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++sesion Introducciön A La Biblia-02-07-20+9-07-20
++sesion Introducciön A La Biblia-02-07-20+9-07-20
La palabra anatema en hebreo sig, hêren, es una noción primitiva, que consiste
en renunciar a todo el botín y su atribución a Dios, se da muerte a los hombres y
animales; pero los objetos preciosos son entregados al santuario. En este sentido es un
acto religioso, una ordenanza de la “guerra santa”, es consecuencia de una orden divina.
Todo incumplimiento es un sacrilegio que se debe castigar severamente, Dt 1, 1-22.
La orden de Josué será ejecutada inmediatamente después de la conquista de la ciudad.
V.21. “Destruyeron por completo1, a filo de espada, todo lo que había en la ciudad: hombres y
mujeres, jóvenes y ancianos, bueyes, ovejas y asnos ”. La pregunta que nos interpela es ¿Cómo
puede Dios exigir, que se extermine a toda una populación por el único motivo de no pertenecer
al Pueblo de Israel y ocupar un territorio que se está conquistando?”
2
Esta imagen de Dios con el dominio absoluto debe ser leída, corregida a la luz del NT.
3
Cf. N. AVIGAD – S. GIBSON, «Jericho», in EJ, vol. 11, 137; J. A. SOGGIN, «Gerico. Anatomia di
una
conquista», in Miscellanea 11 (1974), 193-213.
4
Cfr. T. K. CHEYNE, «Jericho», in EB(C), vol. 2, Adam and Charles Black, London 1901, 2396, cfr. R.
NORTH, «Gerico», in EdB, vol. 3, 776-777.
5
Cf. J. A. SOGGIN, «Gerico», 203.
productiva de Palestina, las frutas maduraban en ella antes de las fechas y fueron los
mejores del mundo6. En el periodo de la conquista, Antes de la monarquía, la ciudad
había sido abandonada, destruida desde hacía mucho tiempo. Esto nos dice que el relato
bíblico de la toma de Jericó no responde a un hecho histórico que sucedió realmente.
Que consecuencia podemos traer?, si el relato bíblico no describe un episodio
histórico, entonces tampoco la población de la ciudad fue exterminada, por la razón que
la ciudad estaba deshabitada, J-L. Ska, interpreta de esta manera, el relato puede ser un
intento de explicar por qué en aquella época, era un montón de ruinas desiertas. Otro
elemento importante es que el relato está vinculado a la historia de Israel, que nunca
llego a ser una potencia militar. Más bien, durante mucho tiempo estuvo sometido a las
potencias vecinas, como vemos en la historia, Israel estuvo sometida a las grandes
potencias vecinas: egipcios, asirios, babilonios, persas, griegos y a los romanos.
Justamente fueron los asirios los que introdujeron la costumbre de exterminar a las
poblaciones conquistadas o reconquistadas. Las inscripciones asirias atestiguan este
modo de proceder. Todavía el estudioso nos presenta dos consecuencias. La primera es
que el libro de Josué se compuso en época reciente, después de las invasiones asirias, y
que describe la conquista del país según los esquemas copiados de la cultura asiria. Por
lo mismo que Israel no quería ser inferior a las grandes potencias militares de su tiempo.
La segunda consecuencia es que Israel quiso escribir una página de la historia
bélica gloriosa. Que nos dice implícitamente el libro de Josué, que no siempre hemos
sido vencidos también somos vencedores, aunque en una época muy remota. Para el
estudioso a la base de los relatos hay un dato tradicional o una serie de leyendas locales,
las que surgieron a propósito de las ruinas de Jericó. Todavía añade otra razón el
estudioso que las victorias de Dios nunca pueden ser a medias. Por fuerza Dios debe
triunfar y aniquilar7.
b. La toma de la ciudad de Jericó
Vamos a ver la estrategia que el autor bíblico emplea para tomar la ciudad de
Jericó.
Los israelitas guiados por Josué circundaron la ciudad por seis días y en el séptimo día
continuaron a girar en torno a los muros de la ciudad (cf. Jos 6,15).
V. 16 . “Al dar la séptima vuelta tocaron los sacerdotes las trompetas y Josué dijo al pueblo:
"¡Lanzad el grito de guerra, porque Yahveh os entrega la ciudad !”
V. 20 “Lanzó, pues, el pueblo el grito de guerra y sonaron las trompetas. Justamente cuando el
pueblo oyó el sonido de las trompetas y lanzó el grito de guerra con gran estrépito, se desplomó
la muralla sobre sí misma; el pueblo escaló la ciudad, cada uno desde la posición en que se
encontraba, y se apoderaron de ella”.
El alarido que lanzo el pueblo de Israel8, junto a los trompetas que usaban durante las
batallas, servían para poner alerta, reunir al ejército o iniciar el ataque. En Josué 6 no es
6
Cfr. E. SCHÜRER, Storia, vol. 1, 375-377.
7
Cf. J-L. SKA, Compendio del Antiguo Testamento, 66-67.
8
El mismo significado de “gritos de guerra” se encuentra en Ger 20,16; Ez 21,27; Am 1,14; 2,2; Gb
39,25, Sof.1,16, cf. F. BROWN – S. R. DRIVER (et alii, a cura di), «»עּור, in BDB, 929-930.
una batalla, si bien el ejército ronda la ciudad y le da vuelta, es más bien semejante a
una procesión.
Es al final de la séptima vuelta, que Josué da la señal y los israelitas levantan su
fuerte grito de guerra, cayeron las murallas, es evidente que las murallas de la ciudad no
fueron demolidas en todas sus partes, por lo menos inmediatamente, debido que Rajab
quien escondió a los dos exploradores mandados de Josué, quedaba a salva, mientras no
se rescataban a sus parientes y personas que quería salvar. Rajab fu el ejemplo del
extranjero que adhiere la fe a Israel. Rajab cuando escuchó la acción de Dios en favor
de su pueblo, ella acoge al Dios de Israel como el verdadero Dios del cielo y de la tierra,
(cf. Jos 2,10-11)9.
V. 4 “Siete sacerdotes llevarán las siete trompetas de cuerno de carnero delante del arca. El
séptimo día daréis siete vueltas en torno a la ciudad, mientras los sacerdotes tocarán las
trompetas”.
La estrategia tiene carácter litúrgico más que militar. Debido a que el ejército no
interviene en las operaciones, los verdaderos actores son el Arca de la alianza y los siete
sacerdotes que tocan las trompetas. El ejército intervendrá solo cuando se hayan
derrumbado las murallas de la ciudad. El origen del relato de Jos 6 está relacionado con
la tradición del santuario de Guilgal, sig. círculo, generalmente es un circulo de piedras
alzadas que suelen tener un sentido sagrado, hay varios lugares que se llaman Gilgal (Dt
11,30; 2 Re 2,1; 4,38). El más conocido se encuentra cerca de Jericó, donde según la
tradición José sus compañeros colocaron doce piedras del Jordán, en círculo para
recordar el paso de los israelitas por el rio y la entrada en la tierra prometida (cf. Jos
4,19-20), que testimoniaba una liturgia en torno a Jericó, con toque de trompeta clamor
y rodeo a la ciudad durante 7 días. Esta liturgia celebraba a la Providencia de Dios que
había hecho caer las murallas de la ciudad.
Josué lleva a la práctica el mandato de Yhwh, recuerda la alianza y las
bendiciones concedidas a Israel veamos Josué 8,30-35
En Gos 23,6 su último discurso Josué confía lo más precioso que tiene la Torá, se lo
entrega en forma de recomendación: “Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo
que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra”
Antes de realizar el ultimo pacto en Siquem , Josué les da a elegir a quienes quieren
servir pregunta al pueblo si quieren servir a Dios o a los dioses a quienes servían
vuestros antepasados más allá del Rio (Jos 24,14-24), solo después podrá realiza el
pacto de Siquem (cf. Jos 24, 25-27). A las palabras de la alianza en el libro de la ley que
Josué recuerda al pueblo, coloca un monumento una enorme piedra que le sirve como
un recuerdo y también como un testimonio para que siempre se recuerde el pueblo de
sus responsabilidades.
El tiempo de Josué ha sido considerado un tiempo de oro en la historia de Israel.
Por su fidelidad al Señor y al cumplimiento de la ley.
Hemos visto como es importante tener en cuenta el contexto histórico y literario del
relato.
9
Dentro de la genealogía con que inicia el Evangelio de Mateo, Rajab es mencionada junto a otras tres
mujeres son: Tamar, Rut y Betsabé (la que fue mujer de Urías). Mateo pone en relieve la presencia de tres
extranjeras, manifiesta así el universalismo de la salvación. Y por las condiciones irregulares en que se
encuentran, ellas no son hijas del pueblo elegido, sin embargo, es a través de ellas que se manifiesta la
gracia de Dios, hacia el extranjero. (cf. Mt 1,1-17).
4. Vamos a considerar que alcance nos propone la Comisión Pontificia Bíblica al tomar
en consideración
127. En el libro del Deuteronomio, en particular, leemos que Dios ordena desposeer a
las naciones cananeas y entregarlas al exterminio (Dt 7,1-2; 20,16-18); la orden es
ejecutada fielmente por Josué (Jo 6–12) y puesta en práctica en la primera época de la
monarquía (cf. 1 Sam 15). Este conjunto literario es bastante problemático, más
incluso que las guerras y masacres narrados en el Antiguo Testamento; hacer de ello
un programa de conducta política nacionalista, justificando sobre su base la violencia
contra otros pueblos, debe rechazarse en cualquier caso sin medias tintas, porque
malinterpreta el sentido de los textos bíblicos.
Es preciso señalar, desde el principio, que estos relatos no ofrecen las características
de una crónica histórica: de hecho, en una guerra real, las murallas de una ciudad no
se derrumban al sonido de las trompetas (Jos 6,20); tampoco se entiende cómo puede
hacerse reamente una distribución pacífica de las tierras mediante sorteo (Jos 14,2).
Por otro lado, la normativa del Deuteronomio que prescribe el exterminio de los
Cananeos toma forma escrita en un momento histórico en el que aquellas poblaciones
no eran ya identificables en la tierra de Israel. Se impone por ello la necesidad de
reconsiderar cuidadosamente el género literario de estas tradiciones narrativas. Como
habían sugerido ya los mejores intérpretes de la tradición patrística, el relato de la
epopeya e la conquista debe ser considerado como una especie de parábola, que pone
en escena personajes que tienen valor simbólico. A su vez, la ley del exterminio exige
una interpretación no literal, lo mismo que se hace, por otra parte, con el mandato del
Señor de cortarse la mano o sacarse un ojo si son ocasión de escándalo (Mt 5,29;
18,9).
En todo caso, nos queda por señalar cómo se puede orientar la lectura de estas
páginas difíciles. Un primer aspecto controvertido de la tradición literaria que
acabamos de mencionar es el de la conquista, entendida como expulsar a los
habitantes de un lugar para instalarse en él. No resulta convincente, sin duda, apelar al
derecho que asiste a Dios de distribuir la tierra favoreciendo a sus elegidos (Dt 7,6-
11; 32,8-9), porque de ese modo se desconoce las legítimas pretensiones de las
poblaciones autóctonas. El propio texto bíblico nos ofrece de hecho otras pistas de
explicación más convincentes. En primer lugar, el relato pone en juego el conflicto
entre dos grupos de diversa capacidad económica y militar: por una parte, el de los
cananeos, poderosísimo (Dt 7,1; cf. anche Núm 13,33; Dt 1,28; Am 2,9; etc.), y por
otra el de los israelitas, débil e inerme; así, pues, no se narra –como modelo ideal– la
prevalencia del prepotente, sino todo lo contrario, el triunfo del pequeño, de acuerdo
con una “figura” bien atestiguada en toda la Biblia hasta el Nuevo Testamento (Lc
1,52; 1 Cor 1,27). Se expresa así una lectura profética de la historia, que en la victoria
de los mansos, en una guerra “santa”, descubre la realización del Reino del Señor
sobre la tierra. Además, según el testimonio bíblico, Dios considera a los cananeos
culpables de crímenes gravísimos (Gén 15,16; Lv 18,3.24-30; 20,23; Dt 9,4-5; etc.),
entre otros el de asesinar a sus propios hijos en rituales perversos (Dt 12,31; 18,10-
12). Así, pues, el relato contempla la realización del juicio divino en la historia. Josué
se manifiesta como “siervo del Señor” (Jos 24,29; Jue 2,8) cuando asume la tarea de
ejecutar la justicia: sus victorias son atribuidas una y otra vez al Señor y a su poder
sobrehumano. El motivo literario del juicio sobre las naciones comienza, pues, en los
relatos de los orígenes, pero, como documentan los profetas y los escritos
apocalípticos, se extenderá a los diversos pueblos cada vez que una nación –y,
consiguientemente, también Israel– sea considerada por Dios merecedora de sanción.
Pues bien, es en esta línea como se entiende la ley del “exterminio” y la aplicación
puntual que hacen de ella los fieles del Señor. Esa normativa se inspira en una
interpretación sacra del pueblo de la alianza (Dt 7,6), el cual debe expresar, incluso
con actitudes extremas, su radical diferencia frente a los gentiles. Dios no ordena,
ciertamente, cometer un atropello que se justificaría por motivos religiosos, sino que
pide se obedezca a un deber de justicia, análogo a la persecución, a la condena y a la
ejecución del reo de un crimen capital, sea este un individuo o una colectividad.
Tener compasión del criminal, perdonándolo, se considera un acto de desobediencia e
injusticia (Dt 13,9-10; 19,13.21; 25,12; 1 Sam 15,18-19; 1 Re 20,42). Incluso en este
caso, el acto aparentemente violento debe interpretarse, pues, como la solicitud por
eliminar el mal y de salvaguardar así el bien común. Esta corriente literaria es
corregida por otras –entre ellas, la llamada sacerdotal– que, a propósito de los mismos
hechos, sugieren, por el contrario, líneas de un pacifismo explícito. Por esta razón
debemos entender el conjunto de la conquista como una especie de símbolo, análogo
al que leemos en algunas parábolas evangélicas de juicio (Mt 13,30.41-43.50;
25,30.41; etc.); las peripecias de la conquista debe ser, pues, integrada –lo repetimos
– en el conjunto de otras páginas bíblicas que anuncian la compasión divina y su
perdón como horizonte y finalidad de toda la actuación histórica del Soberano de toda
la tierra, y como modelo de la actuación justa de los seres humanos.
Se tratará a grandes líneas los eventos que siguen a la historia del pueblo de Israel.
Entre el libro de Josue y el libro de Jueces hay dos textos paralelos que hacen el puente:
entre Jos 24,29-31 y Jc 2,8-10.
Consideramos Jc 2,8-10:
“8 Josué, hijo de Nun, el servidor del Señor, murió a la edad de ciento diez años. 9 Lo
enterraron en el territorio de su propiedad, en Timnat Séraj, en la montaña de Efraím, al
norte del monte Gaás. 10 Y cuando toda aquella generación fue a reunirse con sus
padres, surgió una nueva generación que no conocía al Señor ni la obra que había hecho
en favor de Israel”.
Sigue una lista de infidelidad en el libro de Jueces que se expresa con el adjetivo
ponerós, significa aquello que es fatigoso, pesante y que cansa. Y en el sentido moral es
una acción malvada contra Dios contra sus mandamientos y contra el hombre. Si
leemos en los versículos sucesivos parece que esta generación despliega las
infidelidades. Así, después de haber citado Jc 2,1, prosigue la lista de infidelidades:
Jc 3,7.12 (2x) : “Volvieron os israelitas hicieron lo que es malo (ponerós) a los ojos del
Señor...”
Jc 4,1: “Después de la muerte de Aod, los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo
(ponerós) ante los ojos del Señor...”
Jc 6,1: “ Los hijos de Israel hicieron lo malo (ponerós) ante los ojos del Señor..”
Jc 10,6 : “Los israelitas volvieron a hacer lo que es malo (ponerós) a los ojos del Señor
...”
Jc 13,1: “ Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo (ponerós) ante los ojos del
Señor...”
En el sentido moral define. ponerós los hombres en contraposición a Dios, si ustedes
que son malos saben dar buenas cosas a sus hijos¿cuánto más su Padre que está en los
cielos dará cosas buenas a los que Le piden? (Mt 7,11). Encontramos otra referencia en
donde ponerós es aplicado para describir la generación de los fariseos:
“¡Generación de víboras! ¿Cómo podréis vosotros, siendo malos, hablar cosas
buenas? Porque de la abundancia del corazón habla la boca”. (Mt 12,34 )
12,8-15 Jefté
Filisteos, Amonitas
---- Ibsan- Elón,-Abdon
El pueblo de Dios muestra en las páginas del libro de Jueces, un pueblo que no
pudo conservar su herencia de la verdadera fe religiosa, por el hecho de que se dejo
llevar por la cultura que le rodeaba.
En las Escrituras hay poca evidencia que Samuel sea el autor de los libros. La
tradición judía atribuye la obra al profeta Samuel. Los acontecimientos que se narran de
1 Samuel 25-31 y 2 Samuel ocurrieron después de la muerte de Samuel.
Originariamente los dos libros de Samuel, junto a los dos libros de Reyes eran un libro
en el canon hebreo de la Biblia, cuando fueron traducidos por la Septuaginta, ya no
presentaron en un solo royo, sino en cuatro libros. Aunque la tradición sostiene que fue
escrito por el propio Samuel, los estudiosos coinciden en señalar que en realidad es obra
de muchos autores que utilizaron diversas fuentes. La primera fuente data
probablemente del reinado de Salomón (961-922a.). La segunda fuente posiblemente
fue redactada entre los años 750 y 650. Cualquiera que sea su origen, los dos libros de
Samuel han sido siempre apreciado por su notable valor y literario.
Los libros de Samuel, contienen la historia del profeta Samuel, las relaciones de los
primeros reyes Saúl y David. Samuel ocupó el oficio profético y administró la
instalación divina en el oficio de los dos primeros reyes de Israel, de este modo, marca
la transición del gobierno de los jueces al gobierno de los monarcas.
1.- Lo primero lo expresa la esposa de Pinjás: la gloria de Dios se alejó de Israel, lo cual
implica haber perdido el destino divino que hasta ahora se encontraba con el pueblo de
Israel: en alguna medida es perder la identidad de Israel, debido a que el arca es un
punto de referencia importante), se pueden imaginar los dichos de los enemigos,
cuando perdieron la guerra y junto a ello, el arca?, el sentimiento lo expresa el salmista
en una frase:. ¿Por qué han de decir las naciones: ``¿Dónde está su Diosa?" (Sal 79,10).
2. La segunda consecuencia, radica en el hecho de que el “arca”, llevado como trofeo
del dios vencido, fue colocado en un lugar pagano y de alguna manera el poder del Dios
de Israel ha estado puesto en duda, el salmista expresa cuando clama: ¿hasta cuándo los
malvados, Yhwh, hasta cuando triunfarán los malvados? (Sal 94,3).
Sin embargo, los filisteos lejos de sentirse vencedores, la mano de Yhwh cayó
pesadamente sobre ellos, el “arca” al ser introducido en el templo de Dagón cae en tierra
rota en su propio templo, entonces, el verdadero triunfador fue Yhwh (cf. 1 S 5, 1-5).
Además, con el “arca “llegaron al pueblo de los filisteos y a la comarca tumores y ratas
(cf. 1 S 5 6-12), con justa razón el cap.,6 terminará expresando un himno en forma de
pregunta retórica:: “ Y la gente de Bet Semes decía: "¿Quién podrá permanecer en
presencia de Yahveh, este Dios santo, y hacia quién irá cuando se aleje de nosotros?". (1
Sam. 6,20)
Después de los filisteos también el pueblo de Israel experimenta hasta qué punto
es temible el arca para aquel que no le respeta (cf. 2 S 6,7). Todo esto es consecuencia
de la santidad del “arca” sobre la que tiene su trono Yhwh, quien revela un profundo
sentido de la temible majestad de Dios. Se ha visto en el desierto como ni los levitas no
podían acercarse al arca, sin peligro de muerte antes de que los sacerdotes le hayan
cubierto (cf. Nm 4, 5.15.20. No era posible tocarlo sino que la transportan con los
varales (cf. Ex 25,15).
El pueblo de Israel se encuentra en un estado crítico, histórico, social y político y
religioso de Israel. El Santuario del Arca en Silo, y la unidad se ve amenazada ante el
creciente amenaza de los filisteos. Y una parte del pueblo solicitó un rey que gobernase
sobre ellos (cf. 1 S 8,5-6).. Samuel anuncia a su pueblo que sólo podrá derrotar a los
filisteos si deja de venerar falsos dioses. Adhiriendo a la posición sacerdotal que
pregona que sólo necesitan a Dios como guía, Samuel advierte a los israelitas que sean
cuidadosos, ya que corren el riesgo de obtener lo que piden. En opinión de Samuel, un
rey sólo les traerá problemas, impuestos, y trabajo forzado (cf. 1 S 8,10-18). Un poco
molesto ante la insistencia de los israelitas en tener un rey terrenal, Dios le dice a
Samuel en dos ocasiones de escuchar la voz del pueblo y de darle lo que piden, (cf. 1 S
8,7.22) Dios le reveló a Samuel que Saúl debía venir a verle y, al final de este primer
encuentro, Samuel secretamente ungió a Saúl como rey (cf. 1 Samuel 10,1). Saúl tomó
parte en una batalla victoriosa sobre los filisteos. Después del éxito de Saúl, Samuel
ordenó por mandato de Yhwh que aniquilara a los amalequitas, consagrándolo al
anatema con todo lo que posee (cf. 1 S 15). Saúl mostró una obediencia incompleta;
Samuel le recordó la necesidad de obediencia absoluta y le dijo que Dios lo había
desechado como rey (cf. 1 S 15,35). El Señor envió a Samuel a Belén a ungir al joven
pastor David como sucesor de Saúl (cf. 1 S 16,1). Samuel murió mientras Saúl aún era
rey; él fue sepultado en una asamblea solemne del pueblo en Ramá (cf. 1 S 25,1).