Escenario de protesta, indignación, rechazo a las decisiones adoptadas por los
inquilinos precarios y coyunturales del Congreso, así como de la clase política; los mismos que representan a grupos políticos que únicamente evidencian la captura del poder, avaricia por satisfacer los apetitos personales, grupales a espaldas de los grandes intereses del país. A la vez, tristeza por la pérdida de vida de jóvenes y centenar de heridos - “presente y el futuro del país”- a consecuencia del accionar represivo, pero sobre todo por responsabilidad del usurpador, escudado en el cliché de “defender la democracia”. Por otro lado, cual ave fénix que renace de las cenizas, surge el protagonismo y ejercicio ciudadano de los jóvenes -reserva moral y potencial de desarrollo- para defender y luchar por el bienestar de la población frente a este sistema socio-político, modelo económico que agobia y condena cada vez al crecimiento de las brechas de desigualdad e inequidad en el acceso a servicios de calidad con pertinencia y equidad, como la educación, salud, alimentación, distribución de recursos, bienestar y seguridad. Por lo dicho, cobra importancia la necesidad de contar con un sistema educativo que sirva para el desarrollo integral; pues “La educación es uno de los valores más importantes para el desarrollo de las personas y las sociedades no solo en términos económicos. El acceso a la educación es fundamental para el ejercicio real de la libertad y la posibilidad de tener unas mejores condiciones de vida” (Suárez, 2009, p. 95). Caso contrario, un sistema educativo mediocre solo favorece mantener el statu quo a beneficio de esta clase política podrida y poder económico que esquilma los recursos a costa del sacrificio de las grandes mayorías.