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A 20 AÑOS DE LA CUMBRE DE CAMP DAVID

¿Por qué fracasó la paz entre


Israel y Palestina?
Por Ezequiel Kopel*
La cumbre de Camp David en julio del 2000, en la que Ehud Barak y
Yasser Arafat negociaron bajo la mediación de Bill Clinton, fue el último
intento serio por llegar a un acuerdo de paz en Medio Oriente. El fracaso
terminó por convertirse en el episodio que israelíes (“no hay con quien
hablar del lado palestino”) y palestinos (“los israelíes no quieren terminar
con la ocupación”) utilizan como eje de sus respectivas –y manipuladas–
narrativas. Revisarlo ayuda a entender por qué un entendimiento
definitivo está hoy más lejos que nunca.
El plan presentado en enero de 2020 por Donald Trump y Benjamin
Netanyahu como el “acuerdo del siglo” fue elaborado sin ninguna
participación del pueblo palestino. En esta propuesta, el futuro Estado
palestino no tiene ninguno de los atributos asociados a un Estado,
comenzando por la soberanía. El Estado palestino no tendrá control
alguno de sus fronteras ni de su espacio aéreo o marítimo. Incluso los
túneles y los puentes que conectarán los diversos enclaves que
garantizan la “continuidad del territorio palestino” estarán bajo
supervisión israelí. Mientras que Washington le reconoce a Tel Aviv el
derecho a anexar grandes partes de los territorios ocupados después de
la guerra de junio de 1967 –los asentamientos, sin excepción, y el valle
del Jordán–, este Estado palestino se extenderá a apenas un tercio de
Cisjordania. 
Las cosas venían mal. Entre los Acuerdos de Oslo en 1993 y el inicio de
las negociaciones en Camp David en julio del 2000, Israel no hizo mucho
para crear un nivel de confianza que condujera a la fórmula de “dos
Estados para dos pueblos”: duplicó la cantidad de población judía
habitante en los asentamientos, construyó una de sus colonias más
grandes (Modiin Illit), continuó con la expropiación de tierras, asfixió a la
economía palestina, haciéndola cada día más dependiente de la israelí, y
realizó todo lo que estuvo a su alcance –física, civil y legalmente– para
separar a Gaza de Cisjordania. Incluso un israelí asesinó a Yitzhak Rabin,
el Primer Ministro que había firmado los acuerdos de Oslo con los
palestinos y, menos de un año después, los propios ciudadanos israelíes
escogieron como su autoridad máxima a Benjamin Netanyahu, quien se
había hecho famoso por su oposición a las conversaciones de paz.

Los palestinos, por su parte, con su líder Yasser Arafat a la cabeza, no


lograron detener a las organizaciones fundamentalistas religiosas que
por esos años cometieron sangrientos ataques contra civiles israelíes.
Además, Arafat gobernó las ciudades de Gaza y Cisjordania que
controlaba como un feudo de su propiedad. Sin embargo, Arafat continuó
erigiéndose como el único interlocutor válido dispuesto a reconocer al
Estado de Israel y su derecho a vivir en paz, a la vez que un valioso líder
capaz de colocar a las diferentes organizaciones palestinas bajo una sola
Autoridad (muchas veces empleando la violencia) con el objetivo
primordial de llegar a un acuerdo con Israel.

En 1999, un año antes de Camp David, asumió como primer ministro


Ehud Barak, uno de los soldados más condecorados de la historia israelí,
que había hecho campaña bajo la plataforma de continuar las
negociaciones con los palestinos, retirar al ejército del Líbano y llegar a la
paz con Siria. El problema fue que empezó de atrás para adelante, lo que
despertó el enojo palestino: primero trató de llegar a un acuerdo con Siria
e ignoró a los palestinos el tiempo suficiente como para hacerlos
sospechar. Más tarde, en mayo de 2000, Barak abandonó
intempestivamente el sur del Líbano, dejando atrás equipamiento,
posiciones militares y una milicia aliada libanesa sin llegar a ningún
acuerdo con los sirios (que ocupaban el Líbano desde 1976). La movida
fue interpretada por gran parte de la resistencia palestina como una
demostración de que la guerra de guerrillas iniciada por la organización
chiita libanesa Hezbollah había sido la causante de la retirada, y que por
lo tanto la lucha armada era la única posibilidad de doblegar al Estado
hebreo si las negociaciones sucumbían. Asimismo, la inclusión del
partido político que representaba los colonos (el Partido Nacional
Religioso) en la coalición de Barak, donde recibieron el estratégico
Ministerio de Vivienda, tampoco ayudó a solidificar algo parecido a una
confianza previa a la reunión (1).

Camp David

Un mes y medio después de la huida israelí del Líbano, Barak y el


presidente estadounidense Bill Clinton acordaron realizar una reunión
para llegar a un arreglo definitivo que terminara con la ocupación de los
palestinos y alcanzara la paz (2). El lugar elegido fue Camp David, la
mítica residencia del presidente de Estados Unidos que había cobijado el
tratado de paz egipcio-israelí de 1979. Las conversaciones se iniciaron el
11 de julio y se extendieron hasta el 25. Barak fue más lejos de lo que
cualquier primer ministro israelí había ido antes, pero sus propuestas no
se acercaban a las que Arafat necesitaba para convencer a su pueblo.

En un primer momento, los israelíes propusieron un mapa donde le


entregaban a los palestinos sólo el 76% de Cisjordania, anexaban otro
14%, se quedaban con un 10% del Valle del Jordán por un periodo de 6 a
21 años (donde los israelíes pensaban colocar puestos de alerta
temprana) y ofrecían muy poco en relación a la división de Jerusalén
(bastante menos de lo que la propia inteligencia israelí le había advertido
al gobierno que estaban dispuestos a aceptar los palestinos). Dicho
arreglo ponía al 80% de los colonos israelíes que habitaban
asentamientos de Cisjordania bajo control de Israel, pero dejaba otros 50
mil dentro del Estado palestino. A la vez, Israel mantenía dos corredores
para acceder al rio Jordán en caso de un ataque desde el este, lo cual
implicaba que Cisjordania estaría dividida en dos (el Estado palestino
quedaría dividido en tres si sumamos el territorio de Gaza) (3).

Los palestinos rechazaron de plano la primera oferta israelí y


argumentaron que un retiro de Israel a los límites anteriores a la guerra
de 1967 (cuando Israel conquistó Cisjordania, Gaza y Jerusalén) debía
ser la base de las negociaciones. A los ojos de los palestinos, aceptar los
límites de 1967 ya era una concesión suficiente, que reduciría el futuro
Estado palestino al 22% de lo que ellos denominan la “Palestina
histórica”, previo al establecimiento del Estado de Israel (el acuerdo de
partición de 1947 de Naciones Unidas les otorgaba el 45%). Una nueva
oferta israelí que disminuyó el territorio a anexar también fue
desestimada por la delegación palestina, que sí accedió a un intercambio
proporcional de tierras que le permitiese a Israel mantener las grandes y
pobladas colonias de Gush Etzion, Ariel y Maaleh Adumim (4).
Al final de la cumbre llegaría el último ofrecimiento israelí: 92% de
Cisjordania, 100% de Gaza y un país desmilitarizado. Sin embargo, ofrecía
solo algunas partes alejadas de Jerusalén Este al dominio palestino
(Israel ofreció plena soberanía palestina en áreas periféricas de Jerusalén
Oriental, pero solo autonomía, y no soberanía palestina, en los barrios
árabes centrales de Jerusalén Este) (5). Los palestinos, en tanto,
expresaron su disposición a dejar bajo soberanía israelí todos los barrios
judíos (“colonias” en el lenguaje palestino) que se habían construido en la
ciudad desde 1967, lo que constituía la entrega de un tercio del territorio
de la parte árabe de Jerusalén, y estaban dispuestos a mantener el
control israelí sobre el barrio judío y el muro occidental.

Sin embargo, las conversaciones llegaron a un punto muerto cuando se


empezó a discutir el estatus de la Explanada de las Mezquitas (la
plazoleta elevada donde se encuentran el Domo de la Roca y la mezquita
de Al Aqsa, que los judíos también reverencian como el lugar sagrado del
Templo de Salomón). Arafat exigió que todo el sitio estuviese bajo la
soberanía total y exclusiva palestina, mientras que Barak contraofertó
que los palestinos fueran los custodios del recinto, pero sin goce de
soberanía. En tanto, Clinton le sugirió a Arafat dividir la soberanía con
Israel: según él, los palestinos tendrían control sobre la plaza de las
mezquitas y a los israelíes les correspondería el territorio debajo de ella.
Arafat interpretó la propuesta de Clinton como una alineación con el
esquema israelí y rechazó la propuesta. Los asistentes a la reunión
cuentan que Arafat le preguntó a los gritos a Clinton si él estaría de
acuerdo con que otro Estado fuese soberano sobre el territorio debajo de
las calles de Washington (6).

La cumbre fracasó. El liderazgo palestino consideró que la oferta de


Barak –catalagoda de “generosa” y “sin precedentes” por la sociedad
israelí– no les otorgaba un Estado soberano y contiguo que les
permitiese declarar el fin del conflicto. La posición palestina pretendía un
Estado establecido en las líneas del cese al fuego de 1949, con su capital
en Jerusalén Oriental, la soberanía total sobre los lugares religiosos
musulmanes más importantes, un acuerdo para la resolución de la
cuestión de los refugiados palestinos provocados por el establecimiento
del Estado de Israel, el 100% de la Franja de Gaza y al menos el 96% del
territorio total de Cisjordania.

Después

Apenas finalizó Camp David empezaron las recriminaciones mutuas. Los


israelíes apuntaron a Arafat, al que acusaron de no buscar la paz y no
presentar ninguna contraoferta frente a las “generosas” propuestas de
Barak. Incluso sostuvieron que Arafat se oponía tanto a la solución de
dos Estados para dos pueblos como a la mismísima presencia judía en
Tierra Santa. Hoy, con la distancia de los años, los funcionarios de Barak
que desarrollaron el axioma de que “Israel no tiene socios para la paz del
lado palestino” asumen que fue un eslogan cínico destinado a conseguir
apoyo interno, pero que sólo le sirvió a la derecha israelí para acceder
nuevamente al poder (7).

En cambio, los palestinos volvieron a argumentar que ellos habían sido


muy flexibles en cuanto a las cuestiones más delicadas de la disputa: no
sólo habían aceptado que Israel anexara parte de Cisjordania y que la
mayoría de los colonos se mantuviese en sus hogares, sino que habían
dado el visto bueno para dividir Jerusalén (Israel conservaría el Barrio
Judío junto al Muro de los Lamentos en la Ciudad Vieja ) y negociar una
solución al problema de los refugiados palestinos sin constituir una
amenaza a la mayoría judía de Israel.

Después del fracaso de Camp David –que Clinton también depositó en la


figura de Arafat–, aumentó la percepción en una importante mayoría de la
población palestina de que sólo una resistencia activa y violenta, como la
de Hezbollah, sería capaz de producir resultados. Esto sentó las bases
del apoyo popular a un enfoque de mayor confrontación con Israel.

En este marco, el 28 de septiembre de 2000 el entonces jefe de la


oposición derechista en Israel, Ariel Sharon, visitó, junto a cientos de
policías, la Explanada de las Mezquitas o Monte del Templo (como la
conocen los judíos debido a que allí estaba ubicado el antiguo Templo de
Salomón) y declaró que Israel nunca dividiría Jerusalén, ni entregaría el
control de un lugar tan sensible. La visita de Sharon, que apuntaba a
sabotear las conversaciones de paz y debilitar a su rival partidario,
Benjamín Netanyahu, fue vista como un gesto de provocación por la
“calle” palestina, que rápidamente se acercó al lugar para rechazarla. Las
protestas fueron reprimidas violentamente. Al día siguiente, luego de la
plegaria de los viernes, se desencadenaron multitudinarias marchas
palestinas, primero en Jerusalén y luego en Gaza y Cisjordania. La dura
respuesta israelí, basada en el plan de contención articulado por el
Ejército, según el cual una abrumadora demostración de fuerza
contendría las protestas, agravó la situación en lugar de calmarla. La
Segunda Intifada había comenzado y el sueño de la paz se alejaba.

Último intento

En noviembre, Barak anunció la convocatoria de nuevas elecciones para


principios de febrero, presionado por la derecha israelí y la desintegración
de su gobierno. Mientras tanto, a solo dos semanas de dejar el cargo,
Clinton decidió hacer un último intento. Según el presidente
estadounidense, los palestinos recibirían del 94 al 96% de Cisjordania
(además de áreas israelíes para compensarlos por las tierras anexadas),
el 100% de Gaza, Jerusalén Este como su capital, arreglos especiales
para la Explanada de las Mezquitas y que los refugiados palestinos
pudiesen regresar ya no a Israel, sino a un futuro Estado palestino.
Hubo una última reunión en la ciudad balnearia egipcia de Taba, pero la
suerte ya estaba echada. George W. Bush era el nuevo presidente
estadounidense (Clinton dijo que su plan de paz expiraría al abandonar el
cargo) y el principal candidato a ganar la elección israelí, Ariel Sharon,
había anunciado que iba a desconocer cualquier acuerdo logrado entre
los negociadores israelíes y palestinos (8). Las dos partes reconocieron
que en las conversaciones de Taba estuvieron muy cerca de llegar a una
resolución favorable del conflicto, pero el tiempo se había acabado y era
tarde para detener la Segunda Intifada.

El fracaso de Camp David terminó por convertirse en el episodio que


israelíes (“no hay con quien hablar del lado palestino”) y palestinos (“los
israelíes no quieren terminar con la ocupación”) utilizan como eje de sus
respectivas –y manipuladas– narrativas. Hoy la alternativa de dos
Estados para dos pueblos parece dudosa, y la idea de un Estado para
todos –en el cual ambos pueblos desarrollen sus correspondientes
aspiraciones nacionales y religiosas–, una mera fantasía. Si el conflicto
israelí-palestino algún día llega a su fin, es probable que Camp David y los
parámetros de Clinton constituyan el principio del final de la disputa. Pero
considerando la situación actual todo indica que no hay una salida a la
vista.

1. Deborah Sontag, https://www.nytimes.com/1999/09/28/world/barak-
s-ministry-outpaces-netanyahu-s-on-new-settlements.html, 1999

2. https://www.pbs.org/wgbh/pages/frontline/shows/oslo/negotiations/

3. Shaul Arieli, People & Borders, 126, Tach Print, 2013

4. Ian Black, Enemy and Neigbours: Arabs and Jews in Palestine and Israel,
367, Penguin Books, 2017
5. Akram Haniyah, “The Camp David Papers,” Journal of Palestine Studies,
Vol. 30, No. 2, pp. 75–97, 2001.

6. Aryeh Dayan (2001) https://www.haaretz.com/1.5073161

7. Boaz Gaon, Jonathan Gurfinkel, https://www.haaretz.com/1.5141952,

8. https://mfa.gov.il/MFA/MFA-Archive/2001/Pages/Barak%20to
%20Bush-%20Sharon%20is%20not%20bound%20by%20negotiating.aspx

Cartografías. Coordenadas de un mundo que cambia

* Periodista.

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