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EL PAGO CON TÍTULOS VALORES

Felipe Osterling Parodi

Partiendo de la premisa de que los títulos valores se hallan destinados a la


circulación, resulta claro que ellos se encuentran sujetos a ciertas reglas básicas
conocidas como principios cambiarios.

Debemos destacar, en este extremo, que los derechos que incorporan los
títulos valores son únicamente de orden patrimonial, es decir, de contenido
económico, pudiendo consistir en el pago de una suma de dinero, en la entrega de
mercadería o en derechos de participación.

En adelante nos ocuparemos de los títulos que incorporan derechos que


consisten en el pago de una suma de dinero, esto es, de los títulos que incorporan
derechos de crédito.

Ante la entrega de un título valor podemos distinguir dos obligaciones


distintas que son independientes y autónomas la una de la otra. Por un lado, la
obligación causal y, por el otro, la obligación cambiaria. La primera tiene su origen
en la relación causal de la que se deriva la entrega del título valor, mientras la
segunda deriva del título valor mismo.

Queda claro, entonces, que no obstante que el título valor que representa
una orden o promesa de pago supone el nacimiento de una obligación cambiaria,
paralela a la causal, y pese a que incluso puede existir identidad entre los sujetos
que intervienen, no deben confundirse ambas obligaciones.


Felipe Osterling Parodi, doctor en Derecho y abogado en ejercicio, socio del Estudio Osterling;
profesor de Obligaciones en la Pontificia Universidad Católica del Perú y profesor honorario y
extraordinario en diversas universidades. Fue Presidente de la Comisión que tuvo a su cargo el
Estudio y Revisión del Código Civil de 1936, que dio origen al Código Civil de 1984. En tal
condición fue ponente del Libro VI sobre Las Obligaciones. Ha sido Decano de la Facultad de
Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Ministro de Estado en la cartera de Justicia,
Senador y Presidente del Congreso de la República, Decano del Colegio de Abogados de Lima y
Presidente de la Academia Peruana de Derecho.

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Lo expuesto, sin embargo, no debe llevarnos a la errada conclusión de que
el deudor se encuentra obligado a pagar la obligación causal y la cambiaria de
manera conjunta, como quedará aclarado en el desarrollo de nuestro análisis.

Lo cierto es que la entrega de un título valor que constituye orden o


promesa de pago, puede tener dos efectos diferentes, los mismos que dependen,
en exclusiva, del acuerdo de voluntades de las partes.

Así, la entrega de un título valor puede suponer solo el reconocimiento y


aceptación de pagar la obligación contenida en él, sin extinguir la obligación
causal que dio origen a su entrega. Igualmente, puede darse el caso de que, ante
el acuerdo de novación o dación en pago entre las partes, la entrega del título
valor de por cancelada la obligación causal, subsistiendo únicamente la obligación
contenida en el título, esto es, la obligación cambiaria.

El tema del pago con títulos valores se encuentra regulado en el artículo


1233 del Código Civil, precepto que establece:

“Artículo 1233.- La entrega de títulos valores que constituyen


órdenes o promesas de pago, solo extinguirá la obligación primitiva
cuando hubiesen sido pagados o cuando por culpa del acreedor se
hubiesen perjudicado, salvo pacto en contrario.

Entre tanto la acción derivada de la obligación primitiva quedará en


suspenso”.

Esta norma es aplicable a los títulos valores que constituyen órdenes o


promesas de pago, tales como el pagaré, la letra de cambio y el cheque.

Resaltamos que el proyecto vigente, al igual que su antecesor, consignado


en el Código Civil de 1936, no ha otorgado solución a importantes cuestiones:

- No define el término “perjudicado”, el cual posee gran importancia pues


los efectos jurídicos a los que se refiere la norma dependen del perjuicio
del título o de su pago.

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- Tampoco expresa si la regla se aplica a toda clase de títulos valores que
constituyan orden o promesa de pago o únicamente a aquellos que
debían ser pagados por terceras personas, por cuenta del deudor.

- No se esclarece qué consecuencias produce la entrega o endoso a


terceros, por parte del acreedor, de los títulos recibidos del deudor.

- El texto legal, por último, no señala las consecuencias jurídicas que se


producen cuando el acreedor, tenedor de los documentos que recibe del
deudor, los endosa, transfiere o entrega en garantía a terceras
personas.

En primer lugar, debemos entonces delimitar el contenido del término


“perjudicado”.

La palabra “perjudicado” la empleaba el Código Civil de 1936 en el artículo


1248, en el que, como lo hace el precepto vigente, desempeñaba un papel de
singular importancia, pues de ese hecho, o de la realización o pago de los
documentos, dependía que se produjeran los efectos jurídicos a que él aludía.
Asimismo, aunque la palabra “perjudicado” no era utilizada por el Código de
Comercio o por el Código de Procedimientos Civiles de 1912, sus alcances y
significados se encuentran en los cuerpos legislativos españoles y peruanos del
siglo XIX. Dicha palabra, en suma, tiene su origen en la propia legislación
española y es privativa del Derecho de cambio.

A partir de una lectura de nuestra legislación desde la perspectiva de la


doctrina comentada, y tomando en cuenta el criterio adoptado por la jurisprudencia
nacional, llegamos a la conclusión de que el concepto de título valor perjudicado
deriva de las consecuencias que acarrea la falta del protesto oportuno de un título
valor, o del no ejercicio de las acciones correspondientes dentro del plazo de ley.

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Siguiendo lo dispuesto por el artículo 1233 del Código Civil, resulta claro
que la falta de protesto de un título valor o el no ejercicio de las acciones
cambiarias derivadas de éste, antes de configurarse los plazos de prescripción, no
solo extinguiría la obligación cambiaria derivada del título valor, sino también la
obligación causal que dio origen a su emisión o transferencia, salvo que el
poseedor del título hubiese actuado diligentemente y, no obstante ello, no le
hubiese sido posible protestar el título o ejercer las acciones cambiarias de
manera oportuna.

La extinción de la obligación cambiaria y de la obligación causal original


opera, por consiguiente, cuando el título valor se perjudicó por culpa del acreedor.

Se hace necesario precisar entonces, en primer término, que “culpa” es la


omisión de aquella diligencia que exige la naturaleza de la obligación y que
corresponde a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar. La
culpa supone una conducta negligente del acreedor: Y los perjuicios resultantes
de tal conducta negligente le son atribuibles.

Así, sería culpable el acreedor que omitió, por negligencia, el protesto del
documento, o que, también por negligencia, dejó caducar la acción por derecho de
cambio.

No habría negligencia –por el contrario- cuando el acreedor remite el efecto


de cambio a un Notario, para el protesto, y éste omite algunas de las formalidades
previstas por los artículos 74 y 75 de la Ley de Títulos Valores. Aquí no habría
culpa del acreedor; la culpa sería del Notario.

Debe entenderse, por otra parte, que los documentos se perjudican si no


son protestados contra todos los obligados por derecho de cambio, o si no se
ejercitan dentro del término señalado por la ley todas las acciones por derecho de
cambio que de ellos se deriven.

Tratándose de letras de cambio, por ejemplo, si el protesto por falta de


aceptación se dirige contra el girado –que se encuentra libre de cualquier

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responsabilidad cambiaria al no aceptar la letra de cambio- y no contra el librador,
entonces se habrá perjudicado, pues es este último quien tiene la calidad de
obligado principal del título valor ante la falta de aceptación del girado.

En cualquier caso en que se perjudiquen los documentos, aunque sea


parcialmente, y siempre que hubiera culpa del acreedor, se producirán los efectos
jurídicos del pago de la obligación primitiva.

En esos casos, no podrá pretender el acreedor que quede sin efecto el


pago de la obligación primitiva por el reconocimiento, en vía de prueba anticipada,
de los documentos perjudicados.

Y bien, cuando la obligación primitiva ha sido garantizada por fianza,


garantía mobiliaria, prenda o hipoteca, y el deudor entrega o endosa a la orden de
su acreedor documentos de cambio, y éstos se perjudican por culpa del acreedor,
entonces se produce el pago de la obligación primitiva y se extinguen todas las
garantías personales o reales que se constituyeron para asegurar el cumplimiento
de esta obligación.

En ese caso el acreedor, tenedor de documentos perjudicados, solo podrá


ejercitar acción por derecho común contra el deudor para el pago de los
documentos perjudicados. Pero no podrá hacer efectivas las garantías que se
constituyeron para asegurar la obligación primitiva, porque ellas se habrían
extinguido.

Por otro lado, es preciso solucionar el segundo problema jurídico que surge
de la interpretación del artículo 1233 del Código Civil peruano de 1984, esto es, el
de determinar si dicho precepto se refiere a toda clase de efectos de cambio o
solo a aquellos que debe pagar un tercero por cuenta del deudor.

Si bien la legislación peruana no distingue entre estas dos hipótesis, no


percibimos ningún argumento valedero para excluir la norma legal del supuesto en
que el pago de los efectos de cambio deba ser hecho por el propio deudor. Es el
caso, frecuentísimo, del precio en un contrato de compraventa que está

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representado por letras de cambio aceptadas por el comprador, o por cheques
girados por el comprador a la orden del vendedor. Aquí no podría admitirse que
con la entrega de tales documentos opera novación y que el vendedor ve
extinguida la acción derivada de la falta de pago del precio pactado, para
conformarse con la acción derivada de los efectos de cambio que recibió y que no
fueron abonados a su vencimiento.

No podemos distinguir donde la ley no distingue. Y, por tanto,


consideramos que el artículo 1233 del Código Civil de 1984 se refiere tanto a los
documentos que debe pagar un tercero por cuenta del deudor como a los
documentos que debe pagar el propio deudor.

En este punto debemos resaltar que si bien, como hemos observado, la


sanción para el acreedor negligente es severa cuando los documentos los acepta,
gira o suscribe el deudor, sin intervención de terceras personas, o sea cuando la
relación cambiaria se circunscribe al deudor y al acreedor; la sanción es aun más
rigurosa cuando se trata de documentos al portador o a la orden, aceptados,
girados o suscritos por terceras personas y endosados por el deudor a favor del
acreedor. En ambos casos, si los documentos se perjudican por culpa del
acreedor, se entenderá efectuado el pago de la obligación primitiva.

Pero en el último caso el acreedor, además, habría perdido la acción


cambiaria, tanto en la vía directa, contra el aceptante y los avalistas, como en la
vía de regreso, contra el librador y los endosantes. Y como el deudor sería
endosante de los documentos y, por tanto, solo obligado por derecho de cambio,
quedaría totalmente liberado. El acreedor únicamente podría ejercitar acción por
derecho común contra el tercero, quien aceptó, giró o suscribió los documentos
perjudicados.

Aquí juzgamos conveniente recordar que de acuerdo con el texto de la Ley


de Títulos Valores, en los casos en que la acción cambiaria no resulta procedente,
el tenedor puede optar por ejercer las acciones extracambiarias, denominadas así
ya que no surgen directamente del título valor sino de las relaciones subyacentes

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de éste. De esta forma, el tenedor puede optar por la acción causal y, en defecto
de ésta, por la acción de enriquecimiento sin causa.

Es importante señalar, además, que el tenedor puede ejercer la acción


causal alternativamente a la acción cambiaria, incluso cuando esta última resulte
procedente. La acción de enriquecimiento sin causa, en cambio, solo puede
ejercerse si el tenedor ha perdido la acción cambiaria contra todos los obligados y,
además, se encuentra impedido de ejercer las acciones causales contra ellos
porque no tuvo ni tiene relaciones jurídicas de esa naturaleza para ampararse.

Ahora bien, si los documentos se pagan, se extinguen simultáneamente las


dos obligaciones: la obligación primitiva, esto es, aquélla cuya acción quedó entre
tanto en suspenso, y la obligación nueva, aquélla que surgió de los efectos de
cambio. El pago tendría la virtualidad jurídica de extinguir dos obligaciones
representativas de una misma prestación.

Ello no significa una dación en pago o una novación. Se trata de un simple


pago.

La situación es más compleja cuando los documentos se perjudican. Aquí


sí se produce novación.

Percibimos, sin embargo, que la novación no opera entre la obligación


primitiva, aquélla cuya acción quedó entre tanto en suspenso, y la nueva
obligación, aquella que se creó al entregarse los efectos de cambio, pues la
novación supone la extinción de una obligación para dar nacimiento a otra nueva.
En la novación, la primera obligación se extingue para crear otra que la
reemplaza. En este caso coexisten dos obligaciones. La primitiva, cuya acción
quedó entre tanto en suspenso. Y la nueva, la derivada de los efectos de cambio,
cuya acción debe ejercitarse. Esta segunda obligación nació sin que operara la
extinción de la primitiva. Y esto no es novación.

La novación sí opera entre la obligación primitiva y la obligación cambiaria


que originan los documentos antes de perjudicarse, por una parte, y la nueva

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obligación que nace de los documentos perjudicados por la otra. O sea que esta
nueva obligación, surgida de los efectos de cambio perjudicados, y que tan solo
concede acción por derecho común, extingue simultáneamente dos obligaciones:
la primitiva, es decir, la que nació originalmente, y la nueva, o sea la que nació con
la entrega de los efectos de cambio.

Aclaremos, para concluir este aspecto del problema, que en el supuesto


estudiado no intervienen como instituciones diferentes la dación en pago y la
novación objetiva, pues ambas figuras son prácticamente sinónimas.

Por otra parte, también debemos hacer hincapié en la singular importancia


que tiene la norma que analizamos –el artículo 1233 del Código nacional- en el
campo del Derecho de los Contratos.

Si los documentos a que alude el artículo 1233 del Código Civil de 1984 se
pagan a su vencimiento, no se promueve una situación de interés jurídico. Los
efectos de cambio habrían sido realizados, y la obligación, simplemente, se
extingue.

Al examinar el pago con títulos valores, tal cual ha sido regulado por
nuestro legislador, no podemos dejar de lado un par de acotaciones adicionales,
que consideramos de particular relevancia.

Primero, señalar que pensamos que el legislador debió prever la situación


jurídica que se suscita cuando los documentos que recibe el acreedor del deudor
son entregados por aquél, a su vez, en propiedad o en garantía, a terceras
personas.

Debió establecerse para este caso que cualquiera que hubiese sido la
suerte de los documentos entregados por el acreedor al tercero, se extinguía la
obligación primitiva. Esta afirmación obedece a que estamos convencidos de que
si el acreedor introduce en el mercado los documentos que recibe de su deudor,
sea entregándolos en propiedad o simplemente en garantía, esa entrega debe
producir los efectos jurídicos del pago de la primitiva obligación.

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En segundo lugar, debemos resaltar la problemática situación que se
presenta en aquellos casos en los que el título valor se perjudica sin culpa del
acreedor. En este supuesto son muy distintas las consecuencias jurídicas que se
originan.

Como hemos visto, el artículo 1233 del Código Civil prevé que el pago de la
obligación primitiva se genera cuando los documentos se perjudican por culpa del
acreedor. No existe “culpa” del acreedor –pues la culpa es una noción
esencialmente personal- si entrega los documentos a un tercero y ellos se
perjudican en poder de este tercero.

Aplicando en rigor la regla del Código de 1984, en este caso la obligación


primitiva no queda extinguida. Y ello conduce a que el deudor, cuando es
aceptante, girador o suscriptor del documento, confronte dos acciones judiciales
distintas, destinadas a hacerle cumplir dos veces una misma prestación.

Hemos sido cuidadosos en advertir que se trata de una simple


confrontación con dos acciones judiciales, sin que esto signifique que el deudor
esté obligado a pagar dos veces.

Es el caso del deudor que acepta letras de cambio giradas por el acreedor a
su propia orden. El acreedor, a su vez, endosa esas letras de cambio en garantía
a una tercera persona. Si las letras de cambio se perjudican en manos de este
tercero, por culpa o sin culpa de éste, no se extingue la obligación primitiva,
porque no habría existido culpa del acreedor. Y, al no extinguirse la obligación
primitiva, el acreedor podría exigir el pago al deudor. A su vez, el tercero, tenedor
de los documentos perjudicados, quien los recibió en garantía, podría ejercitar
acción por derecho común contra el aceptante, o sea contra el mismo deudor,
para el pago de los documentos.

Hemos consignado el caso de la entrega de letras de cambio por el


acreedor a un tercero, en garantía, pues si la entrega se verifica en propiedad, el
acreedor ya habría recibido su importe del tercero y, por tanto, nada tendría que
reclamar del deudor.

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Otra situación infortunada para el deudor podría presentarse cuando los
documentos deben ser pagados por una tercera persona y el deudor, dueño de
tales efectos, los endosa a la orden del acreedor, y éste, a su vez, los endosa a la
orden de un tercero. Si los documentos se perjudican en manos de un tercero, el
acreedor podría exigir al deudor el pago de la obligación primitiva, porque ésta
subsistiría en razón de que no habría habido culpa del acreedor. El deudor podría
verse obligado a efectuar ese pago.

Pero, al haberse perjudicado los documentos, el deudor que los recupera


habría perdido la acción por derecho de cambio contra su endosante, los
endosantes anteriores y los avalistas, y solo podría accionar por derecho común
contra el aceptante, que bien podría ser insolvente.

Y si es verdad que el deudor tiene acción por daños y perjuicios contra el


tercero que permitió que los documentos se perjudicaran, también es cierto que
habría perdido la acción por derecho de cambio contra todas las personas que
intervinieron en los documentos.

En este último caso el deudor no está confrontado con dos acciones


judiciales, pues se ve obligado a pagar la obligación primitiva al acreedor, sin
poder recuperar, en algunos casos, ese importe, no obstante haber sido dueño de
documentos suscritos por personas solventes pero que solo estaban obligadas por
derecho de cambio.

Se trata, pues, de situaciones jurídicas anómalas, en que la obligación


primitiva se extingue no solo cuando los documentos se perjudican por culpa del
acreedor, sino también cuando ellos son entregados o endosados por el acreedor
a terceras personas.

Debemos expresar, en conclusión, que el legislador peruano ha incorporado


en el artículo 1233 del Código Civil de 1984 una norma adecuada a la naturaleza
jurídica de los efectos de cambio que constituyen promesas de pago u órdenes de
pago.

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El texto legal está destinado a proteger al acreedor diligente, manteniendo
en vigencia la obligación primitiva que se pretendió pagar con documentos que no
fueron abonados a su vencimiento. Y a proteger al deudor de la negligencia del
acreedor, cuando éste, por su culpa, permitió que se perjudicaran los documentos.

Nuestra legislación regula entonces los supuestos de extinción de la


obligación causal mediante la entrega de un título valor, reconociendo los efectos
pro solvendo, como regla general, y pro soluto, ante el pacto en contrario de las
partes.

Pero, debido a la enorme importancia del precepto y a su constante


aplicación en las relaciones contractuales, es necesario buscar soluciones a los
problemas que hemos comentado y que pueden presentarse –y de hecho se
presentan- a fin de evitar que se desvirtúen los principios que consagra el artículo
1233 del Código Civil.

Por último, debemos destacar que lo prescrito en el artículo 1233 admite


pacto en contrario. Así, sería perfectamente válido y eficaz que el acreedor y el
deudor, en ejercicio de su autonomía privada, pacten que la sola entrega de títulos
valores que constituyen órdenes o promesas de pago, extinguirá la obligación
primitiva.

Lima, agosto del 2012.

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