Está en la página 1de 19

Apuntes sobre el origen y la actualidad del pensamiento de Keynes y la

macroeconomía

Lic. Gastón Remy

JTP –Cátedra Macroeconomía FCE-UNJu

INTRODUCCION

Estos apuntes se incorporan al material de estudio y consulta de la Cátedra de


Macroeconomía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de
Jujuy. Aunque se emplee la tercera persona del plural en este escrito, se trata de unos
apuntes personales, puesto que considero las ideas desarrolladas no son de mi
exclusividad y, en el mejor de los casos, mis aportes son parte de un proceso más
general de estudio e investigación. No obstante ello, las opiniones vertidas al respecto
corresponden a título personal del Licenciado en Economía y JPT de la Cátedra,
Gastón Remy, al igual que los errores que se puedan haber cometido. Se trata de un
aporte inicial a los fines de ubicar históricamente las ideas de Keynes y sus
continuadores, como algunos de sus objetivos de política económica y sus resultados a
lo largo de la historia. Las críticas y aportes serán bienvenidas, a los fines de
profundizar el estudio sobre la temática que se resume a partir de la obra de diferentes
autores a lo largo de estas páginas.

Marzo, 2019.

Keynes y el mundo de entre guerras

La obra de Keynes se desarrolla en un momento histórico dominado por procesos de


cambios muy agudos, en los que estallan las crisis, las guerras y las revoluciones,
fenómenos propios de la época del capitalismo imperialista (Lenin, 1916). El mundo a
principios del siglo XX experimentó, la Primera Guerra, la gran Revolución Rusa –que
desató la revolución en Europa y tuvo impacto mundial-, la Gran Depresión iniciada por
la quiebra de Wall Street (1929), el ascenso de Hitler al poder en Alemania (1933) y los
preparativos para la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), entre otros procesos que
expresaban una nueva etapa del capitalismo. Se dejaba atrás el orden del laissez faire,
añorado por los liberales austríacos y la ortodoxia, un orden que Keynes había definido
como “era de la abundancia”, sucesora de la era de la “escasez” (desde el origen de la
especie humana hasta el siglo XVI), mientras que el período de entre guerras
representaba para el economista británico un momento de transición hacia la era de la
“estabilidad”. (Kicillof, 2007).

Diferentes autores del pensamiento económico sostienen que entre los economistas
contemporáneos a Keynes comenzaban a tener cabida ideas que promovían una
intervención activa del Estado antes los efectos perdurables de la depresión1. "La
revolución keynesiana triunfó porque Keynes produjo las conclusiones de política
económica que la mayoría de los economistas quería defender de todos modos..." (Mark
Blaug, 1985, p. 807). Los gobiernos de los países más importantes del mundo, bajo los
efectos avanzados de la Gran Depresión implementaron políticas fiscales expansivas y
de mayor gasto social, siendo el New Deal (1933-1937) en Estados Unidos bajo la
presidencia de Roosevelt el proyecto de mayor envergadura. Por otro lado, en Alemania
el régimen nazi por medio de un control directo de las principales ramas de la economía
y suprimiendo las libertades democráticas de la población y de la clase trabajadora –en
particular- había alcanzado llevar la tasa de desempleo prácticamente a cero.

En este contexto Keynes con la publicación de la Teoría General (1936) se proponía


actualizar la escuela clásica, puesto que la consideraba cada vez más alejada de la
realidad. El mundo había experimentado grandes cambios a partir de la primera guerra,
la depresión, el desempleo masivo, la inestabilidad monetaria, el abandono del patrón
oro, entre otros, nuevos fenómenos que ocupaban el escenario cotidiano de las
principales potencias del mundo y eran negados por los fundamentos de la teoría
económica dominante.

Antes de presentar, algunos de los núcleos más significativos de la crítica de Keynes a


la teoría clásica nos queremos detener en el sentido político de las conclusiones sobre
los cambios que había atravesado el capitalismo.

1
Axel Kicillof en su publicación, “La macroeconomía después de Lord Keynes”, en una nota al pie afirma
que “Históricamente las políticas keynesianas son previas a la aparición de la Teoría General, que se
convierte en realidad en su fuente de legitimación en el campo teórico. Por otra parte, prácticamente
todos los historiadores coinciden en que las políticas por las que abogaba Keynes eran compartidas por
gran parte de la profesión en esos días, aunque carecían de un sustento formal elaborado (ver Blaug
1985, Bleaney 1985, Temin 1990, Skidelsky, 1994, entre otros). Blaug menciona a unos pocos
economistas que durante la gran depresión se opusieron al estímulo de las obras públicas: Robbins,
Hayek, Hawtrey, Cannan, Schumpeter y Cassel (Blaug, 1985, p. 799 y ss.)
Keynes: economista y Lord de la Corona Británica

Recordemos que John Maynard Keynes tuvo un papel preponderante en las


negociaciones de paz con Alemania y durante la firma del tratado de Versalles, como
representante de los intereses de Gran Bretaña, lo cual le valió algunas conclusiones que
permiten dilucidar el sentido de sus recomendaciones de política económica. En su obra
“Las consecuencias económicas de la paz” de 1919 plantea en forma clara sus
preocupaciones, allí afirmaba que “las clases trabajadoras pueden no querer seguir más
tiempo en tan amplia renuncia, y las clases capitalistas, perdida la confianza en el
porvenir, pueden tener pretensión de gozar más plenamente de sus facilidades para
consumir mientras ellas duren, y de ese modo precipitar la hora de su confiscación”. El
gran temor de Lord Keynes se fundaba en que la espera a los mecanismos de ajuste
automático de la economía –que profesaba la ortodoxia- llegaran demasiado tarde, o
nunca quizás, con la consecuencia de la resolución de la crisis por medio de la
revolución proletaria como había sucedido en la Rusia de los Zares.

Con esta preocupación de fondo, Keynes va a iniciar su crítica a algunos de los


principales postulados de la economía clásica, por ejemplo que no son los salarios reales
los que definen la oferta de trabajo o que la inversión depende no solo de la tasa de
interés, sino también del nivel de actividad o ingreso, entre otros, la cual, según Kicillof
(2007) gracias al aporte de su principal exponente, Alfred Marshall, había logrado
reconciliar a los primeros marginalistas (Menger, Jevons, Walras) con la teoría clásica
de David Ricardo2. Esta operación conduce a Marshall a considerar la interpretación de
John S. Mill sobre la teoría del valor de Ricardo en términos de costos de producción y
no de valor trabajo, dando nacimiento a la denominada escuela neoclásica.

Keynes y la ortodoxia

El cuestionamiento de Keynes a la ortodoxia, en la cual había sido formado como


discípulo de Marshall durante sus años en Cambridge, tiene como núcleo el
señalamiento de la inconsistencia que existe entre la teoría del dinero (Libro 1), donde
el dinero aparece como un simple intermediario, mientras el juego entre la oferta y la

2
Según Kicillof, en su libro Siete Lecciones de Historia del Pensamiento Económico, “Marshall se propuso
establecer una línea directa de continuidad con las ideas de Ricardo o, mejor dicho, con las ideas de
Ricardo tamizadas por las interpretaciones de John Stuart Mill; en cualquier caso, ofreció una suerte de
síntesis entre los marginalistas y los clásicos que aún hoy genera controversias.” P.173.
demanda es el que determina el nivel de precios, y por otro lado, la explicación del rol
del dinero en la formación de precios que comprende el Libro 2 (Kicillof, 2007).

El intento de unificar ambos libros, superando la contradicción señalada, aunque sin


cuestionar la naturalización de la teoría dominante respecto del capitalismo como único
orden eterno, ni las inconsistencias teóricas en torno a la Ley del valor trabajo (Bach,
2009), es parte del desafío de Keynes en el camino de contribuir a una Teoría General,
que a su vez, contenga nuevos fundamentos que contemplen los cambios ocurridos en el
capitalismo, en especial, el nuevo rol del Estado en la economía, la desocupación
masiva y el peso creciente de las organizaciones sindicales de la clase trabajadora.

Keynes en este camino de actualización de la teoría clásica, si bien adhiere a la versión


de Cambridge de la teoría cuantitativa del dinero, en el marco de la vigencia del patrón
oro (convertibilidad libra-oro), el elevado desempleo y la quiebra de Wall Street,
comienza a ampliar los motivos de la demanda de dinero, no sólo por transacciones o
atesoramiento; sino también por el deseo de valorizar el dinero bajo la compra de
acciones y títulos en la bolsa de valores. Keynes explica que este comportamiento
especulativo, no sólo afecta a la demanda de dinero; sino también aporta un elemento
fundamental al desequilibrio entre el ahorro y la inversión, puesto que acorde al nivel de
tasas de interés, pueden darse situaciones donde una parte del excedente no se canalice
como ahorro dentro del sistema bancario y no pueda ser reabsorbido por la inversión
real. Este va a ser un antecedente de su explicación acerca de la persistencia del
desempleo, pese a la deflación de precios y tasas de interés, un argumento que luego
tomará cuerpo en la Teoría General y será expresado bajo el concepto de la “trampa de
liquidez”.

Mientras tanto, hay un momento en la evolución del pensamiento de Keynes que lo


ubica dentro de la ortodoxia monetaria. Siguiendo los pasos de los teóricos cuantitativos
de esos tiempos, se limitó a considerar una política de reforma monetaria que asegurase
la estabilidad de la oferta de dinero y, por esa vía, tener controlado el nivel de precios
que actuaba sobre el volumen de producción y ocupación. Su preocupación más bien se
orientaba sobre el problema cambiario en Inglaterra ante el cual recomendaba una
política exterior de tipo proteccionista. Esta sugerencia de política económica era
postulada como opción ante el sostenimiento del patrón oro, al que consideraba
equivocado y responsable de la crisis económica (Skidelsky, 1994).
De la crítica a la Ley de Say a la demanda efectiva

Su actualización de la demanda de dinero, incorporando el “motivo especulación”, es un


primer cuestionamiento a la vigencia de la Ley de Say. El influyente economista
francés, Jean Baptiste Say, había postulado que toda “oferta crea su propia demanda”,
despejando con este simple enunciado, toda posibilidad de desequilibrio permanente de
la economía. La crítica al postulado de Say tuvo antecedentes a la efectuada por Keynes,
este fue el caso de Marx, qué no solo refutó la Ley, mostrando su carácter tautológico;
sino que también explicó la forma en que el capitalismo alcanza sus equilibrios (Bach,
2009).

Uno de los aspectos principales de la Teoría General se va a concentrar en el principio


de la demanda efectiva, el cual, se deriva del incumplimiento de la Ley de Say. Keynes
va a considerar que existe un precio de la oferta global determinado por la cantidad de
hombres ocupados y, por otro lado, un importe del producto a percibir correspondiente a
la cantidad de hombres empleados. A esto último lo denomina demanda global.

En la medida que los precios esperados de la producción superen sus niveles medios, los
empresarios van a estar dispuestos a seguir contratando trabajadores hasta el momento
en que se igualen la oferta global y la demanda global, lo cual desde el punto de vista de
la ganancia significa que no se puedan esperar márgenes mayores. El valor de la
demanda global en ese punto es el que Keynes denomina demanda efectiva. Si los
empresarios tienen expectativas de una baja de los ingresos de su producción, la
economía alanzará un equilibrio, entre oferta y demanda global, aunque sin la totalidad
de los recursos ocupados. En un contexto de fuerte especulación de los dueños de los
capitales para Keynes los casos en que el equilibrio ocurra con pleno empleo son más
bien la excepción.

Una segunda cuestión ocurre a partir del crecimiento del empleo, que da lugar a un
desequilibrio entre el aumento del ingreso y el consumo, siendo que este último
aumenta en menor proporción; la brecha entonces entre la demanda total y la demanda
de consumo tiene que ser cubierta por la inversión. Sin embargo, pueden ocurrir
situaciones donde las expectativas de precios y ganancias de los empresarios no sean
satisfactorias y por ende la inversión no sea la correspondiente con el pleno empleo.
El escenario de equilibrio entre oferta y demanda global, se complejiza a medida que se
desarrolla un escenario de especulación en la bolsa de valores, donde se espera una suba
de los precios de las acciones y, por consiguiente, el ahorro se mantiene en la compra de
acciones y no se vuelca a la inversión real. Esta situación da lugar a que la política
monetaria expansiva tenga un límite sobre la modificación de la tasa de interés, llevando
entonces a que la misma no descienda y, por ende, la posibilidad de establecer la
inversión a niveles de pleno empleo puede no verse realizada. Se configurará así una
trampa de liquidez según Keynes, la cual, torna ineficaz la política monetaria desde el
punto de vista de la actuación frente al desempleo y el nivel de producto. A partir de
esta conclusión, Keynes desarrolla los fundamentos para desplegar la política fiscal
frente al desempleo.

Salarios, ganancias e interés

De acuerdo a la escuela neoclásica, los mecanismos automáticos de ajuste frente a un


desequilibrio en el mercado de trabajo consisten en una reducción de los salarios reales,
si la oferta de trabajo supera a la demanda. Sin embargo, en la realidad la posibilidad de
una reducción de salarios era algo que no podía suceder en forma automática, puesto
que existen los sindicatos y, además como señalaba Keynes, no era una medida
políticamente muy redituable, al menos, alentaba una mayor conflictividad social. La
consideración más realista de Keynes sobre la existencia de sindicatos y salarios
nominales que no pueden ser reducidos fácilmente, se constituye como una explicación
sobre los límites de la ortodoxia para explicar el desempleo; pero también habilita la
posibilidad de aumentar los niveles de empleo por medio de políticas fiscales
expansivas que -en el corto plazo- pueden ir reactivando la demanda efectiva,
generando cierta suba del nivel general de precios y, por esa vía una reducción de los
salarios reales que motiva a los empresarios a una mayor contratación de trabajadores,
quienes bajo el efecto de la “ilusión monetaria” no son conscientes, en un primer
momento, de la reducción del poder adquisitivo de sus salarios.

De esta manera, Keynes pone en evidencia la falta de realidad de la teoría ortodoxa que
consideraba el desempleo sólo como el resultado de un acto voluntario, cuando los
trabajadores -a los salarios existentes- prefieren destinar su tiempo vital al ocio que les
reporta mayor utilidad que el trabajo. Por el contrario, se pone de manifiesto la
existencia de condiciones de desempleo involuntario producto de la falta de demanda
de trabajo, relacionado con la insuficiencia de la inversión que se deriva de los
problemas generados por la psicología especulativa de los dueños del capital y las
dificultades para deprimir los salarios reales. Desde un punto de vista marxista, Keynes
se acerca a su manera a los problemas de una baja de la tasa de ganancia y su impacto
sobre la inversión. No obstante, al plantear la existencia de desempleo involuntario
como un fenómeno de un momento particular de la economía, preservaba el núcleo
central de la teoría económica oficial que considera a los trabajadores como individuos
libres en el mercado de trabajo, cuando en realidad, se ven arrojados a la búsqueda de
empleo, a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario, porque no tienen otro
medio por el cual se garanticen su subsistencia y la de su grupo familiar.

Ligado al desequilibrio en el mercado de trabajo, Keynes va a desarrollar a través del


análisis del concepto de eficiencia marginal del capital, su relación con las tasas de
interés y el rol del Estado. En contextos de deflación y alta especulación en la bolsa, se
espera que una parte considerable de los proyectos de inversión no se concreten, (la
eficiencia marginal del capital es menor al interés, la cual, tiene una relación inversa con
el precio de las acciones); por ende, el Estado debe asumir un rol activo llevando
adelante iniciativas de inversión, en especial aquellas que para el capital privado no son
rentables, de modo que la demanda efectiva se recupere y, por la vía del multiplicador
del gasto público, la economía se vaya acercando a un equilibrio con pleno empleo.

El programa de Keynes y sus efectos

Volviendo a la historia y al convulsivo período de entre guerras, surge el interrogante


sobre cuál fue el impacto de la política económica sugerida por Keynes en la actividad y
el empleo. En un artículo publicado en New Republic, el 29 de julio de 1940, el mismo
Keynes afirmaba que “Parece políticamente imposible que una democracia capitalista
organice el gasto en una escala necesaria para realizar el gran experimento que daría
prueba a mi tésis –salvo que se verifique una guerra-”. En ese momento, la Segunda
Guerra mundial ya era un hecho, por lo cual, Keynes, a su manera, terminaba
reconociendo que sus recomendaciones de política económica tenían un límite
considerable en tiempos de paz. “Si bien el desempleo se redujo de un 25 % en 1933 al
18 % en 1935, al 14 % en 1936 y al 12 % en 1937, la economía norteamericana no logró
recuperar los estándares previos a la crisis de 1929 y ya en 1938, el desempleo volvió a
trepar al 30 % y la economía nuevamente colapsó.” P. 157 (Bach, 2009).
Por otra parte, si bien la preocupación de Keynes tenía un aspecto de corto plazo,
vinculado a las consecuencias políticas menos deseables del paro forzoso de millones;
surge otro interrogante, si Keynes pensaba en una perspectiva más de largo plazo, cuál
era entonces su programa para estabilizar el capitalismo finalizada la guerra. Esto nos
lleva a mencionar, sin ánimos de agotar la discusión en estas páginas, su
conceptualización sobre los motivos de la rentabilidad del capital. Keynes adhiere a la
teoría de la escasez, por la cual la falta relativa de capital es la que generaría una
rentabilidad extraordinaria por encima del beneficio normal. En economías ricas, con
abundancia de capitales y una eficiencia marginal del capital deprimida, el rol de los
especuladores afecta la posibilidad de que las tasas de interés bajen a punto tal de volver
atractivos algunas inversiones en la economía no financiera. Frente a esta situación,
antes mencionada, Keynes va a desarrollar no sólo los fundamentos de la intervención
del Estado asumiendo ciertas inversiones no rentables para el capital; sino que también
despliega la idea de reducir casi a cero la eficiencia marginal del capital y que el sistema
se aproximara a acabar con la escasez de capital3. Lo cual tendría como consecuencia la
desaparición de los capitales especulativos y los empresarios que invirtiesen en la
economía real recibirían una rentabilidad modesta o normal asociada a los riesgos de la
inversión, los costos de la habilidad y la supervisión según Keynes (Kicillof, 2009 p.
472). En cierto modo, es un reconocimiento de la división que se genera en el
capitalismo, entre los dueños de las acciones de las empresas (rentistas) y aquellos
encargados de la administración cotidiana; los primeros guiados por el afán de valorizar
su capital, terminan conspirando contra las mismas bases reales de la creación de
riqueza que se encuentra en la producción. El programa de Keynes se postula como una
hipótesis bastante ilusoria (un capitalismo funcionando con rentabilidad cercana a 0) y
al cargar la responsabilidad del problema sobre los especuladores llega a plantear la
“eutanasia del rentista”. Así por un lado, evita introducirse en los problemas de los
orígenes de la ganancia capitalista –siguiendo así la tradición de los neoclásicos-; a la

3
Skidelsky en su biografía sobre Keynes presenta una interpretación más moderada del rol del Estado,
“… la preferencia del propio Keynes consistía en canalizar la inversión incrementada a través de las
empresas públicas. También se inclinaba a favor de un control indirecto (financiero) de la economía en
vez de uno directo (físico), con objeto de conservar las ventajas del proceso descentralizado de toma de
decisiones” (p. 150). En otro pasaje de su libro afirma que “Keynes pensó que el paro británico era un
problema derivado de la sobrevaluación de la libra esterlina frente al dólar. Desde este punto de vista, la
Teoría General es un apéndice a esta línea de pensamiento, más que su culminación –es una teoría de la
profunda depresión mundial cuando ningún grado de manipulación monetaria puede restaurar la
ocupación plena” (p. 171)
vez, que sugiere amenizar mediante la acción del Estado las tendencias a la
socialización del capital y el carácter anárquico de la dirección del proceso, el cual se
divorcia cada vez más, dentro de las mismas unidades productivas, a partir de la
influencia de los dueños de las acciones y títulos de deuda de las empresas que pasan a
poseer distintas empresas en las cuales no ejercen ningún papel en la dirección 4.

Por el contrario, el creciente accionar del Estado en la economía podía alentar las
tendencias a que efectivamente se produzca una socialización de los capitales y la
propiedad privada pero en manos de otra clase5. El escenario de una revolución obrera y
socialista podía ser la pesadilla de Keynes y los gobiernos de la época que estaban
dispuestos a asumir desde el Estado un nuevo rol en la economía con tal de evitar que
las masas trabajadoras pongan fin a la propiedad privada capitalista.

Síntesis neoclásica-keynesiana

A la salida de la Segunda Guerra, que dejó más de 60 millones de muertos y una sideral
destrucción del aparato productivo de las principales potencias, la reconstrucción de
Europa y la relación de fuerzas más general con la URSS y los Estados Obreros
burocratizados -que en ese entonces alcanzaron a un tercio del planeta-, llevaron a los
Estados a implementar un conjunto de concesiones sociales a modo de contener a la
clase trabajadora y su potencial amenaza sobre el capitalismo6. En los años venideros se
inicia un ciclo de fuerte crecimiento en las principales economías del mundo, el cual fue

4
La economista marxista, Paula Bach, afirma que “El modelo ideal de Keynes sería algo así como un
modelo de grandes empresas de capital social, cuya única forma posible, a decir verdad, en el modo de
producción capitalista es aquel de las sociedades por acciones pero, de las que Keynes pretende hacer
desaparecer al “rentista” y la especulación que en realidad son, precisamente, la consecuencia de la
existencia de las sociedades por acciones y de la “socialización” del capital bajo el régimen de la
propiedad privada” (P. 155) (Bach).

5
Las políticas fiscales expansivas fueron implementadas en Gran Bretaña y con énfasis en Estados
Unidos, a través de los planes del New Deal durante los años 30´; sin embargo, la recuperación del
empleo y la salida de la crisis, no fue el resultado de estas políticas, sino lo decisivo fue la reorganización
de las economías hacia la guerra y los efectos destructivos sobre la infraestructura y el capital mismo
que trajo aparejados. El caso de Alemania con la experiencia del nazismo fue un ejemplo de cómo la
economía de guerra dirigida centralmente por el Estado podían resolver parte del problema, aunque sin
evitar, la confrontación bélica y la catástrofe humanitaria, que en última instancia se inscribe como
continuidad –por otras vías- de la búsqueda de una resolución de los problemas de rentabilidad y
negocios capitalistas que no habían sido resueltos durante la Primera Guerra y que los Estados se
propusieron realizar nuevamente por la vía de las armas.

6
“En las nuevas condiciones creadas luego de la guerra y para contener la revolución desplegaron, con
el llamado “Estado de bienestar keynesiano”, nuevas bases para el reformismo en los países centrales.
Por su parte, en la periferia se ensayó un proceso de “descolonización” desde arriba, que sin embargo
falló en contener la revolución anticolonial. [p. 529, “Estrategia Socialista y Arte Militar”].
acompañado por un consenso por el cual el Estado se implica con fuerza en la
prestación de servicios sociales y en áreas estratégicas de la economía. El mismo fue
denominado, “Estado de Bienestar”.

“Con la Segunda Guerra Mundial se esfumaron las esperanzas de Keynes de lograr un


sistema de pagos controlado por Gran Bretaña como el marco monetario de la economía
británica.” (Skideslky, 1994). El dominio de las finanzas mundiales y del comercio pasó
a estar en manos de los Estados Unidos, ante el cual, Gran Bretaña se ubicó como un
socio menor, cediendo su poder imperial a la nueva potencia hegemónica en el mundo.
Como parte de las negociaciones entre Estados Unidos guiadas por Harry White y
Keynes en representación de Gran Bretaña, se van perfilando las líneas centrales del
nuevo orden geopolítico de post guerra liderado por Estados Unidos. En 1944 como
parte de los acuerdos entre las potencias vencedoras en la Segunda Guerra surge la idea
de crear el Fondo Monetario Internacional. Keynes -aunque con una posición
perdedora- y White –quien salió ganador- van a ser las principales figuras que le dan
origen al organismo monetario y otras instituciones que van a guiar la reconstrucción de
las relaciones entre los Estados a partir de 1945. El FMI emerge con el “objetivo de
asegurar el desempeño del dólar como nueva moneda de reserva y eliminar la
Preferencia Imperial, que le brindaba posibilidad de existencia al Imperio Británico
gracias a la instalación del libre comercio. Las cláusulas de comercio no discriminatorio
en la creación del fondo son una continuación de las escritas en todos los acuerdos entre
Gran Bretaña y Estados Unidos 1935 en adelante.” (Ugarteche, 2016).

Con este marco de fondo, las ideas de Keynes fueron adaptadas por parte del
mainstream que tomó algunos de sus conceptos para readecuarlos y relanzar la
ortodoxia acorde a los nuevos tiempos. Así toma cuerpo la síntesis neoclásica-
keynesiana con autores de peso como John Hicks, quien va a publicar el modelo IS-LM,
con énfasis en las dificultades para el equilibrio que se generan en situaciones de
“trampa de liquidez”, estableciendo una versión reducida de la Teoría General (Kicillof,
2004). Del equilibrio entre la IS (mercado real) y la LM (mercado monetario), se
desprende, a su vez, una relación entre tasa de interés y nivel de producto que se
representa en la demanda global, la cual, en términos de Keynes representa a la
demanda efectiva. El “modelo IS-LM” implica un cambio en la relación entre el dinero,
el interés y el nivel de producto y empleo, tal como lo formulara Keynes en la Teoría
General, en el largo plazo, vuelven a desvincular los efectos monetarios sobre la
economía real.

Otro autor que contribuye a la síntesis es F. Modigliani quien puso el énfasis en la


inflexibilidad de los salarios nominales al momento de explicar los motivos de
situaciones de equilibrio entre la oferta y la demanda global con desempleo. De
conjunto, las distintas formas de construcción de la síntesis fueron tomando aspectos
parciales de la Teoría General, aunque a costa de no profundizar en ninguno de los
aspectos teóricos cuestionados por Keynes a la teoría neoclásica, mucho menos, indagar
en los problemas de la Ley del valor trabajo y el origen de la ganancia que había
significado la ruina de la economía clásica cuyo principal referente fue David Ricardo
(Marx, 1873).

A partir de la síntesis neoclásica-keynesiana, los aspectos teóricos de la economía


marginalista y el equilibrio general de León Walras, fuertemente cuestionados por el fin
del laissez faire y el por el propio Keynes, se preservan creando una división de la
economía, denominada “microeconomía”; mientras que los aspectos relacionados con
los desequilibrios de corto plazo, los problemas de empleo, producto y nivel de precios,
entre otros, van a ser ubicados dentro de otra división, la “macroeconomía” (Kicillof,
2009) .

La síntesis se va a constituir como nuevo mainstream durante los veinticinco años que
siguieron a la muerte de Keynes (Skidelsky, 1994) y, en sus líneas generales, sigue
siendo el cuerpo teórico que se enseña en las aulas de las universidades de todo el
mundo en la actualidad.

La “reacción” monetarista

Con el declive de la tasa de ganancia, acompañada de una inflación cada vez más
elevada y bajo crecimiento (estanflación), se fueron expresando los síntomas de
agotamiento de los “años dorados” de la segunda post guerra. A su vez, la respuesta de
la lucha de clases no se hizo esperar por parte de los trabajadores y estudiantes en
distintos puntos del mundo (México 1966, Mayo Francés 68´, Cordobazo 69´,
movimientos anti guerra, etc.). Sin embargo, como parte de los desvíos de estos
procesos en los países centrales y con derrotas mediante dictaduras en los países
periféricos, comienza un giro en la política económica, con el abandono del patrón oro
como parte de los acuerdos de Bretton Woods por Estados Unidos (1971), lo cual
significó el inicio de un cambio profundo de la forma de dominio que la principal
potencia se proponía en todo el mundo.

Las implicancias para el mainstream económico vinieron por el lado de lo que algunos
economistas titularon, “reacción monetarista”, en alusión a la vuelta de la teoría
cuantitativa del dinero al eje de la discusión y, de esta forma, el enfoque puesto en el
problema de la inflación desplazó al del empleo. Un economista formado en Chicago,
Milton Friedman, quien llegó a afirmar, “hoy somos todos keynesianos” (Skideslky,
1994), sin embargo, va a destacarse como una de las principales figuras de este giro
hacia la política monetaria ortodoxa de control de la inflación como principal
preocupación de los gobiernos y los bancos centrales, como también de garantizar el
mejor funcionamiento de los mecanismos de mercado.

En sintonía con el giro de tipo monetarista hacia enfocar la política económica en el


control de la inflación, recurren a las observaciones empíricas que realizó William
Phillips (1958), las cuales deslizan la responsabilidad de la inflación sobre los
trabajadores debido a su inflexibilidad salarial (Skideslky, 1994 p.191). La denominada
“Curva de Phillips”, viene a dar cierto sustento a esta contra ofensiva del capital,
ubicando a la sociedad –en el corto plazo- ante la disyuntiva de “elegir” entre menos
desempleo y más inflación o, más desempleo y menos inflación. Posteriormente, Milton
Friedman desarrolla su reinterpretación sobre la “Curva de Phillips” planteando que a
largo plazo, a través de los mecanismos de mercado, existe una tasa natural de
desempleo (NAIRU, en inglés) frente a la cual la economía si continúa creciendo, por el
lado de la demanda, no puede hacer más que generar un efecto inflacionario. Todo
intento de llevar a la tasa de desempleo por debajo de la NAIRU iba a generar efectos
inflacionarios, sin afectar el nivel de empleo, desempleo ni de producto. De esta
manera, comenzaban a dar por finalizada el programa económico de tipo keynesiano
focalizado en el empleo y el crecimiento durante la post guerra, para abordar un
conjunto de políticas que partiendo del control de la inflación y la estabilidad
macroeconómica, le terminan dando fundamento a la ofensiva sobre las condiciones
laborales y de vida de las masas trabajadoras con el objetivo de recuperar los niveles de
rentabilidad en franco retroceso. Este conjunto de política se denominó neoliberalismo,
cuestión que cobro impulso en todo el mundo y, en cada país adquirió características
propias desde fines de los años 60´y principios de los 80´ hasta nuestros días (Harvey,
2005).

Por último, otra forma de reconocer el nuevo consenso de dominio del capital que se
estaba construyendo, lo expresa a su forma Robert Skideslky, “El error de los
keynesianos al no tomar en serio las restricciones del lado de la oferta, producto de la
perspectiva de la depresión en la Teoría general, destruyó no sólo el equilibrio
intelectual que el propio Keynes trató de conservar sino también el equilibrio político de
la revolución keynesiana. Hacia finales de los años 1970 quienes amaban la libertad y
quienes valoraban la eficiencia empezaron a desertar del bando keynesiano en masa.”
(Skideslky, p. 199).

La decadencia de la economía oficial

“Hoy en día la política keynesiana no puede ser defendida abiertamente, aunque la


presión política aún puede hacer que sea practicada a hurtadilla. La política
macroeconómica es cada vez más pragmática y a-teórica”, así finalizaba Robert
Skideslky, su biografía sobre Lord Keynes en 1994 en pleno auge neoliberal y de la
nueva economía clásica7 (Bach 2012). Esta escuela sostuvo el dominio del monetarismo
de Milton Friedman, reconociendo de algún modo, que la política del programa
keynesiano, tenía reservado un lugar –al menos- en la nueva ortodoxia con limitadas
intervenciones del Estado.

La situación con el paso de los años no parece ser mejor, sino por el contrario, se
avisora una profundización de la crisis de la teoría económica dominante y su división
macroeconómica. El influyente economista, Paul Krugman, que obtuvo el premio nobel
en 2008 –el mismo año de la quiebra de la banca Lehman Brothers- en su reflexión a 10
años del inicio de la crisis financiera ilustra el estado de caos que atraviesa la
macroeconomía. Cuando le preguntaron por qué no supieron anticipar la última gran
crisis, Krugman afirma que “ellos estaban mirando para otro lado” y que “los modelos
no supieron registrar los datos que podían alertar de la burbuja en el sector inmobiliario
y de la profunda imbricación de los bancos de inversión”. Pero no satisfecho con esta

7
“La escuela neoclásica, entendida como “nueva economía clásica”, se impuso como teoría dominante a
partir de los años 80´. Entre sus preceptos fundamentales se encuentran la teoría de las expectativas
racionales, la teoría del ciclo económico real y la teoría del mercado eficiente.” Bach, Paula. P. 59.
Economía, Política y Guerra: ese oscuro objeto (neo)keynesiano.
respuesta más que fugaz y evasiva, Krugman, a su manera sentencia a la economía
oficial afirmando que no es necesario contar con una teoría para explicar la recesión,
sino simplemente aplicar algunas políticas (monetarias y fiscales) para salir de ella
como ilustra en su libro “Acabad ya con esta crisis” (2012).

En el caso de Estados Unidos, durante los primeros años de la crisis, los neokeynesianos
–y el mismo Krugman- acompañaron la política de emisión monetaria (QE) 8 que
propició el salvataje a los grandes bancos de inversión y compañías en quiebra llevando
adelante una fabulosa socialización de las pérdidas de aquellos que habían sido los
máximos responsables de la burbuja especulativa en el sector inmobiliario. Las políticas
fiscales de carácter expansivo tuvieron un lugar moderado y prácticamente se frenaron
en 2010, en gran medida como consecuencia de los límites del endeudamiento de los
Estados, que multiplicaron sus deudas al absorber las pérdidas privadas viendo de esta
manera acotados sus márgenes para seguir ampliando el déficit fiscal. Krugman pareció
desconocer esta nueva situación y planteó el problema simplemente en términos de una
carencia de “lucidez intelectual y voluntad política” y, en ese momento, sugería un
programa de gasto del estatal muy ligth si consideramos que Krugman definía a la
recesión iniciada en 2008 como la mayor luego de la Gran Depresión de los años 1930.
(Bach, 2012).

Una reflexión más profunda sobre la crisis que atraviesa la economía oficial la propone
Skidelsky, en un artículo acerca del décimo aniversario de la quiebra de la banca de
inversión Lemahn Brothers en 2008. En el mismo afirma que “mientras que la Gran
Depresión de los años 1930 produjo la economía keynesiana, y la estanflación de los
propició el salvataje a los grandes bancos de inversión y compañías en quiebra llevando
adelante una fabulosa socialización de las pérdidas de aquellos que habían sido los
máximos responsables de la burbuja especulativa en el sector inmobiliario. Las políticas
fiscales de carácter expansivo tuvieron un lugar moderado y prácticamente se frenaron

8
Quantitive Easing (QE) se refiere a la política monetaria realizada por los Bancos Centrales que por lo
general recompran bonos de deuda para reducir la tasa de interés. A partir de la crisis de 2008, la FED
de Estados Unidos, emprendió el mayor rescate de bonos de la historia cerca de 3,5 billones de U$S.
Luego Europa inició a través del Banco Central Europeo una operatoria similar ante la crisis, aunque de
menor envergadura. http://www.laizquierdadiario.com/Giro-historico-en-la-politica-monetaria-de-la-
Reserva-Federal-norteamericana
en 2010, en gran medida como consecuencia de los límites del endeudamiento de los
Estados, que multiplicaron sus deudas al absorber las pérdidas privadas viendo de esta
manera acotados sus márgenes para seguir ampliando el déficit fiscal. Krugman pareció
desconocer esta nueva situación y planteó el problema simplemente en términos de una
carencia de “lucidez intelectual y voluntad política” y, en ese momento, sugería un
programa de gasto del estatal muy ligth si consideramos que Krugman definía a la
recesión como la mayor luego de la Gran Depresión de los años 1930. (Bach, 2012).

Una reflexión más profunda sobre la crisis que atraviesa la economía oficial la propone
Skidelsky, en un artículo acerca del décimo aniversario de la quiebra de la banca de
inversión Lemahn Brothers en 2008. En el mismo afirma que “mientras que la Gran
Depresión de los años 1930 produjo la economía keynesiana, y la estanflación de los
años 1970 dio lugar al monetarismo de Milton Friedman, la Gran Recesión no ha
generado ningún giro intelectual similar”.

La respuesta que ensaya el biógrafo de Keynes ante la falta de grandes ideas en el


cuerpo del maistream, no deja de meter el dedo en la llaga. Por un lado, sostiene una
vaga esperanza en que los neokeynesianos (Astarita, 2008) como Krugman, sean
capaces de incorporar a sus modelos la “incertidumbre radical”, una forma de aceptar la
existencia del caótico movimiento del capital ficticio9 y, por el otro, aún reconociendo
que este “retoque” del modelo es insuficiente y, sin dar fundamentos, expresa sus
deseos de una política intervencionista más sostenida, aunque sin mucha confianza en
que siquiera el mainstream esté dispuesto a realizar cambios (Skidelsky, 2018. “Cómo
sobrevivió la economía a la gran crisis”).

Pero volviendo a la analogía histórica del biógrafo de Keynes, allí se dejan planteados
dos aspectos que nos parecen importantes destacar. Por un lado, si el mainstream no ha
sido capaz de generar una nueva “gran idea”, uno de los motivos hay que buscarlo en el
plano de la política económica desplegada por los gobiernos y Estados para salir de la
gran recesión que iniciara en 2008. La decisión política de rescatar a los grandes bancos
y algunas multinacionales, con la mayor emisión de dólares de la historia (QE) en los

9
Marx se refería al capital ficticio para designar a aquellos activos financieros (acciones, títulos públicos,
bonos, etc.) cuyo valor no se condice con ningún valor real en términos de tiempo de trabajo respecto
de los activos que representan.
Estados Unidos, combinada con planes de ajuste durísimos en los países más golpeados
por la crisis en la Unión Europea (Grecia, Portugal, España, entre otros) y más adelante
con emisión monetaria del BCE, fue la política que prevaleció ante la crisis (Bach,
2012). Con esta política se pone de manifiesto que el mainstream recurrió a una de las
lecciones que Milton Friedman sacara de los errores de los Estados durante la Gran
Depresión, nos referimos al hecho de haber mantenido durante mucho tiempo las tasas
de interés muy altas; por eso, esta vez se necesitaba un shock monetario expansivo que
llevaron a las tasas casi a cero. La paradoja, tal vez, sea que esta política fue aplicada
por un neokeynesiano como Bernanke al mando de la FED. Con una política tan
conservadora enfocada en socializar las pérdidas de los sectores más concentrados de la
economía, aquellos responsables de la burbuja especulativa y de su estallido, se puede
encontrar una explicación de por qué el maistream se mantuvo aferrado a su cuerpo
teórico, incluso a partir de los resultados que evitaron el peor escenario, reforzaron el
statu quo académico.

Pero la política de salvar a los bancos, mientras miles eran desalojados por no poder
pagar las hipotecas y crecía el desempleo, para dar luego lugar a una frágil recuperación
económica con altos niveles de empleo precario y un sector que nunca más volvió a
buscar trabajo, a su vez, con un salto en los niveles de desigualdad en la distribución de
la riqueza (Informe sobre la Desigualdad Global, 2018), fue minando la confianza en los
gobiernos (centroderecha y socialdemócratas) que históricamente han aplicado la teoría
económica oficial.

Con el paso del tiempo se ha ido gestando una mayor polarización política y social que
se empieza a expresar en el plano de las ideas. En este sentido, el mainstream se ve
golpeado por derecha con un cierto resurgir de la escuela liberal austríaca como
también, por izquierda, emerge una creciente influencia de las ideas socialistas que han
despertado la preocupación de los líderes mundiales desde Trump a Putin (The
Economist). Entre estos dos polos, desde el sector neokeynesiano, se empiezan a
reflotar ideas de una mayor intervención del Estado asumiendo el cobro de impuestos a
las multinacionales (Stiglitz, Clarín 2019) o la dirección de áreas de servicios o
estratégicas de la economía (Krugman, NYT dic. 2018) que incluso ni el propio Keynes
recomendaba a viva voz en los caóticos años de 1930. Las sugerencias de los
neokeynesianos expresan cierta preocupación por el avance de las ideas socialistas en
amplios sectores de la juventud en todo el mundo y, en especial, en los Estados Unidos.
Esta especie de vuelta a Keynes es otra forma de confirmación de los estrechos límites
del cuerpo oficial para generar en pleno siglo XXI una “nueva gran idea”, mientras
continúa como un conjunto de ideas y recetas económicas que acompañan la decadencia
del proyecto neoliberal, profundizando incluso su impotencia ante los nuevos escenarios
de desaceleración de la economía mundial (Krugman, NYT sep. 2018).

Un segundo motivo que explica la falta de una “gran idea” se encuentra indagando, una
vez más, en el carácter mismo de la teoría económica oficial que se erige como una
apología del capitalismo, que oculta la explotación (apropiación del trabajo ajeno del
asalariado por parte del empresario) y naturaliza las relaciones sociales capitalistas
volviéndolas eternas. El abandono de la economía política clásica de toda pretensión
científica en los inicios del siglo XIX, cuando las investigaciones en la Ley del Valor
trabajo acercaban a Ricardo a una explicación sobre la relación entre la ganancia y el
trabajo no pago a los asalariados, el mismo capitalismo comenzaba a demostrar que era
una nueva formación social basada en la explotación del hombre por el hombre, no se
detuvo con el paso del tiempo, su obstinación por defender los intereses de la clase
dominante la han hundido en un compendio de ideas “a-teóricas” y su decadencia como
ciencia se perpetúa hasta nuestros días.

Para finalizar, a lo largo de estos apuntes hemos ido exponiendo las ideas centrales de
Keynes en un contexto histórico, mostrando los contrapuntos con la ortodoxia de su
época y el devenir del cuerpo teórico keynesiano -en sus principales líneas- a lo largo de
los cambios ocurridos en el capitalismo hasta la actualidad. Indagamos sobre sus límites
teóricos como en sus intenciones políticas a modo de contribución a una lectura
contextualizada en términos históricos y de acuerdo a identificar los intereses de clases
que subyacen en las escuelas y pensadores de la economía. Esperamos que estas páginas
contribuyan en la Universidad a abrir los espacios de reflexión, intercambio y discusión
que se necesitan acordes a los tiempos que corren. Desde mi lugar encaro este desafío
siguiendo los pasos de la crítica de la economía política que iniciara Marx, porque de lo
que se trata es de desnaturalizar las formas del capital y develar el contenido de sus
leyes propias, no sólo para anticiparse a ellas, sino también para dar lugar a las “grandes
ideas” que pueden orientar a una solución de fondo a los problemas del capital partiendo
de los enormes saltos en la productividad del trabajo y en los avances tecnológicos que
pueden abrir una nueva perspectiva histórica como parte de reorganizar la economía y la
sociedad en beneficio de las mayorías trabajadoras y populares.
BIBLIOGRAFÍA

Astarita, Rolando. Keynesianos, poskeynesianos y keynesianos neoclásicos. Apuntes de


Economía Política. Ed. Universidad Nacional de Quilmes, Bernal. Año 2008.

Bach, Paula. Keynes, el Marxismo y Nuestra Época. Revista “Lucha de Clases, N° 9.


Segunda Época. Junio 2009.

Bach, Paula. Economía, política y guerra: ese oscuro objeto (neo)keynesiano. Revista
Estrategia Internacional. Septiembre 2012.

Krugman, Paul. Acabad ya con esta crisis. Ed. Crítica. Año 2012.

Krugman, Paul. Por qué conviene tener una economía mixta. New York Time, 26 de
diciembre de 2018.

Krugman, Paul. ¿Una recesión de mezcla heterogénea? New York Time, 19 de


septiembre de 2018. https://www.nytimes.com/2018/09/19/opinion/a-smorgasbord-
recession-wonkish.html

Harvey, David. Breve Historia del Neoliberalismo. Ed. Akal. Año 2005.

Maiello, Matías; Albamonte, Emilio. Estrategia Socialista y Arte Militar. Ed. IPS, 2017.

Kicillof, Axel. La macroeconomía después de Lord Keynes. Documentos CEPLAD.


Julio 2004.

Kicillof, Axel. Fundamentos de la Teoría General. Ed. Eudeba, 2007.

Kicillof, Axel. Siete Lecciones de Historia del Pensamiento Económico. Ed. Eudeba,
2010.

Marx, Karl. El Capital. Epílogo a la Segunda Edición, El Capital, Libro Primero, 1873.
Ed. Siglo XXI.

Roberts, Michael. La macro, cuál es la gran idea. Blog:


https://thenextrecession.wordpress.com/. 23 de enero de 2018.

Skidelsky, Robert. Keynes. Alianza Editorial 1994.

Skideslky, Robert. Cómo sobrevivió la economía a la crisis económica. Publicado en


https://www.project-syndicate.org/, 18 de enero de 2018.

Stiglitz, Joseph. ¿Cómo cobrarles impuestos a las multinacionales? Clarín 24 de febrero


de 2019. https://www.clarin.com/economia/cobrarles-impuestos-
multinacionales_0_zwTUNChZS.html
The Economist. Millennial Socialism. 14 de febrero de 2019.
https://www.economist.com/leaders/2019/02/14/millennial-socialism

Ugarteche, Oscar. Historia Crítica del FMI. Ed. Capital Intelectual. Año 2016.

También podría gustarte