En principio, este acto registral además de ser una pérdida de tiempo y
dinero es innecesario. La transferencia de acciones constituye un acto
privado entre el titular de las acciones y el adquiriente de estas, siendo importante resaltar que no afecta jurídicamente el estatuto de la sociedad; la base de este supuesto se encuentra regulado por el inciso B del artículo 4 del Reglamento del Registro de Sociedades[1], que sostiene como acto inscribible todos aquellos actos que modifiquen el estatuto, siendo así la transferencia de acciones un acto no inscribible conforme la precitada ley.
El Pleno Registral LIV[2] adoptó el siguiente acuerdo: «No es inscribible la
titularidad de acciones ni la modificación del cuadro de accionistas, aun cuando se consigne en el estatuto». Es más, no es imprescindible que el contrato de transferencia de acciones sea elevado a escritura pública, pero sí es imprescindible, conforme lo establecen los artículos 92 y 93 respectivamente de la Ley General de Sociedades que: i) súbitamente se anote la transferencia en la matrícula de acciones[3]; y ii) dicha transferencia sea comunicada de forma escrita ante la sociedad[4]. Sin estos dos elementos, la sociedad no reconoce la titularidad del nuevo socio ni el derecho se puede perfeccionar.