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Cué, Sinchez y Compaaia, S.A.
En 1993, Cué, Sanchez y Compaiiia estaba constituido por una importante
cadena de tiendas y almacenes mayoristas de ropa, extendida por toda la Repiiblica de
México, y un conjunto de pequeftas industrias textiles que las abastecfan de articulos
estindar. El negocio tenia una estructura un poco primitiva, porque, en realidad, todo
dependia de sus dos ‘nicos duefios. Ninguno de los demas directivos pertenecia a la
familia de los socios. El capital social de todo el grupo ascendia aproximadamente a
2000 millones de pesos.
Uno de los socios, Nazario Cué, tenia cincuenta y cinco afios, y poseia el
sesenta por ciento de las acciones. Habia sido siempre un hombre muy trabajador y
entusiasta, pero en 1988 le diagnosticaron una diabetes intensa que, sin ser de momento
grave, lo obligaba a un cuidado riguroso, y habia disminuido mucho su empuje en el
trabajo, apoydndose plenamente en su socio Moisés Sanchez. El creciente progreso de
la enfermedad hacia prever que pronto deberia retirarse de la vida activa.
Moisés Sanchez tenia 50 afios. Era muy amigo de Nazario, y ambos habian
comenzado juntos con poco dinero el negocio en la costa del Pacifico, trasladéndolo
después, debido a su expansion, a México D-F. Llevaban treinta afios trabajando juntos.
Como habian iniciado el negocio aportando ambos igual cantidad de capital, los dos se
consideraban de Ia misma manera sus duefios y trabajaban en conjunto sin que hubiera
roces. En 1973 la instalacién de nuevas tiendas exigié un fuerte aumento del capital
Nazario, gracias al dinero de su esposa, pudo hacer frente a este aumento en mayor
proporcién que Moisés, quien quedé sélo con el treinta por ciento de las acciones del
grupo. El resto —diez por ciento— fue cubierto por los gerentes de las diversas tiendas de
provincia. A pesar de esta diferencia de porcentajes en la propiedad, las relaciones entre
Nazario y Moisés seguian siendo las mismas que desde el origen de! negocio. Cuando
Nazario quedé afectado por la diabetes, Moisés tomé una buena parte de su trabajo sin
dificultad alguna, lo cual les parecié a ambos un proceder natural y ldgico. De este
modo, Moisés se hizo-cargo informalmente de la jefatura del negocio.
Moisés Sanchez enviudé sin haber tenido hijos, y volvié a casarse a los
cuarenta afios. De su segundo matrimonio nacieron dos hijos: el mayor tenia, en 1993,
ocho affos. Nazario Cué tenia seis hijos. El mayor, Enrique -a quien todos llamaban
Quique-, de 25 afios, habja terminado con grandes altas y bajas la carrera de Ingenier
Industrial, Era un hombre de abundantes ideas e imaginacién; de voluntad débil, tenia
muchas ilusiones y ninguna perseverancia en su realizacién. Durante sus estudios
trabajé como Jefe de Compras en una de las tiendas mas pequefias del grupo. Sus
estudios le servfan de pretexto para no dedicarse mucho al negocio y, a su vez, el
negocio era una justificacién para renquear en sus estudios. La conexién con su padre y
con Moisés Sanchez en relacién con el negocio era simplemente anecdética. Su padre
nunca le negé recurso econémico alguno para fiestas, viajes a Europa y a los EstadosJAE FH-C-130-1P-1-s
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Unidos, automévil, etc. Enrique siempre fue un muchacho de buen comportamiento y
aun a la edad actual era carifloso y obediente con sus padres.
Cuando Enrique terminé su carrera en 1993, su padre le pidié a su socio
Moisés que trabajara con Quique para que éste fuese “adquiriendo experiencia”. Al
cabo de tres meses, Moisés se dio cuenta de que se encontraba en un callején sin salida:
si daba carta blanca a Enrique, las cosas iban a terminar mal. Sus ideas eran a veces
muy buenas, pero Moisés no sabia cémo ponerlas en prictica, y Quique era
constitutivamente incapaz de Ilevarlas a cabo; si se oponta a elas, como lo estaba
haciendo, Enrique se disgustaba y lo lamaba conservador, retrégrado, hombre sin
audacia, y expresiones por el estilo, no tanto irrespetuosas como irénicas,
Moisés era un hombre honrado, ecunime, objetivo. Después de pensarlo
detenidamente, tuvo una conversacién con su socio Nazario:
—Me parece que tu hijo Enrique no sirve para este negocio y es posible que lo
conveniente para él y para la empresa sea buscarle un trabajo mas adecuado a
sus aptitudes, y relacionado con su carrera.
—Yo ya sospechaba algo de esto. Tienes que ayudarme. Por mi enfermedad,
Quique cuenta para mi més que el negocio; no puedo pensar una cosa sin la
otra. Si Enrique no trabaja con nosotros, gpara qué me he esforzado durante
afios y afios en esto?
A Nazario Cué le saltaron las lagrimas y mird con disimulo a la ventana.
Moisés, como quien no se daba cuenta de ello, dijo con calma:
— Tenemos hoy mas de 2000 personaé trabajando con nosotros; hemos
logrado en diciembre diltimo una facturacién anyal de 9000 millones de pesos;
somos una de las pocas empresas del ramo cuya industria no tiene pérdidas.
Creo que Quique es una cabeza de alfiler en todo este universo.
—Pero es mi hijo..
Viendo que habia llegado a un punto muerto, Moisés cambié la conversacién:
— Por lo que se refiere al derrumbe de precios en Guadalajara, le he dicho a
Sarasola que se mantenga firme; que haga ofertas especiales, pero que no toque
tun solo precio de la lista...
Nazario movié negativamente la cabeza, como si eso no le interesara
—Por qué Quique, siendo tan listo, no se aviene a nuestro modo de trabajo?
gNo seria mejor vender todo y quitarnos tantas preocupaciones?
Fue tal la incisividad con que planted estas preguntas, que Moisés las tuvo
rondando en la cabeza-durante varios dias: gCual era la causa del comportamiento
aparentemente involuntario del bueno de Enrique? {Cusl era la razén por ta que élIAE, FH-C-130-1P-
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mismo ~teniendo suficiente dinero para si y para toda su familia~ pensaba que no era
mejor vender el negocio y despreocuparse de Enrique, de Nazario y de todo?
Al cabo de un mes de esta conversacién, Moisés se enteré por un chisme
familiar de que Teresa, la esposa de Nazario, habia comentado ante varias personas que
Moisés se oponia a que Enrique tuviera su porvenir en el negocio, porque era mas listo,
estaba mas preparado y temfa que -tarde o temprano- le tuviera que dejar el puesto que
por derecho, ademés de las otras razones, le correspondia. A Moisés le extrafé este
comentario de Teresa Cué. Nunca habia interferido en asuntos del negocio; era una
mujer simpatica y agradable. Perteneciente a una familia adinerada, sabia estar siempre
a la altura de las circunstancias. Moisés no recordaba haberla visto nunca en las
oficinas; cuando por alguna razén tenia que recoger a su marido, se quedaba en el coche
y mandaba el recado con el chofer o el recepcionista. No obstante, a partir de entonces
‘en reuniones sociales la not6, con respecto a él, un tanto seca.
En mayo de 1994, Moisés le comunicé a Nazario que crefa que era mejor que
Quique trabajase al lado de otra persona, para ver si se rompfa una situaci6n que habia
quedado estancada. De comiin acuerdo, pensaron en Carlos Maldonado. El licenciado
Maldonado era intelectualmente el mas preparado del grupo; ademas de la direccién
general de compras para todos los negocios, tenia de oficio el puesto de “relaciones
piiblicas”, sobre todo en lo que se referia a funcionarios del gobierno, de quienes ~nadie
sabia con exactitud cémo se las arreglaba- resultaba siempre amigo, a pesar de los
cambios de cada sexenio. Sus hijos, ya mayores, eran “cuates” de Quique, y siempre
habia tenido una especial predileccién por el muchacho, que otras personas de la
compaiiia interpretaban como una politica similar a las que empleaba en “cada cambio
de sexenio”. Nazario y Moisés hablaron separadamente con el licenciado Maldonado, y
ambos a su modo le explicaron la necesidad de sacar adelante a Enrique.
Enrique comenzé a trabajar muy contento con Maldonado, y parecia que las
cosas iban bien. Maldonado aplicaba su diplomacia para lograr lo que queria, haciendo
creer a Enrique que las cosas eran ideas de éste. En septiembre de 1994, el licenciado
Maldonado fue a ver a Moisés:
— He estado aguantando hasta ahora, pero ya no puedo més. A Quique se le ha
cocurrido que algunas telas especiales de temporada las compremos en Estados
Unidos, demostrindome que el costo es mas barato con una revista en la que se
dan los precios promedios de USA, y con el manual de aranceles. Ya tengo los
pedidos formulados a los proveedores de aqui, pero él se empefia en que los
cancele, haciéndome ver el ahorro que su idea representa. Yo no quiero
contradecirlo, aunque no me gustaria tomar tan tarde una decisién tan
importante basada en los precios promedio de una revista de “business”. No sé
si Enrique esta seguro de lo que dice o trata de dar una patada de ahogado para
demostrar a su padre que vale para algo. Desde luego, si se lograra lo que él
quiere...; @ mf no se me ocurre leer esas revistas... {Por qué no hablas con
Quique para ver si le quitas la idea de la cabeza o si te convence? Yo haré lo
que ti digas.»IAB FH-C-130-P-1-5
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— De ninguna manera, Procede como creas mds conveniente. Enrique es tu
ayudante, no tu jefe.
Al dia siguiente, Nazario llamé por teléfono al licenciado Maldonado para
decirle que habia pensado que su hijo fuera a San Francisco para hacer los pedidos de
telas de temporada. El licenciado Maldonado, haciendo uso de su tono de voz mis
delicado, le preguntd si habfa visto ese asunto con Moisés. Lo que oyé al otro lado de la
bocina ="ZEs que acaso no puedo dar esta orden sin consultar a Moisés?” le hizo
pensar si estaba hablando con el Nazario Cué que conocfa desde hacia dieciocho afios, 0
con otra persona.
Maldonado pasé unos dias muy amargos. No se atrevid a deshaver sus pedidos
a los proveedores mexicanos, porque temia quedarse sin nada; y Quique no daba
noticias. Al cabo de cinco dias recibié un telegrama desde Las Vegas: “Precios y
calidades americanas muy variables para nuestros distintos modelos (punto) Decida
usted si establecemos diferencias sustanciales de precios en nuestros modelos 0
continuamos con proveedores mexicanos (punto) Llegaré fin semana proximo (punto)
Enrique”.
El licenciado Maldonado arrugé el telegrama crispadamente: Quique no decia
nada conereto acerca de nada: ni con qué firmas de USA habia hablado; ni cudles eran
los precios y sus diferencias; ni a qué modelos en detalle se referia. ,Cémo y qué iba a
decidir en esas condiciones? Antes de entregar el telegrama a su secretaria para
archivarlo (buen abogado y televidente, pens6 que podia exhibirse en un juicio como
prueba “A”), se lo guardé en el bolsillo y le pidid a su esposa que se lo planchase.
Maldonado le hablé del asunto a Moisés, y Moisés a Nazario, quien -salido de
sus casillas~ dijo a gritos que la cosa era propia de un irresponsable, y que, cuando
legara Enrique, arreglaria cuentas con él. Al dia siguiente, sin embargo, Nazario llamé
de nuevo a Moisés:
— Es mejor que no le des importancia a este asunto de las telas de Estados
Unidos. Dile a Maldonado que proceda como si nada hubiera pasado. No
quiero que el muchacho se “frustre”,
— Eso no lo puedo hacer.
— @Ni siquiera por Quique? Ni siquiera por mi?
— Precisamente por el bien tuyo, de Quique, de Maldonado y de la empresa no
puedo hacer, no quiero hacer lo que me pides. Quieres convertir el problema de
Quique en un problema mio, y no lo es.
Nazario dijo en voz baja:
—El problema no es Quique, sino Teresa.
Lo dijo en voz tan baja que casi ni él mismo lo oy6, y pensé que tampoco
Moisés; sin embargo, Moisés habia ofdo muy bien.FH-C-130-1P-1-5
Llegé Enrique. Maldonado, por su cuenta, pens6 que lo mejor era ponerse en la
situacién de “aqui no ha pasado nada”.
Al cabo de cuatro meses ~enero de 1995-, Maldonado le comunicé a Moisés
que el médico le habia recomendado reposo, que pensaba retirarse, y que le ofrecia sus
acciones. Moisés se las compré: representaban sélo un tres por ciento del total.
Enrique pensé que ahora la Direccién General de Compras seria suya. Teresa
Cué, aprovechando la intimidad de una cena en su casa, pregunté a Moisés:
— {Ya has nombrado director a Quique?
‘Como Moisés se quedé viendo la copa de coftac que tenia enfrente, y no le dijo
nada, volvié a preguntar:
— ¢Sabes en realidad por qué se separé de ustedes el licenciado Maldonado?
Moisés hizo una obra maestra: habl6é al mismo tiempo que se bebia la copa, y
entre borbotones, Teresa oyé algo de un “bareo” y de unas “ratas”, de lo que se rid
creyendo que era un chiste.
Moisés se pas6 toda la noche haciéndose una pregunta: si esto ocurre con el
primer hijo, ;qué sucederd cuando vengan los otros? Se levanté a las seis de la mafiana,
y cuando Nazario, bastante tarde, Ilegé a la oficina, Moisés estaba en su despacho con
lun papel entre las manos, que contenia tres renglones. Secamente y sin mds
comentarios, le espeté:
— O me vendes el dieciocho por ciento de tus acciones en todos los negocios
del grupo, a valor contable, dandome cinco aflos para pagarlas al doce por
ciento de interés; 0 colocamos esas acciones en la Bolsa; o le dices a tu hijo
que trabaje en otra cosa. Escoge entre esos tres caminos.
Al levantar la vista del papel, Moisés vio a Nazario mas canoso y arrugado que
nunca. Lleno antes de vitalidad y empuje, parecia ahora como si hubiese envejecido
veinte afios. Sintié por él, con quien habia trabajado desde joven, una infinita piedad.
Pero, apretando los labios, le dejé el papel encima de la mesa, haciendo ademan de
retirarse,
— Moisés —le dijo Nazario—, se te ha olvidado un cuarto camino: yo puedo
comprarte tus acciones a un precio més alto de lo que valen; es mucho dinero.
'Y un quinto: vendamos los dos a Carlington, Co., 0 a Gutmann and Vertmon,
Co. Vamos a ver: spor qué no es viable el cuarto camino?
— Porque no debes ni siquiera proponérmelo.
Nazario sintié de pronto sobre si el peso de su enfermedad, el peso de sus
negocios y, sobre todo, el peso de Enrique y Teresa.AE FH
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— Es cierto —contesté—. No debo. Pero gpor qué no te decides por el quinto
camino?
— Porque no puedo.
— Es cierto —dijo Nazario—, no puedes.