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Pasa en Todas Las Familias
Pasa en Todas Las Familias
En la gran mayoría de los casos, las raíces de los problemas entre hermanos se nutren de
antiguos resentimientos. Pero nuestros hermanos son los testigos privilegiados de nuestra
historia. Distanciarse de un hermano implica distanciarse de una parte significativa de nosotros
mismos.
Con un hermano es con quien aprendemos a relacionarnos con los demás. El vínculo entre
hermanos es tan importante porque tenemos el mismo origen. Ese mismo origen sigue siempre
existiendo, nos une.
Lo mismo que une a los hermanos es lo mismo que los separa. La inmensa mayoría de las
disputas entre hermanos está relacionada directa o indirectamente con el lugar que cada uno
ocupó, ocupa o quisiera ocupar respecto a sus padres.
Hace ya bastante tiempo –tendría yo cerca de diez años–, mientras miraba unas viejas
fotografías, descubrí que mi abuelo tenía un hermano. Yo jamás lo había visto ni había oído
hablar de él hasta aquel momento. Él y mi abuelo se habían peleado antes de que yo naciese y,
desde entonces, no se hablaban ni se veían.
¡Más de diez años sin hablarse con su propio hermano! Mi mente de niño era incapaz de
comprender aquello. ¿Qué podía ser tan terrible como para que dos hermanos se comportasen,
aun habiendo pasado diez años, como si el otro no existiese?
Hoy creo que aquella respuesta fue, quizá, una evasiva, un modo de no tener que explicarle
a un niño pequeño problemas harto complejos. Sin embargo, el modo en que lo dijo, su tono de
voz y el hecho de que nunca en todos estos años yo haya llegado a saber qué fue lo que ocurrió
entre ambos me llevan a creer que ese “ya no lo recuerdo” encerraba también gran parte de
verdad.
Mi abuelo y su hermano se habían impuesto una distancia que había ido creciendo como una
bola de nieve
Me atrevo a pensar que si sus nietos le hubieran preguntado a mi tío abuelo por aquella
supuesta pelea, él tampoco habría podido responder. No se trata de que mi abuelo o su
hermano no pudiesen explicar qué era lo que los separaba de aquel modo, sino que era, por
fuerza, inexplicable, indecible.
Mi abuelo no podía hablarme de lo ocurrido simplemente porque nunca había podido hacerlo
Y eso era, precisamente, lo que hacía que la situación perdurase y fuera empeorando con el
paso del tiempo.
Si alguno de los dos hubiese podido decir algo al respecto, si alguno de los dos hubiese
podido hablar de ello, seguramente el desencuentro no hubiese avanzado tanto como para
convertirse en aquel abismo que ahora se abría entre ellos.
VÍNCULOS IRREMPLAZABLES
Cuento esta anécdota porque la considero muy representativa de lo que suele ocurrir con
los distanciamientos entre hermanos. En algunas ocasiones, la distancia llega al punto extremo
de la disolución de todo vínculo; en otras, la relación se mantiene, pero aquejada
constantemente por la desconfianza, los recelos o la envidia.
Es cierto que existen casos, episodios de tal magnitud –un abuso sexual o el uso de la violencia
física– que justifican la disolución de un vínculo fraterno. Sin embargo, estos casos son los
menos y nada tienen que ver con lo que aquí estamos tratando de explicar.
En la gran mayoría de los casos, las raíces del malestar se nutren de antiguos
resentimientos
Enfados, decepciones y dolores que se acarrean a través de los años y se hacen cada vez más
difíciles de sanar.
Nuestros hermanos son los testigos privilegiados de nuestra historia, han estado allí desde
el comienzo (o casi) y, seguramente, han atravesado con nosotros momentos de suma
importancia.
Además, la relación con un hermano es el primer modelo que tenemos en la vida de una
relación entre pares, esta otra razón que es, quizá, aún más importante. Es con nuestros
hermanos, sean mayores o menores que nosotros, con quienes aprendemos a relacionarnos
con los demás, con quienes formamos nuestros modos de compartir, de competir, de ayudarnos
y de cooperar.
La forma como nos relacionamos de niños con nuestros hermanos influirá, en gran parte,
en nuestras relaciones con otras personas de nuestra vida futura. Creo que por ese carácter
primordial, aun en la vida adulta, las relaciones con nuestros hermanos moldean nuestros
vínculos con los demás y, por eso, debemos nutrirlas especialmente.
Por último, este vínculo es tan importante por una razón evidente: porque tenemos el
mismo origen. La palabra hermano proviene del latín germen, que significa ‘retoño, brote’. Los
hermanos somos brotes de un mismo árbol y, aunque llegará el día en que maduremos y lo
abandonemos, ese origen sigue existiendo, nos une.
Quizá no debería sorprendernos que lo mismo que une a los hermanos sea lo mismo que los
separa
La inmensa mayoría de las disputas entre hermanos está relacionada directa o indirectamente
con el lugar que cada uno ocupó, ocupa o quisiera ocupar respecto a sus padres.
Por eso no es e casual que muchas rencillas fraternas salgan a la luz cuando fallece uno
de los padres. En el momento del “reparto” se desatan las peleas por la herencia en cualquiera
de sus formas: dinero, posesiones, recuerdos..., aunque tal vez se trate, a fin de cuentas, del
amor.
ESTAR DISPUESTOS A AMAR
Más allá del lugar que cada hijo ocupa en estas “novelas familiares”, es necesario tener la
convicción de que podemos no estar de acuerdo en ciertas cosas, pero que poner en juego la
relación con un hermano por este motivo es un precio a pagar demasiado alto.
Podremos dejar a un lado nuestro resentimiento y dar con firmeza el primer paso,
apoyados sobre esta convicción. Consiste, sencillamente, en hablar con la máxima sinceridad
posible, mostrar nuestro dolor, expresar nuestros sentimientos.
Mi abuelo nunca se reconcilió con su hermano pero, en los últimos tiempos, le he escuchado en
varias oportunidades decir frases como “mi hermano tal cosa” o “con mi hermano tal otra”. Son
frases que en cierto modo le delatan. Me consuela pensar que, en cierta manera, ha decidido
que su hermano vuelva a formar parte de su historia. Y este gesto es ya un acercamiento.
He aquí ocho ideas básicas para retomar la relación con un hermano o hermana que se ha
distanciado de nosotros.
1. NO ESPERES DEMASIADO
Un río que cada vez se hace más ancho y profundo. A eso se puede parecer un conflicto no
resuelto entre hermanos. Antes de que su cauce crezca demasiado, será preciso que construyas
un puente que os acerque a los que estáis en las dos orillas.
El primer paso para construir este puente es hacerte consciente de que, incluso las relaciones
que damos por sentado, las que parecen más naturales (entre padres e hijos o hermanos),
requieren nuestro cuidado, que pongamos de nuestra parte: el vínculo sanguíneo no las hace
menos vulnerables.
3. TOMA LA INICIATIVA
Una parte del problema tiene que ver con hechos, circunstancias... y otra, no menos
importante, con las emociones, las sensaciones, los sentimientos... Por eso, podrías hacerte
una pregunta muy importante:
6. PONTE EN SU LUGAR
En las terapias de pareja, siempre es sorprendente el momento en que ambas personas, con
ayuda del terapeuta, descubren realmente qué es lo que el otro desearía en la relación. A
veces, estamos tan centrados en nuestra queja que no nos damos cuenta de que el otro
tiene aspiraciones legítimas. Así que pregúntate respecto a tu hermano: "¿Qué creo que
siente él o ella?". Este paso es esencial para vuestra reconciliación.
7. DA UN PRIMER PASO
En los puentes antiguos lo que se hacía era lanzar una cuerda atada a un peso hasta el
otro lado, donde alguien la recogía y aseguraba. Sobre esta soga que conectaba un lado con
otro se iba edificando el puente. Nosotros debemos también establecer algún contacto con
nuestro hermano, tender un lazo que nos una y que nos permita, en algún momento, sentarnos
para hablar sobre lo que nos sucede.
El modo de hacerlo depende de cada persona, desde decir directamente: "Me gustaría que
habláramos" hasta coincidir en alguna ocasión y mostrarse menos distante. Este pequeño
contacto permitirá el siguiente paso.
Finalmente, habrá que hablar. No hay otro modo de establecer el puente final. Y se trata de
hablar de lo que uno siente, de comunicar las sensaciones propias y escuchar.