Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La gestión del equipaje en un aeropuerto es una función que, pese a su relevancia en costes y calidad de
servicio percibido, no ha merecido una atención suficiente en la literatura científica. El análisis aplica
modelos simples de colas para cada una de las fases del proceso del equipaje (Rojas, Robusté y Sáez,
1995). El objetivo de este capítulo es sentar guías de diseño para la gestión eficiente del equipaje. Los
resultados de cada uno de los modelos son superiores a los de aplicar las reglas de buena práctica en uso,
pues permiten que la industria obtenga ahorros, en algunos casos sustanciosos. El resumen que aquí se
expone está basado en el artículo Robusté (1995).
Una de las contribuciones pioneras del autor (Robusté 1988, Robusté y Daganzo, 1993) consiste en el
análisis de las operaciones de clasificación y manipulación de los equipajes que han de clasificarse en
transferencias en el aeropuerto hub: en la mayoría de los casos, un buen diseño de estrategias de pre-
clasificación puede ahorrar costes de operación sustanciosos y rebajar en factores los costes de
inversión (habitualmente astronómicos) del sistema automático de manipulación de equipajes de un
gran aeropuerto. Estas estrategias ya se han comenzado a aplicar en las sacas de correo
intercontinental. Finalmente, se insinúa de forma colateral que los aeropuertos de transferencia hub
deben tener una topología sustancialmente diferente a los aeropuertos terminales (origen o destino).
Esta investigación del autor ha sido plasmada en varios artículos: Robusté (1990), Robusté y Daganzo
(1990), Robusté y Daganzo (1989).
“Hay más de cincuenta aerolíneas en J.F. Kennedy International y casi tantas maneras distintas de
procesar el equipaje”. La frase de un empleado del aeropuerto de Nueva York pronunciada hace tres
décadas no mantiene su vigencia hoy, pero da una idea de la heterogeneidad de métodos que ha padecido
la industria: Se echa en falta un análisis global desde una perspectiva sistémica.
En las secciones siguientes, se exponen guías básicas para el gestión eficiente del equipaje en un
aeropuerto. En primer lugar, se revisa el proceso de manipulación del equipaje en un gran aeropuerto
convencional. A continuación se revisan varios conceptos de teoría de colas, los estándares de servicio y
las tipologías industriales más habituales utilizadas en el sistema de manipulación del equipaje. Los
procesos de facturación, retirada y clasificación del equipaje se describen y modelizan, y se aportan bases
de diseño y operación que mejoran las prácticas actuales. Finalmente, se comentan otros temas
relacionados con la manipulación del equipaje.
El equipaje goza de características logísticas híbridas entre una mercancía (con coste de inventario
relativamente bajo, susceptible de manipulación mecanizada y de nula capacidad de decisión sobre su
proceso de transporte y almacenaje) y una persona (con valor de los ahorros del tiempo de viaje muy alto,
con la posibilidad de autoclasificación en función de cierta información base, con tendencia a presentar
fenómenos de hora punta, y con práctico total albedrío en las decisiones sobre cuándo viajar, a dónde y de
qué manera).
Un pasajero llega al aeropuerto con una abanico de modos de transporte. Si es un pasajero local, puede
haber llegado en coche (como conductor o acompañado), taxi, o cualquier modo de transporte colectivo
que tenga acceso al aeropuerto: ferrocarril, tranvía, autobús, etc. Si ha llegado al aeropuerto por aire se
trata de un pasajero en tránsito y será analizado más tarde. A continuación se sintetiza el proceso del
equipaje en un aeropuerto grande cuando se usan contenedores (paletizado); el equipaje no contenerizado
sigue un proceso análogo, con la única diferencia de que tanto la carga como la descarga de la aeronave
son más laboriosas.
Una vez un pasajero local accede al aeropuerto, puede usar un carro para transportar las maletas hasta
los mostradores de facturación pertinentes; en muchos aeropuertos españoles es difícil encontrar tales
carritos en el aparcamiento. Esta primera fase del transporte del equipaje a menudo se obvia o se
olvida; de hecho, hasta recientemente se ha olvidado que los accesos terrestres son también parte
incumbente del aeropuerto.
En los mostradores de facturación pertinentes, el pasajero espera en cola con su equipaje hasta que un
mostrador está disponible. A partir de este punto, el pasajero y el equipaje viajarán por separado hasta el
aeropuerto de destino final, excepto cuando medidas de control requieren un emparejamiento intermedio
(seguridad, aduanas en puertas de entrada a grandes espacios aéreos domésticos). El número de maletas
facturadas por pasajero, entre 1,3 y 1,5 de promedio, depende del tipo de viaje (chárter o regular,
doméstico o internacional), el motivo de viaje (ocio, negocio), la distancia de viaje, los aeropuertos de
origen y de destino, y otras características socioeconómicas del pasajero. El tiempo de facturación oscila
entre 45 segundos y 3 minutos por pasajero; se toma un promedio de 2 minutos como estándar.
El equipaje se pesa y se etiqueta conforme a su destino final y vuelo local de salida. Si el tráfico de un
aeropuerto es moderado y los fenómenos de hora punta son limitados, pueden emplearse métodos
manuales para la clasificación del equipaje. Estos sistemas consisten en cintas transportadoras que llevan
las maletas a rampas que confluyen en uno o varios hipódromos o carruseles a pie de plataforma. Allí,
diversos operarios identifican los vuelos de salida y cargan el contenedor o bien el carro pertinentes, que a
menudo se disponen uniformemente distribuidos envolviendo el hipódromo en forma de margarita.
Para aeropuertos de mucho tráfico o aeropuertos de tipo hub (aeropuertos especializados en corres-
pondencias), sujetos a grandes presiones temporales para la clasificación de muchas maletas, el
procedimiento manual es demasiado lento y consumidor de recursos. Para estos aeropuertos se reco-
mienda sistemas automáticos o semiautomáticos:
c) Colocación de las maletas en vehículos guiados que se mueven sobre raíles, normalmente con
tracción eléctrica.
Las maletas que han sido clasificadas por vuelo de salida pueden almacenarse si existen motivos para
hacerlo; el caso contrario es el habitual: los contenedores o las plataformas (carros) se enganchan y se
transporta el tren de equipaje a pie de aeronave. Los contenedores se elevan con un elevador de tijera
hidráulico y se cargan en el avión; las maletas transportadas con carros se cargan una a una de forma
continua mediante una cinta transportadora inclinada.
El equipaje con destino final en el aeropuerto en cuestión debe entregarse a los carruseles al ritmo
adecuado y en el momento adecuado: ni demasiado pronto para evitar avalanchas y confusión, ni
demasiado tarde por motivos obvios. Finalmente, en un gran aeropuerto es habitual poder disponer de
carritos individuales para transportar las maletas al aparcamiento o la parada de taxi o de transporte
colectivo pertinente.
Existen varios estándares para el dimensionamiento de las fases de manipulación del equipaje. Para
facilitar la lectura, se recomienda revisar brevemente algunos conceptos básicos de teoría de colas
determinista contenidos en el capítulo 2.
Si B(t) es el número acumulado de maletas que llegan a los mostradores de facturación en o antes del
tiempo t para un determinado vuelo (curva de llegadas de maletas) y NB es el número total de maletas que
contendrá dicho vuelo, FB(t)=B(t)/NB puede interpretarse como la probabilidad de que una maleta
genérica haya llegado al mostrador de facturación en el tiempo t o antes.
Si el número de maletas por pasajero NB/NP se mantiene lo suficientemente constante como para
despreciar el efecto de llegadas en grupo, FB(t) puede estimarse a partir de la distribución observada de las
llegadas de pasajeros FP(t). La distribución FP(t) depende del aeropuerto, de la duración del vuelo, del tipo
de vuelo (doméstico o internacional, regular o chárter), del motivo del viaje (negocio, ocio), de otras
características socioeconómicas del pasajero, etc., pero en general puede describirse con suficiente
precisión con una función logística del tipo siguiente:
a
F P (t) =
a + ebt
con b/a<<1 y definida en el rango 0 ≤ t ≤ 100 minutos antes de la hora programada de salida (SDT,
scheduled departure time).
A partir de datos publicados sobre una muestra de llegadas de pasajeros al aeropuerto de San Francisco se
ha podido certificar la bondad de tal expresión. Para este ejemplo, se obtuvo a=515, b=0,108 y un
R2=0,994 (Robusté, 1988). La calibración de los parámetros a y b es sencilla si se recuerda que en una
función logística la transformación log[(1-FP)/FP] es lineal en t.
Extensión estocástica
N!
Pr[A(t) = k] = [ F A (t) ] k [1 - F A (t) ] N -k
(N - k)! k!
Conocida la distribución FA(t) para un pasajero, se puede construir la esperanza matemática y la varianza
del número de pasajeros acumulado que ha llegado en el tiempo t o antes, según las expresiones:
Varios casos especiales de la distribución binomial comentada son especialmente importantes como
procesos estocásticos (el proceso de Poisson y el de Gauss o normal), pero su inclusión aquí desviaría la
atención del objeto principal del artículo. Conviene recordar, sin embargo, que pese a la literatura vertida
sobre las llegadas Poisson de las aeronaves, éstas llegan a los aeropuertos siguiendo un horario
(timetable); la mayoría de objetos o sujetos físicos que ocupan espacio y evitan llegadas en grupo pueden
aparentar llegar empíricamente según una distribución Poisson para intervalos de tiempo arbitrariamente
pequeños, al cumplirse entonces dos de las propiedades básicas de la distribución Poisson (incrementos
estacionarios y pequeña probabilidad de llegadas en grupo); no se cumple, sin embargo, la independencia.
El concepto nivel de servicio es más importante desde el punto de vista político que científico, puesto que
siempre alberga subjetividad en la definición de los límites (entre varios niveles de servicio) y en la
fijación del nivel “óptimo”.
Si bien el Highway Capacity Manual ha sentado una base de referencia para el dimensionamiento de
carreteras de la mayoría de los países occidentales, la comunidad aeroportuaria internacional no dispone
de un documento que goce de un consenso similar. Diversas contribuciones han definido estándares de
servicio, e incluso muchas aerolíneas y autoridades aeroportuarias tienen los suyos propios. La tabla 9.1
recoge algunos de estos estándares, que hacen referencia al proceso del equipaje.
Mumayiz y Ashford (1986) han aplicado el concepto nivel de servicio en el aeropuerto de Birmingham
imitando así la terminología y conceptos comunes en el diseño de carreteras. La tabla 9.2 resume los
niveles de servicio que hacen referencia al proceso del equipaje; el nivel de servicio A es catalogado de
bueno, el B sería tolerable y el C sería deficiente.
El aeropuerto de Barcelona, por ejemplo, mantiene unos estándares en su contrato con el agente de
Handling en función del tiempo de entrega: tiempo transcurrido entre el tiempo de colocación de calzos a
la aeronave y el tiempo de colocación en la cinta de retirada de equipaje de la última maleta. La tabla 9.3
recoge esos tiempos de entrega estándares (entiéndase los términos paletizado y contenerizado como
idénticos a estos efectos). Si a los tiempos de entrega de la tabla 9.3 se les denomina T0, los estándares de
servicio del aeropuerto de Barcelona se resumirían en:
Con las cortas distancias entre puerta o posición remota y los mecanismos de entrega de equipaje de
muchos aeropuertos españoles, sus configuraciones lineales y el hecho de no tener en cuenta el factor de
ocupación de la aeronave, sorprendería que los estándares fijados no se cumplieran holgadamente.
Obsérvese que la paletización de las maletas reduce el tiempo de entrega en 5 minutos gracias a la mayor
agilidad en la descarga de la aeronave.
Tabla 9.2 Niveles de servicio que afectan el equipaje definidos para el aeropuerto de Birmingham
(Fuente: Mumayiz y Ashford, 1986)
Tabla 9.3 Tiempos entre colocación de calzos y entrega de la última maleta que figuran
en el contrato de handling del aeropuerto de Barcelona
En EEUU y en la década pasada, el problema del equipaje extraviado o no entregado por manipulación
errónea se cifraba entorno al 0,7% del equipaje que necesita entrega especial y hasta el 2,5% del equipaje
con algún problema en la entrega; una gran aerolínea norteamericana cifraba el coste de sus errores de
manipulación de equipaje en 15 millones de dólares en 1986 (Robusté, 1988).
La mayoría de los sistemas de clasificación y transporte interno de equipaje en grandes aeropuertos están
basados en una red de cintas transportadoras. Éste es también el sistema preferido por los grandes
transportistas de paquetes courier como UPS, Federal Express, DHL, TNT, etc.
Existen varias maneras de mejorar el transporte en cinta transportadora con una clasificación semi-
automática. Una de ellas consiste en empujar las maletas con empujadores neumáticos hacia toboganes de
acumulación. Otra manera está basada en bandejas volcadoras que divierten el equipaje adecuadamente.
La eficiencia de estos dos sistemas de clasificación semiautomáticos estriba en la gestión informática de
todo el proceso de clasificación, lo que obliga a asignar una etiqueta a cada maleta, que se lee por
procedimientos ópticos u otros de lectura rápida. La posición de cada maleta se conoce por la distribución
de los lectores que actúan de balizas (localización absoluta) y la velocidad de avance de las cintas
transportadoras (localización relativa a la última baliza). La FAA (1975) ofrece diversos esquemas de
todos estos métodos de transporte y clasificación.
Un sistema conceptualmente distinto consiste en enviar las maletas en vehículos motores independientes
que se transportan y clasifican a gran velocidad. Estas unidades, llamadas telecars, consisten en bandejas
movidas por motores eléctricos sobre carriles. Precisamente porque este sistema está ya en desuso por
diversos motivos, vale la pena dedicarle algo de espacio para describirlo.
Un telecar puede llevar hasta 45 kg de peso y dispone de unas dimensiones de transporte de 61x76x61
cm. Dado que el concepto comenzó a gestarse a principio de la década de los años setenta (uno de los
sistemas implantados a gran escala fue instalado por Boeing Airport Equipment en la terminal de United
Airlines del aeropuerto de San Francisco en 1979, después de tres años y medio de trabajos; existe otro
sistema similar en el aeropuerto de Frankfurt), el receptáculo es demasiado pequeño para aceptar 2
maletas actuales: cada telecar transporta un promedio de 1,1 maletas.
El sistema de United Airlines dispone de 17 estaciones de entrada con un ritmo de expedición máximo de
7,5 telecars/min. Las 2 estaciones de transferencia son las que verdaderamente efectúan la clasificación de
todo el sistema; cada una de ellas dispone de una capacidad de servicio de 20 telecars/min, lo que crea por
tanto, uno de los cuellos de botella más importantes del sistema.
En cada estación de entrada, un operador lee la etiqueta de destino de cada maleta e introduce un código
de 7 dígitos en el ordenador: 3 dígitos para el número de vuelo, 3 dígitos para la ciudad de destino, y el
último dígito para denotar el número de piezas de equipaje que transporta el telecar (1 ó 2; en el caso de
transportar 2 piezas, ambas deben ir al mismo destino). Este código se asigna a la identificación del
telecar (código de barras y lectura por láser) y el ordenador se encarga de guiar a cada telecar hasta su
lateral de descarga; los telecars se mueven a una velocidad constante de 16 km/h, hasta que las maletas
que contienen son depositadas en los laterales de descarga, donde hay cintas transportadoras en paralelo
que se mueven a 36 m/min (2,16 km/h). De la cinta transportadora final, el equipaje es colocado
manualmente en contenedores.
El sistema incluye algunos problemas de diseño que podrían haberse solventado con un buen análisis
de redes de colas y son descritos por Robusté (1988). Debido a varios cuellos de botella existentes, el
sistema de United Airlines sólo admite unos 110 telecars en movimiento; por este motivo, el flujo de
proceso de equipaje no puede verse incrementado simplemente añadiendo más telecars al sistema.
Este condicionante y los problemas de mantenimiento del sistema hacen que la citada aerolínea sólo
procesara dos tercios de su equipaje total con los telecars y que sus costes de personal no hubieran
disminuido significativamente pese a la fuerte inversión realizada (14 millones de dólares en 1979).
En la pasada década, United Airlines cambió su sistema de manipulación de equipajes por las cintas
transportadoras tradicionales.
Otra manera de entregar el equipaje es mediante la alimentación remota desde el nivel de plataforma
de un carrusel circular u oval situado dentro del edificio terminal a nivel uno. Este sistema ha sido
bastante popular en Norteamérica por la comodidad adicional para los pasajeros que, llegados a nivel
de pasarela telescópica, no tienen que bajar a nivel de plataforma para recoger el equipaje. Los
continuos problemas con las maletas al subir pendientes fuertes y, sobre todo, durante la transición
entre la cinta alimentadora (en rampa) y el carrusel (a nivel, pero con inclinación transversal) hacen
que cada vez este sistema sea menos popular en favor de las cintas transportadoras planas a nivel de
plataforma, ya descritas.
La referencia FAA, The apron and terminal building planning report (1975), incluye un nomografo que
proporciona la longitud del frente de carrusel de entrega en el lado de los pasajeros en función del número
de llegadas de aeronaves equivalentes (con unos 100 asientos de capacidad) en los 20 minutos punta y el
porcentaje de pasajeros de llegada cuyo destino final es el aeropuerto (terminales). El dimensionamiento
de este sistema de entrega se tratará más tarde.
destino es el propio aeropuerto o el pasajero se halla en tránsito, del motivo del viaje (ocio, trabajo), y de
la existencia de equipaje o no.
Es una regla general que, a mayor distancia de vuelo, mayor es la antelación con que llegan al
aeropuerto los pasajeros. También es mayor la antelación con que llegan los pasajeros de vuelos
chárter, por sus particularidades logísticas, que la de los pasajeros de vuelo regular. Así mismo, la
mayor familiaridad con el proceso del viaje aéreo, y el mejor conocimiento de los modos de acceso,
permite que los pasajeros de negocios empleen menos tiempo en las terminales que aquellos pasajeros
cuyo propósito de viaje es el ocio.
El software de asignación de recursos aeroportuarios, cada vez más utilizado en nuestro país, permite el
uso eficiente de recursos limitados mediante la utilización compartida de los mostradores de facturación
(CUTE, Common Use Terminal Equipment) o el seguimiento del comportamiento del sistema (y su
simulación) con el SADAMA (sistema de ayuda a la decisión en la asignación de medios aeroportuarios;
en uso en el aeropuerto de Barcelona desde 1992).
El objetivo de este apartado, sin embargo, es modelizar el sistema de forma sencilla de manera que,
entendiendo en sistema, las conclusiones no resulten tan burdas como los dimensionamientos que
proponen los manuales actuales, ni la aplicación requiera sofisticaciones matemáticas que a menudo
distraen de las hipótesis de comportamiento del sistema subyacentes.
A la hora de abrirse los dos mostradores simultáneamente, unos 90 min antes del cierre del vuelo, existirá
una cierta cola. Aplicando un ritmo de proceso µ1 + µ2, la cola se habrá disipado en un instante te , siempre
que el ritmo de llegadas λ(t)=dA(t)/dt sea λ(t)<µ1+µ2 para t≤te. Si se mantiene λ(t)<µ1+µ2 para t∈[te , tb] no
se acumula ningún pasajero en cola, ya que todos son servidos a medida que van llegando: D(t)≡A(t) para
ese intervalo t∈[te , tb]. A partir del instante tb, la pendiente de A(t) vuelve a ser superior a µ1 + µ2 y, por lo
tanto, se empieza a formar una cola. La cola máxima, Qmax, se produce en el instante tm en que la
pendiente de A(t) vuelve a igualar al ritmo de servicio conjunto de los mostradores. Los pasajeros que
llegan en el instante tm son los que sufren un mayor tiempo de espera wmax.
El área entre las curvas A(t) y D(t) representa el tiempo total de espera (en términos de
pasajeros/minutos). La demora media se calcula dividiendo el tiempo total de espera por el número total
de pasajeros que han sido procesados. La longitud de la cola media se puede aproximar por el cociente del
tiempo total de espera respecto al tiempo total de proceso. Los valores medios de estos indicadores de
comportamiento del sistema de colas cumplen siempre la fórmula de Little.
El ritmo de llegada de pasajeros λ(t) no es más que la derivada de la curva de llegadas acumuladas A(t)
respecto a t. Cuando el ritmo de llegadas es inferior al ritmo máximo de proceso, el ritmo de servicio de
los mostradores es µ(t) = λ(t) ≤ µmax, y no se forman colas (deterministas; las colas estocásticas son
siempre posibles). Si λ(t) alcanza un máximo superando µmax durante cierto tiempo y luego decrece, se
forma una cola cuyo máximo se da para aquel t tal que λ(t)=µmax.
t
Q(t) = ∫ [ λ (t) - µ (t)] dt
o
Una aplicación sencilla de este modelo es calcular, para un determinado nivel de servicio, el número de
mostradores que es necesario tener abiertos en las puntas diarias que se producen. El estudio del
MOPTMA (1995) incluye la modelización de las llegadas al mostrador de facturación de la terminal B del
aeropuerto de Barcelona (aerolíneas nacionales).
Los ritmos de llegadas de pasajeros contados en intervalos de 20 minutos muestran dos puntas
claras: la primera punta puede ser aproximada por un triángulo y la segunda por una parábola
cóncava simétrica. Interpolando por mínimos cuadrados, pueden obtenerse expresiones analíticas
para λ(t) en cada periodo punta. Si se supone que los mostradores son indiferentes, que siempre
existe el mismo número de personas en cada mostrador, y que el ritmo de servicio (1 pasajero cada
2 minutos, estándar típico de proceso aceptado por IATA) es igual para todos los mostradores, se
obtiene una relación del tipo
( α - β M )θ
Q max ∝
M
donde θ=3/2 para una variación parabólica de λ(t), y θ=2 si la variación es triangular; los parámetros α y β
son distintos para cada tipo de variación de λ(t) y deben calibrarse para cada ocasión y aeropuerto en
particular. La tabla 9.4 muestra los resultados de un aplicación numérica concreta. Aceptando una cola
máxima del orden de Qmax≈5, estos modelos deterministas prescriben unos ahorros del 12% al 14%
respecto al número de mostradores que se estimarían a través del método simplificado de IATA ya citado,
M=[QP τ]+.
Dejando de lado los tratamientos de modelos estocásticos, particularmente complejos en este caso debido
a la dificultad de modelizar analíticamente la llegada del equipaje a los carruseles y las demoras en la
retirada del mismo por congestión o distracciones, y las simulaciones, el estudio de este último proceso
del equipaje se centra prácticamente en fórmulas compactas pero inexactas y en ciertos modelos
deterministas.
La FAA estima en su The apron and terminal building planning report (1975) la longitud de la cinta de
retirada de equipaje a partir de un nomografo que responde a la formulación:
El método no aborda la longitud de cada cinta ni, por tanto, el número de cintas que son necesarias, no
considera el factor de ocupación de las aeronaves ni incluye los efectos de la interacción entre
pasajeros al retirar su equipaje. Intuitivamente puede razonarse que si las llegadas de aeronaves en
periodo punta son de aviones de fuselaje ancho, es conveniente un diseño de pocos carruseles pero
muy largos. En efecto, si se utilizan cintas pequeñas, los pasajeros se agolpan en el frontal de la cinta,
lo que se traduce en un deterioro importante del servicio; por el contrario, si se diseñan grandes cintas
(pero pocas), en el caso de acumulación de aviones pequeños en una hora punta, la salida de equipajes
se retrasa, a menos que se comparta una cinta entre varios vuelos, que en cualquier caso supone
confusión y un deterioro del servicio.
La IATA sugiere unas longitudes más o menos estándares de 60-70 m para aviones de fuselaje ancho y
30-40 m de carrusel para los de fuselaje estrecho. Como ejemplo, en el aeropuerto de Barcelona existen
dos carruseles grandes y dos pequeños en la terminal A (internacional para aerolíneas extranjeras), 4
grandes (66 m) y 2 pequeños (44 m) en la terminal B (aerolíneas nacionales) y 2 carruseles pequeños para
el puente aéreo con Madrid.
El manual de IATA, Airport terminals reference manual (1978), propone una fórmula simple para
calcular el número de cintas que son necesarias en función de los pasajeros en terminales en la hora punta,
el número de pasajeros de la aeronave, el tiempo medio de ocupación de la cinta de la aeronave, y de la
proporción de pasajeros de la aeronave, todo ello distinguiendo entre aeronaves de fuselaje ancho y las de
fuselaje estrecho.
Estos dos tipos de aproximaciones vistas se manifiestan claramente insuficientes desde el punto de vista
científico y desde la perspectiva de comprensión de la dinámica de operación del proceso de recogida de
equipaje.
Observaciones realizadas muestran que los pasajeros llegan al área de recogida de equipajes de una
manera más o menos predecible, influenciados por factores tales como número de puertas usadas en
el desembarque, distancia que hay que caminar, tipo de vuelo (los hombres de negocios tienden a
querer abandonar de una manera más rápida el terminal), tiempo en inmigración (si existe), diseño
del terminal, etc. La llegada de los equipajes al carrusel también puede ser pronosticada, aunque no
con el mismo grado de precisión que la de los pasajeros, dependiendo de la calidad del handling, la
distancia del avión, el nivel de saturación de los equipos en plataforma, las condiciones
meteorológicas, etc.
Si no se tiene en consideración el tiempo que los pasajeros tardan en retirar sus maletas del carrusel, la
probabilidad de que una maleta esté aún en el carrusel es la probabilidad de que esa maleta haya
llegado al carrusel y, en cambio, su dueño aún no haya llegado al mismo. Si estos dos sucesos son
estadísticamente independientes, la cola de maletas en el carrusel esperada en el tiempo t es QB(t)= NB
FB(t) [1-FP(t)].
Esta relación tiene validez incluso cuando los pasajeros llevan más de una maleta, siempre que retiren
cada maleta del carrusel de forma inmediata. Si, por ejemplo, existe una fracción q de pasajeros con
una maleta y una fracción (1-q) con dos maletas (el número medio de maletas por pasajero sería
NB/NP=2-q), el número de pasajeros esperando en el carrusel en el tiempo t es
Ghobrial et al. (1982) desarrollaron un modelo de colas que tiene en consideración las interferencias entre
pasajeros cuando retiran el equipaje. Los pasajeros pueden facturar más de una maleta, pero el modelo
asume que, si éste es el caso, las maletas de un mismo dueño se entregan en el carrusel de forma seguida;
así, hay tantos pasajeros como grupos de maletas.
Las llegadas de pasajeros al carrusel se representan según FP(t), las llegadas de las maletas según FB(t), y
C(t) es el porcentaje de pasajeros que están cerca del carrusel y han visto su maleta; nótese que si las
maletas del mismo dueño llegan de golpe, C(t) es proporcional al producto FP(t)FB(t).
La curva C'(t) representa el porcentaje de pasajeros que pueden abandonar el carrusel una vez que ya han
retirado su equipaje en el supuesto de que se haya cogido a la primera oportunidad, o sea la primera vez
que pasa delante del propietario. El tiempo que transcurre desde que el pasajero ha visto el equipaje hasta
que lo retira, t0, se expresa como la mitad del tiempo de recorrido de la cinta expuesta a los pasajeros, lo
que supone una distribución uniforme de los pasajeros a lo largo del carrusel y una entrega del equipaje
completamente aleatoria. Así, la curva C'(t) puede aproximarse como C'(t)≈C(t-t0).
La comprobación empírica del modelo de Ghobrial et al. (1982) mostró que tal curva C'(t) no se ajusta a la
realidad, D(t), y produce una subestimación del 15-20% de los pasajeros que están alrededor del carrusel;
es decir, este modelo teórico prevé una evacuación del carrusel más rápida de lo que en la realidad se
produce. Ello es debido a que no se han modelizado adecuadamente los efectos de la congestión de
pasajeros alrededor del carrusel.
R = σ 0 + max { 0 , σ 1 ( ρ - ρ 0 ) }
donde las constantes σ0 , ρ0 y σ1 dependen del tipo de carrusel. Por ejemplo, en observaciones realizadas
en el aeropuerto de San Francisco para distintos tipos de carruseles se obtuvieron los siguientes valores
expresados en la tabla 9.5.
A partir de aquí, la curva de recogida de equipajes y abandono de la línea frontal del carrusel puede ser
construida a partir de una ecuación diferencial, la cual es aproximada por diferencias finitas.
Efectivamente, el ritmo de salida de pasajeros (evacuación del carrusel) puede ser aproximado por el
número de pasajeros que han visto su equipaje y aún no han marchado, C(t)-D(t), partido por el tiempo de
retirada de equipajes, R:
A su vez, la densidad de pasajeros por unidad de frente de carrusel puede expresarse en función del
número de pasajeros presentes [FA(t)-D(t)]NP, dividido por la longitud de cinta l. Basta sustituir la
estimación de ρ en R(ρ), y ésta en la ecuación diferencial en D(t), y resolverla por diferencias finitas.
Confrontados los resultados obtenidos con este modelo con los datos reales, se observa un ajuste bueno.
La monografía del MOPTMA Análisis de la capacidad de las infraestructuras aeroportuarias (1995)
extiende los resultados del modelo visto a tipos de carrusel más genéricos.
Como se ha dicho, el proceso habitual de clasificación del equipaje es el siguiente: después de facturar el
mismo en el aeropuerto de origen, se envía a una sala de clasificación donde se ordena el equipaje de
forma automática o manual según los vuelos en la parrilla de salida; el equipaje es colocado manualmente
en contenedores o plataformas pocos minutos antes del despegue del vuelo en cuestión, es llevado al pie
de la aeronave y cargado en la misma.
En un vuelo típico a través de un hub –con una sola transferencia–, el equipaje tiene que ser clasificado en
origen para luego volver a ser clasificado en el hub. Una clasificación adicional en origen
(preclasificación) podría presentar ventajas al ahorrar dificultad en la transferencia de equipaje en el hub.
Aunque la manipulación de equipaje ha sido objeto de estudio durante más de dos décadas, es difícil
encontrar referencias que hayan examinado el tema de forma cuantitativa y genérica; la literatura
relacionada con clasificación del equipaje es aún más reducida y quizás se limita a un puñado de artículos
sobre simulaciones de sistemas específicos de clasificación automática de equipaje.
Pueden definirse tres estrategias base según la cantidad de trabajo de preclasificación que se realice en el
origen. Las estrategias S0 y S1 son casos extremos, mientras que la S2 representa una solución de
compromiso.
Estrategia S1. El equipaje se separa en origen por todos los destinos finales. Al lado de los
contenedores pueden existir estanterías que contengan de forma temporal las maletas
con este objetivo (la base del contenedor soporta las maletas dirigidas hacia uno de los
destinos finales). Unos 15 ó 20 minutos antes de la hora de despegue prevista, los
contenedores se van llenando con las maletas pero manteniendo la separación de los
destinos finales (quizás con separadores del tipo mantas). Una vez en el hub, los
contenedores no necesitan pasar por la sala de clasificación y efectúan una transferencia
de rampa.
Estrategia S2. Estrategia mixta: se preclasifican algunos destinos finales, mientras que el resto se
agrupa. Sólo el conjunto mixto debe clasificarse en las instalaciones del hub.
Para cada una de estas estrategias se han desarrollado modelos de coste y de tiempo, en su mayoría de
forma lineal. Se suponen costes unitarios constantes –con valores distintos para el diseño a corto plazo y el
de largo plazo al incluir este último la inversión del sistema y el mantenimiento– para la manipulación
tanto de maletas como de contenedores, mientras que el coste de la clasificación se modeliza con una
función logarítmica, siguiendo resultados conocidos en el campo de la psicometría y la ergonomía. De
manera análoga se definen los tiempos de cierre (tiempo entre la llegada de la última maleta al mostrador
de facturación del origen y la carga del último contenedor dentro del avión y antes del despegue) y de
transferencia en el hub. También se consideran las necesidades de espacio en la sala de clasificación del
aeropuerto origen.
Para la estrategia S0, el número de contenedores usados es (NB/C)+, donde NB es el número total de
maletas y C la capacidad media de un contenedor LD3; (⋅)+ indica, como anteriormente, el entero más
próximo por exceso. Si no se necesita enviar contenedores vacíos para compensar flujos, ese es también
el número de contenedores enviados. En el diseño óptimo el tamaño de los contenedores para este tipo de
estrategia base sería tan grande como fuera posible.
Idealmente, con esta estrategia interesaría separar un conjunto de (n/C)+ contenedores para cada destino
final, para así poder hacer transferencias de rampa en el hub. Esto sólo es posible si K≥F(n/C)+. En caso
contrario, debe producirse un empaquetado. Conviene aquí distinguir formalmente dos casos (n>C y
0<n<C), aunque conceptualmente el caso n>C –improbable en la práctica, por otro lado– se reduce al
segundo caso: deben asignarse K grupos de maletas a cada uno de los K contenedores y el resto de F-K
grupos, se irán llenando al tiempo de corte, de manera que la carga en los contenedores sea lo más
equitativa posible; en este caso interesa minimizar tanto el número de paradas por contenedor en el hub,
como su varianza.
La estrategia S2 preclasifica por sectores, que agrupan uno a más destinos finales. Cuando no
existen premuras temporales para la conexión de vuelos en el hub, puede demostrarse que la
estrategia que minimiza el coste de manipulación y clasificación global es aquella en la que todos
los sectores excepto uno incluyen como máximo un destino: si S es el número de sectores, se deben
definir S-1 sectores con un solo destino y agrupar los F-S+1 destinos restantes en un único grupo de
maletas con destinos finales mixtos; deben utilizarse todos los contenedores disponibles. Esta
estrategia de preclasificación S2 adquiere su máxima eficiencia en el caso más realista de demanda
heterogénea.
Si, como es habitual, existen premuras temporales en la conexión de vuelos en el hub, la estrategia S2
base puede penalizar las conexiones del equipaje que pertenece al sector mixto. En este caso, puede
interesar una variante de la estrategia base algo más cara en coste pero que trate a todos los destinos de
forma uniforme en cuanto a tiempo de transferencia: se definen S sectores de destinos mixtos que se
procesan en paralelo en el hub; claramente interesa que el número de destinos por sector sea
aproximadamente uniforme.
En este caso, cada destino final tiene una cierta demanda nj (j=1,...,F) tal que Σj nj = NB. La estrategia S0
no se ve afectada por esta complicación real, puesto que su comportamiento depende del número total de
maletas exclusivamente y no de la composición de los destinos.
La estrategia S1 ve modificada la manera de llenar los contenedores con los grupos de maletas
preclasificados por destinos. Se ha definido el heurístico LFD (Least-Fit-Decreasing) por analogía con
otros conocidos heurísticos de empaquetado de contenedores: se ordenan los destinos de forma
decreciente (n1≥...≥nF) y se colocan los grupos en los contenedores hasta que cada uno de los K
contenedores contiene un grupo de maletas; a continuación, los grupos de maletas se van empaquetando
sucesivamente en aquel contenedor que tiene más espacio vacío. Así, se da un tratamiento especial a los
destinos con mayor demanda.
La estrategia S2 adquiere todo su atractivo con demanda heterogénea: si la demanda de los destinos es
muy poco uniforme, como sucede en la práctica, no suele ser rentable aplicar la estrategia S1. Los destinos
con menor demanda deben agruparse en un sector de destinos mixtos. Pueden probarse las siguientes
aseveraciones (Robusté, 1988):
Si un destino tiene una conexión muy ajustada (conexión caliente, como se denomina en la industria), se
le debe procurar un tratamiento especial intentando no poner más de uno de tales destinos en cada
contenedor e intentando que tales contenedores entren los últimos en el avión de origen para que puedan
salir los primeros en el hub. Además de la demanda heterogénea, pueden realizarse otras extensiones para
incluir el equipaje que termina en el hub (el aeropuerto de transferencia es, a su vez, el destino final), las
paradas intermedias, etc.
9.7.4 Resultados
Se sugiere, por tanto, que algunas de las operaciones de clasificación de equipaje que normalmente se
realizan en los aeropuertos hub, pueden traspasarse al aeropuerto de origen, cuando el equipaje es
facturado en la aerolínea. Los ejemplos numéricos demuestran que tal descentralización selectiva puede
reducir tiempo de transferencia y dinero: mientras que la preclasificación aumenta el tiempo y el coste en
el aeropuerto de origen, este hecho puede ser más que compensado por ahorros mayores de tiempo y coste
de clasificación en el hub.
Si el hub tiene una única sala de clasificación, la mejor manera de descentralizar el trabajo consiste en
preclasificar sólo el grupo de destinos con mayor demanda y agrupar el resto de destinos en una clase
mixta. Si se dispone de varias salas de clasificación en el hub (quizás asociadas a edificios terminales
distintos), cada vez es más corriente en la industria preclasificar por sectores; las mejoras obtenidas por
este sistema aún se podrían aumentar si, dentro de cada sector, se preclasifica además por destinos finales.
10 Logística urbana
La última década ha sido la década de la logística en España, interés que nació explícitamente a
mediados de los años ochenta. Paulatinamente se han absorbido y aplicado los conceptos, empezando
en el ámbito de la empresa privada para finalizar en el entorno de la administración pública. En la
Europa de las regiones metropolitanas, los equilibrios de competitividad y sostenibilidad conllevan la
aplicación de los conceptos de logística al entorno urbano. La logística urbana puede definirse como
la ciencia que estudia cómo las personas, las mercancías y la información superan el tiempo y la
distancia de forma eficiente, global y sostenible en un entorno urbano. Con este concepto se engloban
no sólo la distribución urbana de mercancías sino todas las operaciones urbanas que necesita una
sociedad moderna, e incluso la gestión eficiente de los deseos de movilidad de la ciudad,
contemplándola como una unidad de negocio cuyos servicios y operaciones son susceptibles de
optimización.
La logística, entendida como la ciencia que estudia cómo las personas, las mercancías y la
información superan el tiempo y la distancia de forma eficiente, representó una revolución en la
década de los años 80. De puros ahorros en costes se pasó a toda una cultura empresarial mucho más
rica que mezclaba enfoques globales con locales, que fundamentaba el papel de los recursos humanos
motivados y, en fin, se convertía en la única estrategia posible de supervivencia en nuestro mundo
global: la producción eficiente de la calidad y la personalización del producto.
Cada vez más, las ciudades se contemplan como unidades de negocio y se aplican principios de
eficiencia empresarial a las administraciones públicas, en este caso locales. Los espacios que ha de
gestionar el urbanismo ya no son físicos sino económicos. El viario y las redes definen el territorio y
el espacio se contempla como un bien público escaso. El poder de atracción de las áreas
metropolitanas ya no se basa únicamente en su capacidad de oferta de trabajo y vivienda, sino que
cada vez tiene mayor importancia la dotación de servicios, tanto en cantidad como en calidad, para
satisfacer al cliente.
La ciudad moderna y de calidad, ha de proveer servicios y operaciones, pero quiere también hacerlo
de forma eficiente (independientemente de quién sea el operador del servicio). Si las basuras se
pueden gestionar con un menor coste en una planta de consolidación fuera de la ciudad, la ciudad ha
de poder internalizar estos logros en forma de ofertas económicas más competitivas de los operadores
o bien recomendar a sus operadores (la interfase de la calidad de vida que percibe el ciudadano) un
cambio de hábitos que permita la mejora continua.
En este sentido hay que tener en cuenta que un viario pensado funcionalmente para todos los usos
actuales debería disponer de una sección que difícilmente tiene cabida en la mayoría de las calles de
nuestras ciudades. La única posibilidad no utópica es especializar y compartir los usos del viario
público. Es, pues, conveniente comenzar a pensar que el viario público es un bien escaso que hay que
asignar de forma conveniente.
La ciudad del siglo XXI se distinguirá por la dotación de servicios a sus ciudadanos, en cantidad y en
calidad, y a un coste adecuado. El diseño de servicios globales como productos para clientes conlleva
que la eficiencia en las operaciones urbanas sea una condición necesaria de supervivencia. Y esta
eficiencia pasa por un análisis integral que comporte una optimización global (no aislada), sistémica o
integral de los servicios de la ciudad.
Aparece la necesidad de adoptar una postura integral que globalice la planificación y gestión urbana,
de tal modo que se puede aventurar el nacimiento de una disciplina capaz de considerar de forma
conjunta todas las operaciones y servicios presentes en la ciudad, atendiendo al conjunto y no a las
partes que lo integran y, prestando especial atención a la sostenibilidad del sistema, es decir, al
desarrollo continuado pero responsable del mismo. Esta nueva disciplina, tendente a la optimización
sistémica o integral de los servicios de la ciudad, podría denominarse logística urbana.
Un antecedente científico pero parcial de lo que puede llegar a ser la logística urbana es el libro de
Larson y Odoni (1981) sobre investigación operativa urbana. La contribución más productiva
conceptualmente en la logística ha sido realizada por Daganzo (1994) y todavía continúa vigente, pero
la logística urbana definida como “el arte, para las colectividades urbanas, de gobernar los flujos de
bienes que le conciernen, o mejor para conseguir sus objetivos generales” (Dufour y Parier, 1999)
queda, entonces, corta. Se trata de replantearse todos los servicios y operaciones de la ciudad
adaptando técnicas que se han aplicado con éxito en entornos privados y en muchos ámbitos del
transporte y la logística empresarial: la reingeniería de los servicios urbanos.
Dentro de la logística urbana se pueden incluir desde temas tradicionalmente aceptados como objeto
de las operaciones logísticas clásicas hasta operaciones urbanas necesitadas de análisis científico y
una consideración global en el tejido urbano. Así, siguiendo a Robusté (1996), cabría englobar el
transporte urbano en todas sus acepciones (transporte público, tráfico, aparcamientos, peatones, motos
y bicicletas), el transporte de mercancías, los servicios de correos, los servicios de limpieza, riego y
mantenimiento de calles, la recogida de basuras, los servicios de respuesta rápida (policía, bomberos,
asistencia médica, etc.), las operaciones de mantenimiento de las redes de infraestructuras básicas
urbanas, la gestión de parques y jardines, los servicios de nueva generación derivados del avance
tecnológico en informática y telecomunicaciones (venta vía telefónica y el comercio a través de
internet o e-commerce).
Por último, existe un ámbito de aplicación que no puede escapar a este concepto integrador de la
logística urbana como es el referido a los suministros de servicios urbanos básicos, como son las redes
de agua, electricidad, gas, teléfono, etc.
El motivo por el cual puede realizarse el otrora dudoso ejercicio de englobar en una misma
perspectiva toda esta serie de operaciones y servicios urbanos, tradicionalmente diferenciados e
independientes, es el hecho de aceptar que la lógica de funcionamiento de todas ellas es, si no
idéntica, sí similar (producción y entregas just in time, entregas en ventanas temporales, servicio a
diario, adecuación de servicios a patrones de demanda, previsiones y prioridades, etc.) e incide en el
uso del viario público, y, mediante una disciplina general capaz de integrarlas a todas (léase logística
urbana), puede lograrse una sinergia conjunta capaz de optimizar los recursos escasos de las áreas
metropolitanas atendiendo a la vez a la sostenibilidad del sistema.
Esta es una época de constante desarrollo en las áreas de la informática y las telecomunicaciones, las
cuales han propiciado una revolución tecnológica que no sólo ha creado nuevos servicios urbanos,
sino que ha producido una transformación de los ya existentes. La logística urbana, dentro de este
contexto, no puede ser ajena a estos cambios y debe servirse de ellos, integrándolos en su desarrollo,
ya que el uso de los nuevos servicios telemáticos modifica sustancialmente la forma de diseñar y
gestionar un sistema logístico.
Muchos indicios apuntan a que los diversos sectores que confluyen en los servicios urbanos no
querrán o podrán o sabrán, por sí mismos, optimizar sus operaciones teniendo como objetivo el
beneficio social de la colectividad. Los fundamentos científicos de la logística urbana ayudarán a
definir estándares y umbrales de calidad de servicio (benchmarking) que potenciarán un revulsivo en
la cultura de cada sector y en el de la propia administración. La tabla 10.1 presenta una incipiente
taxonomía de operaciones y servicios urbanos en función del escenario de demanda (estable o
cambiante) y del tipo de problema científico que lo resuelve.
Por otro lado, los ingenieros de tráfico y transporte, históricamente preocupados por la fluidez del
tráfico y la seguridad vial, están en proceso de descubrimiento de la “democratización” del viario
público (uso del mismo para todos los modos de transportes) y de la planificación y gestión de la
movilidad sostenible. Poco a poco los profesionales se van comprometiendo no sólo con los efectos
sino también con las causas que los producen.
Producción y comercialización
Distribución
Ante la necesidad de lograr la productividad por medio de la rapidez, los transportistas pueden llegar a
utilizar prácticas poco ortodoxas en cuanto a interferencias para la movilidad de la ciudad. En otro
sector, como el de los suministros urbanos (gas, agua, saneamientos, teléfonos, electricidad, etc), las
ineficiencias suelen quedar enmascaradas porque, por ejemplo, quien se ve entorpecido por las obras
de tendido de redes no tiene la posibilidad de evaluar el nivel de la planificación de éstas. En resumen,
es más evidente un camión aparcado en una zona no permitida, que la duplicación de obras, producto
de una planificación independiente de cada servicio.
Clientes
Los clientes de la ciudad deben percibir que el beneficio que obtienen por vivir, invertir o visitar la
cuidad es igual o superior al que otra localidad le proporcionaría. El cliente ya ha superado la
condición de cautivo debida a sus activos fijos y pasa de ser un cliente leal (valor simbólico de la
ciudad) a un cliente que busca la mejor localización para su negocio (valor debido a las propiedades
de la ciudad) para el logro de una ventaja competitiva sostenible .
Administración local
Como síntesis de las tendencias detectadas en la distribución urbana de mercancías (Robusté, 1999),
parte importante de la logística urbana, no es evidente que en el futuro el uso del viario público sea
independiente de las repercusiones creadas a terceros, de la misma manera que no es obvio que
adquiriendo un coche se adquiera el derecho a ocupar permanentemente el viario público; los
impuestos de circulación ni contemplan tal uso ni responden actualmente a principios tarifarios de un
bien escaso.
Cabe destacar los procesos de concentración y especialización del comercio, lo que debería
aprovecharse para intentar llegar a una mejor racionalización de las operaciones y servicios urbanos,
aunque esto provoque una serie de tensiones continuadas en los distintos sectores intervinientes. Las
nuevas modalidades de consumo y los nuevos productos, cada vez más sofisticados y con servicio
logísticos de mayor valor agregado, mantendrán un impacto creciente en el viario público, tendencia
que puede ser corregida (en parte) con el uso de centrales de carga, plataformas logísticas y/o
infraestructuras que faciliten la concentración de servicios.
Por otro lado, la tecnología fabricará vehículos menos contaminantes, que utilicen energías más
respetuosas con el medio ambiente y que faciliten las operaciones de carga/descarga. Los operadores
logísticos más grandes presentan ventajas ambientales respecto a los pequeños que serán incentivadas
por distintos medios (Antún y Robusté, 1998).
Un buen comienzo para cualquier ciudad es dedicar algunos recursos materiales y humanos a dibujar
el mapa de los servicios y operaciones relevantes de la ciudad, a partir de una buena campaña de
recogida de información, y otras especificidades de la ciudad, que lleven al estudio de la viabilidad de
implantar pruebas piloto, concertación de iniciativas o aplicación de tecnologías de la información.
Como ejemplo de concertación puede citarse la iniciativa del Ayuntamiento de Barcelona en la
elaboración del “Pacto por la movilidad”, suscrito a finales de julio de 1998 por el ayuntamiento y 28
instituciones y asociaciones relacionadas con la movilidad. Uno de los objetivos propuesto en este
pacto es “conseguir una distribución urbana de mercancías y productos ágil y ordenada”. Como
ejemplo de pruebas piloto y aplicación de “inteligencia” cabe citar los casos incluidos en el proyecto
europeo ELTIS (European Local Transport Information Service), que se puede consultar en
<http://www.eltis.org>.
El producto final se plasmaría en un plan maestro de la logística urbana, pero no hay que olvidar que
la ciudad es un sistema abierto y único; por lo tanto, tiene una inercia debido a su raigambre cultural e
institucional, que sólo se podrá ir superando con tiempo y formación de sus integrantes.
El éxito a medio plazo para conseguir una integración eficaz de las operaciones y servicios urbanos
pasa inevitablemente por fomentar una mejor utilización de los recursos y del viario público
(contemplado como bien escaso) incorporando tecnologías de la información y de las comunicaciones,
involucrar a todos los sectores implicados en una mejora de formación en cuanto a prácticas logísticas
que podría llevar a definir una “etiqueta de calidad”, y promover desde la administración local la
asignación de recursos en la planificación y ordenación de la infraestructura necesaria así como del
uso de la misma.
No existen soluciones universales y elegantes para el problema y las mejoras han de estudiarse en
detalle según zonas, productos, tipos y necesidades. Deben adoptarse distintas medidas para distintas
tipologías urbanas. Lo que es cierto es que el sector de la logística urbana dispone de margen para la
optimización y disminución de algunas ineficiencias actuales y estas ineficiencias afectan a todos los
usuarios de la vía pública.
En resumen, parece existir todo un campo de desarrollo para la logística urbana, tanto en sus aspectos
científicos como de aplicación, organizativos y jurídicos.
Se defiende la tesis de que el éxito a medio plazo para conseguir una distribución urbana ágil,
ordenada y acorde con los parámetros de calidad de vida de la ciudad, pasa inevitablemente por:
a) fomentar una mejor utilización de los recursos y del viario público (contemplado como bien
escaso) explicitando los costes del transporte en las transacciones comerciales e incorporando
tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC),
b) Involucrar a todo el sector de la distribución en una mejora de formación en cuanto a prácticas
logísticas, que podría llevar a definir una “etiqueta de calidad”
c) Promover desde la administración local la asignación de recursos en la planificación y
ordenación de la infraestructura necesaria (zonas de carga y descarga, plataformas logísticas,
etc.) así como del uso operativo y jurídico de la misma.
Es habitual referirse al sistema de transporte con el símil del aparato circulatorio de la sociedad.
Siguiendo este símil, la distribución urbana de mercancías es un motor de la economía local. Si la DU
no goza de agilidad, existe el peligro que languidezca la competitividad y relevancia de la ciudad.
Ninguna ciudad europea está hecha para los coches y, por ende, no ha sido diseñada para acoger un
ingente tráfico de agitación que conforme con las recientes filosofías de servicio en logística
(producción y entregas just in time, entregas en ventanas temporales, servicio a diario y respuesta
inmediata a pedidos de emergencia prácticamente de forma independiente del tamaño del pedido, etc.)
multiplica el transporte y el uso del viario público.
Cuando en EEUU se está “descubriendo” el modelo de ciudad mediterránea (una ciudad donde
apetece por estética y funcionalidad interaccionar en el barrio, pasear y comprar por las calles,
andando o desplazándose distancias cortas) como sinónimo de calidad de vida, las ciudades europeas
ya han sufrido el envite de opciones antípodas que, paradójicamente, son aceptadas como prácticas
por las familias modernas (construcción de grandes superficies comerciales periféricas en las últimas
décadas, que ya empieza a generar un efecto péndulo con la renovación y especialización de los
comercios medianos y pequeños en los barrios).
Un viario pensado funcionalmente para todos los usuarios actuales debería disponer de una sección de
unos 30 m (3 m de acera a cada lado –incluidos la acera efectiva y el espacio muerto en fachada y
cerca del bordillo dedicado a mobiliario urbano, señalización, arbolado, etc.–, un carril de 3 m para
carga y descarga (C/D) a ambos lados, un carril bus/taxi/bici de 3,5 m a un lado, un carril de 2,5 m de
aparcamiento al otro lado, y entre 2 y 4 carriles de 3,25 m circulación), lo que difícilmente “cabe” en
la mayoría de las calles de las ciudades europeas. La única posibilidad no utópica en nuestras ciudades
es especializar y compartir los usos del viario público. Es, pues, conveniente comenzar a pensar que el
viario público es un bien escaso que hay que asignar de forma conveniente.
El transporte de mercancías en ámbito urbano ha sido “olvidado” tanto por la literatura como por la
ingeniería de tráfico y por la administración local. Prueba evidente de la afirmación es la inexistencia
de investigación abundante y fructífera en DU, inexistencia de información sobre matrices
origen/destino y de flujos y hábitos de las mercancías urbanas (en Barcelona los primeros inventarios
y actuaciones son de esta década; 1991 y 1997) e inexistencia de técnicos municipales específicos (en
recursos humanos y en organigrama) de este ámbito, incluso en los ayuntamientos más grandes (de
igual manera se detectan infravaloraciones a nivel de especialista y a nivel formal en otras áreas de la
vía pública como los peatones, las bicicletas y las motocicletas).
Personal
Dietas
Amortización
G. Financieros
Seguros
Cargas fiscales
G. Estructura
Combustibles
Neumáticos
Mantenimiento
Reparaciones
Las tarifas del transporte de mercancías por carretera, tanto en ámbito urbano como interurbano, han
ido bajando respecto al IPC. Las causas de esta tendencia son múltiples: impacto de la cultura
logística en las empresas españolas en la presente década, incremento sostenido del parque de
camiones y furgonetas, y mantenimiento de una estructura empresarial endeble y, por tanto,
susceptible a una gran competencia en precario.
En efecto, la fig. 10.1 muestra que el 95% de las empresas son pequeñas, con 5 o menos vehículos; en
particular, las empresas con un solo vehículo en España cuentan un 71% del total. Entre las dos
gráficas se vislumbra difícil cualquier interpretación del sector de distribución que sea ajena a la
máxima productividad.
Durante la presente década los comercios generan del orden del 75% de las operaciones de carga y
descarga, mientras que la vivienda genera un 15% y el sector de servicios (en franco aumento), un
10%. La duración media de las operaciones de C/D es entre 10 y 20 minutos para los estacionamientos
ilegales y de unos 50 minutos de media para los legales, valor que queda muy distorsionado por las
largas duraciones del estacionamiento de los comerciantes de la zona; sin este sesgo, el 80% de los
vehículos estacionados legalmente utiliza unos 20 minutos por cada operación como máximo.
En muchas ciudades, un 10% de la oferta del estacionamiento en calzada se dedica a la C/D y con
horarios bastante extensos. A pesar de esto, alrededor de un 70% de los vehículos se estacionan
ilegalmente, usualmente buscando la máxima cercanía al destino. De hecho, de la oferta de plazas (en
plazas/horas) existente para C/D sólo se utiliza en un 20%.
Después de esta breve introducción ya se vislumbra un problema con múltiples aristas. A continuación
se exponen los puntos de vista de los actores más directamente involucrados, para después examinar
algunas tendencias en logística que inciden en la DU. Se examinan los hábitos actuales y los costes
involucrados, así como las tendencias detectadas tanto a nivel nacional como europeo. Finalmente, se
presentan algunos proyectos implantados basados en la incorporación de tecnologías de la
información al sector y se proponen algunas líneas de actuación como conclusiones.
Los urbanistas se preocupan de la distribución del espacio y la forma estética en la ciudad y en las
viviendas, pero a menudo quedan fuera de juego cuando la perspectiva que se trata son los servicios
de una ciudad, sus flujos de movilidad o su funcionalidad.
Hasta principios de esta década no se ha planteado explícitamente que la ciudad la definen redes
(Urbanismo de las Redes de Gabriel Dupuy) y no zonas, pero el urbanista español quizás más brillante
de todos los tiempos, Ildefonso Cerdá (ingeniero de caminos, canales y puertos que diseñó el ensanche
de Barcelona), ya lo había estudiado hace más de un siglo. Ildefonso Cerdà y su Teoría General del
Urbanismo había quedado postergado, sólo atendido por eruditos, hasta que recientemente la escuela
francesa citada ha resucitado su relevancia. Ya Cerdá, antes de la invención e implantación del
automóvil, había previsto que el ferrocarril abastecería las grandes ciudades de mercancías a través de
una red subterránea; su diseño de manzanas cuadriculadas de unos100 m de lado y achaflanadas y con
generoso viario, se ha adaptado perfectamente al masivo uso del automóvil y otros modos
mecanizados en superficie.
En general, ya se ha dicho, el viario de una ciudad europea consolidada (en particular en los centros de
las ciudades) no está preparado ni para la circulación ni para el estacionamiento de camiones, y menos
aún para ciertas actividades comerciales que necesitan mercancías de gran volumen (concesionarias de
coches, venta de muebles, etc.). A este vacío en el análisis y entendimiento de las necesidades de una
ciudad se añaden como guindas los condicionantes de la legislación (la Villa Olímpica de Barcelona,
un nuevo barrio, se construyó con 2 plazas de aparcamiento por piso, siguiendo ordenanzas
municipales de edificación avanzadas; al no ser posible vincular legalmente la adquisición de una
vivienda con la adquisición de las 2 plazas de aparcamiento, los propietarios prefirieron posponer la
adquisición de plazas de aparcamiento y amueblar o mejorar la inversión en el piso, con lo que
durante los años 1993-95 la imposibilidad de estacionar en superficie era de las más manifiestas de la
ciudad.) o de la falta de planificación (se permite abrir grandes supermercados en barrios antiguos de
viario estrecho y tortuoso y sin aparcamiento para clientes, con una perspectiva de “avestruz”, de
aparente desentendimiento de cómo accederán los clientes).
Ingenieros de transporte
Históricamente preocupados por la fluidez del tráfico y la seguridad vial, los ingenieros de
tráfico y transporte están en proceso de descubrimiento de la “democratización” del viario
público (los peatones y los otros modos de transporte también tienen sus derechos) y de la
planificación y gestión de la movilidad sostenible. Se está incidiendo en las causas además de en
los efectos.
Cargadores (fabricantes)
Muchas veces la subcontratación del transporte hace que los cargadores se olviden del problema de la
distribución, en el supuesto de que dejan el tema en manos de otros profesionales; al fin y al cabo, el
objeto de los cargadores es saber qué y cómo producir.
Han adoptado muchas veces a ciegas las herramientas logísticas de calidad de servicio sin querer
pasar por el aprendizaje y el cambio de cultura empresarial que estas prácticas significan.
Así, responden con entregas urgentes a pedidos pequeños (muchas veces sin un pedido mínimo que
justifique una entrega), producen just in time y envían muy frecuentemente pedidos puntuales que
posibilitan a sus clientes la práctica eliminación de stocks.
Por último, a la solución evidente de consolidar proveedores para la DU (se visita una vez al día un
mismo tipo de comercios llevándoles todos los pedidos; por ejemplo: se visita un bar y se descargan
de una vez cajas de varias marcas de refrescos y bebidas, el pan y comestibles, etc.), los cargadores
anteponen sus lícitos intereses de tipo estratégico (discreción y exclusividad en la relación con sus
clientes, especialmente en los productos con competencia) y económico (ventajas del cargador con
menor red de distribución que podría beneficiarse de la red de distribución de otros cargadores a
costes marginales).
Comerciantes
El objetivo de los comerciantes es vender y satisfacer a sus clientes, el público que les compra. Pagan
diversos impuestos (actividad económica, recogida de basuras, de bienes inmuebles o alquiler) y el
coste de oportunidad de su metro cuadrado de negocio en una ciudad es suficientemente importante
como para intentar eliminar otras funciones logísticas (especialmente cuando la situación actual
permite hacer un outsourcing natural).
Los comerciantes son los verdaderos clientes de la DU y es natural que, en una situación no
reglamentada como la actual, no tengan ningún interés en mantener stocks en sus tiendas y que
dediquen el máximo de metros cuadrados del local a la actividad comercial de cara al público. Este
outsourcing no aporta más que ventajas a los comerciantes y el posible riesgo incurrido viene
eliminado por las entregas rápidas que los cargadores y los transportistas son capaces de garantizar.
Los pequeños y medianos comerciantes se niegan a la DU en horas valle o por la noche, porque en
esas mismas horas ellos también realizan funciones similares a las del resto de la sociedad (además de
que en la DU por la noche es fácil conseguir opositores por motivos de ruido entre los residentes y
vecinos). Los pedidos pequeños y la comodidad de solicitar entregas en una u otra “ventana temporal”
(pese a la tradicional polarización horaria de entregas por la mañana y recogidas por la tarde)
incrementa los vehículos/km y las paradas.
Transportistas
De las figuras 10.1 y 10.2 ya se deduce que el transportista trabaja a destajo, intentando garantizar la
productividad con la rapidez. La distancia entre el estacionamiento para la descarga o la carga y el
destino final de la mercancía (comercio) debe ser mínimo por tiempo y por comodidad (mercancías de
gran tamaño y/o peso). No es de extrañar que, mientras puedan, los transportistas estacionarán delante
de la puerta y, como máximo, estarán dispuestos a desplazarse media manzana o una entera si se
facilitan zonas de carga y descarga (C/D) con espacios disponibles y se regulan muy estrictamente las
paradas en doble fila o entorpeciendo la circulación.
Los transportistas están, de forma natural, en contra de cualquier medida que signifique un incremento
de costes o una pérdida de productividad y son viscerales en la defensa de estos principios porque
“están trabajando” y en verdad muchas veces su supervivencia depende de estas prácticas poco
ortodoxas (la prueba es que no existen muchos operadores logísticos grandes especializados a nivel
urbano).
Es difícil, entre la vorágine del día a día y, muchas veces, ante la falta de una política municipal clara,
pedir una cultura empresarial de respeto a la sociedad. Los transportistas se consideran “víctimas” del
sistema y seguramente tiene parte de razón. Reconocía el presidente de UPS, hace ya un decenio, que
era imposible hacer su negocio distribuyendo paquetería urgente en Manhattan y ser competitivo
estacionando el vehículo legalmente; prefería que sus vehículos fueran multados y transferrir parte del
coste de las multas a sus clientes (en los envíos por Manhattan, se cobraba un sobrecoste en las
tarifas).
El paradigma y extremo que muestra donde la rapidez prima sobre la seguridad son los repartidores de
pizza y en, menor medida, los mensajeros; cuando cobran por entrega y a ello se suman políticas
comerciales agresivas del tipo “o le hacemos la entrega antes de tal hora o le sale gratis”, no debe
sorprender que los transportistas, esta vez a bordo de vehículos muy versátiles pero también
vulnerables, puedan cometer en ocasiones ofensas al código de la circulación y a su propia seguridad
personal, en aras a la productividad.
Policía municipal
De la misma manera que no es posible vigilar el cumplimiento de las normas por parte de todos los
ciudadanos en cada momento (esto requeriría recursos de control superiores a los recursos humanos
que se quieren controlar), es difícul vigilar infracciones de decenas de minutos en todas las calles de
una ciudad.
La policía municipal no dispone de recursos suficientes (y es posible que, aún disponiendo de ellos,
tampoco fuera la estrategia de vigilancia la óptima para solucionar el problema) para esta misión,
como se ha demostrado en el control de los parquímetros de superficie (zona azul), que han tenido que
dotarse de recursos humanos independientes (a pesar de los problemas jurídicos que se presentan en el
caso de sanciones con desacuerdos).
Las zonas de C/D, si existen, pierden su eficacia al no estar vigiladas por vehículos comerciales o no
comerciales (estacionamiento fuera de la delimitación de la zona o durante periodos superiores a los
permitidos). Es aquí donde el papel de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones
(TIC) pueden ahorrar muchos recursos humanos, siempre que la política de control esté englobada en
un paquete de muchas otras acciones.
Los usuarios de la vía pública se ven afectados de los continuos cambios de carril que las paradas en
estacionamiento ilegal de los vehículos de DU obligan a hacer. Los resultados son demoras, menor
capacidad efectiva del viario y posibilidad de algún accidente, la mayoría de las veces sólo con daños
materiales. La indisposición de los vecinos a operaciones de C/D por las noches, por el ruido
ocasionado encuentra su mejor aliado en la defensa de la empresa comercial familiar, que no puede
mantener una estructura de personal para permitir turnos ni está dispuesta al sacrificio adicional de su
calidad de vida familiar.
Administración local
Las ordenanzas municipales, como muchas otras normas jurídicas, pueden ser de difícil cumplimiento
o incluso nacer obsoletas. Por ejemplo, una reciente ordenanza municipal en una gran ciudad española
establece que para nuevas construcciones la C/D “deberá realizarse en el interior de los locales
comerciales e industriales, siempre que reúnan las condiciones adecuadas”, con lo que se garantiza la
arbitrariedad en su cumplimiento.
Es quizás desde esta administración, y dado que un buen uso del viario público repercute
positivamente en todos la sociedad, desde donde convendría canalizar esfuerzos de formación y
concienciación en el sector tanto dirigidos a transportistas como a comercios, y con la obvia
participación de las asociaciones propias de los gremios.
Los transportistas hacen poca utilización de medios mecánicos porque los vehículos de transporte de
mercancías no disponen de sistemas de manipulación rápidos y ágiles para facilitar la carga y la
descarga (de utilidad particular en algunos sectores como el de bebidas). La operativa de C/D debería
centrar también parte de la investigación y esfuerzo de los fabricantes de vehículos ya que, en el
fondo, están diseñando una herramienta que no queda completa si alguna de las etapas de su uso no
está solucionada de forma adecuada.
Juristas
Con algunos de los ejemplos, ya se aprecia que la plasmación de las políticas de mejora de la movilidad
y del uso del viario público en la legislación a veces se hace en forma de parches, que inevitablemente
conllevan más en situaciones cambiantes. Es necesario en este sector una interpretación amplia, generosa
y moderna de la legislación para permitir la agilidad necesaria en la DU. Por ejemplo, si a la firma de
aceptación de un albarán de entrega se le da un significado jurídico de “conformidad” con el pedido
servido, sin posibilidad de reclamaciones posteriores, esto se traduce en significantes demoras en el
proceso de C/D al exigir el comerciante la presencia del transportista hasta comprobar y puntear
exactamente (manual o automáticamente) el pedido realizado y la entrega servida.
- Las empresas que realizan la DU en ciudades pueden catalogarse en las siguientes tipologías:
- Mensajería (courier).
- Distribución física. Según las familias logísticas: alimentación, textil, publicaciones, etc.
- Transporte: grupaje, paquetería, carga completa.
- Transportes especiales: construcción, automóviles, mudanzas, combustibles, etc.
- Ecologística: basuras, aceites y residuos, envases y embalajes, etc.
La tabla 10.2 resume las características físicas y económicas de los principales tipos de vehículos
comunes en DU, mientras que la tabla 10.3 sintetiza las tipologías de productos.
PRODUCTO DESCRIPCIÓN
Alimentación Camiones y furgonetas >2.500 kg de PMA, reposición diaria
Equipamiento familiar Predominio camiones, reposición frecuente
Paquetería Predominio de furgonetas, reposición frecuente
Resto de productos Predominio de furgonetas, reposición esporádica
Tabla 10.3 Tipología de productos para el análisis de la distribución urbana (Fuente: Moll, 1998)
ASPECTO SÍNTESIS
- Más de 62.000 locales de comercio y servicios (80% del total)
- Unas 60.00 descargas diarias
Demanda (puntos de - Por sectores: alimentación (31%), bares (27%), madera (13%), ropa
carga y descarga) (10,5%), domésticos (7,7%), química (7%), etc.
- A las 11 de la mañana se has realizado el 50% de las entregas y a lo
largo de la mañana, el 80%
- El día de máxima demanda es el viernes
- En el centro, más del 30% de los comercios no disponen de superficie
de almacenaje y sólo un 20% disponen de más de 30 m2
Condiciones de carga - El 75% de las operaciones de C/D se realizan manualmente
y descarga - La mayoría de los transportistas utilizan 1 persona por vehículo
- La horas punta son: 9:00-12:00 y 16:00-18:00
- Tiempo de estacionamiento de las empresas de transporte: 13 min
(públicas) y 16 min (privadas)
Transporte (rutas y - Número de visitas diarias/vehículo: 30 (públicas), 20 (privadas)
estacionamiento) - Kilometraje diario: 72 km (públicas) y 31 km (privadas)
- Horarios. Públicas: reparto en la mañana (punta de 10 a 13 horas) y
recogida por la tarde (punta de 16 a 18 horas). Privadas: distribución
de 7 a 15 horas
- El 75% de los vehículos que realizan operaciones de C/D lo hacen
estacionando ilegalmente
Los principales problemas a que los transportistas hacían referencia eran el tráfico (33%; en 1991 las
obras olímpicas tenían la ciudad colapsada y aún no se habían inaugurado las rondas ni otras grandes
infraestructuras viarias), la falta de zonas de C/D (22%) y la ilegalidad del aparcamiento en las zonas
de C/D (14%). La tabla 10.4 sintetiza los datos principales.
En mayo de 1997 se realizó una segunda campaña de recogida de información, esta vez con encuestas
en 8 zonas de Barcelona preseleccionadas. La tabla 10.4 muestra el número de locales con actividad
de DU inventariados en cada zona, el número de encuestas realizadas, el tamaño medio del local
comercial, el porcentaje de operaciones de carga y de descarga, el tiempo medio para una de estas
operaciones y el % de operaciones que se realizan en propia puerta (distancia inferior a 5 m); pese a
los elevados porcentajes de entrega en puerta, a la pregunta sobre la legalidad del estacionamiento
para efectuar la operación se contestaba que mayoritariamente (90%) se estacionaba en situación
legal. Se desestimó el cerrar chaflanes del ensanche barcelonés debido a su coste, que era superior al
rendimiento obtenido.
El número de vehículos de DU que están circulando en una gran ciudad es ingente y sus demoras
representa unos costes de oportunidad muy grandes como pérdida de productividad. Para un valor del
tiempo del conductor de 2.400 PTA/h (valor utilizado en 1994 por el entonces Ministerio de Obras
Públicas, Transporte y Medio Ambiente en las evaluaciones coste/beneficio para vehículos pesados),
un consumo de combustible de 13 litros/100 km, se estimó en Barcelona una demora diaria por
camión de 2,5 horas debido a la congestión del tráfico, con un coste medio total de 166,8 M€ en el año
1993 (sustancialmente mayor en la actualidad debido a que en 1993 eran de reciente operación todas
las infraestructuras viarias construidas para las olimpiadas de verano de 1992); estos costes se
desglosan en la tabla 10.6.
Concepto M€/año %
Coste por demoras (conductor) 68,6 41,1%
Coste por demoras (mercancías) 90,2 54,1%
Sobrecoste de operación 5,5 3,3%
Sobrecoste por contaminación 2,5 1,5%
Total 166,8 100%
Pero, aunque “el tiempo es oro”, las políticas empresariales agresivas que remuneran a transportistas
en función de la productividad no sólo imposibilitan una ordenación respetuosa con los usuarios de la
vía pública en la DU, sino que pueden significar peligro de la seguridad vial, para esos transportistas y
para el resto de los usuarios de la vía pública (de nuevo, el ejemplo del repartidor de pizzas es bien
explícito).
Cabe destacar los procesos de concentración y especialización del comercio, lo que seguramente
puede conllevar a una mejor racionalización de la DU, pero a costa de tensiones continuadas en los
operadores logísticos y transportistas, que deberán satisfacer una tiranía basada en la sofisticación y
calidad del servicio de los clientes.
Las nuevas modalidades de compra y los nuevos productos cada vez más sofisticados y con
tratamientos logísticos más demandantes (productos refrigerados, precocinados, etc.) mantendrán un
impacto en el viario público creciente, tendencia que puede ser corregida en parte con el uso de
centrales de carga y plataformas logísticas.
TENDENCIA DESCRIPCIÓN
Proceso general de concentración. Comercio aislado tiene futuro limitado si no
Evolución del se especializa. DU más compleja pero la concentración brinda oportunidades
comercio de racionalización. Creación de micro-plataformas dentro de la ciudad con
operadores inmobiliario-logísticos.
- Fabricantes: incremento de la incidencia de los costes logísticos sobre el
valor añadido de los productos, proliferación de opciones de productos,
oportunidades de utilización de las tecnologías de la información,
oportunidad de reducir costes mediante la integración con clientes y
proveedores, subcontratación a operadores logísticos.
Logística de - Distribuidores comerciales: exigencia de respuesta rápida a las
distribución necesidades del consumidor, venta directa a domicilio; concentración y
especialización del sector, mayor control sobre la cadena logística.
- Operadores logísticos y transportistas: tensiones sobre los costes
logísticos, creación de empresas con más profesionalización, oportunidades
ofrecidas por las tecnologías de la información, de vehículos y almacenaje.
- Consumidores: demanda creciente de productos frescos y preparados,
sofisticación creciente de la demanda, estancamiento demográfico,
internacionalización de los gustos.
En los principios de la década de los años ochenta, en una mesa redonda de la Conferencia Europea de
Ministros de Transporte (CEMT, 1984) se caracterizaban una serie de medidas posibles para la mejora
del transporte urbano de mercancías que se reproducen en la tabla 10.10. Por su generalidad son de
poca utilidad.
MEDIDA DESCRIPCIÓN
Tasas y control Se propone cargar unas tasas al transporte de mercancías por
de los precios camión en las áreas urbanas para forzar un equilibrio en el
reparto modal. La medida puede tener importantes efectos
negativos para el sector del transporte.
Ordenación de La medida incluye desde restricciones de acceso al centro de la
la circulación ciudad a camiones de cierto tonelaje, hasta obligar a que la
distribución urbana se haga con camionetas y furgonetas de
pequeña capacidad, lo que puede aumentar los costes del
transporte, pasando por definir algunos itinerarios
seleccionados para el paso de camiones.
Gestión de las Una mejora de la velocidad comercial en el viario urbano
infraestructuras puede compensar el incremento de costes por usar vehículos de
distribución de menor capacidad. Se propone la construcción
de centros de carga y descarga de mercancías metropolitanos.
Medidas relativas Las reagrupaciones de itinerarios, terminales, expediciones y
al sistema de de recolecciones y entregas pueden aumentar la productividad
transporte empresarial y disminuir la circulación de camiones, el parque
de vehículos y el personal necesarios para la distribución.
Medidas relativas La disminución de la frecuencia de entrega puede comportar
al sistema de una reducción de costes de distribución y de presencia de
distribución física vehículos en el viario público, a costa de aumentar los stocks.
La introducción de ordenadores abre las posibilidades a
Tecnología sistemas avanzados de planificación y control del transporte
urbano de mercancías, integrando a las pequeñas y medianas
empresas.
Gestión del espacio Es necesaria una política de previsión a largo plazo para la
reserva de espacios para los centros de transporte.
Una perspectiva europea bastante reciente es la que representa el informe final de la acción COST-
Transport 321, Urban goods transport (1998). La tabla 10.11 sintetiza sus principales reco-
mendaciones.
La tabla 10.12 presenta algunos ejemplos de proyectos de DU en ciudades españolas. La tabla 10.13
hace lo propio con varias ciudades europeas, aunque existen muchos ejemplos más en el documento
final de la acción COST 321 (1998).
Como síntesis de las tendencias detectadas, no es evidente que en el futuro el uso del viario público
sea independiente de las repercusiones creadas a terceros, de la misma manera que no es obvio que
adquiriendo un coche se adquiera el derecho a ocupar permanentemente el viario público; los
impuestos de circulación ni contemplan tal uso ni responden actualmente a principios tarifarios de un
bien escaso.
Es posible temporalmente el uso de “zonas azules” para operaciones de C/D, quizás con tarjetas
especiales (30 minutos gratis, a partir de allí, pagando) que servirían para identificación y control.
Algunas calles con un número holgado de carriles pueden permitirse asignar uno a las operaciones de
C/D en horas valle.
Y también es posible que en algunas ciudades y zonas se puedan aprovechar los interiores de
manzanas y garajes para establecer microplataformas logísticas; algunas modificaciones recientes a
normativas urbanísticas ya establecen la necesidad de disponer de muelles de carga en las nuevas
construcciones de locales con más de 400 m2. La normativa urbanística deberá ir incluyendo un
rediseño de aceras y de la sección del viario para facilitar la DU, entre otras cosas.
El objetivo final de la participación del sector de DU sería la definición, otorgación y control de una
“etiqueta de calidad”, basada en la cultura y formación empresarial, el respeto a los usuarios del viario
público y la explicitación de costes logísticos.
La tecnología fabricará vehículos que contaminen menos, que utilicen energías más respetuosas con el
medio ambiente y que faciliten las operaciones de C/D. Los operadores logísticos más grandes
presentan ventajas ambientales respecto a los más pequeños, que seguramente serán incentivadas por
distintos medios (Antún y Robusté, 1998).
Un buen comienzo para cualquier ciudad es dedicar algunos recursos materiales y humanos a dibujar
el mapa de la DU en la ciudad a partir de una buena campaña de recogida de información y otras
especificidades de la ciudad que lleven al estudio de la viabilidad de implantar pruebas piloto. El
objetivo sería la definición de una especie de plan maestro de la DU.
El problema de fondo tiene múltiples aristas, como se ha visto, y difícilmente tiene una solución
única, extrapolable a todas las ciudades y que satisfaga a todos los actores. Muchos síntomas tienen
una profunda raigambre cultural e institucional, que sólo con tiempo y formación podrán irse
solventando.
Mientras tanto, es posible hacer pruebas piloto, concertación de iniciativas o aplicación de tecnologías de
la información. La incorporación de nuevas tecnologías a veces se denomina, un tanto pedantemente
como inteligencia; a pesar de los aspectos positivos que toda tecnología puede conllevar cuando es
utilizada adecuadamente, este enfoque muchas veces, a nuestro entender, efectúa las veces de un barniz
cosmético que no acaba de resolver los problemas de fondo, pero que conjugado con políticas de
formación sustituye sin parangón a políticas más simplistas de tipo coercitivo.
Como ejemplo de pruebas piloto y aplicación de inteligencia cabe citar los casos incluidos en el
proyecto europeo ELTIS (European Local Transport Information Service) creado por la Dirección
General de Transporte y Energía de la Unión Europea y la UITP (Unión Internacional del Transporte
Público), y diseñado para crecer y sentar las bases de un punto de referencia clave en las actuaciones
en transporte a nivel municipal. Su dirección de internet es <http://www.eltis.org>. El proyecto se
estructura en grupos de conceptos:
Cada concepto tiene una breve explicación y un listado de uniones a casos concretos en ciudades
europeas. A modo de ejemplo, se ha extraído la página correspondiente al transporte de mercancías en
las ciudades (tabla 10.14).
Los 3 casos aplicados en directa relación con la distribución urbana de mercancías quedan resumidos
en los párrafos siguientes:
Barcelona: Proyecto SMILE (Street Management Improvements for Loading and Unloading
Enforcement, mejoras en la gestión del viario para el cumplimiento de la legislación en la carga
y la descarga). Por su interés al ser un caso español, se reproduce en el anejo la información
contenida en la página web <http://www.eltis.org/data/64e.htm>.
Durante 1997 se llevó a cabo una extensiva campaña de toma de datos sobre las actividades de
carga y descarga de mercancías en Barcelona y se detectaron patrones de comportamiento
anómalos que se pretende corregir regulando el uso de las zonas de carga y descarga en las
intersecciones (chaflanes de las cuadrículas del ensanche barcelonés) y en carriles en algunas
calles singulares como la calle Balmes.
- Intersecciones. Las regulaciones permiten la carga y descarga de 8:00 a 14:00 horas con
una estancia máxima de 30 minutos. La policía municipal (Guardia Urbana) ha colaborado
procurando el cumplimiento de la normativa de regulación: durante 1997, un conjunto de 5
grúas remolcaron 12.370 vehículos aparcados de forma ilegal; sólo de enero a octubre de
1998, fueron 13.750 vehículos los remolcados por un conjunto de 8 grúas.
Goods Transport
An efficient network of goods transport is an essential requirement of any successful local economy.
This network must convey raw materials and products to and from industrial premises, and bulk
goods and purchase to and from commercial premises. Modern business practise is increasingly
dependent on a "just-in-time" philosophy which assumes that minimal levels of stock are held, since
fluctuations in demand can be met by rapid deliveries. Therefore ready access is essential if the
business is to be competitive.
This need for high levels of flexibility has prompted a shift towards road haulage, often reinforced
by an economic advantage over the rail and waterways. The heavy goods vehicles used for road
haulage, however, cause air pollution, are extremely intrusive in urban areas, and are responsible for
a disproportionally high level of physical damage to the highway network.
Vehicle technology: the use of quieter and cleaner vehicles can help to reduce the environmental
impact of road haulage; improved rail facilities, allowing piggy-back and other interchange
operations encourages intermodality and the transfer of loads to clean vehicles for local transfers
Freight logistics: commercial organisations manage private fleets to minimise operational costs and
impacts; by the provision of regionally based distribution centres, local authorities can enable and
encourage modal interchange and the transfer of freight from rail or long-distance trucks to smaller,
people-friendly vehicles for urban transfers; these transfer vehicles may be operated by a third party
carrying a combined load, in order to maximise efficiency of any essential city-centre trip/
Planning; organisations seek to reduce the need to convey freight by planning operations to
minimise the need for transport, for example by purchasing raw materials locally. In practise, the
private sector is only likely to adopt such practises if the true costs of long-distance haulage are
borne by the haulier.
Urban authorities must appraise freight operations carefully to ensure that the economic benefits of
industrial and commercial activity are balanced against the environmental damage which road
freight causes.
Tabla 10.14 Página web del proyecto europeo ELTIS correspondiente al transporte
urbano de mercancías. Fuente: DGVII + UITP (1999)
Cualquier ciudad europea puede añadirse a ELTIS y enviar la descripción de algún caso de
implantación usando el formato del proyecto <http://www.eltis.org/en/add.htm>, que puede bajarse
en formato Word, o bien contactando la dirección electrónica <eltis@pophost.eunet.be>.
Además de inteligencia, conviene no olvidar el esqueleto, los músculos y la alimentación: basta citar
de pasada la iniciativa Barcelona Centro Logístico, un lobby con el aval de la ZAL (zona de
actividades logísticas) del puerto, el propio Puerto de Barcelona, el Consorcio de la Zona Franca, y las
principales empresas transportistas y cargadores.
En resumen, el éxito a medio plazo para conseguir una DU ágil, ordenada y acorde a los parámetros
de calidad de vida de la ciudad, pasa inevitablemente por:
a) Fomentar una mejor utilización de los recursos y del viario público (contemplado como bien
escaso) explicitando los costes del transporte en las transacciones comerciales e incorporando
tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC).
La política tarifaria deberá configurarse tendente a incorporar los costes externos de las actividades
socioeconómicas urbanas. En ciudades norteamericanas, el concepto de impact fee va intrísecamente
ligado a aquellas actividades de cualquier tipo que afecten el status quo del viario público. En la
práctica, estos efectos pueden contemplarse como un canon explícito además de los impuestos
habituales (IAE, IVTM, etc.).
No existen, repetimos, soluciones universales y elegantes al problema y las mejoras han de estudiarse
en detalle, según zonas, según productos, tipos y necesidades de comercios, etc.: deben adoptarse
distintas medidas para distintas tipologías urbanas.
La mejoras en la entrega van desde la aceptación de albaranes sin control inmediato para evitar
esperas (lo que obliga a un cambio de mentalidad en temas jurídicos) hasta la incorporación de
tecnologías TIC en los vehículos y sistemas de manipulación ergonómicos.
Los ayuntamientos tienen que jugar un gran papel en estas mejoras, con un incentivo a la racionalidad
y a la formación, planificando y gestionando bien las zonas de C/D, definiendo una política coherente
de movilidad y de DU y haciéndola respetar (control del tipo de vehículo y sus itinerarios por la
ciudad, control del tiempo de parada para la C/D, etc.). Un plan maestro de la DU es un producto
explícito que recuerda la necesidad de integrar la DU en la planificación y en la estructura
institucional de las administraciones locales.