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EDUCACIÓN, UTOPÍA AMAZÓNICA

Y LA CONQUISTA DE LO INÚTIL
Prof.
Rafael C. Oyarzun
Educador, Músico y Realizador Audiovisual

En los tiempos actuales no sabemos si es más ingenuo quien crea las utopías o aquel que asume vivir
sin ellas en el obsesivo encuentro de lo útil. De alguna forma algunos nos sentimos impelidos a forjar
sueños e irrealidades como una manera de aceptar nuestra derrota. La utopía pierde su inocencia
cuando se reconoce como un artificio autohipnótico que permite mantenernos en la búsqueda, aunque
sea esta ciega, sorda y muda.
De cualquier forma nos enfrentamos a la trágica labor de intentar conciliar lo que imaginamos y lo que
hacemos: de hacer útil nuestras propias conquistas de lo inútil y de eliminar las distopías; de romper el
miedo a ilusionarnos en vano, a la decepción y al fracaso. La pérdida de la inocencia e ingenuidad no
resta vigencia a la posibilidad utópica; por el contrario, le otorga subversión estética al mundo tanto en
su dimensión material como subjetiva.
De por sí nuestro mundo parece impulsado por un horizonte utópico basado en la competitividad, la
razón, en la profesionalización, el logro del crecimiento económico y en los disfrutes del consumo,
soluciones aparentes a las problemáticas que nos plantea el desarrollo, la vida y la existencia en
sociedad. La negación de una nueva utopía es producto en parte de este pensamiento arraigado en
torno a la superación productiva y la motivación del lucro; lo utópico parece no poder desligarse de una
noción ilusoria, contemplativa e improductiva de la vida frente a este modelo aparentemente inevitable
de realidad.
Pero liberada de esa noción, la utopía contemporánea proyecta nuevos anhelos y sueños para disputar
los patrones de dominio en el campo de las relaciones intersubjetivas de poder: el enemigo común. Ante
todo la subversión estética y utópica debe plantearse como alternativa de esperanza de nuevos
imaginarios frente a las formas de poder. De lo que hablamos entonces es de la posibilidad de
reorganizar y replantear el proyecto utópico que permita superar las falencias presentes en el proyecto
de desarrollo y progreso impulsado por el modelo hegemónico. La posibilidad utópica hoy es la
deconstrucción crítica de la utopía desgastada de ayer, proceso hacia un nuevo mundo que implica una
nueva y mejor forma de educación, menos concebida en base al aparato productivo e ideológico, y más
enfocada en la mejoría del hombre, la mujer y las infancias amazónicas psico-socio y bioculturalmente
hablando.
La formación docente, las universidades, la escuela y el sistema educativo en general han sido
insuficientes y contraproducentes en cierto sentido en la historia educativa amazónica. Los procesos,
las políticas y las instituciones han favorecido hasta hoy la perpetuación, reproducción y naturalización
de las estructuras sociales, las jerarquías de poder y los modelos de pensamiento, y no así la mejoría de
los sistemas de valor y conocimiento, así como la apertura a nuevas opciones de sentido, estructura de
significaciones y formas alternativas de racionamiento social.
Cuando decimos que una utopía amazónica tiene hoy que ver con la construcción y perfeccionamiento
de una antropoética -que no solo es posible sino que necesaria y deseable para enfrentar la
problemática de la indiferencia, la resignación y la complicidad educativa-, hacemos referencia a la
posibilidad de soterrar saberes, conocimientos, categorías, preguntas, relaciones y formas de
pensamiento que vienen siendo ignoradas o lisa y llanamente enterradas por un modelo histórico que
no se abre más a la eterna esperanza de lo nuevo. Por eso ante todo lo utópico debe plantearse
primariamente en una doble instancia: como análisis crítico y valoración ética de la situación social y
educativa actual, y como posibilidad política para construir nuevas propuestas, métodos y estrategias
de intervención.

¿Podemos entonces pensar la posibilidad de lo utópico en términos de una “antropolítica” además de


una “antropoética”?

Su génesis es antropolítica y antropoética, -pues se origina en el deseo de superación de aquello que


viene siendo negado histórica y sistemáticamente a las sociedades amazónicas-, y su teleología es
emancipatoria pues renueva el significado de lo educativo en la Amazonía a partir de un prisma
multifacético desde donde recompone y reconstruye la realidad social e individual en un proceso sin
solución de continuidad. Esa es su teleología educativa y el principio celular de la metamorfosis social a
la que apunta: espacios de prácticas emancipatorias donde -entre otras cosas-, se posibilite el
descubrimiento, la construcción de sentidos, la crítica, la creación y las prácticas de las potencialidades
individuales y sociales.
La posibilidad utópica adquiere sentido entonces como reformulación y reconstrucción del
conocimiento así como revolución y reorientación del pensamiento donde sean consideradas nuevas
teorías, ideas, nociones y experiencias para dar forma a nuevos conceptos y categorías de lo educativo.
En ese sentido, participa en la posibilidad de reflexionar acerca del estado de cosas (como una tentación
por romper con la complicidad de la cultura del silencio y del diálogo castrado), para articular espacios
de diálogo (construcción, tensión y conciliación) de la utopía misma, de sus contenidos y de las formas,
facetas y pormenores de ir por ella.
Las ideas educativas de Paulo Freire en este sentido son utópicamente vigentes y oportunas. En la
Amazonía no se puede concebir una nueva educación sino como una nueva forma de concientización,
politización y re-existencia de las sociedades y segmentos postergados por el proyecto mundial.
La posibilidad de una utopía amazónica pasa por definirla y conceptualizarla de acuerdo a sus funciones.
El proyecto utópico debe redefinir una sociedad ideal, pues de ahí derivará su funcionalidad orientadora
que nos capacitará para formular lineamientos, políticas y reformas concretas. Definirla en cuanto su
función valorativa, significa entenderla como reflejo de un pensamiento y sentir de una generación que,
mediante la colectividad, el movimiento y la protesta, vienen construyéndola en base a las crisis de las
situaciones sociales reales y de las posibilidades que se van gestando crítica y reflexivamente en el
imaginario colectivo en torno a las ideas de cambio, reforma, justicia, oportunidad, gobernancia,
educación, derecho y bienestar social.
La utopía en este contexto es la anti-renuncia al sueño; al viaje de regreso del venezolano Andrés Eloy
Blanco.
Para mantener vivo el sueño, la cuestión es cómo superar el estado de experimento mental y teórico, y
la existencia políticamente inoperante de las utopías en las variaciones de los procesos sociales a lo largo
de la historia. Y en la sociedad amazónica actual la problemática es como construir sistemas utópicos
que posibiliten nuevas formas de pensamiento para abordar lo educativo. Y a la vez, como construir
utopía educativa: como ampliar el juicio, el discurso, el racionamiento, la crítica, la imaginación, el
crecimiento equilibrado, la creatividad, la idealización, estética, los sueños y las reflexiones como
categorías fundamentales de una nueva fuerza educativa heredera histórica de la indignación frente a
las postergaciones y las desigualdades sociales.
De lo que se habla en el fondo es de nuevas propuestas de planificación y organización de lo educativo
que partan de una meta utópica (contradictoriamente deseable, irrealizable y posible) o más bien en la
dirección que esta traza para orientar los imaginarios sociales hacia otros territorios históricos y la
búsqueda de formas alternativas de concebir ciertos aspectos de la vida; imaginarios estéticos que son
posibles como construcción utópica en la medida de su asimilación, interés y necesidad en la
individualidad y en el conjunto de la existencia social.
La posibilidad de lo utópico termina por dibujar una trasgresión. Enseñar a desear termina siendo uno
de sus objetos imposibles principales, por eso busca inducir, producir, seducir y crear condiciones y
posibilidades revolucionarias de inutilidad. La génesis etimológica de la escuela recobra sentido como
ocio, tiempo libre, pensamiento en mí mismo, y no como utilidad práctica orientada al mercado y al
escalamiento desequilibrado en el deshumano mundo laboral.
El proyecto utópico nace ante todo como una aspiración de confianza al diálogo y a la conversación en
torno a la educación y a los valores de la sociedad amazónica en una audiencia in crescendo. Esta propia
responsabilidad histórica debe asumir el país entre la población civil y el gobierno, y entre la clase política
sin insultos, depurada de prejuicios, diatribas, señalamientos y disputas de poder, dando paso a la
inteligencia, la complejización y las argumentaciones en un intercambio más emocional sobre la
dignidad humana.
En el contexto de la Amazonía Peruana la posibilidad de lo utópico implicaría en primer término la
activación de un diálogo sur que aúne diferentes perspectivas y experiencias de la realidad educativa
regional. Una renovada percepción de la educación amazónica citadina, periurbana y rural desde el
ámbito de las organizaciones y sistemas académicos (artísticos, educativos, científicos, clínicos, sociales),
desde la visión marginal de críticos, pensadores, filósofos, escritores y extranjeros, y desde las
comunidades: desde los conocimientos y subjetividades del hombre/mujer/infancias amazónicas.
Este diálogo desde la perspectiva de la posibilidad utópica es una metáfora estratégica que renueva el
pensamiento educativo de la mujer/hombre/infancia amazónica no solo desde un multiverso meso
físico (neutral), sino que también a nivel interpersonal y en lo concreto de las problemáticas mundiales.
En otras palabras, este conocimiento emergente debe partir desde las subjetividades, experiencias,
intereses y necesidades de las culturas amazónicas, así como del mundo académico y las instituciones,
desde su entendimiento de la contextualización, conceptualización y complejidad educativa. Con un
guion ético-político-pedagógico, una nueva educación desde la posibilidad de lo utópico intenta dejar
de ser lo que nunca ha dejado de ser: ideología colonialista formativa. Entonces deberá reformular sus
orientaciones existenciales, valores y jerarquías por medio del diálogo intercultural como andamiaje
filosófico.

Investigar hoy las realidades amazónicas implica mucho más que un abordaje intercultural-científico-
humanista-adulto céntrico. El estudio de las infancias amazónicas constituye una fuente que -no solo
les devuelve el rol que se merecen-, sino que además posibilita en todo sentido lo utópico de la
metamorfosis social.

En la realidad de las sociedades amazónicas la emergencia de lo intercultural nace como un instrumento


de investigación científica cualitativa para adquirir desde lo utópico una figura poética trágica y
necesaria. No podemos entender lo amazónico sin los encuentros, cruzamientos, contaminaciones
culturales, universos simbólicos y horizontes de sentido que cohabitan entre sus habitantes; sin
comprender sus necesidades en el contexto de la vorágine de los tiempos actuales y en un nivel
planetario.

¿La posibilidad utópica es por tanto una reorganización del conocimiento humano y social amazónico
con vías a una metamorfosis educativa?

La construcción de nuevos espacios dialógicos para la posibilidad utópica, implica la asunción de nuevas
formas de construir la comunicación ya no en términos de poder e imposición, sino que de comprensión
y cuidado. La lucha en el terreno de las buenas o malas ideas, menos o más originales, más reales o
falsas, debe ser suplida por una en el terreno de la complejidad que no es más que un nuevo entramado
de organización entre todas ellas juntas. El orden -visto desde un prisma artístico-, transita hacia una
multiplicidad de posibles organizaciones y reorganizaciones que amplían la perspectiva del mundo de la
mujer/hombre/infancias amazónicas mediante la comunicación.
La posibilidad de lo utópico -desde el diálogo como espacio de construcción de sentidos y relaciones-,
propone frente a un aparente tenocratismo arcaico en el lenguaje profesional amazónico (sobre todo
en el educativo), la aplicación y ampliación sistemática de un lenguajear que posibilite al educador
nuevas y más complejas relaciones en el entendimiento del individuo social y cultural.
En ese sentido las nuevas teorías sociales y humanas (clásicas, modernas y contemporáneas) han venido
a enriquecer a la vez que a complejizar (en el ordinario sentido de la palabra), las formas y
procedimientos para referirnos a lo educativo. El docente tendrá que devenir en filósofo si lo que se
quiere es una comprensión más completa del proyecto educativo. Con el diálogo como estrategia, esta
nueva perspectiva de lo comunicativo debe intentar que el lenguaje de forma a nuevas relaciones
semánticas para esclarecer u oscurecer el escenario, siendo oportuno reconocer el principio de
incertidumbre y la posible tendencia al desorden y al caos. Desde la perspectiva recursiva de lo utópico,
ese desorden-caos obligaría al educador-filósofo-investigador a repensar lo educativo desde un nuevo
orden=reorganización y reconceptualización, pero intentando ser consciente de los conocimientos que
emergen y se enactivan en un continuum sin fin.
La emergencia de una política educativa que haga emerger nuevos conocimientos, instancias de
aprendizaje, contenidos trascendentales, pedagogías emancipatorias y corrientes de pensamiento
alterno, se hace cada vez más apremiante en esta parte del mundo. Una política curricular cuyo centro
de interés por las infancias sea punto de interés antropolítico para evocarles en el tránsito/superación
de su rol histórico de víctimas sociales. Esa es una de las fuerzas obsesivas que debe acompañar y
orientar la acción. La posibilidad de lo utópico en el contexto de la Amazonía encuentra su origen en la
emancipación de las infancias oprimidas, siendo este un puente sensual importante para entender una
posible Pedagogía de la Ternura como paradigma político y arqueológico orientativo de dichas acciones.
En esta carrera desenfrenada por el reconocimiento de las otras culturas como la Amazónica, lo
transcultural como elemento de la posibilidad utópica reniega de la idealización de ésta per se. El
conflicto ético se instala ahí como estrategia para resolver la ecuación que anticipa Maruyama (1992):

Cultura = Disfuncional/antifuncional/subfuncional/toxifuncional

¿En qué rasgos del sistema cultural amazónico se podría hablar de una o la otra? ¿Cuál de esas categorías
rige lo familiar en las sociedades amazónicas? O lo que es más importante previamente: ¿Cuál es la
función de la familia en la Amazonía? Nuestras imperfecciones, ficciones, prejuicios y costumbres
opresivas, así como la de las otras culturas deben propender a lo mismo: a la superación de su estado
con respeto crítico, según Morin (1993). Para el pensamiento utópico esto implica reconocer la prioridad
de la humanidad como Matria (en términos de Comte) por sobre los Estados-Naciones, como la
verdadera patria. Crear política educativa en este sentido es construir a partir de los valores de la
humanidad y no de los intereses del Estado-Nación. ¿No es eso la interculturalidad en realidad? Aunque
reconocemos la existencia inefable de la nación, el espíritu de esta debe propender a la valoración del
hombre/mujer/infancias en el contexto de su supervivencia planetaria.
El destino de la educación amazónica no puede seguir en manos de los tecnócratas de turno. La
Amazonía necesita concebir su cultura, revisarla, revivirla y descolonizarla en un juego intersubjetivo de
reconocimiento antropolítico que posibilite lo utópico siguiendo una ecuación como esta:

Nueva Conciencia de lo Amazónico


Epistemología (Pens. & Conoc. en movimiento) + Política + Ideología (mito, ilusión/ dogma) +
Método/estrategia

La posibilidad utópica es de por si la utopía de la dialéctica transformadora a través del prisma de la


transcomplejidad en un continuo des-ligar-nos + re-ligar-nos, (desaprender y reaprender), y como
educadores respetar la triangulación ética-vocacional:
Responsabilidad + Autonomía + Amor
Humildad
La posibilidad de lo utópico como metáfora de la metamorfosis social amazónica hacia la superación de
aquello que estanca la realización personal y social de sus habitantes, demanda en los educadores
actuales un ejercicio pedagógico revolucionario y desviacionista. Atrevido frente a lo que se nos ha
impuesto histórico-sistemáticamente, los educadores deben transitar a filósofos e investigadores con
alta percepción e instinto sensible del entorno amazónico y de su paisaje humano. Con meticuloso
instinto el educador debe descubrir lo soterrado y elucubrar sin miedo mediante el uso de los
multiversos que pueblan el mundo: los mitos amazónicos y sus subjetividades, las teorías de lo social y
lo humano, el lenguajear filosófico en un nivel didáctico e ilustrador pero sin reducir su ámbito
conceptual, lo artístico como un multiverso paralelo de descubrimiento, el lenguajear del mundo virtual
como una red de encuentros y desencuentros, y el mundo conceptual que intenta la comprensión del
mundo interno y de lo onírico.

La posibilidad de lo utópico busca reivindicar la figura heroica-arquetípica del chamán, el anciano, el


guía, el maestro y -en nuestra época actual-, la desprestigiada imagen del profesor como nuevo
embajador, posibilitador y constructor de lo utópico, y superar su estado subyugado por la anulación de
su responsabilidad política y ética producto de la tecnocracia educativa, y su condenación -por cierto- a
una actitud conformista, acrítica, indiferente y fatalista del fenómeno educativo. Desde la posibilidad
utópica los maestros-profesores-docentes deben devenir en algo menos estigmatizante: un
posibilitador de otras formas de conocer mediante el mito, la ciencia, el arte, la poesía de las disciplinas
y los afectos. Junto con la posibilidad de lo utópico, la figura del maestro se erige en medio del caos
obligándolo a la inevitabilidad de la problemática de la reorganización.

En esta situación de soledad, destierro y desamparo a la que debe enfrentarse el educador debe superar
la lógica educativa de los carteles transnacionales impuestos por el Estado-Nación. No puede seguir
permitiendo la selección e imposición autoritaria de los saberes y la descalificación o menosprecio de lo
que históricamente se ha considerado inútil o de orden menor en la escala jerárquica, donde la ciencia
se ha reconocido y normalizado y donde los saberes se han concebido en una organización vertical,
adecuando sus propias leyes, instituciones académicas, medios invasivos de desinformación y
gendarmes.

La utopía posibilita además la superación del pesimismo, la indiferencia y la inercia de lo imposible; el


fatalismo social como negación de lo utópico es necesariamente la muerte de dios y del hombre; de su
sociedad, su lenguaje y las redes sociales, porque en esencia niega al hombre dialógico como posibilidad
de tránsito de su realidad existencial. Desde la posibilidad utópica, el individualismo existencial como
posibilidad de realización de cada uno de acuerdo a sus propios intereses, es el fin de la nueva
humanidad pues estaría otorgando al individuo deshumanizado -en su condición prehistórica
contemporánea-, el curso y devenir de la existencia planetaria, imposibilitando a la vez el sistema social.

Muchas veces este fatalismo surge de un estado de conciencia y/o sensibilidad mayor acerca de las
realidades del entramado humano, del mundo transcultural y de las problemáticas mundiales
emergentes. El fatalismo existencial es una contra directa a la utopía como posibilidad de sentido y a los
conceptos que la erigen. El fatalista -en su visión compleja del mundo-, es pesimista respecto de sí
mismo, de los otros y de las posibilidades dialógicas de unos con otros. En lugar del diálogo el fatalista
opta por la confrontación, pues no reconoce en el otro un interlocutor válido para generar un nuevo
conocimiento: la especie humana se hace insuficiente y fundamentalmente innecesaria para él.
El repliegue al Yo constituye por su parte un pensamiento tangencial. En el mismo camino del devenir
histórico de nuestros pueblos, toma una senda que niega la responsabilidad social y política del hombre
contemporáneo frente a la urgencia y emergencia de un nuevo humanismo. Un Yo por más bien
constituido que esté, es estéril en su carencia de relación con los otros y con la sociedad de la que forma
parte. Este pensamiento-acción tangencial la mayoría de las veces se ve motivado por un cierto grado
de conciencia de la realidad psicológica, social, política y económica de la persona, pero para tomar
luego otro camino posibilitando la consagración de su Ego y el repliegue a su individualidad. Eso ha sido
otro de los grandes logros del paradigma dominante: poner al ser humano de espaldas a la posibilidad
utópica.
Pero desde el pensamiento utópico estas categorías, aunque niegan o dificultan la posibilidad de lo
utópico, están presentes en él en tanto que son las condiciones que generan parte de su emergencia,
pero también porque el pesimismo y el derrumbamiento del mito de la nueva humanidad son parte
consustancial del hombre prehistórico contemporáneo. No estamos avanzando hacia aquello, el nuevo
tránsito debe ser la superación de un estado que llegó hace mucho para enraizarse en el pensamiento
del hombre en todas partes del mundo. Podríamos hablar incluso de un fatalismo intercultural. El
programa sistemático de desinformación sobre la miseria humana en manos de los medios de
comunicación masiva, han sido baluartes fundamentales del poder hegemónico en esta su nueva
cruzada: una cruzada que mutila criminalmente y sin discriminación nuestra última fortaleza de
salvación: nuestra propia conquista de lo inútil y la posibilidad de juntos construir utopía.

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