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Lectio Divina para cada día.

Raúl Romero, sacerdote

Jueves, 12 de noviembre de 2020


El Reino de Dios ya está entre vosotros.

1.- Oración introductoria.


Hoy, Señor, quiero que mi mirada coincida con la tuya: haz que no me fije en
los grandes y poderosos de este mundo sino en los pequeños y sencillos: en esos
pastorcitos que guardan el ganado cuando Tú naces en una cueva; en esos niños que
tienen unos pocos panes y unos pececillos cuando das de comer a la gente hambrienta
en el desierto; en esa pobre viuda que echa en el cepillo del templo las dos moneditas
que le quedaban. Haz, Señor, que descubra el valor de lo pequeño.

2.- Lectura reposada del evangelio: Lucas 17, 20-25


En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo llegaría el Reino
de Dios, Jesús les respondió: El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán:
"Vedlo aquí o allá", porque el Reino de Dios ya está entre vosotros. Dijo a sus
discípulos: Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del
hombre, y no lo veréis. Y os dirán: "Vedlo aquí, vedlo allá." No vayáis, ni corráis
detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo,
así será el Hijo del hombre en su Día. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser
reprobado por esta generación.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión.
El Reino de Dios ocupó el centro de la predicación de Jesús. A él dedicaba su
tiempo y sus mejores energías; era el objeto de su ocupación y preocupación. El
Reino de Dios, o mejor, el reinado de Dios, era la nueva situación creada por Dios
para el hombre, con motivo de la llegada de Jesús al mundo. Algunos esperaban esta
venida de un modo espectacular. Pero este Reino “llegó sin dejarse sentir”. No hizo
ruido. Y se instaló en silencio en los corazones de las personas de buena voluntad.
Desde entonces miles y miles de hombres y mujeres pasan su vida sin destacar en
nada; sin recibir un aplauso; sin salir nunca en la prensa. Ellos y ellas van desgranando
su vida ordinaria y sencilla en el campo, en un hospital, en el taller, en los oficios de
la casa. Estas personas jamás se enfadan ni están tristes, al contrario, ayudan al que lo
necesita y todo lo hacen con cariño, con alegría, con ilusión. La razón de ese obrar es
muy sencilla: “El reino de Dios ya está entre ellos”. Estos no necesitan milagros
para ser santos. Toda su vida ha sido un puro milagro y su fiesta la celebran el día uno
de Noviembre.

Palabra del Papa


“Nosotros sabemos que la historia tiene un centro: Jesucristo, encarnado, muerto
y resucitado; que está vivo entre nosotros y que tiene una finalidad: el Reino de Dios,
Reino de paz, de justicia, de libertad en el amor. Y tiene una fuerza que la mueve
hacia aquel fin: es la fuerza del Espíritu Santo. Todos nosotros tenemos el Espíritu
Santo que hemos recibido en el bautismo. Y él nos empuja a ir hacia adelante en el
camino de la vida cristiana, en el camino de la historia, hacia el Reino de Dios. Este
Espíritu es la potencia del amor que ha fecundado el seno de la Virgen María; y es el
mismo que anima los proyectos y las obras de todos los constructores de paz. Donde
hay un hombre constructor de paz, es exactamente el Espíritu Santo quien ayuda y lo
empuja a hacer la paz» (S.S. Francisco, 1 de enero de 2014).

4.- Qué me dice hoy a mí este evangelio ya meditado. (Guardo silencio)

5.-Propósito: Haré las cosas ordinarias de este día de modo que sean la mejor
expresión de que el Reino de Dios ya ha llegado a mi corazón.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo


con mi oración.
Señor, hoy te quiero agradecer el haber caído en la cuenta de que Tú no eres
para mí un ser extraño, que habitas en parajes lejanos. Estás a mi lado, es más, estás
dentro de mi propio corazón. Ahí has instalado tu Reino. Desde ahí diriges y orientas
mi vida hacia la verdad, la libertad, el amor, la felicidad.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA


Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del
hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas
dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes
cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada,
afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en
aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad.
Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y
unidad, y nos conceda su paz. Amén

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