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Los encofrados son elementos auxiliares destinados al moldeo “in situ” de hormigones y morteros, siendo su
misión la de contener y soportar el hormigón fresco hasta su endurecimiento, sin experimentar asientos ni
deformaciones, dándole la forma deseada. Cuando, en vez de obras “in situ”, se trata de prefabricación en
taller, los encofrados se denominan moldes. Por tanto, los encofrados son estructuras temporales, que se
cargan durante unas horas durante la colocación del hormigón y que, en pocos días, se desmontan para su
posterior reutilización.
Pueden ser de madera, metal (se prohíbe por la Instrucción EHE-08 el uso de alumnio) o plástico y, por lo
general, son totalmente recuperables y reutilizables, aunque en algunos casos la recuperación es parcial,
quedando parte de sus piezas embutidas en el hormigón. Se les exige como cualidades principales las de ser
rígidos, resistentes, estancos y limpios. Además, deben cumplir las condiciones de funcionalidad, seguridad y
economía.
El encofrado necesita de elementos auxiliares que permitan soportar, entre otras, las acciones del hormigón
fresco: cimbras, puntales, celosías y tensores. Además, para que el encofrado cumpla con su misión, se le
deben requerir algunas características como seguridad, estanqueidad y facilidad de montaje, entre otras. El
encofrado supone, aproximadamente, un tercio del coste de una estructura de hormigón, siendo muy
importante la partida de mano de obra. El número de usos y si el paramento va a quedar visto son factores
que van a influir fuertemente en el coste económico.
Las acciones durante el hormigonado y las acciones exteriores condicionan básicamente la estructura soporte
del encofrado. Por tanto, ¿qué características se le deberían exigir a un encofrado? A continuación se
recogen algunas de las condiciones que deben cumplir estos elementos: