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BALLEZA RICO ALEXIA

FACULTAD DE CIENCIAS
LEGISLACIÓN EN SEGURO PRIVADO Y SOCIAL

TEMA 3: ANTECEDENTES DE LA LEGISLACION.

NECESIDADES DE LEGISLAR:

El presente documento tiene como motivación un compromiso cívico con el


tema, más que una creencia real de incidir en la reforma federal planteada,
como buen mexicano acostumbrado al segundo plano y como buen provinciano
acostumbrado a la imposición del gobierno central. Considero que la reforma
debe plantearse desde una perspectiva diferente y acorde a las necesidades del
país, como el que suscribe no tiene los méritos académicos ni una trayectoria
dentro del quehacer cultural que avale mis aseveraciones, optaré entonces por
plantear algunas preguntas que pueda responder alguien más con calidad moral,
y por tanto sean mas tomadas en cuenta para la orientación de la reforma en
ciernes.

Dentro del guión sugerido par las ponencias, encontré dos aspectos que me
parecen de fundamental importancia para crear el andamiaje normativo, y por
tanto institucional que guíe la política cultural del país, y de los cuales se
deberán desprender muchos de los otros aspectos ahí también señalados. Por
principio debo decir que me parece muy poco afortunada la redacción del
párrafo cuarto constitucional relacionado con el derecho a la cultura, pues si
bien es cierto que nuestra carta magna rige directa o indirectamente el quehacer
del estado mexicano, se percibe desde la propia redacción del párrafo señalado,
que la cultura sigue siendo una concesión que el estado da a los ciudadanos, y
que la cultura para el sector oficial, sigue siendo aquello que se genera de las
oficinas de gobierno hacia la sociedad, y no lo que la sociedad genera en su
devenir histórico, en su interrelación social y, sobre todo, los significantes que
dan cohesión al entramado social.

Sin querer descubrir el hilo negro ni buscar imponer verdades tan solicitadas
por la desesperación ciudadana y ofrecidas al por mayor por los salvadores de
la patria, debemos reconocer que el ámbito cultura en México pasó de la
construcción de la identidad nacional al reconocimiento snob de las nuevas
élites generadas por la industrialización del país en el milagro mexicano, de ahí
a la justificación del régimen heredero de los postulados de la revolución, y
hoy, se nos presenta como una necesidad real de cohesión social, de identidad y
superación de los terribles problemas de violencia y disolución social que vive
el país. Por lo que la pregunta pertinente en este momento es: ¿México requiere
de una política cultural?

De ello derivará otra ¿porqué? Y aún más, ¿para qué? Si la cultura se reserva al
reconocimiento social de yuppies y snobs, y peor aún, si sirve para dar
certificación social a fortunas mal habidas, desde el campo de amapolas en
Sinaloa o desde las listas del FOBAPROA, sigamos apostando por que sean
Elton John desde sus conciertos en Chichén Itzá o proyectos como la
Biblioteca José Vasconcelos dirigida a los millones y millones de no lectores
mexicanos lo que guíe la política cultural del país. La inclusión afortunada de
tantos paisanos en Forbes debiera desembarazarnos del complejo porfiriano de
demostrar que somos del primer mundo, así podríamos redireccionar nuestra
política cultural a cuestiones más necesarias para recomponer nuestras
relaciones comunitarias.

Existen dos momentos muy ilustrativos con respecto de esta reforma, la


necesidad que tuvieron los liberales al consumarse la independencia de generar
las condiciones para viabilidad del Estado Mexicano a través de la unidad
nacional, de lo que derivó la política educativa, que fue la herramienta más
importante de cohesión social en aquel momento; así mismo, el régimen
emanado de la revolución, en algún momento apostó de igual manera por el
proyecto educativo de Vasconcelos para conseguir esta homogeneidad en un
país tan diverso.
Con esto quiero hacer una pequeña referencia a la importancia que tiene una
política congruente, consistente y bien aplicada, si bien es cierto que hablamos
más específicamente del ámbito

educativo, es cierto también que con voluntad esta visión podría aplicarse a la
nula política cultural a nivel nacional. Lo fundamental de la reforma debe
situarse en el para qué queremos una política cultural en el país, y desdoblar el
concepto de cultura para que sea una herramienta útil de participación social,
de desarrollo humano en lo individual y de salud en lo colectivo, llevar más
allá el ámbito cultural de la mera apreciación estética de lo exquisito, salir
también de la reverencia a lo tradicional en tanto sea inmutable, para
trasladarlo a otras manifestaciones que comprenden la realidad más inmediata
de la población. Asimilar los actos simbólicos que dan significado al entramado
social es tan importante, o más, que decretar que tal danza o vestido
corresponde al folclor oficial.

Dotar a la política cultural de razones de estado, de contenidos axiológicos y


concebirla como un quehacer social es imperante para el país, no solo para el
establecimiento de una política congruente, sino porque la realidad del país lo
exige como una alternativa, primero de solución, y después, de evolución ante
los conflictos y aspiraciones sociales.

Con respecto de las competencias de los distintos niveles de gobierno, debe


existir la misma prudencia para determinar las funciones y responsabilidades
del gobierno federal, estatal y municipal, de lo contrario, corremos el riesgo de
complicar la situación de las administraciones locales, que la federación tenga
deficiencias en su regulación en cuanto a la materia cultural, no implica que los
estados o ayuntamientos la tengan, ni tampoco, que tenga que ser el gobierno
federal, abusando de sus facultades, como se hizo esta convocatoria, el que
tenga que venir a corregir la plana a las administraciones locales.

Si bien el gobierno federal ha tenido diversas dificultades con algunos de los


entes mediante los cuales aplica su política cultural, como CONACULTA, no
quiere decir que la situación sea la misma en los estados, incluso, hemos de
decir que CONACULTA, el INBA y algunos otros han cumplido con creces su
función de promoción y difusión cultural, cuando ha habido la voluntad, y a
pesar de las deficiencias jurídicas que puedan tener como instituciones, craso
error sería que la nueva legislación cultural contemplara una concurrencia o
peor aún, una subordinación de unos niveles de gobierno sobre otros, dado que
la materia cultural no requiere de mas entorpecimiento burocrático ni debiera
ser tampoco susceptible de jerarquías jurídicas, como lo puede ser el tema de la
seguridad pública e impartición de justicia, incuso el de la salud en algunos
rubros.

Desde esta perspectiva debiera considerarse más que la racionalidad jurídica de


la división de competencias entre los niveles de gobierno, una racionalidad
administrativa, es decir, acorde a otras competencias ya establecidas, y
considerando que para su cumplimiento los gobiernos ya cuentan con una
infraestructura, asimilar esta realidad sería una elemento de viabilidad para la
política cultural; si por el contrario, tratamos de adecuar la realidad
institucional redactando una ley bajo el precepto del “deber ser”,
complicaríamos innecesariamente su aplicación, si además consideramos que la
nueva visión del quehacer cultural debe incluir todos aquellos eventos o actos,
lo que ahora llaman materialidad e intangibilidad de la cultura, tendremos que
hay aspectos que los gobiernos federal y estatal difícilmente pueden atender, no
así los municipios, que son pobres, pero geográficamente son los más cercanos
a las comunidades. De ello podemos deducir que debemos perfeccionar los
mecanismos que han funcionado, el gobierno federal como promotor y
mecenas de las Bellas Artes está bien en su función, atendiendo a su realidad
económica y administrativa, faltará quizá dar a los municipios funciones
específicas que complementen, mas no que dupliquen, los esfuerzos de los
otros niveles de gobierno. ¿Debe ser la materia cultural motivo de discusión o
controversia entre los niveles de gobierno? ¿Deben los diferentes niveles de
gobierno atender el ámbito cultural desde sus capacidades administrativas,
económicas, geográficas o debe obligárseles a ir más allá? ¿Requieren los
gobiernos estatales y municipales que el gobierno federal les diga que deben
hacer en materia cultural? ¿Qué requieren los gobiernos estatales del gobierno
federal, y los municipales del estatal?

Si la política cultural la manejamos como el deporte, comprando a los atletas


de alto rendimiento para que hagan comerciales de gobierno, pero tenemos el
primer lugar en obesidad porque no existen los espacios para la práctica del
deporte, el gobierno estará haciendo como que cumple, pero
la realidad será que ni el deporte ni la cultura están integrándose a la vida social
como alternativas reales de mejora en la calidad de vida del ciudadano,
necesitamos políticas medicinales culturales reales, que lleguen a la colonia, al
barrio, a la zona rural, nuestra sociedad está enferma, los que no mueran por
enfermedades relacionadas con la obesidad moriremos en un fuego cruzado, ni
mente sana, ni cuerpo sano.

PAPEL DEL LEGISLADOR:


Se refiere a quien hace, establece o da las leyes para la
ordenación de la sociedad. Los legisladores pueden ser, en un
sistema de parlamento bicamaral, como el de México: diputados
o senadores.

Son integrantes del Poder Legislativo y su actividad principal es


la presentación, creación, modificación, adición y derogación de
las leyes que le correspondan según su esfera de competencia.
También ejercen actividades de carácter administrativo,
jurisdiccional y de control financiero o presupuestal.

En México, existen diputados en el ámbito federal o local y


senadores solamente en el ámbito federal. Pueden ser electos
por los principios de mayoría relativa y representación
proporcional (diputados y senadores) o primera minoría (sólo
senadores).

COMO SE LEGISLA
Es el conjunto de actos y procedimientos legislativos,
concatenados cronológicamente, para la formación de leyes, así
como para reformar la Constitución y las leyes secundarias. Tiene
como características: 1) ser constitucional, ya que su
procedimiento se expresa en los artículos 71 y 72 de la Carta
Magna; 2) ser formal, en función de que su validez debe respetar
los procedimientos previstos en las normas constitucionales; y 3)
ser bicamaral, ya que requiere de la participación de la Cámara
de Diputados y de la Cámara de Senadores, salvo en los casos
que la normatividad refiere a las facultades exclusivas de cada
Cámara.

El Gobierno Federal participa en el proceso legislativo para


presentar iniciativas, promulgar y publicar las leyes y decretos
(con las excepciones previstas expresamente en la propia
Constitución); las legislaturas de los Estados participan para
presentar iniciativas y avalar reformas constitucionales; y los
diputados federales y senadores participan al presentar iniciativas
y, en su caso, aprobar las leyes y decretos correspondientes.

En México, a partir de la Reforma Político-Electoral del 2014 se


reguló constitucionalmente la participación de los ciudadanos en
la presentación de iniciativas de ley, ante el Poder Legislativo, a
través de la iniciativa ciudadana.

Los procedimientos más característicos que deben seguirse


durante el proceso para elaborar y poner en vigor las normas son
los siguientes: 1) presentación de la iniciativa, 2) turno de la
iniciativa para su estudio a la comisión de dictamen
correspondiente, 3) dictamen de comisión, 4) presentación de la
primera y segunda lectura del dictamen ante el Pleno, 5)
discusión, 6) aprobación, 7) sanción, 8) promulgación y
publicación, y 9) iniciación de la vigencia. Consulta:

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