Está en la página 1de 21

El país invisible.

qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 81

LA DESINDuSTrIALIZACIóN
EN ArGENTINA

¿Agresión a la manufactura o
reestructuración capitalista?*

Juan Grigera

1. Introducción
La tendencia de cambio industrial a nivel internacional más impor-
tante del último cuarto de siglo se conoce bajo el nombre de “desindus-
trialización”. El peso relativo del sector manufacturero en las economías
de todo el mundo ha venido disminuyendo considerablemente desde me-
diados de la década de 1970. Junto a un fuerte proceso de reestructura-
ción, éste ha perdido su clásico liderazgo en la generación de empleo y
producto, además de contraerse frente a otros sectores.
La desindustrialización también se ha convertido en la caracteriza-
ción dominante de la evolución del sector industrial argentino desde me-
diados de la década de 1970, aun estando rodeada de polisemias y ambi-
güedades. En este artículo describiremos primero las peculiaridades que
la utilización del concepto tiene en el debate argentino para luego avan-
zar en una crítica a la misma y más ampliamente a los usos generaliza-
dos del término.
La necesidad de revisar este problema surge de la difusión que ha
tenido el término para la explicación de una variadísima cantidad de fe-
nómenos. y particularmente de su rol central en las explicaciones sobre
la evolución de la acumulación en Argentina en el último cuarto de siglo,

* Este texto intenta presentar una apretada síntesis, como se verá, de una proble-
mática extensa que ha sido además investigada por el autor en detalle en un nú-
mero de publicaciones que conformarán pronto su tesis doctoral.

81
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 82

fundamental, aunque no exclusivamente, para el espectro heterodoxo o


“progresista”.
En la primera sección, entonces, revisaremos brevemente las que
identificamos como las conceptualizaciones más usuales sobre el devenir
de la acumulación en Argentina o, en otras palabras, su desarrollo econó-
mico. Identificaremos particularmente una tendencia que ha identificado
como movimientos especulares al crecimiento de la “acumulación finan-
ciera” y a la declinación de la industria manufacturera. Esta identificación
se ha vuelto hegemónica y mostraremos a continuación cómo introduce
una serie de desplazamientos y polisemias en el término “desindustriali-
zación” respecto de como ha sido concebido en el debate internacional. En-
tre los variados malentendidos que identificaremos, le dedicaremos espe-
cial atención al que presenta a la desindustrialización no ya como un
proceso sino como una política deliberada de la burguesía local o de la dic-
tadura. En este contexto, discutiremos además las conclusiones progra-
máticas de este diagnóstico, en particular las de quienes concluyen que el
plan de acción para revertir la caída en el crecimiento del capitalismo ar-
gentino es un programa de reindustrialización. Finalmente, concluiremos
recapitulando una perspectiva general del problema de la industrializa-
ción y la desindustrialización.

2. Acumulación y desindustrialización
Para entender la relevancia que la desindustrialización ha tomado
como concepto es necesario situar su uso en el contexto de las explica-
ciones del ciclo de estancamiento económico del último cuarto de siglo.
Las múltiples periodizaciones sobre ciclos y crecimiento en Argentina
polemizan sobre los puntos de inflexión a identificar en los primeros dos
tercios del siglo XX (para una reseña de las más relevantes véase Della
Paolera y Taylor 2003), pero coinciden (silenciosamente a veces) en un
último ciclo descendente que comienza en 1975 o 1976 (Villarroya 2006).
Estos acuerdos, sin embargo, acaban al momento de identificar las cau-
sas de este ciclo y entran en juego las miradas de más largo plazo sobre
la dinámica de los modos de acumulación.
En el terreno de los modelos que abordan el problema de la acumu-
lación de capital en Argentina, tengan éstos motivos analíticos o indisi-
muladas intenciones de elaborar programas que contribuyan a su acele-
ración, se pueden identificar tres grandes corrientes. En primer lugar,
podemos mencionar la vertiente liberal, para la cual la acumulación de
capital en un país con los recursos naturales y el capital humano de Ar-
gentina debiera tener mejor desempeño que el que ha tenido. En este
modelo los límites de la acumulación están dados por el nivel de ahorro
y de inversión extranjera directa, pero también (y por sobre todo) expli-
can estos límites recurriendo a una letanía de quejas sobre los impedi-

82
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 83

mentos y deformaciones introducidas exógenamente por el estado (Díaz


Alejandro 1970; Gerchunoff y Llach 1998). un segundo grupo de expli-
caciones, proveniente de la tradición estructuralista, ha intentado expli-
car la dinámica de la acumulación en Argentina a partir de la balanza
comercial y la disponibilidad de crédito. El sector externo manifestaba
las restricciones estructurales al crecimiento presentes en la configura-
ción de los sectores exportador e importador y el tipo de cambio podía
servir de variable de balance temporal en inevitables ciclos de stop & go
(Braun y Joy 1981; Katz y Kosacoff 1989). Por otra parte, el mercado de
capitales se habría vuelto particularmente relevante durante la crisis de
la deuda de la década del ochenta para entender la inflación y otras va-
riables macroeconómicas (Frenkel 1990).
Finalmente, nos encontramos con el modelo populista. Con cierta
influencia de la CEPAL y de la escuela francesa de la regulación, la ex-
plicación del decline argentino es, según este modelo, el resultado de un
cambio en el patrón de acumulación (al que llaman “modo” o “modelo”)
desde 1976 (Basualdo 2006; Schvarzer 1996; Schorr 1996; Ferrer 1989).
Este modelo descansa sobre dos conceptos complementarios: el modo de
acumulación financiero y el proceso de desindustrialización. Así, el
abandono de la sustitución de importaciones es vehiculizado por la dic-
tadura militar, que inaugura una serie de reformas estructurales ten-
dientes a garantizar el predominio de la valorización financiera (aper-
tura financiera, fuga de capitales al exterior, endeudamiento externo,
todo esto resumido en un “rol hegemónico del capital financiero”), luego
profundizadas por el menemismo (por ejemplo, mediante la privatiza-
ción de empresas públicas) y la virtual desaparición de la promoción in-
dustrial de la agenda.
Este último diagnóstico ha resultado altamente productivo en tanto
relato completo del devenir de la macroeconomía argentina. Es decir que
ha podido incorporar con éxito explicaciones sobre el modo de endeuda-
miento externo (Basualdo 1987; Basualdo y Kulfas 2000), los patrones de
distribución del ingreso (Basualdo 2008, 1992), la privatización de em-
presas públicas (Azpiazu 2002), la dinámica del mercado de trabajo
(Schorr 1996; González 2008) y las modalidades del conflicto social (De-
lamata 2004; Lobato y Suriano 2003). Esta interpretación ha tenido tam-
bién un alto impacto en el discurso académico y en el de las organizacio-
nes sociales y sindicales, además de formar parte de la narrativa de
gobiernos recientes.
Como vemos, en este último relato acerca de la acumulación en Ar-
gentina, la evolución del sector industrial se encuentra en el centro de la
explicación. Sin embargo, la importancia del debate sobre la evolución de
la industria no se limita a este caso sino que es más amplia. El supuesto
de que la argentina es una economía con una considerable tradición in-
dustrial para los estándares de América Latina se halla generalizado, es-
pecialmente porque, en la posguerra y hasta mediados de los setenta, la

83
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 84

industria manufacturera explicaba buena parte del crecimiento económi-


co y la creación de empleo (Chudnovsky et al. 1996; Kosacoff 1998). Así se
ha venido a completar, entre otras, la periodización establecida en los
años cincuenta por la CEPAL, agregando la desindustrialización a partir
de 1976 a las etapas agroexportadora (1870-1930) y de industrialización
por sustitución de importaciones (ISI) (1930-1976).
Ahora que hemos descripto brevemente el lugar que ocupa el sector
industrial en las explicaciones generales sobre la evolución de la econo-
mía argentina y la relevancia que ha tomado en los análisis del desarro-
llo local, pasaremos a profundizar en sus significados.

3. Polisemias y desplazamientos
El hecho es que, a pesar de la centralidad de la desindustrializa-
ción en los análisis mencionados, un oscuro núcleo de ambigüedades
recorre su formulación. Bajo la idea de desindustrialización se esconde
un conjunto bastante amplio y diverso de fenómenos.
Para comenzar por el principio de este enredo, distingamos primero
entre tres usos y avancemos luego en entender sus interrelaciones. Di-
gamos primero que la abrumadora mayoría de la literatura internacio-
nal, cuando se refiere a desindustrialización, se refiere a la contracción
relativa de los sectores manufactureros en relación con los servicios, en
términos de contratación de mano de obra, de precios relativos o de pro-
ducto. Este fenómeno es extremadamente importante en todo el mundo
y ha dado lugar a fructíferos debates sobre sus causas y patrones, que re-
sumiremos brevemente más abajo. En el debate local, en cambio, cuan-
do se habla de desindustrialización se la entiende generalmente como la
reversión de un proceso de industrialización, es decir, como sinónimo de
reprimarización de la economía de un país. La distancia entre ambas
concepciones es enorme, aunque veremos que ambas terminan conecta-
das de modos peculiares. Finalmente, en los estudios de caso y en la li-
teratura sociológica se habla de desindustrialización en un sentido aco-
tado del término para referirse al cierre de una planta importante o de
algún enclave industrial en una región y los consecuentes impactos so-
ciales derivados de esta destrucción localizada de fuerzas productivas.
Estas tres dimensiones no pretenden ser en modo alguno una clasi-
ficación fenomenológica de los usos del término “desindustrialización”.
La intención, por el contrario, es comenzar este debate delimitando ana-
líticamente los distintos supuestos, predicciones empíricas e implican-
cias de cada caso. Pues lo cierto es que en el debate local estos tres con-
ceptos analíticamente distintos aparecen entremezclados y se opera un
conjunto importante de desplazamientos conceptuales o, en otras pala-
bras, se utiliza el término “desindustrialización” en cualquiera de estos
sentidos como si fuesen intercambiables o esencialmente iguales. Por es-

84
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 85

to debemos comenzar por señalar las importantes diferencias analíticas


y desmontar en primera instancia el armado engañoso que permite la
polisemia del término y su utilización como concepto “paraguas” que pro-
yecta un falso consenso y permite la falaz corroboración del fenómeno en
un armado profundamente ecléctico.
Si hubo quienes entendieron la industrialización como el aumento
de aquello que los censos industriales llamaban “industrias” (Dorfman
1970), no es de extrañar que exista una concepción equivalente de des-
industrialización. En el nivel agregado aparece de modo implícito esta
concepción de la industrialización y es así que la mayor parte de los tex-
tos incluye la caída del número total de establecimientos como parte de
la evidencia acerca de la desindustrialización. Esta “comprensión” del
fenómeno es incapaz de distinguir (y, por tanto, confunde) entre el re-
troceso absoluto del sector manufacturero y los procesos de centraliza-
ción y/o concentración del capital. Pero, más frecuentemente, esta idea
aparece restringida espacialmente, es decir, en aquellos estudios que
entienden la desindustrialización como el cierre de una planta impor-
tante o de algún enclave industrial en una región. Este uso en la litera-
tura sociológica resulta muy relevante y de interés para analizar, entre
otros aspectos, el impacto del cierre de polos o enclaves industriales so-
bre el mercado de trabajo (por ejemplo, yPF en varios lugares del país),
aunque no guarda relación analítica alguna con los otros conceptos, es
decir, no constituye en modo alguno una confirmación de estos últimos.
En otras palabras, a pesar de las referencias explícitas al mismo térmi-
no, este uso no se vincula con los otros dos sino por medio de la falacia
de la composición (que suplanta muchas veces el soporte teórico en tan-
tos estudios de caso). Encontrar y documentar casos de cierre de plan-
tas y de enclaves e indagar en sus múltiples impactos guarda un inte-
rés enorme en sí mismo, aunque en nada constituye una confirmación
del fenómeno general, pues el mismo tipo de impactos se da ante fenó-
menos diversos, como los de relocalización.
De otro marco parten aquellos que comprenden la industrialización
como un proceso general, macroeconómico, como un cambio fundamental
en la estructura económica del país, y consecuentemente analizan la de-
sindustrialización a partir del impacto que genera sobre las variables ma-
croeconómicas. Aquí podemos situar otros dos conceptos ya mencionados:
la desindustrialización como contracción relativa del sector manufacture-
ro frente a otros sectores y la desindustrialización como retroceso absolu-
to del sector industrial. Para estos últimos, la desindustrialización consis-
tiría en un proceso general de reprimarización de la economía de un país,
lo que debería implicar la reversión de los cambios operados por la indus-
trialización (sus “externalidades buenas”): una reversión de las tendencias
hacia la mayor “modernización”, una reagrarización de la población o una
declinación de la urbanización, una transformación del mercado de traba-
jo (desproletarización), unos cambios profundos en las formas de acumu-

85
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 86

lación del capital, una caída de los salarios y consecuente transformación


de los patrones de distribución del ingreso, etcétera. Aunque éstos eviten
desplegar todas estas consecuencias, la idea de desindustrialización como
reversión de la industrialización resuena sobre otra asociación muy fuer-
te: la de industrialización igual a desarrollo (Lewis 2007; CEPAL 1969). La
desindustrialización ocupa el mismo lugar que Korol y Sábato (1990) se-
ñalaban para una industrialización fallida: “La imagen de un retrasado,
débil, incompleto y truncado proceso de industrialización ha sido asociada
con el destino frustrado de la Argentina”.1 Si la industrialización era la
fuerza capaz de impulsar el desarrollo económico (una asociación cons-
truida especialmente a partir de la influencia del estructuralismo cepali-
no y los dependentistas en los sesenta), entonces no es de extrañar que la
desindustrialización se convierta en sinónimo de estancamiento y se pre-
sente como razón suficiente del subdesarrollo.
Sin embargo, pese a la evidente distancia analítica entre estas con-
cepciones, es necesario señalar inmediatamente que el relato populista
acerca de la acumulación suele indiferenciarlas y/u operar desplazamien-
tos conceptuales entre unas y otras. Así es que, por ejemplo, presenta un
conjunto de evidencias que se ajustan perfectamente a una caída relativa
del empleo y/o producto industrial, nombra este fenómeno como desindus-
trialización y luego desplaza este significado al concluir que existe un pro-
ceso de reprimarización. y este desplazamiento, vale aclarar, no sucede so-
lamente en los textos de divulgación ni es el producto de la vulgarización
de esta literatura, sino que, por el contrario, es parte integrante de su for-
mulación desde sus textos fundacionales académicos.
De este modo, desenmarañando el término, hemos develado el se-
creto del éxito explicativo del relato populista acerca de la acumulación:
un profundo eclecticismo. Al utilizar un concepto “paraguas” como el de
desindustrialización es capaz de reunir un grupo de fenómenos y estu-
dios analíticamente distintos para apoyar una conclusión y un relato
que carece de sustento. En lo que sigue, advertidos de esta operación,
analizaremos otros aspectos problemáticos.

4. La desindustrialización como fenómeno internacional


El contexto fuertemente parroquial y localista en que se ha desa-
rrollado el debate sobre la desindustrialización en Argentina ha condu-
cido a ignorar el desarrollo teórico y comparativo internacional, creando
dos problemas que resultan de extrema importancia. En primer lugar, el

1 No podremos referirnos en esta oportunidad a otro desplazamiento, desde cier-


to consenso en la literatura previa a los noventa sobre los problemas de la in-
dustrialización trunca hacia otro posterior sobre la desindustrialización. obvia-
mente, el segundo consenso desconoce el primero.

86
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 87

desconocimiento del debate internacional, además de un evidente de-


sacierto en términos de oficio académico, cumple un rol en el sosteni-
miento de la “falacia de la peculiaridad”.2 Al presentar el caso argentino
aisladamente, la desindustrialización puede explicarse por coyunturas o
procesos meramente nacionales (véanse más abajo las desviaciones poli-
ticistas que solo son posibles gracias a esta operación), sin captar lo ver-
daderamente peculiar del proceso local que se pueda desprender del con-
traste con otros procesos de su misma clase. En segundo lugar, la falacia
de la peculiaridad abona el terreno de la ataxia causal mediante la cual
la desindustrialización puede estar en el centro de la explicación del es-
tancamiento argentino sin calificación alguna. Es decir, después de des-
vincular la formación social argentina del mercado mundial y de los pro-
cesos internacionales, cualquier causa se torna igualmente buena. La
jerarquización de relaciones causales se aplana por carecer de compara-
ciones válidas y abre la puerta de cierto “fatalismo” criollo.
En otras palabras, si los efectos cruciales de la desindustrialización
local se encuentran aquí y también en las economías industrializadas,
entonces no puede argumentarse que esta sea el producto de las condi-
ciones locales, como la decisión irracional de la dictadura de “agredir”
(sic) al sector industrial. Sin atender tanto a los dictámenes del merca-
do mundial como al modo particular en que estos se articulan en el caso
local, se cae en el absurdo de explicar fenómenos como la reestructura-
ción capitalista a nivel mundial posterior a la crisis de 1973 como una
(¿errada? ¿pérfida? ¿antinacional?) decisión local. Además, restaurando
cierta jerarquía a la causalidad, no solo Argentina es una parte inte-
grante del sistema capitalista en un contexto de creciente internaciona-
lización del sistema como un todo, sino que la dinámica del sistema está
centrada en otros países de mayor peso. Las economías más pequeñas,
como la local, tienen opciones limitadas.3
El debate internacional sobre la desindustrialización ha estado cen-
trado en intentar explicar la tendencia mundial a la contracción relativa
de los sectores manufactureros frente a los servicios. Pero en este caso ve-
remos que la desindustrialización dista enormemente de ser sinónimo de
una catástrofe causante de estancamiento o subdesarrollo.

2 Para una crítica más extensa de este modo de razonamiento y otro caso impor-
tante de esta falacia, véase en este mismo volumen el artículo de Valeria Ianni.
3 Esta afirmación se convierte también en una elemental premisa metodológica
en contra de las comparaciones descontextuadas. Azpiazu y Schorr (2010: 20),
por ejemplo, comparan el idílico crecimiento de 1964-74 del 5% anual con un de-
sempeño posterior inferior (aunque en algunos períodos, como 1989-98, esta ta-
sa fue del 4,5% anual). Sin embargo, una mínima contrastación con el contexto
internacional puede servir para entender estas cifras en contexto: para 1964-74
el crecimiento promedio del PBI mundial es del 5,3% anual, mientras que para
1974-89 es del 3,05% y en la década del ochenta del 2,7% (Maddison 2003).

87
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 88

En el período posterior a la crisis de 1973, el empleo manufacturero


ha presentado una marcada tendencia hacia la baja relativa en todos los
países industrializados (rowthorn y ramaswamy 1997). Este fenómeno
se comprueba como una tendencia a partir de los años setenta. En las 23
economías más avanzadas, éste cayó un 35% en promedio, pasando de re-
presentar el 28% del empleo total en 1970 al 18% en 1994. Al mismo
tiempo, desde los años sesenta se comprueba la expansión persistente
del empleo en el sector servicios: en el caso de los Estados unidos, estas
cifras pasaron del 56% en 1960 al 73% en 1994 (rowthorn y ramas-
wamy 1997).
Dejando de lado las caídas de corto plazo o cíclicas que podrían ses-
gar el fenómeno, a partir de esta comprobación empírica la literatura po-
ne en entredicho su significado preciso. En primer lugar, se debate si el
peso relativo del empleo manufacturero (porcentaje de empleo manufac-
turero / PEA) es indicador suficiente de cambio industrial. rowthorn y
ramaswamy (1997) entienden este fenómeno como la “consecuencia na-
tural de la dinámica industrial”. A este respecto ha sido Palma (2005)
quien operacionalizó esta idea general, con la intención de captar cam-
bios en la industrialización por fuera de los cambios relativos en el em-
pleo. Palma construyó esta “evolución normal esperada” del sector in-
dustrial a partir de clasificar los países según sus ingresos per cápita y
sus proporciones de empleo manufacturero. Esta evolución resulta en
una curva con la forma de una u invertida donde, a medida que los paí-
ses van aumentando su ingreso per cápita, su empleo manufacturero pri-
mero va creciendo (se industrializan) y luego cae a partir de cierto pun-
to de ingreso y empleo. Palma entiende que esta evolución esperada es
una entre cuatro causas de desindustrialización, entre las que incluye
también la declinación del empleo manufacturero antes de tiempo y lo
que se conoce como “enfermedad holandesa”, es decir, el crecimiento re-
pentino de algún sector primario.
En el terreno de la explicación causal es nuevamente rowthorn
quien ha sido pionero. éste demostró que la proporción de producción fí-
sica (PBI a precios constantes) entre servicios y manufacturas se ha
mantenido estable a lo largo del tiempo y, para explicar los cambios en
empleo y en precios relativos, retomó lo que se conocía como “enferme-
dad de Baumol” (Baumol 1967). Esta consiste fundamentalmente en pos-
tular que los costos de los sectores de servicios tienden a aumentar en
términos relativos por pertenecer a actividades económicas “tecnológica-
mente estancadas”, con mejoras esporádicas en la productividad, y ab-
sorber por lo tanto mayores cantidades de empleo que las actividades
“tecnológicamente progresivas”, productores de bienes, con avances tec-
nológicos regulares. Baumol, entonces, predice un crecimiento relativo
del empleo en el sector servicios como consecuencia de esta diferencia en
productividad, un aumento relativo de la productividad del sector ma-
nufacturero y un aumento de los precios relativos de los servicios. El au-

88
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 89

mento sostenido de la productividad en los sectores manufactureros ex-


plica, en este modelo, tanto la reducción del número de establecimientos
como la cantidad de mano de obra ocupada (y obviamente el diferencial
de precios relativos). rowthorn y ramaswamy estiman que dos tercios
de los datos sobre “desindustrialización” (caída relativa del empleo ma-
nufacturero) de los países industrializados pueden explicarse por este di-
ferencial de productividad (enfermedad de Baumol) y que el tercio res-
tante responde a otras causas como cambios en el consumo (ley de
Engel), cambios en la estructura de exportaciones y cambios meramente
contables (en las cuentas nacionales, la tercerización de servicios antes
in-house en empresas manufactureras genera la fantasía contable de
cambios en el empleo / productividad).
Sobre este último debate aún se ha avanzado insuficientemente. Sin
embargo, Tregenna (2008) ha demostrado, mediante el cruzamiento de
datos de encuestas de hogares y empleo, que, al menos para el caso de
Sudáfrica, el crecimiento diferencial del mercado de trabajo del sector
servicios se debe fundamentalmente a la tercerización. El crecimiento
proporcionalmente más alto del empleo en el sector servicios se explica
en este caso en su mayor parte por la expansión de trabajos de limpieza
y guardias de seguridad, principalmente debido a los contratos de out-
sourcing de estas actividades desde el sector manufacturero y el sector
público. Por fuera de este efecto el crecimiento del empleo sigue las mis-
mas tasas en el sector servicios y la industria. En este sentido, este mé-
todo (que aún no ha sido replicado en otros casos) sostiene el argumento
de quienes insisten en señalar sesgos al realizar comparaciones diacró-
nicas en el largo plazo y entienden la desindustrialización como un “ar-
tefacto estadístico”.
En el terreno de los problemas estadísticos es interesante tomar en
cuenta las consideraciones de Palma (1978: 915) sobre el sobredimensio-
namiento del sector manufacturero dentro el PBI bajo la ISI. La protec-
ción arancelaria generalizada tiene el efecto de elevar los precios (precios
monopólicos) y este fenómeno impacta también sobre las cuentas nacio-
nales. Al comparar diacrónicamente, este efecto también debería conside-
rarse, especialmente si la ISI dio lugar luego a economías abiertas.
Finalmente, en el terreno de las ilusiones estadísticas es necesario
señalar la debilidad de la taxonomía industria / agro en contextos de
agro capitalista de países como Argentina. Si bien la distinción entre sec-
tores tiene una larga tradición en economía, el preconcepto de que la pro-
ductividad del agro está siempre estancada es una herencia que debiera
revisarse. Más aún cuando los sectores industriales orientados a la ex-
portación (agroindustria y otros productores de commodities) suelen ex-
cluirse de los agregados industriales en muchos de los estudios citados.
La reciente renovación tecnológica del agro (con su creciente mecaniza-
ción y uso de agroquímicos) invita a considerar alternativas teóricas en
este punto para evitar subvaluar el aparato “industrial” local.

89
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 90

En suma, esta exposición de la evolución mundial del sector manu-


facturero después de la década de 1970 muestra que el fenómeno de la
desindustrialización ciertamente no se trata de una peculiaridad argen-
tina. Dejemos señalado hasta aquí que el diagnóstico local no se ha pre-
ocupado siquiera por comparar las tendencias mundiales con las locales
para intentar encontrar su especificidad, si la hubiere.

5. La desindustrialización como reprimarización


Pasemos ahora al análisis de la acepción dominante en el contexto
argentino del concepto de desindustrialización. Como hemos adelantado,
esta se basa en lo que podríamos señalar como un ceñimiento más in-
mediato al término: se la entiende como la reversión del proceso de in-
dustrialización.
¿Cómo construyen la imagen de la desindustrialización quienes se
ubican en esta vertiente? La evidencia es generalmente coincidente con
la que sostiene la discusión internacional antes mencionada, pero con al-
gunos nuevos elementos y obviamente distintas conclusiones. Además de
llamar la atención sobre la reducción, en este caso absoluta, del empleo
manufacturero, la evidencia presentada suele incluir la caída del valor
agregado total y la “reducción del espectro productivo” como parte de sus
“rasgos regresivos”. En este mismo conjunto incluyen a su vez la con-
centración sectorial y la repatriación de capital extranjero industrial
(Basualdo 2006). A su vez, los datos se presentan siguiendo el criterio de
los cambios institucionales, con poca o ninguna referencia a la evolución
de mediano plazo o de todo el período 1976-2001. De este modo, observan
que entre 1976 y 1983 el cierre de establecimientos manufactureros al-
canza los 120.000, la caída en la ocupación industrial es del 35% y el PBI
industrial pasa de representar el 26,9% del PBI total en 1976 a caer has-
ta el 23,8% en 1983. Durante el alfonsinismo esta caída continúa hasta
representar el 21,9%, acompañada de un 12% de reducción del empleo
del sector. Finalmente, los datos sobre el menemismo se analizan entre
1991 y 2001, la ocupación disminuye al 32,6% y el PBI manufacturero
termina representando el 15,3% del total (Azpiazu y Schorr 2010).
Analicemos estas cifras por un momento. ya hemos señalado lo irre-
levante de contar cantidades de establecimientos industriales (a excep-
ción de su relación con los fenómenos de concentración de capital), de
modo que podemos centrarnos en la caída absoluta del empleo. Por fue-
ra de los problemas ya mencionados en las cuentas nacionales es im-
portante analizar otro factor más, fundamental en el contexto de una
reestructuración capitalista: la productividad. Es curioso que, a pesar
de presentar los datos de su evolución, el análisis de ésta suele estar au-
sente. El hecho es que junto a la caída absoluta del empleo y, en menor
medida, a la caída del producto se verifica un aumento del volumen fí-

90
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 91

sico de la producción (o, hasta 1981, una disminución mínima). Por


ejemplo, Basualdo presenta los datos para el período 1974-83 y afirma
que el 37% de aumento de la productividad “no estuvo relacionado con
la expansión de la capacidad productiva sino con una mayor explotación
de los trabajadores, tanto en la extensión de la jornada laboral como por
una mayor intensidad del trabajo, especialmente en las grandes firmas
oligopólicas” (Basualdo 2006). Sin embargo, difícilmente se pueda redu-
cir el problema a un aumento de la plusvalía absoluta: la cantidad de
horas trabajadas por obrero aumenta, según sus mismos datos, un 5%.
Es decir, casi la misma producción física que en 1974 (un 9% menos) se
realiza en 1983 con 35% menos obreros, y en términos de horas traba-
jadas la producción física se realiza en 30% menos tiempo. Para reducir
el problema a un aumento de la plusvalía absoluta debiera explicarse
este último 30% de aumento en la productividad promedio del sector
por medio de la intensificación de los ritmos de trabajo (esto último,
además, en las grandes firmas oligopólicas). De comprobarse la ausen-
cia de renovación tecnológica, la eficiencia capitalista de las industrias
de 1974 entraría por lo menos en entredicho.
Claro que el conjunto de la “evidencia” no se limita a esto último. A
la “desindustrialización del empleo” se suma una “desindustrialización
del PBI”, es decir, la disminución paulatina de la proporción del PBI ex-
plicada por el producto manufacturero. ya hemos mencionado que este
fenómeno se comprueba internacionalmente y que, por tanto, cualquier
examen debiera ser hecho a la luz de las tendencias mundiales. En par-
ticular porque algunas de las tendencias que explican este fenómeno
global se encuentran presentes, y de modo relevante, localmente. En
primer lugar, la caída relativa del PBI industrial en un contexto de au-
mento de la producción física solo puede deberse a que los precios rela-
tivos de las manufacturas caen vis a vis con los de otros bienes de la eco-
nomía. En el caso argentino, esto se da junto con varios fenómenos:
(a) un aumento sostenido de la productividad (más arriba mencionamos
este fenómeno durante la dictadura, agreguemos que el crecimiento
promedio de la productividad horaria fue del 68% entre 1991 y 2001
[Azpiazu y Schorr 2010]), con su efecto sobre los precios; (b) una altera-
ción de los precios relativos entre transables y no-transables gracias a
la apertura comercial y las coyunturas de revalorización de la moneda,
y (c) un abaratamiento de los precios de la energía con posterioridad a
las privatizaciones. Es decir, si bien no podemos abordar todas estas di-
mensiones aquí, alcanza con señalar que es insoslayable evaluar el con-
junto de estas tendencias para diagnosticar las causas de la reducción
relativa del PBI manufacturero.
También es importante que señalemos el uso antojadizo que hace es-
ta corriente de la periodización. Hemos dicho ya que, sin motivo sufi-
ciente, suele ceñirse a una división estanca de períodos institucionales.
Tribulaciones aparte de esta herencia decimonónica, algunas ambigüe-

91
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 92

dades resultan significativas. Por ejemplo, si bien la caída del empleo y


producto industriales comienza en 1975, estos toman 1976 como el co-
mienzo de la desindustrialización, aunque aquí y allí deslizan compara-
ciones con 1974 cuando se trata de encontrar mayores diferencias nu-
méricas. Equivalentemente, el primer período de caída no termina en
1983, junto con la “transición democrática”, sino en 1981, año que mar-
ca el comienzo de una recuperación. Tampoco parece interesante sacar
ninguna conclusión sobre la década del noventa mirando los valores en-
tre puntas de los años 1993 y 2001, año de la crisis, así como carece de
sentido hacer lo mismo para la década del ochenta, con la hiperinflación
de 1989. Insistamos: el problema de estas periodizaciones instituciona-
les es lo inapropiado del criterio del cambio institucional para analizar
los ciclos de la industria. La periodización, además, no es en modo algu-
no anecdótica o neutra, no cumple “meramente” un rol expositivo ni es
tampoco teóricamente independiente del estudio realizado, y muy espe-
cialmente cuando el análisis se centra en la evaluación de tendencias in-
traperiódicas. Azpiazu y Schorr sostienen, por ejemplo, que “cualquiera
sea la variable que se tome en consideración (PBI global e industrial,
ocupación y salarios, precios internos, distribución del ingreso, etc.) se
constata que los orígenes del ‘atraso argentino’ […] deben situarse a par-
tir del golpe de Estado de 1976” (Azpiazu y Schorr 2010). Sin embargo (y
esto no constituye de nuestra parte evaluación alguna sobre el impacto
y dirección de la dictadura), los criterios para situar el origen del “atra-
so” no son tan sencillamente coincidentes. Por ejemplo, ellos presentan
en la misma obra datos donde puede verse que el PBI global cae entre
1974 y 1976 y se recupera hasta 1980 y que el PBI industrial cae en 1974
y 1975 y se recupera en 1976 para caer nuevamente en 1977. Si tomá-
ramos salario real y distribución funcional del ingreso, entonces 1976 es
el año que inaugura su brutal transformación regresiva (González 2008;
Lindenboim et al. 2005). Pero obviamente la decisión no es evidente ni
equivalente “cualquiera sea la variable que se tome en consideración”,
máxime cuando la variable que efectivamente se toma en cuenta es la de
cambios institucionales. En suma, carecer de criterios adecuados de pe-
riodización es en todos los casos una fuente inagotable de ambigüedades
y comparaciones erróneas.
Esta literatura hace además una serie de observaciones de carácter
“cualitativo” sobre las transformaciones de la industria local. Frecuente-
mente, estos se refieren, por ejemplo, a la “regresividad estructural del
tejido fabril” tanto en la forma de su “desarticulación”, es decir, la regre-
sión de los back-links y forward-links de los que hablara Hirschman
(1968), como también en una valoración sobre el peso relativo de los sec-
tores (en la que el crecimiento de algunos resultaría perjudicial para la
estructura productiva). Algunas ramas contraen su producción en tér-
minos absolutos, principalmente la textil, la de la madera y una parte de
la metalmecánica. De este modo, el crecimiento relativo de los sectores

92
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 93

de “Alimentos, bebidas y tabaco” y “Productos químicos” es tildado de “re-


gresivo” pues “se caracterizan por presentar un reducido dinamismo en
materia de generación de cadenas de valor, empleo y desarrollos domés-
ticos de índole tecnológica” (Azpiazu y Schorr 2010). Estas apreciaciones,
sin embargo, se apoyan sobre una comparación diacrónica que resulta
cuanto menos dudosa y sobre un abuso del concepto de “sector”. En pri-
mer lugar, vale enfatizar que la “simplificación” es un proceso que tam-
bién se comprueba en muchos otros contextos como resultado de la in-
ternacionalización de la producción y la estandarización, es decir, del
abandono mundial de la estrategia de integración vertical (Thun 2008).
Tomar esta tendencia en abstracto, por lo tanto, carece de relevancia: la
simplificación en sí misma no es progresiva ni regresiva. En tal caso po-
dría tildarse de “regresiva” la práctica teórica de comparar cualitativa-
mente la dispersión sectorial o cualquier otro patrón que diferencia a la
industria contemporánea respecto de la industria de los años setenta sin
reconocer las enormes transformaciones operadas en el mercado mun-
dial después de la crisis de 1973.4 En segundo lugar, es necesario adver-
tir detrás del pesimismo sobre las industrias que procesan bienes pri-
marios una rémora de la máxima estructuralista del deterioro en los
términos del intercambio antes que propiamente una caracterización
cuidadosa del problema.5
En el mismo terreno de búsqueda de “progresos de la industria” nos
encontramos con la incorporación de los fenómenos de concentración y
centralización a las características de la etapa “desindustrializadora” co-
mo otro rasgo regresivo. Debemos señalar, en primer lugar, que esta ten-
dencia hacia una mayor centralización y concentración no tiene vincula-
ción estricta con el proceso de desindustrialización (a excepción de su
manifestación indirecta en la reducción de la cantidad de establecimien-
tos). Incluso puede decirse que podría esperarse un retroceso de la cen-
tralización y concentración en un contexto de genuina reversión de la in-
dustrialización. Pero, por sobre todo, es necesario enfatizar que todos los
procesos de industrialización en el mundo han implicado (e implicarán
en tanto se desarrollen bajo el capitalismo) fenomenales procesos de con-
centración y centralización. En suma, se trata de un fenómeno cuyo ca-
rácter “progresivo” o “regresivo” difícilmente pueda ser establecido de
antemano.

4 Entre otras, sostener la posibilidad de continuidad de la ISI mediante protección


aduanera sin reconocer el peso de los acuerdos multilaterales (e.g. oMC) en el
acceso a mercados.
5 Por ejemplo, Jorge Katz (2000) sostiene, refiriéndose al procesamiento de recursos
naturales, que “[l]os países de la región se han especializado en bienes de lento cre-
cimiento de demanda en los mercados mundiales”. La década que siguió a su es-
tudio fue suficiente refutación de este prejuicio cepalino (aunque, claro está, no
agote los debates propiamente teóricos sobre los términos del intercambio).

93
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 94

Esta última incoherencia del modelo de industrialización que estos


autores utilizan para contrastar con la economía argentina nos lleva a
una reflexión más general. recapitulemos para esto lo dicho hasta aquí:
si el debate internacional sobre la desindustrialización parte de recono-
cer el conjunto de transformaciones operadas en el sector en las últimas
décadas y un intento de caracterización y análisis causal de las mismas,
la desindustrialización en el esquema populista parte, por el contrario,
de negar estas transformaciones (al sostener que la ISI era viable, por
ejemplo) para acabar encontrándolas, documentándolas y dándoles un
sentido arbitrario. Dicho más sencillamente: comparan la industria ar-
gentina contemporánea con un modelo de industria / industrialización
inexistente y concluyen por esta vía que “el país ha sido desindustriali-
zado”. Así, por ejemplo, parten de la premisa, válida parcialmente en el
contexto de la ISI y abiertamente falsa desde 1973, de que “la industria
genera empleo”. Luego, al comprobar que el empleo cae, concluyen en-
tonces que la industria ha retrocedido. operan exactamente del mismo
modo cuando encuentran concentración y centralización, o cuando no en-
cuentran rasgos de integración vertical, o cuando encuentran desigual-
dades del ingreso. En suma, es su utopía de industrialización la que en
última instancia se ha desmoronado, no la industria.
¿Negamos entonces, por lo dicho hasta aquí, cualquier tipo de trans-
formación en la economía argentina? En modo alguno. Lo que entende-
mos, por el contrario, es que esta transformación solo se comprende co-
mo un proceso de reestructuración capitalista. La clave interpretativa
para desarmar los equívocos que el modelo populista de desindustriali-
zación introduce es entender que esta reestructuración capitalista que la
dictadura burguesa terrorista vehiculizó (doblegando a sangre y fuego la
resistencia obrera a los intentos previos de implementación) respondió a
los mandatos del mercado mundial y no a una irracional voluntad de
“agredir una estructura económica” (Azpiazu y Schorr 2010). Confundir
una reestructuración (cuyos éxitos son relativos) con la implementación
de una reprimarización para acabar con la lucha de clases solo es posi-
ble mediante el aislamiento sistemático de causas y tendencias que he-
mos mencionado.
Dos ejemplos más servirán para ilustrar mejor este argumento.
Cuando los autores que analizamos encuentran el desguace de algunas
ramas y el crecimiento y la promoción de otras, recurren a la explica-
ción politicista y a divisiones ad hoc dentro de los capitales manufac-
tureros (los buenos contra los malos, también llamados “oligarquía di-
versificada” o “grandes grupos económicos”). Sin embargo, el secreto de
este “tratamiento asimétrico” de ramas y empresas, incluyendo uno de
sus efectos más comunes (la centralización y concentración) o alguno
de los más extremos (como el desguace de ramas completas), es justa-
mente la reestructuración. La internacionalización de la producción
automotriz, por ejemplo, tiene un impacto sobre las pymes metalmecá-

94
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 95

nicas, fenómeno que por sí solo dificultosamente implique la crisis del


complejo automotriz.
El segundo terreno donde tener en cuenta la reestructuración capi-
talista resulta fundamental para no cometer errores interpretativos im-
portantes es el de la promoción industrial. El argumento populista es que
se desmanteló toda forma de promoción industrial en Argentina, inclu-
yendo la red institucional creada durante la ISI. El caso es mucho más
complejo y se puede resumir señalando que las leyes de promoción in-
dustrial en vigencia desde mediados de los setenta representan un cam-
bio de régimen respecto del período anterior, donde, por un lado, atraen
muchas veces más inversión privada que previamente y, por otro, se loca-
lizan en regiones alejadas del área metropolitana, Córdoba o rosario. Así,
en el caso de la promoción de Tierra del Fuego, vemos cómo se relocalizan
casi dos tercios de la producción de electrodomésticos del país, al tiempo
que las nuevas inversiones se ajustan a la internacionalización de la pro-
ducción antes que a la vieja integración vertical. La promoción de la in-
dustria realizada por la dictadura tenía entonces varias aristas explíci-
tas, además de la feroz represión al movimiento obrero, como las políticas
de reestructuración mediante relocalización bajo subsidios y programas.
Podría decirse incluso que estos programas de “segunda generación” son
la continuación coherente de la ISI antes que su opuesto, en la forma de
una reestructuración capitalista por relocalización.

6. La desindustrialización como política


El conjunto de críticas analíticas a la utilización de la idea de de-
sindustrialización en Argentina que desarrollamos no es independiente
del aspecto propiamente político (o, más precisamente, de agencia).
Nuevamente debemos hacer una consideración segmentada según el
significado de desindustrialización del que estemos hablando. En el caso
del debate internacional, al entender el fenómeno como consecuencia de
la dinámica del sector industrial en el mercado mundial, no queda abier-
ta la pregunta acerca de “quiénes”. Se trata, en este caso, de un proceso
anónimo e involuntario. Luego, en la literatura sobre cierre de polos o
enclaves, la causa inmediata se encuentra en decisiones gerenciales o
quiebras, ya sea como consecuencia de cambios coyunturales o de proce-
sos más generales.
Pero el debate que pasamos a analizar es el que refiere el modelo de
desindustrialización como reversión del camino del desarrollo a la que
supuestamente llevaba la ISI. En este caso, la búsqueda de agentes ha
conducido a responsabilizar a la dictadura de 1976. A pesar de que al-
gunos reconocen distintos límites a la ISI, el consenso que recorre este
modelo es que la ISI era viable y, por lo tanto, que la desindustrialización
no es el producto de crisis alguna. Es así que, al vaciar la explicación de

95
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 96

las verdaderas causas del fenómeno, el modelo populista plantea un fal-


so dilema, cuya solución es un deus ex machina: la última dictadura.
La peculiarización del caso argentino abre camino entonces a la “so-
lución” politicista. El “nuevo modo de acumulación” fue entonces “im-
plantado”, “impuesto”, “implementado”. La desindustrialización es pro-
ducto de la decisión política de una fracción de la clase dominante y/o del
estado. El estado, lejos de estar determinado o restringido por las rela-
ciones sociales, es, en esta visión, un instrumento libre que puede elegir
uno u otro modo de acumulación. Aún más, como su decisión consiste en
“desindustrializar” el país, estos “mecanismos implementados por la últi-
ma dictadura militar” pueden verse como una “agresión al sector manu-
facturero” o, en tanto el manufacturero era el sector hegemónico, como
una “agresión a la estructura económica”.
Esta versión politicista también incluye ocasionalmente alguna men-
ción a la racionalidad que habría perseguido la dictadura al “implemen-
tar” la desindustrialización. El plan respondería a su interés por “minar
los basamentos que habían viabilizado el crecimiento industrial […] y la
impronta contestataria” de una “sociedad articulada en torno al creci-
miento industrial”, donde el sector industrial era el “eje articulador y or-
denador de las relaciones socioeconómicas” (Azpiazu y Schorr 2010). El
estado es entonces capaz de encarar una agresión sistemática al sector
hegemónico (el “articulador de las relaciones socioeconómicas”), algo así
como dispararse en el pie. Pero además el argumento sostiene, en otras
palabras, que la dictadura desindustrializó, “destruyó la industria”, para
“desperonizar” o para minar el poder obrero. La lógica de esta argumen-
tación es equivalente a sostener que la burguesía, para acabar con el po-
der sindical, puede erradicar el trabajo, o que, para acabar con la lucha de
clases, decide autodisolverse. Evidentemente, sus formas de lucha son
otras, como vemos más abajo.
Pero además de las objeciones teóricas antes mencionadas (y en con-
sonancia con éstas), debemos decir que la operación instrumentalista se
fundamenta en bases que son empíricamente falsas. La política industrial
de la dictadura dista mucho de la abierta “destrucción del aparato manu-
facturero” y se encuentra, por el contrario, plagada de intentos explícitos
(con resultados de distinto éxito) de reestructuración capitalista del sector,
que obviamente incluyen intentos de minar el poder obrero. uno de los más
explícitos son los ya mencionados programas de promoción industrial cre-
ados en los tempranos setenta, que comenzaron a operar con peso efectivo
(atrayendo hasta el 90% de la inversión privada) después de 1978. La ca-
racterización de estos programas como producto residual de intentos des-
arrollistas se contradice con sus objetivos y dinámica. Hemos demostrado
en otro lugar que estos programas se convirtieron desde mediados de los
setenta en herramientas relevantes para reestructurar el sector industrial
argentino y doblegar las formas tradicionales de organización obrera. En
un contexto internacional cambiante, la necesidad de llevar adelante una

96
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 97

reestructuración capitalista ante la resistencia del movimiento obrero y


grandes secciones de capital fijo hundido llevaron a la burguesía industrial
a tomar varios caminos. La dictadura terrorista burguesa no solo ha repri-
mido al movimiento obrero, sino que también acompañó la reestructura-
ción con políticas que favorecían la relocalización y renovación productiva
mediante subsidios y programas de promoción. Es decir, estos programas
son una forma de continuación de la ISI antes que su opuesto y, en tanto
que reestructuración capitalista por relocalización, son una de las muchas
evidencias del contenido último de la política del Proceso.
otro aspecto clave de la política de la dictadura es su feroz repre-
sión al movimiento obrero organizado, junto con un golpe sin igual al
salario real. Muy difícilmente estas puedan encuadrarse como políti-
cas de “agresión a la industria”. Tampoco las asimetrías en la apertu-
ra comercial (que incluyó enormes protecciones de varios sectores ma-
nufactureros), los importantes subsidios, las regulaciones desiguales,
prebendas, etcétera. Incluso las privatizaciones menemistas, que, se-
gún el relato de Azpiazu y Schorr, significaron una transferencia neta
de activos al sector privado, facilitaron el ingreso de algunos capitales
a actividades clave para la acumulación y abarataron las tarifas de los
grandes consumidores industriales. Entonces, ¿de qué modo compati-
bilizan la existencia de todas estas políticas quienes parten de la pre-
misa de un ataque al sector manufacturero? Básicamente, sostienen
que han sido los “grandes grupos económicos” los beneficiarios de to-
das estas medidas, mientras que los pequeños “empresarios schumpe-
terianos” habrían sido sus víctimas. Nuevamente encontramos un des-
plazamiento: de la agresión a un sector se pasa a la agresión a una
fracción del sector. Pero, aun si ignoráramos esta diferencia semánti-
ca, es necesario señalar otra idea injustificada: ¿la industrialización
capitalista descansa sobre pequeños empresarios? o, formulada la pre-
gunta de modo inverso: ¿la letanía de quejas sobre la política pública
esconde tan solo una preocupación por la “desprotección” de pequeños
empresarios?
A la luz de estas conclusiones, podemos remarcar un aspecto funda-
mental del viraje realizado por esta interpretación. Al externalizar a los
grandes grupos económicos de la “burguesía industrial” y poner a esta
última en el lugar de la víctima, el modelo populista realiza una opera-
ción por demás infame. No solo la debilidad del argumento se vuelve pal-
pable, sino que un asunto mucho más trascendental sale a la luz: en su
relato de la economía argentina del último cuarto de siglo, el victimario
se reconfigura como víctima. La burguesía que instrumentó (con relativo
fracaso en integrarse al mercado mundial) una reestructuración capita-
lista sobre la base de la proscripción, persecución y aniquilación física de
la clase obrera se convierte, en el discurso populista, en la víctima prin-
cipal de la dictadura burguesa terrorista. La revancha clasista a la que
aluden diciendo que “tuvo en la industria uno de sus principales damni-

97
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 98

ficados” (Azpiazu y Schorr 2010) parece ser un concepto formulado sin


fundamento alguno. En conclusión, hemos desnudado el planteo falaz
que utiliza un significante clasista para significar un relato que en ver-
dad invierte las víctimas y encubre a los victimarios de clase.

7. Conclusiones
Hemos recorrido, de modo muy breve, un tópico extremadamente sen-
sible del imaginario y de la política argentina. La industrialización trunca
o agredida ha estado asociada por décadas a un tipo de desarrollo “inclu-
sivo” con salarios altos y distribución del ingreso equitativa, un mercado
interno próspero, independencia económica e integración social. El amplio
espectro “progresista”, es decir, el populismo y buena parte de la izquier-
da, ha compartido esta meta, más allá de los debates sobre la forma de al-
canzarla (por ejemplo, el dependentismo sostenía que esta no era posible
en un capitalismo dependiente y, por lo tanto, industrialización, desarrollo
y socialismo podían formar parte de un mismo frente). La potencia del
diagnóstico populista sobre la desindustrialización en Argentina reside en
su capacidad de resonar sobre este conjunto de representaciones sociales,
dentro y fuera del ámbito académico.
Hoy la desindustrialización juega un rol clave en la justificación de
una propuesta de reindustrialización. Nuevamente encontramos la pro-
puesta (discursiva al menos) de una búsqueda de un “nuevo modelo de
acumulación inclusivo” basado en el desarrollo de la industria nacional.
Durante el último período se ha visto para los autores de esta corriente
un “importante aunque débil y acotado proceso de reindustrialización” y
para el propio kirchnerismo “[e]sta es precisamente la característica de
este modelo que desde el 25 de mayo de 2003 hemos tomado como ban-
dera, la de reindustrializar la Argentina”.6 Al mismo tiempo, la expe-
riencia social que tiene la clase obrera de la reestructuración capitalista
es el desempleo. La relocalización, concentración y desguace de ramas se
han vivido colectivamente como desocupación, aun cuando se refiera al
fenómeno, por el contexto más amplio citado, como desindustrialización.7

6 Discurso presidencial del 1 de agosto de 2008, en http://www.casarosada.gov.


ar/index.php?option=com_content&task=view&id=4771. Más recientemente:
“Creemos en el valor agregado, sabemos que, además, es necesario desarrollar
un sólido mercado interno”, palabras de la presidente en la fábrica Santa Isabel,
Córdoba, 2 de noviembre de 2010, en http://www.casarosada.gov.ar/index.php?
option=com_content&task=view&id=7787&Itemid=66.
7 Por ejemplo, las entrevistas realizadas por Arecco et al. (2009) en Praxair pre-
sentan “la intención del proceso militar de deforestar el país” como marco de una
reducción de 1100 a 350 trabajadores en su planta, que aumentó su producción
varias veces durante ese período.

98
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 99

La brutal represión, el doblegamiento de las organizaciones colectivas y


la forma que tomó la reestructuración8 remiten de un modo bastante ob-
vio a la añoranza de un pasado feliz en el que las condiciones laborales
y sociales eran otras, aun cuando eran otras como resultado de la lucha
de clases y no de la industrialización.
En suma, reiteramos, la industria después de la crisis de mediados
de los setenta tiene fundamentalmente, aun bajo la forma subdesarro-
llada de la Argentina, las mismas características en todo el mundo. No
es la gran generadora de empleo ni de salarios altos, ni de bienestar y
desarrollo. Si lo ha sido en otro momento, claramente no lo es hoy, así es
la industria capitalista hoy. Algo similar ocurrió con la teoría de la de-
pendencia: Palma señalaba en 1978 que “la lucha por la industrializa-
ción, que se veía como una lucha antiimperialista, se ha convertido cre-
cientemente en el objetivo del capital extranjero”. Las coyunturas y los
cambios estructurales que permitieron este nuevo escenario no pueden
ser obviados. Del mismo modo, asimilar la industria actual a la de otro
momento histórico es un ejercicio de anacronismo sobre cuyos intereses
no haremos especulaciones. Quienes defienden la idea de desindustria-
lización como reprimarización convierten las condiciones básicas de la
industrialización en la prueba de su imposibilidad.9

Bibliografía
Arecco, M.; Cabaña, A. y Vega, J. (2009): Nuestra comisión interna. La orga-
nización de los trabajadores de Praxair, Bs. As., TEL-Sindicato Químico-
CI Praxair.
Azpiazu, D. (2002): Privatizaciones y poder económico: La consolidación de una
sociedad excluyente, Bernal, uNQ.
Azpiazu, D. y Schorr, M. (2010): Hecho en Argentina. Industria y economía,
1976-2007, Bs. As., Siglo XXI - FLACSo.
Basualdo, E. (1987): Deuda externa y poder económico en la Argentina, Bs.
As., Editorial Nueva América.
Basualdo, E. (1992): Formación de capital y distribución del ingreso durante
la desindustrialización, Bs. As., Instituto de Estudios sobre Estado y Par-
ticipación.
Basualdo, E. (2006): Estudios de historia económica argentina (desde media-
dos del siglo XX hasta la actualidad), Bs. As., Siglo XXI.

8 Para citar sólo dos aspectos: la tercerización fue, además de causa de las ilu-
siones estadísticas mencionadas, otra forma de implementar la flexibilización
laboral, implicando pérdida de derechos laborales y despidos; y el objetivo de la
relocalización fue muchas veces la búsqueda de lugares sin tradiciones sindi-
cales, con migrantes internos y espacios geográficos vulnerables, como Tierra
del Fuego.
9 Parafraseando al Lenin de El desarrollo del capitalismo en Rusia.

99
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 100

Basualdo, E. (2008): “La distribución del ingreso en la argentina y sus con-


dicionantes estructurales”, en Observatorio Latinoamericano de Geopolí-
tica.
Basualdo, E. y Kulfas, M. (2000): “Fuga de capitales y endeudamiento exter-
no en la Argentina”, en Realidad Económica 173, Bs. As., IADE.
Baumol, W. J. (1967): “Macroeconomics of unbalanced growth: The anatomy
of urban crisis”, en The American Economic Review 57 (3).
Braun, o. y Joy, L. (1981): “un modelo de estancamiento económico - Estu-
dio de caso sobre la economía argentina”, en Desarrollo Económico 20
(80), Bs. As., IDES.
CEPAL (1969): El pensamiento de la CEPAL, Santiago de Chile, Editorial
universitaria.
Chudnovsky, D.; Porta, F.; López, A. y Chidiak, M. (1996): Límites de la aper-
tura: liberalización, reestructuración productiva y medio ambiente, Bs.
As., CENIT - Alianza Editorial.
Delamata, G. (2004): Los barrios desbordados: Las organizaciones de deso-
cupados del Gran Buenos, Bs. As., Libros del rojas - uBA.
Della Paolera, G. y Taylor, A. (2003): “Introduction” a A new economic history
of Argentina, Cambridge, Cambridge university Press.
Díaz Alejandro, C. (1970): Ensayos sobre la historia económica argentina, Bs.
As., Amorrortu.
Dorfman, A. (1970): Historia de la industria argentina, Bs. As., Solar.
Ferrer, A. (1989): El devenir de una ilusión: la industria argentina desde
1930 hasta nuestros días, Bs. As., Sudamericana.
Frenkel, r. (1990): “El régimen de alta inflación y el nivel de actividad”, en
J. Arellano (ed.): Inflación rebelde en América Latina, Santiago de Chile,
CIEPLAN-Hachette.
Gerchunoff, P. y Llach, L. (1998): El ciclo de la ilusión y el desencanto: un si-
glo de políticas económicas argentinas, Bs. As., Ariel.
González, M. (2008): “regímenes económicos y mercado de trabajo. una in-
dagación acerca de la relación entre (des)industrialización, ocupación y
salarios reales”, en III Jornadas de Economía Política de la UNGS.
Hirschman, A. o. (1968): “The political economy of Import-Substituting indus-
trialization in latin america”, en The Quarterly Journal of Economics 82 (1).
Katz, J. (2000): Reformas estructurales, productividad y conducta tecnológi-
ca en América Latina, Bs. As., CEPAL - Fondo de Cultura Económica.
Katz, J. y Kosacoff, B. (1989): El proceso de industrialización en la Argenti-
na: evolución, retroceso y prospectiva, Bs. As., Centro Editor de América
Latina.
Korol, J. C. y Sábato, H. (1990): “Incomplete industrialization: an argentine
obsession”, en Latin American Research Review 25 (1).
Kosacoff, B. (ed.) (1998): Estrategias empresariales en tiempos de cambio: el
desempeño industrial frente a nuevas incertidumbres, Bs. As., CEPAL -
uNQ.

100
El país invisible.qxp:Bonnet 03/10/11 18:36 Página 101

Lewis, Colin M. (2007): “Modernization and industrialization”, en A compa-


nion to Latin American history, oxford, uK: Blackwell, 285-306.
Lindenboim, J.; Graña, J. M. y Kennedy, D. (2005): “Distribución funcional
del ingreso en argentina. Ayer y hoy”, en Cuadernos del CEPED 5 (9), Bs.
As.
Lobato, M. y Suriano, J. (2003): La protesta social en la Argentina, Bs. As.,
Fondo de Cultura Económica.
Maddison, A. (2003): The world economy, oECD.
Palma, G. (1978): “Dependency: A formal theory of underdevelopment or a
methodology for the analysis of concrete situations of underdevelop-
ment?”, en World Development 6 (7-8).
Palma, G. (2005): “Four sources of ‘de-industrialisation’ and a new concept of
the ‘Dutch disease’”, en J. A. ocampo (comp.): Más allá de las reformas:
dinámica estructural y vulnerabilidad macroeconómica, Bogotá, CEPAL
- Alfaomega.
rowthorn, B. y ramaswamy, r. (1997): “Deindustrialization: Causes and im-
plications”, Technical Report 97/42, International Monetary Fund.
Schorr, M. (1996): Industria y nación, Bs. As., Planeta.
Schvarzer, J. (1996): La industria que supimos conseguir, Bs. As., Planeta.
Thun, E. (2008): “The globalization of production”, en J. ravenhill (ed.): Glo-
bal Political Economy, oxford, oxford university Press.
Tregenna, F. (2008): “The contributions of manufacturing and services to em-
ployment creation and growth in South Africa”, en South African Jour-
nal of Economics 76.
Villarroya, I. S. (2006): “Economic cycles in Argentina: 1875-1990”, en Jour-
nal of Latin American Studies 38 (3).

101

También podría gustarte