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Meditación-reflexión.
El Reino de Dios ocupó el centro de la predicación de Jesús. A él dedicaba su
tiempo y sus mejores energías; era el objeto de su ocupación y preocupación. El
Reino de Dios, o mejor, el reinado de Dios, era la nueva situación creada por Dios
para el hombre, con motivo de la llegada de Jesús al mundo. Algunos esperaban esta
venida de un modo espectacular. Pero este Reino “llegó sin dejarse sentir”. No hizo
ruido. Y se instaló en silencio en los corazones de las personas de buena voluntad.
Desde entonces miles y miles de hombres y mujeres pasan su vida sin destacar en
nada; sin recibir un aplauso; sin salir nunca en la prensa. Ellos y ellas van desgranando
su vida ordinaria y sencilla en el campo, en un hospital, en el taller, en los oficios de
la casa. Estas personas jamás se enfadan ni están tristes, al contrario, ayudan al que lo
necesita y todo lo hacen con cariño, con alegría, con ilusión. La razón de ese obrar es
muy sencilla: “El reino de Dios ya está entre ellos”. Estos no necesitan milagros
para ser santos. Toda su vida ha sido un puro milagro y su fiesta la celebran el día uno
de Noviembre.
5.-Propósito: Haré las cosas ordinarias de este día de modo que sean la mejor
expresión de que el Reino de Dios ya ha llegado a mi corazón.