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TRIBUNAL CONSTITUCIONAL (CAPITULO III)

INTRODUCCIÓN

Rawls nos recuerda cómo el problema político actual es buscar estructuras legales
homogéneas que se hagan cargo del hecho de la diversidad, sin que las mayorías aplasten a
las minorías. Las Constituciones, en general resuelven este conflicto, pero por su naturaleza
son abstractas. Es entonces el Tribunal Constitucional el llamado -siguiendo la fórmula
comúnmente referida al Tribunal Constitucional alemán- a “someter la política al derecho”.
Es en la labor del intérprete constitucional que se establece la forma concreta en que la
misma ha de regir, acercando la práctica institucional al estatuto fundamental.

La materia que empezamos a tratar se entronca, directamente, con el principio de la


supremacía constitucional, tanto en la fase formal como en la de fondo. En efecto, la
existencia de un tribunal constitucional es consecuencia de la necesidad de crear un
mecanismo de resguardo de la supremacía de la Carta Fundamental. El origen de estos
organismos especializados de control de la constitucionalidad de las leyes se encuentra en la
Europa de los años veinte. Posteriormente, se produjo la extensión de este mecanismo a
otros países de dicho continente, para desembarcar en Chile el año 1970.

Si bien en su origen el sentido de esta institución era forzar al legislador a respetar las
Constitución, con el tiempo sus atribuciones han variado ampliándose incluso al control de
determinados actos administrativos, lo que no es más que la consecuencia de la ampliación
que en algunos países ha tenido la potestad reglamentaria.

Es en este camino de ampliación de las labores del Tribunal Constitucional que su accionar
ha dejado de referirse en exclusiva a la llamada “justicia constitucional“ 1. Así, por ejemplo,
las atribuciones relativas a pronunciarse sobre la inconstitucionalidad de un partido político
o las inhabilidades de determinadas personas para ser ministros de Estado, contenidas en los
números 10 y 13 del artículo 93 de la Constitución Política de la República no son propias
de la justicia constitucional, en su sentido inicial.

Por su parte, existen una serie de organismos que sin ser parte de la justicia constitucional, si
velan o controlan la supremacía de la misma como, por ejemplo, la Contraloría General de la
República. En otros términos, la labor de velar por la supremacía constitucional no se agota
en la justicia constitucional -la que en nuestra opinión implica la interpretación obligatoria
de un precepto constitucional por parte de un órgano competente, luego de un procedimiento
y frente a una presunta discrepancia entre una norma de rango inferior y la carta
fundamental, a dos interpretaciones posibles de ésta o ante un requerimiento previo
establecido por la propia Carta Fundamental-, sino que es más amplia.

Como hemos tenido la oportunidad de discutir, la creación de un tribunal constitucional, la


amplitud de las atribuciones que han de concederse al mismo y la concurrencia en sus
labores con otros organismos del Estado nos permite sostener frente a qué sistema de control
de la constitucionalidad de las leyes y de los actos de la administración nos encontramos, así

1 Noción esta última de alcances imprecisos y que, en nuestra opinión, no involucra toda la gama de actividades
que se entregan al Tribunal Constitucional. Silva Bascuñán profundiza el punto, a objeto de determinar qué tipo
concreto de justicia constitucional existe en Chile.
como el carácter concentrado o difuso del mismo.

Desde el punto de vista de la evolución de este órgano, principalmente de inspiración


europea, se ha pasado desde un control represivo -luego que la ley exista- a uno también
preventivo, es decir, antes que la ley sea tal y como un trámite requerido para su existencia.
Asimismo, han variado las potestades de este órgano especial frente a la actividad de la
administración.

Finalmente a modo de introducción, hacemos notar la que llamaremos paradoja inicial del
Tribunal Constitucional: Nace en las democracias para protegerlas de las mayorías
expresadas a través de la ley. Criticar el Tribunal Constitucional por amparar posturas de una
minoría conduce a poner en duda el sentido de dicha institución. En efecto, la misma protege
las mínorías de acuerdos de las mayorías -como es una ley- sobre la base que existe un texto
previo y superior que vincula a todos. Por ello, el origen democrático del texto fundamental
es presupuesto ineludible de la existencia legítima de un Tribunal Constitucional.

Tendencias en cuanto al control de la supremacía constitucional.

Suele hablarse de Rousseau como uno de los padres del constitucionalismo. En efecto, el
pacto social que origina dicha institución superior se plasma, en definitiva, en el documento
que denominamos Constitución. Sin embargo, las ideas de Rousseau sobre la voluntad
general, expresada en las leyes, no dejaban campo para la existencia de una Constitución en
el sentido formal que la limitara. La voluntad general que se expresa tanto en la ley como en
la Constitución es, en sí misma, infalible y en consecuencia carece de sentido limitar al
legislador. Sí interesa que los jueces se sometan a las mayorías que se han expresado. Por
todo ello, no es nada de raro que este sistema teórico que fue decorado con textos
constitucionales haya hecho crisis en los comienzos del siglo veinte, en perjuicio de las
minorías. Surge así la importancia de la supremacía real de la Constitución y la necesidad de
crear mecanismos que la controlen. Las experiencia alemana a contar del año 1933 da cuenta
de una manera dramática de cómo el legislador “pasa a ser la mayor amenaza para la
libertad”, al decir de García de Enterría2.

El sistema francés tradicional era heredero de estas ideas, en el entendido que al ser el
parlamento el titular de la soberanía no era factible someter sus decisiones a un control
posterior. A partir de 1958 se incorpora al sistema francés la institución del Consejo
Constitucional cuya labor corresponde a un control preventivo de constitucionalidad de
ciertas leyes, en donde existe además una acción limitada.

Suele hablarse del modelo de los Estados Unidos en contraposición al modelo austriaco de
control de la constitucionalidad. El primero -conocido como judicial review- radica en los
jueces comunes la labor de velar por la supremacía constitucional. Por el contrario, el
segundo de dichos modelos, asociado necesariamente a Kelsen, da cuenta de órganos
especializados y distintos de la judicatura ordinaria a los que les confía esta labor de
legislador negativo.

Si bien el control constitucional norteamericano no nace en un determinado momento y

2 GARCÍA DE ENTERRÍA, EDUARDO, La Constitución como Norma y el Tribunal Constitucional. Editorial


Civitas, Madrid, 1985.
arranca sus raíces en el propio proceso de la Convención Constituyente de 1787 y es
desarrollado, por ejemplo, por Hamilton en El Federalista, suele decirse que se materializa
con particular claridad en la sentencia del juez John Marshall, presidente del Tribunal
Supremo, dictada en el pleito entre el juez de paz William Marbury contra el secretario de
estado de Jefferson, James Madison, en 1803. En tal sentencia no es ya un juez local el que
se pronuncia sobre la constitucionalidad de una norma sino que es el Tribunal Supremo. El
presidente federalista Adams fue derrotado por el republicano Jefferson y, antes de terminar
su mandato nombra presidente del Tribunal Supremo a Marshall, que era su secretario de
Estado. Por esta vía, se fortalecería la presencia federalista en el poder judicial y se
controlaría de mejor manera a Jefferson, a quien se consideraba jacobino. También se
crearon varios puestos de jueces, sin que antes de cesar en el mando se notificaran a todos
ellos los nombramientos por parte de Adams. Así, asumiendo Jefferson, instruye a su
secretario de Estado Madison a objeto que no de curso a los decretos de nombramientos.
Uno de los nombrados, Marbury, solicitó al Tribunal Supremo que se ordenara a Madison
(“writ of mandamus”) a cursar los nombramientos. El fundamento de esta acción se
encontraba en la judiciary act de 1789. El Tribunal Supremo se percató que dicha ley se
contraponía con la norma constitucional que señalaba en qué casos tal tribunal operaba de
manera originaria. Así, el Tribunal Supremo desecha la acción razonando sobre la base de
que la Constitución limita al legislador y que en caso de contraposición entre una y otra, se
debe aplicar directamente la primera.

Se habla de un “control judicial difuso e incidental”, como anota Pereira Meneaut, heredero
del sistema inglés pero reforzado por la existencia de una constitución escrita. Los jueces
inferiores declararán, con validez relativa, la inconstitucionalidad de una norma legal, siendo
el precedente del Tribunal Supremo el que unificará los criterios de manera más o menos
vinculante. No existe un control previo de constitucionalidad, sino uno represivo y por ello
se habla de un sistema “incidental”.

Kelsen, en 1920, idea un sistema diferente de control de la constitucionalidad que se


extendió rápidamente por Europa y luego por el mundo: Los Tribunales Constitucionales,
propios del denominado “modelo austríaco“. Se trata de organismos que no forman parte del
Poder Judicial. Como precedente te cita a Sieyés que propuso establecer un Jurado
Constitucionario en la Constitución. Dicha idea se plasma en parte en la Constitución de
1799, pues se faculta al Senado para anular actos de cualquier autoridad que violaran la
Constitución. Unas de las características de estos órganos es la acción limitada que existe a
su respecto y el hecho que sus decisiones tengan valor absoluto. Se trata de un control
concentrado que tiene el carácter de legislador negativo, toda vez que se deja sin efecto con
alcance general una norma legal.

Tribunal Constitucional e interpretación de la Constitución Política de la República.

Es a propósito del Tribunal Constitucional que, con razón, muchos autores se refieren a la
materia relativa a la forma de interpretarse la Constitución Política de la República.

Sin querer profundizar sobre este punto, dado que el mismo ya ha sido analizado, en la
medida que el Tribunal Constitucional gane en legitimidad luego de la reforma de 2005
debiese incorporarse en mayor medida al conocimiento colectivo las tendencias originalistas
o de otra especie de los diferentes ministros.
En efecto, hasta la fecha se aprecian en los fallos del Tribunal Constitucional tendencias de
interpretación de las normas constitucionales principalmente originalistas, textualistas,
finalistas y sistemáticas. No obstante ello, en el futuro y sobre la base de una mayor
legitimación del Tribunal Constitucional, se incorporarán tendencias evolutivas, como ha
sido la vía recorrida por otros países.

El sistema de control concreto de la constitucionalidad de las normas que se ha impuesto,


donde se analizan los efectos de las mismas a la luz de los hechos concretos –como ocurre
cuando se conoce en sede de inaplicabilidad- favorecerá la evolución jurisprudencial en
tanto limitará el alcance de los fallos, circunscribiéndolos al caso en el que ha sido dictado.
Ello, sin duda, favorecerá la evolución de las interpretaciones del texto constitucional.

El control de la supremacía constitucional en Chile.

La Constitución de 1925 entregó atribuciones a la Corte Suprema, en cuanto radicó en ella la


atribución de declarar represivamente la inaplicabilidad de una ley. Sin embargo, ciertas
prácticas legislativas, tales como la delegación de facultades legislativas no prevista en la
Constitución Política de la República, dieron luz en cuanto a que no existían mecanismos
adecuados para velar por la supremacía constitucional sin que se estimare que un poder del
Estado excediera sus atribuciones en desmedro de otro.

Si bien ya Jorge Alessandri R. y Eduardo Frei M. presentaron proyectos de reforma


constitucional tendientes a crear este órgano, fue recién mediante la reforma constitucional
del año 1970 que el mismo aparece en nuestra Carta Fundamental. Esta primera versión del
tribunal constitucional se encontraba formada por cinco miembros, en cuya generación
intervenían los tres poderes del Estado. Sus atribuciones excedían las de simple contralor del
legislador, desde que conocía, por ejemplo, de las inhabilidades para ser ministro o de ciertas
contiendas de competencia.

Este tribunal, que alcanzó a emitir 17 pronunciamientos, fue tácitamente disuelto el año
1973. Dentro de las resoluciones relevantes de la última etapa de este tribunal vale la pena
destacar los siguientes: i) el que aceptó la validez de que el Presidente de la República
nombrara en otra cartera a un ministro suspendido en razón de haber sido acusado
constitucionalmente por parte de la Cámara de Diputados, y; ii) aquel en que declaró su
incompetencia para pronunciarse sobre el conflicto entre el Congreso y el Presidente de la
República, generado a consecuencia que del proceso de reforma constitucional.

De alguna forma, los criterios de este primer tribunal constitucional se vieron reflejados en
la Constitución Política de la República de 1980.

En el sistema chileno, a contar del año 1980, son varios los órganos constitucionales que
tienen el deber de velar por la supremacía constitucional. Con razón se habla de un control
difuso de la supremacía constitucional, sistema que no se ha perdido con motivo de la
reforma del 2005. En efecto, si bien esta última traspasó la facultad de declarar la
inaplicabilidad de las leyes de la Corte Suprema al Tribunal Constitucional, siguen siendo
válidas las disposiciones generales de los artículos 6 y 7 de la Constitución Política de la
República. Aún más, luego de la reforma de 2005 se refuerza este carácter, pues se señala en
el inciso primero del artículo 6 que los órganos del Estado deben “garantizar el orden
institucional de la República”. Si bien en su origen esta modificación tiende a ser la
contrapartida de la privación del rol de garantes de la institucionalidad en carácter exclusivo
de las Fuerzas Armadas, su contenido es amplio y apunta en el sentido indicado.

Dentro de las críticas que suelen hacerse al sistema difuso del control de la supremacía
constitucional se encuentra aquellas que señalan que el mismo tiende a restar fuerza a las
interpretaciones de la Carta Fundamental, exponiendo el sistema a contradicciones e incluso
a “multiplicar, virtualmente, los textos constitucionales”3.

El sistema de control constitucional de 1980 fue criticado tanto en su fase orgánica como en
cuanto a sus atribuciones. Sin lugar a dudas, para los críticos de la institucionalidad de la
Constitución de 1980, la labor de un tribunal destinado a resguardarla no puede ser de fácil
aceptación. Más allá de dicha crítica inicial, resultaba del todo conveniente un reflexión
desapasionada sobre el tipo de tribunal que cumpliría, sobre la base de un amplio consenso
social, las importantes labores a las que se encuentra llamado.

Se criticaba, en primer lugar, la composición del Tribunal Constitucional en cuanto el


antiguo artículo 81 de la Constitución Política de la República señalaba que 2 de los siete
miembros eran designados por el Consejo de Seguridad Nacional. La razón de esta
interferencia de este órgano en la generación del Tribunal Constitucional tenía relación con
el antiguo artículo 8 y las atribuciones que en relación a la seguridad nacional y a la sanción
de determinadas personas se le entregaban al Tribunal Constitucional. Por su parte, no era el
Congreso Nacional en su integridad el que designaba un miembro, sino el Senado en
exclusiva, por lo que ante las críticas a la composición de dicho órgano es evidente extraer
las consecuencias para el que se estudia. Finalmente, la intervención de un órgano no
representativo como la Corte Suprema en la designación de tres de sus ministros que, por lo
mismo, no tendrían dedicación exclusiva, no se encontraba exenta de críticas. Ya veremos
como en la reforma de 2005 se neutraliza en parte esta incidencia y se acogen estas críticas.

En cuanto a sus atribuciones, las mismas no se encontraban exentas de críticas. Una de las
principales era la carencia de la facultad de declarar la inaplicabilidad de una ley con efectos
absolutos. Otra de las críticas era la falta de control de dicho órgano sobre las normas que no
eran enviadas a su revisión preventiva, por ejemplo, por tener naturaleza de orgánicas
constitucionales. Finalmente, se criticaba la acción restringida que existía a su respecto, la
que quedaba radicada en ciertas autoridades.

La reforma de 2005, básicamente, modifica la generación del Tribunal Constitucional,


amplía su número de integrantes, regula su funcionamiento en salas, amplía la acción a su
respecto y traspasa a dicho tribunal la facultad de declarar inaplicable un precepto legal,
creando una acción de inconstitucionalidad, entre otras modificaciones relevantes. La
reforma constitucional del año 2005 dio lugar a una importante modificación de la ley
orgánica constitucional del Tribunal Constitucional (ley 17.997), la que se plasmó en la ley
número 20.381, publicada en el Diario Ofcial el 28 de octubre de 2009.

EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL EN CHILE

3 PEÑA G., CARLOS, Sobre la Relevancia de la Justicia Constitucional, La Jurisdicción Constitucional Chilena
ante la Reforma. Cuadernos de Análisis Jurídicos. N. 41, Universidad Diego Portales. Santiago de Chile, 1999.
Generación de los miembros del Tribunal Constitucional.

El Tribunal Constitucional que existió durante la vigencia de la Constitución de 1925 se


encontraba compuesto de 5 miembros. En la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución
se planteo la conveniencia de aumentar su planta a 9 miembros, optándose finalmente por el
número de 7. En la reforma de 2005 se amplía la composición de este tribunal a 10
miembros.

Los ministros del Tribunal Constitucional serán designados de la siguiente manera:

- Tres de ellos por el Presidente de la República;

- Cuatro de ellos elegidos por el Congreso Nacional. Dos nombrados directamente


por el Senado y dos nombrados por éste a propuesta de la Cámara de Diputados.
Tanto la proposición como, en su caso, el nombramiento se harán en sesiones
únicas y requerirán para su aprobación de dos tercios de los senadores y
diputados, según sea el caso;

- Tres elegidos por la Corte Suprema, en votación secreta en sesión especialmente


convocada al efecto.

Los miembos durarán 9 años en sus cargos y se renovarán por parcialidades cada tres años.

Cesan en sus funciones a los 75 años.

Son inamovibles en sus cargos. Debe tenerse presente que a su respecto ni siquiera procede
la acusación constitucional regulada en los artículos 52 y 53 de la Constitución Política de la
República.

Los ministros del Tribunal Constitucional no podrán ser reelegidos, salvo el que fue electo
como reemplazante, lo cual ocurre en aquellos casos en que se debe reemplazar un ministro
por cesar en sus funciones, pues en dichos eventos el mismo dura sólo lo que le restaba al
ministro que cesó. En tales casos, el reemplazante es elegido por quien corresponda,
considerando quién había nombrado al ministro que cesó.

Los requisitos para ser miembros del Tribunal Constitucional son:

- Tener por a lo menos 15 años el título de abogado;

- Haberse destacado en la actividad profesional, académica o pública, lo que


evidentemente es subjetivo y será valorado soberanamente por el órgano a cargo
de la designación, y;

- No podrá tener impedimento para ser juez.

Los Ministros del Tribunal Constitucional quedarán sujetos a las incompatibilidades e


inhabilidades que los artículos 58 y 59 establecen para los senadores y diputados.
Se encontrarán, por su parte, sujetos a las mismas normas del artículo 81 relativas a los
jueces, en cuanto no se les puede privar de su libertad salvo en caso de delito flagrante y
para el solo efecto de se puestos de inmediato a disposición del tribunal competente para
conocer de la materia. Se trata, entonces, de una inviolabilidad a la persona.

Por su parte, los ministros del Tribunal Constitucional no podrán ejercer la profesión de
abogados ni formar parte de la judicatura, no pudiendo contratar con el Estado, ser director
de una sociedad anónima ni desarrollar gestiones de carácter administrativo.

Norma décimo cuarta transitoria.

La reforma de 2005 introdujo importantes cambios a la composición del Tribunal


Constitucional. Por lo mismo, fue necesario reflejar la situación en una norma transitoria que
se hiciera cargo de quienes se encontraban desempeñando sus funciones en la actualidad. La
norma a dicho respecto es la décimo cuarta transitoria, la que resulta algo compleja de
entender por su carácter excesivamente reglamentario.

Las reglas generales a dicho respecto son las siguientes:

- Los ministros que actualmente se encuentren en sus cargos, cesarán respetándose


los períodos para los que fueron designados;

- El Presidente de la República reemplazará a los dos ministros designados por el


Consejo de Seguridad Nacional;

- El Senado nombrará tres ministros, dos directamente y uno a propuesta de la


Cámara de Diputados. Este último durará en su cargo hasta que cese el ministro
actualmente nombrado por el Senado o quien lo reemplace y, en todo caso, podrá
ser reelecto;

- Los 3 ministros de la Corte Suprema que actualmente desempeñan el cargo de


ministros del Tribunal Constitucional, seis meses luego de la reforma de 2005,
quedaron suspendidos de sus cargos de ministros de la Corte Suprema mientras
sean ministros del Tribunal Constitucional, sin perder en todo caso sus derechos
funcionarios. Cesando en su función de miembros del Tribunal Constitucional, de
ser procedentes, volverán a ser ministros de la Corte Suprema;

- La Corte Suprema procederá procedió a nombrar a los tres ministros que le


corresponde de conformidad a lo dispuesto en el artículo 92 en la medida que se
vayan generando las vacantes. El primero de los nombrados lo será por 3 años y
será reelegible, el segundo será por seis años y el tercero por nueve;

- Si cesa en su cargo alguno de los ministros que no haya sido nombrado por la
Corte Suprema, será designado por el tiempo restante quien corresponda, por el
Presidente de la República o por el Congreso Nacional, según sea el caso;

- Los ministros serán designados de conformidad a esta norma transitoria antes del
11 de diciembre de 2005 y entrarán a ejercer sus funciones el día 1 de enero de
2006.

Funcionamiento del Tribunal Constitucional.

La Constitución de 1980, hasta la reforma del 2005, no consideraba la posibilidad de que el


Tribunal Constitucional funcionara dividido en salas, presumiblemente, para evitar el
despropósito de que se dieran diferentes interpretaciones en el seno del órgano llamado a
unificar los criterios auténticos del texto constitucional. Sólo a contar de dicha reforma se
entrega a una sala del Tribunal Constitucional la facultad de conocer de ciertas materias.

El inciso penúltimo del artículo 92 actualmente vigente señala que el Tribunal Constitucional
funcionará en pleno -con un quórum para funcionar de al menos 8 miembros- o dividido en
dos salas de cinco miembros, con un quórum para funcionar de al menos 4 miembros.

Se debe conocer en pleno de las siguientes materias:

i) Control preventivo de la constitucionalidad de las leyes intretativas de la


Constitución Política de la República, de las orgánica constitucionales y de las
normas de un tratado internacional relativas a estas materias;

ii) Los problemas de constitucionalidad suscitados durante la tramitación de una ley,


de una reforma constitucional o de un tratado sometido a la aprobación del
Congreso;

iii) Los problemas de constitucionalidad sobre la constitucionalidad de un decreto


con fuerza de ley;

iv) Los problemas de constitucionalidad relativas a la convocatoria a un plebiscito;

v) Por mayoría de sus miembros en ejercicio (6), la inaplicabilidad de un precepto


legal cuya aplicación ante un tribunal –ordinario o especial- pueda resultar
contraria a la Constitución Política de la República;

vi) Resolver por quatro quintos de sus integrantes en ejercicio (8) la


inconstitucionalidad de un precepto legal declarado inaplicable conforme a las
reglas anteriores;

vii) Resolver los reclamos cuando el Presidente de la República no promulge una ley
debiendo hacerlo o promulge una diversa a la aprobada;

viii) Resolver sobre la constitucionalidad de un decreto del Presidente de la República


del que no haya tomado razón (representado) la Contraloría General de la
República por estimarlo inconstitucional;

ix) Informar al Senado previamente cuando, de conformidad al número 7 del artículo


53, deba inhabilitar al Presidente de la República o pronunciarse sobre la
renuncia presentada por éste.
En los demás casos, conocerá el Tribunal Constitucional de la manera que lo determine la
ley orgánica constitucional. De esta forma, los supuestos de operación en sala se encuentran
bastante acotados y en una situación incierta.

Salvo quórum especial (como en los casos de inaplicabilidad o inconstitucionalidad), los


acuerdos del Tribunal Constitucional se adoptan por simple mayoría.

El Tribunal Constitucional fallará siempre conforme a derecho, es decir, no en equidad.

Contra los fallos del Tribunal Constitucional no procederá recurso alguno. Dicho Tribunal
sólo tiene competencia para rectificar errores de hecho a dicho respecto. Ahora bien, nada
impide que el Tribunal Constitucional varíe un criterio expresado previamente en un fallo, lo
que se ve reforzado con el criterio relativo al control concreto de la constitucionalidad de las
normas en sede de inaplicabilidad.

Existen normas especiales sobre la publicidad de ciertos acuerdos del Tribunal


Constitucional. Así, deben publicarse en el Diario Oficial dentro de los tres días siguientes a
su dictación aquellas sentencias que declaren la inconstitucionalidad total o parcial de una
ley, de un decreto con fuerza de ley, de un decreto supremo o de un auto acordado, pues
todas estas materias pueden interesar a las personas en general.

Regulación del Tribunal Constitucional.

Conforme lo dispuesto en la parte final del artículo 92 de la Constitución Política de la


República “una ley orgánica constitucional determinará su organización, funcionamiento,
procedimientos y fijará la planta, régimen de remuneraciones y estatuto de su personal.”
Luego, la remisión no comprende lo relativo a las atribuciones del Tribunal Constitucional,
las que entonces quedan circunscritas a las contenidas en la propia normativa constitucional,
sin que las mismas puedan ser ampliadas.

La ley orgánica constitucinal del Tribunal Constitucional es la ley 17.997 de 1981 la que fue
recientemente reformada mediante la ley 20.381 de 28 de octubre de 2009 a objeto de
reflejar los cambios de la regulación constitucional del Tribunal Constitucional.

FUNCIONES DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

1. Ejercer el control preventivo –antes de su promulgación- de


constitucionalidad de las leyes que interpretan la Constitución Política de la
República, de las leyes orgánicas constitucionales y de las normas de un
tratado internacional que versen sobre materias propias de leyes orgánicas
constitucionales.

Se trata de un trámite constitucional especial, previo a la existencia de la norma


legal o del tratado por lo que es dable sostener que, sin dar cumplimiento al
mismo, la norma tiene un vicio de forma. Esta idea fue tomada del sistema
constitucional francés a partir de 1958 y en su momento, al interior de la
Comisión de Estudios de la Nueva Constitución, se discutió sobre la necesidad de
establecer este trámite. Básicamente, de no existir cuestión de constitucionalidad
alguna planteada, para comisionados como Ortúzar este trámite carecía de razón
de ser. En un sentido contrario, Bulnes y otros sostenían que estas normas,
especialmente las orgánica constitucionales, eran de una jerarquía tal que
requieren una supremacía formal en este sentido pues constituyen el
complemento esencial de la Constitución Política de la República.

Hacemos presente en este punto que la reforma de 2005, junto con modificar el
orden en que se comprendían los tipos de leyes que debían pasar por este control
preventivo, incorporó los tratados internacionales en tanto contengan normas de
dicho rango. Se trata de establecer en el texto constitucional una noción
jurisprudencial y doctrinaria preexistente que, en todo caso, es absolutamente
necesaria. Por lo demás, esta norma es coherente con la del actual número 1 del
artículo 54, en cuanto este último expresa que los tratados internacionales, en su
aprobación por parte del Congreso Nacional, deben respetar los quórums que
correspondan según la materia sobre los que recaen.

Otro tema a tener presente es que, dentro de una misma ley, pueden existir
preceptos que deban pasar por este control de constitucionalidad y otros que no,
en cuanto a las materias que tratan unos y otros. En el fallo dictado por el
Tribunal Constitucional en relación a la ley general de educación se estableció la
doctrina de que es la Constitución Política de la República la que determina las
materias propias de ley orgánica constitucional y no el propio legislador, de
manera que lo señalado por éste no vincula necesariamente al Tribunal
Constitucional al momento de realizar su control (rol 1363, sentencia de 28 de
julio de 2009).

La Cámara de origen del proyecto es la encargada de enviar al Tribunal


Constitucional el proyecto respectivo, dentro de los 5 días siguientes a que el
mismo quede totalmente tramitado por dicho organismo. Se ha discutido el tema
relativo a la amplitud de facultades del Presidente de la respectiva cámara en
cuanto a determinar si ha de enviar o no el respectivo proyecto al Tribunal
Constitucional. En el nuevo texto de la ley orgánica constitucional del Tribunal
Constitucional se señala expresamente la obligación del Presidente de la
corporación del Congreso de enviar el proyecto de ley orgánica constitucional al
control por parte del Tribunal Constitucional (artículo 34).

Recibido por el Tribunal Constitucional el proyecto, se dicta autos en relación a


su respecto y la materia queda en tabla, en estado de ser vista. El Tribunal
Constitucional revisa si se han cumplido los plazos constitucionales, los quórums
necesarios, si se trata de una materia propia de ley orgánica constitucional que
deba pasar por el respectivo trámite, si se cumplieron requisitos de forma
especiales como, por ejemplo, oir previamente a la Corte Suprema en cuanto a las
leyes que modifican su organización y atruibuciones.

El tribunal Constitucional tendrá a la vista los antecedentes de las eventuales


cuestiones de constitucionalidad que se hayan presentado durante la tramitación
parlamentaria del proyecto. Si no se han presentado dichas cuestiones y se
aprueba el proyecto, la resolución será escueta. Por el contrario, tanto en el
evento del rechazo al proyecto como en aquel en que se presenten cuestiones de
constitucionalidad, la resolución deberá ser fundada.

Si el Tribunal Constitucional estima que el precepto es inconstitucional, no podrá


convertirse en ley. Por ello, la cámara de origen enviará, de ser posible, la parte
restante del proyecto al Presidente de la República para su promulgación y
publicación. Si un precepto es declarado inconstitucional, naturalmente todos los
preceptos directamente relacionados con el mismo o dependientes de él
adolecerán del mismo vicio.

En el caso de las leyes interpretativas de la Constitución son aplicables los


mismos raciocinios anteriores, con la salvedad que en estos casos siempre
deberán fundarse la resoluciones, independientemente de su contenido.

Hacemos presente que los críticos del sistema de leyes orgánica constitucionales
plantean la posibilidad de que el Tribunal Constitucional, por la vía de realizar el
control de constitucional de la leyes orgánicas, pueda disminuir al máximo el
alcance de las mismas dando lugar a una denominada “derogación técnica” de la
normativa. Lo anterior, por la vía de considerar restrictivamente el alcance de la
materia que debe quedar regulada por dicho tipo de normas. El rol 160, del año
1999, sigue esta línea de interpretación restrictiva del alcance de las leyes
orgánicas constitucinales.

2. Resolver sobre la constitucionalidad de los auto acordados dictados por la


Corte Suprema, las Cortes de Apelaciones y el Tribunal Calificador de
Elecciones;

Esta atribución fue incorporada en la reforma de 2005 al artículo 93. Se trata, sin
duda, de un importante avance desde que los auto acordados han entrado a
regular de manera detallada y a veces excesivamente restrictiva materias
constitucionales como, por ejemplo, la acción de protección.

Se trata de un control represivo, es decir, no de un trámite previo a la aprobación


de la norma. Por ello, opera sólo desde el momento en que se ha suscitado un
problema de constitucionalidad.

Podrá conocer el Tribunal Constitucional de esta materia a requerimiento del


Presidente de la República, de cualquiera de las cámaras del Congreso Nacional o
de diez de sus miembros. Lo que es interesante es que cualquier persona parte de
un proceso o gestión pendiente que sea afectado en sus derechos fundamentales
por el auto acordado podrá recurrir al Tribunal Constitucional, caso en el cual
existe un control de admisibilidad previa del recurso que será desarrollado por
una de las salas del Tribunal Constitucional. Si la misma declara inadmisible el
requerimiento de una parte, no procede recurso alguno en contra de dicha
resolución.

Se trata de una materia interesante, de alcances que estarán por verse,


especialmente en materias como el recurso de protección en donde
interpretaciones restrictivas sobre, por ejemplo, los plazos de su interposición han
devenido en privar a los sujetos de esta acción constitucional especial que, desde
otra perspectiva, es una garantía o derecho público subjetivo establecido en su
favor.

Declarada la inconstitucionalidad del auto acordado, el mismo se entenderá


derogado desde el momento en que se publique en el Diario Oficial la resolución
respectiva, no generando efectos retroactivos.

Esta norma constitucional es regulada en la ley orgánica constitucional, siendo


del todo aconsejable que en tanto no se pronuncie el Tribunal Constitucional
sobre la materia, se suspenda el procedimiento respectivo en curso. En efecto,
atendido que lo que se resuelva no tendrá efecto retroactivo, no puede sino ser
esto la solución legal que le dé sentido a que se exija que sea una persona que se
encuentre ante una gestión judicial la que pueda solicitar esta declaración.

3. Resolver las “cuestiones sobre constitucionalidad” que se den durante la


tramitación de las leyes, las reformas constitucionales y los tratados
sometidos a la aprobación del Congreso Nacional.

La noción de “cuestiones sobre constitucionalidad” viene de la reforma


constitucional de 1970, no obstante la noción recién se expresa en el rol 23 de
1984, en relación al proyecto de ley relativo al tráfico de estupefacientes. Dentro
de las materias que señala dicho fallo, en el mismo se aclara que el Tribunal
Constitucional no es un órgano consultivo llamado a emitir pronunciamientos en
abstracto ante dudas de la autoridad, por el contrario, sólo ejerce su jurisdicción
cuando se ha suscitado una cuestión sobre la constitucionalidad.

Por de pronto esta noción no faculta al Tribunal Constitucional a optar en cuanto


a la mejor forma de regular una materia. Básicamente, se trata de una
discrepancia en cuanto al alcance de un precepto constitucional. Para que el
Tribunal Constitucional entre a conocer de dicha discrepancia, la misma tiene que
sucederse con motivo de la tramitación de alguno de los proyectos indicados y, en
particular, entre el mismo y la Constitución Política de la República, según
alguna de las intepretaciones sustentadas por quienes intervienen en el proceso
legislador. En efecto, si existe una clara inconstitucionalidad de un precepto del
proyecto, sin que existan dos posiciones al interior del Congreso Nacional o entre
éste y el Presidente de la República sobre los alcances del mismo, no existe una
cuestión de constitucionalidad en el sentido anotado y debe ser el propio
colegislador el que decline del proyecto. Por lo demás, el mismo fue el criterio
sustentado en el rol 147 de 1992.

El contenido material de una cuestión sobre constitucionalidad es amplio,


abarcando hipótesis tales como quórum del precepto, reserva de ley al respecto,
relación del mismo con una garantía constitucional y otras.

Silva Bascuñan sostiene que esta atribución del Tribunal Constitucional sólo
puede ejercerse desde el momento en que se da cuenta ante la cámara de origen
de determinado proyecto, pues sólo en ese momento se ha iniciado la tramitación.
Por el contrario, la misma no existe entre la presentación del mensaje o moción y
el momento en que se da cuenta del mismo y, por ello, en esa etapa previa no
puede intervenir el Tribunal Constitucional, siendo resorte del promotor del texto
el retirarlo si estima que el mismo encierra una inconstitucionalidad.

El ejercicio de esta atribución por parte del Tribunal Constitucional puede ser a
solicitud del Presidente de la República, de cualquiera de las Cámaras del
Congreso Nacional o de al menos una cuarta parte de sus miembros en ejercicio.
Dicho requerimiento debe ser formulado antes de la promulgación de la ley o de
la remisión al Presidente de la República de la nota que le informa la aprobación
del tratado internacional y, en todo caso, no después de 5 días de ocurrido
cualquiera de estos eventos. La idea es no mantener la incertidumbre en relación
al proyecto, acotando los plazos para que el mismo se convierta en ley o tratado
internacional.

Con el mismo propósito, el Tribunal Constitucional deberá pronunciarse dentro


del plazo de 10 días de recibido el requerimiento, prorrogables por igual número
de dias por motivos graves y calificados, lo que deberá contar en una resolución
especial emitida al respecto. Durante este plazo, la tramitación del proyecto no se
suspenderá pero, en todo caso, no podá ser promulgado hasta expirados los
plazos indicados, salvo que se trate de la ley de presupuestos o de lal proyecto
relativo a la declaración de guerra propuesta por el Presidente de la República.
Vencidos los mismos, sí procede la promulgación.

4. Resolver las cuestions que se presenten sobre la constitucionalidad de un


decreto con fuerza de ley.

Esta atribución puede ejercerse en dos hipótesis diferentes:

- Por el Presidente de la República, en caso que la Contraloría General de la


República no tome razón por estimar inconstitucional el decreto con fuerza de ley
y dentro de los 10 dias siguientes a que ello ocurra. En este caso, declarado
incnstitucional, el proyecto no podrá convertirse en dectreto con fuerza de ley
pues se trata de un control preventivo;
- Por cualquiera de las cámaras o una cuarta parte de sus miembros en ejercicio, en
caso que la Contraloría haya tomado razón de un decreto con fuerza de ley que se
estima inconstitucional, dentro de los 30 días siguientes a publicado el mismo en
el Diario Oficial. En este caso, atendido que ya existe la norma de rango legal, se
trata de un control represivo. Por ello y sin producir efecto retroactivo, la
sentencia producira sus efectos desde publicada en el Diario Oficial, momento en
que se entenderá derogado el proyecto.

Sobre esta atribución es importante tener presente que la misma se refiere


exclusivamente al decreto con fuerza de ley y no a la ley delagatoria. De la afirmación
anterior se siguen dos conclusiones: i) los problemas de constitucionalidad relativos a la
ley delegatoria serán objeto de análisis por parte del Tribunal Constitucional conforme
las normas generales sobre preceptos legales y; ii) declarada constitucional la ley
delegatoria no procede revivir el vicio a propósito de cuestionar el decreto con fuerza de
ley dictado en su virtud.

Por otro lado, esta atribución puede ser ejercida tanto en relación a aspectos de fondos,
es decir, cuando la norma del decreto con fuerza de ley no es conciliable con la
Constitución Política de la República, o por problemas de alcance más o menos formal,
relativos, por ejemplo, al cumplimiento del mandato delegado dentro de los plazos
determinados por el Congreso Nacional materia, por lo demás, en relación a la cual el
Tribunal Constitucional ya se pronunció antes de 1973. Este criterio fue reiterado en el
rol 231 de 1996, el cual señala que el alcance de la “cuestión” de constitucionalidad
relativa a un decreto con fuerza de ley no es el mismo que el relativo a las leyes, entre
otras razones, por la oportunidad en que proceden ambos requerimientos.

Así, algunos casos típicos de estos cuestionamientos pueden ser, por ejemplo, que se
exceda el mandato, que se ejerza fuera de plazo o que se haga sobre una materia en
relación a la cual no procede delegación de facultades legislativas de conformidad a lo
dispuesto en el artículo 64 de la Constitución Política de la República.

5. Resolver las cuestiones sobre la constitucionalidad de la convocatoria a un


plebiscito, sin perjuicio de las atribuciones que al respecto corresponden al
Tribunal Calificador de Elecciones.

Esta atribución puede ejercerse a solicitud del Senado o de la Cámara de Diputados,


dentro de los 10 días siguientes a contar de la publicación de decreto que fije la fecha del
acto plebiscitario.

El Tribunal Constitucional fijará en su sentencia el texto definitivo de la consulta


sometida a plebiscito, de ser procedente el mismo. De lo anterior se colige que dicha
atribución puede ejercerse en relación a la procedencia de llamar a plebiscito ante
determinada situación como en lo relativo al contenido de la consulta, en cuanto el
mismo puede entrañar una inconstitucionalidad. Esto es especialmente complejo en
aquellos casos de plebiscito, precisamente, a propósito de una reforma constitucional
donde por naturaleza son limitadas las hipótesis de inconstitucionalidad.

Si al pronunciarse el Tribunal Constitucional faltan menos de 30 días para el plebiscito,


en la misma sentencia deberá establecerse el plazo de dicha consulta entre los 30 y 60
días siguientes a la misma.

6. Declarar, por mayoría de sus miembros en ejercicio, la inaplicabilidad de un


precepto legal en cualquier gestión que se siga ante un tribunal ordinario o
especial, cuando dicha aplicación resulte contraria a la Constitución.

Se trata de una nueva atribución del Tribunal Constitucional otorgada en al reforma de


2005, la que elimino las facultades que al respecto correspondían a la Corte Suprema.

Esta materia puede ser promovida por cualquiera de las partes o por el Tribunal que
conoce del asunto, de lo que se desprende que no es posible solicitar una declaración en
abstracto sino que debe tratarse de una norma que concretamente puede resultar
aplicable.

Si bien de este recurso ha de conocer el Tribunal Constitucional en pleno, existe un


control previo de admisibilidad del que conoce una sala del mismo. Así, presentado el
recurso, una sala deberá pronunciarse en relación a si el mismo es admitido a
tramitación, no procediendo recurso alguno en contra de lo que dicha sala resuelva. En
nuestra opinión, el propio Tribunal Constitucional podría rectificar lo resuelto en caso de
haber incurrido en errores de hecho, pero reconocemos que se trata de una materia
altamente controvertible.

El control de admisibilidad previo del recurso se refiere a las siguientes materias: i)


existencia de una gestión pendiente ante un tribunal ordinario o especial; ii) que la
aplicación del precepto impugnado pueda resultar decisivio para la resolución del asunto.
A este respecto, lo que se busca es que se trata de la impugnación de normas relevantes
para el asunto que se conoce, es decir, de aquellas decisoria litis que pueden traducirse
que el fallo opere en uno u otro sentido. Se entiende la norma en cuestión por una razón
práctica, no obstante lo cual, en nuestra opinión, este control previo es cuestionable por
varias razones y, entre ellas, por prejuzgar en cuanto a la importancia de una norma para
el fallo que luego deberá emitir el juez de fondo y, por su parte, por poder dejar sin
pronunciarse al Tribunal Constitucional en pleno sobre una norma que puede ser
claramente inconstitucional; iii) que la impugnaciñón se encuentre razonablemente
fundada, y; iv) que se cumpla con los demás requisitos que señala la ley. En nuestra
opinión este control, en general, debe ser más bien formal pues, de caso contrario,
entraña el peligro de que a través de un simple trámite se complique enormemente la
procedencia de un recurso.

La misma sala debe decidir si suspende el procedimiento en curso en el que podría


resultar aplicable la norma.

Si bien se trata de una materia novedosa, la evidente similitud que en ciertos aspectos
presenta con las normas sobre el recurso de inaplicabilidad del que conocía la Corte
Suprema hacen relevante analizar la jurisprudencia que a su respecto se sentó por este
último tribunal. En razón de ello, reiteramos lo señalado en su momento a este respecto.

Hacemos presente que en la actualidad este mecanismo es altamente utilizado. El


Tribunal Constitucional ha establecido una doctrina de que con motivo de este recurso,
se realizará un control concreto de la norma, lo que obliga a conocer los hechos para
determinar si el resultado de la aplicación de la misma es contrario a la Constitución
Política de la República. Este control concreto, relativo a hechos determinados, le resta
alcance a las sentecnias del Tribunal Constitucional, las que en todo caso siempre han
sido de efecto relativo. Por otra parte, permite una evolución de los criterios del Tribunal
Constitucional.

En materia de inaplicabilidades se ha presentado la realidad de las denominadas


sentencias interpretativas, que son aquellas en que el Tribunal Constitucional declara
que determinada interpretación de una ley es compatible con la Constitución Política de
la República, normalmente rechazando el recurso en cuestión sobre la base que existe
una interpretación constitucional de la ley. Este tipo de sentencias presenta dudas en
cuanto a su alcance y la forma en que las mismas pueden ser exigidas a los tribunales
que conocen del fondo del asunto. La dictación de este tipo de sentencias se basa en la
idea de que si el Tribunal Constitucional puede declarar la inaplicabilidad de una ley con
mayor razón, por una deferencia razonada al legislador (fundada en la presunción de que
el mismo ha cumplido con la Constitución Política de la República), puede declarar
cómo ha de interpretarse para que no sea inconstitucional. Luego, algunos autores
señalan que el Tribunal Constitucional carece de esta competencia y que esta forma de
proceder afecta no sólo la autonomía del legislador sino también las facultades soberanas
de los jueces de fondo de interpretar las normas legales. En nuestra opinión, el
mecanismo de la sentencias interpretativas es aceptable constitucionalmente, pero debe
contenerse en los resuelvos y encuadrarse dentro de sentencias que declaren
expresamente inconstitucional la norma interpretada en sentidos diversos. De lo
contrario, además de los cuestionamientos señalados, se expone el Tribunal
Constitucional a que sus pareceres no sean respetados por los jueces del fondo.

Se ha presentado dudas sobre si el concepto “precepto legal” del numeral en cuestión


comprende o no a los tratados. El punto fue resuelto con motivo del pronunciamiento del
Tribunal Constitucional en relación al control preventivo del proyecto de modificación
de su ley orgánica constitucional. En definitiva, se declaró inconstitucional el precepto
que señalaba que no procedía el recurso de inaplicabilidad en relación a los tratados
internacionales, entre otras razones, por el hecho que los mismos tienen carácter de
precepto legal; tanto la ley como el tratado son inferiores a la Constitución Política de la
República, y; en todo caso, no se derogaría el tratado sino sólo se declararía inaplicable
al caso concreto. Lo que no podría el Tribunal Constitucional es declarar la
inconstitucionalidad de un tratado internacional, pues ello desconocería lo dispuesto en
el artículo 51 sobre la vigencia de los mismos. Esta materia fue altamente controvertida,
presentándose incluso votos de minoría en la resolución reseñada.

7. Por cuatro quintos de sus miembros en ejercicio, procede declarar la


inconstitucionalidad de un precepto legal declarado inaplicable conforme al
numeral anterior.

Derechamente, nos encontramos ante una nueva atribución del Tribunal Constitucional,
incorporada el 2005. Al respecto, un primer comentario: Nos parece razonable que,
declarada la inaplicabilidad concreta de un precepto por considerar que el mismo,
atendido los hechos o demás normas, puede devenir en una inconstitucionalidad
aplicativa a determinado caso, se revise derechamente la inconstitucionalidad abstracta
del precepto. Ahora bien, nos parece que también debiese existir la atribución de declarar
inconstitucional un precepto legal sin necesidad de un recurso previo de inaplicabilidad
pues, de algua manera, esta atribución trata de la esencia de la función del Tribunal
Constitucional en cuanto protege a las minorías de las mayorías parlamentarias
ocasionales.

Esta facultad, luego de declarada la inaplicabilidad, puede ser ejercida de oficio por el
Tribunal Constitucional o requerida por cualquier persona, pues existe acción pública al
respecto atendido el interés general en que las leyes respeten la Constitución Política de
la República. En todo caso, se remite de manera amplia la regulación de la acción
pública al respecto y el procedimiento que deberá seguirse para actuar de oficio, a la ley
orgánica constitucional.

Declarado inconstitucional una ley, la misma se entenderá derogada desde la publicación


en el Diario Oficial de la sentencia respectiva, lo que ocurre dentro de los 3 días de
dictada, sin que ella produzca efecto retroactivo. Esta ultima mención es compleja de
entender pues, en los hechos, sólo se recurre de inaplicabilidad cuando se aplicará un
precepto a una situación temporalmente bajo su mandato y, por ello, la “no
retroactividad” del fallo de inconstitucionalidad debemos entenderla relativa a que no
podrá alterarse el contenido de las sentencias judiciales dictadas en el tiempo intermedio.

8. Resolver los reclamos cuando el Presidente de la República no promulge un


precepto debiendo hacerlo o promulgue uno diverso al aprobado.

Esta atribución puede ser ejercida por cualquiera de las cámaras del Congreso Nacional o
por una cuarta parte de sus miembros en ejercicio. La misma tiende a resguardar el
trabajo legislativo y se debe ejercer dentro de los 30 días siguientes a la fecha de
publicación del texto diferente al aprobado o dentro de los 60 dias siguientes a que se
debió promulgar el texto aprobado.

De conformidad a lo dispuesto en los artículos 72 y 75 de la Constitución Política de la


República, el Presidente de la República debe proceder a promulgar un texto legal en los
siguientes casos: i) si una vez aprobado por ambas cámaras del Congreso Nacional,
habiéndolo o no vetado previamente, lo aprueba; ii) si pese a no aprobarlo, transcurren
30 días desde que el mismo le es remitido por el Congreso Nacional sin que lo
promulgue, o; iii) si pese a vetarlo, cada una de las Cámaras del Congreso Nacional
insiste en el proyecto con a lo menos dos terceras partes de los senadores y diputados
presentes. El Presidente de la República debe proceder a la promulgación dentro de los
10 días siguientes a que el proyecto se encuentra en condiciones. Vencido dicho plazo, se
entiende que el Presidente de la República no ha promulgado un proyecto debiendo
hacerlo.

El fallo que acoge el recurso promulga el texto no promulgado previamente o, en su


caso, lo promulga correctamente. Esta resolución debe ser publicada en el Diario Oficial,
tal como lo dispone la ley orgánica constitucional, previa remisión a la Contraloría
General de la República para efectos de registro pues, en efecto, la misma puede haber
tomado razón previamente del decreto respectivo.

9. Resolver, a requerimiento del Presidente de la República, sobre la


constitucionalidad de un decreto o resolución dictado por él que haya sido
representado por inconstitucional por la Contraloría General de la
República.

Esta atribución soluciona, en caso de objeción de inconstitucionalidad, un conflicto entre


el Presidente de la República en ejercicio de su potestad reglamentaria y la Contraloría
General de la República.

En efecto, el artículo 99 de la Constitución Política de la República señala que en


aquellos casos en que la representación de la Contraloria General de la República sea por
estimar inconstitucional el decreto o la resolución, no procede la facultad del Presidente
de la República de dictar el denominado “decreto de insistencia” firmado por todos sus
ministros, lo que obliga a la Contraloría a remitir los antecedentes a la Cámara de
Diputados para que la misma, de estimarlo procedente, ejerza sus funciones
fiscalizadoras. Así, al no poder insistir el Presidente de la República ante la
representación por inconstitucional de un decreto o resolución, el conflicto suscitado será
resuelto mediante resolución no sujeta a recurso alguno por el Tribunal Constitucional.
Para ello, debe remitir los antecedentes a dicho Tribunal dentro de los 10 días siguientes
a suscitada la controversia. En nuestra opinión, si no se remiten los antecedentes dentro
de dicho plazo ello equivale a la conformidad del Presidente de la República con lo
resuelto por la Contraloria General de la República.

Sobre este punto se debe tener presente que la doctrina estima que si la resolución
representada ha sido dictada por un organismo de la administración del Estado diferente
al Presidente de la República, es el mismo el único llamado a solicitar el
pronunciamiento del Tribunal Constitucional. Atendido el tenor literal de la norma del
número 9 del actual artículo 93 de la Constitución Política de la República, esta
interpretación es cuestionable, a menos en aquellos casos en que la resolución es dictada
“por orden del Presidente de la República”.

10. Declarar la inconstitucionalidad de las organizaciones y partidos, así como la


de las personas que participaron en los hechos respectivos, todo ello de
conformidad a lo dispuesto en el número 15 del artículo 19.

Como sabemos, el número 15 del artículo 19 de la Constitución Política de la República,


norma sobre la libertad de asociación, señala en beneficio del pluralismo político que son
inconstitucionales las organizaciones o partidos cuyos objetivos o acciones no respeten el
orden democrático y constitucional, busquen establecer un sistema totalitario o haga uso
de la violencia o la propugnen como método de acción política. Sin perjuicio de las
sanciones a la organización, las personas que intervienen en ellas no podrán participar en
la formación de otra asociación política ni optar a cargos publicos de elección popular
por 5 años, cesando en aquellos que desempeñaren.

Si la declaración recae sobre el Presidente de la República o el presidente electo, se


requerirá adicionalmente el pronunciamiento del Senado por mayoría de sus miembros
en ejercicio.

Existe acción pública en lo relativo a requerir este pronunciamiento del Tribunal


Constitucional, a menos que se refiera al Presidente de la República o al Presidente
electo, caso en el cual la acción corresponde a la Cámara de Diputados o a una cuarta
parte de sus miembros en ejercicio. Presentado el recurso, una sala del Tribunal
Constitucional se pronunciará sobre la admisibilidad, sin ulterior recurso.

El Tribunal Constitucional conoce de estas materias apreciando la prueba –“los hechos”,


señala la Carta Fundamental- a conciencia.

Sobre el alcance de la norma del número 15 del artículo 19 nos pronunciamos en su


momento, por lo que se reitera lo antes señalado al respecto.

11. Informar al Senado en las materias del número 7 del artículo 53 de la


Constitución Política de la República.

El Senado debe declarar la inhabilidad fisica o mental del Presidente de la República o


del Presidente electo o, en su caso, pronunciarse sobre si admite o no su renuncia, en
base a si sus argumentos son o no fundados.

Esta atribución se ejerce sólo a requerimiento del Senado, apreciando los hechos en
conciencia.

El ejercicio de esta atribución se encuentra regulado en la ley orgánica constitucional y


se indica en ella que el Senado debe poner en conocimiento del Tribunal Constitucional
todos los antecedentes del requerimiento, de las sesiones en que se trató el tema,
fijándose un plazo para que se pronuncie.

12. Resolver las contiendas de competencia entre las autoridades políticas y


administrativas y los Tribunales de justicia, que no correspondan al Senado.

De conformidad a lo dispuesto en el número 3 del artículo 53 de la Constitución Política


de la República, es el Senado el llamado a conocer de las contiendas de competencia
entre los Tribunales superiores de Justicia (Cortes en general) y las autoridades políticas
y administrativas. De conformidad a lo anterior, la atribución en estudio es de carácter
residual.

La acción a este respecto deberá ser iniciada por cualquiera de las autoridades o
tribunales en conflicto. Nos parece que, al menos en hipótesis de contiendas negativas de
competencia, debiese existir la posibilidad de que los particulares afectados pudieren
accionar en estas materias, de manera de obtener alguna forma de pronunciamiento de
parte del Estado.

13. Conocer de las inhabilidades constitucionales o legales de una persona para


ser designado ministro de Estado, permanecer en el cargo y desempeñar
otras funciones.

Se trata de situaciones en que no es la supremacía constitucional, directamente, la que se


encuentra en juego pues se trata de un conflicto que versa principalmente sobre los
hechos constitutivos de las inhabilidades.

El artículo 34 de la Constitución Política de la República consagra los requisitos para ser


ministro y contiene una remisión al legislador, pues señala que deberá cumplirse con los
demás requisitos para ingresar a la administración pública.

Existe acción pública a efectos que el Tribunal Constitucional ejerza estas facultades,
existiendo un control previo de admisibilidad de la acción por parte de una sala contra
cuya resolución no procede recurso alguno. Dicho tribunal apreciará los hechos en
conciencia.
14. Pronunciarse sobre las inhabilidades, incompatibilidades y causales de
cesación en el cargo de los parlamentarios.

Los artículo 58 a 60 de la Constitución Política de la República ya estudiados contienen


las inhabilidades, incompatibilidades y causales de cesación en el cargo que afectan a los
parlamentarios. Se trata de verdaderas sanciones, por lo que no procede su aplicación por
analogía, como señaló el Tribunal Constitucional en el rol 190 de 1994, relativo al
senador Francisco Javier Errázuriz T. En la misma línea, en el rol 272 de 1998, relativo
al senador Agusto Pinochet U., declaró que el Tribunal Constitucional sólo conoce de
causales sobrevinientes y no previas a la época en que entre a ejercer el cargo el
parlamentario.

En su momento, se consideró inapropiado que estas causales fueran declaradas por los
propios parlamentarios. Se trata de causales jurídicas que, por lo mismo, deben
sustraerse del Congreso Nacional. El Tribunal Constitucional ha ejercido esta facultad en
algunas oportunidades declarando, por ejemplo, que carece de competencia para resolver
una suerte de recusación contra un parlamentario, cuando se intente que el mismo se
sustraiga de votar una materia. Así ocurrió en el rol 165 de 1993, en donde se intentaba
inhabilitar a los senadores designados por la Corte Suprema de votar una acusación
constitucional contra ministros de dicho tribunal.

La acción a este respecto corresponde al Presidente de la República o, al menos, a diez


parlamentarios en ejercicio. Atendida la gravedad de las causales, en nuestra opinión la
acción al respecto debiese ser más amplia, sin perjuicio de establecerse algún control de
admisibilidad de la misma.

En esta materia el Tribunal Constitucional ejerce una función de tipo claramente


jurisdiccional, en la que no existe propiamente una cuestión de constitucionalidad en el
sentido anotado.

15. Pronunciarse sobre la renuncia del cargo de un parlamentario, solicitada


por el mismo, en caso de enfermedad grave.

En este caso, el Tribunal Constitucional debe pronunciarse sobre el carácter grave de la


enfermedad y sobre el hecho que la misma impide al parlamentario desempeñar su cargo.

16. Resolver sobre la constitucionalidad de los decretos supremos, cualquiera


sea el vicio que los afecte.

Se trata de una atribución amplia que incluso se aplica a la potestad reglamentaria


autónoma del Presidente de la República, pero en este último caso lo que se resguarda es
solo que no exista reserva de ley, es decir, que no se trate de aquellas materias que el
artículo 63 señala que deben ser necesariamente reguladas por una norma legal en cuanto
a la forma y el fondo.

La acción a este respecto corresponde a cualquiera de las Cámaras, dentro de los 30 días
siguientes a la publicación o notificación del acto impugnado. En caso que no se
impugne que el Presidente de la República excede la potestad reglamentaria autónoma,
la acción corresponde tambien a una cuarta parte de los miembros de cualquiera de las
cámaras. Básicamente, lo que se quiere evitar es que el Congreso entorpezca el ejercicio
de la potestad reglamentaria del Presidente de la República, claramente reforzada en el
texto constitucional vigente.

En esta materia, se ha presentado la tesis de que esta norma concentraría exclusivamente


en el Tribunal Constitucional la facultad de entrar a conocer de la constitucionalidad o
legalidad de los decretos, excluyéndose otros medios como sería, por ejemplo, el recurso
de protección o la nulidad de derecho público. No compartimos esta tesis pues el vicio de
la inconstitucionalidad es diferente del de la ilegalidad; se trata de acciones que tienen
diferentes titulares y con un objeto final distinto en su alcance, puesto que las
atribuciones del Tribunal Constitucional tendrán efectos generales y los de los demás
tribunales sólo relativos.

Las sentencias dictadas a este respecto se publicarán en el Diario Oficial dentro de los 3
días siguientes a su dictación.

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