Está en la página 1de 18

Cuadernos de Filosofía / ISSN 0120-8462 / Vol. 31 / No. 103 / 2010 / pp.

29-46

Fecha de entrega: 28 de junio de 2010


Fecha de aprobación: 25 de agosto de 2010

DEL SER PARA LA MUERTE AL


SER CONTRA LA MUERTE. UNA
RECONSIDERACIÓN DEL VITALISMO
HIPERbÓLICO DE EMMANUEL
LéVINAS*

FROM bEING TO DEATH THROUGH bEING AGAINST DEATH.


A REVIEW OF EMMANUEL LéVINAS’S HIPERbOLIC VITALISM

Patricio Peñalver Gómez**

Resumen
Partimos de una revisión crítica de la interpretación canónica del tema platónico del
cuidado de la muerte propia como condición típica del filósofo: el Fedón no propone
algo así como una “preparación a la muerte”, sino más bien una resistencia intensamente
reflexiva del alma frente al proceso natural de la muerte. Entendemos que la fenomenología
heterológica de Lévinas permite formalizar este vitalismo hiperbólico de raíz platónica a
través de la categoría del “ser contra la muerte”, en sistemática polémica con el famoso
“ser para la muerte” de Heidegger. Lévinas permite una comprensión filosófica del natural
“miedo a la muerte” de todo ser vivo: el permanente “aplazamiento” de la última hora da
tiempo y posibilidad a un Deseo del Otro, impensable en cambio en las coordenadas del
solipsismo existenciario heideggeriano.

Palabras clave
“Ser para la muerte”, “ser contra la muerte”, “aplazamiento”.

*
Artículo investigación para este número monográfico.
**
Docente Universidad de Murcia (España).
30 PATRICIO PEÑALVER GÓMEZ

Abstract
We start whith a critical review of the canonical interpretation of the Platonic theme of
caring for the one’s own death as a condition typical of the philosopher: the Phaedo does
not propose something like a “preparation for death”, but rather an intensely reflective
soul resistance against the natural process of death. We understand that the heterologic
phenomenology of Lévinas enables to formalize this hyperbolic vitalism Platonic roots
through the category of “being against the death” in systematic controversy with Heide-
gger famous “being for death” from Lévinas allows a philosophical understanding of the
natural “fear of death” of all living things: the permanent “stalling” in the last hour gives
time and opportunity to a desire of the Other, unthinkable though in the coordinates of
Heidegger’s Existential solipsism.

Key words

“Being toward death”, “be against the de mil trasformaciones y giros, el lazo in-
death”, “postponement”. desligable entre filosofía y muerte, entre “la”
filosofía y cierta manera de relacionarse con
La melete thanatou, o “hacerse el la muerte, vuelve a encontrarse en el centro
muerto” como método mismo del pensamiento occidental en su fase
tardomoderna. A través de formas históricas
El tópico que establece una afinidad básica muy diversas cabría identificar una constante
entre el ejercicio de la filosofía y la experien- sistemática o quasi-sistemática: la de que
cia de la muerte tiene sin duda un fundamento “la” filosofía supone o más bien incluye una
múltiple1. Reconocible éste ya intuitivamente peculiar reflexión sobre el no-ser, sobre la
en dos planos: tanto en la complejidad his- destrucción, y sobre la muerte.
tórica de las formas de pensamiento que se
generan a partir de la “ciencia primera” de los Sin embargo, hay que matizar, si es que
Griegos, como también en el vínculo esencial, no rectificar, la tendencia interpretativa
“estructural”, que cabe identificar en el sis- dominante en relación con el tópico de los
tema mismo de la filosofía. La especulación negocios de la filosofía con la diversa expe-
primera sobre el ser de los físicos milesios es riencia del morir. No se trataría aquí, o más
indisociable de una consideración específica- bien al contrario, de asociar aquel vínculo a la
mente racionalista, “calculadora” incluso, de invocadísima presunta afinidad de la filosofía
los procesos de generación y corrupción. El perenne con cierto pensamiento edificante de
Sein zum Tode de Heidegger, pero también el la fugacidad del día y con los prestigios de
silencio ante el límite de Wittgenstein (y por una cierta meditatio mortis.
recordar justamente dos idiomas filosóficos,
dos Stimmungen tan disparatadamente aleja- Una pertinaz leyenda que enseguida vamos
das), atestiguan que, por cierto que a través a querer zarandear atribuye a Platón mismo
el vulgarísimo nihilismo, virulento en buena
1 Me permito reescribir y ampliar aquí el texto parte de la sedicente alta cultura, y que asocia
que utilicé como guión para la conferencia la filosofía como tal a la meditación edificante
impartida en el ciclo “Lecturas de la muerte”,
de la vanidad de lo que nace, pasa, y muere.
en la Biblioteca Regional de Murcia, el 15 de
octubre de 2007. Con vacía solemnidad frecuentemente se
DEL SER PARA LA MUERTE AL SER CONTRA LA MUERTE... 31

asigna a la gravedad del filósofo una especial ser-hacia-la-muerte de Ser y tiempo. Y entre
preocupación por el abismo entre el viviente nosotros, Felipe Martínez Marzoa ha replan-
y la Noche, o, por decirlo con el visitadísimo teado últimamente la relevancia del motivo
rilkismo al que tan aficionada es una insufri- de la muerte en el “pensamiento esencial”
ble típica “alta cultura”, la demanda de una (Adorno, 1975, pp. 101-139; Marzoa, 1999).
“muerte propia”. No hay porqué verlo así.
Más bien al contrario. O al menos vamos Pero lo que aquí andamos buscando es una
aquí a proponer formalmente que la relación inversión, o, a decir verdad, un enérgico des-
esencial de la filosofía y la muerte a lo que plazamiento respecto de la rocosa ontología
justamente apela es a una especie de resisten- de la temporalidad finita del Dasein en el
cia reflexionada frente a la muerte. Y por lo análisis existencial. A ese enclave polémico
pronto frente a la “propia”, claro. volveremos luego temáticamente. Pero en
primera instancia, y muy concretamente para
De manera que la afinidad de la filosofía con tomar distancia desde el primer momento
la muerte se manifiesta, cuando menos, a en relación con la presuntamente filosófica
veces, en un enfrentarse con la muerte como “meditación de la muerte”, sugiero que aten-
drama, crisis, escándalo incluso. La filosofía damos a la parte de verdad que sin duda se
–en contra así de su legendaria tarea de “tran- alberga en el famoso, y bello alegato vitalista
quilizadora” ante lo inevitable– debe hacerse de Espinosa: “Un hombre libre en nada piensa
cargo del profundo “no aceptar la muerte” del menos que en la muerte, y su sabiduría no es
viviente más o menos sano. Tampoco claro una meditación de la muerte, sino de la vida”
está la de otros. Decía el último Derrida que (Ética, V, proposición 67).
la muerte del otro no es “sólo” la desaparición
de tal o cual vida, sino “cada vez el fin del No la melancolía, negra como la propia pa-
mundo en su totalidad, el fin de todo mundo labra lo dice, sino la alegría es la Stimmung
posible, y cada vez el fin del mundo como básica de la filosofía. Un Diccionario de
totalidad única, y así irreemplazable, y así, Filosofía empezará con esa voz, y no sólo
infinita” (Derrida, 2001, p. 9). por el motivo alfabético obvio. Fernando
Savater lo dijo con gracia (Savater, 2000),
“Ser contra la muerte” es expresión literal –y en la estela del risueño Sefardita de Ámster-
sin duda algo chocante, voluntariosamente dam, creador, suele reconocerse, de una de
provocadora– precisamente del eminente las dos o tres formas “eternas” (a partir de la
filósofo judío francés de origen lituano, matriz “estoicismo ateo de raíz cristiana”)
Emmanuel Lévinas, en el que hoy queremos del racionalismo occidental. Y a su manera
interesarnos. Se encuentra dicha expresión avala esto Hollywood: desde la capital de la
en su explicación acerca de la estructura de industria de la diversión se nos recuerda de
la voluntad, en el marco de su tratado más vez en cuando que “la muerte puede esperar”.
sistemático (Totalidad e infinito). Puede es-
perarse ya de esos términos: una articulación Menos inmediatamente verosímil parece que
decisiva de esa explicación requiere una in- pueda invocarse a Platón como precedente
versión de la famosa tesis finitista y tragicista de la idea de la filosofía como resistencia
de Heidegger que tanto ha dado que pensar a los poderes de la muerte. Pero el caso es
durante decenios. Hasta el enemigo acérrimo que sí, y, al menos tentativamente –no va a
del filósofo de la “jerga de la autenticidad” ser hoy nuestro tema principal–, queremos
que fue Adorno reconocía al menos indirec- sugerirlo inicialmente. Cabe hacerlo a partir
tamente la importancia del capítulo sobre el de una lectura no convencional del texto
32 PATRICIO PEÑALVER GÓMEZ

supuestamente canónico de la filosofía como (“virilmente”: la llorosa y quejosa Jantipa


“preparación para la muerte” en el Fedón. En debe marcharse de allí): habla, inquiere –aquí
efecto, en aquel movimiento filosófico enfá- por ejemplo sobre la naturaleza y el destino
ticamente vitalista que evocábamos hace un del alma, que en efecto va a ser el “tema”
momento, en aquella peculiar resistencia de la del diálogo–, como siempre lo ha hecho,
inteligencia filosófica a la tópica melancólica también en las últimas horas de su vida. En
“preparación” de la muerte, cabría incluir la fin, con algún “escrúpulo” suplementario. De
famosa melete thanatou, el “cuidado de la siempre Sócrates recibía en sueños la orden
muerte” que el Platón del Fedón atribuye al divina de “hacer música”. Para el prosaico y
filósofo por antonomasia. rústico Sócrates, hasta unos días antes de su
prevista muerte, la orden del dios de “hacer
En contra de la interpretación hiperbólica- música” sólo podía significar “hacer filoso-
mente vitalista de la melete thanatou que fía”. Ahora Sócrates, por si acaso, se plantea
quisiera esbozar parece hablar ciertamente la posibilidad de una interpretación literal
por lo pronto el motivo literal visitadísimo del sueño: en consecuencia ha compuesto un
de que la dedicación a la filosofía implica poema de base esópica. Pero al margen de ese
sobre todo una ocupación prioritaria, si es escrúpulo “religioso” o, si se quiere, de esa
que no única, “en morir y en estar muerto” concesión a la piedad, lo esencial de la actitud
(64 a). Para sugerir una lectura como la que socrática en el inicio del diálogo reside en la
ahora buscamos –digamos, Platón “contra” la reafirmación de una coherencia existencial:
filosofía resignada del consciente moriturus– el filósofo verdadero filosofa a las puertas de
se impone, parecería, una cierta violencia la muerte como siempre lo ha hecho.
interpretativa, una demasiado strong reading.
Más bien lo que se reclama aquí es un nítido Bosquejo una aproximación al primer movi-
desplazamiento respecto de la interpretación miento del relato de Fedón a Equécrates (58
convencional de la preparación filosófica a-69 e), formalmente preliminar, y que ante-
ante la muerte apud Platón en términos de cede al inicio de la inquisición propiamente
tranquilo, protoestoico, acatamiento del fin dialéctica de la controvertida esencia del alma
inevitable, tras una larga y metódica ejerci- y de su problemático destino. Este destino
tación de separación del alma y el cuerpo ya suscita en la gente “mucha desconfianza” (70
en la vida. a), en el trance de la muerte. Destacamos dos
motivos mayores en esta reflexión canónica
El relato de las últimas horas de la existencia sobre la relación del sabio ante la última hora,
de Sócrates en serena conversación filosófica ante “su” última hora. Hay primeramente una
con sus amigos quiere y debe subrayar la con- exploración del aplazamiento. A partir del
tinuidad entre la existencia cotidiana y la vida concretísimo aplazamiento del cumplimiento
a las puertas de la muerte. Sócrates no tiene de la sentencia en el caso de Sócrates (hay
por qué cambiar ante la proximidad previsible que esperar a que retorne a Atenas la nave de
del fin de su vida: justo porque el filósofo ya Delos, la procesión náutica en homenaje a Te-
en su cotidianidad, a lo largo de su existen- seo durante la cual las normas de purificación
cia, habría interiorizado, más bien ejercido, prohíben la ejecución de los condenados), se
la preparación para la muerte. En doble y perfila en la meditación platónica la posibili-
complementaria dirección: ascéticamente, dad típica de un aplazamiento “esencial” en
separando el alma del cuerpo, e intelectual- la relación de todo viviente con su final. La
mente, separando lo sensible y lo inteligible. importante condena formal del suicidio tiene
El verdadero filósofo piensa valientemente su lugar aquí. El segundo motivo es el de la
DEL SER PARA LA MUERTE AL SER CONTRA LA MUERTE... 33

melete thanatou que venimos evocando, el cia, el eco de una concretísima negativa de
cuidado de la muerte. Anticipo la interpre- Sócrates a escaparse de la prisión, a lo que
tación de dicho motivo, en polémica con la Platón dedica una meditación importante en
lectura convencional (preparación del filóso- el Critón. Pero hay que justificar mejor la
fo para el viaje ultramundano, y consecuente ilicitud del suicidio: es que “los dioses son
“serenidad” del sabio en el último trance): los que cuidan de nosotros y que nosotros, los
cuidar la muerte sería, más bien, en última humanos somos una posesión de los dioses”
instancia “hacerse el muerto”. Estaríamos (62 b). Digámoslo ya: Lévinas incorpora al
ante un método filosófico, o si se quiere, ante pensamiento heterológico, a su “argumento
una condición existencial, y hasta corporal, de alteridad”, este motivo de la prohibición
para el ejercicio del método filosófico de formal del suicidio. Pero esta prohibición no
conocimiento: neutralizar los afectos y los in- es, o no es ante todo, de tipo religioso: se en-
tereses, llevar hasta la hipérbole la tendencia cuadra más bien en la resistencia filosófica a
de toda alma a la objetividad y a la verdad. la muerte, en el combate contra el acosmismo
tendencial del melancólico o del “sabio” que
Sócrates envía a Eveno de Paros, a través quiere alejarse de este mundo. “Sócrates, al
de Cebes, un muy ambiguo saludo: a aquel condenar el suicidio, al comienzo del Fedón,
sofista que se había interesado en los negocios se niega al falso espiritualismo de la unión
musicales de Sócrates, a la vista de su último pura y simple e inmediata con lo Divino, ca-
trance le trasmite que, “si es sensato”, le siga lificada de deserción. Proclama ineluctable la
lo antes posible en su viaje al otro mundo. marcha difícil del conocimiento que parte de
Simmias protesta: Eveno no querrá. Ahora este mundo” (Lévinas, 1976, p. 72.)2.
bien, replica Sócrates, “si es filósofo”, estará
dispuesto a seguir al que muere. Y sin em- Ahora bien, argumenta Cebes, si esto es así,
bargo, esa disposición típicamente filosófica si el cuidado divino ampara nuestra “vida”,
a emprender el viaje afuera de este mundo, se hace tanto menos comprensible que los
no ampara, como podría quizá pensarse, el filósofos quieran morir, quieran, esto es,
suicidio. Es aquí donde se aloja el motivo del dejar de estar bajo el cuidado de los dioses
aplazamiento. Al menos cabe entender que (62 cd). Eveno tendrá toda la razón en no
hay aplazamiento allí donde expresamente se querer acompañar a Sócrates. Que acoge con
prohíbe la “precipitación”, el hacerse violen- regocijo la afición elenctica de su amigo (62
cia para acceder a la esfera de la “verdad” (o e). Parece absurdo, “no tiene explicación”,
cuando menos para rasgar el velo que supone esa disposición de los filósofos a morir que
habitar al fondo de la caverna, rodeados de aquí en concreto Sócrates “ofrece” a Eveno.
sombras). Sócrates parece buscar la com- No tiene razón de ser el que “no se irriten los
plicidad con sus interlocutores Simmias y (hombres) más sensatos de dejar esa situación
Cebes, pertenecientes al círculo pitagórico de de servicio, en la que les dirigen quienes
Filolao de Crotona, quien, se dice, declaraba son los mejores dirigentes que existen, los
formalmente ilícito el suicidio. Una primera dioses” (62 d). El filósofo que sabe que los
justificación de esta condena del suicidio,
cualificada por Platón como “grandiosa”,
2 El contexto remite a una formal reivindica-
pero oscura, “difícil del entender”, invoca la ción del intelectualismo griego, en la base del
metáfora órfica de la prisión: “los humanos racionalismo filosófico occidental, en cuyo
estamos en una especie de prisión, y (…) marco en última instancia habría que colocar
no debe uno liberarse a sí mismo ni escapar la metafísica de la alteridad. Sobre el suicidio,
de ésta” (62 b). Se impone aquí la resonan- instructivo el “radicalismo” de la posición de
Paul Louis Landsberg. (Landsberg, 1999).
34 PATRICIO PEÑALVER GÓMEZ

dioses ordenan y amparan la vida humana no misma, en la medida en que neutraliza senti-
debería nunca estar dispuesto a la muerte, y dos y sensaciones, “tiende hacia lo existente”
menos todavía “quererla”. (oregetai tou ontos) (65 c). Ejercitarse en la
muerte equivaldría a una neutralización de los
En respuesta al argumento de Cebes se re- afectos y de los intereses pragmáticos, una li-
quiere nada menos que una nueva apología beración de la filosofía que de hecho implanta
(63 b), con la esperanza de que esta vez la ésta en el “tiempo libre” de la gente libre, en
defensa o la autodefensa del filósofo resulte la sjolé (66 d). De manera que el verdadero
más convincente que ante los jueces. Pero sentido de la disposición del filósofo ante la
aquí Sócrates no defiende la legitimidad y, muerte –ese sentido que “le pasa inadver-
finalmente, la misión divina, de la existencia tido” al vulgo– es la ruptura con el interés
que se examina a sí misma (y somete también pragmático típico de la experiencia cotidiana,
a implacable escrutinio la existencia de los “corporal”. La melete thanatou consistiría
demás) en la muy peligrosa Atenas. Aquí lo entonces como dije hace un momento, y si
que Sócrates defiende es que es propio del se nos permite un cierto juego en la inven-
filósofo el cuidado de la muerte, la melete ción interpretativa, en “hacerse el muerto”,
thanatou. en paralizar metódicamente nuestros lazos
mundanos, eventualmente para conocer
En el inicio de esta nueva apología, Sócrates mejor la naturaleza de nuestros lazos mun-
señala un equívoco profundo en la relación danos. Hacerse el muerto, metódicamente o
entre la gente vulgar y el filósofo: el vulgo astutamente, (y acaso sería ejemplo mayor
está convencido de que a él no le pasa “in- de esto la estrategia formalmente apolítica o
advertido” en qué sentido los filósofos “no despolitizadora de Sócrates en su “obedien-
se cuidan de ninguna otra cosa sino de morir cia al dios”, orientada expresamente a evitar
y de estar muertos” (64 a). Simmias parece una muerte precoz del filósofo testigo de la
asentir risueñamente: en efecto, la gente verdad3), permitiría entonces profundizar en
vulgar interpreta que “los que filosofan andan el vitalismo profundo de la filosofía, y así en
moribundos”, y además, a la gente, a los de- su resistencia a la oscuridad de la muerte, si
más, “no se les escapa” que aquellos filósofos se sigue nuestra inquietud. Platón no propone
son dignos de sufrir tal muerte. Me atrevería a aquí entonces nada parecido a la protoestoi-
sugerir que la interpretación al mismo tiempo ca serenidad del sabio imperturbable ante
dominante y rutinaria de la melete thanatou la perspectiva de tener que abandonar este
se desliza alucinadamente por la vía de lo mundo o desaparecer. El “ejercitarse en la
denostado por Platón como representación muerte” es otro nombre del método filosófico,
vulgar, vehiculada aquí por Simmias. El del conocimiento de la esencia. Esos términos
caso es que Sócrates marca nítidamente una indican un estilo típico de existencia (el alma
distancia entre dicha representación vulgar
del filósofo enfermo de muerte, y la relación 3 En la Apología, Sócrates justifica formalmente
con la muerte pensada filosóficamente. De su apoliticismo, en un Estado que fustiga la
manera que hay que “mandar a paseo” al opción vital por “lo privado”, sobre la base de
vulgo, conversar “entre nosotros sólo” (64 c). consideraciones muy realistas: si hubiera entrado
en política, habría muerto joven. Platón se es-
fuerza en poner a igual distancia a su admirado
Y “entre nosotros”, la relación del filósofo iniciador respecto del régimen democrático (a
con la muerte coincide con la liberación del propósito del juicio ilegal de los estrategas de la
alma para el conocimiento, con una liberación batalla de las Arginusas), y respecto del régimen
del deseo de lo real: el alma recogida en sí oligárquico (la coerción a los ciudadanos para
implicarlos en los crímenes de Estado).
DEL SER PARA LA MUERTE AL SER CONTRA LA MUERTE... 35

se ejercita “continuamente” en la concentra- está a su vez implantada en una tendencia


ción en sí misma, 80 e), un estilo que consiste profunda de la cultura griega. Aunque in-
para el alma “en ejercitarse en estar muerta merso en el mundo de la generación y la
con soltura (radios)” (81 a). corrupción, el viviente se niega a aceptar la
muerte. La “verdad” de la muerte se capta en
Señalemos un contexto especialmente rele- la resistencia a la muerte de un ser que quiere
vante para esta sugerencia interpretativa de durar en el tiempo. En el miedo a morir, y por
que la melete thanatou debe entenderse en las ejemplo en el “verde miedo” de Ulises en la
antípodas de la melancólica meditatio mortis, Neikía, durante la visita a la región de los
o más bien que debe asociarse finalmente al muertos que rinde el héroe de Ítaca, habría
hiperbólico amor a la vida del sabio que en un núcleo cognitivo. Puede leerse así, en esta
nada piensa menos que en la muerte. perspectiva, todo el libro XI de la Odisea. Y
acaso la más enérgica protesta de un muerto
Vivísimas, en verdad, y desde luego “mun- contra su “situación” espectral en la literatura
danas”, son las “almas muertas” del bello occidental es la célebre de Aquiles que habla
mito del juicio final, al final del Gorgias con claridad: mejor ser el último esclavo de
(523 a-527 a). La letra del relato remite a un porquero en su tierra, que rey en el reino
una escena ultramundana, cierto. Pero el de las almas o las sombras.
sentido absolutamente “realista”, “mundano”
de esa narración –que “ilustra” el argumento Un paso poco visitado de Aristóteles deja ver
central del diálogo: que es mejor sufrir la una plena autoconciencia de los griegos como
injusticia que cometerla, y que es mejor ser pueblo de la existencia terrestre, en contra-
juzgado que permanecer impune– nos pa- posición a la cultura tanática por antonomasia
rece transparente. Con el paso del régimen en la época antigua, los egipcios. Aristóteles
judicial de la época de Cronos al de la época recuerda el motivo abiertamente utilitarista
de Zeus, Platón apunta a la necesidad de una de Sócrates: apartamos las cosas inútiles, in-
reforma legal en Atenas. Que estén muertos, cluso aquellas que son en principio partes de
y desnudos, y tanto los jueces (Minos, Eaco nosotros mismos, como el pelo, la saliva, las
y Radamante, en el relato mítico), como los uñas. En esa serie –cosas inútiles a desechar–
juzgados –y tal es la novedad del derecho habría que situar, continúa Aristóteles, cierta-
procesal del tiempo de Zeus respecto al de mente algo menos piadoso aquí que el griego
Cronos–, tiene el sentido de que sólo así se medio, los cadáveres. Desechamos, en efecto,
cumple la condición de absoluta objetividad “el cuerpo cuando muere, pues el cadáver es
del juicio. Juez y juzgado se ven cara a cara: inútil. Pero aquellos para quienes es útil lo
desnudos. Y “muertos”: sin duda en el sentido conservan, como en Egipto” (Ética Eudemia,
de “sin intereses”, ajenos a toda posibilidad VII, 1235 b 1-3). (Queda indeterminada la po-
de pasión parcial. Pero también en el sentido sibilidad de un eco de ironía ante el tanatismo
de ineluctabilidad de la responsabilidad por egipcio en este pasaje, pero, como se sabe,
los propios actos, y así, en completa inversión el tropo en cuestión transita con dificultades
del esquema mítico del destino. en el elemento de la escritura. La potencia
del texto platónico para trasmitir la ironía
La forma específicamente filosófica de re- socrática debe reconocerse como un signo
sistirse a la muerte que atestigua al menos de la genialidad del primer filósofo escritor.
un estrato del platonismo (la responsabilidad Y sin duda, no superado en esa dimensión,
del conocimiento frente al delirio místico, filósofo que escribe, y consigue “enseñar”
por ejemplo el de estirpe órfico-pitagórica) entre las líneas (Peñalver, 1987)).
36 PATRICIO PEÑALVER GÓMEZ

Podría quizá querer aducirse, contra esta concreto sobre el alcance de la “coherencia”
“unilateral” mirada a los Griegos amantes esencial de su itinerario, o sobre la mayor o
de la existencia terrena, la aparente presencia menor discontinuidad entre las etapas de una
del motivo del amor fati. Lo cierto es que el trayectoria en cualquier caso larguísima en
Estoicismo –llamado a adquirir un peso tan el tiempo, entre el precoz lucidísimo ensayo
significativo en la cultura europea, y que sobre el hitlerismo de 1934 (Lévinas, 1998),
formaliza ese tema, y proyecta en el hecho y el último volumen de la serie de estudios
de la muerte el esquema salvacionista del talmúdicos publicado pocos días después
individuo que se integra en la Totalidad– no del fallecimiento del autor (Lévinas, 1996)–,
tiene raíz griega genuina. Desde hace tiempo cabe al menos aquí distinguir tres momentos.
(Brehier, Elorduy), buena parte de la histo- Hay en los escritos publicados en la inmediata
riografía ha señalado el carácter irreductible- Posguerra una primera irrupción del tema de
mente asiático del fenómeno estoico. la muerte, que debe asociarse a la progresiva
percepción de los límites de la forma do-
Insistencias de la muerte en el minante (idealista, “totalista”, tautologista)
itinerario de Lévinas de la filosofía occidental. Sin duda debió
jugar un papel en esto la primera lectura de
Es el propio Lévinas más sistemático, el de Rosenzweig en los últimos treinta años. Del
Totalidad e infinito, el que nos daba pie a filósofo de Cassel se recordarán las impre-
comenzar por esta tentativa de invertir la sionantes páginas iniciales de la Estrella de
orientación de la interpretación dominante la redención escritas en el frente turco de la
de la melete thanatou del Fedón. Lo decisivo Gran Guerra, en las que se da voz al hombre
en las reflexiones iniciales de Sócrates en ese “sano”, resistente a los cantos órficos de la
diálogo, en el contexto de la tesis del filósofo filosofía:
que “cuida” su relación con la propia muerte,
no sería la fortaleza o la serenidad, sino la No queremos una filosofía que vaya
responsabilidad hiperbólicamente vital frente en el cortejo de la muerte y con el
a toda tentación de “huir” de esta existencia, acorde de su danza (Uno y Todo,
mediante el suicidio, o mediante algún salto Uno y Todo) nos haga olvidar el
místico a lo “divino”. El Lituano apunta, dominio perdurable de la muerte.
veíamos, en esa dirección en aquella obra. No queremos engaño alguno. Si la
Por nuestra parte apenas hemos hecho otra muerte es Algo, en adelante ninguna
cosa que ampliar las referencias textuales e filosofía ha de hacernos apartar de
indicar los motivos que confirman aquella ello la vista, afirmando que presupo-
interpretación. ne Nada (Rosenzweig, 1997, p. 45.).
Pero es la propia filosofía de Lévinas en
En segundo lugar, nos interesaremos en
algunos de sus motivos más característicos
formalizar el elemento existencial pero
la que queremos describir aquí, con vistas a
también cognitivo que “la” obra sistemática
que se advierta su virulencia como dispositivo
por excelencia, Totalidad e infinito (1961)
teórico para una tentativamente novedosa
asigna a esa estructura típica de la voluntad
“lectura de la muerte”.
que es el “ser contra la muerte”. En fin, en
tercer lugar, querré localizar los momentos
Sin comprometernos ahora en una “teoría”
en buena medida polémicos del último curso
sobre la evolución de la filosofía de Lévi-
de su enseñanza universitaria, impartido por
nas (Sucasas, 2004; Peñalver, 2000) –y en
el Lituano en 1975 y 1976, y titulado “La
DEL SER PARA LA MUERTE AL SER CONTRA LA MUERTE... 37

muerte y el tiempo” (Lévinas, 1993). Lo texto, pero quizá más determinante de lo que
“adquirido” en el libro del 61, será en este habitualmente asume el movimiento tenden-
último magisterio, base para nuevas explo- cial de la lectura de cualquier libro, sobre todo
raciones, en diálogo con algunas de las más si revestido éste con la autoridad de un “pen-
instructivas explicaciones filosóficas de la sador” reconocido. En esa tendencia, el libro
relación con la muerte. queda recortado, aislado de la trama existencial
e histórica de la que nace: deviene abstracto
La filosofía de Shakespeare y el objeto exento, eventualmente exquisito.
combate contra los mercaderes Convendría particularmente en este caso inver-
de la angustia tir dicha tendencia. El objeto principal de las
conferencias es una exposición fenomenoló-
La serie de cuatro conferencias dictadas gica de la estructura intersubjetiva del tiempo.
en 1946 por Lévinas en el Collège Philo- Pero hay que ver cómo Lévinas despliega su
sophique (fundado por Jean Wahl en pleno tesis en combate con el existencialismo, a su
Quartier Latin en un clima histórico marcado vez militante, de buena parte de los asistentes a
por la Liberación, y por un existencialismo las conferencias. Creo que se pierde la “gracia”
militante y revestido de fácil conciencia de del texto si no se recuerda “a quienes” y hasta
vanguardia) se publicaron inicialmente en un “contra quienes” se plantea la tesis de que la
volumen colectivo de título muy indicativo verdad del tiempo es la alteridad. Esa tesis se
del contexto, y de la época en general: La plantea “contra” la seguridad estabilizada de
Elección, el Mundo, la Existencia. Reeditadas la buena nueva triunfante –en la moral y en
muchos años después como libro propio4, la la política de la clase dominante del París de
base escrita de aquellas conferencias consti- Posguerra–: el decisionismo desarraigado de
tuye seguramente el texto más exotérico del Monsieur Pour-soi, el tragicismo abstracto del
filósofo judío. Se entiende que se recurra a primer Sartre, en confusa relación a su vez éste
ellas para fines introductorios. Pero la accesi- con el análisis ontológico del Heidegger de
bilidad de las doctrinas de esa obra tiene, sin Sein und Zeit5. Confusa, e influyente: Sartre
duda, su parte de sombra: una “comprensible” avaló durante decenios la traducción de Dasein
generalidad si no simplicidad en los movi- por “realité humaine”.
mientos del análisis. Propongo, sin embargo,
que recurramos a la “claridad” de la propuesta Lévinas zarandea el existencialismo en sus
de ese ensayo, como primer paso. dos formas dominantes, la de Heidegger
y la del francés, a partir de una alternativa
El tiempo y el Otro remite a un contexto po- específicamente filosófica (técnicamente
lémico inmediato, visible ya en las líneas del fenomenológica) que osa, en la estela de
Rosenzweig, “romper con Parménides” (Lé-
4 Lévinas, 1979. El prefacio a esta reedición marca
vinas, 1979, p. 20). (Pero al de Cassel no se
las distancias del Lévinas que ha alcanzado ya le menciona en el texto, sin embargo, puede
una clarificación metódica y sistemática de su entenderse la cautela o la discreción: sin duda
pensamiento, respecto de estos esbozos desti- reconocer esa herencia habría confirmado
nados inicialmente a una cierta improvisación
oral. La traducción española (El tiempo y el
otro, Paidós, 1993) se enriquece con una original 5 Se puede reconocer ya en el Lévinas de De
introducción de Félix Duque. Quede abierto si la existencia al existente (trad. esp. en Arena
el esquema interpretativo de una categoría como Libros, 2000) una toma de distancia respecto
“mazdeísmo neorromántico”, y aunque bajo al ontologismo de Heidegger. Acerca de la
interrogantes, puede ser efectivo para registrar relación entre Lévinas y Sartre, Peñalver, 2006,
la aportación Lévinasiana al tema erótico. pp. 99-135).
38 PATRICIO PEÑALVER GÓMEZ

los más rápidos diagnósticos apotropaicos la Ontología, reitera la primacía del concepto,
de los oyentes y lectores de la época, desde de la totalidad, y de la categoría de lo Mismo.
el tranquilo rechazo de la posibilidad de algo
así como una filosofía a partir de fuentes Pero también el existencialismo de rostro
judías). Pero hay un momento moral y polí- humano del autor de El ser y la nada sigue
tico, pre-filosófico, si se quiere, en la mirada a su modo preso del “idealismo clásico”
Lévinasiana a la filosofía abrumadoramente (Lévinas, 1979, p. 43), y esto significa aquí:
dominante de aquella hora. Aunque el tropo incapaz de la liberación fenomenológica
ironía funciona ante todo en el lenguaje oral, de la mirada a las cosas (diríamos hoy con
aquella resuena todavía en la lectura silen- palabras de Miguel García Baró: incapaz de
ciosa de este trozo: la “actitud fenomenológica” y de su “arte”:
“aprender a ver las cosas a las que la vida
En medio de las angustias pascalia- está ya mirando”)(García Baró, 1998). Éste
nas, kierkegaardianas, nietzschea- relativamente poco conocido Lévinas del 47
nas, y heideggerianas, nos condu- tuvo la audacia de señalar un “angelismo”
cimos como horribles burgueses. en la base del impensado “presentismo” del
(…) Puede uno pensar que el tiempo existencialismo sartreano: “Hay en la filoso-
auténtico es originalmente un éxta- fía de Sartre un no sé qué presente angélico.
sis, pero compra uno un reloj; a pesar Al quedar arrojado al pasado todo el peso
de la desnudez de la existencia, en la de la existencia, la libertad del presente se
medida de lo posible, hay que estar sitúa ya por encima de la materia” (Lévinas,
decentemente vestido. Y cuando se 1979, p. 44).
escribe un libro sobre la angustia,
se lo escribe para alguien, se pasa a Pero se trata de señalar aquí sobre todo lo
través de todos los pasos que separan que este primer Lévinas, todavía en busca de
la redacción de la publicación, y se su conceptualidad, anticipa sobre la muerte.
conduce uno, a veces, como un mer- Se nos invita a que sobre ella no vayamos
cader de angustia (Lévinas, 1979, a aprender a las academias existencialistas.
pp. 41-42; mío el énfasis). Sino a Shakespeare. En un cierto momento, el
autor parece esbozar un gesto de autocrítica:
tal vez ha “abusado” de sus referencias al
La nada neutra “neutralidad” ontológica de
dramaturgo. Pero no. En la estela de un cierto
Heidegger, su “decisión” de un primado del
Kierkegaard, Lévinas se pronunciará con esta
Ser que no es nadie sobre el existente que es
contundencia: “Pero me parece a veces que
alguien, impide la liberación de una feno-
toda la filosofía no es sino una meditación de
menología del tiempo como alteridad, una
Shakespeare” (Lévinas, 1979, p. 60).
posibilidad filosófica que requiere, en apa-
rente paradoja, la previa profundización en la
Romeo y Julieta, Macbeth, y, sobre todo,
soledad del existente (lo que llamará Lévinas
Hamlet (“la tragedia de la tragedia”), enseñan
más tarde, la “separación”, el “ateísmo” del
dramáticamente que la muerte no es simple-
yo). La presunta revolución intelectual de
mente algo así como la nada. No habría drama
la pregunta por el Ser (ya no pregunta por
si morir fuera “simplemente” sumergirse en
el ente, según la insistencia monótona del
el no ser, y en ese sentido, una “liberación”.
alemán) está a pesar de todo incluida en la
La doctrina Lévinasiana del “il y a”, elabo-
continuidad de la tradición de la tendencia
rada por primera vez en De la existencia al
dominante en la filosofía occidental: continúa
existente, pone en graves dificultades a esa
DEL SER PARA LA MUERTE AL SER CONTRA LA MUERTE... 39

mirada tranquilizadora. El existir sin existen- to be” es una toma de conciencia de


te, que Heidegger había “elevado” a nuevo esta imposibilidad de aniquilarse
paradigma de la trascendencia (la trascenden- (Lévinas, 1979, p. 61)6.
cia del ser sobre el ente), se concreta en la
cotidianidad como el anónimo “hay”. Y “el” El ser contra la muerte y la voluntad
problema con el “hay” es que no hay manera
de “evadirse” de él. (Y se recordará que poco Podría seguirse el proceso de pensamiento
antes de la Catástrofe Lévinas había escrito por el que Lévinas, a partir del evocado com-
un ensayo premonitorio titulado De la eva- bate con el existencialismo en la hora triunfal
sión). Lo absurdo último del ser no es la nada, de éste en el París de la Liberación, alcanza la
la muerte, o que el ser sea finito. Lo absurdo, madurez de una filosofía consecuentemente
“lo malo” incluso, no sería la experiencia de heterológica. Podría seguirse, en efecto, hasta
la nada (Heidegger), sino la imposibilidad de cierto punto, a través, en especial, de los en-
evadirse del ser, del “hay” anónimo. Podría sayos de los años cincuenta reeditados en la
aducirse: queda la escapatoria del suicidio. segunda edición (1967) de Descubriendo la
Éste sería una forma de dominio sobre el existencia con Husserl y Heidegger (Lévinas,
ser, un último recurso contra el absurdo. El 2005). Esa explicación, que en cualquier
grito de Julieta, en el tercer acto de Romeo y caso no cabe aquí, encontraría, sin embar-
Julieta, “Conservo el poder de morir”, podría go, un límite esencial: la obra de madurez,
interpretarse como triunfo del héroe sobre la Totalidad e infinito (1961) es rigurosamente
fatalidad del destino (Lévinas, 1979, p. 29). inderivable de las premisas que, sin duda,
Pero Shakespeare complica la situación en la determinan y la condicionan. La novedad
Macbeth, y sobre todo en Hamlet: reflexiona irreductible de aquella obra –que, durante
ahí sobre una cierta imposibilidad del suici- decenios, verdaderamente no “trascendió” en
dio. Las últimas horas de Macbeth, a partir los medios filosóficos canónicos universita-
del momento en que lo inverosímil ocurre (el rios, ni siquiera en Francia, para vergüenza
avance del bosque de Birnam hacia el castillo de dichos medios, sordos casi incurables– hay
de Dunsinane) atestiguan una verdad general que asociarla a la muy heterodoxa propuesta
sobre la muerte: ante ésta el viviente pide de vincular el “judaísmo metódico” de Ro-
siempre “otra oportunidad”. No se asume senzweig y de Cohen, con una renovación
nunca la muerte. No va el existente a ella: es
la muerte la que viene. Si el suicidio pretende 6 Señalemos al menos una posibilidad interpre-
“dominar” la muerte, no es ya que sobre él tativa ulterior de Hamlet, no contemplada en
recaiga una prohibición de profundas raíces, El tiempo y el otro, pero asociable al concepto,
es que es imposible. Ahora el suicidio parece ampliamente elaborado por el último Lévinas, de
un concepto contradictorio (Lévinas, 1979, p. responsabilidad por el otro, en la instancia de la
muerte de éste. El príncipe melancólico da voz al
61). Hamlet prolonga esta “filosofía”: imposible duelo, y dramatiza la “verdad univer-
sal” inscrita en el asedio (la hantise diría Derrida)
Hamlet es precisamente un largo del superviviente asaltado por las “reclamacio-
nes” de los espectros. Que claman siempre, de
testimonio de esta imposibilidad de
una manera u otra, justicia. El presentismo de la
asumir la muerte. La nada es impo- Ontología nunca podrá acoger una justicia que
sible. Es ella la que habría dejado al requiere, así, una estructura intergeneracional
hombre la posibilidad de asumir la de la intersubjetividad. Por lo demás, al varón
muerte, la posibilidad de arrancar a filósofo Hamlet se le sigue mejor si se recuerda,
como contraste y como complemento, la figura
la servidumbre de la existencia una
máxima de la mujer filósofa en el dramaturgo:
dominación suprema. “To be or not Rosalinda (Como gustéis).
40 PATRICIO PEÑALVER GÓMEZ

metodológica de la fenomenología. La tensa llamarla así (y aunque ninguno de los tres


estructura retórica del dramático prefacio, nombres propios se encuentran en la super-
que se atreve a invocar el profetismo, y la ficie del texto de estas páginas) deja ver que
razonabilísima protesta del filósofo frente al estamos ante una especie de repetición del
riesgo de arbitrariedad dóxica del profeta7, esquema de El tiempo y el Otro. Pero elevado
atestigua que el propio autor es plenamente aquí a un nivel de conceptualidad filosófica
consciente de las dificultades de recepción heterológica que las conferencias del 48 sólo
en el medio universitario, ante las que se podían barruntar.
arriesgaba una obra como aquella, ¡que fue
encima inicialmente una tesis de doctorado! El primer paso de esta explicación comporta
la audacia de sustraer la aproximación a la
En el contexto del novum categorial que muerte a un orden categorial presidido por la
implica Totalidad e infinito, como filosofía antítesis de ser y no ser, y consecuentemente,
difícil del héteron, en expresa ruptura –pero abocado a la alternativa de ser o no ser. “Toda”
reflexionadísima– con la tendencia dominan- la tradición filosófica y religiosa ha interpreta-
te del pensamiento occidental, desde Sócrates do la muerte, bien como paso a la nada, bien
hasta más acá de Heidegger (primado de la como paso a otra forma de existencia.
ontología sobre la ética, de la totalidad sobre
la relación, y del concepto sobre el singular), Ahora bien, el entendimiento de la muerte
debemos situar por nuestra parte aquí la como desaparición o como “viaje”, tiene
“novedad” específica del motivo “ser contra como base empírica sólo la muerte de los
la muerte”. Este motivo domina el impor- próximos, no la propia. De manera “más pro-
tante capítulo sobre “La relación ética y el funda”, se capta la muerte del otro como paso
tiempo” de la tercera sección (“El rostro y la al no-ser, como aniquilación, en la pasión del
exterioridad”). Aunque no se nombra en estas asesinato: la intencionalidad de éste apunta
densísimas páginas al autor de Sein und Zeit, justamente a la aniquilación, a hacer pasar al
apenas podría seguirse esta explicación feno- otro al no ser. Sin embargo, al otro como otro
menológica de la resistencia del ser temporal sólo puedo abordarlo en la conciencia moral,
frente a los poderes de la aniquilación, si no y así, bajo la condición de la prohibición de
se tiene a la vista el bello combate emprendi- matarlo. La aniquilación del otro, el paso al
do en ella contra el tragicismo del Sein zum no-ser del otro en la pasión del asesinato (o
Tode. Pero también contra el entendimiento “sobre todo” en la pasión del asesinato, cabría
del psiquismo como ser para sí. Y, de nuevo sugerir más allá de la letra de Lévinas aquí,
aquí Lévinas, para indicar un camino de pen- si atraemos a este contexto el gran tema de la
samiento que se aparta abiertamente de los responsabilidad del superviviente ante “sus”
dos fenomenólogos existencialistas de mayor difuntos) es, ciertamente, una “posibilidad”
influencia durante decenios, da voz filosófica fáctica del mundo empírico. Pero en ella se
técnica a la filosofía, digamos “mundana”, aloja la prohibición absoluta de matar: se
de Shakespeare. Esa triple “fuente”, si cabe aloja en ella, y no simplemente se superpone
a ella. El “no matar” afecta así al sentido de la
“posibilidad” de aniquilar al otro. De manera
7 Remito a mi ensayo, Peñalver, 1993, pp. 79-
que, en conclusión, hay que “relativizar” el
107. Hoy matizaría la eficacia metodológica
que allí atribuía a la distinción estratégica entre sentido de “aniquilación”, de paso a la nada,
los escritos filosóficos y los ensayos talmúdi-
cos. Sobre la dimensión específicamente judía
del pensamiento de Lévinas, García-Baró,
2007, pp. 313-363.
DEL SER PARA LA MUERTE AL SER CONTRA LA MUERTE... 41

en relación con la muerte del otro (producida, “En la muerte estoy expuesto a la violencia
digamos, “directamente” por ego o no)8. absoluta, al asesinato en la noche” (Lévinas,
1961, p. 210).
No se trata de romper gratuitamente con el
principio tertium non datur. Se busca un Se dirá, se objetará: la anterior “descripción”
“orden” en el que la relativización, o la intra- de relación con la muerte propia generalmen-
mundanidad de la aniquilación del otro en la te vivida como amenaza imprevisible, análo-
ocasión de su muerte remita a un sentido del ga así a la hostilidad de la Noche, no debería
morir que escape a la alternativa ser o no ser. llevar a la filosofía al personalismo típico de
la mentalidad primitiva, que reviste la muerte
El caso de la relación con la muerte propia “natural” de potencias hostiles, o que en gene-
nos permite determinar mejor ese orden. Y ral se resiste a la noción de muerte natural. Es
en esto, a pesar del sistemático antagonismo interesante notarlo: Lévinas parece reconocer
de Lévinas frente al patetismo del Sein zum la pertinencia y el límite de este parecido
Tode heideggeriano, se reitera aquí un prin- entre la fenomenología de la amenaza de
cipio metódico del análisis existencial: el “mi” muerte y la mentalidad primitiva. Dice
primado de la relación con la muerte propia, primero, en efecto: “Como (énfasis mío) en
en todo “saber” de la muerte. Si la dificultad la mentalidad primitiva, en la que la muerte
de una alternativa absoluta entre el ser y el no es jamás natural, según Levy-Bruhl, pero
no ser aparece ya al abordar la muerte del requiere una explicación mágica, la muerte
otro, el “sentido de mi muerte” se contiene conserva, en su carácter absurdo, un orden
en el rechazo de esa alternativa. Cabe verlo, interpersonal en el que tiende (yo subrayo)
digamos fenomenológicamente, a partir del a tomar una significación” (Lévinas, 1961,
conocimiento instintivo de la muerte que se p. 210). Pero después, el filósofo marca sus
aloja en el miedo a la amenaza mortal como distancias respecto de la religión primitiva,
tal. Esta amenaza al margen de todo horizonte o incluso “avanzada”: “No se trata, claro
de expectativa del viviente. La estructural está, de introducir la muerte en un sistema
imprevisibilidad de la muerte (ultima latet) religioso primitivo (o evolucionado) que la
impide algo así como una “acogida” de la explique, sino de mostrar, tras la amenaza que
muerte propia, pero en rigor reprime asimis- aquella lleva consigo en contra de la voluntad,
mo una “lucha” contra la muerte, si lucha su referencia a un orden interpersonal, cuya
requiere algún tipo de visibilidad, fuerzas significación la muerte no aniquila” (Lévinas,
que se confrontan en un terreno común. 1961, p. 211).
Estaría aquí la segunda audacia notable de
este análisis: se apunta a una analogía entre Entre el momento de la analogía reconocida
la trascendencia del otro en la relación ética, (a saber, entre la fenomenología de la rela-
y el intervalo de trascendencia desde el que ción con muerte y la mentalidad primitiva
me amenaza la muerte. Ésta viene de la alérgica a toda noción de muerte natural)
noche hostil, o de una hostilidad nocturna: y el momento de la distancia respecto de la
“personalización” de las fuerzas de la muerte
en la religiosidad más o menos primitiva,
8 “El movimiento de aniquilación en el asesinato,
Lévinas invoca dos fenómenos que permiten
tiene, en consecuencia, un sentido puramente
relativo, como paso al límite de una negación referir la muerte a un “orden interpersonal”,
intentada dentro del mundo. Ese movimiento y así, incorporar aquella, a pesar de su fondo
nos lleva en realidad a un orden del que nada de absurdo, a la esfera del sentido. Uno es el
podemos decir, ni siquiera el ser, antítesis de médico, que se va a presentar como “un prin-
la imposible nada” (Lévinas, 1961, p. 209).
42 PATRICIO PEÑALVER GÓMEZ

cipio a priori de la mortalidad humana”, otro, social se mantiene en la amenaza. La


la amenaza de muerte que se experimenta en muerte no se sumerge en la angustia
el miedo a la muerte, como amenaza que se que la trasformaría en “aniquilación
cierne contra mí desde toda voluntad extraña, de la nada”. En el ser para la muerte
desde toda otra voluntad. (Motivo registrado del miedo, yo no estoy frente a la
en el bello, lacónico, incisivo tout autre est nada, sino frente a lo que está con-
tout autre del último Derrida: cualquier otro tra mí, como si el asesinato, más
es totalmente diferente). bien que ser una de las ocasiones de
morir, no se separase de la esencia
El contexto permite desautorizar de nuevo, de la muerte, como si la cercanía de
pero nunca sobra reiterarlo, las extendidas la muerte siguiese siendo una de las
interpretaciones “blandas” del pensamiento modalidades de la relación con el
de Lévinas como moralismo edificante. La Otro (Lévinas, 1961, p. 211).
figura amistosa, ayudadora, del médico, apa-
rece sobre el fondo de una enemistad posible De las dos propuestas interpretativas que
previa, no digamos fundante. (Se diría, por hemos querido cualificar como “audaces”
cierto que más allá si es que no en contra de –y se aceptará que ciertamente no se derivan
la letra de Lévinas, que el otro primero es el en términos de continuidad respecto de la
enemigo.) Incluso la relación social con el tradicional “sabiduría” de la serenidad ante la
Eterno (“El Eterno hace morir y hace vivir”, muerte–, a saber, la sustracción de la muerte
cita bíblica incrustada, injertada, se diría, en de la esfera en que todo se divide en ser o no
este análisis del médico) estaría marcada por ser, y la referencia de la muerte a un orden
esa duplicidad original, amigo o enemigo, interpersonal marcado por la ambivalencia
o acaso amigo y enemigo, de todo otro. El amigo/enemigo, el análisis Lévinasiano pasa
Dasein tiene a gala el solipsismo absoluto en finalmente a una tercera determinación del
la relación con su muerte, como la posibilidad morir. Considerémosla una tercera audacia.
más “propia”, la más propiamente “insustitui- La muerte amenaza desde la imprevisibilidad
ble”: con innecesaria solemnidad el Maestro absoluta, y en ese sentido, se sustrae al hori-
de Alemania proclamará esto bien sabido, zonte de posibilidades del viviente (contra el
“trivial”, de que a nadie le puede representar mítico “poder ser” último del Dasein, contra
nadie en la hora de su muerte. Pero en la la fantástica “posibilidad de la imposibilidad”
fenomenología del Lituano, la soledad del de la finitud o “la muerte comprendida” en la
moriturus no impide una determinada forma Ontología fundamental). El filósofo comen-
de presencia del otro: ta bellamente el relato de Edgar Allan Poe
en el que el narrador asiste horrorizado al
La soledad de la muerte no hace des- estrechamiento progresivo de los muros en
aparecer al otro, pero se mantiene en que está encerrado, y ve así venir la muerte
una conciencia de la hostilidad y, por inminente, o bien “vive la muerte mediante
ello mismo, sigue haciendo posible la mirada que, en cuanto mirada, tiene siem-
una apelación al otro, a su amistad pre delante de sí una extensión” (Lévinas,
y a su medicación. El médico es un 1961, p. 211). Pero Poe enseña “también”
principio a priori de la mortalidad la verdad del ultima latet: el instante de la
humana (cursiva mía). La muerte muerte se mantiene como “instante infinita-
se acerca en el miedo a alguien, y mente futuro”. (Y de hecho el narrador del
confía en alguien. “El Eterno hace cuento de Poe sobrevive, vive para contarlo).
morir y hace vivir”. Una coyuntura Al final, la muerte vendrá al viviente, no irá
DEL SER PARA LA MUERTE AL SER CONTRA LA MUERTE... 43

el viviente a la muerte: “le dernier bout de ya lo sabemos) aparece como resultado de


chemin se fera sans moi” (Lévinas, 1961, una abstracción: el para sí, esa fantástica
p. 211). Ahora bien, junto a la amenaza, ese causa sui, idealistamente (o angelistamente)
instante “infinitamente futuro” que será el ajena a su lado de cosa, está, vellis nollis,
de mi muerte comporta una estructura de desde el principio entregado al otro, y a la
aplazamiento. En ella se apoya el recurso de violencia del otro.
la voluntad para resistirse a las fuerzas de la
muerte. O es que la voluntad es esencialmente Podrá decirse quizá: aunque sin duda mi mor-
un ser contra la muerte: talidad es inseparable de una vulnerabilidad
ante la violencia del otro, el análisis de Lévi-
Pero la inminencia es a la vez in- nas atribuye un peso “excesivo” a la violencia
minencia y aplazamiento. Aquella del otro en la relación con mi muerte. (Y
presiona, pero también deja tiempo. quizá la alergia típica del filósofo académico
Ser temporal es a la vez ser para corriente a esta heterología venga a ser final-
la muerte y tener todavía tiempo, mente una alergia a la afición “desmedida”,
ser contra la muerte. En la manera dirán, del Lituano al tropo hipérbole). Es el
como me afecta la amenaza en la momento de indicar que “violencia” tiene en
inminencia, reside mi estar puesto este idioma una desconcertante extensión:
en causa por la amenaza y la esencia además de la violencia que infringe el acero
del miedo. Relación con un instante cortante, o la química del veneno, violencia
cuyo carácter excepcional no reside hay también en el hambre y en la sed, y, en
en el hecho de que se encuentre en general, ya en el cuerpo en la medida en que
el umbral de la nada o de un renaci- éste se mantiene entre la salud y la enferme-
miento, sino en el hecho de que en la dad. Una vez más: la amenaza de la muerte
vida ese instante es la imposibilidad no es esencialmente amenaza de no-ser, sino
de toda posibilidad, sacudida de una amenaza que proviene de una voluntad hostil,
pasividad total al lado de la cual aunque siempre secreta, inaprehensible. (Y
la pasividad de la sensibilidad que en relación sobre todo con este motivo, no se
muta en actividad no imita sino de dejará de oír el eco del melancólico príncipe
lejos la pasividad. El miedo por mi danés en los parajes de estas páginas).
ser que es mi relación con la muerte
no es, pues, el miedo a la nada, sino Es el miedo a la muerte lo que libera la “ver-
el miedo a la violencia (y así se dad” de mi muerte. El miedo a la muerte que
prolonga en miedo al Otro, a lo ab- es entonces miedo al enemigo desconocido
solutamente imprevisible) (Lévinas, (Enemigo rumor es el título de un poemario
1961, p. 212). de Lezama Lima: se nos impone la asocia-
ción), el quasi-instintivo miedo a la muerte,
y no la angustia ante la nada.
La mortalidad no puede separarse, pues, de
una pasividad última, o primera –fundante a
Una última asociación, y audaz de nuevo –por
su manera–, del psiquismo: no puede sepa-
seguir con este nuestro empeño en que se ad-
rarse de la vulnerabilidad que afecta a una
vierta el novum inquietante de este idioma–,
voluntad “susceptible de violencia”. Desde
la asociación aquí de Dios y del enemigo que
esa mortalidad concreta, el “pour soi” (y no
no forma parte de mi mundo (Lévinas, 1961,
hace falta en la Francia de 1960 insistir en el
p. 212), confirma que la muerte, incluso o
nombre propio que domina la escena filosófi-
sobre todo si vivida como enviada por el Eter-
ca, de hecho Lévinas no nombra aquí a Sartre,
44 PATRICIO PEÑALVER GÓMEZ

no, es indisociable de la violencia. Pero da lenguaje ontológico –al que la heterología


ocasión también de revelar en la muerte, en la de Totalidad e infinito recurría todavía–. El
relación con la muerte del otro y con la mía, la tema mayor será ahora una radicalización del
posibilidad de un sentido: un “mundo cruel”, motivo de la responsabilidad para con el otro,
pero “a la escala de las relaciones humanas” ligada a la interpretación de la subjetividad
(Lévinas, 1961, p. 213). Antes de la muerte, como “sustitución”: una tesis que, creemos,
la voluntad, en su ser contra la muerte, tiene rompe, u obliga a romper, con la exposición
tiempo: por ejemplo para desear al Otro, y del psiquismo como “separación” y como
así, de “encontrar un sentido, a pesar de la “ateísmo”, esencial en el libro de 1960.
muerte” (Lévinas, 1961, p. 213).
Un cierto “primado” metódico de la muerte
Si la muerte es un problema, o hasta “el” propia, en la estrategia de aproximación al
problema, la solución es: tiempo, más tiempo. saber de la muerte como el enemigo desco-
nocido o nocturno, se imponía en el análisis
Las responsabilidades del de Totalité et infini, no quita que en todo caso
superviviente a mucha distancia del delirio solipsista del
Sein zum Tode. Cabe subrayarlo ahora para
Las lecciones sobre “La muerte y el tiempo”, indicar el contraste de lo que, novedosamente,
dictadas por Lévinas durante el año universi- plantean estas lecciones: no digamos “prima-
tario 1975-1976, y editadas juntamente con do” de la muerte del otro, pero sí relevancia
un curso impartido paralelamente sobre “Dios filosófica irreductible de la responsabilidad de
y la onto-teología” por Jacques Rolland, superviviente en toda muerte del otro, respon-
deben situarse consecuentemente en la fase sabilidad por éste “en lo desconocido”. Esta
última de la trayectoria intelectual del filóso- responsabilidad del superviviente por y ante
fo. Debemos intentar entender esas lecciones, la muerte de cualquiera (que a una cierta sen-
así, en relación con lo que muy claramente se satez podrá parecer “loca”, o cuando menos
presenta como rasgo diferencial mayor de ese patológica) estaría ligada a la deslegitimación
giro notable en el curso de un itinerario, que radical de la forma “intencionalidad” en la
sin duda mantiene, como suele decirse con relación con la muerte del otro. Ahí no habría
cierta inercia, una “profunda unidad”, pero intencionalidad (que remite al saber y al ser,
que fue largo, y abierto a inquietudes y no- a la “ontología” ahora puesta radicalmente en
vedades, surgidas unas de la dinámica interna cuestión, en cualquier caso más radicalmente
del programa filosófico heterológico, venidas que en la fase canónica de la Heterología, en
otras de fuera9. Formulariamente, el giro me- Totalité et infini), sino una afectividad sin
tódico de la filosofía de Lévinas perceptible intencionalidad (Lévinas, 1993, p. 26)10.
desde algunos escritos de los finales sesenta,
y que alcanza su máxima expresión en Autre- La sustracción de la muerte, la del otro como
ment qu’être ou audelà de l’essence (1974), la propia, al ámbito de la intencionalidad, el
reside en la tentativa formal de abandono del saber y el ser, permite, en la estrategia general
de estas lecciones, conectar con un aspecto
que se impone en la “afectividad emocional”
9 Puede documentarse que la inquietud mayor
ante la muerte, en las lágrimas: el choque con
de procedencia externa, que lleva a Lévinas a
revisar su pretensión de “usar” el lenguaje on- el sin-sentido de la muerte. En esta conside-
tológico para exponer el pensamiento heteroló-
gico, es la gramatología de Derrida. Remitimos
a los ensayos incluidos en la segunda parte de 10 Anotemos que Lévinas apela aquí al Michel
Peñalver, 2000. Henry de L’Essence de la manifestation.
DEL SER PARA LA MUERTE AL SER CONTRA LA MUERTE... 45

ración cobra cuerpo una “deferencia para con su figura más característica en la voluntad
el sin sentido de la muerte”. Pero este sin- viril de los guerreros, en el ser para la muerte
sentido está en el centro de la relación entre lo del héroe11.
Mismo y lo Otro, es decir, del tiempo. Es que
el tiempo es o sería “la inquietud de lo Mismo Se entiende que en el contexto de este curso, a
por el Otro, sin que lo Mismo pueda jamás cuya significación general deberemos volver
comprender al Otro, englobarlo” (Lévinas, más despacio en otra ocasión, se salude con
1993, p. 29). Así, la muerte, la propia y la del tanta “simpatía” el gran pasaje de la Fenome-
otro –pero en relación con la del prójimo, la nología del espíritu sobre Antígona, sobre la
pura interrogación ante lo desconocido está “verdad” de la inhumación (Lévinas, 1993,
de entrada marcada por la responsabilidad p. 99 y ss). El filósofo por antonomasia de la
propia del superviviente– nos concierne razón de Estado (“bête noire”, y con funda-
como un sin-sentido ante el que en rigor no mento, del Lévinas de Totalidad e infinito)
cabe respuesta, no al menos desde el saber, se deja seducir en un cierto momento por la
la intencionalidad y el impulso del conatus. “ironía femenina”, y por la piedad familiar
Esa pura interrogación ante lo desconocido, que, contra los intereses y la racionalidad de
propia del presentir el morirse uno y del ver un Creonte instaurador del orden en la polis,
morirse otros, es ya una modalidad de la insiste en entregar a la tierra maternal los
relación con lo más allá del ser. restos mortales de los queridos.

La segunda de las lecciones (“La muerte del Referencias


otro y la mía”), cuya significación metódica
hemos querido registrar en lo anterior, con- Adorno, T. W. (1975). Dialéctica negativa.
cluye con una serie de “presupuestos”, cons- Madrid: Taurus.
tructivos unos, polémicos otros. Constructivo
y polémico es el quinto, al que cabe atribuir,
11 En 1920 se publica el primer volumen de los
en el desarrollo de las lecciones que ya no Ensayos sobre sociología de la religión (trad.
vamos a poder seguir aquí, una significación esp. de J. Almaraz y J. Carabaña, Madrid,
operatoria decisiva: “El esse humano no es Taurus, 2001). Muy verosimilmente Heidegger
primordialmente conatus, sino rehén, rehén debió leer la célebre Zwischenbetrachtung que
del otro”. se incluye al final de ese volumen (“Teoría de
los estadios y direcciones del rechazo religioso
del mundo”). A propósito de la esfera política,
Se puede entender por qué, desde la apertura y en especial a propósito de la “ajenidad” de
del curso, Lévinas anuncie que su propuesta dicha esfera a la tendencia acósmica de la
lleva a una “discusión con Heidegger”. religión del amor, Weber invoca la guerra: la
comunidad del ejército sobre el campo de bata-
Podrá decirse, desde la letra de Heidegger, lla, la comunidad en relación con la muerte, es
“la comunidad más grande de todas”. Sólo en
que, ciertamente, el conatus no parece re- el marco de esa comunidad política de la nación
levante como estructura del Dasein. Y sin en guerra, la muerte podrá tener “sentido”, ser
embargo, en un cierto momento de la lectura, muerte “por algo”. Obviamente, el recuerdo de
tras la famosa angustia ante la nada, el aná- este pasaje, en relación con la escritura de Sein
und Zeit, no pretende, insensatamente, desvir-
lisis presuntamente neutral, ontológico, de
tuar la lógica interna del análisis heideggeriano.
Heidegger, dejaría ver la decisión existencial O sugerir una “influencia” formal del sociólogo
del filósofo, más o menos vellis nollis: la de- en el fenomenólogo de Friburgo. Pero sí puede
cisión de proyectar en el Dasein el impulso al poner en la pista de un contexto relevante de lo
ser, el empeño en ser. Y ese conatus presenta que hemos llamado decisión existencial previa
de la Ontología fundamental.
46 PATRICIO PEÑALVER GÓMEZ

Aristóteles. (2002). Ética Eudemia. Carlos Martínez Marzoa, F. (1999). Heidegger y su


Megino (tr.). Madrid: Alianza. tiempo. Barcelona: Akal.

Derrida, J. (2001). Chaque fois unique, la fin Peñalver, P. (1987). Márgenes de Platón.
du monde. Paris: Galilée. Murcia: Universidad de Murcia.

García-Baró, M. (2007). La compasión y la Peñalver, P. (2000). Argumento de alteridad.


catástrofe. Salamanca: Sígueme. Madrid: Caparrós.

Henry, M. (1963). L’Essence de la manifes- Peñalver, P. (2006). Ironies de l’essence.


tation. París: PUF. Lévinas et Sartre: deux aventures de
la responsabilité moderne. En Cahiers
Landsberg, P. L. (1999). Ensayo sobre la d’Études Lévinassiennes, 5.
experiencia de la muerte. El problema
moral del suicidio. Madrid: Caparrós. Peñalver, P. (1993). El filósofo, el profeta, el
hipócrita. En Isegoría, 7.
Lévinas, E. (1961). Totalité et infini. Sala-
manca: Sígueme. Rosenzweig, F. (1997). La estrella de la
redención. Miguel García Baró (tr.). Sa-
Lévinas, E. (1996). Nouvelles lectures talmu- lamanca: Sígueme.
diques. Paris: Minuit.
Savater, F. (2000) Diccionario de filosofía.
Lévinas, E. (1993). Dieu, la mort et le temps. Madrid.
Établissement du texte, notes et postface
de Jacques Rolland. Paris: Grasset. Spinoza, B. (1987). Ética. Vidal Peña (tr.).
Madrid: Alianza.
Lévinas, E. (1979). Le temps et l’autre. Paris:
Fata Morgana. Sucasas, J. A. (2004). Emmanuel Lévinas
(1906-1995): el absoluto ético. En Moisés
Lévinas, E. (2005). Descubriendo la existen- Barroso y David Pérez Chico (Eds.). Un
cia con Husserl y Heidegger. M. Vázquez libro de huellas. Aproximación al pensa-
(tr.). Madrid: Síntesis. miento de Emmanuel Lévinas. Madrid:
Lévinas, E. (2000). De la existencia al exis- Trotta.
tente. Madrid: Arena Libros. Platón. (1986). Diálogos, III. Madrid. Gredos.
Lévinas, E. (s/f). Algunas reflexiones sobre Weber, M. (2001). Ensayos sobre sociología
la filosofía del hitlerismo. de la religión. J. Almaraz y J. Carabaña
Mardones, Reyes Mate, (Eds.). (1998). (tr.). Madrid: Taurus.
Judaísmo y límites de la modernidad.
Barcelona: Riopiedras.

También podría gustarte