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Mesa 2: Representaciones estéticas del pasado reciente

Coordinadores y relatores: Gustavo Aprea y Patricia Flier

Aguilar, Paula (UADER / CONICET) Estética, representación, memoria. Intervenciones


de la Revista de Crítica Cultural en el caso chileno.
Alatsis, Gabriela (UBA/ IDAES – UNSAM) y Dios, Alicia (UBA) Galerías de arte en la
última dictadura militar (1976-1983)
Casale, Marta Noemí Rosa (UBA) El exilio político como resultado de las políticas
represivas de la última dictadura militar (1976-1983): análisis del film Cuarentena, exilio y
regreso, de Carlos Echeverría.
Eberhardt, Camila (Pontifícia Católica do Rio Grande do Sul) A Morte Do Leão Na
Escola Estadual De Ensino Fundamental Justino Alberto Tietboehl.
Fernández, Clarisa (IDIHCS / CONICET / UNLP) Reflexiones en torno a otras historias
recientes en las prácticas estéticas contemporáneas.
Iglesias, Federico (UNGS) La fotografía en la reconstrucción del pasado reciente. Análisis
de la foto: El dictador Videla reza en una misa en la Capilla Stella Maris, 1981, de
Eduardo Longoni.
Sánchez, Silvina (UNLP / CONICET) “La innegable experiencia del presente”.
Figuraciones de la pobreza en la narrativa de César Aira.
Saraniti, Mariana (UNGS) El acercamiento de la FJC a los jóvenes durante el Proceso
(1976-1983): el caso de la revista Vamos! Al Tiempo Joven. Entre el consenso a la dictadura
y la formación de un estereotipo de juventud.
Estética, representación, memoria. Intervenciones de la Revista de Crítica Cultural en
el caso chileno
Paula Aguilar

Pertenencia institucional: UADER-CONICET

Palabras clave: posdictadura chilena - memoria - Revista de Crítica Cultural

Introducción
Uno de los objetivos de mi trabajo doctoral es leer la obra narrativa del escritor
chileno Roberto Bolaño (1953-2003) como una intervención en los debates de la
posdictadura en el Cono Sur, en torno a los usos y significaciones de la memoria, la
imposibilidad de la amnesia, el duelo, la melancolía, las derrotas y el mal que se desarrollan
en el campo literario e intelectual de la posdictadura.

Para contextualizar la obra de Bolaño en los debates abiertos a partir de la dictadura


chilena de 1973 es necesario explorar el escenario chileno de la dictadura y la posdictadura
para delinear los avatares de la memoria en el campo cultural y literario. En este sentido,
realizaré un breve recorrido por el panorama que, en el Chile de los 90, instaura la
“democracia pactada” entre los miembros todavía activos del régimen y los partidos de la
concertación. A partir de la lectura del denominado Informe Rettig y de las intervenciones
de la Revista de Crítica Cultural se indagará acerca de la problemática de la memoria en el
contexto de la Concertación chilena, donde se articula una “memoria limitada” que busca la
reconciliación (Informe Rettig). A ella se enfrenta la Revista de Crítica Cultural que
apuesta a subvertir las representaciones reduccionistas del pasado reciente.

La memoria en la democracia ‘pactada’


El fin de la dictadura en Chile presenta particularidades dentro de los procesos
democratizantes experimentados en el Cono Sur, en el marco de las denominadas
“transiciones conservadoras”1 sujetas a condiciones según los acuerdos que en mayor o
menor medida se establecen entre las cúpulas militares y las civiles o partidarias, como
señala Ansaldi para el caso chileno.2 A fines de la década del 80, comienza la denominada
“democracia pactada” o “democracia limitada” a partir del Plebiscito Presidencial de 1988
que decidirá el destino de Augusto Pinochet. El objetivo fue conseguir el apoyo popular
que convertiría a Pinochet en el primer presidente civil. La Junta Militar accede a la
posibilidad de un régimen democrático en el que se mantiene el marco político y legal –que
le es favorable– de la Constitución de 19803, avalada por los partidos políticos de la
transición. El resultado del Plebiscito fue de 44,01% por el “Sí” y 55,99% por el “No”.4 La
victoria de la ‘Concertación de Partidos por el No’ no significó, sin embargo, la derrota de
Pinochet. Su continuidad en la escena política (Senador vitalicio y Comandante en Jefe del
Ejército) debilita la idea de un Chile en democracia plena.

Después de la dictadura se establece un régimen derivado de la propia dictadura,


que es la democracia tutelada o nominal. Démosle el nombre que queramos, pero en
el fondo no es un régimen democrático que cumpla con los requisitos mínimos que
para tal efecto ha definido la humanidad. En Chile la Constitución y las leyes no son
el producto de la voluntad popular. Además la dictadura dejó amarrado un conjunto
de leyes que en virtud del sistema electoral, que ella misma impuso, se hacen
prácticamente imposibles de ser modificadas. 5

1
Ansaldi, Waldo, “Las dictaduras del Cono Sur y las transiciones a la democracia hasta la actualidad (1964-
2005).
2
Ansaldi, Waldo, op cit.
3
Entre las enmiendas efectuadas, se destaca la que establece la misma cantidad de miembros civiles y
militares en el senado, lo que permitirá la vigencia del gobierno dictatorial en el proceso democrático. Carlos
Ruiz explica: “La Constitución del 80 (…) establece límites al sufragio universal como fuente de las
autoridades democráticas y concede un rol político de primera importancia a las Fuerzas Armadas.” En
“Democracia, consenso y memoria: una reflexión sobre la experiencia chilena”. Políticas y estéticas de la
memoria, Nelly Richard (comp.), Santiago, Cuarto propio, 2000.
4
En las elecciones, realizadas al año siguiente, asume el demócrata cristiano Patricio Aylwin. Ver Garretón
M., Manuel Antonio, El plebiscito de 1988 y la transición a la democracia., Santiago de Chile, FLACSO,
1988.
5
Felipe Portales en una entrevista para La Nación on line Chile (www.lanacion.cl), “El mito de la democracia
en Chile”, domingo 29 de agosto de 2004.
La ‘transición’ estimula una revisión crítica del pasado, tarea que oficialmente en
Chile se reduce a los llamados “pactos para la reconciliación”. De hecho, el entonces
presidente Patricio Ailwyn establece, en 1991, la Comisión Nacional de Verdad y
Reconciliación, la cual publica el documento conocido como Informe Rettig6. En este texto
se esquiva la revisión del pasado traumático, en pos de un presente sin conflictos para un
futuro prometedor: A modo de prólogo justificativo, el “Exordio” presenta el Informe en
los siguientes términos:

“La Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación cuyo objeto ha sido contribuir


al esclarecimiento global de la verdad sobre las más graves violaciones a los
derechos humanos cometidas en los últimos años, con el fin de colaborar a la
reconciliación de todos los chilenos.” 7

En los dos primeros párrafos la palabra “reconciliación” aparece cuatro veces y más
adelante explica:

La labor de la Comisión era establecer un cuadro lo más completo posible sobre las
más graves violaciones a los derechos humanos con resultado de muerte y
desapariciones cometidas por agentes del Estado o por particulares con fines
políticos.8

El informe analiza el contexto del golpe militar en términos de una bipolaridad


extrema, un enfrentamiento político que instaló un estado de crisis en la sociedad chilena.
Esta polarización facilita, en la transición democrática, la coexistencia pacífica entre el

6
El presidente de la Comisión fue el entonces senador Raúl Rettig Guissen
7
Informe Rettig en “Puro Chile. La memoria del pueblo”: http://www.purochile.org/rettig00.htm. Cursivas
mías.
8
Ídem nota 7, cursivas mías.
gobierno y las Fuerzas Armadas. Carlos Ruiz 9 analiza lo que él denomina el “estilo elitista,
tecnocrático y consensual de la democracia en la transición” a partir de la Comisión Rettig:

…el hecho que se incluya en la definición de las violaciones a los derechos


humanos también a actos terroristas me parece sintomático de este espíritu
ecléctico y consensual que equipara lo que fueron crímenes perpetrados
desde el estado militar con actos de resistencia frente a un poder
dictatorial…

Al equiparar la culpabilidad entre “actos terroristas” y crímenes dictatoriales se


aplana todo conflicto inherente a la elaboración de un pasado doloroso. Además, como
explica Alejandro Kaufman, la distinción entre lucha armada y lucha no armada no tenía de
ningún modo el sentido que hoy en día le conferimos y “la represión exterminadora tiñe a la
memoria de la lucha armada con las marcas del horror” 10. La memoria de la reconciliación
evade toda responsabilidad, a través de una simbólica aceptación de las violaciones contra
los derechos humanos durante el gobierno militar. Es interesante comparar con el caso
argentino: el primer gobierno democrático postdictatorial posibilita la creación de la
Conadep, el informe conocido como Nunca Más y el posterior juicio a las Juntas Militares.
En la llamada teoría de los dos demonios se homologa la violencia polarizada de las
Fuerzas Armadas y la guerrilla, entre las cuales la sociedad se asume como víctima
inocente de un enfrentamiento que no buscó, del que no participó. Este relato anclado en la
memoria del Nunca Más oficializó el pasado dictatorial a la luz de la lucha de los
organismos de derechos humanos y las posibilidades jurídicas de procurar justicia ante lo
sucedido.11 Como ejemplifica Florencia Levín

9
“Democracia, consenso y memoria: una reflexión sobre la experiencia chilena” en Políticas y estéticas de la
memoria, op. cit. p. 18.
10
Kaufman, Alejandro, 2010, Historia reciente como desafío a la investigación y el pensamiento en Ciencias
Sociales-Seminario CAICYT-CONICET
11
Ver Levín, Florencia “Violencia, trauma y el fenómeno de la memoria” y “Arqueología de la memoria.
Algunas reflexiones a propósito de Los vecinos del horror. Los otros testigos”
(la fiscalía) durante el Juicio a las Juntas, que eligió no mencionar la participación
política de las víctimas para reforzar el argumento de la violación, por parte de los
militares, de los derechos humanos universales.

En cambio, la sociedad chilena se conforma con admitir que estos hechos ocurrieron; el
marco legal y político del país impide la realización de juicios.12 Memoria y justicia sólo
conviven en el plano simbólico, lo que requiere un estado de alerta frente a las políticas de
la memoria.

La memoria bajo la dictadura: entre el testimonio y la hipervanguardia

Nelly Richard describe la configuración de espacios enunciativos en el campo


literario e intelectual bajo el gobierno de Pinochet, y confronta dentro del “polo victimado”
–que de ningún modo resulta uniforme ni coordinado– dos escenas culturales como
alternativas a las crisis provocadas por la dictadura, dos campos discursivos que interpelan
al régimen militar.13

Por un lado, las estéticas del testimonio, las épicas de la resistencia que, para
Richard, “siguen subordinadas al contenido programático de referentes totales y
hegemonizadores de sentido”14 y, por el otro, las estéticas de la ruptura, las poéticas del
desajuste, el deshecho, la fragmentarización y la reconstrucción que caracterizan a gran
parte de las producciones de las artes plásticas, la fotografía y la literatura.

Los dos polos antes mencionados se continúan en la apertura democrática dando


lugar al discurso sociológico, por un lado; y al anti-proyecto de “crítica cultural” de Nelly
Richard, surgido en torno a las prácticas culturales de la hipervanguardia o escena de
avanzada15, por el otro. El primero utiliza la perspectiva de la sociología y se preocupa por

12
Ver también Moulian, Tomás “La liturgia de la reconciliación” en Políticas y estéticas de la memoria, op.
cit.
13
Richard, Nelly, La insubordinación de los signos. Santiago, Cuarto Propio, 1994, p. 55.
14
Richard, Nelly, La estratificación de los márgenes. Santiago, Zegers, 1989, p. 17.
15
Movimiento artístico formado a finales de los 70 y principios de los 80 del que participaron artistas
plásticos, escritores que, con palabras de Nelly Richard, intentan una “salida de marco” contra la dicotomía
orden/caos de la dictadura para liberar alternativas de sentido a través de lo estético.
la elaboración de marcos teóricos para pensar –en la transición– la reforma del estado, el
perfil de la democracia, los resabios del autoritarismo, los problemas de la modernización y
del neoliberalismo, entre otros. Sus representantes más destacados son José Joaquín
Brunner, Norbert Lechner, Martín Hopenhayn y Tomás Moulian. Mientras que el otro polo
emplea la lengua literaria y las herramientas del arte para ocuparse de otras problemáticas
de la sociedad postdictatorial menos procesadas, como lo residual y contradictorio, lo
traumático e intempestivo del recuerdo y de la violencia. Ambas posiciones implican
diversas –casi opuestas– políticas de intervención en la esfera pública: mientras desde la
sociología se intenta tender puentes con la recientemente inaugurada transición; en cambio
la Revista de Crítica Cultural y el grupo de artistas de la avanzada, radicalizan su crítica.
Teresa Basile resume las dos posturas en la transición chilena: “mientras FLACSO buscó
los modos de reconducir el proceso democrático a través del ‘consenso’ y la ‘negociación’
de las partes escindidas del cuerpo social e incluso la participación activa de algunos de sus
miembros (...) Richard se opone a esas alianzas de poder y elige una suerte de margen
extremo y siempre desarticulante”.16 Un margen que opera en términos de resistencia.

También ambas posiciones disponen vías alternativas para la memoria. Nelly


Richard valoriza los modos en que el arte y la literatura procesan el pasado reciente,
evitando cualquier tipo de cristalización o fijeza. Por otro lado, acusa a la cultura de
izquierda, (acercando la izquierda partidaria y militante a la izquierda renovada) de
revalidar el Chile anterior al Golpe de 1973 en un proyecto de restitución de la memoria y a
partir de la prédica de una continuidad de los valores fracturados por la experiencia de la
dictadura. Sin embargo, los intelectuales de FLACSO –en abierta polémica con N.
Richard– prefieren y defienden una memoria que tenga capacidad de institucionalizarse, y
que permita en su nombre articular políticas de diversa índole. Así, la cuestión de la
“memoria” surge en un espacio fracturado de revisión y elaboración del pasado, que
incluye desde un lenguaje que narra la condición posdictatorial en términos de trauma,
duelo, melancolía, hasta las “discursividades en fuga” que, sostenidas por el disenso,
desterritorializan el lenguaje y experimentan con el sentido.

16
Basile, Teresa, “Nuevos escenarios: los intelectuales en el fin de siglo”. Actas de IX Congreso de Literatura
argentina, Río Cuarto: Facultad de Humanidades, 1997, p. 30.
Es necesario destacar que este mapeo del contexto chileno de la posdictadura es
funcional al proyecto de Nelly Richard, quien contrasta dos posiciones estéticas –y
políticas, dejando de lado otras intervenciones que también constituyen el campo cultural
chileno, para así posicionarse como uno de los polos en cuestión, aquel que ejerce la crítica
retrospectiva de la dictadura, frente a quienes prefieren la negociación. Para la ensayista
chilena, el discurso de las ciencias sociales carece del registro problematizador de la lengua
poética, de la matriz desestabilizadora del arte, necesaria para cuestionar la trama social y
cultural que dejó la dictadura. La palabra violentada necesita reencontrar nuevos sentidos y
busca intervenir desde un margen, para no ser incorporada al aparato estatal del consenso:
“Las palabras resignificándose a sí mismas en polémicas verbales con los léxicos de la
academia o de la institución, son parte del trabajo crítico-cultural que consiste en echar el
signo a pelear contra el reparto oficial de las categorizaciones acreditadas”. 17 Así, en una
incisiva entrevista hecha por la Revista de Critica Cultural a José Joaquín Brunner18,
despunta la crítica a los “referentes plenos”, a la “linealidad y transparencia” socio-
comunicativa, atribuidos a las ciencias sociales, caracterizadas como reticentes a nuevas
búsquedas discursivas. A su vez, Brunner, desde la sociología, cuestiona “el elogio de los
márgenes”, apuntando con ello a la posición de N. Richard, como inoperante y defiende la
necesidad de lo institucional –y del mercado– porque, indefectiblemente, el objetivo es
intervenir en el espacio público.

Al ubicarse como interlocutora en un espacio bipolar, aun desde una defensa del
margen, Nelly Richard buscará un acceso a la centralidad, apelando al arte y a la literatura
como prácticas del disenso en medio de los pactos conciliatorios post Pinochet. Me
interesan las intervenciones de este proyecto en tanto interrogan acerca de una “poética de
la memoria”: qué posibilidades discursivas iluminan un pasado traumático en el presente
conflictivo; de qué manera es posible dar cuenta de ello y qué papel le cabe, entonces, a la
literatura en esta coyuntura.

Intervención en la memoria pactada: la Revista de crítica cultural

17
Richard, Nelly, Revista de Crítica Cultural, nº 5, julio 1992, p.5.
18
En el primer número de la Revista de Crítica Cultural, mayo de 1990.
En el contexto inicial de la democracia “limitada” o “pactada” nace la Revista de
Crítica Cultural19 (primer número en mayo de 1990), bajo la dirección de Nelly Richard,
como un fuerte gesto de intervenir en las discusiones enmarcadas en la apertura
democrática: memoria, mercado, consenso, etc. Así, el primer número publica una serie de
artículos bajo el título “Transición, cultura, democracia” con textos de Beatriz Sarlo
(Argentina), Hugo Achugar (Uruguay), José Joaquín Brunner (Chile) y Julio Ortega (Perú),
como los primeros voceros de un proyecto que se posiciona en la agenda de debates de
Chile y de Latinoamérica. A partir de una poética que defiende lo transgresivo, lo
disruptivo, la revista pretende ocupar un lugar en las reconfiguraciones del campo cultural
chileno.

La memoria es una de las cuestiones principales abordadas por esta revista y se


coloca como eje inevitable de discusión ante la pasividad de las políticas estatales. Se
impone la necesidad de reflexionar en torno al “cómo nombrar” el pasado reciente. Así,
surgen expresiones como “abrir fuego”, con frases de Guadalupe Santa Cruz, o “irrumpir
en esa costra mediante la palabra que nombra y delira” 20 para describir la tarea crítica de
discutir la memoria en medio de los pactos del consenso. Se exige una “memoria activa, no
como mero depósito de hechos del pasado, sino como conglomerado de “residuos de
significación histórica y narrativas en curso que busca ser ella misma intervención, suceso y
realidad”21, no sólo contra el silencio oficial, sino además contra la versión nostálgica de
cierta discursividad de izquierda que intenta suturar el quiebre dictatorial volviendo a un
idílico ‘estado anterior’. Se trata, entonces, de hacerse cargo del presente en su condición
postdictatorial. La “posdictadura” le recuerda al presente que es “producto de una catástrofe
pasada”.22 Idelber Avelar rechaza las denominaciones que “no apunten su procedencia y así
su burda actualidad, su mera presencia: tiempos de ‘democracia, (…) ‘estabilidad’, (…)
‘gobernabilidad’” a favor de una “mirada que aspira a ver en el presente lo que a ese
presente excede –el suplemento que el presente ha optado por silenciar (…) su condición
postdictatorial, su fantasmagórico duelo irresuelto”. 23 Alberto Moreiras también reflexiona
19
En adelante RRC.
20
Santa Cruz Guadalupe, “Impunidad, inmunidad (economías de la violencia)”, RCC, 10, Mayo 1995, p. 17.
21
Richard, Nelly “Lo impúdico y lo público”, RCC, nº 11, Noviembre 1995, p. 33.
22
Avelar, Idelber, “Alegoría y postdictadura. Notas sobre la memoria del mercado” RCC, nº 14, junio 1997,
p.22.
23
Avelar, Idelber, Alegorías de la derrota: La ficción postdictatorial y el trabajo del duelo, Santiago, Cuarto
Propio, 2000. p.37.
sobre las características y tendencias del pensamiento en la postdictadura: la derrota, el
duelo, la melancolía y la posibilidad de sobreponerse a la pérdida del horizonte utópico a
través de un pensamiento crítico.

La crítica al mercado es fundamental en el Chile modernizado de la postdictadura.


Dinámico y veloz, el mercado trasmite una memoria “liviana” que refiere el pasado
evitando toda reflexión sobre el mismo, y resulta orgánico al proyecto tranquilizador de un
recuerdo bajo el signo de la reconciliación. Las estrategias para “olvidar”, que Andreas
Huyssen denomina paradójicamente “el boom de la memoria”24, forman parte de la
industria de la memoria en un escenario caracterizado por la “simulación”, que negocia por
medio del trueque: estabilidad por silencio.25

Un momento crucial del debate fue lo que la revista denominó “El estallido
‘Pinochet’”26, es decir, la detención del dictador en Londres, los 503 días que para los
chilenos amenazaron la impunidad en Chile. Este acontecimiento reactivó la necesidad de
revisitar el pasado, desgarrando “el velo transparencial del hipotético consenso”.27

Cabe destacar que, tal como indica Waldo Ansaldi28, a partir del 2000 se advierten una serie
de eventos como “pasos significativos” para dejar atrás los “condicionantes institucionales
impuestos por el pinochetismo” (Ansaldi 2010) -desde el desafuero de Pinochet en 2000
hasta las enmiendas de la Constitución del 1980 en 2005.

Se reabre el debate, pero desde el campo cultural se advierte cómo rápidamente es digerido
por la dinámica de la sobreabundancia, transformándose en “una sobredosis de indigestión
historizante”.29 Así lo resume Willy Thayer:

La memoria concertacionista debió abrirse a lo sucedido como


documentalidad y más tarde como publicidad. La circulación de lo

24
Huyssen, Andréas, “La cultura de la memoria: medios, política, amnesia”, RCC, nº 18, junio 1999, p.8.
25
Tomás Moulian, “Olvido y consenso” RCC, n º 13, noviembre 1996, p. 5.
26
Ver Dossier homónimo en RCC , nº 18, junio 1999.
27
Villalobos-Ruminott, Sergio, “El escándalo Pinochet como síntoma de un país atribulado”, RCC, nº 18,
junio 1999. p. 20
28
Ansaldi, Waldo, op.cit.
29
Jocelyn-Holt, Alfredo, “Menos es más, o la historia que falta”, idem, p. 30.
acontecido como recuerdo y documento colaboran con la conversión del
11 de septiembre de 1973 en caso finiquitado.”30

Nuevamente la RCC se posiciona como vigía contra toda tendencia de osificación y


construcción de imágenes maniqueas, estancas de la memoria “oficial”. A favor de una
estética de la memoria cuyo relato “no detenga el tiempo, no cierre nada, e incluso, por el
contrario, habilite –o deba habilitar– la posibilidad de discusión acerca de cómo convivir en
estos espacios de desajustes y desencuentros”.31 Alejandro Kaufman señala que “las
formulaciones paradigmáticas sobre la memoria han sido postuladas a través de
manifestaciones literarias o cinematográficas fuertemente comprometidas con estéticas
separadas de las modalidades mediáticas convencionales”.32

Miguel Dalmaroni analiza cómo, en intervenciones hechas por la escritora Diamela


Eltit y, sobre todo, por Nelly Richard, la RCC participa en los debates posdictatoriales
sobre la construcción de una memoria y, por ende, sobre los modos de narrar el pasado
traumático, privilegiando una poética del nomadismo, la fuga, la incertidumbre, 33
exacerbando la práctica de la fragmentación y el quiebre. Sin embargo, Dalmaroni también
advierte la recuperación de un sentido reconocible, hasta “compartido con la discursividad
de la estética testimonial de los movimientos de defensa de los derechos humanos” que se
instala en ese discurso que proclama la opacidad. Una poética contra la univocidad del
signo que, sin embargo, cristaliza en una ética esperable, por “el reconocimiento de la
necesidad histórica y política de ciertos niveles de construcción de ‘verdad’, de ‘restitución’
o de ‘identidad’”. Hay una oscilación entre la fuga discursiva como forma de resistencia
crítica, y la necesidad de fijar “posiciones, enunciados, identidades”.34

Se evidencia, entonces, cómo la revista desarrolla un discurso propio que la


diferencia y la ubica en las reconfiguraciones del campo cultural chileno y que, a su vez, le

30
Thayer, Willy, “El golpe como consumación de la vanguardia", en “Arte y dictadura en América Latina”,
Confines, nº 15, diciembre de 2004, p. 13.
31
Kuschnir, Silvia, Foro Clase 6- CAICYT
32
Kaufman, Alejandro, ya citado, Foro Clase 6. CAICYT.
33
Dalmaroni, Miguel, La palabra justa, Santiago, Melusina, 2004, p. 132.
34
Idem, pp. 139-141.
permite acceder a formas institucionalizadas del debate público, también, para establecer un
diálogo académico internacional.

En este sentido, el libro del crítico brasileño Idelber Avelar (Alegorías de la


derrota: La ficción postdictatorial y el trabajo del duelo, 2000) resulta imprescindible para
esbozar un panorama de la escena chilena posdictatorial, pues intenta articular las
preocupaciones y propuestas de la RCC con una crítica literaria del Cono Sur.35

En la contratapa del libro, Nelly Richard describe “una poética de la escritura que
hace contrastar la opacidad de sus pliegues y dobleces figurativos, de sus torceduras de
pensamiento, con las simplificaciones técnicas e instrumentales del mercado capitalista”.
Avelar comparte con el proyecto de la crítica cultural, por ejemplo, el cuestionamiento al
discurso de las ciencias sociales, en consonancia con la “hegemonía conservadora en las
llamadas transiciones democráticas”.36 Si bien el análisis de Avelar aborda la obra de
escritores tan disímiles como el argentino Ricardo Piglia, la chilena Diamela Eltit y el
brasileño Joao Gilberto Noll, el marco que describe aporta aproximaciones críticas que
exceden tanto las novelas analizadas como las poéticas y teorizaciones promulgadas por la
RCC en torno a la “memoria en tiempos de mercado”.

Así, es interesante el punto de partida y eje de las lecturas de Avelar: lo que


denomina el ‘terreno afectivo de la posdictadura’, la experiencia de la derrota, el carácter
interminable del duelo, la melancolía. Un marco teórico-crítico a partir del cual puede
leerse la literatura latinoamericana después del boom desde el Cono Sur; una propuesta que
permite iluminar las reconfiguraciones gestadas en el campo literario latinoamericano del
post-boom y la posdictadura desde el contexto chileno, donde con la apertura democrática
la cuestión de la memoria ha sido un tema fundamental tal como en otros países del Sur.

Desde múltiples voces la “memoria” se coloca en un espacio fracturado de revisión


y elaboración del pasado reciente, el lenguaje narra la condición posdictatorial en términos
de trauma, duelo, melancolía (Alberto Moreiras, Tomás Moulián, Pablo Oyarzún, entre
35
Es interesante notar el recorte que realiza el crítico brasileño, para quien “Cono Sur” refiere Argentina,
Brasil y Chile, sin mencionar Uruguay. Basándose en la común experiencia de los procesos dictatoriales, y
posdictatoriales, Avelar obliga a repensar la cartografía que demarca el área del Sur, como lo hiciera Jorge
Schwarz al incluir a Brasil cuando leyó las vanguardias latinoamericanas.
36
Avelar analiza los textos de J.J. Brunner, caracterizando su discurso como dicotómico, maniqueo. Op.cit.
pp. 77-88.
otros), y a través de estéticas que proclaman la pluralidad de sentidos, contra el olvido, el
consenso, la reconciliación y la impunidad (Nelly Richard, Diamela Eltit, Sergio Rojas,
Willy Thayer, entre otros).

Bibliografía

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crítica cultural 14, junio 1997, pp. 22-27.

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Dossier “La memoria herida”: Schmucler, Héctor “Las exigencias de la memoria”; Peña,
Carlos “Derecho, moralidad y justicia”; Richar, Nelly “Las confesiones de un torturtador y
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Dossier “1973-1998: Fracturas de la memoria, convulsiones del sentido”: Eltit, Diamela
“Las dos caras de la moneda”; Richard, Nelly “Servidumbre, mercado y éxtasis”; Morales
Leonidas “Cartas de petición”; Victoriano Felipe “Lo desaparecido, su espera”; Galende
“La izquierda entre el duelo, la melancolía y el trauma” Revista de crítica cultural 17,
noviembre 1998, pp. 28-47.

Dossier: Lo que brilla por su ausencia”: Richard, Nelly “Lo impúdico y lo público”;
Lombardo, Francesca “Cuerpo, violencia y traición”; Eltit, Diamela “Vivir ¿dónde?”.
(1995). Revista de crítica cultural 11, noviembre 1995, 29-43

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Galerías de arte en la última dictadura militar (1976-1983)

Alicia M. Dios y Gabriela C. Alatsis

Pertenencia institucional: UBA / IDAES – UNSAM

Términos claves: dictadura - galerías - arte

Introducción

Dentro del ámbito específico de las artes plásticas, nuestro trabajo está dirigido al análisis
de la producción, circulación y recepción de diferentes obras y actividades llevadas a cabo
durante la última dictadura militar argentina en un circuito particular de galerías de arte,
localizadas en la ciudad de Buenos Aires. A partir del estudio de la Galería ArteMúltiple,
que funcionó en los años ´70, intentaremos realizar una aproximación a dicho circuito.
Comenzaremos haciendo un breve racconto histórico para comprender las
transformaciones acaecidas en el campo artístico en la década del ´70 en la Argentina, y así
determinar el funcionamiento de algunas galerías durante ese período.

A principios de la década del ´60, en el marco de un proceso de modernización cultural que


caracterizó al modelo desarrollista, el Estado argentino impulsó diversas iniciativas con el
fin de intervenir en la escena artística internacional. El propósito fue desarrollar un
proyecto de internacionalización del arte argentino, para lo cual necesitó promover un arte
de vanguardia cualificado y actualizado, a los efectos de que pudiera competir en los
centros internacionales. Alrededor del año 1964, el campo artístico se sintió cerca de
concretar el proyecto que había planeado para el destino de Buenos Aires: convertirlo en un
centro mundial del arte y obtener reconocimiento internacional para el “nuevo arte
argentino”. Sin embargo, a partir de 1966 internacionalizarse ya no era visto positivamente,
comenzó a ser sinónimo de dependencia e imperialismo y el ideal de vanguardia comenzó a
entrar en crisis. El año 1968 marcó un parteaguas en el ámbito cultural, el artista pasó de
estar comprometido con el arte a estar comprometido más fuertemente con la política.
Desde fines de los ´60 y principios de los ´70, las artes visuales fueron transcurriendo por
una etapa de experimentación y radicalización de los lenguajes; de desmaterialización de
las formas y materialización de los contenidos. La historiadora del arte María José Herrera
indica que se enfatizó en los aspectos significativos y comunicativos de las obras, lo que
derivó en prácticas puramente conceptuales. En los últimos años de la Revolución
Argentina se incrementaron la censura, la represión y la crisis económica. En ese contexto
se acentuó la desconfianza a las soluciones culturales provenientes del exterior. Por lo
tanto, a diferencia de los ´60, en la primera mitad de los setenta se buscó la producción de
un arte popular, de una identidad nacional y regional latinoamericana. Paralelamente a las
actividades realizadas por los artistas vinculados al arte conceptual, un grupo de artistas
figurativos comenzó a promover el resurgimiento de realismos cargados de subjetividad.
Este nuevo rumbo tomado por las artes visuales, se agudizó con la llegada de la dictadura.
El 24 de marzo de 1976 se produjo un golpe de estado en la Argentina que dio origen al
autodenominado Proceso de Reorganización Nacional que se extendería hasta 1983. Con el
fin de reinstaurar un orden, como señala Oscar Terán, la dictadura militar sistematizó el
terrorismo de estado y desarrolló un tipo de represión, cuyo eje fue el redisciplinamiento
social y cultural. La escena pública quedó obturada y se derribó toda institucionalidad
republicana.

Desde 1972 hasta principios de los ´80 una generación de jóvenes artistas, apoyada por
galeristas e instituciones, retomó con fuerza el dibujo y la pintura realista. Esta
recuperación puede deberse a un proceso que ha sido descripto por el sociólogo Pierre
Bourdieu. Dicho autor afirma que aquellos que monopolizan el capital específico,
fundamento del poder particular característico de un campo, tienden a realizar estrategias
de conservación, mientras que los que poseen menos capital (que son los que recién
empiezan, por lo general, los más jóvenes) suelen recurrir a estrategias de subversión: las
de la herejía. “En los campos de producción de bienes culturales, como la religión, la
literatura o el arte, la subversión herética afirma ser un retorno a los orígenes, al espíritu, a
la verdad del juego, en contra de la banalización y degradación de que ha sido objeto.”

El escaso valor otorgado a este particular aspecto de los setentas y la llamativa ausencia de
estudios sobre este tema se debería a que estas obras realistas quedaron estigmatizadas por
su poca capacidad de innovación y porque cuando fueron realizadas, se asociaron a un
“boom” del mercado sin precedentes en el arte argentino. Como propone la investigadora
Andrea Giunta, el arte de la década del setenta fue percibido, desde el punto de vista
estético, como un momento carente de originalidad, repetitivo y obsesionado por la técnica
y el detalle. Deviene, entonces, una necesaria revalorización de aquellas producciones, no
sólo por su excelente calidad, sino porque bajo ese realismo aparentemente
descomprometido-en algunos casos-, los artistas escondieron un dispositivo retórico que les
permitió decir en un contexto de violencia y censura. Por lo tanto, fundamentar que el
retorno de la pintura se debió al éxito del mercado es una explicación parcial que no
expresa los complejos sentidos amalgamados en muchas de las obras. Gran cantidad de
artistas recuperaron los géneros tradicionales de la pintura, como el paisaje o la naturaleza
muerta, pero aplicaron ciertas variaciones. La vuelta a la pintura y las obras-homenaje a
pintores argentinos fueron parte del deseo de volver al pasado y dan cuenta del
arrasamiento que produjo el gobierno militar en el entramado social. Otros artistas
recurrieron a recuerdos familiares, a sus propios orígenes, para dar alguna entidad al
presente.

El mundo privado adquirió centralidad en las obras, debido al aislamiento y encierro que
generó el proceso dictatorial. En términos de Ernesto Laclau, el hogar actuó como
significante vacío al que cada artista rellenó de acuerdo a su visión y a su necesidad de
expresión. Los inventarios de objetos domésticos que elaboró Juan Pablo Renzi, dan cuenta
de que frente a un repliegue involuntario “…los objetos cobran relevancia y reafirman la
presencia del cuerpo…”

De esta manera, a partir de 1976, el campo artístico retomó prácticas caídas en desuso,
recurriendo a las expresiones tradicionales del arte. El retorno a la solidez de las obras de
los museos, que propuso en aquellos tiempos la revista Pluma y Pincel, significó un
eufemismo de lo que era conveniente hacer para no irritar al Proceso de Reorganización
Nacional. Sin embargo, más allá de esta circunstancia política, era claro que el propio
ambiente artístico estaba tomando distancia en pos de reflexionar sobre los verdaderos
alcances de su práctica. “Al fracaso de ciertos ideales vanguardistas se impuso una cauta
autocensura consonante con la sistemáticamente practicada por la dictadura.” La
utilización de la palabra, un rasgo distintivo de los años ´60, fue intercambiada por la
imagen. Sin embargo, una de las formas de susurrar la palabra implementada por los
artistas fue escribir sobre la obra de los pares. A través de la reflexión sobre la producción
de un colega, era posible hablar de la propia obra. Por lo tanto, durante el transcurso de la
dictadura, todo el ámbito cultural, en este caso el de las artes visuales, tuvo que realizar
diversas estrategias o modos de acción especiales para poder expresarse.

Según el aporte de Andrea Giunta, es posible reconocer, a modo de análisis, dos momentos
en el proceso de reinstauración de la imagen figurativa. Desde 1973 hasta 1976 se
produjeron diversas imágenes de denuncia, cuyos temas aludieron a la situación de
movilización y violencia que signó al clima social entre el gobierno de Héctor J. Cámpora y
el de Isabel Perón. En cambio, a partir de 1976 hasta 1980/81 los artistas crearon imágenes
cargadas de una retórica sutil que, indirectamente, transitaron el clima de inseguridad y
opresión que generó el golpe militar de 1976. En consiguiente, debido a la censura ejercida
por el gobierno y la autocensura ejercida por la sociedad misma, ese período brindó desde
el ámbito de las artes plásticas “Un discurso retorizado que retomó el cuestionado poder
simbólico de la imagen y que buscó, incluso, ejercer una violencia simbólica en tanto
constituía un orden opuesto al discurso de la destrucción.” El arte utilizó diversas
metaforizaciones de todo aquello sobre lo que no podía hablarse. El clima de opresión
irrumpió en el campo cultural, y temas como la muerte y la ausencia comenzaron a ser
recurrentes en la pintura figurativa. A partir del catálogo de la muestra Cuerpo y Materia:
arte argentino entre 1976-1985, es posible precisar otra de las particularidades del período:
la marca personal del artista. La gestualidad de la pintura manifestó la melancolía, la
inquietud del artista, que debió elegir qué decir y decirlo a través del hacer. Como plantea
María Teresa Constantin, curadora de dicha exposición, la realidad se ocultaba bajo la
materia.

El circuito de galerías y talleres volvieron a ser preponderantes a partir del golpe de estado
porque la calle se tornó peligrosa. A fines de los años 60 los museos, los premios y las
galerías fueron cuestionados y se generaron acciones colectivas en espacios urbanos. En
cambio, los realismos de los ´70 fueron producidos de forma individual y aislada en el
taller. La acción colectiva de los años anteriores se diluyó en un hacer solitario. Es posible
observar en las obras de la época una presencia no externalizada del sentimiento de
aislamiento y angustia. Sin embargo, esta situación no disolvió los sentimientos colectivos.

Galería ArteMúltiple

Retomando el objetivo delineado en la introducción, sugeriremos una serie de interrogantes


para acercarnos a la problemática planteada: ¿Cómo analizar los alcances represivos de la
dictadura argentina en el campo cultural? ¿Para las artes plásticas en particular, cuál fue el
rol de las galerías de arte? ¿Es posible considerarlas espacios de resistencia durante esos
años de dictadura?

Para intentar responder estas preguntas analizaremos la Galería ArteMúltiple teniendo en


cuenta varios aspectos: su organización y sostenimiento económico; los criterios utilizados
para la realización de las muestras y la selección de artistas; así como otras actividades
desarrolladas por y en la galería.

La Galería ArteMúltiple funcionó en la ciudad de Buenos Aires durante la mayor parte de


los años signados por la última dictadura militar. Fue inaugurada en octubre de 1975 en un
local ubicado en la calle Viamonte 625, en pleno centro de la ciudad, y su cierre se produjo
en diciembre de 1981. Esta galería convivió con otras, también inauguradas durante esos
años, posibilitando la creación de un circuito que permitió la circulación medianamente
fluida de las obras de ciertos artistas. En palabras de su fundador y director, Gabriel
Levinas, la galería se caracterizó por promover el arte joven, dentro de un ámbito poco
acostumbrado a apoyar a las nuevas generaciones de artistas o a las expresiones no
tradicionales.

Por el año 1972, un grupo de jóvenes pintores -algunos aún estudiantes- deciden, junto a
Gabriel Levinas, armar un taller donde poder reunirse a pintar. Entre ellos estaban Eduardo
Stupía, Roberto Elía, Marcia Schvartz, Felipe Carlos Pino, y Jorge Pirozzi. Unos años
después, ante la falta de espacios que les permitiera exponer sus obras, Levinas -quien
también había estudiado bellas artes- propuso armar una galería que diera cabida a estos
trabajos. La mayoría de estos artistas no eran muy conocidos y, por lo tanto, la idea era
crear una galería que tuviera una salida económicamente viable, concebida con un criterio
que contemplara la posibilidad de obtener recursos para el pago del alquiler del local, la
impresión de catálogos y afiches de promoción, así como el montaje de las muestras, entre
otras cosas. Esta ecuación era muy complicada, teniendo en cuenta que estos artistas recién
se estaban instalando en el mercado de arte local.

La opción fue apelar al armado de obras seriadas, los múltiples: grabados, litografías,
serigrafías o pequeños objetos que pudieran ser vendidos a precios accesibles a un público
receptivo; de aquí surgió el nombre de ArteMúltiple para la galería. Como parte de esta
estrategia de venta se organizó el Club del múltiple. Se apuntó entonces a convocar a un
público determinado - jóvenes, profesionales, estudiantes - que la galería consideró más
afín al tipo de obras que allí se exponían.

Este programa no funcionó adecuadamente debido a que dicho público fue uno de los más
perseguidos por la dictadura militar. Otro recurso de la galería fue la incorporación de obras
de grandes maestros en su trastienda para que con sus ventas se pudieran aumentar los
ingresos de la misma.

Dentro del proyecto de la galería había un claro objetivo de instalar a estos jóvenes artistas
como pintores de vanguardia, en un mercado que era bastante reacio hacia lo nuevo. El
criterio de selección consistió en tomar a los artistas nuevos, también a aquellos que no
habían sido enteramente valorados, e incluso a algunos que estaban más al margen del
circuito más convencional de galerías.

Como una característica propia, la galería comenzó a establecer con los artistas contratos a
pagar, algo que no era habitual en ese momento; además se les cubrían los gastos del
armado y montaje de muestras completas, se hacían los afiches y catálogos, todo en un
marco acorde al de un artista consagrado. Durante los seis años en los que funcionó la
galería, sus actividades se desplegaron entre los meses de abril y diciembre, con un
promedio de 10-12 muestras al año. Para el armado de muchas de ellas, Gabriel Levinas
contó con la ayuda de Samuel Paz, un destacado conocedor del mundo del arte y del arte
argentino en particular, quien se había desempeñado en los años 60 como subdirector del
Centro de Artes Visuales del Instituto Torcuato Di Tella (ITDT). En cuanto a la gráfica de
la galería, estuvieron a cargo durante los primeros tiempos, tanto del diseño de afiches
como de catálogos, el artista Juan Carlos Distéfano y Rubén Fontana, quienes habían
integrado el departamento de diseño gráfico del ITDT. Posteriormente se sumaron otros
diseñadores a ArteMúltiple, entre ellos Nicolás Jimenez. En este sentido, haciendo un
recorrido cronológico del material gráfico, es posible identificar claramente las distintas
etapas de diseño que tuvo la galería. La difusión de las muestras se hacía básicamente con
la colocación de afiches callejeros y con la distribución de desplegables que contenían
información ampliada de lo que se estaba exponiendo.

Esos textos eran redactados por los propios artistas y por el director de la galería. Sumado a
ello, también fue muy importante la colaboración y el aporte teórico de destacados
escritores y críticos de arte como Ricardo Martín-Crosa , quien participó activamente en la
escritura de los textos en catálogos y otras publicaciones.

La galería editaba además el diario ArteMúltiple, de pocas páginas y de distribución


gratuita, donde se trataban temas relacionados al mercado y a la teoría del arte. Asimismo,
allí se comentaban las muestras realizadas en otras galerías de Buenos Aires pero nunca las
propias, ya que hacer alusión o promoción de sí mismos era considerado poco ético. En el
número publicado en mayo de 1978 (año 2/n°4), Martín-Crosa escribió el texto
“Escuelismo-Modelos semióticos escolares en la pintura argentina”. Este concepto, el de
escuelismo en la pintura argentina, sigue vigente hasta la actualidad.

Para una mejor comprensión de la compleja trama producción-circulación y recepción en el


contexto de la dictadura militar, tomaremos algunos ejemplos de artistas que expusieron en
la Galería ArteMúltiple.

ArteMúltiple (12) , Juan Carlos Distéfano, Esculturas y dibujos. 27/10 al 16/11/76.

Formado en las artes gráficas, tuvo a su cargo el departamento de diseño gráfico del ITDT,
ocupación que también desplegó en la Galería ArteMúltiple. En paralelo, desarrolló su
actividad de artista plástico y en 1964 realizó su primera muestra individual con pinturas ;
luego comenzó a trabajar sus pinturas-relieves que fue perfeccionando entre 1965 y 1967.
En 1967 formó parte de la delegación argentina enviada a la IX Bienal de San Pablo ,
donde expuso obras que ya mostraban la objetualización de su pintura. Pero es en la Galería
ArteMúltiple donde se concretó, en 1976, su primera muestra individual de esculturas,
momento en el que abandonó el diseño gráfico para dedicarse exclusivamente a la actividad
plástica.

En esa oportunidad se exhibieron, entre otros trabajos: Figura acostada o Procedimiento


(1972), en poliéster reforzado; Figura acostada o Procedimiento (1972), en poliéster y
esmalte epóxico; y un boceto de El mudo (1972), escultura que ya integraba la colección
del Museo Nacional de Bellas Artes desde 1973. Las tres obras mencionadas remitían
directamente a métodos de tortura; las dos primeras a sesiones con picana eléctrica y la
tercera al “submarino.” Si bien fueron realizadas en el contexto de otro régimen militar,
servían como un claro ejemplo de la metodología que la dictadura vigente desde el 24
marzo de 1976 estaba implementado en cárceles y centros clandestinos de detención. El
afiche publicitario de la muestra, diseñado por Rubén Fontana y que circuló por toda la
ciudad, presentaba la fotografía de Telaraña, obra de 1974-75 realizada en poliéster
reforzado y esmalte epóxico, que representaba una figura humana inmovilizada en una
especie de sudario de materia translúcida. El detalle de la cabeza en esa fotografía permite
advertir la potencia de un grito sofocado.

Aun así, esta muestra fue presentada en la galería con un gran éxito de público, crítica y
ventas y fue evaluada por algunos medios como uno de los acontecimientos artísticos del
año.

ArteMúltiple (27), Diana Dowek, Paisajes cotidianos. 8/11 al 19/11/77.

En el año 1977, la artista plástica Diana Dowek presentó en ArteMúltiple la muestra


Paisajes cotidianos. En ella expuso los Paisajes (1976), pinturas con imágenes de fugitivos
huyendo dramáticamente por descampados; y otras, pertenecientes a la serie Retrovisores
(1975), donde se representa el interior de automóviles cuyos espejos retrovisores reflejan
imágenes de persecuciones o cuerpos arrojados a la vera de un camino. En la obra Atrapado
con salida, de 1977, toda la superficie del cuadro está pintada como la trama de un
alambrado que ha sido perforado. La emblemática muestra presentó estos “paisajes
cotidianos”, en un momento en el que las persecuciones, secuestros y detenciones ilegales
por parte del Estado represor eran moneda corriente en el país. El catálogo, con la imagen
de los alambrados en su portada, fue prologado por Alfredo Saavedra con las siguientes
palabras: “Cerco-límite, normalizado, de trama regular, tensa, cerrada, simétrica que
oprime el espacio, lo delimita, aísla y contiene animales, hombres. Sin embargo...una luz,
una sombra lo altera, lo tuerce-retuerce, lo oxida, lo vence, lo rompe y se transforma en un
grafismo violento que traspasa, perfora el espacio. Y ese plano que era apacible, ahora nos
inquieta y nos induce a imaginar lo sucedido. Una vez más el obstáculo ha sido vencido, no
sin esfuerzo para traspasar hacia afuera, hacia el otro lado, ¿hacia dónde? Hacia más allá de
lo permitido, quizás hacia la codiciada libertad.”

La pintura figurativa de Dowek nos plantea claramente una situación de violencia y


desaparición, aunque también puede ser concebida “(…) como el espacio de una opción
reconstructiva en un momento en el que la libertad sólo podía experimentarse como deseo”.

ArteMúltiple (56), Victor Grippo, Vida, muerte, resurrección. 19/08 al 13/09/80.

Esta segunda muestra individual de Victor Grippo en ArteMúltiple llamada Vida, muerte,
resurrección, en 1980, surgió a partir de una idea de Levinas en respuesta a un fenómeno
ocurrido poco tiempo antes: el suicidio colectivo de un grupo de ballenas. Para ello
convocó a Victor Grippo y junto a Martín-Crosa organizaron la muestra. Allí se exhibió la
conocida obra/instalación Vida, muerte, resurrección, que consistía en dos grupos de cinco
cuerpos geométricos regulares, realizados por el artista con delgadas láminas de plomo,
montados sobre una mesa pintada de blanco. Los cuerpos del primer grupo estaban vacíos,
mientras que en el interior de los restantes Grippo colocó un puñado de porotos negros y
cantidad de agua necesaria hasta cubrir la totalidad de cada cuerpo. En esta obra en
proceso, la situación de equilibrio era transitoria ya que la presencia del agua producía la
germinación y el aumento de volumen de los porotos, lo que, a su vez, presionaba sobre las
paredes de plomo causando deformaciones paulatinas, día a día, hasta que las uniones
soldadas cedían, los cuerpos se destruían y los porotos fermentados (putrefactos) se
desparramaban. Los cuerpos del primer grupo, vacíos e inalterados, eran testigos
silenciosos de esta metamorfosis/resurrección. “La transmutación de las formas perfectas
por la putrefacción de los cuerpos ´muertos´ que contienen es, a la vez, una transformación
seminal, germinativa, capaz de abonar un terreno en el que nuevamente surgirá la vida.”

Sin olvidar el contexto que estamos analizando, no sorprende que la muestra haya tenido un
fuerte impacto entre los visitantes y, tal como comenta Levinas, muchos de ellos salían
profundamente conmovidos, algunos emocionados, y otros confesaban una vivencia
inolvidable.

En el conjunto de las obras analizadas, el cuerpo humano aparece por presencia o por
ausencia, como denuncia explícita de situaciones que estaban ocurriendo en el país. Pero
hay además otros rasgos distintivos en la producción plástica de la época: una vuelta a la
expresividad, la reflexión sobre el oficio, la técnica y la investigación sobre los materiales.
Por otra parte, en la recuperación de la espontaneidad del gesto, “la subjetividad frente al
peso de lo externo se impone como espacio incontrolable de libertad.” La Galería
Artemúltiple brindó un lugar receptivo para aquellos artistas que seguían esta línea
pictórica más expresiva y experimental, organizándoles numerosas muestras individuales.
Entre ellas podemos mencionar las de Eduardo Stupía, Felipe Pino, Jorge Pirozzi, Marcia
Schvartz y Jorge Pietra. Como un espacio ya instalado para las nuevas tendencias de
experimentación y vanguardia, se organizó a mediados de 1981, una de las últimas
muestras de ArteMúltiple: La joven generación. Allí participaron Juan José Cambre,
Guillermo Kuitca, Carlos Kusnir, Eduardo Médici, Miguel Melcom, Osvaldo Monzo,
Máximo Okner, Alfredo Prior, Armando Rearte, Alejandro Santamarina y Claudia
Zemborain. A partir del resurgimiento democrático, esta nueva generación de artistas dio
una nueva impronta al arte local.
¿ArteMúltiple como espacio de resistencia?

De acuerdo al período que aquí estudiamos, intentamos descifrar si el circuito de galerías


de Buenos Aires -particularmente la galería ArteMúltiple- ofreció un ámbito de refugio, de
intercambios estético-políticos e incluso de denuncia: es decir, un posible espacio de
resistencia a la dictadura. Cabe aclarar que la intención es problematizar la categoría
“resistencia” y no considerar sencillamente a las prácticas artísticas alternativas o
contrahegemónicas al régimen como prácticas de resistencia, sino también observar las
manifestaciones que pueden generarse al interior mismo de las instituciones culturales
oficiales, como por ejemplo los museos, así también como en galerías y salones privados
abiertos al público.

Creemos que, como plantea Pilar Calveiro, “(…) la sociedad descubrió resquicios, recuperó
sus movimientos y se escudó en el trabajo, el arte, el juego como formas de restructurarse y
resistir.”

En palabras del director-fundador de la galería mencionada: “Yo creo que (la galería
ArteMúltiple) fue el único espacio opositor durante la dictadura. Pero no era difícil ser
opositor con actividades artísticas. Para los militares era una cosa socialmente sofisticada y
crítica como para ver que ahí también sucedían cosas. Pero al mismo tiempo, era la única
posibilidad de permanecer amparado dentro de ese lenguaje y mantener una llama
prendida.” En 1980 se realizó allí una importante muestra colectiva en donde expusieron:
Fermín Eguía, Roberto Elía, Victor Grippo, Félix Lorenzo, Alicia Marano, Eugenio
Monferrán, Juan José Mosca, Jorge Pietra, Felipe Pino, Jorge Pirozzi, Horacio Porto,
Armando Rearte, Eduardo Stupía y Eduardo César Zeitlin. “Esta muestra, a diferencia de
otras, fue propuesta por los artistas participantes. El motivo de la reunión no responde a
similitudes estéticas o formales. A este grupo, cimentado en el respeto profesional y
humano, le interesa destacar el espíritu gregario de esta exposición; en un momento donde
la tendencia general es la atomización y desunión. Esperando que esta intención sirva para
provocar una vez más en nuestro medio, la necesidad de unirse a través del trabajo
cotidiano.”
Además de las muestras, la galería organizaba funciones de teatro, espectáculos de música,
charlas con críticos y la edición de publicaciones de distribución gratuita con ideas y
comentarios del arte. Otro aspecto que confirma su compromiso político es que en su sede
se escribió una de las primeras solicitadas por los desaparecidos, publicada en el diario
Clarín en el año 1978 y firmada entre otros por Ernesto Sábato, Jorge Luis Borges, María
Elena Walsh, Fernandez Long y Constantini.

El cierre de la Galería ArteMúltiple se produjo a fines de 1981 con una muestra de Federico
Peralta Ramos. Si bien se habían generado incidentes a partir del ataque verbal de un grupo
de neonazis, no fue ese el motivo de su cierre, sino más bien la imposibilidad de continuar
con el proyecto desde el punto de vista económico y la decisión de su director de impulsar
la edición de la revista El Porteño.

Un importante aspecto a considerar, es que mientras estuvo en funcionamiento, según


afirma Levinas, la galería no fue objeto de censura. Sin embargo, reconoce haber sufrido
varios allanamientos en su domicilio; haber recibido quejas por parte de uno de los asesores
del presidente de facto Jorge Rafael Videla, a raíz de una polémica nota sobre las
vanguardias escrita por el artista Kenneth Kemble ; y haber tenido un problema legal por
pornografía con una muestra de Oscar Bony, aunque advierte que la acusación estuvo
dirigida hacia el artista y no hacia la galería. Aun así, confiesa no haber dejado de hacer lo
que consideraba que debía según su proyecto, de la mejor manera posible y con mucho
esfuerzo.

Según detalla María Teresa Constantin, las galerías ArteMúltiple y Arte Nuevo
mantuvieron una activa continuidad y ambas se constituyeron como espacios de resistencia
a la dictadura. Los talleres, junto con las galerías, funcionaron en esa época como
domicilios alternativos, lugares donde era posible congregarse casi libremente, a pesar de la
prohibición oficial de realizar reuniones. En consiguiente, estos espacios permitieron el
encuentro de artistas, el intercambio de opiniones y la creación de lazos comunitarios, para
cobijarse de los tormentos del régimen. La galería “era otra forma de ver el arte desde
adentro, con todo lo que eso implica, pagábamos abortos, embargos de los artistas, (…) era
un quilombo, pero vivo.” Por lo tanto, las galerías estaban relacionadas con la vitalidad,
con el resguardo de todo aquello que constituye la vida de un ser humano en su propia
esencia: la posibilidad de hablar, crear e interactuar con otros. Asimismo, los premios,
como el Premio Marcelo De Ridder o el Premio Benson & Hedges , brindaron diversas
opciones de presentación en público. A su vez, fue muy importante el rol de algunos
críticos, como Ricardo Martín-Crosa o Miguel Briante, que desde sus escritos enunciaron
aspectos velados de las obras. A partir de fines de los ´70 se llevaron a cabo jornadas y
debates teóricos sobre el arte contemporáneo, y distintas galerías y museos de Buenos Aires
cedieron sus espacios para presentar obras en un modo poco frecuente: exposiciones con
curador.

Para concluir, la importancia de la existencia de estas galerías, en particular de la galería


analizada en este trabajo, reside en que, a pesar de los efectos represivos que actuaron sobre
la sociedad generando terror y autocensura, lograron crear redes y desarrollar una intensa
actividad que aprovechó el mínimo resquicio para poder manifestarse. Estas redes, en
términos de Calveiro, generaron relaciones de solidaridad y confianza y permitieron la
conformación de una nueva sociabilidad. En un momento de persecución y muerte,
ArteMúltiple dejó una puerta abierta, una alternativa que posibilitó decir lo que no podía
decirse y permitió la circulación de producciones de artistas jóvenes y la realización de una
red de cooperación entre muchos de los actores del campo artístico argentino.
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Entrevistas

Entrevista realizada a Gabriel Levinas por las autoras. Buenos Aires, 19 de diciembre de
2011.
El exilio político como resultado de las políticas represivas de la última dictadura
militar (1976-1983): análisis del film Cuarentena, exilio y regreso, de Carlos
Echeverría.

Marta Noemí Rosa Casale

Pertenencia institicuional: Instituto de Historia del Arte argentino y latinoamericano –


Faculta de Filosofía y Letras – U.B.A.

Palabras clave: dictadura - represión - exilio

Introducción

Cuarentena, exilio y regreso es un film complejo, tanto en su aspecto formal (es decir,
estético), como en cuanto a su contenido (es decir, al objeto que se quiere dar a conocer),
más allá de que esta distinción de ámbitos sea posible y pertinente sólo en el campo teórico.
Sin embargo, es necesario destacar que -en especial en esta película de Carlos Echeverría-
los diversos procedimientos estéticos están siempre al servicio de lo que se quiere
transmitir: la experiencia del exilio y el posterior regreso en un momento clave de nuestra
historia nacional, las elecciones presidenciales de 1983.

Es, precisamente, este objeto el que convierte al film en una pieza significativa en el
derrotero del documental histórico de la transición, ya que fue uno de los primeros en
plantear la necesidad de documentar la experiencia dictatorial y la subsiguiente salida
democrática -juntamente con La República perdida de Miguel Pérez-, y lo hizo de una
forma absolutamente novedosa con respecto al conjunto de films que durante el gobierno
de Raúl Alfonsín tratarán de dar cuenta de los sucesos más significativos de nuestro pasado,
intentando suturar mediante algún tipo de explicación la herida inflingida por los años del
Proceso37, corte abrupto en nuestro devenir como nación.38

37
Nos referimos al autodemonimado Proceso de Reorganización Nacional. Usaremos en adelante esta forma
abreviada y popular de denominación.
38
Tema ampliamente desarrollado en nuestro artículo “El cine en la postdictadura: los documentales
histórico-políticos durante el primer gobierno democrático” (Ver bibliografía)
Teniendo en cuenta este carácter excepcional de Cuarentena, exilio y regreso y la
pertinencia de su temática para entender cabalmente algunos de los métodos de represión
utilizados por la Dictadura y sus consecuencias posteriores, este trabajo se propone pasar
revista a los modos en el que el film deconstruye la figura del exiliado con el fin de poner
en cuestión el discurso instalado por el Proceso desde su aparato de propaganda, así como
detallar las características que adquiere el nuevo paradigma. Nuestro recorrido intentará
poner en evidencia cómo -mediante una realización que apela tanto al material directo
como al de archivo y cuenta con el testimonio central del intelectual argentino Osvaldo
Bayer, exiliado por motivos políticos en Alemania durante ocho años- el relato intenta
constituir a aquellos que debieron abandonar el país por razones ideológicas como víctimas
directas del terrorismo de Estado, tal cual lo fueron los miles de desaparecidos y
asesinados.

Contexto de producción. Marco teórico.

Carlos Echeverría es un realizador argentino que completó sus estudios sobre cine en
Munich, Alemania, donde permaneció durante varios años y adquirió técnicas
documentales avanzadas con respecto a las que eran usuales en el ya de por sí limitado
campo del documental del país en ese momento (mediados de los ’70, principios de los
’80). Cuarentena, exilio y regreso (1983) es su primer largometraje después de algunos
trabajos menores realizados aquí y allá. Fue concretado gracias al aporte económico y
técnico de la Alta escuela de Cine y Televisión de Munich a la que todavía pertenecía el
cineasta y al canal de tv ZDF. Pensada originalmente para la televisión alemana donde
efectivamente se dio a conocer, encontró en nuestro país serias dificultades para su
circulación, aún en democracia. Fue exhibida por primera vez oficialmente en el marco del
7º Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, en 2005, aunque permanece hoy día
desconocida para el público en general.

El film se centra en la figura de Osvaldo Bayer, escritor, periodista e historiador argentino


exiliado por motivos políticos en Berlín, Alemania, desde junio de 1976 hasta principios de
1983, fecha en la que decide regresar para participar del trascendente momento histórico
preelectoral, hecho que registra el relato en un segundo momento (segundo en sentido
cronológico, no en la exposición, ya que la película no construye la línea temporal
progresivamente). Bayer no sólo participa del film en calidad de protagonista de la historia
en la cual se basa, sino que colabora escribiendo los textos que están a cargo de su propia
voz over en los momentos –pocos- en los que la narración deja de lado los modos de
representación más directos para adoptar una forma más expositiva.39

Es, precisamente, esta hibridación de procedimientos lo que hace difícil clasificar el film en
alguna de las categorías más usadas para su estudio. Si seguimos la clasificación propuesta
por Bill Nichols (1997: 65-114), una de las más difundidas y aceptadas en el campo
académico, Cuarentena, exilio y regreso entraría en tres de las cuatro propuestas, según la
secuencia del relato que se tenga especialmente en cuenta. Si nos atenemos a las que usan
material de archivo y voz over (el film incluye varias entrevistas televisivas, fragmentos del
film La Patagonia rebelde (Héctor Olivera, 1974), fotos fijas, recortes periodísticos y
otros) la película adheriría al documental más tradicional, de tipo expositivo, haciendo la
salvedad de que esta voz habla por sí, en primera persona, con la autoridad de haber vivido
aquello que relata. Sí, en cambio, tomamos en cuenta las secuencias con sonido directo,
estaríamos frente a modalidades más observacionales e interactivas. Esta última es la que
más se acerca a proporcionar un modelo de lectura para el film en su totalidad ya que:

”El documental interactivo hace hincapié en las imágenes de testimonio o


intercambio verbal […]. La autoridad textual se desplaza hacia los actores sociales
reclutados: sus comentarios y respuestas ofrecen una parte esencial de la
argumentación de la película. Predominan varias formas de monólogo y de
diálogo (real o aparente). Esta modalidad introduce una sensación de parcialidad,
de presencia situada y de conocimiento local que se deriva del encuentro real entre
el realizador y otro” (:79)

Otra flexibilidad nos aporta la clasificación propuesta por Carl Plantinga para el
documental (1997: 110-115), permitiendo encuadrar más fácilmente los diversos hibridajes
que proponen las nuevas estéticas. Plantinga distingue tres ejes de análisis: la voz, el orden
y el estilo. A los fines de este trabajo, los tres tipos de voces que surgen como resultado del
39
Seguimos en este punto el vocabulario y tipología de Bill Nichols.
análisis dentro del primer eje aparecen como la mejor herramienta a la hora de echar luz
sobre nuestro objeto de estudio. Para el teórico inglés la voz representa la perspectiva del
autor y puede tomar múltiples formas y funciones. Propone tres grados fundamentales:
formal, abierta y poética. La voz abierta es la que representa con mayor exactitud la del
film analizado. Se opone a la formal en cuanto no tiene una función eminentemente
didáctica, sino que es más vaga: explora, provoca o, incluso, afirma pero de una manera
menos explícita (1997: 115), lo que permite relacionarla más con el testimonio. De todas
formas, hay que tener en cuenta que Cuarentena, exilio y regreso tiene dos partes bien
definidas (aunque entrelazadas) que difieren estéticamente, precisamente con el objeto de
que puedan distinguirse con facilidad.

El exiliado político: dos discursos en pugna

Las políticas represivas del Estado durante la dictadura instalaron en todo el país un clima
de terror que obligó a centenares de personas a abandonar el territorio nacional con el
objeto de salvar sus vidas. Para ellas, la amenaza de muerte –aún la no explícita-, la
sensación de peligro, se volvieron tan acuciantes que hicieron que la posibilidad de emigrar
apareciera como la única solución posible. El mismo Bayer relata en el film cómo fue su
salida del país, clandestina, en un auto de la embajada alemana y protegido por sus
autoridades. Cómo vivió el momento en que debía pasar por los controles –donde fue
demorado- y cómo, cuando finalmente autorizaron su partida, lo hicieron con la condición
del no retorno.

En este contexto, el exilio aparece como “una de las pocas formas de sobrevivir, dando
lugar a una suma de decisiones individuales, familiares y, ocasionalmente, partidarias, que
originan un movimiento humano centrífugo, constante y heterogéneo” (Canelo: 1). El punto
de partida del fenómeno fue, según numerosos autores (Canelo, Jensen, documentos del
CELS, entre otros), no el golpe del 1976, sino un momento anterior: el gobierno de Isabel
de Perón y el accionar de la Triple A, aunque en un principio sin ese carácter masivo que
adquirió más adelante.
En Argentina, el marco teórico para las políticas represivas fue la Doctrina de la Seguridad
Nacional, dentro de la cual se consideró a la sociedad amenazada por un enemigo interno –
“los comunistas”, o más genéricamente “los subversivos”-, contra el cual era necesario
pelear hasta la aniquilación. Se trataba de una guerra dirigida hacia adentro de las fronteras,
hacia un enemigo oculto, quizás tras una apariencia inofensiva. En correspondencia con
esta condición del enemigo, preestablecida desde ese discurso, el modo de accionar de las
fuerzas “del orden” fue siempre secreto40, porque:

“El secreto, lo que se esconde, lo subterráneo, es parte de la centralidad del poder


[…] Los campos de concentración eran secretos y las inhumaciones de cadáveres
NN en los cementerios también. Sin embargo, para que funcionara el dispositivo
desaparecedor, debían ser secretos a voces, era preciso que se supiera para
diseminar el poder (Calveiro, citado por Canelo: 5)

El discurso instalado por las Fuerzas Armadas creaba dos polos: por un lado, las “fuerzas
legales”, reservorio moral de los valores occidentales y cristianos (Jensen 1998: 124); por el
otro, su antagonista político constituido como el enemigo a ser eliminado, la otredad
amenazante (Canelo:8). Con referencia a los exiliados esa otredad tomó el cuerpo de una
indefinida “campaña antiargentina en el exterior”, de la que nunca se especificaron los
responsables. De este modo, como en las desapariciones y en la denominación NN, volvió a
quitársele al adversario su calidad de sujeto.

Por otra parte, la demonización de toda protesta, así como la permanente asociación de los
exiliados con el terrorismo o la subversión, generaron una imagen negativa “en cuya
conformación contribuía la asociación realizada entre exilio y castigo” (Canelo: 9; Jensen:
165).

El debate alrededor del “genocidio cultural”

Más allá del discurso “oficial” del Proceso acerca de los exiliados, se dio internamente en el
“campo de los derrotados” un debate entre los que Silvina Jensen llama “los de afuera” y

40
Este metodología llevó a Marcelo Duhalde a hablar del “Estado clandestino” (op.cit)
“los de adentro” (2005: punto 2). La investigadora argentina destaca el papel que tuvo en
esta contienda la denuncia de “genocidio cultural” que lanzó Julio Cortázar en 1978 y
terminó por dividir a los intelectuales en dos “bandos” -los que se fueron y los que se
quedaron- tildados en recíprocas acusaciones de “traidores” y “colaboracionistas”,
respectivamente (id.,punto 5)

Si bien Julio Cortázar declaró en noviembre de 1983 que nunca había querido significar
con su expresión que la cultura argentina, sin los intelectuales exiliados, “había muerto” 41,
el debate al que dio origen fortaleció “la mirada dicotómica y maniquea promovida por los
militares que hicieron del adentro y del afuera universos moral y políticamente
homogéneos.” (id., punto 28)

El mismo Osvaldo Bayer estuvo implicado en otra polémica alrededor del tema del exilio,
entablada entre febrero de 1980 y febrero de 1981 en las páginas de la revista Controversia
(id. 38). En ella vuelve a ponerse en cuestión la disyuntiva entre un exilio considerado
“dorado” y un exilio homologado a otras formas de represión como la cárcel o la muerte 42.
En el marco de este debate, Bayer rechaza las imputaciones que le hace su contendiente,
Rodolfo Terragno, acerca de atribuir a todo habitante de la Argentina el carácter de
colaboracionista –perspectiva que, sin embargo, vuelve a sostener más o menos
abiertamente en Cuarentena, exilio y regreso cuando recalca “la indiferencia de los
vecinos” ante algún procedimiento nocturno o se pregunta:

“qué van a decir ahora, por ejemplo, los ex amigos, los que colaboraron
abiertamente con la dictadura; los que construyeron una barrera entre sí mismos y
la realidad de las libertades pisoteadas; los que hacían viajes de placer a Europa, a
Miami y a Sudáfrica mientras en las cárceles de Sierra Chica y Coronda, del
Chaco y La Plata se reencarnaba el oprobio de Auschwitz, Bergen-Belsen…”
(0:23:10 a 0:23:50, el subrayado es mío).

Desde esta posición se desestima cualquier “resistencia subterránea”, tal cual era sostenida
en los debates por los intelectuales que permanecieron en el país. Siguiendo la misma línea
41
Resumen de Actualidad Argentina, 7/11/83, citado por Jensen, punto 11.
42
De hecho el vocabulario empleado para describir el exilio utiliza expresamente estos términos. Por ejemplo,
“el exilio, como la cárcel, jamás podrá ser feliz o dorado”. Julio Raffo (Nueva Presencia, 22 octubre de 1982,
citado por Jensen).
de pensamiento, Bayer sólo rescata de entre los “los de adentro” los intelectuales que
fueron asesinados, como Haroldo Conti, Rodolfo Walsh y Paco Urondo.

La figura del exiliado en Cuarentena, exilio y regreso

Como se ha precisado más arriba, el film objeto de este estudio es una obra compleja,
construida alrededor de dos núcleos temáticos bien diferenciados pero entrelazados en el
relato: el exilio y el regreso. El exilio -en blanco y negro- pasa revista a la actividad
cotidiana y militante de Bayer en Alemania, recurriendo a materiales de diversa
procedencia: tomas directas que lo muestran en la intimidad de su hogar, cocinando con su
hija, trabajando; materiales de archivo que registran su militancia y facilitan los distintos
paralelismos que construye la narración entre la dictadura argentina y el nazismo; fotos
fijas con voz over; recortes periodísticos, documentos. Son las secuencias más heterogéneas
en cuanto a los procedimientos estéticos y la materia utilizada, en comparación con los
tramos en color que describen el regreso en general de un modo más observacional, aunque
en ellos también hay breves intervenciones de la voz over del escritor.

A continuación se pasará revista a los elementos más importantes que plantea el film
alrededor de la figura del exiliado. Nuestra exposición, para su mejor comprensión, seguirá
un orden lógico, independiente del que sigue el relato.

COMIENZO

La película se abre con la imagen del escudo nacional mientras que la banda sonora da a
conocer palabras de la Junta:

"En consecuencia, debe quedar definitivamente claro que quiénes figuran en


nóminas de desaparecidos y que no se encuentran exiliados o en clandestinidad, a
los efectos jurídicos y administrativos se consideran muertos, aún cuando no
pueda precisarse hasta el momento la causa y la oportunidad del eventual deceso,
ni la ubicación de sus sepulturas."43
43
Comunicado del 28 de abril de 1983.
En esta aseveración –que coloca muertos, desaparecidos y exiliados en el mismo rango- se
centra la hipótesis central de Cuarentena, exilio y regreso. Para Echeverría/Bayer, así
como para muchos de los especialistas en la materia, el exilio fue fruto de políticas
represivas de la misma índole e idéntica motivación que las otras antes mencionadas; una
forma más que adquirió la eliminación del enemigo por parte de las Fuerzas Armadas. En el
mismo sentido dice Bayer en un pasaje del film: “Nosotros no podemos quejarnos,
salvamos nuestras vidas en comparación con miles de asesinados, torturados,
desaparecidos…”

EL EXILIO

La narración da cuenta de los motivos que llevaron a Bayer a ser blanco de las políticas
represivas de la dictadura y caracteriza su exilio mediante diferentes procedimientos en
distintos tramos del relato. La descripción del caso particular del historiador adquiere
relevancia en el film como testimonio de otros muchos casos parecidos; su historia se
universaliza en la medida en que su experiencia personal se encuentra implicada en
procesos históricos más amplios.

El documental hace foco en los siguientes aspectos:

 Los motivos: la película destaca su militancia durante el exilio y también antes. Lo


presenta como autor de Los vengadores de la Patagonia trágica, obra que denuncia
el accionar represivo de los militares a principios del siglo XX, acontecimientos con
los que el relato traza constantes paralelismos (Los tomos I, II y III fueron
publicados entre 1972 y 1974).
 La militancia en el exilio: se muestra su escritorio, rodeado de afiches y documentos
que dan cuenta de su intervención en protestas y denuncias; se incluye material de
archivo de su participación en televisión con el mismo propósito y tomas directas de
su presencia en manifestaciones. Se lo retrata informándose de lo que sucede en el
país como una forma de luchar contra el olvido.
 Los efectos: El relato evidencia todas las pérdidas que implicó su partida, el
abandono de su trabajo, el desmembramiento de la familia, la pérdida de su lugar de
pertenencia.
 Posición crítica: el relato hace especial hincapié en cómo decenas de personas hacen
cola frente a la comisión de Derechos Humanos de la O.E.A. -de paso por el país
con el objeto de realizar un informe- para denunciar desapariciones, mientras que
otros muchos, indiferentes, festejan un campeonato de futbol. La imagen de un auto
que avanza descubre el cartelito de “somos derechos y humanos” en el parabrisas
delantero.
 Posibilidad del regreso: se lo muestra preocupado ante la imagen que hay de los
exiliados en el país y, en menor medida, de las represalias que pueda tomar el
gobierno dictatorial sobre su persona (“no creo que pase de un par de golpes”, dice
en función de su lectura de ese momento histórico en particular, signado por los
cambios). Sostiene la posibilidad de reintegración social y política a través del
debate y la necesidad de hacer oír su voz “que es una voz diferenciada a través del
exilio”. “Hay que ir allá y meterse en la cosa”, les dice a aquellos que no están
convencidos de su seguridad en suelo argentino.
 Da cuenta del discurso de los militares sobre los exiliados : ”¿Somos siempre
subversivos?”, le pregunta a Pérez Esquivel en una reunión.

EL REGRESO

El momento puntual del arribo de Osvaldo Bayer a Buenos Aires es de marcado


dramatismo. La narración se centra en los minutos en que el escritor debe esperar su turno
para presentar el pasaporte. El relato se demora en su rostro que trasunta nerviosismo. Esos
rastros, apenas perceptibles, sirven para dar al espectador una idea –aunque magra- de
cómo pudo haber sido su salida del país en circunstancias históricas mucho más difíciles. Él
mismo posibilita el paralelismo cuando, apenas después, dice con voz over sobre imágenes
que lo muestran atravesando la ciudad en taxi: “Fue el mismo camino pero en dirección
contraria, junio de 1976”.
Las escenas de su paso por Buenos Aires se encargan de poner de manifiesto el clima de
gran efervescencia política que precedió a las elecciones de 1983. Aquí la cámara guarda
distancia y documenta. Incluso, en algún momento, se aparta de Bayer para registrar lo que
sucede a su alrededor: el escritor mira libros mientras un militante del Partido Intransigente
aclara que su partido “no le dio ni un hombre al Proceso”. Gran parte de las imágenes que
dan cuenta de esta mayoritaria participación ciudadana son tomadas desde arriba, desde el
balcón del hotel. Bayer –y con él el relato- está al margen, los exiliados no pueden votar; a
su pesar, el historiador sigue perteneciendo “al afuera”.

Otras veces, la cámara se suma a la confusión de banderas y consignas, y el plano adquiere


tal proximidad que la imagen pierde definición, como si quisiera tomar parte y no pudiera.
En otras oportunidades, sigue de cerca al escritor y lo mira participar de los debates,
tibiamente todavía, sin encontrar su lugar.

El tema de la pérdida –en este caso del trabajo- reaparece en una charla en un bar con
Osvaldo Soriano. Bayer se pregunta “¿de qué vamos a trabajar los exiliados?” La respuesta
de Soriano vuelve a plantear la cuestión de la imagen de los que se fueron, dentro de la
Argentina. “No se respeta mucho el trabajo que vos has hecho fuera del país”; “el exiliado
si no es mala palabra, por lo menos es algo que te pone entre paréntesis” y “hay que dar
prueba de buena conducta, de que no venís a cuestionar nada”, son algunas de las
afirmaciones del escritor que hace más tiempo que está en el país.

Otras pérdidas también se hacen evidentes cuando Bayer se reencuentra con las cosas que
se vio obligado a dejar atrás -sus muebles, sus libros, sus fotos, pero también su familia, sus
amigos, las agrupaciones de pertenencia-.

La distancia tomada frente a las manifestaciones partidarias se reduce cuando se pone en


foco la tarea de las Madres de Plaza de Mayo, con Hebe de Bonafini a la cabeza. La cámara
es un participante más de las reuniones en las que las Madres repasan los nombres de
quienes apoyan la causa de la “aparición con vida” y toman denuncias. La misma posición
adopta el relato frente a la tradicional ronda de los jueves. La observación permite suponer
que, quizás, sería posible hacer un rastreo de dónde están las preferencias políticas del
relato en función de la proximidad y duración de los planos con los que se van
construyendo las distintas secuencias.

El film termina con la inesperada –para muchos, incluyendo a Bayer y el realizador-


victoria de Raúl Alfonsín44. La voz over deja constancia de la trascendencia del momento
con un discurso que toma nota del triunfo de las instituciones democráticas pero que no
omite el hecho de que los exiliados no pudieron votar. Más allá de la esperanza que se filtra
en una última conversación con el mozo de un bar queda la escueta expresión de un deseo:
“Ojalá nunca más tenga que partir un argentino hacia el exilio”.

CONCLUSIONES

Cuarentena, exilio y regreso es una obra novedosa tanto en el aspecto estético como en
cuanto al planteo histórico-político. A diferencia de la mayoría de los documentales que en
el período de la transición abordaron nuestra historia buscando una explicación para lo
sucedido durante los años de terror, el film de Carlos Echeverría se centra en un solo caso
que el relato construye como paradigmático45. A través de la figura del escritor e historiador
Osvaldo Bayer, exiliado en Alemania, y su posterior regreso al país el realizador
deconstruye la figura del exiliado tal como fue instalada por el discurso propagandístico del
Proceso. En su lugar, asimila a quienes fueron forzados a dejar el país a otras víctimas de la
represión, tales como los que fueron asesinados o desaparecidos, aunque destacando el
carácter “privilegiado” de quienes sufrieron pérdidas menores ya que conservaron la vida y,
en algunos casos, también evitaron los castigos físicos46.

El relato subraya las múltiples pérdidas que el exilio trajo consigo, sobre todo la identitaria,
y lo redefine como un proceso que no concluye simplemente con la vuelta a la patria. El
punto de vista sostenido pretende ser integrador, pero no logra desarticular la dicotomía

44
Gabriel Vommaro hace un interesante análisis de la sorpresiva victoria radical y de su efecto en su artículo.
Allí afirma:”El triunfo del radicalismo puede ser entendido […] como un hito en el trastrocamiento de los
principios del “sentido común” político: de los principios de inteligibilidad del juego […], de las certezas
sobre las preferencias de la sociedad y sus formas de vinculación a la política.”
45
De igual modo que Juan, como si nada hubiera sucedido (1987) -el siguiente largometraje de Echeverría-
que se centra en la historia de Juan Herman.
46
Muchos llegaron al exilio después de haber pasado por la prisión y la tortura. De esto da cuenta el film a
través de la presencia de Churo, un sindicalista de Santiago del Estero.
dentro/fuera instalada desde el Proceso y confirmada por los debates entre intelectuales,
quizás porque la cercanía de los hechos impide una visión más global de los conceptos en
juego.

Testimonio excepcional de las vivencias de un hombre en el exilio y de nuestro despertar


democrático, Cuarentena, exilio y regreso es, sobre todo, un crudo llamado de atención
sobre un momento clave de nuestra historia. Quizás por eso tuvo tantas dificultades para
circular masivamente por nuestras pantallas.

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A morte do leão na Escola Estadual de Ensino Fundamental Justino Alberto
Tietboehl, Torres/rs, entre as décadas de 60 e 70 do século xx.

Camila Eberhardt

Pertenencia institucional: Programa de Pós-Graduação em História / Pontifícia Católica do


Rio Grande do Sul/PUCRS, Brasil.

Palabras clave: Fotografia – Educação - História Cultural

RESUMO

O presente artigo versa sobre as possibilidades advindas da nova história cultural, que
consiste na abrangência das possibilidades de objetos de pesquisa. Realiza-se, portanto,
uma análise de imagens fotográficas da Escola Estadual de Ensino Fundamental Professor
Justino Alberto Tietboehl referentes a duas séries fotográficas das décadas de 1960 e 1970 a
qual se relacionam aos desfiles de 7 de Setembro e tendo como ponto de encontro uma
alegoria denominada A morte do Leão. Este artigo objetiva evidenciar as possibilidades de
análises dessas imagens, tendo em vista identificar os usos e funções que as fotografias tão
presentes na instituição de ensino adquirem para a mesma, identificando suas relações
sócio-culturais e políticas que permeiam o sistema de ensino nos períodos estudados.

Palavras-chave: Fotografia. Educação. História Cultural.

RESUMEN

El presente artículo habla sobre las posibilidades que advienen de la nueva historia cultural,
que es el abanico de posibilidades para los objetos de investigación. Por lo tanto, se realiza
un análisis de las imágenes fotográficas de la Escuela Estatal de Educación Básica
Maestro Justin Alberto Tietboehl  que se refiere a dos series fotográficas de los años 1960 y
1970 que corresponden a los desfiles del 7 de septiembre, teniendo como punto de
encuentro una alegoría denominada La muerte del Leon. Este artículo pretende poner de
manifiesto las posibilidades de análisis de estas imágenes, con el fin de identificar los usos
y funciones que las fotografías  presentes en la institución educativa adquieren para
la misma, haciendo la identificación de las relaciones socioculturales y políticas que
impregnan el sistema educativo en los períodos estudiados.

Términos claves: Fotografía. Educación. Historia Cultural.


1 INTRODUÇÃO

O presente artigo objetiva um estudo de fotografias pertencentes à Escola Estadual de


Ensino Fundamental Professor Justino Alberto Tietboehl, localizada na cidade Torres,
estado do Rio Grande do Sul. Esse estudo é composto por duas séries de imagens
fotográficas das décadas de 1960 e 1970, tendo em vista que, a partir das imagens
analisadas possibilitar-se-á compreender quais os usos e funções das fotografias para este
instituto de ensino, pois as imagens fazem parte do arquivo da instituição.

A instituição de ensino completou em maio de 2011 cinquenta anos de fundação, e grande


parte das imagens fotográficas que pertencem à escola foram organizadas em álbuns e
mantiveram-se expostas ao longo do ano de 2011 no hall de entrada da instituição. Ao
propor essa exposição, tinha-se o objetivo de contar a história de seu estabelecimento ao
longo destes cinquenta anos para alunos, professores e para a comunidade em geral, desejo
expressado pela localização em que os álbuns foram dispostos no prédio escolar. Assim, a
análise dessas imagens fotográficas possibilita o estudo da história e da memória da
instituição escolar, onde são registrados os principais eventos da escola, tendo em vista que,
o estudo da memória coletiva “se expressa no âmbito de instituições, a maioria das vezes
estatais, mas também da sociedade civil, como igrejas, escolas, sociedades históricas e
assim, por diante.” 47

O estudo das imagens fotográficas desta instituição deve-se ao fato de que a Escola
Estadual de Ensino Fundamental Professor Justino Alberto Tietboehl, possui um acervo
significativo de imagens fotográficas que perpassam por diversas categorias de temas.
Além dessa característica, a escola também chama a atenção pelo fato de ser a primeira
instituição de ensino de Torres a adotar a estrutura educacional vigente nas décadas de 60 e
70, o de ensino técnico. Nas imagens produzidas pela escola algumas temáticas são
recorrentes, dentre as quais, destacam-se os eventos cívicos, ora em ambientes externos à
escola, tais como nos desfiles de Semana da Pátria, do dia 7 de Setembro, da Semana
Farroupilha e da Batalha do Riachuelo 48, ora no pátio da mesma. Dentre estes desfiles serão
destacadas duas séries em especial, que fazem parte de um álbum que contém cento e
cinquenta e quatro fotografias. Estas séries se referem aos desfiles de 7 de Setembro, que

47
LOMBARDI, José Cladinei. CASIMIRO, Ana Palmira Bitterncourt S. MAGALHÃES, Lívia Diana Rocha,
orgs. História, Memória e Educação. Campinas, SP: Ed. Alínea, 2011, p. 16.
48
O desfile da Batalha do Riachuelo era uma comemoração realizada pela Instituição Estadual de Educação
Marcílio Dias, que comemorava o seu aniversário de fundação juntamente com um evento que comemorava
as atuações de Marcílio Dias, combatente nesta batalha. Na verdade, a instituição foi fundada em 2 de
setembro, no entanto, como essa data se aproxima dos festejos da Semana da Pátria, a escola optava pela
nova data e convidava as outras instituições de ensino do município para o desfile e suas comemorações.
ocorrem todos os anos, com assídua participação da comunidade escolar, até o momento
presente pelas ruas da cidade de Torres.

A primeira série, datada de 1962, é composta por oito imagens fotográficas onde, através da
disposição das fotografias no álbum, é possível narrar 49 a participação de professores na
fabricação de uma alegoria denominada “A morte do Leão”, que seria utilizada em um
desses desfiles. Logo, a segunda série, segue no tempo e encontra-se quase uma década
mais tarde, no ano de 1971, nas imagens da segunda série o que se evidencia será o desfile
pelas ruas da cidade. Por fim, o que liga estas duas séries fotográficas, é a utilização da
mesma alegoria denominada em 1962 de “A morte do Leão” no segundo desfile registrado
uma década mais tarde, o que revela a manutenção de um evento de longa data e da
significabilidade desses eventos cívicos para o corpo escolar.

Deste modo, é importante destacar algumas questões no que concerne à fotografia,


sua utilização dentro do campo da história, visto as possibilidades que a imagem fotográfica
possibilita à sociedade.

2 REFLEXÕES TEÓRICAS E FOTOGRAFIA

A presença da imagem é uma das características mais importantes das sociedades atuais.
Observa-se que a humanidade nas mais diversas culturas sempre expressou a necessidade
de se representar através de imagens, de formas, e, por vezes, significados que são distintos
a cada povo. Régis Debray50 questiona, “porque motivo há imagem em vez do nada?”. Isso
evidencia que a imagem sempre fora importante e transportara significados ao longo da
trajetória humana.

Desta forma, percebe-se a importância que adquire a imagem aos homens. Para Debray 51
ela evidencia as utilizações e significados que mudaram ao longo do tempo, primeiramente
quando possuía um sentido mágico, e posteriormente, criando seus próprios estatutos
enquanto considerada como arte, e, por fim, com o domínio da imagem na esfera visual. No
entanto, deteremo-nos sobre os desenvolvimentos da técnica fotográfica, uma imagem de
caráter técnico como propõe Flusser52, que, em pouco tempo, permitiu uma grande
expansão do mundo representado em imagens, um mundo que atualmente é visualizado em
imagens denotando a grande expansão destas na sociedade.

49
SCHAPOCHNIK, Nelson.Cartões postais, álbuns de família, ícones da intimidade. In: SEVCENKO.
Nicolau. História da vida Privada no Brasil. V.3. São Paulo: Companhia das Letras, 1999.
50
DEBRAY, Régis. Vida e morte da imagem: uma história do olhar no ocidente. Petrópolis, RJ: Vozes, 1993.
51
DEBRAY, Régis. Vida e morte da imagem: uma história do olhar no ocidente. Petrópolis, RJ: Vozes, 1993.
52
FLUSSER, Vilém. Filosofia da Caixa Preta. Ensaios para uma futura filosofia da fotografia. Rio De
Janeiro: Relume Dumará, 2002.
O desenvolvimento da técnica fotográfica responde a demanda advinda da sociedade sobre
a imagem, nesse sentido, como destaca Francastel 53 “nenhuma inovação é feita de absoluta
criação”, assim, a técnica fotográfica desenvolveu-se após inúmeras tentativas e pesquisas
realizadas, tendo a sua invenção patenteada em 1839 por Niépce e Daguerre. Monteiro
salienta que:

A partir do século XX, a fotografia vai tomar o seu lugar nesse


mundo das imagens, ao qual vem alterar de forma radical no
contexto da Revolução Industrial ou Revolução Técnico-Científica.
Por um lado, a fotografia veio responder a uma demanda crescente
de imagens e de autorrepresentação da burguesia em ascensão,
buscando uma forma de fabricar imagens de forma rápida e
consideradas fiéis ao seu referente. De outro, o dramático processo
de urbanização criou a necessidade de controlar e disciplinar um
contingente diversificado de sujeitos em uma sociedade de massas,
criando a foto identificação.54

A fotografia, portanto, é moderna, pois nasce na modernidade 55 e atinge diversos espaços


da sociedade com grande rapidez onde, deste modo, criou novas formas de representação
aos homens. Para Kossoy56 o “mundo tornou-se de certa forma ‘familiar’ após o advento da
fotografia”, dialogando com esta noção, da mesma forma, creditou-se a fotografia o poder
de representação exata do real, devido a sua gênese técnica, como atesta Dubois 57, onde a
imagem fotográfica seria o resultado de um processo mecânico, onde “la fotografia requiere
poco o ningún aprendizaje”58 em seu manuseio, ou seja, isento de interferência humana.
Ainda, um recorte do mundo, um momento congelado, um mundo em miniatura 59, são
atribuições que foram e por muitas vezes ainda são designadas à fotografia. Nas palavras de
Belting

Sin embargo, éstos, sobre la placa fotográfica, son arrancados del


flujo de la vida y ‘conjurados’ en la imagen, como es propicio decir

53
FRANCASTEL, Pierre. A realidade figurativa. São Paulo: Ed. Perspectiva, 1982, p. 84.
54
MONTEIRO, Charles. Fotografia, história e cultura visual: pesquisas recentes. Porto Alegre: Edipucrs,
2012, p. 11.
55
ANDRADE, Rosane de. Fotografia e antropologia. Olhares fora-dentro.São Paulo: Educ, 2002.
56
KOSSOY, Boris. Fotografia e História. São Paulo: Ed. Ateliê, 2011, p. 26.
57
DUBOIS, Philippe. O ato fotográfico e outros ensaios. São Paulo: Papirus, 1993.
58
BOURDIEU, Pierre. Un arte médio: Ensayo sobre los usos sociales de la fotografia. Barcelona: Gustavo
Gili, 2003. p. 51.
59
SONTAG, Susan. Sobre Fotografia. São Paulo: Companhia das Letras, 2004.
en referencia a las prácticas mágicas, a manera de recuerdos
aislados de la realidad. 60

A imagem fotográfica adquire grande espaço de significações dentro das sociedades, para
Barthes61 a fotografia exerce a função de perpetuação do passado, assim, constata-se que a
imagem também adquire um espaço significativo na constituição de memória das
sociedades. Nesse sentido Catrogra62 define a memória como “uma das expressões da
condição histórica do homem”. Ainda, para Kossoy63 a “fotografia é memória e com ela se
confunde”. Desse modo, a fotografia permite suprir as falhas da memória, como atesta
Bourdieu:

Más concretamente, la fotografía tendría como funciona ayudar a


sobrellevar la angustia suscitada por el paso del tiempo, ya sea
proporcionando un sustituto mágico de lo que aquél se ha llevado,
ya sea supliendo las fallas de la memoria y sirviendo de punto de
apoyo a la evocación de recuerdos asociados. 64

A fotografia é um auxílio para recuperar a lembrança perdida, através de narrações


advindas do mundo exterior, permite à lembrança uma “reconstrução do passado, com a
ajuda de dados emprestados do presente”.65 Nesse sentido, refere Le Goff66 que “a
fotografia, que revoluciona a memória: multiplica-a e democratiza-a, dá-lhe uma precisão e
uma verdade visuais nunca antes atingidas, permitindo, assim, guardar a memória do tempo
e da evolução cronológica”. Assim, a imagem passa a ocupar um papel muito importante na
representação das memórias coletiva e individual para as sociedades do século XX, deve-se
a isso o fato de muitas instituições escolares registrarem muitas de suas atividades com uso
de fotografias, onde a instituição confere à imagem um papel de atestação 67. Ainda, para
Sontag68 “fotos fornecem um testemunho” e os Estados modernos cientes dessa
possibilidade utilizam a fotografia para esse fim.

60
BELTING, Hans. La transparencia del medio. La imagen fotográfica. In: Antropologia de la imagem.
Madri: Katz, 2010, p. 263.
61
BARTHES, Roland. A câmara clara: nota sobre a fotografia. Rio de Janeiro: Nova Fronteira, 1984.
62
CATROGA, Fernando. Memória, história e historiografia. Coimbra: Quarteto, 2001. p. 66.
63
KOSSOY, Boris. Fotografia e memória: reconstituição por meio da fotografia. In SAMAIN, Etienne (Org.).
O Fotográfico. São Paulo: Senac; Hucitec, 2005. p. 40.
64
BOURDIEU, Pierre. Un arte médio: Ensayo sobre los usos sociales de la fotografia. Barcelona: Gustavo
Gili, 2003. p. 52.
65
HALBWACHS, Maurice. A memória coletiva. São Paulo: Centauro, 2004. p. 71.
66
LE GOFF, Jacques. História e memória. 5. ed. Campinas: Unicamp, 2003. p. 460.
67
FABRIS, Annateresa. Discutindo a imagem fotográfica. In:Domínios da imagem. Londrina, ano I, nº 1,
p.31-41, Nov. 2007.
68
SONTAG, Susan. Sobre Fotografia. São Paulo: Companhia das Letras, 2004, p.16.
Tendo em vistas os usos e funções das imagens fotográficas, Knauss 69 propõe que a
imagem conota expressão da diversidade social e da pluralidade humana, o historiador,
portanto, quando na análise de fotografias, deve analisar “seus usos, as suas apropriações
sociais, as técnicas envolvidas na sua manipulação, a sua importância econômica e a sua
necessidade social e cultural.”70

Kossoy71 ressalta, ainda, que as fotografias devem ser analisadas com metodologias
adequadas, tendo em vista que, a imagem é sempre uma “representação resultante do
processo de criação/construção do fotógrafo”72. E nesse processo de construção é
importante observar que existe na

Imagem fotográfica um poderoso instrumento para a veiculação das


ideias e da consequente formação e manipulação da opinião pública,
particularmente, a partir do momento em que os avanços
tecnológicos da indústria gráfica possibilitaram a multiplicação
massiva de imagens através dos meios de informação e circulação.73

Isto posto, é possível afirmar que as fotografias escolares que registram os ritos cívicos
buscam por meio desses registros a afirmação da veiculação de uma propaganda política
destinada ao meio em que circulam74. Para Possamai75, a utilização da fotografia pelos
historiadores “deixaria, assim, de ser considerada mera duplicação da realidade para ser
inserida na construção de sentidos e de significações sociais”. Dessa forma, Le Goff 76 relata
que “a memória é um elemento essencial do que se costuma chamar identidade, individual
ou coletiva, cuja busca é uma das atividades fundamentais dos indivíduos e das sociedades
de hoje, na febre e na angústia”, portanto, identidade e memória são partes constituintes de
uma mesma necessidade de análise. Da mesma forma, à imagem atribuem-se as funções
que são “informar, representar, surpreender, fazer, significar, dar vontade”.77

Para tanto, algumas considerações são pertinentes para que se torne possível uma análise
destas séries de imagens fotográficas da Escola Estadual de Ensino Fundamental Justino
Aberto Tietboehl, dentre as quais, algumas ponderações sobre o sistema educacional
69
KNAUSS, Paulo. O desafio de fazer história como imagens: arte e cultura visual. ArtCultura, v. 8, n. 12, p.
99. 2006.
70
BARROS, José D’Assunção. O campo da história: especialidades e abordagens. Vozes, 2004. p. 30.
71
KOSSOY, Boris. Fotografia e memória: reconstituição por meio da fotografia. In SAMAIN, Etienne (Org.).
O Fotográfico. São Paulo: Senac; Hucitec, 2005. p. 40.
72
KOSSOY, Boris. Realidade e ficções na trama fotográfica. Cotia: Ateliê, 2002, p. 31.
73
KOSSOY, Boris. Realidade e ficções na trama fotográfica. Cotia: Ateliê, 2002.
74
KOSSOY, Boris. Realidade e ficções na trama fotográfica. Cotia: Ateliê, 2002.
75
POSSAMAI, Rita Zita. Cidade fotografada: memória e esquecimento nos álbuns fotográficos: Porto Alegre,
décadas de 1920 e 1930. Porto Alegre: UFRGS, 2005. p. 32.
76
LE GOFF, Jacques. História e memória. 5. ed. Campinas: Unicamp, 2003. p. 469.
77
BARTHES, Roland. A câmara clara: nota sobre a fotografia. Rio de Janeiro: Nova Fronteira, 1984. p. 48.
brasileiro no período da fundação da instituição de ensino, cujas imagens fotográficas são
analisadas.

3 CONSIDERAÇÕES SOBRE EDUCAÇÃO

A instituição escolar Justino Alberto Tietboehl foi fundada em 1º de maio de 1961, e ao


longo de sua história passou por diversas transformações, que atingiram desde o próprio
nome da instituição por diversas vezes, até mesmo o seu próprio funcionamento, a suas
gerências e práticas pedagógicas que concernem ao seu cotidiano escolar. Assim, torna-se
indispensável realizar algumas considerações sobre a educação no Brasil no período em que
a Escola em questão vivencia seus eventos e os fotografa como forma de registro de sua
história e sua memória.

A partir da década de 1960, o Brasil passa por diversas mudanças em seus processos
políticos, mudanças às quais resultam em 1964, em uma ditadura militar. Nesse sentido, a
educação será muito importante dentro dos projetos ambicionados pelo regime político de
1964. Em um primeiro momento, o regime político traçou uma tentativa de recuperação
econômica, havendo dessa forma uma demanda social pela educação. Esse aumento de
demanda provocou um agravamento da crise educacional pelo qual o país passava, pois, a
educação no Brasil, sempre acompanhou com atraso as necessidades do país78. No entanto,
essa relação, longe de ser inevitável, era algo que ocorria de forma consciente pelo grupo
que controlava o poder, de acordo com Romanelli

[...] a manutenção do atraso da escola em relação à ordem


econômica e à ordem social, longe de ser uma contradição de fato,
era uma decorrência da forma como se organizava o poder e,
portanto, servia aos interesses dos grupos nele mais notavelmente
representados. 79

Assim, esta verdade justificou a criação de diversos convênios conhecidos como acordos
MEC-Usaid. Esses acordos entre o MEC e órgãos da Agency for International
Development (AID) eram órgãos que teriam como função a prestação de assistência técnica
e financeira ao sistema educacional brasileiro. Em contrapartida a esses acordos realizados
pelo governo, é válido resaltar que houve uma intensa campanha contrária dirigida pela

78
ROMANELLI, Otaíza de Oliveira. História da Educação. Petrópolis, RJ: Vozes, 2010.
79
ROMANELLI, Otaíza de Oliveira. História da Educação. Petrópolis, RJ: Vozes, 2010, p. 198.
UNE (União Nacional dos Estudantes) que realizava segundo Ribeiro 80 uma denúncia onde
esses acordos seriam na verdade “mecanismos de subordinação da educação aos interesses
norte-americanos”.

Porém, a solução encontrada pelo governo brasileiro para enfrentar a crise educacional o
qual se encontrava, buscará pela aplicação de tais acordos para solução dos problemas
encontrados e os busca através da adequação do sistema educacional. Assim, destaca
Romanelli que

O regime percebeu, daí para frente, entre outros motivos, por


influência da assistência técnica dada pela Usaid, a necessidade de
se adotarem, em definitivo, as medidas para adequar o sistema
educacional ao modelo do desenvolvimento econômico que então
se intensificava no Brasil. 81

Porém, antes da instituição do regime militar em 1964, é importante resaltar que em


1961 entra em vigor a primeira LDB (Lei de Diretrizes e Bases), Veiga 82 exprime que essa
lei altera as leis orgânicas de 1942, e relata ainda, que desde os anos de 1940 há uma grande
ênfase no desenvolvimento e aplicação de um ensino técnico no Brasil para atender as
demandas econômicas. Assim, em 22/01/1942 ocorreu a criação do Serviço Nacional de
Aprendizagem dos Industriários (Senai) e em 11/01/1946 institui-se o Serviço Nacional de
Aprendizagem Comercial (Senac). Estabeleceu a LDB de 1961 a educação de grau médio,
onde, portanto, irá se incluir o ensino médio, o curso secundário e o curso técnico, notando-
se a ênfase que se dá neste período aos cursos profissionalizantes, uma prática como visto,
que recorria aos anos de 1930 e 1940, e que se intensifica de acordo com a grande
necessidade de desenvolvimento no período em questão das análises.

Mas há que se ter em conta que, as reformas executadas pelo regime militar
instaurado, de longe, foram vistas como positivas, visto que, as reformas empreendidas pelo
regime favoreceram a expansão de curso pré-vestibular e de institutos de ensino privado 83,
tornando a educação um espaço de concorrência e dificultando desta forma, a entrada da
população popular ao ensino superior, apesar de este ter crescido consideravelmente. Uma
realidade que persiste até os dias de hoje. Assim sendo, compreender de que forma
determinadas opções e ações permearam o nosso passado, nos permite responder os anseios
advindos do presente, logo, algo que se faz urgente no momento atual.

80
RIBEIRO, Luisa Santos. História da Educação Brasileira:a organização escolar. Campinas, SP: Autores
Associados, 2007, p.190.
81
ROMANELLI, Otaíza de Oliveira. História da Educação. Petrópolis, RJ: Vozes, 2010, p. 202.
82
VEIGA, Cynthia Greive. História da Educação. São Paulo: Ed. Ática, 2007, p. 294.
83
VEIGA, Cyntia Greive. História da Educação. São Paulo: Ed. Ática, 2007.
4 A MORTE DO LEÃO NOS DESFILES DE 7 DE SETEMBRO

Este estudo pretende, portanto, a análise de duas séries de imagens fotográficas


selecionadas na Escola Estadual de Ensino Fundamental Justino Alberto Tietboehl, que
retratam atividades desenvolvidas em torno do desfile de 7 de setembro, tendo em vista que
para Leite84 “uma série de imagens que reunidas ou justapostas podem sugerir aspectos ou
ângulos de uma atmosfera ou de um ambiente.” As fotografias destas séries revelam que as
comemorações cívicas tornaram-se para o Estado um espaço onde se assenta a construção
de uma memória coletiva do país, em consequência disso a permanente realização destes
desfiles nas instituições de ensino do país tornou-se uma constante, onde os desfiles cívicos
passaram a constituir uma imagem do cidadão brasileiro, desta maneira, estes desfiles criam
representações de uma cultura cívica85.

A análise inicia com fotografias que primeiramente se destacam pela construção de uma
alegoria denominada a Morte do Leão. As imagens fotográficas que compõe a primeira
série perfazem um número de seis fotografias que foram conservadas em um álbum.
Totalizando um número de seis fotografias, onde as cinco primeiras são fotos pousadas
realizadas junto a uma alegoria de um leão, e, a sexta fotografia configura um instantâneo
realizado na Rua José Picoral. Nestas imagens, os professores possam para a objetiva
transmitindo uma relação de domínio sobre o que se está construindo, no caso, a alegoria de
um leão. Estas imagens não retratam, em sua maioria, o desfile propriamente – exceto a
última imagem – as fotografias foram realizadas dentro do local onde eram ministradas as
aulas dos cursos técnicos de marcenaria e mecânica, tendo em vista que, no período a
instituição tinha a denominação de Escola Técnica Industrial, denotando a característica de
ensino oferecida pela instituição, e, portanto, o local onde as fotografias foram tiradas, eram
espaços de aprendizagem de cursos técnicos.

Destacam-se nas imagens fotográficas analisadas, que as mesmas foram fixadas em um


álbum, onde as bordas laterais são fixadas em um papel amarelo. Também, é importante
destacar que as fotografias foram plastificadas, uma forma encontrada pela instituição de
ensino, de preservar as imagens fotográficas enquanto documentos, denotando a
importância que estas possuem enquanto registro da história e da memória para a
instituição escolar.

84
LEITE, Mirian Moreira. Retratos de Família. leitura da fotografia histórica. São Paulo: UPS, 2000, p.36.
85
BENCOSTTA, Marcus Levy Albino, Desfiles patrióticos: cultura cívica nos grupos escolar de Curitiba:
1903-1971. Campinas: Mercado de Letras, 2004.
Por conseguinte, são pertinentes as considerações que Ana Maria Mauad 86 pondera sobre o
circuito social da fotografia, na perspectiva da imagem fotográfica enquanto
imagem/documento e imagem/monumento propostas por Le Goff, onde, a primeira
colocação remete a materialidade passada da imagem fotográfica e a segunda informa sob o
que a sociedade optou por perenizar ao futuro, onde a imagem fotográfica adquiriu um
papel de significação, ou seja, de símbolo. É relevante destacar que as imagens fotográficas
da primeira série possuem uma etiqueta posicionada à esquerda inferior, essa etiqueta fazia
parte de uma forma que a escolar encontrou para identificá-la dentro da série de imagens
que se encontram no álbum que se analisa.

Na figura 1 e figura 2 encontra-se o professor Gilberto Fernandes Valin, que atuava na


escola nesse período. Assim, as imagens da figura 1 e figura 2 são fotografias pousadas, em
formato médio, enquadramento retangular na posição horizontal. Em primeiro plano, estão
o professor Gilberto e a alegoria do leão, em um segundo plano são possíveis a visualização
de um espaço amplo e de máquinas de trabalho que eram utilizadas como meio de
aprendizagem nos cursos técnicos oferecidos pela instituição. A alegoria posicionada ao
chão em um primeiro momento, possibilita a interpretação de vitória de Gilberto sob a fera,
logo, na segunda fotografia, evidencia-se a imagem do leão em pé, e o jovem posta-se em
cima da mesma, denotando uma ideia de domínio sob o animal. Deste modo, torna-se
evidente nas figuras 1 e 2 que a pose em que se encontra Gilberto revela uma posição de
dominação frente à alegoria, os pés sobre a cabeça do Leão denotam a conquista ou a
morte, como designam as legendas que compõe a fotografia no álbum, ou seja, a posição de
ataque de Gilberto ao leão. Da mesma forma, a figura 2 denota a mesma atitude sob a
alegoria. Em segundo plano, percebe-se que o local era bem iluminado e arejado, visto que,
era o local onde eram realizadas as aulas dos cursos de mecânica e marcenaria.

FIGURA 1 E FIGURA 2 - A Morte Do Leão Na Escola


Estadual De Ensino Fundamental Justino Alberto Tietboehl.

86
MAUAD, Ana Maria. Na mira do olhar: um exercício de análise da fotografia nas revistas ilustradas
cariocas, na primeira metade do século XX. Anais do Museu Paulista, 2005, Vol. 13, n. 1.
Dimensões 11,5 cm x 17,5 cm.
Ano: 1962.

Na sequência a figura 3 e figura 4 apresentam-se como uma reprodução das tentativas


realizadas nas figuras acima. A imagem, da mesma forma, é uma fotografia pousada, onde
na figura 3, em primeiro plano encontra-se Severino Natálicio da Rosa com uma faca em
punho, representando uma tentativa, em sua pose, de matar o leão que se encontra
novamente ao chão. Deste modo, a figura 4 onde estão presentes na imagem Gilberto
Fernandes Valin e Sadi Pipet de Oliveira que exercia a função de diretor no período, por
fim, realiza a mesma representação, isso se torna presente em todas as imagens fotográficas
até então, onde em um primeiro plano apresentam-se o leão e professores. Por conseguinte,
em segundo plano, aparece novamente a apresentação do ambiente onde a alegoria foi
construída. Destaca-se nessas imagens que não há presença feminina, logo, a imagem do
homem dominando o animal é característica marcante das imagens fotográficas analisadas.
A próxima imagem fotográfica, figura 5, também é uma fotografia pousada com
enquadramento retangular, nesta imagem, encontram-se em primeiro plano, seis homens
que possam para a objetiva junto a alegoria do leão. A imagem traz novos personagens,
dentre eles destaca-se da direita para a esquerda o padre Ivo, demonstrando que as
preparações para o desfile envolviam não somente o setor educacional, mas também outros
setores da sociedade, como o religioso. A fotografia atesta a concretização do trabalho,
onde a conclusão da alegoria do leão é comemorada e registrada pela instituição.
FIGURA 3, FIGURA 4 E FIGURA 5 – A Morte Do Leão Na Escola Estadual De Ensino
Fundamental Justino Alberto Tietboehl.
Dimensões 11,5 cm x 17,5 cm.
Ano: 1962.

Por fim, na figura 6, o Leão apresenta-se no desfile pelas ruas da cidade de Torres. A
imagem configura-se em uma fotografia instantânea, em formato médio, enquadramento
retangular, com posição vertical, ainda, observa-se que a fotografia foi tirada em um ângulo
que para Vilches87 resalta que esta posição transmite uma noção de hierarquia, ou seja, uma
imagem de superioridade do que se fotografa, onde ocorre uma monumentalização do que
se apresenta. Em primeiro plano, têm-se as rodas de um trator e de seu motorista, o trator
era responsável em conduzir a alegoria pelas ruas da cidade de Torres. Em segundo plano,
encontra-se uma jovem posicionada à esquerda, o leão ao centro, e uma criança à direita,
contrariamente ao espaço de construção da alegoria os homens já não se fazem presentes
junto ao leão, agora uma estudante permanece ao lado da alegoria segurando um chicote,
neste momento ela está representada como a domadora da “fera”, a estudante esta trajada
de acordo com a ocasião, mais ao fundo na direita superior os prédios ganham destaque,
demonstrando o desenvolvimento da cidade e à esquerda observa-se um fotógrafo
realizando a cobertura do evento, a necessidade do registro fotográfico torna-se manifesto.

87
VILCHES, Lorenzo. La percepción de la foto de prensa. In: Teoría de la imagen periodística. 2. reimpr.
Barcelona: Paidós,1997.
FIGURA 6 - A Morte Do Leão Na
Escola Técnica Industrial Professor
Justino Alberto Tietboehl.

Dimensões 18,1 cm x 12 cm.

Ano: 1962.

Na sequência, serão analisadas três imagens fotográficas que pertencem à segunda análise
proposta neste trabalho, as imagens seguem mais no tempo, e perpassam praticamente uma
década, a instituição já não tem o mesmo nome, agora denomina-se Ginásio Industrial
Professor Justino Alberto Tietboehl, isso observa-se na figura 7, onde alunas levam as
iniciais da instituição, nessas imagens o que se destacam será o desfile propriamente, onde
em uma das imagens o Leão que fora fabricado em 1962 reaparece, sendo utilizado
novamente da mesma forma em um carro alegórico pela escola. É importante destacar que
nesse momento o país encontra-se de fato em um regime militar, e deste modo, Ribeiro
enfatiza que

O significado do golpe militar de 1964 tem que ser buscado não no


que era afirmado em palavras, isto é, nos discursos justificadores de
tal movimento, e sim nos resultados das medidas implantadas
concretamente pelos governos que se seguirem a ele. 88

Portanto, Ribeiro89 salienta que é importante avaliar as mudanças implantadas no sistema de


ensino brasileiro e uma dessas mudanças será a aprovação da Lei nº 5.692/71 que data de
11 de agosto de 1971, onde são fixadas as diretrizes e bases para o ensino de 1º e 2º graus,
que se denominou LDB. Esta permitira a ampliação do ensino de quatro para oito anos do
tempo de escolaridade obrigatória, esse aumento significativo do tempo de escolaridade

88
RIBEIRO, Maria Luisa. História da educação brasileira: a organização escolar.Campinas, SP: Autores
Associados, 2007, p. 178.
89
RIBEIRO, Maria Luisa. História da educação brasileira: a organização escolar.Campinas, SP: Autores
Associados, 2007.
está totalmente relacionado ao discurso do Brasil potência, onde uma baixa escolaridade era
um dos impedimentos para o desenvolvimento almejado do país.

Logo, a figura 7, caracteriza-se por um instantâneo em preto e branco, no enquadramento


retangular, na posição horizontal, e, em primeiro plano, as alunas estão portando as iniciais
que correspondem ao nome da instituição, todas trajadas de maneira semelhante
especialmente para a ocasião, com cores claras que denotam um sentido de organização
pretendido pelo desfile cívico. Observa-se a presença da comunidade torrense que observa
os alunos que desfilam pela rua, em segundo plano à esquerda encontra-se o prédio do
Farol Hotel e à direita o carro com a alegoria do Leão, novamente sendo conduzido por um
trator e com uma jovem domadora a seu lado, observa-se que o traje é muito semelhante ao
utilizado pela domadora de 1962, revelando permanências. A figura 8 retrata outro
momento do desfile, passando por uma nova rua da cidade de Torres. Caracteriza-se por
uma fotografia instantânea, novamente a imagem possui em suas extremidades um papel
amarelo que auxiliava a fixação da fotografia ao álbum, com um enquadramento retangular
na horizontal, a imagem em preto e branco evidencia em primeiro plano, duas alunas da
instituição de ensino portando a bandeira brasileira, a bandeira é levada de forma igual
pelas duas jovens, as mesmas estão trajadas com uma saia branca e blusa preta, denotando a
sobriedade do desfile cívico, assim, as duas jovens são seguidas por outras alunas de forma
organizada e disciplinar. Em segundo plano, à esquerda um caminhão transportava outra
alegoria, agora a representação de desenvolvimento torna-se patente, com a alegoria de um
robô, o projeto de um país desenvolvido que alcançaria tais objetivos através de uma
educação adequada as necessidade do mesmo, é referência na figura 8.

No entanto, é preciso considerar o que a imagem fotográfica não revela em sua


superficialidade, o não dito, pois, o discurso de progresso que se evidencia nas fotografias
não revela, de fato, o momento político pelo qual a sociedade brasileira passa. Para tanto,
Menezes propõe que a fotografia dialoga em sua gênese com a visibilidade e a
invisibilidade, e que, para reconhecer como essa relação ocorre é preciso percorrer pelos
contextos onde a fotografia circula. Para Menezes

O visível (como, naturalmente, o invisível) representam o domínio


do poder e do controle, o ver/ser visto, dar-se/não se dar a ver, os
objetos de observação obrigatória assim como os tabus e segredos,
as prescrições culturais e sociais e os critérios normativos de
ostensão ou discrição – em suma, de visibilidade e invisibilidade.90

90
MENEZES, Ulpiano T. Bezerra. Rumo a uma história visual. In: MARTINS, J. S.; ECKERT, C. NOVAES,
S. C. (orgs.). O imaginário e o poético as Ciências Sociais. Bauru, SP: Edusc, 2005, p. 36.
FIGURA 7 E FIGURA 8 – A Morte Do Leão No Ginásio

Industrial Professor Justino Alberto Tietboehl.

Dimensões 11,5 cm x17,5 cm.

Ano: de 1971.

Por fim, na figura 9, percebe-se a concretização do modelo concebido pelo regime militar.
A fotografia que se apresenta em formato médio, enquadramento retangular e está na
posição vertical, possui em primeiro plano a imagem de uma professora conduzindo pelas
suas mãos uma criança, criança que por sua vez, porta a bandeira nacional, o futuro da
nação é representado pelas novas gerações do país. Em segundo plano, a banda que é
portadora de uma das características mais presentes nos desfiles cívicos. Assim, as imagens
que pertencem ao álbum da Escola Estadual de Ensino Fundamental Justino Alberto
Tietboehl refletem que “por meio de comemorações, símbolos e ritualização ainda hoje
mantidos,”91 formatou-se um ideário de uma memória nacional.

FIGURA 9 – A Morte Do Leão Na


Escola Estadual De Ensino
Fundamental Justino Alberto
Tietboehl.

Dimensões 18 cm x 12 cm.

Ano: de 1971.
91
LOMBARDI, José Claudinei. CASIMIRO, Ana Palmira Bittencourt S. MAGALHÃES, Lívia Diana da
Rocha. Orgs. História, memória e educação. Campinas, SP: Ed. Alínea, 2011, p. 103.
5 ALGUMAS CONSIDERAÇÕES

As imagens fotográficas analisadas fazem parte de inúmeras fotografias que a Escola


Estadual de Ensino Fundamental Justino Alberto Tietboehl adquiriu ao longo de seus
cinquenta anos de história. Observar a contribuição que a análise destas fotografias
proporciona à memória e à história da instituição escolar é imprescindível. Nesse sentido,
torna-se válida a compreensão da formação de identidades cívicas, que na visão de
Bourdieu,92 são marcadas pela legitimação do poder, já que a política é o lugar, por
excelência, da eficácia simbólica, da ação que se exerce por meio de sinais capazes de
produzir fatos sociais e, sobretudo, grupos.

A partir das imagens que se analisaram algumas considerações são pertinentes, dentre elas,
a importância dos desfiles de 7 de Setembro para as instituições de ensino, que tornam a
data uma festividade, e que, para tanto, dispõe de uma organização e de uma colaboração
que perpassa por diversos setores da comunidade torrense, como pode ser observado em
uma das fotografias, onde o padre local está presente atestando a realização de tal atividade.
Ainda, torna-se curioso, na análise das duas séries, que a primeira enfatiza a criação, a
fabricação da alegoria, onde a presença do “Leão” por esses dois momentos evidencia uma
imagem de força e determinação da instituição e do ensino para a região, e que, a segunda
série revela de fato o desfile, a sua organização, os seus símbolos.

Da mesma forma, é importante ressaltar que as imagens dessa segunda série inserem-se em
um contexto político distinto da primeira série. As imagens da segunda série fotográfica
encontram-se em plena ditadura militar e revelam outras características e preocupações,
onde o porte de bandeiras, da banda, da marcha denotam as características de nacionalismo
imputadas pelo regime militar. O trabalho com fotografias escolares, torna-se atualmente de
grande valia, é necessário compreender a grande demanda que perpassou pelas sociedades
ao longo do século XX. Da mesma forma, como a sociedade brasileira fez uso dessas
imagens, em diversos espaços de representação, como também, o seu uso pelas instituições
do estado, como observado pelas imagens acima, as quais, vem a atestar o seu caráter
testemunhal, seja percorrendo caminhos políticos ou culturais.

A relevância de estudos de imagens fotográficas escolares torna-se de grande valia quando


a partir destas observam-se permanências, reminiscências de um passado nas ações do
92
BOURDIEU, Pierre. O poder simbólico. Rio de Janeiro: Bertrand Brasil, 2010. p. 159.
presente desses grupos. Tendo em vista que, um olhar que percorre fotografias atuais da
escola encontra nas imagens de seu passado características e símbolos que estão presentes
em seus atos cívicos. Denotando que esses desfiles se formataram através de inúmeros
eventos consolidando uma memória cívica que se atualiza, porém, que esta intrinsecamente
envolvida por todos estes passados.

Ainda é importante resaltar que esta discussão não se encerra nesse artigo, tendo em vista a
capacidade polissêmica das imagens fotográficas, novas possibilidades de análise se
configuram.

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Reflexiones en torno a otras historias recientes en las prácticas estéticas
contemporáneas

Clarisa Fernández

Pertenencia institucional: IDIHCS (CONICET/UNLP)

Palabras clave: Teatro Popular de Sansinena - memorias - historias

Introducción

El presente trabajo intentará exponer una serie de reflexiones en torno a la configuración de


otras historias recientes en prácticas estéticas contemporáneas. Para hacerlo, se analizará la
práctica artística del Grupo de Teatro Popular de Sansinena, específicamente sus lógicas de
producción memorialísticas e identitarias, lo que arrojará luz sobre la posibilidad de
construcción de nuevas interpretaciones del pasado reciente, alejadas de aquellas que
remiten directamente a experiencias de pasados traumáticos. Proponemos abordar los
cuestionamientos que actualmente tienen lugar dentro del campo específico de la historia
reciente, sus límites e interpretaciones, a fin de observarlas en la práctica del teatro
comunitario. El análisis que sustenta estas reflexiones está basado en el estudio que
realizamos para la tesis de Maestría en Ciencias Sociales, titulada “Recuerdos, espejos y
lugares en el teatro comunitario argentino contemporáneo. Memoria colectiva, identidades,
y espacio público en las prácticas del Grupo de Teatro Popular de Sansinena (2010-2012)”.

Sansinena, paisanos y teatreros

Sansinena es un pueblo ubicado al noroeste de la Provincia de Buenos Aires, en el Partido


de Rivadavia, que cuenta con una población aproximada de 630 habitantes 93, incluyendo los
parajes rurales cercanos. Ubicamos al pueblo de Sansinena dentro de lo que Ratier (2009)
denomina como geografía marginal, un corpus de lógicas compartidas por varios poblados
bonaerenses del interior de la Provincia de Buenos Aires, atravesados por elementos

93
Según datos del CENSO 2010 del INDEC
comunes como la desaparición del tren, dinámicas de sociabilidad ligadas a la vida en el
campo, la preferencia por lo gauchesco, las resonancias folclóricas, la militancia asociativa
y la identidad pueblerina. Con sus matices y diferenciaciones, el pueblo de Sansinena forma
parte de los poblados marcados por la lucha contra el discurso de la desaparición de los
pueblos, conjugados bajo los emblemas de resistencia “Sansinena existe, venga y disfrute”
o “Sansinena, pueblo de amigos”, plasmados en los carteles que dan la bienvenida en la
entrada del pueblo. Por otra parte, se observan dinámicas de asociativismo local en las
modalidades políticas (cooperativas y comisiones), informalidad en las relaciones laborales
–con ciertos sesgos clientelares-, una marcada importancia de los rituales y las festividades,
y una fuerte tensión entre lo nuevo y lo viejo, lo de adentro (aquello que pertenece al
pueblo) y lo de afuera (lo externo al pueblo).

En el año 2006, María Emilia De la Iglesia, una joven sansinense de 29 años, luego de
finalizar sus estudios en Comunicación Social y actuación en la ciudad de La Plata, decidió
volver al pueblo y convocar a los vecinos para conformar un grupo de teatro vocacional. El
último propulsor del teatro en el pueblo había sido Osvaldo De la Iglesia, el padre de María
Emilia, quien falleció cuando ella contaba con once años; con él, se fue el teatro del pueblo.
El grupo de teatro vocacional, conformado mayoritariamente por vecinos que habían hecho
teatro con Osvaldo, representó durante los primeros dos años de funcionamiento obras de
autores consagrados como Los árboles mueren de pie, de Alejandro Casona, o La zapatera
Prodigiosa, de Federico García Lorca. En marzo del año 2009, para la celebración del
Centenario del pueblo, se estrenó Por los caminos de mi pueblo, la primera obra de
creación colectiva que narra la historia de Sansinena.

La actividad teatral comunitaria del grupo sansinense tiene una serie de particularidades
que la diferencian de otras expresiones teatrales, como los grupos de teatro independientes
o comerciales. En primer lugar, las lógicas de producción están guiadas por un criterio de
participación colectiva, en donde el relato se construye a partir de la puesta en común de
anécdotas, documentos, experiencias personales de los vecinos y vecinas del pueblo. Si
bien ese material luego es sistematizado y ordenado por la directora del grupo, la materia
prima de la obra es creada por los vecinos, quienes se transforman simultáneamente en
historiadores y guionistas de la historia local (Fernández, 2010).
La reconstrucción del proceso creativo a través del testimonio de los vecinos y el análisis
del guión teatral, aportaron herramientas que nos permitieron delimitar la existencia de
diversas operaciones de memoria e interpretaciones sobre el pasado en la historia
sansinense. Por los caminos de mi pueblo narra desde el surgimiento del pueblo de
Sansinena en el año 1910, hasta las inundaciones del año 2001, que aislaron al pueblo y
“casi lo hacen desaparecer bajo el agua” 94. Los temas indiscutidos que surgieron en las
charlas fueron: la llegada de los inmigrantes, el reparto de tierras, el reclamo histórico de
los caminos, el ferrocarril, la llegada de los parientes de Buenos Aires y las inundaciones.
Luego se agregaría una escena sobre la peluquería de Federico Rota -un personaje
emblemático del pueblo- y un juramento que le hacen los chicos a Sansinena, en la última
escena de la obra.

Memorias pueblerinas. Las narraciones de un YO colectivo

Las personas que conforman el grupo de teatro poseen un corpus compartido de


representaciones sobre su pasado, esto confirma que la memoria colectiva (Halbwachs,
1995) tiene como principal elemento los recuerdos compartidos. Los hechos que conforman
el relato de la obra son aquellos acontecimientos significativos que “no pueden faltar”, y
que son identificados por los vecinos actores como los que marcaron la historia del pueblo,
“los más fuertes”, “los más importantes”. En el proceso creativo, la transmisión de la
memoria fue una operación fundamental para la reconstrucción de la historia del pueblo,
que estableció nuevos parámetros de legitimidad sobre los cuáles se edificaron criterios de
verdad y realidad. Estos parámetros se erigen sobre valores de “respeto a los mayores” que
ya existían en la comunidad, y no se proponen como “alternos”. Sin embargo, “la verdad
que vale” es la de la experiencia vivencial, no la historia propuesta por los libros o los
saberes académicos; los adultos mayores eran aquellos portadores del conocimiento, y a los
cuales se recurría para delimitar “cómo fueron las cosas realmente”. Las historias de vida
fueron, junto con los aportes realizados en los talleres, la materia prima desde la cual se
estructuraron los hechos que constituyeron el relato.

94
Según los testimonios de muchos de los vecinos del pueblo
El carácter intergeneracional de la práctica teatral comunitaria forja una interacción
ineludible entre vecinos de diversas edades; este encuentro de edades es vivido en la
mayoría de los casos como un borramiento de las fronteras generacionales. Las personas
del grupo manifestaron “sentir que no hay edades, que todos podemos jugar como
chicos”95, que se produce una integración diferente, porque cada uno aporta desde su lugar;
se genera una adultización de los jóvenes y una infantilización de los adultos (Fernández,
2011). Multitemporal, denso, y cargado de múltiples dimensiones, el proceso de
transmisión de la memoria requiere necesariamente que aquello que recibe el sujeto pueda
ser impreso por sus propias huellas y mandatos (Dussel, 2001); es decir, que pueda
encontrar allí un espacio de reencuentro con el pasado desde su propio mundo de
significaciones (Hassoun, 1996). .

Dentro de los procesos de transmisión de la memoria, el ejercicio de reconstruir el relato a


través de la historia oral, aporta una mirada de gran riqueza y de historias a pequeña escala,
información a la cual no se tiene acceso de otra forma que no sea por el recuerdo de los
vecinos. Por otro lado, las memorias de cohorte (aquellas que se construyen
generacionalmente), son un elemento destacado en este proceso, durante el cual se va
construyendo un espacio de intercambio que pocas veces se da en otros ámbitos sociales.

Vinculados con rasgos nostálgicos que identificamos en el guión y las canciones de la obra
del grupo sansinense, la elección de géneros que apelan al humor, por medio de la
construcción de estereotipos exagerados, ridiculizaciones e ironías, está en consonancia con
el grupo de teatro que apunta a una reconstrucción histórica cuyo material se genera en tono
emotivo sobre el basamento de la experiencia vivida. La apelación al humor apunta a “decir
de un modo no confrontativo” aquello que puede generar alguna tensión. Si bien es un
recurso ampliamente utilizado por los grupos de teatro comunitario, en el caso del grupo
sansinense la sutileza con que se lleva a cabo se explica por la intención de matizar las
posibles reacciones que las críticas pudiesen despertar en las autoridades o en los mismos
vecinos.

El mito es otro rasgo presente en la construcción del relato teatral, que interviene como
herramienta de identificación apelando al imaginario construido por la comunidad.
95
Vecina de Sansinena y miembro del grupo de teatro (53 años)
Sabemos que éste organiza y estructura acontecimientos en función de valores, creencias y
concepciones de mundo (Lindón, 2000). Cuando el recuerdo es mitificado y cargado de
nostalgia, el pasado se ofrece como un refugio ante la situación actual, o un presente
concebido como desgraciado (Cuesta Bustillo, 1998).

Los actores y situaciones esbozados en la última escena de Por los caminos de mi pueblo,
cuando los chicos le hacen un “juramento” al pueblo, plantean una idea de futuro asociada
con la educación, la nacionalidad, el crecimiento del pueblo a través de la aparición de
nuevas instituciones, la llegada de tecnologías e infraestructura, las actividades culturales y
las redes de socialización activadas por éstas (entre ellas el teatro)96.

Omisiones, silencios y selecciones

Nuestra perspectiva de estudio sobre las operaciones de memoria - selecciones, omisiones,


censuras, reinterpretaciones, idealizaciones y diversos procedimientos memorialísticos
(Candau, 2008) -vincularon analíticamente esos procedimientos con procesos de
constitución identitaria, configurados por el corpus de valores de la comunidad, vinculados
con los sentidos de pertenencia y rasgos que conforman su identidad colectiva. El campo de
la historia reciente presenta una serie de interrogantes en torno mismo a su denominación, a
los límites que abarca como disciplina científica, la relación del investigador con el tema,
entre otros. Como destacan Franco y Levín (2007:31), este campo también llamado pasado
cercano, posee ciertas características que lo diferencian, en cuanto “entreteje las tramas de
lo público con lo más íntimo, lo más privado y lo más propio de cada experiencia (…) son
representaciones y discursos alimentados por vivencias y recuerdos personales,
rememorados en primera persona”. En la reconstrucción de este pasado que dialoga
permanentemente con el presente, la memoria juega un papel fundamental, porque es el
ejercicio memorialístico el que nutre las narraciones y relatos de los diversos actores que
componen el campo.

En esta primera caracterización general, observamos una clara disposición de las lógicas
del campo de la historia reciente, hacia la construcción de un conocimiento en donde el

96
Ver anexo
testimonio, la historia oral, y las operaciones de memoria son parte fundante de la
producción del conocimiento. Incluso la proliferación de nuevos productos y prácticas
culturales enmarcadas en la temática dan cuenta de este “auge memorialístico” 97 (Huyssen,
2000) que muchos autores señalan. ¿Cómo podemos pensar la práctica del teatro
comunitario en este marco de multiplicación de prácticas culturales que trabajan con la
memoria y la identidad?

Un rasgo propio de esta disciplina, afirman Franco y Levin (2007), es su propia


indeterminación. Dentro de los temas que atraviesan el campo, hay un fuerte predominio de
problemas vinculados a procesos traumáticos (dictaduras, masacres, etc.), aunque “no hay
razones de orden epistemológico o metodológico para que la historia reciente quede
circunscripta a eventos de ese tipo” (2007: 33). En esta línea, la práctica teatral del Grupo
de Sansinena estructura el relato en función del testimonio de la experiencia de los vecinos,
las interpretaciones y resignificaciones sobre el pasado dan paso a una narración cargada de
emotividad, en donde la oralidad es primordial, y las vivencias puntos cardinales que
marcan las dinámicas del relato. Es una práctica en donde el ejercicio de la memoria
colectiva abre la puerta a disputas y tensiones sobre la interpretación de un pasado
compartido, que según el caso del que se trate –ya que existen casi cincuenta grupos en el
país y cada uno construye los relatos según sus particularidades 98- abordará microhistorias
locales o grandes relatos nacionales.

Encontramos una serie de lineamientos y discusiones análogas que atraviesan el campo de


la historia reciente, y ciertas reflexiones que se nos presentan a los investigadores sobre
teatro comunitario en cuanto a su práctica. El papel legitimador de la experiencia que tiene
aquel que “vivió” la historia (Peris Blanes en Franco y Levin, 2007), configura parámetros
desde donde construir criterios de verdad. Aquí, el rol del investigador, deberá tener en
cuenta el lugar desde donde el sujeto está narrando esa historia, con la fuerte carga de
subjetividad y parcialidad que ello importa.

97
Vinculado también con el giro hacia el pasado señalado por Huyssen (2000), el cual estaría producido por
la pérdida de la fe en el progreso y de las expectativas sobre el futuro.
98
Cada uno de los casi cincuenta grupos que existen en Argentina, porta sus singularidades vinculadas a las
condiciones del territorio en el que se encuentra, las tradiciones y particularidades de su historia local.
Además cada uno trazó una trayectoria específica, delineando modos de funcionamiento, lógicas de
organización y gestión, y determinadas pautas que se considerarán prioritarias en el accionar del grupo.
¿Puede la actividad teatral comunitaria considerarse, en el caso del grupo sansinense, como
una manifestación estética que da cuenta de un proceso de historiografía reciente? En este
punto es necesario introducir elementos del debate que cuestiona el recorte de temáticas
que esta disciplina abordaría. Partimos de la siguiente cita de Alonso, quien reseña el texto
de Franco y Levin (2007) ya citado, y afirma:

“Quizá por una cuestión de escala de los fenómenos, quizá por la misma
variedad de las experiencias sociales, pueden existir grupos completos para los
cuales la dictadura no constituyera la fuente del trauma y ni siquiera se
considere traumático todo el período de las Dictaduras del Cono Sur” (Alonso,
2007: 196).
A esta reflexión, el autor agrega que para muchos sectores sociales, el reconocimiento del
trauma podría estar vinculado a muchos otros acontecimientos de la historia argentina, y no
precisamente a la dictadura, ya que fue configurada como tal (trauma) sólo para aquellos
que se identificaban con ciertas posiciones políticas, construyeron determinadas
representaciones y experiencias. En este sentido, si acudimos a los testimonios de los
vecinos del grupo de teatro, e incluso ahondamos en la reconstrucción del proceso creativo
de la obra de teatro Por los caminos de mi pueblo, el “trauma” aparece asociado
fundamentalmente con las inundaciones que azotaron al pueblo de Sansinena, la tristeza y
la desesperación por tener que abandonar sus casas, el recuerdo de los unimog que
ejecutaron la evacuación, y la noche en la que los que “se quedaron resistiendo” pudieron
evitar la entrada del agua al pueblo, cuyas salidas ya se encontraban anegadas.

La evocación de este hecho despierta en los vecinos llantos, recuerdos dolorosos,


inolvidables, el “peor momento de la historia del pueblo”, cuando se puso en jaque su
identidad, sus raíces, su lazo con la tierra (Fernández, 2012). Si recorremos los
acontecimientos que estructuran el relato, no hay ninguna alusión a la última dictadura
argentina, como a ningún otro proceso histórico que entreteja la estructura social desde la
cual pensar la historia local pueblerina. Son situaciones de tono cotidiano, otras expresan
ciertos reclamos históricos (como la falta de mejorado o asfalto que una al pueblo con las
localidades cercanas, o la falta de transparencia en la venta de las tierras que dieron origen
al pueblo).
La visión de la última dictadura militar es presentada por los vecinos como un hecho del
cual “no se sabía mucho”, o “sólo se sabía lo que los medios mostraban”. El aislamiento
geográfico del centro provincial, las operaciones de encubrimiento de los medios de
comunicación, las dinámicas características de los pequeños pueblos en donde “el afuera”,
que representa la ciudad, configura un imaginario de peligro y de distancia, parecería
asemejarse a la “sensación de ajenidad” que Alonso señala que algunos sectores de la
sociedad plantean en relación al tema de la dictadura.

“Al ser muy pequeño era como que no nos pasó a nosotros. No hubo chicos
desaparecidos como en otros pueblos (…) no tocó directamente a la familia de
Sansinena. Se sufrió al nivel nacional porque fue un desastre. Si bien la
información era como que ellos hacían ver que los militares estaban
reprimiendo por el bien de la nación, y uno no estaba tan informado, entonces
ahora sé más verdades que antes. Si hubiera estado más informada hubiera
sufrido más. Circulaba el “algo habrán hecho”, igual decíamos que estaba mal,
pero no se sufrió mucho en esta zona. No así en Trenque Launquen que hubo
desaparecidos…” (Edith Carmen Bello, 62 años, sansinense)
De esta forma se produce un desligamiento entre la historia nacional y la regional, una
ruptura en la percepción de la historia, que separa lo que les pasó a ellos en la ciudad con
nuestra historia como pueblo, como si los procesos sociales circularan escindidos unos de
otros.

“Yo no estaba en esa época acá, yo lo noté más cuando estudiaba en Lincoln,
que había que cuidarse mucho, te pedían documento en cualquier lugar, o salías
a bailar y de repente entraban a pedirte documento. Pero acá no recuerdo que
haya pasado nada. Como comentarse sí, que ocurría en Bs As, con todo este
tipo de secuestro y extorsiones, y que se mataba y desaparecía gente, y los hijos
de desaparecidos que es lo mismo que se comenta ahora... pero era como algo
que no nos tocaba. Ocurría en Bs As, acá no…” (María Delia Albín ,54 años,
sansinense)
“La verdad yo en la dictadura, en el 76 tenía 13 años, hasta el 83, nunca
sentimos nada. Nunca escuché a nadie decir estamos molestos con esto. Nunca
escuché a nadie ponerse en la piel de esa gente que perdía hijos, nietos. Porque
no lo sabíamos, no nos llegaban. Pero creo que el común de la gente no sabía
qué pasaba. De hecho no hay que olvidarse que en el 82 salimos todos a la
calle chochos porque habíamos recuperado Malvinas, y yo creo que fue un
error imperdonable de la sociedad argentina. Pero nos dimos cuenta después
(…) Son errores que la historia te los hace pagar. Pero en eso yo no voy a sentir
culpa, yo no sabía, te empezás a enterar después. Y lamentablemente después
de tantos años de democracia vos tenés que escuchar: “y, vivíamos más
tranquilos” (…) Y está mal decir esas cosas, porque estábamos viviendo
dictadura y faltaron 30.000 tipos” (Arsenio Adrián Ghiorzi, 47 años,
sansinense)

En esta “comunidad orgánica” que parece ser Sansinena, muchos de los vecinos reconocen
un “despertar” de los últimos años en relación a la memoria del pasado reciente. Parecería
ser un discurso que lentamente se traspasa del ámbito privado al público, siguiendo un
proceso de re-descubrimiento y reflexión que de alguna manera se está viviendo más
ampliamente a nivel país. Como señala Jelin (2002), los momentos de habilitación en
relación a la memoria dependen en buen grado de coyunturas específicas de apertura
política. En el caso de los pueblos, los debates que se dan sobre las temáticas específicas
referidas a la última dictadura parecen llegar con retraso, al igual que muchos otros
procesos sociales. El teatro comunitario es un espacio que habilita estos debates, pero su
construcción de carácter colectivo, establece que los contenidos a discutir tengan que ver
particularmente con las problemáticas que los vecinos sienten que les dan identidad como
comunidad. En esta selección, entonces, las omisiones tienen un gran peso a la hora de
examinar qué versión del pasado se quiere representar. Las obras de teatro vienen a generar
un doble proceso: por un lado, una ruptura en ciertos discursos que ponen en cuestión
estructuras del sentido común a través de la reflexión en torno a hechos históricos
considerados “indiscutibles” o “tabú”. Por otro lado se reproducen estas mismas
estructuras, omitiendo aquello que nunca formó parte de la historia local, como fue la
última dictadura (Fernández, 2011).

La “cuestión política” y algunas preguntas pendientes

El abordaje analítico de experiencias estéticas que abordan representaciones de la historia


reciente en sus producciones, permite abrir una serie de preguntas que, en el caso del
presente trabajo, admiten plantear algunas reflexiones, tanto en relación a la práctica del
grupo de Sansinena, como a los debates en torno a la configuración del campo disciplinar
en cuestión.
En primer lugar, si consideramos que la práctica teatral comunitaria trabaja específicamente
con los testimonios de los vecinos, reconstruyendo la historia local a través del lente
identitario que configura las lógicas e imaginarios de la comunidad, podemos caracterizar
esta actividad artística dentro de un corpus de manifestaciones que dan cuenta de un
pasado cercano, o reciente. Si circunscribimos los problemas que este campo aborda a los
procesos traumáticos generados por las situaciones dictatoriales, tragedias o masacres,
encontramos un desfasaje que, en el caso del grupo sansinense, desplaza este relato por
otros que marcaron más fuertemente la historia local, como lo fueron las inundaciones. ¿No
se trata entonces, de una práctica que trabaja con la historia reciente? Desde la perspectiva
de aquellos que consideran que “la historia de la historia reciente es hija del dolor” (Franco
y Levin en Alonso, 2007 : 195), ciertamente no.

Sin embargo, sabemos que si el campo de la historia reciente se encuentra efectivamente en


construcción, difícilmente podemos cerrar la puerta a nuevas propuestas estéticas que no
sólo trabajan apelando a la memoria, la historia oral y la experiencia vivida, sino también
que comportan nuevos anclajes cargados de emotividad, e instauran modos de percibir el
pasado, promueven la disputa por su interpretación, y crean nuevos canales de expresión de
la historia local. Desde otra perspectiva, incluso la omisión de la dictadura como
acontecimiento significativo de la historia del pueblo en el relato teatral, puede aportar
pautas en torno a cómo se percibió el terrorismo de Estado en geografías alejadas de las
grandes ciudades, de qué modo eran procesadas las informaciones a través de los medios, y
cómo operaron los mecanismos de clandestinidad y silenciamiento en las lógicas
específicas de estos pueblos pequeños.

Tal como afirma Alonso (2007: 203), “todo campo historiográfico es una construcción
política”. De allí sobrevendrán los criterios que circunscribirán los temas y problemas que
el campo aborde. Del mismo modo, las prácticas estéticas configurarán determinadas
estructuras discursivas y estéticas, que instituirán posturas diversas en función de las
decisiones políticas que las atraviesen. En el caso del Grupo de Teatro Popular de
Sansinena, al tratarse de una construcción colectiva que surge de los mismos vecinos, la
propuesta estética representará su historia local, su historia reciente, a partir de valores
compartidos que estructuren la vida de la comunidad (Yerushalmi, 1989). Allí tiene
protagonismo una experiencia vivida en donde la llamada “Revolución Libertadora”, la
última dictadura militar, o la crisis del año 2001 no tienen lugar. Lo que no significa que
esta narración localista construya un discurso reaccionario, que niegue la importancia
jurídica y moral del trabajo de las organizaciones de los derechos humanos, o esté a favor
de una política represiva.

La especificidad de la práctica teatral del grupo de Sansinena, su ubicación geográfica, las


pautas de sociabilidad y lógicas cotidianas que estructuran los vínculos entre los vecinos, y
los valores y tradiciones que guiaron los criterios de selección en el proceso memorialístico,
dan cuenta de la gran heterogeneidad que podemos encontrar en las prácticas estéticas que
trabajan con el pasado reciente, y la complejidad que ellas envisten en cuanto a
posicionamientos políticos. El reconocimiento de esta diversidad puede quizá colaborar en
la reflexión en torno a los criterios mismos que delimitarán los “objetos” de la historia
reciente, ampliando los debates en torno a su construcción, y generando tomas de posición
claras desde la cuales analizar los fenómenos de la realidad.

Bibliografía

*Alonso, Luciano (2007). Sobre la existencia de la historia reciente como disciplina


académica. Reflexiones en torno a la Historia Reciente. Perspectivas y desafíos de un
campo en construcción., compilado por Marina Franco y Florencia Levin. Revista
Prohistoria, año XI, Número 11. (pp.191-204)
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del Sol.
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Bustillo, J. Memoria e historia. Madrid: Marcial Pans Librero.
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Memorias en presente. Identidad y transmisión en la Argentina posgenocidio (págs. 65-95).
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Volumen 1, Número 31 de invierno.
*Fernández, Clarisa (2012). Recuerdos, espejos y lugares en el teatro comunitario
argentino contemporáneo. Memoria colectiva, identidades, y espacio público en las
prácticas del Grupo de Teatro Popular de Sansinena (2010-2012). Tesis de Maestría en
Ciencias Sociales, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP.
*Franco, Marina & Levín, Florencia (2007). “El pasado reciente en clave historiográfica”.
En Franco, M. & Levín, F. (comps.) Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un
campo en construcción (págs. 31-65). Buenos Aires: Paidós.
*Halbwachs, M. (1995). Memoria colectiva y memoria histórica, Reis: Revista española de
investigaciones sociológicas, Nº 69, pp. 209-222 (Traducción de un fragmento del Capítulo
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*Hassoun, Jaques (1996). Los contrabandistas de la memoria. Buenos Aires: Ediciones de
la Flor (selección)
*Huyssen, Andreas (2000), En busca del tiempo futuro, Puentes, Año 1, N°2, diciembre,
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*Jelin, Elizabeth (2002). Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo Veintiuno (cap. 2 y 7)
*Lindón Villoria, Alicia (2000). “Del campo de la vida cotidiana y su espacio temporalidad
(una presentación) en Lindón (comp.) La vida cotidiana y su espaciotemporalidad.
Barcelona: Anthropos/ Colegio Mexiquense/ CRIM-UNAM.
*Ratier (2009). Poblados Bonarenses, vida y milagros. Buenos Aires: La Colmena.
*Yerushalmi, Y. (1989). Usos del olvido. Buenos Aires: Nueva Visión.

ANEXO

Última escena de la obra Por los caminos de mi pueblo: El juramento.

Micaela: Seño, nosotros los chicos y las chicas hicimos este juramento para el centenario:
Chichita: bueno, los escucho…

JURAMOS AYUDAR AL PUEBLO, Y A DEFENDERLO FRENTE A CUALQUIER


PROBLEMA
JURAMOS CUIDARLO PARA QUE ESTÉ SIEMPRE LINDO
JURAMOS MEJORAR SUS INSTITUCIONES, Y QUE EL PUEBLO BRILLE EN
TODO MOMENTO
JURAMOS NO PELEARNOS ENTRE POBLADORES Y SER SIEMPRE AMIGOS
ENTRE TODOS
JURAMOS MANTENER VIVO EL RECUERDO DE TODAS LAS GENERACIONES
QUE VIVIERON Y VIVEN AQUÌ.
POR NUESTROS ANCESTROS, POR NUESTROS ABUELOS, POR NUESTROS
PADRES Y POR EL FUTURO DE NUESTROS HIJOS.
SI! JURAMOS

¿Y ustedes juran??
Después entran los grandes. ¡¡Si juramos!!
La fotografía en la reconstrucción del pasado reciente. Análisis de la foto El dictador
Videla reza en una misa en la Capilla Stella Maris, 1981, de Eduardo Longoni

Federico Iglesias

Pertenencia institucional: Universidad Nacional de General Sarmiento

Palabras clave: imagen – dictadura militar – fotoperiodismo

La fotografía en la reconstrucción del pasado reciente:


Los avatares del significado histórico de una imagen

El dictador Videla reza en una misa en la Capilla Stella Maris, 198199.


“Yo odiaba a Videla, y tenerlo tan cerca de mí me producía
horror. La cámara, como tantas veces, ofició de escudo, me
separó de lo horrible de la situación y me permitió
eternizarla.”
(Eduardo Longoni100)

99
Del fotógrafo argentino Eduardo Longoni.
100
Testimonio del fotógrafo sobre el momento en que tomó la fotografía. Comunicación personal vía correo
electrónico.
INTRODUCCIÓN

“La verdadera imagen del pasado pasa súbitamente. Sólo en la


imagen, que relampaguea de una vez para siempre en el instante de
su cognoscibilidad, se deja fijar el pasado. […] Puesto que es una
imagen irrevocable del pasado, que corre el riesgo de desvanecerse
para cada presente que no se reconozca en ella.”

Walter Benjamin, Sobre el concepto de la historia101.

La fotografía tiene el poder de evocar distintos sentidos a partir del significado


abierto que constituye su imagen en tanto producción cultural. Esta apertura del significado
habilita la coexistencia de sentidos en pugna por constituir una imagen significante de una
historia, así sea personal o social. El presente trabajo hace foco, desde una perspectiva
histórica, en las estrategias y formas en las que la fotografía El dictador Videla reza en una
misa en la Capilla Stella Maris, 1981 de Eduardo Longoni se entrelazan con la historia de
la última dictadura militar que asoló al país entre 1976 y 1983. Proponemos pensar dicho
período a partir del análisis y “lectura visual” de esta foto, para indagar en las maneras en
las que a partir de una misma imagen fotográfica se van conformando diversas
construcciones de sentido en determinados discursos y momentos históricos. Esto nos
permitirá explorar la polisemia de la foto a partir de una mirada que se constituye como tal
atravesada doblemente por los contextos de producción y lectura de la fotografía. Es
precisamente esa polisemia el rasgo fundamental de la imagen fotográfica entendida en
términos históricos, y es allí donde radica el poder simbólico de la misma. En este sentido,
se indagará sobre las condiciones de producción de dicha fotografía (en qué contexto fue

101
Benjamin Walter (2007) Conceptos de filosofía de la historia – 1ª. ed. – La Plata: Terramar Ediciones. p.
67.
tomada, en qué medios se publicó, etc.), centrando el análisis en su trayectoria, es decir, en
los diversos contextos y soportes en los que fue reproducida, para comprender los
significados cambiantes y contradictorios que la misma asume en diferentes momentos.
Para ello se focalizará el análisis en las estrategias formales y discursivas de la foto para
construir una interpretación de la historia que narra o que intenta reponer desde tal o cual
perspectiva teórico-política.

Atendiendo a lo planteado hasta aquí, el trabajo analiza algunas de las complejas


relaciones entre imagen, política y estudios históricos tomando como eje principal el
significado histórico que la foto irá adquiriendo en determinados contextos. Para ello en
primer lugar se revisarán, desde diversos ángulos y disciplinas, una serie de estudios
clásicos sobre los usos sociales de la imagen y sobre la fotografía como documento
histórico, para de esta manera construir una aproximación multidimensional de la imagen
fotográfica en términos teóricos.

A partir de aquí, y en segundo lugar, se analizarán las dimensiones técnicas y


compositivas de la foto, tomando como referencia la propuesta metodológica desarrollada
por Javier Marzal Felici (2007) quien matiza las orientaciones historicistas o sociológicas y
propone un análisis a partir de la composición visual de la fotografía. Esta propuesta
metodológica permite identificar los significados que aporta cada elemento compositivo a
los fines de plantear una lectura visual de la imagen, haciendo énfasis en las condiciones de
producción de la fotografía, así como en la materialidad del “texto fotográfico”.

Por último, se examinará el rol de la fotografía de prensa, y en particular de ésta


foto, en la construcción de un discurso periodístico de legitimación del régimen militar,
para referir al discurso del que formaba parte nuestra fotografía y así dotarla de su
“significado inicial”. Este es el punto de partida de un derrotero de significados y lecturas
que la foto irá adquiriendo en los avatares de la transición democrática y al calor de los
posteriores procesos político-sociales del país. En este sentido se indagará acerca de cómo
estos significados y lecturas se entretejen en la reconstrucción del pasado reciente, dotando
a la foto de un potencial documental y simbólico poco frecuentado por los historiadores.
1. Usos sociales de la imagen: la fotografía como documento histórico.

Con su irrupción a mediados del siglo xix102, y su creciente masificación a partir de


la segunda mitad del siglo xx, la fotografía fundó un nuevo campo de la percepción humana
y de esta manera transformó radicalmente las relaciones de los hombres con la
representación de su contexto, sus semejantes y sí mismo; así como sus relaciones con la
memoria, la interpretación del pasado y la construcción de la “realidad”. Algo análogo a lo
que representó la imprenta desde su invención por Gutenberg en el siglo xv, vendría a
encarnar la reproducción mecánica de las imágenes a través de la cámara fotográfica
primero, y cinematográfica después. En el terreno del arte, por ejemplo, Walter Benjamin
sostiene que a partir entonces “los artistas empiezan a debatir sobre su valor artístico. La
fotografía produjo la eliminación del gran oficio de los retratistas en miniatura. Esto ocurre
no sólo por razones económicas. Las primeras fotografías eran superiores artísticamente a
los retratos. La razón técnica reside en el tiempo de exposición a la luz, que requería una
gran concentración en el retratado. La razón social reside en que los primeros fotógrafos
pertenecían a la avantgarde y que sus clientes venían, en su mayor parte, de ese ambiente.
(…) Cuando el impresionismo tuvo que hacer sitio al cubismo, la pintura creó un nuevo
dominio donde, en un principio, la fotografía no podía seguirla. 103” Sin embargo la
fotografía no sólo pudo seguir a la pintura en la búsqueda de un esteticismo que se alejara
de la representación llana y simple de la realidad, (Cartier Bresson y Man Ray son ejemplos
de ello) sino que a partir del desarrollo de las distintas tecnologías de captura y edición de
la fotos, –desde las cámaras que toman fotos panorámicas a las que tienen software
incorporados con diferentes efectos visuales y estéticos–, pareciera que la fotografía no solo
pudo seguir a la pintura en dicho recorrido, sino que parece incluso haberla superado.

En este sentido, el crítico y escritor John Berger –autor de una prolífica obra de
estudios sobre la imagen y la mirada– señala que hacia mediados del siglo xx la fotografía
102
Curiosamente, el mismo año en el que Louis Daguerre difundía al mundo el proceso conocido como
“daguerrotipo”, hecho por el cual algunos historiadores consideran el año 1839 como el “año cero” de la
fotografía propiamente dicha, un personaje central de ese siglo, –Carlos Marx– alcanzaba la mayoría de edad.
103
Benjamin, W. (2012). “Daguerre o los panoramas” en “París, capital del siglo XIX (1935)” en El Paris de
Budelaire, Bs. As. Eterna Cadencia Editora, 2012 pp. 50-51.
llegó a ser “el modo dominante y más ‘natural’ de remitirse a las apariencias” (Berger,
1998: 68). Sin embargo, este autor sostiene que ese momento en el que se creyó en la
fotografía como el método más transparente y más directo de acceder a lo “real” fue breve,
ya que la misma veracidad del nuevo medio dio paso a su uso deliberado como instrumento
de propaganda, tal como lo demuestra por ejemplo, el uso que los nazis hicieron
sistemáticamente de la fotografía como medio de propaganda y agitación política, o a través
de los procedimientos con los que, según veremos más adelante siguiendo a Roland Barthes
(1992), se “manipula” el sentido una fotografía.

Estos múltiples sentidos de la fotografía permiten diferentes usos que están ligados,
según John Berger (1998), al proceso de consolidación del capitalismo industrial en el siglo
xx, por un lado, y a las relaciones que la fotografía estableció con la memoria y con la
experiencia social a la que ésta va asociada. Al respecto, Benjamin afirma que “la
fotografía amplía enormemente el alcance de la economía de mercancías al ofrecer en el
mercado y en cantidades ilimitadas figuras, paisajes, sucesos, que habían sido valoradas o
que solo podían valer como pinturas para un solo cliente. Para aumentar la facturación, la
fotografía fue renovando sus objetos, haciendo cambios en la técnica de las tomas, que
decidirán su historia posterior”104. La prensa masiva primero, ilustrando y connotando
noticias a través de la selección del tipo de fotos que publica en sus páginas, junto a la
autonomización del propio campo de la fotografía y su deriva de utilización política y
comercial, pero también familiar y privada, contribuyeron a colocar a la imagen, cada vez
con mayor intensidad y desde diversos lugares, en el centro de la escena social. A partir de
las transformaciones económicas, políticas y culturales del contexto histórico en el que la
fotografía es tomada, pero también “leída”, se desarrollan diversas perspectivas, enfoques e
interpretaciones que ponen de manifiesto el carácter histórico de toda fotografía y su
significado. El uso que destaca Berger es eminentemente político al proponer una re-
significación de las imágenes fotográficas y de toda obra visual, a través de un nuevo
“modo de ver” desprendido de todo tipo de mistificación y academicismo que obturan el
significado de esas imágenes y restringen de este modo su acceso e interpretación a un
reducido grupo de especialistas (Berger, 2002) –paradójicamente él es uno de ellos. De esta
manera la reproducción mecánica de las imágenes, tal como planteara pioneramente Walter
104
op. cit. p. 51.
Benjamin105, permite la democratización de las mismas, desde el momento en el que los
sujetos pueden reapropiarse de una imagen o de una parte de ella y re-significarla a partir
de su utilización en diferentes medios y contextos.

La fotografía es una imagen de la memoria captada por un ojo mecánico que la fija
en un instante arrancado a su temporalidad. Sin embargo, lo que la fotografía no puede
“retener” ni fijar en sí misma –como sí puede hacerlo la memoria– es el significado que
asumen esas “apariencias atrapadas” que la componen. En palabras de John Berger: “las
fotografías no narran nada por sí mismas. Las fotografías conservan las apariencias
instantáneas” (Berger, 1998: 71). En el caso de nuestra fotografía, como veremos más
adelante, esas apariencias instantáneas sólo cobran relevancia y alcanzan espesor histórico
en la medida en que su interlocutor participe de alguna manera en la historia de la que
dichas apariencias fueron arrancadas.

Ahora bien, no todas las fotografías tienen la misma significación y estructura. Una
fotografía familiar es diferente a una fotografía publicitaria, aunque la primera pueda ser
utilizada en la segunda. Nuestra fotografía tiene la particularidad de ser una fotografía
periodística, y tal como afirma Roland Barthes la fotografía periodística es un mensaje sin
código, es decir, el mensaje fotográfico es un mensaje continuo, es algo así como una
representación analógica de la realidad que no es la realidad misma pero sí alcanza una
perfección analógica respecto de ella. Sin embargo, “es evidente –sostiene Barthes– que
incluso desde el punto de vista de un análisis puramente inmanente, la estructura de la
fotografía no es una estructura aislada; se comunica por lo menos con otra estructura, que
es el texto (título, leyenda o artículo) que acompaña toda fotografía periodística”. El
análisis estructural que propone Barthes, quien identifica dos estructuras separadas pero
concurrentes en toda fotografía periodística, obliga a estudiar cada una de esas estructuras
por separado, para entender en su complementación la índole del mensaje que busca
transmitir. La singularidad de este mensaje radica en su doble contenido: un mensaje
105
Benjamin, W. (2007) “en la época de la reproducción técnica de la obra de arte lo que se atrofia es el aura
de ésta. El proceso es sintomático; su significación señala por encima del ámbito artístico. Conforme a una
formulación general: la reproducción técnica desvincula lo reproducido del ámbito de la tradición. Al
multiplicar las reproducciones instala su presencia masiva en el lugar de una presencia irrepetible. Y
confiere actualidad a lo reproducido al permitirle salir, desde su situación respectiva, al encuentro de cada
destinatario. (cursiva en el original) Ambos procesos conducen a una fuerte conmoción de lo transmitido, a
una conmoción de la tradición, que es el reverso de la actual crisis y de la renovación de la humanidad” p.
152.
denotado que es la imagen analógica en sí (escena, objeto, paisaje); y un mensaje
connotado que es la manera como la sociedad hace leer, en cierta medida, lo que piensa.

La existencia de estos dos tipos de mensajes, uno objetivo o denotado, y otro


subjetivo o connotado, constituye lo que Barthes denomina “paradoja fotográfica”: decir
todo sin decir nada. El modo de imbricación de ambos mensajes es la clave para
comprender la significación que asume la fotografía en su contexto de publicación y sus
derivas posteriores. Y es precisamente la connotación de la imagen, a través de diversos
procedimientos, –trucaje, pose, fotogenia, esteticismo, la sintaxis de la imagen, o los
objetos que focaliza– lo que puede “torcer” u orientar el significado de esa imagen
analógica, sin código, de la realidad, en tal o cual sentido ideológico o político,
dependiendo del contexto histórico en el que circula. En este sentido, el texto que
acompaña la fotografía periodística es central al momento de identificar dichos
significados. El título que lleva la foto aquí analizada es el que aparece en el libro
fotográfico Violencias, publicado en el año 2006 por la Secretaría de Derechos Humanos de
la Ciudad de Buenos Aires. Ese título hubiese sido difícil de encontrar en el momento de su
publicación, en tanto foto periodística de diversos medios gráficos del momento en el que
fue tomada, y sin embargo, dos años después la foto fue exhibida en la tercera muestra El
Periodismo Gráfico Argentino (de la que nos ocuparemos en el tercer apartado) con el
título de “30.000”, en consonancia con la consigna que por entonces cobraba fuerza 106. La
misma foto, varios sentidos opuestos, construidos en relación a un “texto visual” de
referencia.

Esta doble paradoja de la fotografía, es decir, la de ser algo que fue, que ha sido,
pero también que es, en el ahora en el que se la mira, y la de ser imágenes
irremediablemente mudas, es decir, que nos dicen todo y sin embargo no dicen nada,
106
Hacia fines del año 1983 la consigna de “aparición con vida de los 30.000 desaparecidos” se instala
definitivamente como una de las principales consignas de la lucha de los organismos de derechos humanos.
En este sentido, en septiembre de 1983 los artistas Rodolfo Aguerreberry, Julio Flores y Guillermo Kexel les
proponen a Madres de Plaza de Mayo “realizar 30.000 imágenes de figuras humanas a tamaño natural
realizadas por todas las entidades y militantes de distintos sectores que coincidan en reclamar por los derechos
humanos.” La cita pertenece al documento que dichos autores presentaron a las Madres y fue extraído del
libro El siluetazo, compilado por Ana Longoni y Gustavo Bruzzone, que presenta una serie de análisis y
documentos sobre la práctica artístico-política conocida como El Siluetazo realizada durante la III Marcha de
la Resistencia el 21 de septiembre de 1983, una convocatoria multitudinaria que otorgó una potente
visibilidad a la lucha de dichas organizaciones y a la consigna por la aparición con vida de los 30.000
desaparecidos.
obliga al historiador a descifrar la clave de esa paradoja. A través del relato del que la hacen
formar parte, los historiadores leen las imágenes para explicar las representaciones en su
contexto histórico. En sintonía con esto, John Berger insiste en que “si queremos restituir al
contexto de la experiencia, de la experiencia social, de la memoria social, hemos de
respetar las leyes de la memoria. Hemos de situar la fotografía impresa de forma que
adquiera algo del sorprendente carácter decisivo de aquello que fue y es” (Berger, 1998:81)
Es decir, tender un puente que actualice en su recorrido las transformaciones que jalonaron
sus diversos significados sin por ello vaciarla de contenido actual. No existe una sola
manera, plantea Berger, de acercarnos a ese contexto. Podemos hacerlo desde numerosos
puntos de vista o estímulos que convergen en la imagen que tenemos delante. Aquí se
juegan las motivaciones políticas, estéticas, ideológicas e historiográficas propias del oficio
del historiador. Cuanto más “potente” sea la imagen, con todo el riesgo de relatividad y
esteticismo que implica ese término, más fructífero resultará el trabajo del historiador que
busca restituir ese contexto. Si la fotografía es una “huella del pasado 107”, cuánto más nítida
sea, mejor podremos seguir su trayectoria hasta acercarnos a ese pasado que buscamos
descifrar.

En el caso de nuestra fotografía, la misma es de una potencia tal, que la denotación


es casi connotativa de ese contexto que se restituye en el recorrido visual que propone la
toma. Los tres pilares que daban sustento ideológico al régimen, Díos Patria y Familia,
aparecen claramente representados en la fotografía. En el caso del primero, la figura del
obispo y el ámbito eclesiástico; en el caso del segundo los militares adustos –uniformados y
de civil–; y el último, pese a la ausencia femenina en la foto –que abriría todo un campo de
análisis desde la perspectiva de género–, la imagen de la familia se condensa en el niño que
recibe la comunión, en el que la prolijidad de su cabello, el brillo de sus zapatos y la
pulcritud de su vestimenta delatan la dedicación de una madre –y/o niñera– “como Dios
manda”. En tanto documento histórico esta foto nos ofrece un marco y un fresco de época
en ese niño que recibe la hostia, y en el militar con sable y uniforme de guerra que cierra la
imagen por izquierda. Videla está de civil, y a poco de convertirse en ex presidente de la
107
Es interesante en este sentido el planteo de Ludmila Da Silva Catela, acerca de pensar a las fotos como se
piensa la memoria, en la medida en que éstas habilitan representaciones actuales acerca del pasado. Por su
parte, tanto Elizabet Jelin en Los trabajos de la memoria; como Paul Ricoeur en Historia, Memoria, Olvido;
hablan de “huellas” para referirse a la memoria, y en este sentido se podría asociar a la fotografía a las
“huellas mnémicas” del psicoanálisis freudiano. (Agradezco esta observación al Prof. Juan Gandulfo).
república, pero otro uniforme se adelanta detrás de su gesto de cristiano luego de haber
comulgado. En otro nivel, e insertando la foto en un conjunto de documentos, podría
simbolizarse a través de ésta, las connivencias de la jerarquía eclesiástica con el régimen
militar en la construcción de una imagen que el régimen quería construirse de sí mismo,
para reafirmar los valores morales e ideológicos que sostenía por medio del terror, como
veremos en el tercer apartado. Claro que para ambas operaciones la foto en sí misma no
dirá nada, (más allá de las intencionalidades políticas que pudo haber tenido el fotógrafo al
momento de tomarla) sino que habrá que ponerla en diálogo con un contexto, es decir, con
un conjunto de documentos y testimonios que refuerzan las lecturas de la imagen en los
diferentes sentidos posibles. Esto lo haremos en el tercer apartado. Antes de ello, creemos
necesario, como se afirmó al comienzo, realizar una “lectura visual” de la imagen en
términos técnicos y compositivos.

2. Leer la fotografía, o cómo interpretar la mirada

La imagen fotográfica, en tanto lenguaje visual108, requiere para su análisis


exhaustivo la implementación de una determinada metodología que implique la elaboración
de una serie de categorías y niveles de lectura a partir de los cuales dar cuenta de las
diferentes dimensiones que lo conforman. Como se mencionó en la introducción, las
orientaciones historicistas o sociológicas de la interpretación fotográfica ponen el foco en
aspectos que trascienden la materialidad la foto a analizar. Sin negar la importancia de tales
aspectos, es preciso tener en cuenta los elementos “sintácticos”, es decir los elementos
básicos constituyentes de la imagen que cobran significado en su combinatoria al momento
de “leer” la fotografía.

108
Tomamos este concepto de D.A. Dondis, quien afirma que “el modo visual constituye todo un cuerpo de
datos que, como el lenguaje, puede utilizarse para componer y comprender mensajes situados a niveles muy
distintos de utilidad, desde la puramente funcional a las elevadas regiones de la expresión artística. Es un
cuerpo de datos compuesto de partes constituyentes, y de un grupo de unidades determinadas por otras
unidades, cuya significancia en conjunto es una función de la significancia de las partes.” Dondis, Donis A.
La sintaxis de la imagen. Introducción al alfabeto visual. Editorial Gustavo Gill, Barcelona, 2002. p. 11.
En este sentido, la propuesta metodológica de Javier Marzal Felici –quién por cierto
aclara que no es inédita ni inventada por él– matiza dichas orientaciones y plantea una
lectura visual de la imagen atendiendo a la materialidad del “texto fotográfico”. En palabras
del autor, “nuestra aproximación analítica al estudio de la imagen fotográfica se basa en el
análisis textual de la fotografía, sin dejar de lado las valiosas informaciones que nos ofrece
el conocimiento del autor (datos biográficos), del contexto político, social y económico
(enfoque histórico, sociológico y económico), del estudio de la evolución de la tecnología
(perspectiva tecnológica) o de las condiciones de producción, distribución y recepción de la
obra fotográfica” (Marzal Felici, 170) Algo así como desarmar la foto en sus elementos
compositivos para reconstruir una sintaxis visual de la imagen. Para ello el autor plantea
cuatro niveles de análisis que van desde la materialidad de la obra y su relación con el
contexto histórico cultural, hasta la intencionalidad enunciativa de la foto; que posibilitan
luego una interpretación global del texto fotográfico de carácter más subjetivo.

El primer nivel de análisis es el nivel contextual a través del cual se busca obtener la
mayor información sobre la foto, su autor, su época, lo que se escribió sobre ella, la cámara
con la que se tomó, el soporte en el que apareció publicada originalmente, etc. Al segundo
nivel de análisis lo denomina nivel morfológico y éste se centra en aspectos como el punto,
la línea, el plano, el espacio, el color, etc., cuya totalidad otorga a la foto una dinámica
particular. En tercer lugar aparece el nivel compositivo en el que se analiza la forma en la
que se relacionan los elementos del segundo nivel (morfológicos) “desde un punto de vista
sintáctico, conformando una estructura interna en la imagen. Por último, el nivel
enunciativo de la imagen pone el acento en el estudio de los modos de articulación del
punto de vista, es decir un análisis de la mirada enunciativa con la que es tomada la
fotografía ya que esta transmite una determinada visión del mundo. (Marzal Felici, 2007).
En este apartado se pondrá el énfasis en los tres primeros niveles, (contextual, morfológico
y compositivo) mientras que en el tercer apartado se analizará el nivel enunciativo y se
ensayará una interpretación general de la fotografía.

En lo referido al nivel contextual, la fotografía fue tomada por Eduardo Longoni, el


24 de marzo de 1981 –el último año del gobierno de Videla y el anteúltimo de la
dictadura–, en la Capilla Stella Maris, en una misa en conmemoración por los cinco años
del Golpe de Estado y en homenaje a las “víctimas de la subversión”. Los reporteros que se
ven al fondo de la imagen, y los que pueden adivinarse de este lado, dan un indicio de que
la misa tuvo una amplia cobertura en la prensa gráfica. Es importante tener en cuenta los
datos biográficos del fotógrafo, ya que esto contribuye a entender algo del significado
polisémico de la foto. Eduardo Longoni nació en Buenos Aires en 1959, es decir que era
una persona joven al momento de tomar la foto. Según testimonio del fotógrafo, la foto la
tomó “a dos años de haber empezado a trabajar como fotógrafo en la Agencia Noticias
Argentinas, pero además estudiaba Licenciatura en Historia, y sabía que estaba gestando
documentos valiosos para otro tiempo.” Es interesante esta afirmación porque nos advierte
que la composición de la foto apuntaba a un sentido que en el momento no podía expresar,
así como de la intencionalidad política del fotógrafoy el talento estético con el que
compone la imagen. Luego de cursar tres años de Licenciatura en Historia en la UBA
Longoni comenzó su actividad profesional como fotógrafo en la Agencia Noticias
Argentinas, (agencia para la que trabajaba al momento de tomar esta fotografía) en la cual
llegó a desempeñarse como editor de fotografía. El dato biográfico ofrece de este modo
indicios que pueden orientar la mirada de la fotografía en su contexto original, puesto que
la cámara actúa en este sentido como una prolongación del ojo del fotógrafo.

La foto fue publicada en diferentes medios periodísticos cuando fue tomada en


1981, y en el año 1983 –con el título de “30.000”– en la tercera muestra El Periodismo
Gráfico Argentino de la cual Longoni fue uno de los fundadores. En el año 1988 la foto fue
publicada en el libro Democracia Vigildada: fotógrafos argentinos, editado por Fondo de
Cultura Económica y con prólogo de Miguel Bonasso, en el que 28 reporteros gráficos
documentan diversas etapas de los años de dictadura militar. Mucho tiempo después la foto
fue publicada –con el epígrafe que figura en este trabajo- en el libro Violencias, Argentina
1980-2003, de Eduardo Longoni, publicado por la Secretaría de Derechos Humanos de la
Ciudad de Bs. As, en 2006. En cuanto a datos técnicos, cabe mencionar que la foto está
realizada con un lente normal y una cámara Canon que la agencia le otorgaba al fotógrafo
para hacer su trabajo cotidiano. (Testimonio del fotógrafo). La escena que representa la foto
es el último tramo de la misa, en el que los feligreses comulgan ingiriendo una hostia
bendita que representa el cuerpo de Cristo, y que es un momento de reflexión y oración
interior de cada comulgante. Parecería que el fotógrafo tuvo tiempo de “componer”, –lo
que le da un cierto halo de esteticismo a la foto– la escena, es decir de esperar al momento
en el que el niño estuviese por comulgar, ubicándose en una posición privilegiada –la
primer hilera de bancos– para contrastar ese momento sobre el plano de Videla arrodillado.

En el nivel morfológico pueden identificarse dos puntos centrales que conforman los
dos focos de interés de la imagen: Videla arrodillado y el niño que comulga. Predominan
las formas regulares, mientras que la distribución de los pesos se equilibra a partir de la
doble figura, a modo de bisagra, que conforman los cuerpos de la persona que se retira de
espaldas y encorvado luego de haber comulgado antes del niño, y la del otro uniformado
(parecería ser el almirante Massera) presto a comulgar detrás de éste.

Por otra parte, el soldado de sable y uniforme de guerra que cierra la imagen por la
izquierda aparece como un punto de fuga en tensión con la persona de civil y encorvada
que se retira por el centro de la imagen luego de haber comulgado. Por medio de líneas
verticales la foto segmenta diferentes elementos atravesados por una línea horizontal que
guía la mirada y ofrece un recorrido visual desde el gesto del sacerdote dando la hostia al
niño, hasta el plano de Videla arrodillado. Este plano condensa buena parte de la tensión de
la foto, en la expresividad del genocida, reforzada por la escala y el tamaño que ocupa en
relación al resto. En este sentido resalta la expresión del rostro del genocida Videla en pose
de oración.

La foto es nítida, iluminada por la luz que ingresa a través de los ventanales
laterales que asoman detrás de los feligreses uniformados y de civil que presencian la misa.
El color blanco y negro, así como la tonalidad grisácea de la foto, es una referencia
temporal (las cámaras de fotoperiodismo eran blanco y negro) y por lo tanto del contexto de
la foto. En este sentido cabe observar, siguiendo Cartier-Bresson, que "el blanco y negro
era el poder de la evocación", hay algo en la fotografía en blanco y negro que potencia ese
poder evocación, y es que al no haber color en la imagen, la mirada se concentra en los
aspectos centrales como la composición, las texturas y en el caso de nuestra foto, en la
historia que restituye en su lectura visual.

Este recorrido visual es lo que Marzal Felici analiza en el nivel compositivo en tanto
que el mismo representa un sistema sintáctico que ha de leerse siguiendo determinados
elementos. En este nivel, la angulación del encuadre ofrece una perspectiva y una
profundidad que permite conjugar los diversos objetos que le dan una continuidad de
sentido al recorrido que plantea la foto. El recorrido visual que plantea la foto conjuga los
principales elementos que conforman los valores y sostenes de la dictadura: un uniformado
de guerra, un sacerdote ofreciendo la hostia a un niño “de bien”, militares adustos y
cristianos, y un presidente que reza arrodillado luego de haber comulgado. En la foto
predomina un orden icónico de “paz y orden” (del tipo que predomina en las iglesias
reforzado por el tono militar), resaltándose la perspectiva “civil” del régimen, en un espacio
cerrado y tan cargado de simbolismo como lo es una capilla. Esta puesta en escena se
comprende mejor en relación al nivel contextual de crisis al interior de la Junta Militar, que
se manifestará poco tiempo después cuando Videla sea desplazado de la presidencia por el
general Viola. Por otro lado la pose de Videla refuerza la connotación que la prensa había
construido de él, una imagen familiar y cristiana. Sin embargo, la dimensión militar se
insinúa presente en la perspectiva que ofrece el soldado con uniforme de guerra que
“custodia la escena” sable en mano desde el fondo de la imagen.

El dinamismo de la fotografía está dado por la tensión entre el peso de la imagen del
cura y el niño comulgando, con la de la pose de Videla arrodillado. La utilización de los
gerundios tiene que ver con que la instantaneidad de la foto representa un tiempo que está
transcurriendo, ya que la foto transmite cierta “duración temporal” que refiere
explícitamente a los tiempos del terrorismo de estado.

En síntesis, el orden icónico es muy relevante en esta fotografía ya que parece que
ningún elemento está puesto al azar, lo que da cierto equilibrio dinámico a la secuencia de
la foto. En este sentido, la riqueza icónica de la foto está reforzada por la composición de
los objetos que apuntan a la construcción de un discurso legitimador del régimen
dictatorialtal como se intentará demostrar a continuación. Sin embargo, esta foto puede
tener una doble connotación dependiendo del contexto y el medio en el que aparezca, ya
que ciertas fotos tienen el poder de “persistir en la memoria, de reactivarse después de
largos períodos y convocar nuevas vivencias e ideas”. (Maloseti Costa, 2003) Capturar ese
significado cambiante –en el que reside la fuerza visual de la fotografía– es, según Maloseti
Costa, una tarea difícil, “desde el momento en que toda descripción o comentario verbal
acerca de la imagen implica una traducción. Sin embargo, no hay solo palabras, sino
también prácticas, operaciones materiales que interactúan y modifican, activan y desactivan
los poderes de las imágenes en tanto artefacto cultural” (ibíd.)

En el siguiente apartado se examinarán esas prácticas y operaciones materiales que


potenciaron la fotografía en tanto discurso legitimador del régimen militar, pero también en
tanto denuncia y repudio al mismo, dentro de lo que Marzal Felici denomina nivel
enunciativo de la imagen, que permite conocer la ideología implícita en la imagen y la
visión del mundo que intenta transmitir.

3. Fotografía de prensa y dictadura militar: los derroteros de una imagen


fotográfica

“Articular históricamente el pasado no significa conocerlo ‘como


verdaderamente ha sido’. Significa adueñarse de un recuerdo tal como éste
relampaguea en un instante de peligro”

Walter Benjamin, Sobre el concepto de la historia109.

Como tantos otros regímenes autoritarios, la última dictadura militar buscó a través
de la prensa, y específicamente a través de las fotografías que ésta publicaba, un sostén
legitimador y promotor de sus prácticas y valores políticos. No fue necesario para ello
intervenir desde el Estado a los principales diarios del país, puesto que los mismos venían
abogando por el golpe de Estado e inmediatamente se plegaron al discurso militar hasta que

109
Benjamin Walter (2007) Conceptos de filosofía de la historia – 1ª. ed. – La Plata: Terramar Ediciones. p.
67.
éste se tornó insostenible. La foto aquí analizada fue publicada por muchos diarios del
interior del país para los que la agencia en la que trabajaba Eduardo Longoni cubría las
noticias y enviaba radiofotos. En estos diarios, solo se mostraba en esa fotografía a un
presidente de rodillas luego de haber comulgado. Como se mencionó anteriormente, Videla
está de civil porque la imagen que se quiere dar de él hay que entenderla en el contexto de
tensiones políticas que atravesaba la dictadura a causa de las diferencias en el seno de la
Junta Militar, en ese año de recambio presidencial, en el que la crisis económica, el ascenso
de la lucha anti-dictatorial, y las denuncias por los crímenes de lesa humanidad habían
cobrado dimensiones particularmente graves. Es allí donde la foto cobra significado y
alcanza un denso espesor histórico que irá desplegándose en las derivas de sentido que se
habilitarán en otros contextos.

En un trabajo reciente y pionero sobre este tema, Cora Gamarnik demuestra que la
fotografía de prensa ocupó un lugar destacado en la construcción del discurso periodístico
que apoyó, justificó y ayudó a expandir la imagen que la dictadura quería dar de si misma
(Gamarnik, 2011). Si bien esta utilización de la imagen con finalidades políticas en la
prensa no es ninguna novedad para la época, la vuelta de tuerca que representa la dictadura
en torno a la utilización de su imagen en la prensa gráfica, además de exceder el estrecho
límite de la caricatura y el humor político con el que se había “representado” y legitimado
el derrocamiento de Ilia en 1966 (Gamarnik, 2011), tiene que ver con su relación con los
crímenes de lesa humanidad y el terrorismo de estado que a través de esas imágenes
buscaron ocultar y tergiversar, en su afán de legitimar, apoyar y promover en la sociedad
argentina los principales mandatos del régimen militar. Las fotos publicadas en los diarios
hablaban de un país “irreal”, –el de la “normalidad”, el orden y la “paz de cementerio”– o
mejor dicho, hablaban de la irrealidad que parecía vivirse en los medios de comunicación
masivos que ocultaron deliberadamente lo que estaba sucediendo, con el afán de legitimar y
promover los mandatos de la dictadura en la construcción del consenso social que buscaba
el régimen.

Paralelamente a la construcción de su imagen pública, los medios del periodismo


gráfico se abocaron a construir la imagen del enemigo “subversivo”, tal como lo venían
haciendo con anterioridad al golpe: “la no imagen, la no personificación, la ausencia de
cualquier marca de identidad de los militantes que eran secuestrados y asesinados fue, antes
y después del golpe, la estrategia de deshumanización por excelencia más utilizada por la
prensa” (Gamarnik, 2011 p. 61). Esta estrategia de deshumanizaciónno fue la única. “La
otra forma de representar a la ‘subversión´ es la publicación de fotografías que se saca
posteriormente a la realización de operativos represivos: fotos de arsenales encontrados,
clínicas clandestinas, casas cuyos frentes fueron tiroteados, etc., en donde la idea de
subversión actúa por contigüidad” (op. cit, 64), es decir a través de la relación causa-efecto,
en las que se busca asociar a los denominados “subversivos” con las consecuencias de sus
actos. En cambio, las “víctimas de la subversión” tienen nombres, familias, historias que
hablan de su “calidad de víctimas”. Esta llamativa diferenciación en el tratamiento visual de
los diferentes actores sociales es la clave para entender el funcionamiento homogéneo de la
prensa masiva que se alineó con el discurso de la dictadura. Las fotos que circulaban en los
diarios eran semejantes en cuanto al tratamiento estético-político que se les daba.

En esa estrategia de “humanización” el rezo de Videla viene a confirmar


simbólicamente la inserción de Argentina en el mundo “occidental y cristiano”, –y lo que
ello implicaba, es decir, la derrota de la “subversión”– a la vez que se resaltaba la imagen
del hombre que había “encabezado” ese proceso, destacando su lado “humano”. Así lo
mostraban las fotos en los que se lo veía con su familia, como un buen padre y esposo, o
como un militar preocupado por los valores morales y el destino de su patria. Desde el
comienzo del “Proceso”, e incluso con anterioridad a éste, los medios se dedicaron a
construir en torno a la figura del presidente de facto Jorge Rafael Videla la imagen de un
jefe –no líder– moral y espiritual que encarnaba los valores del “ser nacional”: Dios, Patria
y Familia.

Sin embargo, para el momento en que fue tomada la fotografía, y tal como afirma
Pilar Calveiro (1998), la dinámica concentracionaria de las desapariciones y torturas
cometidas por la dictadura no podían ser desconocidas socialmente. Aunque en diversos
grados según los grupos sociales, ya sea por la campaña desde el exterior o por la creciente
denuncia de las Madres y otros organismos de derechos humanos, los desaparecidos eran
un tema instalado en la agenda política de buena parte de la sociedad. Las primeras
solicitadas en los diarios, reclamando por los desaparecidos comienzan tempranamente en
el año 1977, cuando las Madres y los familiares publican durante aquel año las primeras
solicitadas en la prensa gráfica110.

Esta “oposición” que se expresaba crecientemente en los medios gráficos tenía su


paralelo y era producto en cierta forma del proceso de movilización social que fue
desarrollándose con intensidad variable desde fines del 78 y tuvo su pico máximo en el 81.
En este sentido, Cora Gamarnik sostiene que “en julio de 1981 se producen dos hechos que
marcan un cambio tanto desde el punto de vista político como cultural: comienza “Teatro
Abierto” y se emite el primer documento público de la Multipartidaria cuya “Proclama al
país” pide el retorno al estado de Derecho y la vigencia de la Constitución, la normalización
de la actividad partidaria y gremial, la recuperación del salario y un cronograma para la
institucionalización, entre otros reclamos (Schindel, 2003: 292; Blaustein, 1998: 404 y
406). Lentamente la Multipartidaria va ocupando el lugar de oposición política” (Gamarnik,
2009). Desde otra perspectiva, Ricardo Falcón (1996) sostiene que durante la última
dictadura se desarrolló un movimiento de huelgas y otros tipos de luchas en los lugares de
trabajo, de carácter molecular, y que tuvo su pico hacia 1981. Para este autor, “puede
afirmarse que las luchas sindicales durante el ‘Proceso’ lograron imponer límites precisos a
la política gubernamental y a las iniciativas de las empresas, pero no impidieron retrocesos
de importancia en el orden global” (Falcón, 1996:136).

En este sentido, 1981 representa un ascenso de la temperatura en el proceso de


“deshielo” (Blaustein y Zubieta, 1999) que se produce en relación a la intensidad de las
prácticas represivas entre los años 1978 y 1982. En este contexto caracterizado por la crisis
del régimen militar y el ascenso de las luchas anti-dictatoriales, la foto es apología y
denuncia a la vez, la violencia simbólica de la imagen se condensa en el gesto del genocida
Videla arrodillado en pose de rezar, que a la vez legitima un discurso instalado por medio

110
“El 12 de agosto de 1980 se publica en Clarín una solicitada que pedía la aparición con vida de los
desaparecidos, firmada por 175 personalidades públicas, entre ellos los escritores Jorge Luis Borges (quien en
un principio había tenido una actitud de apoyo a Videla) y Adolfo Bioy Casares, el popular entrenador de la
selección de fútbol, director técnico durante el Mundial de 1978, César L. Menotti, y políticos, religiosos e
intelectuales de prestigio. En agosto de 1980, 2000 madres de desaparecidos se reunieron en Plaza de Mayo
para entregar un nuevo petitorio al Gobierno y el texto aparece como solicitada por primera vez en Clarín, que
va dando un notorio giro a su política editorial” (Gamarnik, 2009). Por otra parte en febrero de 1981 aparece
en el número 9 de la revista El Ornitorrinco otra solicitada firmada por intelectuales, artistas, escritores y otras
personalidades políticas y/o públicas, reclamando la publicación de las listas de desaparecidos y que se
informe sobre el paradero de los mismos
del terror. La misa llevada a cabo el 24 de marzo de 1981 en la Capilla Stella Maris, estaba
dedicada a homenajear a las víctimas de la subversión, quienes eran considerados héroes de
la patria, y por quiénes probablemente orara Videla luego de comulgar. Más allá de las
intencionalidades que haya tenido el fotógrafo al momento de sacar la foto, ésta ocupaba un
lugar en varios textos que hablaban de los crímenes cometidos por la “delincuencia
subversiva” en aquella conmemoración de los cinco años del golpe de estado. Longoni es
muy consciente de esto cuando afirma al respecto: “En el caso de la foto de Videla rezando
mucha gente me ha preguntado cuan peligroso fue poder realizar esa toma, como me animé,
que pasó luego de las publicaciones […] La dictadura militar, que hacía desaparecer
personas, torturaba, violaba y hasta robaba muebles de las casas de los desaparecidos, se
reivindicaba cristiana. Por lo cual hacer la foto de Videla rezando no era una tarea difícil”.
No sólo no era una tarea difícil sino que en buena medida cuadraba con la imagen que
Videla construía de sí mismo.

No obstante, la foto pronto encontró el significado que el autor buscó al momento


de tomarla, ya que la misma fue exhibida en 1983 en la tercera muestra El Periodismo
Gráfico Argentino de la que el autor fue uno de los fundadores. Según su testimonio "la
foto de Videla rezando se expuso en la muestra de 1983 en la sede de la OEA en la Avenida
de Mayo, bajo el título de "30.000". Recuerdo que esa muestra estaba prevista para los
últimos meses de la dictadura y fue prohibida, la tuvimos que pasar para diciembre, ya que
el 10 de ese mes asumió la presidencia Raúl Alfonsín. Hicimos gestiones con el que iba a
ser ministro del interior del gobierno radical, Antonio Troccoli quien nos prometió
gestionar su apertura apenas asumiera el gobierno democrático. Fue una muestra muy
convocante, y en ciertos horarios la gente hacía cola en la calle para poder entrar a
recorrerla." En aquella muestra fotografía, donde se exponían las fotos que la censura no
permitía publicar en los diarios, nuestra foto se re-significaba y en ese contexto escapaba de
alguna manera a la censura de sentido con la que había sido publicada en diversos diarios
del país.

El título “30.000” no es menor, y debe entenderse en relación a la consigna


impulsada por los organismos de derechos humanos que cobraba fuerza por entonces de
“aparición con vida de los treinta mil desaparecidos”. Si bien esta no era la única
consigna111 política en relación a la lucha anti-dictatorial y específicamente en relación a los
desaparecidos, la misma se convirtió en la consigna que encabezaba las Marchas de la
Resistencia llevadas a cabo por las Madres de Plaza de Mayo y los organismos de derechos
humanos. Tal como plantean Ana Longoni y Gustavo Bruzzone, “la consigna ‘Aparición
con vida´ siguió siendo central en el discurso de la Madres por mucho tiempo, apelando no
ya a la coyuntura política inmediata o a la exigencia de que sea el Estado el que reconozca
su responsabilidad en el genocidio, sino más bien a la dimensión ética e incluso redentora
de esa invocación” (Longoni, 2008: 33-34). El título de esa foto exhibida en una muestra de
carácter abiertamente anti-dictatorial aludía a los “30.000” y parecía denunciar a los
culpables y responsables de su desaparición a través del motivo fotográfico que componía
su imagen..

En este sentido vale destacar la importancia que tuvieron las muestras El


Periodismo Gráfico Argentino iniciadas en el contexto de la dictadura en tanto ejercicio de
libertad de expresión y de apertura de espacios de resistencia cultural y política contra la
dictadura. Como afirma Cora Gamarnik: “Hacia el interior del campo que conforman los
propios reporteros se produjeron también múltiples consecuencias. La muestra fue producto
y consecuencia de las circunstancias particulares que vivían los fotógrafos de prensa
durante la dictadura en sus múltiples sentidos: el lugar que ocupaban en los medios, la
posibilidad de desarrollo profesional y la coyuntura política que se vivía. El desafío al
poder al que contribuyó la misma aunque más tímidamente en la primera y más
explícitamente en la segunda (1982) y la tercera (1983), marcó un quiebre respecto a cómo
se vivía la intimidación de la dictadura en la vida cotidiana de los fotógrafos. Esto influyó
decididamente en sus futuras acciones y en lo que iba a ser una marca característica de su
quehacer profesional: enfrentar el peligro de la represión en forma directa, tratar de sacar
fotos prohibidas o con doble sentido y estar allí donde se desarrollaban los conflictos”
(Gamarnik, 2011, El nacimiento… p. 23). La primera muestra inaugurada en 1981 fue
desarrollada en un contexto muy hostil hacia los reporteros gráficos. En este sentido, en un

111
“A la consigna ‘Aparición con Vida’, el MAS [Movimiento al Socialismo, partido de orientación
trotskista] oponía entonces la exigencia ‘Toda la Verdad’. A la sostenida interrogación sobre el destino de los
desaparecidos o incluso a la secreta esperanza de su retorno, confrontaba la demanda de investigación y la
denuncia a los responsables de esos asesinatos” Longoni A., y Bruzzone G. (2008: 35-36).
trabajo de reconstrucción sobre aquella prestigiosa muestra El Periodismo Gráfico
Argentino de 1981, Cora Gamarnik afirma que “cuando empiezan a sucederse distintas
manifestaciones en contra de la dictadura, la persecución a los reporteros gráficos, las
golpizas y el robo de rollos comienzan a ser parte de la rutina del trabajo cotidiano. Los
reporteros gráficos efectivamente eran casi los únicos que podían documentar (a pesar de
que no saliese publicado en el país) lo que se ocultaba en forma sistemática, ya que la
televisión estaba mucho más controlada. Como efecto de la censura, de la autocensura, del
silencio y la exclusión, los fotógrafos más comprometidos buscaron la forma de seguir
sacando fotos muchas veces bajo el paraguas de una prensa oficialista”, (Gamarnik 2009).

En tiempos de la dictadura se organizaron tres muestras de este tipo, en 1981, 1982


y 1983. Ésta última debió, sin embargo, como mencionaba Longoni anteriormente,
inaugurarse a comienzos de la democracia. En un trabajo de publicación reciente –El
nacimiento de un nuevo fotoperiodismo– Cora Gamarnik analiza el desarrollo de estas
muestras y señala que “en esta edición participaron en total 107 fotógrafos con 321
fotografías, 19 fotógrafos más que en 1982 y 37 más que en 1981. Muchos fotógrafos
coinciden en señalar que fue esta tercera exposición la mejor lograda, en todo sentido: en
organización, en afluencia de público y en cuanto a impacto visual y demostración política”
(Gamarnik, 2011, El nacimiento… p. 25). En el contexto de la apertura democrática y junto
a las crecientes demandas de justicia y aparición con vida de los treinta mil desparecidos
promovidas por los organismos de derechos humanos, la fotografía de Eduardo Longoni se
volvía sobre su “significado” original hasta convertirse en un ícono de la denuncia de la
doble moral del régimen genocida, así como de la connivencia del clero con el régimen
militar en tiempos de la dictadura.

CONCLUSIONES
El poder de síntesis de esta imagen fotográfica logra condensar, en la complejidad
de su recorrido visual, la trama íntima de la dictadura más feroz que conoció nuestro país.
En esta trama perversa, la fotografía analizada nos permite desnudar los pilares sobre los
que el régimen militar intentó montar un discurso y una imagen de sí mismo, que poco a
poco fue descascarándose y dejando entrever las peores atrocidades del terrorismo de
Estado. Este sea quizás el mayor mérito de esta fotografía en términos estético-políticos.

En este proceso que va desde la legitimidad y el consenso inicial hasta la


deslegitimación y caída de la dictadura, —en el que convergen una serie de factores de
diversa índole: la crisis económico-financiera, las graves denuncias nacionales e
internacionales por los crímenes de lesa humanidad, las divisiones internas dentro de la
cúpula militar, una creciente movilización política y sindical, etc.— muchas de las
fotografías que en algún momento aparecieron en diarios y revistas reforzando la imagen
que el régimen buscaba construir de sí mismo, comenzarán a ser leídas e interpretadas con
el signo contrario, es decir, para la denuncia de los crímenes y complicidades cometidos
durante la última dictadura militar.

En este contexto, los reporteros gráficos jugaron un papel clave, ya que eran ellos
quienes “captaban” las imágenes de la dictadura en diferentes situaciones, en un clima de
trabajo complejo y peligroso. El destino inmediato posterior de sus fotografías muchas
veces escapaba a su voluntad puesto que, no sólo que en muchas ocasiones las fuerzas de
seguridad les requisaban y quitaban los rollos, sino que además eran los editores de los
diarios y agencias de noticias, generalmente en connivencia con la censura, quienes
seleccionaban las fotos “adecuadas” para las notas que cubrían. En el caso de la foto de
Eduardo Longoni,–recordemos que en ese momento el fotógrafo cursaba la licenciatura en
historia en la UBA– su calidad de documento histórico se ve potenciada, en tanto que la
foto fue tomada, según palabras del fotógrafo, con una explícita intencionalidad histórica:
“sabía que estaba gestando documentos valiosos para otro tiempo” (testimonio del autor).

El trabajo de los reporteros gráficos no solo ha significado una cantera de


documentos históricos, sino que en algunas ocasiones hasta han torcido el rumbo de los
acontecimientos sociales y contribuido al esclarecimiento de, otra vez, los crímenes
cometidos por la represión de las fuerzas de seguridad estatales. En este caso, la referencia
alude a los sucesos del 26 de junio de 2002, la denominada “Masacre de Avellaneda”, en la
que la Policía Bonaerense asesinó a Maximiliano Kosteky y a Darío Santillan, militantes
del MTD Aníbal Verón. Es interesante analizar los avatares de esas fotografías para
entender el valor que pueden alcanzar las imágenes en tanto prueba documental. En este
sentido, Julio Menajovsky y Gabriela Brook analizaron este tema haciendo énfasis en lo
que posibilitan las nuevas tecnologías en cuanto al uso y lectura de esas imágenes, tomando
como caso testigo a la “Masacre de Avellaneda”. Y al respecto, afirman que “la publicación
en sí de esas fotografías de prensa sufrió avatares que terminaron de ponerlas en el centro
de todo el episodio. Tanto en Clarín como en La Nación (…) la secuencia de fotos que
permitió identificar al asesino apareció publicada solo dos días después de los hechos, el 28
de junio, y un día después de que ambos medios la tuvieran. (…) Las fotos no se publicaron
de inmediato, pero cuando sus autores tomaron consciencia de lo que habían registrado, su
propia lectura fue la primera que las convirtió en testimonio documental” (Menajovsky,
2006: 86). En este caso la fotografía no sólo adquiere valor histórico, sino que por sobre
este se impone un valor de testimonio documental irrefutable en ámbitos como la justicia,
lo que a su vez le otorga credibilidad y legitimidad social.

Si bien todo aquel que toma una foto puede ser consciente del posible valor de esa
foto para el futuro, el lugar y el momento en los que se encuentran muchas veces los
reporteros gráficos, le otorgan al fotógrafo una posición privilegiada para “capturar”
determinadas imágenes que, debido a su peso histórico, poseen un gran poder simbólico,
convirtiéndose en fotografías icónicas de un período o proceso histórico. En este sentido, el
potencial didáctico y pedagógico de este tipo de imágenes puede ser muy fructífero para la
enseñanza de la historia.

Bibliografía:
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 Blaustein, Eduardo y Martín Zubieta (1999) Decíamos ayer. La prensa argentina bajo
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 Burke, Peter (2005) Capítulo 2: “Iconografía e Iconología” y capítulo 4: “Poder y
protesta” en Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico.
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un texto contemporáneo a los acontecimientos)”. En Hugo Quiroga y César Tcach
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 Felici, Javier Marzal (2007): “Una propuesta metodológica para el análisis de la
fotografía” en Cómo se lee una fotografía. Interpretaciones de la mirada, Cátedra,
Madrid.
 Gamarnik, Cora (2011) “La fotografía de prensa durante el golpe de estado de 1976”
en Fernández Pérez Silvia y Gamarnik, Cora Artículos de investigación sobre
fotografía, Ediciones CMDF, Montevideo.
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literatura y pensamiento. Tercera época | año XII | Nº11 | Diciembre 2011, Bs. As.
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Investigaciones Gino Germani. Facultad de Ciencias Sociales. UBA.
 Longoni Ana, y Bruzzone Gustavo (comps) (2008) El Siluetazo, Adriana. Hidalgo
Editora, Bs. As.
 Malosetti Costa, Laura (2003), “El poder de las imágenes”, versión escrita de la
participación en el seminario internacional Los estudios de arte desde América Latina:
Temas y problemas 1999-2003, organizado en el Instituto de Investigaciones Estéticas
de la UNAM.
 Menajovsky, Julio, Brook, Gabriela (2006): “Nuevas tecnologías y viejas
certidumbres. La masacre de Avellaneda en la fotografía periodística” en Discursos
para oír y para ver. Boggi, Silvia y Brook, Gabriela (comp), Nueva Generación,
Buenos Aires.
 Schindel, Estela (2003): Desaparición y sociedad: una lectura de la prensa gráfica
argentina (1975-1978), Freien Universität Berlín, Berlín.
La innegable experiencia del presente”. Figuraciones de la pobreza en la narrativa de
César Aira

Silvina Sánchez
Pertenencia institucional: Universidad Nacional de La Plata – CONICET
Palabras clave: literatura argentina – neoliberalismo – pobreza

1. “La innegable experiencia del presente”112

En Solos en la ciudad, Raymond Williams, luego de haber analizado ciertas


manifestaciones de la literatura inglesa de Dickens a D. H. Lawrence, concluye afirmando
que, una vez leídas estas novelas, “suena diferente lo que se nos cuenta de la historia de las
ideas y de la historia general de la sociedad” (1997: 226). Williams considera que, aún
cuando gran parte de la experiencia social ordinaria se ve directamente representada y
reflejada en aquello que llamamos una ideología, “queda un área de experiencia social vital
que no logra encarnarse allí” (ibídem 227). Y es en esa zona, donde la experiencia se halla
“en proceso”, “en solución”, no del todo articulada (Williams 2000: 156), donde Williams
ubica las posibilidades de la literatura: “creo que el arte viene de esa vida común e
inalienable, de esa área vital, de esa estructura de sentimiento que es vivida y
experimentada pero que no se ajusta completamente a las instituciones y a las ideas” (1997:
227-228). Por ejemplo, en su análisis de la novela inglesa, se pregunta por los modos en
que esta literatura percibe y explora un proceso de grandes cambios históricos y sociales
que estaba sucediendo en la Inglaterra del siglo XIX, alterando no solo las instituciones y el
paisaje urbano sino también los sentimientos, las identidades y la experiencia de vivir en
comunidad. Williams considera que en las novelas estudiadas puede encontrarse “más
profundamente y antes que en ningún otro registro de la experiencia histórica, el
sentimiento de lo problemático en la identidad, la comunidad y en las relaciones
cognoscibles” (ibídem: 226-227).
112
La expresión pertenece a Raymond Williams, quien, en Marxismo y literatura, expresa: “Si lo social es
siempre pasado, en el sentido de que siempre está formado, debemos hallar otros términos para la innegable
experiencia del presente: no solo para el presente temporal, la realización de esto y de este instante, sino la
especificidad del ser presente, lo inalienablemente físico, dentro de lo cual podemos discernir y reconocer
efectivamente las instituciones, las formaciones y las posiciones, aunque no siempre como productos fijos,
como productos definidores.” (2000: 150).
Este trabajo forma parte de una investigación donde me propongo, siguiendo las
posibilidades del método williamsciano, analizar los modos en que ciertas manifestaciones
de la literatura argentina narran, construyen y exploran las transformaciones del
neoliberalismo acontecidas durante la década del noventa en el país.113 Entre los procesos
de transformación acaecidos debemos destacar, en primer lugar, una fuerte modificación
del papel del Estado, que abandonó la intervención y el financiamiento en función del
bienestar público y social e implementó una política de privatizaciones donde los beneficios
se trasladaron al sector privado. Además, debe agregarse la profunda reestructuración que
se produjo en el mercado de trabajo, que asumió como rasgos predominantes la
desregulación y la flexibilización de las relaciones laborales, provocando un aumento de la
precarización y el desempleo junto con una caída generalizada pero desigual de los ingresos
(Beccaria 2005, Lozano 2005, Fernández Berdaguer 2007). La confluencia de todas estas
cuestiones, trajo aparejada una alteración radical del tejido social que se vio afectado por
una experiencia masiva de empobrecimiento cuyos rasgos más significativos fueron la
polarización, aumentándose la brecha entre quienes ganan más y quienes ganan menos; una
mayor complejidad y heterogeneidad en los sectores pobres, donde al incremento de las
carencias de los llamados “pobres estructurales” se agregó la incorporación de los sectores
medios devenidos en “nuevos pobres”, todo lo cual significó la marginalización y exclusión
de una importante proporción de la población (Golbert y Tenti Fanfani 1994, Minujin
1995, Minujin y Kessler 1995, Kessler y Di Virgilio 2008, entre otros).
Diversos trabajos pertenecientes a la crítica y la investigación literaria actuales
coinciden en constatar que uno de los rasgos característicos de la literatura argentina producida
durante la década del noventa y los comienzos del siglo XXI es su interés por incorporar como
motivo de reflexión y representación la experiencia social presente. Beatriz Sarlo considera
que, mientras en los ochenta se instaló la pregunta por la historia y la interpretación sobre el
pasado reciente como preocupación fundamental, en los noventa, aún cuando persisten
ciertas novelas que se interrogan por la experiencia de la dictadura, asistimos a un cambio
del eje de interés de la ficción argentina: “leyendo la literatura hoy lo que impacta es el

113
La investigación forma parte del proyecto de Tesis de Doctorado en Letras de la Facultad de Humanidades
y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, titulado “Torsiones del realismo: otros
modos de narrar las transformaciones del neoliberalismo en la literatura argentina de las últimas décadas”, y
del trabajo como beneficiaria de la Beca Tipo I de CONICET, bajo la dirección de la Dra. Miriam Chiani.
peso del presente”, el cual aparece “no como enigma a resolver sino como escenario a
representar” (2007: 473). Por otra parte, Sylvia Saítta, en su artículo “La narración de la
pobreza en la literatura argentina del siglo XX”, parte de la constatación de que la narrativa
argentina escrita a finales del siglo pasado incorpora como uno de sus temas de reflexión el
escenario socio-cultural abierto después del final de la década menemista. Saítta propone
que en los noventa ha cambiado el sistema de representación con el que se incorpora el
mundo de los pobres: “se inauguran modos de representación alejados de los
procedimientos realistas pero que aun así dan cuenta de la sociedad en que se inscriben”
(2006: 90).
Por tanto, la crítica converge en afirmar que la literatura del periodo realiza una torsión
de su mirada hacia el presente, convirtiéndolo en motivo de reflexión y representación, y de
este modo, incorpora como parte de sus preocupaciones narrativas la experiencia de una
estructura social que está siendo profundamente transformada. Tomando esta constatación
como punto de partida, pretendo abordar la narrativa de César Aira, concentrándome
fundamentalmente en sus novelas La guerra de los gimnasios y La villa, con la finalidad de
analizar ciertas figuraciones de la pobreza y de los sujetos sociales empobrecidos. La
productividad de estas dos novelas radica en los modos particulares que utilizan para
configurar la experiencia de empobrecimiento, entre los que podemos destacar dos
operaciones fundamentales. En primer lugar, ambas novelas recuperan muchas de las
representaciones de la pobreza cristalizadas y compartidas socialmente, constituyendo un
diálogo prolífico donde se superponen dos tendencias: por un lado, la reproducción de los
sentidos comunes y estereotipos mediante los cuales los sectores medios y altos nombran a
los sujetos empobrecidos, y, por otro lado, la construcción de sentidos otros que funcionan
en forma alternativa o contrapuesta a las representaciones dominantes y, por tanto, operan
sobre ellas ejerciendo una desestabilización y cuestionamiento. En segundo lugar, estas
novelas convierten a las posibilidades de percibir, conocer y nominar al otro social y
cultural en un problema central, de modo tal que, no solo asumen importancia las
representaciones de los sujetos empobrecidos, sino también los modos en que esta
experiencia está siendo transitada por los sectores medios y altos de la población, ya sea
aquellos que no se han visto damnificados por el proceso de pauperización, así como
también aquellos que están siendo afectados por él (como en el caso de la “nueva
pobreza”), pero que a su vez se relacionan con, y se distinguen de, otras manifestaciones
del proceso (como la “pobreza estructural”). Por tanto, las novelas exploran las
sensaciones, sentimientos e imágenes que se producen al convivir con la pobreza, las
apreciaciones que se tienen respecto a este proceso social, o las que se dejan de tener
cuando su percepción es relegada a las diversas formas de la omisión, la invisibilidad o el
ocultamiento.
Si tomamos como referencia las fechas de escritura consignadas al final de las
novelas (en La guerra de los gimnasios, el “6 de mayo de 1991” y en La villa, el “29 de
julio de 1998”), podemos pensar los modos en que estas narrativas nos permiten explorar la
experiencia social siguiendo todo el arco de una década: qué representaciones de la pobreza
comienzan a atisbarse hacia los inicios de la gestión menemista, cuáles se arraigan
manifestando cierta continuidad hacia fines de los noventa, cuáles presentan alteraciones,
rupturas o se pronuncian como novedad. Una cuestión evidente es el mayor protagonismo
que asumen los sujetos de la pobreza extrema en la novela La villa respecto a su antecesora.
Mientras que en La guerra de los gimnasios los cartoneros y cirujas aparecen solo atisbados
por el protagonista cuando transita la ciudad en dos escenas puntuales, en La villa los
cartoneros, ayudados por Maxi, un joven de clase media, a transportar sus cargas, y la villa
miseria, como centro de intrigas policiales relacionadas con la venta de drogas, se
convierten en elementos centrales, estructurantes de la trama narrativa. Sin embargo,
Williams alerta respecto a las lecturas que observan la experiencia social
fundamentalmente allí donde aparece como referencias directas que aluden explícitamente
a determinados hechos públicos y las reacciones a ellos, como por ejemplo una huelga o un
episodio de revueltas. En este tipo de análisis, según Williams, no se llega a comprender
que “la experiencia social, justamente porque es social, no necesita mostrarse
exclusivamente en formas abiertas y públicas. Debido a su carácter de realidad social, está
en la base y penetra todo tipo de relación, de cualquier clase que sea.” (1997: 77). Por esto,
al tiempo que no deja de ser sugestivo explorar los momentos en que lo social aparece
representado de modo más elocuente, no debemos dejar de mirar los momentos en que
ciertas figuraciones en apariencia íntimas o personales, o ciertos episodios que pueden
parecer meramente ficcionales, traman diversas formas de un sentimiento que es
efectivamente social, y que se manifiesta como “una inquietud, una tensión, un
desplazamiento, una latencia” (Williams 2000: 153).

2. Figuraciones de la pobreza

Ferdie Clavino, el protagonista de La guerra de los gimnasios, comienza a frecuentar


el gimnasio Chin Fú en medio de la guerra de gimnasios de Flores, y, aún cuando sus
intenciones eran bien “simples” (perfeccionar su cuerpo de modo que provocara “miedo a
los hombres y deseo a las mujeres”), queda entrampado en la dinámica de esta guerra de la
que termina, indefectiblemente, participando (5).114 Podemos pensar el personaje de Ferdie
como un sujeto al borde de la caída, es decir como parte de esos vastos sectores de la clase
media que sufrieron un proceso de empobrecimiento durante las últimas décadas del siglo
pasado. La bibliografía especializada ha acuñado el término “nuevos pobres” para aludir a
estos sectores de la sociedad, pertenecientes a las clases medias, que han visto caer sus
ingresos a niveles en los que no pueden cubrir una canasta básica de bienes y servicios, a
diferencia de los “pobres estructurales”, quienes tienen necesidades básicas insatisfechas
por tanto sufren carencias básicas de infraestructura sanitaria y de vivienda, además de
tener una trayectoria de vida signada por la necesidad y la carencia (Golbert y Tenti Fanfani
1994, Minujin 1995, Minujin y Kessler 1995, Kessler y Di Virgilio 2008, entre otros).
Según Kessler y Di Virgilio (2008), la “nueva pobreza” se experimenta como una
dislocación personal y una desorganización del mundo social circundante. Instados a una
constante coacción al cambio, los “nuevos pobres” realizan permanentes esfuerzos para
estabilizar su vida cotidiana, a veces intentando mantener las pautas de consumo habituales,
aún a costa del endeudamiento; otras reorganizando las estructuras clásicas de
jerarquización de necesidades, y también desarrollando diversas estrategias adaptativas,
sobre todo mediante la utilización del capital cultural y social disponible.
Con su madre enferma, y por tanto encerrada en su departamento, y con su padre
desocupado, Ferdie trabaja como actor en televisión y de ese modo mantiene a toda su
familia. La novela hace hincapié en esta representación de una clase media que ve

114
Todas las citas extraídas de la novela pertenecen a: César Aira (2006), La guerra de los gimnasios, Buenos
Aires, Emecé; por tanto se consignará solo el número de página.
cercenadas sus posibilidades y alterados sus hábitos de consumo, en primer lugar, a través
de menciones explícitas, por ejemplo se dice que vivían “muy ajustados”, o, cuando Ferdie
pierde su ropa en uno de los ataques al gimnasio, se lamenta porque “no podría reunir la
plata para comprarse otras zapatillas buenas ni en un año” (103). Pero también se hace
alusión a esta clase media empobrecida a partir de la construcción del espacio doméstico
familiar, que, además de percibirse como “muy chico” y reducido, se siente incómodo, con
dificultades generadas por su falta de espacio o su defectuosa distribución: Ferdie debe
compartir el dormitorio, que además “era minúsculo”, con su hermana; y como “no había
pasillo” deben pasar por el cuarto de sus padres cada vez que quieren acceder al suyo (33).
En dos oportunidades durante el transcurso de la novela, Ferdie se cruza con otros
sujetos que ya han experimentado las formas de la caída y exclusión social: “los cirujas, los
cartoneros” que se movilizaban con sus carritos en búsqueda de los restos que pueden
recolectar de la basura. Estos dos encuentros suceden al anochecer, porque los cartoneros
hacían sus recorridos en “la caída de la noche, entre la hora que la gente sacaba la basura y
el paso de los camiones que se la llevaban” (64), momento en que las calles de Flores
estaban “muy oscuras” (32), dejando algunos sectores en “la más negra tiniebla” (63). Por
tanto, una de los primeros rasgos que asume la representación de los cartoneros en esta
novela es su condición de colectivo abstracto e indefinido, más cercanos a “sombras” y
“figuras recortándose en la media luz” (64) que a sujetos con una caracterización
distinguida y particularizada. Su representación, construida a partir de los encuentros de
Ferdie y de su focalización narrativa, se configura no tanto en base a ciertos rasgos propios
y peculiares, sino, sobre todo, a partir de aquello que puede constituirse como diferencia.
Mientras Ferdie “era pura luminosidad, puro brillo, aun en las tinieblas” (32), los cartoneros
se le presentan “ocultos en las sombras”, como “pinturas nocturnas” (32), y su mirada,
“aunque debía de ser una vista precisa y penetrante, era oscura” (64). A esta contraposición
entre luminosidad/brillo y oscuridad/sombras se agrega una concepción diferente de la
necesidad, que hace que las preocupaciones de ambos sujetos también sean distintas.
Mientras la necesidad de “la gente corriente” era de tipo “combinatoria”: si no hacen esto,
hacen otra cosa, sin que ninguna de las posibilidades de la permutación signifique un
cambio sustancial en sus trayectorias; los cartoneros “traían consigo una clase de necesidad
que estaba ausente en las idas y venidas de la gente de Flores” (64). La necesidad que
manifiestan los cartoneros está vinculada con “lo definitivo”, sin acceso a escoger entre
varias posibilidades, sin alternativas, plantean “una cuestión de vida o muerte: si no
hacemos esto, perecemos” (64). Por tanto, su actividad de recolección se encuentra
directamente relacionada con la supervivencia, y, en varias oportunidades, la novela destaca
que los cartoneros eran “gente preocupada por sobrevivir” (64, 65, 119), en oposición a
“nosotros”, “gente civilizada y urbana que ya no estamos preocupados por la
supervivencia” (119).
Esta representación fundada en aquello que los cartoneros tienen de diferente respecto
a las clases medias que se cruzan con ellos por las calles de Flores, combinada con los
rasgos sombríos e indefinidos que les provee la nocturnidad, momento privilegiado en que
hacen sus incursiones, propicia que su recorrido por la ciudad sea percibido como “una
invasión”, y, por lo tanto, que su presencia sea reconocida como ajena, proveniente de otro
lado, un afuera “lejano” e “inimaginable”, observada solo en determinado momento del
día, “con el crepúsculo” (63), y no como parte de un mismo entramado urbano y social
compartido. Además, su presencia es experimentada como intimidatoria y provoca cierto
recelo: “Aunque pacífica, la invasión tenía un regusto amenazante” (64). Respecto a la
tarea que los cartoneros realizan en las calles de Flores se destacan dos cuestiones que
luego se verán profundizadas en La villa: el carácter familiar de un emprendimiento que se
realiza junto con mujeres y niños (64), y la necesidad de cierta precisión y entrenamiento al
momento de revisar las bolsas de basura y rescatar lo que puede servir: “las examinaban
con mirada precisa” y “penetrante” (64).
El protagonista de La villa es Maxi, un joven de clase media que vive junto a su
familia en un lindo departamento moderno cerca de la Plaza Flores, cuya única ocupación
es ir al gimnasio por las mañanas, y que un día, casualmente, comienza a ayudar a los
cartoneros a transportar sus carritos y sus cargas. Maxi se caracteriza por su resistencia a
ingresar a un orden social predeterminado: como reniega de los hábitos y gustos de sus
amigos se ha convertido en un solitario, ha abandonado el estudio porque le produce un
“sentimiento de inadecuación” (8), y también rehúye de las ocupaciones que la sociedad le
reservaría a alguien con sus características: un físico corpulento apto para desempeñarse
como patovica o instructor de gimnasio.115
115
Todas las citas extraídas de la novela pertenecen a: César Aira (2006), La villa, Buenos Aires, Emecé; por
tanto se consignará solo el número de página.
Maxi, aquel que se resiste a ingresar y formar parte del sistema de expectativas y
categorizaciones de la estructura social, aquel que vive la experiencia de la inadecuación
como norma, es quien se acerca a los cirujas y cartoneros para ayudarlos en su tarea de
recolección, haciendo una ocupación diaria y una rutina de “un acto casual, no
premeditado, o muy poco, casi improvisado, en todo caso no preparado de antemano e
imposible de poner en un programa de vida” (73). De este modo, la novela trabaja el cruce
imprevisto, espontáneo, de los que viven por fuera, inadaptados o excluidos, del sistema
social, y de la productividad de este cruce surge la percepción más novedosa que nos
proporciona de esa zona de exclusión. Porque, en primer lugar, la voz de Maxi repone
muchos de los sentidos cristalizados en su grupo de pertenencia pero, a la vez, y sobre todo
a partir de su encuentro con los otros, comienza a percibirlos como conflictivos. Y porque,
en segundo lugar, cuando se sigue la focalización de Maxi y sus recorridos junto a los
cartoneros, la construcción de los otros realizada por el narrador evita ubicarse en los
lugares comunes y mayormente visitados desde los cuales se percibe y nombra a los pobres
en los medios de comunicación masivos y en las capas medias y altas de la sociedad. Sin
embargo, como estas representaciones dominantes también aparecen replicadas en la
novela, por ejemplo, como ya dijimos, en la construcción de la voz del protagonista, pero
también en la voz de otros personajes y además cuando el narrador sigue otros puntos de
vista, como el de Cabezas, un policía retirado, en La villa pueden observarse dos
operaciones simultáneas. Si por un lado se replican polifónicamente los sentidos sociales
que construyen la pobreza en determinados sectores, al mismo tiempo se establece un
diálogo crítico donde esos sentidos son cuestionados a través del despliegue de formas otras
de construcción y sentidos alternativos.
Podríamos pensar, según esta operación de diálogo discursivo que realiza la novela,
que los medios de comunicación y los sectores medios y altos perciben a los pobres desde
dos lugares predominantes: por un lado, construyen una mirada de la conmiseración, donde
el pobre es aquel digno de lástima, receptor de la caridad y la asistencia social; y por otro,
construyen una mirada desde el miedo, donde el pobre es aquel digno de desconfianza por
su peligrosidad, productor de los actos de delincuencia. La mirada conmiserativa podemos
observarla en la relación cercana y maternal que tiene Élida, vecina del barrio de Flores,
con Adela, la “sirvientita” (50) que trabaja en su casa. Adela le contaba todo a su patrona,
quien “era como una madre con ella” (56), la apoyaba y aconsejaba. Además, observamos
un cuestionamiento implícito a esta mirada cuando Maxi se resiste a explicar su tarea con
los cartoneros, ubicándola fundamentalmente en el plano de la acción y evitando cualquier
atribución de sentido que pueda transformarla en un acto conmiserativo: “Nunca se le
ocurrió verla como una tarea de caridad, o solidaridad, o cristianismo, o piedad, o lo que
fuera; lo hacía, y basta.” (5).
La percepción del pobre asociada al delito y a la inseguridad aparece más
desarrollada en la novela. Por un lado, se replica este discurso en aquello que dicen,
escuchan o sienten los personajes de clase media respecto a los otros sociales y su espacio
de pertenencia. Por ejemplo Maxi “había oído decir que ni la policía se atrevía a entrar en
las villas”, y el narrador anuncia que allí no entraba nadie que no perteneciera “por un solo
motivo que cubría todos los demás: por miedo.” (31). Pero esta concepción de la pobreza
aparece con mayor fuerza cuando ingresa a la novela el personaje de Cabezas, policía dado
de baja de la fuerza pero que investiga por su cuenta el circuito de venta de drogas en la
villa. Cuando el narrador sigue el punto de vista de este personaje su discurso asume, por
momentos, las formas de la noticia policial, reproduciendo ciertos sentidos establecidos: “el
foco de violencia que se había generado a la puerta de esa villa circular”, “el foco de
violencia que preocupaba al barrio”, “el auge de las drogas había multiplicado la violencia
en las villas”, “los trastornos de conciencia que producía la droga en los consumidores”,
“esta villa en particular era un caso especialmente virulento” (42-43-44). De este modo, se
construye una cadena asociativa donde los términos se muestran indisolubles y no pueden
convocarse sino a partir de sus relaciones: la villa es percibida fundamentalmente como un
“foco de violencia”, vinculado con la venta y consumo de drogas, que tiene allí su principal
espacio de operaciones y su refugio de “maleantes y fugitivos”.
El inspector Cabezas, interesado por las idas y venidas de Maxi, pretende utilizar a
Jessica, hermana del protagonista, para conseguir información. Para acercarse a la joven
decide aprovechar una coincidencia azarosa: la correspondencia de su nombre y apellido
con los del padre de una chica recientemente fallecida a causa de un disparo proveniente de
un enfrentamiento en las inmediaciones de la villa. Así, Cabezas intercepta a Jessica
mostrándole una “carta de lectores”, publicada en “el Clarín”. A través de este recurso,
podemos observar muchos de los sentidos construidos por los medios y replicados por las
clases medias en torno al vínculo establecido entre pobreza y violencia/delincuencia. En
primer lugar, la carta anuncia: “Los vecinos de Bonorino al mil ochocientos en el Bajo
Flores hemos venido sufriendo en los últimos años una escalada de violencia, alentada por
una mafia que tiene su cuartel general en la vecina villa de emergencia.”. De este modo se
repite la vinculación analizada con anterioridad: “villa de emergencia” – “escalada”
(“foco”) de violencia – “mafia” (“maleantes y fugitivos”), y opera nuevamente una
representación de este espacio que lo circunscribe a esa cadena asociativa, sin otorgar
visibilidad a otros sentidos o prácticas que puedan caracterizar a la villa por fuera de esta
mirada predominante.
Luego, se construye una inversión de la relación tradicional entre los sujetos sociales
y los espacios: “Las armas y las drogas se han vuelto una presencia cotidiana en lo que
hasta hace poco era un tranquilo barrio de trabajadores, con chicos jugando en las veredas.
Hoy día vivimos encerrados, de día y de noche…”. El espacio público ha sido vaciado, los
sectores medios, que antes eran frecuencia habitual en este ámbito, se han recluido en el
espacio privado, en una especie de encerramiento, convertidos en “rehenes domésticos”.
Los otros sociales tienen rasgos opuestos a los de la clase media, por tanto también aquí
opera una caracterización fundada en la distinción tal como vimos en La guerra de los
gimnasios. En la villa se encuentra “una mafia” y sus habitantes no son nombrados sino
metonímicamente a través de la referencia a “las armas y las drogas” personificadas,
además su rasgo predominante es la “violencia”; en cambio, en “el barrio” están los
“trabajadores” y los “chicos”, destacados por su tranquilidad y asociados con el juego. La
irrupción de los otros, franqueando los límites de la villa y convirtiéndose en “una
presencia cotidiana” entre la clase media, adquiere, para estos últimos, el sentido de una
invasión negativa que les sustrae ciertos valores propios (la tranquilidad, la sociabilidad
pública) para instalar “las armas y las drogas” y la “criminalidad” en las veredas,
“sembrando el terror en el vecindario”. Además, se enfatizan otros de los sentidos
dominantes en torno a la asociación pobreza-delincuencia: la necesidad de reforzar las
medidas de seguridad, la culpabilización de los pobres y el pedido de castigo a los que
comenten actos delictivos; se habla de la impunidad de los culpables, de “una criminalidad
que no tiene controles”, y la falta de medidas drásticas implica para los vecinos una
expectativa de repetición: “solo podemos esperar una repetición de esta tragedia”, se dice
en la carta en referencia al asesinato de la joven baleada.116
Esta necesidad de recrudecer las medidas de persecución, justicia y castigo a los
culpables aparece también trabajada en la novela a partir del personaje de “la Jueza”,
caracterizada por ser “autoritaria, decidida”, “salvaje como un gato montés, insistente,
rencorosa, malísima” (155). La Jueza es mediática y famosa, convertida en la favorita del
periodismo sensacionalista, es seguida fervientemente por “un vasto público” que aplaude
cada una de sus persecuciones y siempre “pide más”, una audiencia masiva que reclama
“una justicia dura, activa, libre de las restricciones de la toga y el infolio” y, por tanto,
apoya a todo aquel que salga a la calle “a presentar batalla al crimen en su propio campo”
(154-155).
Al momento de mostrar a los cartoneros siguiendo la focalización de Maxi y sus
recorridos, el narrador evita ubicarse en cualquiera de los lugares que construyen a la
pobreza asociada a la conmiseración o, en su reverso, al miedo y al delito. Prefiere en
cambio intentar otros sentidos y mostrarlos con características diferentes, en algunos casos
contrapuestas a las desarrolladas anteriormente. En primer lugar, presenta a los pobres
como trabajadores que desempañan “la profesión de cartonero o ciruja”, consistente en la
recolección de cartón, papel, vidrio, entre otros residuos. Esta ocupación requiere “un
olfato especial”, saber dónde se encuentran los residuos valiosos y dónde conviene
detenerse (10,11), por lo tanto para desempeñarla son necesarios determinados
conocimientos y habilidades. Es un oficio que puede aprenderse y se transmite de
generación en generación: “Los niños chicos, de dos años para arriba, correteaban a la par
de sus madres, y colaboraban a su modo en la busca en las pilas de bolsas de basura,
aprendiendo el oficio.” (11). De modo tal que, además, los cartoneros trabajan junto con su
familia, estableciendo lazos de ayuda mutua, y se caracterizan por presentar una
convivencia pacífica y solidaria entre pares. “Maxi nunca los vio pelearse, y ni siquiera
superponerse”, y sí los vio compartir entre todos su colaboración, con lo cual se revierten
los sentidos sociales que asocian a estos sujetos con la violencia y el enfrentamiento (13).
También se distinguen por la cordialidad y buen trato, cuando Maxi invitaba a las mujeres a
subir al carrito junto con sus niños “respondían a su sonrisa con otra, tímida, y preguntaban

116
Todas las citas que se refieren a la “carta de lectores” pertenecen a las páginas 43 y 44 de la novela.
`¿puede? ¿no le pesa demasiado?´, por pura cortesía” y cuando algún chico grande se
negaba a subir era “no por desprecio, no agresivos, todo lo contrario” (16, 17).
La contraposición entre los sentidos construidos y repetidos por las clases medias y
otros sentidos posibles presenta un momento importante en la novela durante el diálogo que
mantienen Maxi y Adela, habitante de la villa que trabaja de “sirvienta” en las casas del
barrio de Flores. En primer lugar, Maxi la intercepta:

–¿Qué hacés vos a esta hora?


–Señor, voy a comprar para la cena.
–¿A esta hora? ¿Por qué no comprás en el supermercado para toda la semana?
Sale más barato.
¡Otra metida de pata! Por supuesto que los pobres vivían al día, no hacían
compras semanales ni mensuales, y además no había supermercados en las
villas. (80)
A Maxi le llama la atención que Adela realice las compras en el barrio y de noche,
seguramente porque esto difiere de las costumbres de su familia, pero luego considera
errónea, “una metida de pata”, su apreciación de que le convendría ir al supermercado
haciendo una compra semanal, porque reactiva una serie de sentidos que circulan en
relación a los pobres: el imperativo de “vivir al día”, y por tanto la imposibilidad de
establecer planificaciones a mediano plazo, la villa como espacio signado por la carencia
donde “no había supermercados”. Sin embargo el diálogo muestra que quizás esta
concepción previa del otro se corresponda poco con su realidad, porque, como vemos a
continuación, Adela “no se lo tomó a mal” y su respuesta, en lugar de resultar ajena, le
suena a Maxi familiar, exactamente igual a lo que habría respondido su propia madre: “-
Señor, siempre falta algo a último momento.” (81). Por tanto, aún cuando Maxi repone
muchos de los sentidos cristalizados en su grupo de pertenencia, no deja de percibirlos
como conflictivos y cierta inadecuación se hace manifiesta cuando esas representaciones
estatuidas se confrontan con las experiencias y discursos del otro a quien intentan nominar.
Luego, Maxi replica el discurso del miedo y la inseguridad que analizamos anteriormente:
“¿No tenés miedo de andar sola de noche?”, “Aquí son capaces de asaltarte por un peso.”
son expresiones que forman parte de esos sentidos que asocian pobreza con delincuencia y
donde se considera que al franquear ciertas zonas aumenta la peligrosidad porque allí no
hay código o límite que se respete, impera “la ley de la jungla” (81). Sin embargo,
enseguida Maxi reconoce la posibilidad de que su discurso le resulte “insultante” a Adela,
por esto decide “borrar la mala impresión” agregando un “comentario más general” y dice:

–No debería haber pobres.


Ella se encogió imperceptiblemente de hombros:
–¿Qué pobres? Señor, ésa es una palabra antigua. Antes había pobres y ricos,
porque había un mundo hecho de pobres y ricos. Ahora ese mundo desapareció,
y los pobres se quedaron sin mundo. Por eso mis patronas dicen: “ya no hay
pobres”.
–Y sin embargo, hay.
–Señor, sí. No hay más que mirar alrededor.
–Y deben de sufrir por ser pobres- arriesgó Maxi.
–Señor, no sé, ya no existe el viejo mundo de las recompensas y los castigos.
Ahora es cuestión de vivir nada más. No importa cómo. (82-83)

Mientras Maxi no deja de proferir expresiones ampliamente usadas y reiteradas: el


ideal de un mundo sin pobreza, la asociación del pobre con el sufrimiento, Adela plantea la
necesidad de pensar la cuestión de otra manera, dejando de lado la “palabra antigua” y la
cosmovisión de un “viejo mundo” que, al tiempo que organiza la realidad en dicotomías
generalizadoras (“pobres y ricos”, “las recompensas y los castigos”), reproduce las
diferencias. Adela instituye la posibilidad de la palabra ambigua, “ya no hay pobres” “y sin
embargo, hay” pueden coexistir en un discurso que está intentando decir otra cosa, por
fuera de los sentidos establecidos que piensan la pobreza de manera tranquilizadora (el
pobre que sufre, que debería no existir). Adela viene a reponer aquello que se oculta en los
discursos dominantes: “los pobres se quedaron sin mundo”, el mundo tal como está no
puede pensarlos ni nombrarlos, y, como tampoco se ocupa de garantizarles los mínimos
derechos, ahora de lo que se trata es de “vivir nada más. No importa cómo.”.

3. Modos de la invisibilidad

En la guerra entre los gimnasios de Flores, los concurrentes del Chin Fú adoptan una
actitud deliberada cuando acontecen los ataques: hacen como si no pasara nada, continúan
con sus actividades sin prestar siquiera atención a los embates y destrozos, de modo tal que
su estrategia principal consiste en practicar “una indiferencia forzada, impuesta, como una
voluntad” (10). Aún cuando los ataques aumentaron su intensidad y virulencia, y por
ejemplo, llegaron a ejecutarse diez embestidas en tan solo una hora, aún cuando la situación
parecía que era “insostenible”, que “no resistiría un día más”, la actividad continuaba su
curso, es más “el grueso de los esfuerzos se concentraba en que la actividad prosiguiera
como si nada pasara” (58). Por lo tanto, en medio de la guerra, los miembros del Chin Fú
predican “una abstinencia militante” que consiste en permanecer impávidos, demostrando
una “abstracción completa” de los acontecimientos que los rodean, y, cuando el conflicto
acecha con sus ataques, mirar para otro lado (59).
A partir de la figuración de esta guerra entre gimnasios, podríamos pensar que en las
novelas analizadas, aún cuando construyen representaciones de la pobreza y de los pobres,
su momento más interesante no es allí cuando se detienen a caracterizar a estos sujetos
sociales, sino cuando convierten a la posibilidad de percibir, o no, a los otros sociales y a
los conflictos que atraviesan el tejido social en problema a ser explorado. Es decir, las
novelas traman, no solo el empobrecimiento de vastos sectores de la población y el
surgimiento de una pobreza múltiple y heterogénea, sino, fundamentalmente, los modos en
que estas nuevas formas que asume la pobreza están siendo naturalizadas, convertidas en
una presencia invisible, ajena, con la que convivimos porque hemos adquirido la capacidad
de abstraernos, no prestar atención, o mirar para otro lado.
Las dos novelas convierten a la mirada, junto con la posibilidad de percibir o no a los
otros, en un elemento central que no solo es objeto de reflexiones explícitas sino que
estructura la focalización, la trama y la construcción de los personajes. En La guerra de los
gimnasios se dice que el mundo personal de Ferdie estaba lleno de “tabúes de atención”: no
sabe si su padre usaba o no bigote porque “siempre se prometía mirar disimuladamente y
nunca lo hacía” (41), sigue fielmente las instrucciones de no prestar atención a los ataques
que se suceden en el gimnasio, además, cuando los fisicoculturistas avanzados se reúnen a
ensayar movimientos y posturas de competición ante el espejo, no se atreve a observarlos
abiertamente, quedando sometido a “un estado nervioso de mirarlos y no mirarlos a la vez”
(41). Por eso Ferdie anhela la libertad de los niños pequeños, capaces de “mirar las cosas de
frente, sin disimulos”, mientras que él experimenta la percepción ante todo como una
limitación y una dificultad. Intimidado por la presencia de los otros no puede detener en
ellos públicamente su atención: “habría tenido que estar solo en el mundo para poder mirar
a su prójimo a gusto” (41).
Quizás el principal tabú de atención que manifiesta Ferdie es su incapacidad para
mirar el desarrollo de la enfermedad de su madre. Sin embargo, lo interesante de esta
imposibilidad es que trasciende lo meramente personal para convertirse en una experiencia
familiar compartida. En la familia de Ferdie asumen como un “tácito acuerdo” la costumbre
de no prender nunca la luz de noche, por tanto cenan “bajo los penumbrosos colores” que
desprende la pantalla, siempre encendida, del televisor (34). La “lebrosis” que padece su
madre provoca en ella “una suerte de transformación: el labio se hendía, la piel se cubría de
un vello lanoso y las orejas crecían en punta hacía arriba” (36); de modo tal que el avance
de la enfermedad es experimentado como un “mal” que deforma a su madre y la convierte
en “un monstruo” (36). Por eso, ante aquella monstruosidad que ha invadido el espacio
íntimo y la tranquilidad familiar, la actitud es similar a la que se propone en el gimnasio
Chin Fú: dejar velada la otredad en las sombras, evitar detener en ella la atención, continuar
viviendo como si no pasara nada. Y la estrategia de indiferencia se convierte en natural,
“estaban muy acostumbrados a verse bajo esa iluminación” (34), a no verse, a mantenerse
en penumbras.
Al momento de narrar las apariciones de los cartoneros, la novela efectúa un pliegue
del espacio público sobre el espacio privado intrafamiliar: la misma lógica de
funcionamiento permite convivir con una madre, con una sociedad, donde se suceden las
alteraciones y avanza la descomposición. Esta continuidad entre lo público y lo privado es
experimentada por el propio Ferdie cuando se cruza con los cirujas y, alcanzado por “las
caras horribles que se interceptaban a su paso, con gesto amenazante y temeroso a su vez”,
“sintió, sin pensarlo, que no iba a su casa sino que ya estaba en ella” (31-32). Los
cartoneros permanecen “ocultos en las sombras”, y Ferdie “hundido en sus pensamientos,
no notaba nada, y hacía de modo automático el trayecto recorrido mil veces” (32). Las idas
y venidas de “la gente de Flores” pueden repetirse “como un espectáculo interminable” (64)
sin que sus traslados se vean interceptados por la presencia de una pobreza que avanza sin
ser siquiera objeto de atención.
Los pobres y cartoneros que pueblan La villa se caracterizan ante todo por su
invisibilidad, aun cuando recorren todas las noches las calles del barrio aparecen como
aquello que los vecinos no ven o prefieren no ver: “se habían hecho invisibles, porque se
movían con discreción, casi furtivos, de noche (y solo durante un rato), y sobre todo porque
se abrigaban en un pliegue de la vida que en general la gente prefiere no ver” (10). También
la villa aparece como esa zona infranqueable para los vecinos de los barrios lindantes, en
cuyo interior “nadie podía asegurar qué pasaba” y donde “no entraba nadie que no
perteneciera” (43, 31).
Pero Maxi sí se atreve a acercarse al mundo de los pobres, y como el acceso a los
pobres y el ingreso a la villa son realizados fundamentalmente a través de la focalización
que construye su mirada, compartimos sus mismas limitaciones. De este modo la novela
reconoce aquello que una mirada no puede o no ha llegado a ver, cuestión que se pone de
manifiesto cuando se sigue un punto de vista particular y sólo podemos acceder a lo que ese
personaje observa desde su perspectiva situada en un espacio-tiempo determinado. Por
ejemplo, siguiendo los derroteros de la mirada de Maxi, no tenemos acceso al centro de la
villa ni sabemos a dónde se dirigen sus calles construidas en ángulos de cuarenta y cinco
grados: “¿Adónde terminaban? Eso Maxi nunca lo supo. Sus propias “entradas” no eran
muy profundas; nunca fue más allá de los cien metros hacia adentro… […]. De modo que
el centro, si había centro, siguió en el misterio para él.” (35-36).
Además, en el caso de Maxi, las limitaciones perceptivas aparecen enfatizadas a
través del reconocimiento de sus características: el protagonista padece “ceguera nocturna”,
“una dificultad muy molesta para distinguir las cosas en la oscuridad o con luz artificial”, y
como su ritmo vital es sobre todo diurno, con la caída de la noche el derrumbe de todos sus
sistemas es “abrupto y sin apelaciones” (7). Como sus recorridos junto a los cartoneros
acontecen de noche, la novela exhibe una y otra vez las dificultades de una mirada que se
debate entre la ceguera y el sueño: “en la luz gris su vista no funcionaba tan bien”, “estaba
acostumbrado a ver mal de noche”, “se le cerraban los ojos”, “creía que más de una vez se
había dormido caminando”, “medio dormido, más ciego que nunca” (101, 79, 14, 17, 36).
Así, Maxi y nosotros, lectores que seguimos su focalización, terminamos
acostumbrándonos “a las trampas de la percepción, y también a sus proezas” (79),
reconociendo que nada de lo visto, y narrado, puede ser totalmente confiable porque
proviene de una mirada sesgada, entrecerrada, casi ciega.
Quizás es por esta condición marcada de Maxi que los cartoneros aparecen en la
novela como un colectivo abstracto, sin definiciones ni particularizaciones precisas,
cuestión que ya aparecía anticipada en La guerra de los gimnasios pero que aquí asume un
mayor desarrollo. El protagonista no logra reconocerlos: “era él quien no los distinguía, se
le confundían, pero le daba lo mismo” (12). Así, “cartoneros” son todos y cada uno de esos
sujetos, igualados en su condición de trabajadores y de pobres, incapaces de asumir
características individuales que los diferencien y distingan en su unicidad. Esto puede ser
parte de la percepción limitada de Maxi, pero también puede ser muestra de la ceguera de
una clase que no puede ver al otro más allá de sus rasgos colectivos y de la construcción de
estereotipos. El protagonista asume que su incapacidad de distinción se debe a que “había
tantos haciendo lo mismo y eran tan parecidos”, y su hermana tampoco puede reconocer a
Adela: “como a Vanessa todos los bolivianos le resultaban iguales, no estaba segura de no
haberla confundido con otra” (16, 50).
Los otros, “parecidos”, “iguales”, dignos de ser confundidos o intercambiados,
irreconocibles, ingresan a la novela también como grupo indistinto, no asumen la condición
de personajes únicos y complejos, y tampoco tienen voz, “no hablaban mucho, más bien
casi nada” se dice de los cartoneros (12). Aquellos que se diferencian son los que logran
franquear las fronteras: Adela que trabaja en casa de sus “patronas” de clase media, el
“linyerita” que se escapó de la villa para dormir debajo de la autopista. La voz de estos
personajes reconoce la distancia e intenta congraciarse cada vez que se expresa, replicando
“señor” o “señora” al inicio de cada uno de sus enunciados. Pero además, aun aquellos que
lograron distinguirse son un misterio para el narrador, quien dice de Adela: “vivía envuelta
en el misterio. Nadie puede saber lo que hay en el corazón de una chica como ella”, y del
linyerita: “Uno nunca sabe a qué se pueden aferrar los solitarios, cuando no tienen nada.”
(57, 20). Así observamos, más que a los otros, sus rostros y sus lenguas, las formas en que
un grupo social los percibe y los construye. Esto quizás hable más y mejor de las
características de ese grupo que del mundo de los pobres, dejando al descubierto una
mirada insuficiente al momento de percibir al otro, incapaz de escuchar qué tiene para decir
ese otro de modo tal que, además de hacerlo visible como colectivo, puedan hacerse
audibles los reclamos que arguye su voz, puedan convertirse en narración las
configuraciones que asume su experiencia.

4. La expansión de los poderes perceptivos

Cuando Valencia se detiene a analizar los propósitos de Hokkama, principal oponente


de Chun Fú en la guerra de los gimnasios, dice que todo parte de “una hipótesis sobre la
percepción”. Valencia explica que los seres humanos aprehendemos el mundo en que
vivimos a través de los sentidos, pero, como los estímulos que recibimos son excesivos en
cantidad, profusos, innumerables; estamos provistos de “un mecanismo de embotamiento
de las percepciones” (117) que nos permite sobrevivir evitando que el cerebro nos estalle
por sobrecarga eléctrica. Este “mecanismo de la atención” se manifiesta como “un
enfocamiento” a través del cual “entre miles de ruidos, músicas, palabras, registramos nada
más que un hilo sonoro que nos concierne”, y así es como “oímos solo lo que escuchamos”
(117-118). Sin embargo, Valencia reconoce que no estamos condenados a las limitaciones
perceptivas, existen drogas que inhiben el selector de atención, y también existe el arte. El
arte “ha sido desde siempre el método ‘natural’ para alcanzar la misma expansión de los
poderes perceptivos” (118).

Quizás por ello, allí donde el orden social avanza en el afianzamiento de los
mecanismos que recortan el mundo, concentrando la atención solo en aquello que se quiere
ver y oír, la literatura se desplaza hacia la proliferación de tensiones y conflictos que hacen
de la experiencia algo efectivamente vivido. Así, podríamos expresar, tal como lo hace
Williams al finalizar su estudio de la novela inglesa, que una vez exploradas ciertas novelas
suena diferente lo que se nos cuenta de la historia general de la sociedad. Por otra parte,
debo reconocer que, aún cuando quisiera poder hacerlo, y muchas veces el impacto que me
produce cierta lectura me anime a ello, no puedo afirmar fehacientemente que la novela sea
el lugar donde lo social acontece “más profundamente y antes que en ningún otro registro
de la experiencia histórica” (Williams 1997: 226-227). Puede que los parámetros
cuantificadores no conduzcan mucho más allá del regocijo confirmatorio del crítico
literario, puede que establecer cronologías con cierto afán de contundencia implique
empobrecer los devaneos del tiempo. Quizás los distintos discursos sociales tramen la
experiencia histórica, todos con ciertas posibilidades de profundidad y anticipación. En fin,
esto resulta en gran parte incierto, hipotético, de dudosa verificación. Sin embargo,
mientras leo algunas novelas, una certeza inminente no deja de corroborarse: la literatura
sabe algo de la experiencia social, algo que en buena medida depende de, o se encuentra
relacionado con, los modos en que la literatura narra la experiencia. Quizás este trabajo
venga solo a susurrar que ese algo y esos modos merecen ser interrogados.
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El acercamiento de la FJC a los jóvenes durante el Proceso (1976-1983): el caso de la
revista Vamos! Al Tiempo Joven. Entre el consenso a la dictadura y la formación de un
estereotipo de juventud

Mariana Saraniti117

Pertenencia institucional: Universidad Nacional de General Sarmiento

Palabras clave: consenso - subversión - estereotipo de jóvenes

Introducción

El consenso explícito de los medios de comunicación brindado a la Junta Militar que se


apropió del poder en la Argentina entre 1976 y 1983 ha suscitado el estudio de diferentes
casos que se concentran en evaluar los alcances y matices de dicha actitud.

En relación con ello, la actuación de la prensa en general durante aquellos años es un tema
que genera muchos interrogantes, puesto que no se pueden establecer generalizaciones ni
tampoco omitir elementos comunes que han signado su comportamiento. A pesar de ello, se
pueden hallar lineamientos a través de distintos trabajos que se han realizado al respecto.
En este sentido, éstos indican la existencia de colaboracionismo y apoyo explícito al
régimen autoritario, así como omisiones y autocensura, y, en pocos casos, la existencia de
pequeños actos de resistencia a través de publicaciones que intentaron restarle consenso al
gobierno militar.118

Con el propósito de sumar conocimiento a estos debates, en este trabajo proponemos


analizar la publicación quincenal denominada Vamos! Al Tiempo Joven. La misma posee
varias particularidades llamativas: en primer lugar, era una revista que, aunque no
formalmente, formaba parte de las publicaciones dependientes de la Federación Juvenil

117
Profesora Universitaria en Historia, egresada de la Universidad Nacional de General Sarmiento.
Actualmente se desempeña como profesora en Historia en el Nivel Medio. Al mismo tiempo, es becaria en
Investigación y docencia en la UNGS bajo la dirección de la Dra. Florencia Levín y cursa la Maestría en
Historia Contemporánea dictada por la misma casa de estudios.
118
Quienes han trabajado estas cuestiones de manera más completa son Blaustein y Zubieta, 1998; Gilbert y
Vitagliano, 1998; Ulanovsky, 1996; Sidicaro, 1993; Varela, 2001; Franco , 2002; Schindel; Gamarnik; entre
otros.
Comunista (FJC). De esto se deriva la segunda particularidad: a pesar de ser un medio
relacionado con una agrupación política, no difería de otras publicaciones comerciales que
circulaban durante la época.

Al mismo tiempo, Vamos! constituyó un estereotipo de joven funcional a los lineamientos


ideológicos de la dictadura militar y brindó una imagen del gobierno absolutamente
positiva. Ahora bien, estos lineamientos nos abren camino a algunos interrogantes: ¿por qué
la FJC publicaría una revista con estas características? ¿Cómo se relaciona esta decisión
con su ideología previa al golpe de Estado? ¿Por qué motivos se apoyaría a la dictadura
militar? ¿Qué imagen de joven pretendían mostrar?

En este trabajo, se intentará dar respuesta a estos interrogantes partiendo de que no se puede
analizar la actuación de la FJC sin mencionar la actitud tomada frente al gobierno militar
por el Partido Comunista Argentino (PCA), del cual dependía la agrupación juvenil. En
este sentido, se intentará demostrar que el caso de Vamos! constituye un fiel indicador del
precio que tuvieron que pagar el PCA y la FJC para evitar ser prohibidos por el régimen
militar. El costo de mantenerse a la par de los demás partidos políticos no alineados con la
izquierda (esto es, mantenerse en la suspensión de las actividades políticas pero no ser
vedados como instituciones), implicó la demostración de consenso a la dictadura, lo cual se
convirtió durante los primeros años del retorno de la democracia en una cuestión crucial
sobre la que el PCA se rectificaría.

Sin embargo, el caso que aquí se analiza, a pesar de ser sintomático de las estrategias de
“supervivencia” adoptadas por el PCA, contiene elementos que demuestran una
“exageración” en relación con la actuación del partido. Esto se verá plasmado en el
engrandecimiento del régimen autoritario y la apropiación de terminología utilizada por los
militares para estereotipar a la juventud (como la utilización del término “subversivo”), lo
cual da cuenta del carácter reformista de la agrupación juvenil no sólo respecto de la
política, sino también hacia el mensaje que se les impartía a los jóvenes.

Para dar cuenta de estas afirmaciones el trabajo se estructurará a partir de los siguientes
ejes: por un lado, se analizarán las actitudes del PCA y la FJC en los años previos a la
última dictadura y durante la misma. En segundo lugar, se mostrará el imaginario de joven
esbozado por la revista, así como también de las Fuerzas Armadas (en especial, del Gral.
Jorge Rafael Videla). Finalmente, se realizarán unas reflexiones finales sobre los aspectos
analizados.

El Partido Comunista Argentino y la FJC: decisiones frente a los procesos


dictatoriales

El PCA, surgido en la Argentina inmediatamente después de la Revolución Rusa, se ha


caracterizado por ser una agrupación que ha tenido que lidiar con los avatares de la política
local, signada por la alternancia de gobiernos civiles y militares, la eventual censura y
prohibición de sus actividades políticas y, finalmente, la pérdida de influencia sobre el
sector obrero tras la aparición del peronismo. La FJC, por su parte, se ha formado como el
ala juvenil del partido en los inicios de la década de 1920. La misma ha brindado al partido
numerosos cuadros políticos que construyeron las bases de su militancia en la organización.

A los efectos de este trabajo, nos remitiremos brevemente al accionar del partido y la
agrupación juvenil durante las décadas del sesenta y setenta con el fin de analizar su
postura frente a las irrupciones militares en el gobierno.

La posición inicial del PCA y la FJC con relación al golpe de Estado que encabezó Juan
Carlos Onganía demuestra una clara resistencia a este tipo de intervenciones, que eran
tildadas de “pro-fascistas”. Ante la irrupción militar en 1966, los comunistas no vacilaron
en pronunciarse en contra de la “Revolución Argentina”:

Ya se han ido acumulando suficientes elementos como para que nadie se llame a engaño
sobre qué representa el “nuevo orden comunitario” prometido. No se trata de un gobierno
dictatorial corriente, de los varios que han venido a cercenar tal o cual libertad. Se trata de
un nuevo tipo de gobierno, basado en un Estado corporativo-fascista que arrasa con todas
las libertades y conquistas obreras, populares y democráticas logradas luego de muchos
años de lucha.119

119
Codovilla, 1967: 10, en Campione, Daniel (2007)
De esta manera, en los sesenta el PC sería una de las fuerzas abanderadas de la resistencia
contra el gobierno de Onganía, plegándose, por ejemplo, en algunas acciones contestatarias
contra el régimen como la huelga de los trabajadores de la represa El Chocón o el
Cordobazo120. Sin embargo, su lucha no iría de la mano del surgimiento de las agrupaciones
revolucionarias que bregaban por la toma de las armas para cambiar el rumbo. La decisión
de optar por la lucha armada fue entendida como un “aventurerismo” en detrimento de la
“acción de masas” en sindicatos, barrios y ámbitos estudiantiles.

De esa forma, con el advenimiento del camporismo y el inminente retorno de Juan


Domingo Perón de su largo exilio en 1973, ambas organizaciones optaron por alinearse a
los métodos constitucionales privilegiando al propio Perón en vez de dar apoyo a sectores
más radicalizados. Tiempo después, luego de su fallecimiento en 1974 y la asunción
presidencial de María Estela Martínez de Perón, el comunismo mostraría una faceta
diferente de de la sostenida durante el Onganiato.

Siguiendo con la línea antirrevolucionaria, el PC y, en consecuencia la FJC, se desplazaron


hacia cierto “acomodamiento” y aceptación de la intervención militar para frenar la
agitación social que se estaba viviendo. Sin embargo, a diferencia de lo que veremos en el
análisis de la revista Vamos!, el consenso que se brindó a la dictadura fue mucho más
matizado. De acuerdo con los argumentos de Daniel Campione, “la toma del poder
castrense no era considerada el “método más idóneo”, pero se le reconocía el propósito de
aportar soluciones, es decir que su finalidad última se consideraba válida, reduciendo la
discrepancia a los medios de obtenerla”121. Ahora bien, este “acomodamiento”, ¿se da sólo
por la necesidad de restaurar el “orden” o más bien respondió a las necesidades de
supervivencia de un partido que corría serios riesgos de perder su personería frente a la
prohibición de los partidos políticos?

Una posible respuesta se basa en que ambas cuestiones jugaron un rol importante, pero más
aún lo fue la necesidad de no perder vigencia y por ende, la posibilidad de rearmarse
cuando se restituyera el orden democrático. Para ahondar sobre estas afirmaciones a
continuación nos basaremos en el análisis de la revista Vamos!, la cual representa un

120
Campione, 2007, p. 196.
121
Idem, p. 199.
discurso más exagerado que el sostenido por el PCA, sobre todo en torno a la lucha armada,
la imagen de joven que se proyectaba y la exacerbación de la imagen positiva de las
Fuerzas Armadas, en especial del General Jorge Rafael Videla).

La construcción de una publicación afín a la dictadura: el caso de la revista Vamos!


Al Tiempo Joven122

La revista Vamos! fue lanzada al público el 21 de mayo de 1976, a casi dos meses de
instalado el gobierno militar. Su publicación quincenal fue acompañada por la FJC, al
nombrar como director a José Antonio Díaz, quien fuera miembro del Comité Central de la
joven generación. Díaz había sido electo en ese sitio en el X Congreso de la Fede, de 1974,
tras una destacada actividad en el ala juvenil del Encuentro Nacional de los Argentinos, una
herramienta política que impulsó el PCA en tiempos de la llamada Revolución Argentina.
No tenía antecedentes como periodista, profesión que abrazó más tarde con éxito.123

Vamos! estaba dirigida primordialmente a un público adolescente, sobre todo a estudiantes


secundarios y también a aquellos jóvenes que acababan de graduarse de la escuela.
Asimismo, en los inicios fue editada por la editorial Tiempo Joven, la cual era utilizada por
la agrupación juvenil para publicar sus revistas y folletos partidarios. A partir del mes de
junio, la revista comienza a ser publicada por sus propios creadores, quienes nombraron a
su editorial con el título de “Ediciones Vamos! Al Tiempo Joven”.124 Cabe aclarar que este
dato no sugiere una separación entre ésta y la FJC. De acuerdo con los datos aportados por
Isidoro Gilbert125, Vamos! efectivamente perteneció a la Fede durante período estudiado.

De acuerdo con las investigaciones realizadas por Gilbert, existe la versión de que la salida
legal de Vamos! se negoció con el general Llamil Reston, que era contacto del Estado
122
Para la realización de este trabajo, se han analizado todas las publicaciones que datan desde mayo de 1976
hasta diciembre del mismo año. Las mismas han sido relevadas en el Centro de Estudios de las Culturas de
Izquierda (CeDinCi). Cabe aclarar que Vamos! fue colocada en el Index por Resolución Ministerial
(Educación) N° 2977 de fecha 3 de octubre de 1978. Entonces lanzó Vamos a Imaginar Algo Mejor y luego
salió Imagen de Nuestros Días, bajo la dirección de J. A. Díaz, Imagen… fue clausurada por el gobierno y, en
febrero de 1981, la FJC dispuso editar Aquí y Ahora, luego Aquí y Ahora la Juventud, como quincenario.
Pasaron por su conducción Francisco Álvarez, Alberto Nadra, Jorge Sigal y Jorge Garrido, prematuramente
fallecido, con un conjunto de periodistas que llegaron a ser profesionales destacados.
Fuentes:www.pparg.org/pparg/documentos/.../_b/.../Libros_prohibidos.pdf, Gilbert, Isidoro, p. 624.
123
Gilbert, Isidoro (2009) p. 621
124
Lamentablemente no contamos con datos empíricos que indiquen por qué la revista logra tener su propia
editorial ni tampoco el número de ejemplares vendidos durante el año 1976.
125
Gilbert, I. Op. Cit.
Mayor con personas del PC y la FJC. En una entrevista realizada a Díaz al respecto éste
indicó que dicha versión no es verdadera, y que en todo caso, la publicación de la revista
“Fue un intento de la dirección de la FJC para ganar legalidad y no perder contactos, no
aislarnos. Por eso le dimos tanta importancia a la música juvenil y a lo artístico” 126. En
todo caso, la legalidad de la revista condice con la adquirida por el PCA, que, como ya se
mencionó, obtuvo el beneficio de no perder su personería durante los años de dictadura. En
este sentido, Gilbert indica que los militares “coincidieron en que al Partido Comunista se
le debían respetar sus derechos adquiridos, es decir, su personería y, por lo tanto, debería
ser tratado como el resto de los partidos. Dalla Tea, Flouret, los generales Roberto Eduardo
Viola (uno de los líderes del golpe de Estado) y Rogelio Villarreal coincidieron en
testimoniar al autor que se consideró al PC como no subversivo y, además, poco
importante”, y que por ello, “Hubo consenso en que al PC había que suspenderlo y no
ilegalizarlo, para que la juventud que estuviera insatisfecha se canalizara a través de este
partido de izquierda y no fuera a la acción violenta. Ésta fue la razón fundamental. Había
distintas opiniones: estaban los duros y los blandos, los halcones y las palomas, pero hubo
mayoría y la posición de Ejército fue esa”127.

Las publicaciones estaban cargadas de un sesgo que implicaba la imagen de jóvenes


apolíticos, interesados únicamente por cuestiones triviales. Los temas destacados en la
publicación se relacionan con el uso de las drogas, el amor, la llegada de la primavera, la
escuela secundaria, el rock y eventos sociales como la peregrinación a Luján.

La creación de consenso con el régimen militar es una constante en todos los números que
se han analizado para la realización de este trabajo. Por un lado, nos encontramos con
alusiones a la lucha antisubversiva, y por otro, a recurrentes notas sobre la relación paternal
que la revista establecía entre los militares y los jóvenes.

El imaginario de juventud: entre los valores morales para la juventud deseada y la


omisión de identidad del sujeto “no deseado”

La revista Vamos! operó como un instrumento eficiente en pos de demostrar una imagen
positiva de la dictadura militar creando imágenes estereotipadas de los “subversivos”. En el
126
Op. Cit. P. 622
127
Gilbert, El Oro de Moscú, pp. 305 a 401, en Gilbert, Op. Cit. Pp. 620-621.
presente apartado se intentará dar cuenta de la imagen de joven que se construyó en la
revista, la cual no era ajena a la utilizada por otros medios de comunicación 128 . A partir de
esto, veremos que están presentes dos imágenes contrapuestas: por un lado, la de cómo
deberían ser los jóvenes y, por otro la estigmatización y anulación de identidad de los
“subversivos” para mostrar lo que los jóvenes no deberían ser. En este sentido, se
considerará al joven como un concepto simbólico que aparece como concentración de las
angustias sociales pero que al mismo tiempo se convierte en el modelo de futuro; así pues,
representa a la vez los sentimientos de amenaza y esperanza. Es decir, que se acentúa la
insistencia en el tema de la inadaptación, como resultado de la angustia de la utopía
representada por los jóvenes y de la degeneración del mal social que hay en ellos129.

En relación con lo mencionado, se puede afirmar que la preocupación sobre esta cuestión
se denota bajo el lema “la juventud está perdida”(ver chsite N° 1). Ahora bien, cabría
preguntarse entonces por qué la juventud estaría perdida. En este sentido, y de acuerdo con
los estereotipos de la revista, estar perdido significa dejarse llevar por ideas relacionadas
con las organizaciones armadas y el crimen, pero también implica que el desvío de los
jóvenes está signado por el poco acceso al trabajo y a las malas costumbres (es decir, evitar
las drogas, el sexo irresponsable, entre otros).

1-Núm. 3. Pág. 31. 18/6/76

En la
imagen N°
2, por
ejemplo, se
ve la
128
En esta línea, se entiende como estereotipo a una representación repetida frecuentemente que convierte
2- Núm.4. Pág. 28. 2/7/76
algo complejo en algo simple. Es un proceso reduccionista que suele distorsionar lo que representa, porque
depende de un proceso de selección, categorización y generalización, donde por definición se debe hacer
énfasis en algunos atributos en detrimento de otros. Simplifica y recorta lo real. Tiene un carácter automático,
trivial, reductor. Los estereotipos son conceptos de grupo, lo que un grupo piensa de otro o de otros. Lleva
necesariamente implícito en su existencia un consenso. Gamarnik, Cora (2009), p. 1.
129
Passerini, Luisa, 2000, P. 35.
preocupación (que es recurrente en Vamos!) sobre la importancia de conseguir trabajo, lo
cual, según la revista, era una tarea difícil que solía desalentar a los jóvenes, quienes
terminaban aceptando empleos con bajos salarios y que no se relacionaban con sus gustos o
las carreras que habrían elegido. En la revista se los llama “los LRF” (Laburantes en
Receso Forzoso). En este punto, se puede afirmar que es en este tipo de notas en las que se
muestran aspectos negativos sobre el régimen, que no actuaba sobre algo tan imperioso
para la juventud como lo era la inserción laboral.

Por otra parte, “la juventud perdida” también se relacionaba con la delincuencia. En una
entrevista realizada por Vamos! al Doctor Florencio Varela, se hace hincapié en que las
causas de la delincuencia juvenil devenían de problemas económicos y sociales
estructurales, los cuales impactaban fuertemente en los sectores más vulnerables de la
sociedad. Sin embargo, también se hace referencia a otro tipo de cuestiones:

“Otro tipo de delincuencia se da en la clase media, ya no tanto por factores económicos


sino fundamentalmente afectivos, como el resquebrajamiento de la familia. El joven
aparece aquí vinculado a las drogas o la guerrilla. En este último caso, las ideas o móviles
políticos son llevados al extremo, por un desconocimiento de la realidad o fantasías
alimentadas por deficiencias reales del medio”.130

Así, vemos que la cuestión del “descarrilamiento” de los sectores juveniles forma parte de
su identificación como tales. La carga estereotipada que funciona sobre ellos es la de ser
sujetos que necesitan ser conducidos primero, por sus familias y, al mismo tiempo, por el
Estado.

La revista propone insistentemente la visión de lo que se supone deberían ser los jóvenes.
En este sentido, las notas que se presentan muestran, por ejemplo, a muchachas inocentes
que pretenden ser bailarinas, que tienen sueños en los que se convierten en princesas… es
decir, lo pulcro, lo frágil y los valores morales son los elementos que configurarían el
imaginario de lo que se esperaba que los adolescentes fueran.

130
Revista Vamos! Al Tiempo Joven, Núm. 9. Pág. 32.
La otra cara de la moneda (lo que los jóvenes no deberían ser) está enmarcado bajo el
problema de la subversión, lo cual no fue una invención de Vamos!, sino que ha sido una
cuestión que ha atravesado a los medios de comunicación antes y durante la última
dictadura militar131.

En palabras de Estela Schindel, “Subversivo es una de las palabras más obsesivamente


repetidas por los militares a lo largo de todo el período […] Su definición, sin embargo, se
mantiene deliberadamente abierta de modo que el subversivo pueda ser identificado a
discreción a cada momento por el poder militar”, así, no solamente su peligrosidad se
remite a la lucha armada, sino que también se define por abarcar cuestiones ideológicas,
políticas o culturales, por lo cual “la lucha antisubversiva carece de límites”.132

En el caso que aquí se analiza, se constatan referencias a la guerra contra la subversión, e


incluso se satiriza el tema recurriendo a chistes gráficos:

3-Núm. 2. Pág. 34. 2/6/76

El chiste nos muestra a un policía indicándole a un hombre que su hijo habría “tomado mal
camino”. En la escena siguiente, se ve que el padre imagina a su hijo poniendo una bomba,
lo cual indica la existencia de un estereotipo fuerte: tomar el mal camino significaba la
opción por la lucha armada. En este caso, el estereotipo de subversivo que opera en el chiste
se concentra en la lucha armada y no en otro tipo de representaciones relacionadas con la
militancia o la cultura. En este sentido, lo mismo ocurre en el número 3 de Vamos!. Allí
aparece una noticia sobre una joven de 18 años que asesinó a Cardozo, Jefe de la Policía

131
Ver Varela, Mirta, 2001.
132
Schindel, Estela,2003, Cap. 2. P. 53
Federal. En el encabezado puede leerse “Los excesos juveniles”. En el cuerpo de la noticia
se hace hincapié en lo inhumano del acto y en la presencia de ideologías foráneas que
corrompen a la juventud133:

“Fue una joven la asesina. Quien armó su mano no desechó la utilización de la


desesperación que esconde la personalidad de no pocos muchachos. El extremismo puede
captar voluntades aprovechando confusiones y el arrastre de graves carencias socio-
económicas, enancándose en la falta de integración a la vida activa. Ojo, no lo decimos para
quitarle ni un gramo de responsabilidad a la fría ejecutora de un crimen que repugna en
primer lugar al joven; pero no descuidemos la solución de causas que pueden ser el asidero
para atraer a otros jóvenes a esta cruel aventura”.134

En el relato de la noticia (escrita por el director de la revista J. A. Díaz) no se hace mención


a la adscripción política de la joven ni a los motivos del asesinato. Sólo se esboza su
nombre, “Ana María González” y se reitera que la juventud tenga conciencia de la
importancia de la paz. Por otro lado, es relevante la idea de “advertencia” que el mensaje
imprime sobre los jóvenes: los problemas socio-económicos y la falta de integración a la
vida activa podrían llevarlos a tomar caminos equivocados y a tomar decisiones
condenables como las que llevó a cabo la joven acusada del asesinato.

En el resto de las noticias relacionadas con la subversión no se hace mención a la identidad


de los “subversivos”. Tal como indica Schindel, “el subversivo se presenta en la prensa
como un ser sin nombre, sin cadáver, para quien la frontera entre vivo y muerto es
irrelevante, objeto de una degradación que anticipa la de los chupaderos”. 135Ejemplos de
este tipo sobran en Vamos!. La omisión de las identidades de los “terroristas” se ven en
otros casos como el del asesinato del ex presidente boliviano Gral. Juan José Torres, quien
vivía en la Argentina desde 1973. En el cuerpo de la noticia se destaca lo “macabro” del
hecho: “Su cuerpo, encontrado en la localidad de San Andrés de Giles, tenía los ojos
vendados y presentaba tres tiros en la cabeza” 136. Sin embargo, no existe mención a los
actores del hecho. En todo caso, se apunta a una campaña sistemática para desprestigiar al
133
Cosidérese que el término “subversivo” también contaba con la connotación de ser “foráneo”, “no
argentino” por los militares. Ver Schindel, Op.Cit.
134
Revista Vamos! Al Tiempo Joven, pág. 11, Núm. 4
135
Schindel, Op. Cit. P. 53
136
Revista Vamos! Al Tiempo Joven, pág. 12, Núm. 3
gobierno militar, pero sin nombrar de dónde provenía. Esto último sugiere la idea de
fomentar un clima de peligrosidad existente en la Argentina que caracterizó a varios medios
de comunicación. En palabras de Marina Franco “el discurso militar permea todo el
discurso de los medios. Sin embargo, a la vez que discurso impuesto, parece ser un discurso
apropiado –en sus argumentos y construcciones- por buena parte de la prensa. Las
estrategias frecuentes son el empleo de fórmulas difusas y la sustitución por colectivos
genéricos, que a su vez remiten a la omisión y a la desinformación”.137

En este sentido, en el caso del asesinato de Torres no sólo existe poca información, sino que
encontramos datos importantes que se han omitido: El ex – presidente boliviano fue
secuestrado y asesinado por la Triple A, agrupación que se había complotado con la
dictadura del boliviano Hugo Banzer Suáerez y que, al mismo tiempo, respondían al Plan
Cóndor llevado adelante por la dictadura militar. 138 Por lo tanto, el vínculo entre la
“subversión” y el crimen responden al plan sistemático de la dictadura de imprimir miedo y
preocupación en la sociedad, adjudicándole la perpetración de hechos delictivos a las
“organizaciones subversivas”. En este sentido, Vamos! colaboró con ese tipo de
interpretaciones.

Como se ha visto hasta aquí, el consenso respecto de la lucha contra la subversión es claro
en el repertorio de la revista. La utilización de la imagen es congruente con la exacerbación
de la peligrosidad de las agrupaciones terroristas y la información brindada sobre los
asesinatos no suele ser fidedigna. Ejemplo de ello es la nota del número 5 publicada en
julio, que se titula “Los dolores del país”. Allí se relatan varios atentados terroristas que
afectaron a la Policía Federal y a la Iglesia Católica. En la fotografía publicada se muestra
el velatorio de los religiosos y se agrega el repudio a la leyenda que se encontró alrededor
de los cuerpos de los tres curas y los dos seminaristas: “Para aquellos que envenenan las
mentes de nuestros jóvenes”. Como se ve en la imagen, en la publicación se decide mostrar
los cajones con los cuerpos de los asesinados, que no son hombres “cualquiera”, sino que
justamente pertenecen al ámbito religioso. La carga moral que implica asesinar a sacerdotes
aumenta el grado de “brutalidad” de las organizaciones subversivas.139

137
Franco, Marina, 2002, P.16
138
Fuente: http://revista-zoom.com.ar/articulo1003.html
139
Revista Vamos! Núm. 5, p. 10, 16/7/76
Sin embargo, el caso aquí relatado es similar al del asesinato de Torres. El crimen contra
los seminaristas es conocido como “La masacre de San Patricio” o “El asesinato de los
Palotinos”. El mismo no fue llevado a cabo por organizaciones armadas sino que fue la
policía la que perpetró los hechos sobre estos sacerdotes que estaban vinculados con el
Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. 140

2-Núm.5, p.10. 16/7/76

Ahora bien, cabe preguntarse cómo fue recibida la revista y el consenso hacia las políticas
antisubversivas por los miembros jóvenes de la FJC. Si bien este es un dato difícil de
cotejar, se puede mencionar que los miembros de la Fede no estaban de acuerdo con su
circulación: “En esta melodía complaciente, la publicación, aunque no era órgano oficial de
la FJC, pretendía con amplitud impostada (se dedicaban espacios a la música juvenil, el
rock, particularmente) ser una voz legal, que suponía poder ganar espacios en las calles. En
el sector de los comunistas universitarios se negaron a distribuir la revista, a pesar de las
exigencias de la dirección.”141

Jorge Sigal, quien fuera Secretario de la Organización de los universitarios porteños, indicó
en una entrevista realizada por Gilbert que “era imposible congeniar la situación concreta
en las altas casas de estudio donde la FJC mantenía influencia, es decir, aulas militarizadas

140
Sobre “La masacre de San Patricio” ver: Kimmel, Eduardo (1986)
141
Gilbert, Op. Cit. Pp. 623-624.
o desbordadas de policías, con desaparecidos o secuestrados a diario, incluso dieciséis
miembros de la Federación, con el mensaje positivo de Vamos!” 142.

Hasta aquí, hemos visto que, si bien el PCA y la FJC estaban en contra de la lucha armada
por considerarla “aventurerismo”, éstos no esgrimieron crítica alguna a las políticas de un
Estado terrorista que actuaba brutal e ilegalmente contra lo que consideraban subversivo.
De esta forma, la publicación de este tipo de notas, la omisión de información e incluso la
justificación del accionar del gobierno militar se convertirán en un desprestigio que deberán
soportar ambas agrupaciones en los años de la restauración de la democracia.

La creación de una imagen positiva de las Fuerzas Armadas: imágenes de Videla y su


mensaje a la juventud

Los medios de prensa durante la dictadura ocuparon un rol fundamental en la creación de


consenso y en la ampliación de la imagen que los militares pretendían dar de sí mismos. En
este sentido, Cora Gamarnik indica que “La dictadura no sólo gobernó a través del terror,
de la instalación del miedo y de la supresión de la libertad de expresión. Al mismo tiempo
desarrolló estrategias de búsqueda de consenso y de apoyo a sus objetivos. Los diarios y
revistas ilustradas fueron un actor político clave a la hora de crear un clima favorable en la
opinión pública de apoyo al golpe de Estado y la fotografía fue un elemento crucial de esa
construcción.143

Estas consideraciones no escapan al caso de Vamos!, que actuó de manera complaciente y


hasta propagandística del régimen militar. La revista se encargó de mostrar una imagen
paternal y protectora de las Fuerzas Armadas, y sobre todo de su cara más visible, Jorge
Rafael Videla. Aquí se vislumbra nuevamente una exageración en los preceptos sostenidos
por la FJC. Como vimos, a través de su publicación la Fede exacerbó la negatividad de la
subversión incorporando a su discurso las interpretaciones utilizadas frecuentemente por los
militares y otros medios de comunicación afines a la dictadura. Lo mismo ocurre con las
imágenes de Videla que se analizarán aquí: en ellas se muestra un abierto consenso, que por
lo menos públicamente, el PCA no sostuvo o bien, evitó mostrar.

142
Idem.
143
Gamarnik, Cora (2011), p. 51
En las fotografías que se ven a continuación (Números 11 y 12 de Vamos!) nos
encontramos con imágenes típicas que circulaban por los medios gráficos. Por un lado, se
ve a J. R. Videla presenciando un acto en una escuela Chilena (imagen número 5). Llama la
atención el epígrafe de la foto, en la que se lo nombra como “el señor presidente”,
omitiendo su pertenencia a las FF. AA y, por sobre todas las cosas, obviando que éste
ejercía su poder no por haber accedido a él por medio de mecanismos constitucionales, sino
a través de un golpe de Estado.

Por otra parte, la fotografía número 6 hace referencia a otro rasgo habitual de la dictadura:
la condecoración de los familiares de los oficiales militares y policías caídos ante “la lucha
contra la subversión”. En este caso, hay varios elementos para resaltar. En primer lugar, se
puede hacer referencia a la pose: lo más impactante es el sentimiento de congoja del Gral.
Videla y el llanto de la mujer que recibe la condecoración. Además, en la toma de la
imagen los personajes no miran hacia la cámara, sino que intercambian miradas entre sí,
donde se resalta la empatía de Videla con la tristeza de la mujer. 144 En segundo lugar, otro
aspecto significativo yace en que en el cuerpo de la nota no se hace mención alguna a la
fotografía, sino que se informa sobre cómo el gobierno militar ha abatido a los terroristas en
pos de lograr la pacificación de la Argentina. A pesar de que no se revelan mayores datos
sobre la situación en que se toma la foto ni de la mujer que recibe el diploma, se puede
entrever cómo los medios publican sobre los policías o militares abatidos dando sus
nombres o, como en este caso, mostrando el dolor de sus familiares. Se muestra a las
autoridades yendo a sus velatorios, se fotografían los homenajes y se los menciona con
honores en su rol de “caídos en el cumplimiento de su deber”. Esto se da en oposición a la
ausencia de imágenes, cosificación y deshumanización de los subversivos fallecidos.145

Finalmente, en la imagen número 7 se vislumbra el carácter paternal que se le da a la


imagen de Videla. Allí se encuentra saludando a niños pequeños con un gesto de ternura y
alegría. Además, está rodeado de mujeres sonriendo, entre las cuales se encuentran dos
monjas. Esto último resulta relevante, puesto que existen muchas fotografías de Videla en

144
Roland Barthes indica que la pose prepara la lectura de los significados de connotación del sujeto. La
fotografía no es por cierto significante más que porque existe una reserva de actitudes estereotipadas que
constituyen elementos de significación ya preparados (mirada hacia lo alto, manos juntas). Barthes, 1992.
Pág. 3
145
Gamarnik, Op. Cit. Pág. 65.
las que se encuentra acompañado de religiosos/as, e incluso asistiendo a misas, lo cual
refuerza su carácter cristiano y moralista. Paradójicamente, tal como ocurre con la imagen
número 6, el cuerpo de la noticia poco tiene que ver con lo que muestra la foto. Allí se
relata que el presidente de facto había realizado un viaje a Mendoza en el que tuvo
encuentros con estudiantes de la escuela secundaria, quienes le habrían reclamado cambios
en los planes de estudio y la posibilidad de que se abrieran los canales de participación para
que los jóvenes estudiantes se convirtieran en los futuros conductores de la patria. En este
sentido se entiende que tal como afirma Barthes, “el texto constituye un mensaje parásito,
destinado a connotar la imagen, es decir, a uno o varios significados secundarios. En otras
palabras, y esto representa un vuelco histórico importante, la imagen ya no ilustra la
palabra; es la palabra que, estructuralmente, es parásita de la imagen”. 146De esta forma, la
inexactitud entre lo que dice el texto y lo que connota la fotografía indica que el efecto
buscado es mostrar la “humanidad y el carácter paternal” de la figura presidencial
encabezada por el Gral. Videla.

5-Núm. 12, pág. 10. 12/12/76

146
Barthes, Op. Cit. Pág. 4.
6-Núm. 11. Pág. 10. 8/10/76

7-Núm 12. Pág. 11. 12/12/76

Palabras finales

A lo largo de este breve recorrido por la revista Vamos! se ha podido constatar el discurso
complaciente en el que incurrió la FJC al decidir plegarse al tren de la legalidad que les
proporcionó el último gobierno militar. Plagada de términos e imágenes propagandísticas y
afines a la dictadura, la publicación afectó a los militantes de la Federación y del mismo
PCA al contradecir una situación de extrema represión que muchos de ellos vivían de
manera cotidiana, sobre todo en el ámbito universitario, donde la FJC tenía gran influencia.
Usualmente, los argumentos a favor de esta decisión se sustentan en las ideas de “preservar
el partido” y evitar la persecución de sus miembros. Sin embargo, resulta peculiar la forma
en que a través del medio se intentó generar un consenso abierto a la dictadura, mostrando
imágenes y mensajes positivos. La revista, que en palabras de su director, apuntaba al arte,
la cultura y la música, contenía tanta información del gobierno militar y de la lucha contra
la subversión como de cualquier otro tema. De esta forma, se podría concluir en que han
aceptado a rajatablas los dieciséis principios y procedimientos que la Secretaría de Prensa
y Difusión le hizo llegar a los distintos medios, entre los que se destacaba la obligación de
“inducir a la restitución de los valores fundamentales que hacen a la integridad de la
sociedad, como por ejemplo: orden, laboriosidad, jerarquía, responsabilidad, idoneidad,
honestidad, dentro del contexto de la moral cristiana”.

Cabría preguntarse, entonces, si existieron otras formas de acercarse a la juventud y


mantener la legalidad en tiempos de censura y horror como los que se vivieron en la última
dictadura: ¿era posible captar la atención de los jóvenes sin hacerle propaganda a la
dictadura militar? ¿Hasta qué punto fue necesario estigmatizar de tal manera a los
supuestos subversivos, incluso adjudicándoles crímenes que no habían cometido? ¿Por qué
negar su identidad? Al parecer, los espacios se fueron abriendo recién a partir de 1979,
cuando el régimen comenzó a recibir mayor resistencia desde distintos sectores sociales
locales e internacionales. Ya sin la existencia de Vamos! , la FJC publicó distintas revistas
que se iban poniendo a tono con las denuncias por las violaciones a los derechos humanos,
lo cual precisaría de un análisis puntual.

Sin embargo, el acercamiento efectivo de la Fede y el mensaje impartido a los jóvenes,


sumado al consenso brindado por el PCA al régimen militar desde sus inicios tuvieron un
fuerte impacto en ambas agrupaciones a partir de la apertura democrática en 1983.
De esta forma, la condena social por el consenso brindado al régimen se hizo evidente:
Como afirma I. Giblert, la Federación “no mereció pasar por esas letras que, leídas a la
distancia, avergüenzan”.147

Finalmente, fue en el año 1986 en el que se produjo el llamado “viraje” del PCA y,
consecuentemente de la Fede. En el XVI Congreso partidario celebrado durante ese año se
realizó una “autocrítica” sobre la “desviación” de posiciones políticas e ideológicas frente a
la dictadura. En ese mitin, al igual que en 1966, los comunistas se refirieron a la dictadura
militar indicando su carácter fascista y represor 148. Sin embargo, esta vez, el precio de haber
apoyado a un gobierno anticonstitucional para luego de pasada la tormenta retractarse será
una de las cuestiones que pesarán sobre la memoria de estas agrupaciones, que
históricamente habían defendido las banderas de la democracia.

BIBLIOGRAFÍA

FUENTES PRIMARIAS:

Revista Vamos! Al Tiempo Joven, números: 1 al 7, 9 al 13, 14 y 15.

PUBLICACIONES ENTRE MAYO Y DICIEMBRE DE 1976.

Dirección: José Antonio Díaz, Ediciones Tiempo Joven- Vamos! Al Tiempo Joven.
Fotografías: Alejandro Kacero . Disponible en el Centro de Investigaciones de las
Culturas de Izquierda.

FUENTES SECUNDARIAS:

-Barthes, R. (1995), “El mensaje fotográfico” en Lo obvio y lo obtuso. Imágenes, gestos,


voces. Barcelona: Paidós.

-Blaustein, E. y M. Zubieta (1998) Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el proceso.


Buenos Aires: Colihue

147
Gilbert, I. Op. Cit. P. 387
148
Campione, Op. Cit, P. 203.
-Campione, Daniel (2007), El Partido Comunista de la Argentina. Apuntes sobre su
trayectoria, en Bórquez, E., Massimo, M., Crespo, H. (coords.) El comunismo: otras
miradas desde América Latina. México: Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en
Ciencias y Humanidades.

-Franco, M. (2002) “La “campaña antiargentina”: la prensa, el discurso militar y la


construcción de consenso”, en Derecha, fascismo y antifascismo en Europa y Argentina,
de Judith Casali de Babot y María Visctoria Grillo (eds.), Argentina, Universidad de
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-Gamarnik, C. (2011), Imágenes de la dictadura militar. La fotografía de


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-Gilbert, A. y M. Vitagliano (1998) El terror y la gloria. Buenos Aires: Norma.
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- Sidicaro, R. (1993) La política desde arriba. Las ideas del diario La Nación
1909-1989. Buenos Aires: Sudamericana
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mordaza y “optimismo.” Todo es Historia, N° 404, marzo.
________ “Los medios de comunicación durante la dictadura: entre la banalidad y
la censura”. Disponible en: http://www.camouflagecomics.com/pdf/02_varela_es.pdf

-PÁGINAS WEB:

- http://revista-zoom.com.ar/articulo1003.html

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