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Maradona: figura, pero no un dios
No se detienen los homenajes al ¿más sobresaliente futbolista del mundo? Con alguna
tímida excepción, por no decir que ninguna, la prensa deportiva mundial se ha rendido a los
pies de un comportamiento que para nada fue el mejor, como para mostrar a las
generaciones que le siguen. Aplausos para una zurda prodigiosa, pero no puedo afirmar lo
mismo si me refiero a su cerebro, que originó conductas que opacaron el brillo futbolístico
que Dios le dio, muy alejado de que le haya prestado una mano para un gol a sabiendas de
que se trató de una trampa.
Hacerle apología a la astucia con visos de picardía enfrentándose a las prohibiciones, según
nos lo muestra el periodismo universal, como si de verdad aquella jugada se tratara de una
genialidad, es invitar a los “pibes” a que hagan uso del medio para alcanzar el fin del gol,
sin importar la regla que gobierna tan divertido y apasionado deporte.
Jamás, por muy superior que sea, podrá considerársele un dios, ni siquiera aproximársele,
como en alguna parte del continente han pretendido asimilar a quien con su actuar estropeó
muchos valores, sin que se le quite lo de virtuoso para el fútbol. Incluso pueden llevarlo
hasta la idolatría, aunque sea un dios de barro, pero nunca considerarlo un ejemplo a seguir,
según nos lo quieren vender los apasionados de las letras y los micrófonos, quebrando el
equilibrio que nos enseña la sindéresis.
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