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Es por ello necesaria la existencia de un justo equilibrio entre el ciudadano y el

Estado, donde las garantías procesales adquieran sentido y actualidad al evitar


la arbitrariedad e inseguridad que provocaría en la sociedad una carencia de
reglas en la investigación policial y judicial en las que queden de lado los
intereses del individuo para proteger el interés general de la averiguación de la
verdad real y el éxito de la administración de justicia.

La disyuntiva es, pues, mantener un justo equilibrio entre la triada libertad


individual, interés general y derecho de las víctimas. Es por ello que las nuevas
corrientes procesales tienden hacia un sistema acusatorio, en donde todas las
partes puedan intervenir en el proceso, no sólo el imputado, sino también los
afectados por el hecho ilícito que se investiga. Este aspecto no fue
debidamente desarrollado por la Convención Americana, ya que las garantías
procesales del debido proceso están diseñadas claramente en beneficio del
imputado, situación que debe ser objeto de revisión con el fin de buscar un
equilibrio con los derechos de las víctimas. Se requiere, además, que las
legislaciones de los Estados se preocupen por darle mayor participación directa
a las víctimas de los delitos dentro del proceso penal.

Existe un movimiento mundial por la humanización de la justicia bajo la


exigencia de que las técnicas procesales tienen funciones sociales que cumplir
y, por otra parte, los tribunales no son el único medio que debe tomarse en
consideración para la resolución de disputas; es decir, debe acudirse con
creación imaginativa a los métodos alternos de solución de conflictos, las
llamadas modernamente ADR, que tanta atención han merecido de la doctrina
en las últimas décadas.

La doctrina ha realizado considerables esfuerzos para ubicar el concepto de los


derechos humanos. Conjunto de facultades, prerrogativas, libertades y
pretensiones de carácter civil, político, económico, social y cultural, incluidos
los recursos y mecanismos de garantía de todas ellas, que se reconocen al ser
humano, considerado individual y colectivamente. La calificación de humanos
atribuida a esos derechos, no deja de ser convencional y arbitraria ya que, en
principio, todos los derechos son humanos. ¿de qué se trata entonces? La
historia es antigua y parece ser que los calificativos más apropiados para la
idea que se pretende ubicar, son los de derechos básicos o fundamentales4 del
hombre. El reconocimiento expreso de los mismos, que a veces se quiere ver
como otorgamiento, es de cuyo reciente, pero la idea se vislumbra desde los
Diez Mandamientos, hasta el Código de Hamurabi y las Leyes de Solun.

La doctrina peruana ha precisado el concepto del debido proceso legal en los


siguientes términos: se entiende por debido proceso legal el conjunto de
condiciones y requisitos de carácter jurídico y procesal que son necesarios
para poder afectar legalmente los derechos de los gobernados. En un
desenvolvimiento de esta idea, el mismo autor se extiende a varios sectores:

a) la exigencia de un proceso previo en el que se cumplan las formalidades


esenciales del procedimiento;

b) prohibición de tribunales especiales y de leyes privativas;

c) restricción de la jurisdicción militar;

d) derecho o garantía de audiencia;

e) fundamentación y motivación de las resoluciones dictadas por autoridad


competente;

f) aspectos sustanciales del debido proceso legal que aluden ya a la evaluación


de lo decidido por los tribunales y su compatibilidad con los principios lógicos y
jurídicos del sistema

A través de la interposición de un procedimiento judicial es posible reclamar la


violación al derecho a la libertad, al derecho al nombre, a la nacionalidad o a la
personalidad jurídica, al derecho a no ser torturado, al derecho a expresarse
libremente o a informarse, al derecho a reunirse, al derecho a no ser tratado de
forma discriminatoria, al derecho a la propiedad privada, al derecho a trabajar,
al derecho a profesar la religión que se desee, al derecho a votar y ser votado.
En una palabra, a través de la interposición de un juicio es posible proteger
todos y cada uno de los demás derechos humanos.

De esta forma, el proceso judicial actualiza tanto el derecho a la justicia, como


el derecho a un debido proceso, a más de que sirve para tutelar todos los
demás derechos humanos, lo que convierte al juicio en una herramienta de
herramientas dentro de la protección de los derechos fundamentales.
Pero hay todavía más razones para considerar al proceso judicial como un
mecanismo primordial en la protección de los derechos humanos.

No son grandes e importantes excepciones, los Poderes Judiciales y también


los jueces, suelen ser las autoridades que gozan de una mayor independencia
frente a las fuerzas políticas de una nación. Además, no debe perderse de vista
que, por lo menos institucionalmente, en el ámbito nacional el Poder Judicial
es, por definición, el garante final de los derechos de las personas y el “órgano
encargado de asegurar la vigencia y el goce de los derechos humanos”.
En esa medida, son los jueces quienes están en la mejor posición para
incorporar, caso tras caso, las normas internacionales en materia de protección
de derechos humanos al derecho interno, y además, para crear
jurisprudencialmente nuevos derechos humanos o nuevas formas de proteger
los derechos humanos ya reconocidos.

Uno de los presupuestos del debido proceso es el estado jurídico de inocencia


que goza una persona y está preceptuado en casi todos los ordenamientos
jurídicos vigentes. La presunción juris tantum de inocencia es universal, pues
está también contemplada en el Articulado

Es un principio que en la actualidad amerita en cuanto a su respeto, una mayor


concienciación por parte de todos los estamentos de la sociedad pues la difícil
coyuntura política en la que se desenvuelven los países latinoamericanos
permite que la profusión de denuncias ante los Medios de Comunicación,
especialmente la televisión, produzca una verdadera estigmatización social de
la persona que ha sido objeto de una delación. Es que en la praxis observamos
como la exhibición en los noticieros de las imágenes de ciudadanos que son
vinculados con la comisión de algún delito originan un adelantado reproche por
parte de la colectividad. Lo más preocupante es que si cotejamos la gran
cantidad de denuncias con el escaso número de sentencias condenatorias
ejecutoriadas, llegaremos a la conclusión que la diferencia es abismal. Es
necesario recalcar que un atisbo de delito es insuficiente para resquebrar el
estado jurídico de inocencia de la persona.
Bibliografia

CALSAMIGLIA, Albert; Ensayos sobre Dworking, prólogo a la edición española


de la obra de Dworking, Los Derechos en Serio, Barcelona, Ariel, 1984, pp. 7 a
29.

GARCÍA FIGUEROA, Alfonso; Principios y positivismo jurídico. El no


positivismo principialista en las teorías de Ronald Dworking y Robert Alexy;
Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1998, entre otros.

CARBONELL, Miguel; Los Derechos Fundamentales en México, Porrúa,


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CASSESE,  Antonio; Los Derechos Humanos en el Mundo Contemporáneo; Tr.


Atilio Pentimalli Melacrino y Blanca Rivera de Madariaga, Ariel Derecho No. 99,
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MENDEZ, Juan E.; Derecho a la verdad frente a las graves violaciones a los


derechos humanos; en: ABREGÚ, Martín y COURTIS, Christian; La aplicación
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Buenos Aires 1997.

COUTURE, Eduardo J.; El “debido proceso” como tutela de los derechos


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Nums. 8-10, Montevideo, Uruguay, agosto-octubre de 1954.

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