Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
2019
1
Martínez Rivillas, Alexander
Catastro y propiedad de la tierra en el mundo antiguo:
conceptos introductorios y estudios de caso / Alexander
Martínez Rivillas. -- 1ª. Ed. -- Universidad del Tolima, 2019.
160 p. : il. tablas
Contenido: Genealogía de las formas occidentales de
apropiación de la tierra -- Hitos de los catastros rústicos desde
la antigüedad hasta el siglo XV -- Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India -- Catastros en Micenas y Grecia -- Catastros
en la República y en el Imperio Romano -- Discusión eti-
mológica de la palabra catastro
ISBN: 978-958-5569-11-9
333.332
M385c
publicaciones@ut.edu.co
alexandermartinezrivillas@gmail.com
Impresión, diseño y diagramación por Colors Editores S.A.S.
Portada: Colors Editores S.A.S.
2
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
3
A Rodrigo Castellanos Luque (Q. E. P. D.), quien me inició en el
complejo mundo de la historia del catastro y de la economía del
suelo, y cuya amistad me hizo mejor.
4
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
Contenido
Introducción 9
1.5. Conclusiones 33
2.2.1 Mesopotamia 41
2.2.2 Egipto 42
2.2.3 India 42
2.2.4 China 43
2.2.5 Norte de Italia 43
5
2.3 Catastros rústicos complejos 44
2.3.1 Grecia 44
2.3.2 Roma 46
2.3.3 China 48
2.3.4 Imperio Carolingio 49
2.3.5 India 49
2.3.6 Inglaterra 49
2.3.7 Califato de Córdoba 49
2.3.8 Reino de Aragón, Valencia y Mallorca 50
Norte de Italia 51
3.2.1 Sumer 74
3.2.2 Babilonia 80
3.2.3 El Catastro en Egipto 91
3.2.4 El catastro en la India 98
3.3 Conclusiones 99
6
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
Conclusiones 117
Conclusiones 127
7
Figuras
8
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
Introducción
9
probablemente, registros catastrales. Segunda: el catastro fue una
“innovación tecnológica” fundamental para el surgimiento de las
primeras ciudades, y estimuló en forma protagónica el desarrollo de
la matemática, la geometría, los sistemas de pesos y medidas y la
agrimensura. Tercera: los catastros de las primeras ciudades, es decir,
Erech, Lagach, Ur, Akad, Babilonia, Egipto, las ciudades del valle
de Sind y Penjab en la India, entre otras, son catastros de carácter
fiscal y administrativo, los cuales se convirtieron en los precursores
directos de los catastros de grandes imperios antiguos y medievales,
y de las sociedades modernas.
Particularmente se mostrará que en el Imperio Micénico
se elaboraron los primeros catastros meramente fiscales; y que en
Grecia Clásica se elaboraron los primeros catastros de vocación
democrática. Este tipo de catastro es un catastro político construido
en un ambiente más o menos asambleario, el cual propiciaba toda
una deliberación pública para la determinación de los montos de los
impuestos a la propiedad inmueble, lo mismo que para la inversión
de estos excedentes en obras de interés común.
Respecto de la República Romana, se verá que inaugura un
catastro con reglas jurídicas estrictamente definidas y con fines
exclusivamente fiscalistas. Las bases jurídicas del catastro medieval
y moderno se encuentran en la República y el Imperio Romano, y
toda su legislación respondió a los procesos de expansión territorial
y al sostenimiento de un Estado centralizado que tenía que absorber
las rentas de cada una de las porciones de su descomunal territorio
para sostener a sus numerosos ejércitos, engrandecer sus ciudades,
y cumplir con las demandas de la vida urbana y las élites sociales.
10
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
CAPÍTULO I
Genealogía de las formas occidentales
de apropiación de la tierra
11
12
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
13
los campesinos tenían derecho –en su acepción más primitiva ‘dejar
hacer’ o ‘poder hacer’- a ser propietarios, aparceros y arrendatarios;
y que los esclavos eran reducidos a la condición de “trabajadores
serviles”.
Por un lado, el código de Urnammu1 (2112 a.C.–2094 a.C.)
regulaba cada una de las relaciones de propiedad en los siguientes
términos: eran prohibidos los bienes de familia o comunales, no era
posible el arrendamiento perpetuo y la propiedad era esencialmente
individual, es decir, si no pertenecía a campesinos y medianos
propietarios, pertenecía a los templos o al rey. Por otro lado, El
Código de Hammurabi (1792 a.C.–1750 a.C.) es considerado el
primer “derecho agrario”, cuya legislación minimiza la “influencia
política” de los templos al ser sometidos a la veeduría de jueces
civiles al servicio del rey; convierte a algunos almacenes de los
templos en graneros del Estado; distribuye propiedades reales entre
los guerreros bajo fideicomiso hereditario (bien confiado a una
persona con la condición de restituirlo, y heredable si esta condición
no se presenta); convierte los siervos en “hombres libres” (que por
quedar sin tierras solo debían pagar la mitad de los honorarios a
médicos, arquitectos, etc.); regula los salarios de jornaleros, limita
los intereses y alivia los arrendamientos.
Con claridad asombrosa define los criterios según los cuales
existía pleno dominio sobre la tierra. No era suficiente la posesión del
inmueble, sino que debía añadírsele un título jurídicamente válido,
o sea, un documento que garantizara la “indudable” propiedad,
redactado por peritos autorizados y con re-producciones que
reposaban en los templos. El título servía para reclamar la propiedad
frente al poseedor, “tanto de bienes muebles e inmuebles como sobre
esclavos. Al que se le encontraba en posesión de una cosa, sospechosa
de haberse extraviado o hurtado, se le podía exigir documentalmente
su posesión para verse libre del proceso.” (Hammurabi, 1986, p.
XCII-XCIII).
1 Más conocido como el código de Ur, que según los estudiosos no fue elaborado por el rey Urnam-
mu, sino por su hijo y sucesor shulgi (2093 a.C. -2040 a.C.) (Hammurabi, 1986).
14
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
15
humanas en el contexto de una legalidad cósmica, por decirlo de
alguna manera, legitimaron una organización y control del uso de la
tierra en las distintas sociedades de las revoluciones urbanas o en las
primeras sociedades “prósperas” que la historia ha podido registrar.
Asimismo, solo la experiencia de la ciudad hizo posible la
plena experiencia de la propiedad de la tierra. Por el contrario, las
sociedades primitivas consagraron la propiedad comunal o familiar,
pues el uso común de la tierra asegura la supervivencia de pequeñas
comunidades y la manutención de las personas separadas de las
actividades agrícolas, como sacerdotes, artesanos y pater familias.
Pero, ¿cómo ir más allá de la práctica agrícola de supervivencia?
¿Cómo generar ese excedente agrícola que permitió el surgimiento
de la vida urbana? Esto solo es explicable mediante un proceso de
extrañamiento de la tierra, de separación y desarraigo de la tierra.
Una vez que la tierra que se posee no es de quien la posee
sino de quien no la posee, toma la forma de algo que es extraño
y ajeno; tan ajeno que ya no es posible usarlo para las prácticas
agrícolas de supervivencia o para las prácticas ceremoniales de las
“religiones domesticas”, si ante todo no se usa para la supervivencia
y ostentaciones de quien no la posee, de quien la tiene y lleva una
vida urbana. ¿Qué garantiza el hecho de que lo que no se posee,
sin embargo, se tiene? Una compleja legalidad trascendente de las
cosas, trascendente de la tierra, que ritualiza y sacraliza el espacio de
la siembra, que legisla al amparo de los dioses las relaciones de uso
con la tierra, y que declara los tributos que deben ofrecerle a quien la
tiene, esto es, a su propietario.
La propiedad de la tierra nació como una práctica de gobierno,
de control y organización de la naturaleza para el desarrollo de
la vida urbana de distintas formaciones sociales. El proceso de
extrañamiento de la tierra mediante una legalidad cósmica garantiza
el control de la naturaleza: todo lo que en potencia produzca la tierra
pertenece no a su poseedor o al trabajador, sino al propietario.
Los procesos y estrategias para la imposición de tributos
aseguran la organización de la naturaleza: medir, amojonar y calcular
16
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
17
una solución práctica para ser intercambiados o acumulados, es de
hecho un símbolo de intercambio o un “medio de intercambio”: la
moneda. Todo objeto en Babilonia, exceptuando los sagrados en sí
mismos, podía constituirse en objeto de compraventa. El trabajo era
remunerado en moneda o en productos; y la servidumbre no recibía
más remuneración que la que asegurara la reproducción de sus
“mínimas condiciones de existencia”.
Ya las primeras civilizaciones se habían enfrentado a un
problema que ha acompañado a distintas sociedades: la regulación
del universo de objetos apropiables para la conservación o desarrollo
de una formación social. En particular, las sociedades que distribuyen
el excedente de la producción agrícola mediante distintas formas de
mercado, entre las cuales podemos destacar las civilizaciones antiguas,
la República y el Imperio Romano, Ciudades-Estado premodernas,
y la mayoría de las sociedades modernas, han construido prácticas
de gobierno destinadas a ensayar infatigablemente toda clase de
soluciones sin efectos duraderos. Tanto el Imperio Babilonio como
el Egipcio buscaron regular esa dinámica ciega de distribución de
objetos de aquel universo de lo apropiable: la tierra ubérrima en
poder de ricos comerciantes, sacerdotes, dinastías monárquicas
y funcionarios menoscababa las condiciones productivas de los
trabajadores agrícolas.
Víctor Alba concibió una “Historia General del Campesinado”,
mostrando los periplos cotidianos por los que el trabajador agrícola
tenía que vérselas para conseguir ese mínimo de condiciones de vida
que lo ha caracterizado como una constante a lo largo de toda su
historia. Los campesinos nutrieron los ejércitos, teniendo que correr
con los gastos de su equipamiento para la guerra, abandonaron sus
tierras y familias, cuyos miembros (mujeres, niños y ancianos)
no podían pagar la respectiva renta agrícola y debían migrar a las
ciudades a vivir en condiciones de esclavitud. En otras ocasiones,
teniendo que pagar pesados tributos y aceptar los bajos precios con
los que transaban sus productos, lo obligaban a vender sus tierras o a
esclavizarse por deudas. Como hoy, los campesinos de las naciones
18
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
19
menos una expropiación de la misma. Las tierras colonizadas se
repartían por suertes, o con fichas que se conocían con el nombre de
Tarjas; el destino o el azar aseguraban la equidad en la distribución
de la tierra.
La dinámica secularizadora del poder y del conocimiento,
al mismo tiempo que su voluntad expansionista, construyeron
dos valores fundamentales que hacen parte de la virtud griega: la
valentía y la nobleza. Dos valores puramente humanos que habrán de
subvertir la tradición de la legalidad cósmica y sentarán las bases de
una legislación inmanente de las cosas, una legislación propiamente
humana, con limitaciones, desafíos a los dioses y observadora
insobornable de las tradiciones humanas. Aquí se enmarcan la épica
y la tragedia griegas, dos horizontes del comportamiento humano
que habrán de provocar prácticas de gobierno y prácticas cotidianas
fundamentadas en una legislación eminentemente humana.
La épica griega no es solamente la versificación de los periplos
heroicos, es ante todo la expresión de un espíritu que busca, se aventura
en alta mar, corrobora leyendas, construye y asegura el bienestar de
su pueblo, reconoce su mundanidad: labra su propia tierra y elabora
sus muebles, en el caso de Ulises, y se entraba en competencias por
decidir quién sega más, en el caso de Aquiles. La tragedia griega
no es ese fenómeno recordado y decantado que le sigue a la épica
griega, o mejor, de la valentía no se sigue una nobleza en épocas de
paz. Son dos fenómenos “unidos por una misma raíz”. La valentía
conduce a la nobleza cuando Aquiles, después de matar a Héctor,
llora por Príamo, el padre de su enemigo. El acto épico de alcanzar
la victoria sobre Héctor contiene la semilla de la reprobación: Héctor
era “el amante esposo y buen ciudadano”, valores incondicionados
de los mismos antiguos griegos. Así pues, la épica lleva en sí misma
la tragedia.
Pero también, la nobleza conduce a la valentía cuando
Antígona –observadora de la tradición matriarcal y modelo de
estudio recurrente de la filosofía– en tono desafiante le exige a
Creonte –observador de la tradición patriarcal– el derecho, “no de
20
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
21
marcusiana se soluciona disparando los instintos vitales mediante
una racionalidad que administra su plena satisfacción en virtud de la
“fertilidad incontrolable” que pueden ofrecer los instrumentos de la
técnica moderna.
La épica y la tragedia griega sugieren una solución diferente,
la cual es aplicable para un universo específico, el universo de
los ciudadanos adultos de sexo masculino, pues las mujeres y
los esclavos fueron reducidos a la condición de instrumentos
(“aunque” los esclavos contaron con la facultad de ser testigos de
peso en la resolución de un litigio, como lo muestra Foucault en
su interpretación de “Edipo Rey”, en las conferencias “La Verdad
y las Formas Jurídicas”. Y les reconocieron un alma, si admitimos
que la duplicación del cuadrado que ejecuta el esclavo en el diálogo
socrático, solo es posible por las reminiscencias de su alma cuando
vagaba por el mundo de las ideas).
La sociedad micénica preparó, en la épica homérica, un
encuentro “a medio camino” entre la sociedad patriarcal y la sociedad
matriarcal, la legalidad cósmica y la legalidad mundanizada, Aquiles
y su dolor por Príamo o por el deceso de Héctor. La Grecia Clásica
sancionó, en las tragedias de Sófocles, este encuentro a medio camino,
identificando los dos núcleos de la contraposición: la autoridad del
patriarca y la incondicionalidad de la figura materna o filial, “la
autoridad pública y la conciencia moral”, “la ley y la justicia”, “la
tiranía y la democracia” –tránsito de la tiranía a la democracia en la
lectura foucaultiana de Edipo Rey–, Creonte y Antígona.
Este encuentro a medio camino constituye un orientador
modelo de solución a la “superación” tanto de la sociedad matriarcal
como del malestar derivado de la consagración de la sociedad
patriarcal. Una solución que asegurará una regulación concreta del
universo de objetos apropiables, sin que el bienestar y la seguridad
de la ciudad se vea amenazada, (una solución idealizada por la
modernidad, pero cuya praxis cotidiana hizo posible ese “siglo de
oro”, el siglo de Pericles), y racionalizada después por la filosofía
griega. Nos referimos al modelo de Ciudad-Estado bajo una forma
22
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
23
dicha noble y casi divina, cuya forma más elevada corresponde, en
Aristóteles, al estilo de vida contemplativo del filósofo.
El legislador de la ciudad es también un legislador del
territorio, un ordenador del mismo; el ordenador o regulador es
una autoridad legislativa suprema que en griego se escribe kósmoi
(Aristóteles, 1989, p. 69). Kósmoi se asocia con kósmos, que indica
conveniencia, disciplina, buen orden, organización2. El ordenador
del territorio es quien proporciona un orden conveniente al territorio,
y este orden conveniente es aquel que garantiza la felicidad de
toda la ciudad. Aristóteles presentó en la Política, un conjunto de
reflexiones de distintos filósofos y gobernantes sobre la mejor forma
de “organización de una ciudad” o de regulación del uso de la tierra.
Allí se presentan las propuestas de Fidón de Corinto, Faleas de
Calcedonia, Hipódamo de Mileto y de Platón.
En lo que toca a la opinión de Fidón de Corinto, uno de los más
antiguos legisladores, decía que era indispensable mantener igual el
número de casas y el de ciudadanos, y que los lotes fueran todos
desiguales en magnitud (Aristóteles, 1989, p. 49-50). En cuanto a la
postura de Faleas de Calcedonia, nos dice el filósofo (Aristóteles):
2 Los Kósmoi eran magistrados supremos de Creta, los cuales conformaban un tribunal legislativo
compuesto por diez Kósmoi.
3 Aquí se hace referencia exclusivamente a la propiedad inmueble rural, dejando de lado esclavos,
ganado, dinero y bienes muebles.
24
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
25
forma de organizar el territorio está enmarcada en la vieja discusión
de la filosofía política sobre la mejor forma de gobierno. Aristóteles,
por su parte, las clasificó como opiniones propias, o de la democracia,
o de la tiranía, o de la monarquía, o de una amalgama equilibrada
entre todas o algunas de ellas. Por ejemplo, la opinión de Platón
contenida en la “República”, obedece a una forma de gobierno en
donde se combina tanto la democracia como la oligarquía.
Las teorías mencionadas pueden resumirse así: es un intento de
clasificar la población, regular las actividades públicas (económicas,
políticas y sociales) y definir las relaciones con el territorio (clase de
uso: agropecuario o urbano, y limitaciones a la propiedad). Para los
griegos, ordenar el territorio implicaba primero ordenar la población,
o sea, definir sus actividades y regular las relaciones sociales de
acuerdo a un número de habitantes preestablecido, a las necesidades
materiales de la población y a las condiciones educativas de la misma.
He aquí lo que Aristóteles nos indica acerca de la importancia de la
educación:
26
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
27
puede ser la tierra común y el cultivo hacerse en común, pero
distribuirse los frutos para el consumo individual (ciertas naciones
bárbaras, según se dice, practican esta forma de comunismo). Por
último, pueden ser la tierra y los frutos comunes. Cuando los que
cultivan la tierra forman una clase distinta (los esclavos), el caso es
diferente y más fácil de resolver; pero si son los mismos ciudadanos
los que trabajan para sí mismos, estos problemas de propiedad
ocasionarán numerosas rencillas. si, en efecto, no se observa entre
ellos la igualdad en el provecho y en el trabajo, necesariamente los
que trabajan más y perciben menos habrán de quejarse contra los
que, trabajando poco, perciben o consumen mucho.
28
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
29
las cosas. Las virtudes que bastaban para la pequeña ciudad de las
siete colinas, tendría que diversificarse, ganar en flexibilidad, para
convenir a la tierra entera. Roma, que fui el primero en atreverme
a calificar de eterna, se asimilaría más y más a las diosas-madres
de los cultos asiáticos: progenitora de los jóvenes y las cosechas,
estrechando contra su seno leones y colmenas” (Yourcenar, 1985,
p. 86).
5 La sociedad romana contó con buena parte de las formas de tenencia de la tierra, las técnicas agrícolas
y constructivas que habían surgido desde Grecia hasta la India, y desde el Cáucaso hasta el Nilo. Al
fundarse la República Romana se conjetura una población aproximada de 130.000 habitantes y una
extensión de 1.000 km2.
30
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
31
todos los hombres fraternizarían en Humanitas, Felicitas, Libertas,
según rezaba “en las monedas de mi reinado” –escribe Yourcenar–
se convirtió en el modelo de control de la renta agrícola de las
sociedades modernas, cuya forma más sofisticada la ostentan los
catastros contemporáneos.
Esta legalidad del ordo civitatis impuso a la noción
de humanidad, esa “federación fraterna de individuos” –de
reminiscencias estoicas– una función “ideológica” de dominación
al servicio del “imperio cosmopolita de Roma”, y otra función
de “utopía abstracta” (Jaramillo, Sf., p. 150). Por ello, exigir un
“derecho natural” con aires griegos en Roma, sería como exigir el
derecho a pertenecer a una federación “fraterna” de contribuyentes.
En efecto, el principio de la administración pública moderna de
“distribución de cargas y beneficios”, nos evoca esta federación,
que carga gravámenes a las rentas, y no beneficia sino a la “utopía
abstracta” del “interés común”.
32
CAPÍTULO I. Genealogía de las formas
occidentales de apropiación de la tierra
1.5 Conclusiones
33
34
CAPÍTULO II. Hitos de los catastros rústicos
desde la antigüedad hasta el siglo XV
CAPÍTULO II
Hitos de los catastros rústicos desde la antigüedad
hasta el siglo XV
35
36
CAPÍTULO II. Hitos de los catastros rústicos
desde la antigüedad hasta el siglo XV
37
En términos generales, los catastros rústicos tuvieron
distintas funciones públicas en cada periodo de los imperios o
reinados consolidados del mundo oriental u occidental, con una
mayor o menor separación del poder sacerdotal, pero casi siempre
controlados, al final de sus etapas, por el poder monárquico. En
momentos excepcionales, como es el caso de Grecia Clásica, el
catastro rústico fue un instrumento fiscal con efectos redistributivos
que se empleaba para repartir las cargas en los gastos destinados a
la defensa de las ciudades, o para distribuir las tierras colonizadas
de forma más o menos igualitaria (Martínez, 2001). En China se
conocen casos muy interesantes de catastros rústicos con resultados
redistributivos masivos, pero que pronto colapsaron por la presión
de terratenientes o nobles (Hallet, 2007). No obstante, en la mayoría
de los casos se confeccionaron catastros rústicos polifuncionales,
profundamente instrumentados por los poderes religiosos, militares
y civiles, según fuera el caso.
Por otro lado, es posible que catastros rústicos se hayan
originado en sociedades hidroagrícolas colonialistas sin que mediara
contacto alguno con imperios de origen hidráulico, como es el caso
de los sistemas fiscales de la tierra precolombinos. Los vestigios
arqueológicos y memorias de cronistas han ayudado a configurar la
hipótesis de catastros rústicos en la sociedad Azteca, la cual puede
asociarse a una sociedad hidroagrícola expansionista con pobres
desempeños en la producción de cereales, pero muy eficiente a la
hora de contabilizar sus recaudos (Lagarda, 2007).
Asimismo, se pueden derivar algunas conjeturas interesantes
sobre el funcionamiento del sistema tributario de los Muiscas
(Tovar, 2010), los cuales pudieron desarrollar un catastro rústico
de carácter ágrafo o profusamente oral, pues en su calidad de
sociedades hidroagrícolas en expansión, y plenamente articuladas a
las economías acuícolas y agrícolas de los ríos, valles de inundación
y extensos humedales y lagunas, lo pudieron haber desarrollado.
Respecto de la discutida etimología de la expresión “catastro”,
y si efectivamente fue un sistema catastral el que dio origen a la
38
CAPÍTULO II. Hitos de los catastros rústicos
desde la antigüedad hasta el siglo XV
39
complejidades de un sistema contable y fiscal de la tierra, que es el
caso que se supone en lo referente a la administración del imperio
Inca (contabilidad con quipus) o de la sociedad Muisca (según se
colige de los cronistas de Indias y la evidencia arqueológica).
Este breve estudio sobre los catastros occidentales y
orientales desde las revoluciones urbanas hasta el siglo XV tratará
de mostrar entonces cuatro momentos de su historia: los primeros
catastros rústicos, los catastros rústicos complejos, los catastros
rústicos premodernos y los catastros rústicos precolombinos. Esta
clasificación es más o menos arbitraria, pues se limita a trazar líneas
divisorias en virtud de la simplicidad o diversidad de sus funciones,
y no aspira a seguir una línea evolucionista de este instrumento
administrativo destinado a la exacción de rentas del campo y de la
ciudad.
De hecho, algunos catastros rústicos pudieron ser más eficientes
que los catastros modernos, si se tiene en cuenta que los sistemas
catastrales tienden a ser más eficientes si los funcionarios, las rutinas
burocráticas y las tecnologías de medición se ajustan a un régimen
de disciplinamiento y control centralizado. Lo que pudo haber sido
logrado por culturas de distintas complejidades.
Finalmente, se debe advertir que los catastros rústicos que
se consideran aquí solo representan hitos o momentos clave de su
historia, explicaciones que no abundarán en detalles, y que quizás
dejarán en las sombras otras experiencias de instituciones fiscales
de la tierra, lo que siempre constituye un riesgo en toda pesquisa
histórica o en cualquier genealogía.
40
CAPÍTULO II. Hitos de los catastros rústicos
desde la antigüedad hasta el siglo XV
2.2.1 Mesopotamia
41
En Caldea, Mesopotamia meridional, se supone la continuidad
del sistema catastral por la vía de la sabiduría acadia, lo que se
constata con la “Tablilla Caldea”, la cual sugiere inscripciones sobre
características de parcelas y su entorno ambiental, para 1600 a.C.
(Lagarda, 2007).
2.2.2 Egipto
2.2.3 India
42
CAPÍTULO II. Hitos de los catastros rústicos
desde la antigüedad hasta el siglo XV
2.2.4 China
43
2.3 Catastros rústicos complejos
2.3.1 Grecia
44
CAPÍTULO II. Hitos de los catastros rústicos
desde la antigüedad hasta el siglo XV
45
la economía de mercado y al desarrollo urbano. En estos casos,
el catastro debió experimentar su desaparición periódica, pero
posteriormente se fue restituyendo bajo su condición de colonia de
otros imperios, especialmente (Ídem).
Varios fenómenos también explican la aparición de mejores
técnicas de medición de la propiedad en la Grecia Helenística (siglos
IV a.C. - I d.C.), lo cual supone una mejora en sus instituciones
catastrales. La tradición de la ciudad en damero (atribuida a
Hipódamo de Mileto), las complejidades de garantizar una buena
planificación urbana con despegues demográficos (primordialmente
en materia de vías, acueductos y alcantarillados), y el difícil control
fiscal a todas las formas de tenencia de la tierra rural bajo expansión
colonialista (especialmente en extensos valles inundables, y en
latifundios de llanura y montaña) exigieron el refinamiento de las
prácticas agrimensoras. Así pues, es en este contexto que aparece
la invención de la “dioptra” de Herón de Alejandría (siglo I d.C.),
la cual precede a la “groma” latina y representa el primer teodolito
(Alcázar, 2000).
2.3.2 Roma
46
CAPÍTULO II. Hitos de los catastros rústicos
desde la antigüedad hasta el siglo XV
47
No importaba si los terrenos eran producto de una colonización
o de una victoria militar. Y la meta de estos asuntos políticos y
administrativos era “romanizar el territorio” como modelo de control
espacial (Paniagua, 2006, pp. 40, 57-60).
2.3.3 China
48
CAPÍTULO II. Hitos de los catastros rústicos
desde la antigüedad hasta el siglo XV
2.3.5 India
2.3.6 Inglaterra
49
y Califato de Córdoba e Imperio Fatimí, abarcando el periodo VII-XII
d.C. Curiosamente, de los árabes no se conocen las particularidades
de sus prácticas catastrales. En el caso de Al-Andalus (Emirato
y Califato de Córdoba), se estableció un “Registro General del
Territorio”, el cual representaba un instrumento de la “Hacienda” con
información sobre los muebles e inmuebles que poseía la población
árabe, la cual servía de base para la liquidación de sus impuestos o
“diezmos” (Ídem.).
Algunos investigadores no reconocen ninguna institución
catastral en los Califatos, pero es probable que se deba a prejuicios
o a visiones ortodoxas acerca de la necesidad de seguir el canon
del catastro romano. Los árabes podían obtener información predial
haciendo uso de otras herramientas censales igualmente eficientes.
Ciertamente, no se puede olvidar que la astronomía, la topografía
y la cartografía que se realizaban en Bagdad para el siglo IX d.C.
aventajaban en todo sentido a Europa.
50
CAPÍTULO II. Hitos de los catastros rústicos
desde la antigüedad hasta el siglo XV
Norte de Italia
51
(1325 d.C.). Allí se destaca la figura del Hueycalpixque, la cual
correspondía al “Tesorero General del Imperio Azteca”. Se conjetura
que este importante funcionario tenía a su cargo los recaudadores
necesarios para atender las obligaciones censales y tributarias de
Imperio (Lagarda, 2007).
52
CAPÍTULO II. Hitos de los catastros rústicos
desde la antigüedad hasta el siglo XV
53
54
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
CAPÍTULO III
Catastros en Mesopotamia, Egipto e India
55
56
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
57
3.1.1 Listas de objetos mentales en las tribus
7 El hombre está dotado de un equipo cultural y fisiológico que desde sus orígenes le permitió hacerle
frente a la naturaleza de manera radicalmente distinta al modo como lo hacen los animales (Childe,
1979, p. 79).
58
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
8 Por lenguaje escrito o escritura se entenderá aquí cualquier grafismo que represente un objeto y una
idea al mismo tiempo. Es decir, el lenguaje escrito deberá tener categoría de ideograma (grafismos
que representan una idea) o fonograma (grafismos que revelan, valores fonéticos, ideas e imágenes
simultáneamente). Los pictogramas (que sugieren una imagen) son muy anteriores a las revoluciones
urbanas, y sólo en estas existen los primeros vestigios de ideogramas y fonogramas. Aunque los
primeros escritos (3000 a.C. o antes) intercalan fonogramas e ideogramas con pictogramas (como
sumerio, acadio, escritura jeroglífica egipcia y, después, casi inexistentes en la escritura cuneiforme y
escritura hierática egipcia), es una escritura simplificada con respecto al mero pictograma, que permitía
redactar con coherencia y orden, cuentas y contratos, primero, y pactos, textos litúrgicos e históricos,
hechizos y fragmentos de códigos legales, después.
59
Ahora bien, el lenguaje escrito sugerirá una pronunciación,
una imagen, una idea, sin la presencia física del autor, circulará o
esperará mudo en espacios y tiempos y se le hará hablar solo cuando
alguien multiplique sus significados. Así llegaron nuestras listas
escritas de objetos, soportando decantaciones aluviales, igniciones
feroces provocadas por la naturaleza o por las conquistas, ajetreos
interminables de travesías milenarias en manos de pueblos nómadas
o de civilizaciones en ascenso.
La memoria escrita es, entonces, la lista escrita de objetos a
través de la cual pretendemos conocer a un pueblo. Una lista escrita
de objetos inmortaliza el pasado de los pueblos, lo dispone en la
naturaleza misma (arcilla, madera y piedra), para que, después de un
largo viaje, sea del conocimiento de generaciones lejanas.
A diferencia de la lista de objetos del lenguaje oral y gestual, la
lista escrita pierde lo que en vivacidad, expresividad y realismo gana
aquella. La lista escrita es abstracta o reduccionista, pierde de vista
los significados personales de las múltiples gesticulaciones y de las
matizaciones de la voz, que fluyen solamente en la comunicación oral.
Pero, al mismo tiempo, vence la fugacidad de la palabra pronunciada,
con el artilugio de la palabra escrita. La memoria escrita es tan solo
un rostro de la memoria humana, es apenas un vago recuerdo de una
experiencia pasada.
Una vez hechas estas aclaraciones, nos asalta la pregunta:
¿por qué estos pueblos antiguos construyeron esas numerosas
listas escritas de objetos? Posterior a las épocas de las sociedades
primitivas, la historia del hombre asistió a las primeras revoluciones
urbanas, las cuales se desarrollaron a orillas de los ríos Tigris y
Éufrates, en Mesopotamia; Nilo, en Egipto; e Indo, en la India. Y
estas revoluciones transformaron ampliamente los modos de construir
listas de objetos, en vista de las nuevas exigencias prácticas de aquel
complejo entramado social.
Haciendo uso de una datación problemática pero orientadora,
se define el Neolítico (6000 a.C. – 2500 a.C.) como aquel período de
la historia humana en el que el hombre empezó a tener control sobre
su propio abastecimiento de alimentos y se forjaron las primeras
60
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
61
datileras, y las canteras de piedra eran menos accesibles que en
Egipto. En cualquiera de estos valles, los guijarros apropiados para
fabricar hachas eran muy escasos, y lo mismo podemos decir de Sind
y Penjab.
Posteriormente, en las extensas llanuras de aluvión y en las
riberas la necesidad de construir obras para drenar, irrigar la tierra
y proteger los asentamientos, condujo a una organización social
vertical y centralista, que permitiera distribuir entre la numerosa
población estos exigentes trabajos y, en consecuencia, mejorar los
rendimientos de la producción y ampliar la frontera agrícola, para
establecer canales de comercialización e importar materias primas
esenciales.
Pero, esta producción tenía que ser suficiente para sostener los
trabajadores que extraían y transportaban metales exóticos o necesarios
en la construcción de herramientas, los artesanos especializados
en elaborar utensilios, herramientas y demás artículos suntuarios,
los soldados que protegían del saqueo las redes comerciales y los
asentamientos, los funcionarios del gobierno encargados de resolver
los litigios, y los escribas encargados de llevar el registro de las
transacciones y gravámenes cada vez más complejos y numerosos.
Así pues, hacia el 3000 a.C., el panorama arqueológico de
Egipto, Mesopotamia y el valle del Indo, proporciona la evidencia
suficiente para poder afirmar que sus comunidades habían ingresado
a las revoluciones urbanas, es decir, no eran ya simples conjuntos
de familias de agricultores, sino complejas comunidades organizadas
dentro y alrededor de ciudades gobernadas por formas primarias de
Estados; al interior de sus límites se encontraba una amplia gama
de profesiones y clases sociales, y por fuera de ellos, estrictamente
organizados y controlados, todo un ejército de campesinos
encargados de producir alimentos (con un excedente agrícola sin el
cual sería imposible la construcción, abastecimiento, administración
y protección de estas ciudades).
Como vestigios de estas ciudades se han hallado ornamentos
de los templos, armas, vasijas hechas en tornos manuales, joyas y
objetos producidos a gran escala por expertos artesanos. En cuanto a
62
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
63
Erech fue primero un poblado de agricultores neolíticos. El
poblado posterior estaba construido sobre una colina artificial de
quince metros, formada por las ruinas de las chozas de carrizo o
de casas de adobe. Entre las reliquias se encuentran testimonios
del empleo del metal, la introducción del torno de alfarería y otros
instrumentos. El poblado fue creciendo en tamaño y riqueza, pero
siguió siendo un poblado. Después, sustituyendo los muros y fogones
de chozas, aparecen los cimientos de construcciones monumentales,
correspondientes a templos.
Custodiándolos, aparece una colina artificial, el prototipo del
“zigurat”, o torre escalonada, la cual hace parte de un modelo de
templo sumerio. En la cumbre del montículo o tell, de más de 800 m2,
estaba ubicada una capilla pequeña, con muros de adobe encalados y
una escalera por la cual pudiera descender la deidad del cielo. Al pie
de la colina existen vestigios de templos más imponentes.
La construcción de colinas artificiales y de templos, la
extracción de minerales y su respectivo transporte, y la fabricación
de millares de adobes requería, obviamente, de un equipo de
trabajadores considerablemente grande y rígidamente disciplinados
y controlados. En vista de que estas personas no tomaban parte en
la producción de alimentos, tenían que ser beneficiados por algún
tipo de depósito común de excedentes agrícolas, el cual debía estar
administrado previamente por otro equipo de personas vinculadas
al gobierno de la ciudad. Estas personas fueron, indudablemente,
sacerdotes, los cuales usaban sus templos como depósitos de aquellos
excedentes, en nombre de la autoridad que les proporcionaba los
dioses, y a cuya gloria estaban dedicadas las construcciones.
Pero cada una de estas construcciones necesitó de una fuerza
de gobierno, compuesta inicialmente tanto por autoridades civiles, el
rey, como por autoridades religiosas, los sacerdotes. Este grupo de
autoridades constituyó una forma primaria de Estado. Y el modo usual
de justificar las distintas formas de subordinación de la población
consistía en convertir al gobierno central en una proyección de la
voluntad divina, cuyos representantes directos en la tierra eran los
sacerdotes o las élites sociales.
64
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
65
la que se aclara que si el río Nilo quitaba a un campesino una parte
de su lote, se medía lo perdido y se le disminuía en proporción la
renta. Pero, los registros dan cuenta que en la cuarta dinastía (2580
a.C.), los egipcios habían construido la pirámide de Keops, lo que
es difícil de concebir sin el conocimiento de fórmulas geométricas
y de un conjunto avanzado de conocimientos matemáticos, para
diseñar en planos las pirámides, medir con exactitud en el terreno las
dimensiones de los monumentos y planear la ejecución de las obras.
Ahora bien, en Mesopotamia se hallaron tablillas
contemporáneas a aquella dinastía (y otras anteriores), en las que es
patente el uso práctico de la geometría y de la matemática (ciudad
de Erech), por lo que es bastante difícil y arriesgado afirmar que la
escritura, la geometría, la matemática y la agrimensura (antecesora
de la topografía) fueran inventos con la autoría exclusiva de tal o cual
pueblo. Los arqueólogos han reconocido que los sellos cilíndricos
(firmas personales o institucionales), ciertas técnicas artísticas, la
arquitectura almenada de ladrillo (muro interrumpido por dientes
o cortaduras en la parte superior) y un nuevo tipo de embarcación
tienen como origen Mesopotamia, pero no son pruebas suficientes
para determinar que las escritura o la matemática es originaria de
esta zona.
Lo que sí es más plausible, y en esto coinciden muchos
arqueólogos, es que la iniciación del desarrollo de la escritura, la
matemática y la geometría (desde el año 3000 a.C. o antes), dada su
funcionalidad social, imposible de ignorar, ocurrió simultáneamente
en Egipto, en Sumer (Mesopotamia) y muy probablemente en las
ciudades de los valles del Indo, en Sind y Penjab (la India) (Ibíd.,
200-206).
No es gratuito que los comienzos de la escritura, la matemática,
la geometría y los patrones de peso y medida, coincidan con las
revoluciones urbanas, pues la nueva dinámica económica de las
ciudades-Estado lo exigía, en un proceso que, habiendo empezado
alrededor del año 3000 a.C., ya se había consumado para el año 2500
a.C.
66
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
67
propiedad de la tierra. Este inventario aparece, por primera vez, con
las revoluciones urbanas del año 3000 a.C., y cumplió una labor
fundamental en el desarrollo y consolidación de las mismas. ¿Por
qué inventariar o hacer listas escritas de la propiedad inmueble? es
la pregunta básica de este capítulo.
Sabemos que todos los inventarios, en general, fueron muy
útiles en la administración eficiente de la ciudad y su entorno rural,
pero todavía no sabemos mayor cosa acerca de ese inventario
particular que, por ahora, se ha definido como un inventario de la
propiedad inmueble, y hemos dado en llamarle catastro.
Para desarrollar este aparte, es necesario contar con un buen
análisis social y económico de las revoluciones urbanas, pues
el panorama histórico expuesto en el capítulo anterior no nos es
suficiente. Todas las revoluciones urbanas cumplieron las siguientes
condiciones y se distinguieron de las sociedades de clanes y tribus,
así:
68
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
69
con la misma cantidad de habitantes o más, distribuidos en sus
distintas ciudades, es apenas obvio que, los sacerdotes o escribas de
los templos no iban a confiar en sus buenas memorias para controlar
cada tributo de cada predio de toda una multitud de esclavos,
campesinos, pequeños y medianos propietarios, sino que, en tablillas
de arcilla y yeso o en papiros registraban la cantidad y calidad de
sus obligaciones tributarias, y los controles de cumplimiento o
incumplimiento.
Este registro o inventario no imponía los tributos
arbitrariamente, sino que, de acuerdo a la capacidad contributiva de
la persona, es decir, de la extensión y calidad de su suelo, de su tipo
de cultivo, de sus rebaños y miembros a cargo se determinaba el
monto de su tributo. De esta manera, asistimos a la inauguración de
un catastro primigenio que hace la identificación física, económica,
jurídica y fiscal de un predio, directo precursor de los catastros de los
grandes imperios y sociedades modernas.
Pero, “en ninguna otra parte, como en Mesopotamia, se ha
podido demostrar el origen económico y práctico de la escritura, ya
que en ningún otro lugar se ha podido seguir este arte desde su punto
de partida” (...), por lo que “no es accidental que los documentos
escritos más antiguos del mundo sean cuentas y diccionarios”
(Childe, 1983/1936, p. 224). Por tanto, si fueron cuentas los escritos
primitivos hallados en un templo de Erech, ciudad Mesopotámica,
entonces no es muy descabellado afirmar que los primeros escritos
fueron escritos catastrales, elaborados de una forma muy tosca, pero
indispensables para el nacimiento de las primeras ciudades.
El catastro, sinónimo de memoria infalible, artificio
mnemotécnico, debió parecer, ante los hombres que lo vieron,
un regalo de los dioses, el regalo de la divina omnisciencia. Esta
extraordinaria impresión puede ilustrarse con la memoria de Ireneo
Funes, personaje principal del cuento magistral de Borges, Funes el
Memorioso, en el que se escribe:
70
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
11 En el Código Hammurabi (1792 a.C.–1750 a.C.) se menciona una moneda con el nombre de
shekel. Los estudiosos de este código han argumentado que sus leyes fueron la condensación de toda
la jurisprudencia anterior al rey Hammurabi, por lo que podemos suponer que en el 2500 a.C.., época
en la que se había consumado la revolución urbana, ya circulaba moneda en varias ciudades-Estado.
71
El catastro como instrumento necesario para el control del
excedente agrícola y, en consecuencia, para el surgimiento de
las ciudades, contribuyó en forma protagónica al desarrollo de la
geometría, la matemática, patrones de medición y la agrimensura:
72
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
73
• El catastro era elaborado no solo con un fin fiscal, sino también
administrativo, es decir, para captar y administrar la renta
agrícola que producían campesinos y esclavos.
3.2.1 Sumer
74
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
75
Hacia el 2300 a.C., el rey Sargón de Akkad (región
mesopotámica al norte de Sumer) somete a Sumer y funda el imperio
sumero-akadio (bajo el cual toda Mesopotamia estaba unida). La
dinastía de Sargón regirá desde el 2334 a.C. al 2190 a.C. Luego
de una etapa de decadencia en la que el imperio desaparece (2190
a.C. –2150 a.C.), vino una corta etapa de prosperidad para la ciudad
sumeria de Lagash bajo el gobierno extranjero de Gudea (2150 a.C.
–2120 a.C.), alrededor de la cual Mesopotamia trata de reunificarse
sin éxito.
La dinastía de Gudea es expulsada de Mesopotamia y pronto la
ciudad de Ur se erige como el núcleo del último intento (en este caso
sumerio) por reunificar a Mesopotamia. El imperio sumero-akadio y
los subsiguientes, que trataron apenas de evocarlo, desaparecieron
debido a las invasiones extranjeras, a las luchas locales entre las
ciudades-Estado y a los aluviones de los ríos Tigris y Éufrates que
alejaron del mar a los puertos fluviales y, en consecuencia, debilitaron
el comercio que trababan con otras ciudades. En su lugar, aparecerá
en el escenario urbano mesopotámico, el imperio Babilónico.
En aquella etapa de prosperidad de la ciudad de Ur, en el
marco de un imperio sumero- akadio decadente, se elaboraron lo
que los arqueólogos han dado en llamar el “Código” y el “Texto
catastral” de Urnammu. Por un lado, el código de Urnammu (2112
a.C.- 2094 a.C.)12 regulaba cada una de las relaciones de propiedad
en los siguientes términos: eran prohibidos los bienes de familia o
comunales, no era posible el arrendamiento perpetuo, y la propiedad
era esencialmente individual, es decir, si no pertenecía a campesinos
o a medianos propietarios, pertenecía a los templos o al rey.
Por otro lado, el texto catastral de Urnammu (este sí atribuido
al rey Urnammu)13 es una de las pruebas concretas (además de las que
12 Más conocido como el código de Ur, que según los estudiosos (Kramer, 1983) no fue elaborado por
el rey Urnammu, sino por su hijo y sucesor Shulgi (2093 a.C. -2040 a.C.).
13 En el transcurso de las excavaciones norteamericanas de 1899-1900 y 1945 realizadas en Nippur
(hoy Niffar) se hallaron el “Código” y el “Texto Catastral” de Urnammu (copias de un original
sumerio), soberano que, según los historiadores del Derecho, fue uno de los primeros legisladores
de la humanidad (Hammurabi, 1986, p. XIX-XXI).
76
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
77
escolares. Esta escritura se compone de fonogramas articulados con
ideogramas, y permitió en su momento que el catastro identificara
propietarios, arrendatarios, aparceros y esclavos con nombres
propios, con el fin de controlar sus respectivas rentas.
Por ejemplo, el siguiente signo significa cabeza barbada, y
también representa la palabra sumeria ka, rostro; pero esta palabra
se empleaba a su vez para denotar la sílaba ka. Haciendo lo propio
con otros signos, se seleccionó un conjunto de expresiones fonéticas,
el cual hizo posible deletrear nombres propios o conceptos de
acciones difícilmente representables mediante pictogramas (Childe,
1983/1936, p. 223).
78
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
D = 1; o = 10; O = 100.
D = 60; O = 600.
79
asociadas a la cantidad de semillas distribuidas en un surco, es decir,
un D era equivalente a un gan (medida de peso o de longitud), pero
como D designaba 60, probablemente un gan equivaldría a 60 se o
granos de peso o granos de longitud.
No hay registros que afirmen que los sumerios usaron
fraccionarios, pero sí los hay en Babilonia. Existen otras pruebas
según las cuales los sumerios usaron las unidades naturales de
longitud, o sea, los dedos, los palmos y los codos. En cuanto a
la medición de la tierra, solo tenemos el referente de las semillas
distribuidas en un surco.
El agrimensor del catastro sumerio debió ser un gran conocedor
de la técnica del arado, para poder determinar una longitud expresada
en semillas por surco y, en consecuencia, la superficie expresada
también en semillas de terreno cultivado.
El hombre sumerio estaba en capacidad de construir un mapa
mental del lugar en el que habitaba y los que sabían el arte la escritura
pudieron elaborar en tablillas representaciones del espacio físico,
donde, de acuerdo a criterios previos de orientación u organización
del mismo, disponían ordenadamente sus elementos más relevantes,
suprimiendo los detalles imprecisables que a cada instante percibían.
Como todos hombres de las primeras ciudades, el hombre
sumerio tenía una percepción religiosa del espacio físico, que se
evidenciaba, por ejemplo, en los ritos de delimitación del terreno
para el cultivo y para la construcción de las ciudades. Para fijar las
vecindades de las propiedades o de los terrenos asignados para el
arrendamiento, los funcionarios del catastro, que eran también
sacerdotes, no solo se servían de sus conocimientos técnicos, sino
que invocaban las oraciones y ejecutaban los ritos pertinentes para
propiciar los favores de los dioses, con el fin de pedir la protección y
la prosperidad de los terrenos.
3.2.2 Babilonia
80
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
81
renta agrícola de sus propiedades y juzgaban los asuntos de linderos
(poseían su catastro), y recibían los juramentos que establecían los
contratos.
Una vez se desarrolló un comercio que conectaba a todas las
ciudades de Mesopotamia y extranjeras, se forjó una especie de élite
urbana, que impuso una serie de reformas condensadas en nuestro ya
mencionado Código de Hammurabi (1792 a.C.1750 a.C.).
Con este Código hace su aparición el primer derecho agrario,
cuya legislación minimiza la influencia política de los templos, al ser
sometidos a la veeduría de jueces civiles al servicio del rey, convierte
algunos almacenes de los templos en graneros del Estado, distribuye
propiedades reales entre los guerreros bajo fideicomiso hereditario
(bien confiado a una persona bajo la condición de restituirlo, y
heredable si esta condición no se ejecuta), convierte los siervos en
hombres libres (que por quedar sin tierras solo deben pagar la mitad
de los honorarios a médicos, arquitectos, etc.), regula los salarios de
jornaleros, limita los intereses y alivia los arrendamientos.
82
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
83
estaban reguladas por documentos de compraventa, por lo que no es
gratuito que las miles de tablillas encontradas en varios templos de
ciudades mesopotámicas sean documentos de compraventas.
En estos documentos se señalaba el objeto de la compraventa,
su descripción (si eran inmuebles), el título de propiedad del vendedor
y su procedencia, la específica declaración de venta, la indicación del
precio, los nombres de los testigos y la fecha. La propiedad pasaba
del vendedor al comprador únicamente en el momento del pago del
precio estipulado. Existía otro tipo de artilugios como pagos ficticios
o alteración de precios, bastante parecidos a los que a diario se dan
en la vida contemporánea (Ibíd., p. XCV-XCVI).
Los arrendamientos eran regulados por el código de Hammurabi
así: mediante contrato escrito se establecía el objeto de arrendamiento,
los nombres del nombre del arrendador y del arrendatario y el precio
de arrendamiento. El arrendamiento era legal en el momento de la
aprehensión de la cosa por parte del arrendatario.
Cuando se arrendaban tierras en producción, el período
de contrato era de un año o más, y la renta llegaba a la mitad o
tercera parte de la producción. En el caso de que la tierra a arrendar
fuera inculta, el propietario debía esperar tres años para que se
transformara en huerto, y solo a partir del cuarto año podía exigir su
renta de arrendamiento. En uno de los parágrafos del Código hay una
referencia indirecta a los funcionarios del catastro:
84
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
85
Babilonia es el retrato de una realidad social agitada, de relaciones
sociales que por su fugacidad eran casi invisibles. El catastro
babilonio pudo ser un juego más de la ciudad, un ejercicio de conteo,
un acto curioso de justificar impuestos, un símbolo de corrupción y
equívocos para muchos o la memoria intempestiva de una institución
proverbial y justa para otros.
A continuación, presentaremos los sistemas de conteo, peso
y medidas reveladas por las tablillas correspondientes al imperio
babilónico. Sistema de signos que los funcionarios del catastro
pudieron emplear en sus tareas.
Los babilonios inventaron la famosa escritura cuneiforme y
transcribieron con ella el sistema de numeración de los sumerios. De
este modo, los signos atrás presentados se convirtieron en un juego
de huellas que dejaba un punzón en forma de cuña, así (Childe,
1983/1936, p. 239):
86
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
87
emplearon el cálculo correcto para hallar este volumen, lo mismo
que una aproximación bastante buena del número irracional π.
Los babilonios tenían una tosca aproximación a π, cuyo valor
era 3, y fue empleada para apenas estimar el volumen de un granero
cilíndrico y la superficie de una porción circular de tierra.
En la historia de la geometría se mencionan las tablas
pitagóricas, en las cuales se resolvían distintos triángulos rectángulos
usando solo números cuyos cuadrados eran perfectos. Entre ellas es
famosa la solución del triángulo rectángulo con lados 3,4 y 5. Estas
tablas fueron muy anteriores al teorema de Pitágoras, con el cual
culmina la obra de Euclides “Los Elementos”, elaborada en el año
300 a.C., aproximadamente.
Para el año 2000 a.C., estas tablas ya eran familiares para los
babilonios14, y parece que la regla que regía su solución, la suma
del cuadrado de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa,
también era conocida intuitivamente, pero no había sido demostrada.
Cuando los números empleados no producían cuadrados perfectos
recurrían a otros métodos, para obtener un resultado aproximado.
Por ejemplo, en una tablilla de un Museo de Berlín (Ibíd., p. 253) se
presenta una forma de cálculo de la diagonal de una puerta con 40
gar de altura y 10 gar de ancho. Bajo una representación algebraica
tenemos:
14 Hasta ahora no existen pruebas que le atribuyan a los egipcios el uso del resultado del teorema
de Pitágoras o de las tablas pitagóricas, aunque podemos suponer, por sus imponentes obras civiles,
que era de su conocimiento. A pesar de los avances de la geometría y la matemática babilonia, es
inexistente el ejercicio demostrativo (que solo empieza con los griegos) para probar una regla o un
método de cálculo. Simplemente, se empleaban los procedimientos de cálculo que pasaran la prueba
empírica.
88
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
89
unidades mayores se representaron en múltiples varas y se llevaron
al terreno para ejecutar las mediciones. Los funcionarios del catastro
encargados de la agrimensura representaron los terrenos en mapas,
sin tener en cuenta la escala y los detalles del predio que no fueran
diferentes a los tipos de cultivo y rebaño.
En el siguiente plano babilonio (Ibíd., p. 250) (Figura 2)
podemos apreciar la subdivisión en triángulos y cuadrángulos de
un terreno de forma irregular con sus respectivas mediciones. La
numeración corresponde al lenguaje cuneiforme akadio.
Detrás de esta primigenia “carta catastral” existe toda una
historia de prácticas, técnicas y ritos. Un agrimensor del catastro
debió ser un especialista en su profesión, con miradas, ademanes
y poses envueltas en una ceremonia semejante a un acto litúrgico.
Verlo embebido en esta actividad debió ser como asistir a un acto
ritual y mágico.
90
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
16 Los escritos de Manetón desaparecieron por completo, pero gracias a que fueron citados por otros
escritores, cuyos textos sí sobrevivieron, es que conocemos su trabajo (Asimov, 1981, p. 28).
91
se hacen más poderosos con las tierras que la nobleza les obsequia
a cambio de recibir, después de su muerte, los sacrificios y rituales
establecidos por las costumbres religiosas.
Existió una comunidad de arrendatarios que gozaba de una
aceptable condición económica, establecida en los alrededores de los
templos y en los dominios reales, y era conocida bajo el nombre del
kentiu-che; había otra comunidad conformada por campesinos sin
tierra, que tenía que acudir a trabajar en las grandes construcciones
civiles, y era llamada el fellah.
El faraón era considerado por el pueblo un dios terreno, y los
sacerdotes de los templos tenían la función especial de ensalzar su
condición, pero en contraprestación, el monarca se veía obligado a
adscribirles la tierra que solicitaran. Debido, desde luego, a que el
faraón era el objeto primordial de los cultos populares y los sacerdotes
unos intermediarios, los funcionarios del faraón tenían toda la
autoridad de controlar el catastro de los templos. Este fenómeno
también explica el intervencionismo recurrente del Estado en todas
las actividades agrícolas.
92
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
17 Ignoramos las dimensiones de lo que Heródoto llamó un cuadrado de tierra. Pero podemos especular
que se trataba de la mínima unidad agrícola con la que podía subsistir un campesino egipcio. El reparto
por suertes fue una estrategia de redistribución de la tierra muy empleado en las civilizaciones antiguas,
donde se recurría a una especie de sorteo público. Más adelante veremos que en la Grecia Micénica se
empleó a sus anchas esta estrategia.
93
egipcia. Un papiro que data del Nuevo Imperio (1570 a.C.–1192
a.C.) muestra el prestigio y los privilegios que tiene un escriba, en
contraste con los sufrimientos de un artesano o agricultor:
94
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
95
en el lado inferior y 2 (codos) en el lado superior. Calcula con este
4 elevándolo al cuadrado, lo cual da 16. Duplica el 4, lo cual da 8.
Calcula 1/3 de 6; lo cual de 2. Calcula con 28, 2 veces; lo cual da 56.
Mira: es 56. Has obtenido la respuesta” (Ibíd., p. 252).
18 En este papiro se hace una clasificación de distintos ejemplos de matemática y geometría práctica.
Los seis primeros problemas hacen referencia a la división de 10 hogazas de pan entre 1, 2, 6, 7, 8 y 9
hombres; los problemas entre el 7 y el 20 ejemplifican la multiplicación de fraccionarios; entre el 41 y
el 47 presentan cálculos sobre cantidades de grano contenidas en receptáculos de varias formas; entre
el 48 y el 55 exponen la determinación de superficies de terrenos de formas variadas, y otros ejemplos
que suman un total de 78 problemas.
96
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
97
conocerlas implicaba adentrarse en los secretos del lenguaje infalible
de los dioses. Los templos estarían protegidos por los dioses, siempre
y cuando fueran construidos en concierto con su poderoso y perfecto
lenguaje. Por esto, establecer un meridiano “absoluto” para orientar
los templos era prueba suficiente de una efectiva comunicación con
ellos.
Por ejemplo, la Gran Pirámide (una de las “siete maravillas
del mundo” construida por el rey Keops hacia el año 2580 a.C.) está
emplazada de tal modo que sus lados se desvían del norte verdadero
únicamente en 0º 02’ 30’’ y 0º 05’ 30’’, probando, una vez más, la
penetrante obsesión por el conocimiento de las reglas inmutables,
con las cuales los dioses gobernaban la naturaleza.
Los vestigios encontrados hasta ahora no permiten afirmar que
los egipcios contaron con un sistema “absoluto” de referenciación de
los terrenos, pero sabemos que la determinación del norte verdadero
servía de base para la orientación, en un orden espacial sagrado, de
templos secundarios y de ejes peatonales de peregrinación.
Finalmente, si tenemos en cuenta la ceremonia del “estiramiento
de la cuerda”, y aceptamos que pertenecía a toda una tradición,
podemos suponer que el agrimensor del catastro, en sus prosaicas
labores, hacía uso de la estaca, las líneas visuales y el estiramiento de
la cuerda para materializar un lindero o, a su turno, para determinar
la superficie de un terreno.
98
CAPÍTULO III. Catastros en Mesopotamia,
Egipto e India
3.3 Conclusiones
99
fiscal y administrativa, y puso a andar toda una tradición de gobierno
y organización del territorio.
Las civilizaciones posteriores, como la asiria, persa, hitita,
hebrea y micénica heredaron (al igual que otras ideas y tradiciones)
de Mesopotamia, Egipto e India, las prácticas de un catastro fiscal y
administrativo, y solo hasta la Grecia Clásica y el Imperio Romano
veremos cambios sustanciales en sus formas de actuar sobre la
sociedad.
100
CAPÍTULO IV. Catastros en Micenas y Grecia
CAPÍTULO IV
Catastros en Micenas y Grecia
101
102
CAPÍTULO IV. Catastros en Micenas y Grecia
103
las aguas, pues no tenían que construir diques, canales, ni regular
las crecidas de los ríos. La conformación de la tenencia de la tierra
aseguraba la posibilidad de que la pequeña propiedad de la tierra
fuera rentable. La irrigación se hacía a pequeña escala y no exigía la
participación de un gran número de trabajadores (Alba, 1973).
Estas condiciones materiales, acompañadas de otras culturales,
crearon un escenario social propicio para el surgimiento de modelos
de gobierno y organización social, que propendían por la construcción
de un individuo soberano y autónomo, es decir, capaz de gobernarse
a sí mismo. En ese esfuerzo de trabajar sobre el hombre mismo más
que sobre la naturaleza, la sociedad griega aparece como la fuente
nutricia de la democracia moderna, la sociedad romana como forma
originaria del capitalismo y la sociedad hebrea como el foco de los
valores morales del mundo occidental.
De las sociedades hidroagrícolas solo nos es posible hacer
una reconstrucción del catastro en aquellas que se constituyeron
en grandes civilizaciones y nos dejaron suficiente información:
el Imperio Micénico, Grecia Clásica y la República y el Imperio
Romano, pues cada una logró consolidar las condiciones sociales,
políticas y económicas indispensables para fundar y administrar
numerosas ciudades, controlar extensos territorios y dominar en
ultramar importantes rutas comerciales.
La sociedad hebrea, por ejemplo, no fue de la categoría de
estas civilizaciones, aunque su imperio espiritual todavía subsista.
Desde sus inicios como agricultores en el siglo XII a.C., al llegar
a Canaán, los impuestos, la hipoteca de la cosecha, aperos y casa,
estaban terminantemente prohibidos por las leyes de Moisés.
Cada cincuenta años, en el año jubilar, se anulaban las
deudas, se repartían de nuevo las tierras, y los esclavos por deudas
recobraban su libertad. Todos estos elementos obstaculizaron el
desarrollo de una economía de mercado y el surgimiento de una vida
urbana, condiciones insoslayables para la aparición del catastro. A
pesar de las políticas del rey David (1013 a.C.–973 a.C.) y del rey
Salomón (973 a.C.– 933 a.C.), adoptadas para destruir este régimen
104
CAPÍTULO IV. Catastros en Micenas y Grecia
105
Sin embargo, las numerosas tablillas en escritura Lineal B
contienen más información sobre la antigua cultura griega que sobre
la civilización cretense. Después de la invasión griega del año 1400
a.C., los cretenses nunca volvieron a recuperar su poderío, y los
griegos terminaron imponiendo sus dinastías en tierras cretenses.
Así pues, las tablillas y cerámicas encontradas en Cnosos (ciudad
capital de Creta), grabadas en escritura Lineal B, corresponden a las
gestiones administrativas de un imperio griego, el Imperio Micénico:
“Las tablillas del Lineal B de Cnosos datan del 1400 a.C. al 1375-
1350 a.C., fecha en que el palacio (de Cnosos) fue quemado, tal
vez por los micenios que aplacaban una insurrección nativa, o
como consecuencia de un terremoto; pero el uso del Lineal B
puede remontarse a 1450 a.C., cuando los intrusos del continente
(los griegos) dominaron Cnosos y obligaron a los cretenses a
escribir en el idioma que traían de su hogar y donde impusieron
su gusto en el arte y su manejo socio-cultural. De allí que el Lineal
B del palacio de Cnosos aluda a una sociedad idéntica a las de
los reinos continentales (Grecia continental), y todas ellas sean
complementarias entre sí. En esa fecha llevaron el arte de escribir
a Grecia, donde lo usaron para las necesidades burocráticas de la
administración de sus economías” (Wernher y Páramo, 1995, p. 35).
106
CAPÍTULO IV. Catastros en Micenas y Grecia
107
puntos de la sociedad homérica. De allí pueden brotar algunas
hipótesis que tendrían que ver con el origen del mundo olímpico, el
sistema territorial y la economía, y el origen aristocrático de la idea
de destino. Probablemente otras más” (Ibíd., p. 26).
108
CAPÍTULO IV. Catastros en Micenas y Grecia
109
Por otro lado, la serie E de las tablillas provenientes también de
Pilos contiene diversos censos de lotes privados y de uso comunal,
en los que se hace un conteo del ganado, se identifica el nombre
del campesino y de la zona, y se determina la cantidad de ovejas
y carneros de acuerdo al sexo. Estos dos tipos de inventario hacen
suponer la nítida separación entre el poder sacerdotal y el poder de
la nobleza y, en consecuencia, la existencia de dos tipos de catastro:
un “catastro sacerdotal” y un “catastro monárquico”, situación que
podemos identificar, por primera vez, en la sociedad micénica.
Si aceptamos la hipótesis según la cual las relaciones de poder
(que regulan los vínculos entre los dioses), descritas en la Ilíada,
expresan una organización social, económica y política de cuño
aristocrático en la sociedad micénica, entonces debemos concluir
que la mitología homérica da cuenta de una sociedad micénica
regulada por un gobierno monárquico (minimizando el poder de la
casta sacerdotal), cuya suprema autoridad no descansa en el poder
sacerdotal (gobierno fundado en las decisiones personales de los
intermediarios entre dioses abstractos, perfectos, imperturbables y el
mundo), sino en el poder político (gobierno fundado en las decisiones
convenidas entre la nobleza, acompañas de invocaciones a dioses
imperfectos, coléricos, fraternales, justos e injustos, en una palabra,
dioses humanizados, sin la injerencia de ningún intermediario).
Para los micenos, un gobierno fundado en el poder político
solo necesitaba de la valentía y la capacidad de persuasión con
propósitos mundanos; el arrojo para conquistar nuevas tierras o
someter a pueblos extranjeros, y el lenguaje indomable y vehemente
para incendiar los ánimos de quienes iban a la guerra u obtener
simpatías entre los miembros de la nobleza. Estas dos cualidades son
encarnadas por los héroes homéricos Agamenón (rey de Micenas),
Ulises y Aquiles.
Según las jerarquías establecidas, entre la nobleza se distribuía
la propiedad de la tierra, y el mecanismo empleado para distribuirla
era el sorteo. Desde luego, el sorteo se ejecutaba entre los miembros
de cada estrato de la nobleza. Por ejemplo, en un aparte del canto
110
CAPÍTULO IV. Catastros en Micenas y Grecia
“Pues somos tres hermanos, hijos de Crono, a quien Rea dio a luz:
Zeus y yo, y el tercero Hades, que reina en los infiernos. Todo ha
quedado dividido en tres; cada uno ha tenido su parte en el honor. Yo
obtuve en suerte, cuando agitamos (las tarjas en el casco), habitar
siempre el mar grisáceo, Hades obtuvo en suerte (habitar) la tiniebla
brumosa, Zeus obtuvo en suerte (habitar) el ancho cielo en el éter y
las nubes. La tierra ha seguido siendo común a todos y también al
alto Olimpo” (Ibíd., p. 63).
Esta cita nos da una idea del reparto de la tierra entre la nobleza
micena, y sobre la existencia de tierras comunes (cuya propiedad era
compartida entre ellos), para ser asignadas a campesinos pobres y
artesanos. En cuanto al modo de asignar la tierra entre campesinos
pobres y artesanos, también se recurría al sorteo.
La serie E de las tablillas de Pilos menciona dos clases de
tierras: la Ki-ti-me-na, tierra privada y la Ke-ke-me-na, pedazo
comunal. Los lotes pertenecientes a cada una de estas clases son
censados, pero solamente se tienen en cuenta los lotes ubicados
dentro del distrito de Pa-ki-ja-ne, el distrito sagrado gobernado
por Pilos. El propietario de la primera clase de tierras es llamado
telestas (te-re-ta), el cual es considerado un noble campesino. Este
propietario posee un campo cultivado, y debe pagar un impuesto al
palacio, aunque incumplir el pago no implicaba anular el derecho
a la propiedad. El telestas también puede dar en arriendo, onaton
(o-na-to), una parte de su latifundio, y los arrendatarios, onatares,
deben pagar un arriendo por el derecho a su explotación.
La segunda clase de tierras, la Ke-ke-me-na, es una tierra de
explotación colectiva, la cual está bajo el control del damos (da-mo),
persona encargada de administrarla con poder jurídico. El damos
puede explotar una parte de la Ke-ke-me-na, y la otra asignarla
a través de tres formas de concesión: asignación en etonion, o
“concesión total de aprovechamiento”, donde se beneficia una
111
sacerdotisa y un noble cortesano; asignación en kama (ka-ma), o
“concesión en usufructo”, donde se reconoce una retribución; y
asignación en onaton paro damo, o concesión en usufructo mediante
pago de arrendamiento, donde el damo arrienda una parte de su tierra
a campesinos llamados ktoinetai19. La tierra privada más extensa
pertenece al monarca, wanax (wa-na-ka), y su predio es llamado
témenos (te-me-no). El jefe militar posee la tercera parte del predio
del monarca, y su hacienda también recibe el nombre de un témenos.
En cuanto a otros estratos sociales, las tablillas refieren la
existencia de remeros, guardianes costeros, albañiles y servidores de
la deidad. Es del todo justificable la presencia de una estricta división
del trabajo y, a pesar de que no menciona directamente a campesinos
y escribanos, no por eso debemos ignorar el importante papel que
cumplieron en la economía micénica.
Las tabillas también hablan de sirvientes o esclavos, doeloi
(do-e-ro), los cuales pertenecen a los templos o a individuos libres:
“en Cnosos, trabajan los textiles y en Pilos hay tejedoras, moledoras
de cereal, preparadoras del baño” (Ibíd., p. 78).
Como en todas las civilizaciones antiguas, al mismo tiempo
que surge la vida urbana, surge el mercado y, con este, el aparato
jurídico indispensable para regularla. Este aparato, además de fijar
las reglas del juego para la convivencia cotidiana, fija las reglas para
regular las relaciones económicas.
De este modo, podemos suponer que los micenos contaron
con una normatividad apropiada para regir los actos de dominio y
transferencia de la propiedad inmueble, y para regular el intercambio
de mercancías. En cuanto a lo primero, no tenemos información
detallada, pero suponemos que el catastro monárquico registró y
validó, al menos, los actos de dominio y transferencia que merecieran
la atención de la nobleza. En cuanto a lo segundo, disponemos
de rigurosos estudios sobre el sistema de pesos y medidas. John
Chadwick, apoyado en el trabajo de Ventris (mencionado atrás),
19 Estas concesiones eran determinadas en el tiempo, por lo que la tierra siempre volvía a la comunidad.
112
CAPÍTULO IV. Catastros en Micenas y Grecia
113
empleados para medir indiferentemente trigo y vino, y corresponden
a dos unidades de volumen distintas: una constituye la unidad de
volumen menor y es llamada kotyle (o copa); la otra equivale a
cuatro veces un kotyle. Existen dos unidades de volumen mayores
que se utilizan separadamente para medir trigo y vino. Para medir
trigo, la unidad de volumen mayor equivale a 240 veces un kotyle. Y
la unidad de volumen mayor para medir el vino equivale a 72 veces
un kotyle. De acuerdo a distintas investigaciones, se ha establecido
que el kotyle no expresó un volumen constante, pero se sabe que
osciló entre 270 y 388 cm3.
Las mediciones de áreas se efectuaron en función de la cantidad
de semillas necesarias para cultivar un predio, situación que se repite
en Sumer (Ver catastro en Mesopotamia). Este patrón para medir
áreas era llamado, simplemente, “unidades”. Una tablilla de la serie
E de Pilos, específicamente la tablilla Er312, anota una distribución
de semillas de acuerdo a la extensión en “unidades” de los predios
del rey, del jefe militar y de tres aristócratas (Ibíd., p. 73).
Desafortunadamente, no tenemos conocimiento alguno sobre
las unidades de longitud y las técnicas correspondientes para hacer
mediciones de terrenos. Pero, presumimos que se usaron unidades
personales de longitud y mediciones de terrenos en función de la
cantidad de semillas por surco, como en Sumer.
Es bastante extraño que no exista una sola tablilla que exhiba
operaciones matemáticas o soluciones de problemas prácticos.
Pero, a partir de esto, sí se deriva algo concluyente: ninguna de las
dependencias de los palacios encontrados, en donde se elaboraron
inventarios, tanto de ofrendas religiosas como de impuestos, ofrece
la más mínima idea sobre cómo y en qué se habrían de invertir estos
recursos (a excepción de las semillas).
Aquel catastro mesopotámico y egipcio, en el cual la casta
sacerdotal elaboraba no solo inventarios, sino cálculos para la
proyección y ejecución de obras públicas, ya no existe en la
sociedad micénica. Tanto esa soberanía con la que el catastro de
los templos mesopotámicos ordenaba la ejecución de una obra,
114
CAPÍTULO IV. Catastros en Micenas y Grecia
115
asuntos públicos, hasta el punto de llegar a propiciar y materializar
la idea de un catastro público (separado del catastro sacerdotal), que
hemos llamado atrás catastro monárquico o palaciego.
Segundo, el hecho de utilizar los conocimientos técnicos
(de la matemática, la geometría, la agricultura, la metalurgia,
etc.) estrictamente necesarios para el comercio y las actividades
productivas, trajo como consecuencia el que fueran percibidos poco
a poco como conocimientos prácticos para aligerar los trabajos, y
no fórmulas mágicas de uso exclusivo de la casta sacerdotal. Por
ello, los sacerdotes micenos son expulsados de cualquier actividad
administrativa y reducidos a sus tareas religiosas o a inventariar los
tributos que ingresan a sus templos. Por su parte, los administradores
públicos debieron asumir (una vez se sintieron lo suficientemente
capacitados) muchas tareas que antaño desempeñaban los sacerdotes,
como los cálculos, diseños y presupuestos indispensables para
ejecutar una obra civil. Más adelante veremos el modo como estas
ideas permearon la vida de los griegos y fundamentaron su particular
mentalidad.
En lo que corresponde a las formas de liquidación de los
impuestos del catastro palaciego no se conoce nada. Escasamente
tenemos conocimiento de los tipos de ofrendas religiosas que
ingresaban a los templos, de acuerdo con los niveles personales de
riqueza del “tributador”. Esta información no proviene, precisamente,
de las tablillas de Lineal B, sino de lo que nos cuenta Homero,
en la Ilíada, cuando hace referencia a las ofrendas religiosas de
Agamenón. Sus ofrendas en grano son seis veces más que las del jefe
del ejército, y cuatro veces y media mayores en vino, miel y queso.
También regala un buey y pieles de oveja (Ibíd., p. 74). Frente a las
ofrendas de un monarca o un noble de las sociedades hidráulicas,
las ofrendas de Agamenón son realmente pobres. Esto se explica a
partir del hecho de que las sociedades hidroagrícolas no permiten
marcadas diferencias económicas entre sus miembros.
Por el contrario, los reyes y la nobleza participan de las faenas
agrícolas, al igual que luchan en las guerras junto a su pueblo. Homero
refiere un pasaje donde Aquiles se entraba en una competencia con
116
CAPÍTULO IV. Catastros en Micenas y Grecia
otra persona para decidir quién de los dos siega más, y otro pasaje en
el que Ulises labra su propia tierra y construye sus muebles.
Conclusiones
117
guerreros micenos, cuyas armas eran de bronce. La Edad Micénica
llega a su fin, y los antiguos griegos ingresan en una etapa de
decadencia de tres siglos continuos, llamada la Edad de Hierro. En la
sociedad micénica se distinguieron dos tribus (desde luego de estirpe
griega), los jonios y los eolios. Un reducto de jonios resistió a la
invasión doria en el Ática, península triangular al oriente de Grecia
continental, donde se encuentra Atenas. Los eolios conservaron una
parte del Peloponeso y varias zonas situadas al norte del golfo de
Corinto. Muchos jonios y eolios, prefirieron migrar a las islas del
mar Egeo, hasta fundar ciudades en las costas orientales del mismo
mar.
En estas nuevas ciudades y en aquellos territorios defendidos,
los antiguos griegos fundaron pequeñas comunidades autónomas
conformadas cada una por una ciudad principal y terrenos laborables
en derredor. Lentamente, revitalizaron las tradiciones de gobierno y
administrativas de las ciudades micénicas, establecieron relaciones
comerciales en todo el mar Egeo, y llegaron a fundar ciudades en
Sicilia e Italia. Un buen número de colonias griegas prosperó a través
del comercio y la elaboración de artesanías; los alimentos, maderas
y minerales eran comprados a las tribus nativas. Para el siglo VIII
a.C., los pueblos griegos habían reunido las condiciones necesarias
para constituirse en los grandes protagonistas de la civilización
occidental.
Pero, durante los procesos sociales entre los siglos VIII y
V a.C., los griegos no solo revieron las prácticas de gobierno y
administrativas de sus ascendientes, sino que fueron más allá, las
criticaron y redefinieron; pusieron en marcha un modelo de sociedad
inédito hasta el momento en la historia de la civilización, se trata
pues de la ciudad-Estado democrática.
Las ciudades griegas eran pequeñas en comparación con
cualquier ciudad de los antiguos imperios. Atenas, en su período
de gloria, tenía una población de 43.000 ciudadanos adultos de
sexo masculino y, en suma, toda la población, entre niños, mujeres,
extranjeros y esclavos, no pasó de los 250.000 habitantes. Para el
118
CAPÍTULO IV. Catastros en Micenas y Grecia
119
a.C. no fue menos glorioso; Platón y Aristóteles fundan la academia
y el liceo respectivamente, Jenofonte escribe sus Memorabilia
(Memorables) y Diógenes el Cínico “es más libre y poderoso que
Alejandro Magno”.
En lo que toca a la tenencia de la tierra, se distinguieron
básicamente dos clases sociales: una compuesta de campesinos
ricos y nobles, que poseían las tierras llanas, y otra compuesta de
pequeños propietarios, los cuales poseían las tierras montañosas.
Cada una de estas clases empleaban esclavos y prisioneros de guerra
para las épocas de cosecha o para el cuidado del ganado.
En consonancia con las ideas de justicia y felicidad, los griegos
cuidaron de que no existieran diferencias notables en cuanto a los
tamaños de la propiedad. En el siglo V a.C., gracias a las reformas
de distintos legisladores, las tres cuartas partes de los ciudadanos
atenienses eran propietarios, y en el siglo IV a.C. la propiedad mayor
del Ática medía solo 26 hectáreas.
Demóstenes, el famoso orador griego, no reunía con todas sus
propiedades más de 300 hectáreas (Alba, 1973, p. 42). Desde luego,
cuando en distintas colonias griegas se presentaba la concentración de
las tierras productivas en pocas manos, los campesinos desposeídos
se levantaban contra sus gobernantes, declaraban la abolición de sus
deudas y confiscaban los bienes de la nobleza y de los campesinos
ricos.
En Megara, alrededor del 410 a.C., en Samos, dos años
después, y en Siracusa, las insurrecciones de los campesinos pobres
condujeron a la redistribución de las tierras y las riquezas. En la
isla de Lípari, ubicada al noreste de Sicilia y colonizada por los
griegos hacia el año 580 a.C., refiere Diodoro Sículo que los colonos
redistribuían las tierras cada 20 años y que sus islas vecinas se
cultivaban de manera colectiva (Wernher y Páramo, 1995, p. 94).
La palabra griega para designar el lote o terreno que alguien
poseía era κλῆρος (kléros), y οἶκος (oîkos) se usaba para designar la
casa; de este modo, el kleros y el oikos constituían la totalidad de la
propiedad. Al respecto se escribe en la Ilíada, canto XV:
120
CAPÍTULO IV. Catastros en Micenas y Grecia
121
de la propiedad inmueble. Pero sí puede pretender, a grandes trazos,
un estudio de las ideas fundamentales que regularon las actividades
de este catastro.
Empecemos, entonces, con el estudio del catastro a través de
las palabras griegas que hacen referencia a esta actividad. Existen
dos palabras griegas para designar inventario o registro, ἀριθμός
(arithmós) y κατάλογος (katálogos). Sin embargo, arithmós es más
utilizada para significar suma, cantidad y numeración. Katálogos,
en cambio, significa catálogo, lista y registro. Ahora bien, katálogos
puede ser asociada a un buen número de palabras griegas que apuntan
a actividades esenciales del catastro tanto fiscal como administrativo;
palabras que conservan todas la raíz <kata>. Por ejemplo, Heródoto
escribe:
122
CAPÍTULO IV. Catastros en Micenas y Grecia
123
<kate> y <kathi>. <Kata> contiene tres significados fundamentales:
bajo tierra, conforme a la ley y distribución.
La expresión ‘bajo tierra’ tiene un significado particular. Los
griegos consideraban el entierro de algo como un acto de purificación
de ese algo, es decir, cuando algo estaba bajo tierra ingresaba en
un proceso de limpieza y expiación. Este algo podía ser un animal
o un cadáver. Esta idea de purificación tuvo resonancia en muchos
vocablos morales y, por supuesto, en expresiones propias de la esfera
de la legislación y la administración. No es gratuito, por ejemplo,
que la palabra para designar a alguien limpio, puro, sincero y justo,
conserve la raíz <kata>, o sea, katharós.
La palabra katastêsai, que designa funcionario o arconte en
Jenofonte, lleva en su raíz <kata> la idea de que esta persona es
justa e intachable. Ahora bien, el arconte es quien gobierna, pero
no según sus intereses particulares, sino según la ley establecida,
es decir, ordena y juzga lo que es digno para el pueblo (kataxión).
Por ello, quien ejerce justicia está dispuesto a reprimir y a restaurar
el orden (katástasis). Igualmente, el legislador griego cuenta con el
recurso de la infalibilidad, gracias a una memoria descomunal, tal
como lo figura Hesíodo cuando habla del dios justo por excelencia,
Nereo, el Anciano del Mar:
20 Ficha, guijarros o trocitos de madera utilizado en los sorteos para asignar los lotes de una colonia o
para seleccionar a quienes participarían en una empresa.
124
CAPÍTULO IV. Catastros en Micenas y Grecia
125
En consecuencia, tampoco era un catastro meramente fiscal
(como lo fue en algún momento el catastro micénico), pues el hecho
de ser parte integrante de la esfera de la administración pública, lo
convierte en un catastro muy particular, un catastro que hemos dado
en llamar catastro de vocación democrática.
No existen evidencias acerca de un catastro religioso en
Grecia. Posiblemente, los santuarios o templos más concurridos
elaboraron, según la tradición micénica, inventarios de las ofrendas
religiosas. El más importante de los templos fue el de la ciudad-
Estado de Delfos, ubicada al oeste de Beocia. La ciudad y el templo
fueron consagrados a Apolo (dios de la juventud, la belleza, la poesía
y la música) y a nueve diosas (las Musas), las cuales revelaban a los
hombres el conocimiento de las artes y las ciencias.
La tradición habla de que este templo hizo fama por sus
certeros oráculos, y que en virtud de las ofrendas y las comisiones
que se cobraban por custodiar muchos tesoros (protegidos también
por el hecho de estar en territorio sagrado), Delfos se convirtió en
una ciudad próspera. Muy probablemente, estas ofrendas y tesoros
fueron inventariados por un catastro religioso.
Respeto de la hipótesis de un catastro urbano en la Grecia
Clásica nos limitaremos a precisar algunas ideas. En el siglo V
a.C., las casas griegas de Atenas eran en general muy modestas, si
las comparamos con las grandes construcciones, como los teatros
y santuarios. La mayoría de aquellas tenía dos pisos y estaban
construidas con ladrillos sin cocer sobre una base de piedra. Contaban
con un patio central, y sus paredes eran interrumpidas por pequeñas
ventanas que daban a la calle (Woodford, 1987, p. 81).
En el siglo IV a.C. las casas habían experimentado algunas
reformas. En Priene (ciudad de la costa occidental de Asia Menor, al
norte de Mileto) las casas eran de planta cuadrada y se ajustaban al
trazo ortogonal de las calles. Se procuraba que todas las habitaciones
tuvieran acceso a un patio interior, el cual, en algunas ocasiones,
presentaba una hilera de columnas a un lado o a los cuatro lados
(Ibíd., p. 82).
126
CAPÍTULO IV. Catastros en Micenas y Grecia
Conclusiones
127
128
CAPÍTULO V. Catastros en la República y en
el Imperio Romano
CAPÍTULO V
Catastros en la República y el Imperio Romano
129
130
CAPÍTULO V. Catastros en la República y en
el Imperio Romano
El catastro romano
131
La sociedad romana absorbió todas las formas de tenencia de
la tierra, las técnicas agrícolas y constructivas que habían surgido
desde Grecia hasta la India, y desde el Cáucaso hasta el Nilo. Al
fundarse la República Romana, existía una población aproximada de
130.000 habitantes, y su territorio alcanzaba los 1.000 km2.
En la época de las guerras púnicas (las tres guerras contra
Cartago: 264 a.C.–241 a.C., 218 a.C.–201 a.C. y 149 a.C.–146
a.C.), la población ascendía a los 282.000 habitantes y el territorio
se acercaba a los 27.000 km2. Se dice que en la época de máxima
expansión del Imperio Romano (114 d.C.), Galia, Iberia, África
Septentrional, Mediterráneo oriental, Grecia, Asia Menor, Armenia,
Mesopotamia, Britania y, por supuesto, Iliria (Italia, Austria y
Yugoslavia) se encontraban bajo el dominio de un solo hombre, el
Emperador. La población de este gigantesco territorio sobrepasaba
los 100’000.000 de habitantes, se contaban 290.000 kilómetros de
caminos y una extensión aproximada de 9’000.000 de km2 (Asimov,
1988, p. 289).
Durante el Imperio, se producía y comerciaba vino, aceite,
trigo, algodón y toda clase de ganado. Las vías de comunicación
terrestres, fluviales y marítimas fueron seguras y rápidas, y
permitieron movilizar con eficiencia esta enorme riqueza. Al final
de la República existían grandes, medianos y pequeños propietarios.
Por ejemplo, Craso (115 a.C –53 a.C.), gobernante junto a Julio
César y Pompeyo, disponía de 25.000 hectáreas (Alba, 1973, p. 57);
y durante el Imperio, Sicilia, hacia el año 70 d.C., pertenecía a 84
personas. La mayoría de los predios (al menos en Italia y su ciudad
principal, Roma) estaban limitados por mojones, y su extensión era
determinada por profesionales, los gromatici o agrimensores, cuyo
cargo tenía un carácter público y religioso. Gromatici deriva su
nombre de groma, instrumento romano utilizado para medir terrenos
(Figura 3).
En las postrimerías de la República, las tierras no cultivadas,
los bosques y las tierras marginales (tierras limítrofes) pertenecían
al Estado. Las tierras colonizadas se distribuían individualmente o
132
CAPÍTULO V. Catastros en la República y en
el Imperio Romano
133
Figura 3. El gromatici y la groma21
134
CAPÍTULO V. Catastros en la República y en
el Imperio Romano
período del Imperio, el ager publicus solo podía asignar predios que
no excedieran las 250 yugadas.
A lo largo de toda la historia del Imperio, no se tiene referencia
de por lo menos una reforma agraria que incidiera en la distribución
de la propiedad privada; las que se elaboraron solo tocaron el tema
del ager publicus. En efecto, la propiedad empezó a ser entendida
como ius utendi, ius fruendi, ius abutendi, derecho de usar, derecho
de gozar y derecho de abusar de la cosa poseída. El propietario podía
erosionar la tierra, incendiar los bosques y secar las fuentes de agua,
sin que fuera sancionado por la ley.
En el siglo II d.C. se produjo un cambio en la administración
de justicia, por lo cual el tesoro público fue separado de toda
actividad judicial y, en consecuencia, el catastro fiscalista también.
El catastro ahora se encargaría de inventariar la propiedad mueble
e inmueble, recaudar sus respectivas obligaciones tributarias, y no
podría intervenir en la esfera de la legislación:
135
fundamentales del catastro moderno, es decir, censar la propiedad
inmueble y liquidar sus impuestos.
En el evento de que esta actividad esté vinculada a otras,
como la de administrar recursos, censar la población, legislar sobre
la propiedad inmueble o registrar la propiedad mueble, ya no se le
considera un catastro. Por ello, la cita menciona al catastro en el
momento en que se crea un sistema fiscal y una legislación igual o
semejante a la que regula el catastro moderno.
No obstante, mucho antes del siglo II d.C., durante “La Pax
Romana” (27 a.C.–14 d.C.), existían no menos de 80’000.000
de personas esparcidas sobre el territorio romano, de las cuales,
seguramente, millones tenían obligaciones tributarias por ser
poseedores o propietarios. Bajo estas circunstancias, el emperador
Octavio ejerció un control estricto sobre los recaudos del tesoro
público, situación que, evidentemente, no hubiera sido posible sin la
actualización de la información de un catastro.
En consecuencia, solo a partir del siglo II d.C., el catastro
romano configuró las características esenciales del catastro moderno,
sin que ello implicara un cambio en su carácter fiscalista, es decir,
ejecutaba, sin ninguna posibilidad de deliberación sobre sus cargas
y beneficios, las disposiciones que la legislación tributaria del
momento (que en la mayoría de los casos desestimuló al minifundio
y benefició al latifundista) considerara de su resorte.
Por el contrario, el catastro micénico, a pesar de ser un catastro
fiscal, fue un catastro en cierta medida más razonable en materia de
impuestos, si recordamos que la propiedad inmueble no podía ser
expropiada por cesar sus pagos.
Así las cosas, a partir de esta época, el catastro estuvo regido
por una legislación específica, según la cual se dedicaría solamente
al registro de la propiedad mueble e inmueble y a la liquidación de
sus impuestos. Estaría descentralizado en los distintos municipios
del Imperio (al menos en lo que hacía referencia al recaudo), y
concentraría los recursos obtenidos en el tesoro público.
136
CAPÍTULO V. Catastros en la República y en
el Imperio Romano
25 Las iniciales provienen de Ab Urbe Condita, que significa ‘desde la fundación de la ciudad’, cuya
fecha se ha fijado en el 753 a.C.
26 Cabe recordar que varios catastros modernos (incluyendo el colombiano) ejecutan la actualización
de su información cada cinco años. Así pues, esta práctica tiene sus raíces en la República Romana.
27 Se hace referencia a los seguidores del estoicismo, doctrina griega que argumentaba y practicaba el
ejercicio de una severa moral.
137
temporal del senado y de los censores, fue profesada libremente en
Roma” (Ibíd., p. 44).
138
CAPÍTULO V. Catastros en la República y en
el Imperio Romano
139
población, desde el punto de vista del servicio militar y del pago
del impuesto (...) Los ciudadanos fueron divididos en cinco clases,
según que su patrimonio tenía un valor por lo menos de 100.000
ases para la primera, 75.000 ases para la segunda, 50.000 ases para
la tercera, 25.000 ases para la cuarta y 11.000 ases para la quinta28.
Estas clases están divididas en centurias (cien personas)” (Ibíd., p.
33).
28 Los historiadores han considerado que es bastante difícil determinar la equivalencia moderna
aproximada de unas.
140
CAPÍTULO V. Catastros en la República y en
el Imperio Romano
141
de propiedad, soportando consigo las servidumbres y las hipotecas
gravadas. La lex era un acto de ley por el cual la propiedad era
atribuida a una persona. La ocupación era “la toma de posesión de
una cosa susceptible de propiedad privada y que no pertenecía a
nadie”. El solo hecho de poseerla hacía a alguien propietario. Por
ejemplo, animales salvajes, la caza, la pesca, el botín del enemigo
(exceptuando los territorios que se integraban al ager publicus), las
piedras preciosas, las perlas y el coral encontrados en el mar, sus
orillas y en las islas que para los romanos no pertenecían a nadie, y
el tesoro encontrado que no se le podía determinar su propietario. Y
la tradición, la cual se daba cuando una persona tenía la intención
de transferir la propiedad a una persona que tenía la intención de
adquirirla. Esta operación se realizaba, generalmente, mediante
una compraventa en metálico, una donación o un cambio. No era
indispensable que la transferencia de la propiedad revistiera una
justa causa, es decir, podía ser una causa falsa o ilícita29; solamente
se exigía la intención o voluntad de enajenar y de adquirir en el acto
de la transferencia.
De estos modos de adquirir la propiedad, la usucapión tenía
mucha importancia para el catastro romano. Bajo el derecho clásico
(siglos II y III d.C.), la usucapión aplicaba si se cumplían tres
condiciones: una causa justa, la buena fe y la posesión durante el
tiempo fijado. Cuando se tenía posesión de un inmueble durante dos
años continuos, el enajenante la intención de transferir la propiedad
y el adquirente la de hacerse propietario (causa justa), y el poseedor
creía haber recibido el inmueble del verdadero propietario, se
producía la usucapión. La causa justa se materializaba en el justo
título y el tiempo de posesión debía ser probado ante el juez. Si
había dudas sobre el verdadero propietario, el catastro o censo tenía
toda la palabra para decidir si era espurio o no. Se concibieron otros
modos de adquirir la propiedad, muy familiares para nosotros, como
la adquisición por accesión. Esta era definida así:
29 Por ejemplo, es causa falsa o ilícita, cuando una persona cree deberle algo a otra persona y, en
consecuencia, paga una deuda imaginaria. La persona que recibe el pago es ante el derecho romano
propietaria de la suma.
142
CAPÍTULO V. Catastros en la República y en
el Imperio Romano
30 Se le llamaba predio urbano a todo predio construido, no importando que estuviese ubicado en los
entornos rurales de las ciudades.
143
Éstas se creaban y determinaban directamente de tres maneras: ante
un magistrado (in jure cessio); mediante un juez en un proceso de
partición o deslinde (adjudicatio); y por testamento. Ahora bien,
muchos magistrados y jueces tenían atribuciones censarias, pero
no eran propiamente funcionarios del catastro. Pues solo podían ser
funcionarios del catastro o censo, aquellas personas investidas de
una alta autoridad moral y legislativa, al menos durante la República:
144
CAPÍTULO V. Catastros en la República y en
el Imperio Romano
145
Conclusiones
146
CAPÍTULO VI. Discusión etimológica de la
palabra catastro
CAPÍTULO VI
Discusión etimológica de la palabra catastro
147
148
CAPÍTULO VI. Discusión etimológica de la
palabra catastro
La palabra catastro
149
en cuenta que las flexiones (o cambios) de los dos sustantivos
están fuertemente asociadas por una equivalencia semántica (de
significados), plenamente justificada en la evolución del significado
de catastro.
Si suponemos una evolución fonética estable desde katástijon
hasta la palabra castellana catastro, es decir, conservadora de la
partícula <katas>, la expresión <ijon> de katástijon, <ico> de
catàstico, <o> de catasto, <ro> de catastro en un dialecto italiano,
<re> de catastre, y <ro> de catastro en castellano, no sufre una
alteración fonética importante en opinión de la filología. La <j> de
la partícula <ijon> es gutural aspirada como la g de gema, por lo que
la partícula tiene un valor fonético similar al valor fonético gutural
de la partícula <ico> de catàstico, de la <r> en <re> de catastre en el
francés antiguo y de cadastre en el francés de hoy. Y si es al este de
España, es decir por Francia, por donde ingresó el vocablo catastro
según Corominas, entonces de <ijon> a <re>, la estable evolución
del valor fonético no es mera coincidencia, prueba de otro modo la
cercanía entre el vocablo griego katástijon y el vocablo castellano
catastro.
Existe otra etimología, establecida por Savigny (historiador del
Derecho Romano, 1779-1861) en el siglo XIX, según la cual catastro
proviene de la palabra latina capitastrum, derivada como una forma
de caput, cabeza. Sin embargo, esta etimología se construye sobre la
base de un error ortográfico, al escribirse la palabra francesa cadastre
por la palabra cabdastre. Esta última se escribía erróneamente por
un francés de Provenza (provincia de Francia), y hacía que <cab>
sugiriera la idea de caput (Ídem.). Además, la evolución fonológica
de capitastrum hasta catastro es completamente distorsionada. A no
ser que supongamos que la <i> latina haya desaparecido, y la <t> y
la <p> latina se hayan fusionado, u otra imaginada evolución.
No existe una documentación en la que se muestre la evolución
semántica y fonética de capitastrum hasta catastro, ni una evolución
morfológica que haga patente cierta cercanía. Aquella etimología
aparece registrada en varios diccionarios etimológicos anteriores a
150
CAPÍTULO VI. Discusión etimológica de la
palabra catastro
Catastro e inventario
151
palabra que, posteriormente, en griego bizantino, se escribirá como
katástijon y que aún hoy se escribe significando lo mismo.
Es más, la raíz <kata> significaba en la Grecia Clásica
‘bajo tierra’, ‘conforme a la ley’ y ‘distribución’. Con el tiempo,
específicamente bajo la cultura medieval latina y el Imperio Bizantino,
se hizo común usarla como preposición para designar ‘debajo’,
‘dentro’, por lo que la traducción de katástijon (del griego bizantino)
como lista, derivada de ‘en línea’ o ‘bajo escritura’, denuncia la
pérdida de los significados ‘conforme a la ley’ y ‘distribución’. Esto
explica, de algún modo, porqué la palabra catastro en castellano,
cadastre en francés y catasto en italiano, solo refieren ‘en línea’,
‘bajo escritura’, lista, registro, inventario, y nada más.
152
CAPÍTULO VI. Discusión etimológica de la
palabra catastro
153
154
Referencias bibliográficas
Referencias bibliográficas
155
De Echegaray, Eduardo (1945). Diccionario General Etimológico de
la Lengua Española, T. II y III, ANACONDA, Buenos Aires,
Argentina.
156
Referencias bibliográficas
157
Paniagua, David (2006). El Panorama Literario Técnico-Científico
en Roma (Siglos I-II D.C.) “et Docere et Delectare”. Ediciones
Universidad de Salamanca, Salamanca, España.
158
Referencias bibliográficas
159
160