática del poder económico de los trabajadores.
El sabotaje ha sido calificado como criminal, incluso por los llamados socialistas
revolucionarios. Por supuesto, si usted cree que la propiedad, que excluye al productor
de su uso, es justificable, entonces el sabotaje es de hecho un crimen. Pero a menos
que un socialista continúe bajo la influencia de nuestra moralidad burguesa —una
moralidad que permite a unos pocos monopolizar la tierra a expensas de la mayoría—,
no puede sostener consistentemente que la propiedad capitalista es inviolable. El
sabotaje socava esta forma de posesión privada. Por lo tanto, ¿puede considerarse
criminal? Por el contrario, es ético en el mejor sentido, ya que ayuda a la sociedad a
deshacerse de su peor enemigo, el factor más perjudicial de la vida social.
El sabotaje se refiere principalmente a obstruir, por todos los métodos posibles, el
proceso regular de producción, demostrando así la determinación de los trabajadores
de dar de acuerdo con lo que reciben, y nada más. Por ejemplo, en el momento de la
huelga ferroviaria francesa de 1910, los productos perecederos se enviaban en trenes
lentos, o en una dirección opuesta a la prevista. ¿Quién sino el filisteo más corriente lo
llamará crimen? Si los ferroviarios pasan hambre y el público “inocente” no tiene
suficiente sentimiento de solidaridad como para insistir en que estos hombres deben
obtener lo suficiente para vivir, el público ha perdido la simpatía de los huelguistas y
debe asumir las consecuencias.
Otra forma de sabotaje consistió, durante esta huelga, en colocar cajas pesadas en los
productos marcados con “Manejar con cuidado”, cortar vidrio y porcelana y vinos
preciosos. Desde el punto de vista de la ley, esto puede haber sido un crimen, pero
desde el punto de vista de la humanidad común era algo muy sensato. Lo mismo
puede decirse de desorganizar un telar en una fábrica de tejidos, o saltarse las cartas
de la ley con toda su burocracia, como lo hicieron los ferroviarios italianos, causando
confusión en el servicio ferroviario. En otras palabras, el sabotaje es simplemente un
arma de defensa en la guerra industrial, que es la más efectiva, porque toca al
capitalismo en su lugar más vital, el bolsillo.
Por la Huelga General, Sindicalismo significa un paro del trabajo, el cese del trabajo.
Tampoco se debe posponer tal huelga hasta que todos los trabajadores de un lugar o
país en particular estén listos para ello. Como lo señalaron Pelloutier, Pouget y otros, y
particularmente por los recientes acontecimientos en Inglaterra, la huelga general
puede ser iniciada por una industria y ejercer una fuerza tremenda. Es como si un
hombre de repente elevara el grito “¡Alto al ladrón!” Inmediatamente otros tomarán el
grito, hasta que el aire suene con él. La huelga general, iniciada por una determinada
organización, por una industria o por una minoría pequeña y consciente entre los
trabajadores, es el grito industrial de “Detengan al ladrón”, que pronto es absorbido
por muchas otras industrias, extendiéndose como un reguero de pólvora en muy poco
tiempo.
Una de las objeciones de los políticos a la huelga general es que los trabajadores
también sufrirían por las necesidades de la vida. En primer lugar, los trabajadores son
maestros en pasar hambre; en segundo lugar, es cierto que una Huelga general está
más segura de una pronta solución que una huelga ordinaria. Sea testigo de los
ataques del transporte y los mineros en Inglaterra: cuán rápidamente los señores del
Estado y el capital se vieron obligados a hacer las paces. Además, el sindicalismo
reconoce el derecho de los productores a las cosas que han creado; a saber, el derecho
de los trabajadores a ayudarse a sí mismos si la huelga no cumple con una solución
rápida.
Cuando Sorel sostiene que la Huelga General es una inspiración necesaria para que las
personas den sentido a su vida, está expresando un pensamiento que los anarquistas
nunca se cansaron de enfatizar. Sin embargo, no sostengo con Sorel que la Huelga
General es un “mito social” que quizás nunca se realice. Creo que la huelga general se
convertirá en un hecho en el momento en que el trabajo entienda todo su valor, su
valor destructivo y constructivo, como muchos trabajadores de todo el mundo están
comenzando a darse cuenta.
Estas ideas y métodos del sindicalismo algunos pueden considerar totalmente
negativos, aunque están lejos de tener efecto en la sociedad actual. Pero el
sindicalismo también tiene un aspecto directamente positivo. De hecho, se dedica
mucho más tiempo y esfuerzo a esa fase que a los demás. Diversas formas de actividad
sindicalista están diseñadas para preparar a los trabajadores, incluso dentro de las
actuales condiciones sociales e industriales, para la vida de una sociedad nueva y
mejor. Con ese fin, las masas se forman en el espíritu de la ayuda mutua y la
fraternidad, se desarrolla su iniciativa y confianza en sí mismas, y se mantiene un esprit
de corps[2] cuya misma alma es la solidaridad de propósito y la comunidad de
intereses del proletariado internacional.
La principal de estas actividades son las mutualitées , o sociedades de ayuda mutua,
establecidas por los sindicalistas franceses. Su objetivo es, ante todo, asegurar el
trabajo para los miembros desempleados y fomentar ese espíritu de asistencia mutua.
En su “El movimiento laborista en Francia”, el Sr. L. Levine afirma que durante el año
1902 más de 74,000 trabajadores, de un total de 99,000 solicitantes, recibieron trabajo
de estas sociedades, sin verse obligados a someterse a la extorsión de los tiburones del
buró de empleo.
Estos últimos son una fuente de la más profunda degradación, así como de la
explotación más desvergonzada, del trabajador. Especialmente se aplica a Estados
Unidos, donde las agencias de empleo en muchos casos también enmascaran las
agencias de detectives, suministrando a los trabajadores que necesitan empleo a
regiones de huelga, bajo falsas promesas de empleo remunerado y estable.
La Confederación Francesa hacía tiempo que se había dado cuenta del papel
despiadado de las agencias de empleo como sanguijuelas para el trabajador
desempleado y cunas de rompe huelgas. Con la amenaza de una Huelga General, los
sindicalistas franceses obligaron al gobierno a abolir a los tiburones de las oficinas de
empleo, y las mutualidades de los trabajadores los han reemplazado casi por
completo, a la gran ventaja económica y moral del trabajo.
Además de las mutualitées, los sindicalistas franceses han establecido otras actividades
tendientes a soldar el trabajo en vínculos más estrechos de solidaridad y ayuda mutua.
Entre estos se encuentran los esfuerzos para ayudar a los trabajadores a viajar de un
lugar a otro. El valor práctico y ético de tal asistencia es inestimable. Sirve para inculcar
el espíritu de compañerismo y da una sensación de seguridad en el sentimiento de
unidad con la gran familia de trabajadores. Este es uno de los efectos vitales del
espíritu sindicalista en Francia y otros países latinos. ¡Qué gran necesidad hay para
tales esfuerzos en este país! ¿Puede alguien dudar de la importancia de la conciencia
de los trabajadores que vienen de Chicago, por ejemplo, a Nueva York, y que
seguramente encontrarán allí entre sus camaradas la bienvenida al alojamiento y la
comida hasta que hayan obtenido un empleo asegurado? Esta forma de actividad es
completamente ajena a los órganos laborales de este país y, como resultado, el
trabajador itinerante en busca de un empleo —el “manta tiesa”[3]— está
constantemente a merced del guardia y el policía, una víctima de las leyes de vagancia,
y el desafortunado material de donde es reclutado, a través del estrés de la necesidad,
el ejército de rompe huelgas.
He presenciado repetidamente, en la sede de la Confederación, los casos de
trabajadores que llegaron con sus tarjetas sindicales de varias partes de Francia, e
incluso de otros países de Europa, y se les proporcionó comida y alojamiento, y
alentados por cada evidencia de espíritu fraternal, y hecho sentir como en casa por sus
compañeros de la Confederación. Es debido, en gran medida, a estas actividades de los
sindicalistas que el gobierno francés se ve obligado a emplear al ejército para la
huelga, porque pocos trabajadores están dispuestos a prestarse para tal servicio,
gracias a los esfuerzos y tácticas del sindicalismo. No menos importante que las
actividades de ayuda mutua de los sindicalistas es la cooperación establecida por ellos
entre la ciudad y el campo, el obrero y el campesino o agricultor, que proporciona a los
trabajadores alimentos durante las huelgas o cuidan a los hijos de huelguistas. Esta
forma de solidaridad práctica se ha probado por primera vez en este país durante la
huelga de Lawrence, con resultados inspiradores.
Y todas estas actividades sindicalistas están impregnadas del espíritu del trabajo
educativo, llevado a cabo sistemáticamente por clases nocturnas sobre todos los
temas vitales tratados desde un punto de vista imparcial y libertario, no el
“conocimiento” adulterado con el que las mentes están repletas en nuestras escuelas
públicas. El alcance de la educación es verdaderamente fenomenal, incluida la higiene
sexual, el cuidado de las mujeres durante el embarazo y el parto, el cuidado del hogar
y los niños, el saneamiento y la higiene general; de hecho, cada rama del conocimiento
humano —ciencia, historia, arte— recibe una atención completa, junto con la
aplicación práctica en las bibliotecas, dispensarios, conciertos y festivales de
trabajadores establecidos, en la que los artistas y literatos más importantes de París
consideran un honor participar. Uno de los esfuerzos más vitales del sindicalismo es
preparar a los trabajadores, ahora, para su papel en una sociedad libre. Así, las
organizaciones sindicalistas suministran a sus miembros libros de texto sobre cada
oficio e industria, de un carácter que está calculado para hacer al trabajador un
experto en su línea elegida, un maestro de su oficio, con el propósito de familiarizarlo
con todas las ramas de su industria, de modo que cuando el trabajo finalmente se haga
cargo de la producción y la distribución, la gente esté completamente preparada para
manejar con éxito sus propios asuntos.
Una demostración de la efectividad de esta campaña educativa del sindicalismo es
dada por los ferroviarios de Italia, cuyo dominio de todos los detalles del transporte es
tan grande que pueden ofrecer al gobierno italiano hacerse cargo de los ferrocarriles
del país y garantizar su operación con mayor economía y menos accidentes de lo que
hace actualmente el gobierno.
Su capacidad para llevar a cabo la producción ha sido sorprendentemente probada por
los sindicalistas, en relación con la huelga de los sopladores de vidrio en Italia. Allí los
huelguistas, en lugar de permanecer inactivos durante el progreso de la huelga,
decidieron continuar la producción de vidrio. El maravilloso espíritu de solidaridad
resultante de la propaganda sindicalista les permitió construir una fábrica de vidrio en
un tiempo increíblemente corto. Un viejo edificio, alquilado para ese propósito y que
normalmente habría requerido meses para ponerse en buenas condiciones, se
convirtió en una fábrica de vidrio en pocas semanas gracias a los esfuerzos solidarios
de los huelguistas, ayudados por sus camaradas que trabajaban duro con ellos después
de trabajar horas. Entonces los huelguistas comenzaron a operar la fábrica de soplado
de vidrio, y su plan cooperativo de trabajo y distribución durante la huelga ha
demostrado ser tan satisfactorio en todos los sentidos que la fábrica experimental se
ha vuelto permanente y ahora es parte de la industria de soplado de vidrio en Italia. en
manos de la organización cooperativa de los trabajadores.
Este método de educación aplicada no solo entrena al trabajador en su lucha diaria,
sino que también sirve para equiparlo para la batalla real y el futuro, cuando debe
asumir su lugar en la sociedad como ser inteligente, consciente y productor útil, una
vez que el capitalismo es abolido.
Casi todos los principales sindicalistas concuerdan con los anarquistas en que una
sociedad libre solo puede existir a través de asociaciones voluntarias, y que su éxito
final dependerá del desarrollo intelectual y moral de los trabajadores que suplantarán
el sistema salarial con un nuevo acuerdo social basado en la solidaridad y bienestar
económico para todos. Eso es sindicalismo, en teoría y práctica.

1.- El factor trabajo.


La producción, la riqueza de las naciones proviene del trabajo humano y del esfuerzo
de todos los que concurren a ella.
Hoy el fruto del trabajo es convertido en capital circulante en provecho único de una
clase político financiera que lejos de reinvertir sus ganancias en una necesaria
industrialización y en inversiones que den trabajo, las utiliza para desviarlas a paraísos
fiscales o para especular con necesidades básicas para la población. Y no contentos con
ello se aprovechan del control político que les da su poder para expropiar a la clase
trabajadora de sus derechos sociales, laborales y de salarios para la socialización de las
pérdidas que el poder financiero reclama y obtiene de la clase política puesta a su
servicio incondicional.
Por lo tanto, coincidimos con Proudhon al considerar la propiedad privada de los
medios de producción como un ROBO, visible ahora, pero acumulado desde que al
trabajador se le paga por la venta de su trabajo individual, no contando con que la
suma de trabajos individuales crea una plusvalía, un conjunto superior a la simple
agregación de estos , de la cual el trabajador nunca percibió la más somera
participación; cuanto más ahora, cuando según el economista de la Democracia
Económica. D. Schwerkardt, la productividad corrió pareja a los salarios siempre por
debajo de ella, hasta 1975, año en el cual, mientras se disparaba la productividad, la
participación de los salarios en los “costes” laborales inciaba un descenso catastrrófico,
cuyas consecuencias vemos ahora.
Lejos de haberse beneficiado de las sucesivas revoluciones industriales , acompañadas
de un incremento de la productividad debida a la incorporación masiva de la ciencia y
la tecnología al proceso productivo, el trabajador es ahora sometido al destierro
interior que es el paro, acompañado de una pauperización que somete al hambre a
tres millones de españoles.
La primera obligación del trabajador es exigir la devolución inmediata de lo que se le
ha robado; el capital, tanto fijo (maquinaria, edificios) como circulante (dinero en
circulación) este en manos del capitalismo financiero al que hay de descabezar
poniendo el crédito como un servicio a los trabajadores, dueños del capital a través de
su Organización Sindical Nacional.
El instrumento del factor trabajo para su liberación, es el Sindicato, el cual tendrá unos
inicios y unos fines revolucionarios que cumplir.
2.- El sindicalismo.
Partimos hoy de una inexistencia real de los sindicatos como medio de defensa del
trabajador e instrumento para negociar sus condiciones laborales y su salario. Y son
inexistentes por la corrupción inherente al sistema político al servicio del capital
financiero; han logrado que al no ser de obligación contractual la afiliación a un
sindicato, el trabajador haya preferido no sindicarse, beneficiándose no obstante, de
los convenios que sus compañeros sindicados sí han logrado para beneficio de todos.
Si los contratos obligan a las partes, el Convenio obliga a las partes también; tanto a la
patronal como a los sindicatos firmantes, de tal forma que un trabajador que quiera
firmar un contrato con su empresa deberá estar sindicado , como pasa en todos los
países desarrollados de nuestro entorno.
No habrá necesidad de subvencionar a los sindicatos cuando estos cuenten con la
afiliación de toda la masa trabajadora.
Queremos y exigimos una sola organización sindical que constituya la casa común de
todos los trabajadores, con un único patrimonio y que por ramas de producción
someta a votación las sensibilidades sindicales a las que los trabajadores quieran
confiar la firma de su convenio. El trabajador no sindicado no gozará de sus beneficios
y además será denunciado por hacer competencia desleal a sus compañeros.
Queremos y exigimos una democracia interna en la Organización sindical que permita
no solo la libre expresión de las estrategias de lucha sindical a los compañeros, sino
también el acceso por cualquier afiliado que los solicite a los libros de cuentas, con
publicidad periódica de sus resultados.
Queremos y exigimos que los planes de jubilación pasen a ser un servicio más de la
Organización Sindical Unitaria, así como todo plan de previsión social, montepíos,
seguros, etc etc. ¡¡Fuera las sucias manos del Estado liberalburgués de las pensiones
que los trabajadores han ganado honradamente!! El Estado delinque a sabiendas,
haciendo una estafa piramidal con las pensiones pagándolas con las aportaciones de
los nuevos trabajadores, mientras que con total desvergüenza e impunidad ha
malgastado incluso en sucias operaciones de autocartera, para elevar la rentabilidad
de sus valores , los fondos de pensiones de los trabajadores, sin ni siquiera pedir
permiso a estos, ni informarles mínimamente.
Queremos y exigimos la lucha fulminante contra todo aquel sindicato que sea
corporativo, que se desentienda de los intereses que también son sagrados de sus
compañeros trabajadores de inferior categoría laboral, a los que dejan abandonados y
no les importa que paguen las consecuencias de sus exigencias abusivas. ¡¡Fuera con
los sindicatos llamados “independientes” que en realidad dependen de las dádivas de
la Patronal!! Queremos un sindicalismo de clase, orientado a la lucha por la mejora de
las condiciones laborales de los que vendemos nuestro trabajo a cambio de un salario;
pero también un sindicalismo que se oriente a la emancipación de la clase obrera hasta
que ésta sea dueña de los medios de producción y pueda organizar su régimen
autogestionario, independiente del Estado y del Capital privado.
Queremos y exigimos un sindicato unitario nacional, de estructura organizativa
federada por ramas de la producción, capaz de ir hacia una capitalización con los
aportes de la clase trabajadora, capaz de construir cooperativas de crédito que puedan
servir para ir creando empresas de los trabajadores sindicados, al margen de la
estructura capitalista que está fracasando totalmente en su función social y al servicio
del Bien Común.
Queremos y exigimos que la prioridad de toda Organización Sindical, y más la nacional
y única que pretendemos, sea para la redención de esa gran masa de tres millones de
trabajadores en situación de pobreza extrema , organizando su protesta diaria y
constante hasta que no se les asegure como mínimo un subsidio de mil euros
mensuales en espera de su recolocación. Este es el objetivo de lucha prioritario y al
que se subordina la acción y la solidaridad de los compañeros trabajadores que hoy
malviven en las condiciones de semiesclavitud que el capitalismo nos ha impuesto.
Queremos y exigimos que el sindicalismo nuevo que pretendemos no se conforme con
los logros iniciales; vislumbramos una revolución continua que avance hasta lograr la
sociedad sin clases, la autogestión de los trabajadores, la nacionalización de la banca a
su servicio y el logro de una Patria Sindicalista, Autogestionaria, de trabajadores,
republicana y abierta en abrazo de igualdad y solidaridad con todos los pueblos más
allá de nuestras fronteras , en especial con Portugal y con los pueblos
hispanohablantes. Si la lucha es la vida del hombre sobre la Tierra, la Revolución no
puede darse nunca por acabada.
3.- El Sindicalismo Revolucionario : sus fines y metas.
Como hemos dicho más arriba, el fin último del sindicalismo revolucionario no puede
ser otro que lograr la sociedad sin clases, en la que solamente haya una: la de los
trabajadores. En ella no se tributará la menor atención a los que quieran vivir como
convidados, a costa del esfuerzo de los demás.
Esta sociedad sin clases vendrá una vez abolido también el humillante y denigrante
mercado de trabajo, por el cual un ser humano vende su trabajo a otro sometido a la
ley del más fuerte, cosificando y transformando en mercancía su trabajo; esto es, el
único medio que la persona tiene para sentirse partícipe en la Sociedad de la que
forma parte, y sin el cual se siente desterrado, perdido y olvidado de los demás, presa
del terror y de la desesperación. El paro es una de las peores formas de terrorismo, un
terrorismo practicado impunemente por la clase social que posee los medios de
producción y los usa como arma de chantaje para que su robo prevalezca.
El sindicalismo revolucionario preferirá siempre los métodos pacíficos de lucha; nunca
empleará la violencia como coacción, como imposición de su cosmovisión social. Pero
no dudará en practicarla, en la medida proporcional y justa, cuando por la violencia o
por la insidia, se ataque los derechos fundamentales y humanos del individuo,
negándosele el derecho incluso a la supervivencia, como ocurre con esas víctimas del
terrorismo capitalista que son los tres millones de hambrientos que comen en
comedores sociales. El derecho a la rebelión contra la tiranía es uno de los Derechos
Humanos más fundamentales.
Los métodos para llegar a este fin de la sociedad sin clases podrán ser progresivos,
alcanzando metas puntuales; pero no dudando en ir a la Huelga General
Revolucionaria, indefinida , si las circunstancias siguen empeorando y la situación
empeora para esos millones de pobres, que siguen creciendo ante la indiferencia e
incluso el desprecio insultante de la derecha y de la izquierda vendida.
Los métodos de lucha no solamente serán los clásicos de la huelga y de la movilización
indefinida en el caso de los trabajadores parados; también se tendrán en cuenta
métodos como la incorporación de agrupaciones de consumidores-trabajadores para
boicotear las compras a establecimientos comerciales, empresas, etc que hayan
despedido a compañeros trabajadores, se hayan opuesto violentamente a la
expropiación alimentaria a favor de los hambrientos o que practiquen la explotación
del trabajo infantil u otras formas de abuso en el tercer mundo, donde las empresas,
por mor de la deslocalización, han acudido aprovechándose, para el abaratamiento del
factor trabajo, de la situación que sufren de continuos ataques a los Derechos
Humanos.
En atención a la prioritaria movilización de los parados que han ingresado en la
pobreza, se fundarán comunas en pueblos abandonados con vistas al autoconsumo,
provisión de fondos comunales mediante la venta de su producción y ensayo de la
organización autogestionada de las explotaciones agrarias, ganaderas, artesanales y de
inicio de formas de energía ecológicas que no nos hagan depender del negocio
expropiador del dinero de los pobres que es hoy en día el negocio de la energía
controlada por el Estado y las multinacionales imperialistas.
Interesa destacar en este aspecto que se trata de una medida de urgencia y destinada
a paliar la situación angustiosa en la que vive ya casi un 20% de la población española e
inmigrante.No se trata en ningún caso, de una meta revolucionaria, porque las
cooperativas, por exitosas que estas sean, y si lo son, son fatalmente convertidas en
piezas del sistema capitalista ya que entran a formar parte de los circuitos económicos
y sociales del entorno. Pero aunque no revolucionaria por sus fines últimos, sí puede
ser una medida insurreccional en cuanto a que una parte de la población, la más
necesitada, se ve libre de la sujeción, para su superviviencia, de las dádivas del Estado
burgués o en el peor de los casos, ya masivo, de la caridad pública; y esa misma
población puede comprobar otros pagos dentro de su círculo económico en vales o
formas distintas al dinero esclavizador. Lograr un autoabastecimiento energético, por
ejemplo, puede ser insurreccional, porque perjudica a las empresas eléctricas que
basan su beneficio en el robo abierto y descarado.
Las metas del sindicalismo revolucionario se concretan en unos logros fundamentales.
Estos son:
AUTOGESTIÓN SINDICAL
El capital es un instrumento de trabajo que pertenece a la comunidad nacional de
trabajadores (ampliada por las naciones cuyo poder haya sido conquistado por su clase
obrera que vengan a federarse libremente, aumentando así el poder del conjunto)
La institución dueña de los medios de producción es la Organización de Sindicatos
Nacionales, por ramas de la producción. Adherida a ella y a su servicio estará la Banca
Sindical, junto con el resto de servicios que reclamamos, de tipo social y de previsión,
total y absolutamente gestionados por los trabajadores.
Abolición fulminante de las clases sociales basadas en el control, por consiguiente, de
los medios de producción. El capital no es del Estado ni del particular, sino del propio
trabajador encuadrado en su sindicato.
Abolición total de la compraventa de trabajo humano. Desaparece el llamado
“Mercado de Trabajo”, más parecido a una compraven ta de esclavos que a otra cosa.
Siguiendo la doctrina del fundador del FSR (Frente Sindicalista Revolucionario) Narciso
Perales, solamente podrá haber tres tipos de contratos basados en las relaciones de
producción:
1.- Autogestión, contrato en autogestión, por el cual el trabajador ingresa en la
empresa o célula básica de explotación económica, como socio a todos los efectos,
sentándose a la mesa de gestión en igualdad de condiciones con sus compañeros, en
sustitución de los Consejos de Dirección y juntas de accionistas.
2.- Co-Gestión, de la Organización Sindical Nacional con el Estado, para gestionar
aquellas empresas que debido a su inevitable necesidad e interés nacional para el
conjunto de ciudadanos, tienen que ser de inversión pública y deben afrontar largos
periodos de amortización debido a que al principio, han de hacer frente a pérdidas
considerables.
3.- Contrato de Sociedad, para las pequeñas empresas de iniciativa personal y que sean
compatibles con el interés colectivo, una vez obtenido el beneplácito del Consejo
Económico y Social (CES) de la comuna, municipio o ámbito superior a estos según la
implantación de la empresa. El CES está compuesto de una representación del
sindicato, otro del cuerpo técnico de expertos y otro del municipio como órgano base
de representación de los intereses políticos de la población. El nuevo trabajador que
entre en plantilla, firma de este modo un contrato de sociedad con el promotor.
La base de la sociedad autogestionaria bajo el principio federativo, tal como lo concibió
Proudhon, está en el municipio o comuna, que tendrá su representación sindical de las
empresas que haya en él y la política, que será la asamblea de electores que entienden
de todo lo que les afecta localmente y que mandan sus delegados a la comarca, a la
Región y al parlamento nacional. Puede haber una representación de las familias cuyo
cometido sería la representación del ciudadano como consumidor, como parte activa,
con el sindicato de profesores, de la educación de los hijos, etc. Tenemos que aclarar
que la representación se hace siempre, tanto en lo político como en lo social y
económico, por DELEGACIÓN, con mandato imperativo de los delegados que llevarán a
cabo en ámbitos de representación superior la defensa de los proyectos que hayan
salido de la asamblea soberana, respondiendo ante ella y cuyo cargo siempre estará a
su disposición.
La imagen del municipio o comuna, es, en pequeño, la imagen viva del funcionamiento
del conjunto nacional: será como una “mónada” (Leibnitz) que repite en su escala la
organización o diseño democrático del Estado nacional, Estado que ha roto su división,
su frontera con el resto de ciudadanos antaño sometidos y ha dividido y subdividido su
poder para distribuirlo entre las instituciones vivas y básicas de convivencia nacional,
entre ellas, los sindicatos; pasando así de ser instrumentos solamente de lucha, a
instrumentos que encarnan la total soberanía social y económica de sus miembros
trabajadores. Son piezas fundamentales del Estado, no contra el Estado ni sobre ni
debajo del Estado., porque ya éste ha pasado a ser la forma de organización
representativa y soberana de la Nación trabajadora entera, e instrumento a su servicio
y al de sus designios en el ámbito de las demás naciones.
Los sindicatos municipales o comunales se federan libremente con otros de su misma
rama de producción para formar confederaciones comarcales; éstos tenderán a
coordinar las empresas que siguen la transformación de la materia prima hasta la
elaborada, junto con el transporte y la comercialización para evitar los abusos de los
intermediarios o la acaparación de materias primas, etc etc, que viene siendo la
característica morbosa del funcionamiento del capitalismo.
Siguiendo con el principio de que “a lo que a todos atañe, por todos ha de ser tratado
o gestionado”, los intereses comarcales serán defendidos por la representación federal
de los sindicatos del ramo correspondiente a nivel comarcal, a nivel regional y a nivel
nacional según sea la extensión y envergadura de los intereses representados; nunca
lo nacional o lo regional interferirá en los intereses concretos a nivel municipal o
comarcal a no ser que el interés superior político (lo político en cuanto representa los
intereses de la colectividad nacional, tales como cooperación internacional con los
países pobres, legislación medioambiental, etc) marque normas de obligado
cumplimiento para los organismos locales, entendiendo por supuesto la existencia de
una democracia representativa y federativa real , actuante y representativa del pueblo
en su totalidad y no de los partidos oligárquicos, como ahora. Por Ley Natural, lo
económico se subordina a lo Político, y lo Político, a los valores de la Persona y de su
Libertad, Integridad, y Dignidad.
¿Cuáles son los mecanismos de financiación del gran tejido de los sindicatos, como
parte de la Organización Sindical Nacional?
Se entiende que en una economía sindicalista revolucionaria, las aportaciones van de
abajo hacia arriba, a una capitalización nacional. Imaginemos que se crea en la cúpula
un Consejo Económico y Social, con los componentes a nivel de representación
nacional que hemos detallado más arriba. El capital necesario, procedente de esas
aportaciones, van de arriba hacia abajo, en forma de capital circulante y de
maquinaria, a los CES Regionales que los distribuyen según los acuerdos de inversión
alcanzados entre estos CES y los sindicatos. Las empresas que reciban estas
maquinarias, habrán de pagar por ellas un canon digamos en alquiler, para su
amortización. Después podrán tenerlas en propiedad, a no ser que haya surgido otra
maquinaria que deje obsoleta a la actual, en cuyo caso pueden seguir pagando el
canon establecido por la nueva. Es una novedosa forma de financiación que extraigo
de la obra de David Schwerkhardt sobre la Democracia Económica.
La clave de la vitalidad democrática en lo social y en lo económico, la encuentro en los
CES. Si en ellos hay una representación familiar que atiende a los intereses de los
consumidores que tienen voz y voto para las nuevas inversiones que les van a afectar,
nos estamos ahorrando nada menos que los miles de millones que se van por el
agujero sin fondo de la Publicidad, que solamente en los EEUU van por detrás de los
gastos inmensos de Armamento, y que ya sabemos y sufrimos lo engañosa que llega a
ser y la tiranía que ejerce sobre los gustos y las preferencias del consumo. Que nadie
nos diga que pretendemos nada menos que un “monopolio” de la oferta para que los
sindicatos, como en el caso de la extinta y fracasada URSS se duerman a la bartola y
dejen de inventar nuevos métodos y se conformen con sus envejecidas y carísimas
maquinarias ante cuya producción el consumidor no tiene más remedio que obedecer.
En nuestra Democracia Económica el consumidor es soberano como tal, y soberano
como productor, y si no se espabila, otros convencerán al CES de dirigir mejor las
inversiones hacia su invento o novedad. Además contando con los técnicos que harán
su misión, de hacer ver al consumidor los posibles perjuicios de la nueva inversión y de
hacer realidad sus deseos y propuestas. Esos ingenieros, técnicos en marketing,
economistas, etc., ya no tendrán, en nuestra Patria Sindicalista que emigrar a países
que les encuentren empleo. Llegaron tiempos mejores. Llegaron tiempos en los cuales
la ciencia al servicio de la técnica, de la energía y del consumo, no encontrará el
obstáculo de la falta de capitales, dedicados a holgar en paraísos fiscales o a especular
con oro o con necesidades básicas de la población. No encontrará tampoco el
obstáculo de un país que se dedica a multiplicar por diecisiete las administraciones
políticas, todas ellas centralistas y hasta triplicadas en sus funciones, para alimentar a
una casta política parasitaria y burocrática.
¿Habrá paro? Naturalmente, es inevitable el paro llamado estructural. Una empresa
sindical puede experimentar caída de ventas debido a la competencia de una nueva
forma de producción; pero mientras la Organización Sindical le encuentra nueva
formación y nueva ocupación, percibirá una indemnización suficiente para vivir
dignamente debido a la ingente masa de capitales que hemos liberado del capitalismo
financiero y de la especulación. Porque eso es importante de subrayar, todo español,
por el solo y sencillo hecho de serlo, todo el que venga aquí con ganas de trabajar y de
incorporarse a la gran empresa revolucionaria, es socio copropietario de esa gran
empresa o sindicato de trabajadores gigantesco en el que habremos convertido a
España en lo económico.
La horquilla entre la remuneración mínima a percibir de los beneficios, y la máxima,
atendiendo a la formación y responsabilidad del puesto de trabajo, es función esencial
de los consejos de fábrica para ser debatido y acordado democráticamente por los
mismos trabajadores.
¿Y en cuanto a la tierra, el trabajo campesino, agrícola y ganadero? La tierra es de la
nación y el campesino que la trabaja tiene derecho a su usufructo, y su explotación
estará dirigida por entidades sindicales o familiares, según la conveniencia económica
mejor en cada caso. La tierra y la empresa, para el que la trabaja. Se entiende también
que el suelo urbano, también es de la Nación; haciendo con ello imposible la
especulación que se ha venido llevando a cabo con la vivienda que es una necesidad
básica de la población.

Consideraciones preliminares
El fracaso de la economía, de la política y de la democracia burguesas es un hecho tan
evidente que no puede negarse ya. Pero mencionar este fracaso sin señalar alguna de
las causas que lo han provocado es insuficiente, ya nadie satisface, ni aun a los menos
exigentes en materia de transformación social. Por lo tanto, apuntemos aquellas que
consideramos fundamentales, puesto que al señalarlas encontraremos más libre y
expedito el camino de las soluciones que nos proponemos indicar.
El régimen burgués ha fracasado porque no ha sabido resolver la enorme
contradicción que resulta de que cuantas más riquezas se crean multiplicando en
cantidades verdaderamente maravillosas los productos que han de satisfacer las
necesidades todas de los seres humanos, no sólo no pueden satisfacerlas, sino todo lo
contrario; puesto que el malestar y la miseria aumentan en la misma proporción, o en
proporción mayor si cabe a como aumentan los medios que permitirían satisfacer esas
necesidades, haciendo que la vida fuese más digna y más humana que lo es hasta el
presente.
Y ha fracasado también, porque a medida que afirmaba la potencia política del Estado,
rodeándolo de organismo e instituciones que lo hacían poco menos que invencible, al
hombre le señalaba la ruta del individualismo económico y del individualismo político,
sin precaver que la dualidad del sistema que creaba provocaría una formidable lucha
de intereses, tan formidable y enconada que sólo a través de dificultades sin cuento la
puede el hombre entrever y concebir. Y no es sólo esto. Es, además de esto, el que, al
reducir al mínimo la resistencia del individuo frente al Poder omnímodo del Estado,
por aconsejar al primero el culto de un individualismo exacerbado e inoperante,
sentábanse las bases de un desequilibrio tan peligroso para la estabilidad social que sin
detenernos a señalarlo en sus pormenores y detalles todos lo conocemos, porque sus
consecuencias se manifiestan a diarlo. Por estas razones, el fracaso de la democracia y
de la economía burguesas es el fracaso del concepto del Estado liberal y burgués y de
la economía individual, que es su consecuencia más impresionante y destacada.
Y si la realidad del mundo es ésta, España no puede ser una excepción. Y no puede
serlo porque encuadrada su estructura política en las normas jurídicas que estableció
la revolución francesa, aunque para conseguirlo necesitara destruir valores vitales
indígenas, como el Municipio en lo político y los bienes comunales y otro en lo
económico, el principio liberal y burgués se impuso en nuestro país por las influencias
de las ideas predominantes en todos los países de tipo constitucional.
No es aquí lugar apropiado para discernir si pudo o debió hacerse de otro modo, pero
sí es el de decir que cuando el Estado liberal y burgués ha fracasado en el mundo
entero, y cada país busca el medio de salir de la crisis económica y política a que esa
forma de organización los ha llevado, es natural que el pueblo español haga otro tanto,
buscando solución a la crisis interna que agota al país, llevándolo a la ruina
irremediable. Para ello hace falta que la clase trabajadora industrial y campesina, los
técnicos y los intelectuales, los hombres de ciencia y los hombres del saber, todos, en
fin, lo que en el trabajo y en la producción sea vital, vean si con su propio esfuerzo, y
poniendo en marcha la enorme cantidad de reservas que la economía del suelo y del
subsuelo español encierran, y vitalizando sus organismos económicos y políticos, son
capaces de superar esa crisis avanzando resueltamente hacia una era de
transformación social tan profunda como renovadora.
Aparte esto último, afirmamos que la realidad presente exige y quiere soluciones; pero
soluciones claras, concretas y tajantes. ¿Las traemos nosotros? Posiblemente, sí.
¿Cuáles son éstas?
La solución que trae el Partido Sindicalista puede condensarse en muy pocas palabras.
Se resume así: No se encontrará solución adecuada a ningún problema político, si no
resuelven al mismo tiempo los problemas económicos, mediante una mejor
organización en la producción y en la distribución de las riquezas y la toma del Poder
económico y del Poder político por las clases productoras. En consecuencia, lo primero
que hace falta es imprimir nueva direoción a la economía. Y como la economía actual
es una economía de tipo individualista, y ha fracasado, ha de irse hacia una economía
de tipo colectivo, en la que el esfuerzo de cada hombre, unido al esfuerzo de los demás
en la fuente misma de la producción, enriquezca a la colectividad y al individuo
simultáneamente, como natural y obligada resultante.
Consecuentes con este propósito, trabajaremos porque se establezea una economía
colectiva, pues orientada la actividad de los individuos hacia una economía de ese tipo,
lo político y lo social, que dependen fundamental y absolutamente de lo económico,
tomarán esta misma dirección, ya que sería inconcebible una política de tipo
individualista en un país de economía colectiva.
¿Cuáles serán, pues, las instituciones y organismos sobre los que el Partido Sindicalista
cree necesario afianzar esa organización social futura, una vez hayan triunfado las
clases productoras y destruido el Estado y el capitalismo burgués? Sobre tres
exclusivamente: Los sindicatos, que tomarán a su cargo la organización de la
producción; las Cooperativas, que se encargarán de la distribución, y los Municipios,
que serán el órgano de la expresión política de la transformación social a que aspira el
sindicalismo. En consecuencia, pues, el Partido Sindicalista impulsará la organización
sindical, la organización cooperativista y la organización municipal. Sin embargo, como
norma de conducta inmediata hasta llegar a la transformación social, en relación a los
Sindicatos especialmente, aunque impulse su creación y exija a los componentes del
Partido que sean sindicados en el Sindicato de su oficio, profesión o ramo, respetará e
impondrá en todo momento la autonomía sindical, no inmiscuyéndose para nada en el
funcionatniento de los Sindicatos ni en las decisiones que tomen. Sin embargo, en
casos concretos y precisos, los Sindicatos y el Partido Sindicalista podrán pactar una
acción común para la consecución de un objetivo determinado e inmediato. Aparte
estas alianzas circunstanciales, las actividades del Partido Sindicalista y las de los
Sindicatos se desarrollarán independientemente las unas de las otras.
Además de los organismos citados, como síntesis de la funciones que les son peculiares
y comunes a cada uno de ellos, se constituirá un organismo nacional que llene las
funciones indispensables a la relación que ha de existir entre las actividades de la vida
total del país, organismo que hoy se llama el Estado y que nosotros podremos llamar
igual o bien llamarle Confederación de Municipios Españoles. Pues el nombre no hace
al caso. Lo que importa es la esencia, y la esencia cambia desde el momento en que el
Partido Sindicalista quiere reivindicar para el trabajo, para las actividades científica,
artística, cultural, literaria y profesional, la dirección de la sociedad, la gobernación del
país, la orientación de la cosa pública, la organización de la economía. Esto queremos y
esto nos proponemos realizar. ¿Cómo?
ECONOMIA
En economía agrícola vamos a la supresión del latifundio y del minifundio. Pero no
para repartir las tierras en parcelas individuales que la atomizan sin ventajas para la
economía en general, sino para dedicarla a la explotación colectiva.
Las tierras expropiadas pasarán a ser propiedad de los Municipios o del Estado o
Confederación de Municipios, los cuales las entregarán en arriendo para su cultivo a
los Sindicatos o a grupos de campesinos que lo soliciten. Como período de transición,
podrá respetarse la propiedad individual; pero la extensión de ésta no será mayor que
la que el individuo y los familiares que vivan en su mismo domicilio puedan trabajar.
Esta propiedad, que más que propiedad será usufructo, no podrá
venderse ni enajenarse. Y cuando se mantenga inculta o se abandone, tanto en uno
como en otro caso, podrán los Municipios expropiarlas sin indemnización alguna,
pasando esas tierras a formar parte de los bienes comunales.
En economía industrial vamos a que, en todas sus manifestaciones, fábricas, talleres,
oficinas, sin excepción de ninguna forma de la producción, sean los Sindicatos los que
la tengan a su cargo. En ellos, unido el obrero manual y el técnico, de común acuerdo
con los organismos de orientación económica que se constituyan, suplantarán
ventajosamente a la organización industrial de tipo individualista.
La distribución de los productos seguirá el mismo procedimiento que sigue la
producción. Las Cooperativas y los Sindicatos de dependientes se encargarán de
sustituir a las formas comerciales del régimen capitalista.
SINDICACION
Toda actividad productora, sea de la clase que sea, técnica, intelectual, científica,
artística o literaria, se encuadrará en el Sindicato respectivo, en organizaciones o
corporaciones profesionales. Estos organismos, reunidos entre sí, agrupados por
afinidad profesional o técnica, serán los encargados de ejecutar los planes económicos
que de común acuerdo hayan establecido. Ante la colectividad, serán cada uno de por
sí los responsables de la parte de actividad que les corresponda. Cabe señalar que
tanto en el orden artístico y científico, como en el manual y técnico, habrá aspectos de
estas actividades que quedarán al margf:n de cualquier forma de organización sindical
o profesional, sin más reglas que las que establezcan los que a ellas consagren sus
preferencias.
POLITICA
La organización política a que aspira el Partido Sindicalista empieza en el Municipio,
asciende a la Región y termina en el organismo superior que, como queda señalado
más arriba, será el Estado o Confederación de Municipios.
Los Municipios gozarán de plena autonomía en los aspectos económicos y
administrativos, que es lo fundamental de su existencia. Las comarcas y las regiones se
formarán por la libre y voluntaria agrupación de los Municipios, que unas veces
obedecerá a razones económicas y otras a situaciones geográficas o de orden
diferente; pero en todo momento serán ellos quienes lo determinen.
Del organismo central, Confederación de Municipios, o como quiera Ilamársele,
dependerán todos aquellos servicios que: tengan carácter nacional. La clasificación de
cuáles son estos servicios, así como la forma en que han de prestarse, lo aconsejarán
las propias necesidades y lo determinarán los Sindicatos y organizaciones que los
representen.
Para establecerse la legislación y las normas de convivencia social apropiadas, tanto en
lo económico como en lo político, lo que hoy se llama Cámara Legislativa o Parlamento
Nacional, se transformará en Cámara del Trabajo, a la que sólo tendrán acceso
delegados de los sindicatos, de las Cooperativas. de las Corporaciones profesionales y
de los Municipios.
La Cámara del Trabajo tendrá carácter nacional. Pero habrá también Cámaras
regionales. Estas Cámaras regionales, de acuerdo con los Sindicatos y demás
organismos de la producción, elaborarán los planes económicos que necesite cada
región. Y la nacional elaborará, con los informes de las Cámaras regionales, el plan
general de la economía del país. Los miembros de estas Cámaras serán nombrados en
Asamblea de Sindicatos, de Corporaciones profesionales, de Cooperativas y de
Municipios.
La Cámara Nacional del Trabajo, al igual que las Cámaras regionales, no sólo tendrán a
su cargo elaborar los proyectos económicos, sino que, además, serán las encargadas
de velar porque se ejecuten. una vez haya sido acordada su aplicación.
Como programa minimo de reivindicaciones inmediatas, el Partido Sindicalista
considerará como tal programa los acuerdos que se tomen en cada Congreso nacional
que se celebre.
Constituido a base de una amplia democracia en la discusión de sus orientaciones
doctrinales, orgánicamente aplicará una estricta disciplina en la acción a desarrollar
por sus organizaciones e individuos.
El Partido Sindicalista rechaza todo principio dictatorial, pero defenderá sus ideas en
todos los terrenos, y cuando triunfen por el número, la fuerza y la actividad de sus
componentes y simpatizantes. las aplicará sin atenuaciones. .
El Partido Sindicalista exigirá a todos sus miembros, pero especial y particularmente a
los que ostenten representación pública en organismos de elección popular y hasta en
los del Partido, la honradez más severa y acrisolada. Toda falta en este sentido se
castigará severamente, llegándose a la expulsión ruando se aprecie que el caso es
grave para la seriedad y buen nombre del Partido.
Al Partido Sindicalista sólo podrán pertenecer aquellos individuos que presten un
servicio útil a la sociedad, ya sea en la ciencia, en el arte; en las letras, en la técnica o
en los trabajos manuales. Como excepción, no obstante lo apuntado en el párrafo
anterior, en las localidades donde sea preciso, podrán constituirse organizaciones
de «Amigos del Partido Sindicalista» para agrupar a los que, no pudiendo ser socios
por no reunir las condiciones exigidas, deseen colaborar a la realización de nuestro
programa.
El Partido Sindicalista acepta la lucha electoral y política no como un fin, sino como un
medio para llegar cuanto antes a su finalidad objetiva, pues al aceptarla, sin olvidar la
lucha en la calle ni la acción del pueblo mediante poderosos estados de opinión, cree
que la aceptacióri, por parte de los sindicalistas, de este medio táctico de lucha,
añadido a los que han utilizado hasta hoy, debilitará más rápidamente las posidones
actuales que la burguesía y el capitalismo ocupan para el sostenimiento de los
privilegios de clase. Advirtiendo que, cuando se le cierren los caminos legales, optará
por aquellos que crea más convenientes.
El Partido Sindicalista considerará a todos los españoles por igual y exigirá, por tanto,
que todo hombre útil desempeñe una función, trabaje en algo práctico y necesario;
que sea, por lo menos, el productor de lo equivalente a lo que consuma. Con esto
afirma el SINDICALISMO que el derecho a consumir lleva implícitamente reconocido el
deber de trabajar.

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