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Guia Historia Del WoW - para Principiantes PDF
Guia Historia Del WoW - para Principiantes PDF
Nadie sabe cómo comenzó exactamente el universo. Algunos teorizan que una
explosión cósmica catastrófica envió a los infinitos mundos a la inmensidad de la Gran
Oscuridad; mundos que un día serían el hogar de una maravillosa y terrible diversidad
de formas de vida. Otros creen que una única entidad todopoderosa creó el universo.
Aunque los orígenes exactos del caótico universo son inciertos, es seguro que una
raza de seres poderosos se alzó para traer estabilidad a los distintos mundos y
asegurar un futuro seguro para los seres que seguirían sus huellas.
Los titanes, colosales dioses de piel metálica de los lejanos confines del cosmos,
exploraron el recién nacido universo y se pusieron a trabajar en los mundos que
encontraron. Dieron forma a los mundos levantando grandes montañas y excavando
profundos océanos. Respiraron y dieron vida a cielos y furiosas atmósferas. Todo fue
parte de su plan insondable y a largo plazo para crear orden a partir del caos. Llegaron
incluso a dar poder a razas primitivas para cuidar sus obras y mantener la integridad
de sus respectivos mundos.
Gobernados por una secta de élite conocida como el Panteón, los titanes pusieron
orden en cien millones de mundos repartidos a lo largo de la Gran Oscuridad del Más
Allá durante las primeras eras de la creación. El benevolente Panteón, que buscaba
salvaguardar a estos mundos estructurados, siempre estuvo atento ante la amenaza
de los ataques de las viles entidades extradimensionales del Vacío Abisal. El Vacío,
una dimensión etérea de magias caóticas que conecta la miríada de mundos del
universo, era el hogar de un número infinito de seres demoníacos maléficos cuyo
único deseo era destruir la vida y devorar las energías del universo vivo. Incapaces de
concebir cualquier mal o perversidad en cualquier forma, los titanes lucharon por
encontrar una forma de acabar con la constante amenaza de los demonios.
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Sargeras y la traición (Desfasado)
Con el paso del tiempo, entidades demoníacas se abrieron paso hasta los mundos de
los titanes desde el Vacío Abisal y el Panteón escogió a su mejor guerrero, Sargeras,
para actuar como su primera línea de defensa. Sargeras, un noble gigante de bronce
fundido, realizó esta tarea durante incontables milenios, buscando y destruyendo a
estos demonios allá donde los encontraba. Con el paso de los eones, Sargeras se
encontró con dos poderosas razas demoníacas, ambas dedicadas a ganar poder y
control sobre el universo físico.
Los Eredar, una raza insidiosa de hechiceros diabólicos, utilizaban sus poderes de
brujo para invadir y esclavizar mundos. Las razas indígenas de estos mundos eran
mutadas por los malévolos poderes de los Eredar y convertidas en demonios. Aunque
los poderes casi ilimitados de Sargeras eran más que suficiente para derrotar a los
viles Eredar, le preocupaba mucho la corrupción y el mal que consumía a estas
criaturas. Incapaz de comprender tal depravación, el gran titán comenzó a sumirse en
una profunda depresión. A pesar de su creciente malestar, Sargeras libró al universo
de los brujos atrapándolos en una esquina del Vacío Abisal.
Para cuando su locura había consumido los últimos vestigios de su valeroso espíritu,
creía que los propios titanes eran los responsables del error de la creación. Decidido,
al fin, a deshacer su obra a lo largo del universo, decidió crear un ejército imparable
que haría arder el universo físico.
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En su furia, Sargeras destrozó las prisiones de los Eredar y los Nathrezim y dejó libres
a los terribles demonios. Estas astutas criaturas se postraron ante la enorme rabia del
titán oscuro y se ofrecieron a servirle de la maliciosa manera que pudieran. De las filas
de los poderosos Eredar, Sargeras escogió a dos campeones para dirigir su
demoníaco ejército de destrucción. Kil’jaeden el Impostor fue escogido para buscar a
las razas más oscuras del universo y reclutarlas para las filas de Sargeras. El segundo
campeón, Archimonde el Rapiñador, fue escogido para liderar en la batalla a los
enormes ejércitos de Sargeras contra aquellos que osasen resistirse a la voluntad del
titán.
El primer movimiento de Kil’jaeden fue esclavizar a los vampíricos Señores del Terror
bajo su terrible poder. Los Señores del Terror le servían de agentes personales a lo
largo del universo y se complacían localizando razas primitivas para que su amo las
corrompiera y las arrastrase a su causa. El primero entre los Señores del Terror era
Tichondrius el Ensombrecedor. Tichondrius era el soldado perfecto de Kil’jaeden y
estaba de acuerdo en llevar la ardiente voluntad de Sargeras a todos los oscuros
rincones del universo.
Una vez que Sargeras vio que sus ejércitos estaban reunidos y listos para seguir todas
sus órdenes, lanzó a sus rabiosas fuerzas a la inmensidad de la Gran Oscuridad.
Llamó a su creciente ejército la Legión Ardiente. Aún hoy no está claro cuántos
mundos consumieron y quemaron en su impía Cruzada Ardiente por el universo.
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Los dioses antiguos y el orden de Azeroth
El Panteón, preocupado por la inclinación hacia el mal de los dioses antiguos, luchó
contra los elementales y sus oscuros amos. Los ejércitos de los dioses antiguos
estaban liderados por los tenientes más poderosos de los elementales: Ragnaros el
Señor de Fuego, Therazane la Madre Pétrea, Al’Akir el Señor del Viento y Neptulon el
Cazamareas. Sus caóticas fuerzas se alzaron sobre la superficie del mundo y
chocaron con los colosales titanes. Aunque los elementales eran poderosos más allá
de la comprensión mortal, sus fuerzas combinadas no podían detener a los poderosos
titanes. Uno a uno, los señores elementales fueron cayendo y sus fuerzas se
dispersaron.
El Panteón destrozó las ciudadelas de los antiguos dioses y encadenó a los cinco
malvados dioses bajo la superficie del mundo. Sin el poder de los dioses antiguos para
mantener sus fogosos espíritus vinculados al mundo físico, los elementales fueron
expulsados a un plano abisal, donde deberían luchar unos contra otros por toda la
eternidad. Con la salida de los elementales, la naturaleza se calmó y el mundo se
dirigía hacia una pacífica armonía. Los titanes vieron que se había contenido la
amenaza y comenzaron a trabajar.
Otorgaron fuerzas a varias razas para ayudarlas a dar forma al mundo. Para ayudarlos
a excavar las insondables cavernas bajo la tierra, crearon a los terráneos, parecidos a
los enanos, a partir de piedra viviente mágica. Para asistirlos a drenar los mares y
elevar la tierra del fondo marino, crearon a los inmensos pero amables gigantes
marinos. Los titanes durante muchos años movieron y dieron forma al mundo, hasta
que al fin quedó un continente perfecto. En su centro, crearon un lago de centelleantes
energías. El lago, al que llamaron Pozo de la Eternidad, estaba destinado a ser la
fuente de la vida en el mundo. Sus poderosas energías alimentarían los huesos del
mundo y darían energía a la vida para que echase raíces en el rico suelo de la tierra.
Con el paso del tiempo, plantas, árboles, monstruos y criaturas de todo tipo
comenzaron a prosperar en el primordial continente. Cuando cayó el ocaso del último
día de su labor, los titanes llamaron al continente Kalimdor: “tierra de eterna luz de las
estrellas".
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Encomienda a los Vuelos
Aman’Thul el Alto Padre del Panteón entregó una porción de su poder cósmico al
enorme dragón de bronce, Nozdormu. Lo hizo para que protegiera el propio tiempo y
vigilase el siempre cambiante curso del futuro y el destino. Y así, el estoico y
honorable Nozdormu empezó a ser conocido como el Atemporal.
Eonar, la titán patrona de toda clase de vida, le dio una porción de su poder a
Alexstrasza, la leviatán roja. A partir de entonces, sería conocida como la Protectora y
se dedicaría a salvaguardar a todas las criaturas vivas del mundo. Debido a su
sabiduría suprema e ilimitada compasión por todas las cosas vivas, Alexstrasza fue
coronada la Dragonqueen y obtuvo el mando sobre su raza.
Khaz’goroth, el titán que daba forma y forjaba el mundo, le otorgó parte de su amplio
poder al poderoso wyrm negro Neltharion. A Neltharion, conocido a partir de entonces
como el Guardián de la Tierra, se le dio dominio sobre la tierra y los lugares profundos
del mundo. Representaba la fuerza del mundo y era el mayor seguidor de Alexstrasza.
Habiendo recibido tal poder, a los Cinco Aspectos se les encomendó la misión de
defender al mundo en la ausencia de los titanes. Con los dragones preparados para
salvaguardar su creación, los titanes dejaron Azeroth para siempre. Por desgracia,
solo era cuestión de tiempo el que Sargeras descubriera la existencia de este mundo
recién nacido…
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El despertar del mundo y el Pozo de la Eternidad
Diez mil años antes de que los orcos y los humanos se enfrentasen en la Primera
Guerra, el mundo de Azeroth estaba formado por un único y enorme continente,
rodeado por el mar. Esta masa de tierra, conocida como Kalimdor, era el hogar de
numerosas y dispares razas y criaturas, todas compitiendo por sobrevivir a los salvajes
elementos del mundo que despertaba. En el centro del oscuro continente había un
misterioso lago de incandescentes energías. El lago, que más adelante sería llamado
el Pozo de la Eternidad, era el verdadero corazón de la magia y poder natural del
mundo. Absorbiendo sus energías de la Gran Oscuridad infinita de más allá del
mundo, el Pozo actuaba como una fuente mística, enviando sus potentes energías a
todo el mundo para nutrir con vida en todas sus maravillosas formas.
Con el tiempo, una tribu primitiva de humanoides nocturnos se abrió paso con cautela
hasta las costas del fascinante lago encantado. Los salvajes humanoides nómadas,
atraídos por las extrañas energías del Pozo, construyeron casas primitivas cerca de
sus tranquilas costas. Con el paso del tiempo, el poder cósmico del Pozo les afecto,
haciéndolos más fuertes, sabios y virtualmente inmortales. La tribu adoptó el nombre
de Kaldorei, que quiere decir “hijos de las estrellas" en su lengua nativa. Para celebrar
el nacimiento de su ciudad, construyeron grandes estructuras y templos alrededor de
la periferia del lago.
Los Kaldorei, o elfos de la noche, como serían conocidos más tarde, adoraban a la
diosa de la luna Elune y creían que durante las horas diurnas, dormía en las brillantes
profundidades del Pozo. Los primeros sacerdotes y profetas elfos de la noche
estudiaron el Pozo con una curiosidad insaciable, con la intención de comprender por
completo todos sus secretos y poder. A medida que su sociedad crecía, exploraban la
amplitud de Kalimdor y se encontraron con sus otros habitantes. Las únicas criaturas
que les hicieron parar fueron los antiguos y poderosos dragones. Las grandes bestias
serpentinas solían ser solitarias, pero hicieron mucho para salvaguardar las tierras
conocidas de amenazas potenciales. Los elfos de la noche descubrieron que los
dragones se tenían a sí mismos como los protectores del mundo y estuvieron de
acuerdo en que lo mejor era dejarlos a ellos, y a sus secretos, tranquilos.
Con el paso del tiempo, la curiosidad de los elfos de la noche los llevó a conocer y
trabar amistad con varias entidades poderosas, y una de ellas era Cenarius, un
poderoso semidiós de las tierras boscosas primordiales. El generoso Cenarius se
encariñó con los inquisitivos elfos de la noche y pasó mucho tiempo enseñándoles
cosas sobre el mundo natural. Los tranquilos Kaldorei desarrollaron una fuerte empatía
hacia los bosques vivientes de Kalimdor y se deleitaban con el harmonioso equilibrio
de la naturaleza.
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predilectos. Sus sirvientes, a los que llamaba los Quel’dorei o “altonatos", obedecían
todas sus ordenes y se creían superiores al resto de su raza. Aunque la reina Azshara
era apreciada por igual por todo su pueblo, el resto de elfos de la noche envidiaba y
despreciaba en secreto a los altonatos.
Un joven erudito, llamado Malfurion Tempestira, que había pasado gran parte de su
tiempo estudiando las primitivas artes de los druidas, comenzó a sospechar que un
terrible poder estaba corrompiendo a los altonatos y a su amada reina. Aunque no
podía saber el mal que estaba por llegar, era consciente de que los elfos de la noche
pronto cambiarían para siempre…
Lectura: Trilogía
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La guerra de los Ancestros (Desfasado)
10.000 años antes de Warcraft I
La reina Azshara, abrumada por el terrible éxtasis de su magia, cayó víctima del
innegable poder de Sargeras y le permitió entrar en su mundo. Incluso sus sirvientes
altonatos se entregaron a la inevitable corrupción de la magia y comenzaron a adorar
a Sargeras como su dios. Para demostrarle su lealtad a la Legión, los altonatos
ayudaron a su reina a abrir un enorme y retorcido portal en las profundidades del Pozo
de la Eternidad.
Una vez que todos los preparativos estuvieron listos, Sargeras comenzó su
catastrófica invasión de Azeroth. Los demonios guerreros de la Legión Ardiente
asaltaron el mundo a través del Pozo de la Eternidad, asediando las ciudades
dormidas de los elfos de la noche. Liderada por Archimonde y Mannoroth, la Legión se
precipitó en masa sobre las tierras de Kalimdor, dejando solo a su paso ceniza y dolor.
Los brujos demonio invocaron ardientes infernales, que se estrellaron como meteoritos
sobre las gráciles torres de los templos de Kalimdor. Un grupo de ardientes asesinos
sedientos de sangre conocidos como la Guardia apocalíptica marchó sobre los
campos de Kalimdor, masacrándolo todo a su paso. Manadas de canes manáfagos
asolaron el campo sin oposición. Aunque los valientes guerreros Kaldorei se
apresuraron a defender su antigua tierra natal, se vieron obligados a ceder terreno,
metro a metro, ante la furia del asalto de la Legión.
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hermano con Tyrande, pero sabía que su pena no era nada comparada con el dolor de
su adicción a la magia.
Illidan, que se había vuelto dependiente de las energías mágicas, luchaba por
mantener el control ante su casi irresistible ansia de absorber las energías del Pozo
una vez más. Sin embargo, con el paciente apoyo de Tyrande, consiguió contenerse y
ayudar a su hermano a encontrar al solitario semidiós, Cenarius. Éste, que vivía dentro
de los sagrados Claros de la Luna del lejano Monte Hyjal, aceptó ayudar a los elfos de
la noche a encontrar a los antiguos dragones y obtener su ayuda. Los dragones,
liderados por la gran leviatán roja Alexstrasza, aceptaron enviar a sus poderosos
vuelos a enfrentarse a los demonios y sus amos infernales.
La repentina traición de Alamuerte fue tan destructiva que los cinco vuelos no se
recuperaron nunca del todo. Herida y sorprendida, Alexstrasza y los otros dragones
nobles se vieron obligados a abandonar a sus aliados mortales. Malfurion y sus
compañeros, superados ahora en número más allá de toda esperanza, apenas
sobrevivieron a la embestida.
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El Diluvio del mundo (Desfasado)
Sabiendo que la destrucción del Pozo le impediría volver a usar la magia, Illidan,
empujado por su egoísmo, abandonó al grupo y se dirigió a avisar a los altonatos del
plan de Malfurion. Debido a la locura en la que había caído por su adicción y el agudo
resentimiento hacia la relación de su hermano con Tyrande, Illidan no sintió
remordimiento alguno por traicionar a éste y unirse a Azshara y sus seguidores. Illidan
había jurado, por encima de todo, proteger el poder del Pozo por cualquier medio
necesario.
Azshara, al haber recibido el aviso de Illidan, estaba más que preparada para ellos.
Casi todos los seguidores de Malfurion cayeron ante el poder de la reina furiosa.
Tyrande, intentando atacar a Azshara por detrás, fue cogida desprevenida por los
guardias altonatos de la reina. Aunque lo eliminó, sufrió graves heridas a sus manos.
Cuando Malfurion vio caer a su amada, entró en una rabia asesina y se decidió a
acabar con la vida de Azshara.
Mientras la batalla rugía tanto dentro como fuera del templo, Illidan apareció de entre
las sombras cerca de las orillas del gran Pozo. Creando una serie de viales
especialmente diseñados, Illidan se arrodilló y llenó cada uno con las brillantes aguas
del Pozo. Seguro de que los demonios aplastarían a la civilización de los elfos de la
noche, planeaba robar las aguas sagradas y quedarse sus energías para sí mismo.
La batalla que tenía lugar entre Malfurion y Azshara hizo que todo el cuidadoso trabajo
de los altonatos en su conjuro se volviera caótico. El vórtice inestable de las
profundidades del Pozo explotó y desató una catastrófica cadena de sucesos que
destrozarían al mundo para siempre. La descomunal explosión hizo temblar el templo
hasta los cimientos y creó una serie de terribles terremotos que desgarraron la tierra. A
medida que la horrible batalla entre la Legión y los aliados de los elfos de la noche
continuaba alrededor y por encima de la capital en ruinas, el Pozo de la Eternidad se
derrumbaba sobre sí mismo hasta colapsarse.
Mientras los movimientos sísmicos de la implosión del Pozo estremecían los cimientos
del mundo, los mares se apresuraron a rellenar la herida que había quedado en la
tierra. Cerca del ochenta por ciento de la masa de Kalimdor había sido destruida,
dejando solo un puñado de continentes separados rodeando al nuevo y furioso mar.
En el centro del nuevo mar, donde se alzó el Pozo de la Eternidad, había una
tumultuosa tormenta de furia oceánica y energías caóticas. Esta terrible herida,
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conocida como la Vorágine, nunca cesa en su furioso girar. Se convertiría en un
recordatorio constante de la terrible catástrofe… y de la utópica era que se había
perdido para siempre.
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El Monte Hyjal y el obsequio de Illidan
Cuando la agotada masa de elfos de la noche llegó a las costas de la nueva tierra,
descubrió que la montaña sagrada, Hyjal, había sobrevivido a la catástrofe. Buscando
un nuevo hogar para sí mismos, Malfurion y los elfos de la noche escalaron las laderas
de Hyjal y llegaron a su cima barrida por el viento. Mientras descendían al valle
boscoso, situado entre los enormes picos de las montañas, descubrieron un pequeño
lago tranquilo. Para su horror, vieron que las aguas del pozo habían sido
contaminadas por la magia.
Illidan, que también había sobrevivido al Diluvio, había llegado a la cima de Hyjal
mucho antes que Malfurion y los elfos de la noche. En su loca apuesta por mantener el
flujo de la magia en el mundo, había vertido sus viales, que contenían las preciosas
aguas del Pozo de la Eternidad, en el lago montañoso. Las poderosas energías del
Pozo se encendieron rápidamente y se fusionaron en un nuevo Pozo de la Eternidad.
El exultante Illidan, creyendo que el nuevo Pozo era un regalo para las generaciones
futuras, se sorprendió cuando Malfurion lo cazó. Malfurion le explicó a su hermano que
la magia era innatamente caótica y que su uso acabaría conduciendo, inevitablemente,
a la expansión de la corrupción y la guerra. Pero ni así Illidan aceptó abandonar sus
poderes mágicos.
Sabiendo bien a dónde acabarían llevando los implacables planes de Illidan, Malfurion
decidió encargarse de su hermano, loco de poder, de una vez por todas. Con la ayuda
de Cenarius, Malfurion selló a Illidan en un gran túmulo prisión subterráneo, donde
permanecería encadenado y sin poderes hasta el fin de los tiempos. Para asegurar el
encarcelamiento de su hermano, Malfurion nombró a la joven alcaide, Maiev
Cantosombrío carcelera personal de Illidan.
Preocupados porque la destrucción del nuevo Pozo pudiera traer incluso una
catástrofe mayor, los elfos de la noche decidieron dejarlo estar. Sin embargo,
Malfurion declaró que nunca más volvería a practicar las artes mágicas. Bajo el atento
ojo de Cenarius, comenzaron a estudiar las antiguas artes de los druidas, que les
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permitirían sanar a la castigada tierra y repoblar sus amados bosques en la base del
Monte Hyjal.
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El Árbol del Mundo y el Sueño Esmeralda
9.000 años antes de Warcraft I
Durante muchos años, los elfos de la noche trabajaron sin descanso para reconstruir
lo que pudieron de su antigua tierra natal. Dejando que la foresta cubriera sus templos
rotos y sus caminos, construyeron sus nuevos hogares entre los verdes árboles y
sombrías colinas de la falda de Hyjal. Con el tiempo, los dragones que habían
sobrevivido al gran Diluvio emergieron de sus moradas secretas.
Ysera, la Soñadora, también encantó el Árbol del Mundo, uniéndolo con su propio
reino, la dimensión etérea conocida como el Sueño Esmeralda. El Sueño Esmeralda,
un mundo enorme y en constante cambio, existe fuera de los límites del mundo físico.
Desde el Sueño, Ysera regulaba el flujo de la naturaleza y el camino evolutivo del
mundo. Los druidas elfos de la noche, incluido el propio Malfurion, estaban unidos al
Sueño mediante el Árbol del Mundo. Como parte del pacto místico, los druidas
aceptaron dormir durante siglos seguidos, para que sus espíritus pudieran vagar por
las infinitas sendas de los sueños de Ysera. Aunque los druidas estaban apenados por
la idea de perder tantos años de su vida hibernando, aceptaron desinteresadamente
cumplir el trato con Ysera.
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El exilio de los elfos nobles
7.300 años antes de Warcraft I
A medida que pasaban los siglos, la nueva sociedad de los elfos de la noche se
fortaleció y expandió a lo largo del floreciente bosque al que llamarían Vallefresno.
Muchas de las criaturas y especies que abundaban antes del Gran Diluvio, como los
fúrbolgs y los jabaespines, reaparecieron y repoblaron la tierra. Bajo el benevolente
liderazgo de los druidas, los elfos de la noche disfrutaron de una era de paz y
tranquilidad sin precedente bajo la estrellas.
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Las Centinelas y la gran vigilia
Con la marcha de sus descarriados primos, los elfos de la noche dirigieron su atención
de vuelta a la protección de su encantada tierra natal. Los druidas, sintiendo que su
tiempo de hibernación se acercaba, se prepararon para dormir y dejar a sus seres
queridos y familias atrás. Tyrande, que se había convertido en la suma sacerdotisa de
Elune, le pidió a su amado, Malfurion, que no la abandonase por el Sueño Esmeralda
de Ysera. Pero éste, obligado por su honor a entrar en las cambiantes sendas del
sueño, se despidió de la sacerdotisa y le juró que nunca estarían separados mientras
fueran fieles a su amor.
Quedándose sola para proteger Kalimdor de los peligros del nuevo mundo, Tyrande
reunió a una poderosa fuerza de combate de entre sus hermanas elfas de la noche.
Estas altamente entrenadas y valientes mujeres guerreras, que se dedicaban a la
defensa de Kalimdor serían conocidas como las Centinelas. Aunque preferían patrullar
los sombríos bosques de Vallefresno por sí solas, tenían muchos aliados a los que
podían acudir en tiempos de necesidad.
El semidiós Cenarius estaba cerca, en los Claros de la Luna del Monte Hyjal. Sus
hijos, conocidos como los Guardianes de la Arboleda, vigilaban de cerca a los elfos de
la noche y a menudo ayudaban a las Centinelas a mantener la paz. Incluso las
dríades, las tímidas hijas de Cenarius, aparecían con creciente frecuencia.
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Capítulo II: El nuevo mundo
La fundación de Quel’Thalas
6.800 años antes de Warcraft I
Los elfos nobles, liderados por Dath’Remar, dejaron atrás Kalimdor y desafiaron las
tormentas de la Vorágine. Sus flotas vagaron por los escombros del mundo durante
muchos y largos años, y a lo largo de su viaje descubrieron misterios y reinos
perdidos. Dath’Remar, que había adoptado el nombre de Caminante del Sol (o “el que
camina de día"), buscaba lugares de considerable poder sobre los que construir un
nuevo hogar para su pueblo.
Finalmente, su flota llegó a las playas del reino que los hombres llamarían más tarde
Lordaeron. Viajando hacia el interior, los elfos nobles fundaron un asentamiento en los
tranquilos Claros de Tirisfal. Pero tras unos años, muchos de ellos comenzaron a
enloquecer. Había teorías que decían que algo malvado dormía bajo esa parte del
mundo en particular, pero nunca se pudo demostrar si esto era cierto. Los elfos nobles
recogieron su campamento y avanzaron hacia el norte, a otra tierra rica en energías
ley.
Estos trols del color del musgo podían regenerar miembros perdidos y curar terribles
heridas físicas, pero demostraron ser una raza bárbara y malvada. El imperio Amani
se extendía por la mayor parte del norte de Lordaeron, y los trols lucharon duro para
mantener a los extranjeros no deseados fuera de sus fronteras. Los elfos desarrollaron
un profundo desprecio hacia los malvados trols, y los mataban en cuanto los veían,
allá donde se los encontrasen.
Después de muchos años, los elfos nobles finalmente encontraron una tierra que les
recordaba a Kalimdor. En las profundidades de los bosques del norte del continente
fundaron el reino de Quel’Thalas y juraron crear un imperio tan poderoso que dejaría
enano al de sus primos Kaldorei. Por desgracia, pronto descubrieron que Quel’Thalas
se había fundado sobre una antigua ciudad trol y éstos todavía la consideraban
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sagrada. Casi de inmediato, los trols comenzaron a atacar los asentamientos élficos
en masa.
Los tercos elfos, reacios a entregar su nueva tierra, utilizaron la magia que habían
obtenido del Pozo de la Eternidad para mantener a los salvajes trols a raya. Bajo el
liderazgo de Dath’Remar, fueron capaces de derrotar a las partidas de guerra Amani
que les superaban en número diez a uno. Algunos elfos, conscientes de las antiguas
advertencias de los Kaldorei, pensaban que su uso de la magia podría atraer la
atención de la exiliada Legión Ardiente. Por lo tanto, decidieron ocultar sus tierras con
una barrera protectora que les permitiese seguir trabajando en sus encantamientos.
Construyeron una serie de monolíticas piedra rúnica en varios puntos alrededor de
Quel’Thalas, que marcaban los límites de la barrera mágica. Estas piedras no solo
ocultaban la magia élfica de las amenazas extradimensionales, también ayudaban a
asustar a las supersticiosas partidas de guerra trol.
Durante casi cuatro mil años, vivieron en paz y aislados en la seguridad de su reino.
No obstante, los vengativos trols no eran fáciles de derrotar. En las profundidades de
los bosques planeaban y se preparaban, esperando mientras sus partidas de guerra
crecían. Finalmente, un gran ejército trol emergió de los sombríos bosques y una vez
más asediaron las brillantes torres de Quel’Thalas.
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Arathor y las guerras trol
2.800 años antes de Warcraft I
Mientras los elfos nobles luchaban por sus vidas contra el salvaje asalto de los trols,
los dispersos y nómadas humanos de Lordaeron combatían para consolidar sus
propias tierras tribales. Las tribus de los primeros humanos atacaban los
asentamientos de las demás, con escaso interés en la unificación racial o el honor.
Pero una tribu, conocida como los Arathi, se percató de que los trols se estaban
convirtiendo en una amenaza demasiado grande como para ignorarla. Los Arathi
querían poner a todas las tribus bajo su mando para poder tener un frente unificado
contra las partidas de guerra trol.
Durante seis años, los astutos Arathi fueron más hábiles y lucharon mejor que las
tribus rivales. Después de cada victoria, ofrecían paz e igualdad al pueblo conquistado,
ganándose así la lealtad de aquellos a los que habían vencido. Finalmente, la tribu
Arathi llegó a incluir a muchas tribus distintas, y las filas de su ejército crecían sin
cesar. Confiando en que podrían defenderse de las partidas de guerra trol o incluso de
los solitarios elfos si era necesario, los señores de la guerra arathi decidieron construir
una gran ciudad fortificada en las regiones del sur de Lordaeron. La ciudad estado,
llamada Strom, se convirtió en la capital de la nación arathi, Arathor. A medida que
prosperaba, humanos de todo el vasto continente viajaban al sur en busca de la
protección y seguridad de Strom.
Unidas bajo una única bandera, las tribus humanas desarrollaron una cultura fuerte y
optimista. Thoradin, rey de Arathor, sabía que los misteriosos elfos de las tierras del
norte estaban bajo un asedio constante de los trols, pero se negaba a arriesgar la
seguridad de su pueblo en defensa de los elusivos extranjeros. Pasaron muchos
meses y mientras, los rumores de la supuesta derrota de los elfos no dejaban de llegar
del norte. Solo cuando unos agotados embajadores de Quel’Thalas llegaron a Strom,
Thoradin se dio cuenta de lo grande que era en realidad la amenaza trol.
Los elfos le informaron de que los ejércitos trol eran enormes y que una vez que
hubieran destruido Quel’Thalas, atacarían las tierras del sur. Los desesperados elfos,
terriblemente necesitados de ayuda militar, aceptaron rápidamente enseñar a un grupo
de humanos selectos a usar la magia, a cambio de su ayuda contra las partidas de
guerra. Thoradin, que desconfiaba de cualquier magia, aceptó ayudar a los elfos por
pura necesidad. Casi de inmediato, hechiceros elfos llegaron a Arathor y comenzaron
a instruir a un grupo de humanos en los caminos de la magia.
Los elfos descubrieron que aunque los humanos eran torpes de forma innata en su
manejo de la magia, poseían una afinidad natural con ella. Cien hombres aprendieron
los rudimentos de los secretos mágicos élficos: justo lo absolutamente necesario para
combatir a los trols. Convencidos de que sus estudiantes humanos estaban listos para
ayudar en la guerra, los elfos abandonaron Strom y viajaron al norte junto a los
poderosos ejércitos del rey Thoradin.
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Los ejércitos combinados de los elfos y los humanos lucharon contra las enormes
partidas de guerra trol a los pies de las Montañas de Alterac. La batalla duró muchos
días, pero los incansables ejércitos de Arathor nunca se cansaron o cedieron un
centímetro de terreno ante el asalto trol. Los señores elfos se dieron cuenta de que
había llegado el momento de liberar los poderes de su magia sobre el enemigo. Los
cien magi humanos y una multitud de hechiceros elfos invocaron la furia de los cielos e
hicieron explotar en llamas a los ejércitos trol. Las llamas elementales evitaron que los
trols pudieran regenerar sus heridas y quemaban sus retorcidas formas desde dentro
hacia afuera.
Cuando los ejércitos trol rompieron filas e intentaron huir, los ejércitos de Thoradin los
cazaron y masacraron hasta al último de sus soldados. Los trols nunca se
recuperarían por completo de su derrota y la historia jamás volvería a ver el alzamiento
de una nación trol. Seguros de que Quel’Thalas se había salvado de la destrucción,
los elfos hicieron un juramento de lealtad y amistad a la nación de Arathor y el linaje de
su rey, Thoradin. Los humanos y los elfos mantendrían relaciones pacíficas durante
las eras venideras.
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Los Guardianes de Tirisfal
2.700 años antes de Warcraft I
Con la ausencia de los trols en las tierras del norte, los elfos de Quel’Thalas dedicaron
sus esfuerzos a la reconstrucción de su gloriosa patria. Los victoriosos ejércitos de
Arathor volvieron a casa, a las tierras del sur de Strom. La sociedad humana de
Arathor creció y prosperó, pero Thoradin, temeroso de que su reino se partiera en
pedazos si se hacía demasiado grande, hizo que Strom fuera el centro del Imperio
arathoriano. Después de muchos años de crecimiento y comercio, el poderoso
Thoradin murió de viejo, dando a la joven generación de Arathor libertad para expandir
el imperio más allá de las tierras de Strom.
Los cien magi originales, aquellos que habían recibido las enseñanzas en las artes de
la magia de los elfos, aumentaron sus poderes y estudiaron las disciplinas místicas del
tejido de hechizos con mucho más detalle. Estos magi, elegidos inicialmente por su
fuerte voluntad y noble espíritu, siempre habían practicado su magia con cuidado y
responsabilidad; sin embargo, pasaron sus secretos y poderes a una generación más
joven, que no comprendía los conceptos de los rigores de la guerra o la necesidad del
autocontrol. Estos jóvenes magos comenzaron a practicar la magia en beneficio
propio, en lugar de por responsabilidad hacia sus camaradas.
A medida que el imperio crecía y se expandía por nuevas tierras, los jóvenes magos
también se extendían por las tierras del sur. Portando sus poderes mágicos, los magos
protegían a sus compañeros de las criaturas salvajes de la tierra e hicieron posible que
se pudieran construir nuevas ciudades estado en los territorios salvajes. Pero a
medida que sus poderes crecían, se iban volviendo más engreídos y se aislaban del
resto de la sociedad.
La segunda ciudad estado de Arathor fue Dalaran, fundada en las tierras al norte de
Strom. Muchos magos novatos dejaron atrás los opresivos confines de Strom y
viajaron a Dalaran, donde esperaban usar sus nuevos poderes con mayor libertad.
Estos magos hicieron uso de sus habilidades para construir las torres encantadas de
Dalaran y disfrutaban continuando sus estudios. Los ciudadanos de Dalaran toleraban
el comportamiento de los magos y crearon una floreciente economía bajo la protección
de sus defensores usuarios de la magia. Pero a medida que más y más magos
practicaban sus artes, el tejido de la realidad alrededor de Dalaran comenzó a
debilitarse y romperse.
Los siniestros agentes de la Legión Ardiente, que habían sido desterrados cuando se
colapsó el Pozo de la Eternidad, fueron atraídos de nuevo al mundo por el
irresponsable uso de la magia por parte de los hechiceros de Dalaran. Aunque estos
demonios relativamente débiles no aparecían en gran número, crearon una
considerable confusión y caos por las calles de Dalaran. La mayoría de estos
encuentros demoníacos eran sucesos aislados y la magocracia gobernante hizo todo
lo que pudo para mantener dichos eventos ocultos al público. Enviaron a los magos
21
más poderosos a capturar a los esquivos demonios, pero a menudo se encontraban
claramente superados por los agentes solitarios de la poderosa Legión.
La sociedad celebraba sus reuniones secretas en los sombríos Claros de Tirisfal, lugar
del primer asentamiento de los elfos nobles en Lordaeron. Por ello, bautizaron a su
secta secreta como Los Guardianes de Tirisfal. Los campeones mortales que eran
elegidos para ser Guardianes eran imbuidos con poderes increíbles, tanto de la magia
humana como de la élfica. Aunque solo había un Guardián a la vez, tenían un poder
tan enorme que podían luchar contra los agentes de la Legión con una mano atada a
la espalda, allá donde estuvieran en el mundo. El poder del Guardián era tan grande
que solo el Consejo de Tirisfal tenía permiso para escoger a sucesores potenciales
para el manto del Guardián. Cuando uno se volvía demasiado viejo o se cansaba de la
guerra secreta contra el caos, el Consejo escogía a un nuevo campeón, y bajo unas
condiciones controladas, canalizaba formalmente el poder del Guardián a su nuevo
agente.
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Forjaz: el despertar de los enanos
2.500 años antes de Warcraft I
En los tiempos antiguos, después de que los titanes abandonarán Azeroth, sus hijos,
conocidos como los terráneos, continuaron dando forma y protegiendo las profundas
fosas del mundo. Los terráneos no se preocupaban por los asuntos de las razas que
habitaban en la superficie y solo querían vivir en las oscuras entrañas de la tierra.
Cuando el mundo sufrió el cataclismo por la implosión del Pozo de la Eternidad, los
terráneos padecieron profundamente. Mareados con el dolor de la propia tierra,
perdieron gran parte de su identidad y se encerraron dentro de las cámaras de piedra
donde fueron creados. Uldaman, Uldum, Ulduar… estos eran los nombres de las
antiguas ciudades de los titanes, donde los terráneos habían dado sus primeros
pasos. Enterrados en las profundidades del mundo, descansaron en paz durante casi
ocho mil años.
Aunque no está claro qué los despertó, los terráneos sellados dentro de Uldaman se
levantaron de su sueño auto-impuesto. Y descubrieron que habían cambiado mucho
durante su hibernación. Sus rocosos pellejos se habían ablandado y convertido en
suave piel, y sus poderes sobre la piedra y la tierra habían languidecido. Se habían
convertido en criaturas mortales.
Los enanos, fascinados por naturaleza con dar forma a las gemas y la piedra,
comenzaron a minar las montañas colindantes en busca de riquezas y minerales
preciosos. Contentos con su trabajo bajo el mundo, los enanos estaban aislados de los
asuntos de sus vecinos habitantes de la superficie.
23
Los siete reinos
1.200 años antes de Warcraft I
Strom continuó siendo el núcleo central de Arathor, pero al igual que Dalaran,
aparecieron muchas nuevas ciudades estado en el continente de Lordaeron. Gilneas,
Alterac y Kul Tiras fueron las primeras ciudades estado en aparecer, y aunque cada
una tenía sus propias costumbres y relaciones comerciales, todas se sometían a la
autoridad unificada de Strom.
La ciudad estado de Kul Tiras, fundada sobre una gran isla al sur de Lordaeron,
desarrolló una economía próspera, basada en la pesca y la navegación. Con el
tiempo, Kul Tiras construyó una gran flota de naves mercantes que navegaban a lo
largo de las tierras conocidas en busca de mercancías exóticas para comerciar con
ellas y venderlas. Pero a medida que la economía de Arathor florecía, sus elementos
más fuertes comenzaron a desintegrarse.
Con el tiempo, los señores de Strom trasladaron sus propiedades a las exuberantes
tierras del norte de Lordaeron y abandonaron los áridos territorios del sur. Los
herederos del rey Thoradin, los últimos descendientes del linaje Arathi, sosteniendo
que no se debería abandonar Strom, y por lo tanto despertando el desagrado en gran
parte de los ciudadanos, que estaban ansiosos por marcharse. Los señores de Strom,
buscando la pureza e iluminación en el indómito norte, decidieron dejar atrás su
antigua ciudad. Muy al norte de Dalaran,construyeron una nueva ciudad estado a la
que llamaron Lordaeron. Todo el continente acabaría teniendo el nombre de esta
ciudad estado. Lordaeron se convirtió en una meca para los viajeros religiosos y todos
aquellos que buscaban la paz interior y la seguridad.
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convertirse en una nueva nación conocida como Stromgarde. Aunque cada una de las
ciudades estado había prosperado por derecho propio, el imperio de Arathor se había
desintegrado eficazmente. A medida que cada nación desarrollaba sus propias
creencias y costumbres, se iban segregando cada vez más. La visión de una
humanidad unificada del rey Thoradin finalmente se había desvanecido.
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Aegwynn y la caza del dragón
823 años antes de Warcraft I
A medida que su maestría sobre el poder cósmico de Tirisfal crecía, Aegwynn se fue
dando cuenta de que un número de poderosos demonios acechaban en el helado
continente norte de Rasganorte. Aegwynn viajó al lejano norte y siguió a los demonios
hasta las montañas. Allí, descubrió que los demonios estaban cazando a uno de los
últimos vuelos supervivientes y drenando la magia innata de las antiguas criaturas. Los
poderosos dragones, que habían huido ante la imparable marcha de las sociedades
mortales, descubrieron que estaban demasiado igualados contra la magia oscura de la
Legión Aegwynn se enfrentó a los demonios, y con la ayuda de los nobles dragones,
los erradicó. Pero cuando el último demonio fue desterrado del mundo mortal, se
desató una gran tormenta en todo el norte. Una enorme cara oscura apareció en el
cielo sobre Rasganorte. Sargeras, el rey de los demonios y señor de la Legión
Ardiente, apareció ante Aegwynn brillando con energía infernal. Informó a la joven
Guardiana que la hora de Tirisfal se acercaba a su fin y que pronto el mundo se
arrodillaría ante la embestida de la Legión.
La orgullosa Aegwynn, creyéndose rival para un dios amenazante, liberó sus poderes
contra el avatar de Sargeras. Con una creciente preocupación, Aegwynn se enfrentó al
señor de los demonios con sus poderes y consiguió matar a su concha física.
Temiendo que el espíritu de Sargeras quedase libre, la atrevida Aegwynn encerró la
arruinada cáscara de su cuerpo dentro de uno de los antiguos salones de Kalimdor
que había sido arrastrado al fondo del mar cuando el Pozo de la Eternidad se colapsó.
Aegwynn no sabría nunca que había hecho exactamente lo que quería Sargeras. De
forma inadvertida, había sellado el destino del mundo mortal, ya que Sargeras, en el
momento de su muerte corpórea, había transferido su espíritu al cuerpo debilitado de
Aegwynn. Sin que la joven Guardiana lo supiera, Sargeras permanecería oculto dentro
de los oscuros rincones de su alma durante muchos años.
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La guerra de los Tres Martillos
230 años antes de Warcraft I
Los enanos de la montaña de Forjaz vivieron en paz durante largos siglos. Sin
embargo, su sociedad creció demasiado para el tamaño de sus ciudades montañosas.
Aunque el poderoso rey supremo, Modimus Yunquemar gobernaba a todos los enanos
con justicia y sabiduría, en la sociedad enana aparecieron tres poderosas facciones.
Durante un tiempo las tres facciones mantuvieron una paz tensa, pero las tensiones se
hicieron visibles cuando el rey Yunquemar murió de viejo. Los tres clanes gobernantes
fueron a la guerra por el control de la propia Forjaz. La guerra civil enana rugió bajo
tierra durante muchos años. Finalmente, los Barbabronce, que tenían el mayor ejército
activo, expulsaron a los Hierro Negro y los Martillo Salvaje de la montaña.
Khardros y sus guerreros viajaron al norte, cruzando la barrera de las puertas de Dun
Algaz y fundaron su propio reino en el lejano pico de Grim Batol. Allí, los Martillo
Salvaje prosperaron y reconstruyeron sus tesoros. Thaurissan y sus Hierro Negro no
se lo tomaron tan bien. Humillados y enfurecidos por la derrota, juraron vengarse de
Forjaz. Thaurissan llevó a su pueblo muy al sur y fundó una ciudad (a la que puso su
propio nombre) en las hermosas Montañas Crestagrana. La prosperidad y el paso de
los años hizo poco por calmar el rencor de los Hierro Negro contra sus primos.
Thaurissan y su esposa hechicera, Modgud, lanzaron un asalto a dos bandas, contra
Forjaz y Grim Batol. Los Hierro Negro querían reclamar todo Khaz Modan como suyo.
Los ejércitos de los Hierro Negro chocaron contra las fortalezas de sus primos y
estuvieron a punto de tomar ambos reinos. Sin embargo, al final Madoran Barbabronce
obtuvo una victoria decisiva sobre el ejército de hechiceros de Thaurissan. Éste y sus
sirvientes tuvieron que retirarse a la seguridad de su ciudad, ignorando lo que estaba
sucediendo en Grim Batol, donde el ejército de Modgud no lo estaba haciendo mejor
contra Khardros y sus guerreros Martillo Salvaje.
Modgud usaba sus poderes para enfrentarse a los guerreros enemigos, llenando de
miedo sus corazones. Las sombras obedecían sus órdenes y cosas oscuras surgían
de las profundidades de la tierra para acechar a los Martillo Salvaje en sus propios
salones. Y finalmente, Modgud se abrió paso por las puertas y asedió la propia
fortaleza. Los Martillo Salvaje lucharon desesperadamente y el propio Khardros cruzó
las líneas enemigas para matar a la reina hechicera. Con su reina perdida, los Hierro
Negro huyeron ante la furia de los Martillo Salvaje. Corrieron hacia el sur, hacia la
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fortaleza de su rey, solo para encontrarse a los ejércitos de Forjaz, que habían venido
en ayuda de Grim Batol. Aplastadas entre dos ejércitos, las fuerzas de los Hierro
Negro restantes fueron totalmente destruidas.
Los ejércitos combinados de Forjaz y Grim Batol se dirigieron entonces al sur, con la
intención de destruir a Thaurissan y a su clan de una vez por todas. No habían
avanzado mucho cuando la furia de Thaurissan dio lugar a un hechizo de proporciones
cataclísmicas. Intentando invocar a un sirviente sobrenatural que le asegurase su
victoria, Thaurissan llamó a los antiguos poderes que dormían bajo el mundo. Para su
sorpresa, y la que sería su perdición definitiva, la criatura que emergió era más terrible
que cualquier pesadilla que pudiera haber imaginado.
Ragnaros, el Señor de Fuego, señor inmortal de todos los elementales de fuego, había
sido expulsado por los titanes cuando el mundo era joven. Ahora, liberado por la
llamada de Thaurissan, Ragnaros volvió al mundo una vez más. Su apocalíptico
renacimiento en Azeroth destrozó las Montañas Crestagrana y creó un gran volcán en
el centro de la devastación. El volcán, conocido como Cumbre de Roca Negra, estaba
rodeado por La Garganta de Fuego por el norte y las Estepas Ardientes por el sur.
Aunque Thaurissan murió por las fuerzas que él mismo había liberado, sus hermanos
supervivientes fueron esclavizados por Ragnaros y sus elementales. Hoy por hoy,
siguen en la Cumbre.
Los enanos de Forjaz construyeron dos arcos masivos, el Puente Thandor, para cubrir
la separación entre Khaz Modan y Lordaeron, con la intención de mantener las
relaciones y comerciar con sus primos. Fortalecidos por el comercio mutuo, los dos
reinos prosperaron. Tras las muertes de Madoran y Khardros, sus hijos encargaron
dos grandes estatuas en honor a sus padres. Las dos estatuas harían guardia sobre el
paso a las tierras del sur, que se habían vuelto volcánicas cuando apareció la ardiente
presencia de Ragnaros. Ambas servirían tanto de advertencia a todos aquellos que se
atrevieran a atacar a los reinos enanos como de recordatorio del precio que los Hierro
Negro habían pagado por sus crímenes.
Los dos reinos mantuvieron estrechos lazos durante algunos años, pero los Martillo
Salvaje habían cambiado mucho por los horrores que habían presenciado en Grim
Batol. Prefirieron vivir en la superficie de las lomas de Pico Nidal en lugar de tallar un
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gran reino en el interior de la montaña. Las diferencias ideológicas entre los dos clanes
enanos, acabarían haciendo que cada uno siguiera su camino.
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El último guardián
45 años antes de Warcraft I
Aegwynn la Guardiana se fue haciendo más poderosa con el paso de los años y utilizó
las energías de Tirisfal para alargar su vida considerablemente. Creyendo
estúpidamente que había derrotado a Sargeras del todo, continúo salvaguardando al
mundo de los sirvientes del rey de los demonios durante casi novecientos años. Sin
embargo, el Consejo de Tirisfal finalmente decretó que su tiempo en el cargo tenía que
terminar. Le ordenaron volver a Dalaran para que pudieran escoger a un nuevo
sucesor para el poder del Guardián. Pero Aegwynn, que siempre desconfió del
Consejo, decidió escoger ella misma a su sucesor.
La orgullosa mujer planeaba dar a luz a un hijo al que entregaría su poder. No tenía
intención alguna de permitir a la Orden de Tirisfal manipular a su sucesor como habían
intentado manipularla a ella. Viajó a la nación sureña de Azeroth para encontrar al
hombre perfecto para ser el padre de su hijo: un habilidoso mago humano conocido
como Nielas Aran. Aran era el conjurador de la corte y consejero del rey de Azeroth.
Aegwynn sedujo al mago y concibió un hijo suyo. La afinidad natural de Nielas con la
magia sería aún más fuerte en su futuro hijo y definiría los trágicos pasos que el niño
daría más adelante. El poder de Tirisfal también fue implantado en el niño, pero no
debía despertarse hasta que llegase a la madurez física.
El tiempo pasó y Aegwynn dio a luz a su hijo en una arboleda solitaria. Llamando al
niño Medivh, que significa “guardián de los secretos" en el idioma de los elfos nobles,
Aegwynn pensaba que el chico crecería para convertirse en el siguiente Guardián. Por
desgracia, el maligno espíritu de Sargeras, que permanecía oculto en su interior, había
poseído al niño indefenso mientras todavía estaba en su vientre. Aegwynn ignoraba
completamente que el siguiente Guardián del mundo ya estaba poseído por su mayor
némesis.
Segura de que su bebé estaba sano y salvo, Aegwynn envió al joven Medivh a la corte
de Azeroth y lo dejó allí para que lo criase su padre mortal y su pueblo. Después ella
se retiró y se preparó para fallecer y pasar a la próxima vida que la estuviera
esperando. Medivh creció y se convirtió en un chico fuerte que no tenía ni idea del
poder potencial de su derecho de nacimiento tirisfaliano.
Sargeras esperó su momento, hasta que el poder del joven se manifestó por sí mismo.
Para cuando Medivh hubo llegado a la adolescencia, ya se había convertido en
alguien muy famoso en Azeroth por su habilidad con la magia y a menudo se iba de
aventuras con sus dos amigos: Llane, el príncipe de Azeroth y Anduin Lothar, uno de
los últimos descendientes del linaje Arathi. Los tres chicos siempre creaban problemas
constantemente por el reino, pero la gente en general los quería.
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que ya era adulto y que sus amigos Llane y Anduin se habían convertido en los
regentes de Azeroth. Aunque deseba utilizar sus recién descubiertos y asombrosos
poderes para proteger la tierra que llamaba hogar, el oscuro espíritu de Sargeras
retorcía sus pensamientos y emociones hacia un fin insidioso.
Sargeras se regocijaba en el cada vez más oscuro corazón de Medivh, ya que sabía
que sus planes para la segunda invasión del mundo estaban cerca de completarse y
que sería el último Guardián del mundo el que los completaría.
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Capítulo III: La condena de Draenor
De las dos razas, Kil’jaeden vio que los guerreros orcos eran más susceptibles a la
corrupción de la Legión. Hechizó al anciano chamán orco, Ner’zhul, de una forma muy
parecida a como Sargeras puso a la reina Azshara bajo su control en eras pasadas.
Usando al astuto chamán como su intermediario, el demonio extendió el salvajismo y
las ansias de batalla por los clanes orcos. Pronto, la raza espiritual fue transformada
en un pueblo sediento de sangre. Entonces Kil’jaeden pidió a Ner’zhul y a su pueblo
que dieran el último paso: que se entregasen por completo a la búsqueda de la muerte
y la guerra. Pero el anciano chamán, sintiendo que su pueblo quedaría esclavizado por
el odio para siempre, se resistió de algún modo a la orden del demonio.
Frustrado por la resistencia de Ner’zhul, Kil’jaeden buscó a otro orco que llevase a su
pueblo hasta las manos de las Legión. El astuto señor de los demonios finalmente
encontró al discípulo voluntario que buscaba: Gul’dan, el ambicioso aprendiz de
Ner’zhul. Kil’jaeden le prometió un poder incalculable a cambio de su completa
obediencia. El joven orco se convirtió en un ávido estudiante de la magia demoníaca y
se convirtió en el brujo mortal más poderoso de la historia. Enseñó a otros orcos
jóvenes las artes arcanas y se esforzó en erradicar las tradiciones chamánicas de los
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orcos. Gul’dan le enseñó su nueva forma de magia a sus hermanos, un terrible nuevo
poder que apestaba a fracaso.
Kil’jaeden, buscando reforzar su control sobre los orcos, ayudó a Gul’dan a fundar el
Consejo de la Sombra, una secta secreta que manipulaba a los clanes y extendía el
uso de la magia de los brujos por Draenor. A medida que más y más orcos
comenzaron a utilizar la brujería, los apacibles campos y ríos de Draenor comenzaron
a ennegrecerse y oscurecerse. Con el paso del tiempo, las grandes praderas que los
orcos habían llamado hogar durante generaciones se marchitaron, dejando tras de sí
solo suelo yermo rojizo. Las energías demoníacas estaban matando lentamente al
mundo.
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El levantamiento de la Horda
Kil’jaeden sabía que los clanes orcos estaban casi listos, pero necesitaba estar seguro
de su lealtad absoluta. En secreto, hizo que el Consejo de la Sombra invocara a
Mannoroth el Destructor, el recipiente viviente de rabia y destrucción. Gul’dan llamó a
los jefes de los clanes y los convenció de que beber la sangre de Mannoroth, repleta
de rabia, los haría totalmente invencibles. Liderados por Grom Grito Infernal, todos los
jefes de clan excepto Durotan y Orgrim bebieron y por lo tanto sellaron sus destinos
como esclavos de la Legión Ardiente. Fortalecidos por la rabia de Mannoroth, los jefes
extendieron involuntariamente su subyugación a sus ignorantes hermanos.
Consumidos con la maldición de su nueva sed de sangre, los orcos buscaban liberar
su furia sobre cualquiera que se alzara ante ellos. Sintiendo que la hora había llegado,
Gul’dan unió a los errantes clanes en una única e imparable Horda. Sin embargo,
sabiendo que varios de los jefes, como Grito Infernal u Orgrim Martillo Maldito
lucharían por el control absoluto, Gul’dan colocó a un jefe de guerra marioneta para
que gobernase a la nueva Horda. Y Gul’dan escogió para ello a Puño Negro el
Destructor, un señor de la guerra orco particularmente depravado y cruel. Bajo la
orden de Puño Negro, la Horda se probó a sí misma contra los sencillos draenei.
En el transcurso de pocos meses, la Horda erradicó a casi todos los draenei que vivían
en Draenor. Solo un puñado de supervivientes dispersos logró evitar la asombrosa ira
de los orcos. Emocionado con la victoria, Gul’dan se regocijó ante el poder y la fuerza
de la Horda. Pero sabía que sin ningún enemigo contra el que luchar, la Horda se
consumiría a sí misma con interminables peleas internas y un apetito imparable por la
gloriosa carnicería.
Kil’jaeden supo que la Horda finalmente estaba preparada. Los orcos se habían
convertido en la mayor arma de la Legión Ardiente. El astuto demonio compartió sus
conocimientos con su amo Sargeras, que estaba a la espera, el cual estuvo de
acuerdo en que la hora de su venganza finalmente había llegado.
Relato: Intacto
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Capítulo IV: Alianza y Horda
Como incentivo final, Sargeras prometió darle un gran poder a Gul’dan si éste accedía
a llevar a la Horda a Azeroth. Mediante Medivh, Sargeras le dijo al brujo que podría
convertirse en un dios viviente si encontraba la tumba submarina donde la Guardiana
Aegwynn había colocado el destrozado cuerpo de Sargeras hace casi mil años.
Gul’dan accedió, y decidió que una vez que los habitantes de Azeroth fueran
aplastados, él encontraría la tumba legendaria y reclamaría su recompensa. Seguro de
que la Horda serviría a sus propósitos, Sargeras dio la orden para que comenzase la
invasión.
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Después de que los Lobo Gélido exiliados cruzasen el portal, solo lo cruzaron unos
pocos clanes orcos. Estos orcos levantaron rápidamente una base de operaciones en
la Ciénaga Negra, una zona oscura y pantanosa muy al este del reino de Ventormenta.
A medida que los orcos comenzaban a extenderse y explorar las nuevas tierras,
entraron de forma inmediata en conflicto con los defensores humanos de Ventormenta.
Aunque estas escaramuzas solían acabar rápidamente, hicieron mucho por ilustrar las
debilidades y puntos fuertes de ambas especies rivales. Llane y Lothar nunca fueron
capaces de reunir datos exactos sobre el número de los orcos y solo podían intentar
adivinar la fuerza a la que tenían que enfrentarse. Después de unos pocos años, la
mayoría de la Horda orca había entrado en Azeroth y Gul’dan decidió que había
llegado la hora de realizar su ataque principal contra la humanidad. La Horda se lanzó
con toda su fuerza contra el desprevenido reino de Ventormenta.
A medida que las fuerzas de Azeroth y la Horda se enfrentaban a lo largo del reino, los
conflictos internos comenzaron a cobrarse su precio en ambos ejércitos. El rey Llane,
que pensaba que los bestiales orcos serían incapaces de conquistar Azeroth, mantuvo
desdeñosamente su posición en su capital de Ventormenta. Sin embargo, Sir Lothar
estaba convencido de que se debería llevar la batalla al enemigo, y se vio obligado a
escoger entre sus convicciones y su lealtad al rey. Escogiendo seguir sus instintos,
Lothar asaltó la torre-fortaleza de Medivh, Karazhan, con la ayuda del joven aprendiz
del mago, Khadgar. Ambos tuvieron éxito en eliminar al Guardián poseído, que les
confirmó que había sido la fuente del conflicto. Al matar su cuerpo, Lothar y el joven
aprendiz enviaron, sin saberlo, al espíritu de Sargeras al abismo. Como consecuencia
de ello, el espíritu puro y virtuoso de Medivh pudo continuar existiendo… vagando por
el plano astral durante muchos años.
Este niño orco llegaría a ser un día el mayor líder que su pueblo jamás había
conocido.
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demasiado tarde y descubrieron que su amado reino no era más que unas ruinas
humeantes. La Horda orca siguió saqueando los campos y reclamando las tierras
colindantes como suyas. Obligados a esconderse, Lothar y sus compañeros hicieron
un lúgubre juramento para recuperar su país a cualquier precio.
La Alianza de Lordaeron
Warcraft 2: Mareas de oscuridad
Lord Lothar reunió los restos de los ejércitos de Azeroth después de su derrota en el
Castillo de Ventormenta y se embargó en un éxodo masivo cruzando el mar hacia el
reino norteño de Lordaeron. Convencidos de que la Horda derrotaría a toda la
humanidad si no se la controlaba, los líderes de las siete naciones humanas se
reunieron y aceptaron unirse en lo que se llamaría la Alianza de Lordaeron. Por
primera vez en casi tres mil años, las distintas naciones de Arathor estaban unidas de
nuevo bajo el mismo estandarte. Lord Lothar, nombrado comandante en jefe de las
fuerzas de la Alianza, preparó a sus ejércitos para la llegada de la Horda.
Ayudado por sus tenientes, Uther el Iluminado, el almirante Daelin Valiente y Turalyon,
Lothar también fue capaz de convencer a las razas no humanas de Lordaeron de la
inminente amenaza. La Alianza consiguió el apoyo de los estoicos enanos de Forjaz y
un pequeño número de elfos nobles de Quel’Thalas. Los elfos, liderados en aquel
tiempo por Anasterian Caminante del Sol, no estaban muy interesados en el inminente
conflicto. Sin embargo, el deber los obligaba a ayudar a Lothar, ya que él era el último
descendiente del linaje Arathi, el cual en el pasado había ayudado a los elfos.
La Horda, liderada ahora por el Jefe de Guerra de guerra Martillo Maldito, trajo a ogros
de su hogar en Draenor y reclutó a los discriminados trols Amani de los bosques.
Completando una gigantesca campaña para invadir el reino enano de Khaz Modan y
las fronteras del sur de Lordaeron, la Horda diezmaba a toda oposición sin esfuerzo.
Las batallas épicas de la Segunda Guerra fueron desde escaramuzas navales a gran
escala a enormes combates aéreos. De alguna forma, la Horda había desenterrado un
poderoso artefacto conocido como Alma Demoníaca y lo utilizaron para esclavizar a la
anciana Dragonqueen, Alextrasza. Amenazándola con destruir sus preciosos huevos,
la Horda la obligó a enviar a sus hijos adultos a la guerra. Los nobles dragones rojos
se vieron obligados a luchar por la Horda, y eso hicieron.
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arrasadas y devastadas por el conflicto. A pesar de la ausencia de refuerzos y de
tenerlo todo en contra, Lothar y sus aliados lograron mantener a raya a sus enemigos.
Sin embargo, durante los últimos días de la Segunda Guerra, cuando la victoria de la
Horda sobre la Alianza parecía casi segura, hubo una terrible disputa entre los dos
orcos más poderosos en Azeroth. Mientras Martillo Maldito preparaba su asalto final
contra la capital de Lordaeron, un asalto que aplastaría a los últimos restos de la
Alianza, Gul’dan y sus seguidores abandonaron sus puestos y se hicieron a la mar. El
perplejo Martillo Maldito, habiendo perdido casi la mitad de sus fuerzas por la traición
de Gul’dan, se vio obligado a retroceder y dejar pasar su gran oportunidad de vencer a
la Alianza.
Buscando castigar a los orcos desertores por sus costosa traición, Martillo Maldito
envió a sus fuerzas a matar a Gul’dan y traer de vuelta al redil a los renegados. Por su
imprudencia, Gul’dan fue destrozado por los demonios enloquecidos que había
liberado. Con su líder muerto, los clanes renegados cayeron pronto ante las
enfurecidas legiones de Martillo Maldito. Aunque la rebelión había sido reprimida, la
Horda fue incapaz de recuperarse de las terribles pérdidas que había sufrido. La
traición de Gul’dan no solo le había llevado esperanza a la Alianza, sino también
tiempo para reagruparse y tomar represalias.
Lord Lothar, viendo que la Horda se estaba partiendo por dentro, reunió a sus últimas
fuerzas y empujó a Martillo Maldito hacia el sur, de vuelta a las destrozadas tierras de
Ventormenta. Allí, las fuerzas de la Alianza atraparon a la Horda, que se estaba
retirando, dentro de la fortaleza volcánica de la Cumbre de Roca Negra. Aunque Lord
Lothar cayó en la batalla en la base de la Cumbre, su teniente, Turalyon, reunió a las
fuerzas de la Alianza en la onceava hora y empujó a la Horda de vuelta al abismal
Pantano de las Penas. Las fuerzas de Turalyon tuvieron éxito al destruir el Portal
Oscuro, el portal místico que unía a los orcos con su mundo natal de Draenor. Sin
posibilidad de recibir refuerzos y fracturada por las luchas internas, la Horda finalmente
se colapsó sobre sí misma y cayó ante el poder de la Alianza.
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Lectura: Más allá del Portal Oscuro
La invasión de Draenor
Warcraft 2X: Más allá del Portal Oscuro
A medida que las llamas de la Segunda Guerra se iban apagando, la Alianza daba
pasos agresivos para contener la amenaza orca. En el sur de Lordaeron se
construyeron gran cantidad de campos de internamiento, pensados para ser el hogar
de los prisioneros orcos. Vigilados tanto por los paladines como por los soldados
veteranos de la Alianza, los campos demostraron ser un gran éxito. Aunque los orcos
prisioneros estaban tensos y ansiosos por volver a luchar, los distintos guardianes de
los campos, con base en la fortaleza-prisión de Durnholde, mantenían la paz y una
fuerte apariencia de orden.
La nueva Horda, liderada por jefes veteranos como Grom Grito Infernal y Kilrogg
Mortojo (del clan Foso Sangrante), sorprendieron a las fuerzas de defensa de la
Alianza y arrasaron los campos. Bajo las órdenes precisas de Ner’zhul, los orcos
rápidamente reunieron los artefactos que necesitaban y huyeron de vuelta a la
seguridad de Draenor.
El rey Terenas de Lordaeron, convencido de que los orcos estaban preparando una
nueva invasión de Azeroth, reunió a sus tenientes de más confianza. Ordenó al
general Turalyon y al archimago Khadgar que preparasen una expedición para cruzar
el Portal Oscuro y poner fin a la amenaza orca de una vez por todas. Las fuerzas de
ambos marcharon hacia Draenor y se enfrentaron repetidamente a los clanes de
Ner’zhul sobre la arrasada Península Fuego Infernal. Incluso con la ayuda de la elfa
noble Alleria Brisaveloz, el enano Kurdran Martillo Salvaje y el soldado veterano
Danath Aterratrols, Khadgar fue incapaz de evitar que Ner’zhul abriera sus portales a
otros mundos.
Éste finalmente abrió sus portales a otros mundos, pero no pudo prever el terrible
precio que iba a pagar. Las tremendas energías de los portales comenzaron a partir en
pedazos el mismo tejido de Draenor. Mientras las fuerzas de Turalyon luchaban
desesperadamente para volver a su hogar en Azeroth, el mundo de Draenor comenzó
a colapsarse sobre sí mismo. Grom Grito Infernal y Kilrogg Mortojo, dándose cuenta
de que los locos planes de Ner’zhul condenarían a toda su raza, reunieron al resto de
los orcos y escaparon de vuelta a la relativa seguridad de Azeroth.
39
En Draenor, Turalyon y Khadgar aceptaron realizar el sacrificio definitivo: destruir el
Portal Oscuro desde su lado. Aunque les costaría sus vidas y las de sus compañeros,
sabían que era la única forma de asegurar la supervivencia de Azeroth. Y mientras
Grito Infernal y Mortojo se abrían paso a hachazos por entre las filas humanas en una
búsqueda desesperada por la libertad, el Portal Oscuro explotó tras ellos. Para ellos y
para el resto de orcos en Azeroth, no había vuelta atrás.
Ner’zhul y su leal clan Sombraluna cruzaron el mayor de los portales recién creados,
mientras enormes erupciones volcánicas comenzaron a destrozar los continentes de
Draenor. Mares de fuego se alzaron y arrasaron el destrozado paisaje mientras el
torturado mundo era finalmente consumido en una enorme explosión apocalíptica.
Nota: Lo que se cita de Kilrogg Mortojo está desfasado, actualizado en Más allá del
Portal Oscuro.
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El nacimiento del Rey Exánime
Ner’zhul y sus seguidores entraron en el Vacío Abisal, el plano etéreo que conecta a
todos los mundos repartidos por la Gran Oscuridad. Por desgracia, Kil’jaeden y sus
demoníacos sirvientes los estaban esperando. Kil’jaeden, que había jurado vengarse
de Ner’zhul por su orgulloso desafío, partió en pedazos el cuerpo del viejo chamán,
poco a poco. Mantuvo su espíritu vivo e intacto para que fuera dolorosamente
consciente del terrible desmembramiento de su cuerpo. Aunque Ner’zhul le rogó al
demonio que liberase su espíritu y le dejara morir, el demonio le respondió cruelmente
que el Pacto de Sangre que habían hecho hace mucho todavía los vinculaba y que
todavía tenía un propósito al que servir.
Cuando el momento fue el adecuado, Kil’jaeden explicó la misión para la que había
creado al rey Exánime. Ner’zhul debía extender una plaga de muerte y terror a lo largo
de Azeroth que borraría para siempre a la civilización humana. Todos aquellos que
murieran por la terrible plaga se alzarían como no-muertos y sus espíritus estarían
unidos a la férrea voluntad de Ner’zhul para siempre. El demonio le prometió al antiguo
chamán que si tenía éxito en la oscura misión de eliminar a la humanidad del mundo,
quedaría libre de su maldición y recibiría un nuevo cuerpo, sano, para habitarlo.
Aunque Ner’zhul estuvo de acuerdo y parecía ansioso por jugar su papel, Kil’jaeden
seguía escéptico respecto a las lealtades de su peón. Manteniendo al rey Exánime sin
cuerpo y atrapado dentro del caparazón de cristal se aseguraba su buena conducta a
corto plazo, pero el demonio sabía que necesitaba mantener una atenta vigilancia.
Para este fin, Kil’jaeden llamó a su guardia de demonios de élite, los vampíricos
41
Señores del Terror, para controlar a Ner’zhul y asegurarse de que cumplía su terrible
tarea. Tichondrius, el más poderoso y astuto de los Señores del Terror, se interesó
ante el desafío; le fascinaba la gravedad de la plaga y el ilimitado potencial para el
genocidio del rey Exánime.
42
Corona de Hielo y el Trono Helado
Desde los confines del Trono Helado, Ner’zhul comenzó a extender su enorme
conciencia y a tocar las mentes de los habitantes nativos de Rasganorte. Con escaso
esfuerzo, esclavizó las mentes de muchas criaturas indígenas, incluyendo los trols de
hielo y los fieros wendigo, y atrajo a sus malvados congéneres a su creciente sombra.
Sus poderes psíquicos demostraron ser prácticamente ilimitados y los utilizó para
crear a un pequeño ejército al que albergó dentro de los retorcidos laberintos de
Corona de Hielo. Mientras dominaba sus crecientes facultades bajo la constante
vigilancia de los señores del terror, descubrió un lejano asentamiento humano en la
frontera con Dragonblight. Ner’zhul decidió, por un capricho, probar sus poderes en los
desprevenidos humanos.
Lanzó una peste de los no-muertos, que se originó en las profundidades del Trono
Helado, hacia el erial ártico. Controlando la plaga únicamente con su voluntad, la llevó
directamente a la aldea humana. En tres días, todos los del asentamiento estaban
muertos, pero poco tiempo después, los aldeanos muertos comenzaron a alzarse
como cadáveres zombificados. Ner’zhul podía sentir sus espíritus individuales y
pensamientos como si fueran los suyos. La rugiente cacofonía de su mente le hizo ser
incluso más poderoso, como si los espíritus le proporcionaran un alimento que
necesitaba desesperadamente. Descubrió que controlar las acciones de los zombis y
obligarlos a hacer lo que quisiera era un juego de niños.
43
Lectura: El día del Dragón
Mientras tanto, en las tierras asoladas por la guerra del sur, los dispersos restos de la
Horda luchaban por su propia supervivencia. Aunque Grom Grito Infernal y su clan
Grito de Guerra lograron evitar la captura y el envío a campos de internamiento en
Lordaeron. A pesar de estos costosos alzamientos, los guardias de los campos pronto
reestablecieron el control sobre sus brutales presos.
Sin embargo, y sin que la Alianza lo supiera, una gran fuerza de orcos todavía vagaba
libre por los terrenos baldíos al norte de Khaz Modan. El clan Faucedraco, liderado por
el infame brujo Nekros, estaba utilizando un antiguo artefacto conocido como el Alma
Demoníaca para controlar a Alexstrasza, la Dragonqueen su vuelo. Con la
Dragonqueen como su rehén, Nekros creó un ejército secreto en el interior de la
fortaleza abandonada (algunos dicen que maldita) Martillo Salvaje de Grim Batol.
Planeando liberar sus fuerzas y a los poderosos dragones rojos sobre la Alianza,
Nekros espera reunir a la Horda y continuar su conquista de Azeroth. Pero su visión
nunca se volvió real: un pequeño grupo de guerreros de la resistencia, liderados por el
mago humano Rhonin, lograron destruir el Alma Demoníaca y liberar a la
Dragonqueen del control de Nekros.
Llenos de furia, los dragones de Alexstrasza arrasaron Grim Batol hasta los cimientos
e incineraron a la mayoría del clan Faucedraco. Los grandes planes de Nekros de
reunificación se vinieron abajo mientras las tropas de la Alianza atrapaban a los orcos
que habían sobrevivido y los arrojaban a los campos de internamiento. La derrota del
clan Faucedraco señalaba el final de la Horda y el final de la furiosa sed de sangre
orca.
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El letargo de los orcos
Pasaron meses, y más prisioneros orcos fueron capturados y enviados a los campos
de internamiento. A medida que los campos comenzaban a llenarse, la Alianza se vio
obligada a construir nuevos campos en las llanuras al sur de las Montañas de Alterac.
Para mantener adecuadamente y suministrar al creciente número de campos, el rey
Terenas creó un nuevo impuesto para las naciones de la Alianza. Este impuesto, junto
a las crecientes tensiones políticas por disputas de frontera, creó un malestar general.
Parecía como si el frágil pacto que había unido a las naciones humanas en su hora
más oscura se pudiera romper en cualquier momento.
En mitad de este caos político, muchos de los guardias de los campos comenzaron a
notar un cambio inquietante en sus prisioneros orcos. Los esfuerzos de éstos por
escapar o incluso las peleas entre ellos se habían reducido mucho con el paso del
tiempo. Los orcos se estaban volviendo letárgicos y distantes. Aunque era difícil de
creer, los orcos, tenidos por la raza más agresiva que jamás se hubiera visto en
Azeroth, habían perdido toda su voluntad de luchar. El extraño letargo confundió a los
líderes de la Alianza y siguió cobrándose su precio en los orcos, que se debilitaban
rápidamente.
Algunos creían que la causante del desconcertante letargo era una extraña
enfermedad, que solo podían contraer los orcos. Pero el archimago Antonidas de
Dalaran propuso una hipótesis diferente. Estudiando lo poco que pudo encontrar de la
historia de los orcos, averiguó que éstos habían estado bajo la lacerante influencia de
los poderes demoníacos durante generaciones. Supuso que los orcos ya habían sido
corrompidos por estos poderes incluso antes de su primera invasión a Azeroth.
Claramente, los demonios habían manchado la sangre de los orcos, y los brutos
habían obtenido una fuerza, resistencia y agresividad antinaturalmente elevadas.
Antonidas teorizó que el letargo general de los orcos no era una enfermedad, sino una
consecuencia del alejamiento racial de las brujerías que les habían convertido en esos
guerreros temibles y sedientos de sangre. Aunque los síntomas eran claros, Antonidas
no fue capaz de encontrar una cura para la condición actual de los orcos. Pero ante
eso, muchos de sus camaradas magos y algunos notables líderes de la Alianza
adujeron que encontrar una cura para los orcos podría ser algo muy imprudente.
Pudiendo solo pensar en la misteriosa condición de los orcos, la conclusión de
Antonidas fue que la cura debería ser una espiritual.
45
La nueva Horda
Perseguido constantemente por los humanos, Grito Infernal conservaba sin duda
alguna la imparable voluntad de luchar de la Horda. Ayudado solo por su propio clan
Grito de Guerra, Grito Infernal seguía luchando una guerra oculta contra la opresión de
su acosado pueblo. Por desgracia, Grito Infernal nunca pudo encontrar una forma de
sacar de su estupor a los orcos capturados. El impresionable Thrall, inspirado por el
idealismo de Grito Infernal, desarrolló una fuerte empatía por la Horda y sus
tradiciones guerreras.
Buscando la verdad de sus propios orígenes, Thrall viajó al norte para encontrar al
legendario clan Lobo Gélido. Aprendió que Gul’dan había exiliado a los Lobos Gélidos
durante los primeros días de la Primera Guerra. También descubrió que él era el hijo y
heredero del héroe orco Durotan, el verdadero jefe de los Lobo Gélido, asesinado en
los bosques hacía veinte años.
Bajo la tutela del venerable chamán Drek’Thar, Thrall estudió la antigua cultura
chamánica de su pueblo, que había caído en el olvido bajo el malvado gobierno de
Gul’dan. Con el paso del tiempo, Thrall se convirtió en un poderoso chamán y tomó el
puesto que le pertenecía por derecho: jefe de los exiliados Lobos Gélidos. Fortalecido
por los propios elementos y empujado a descubrir su destino, Thrall se lanzó a liberar
a los clanes cautivos y curar a su raza de la corrupción demoníaca.
Durante sus viajes, Thrall encontró al anciano Jefe de Guerra, Orgrim Martillo Maldito,
que había estado viviendo como un ermitaño durante muchos años. Martillo Maldito,
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que había sido un gran amigo del padre de Thrall, decidió seguir al joven visionario
orco para ayudarle a liberar a los clanes cautivos. Apoyado por muchos de los jefes
veteranos, Thrall finalmente consiguió revitalizar a la Horda y darle a su pueblo una
nueva identidad espiritual.
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La guerra de la Araña
Los señores de las arañas nerubianos dirigían grandes fuerzas y tenían una red
subterránea que se extendía hasta casi la mitad de Rasganorte. Sus tácticas de atacar
y correr contra las fortalezas del rey Exánime bloqueaban sus esfuerzos para acabar
con ellos una vez tras otra. Finalmente, la guerra de Ner’zhul contra los nerubianos fue
ganada por el desgaste. Con la ayuda de los siniestros Señores del Terror e
innumerables guerreros no-muertos, el rey Exánime invadió Azjol-Nerub e hizo que
sus templos subterráneos cayeran sobre la cabeza de sus señores.
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Relato: Camino a la perdición
Después de largos meses de caminar por los duros eriales árticos, finalmente llegó al
oscuro glaciar de Corona de Hielo. Se aproximó con valor a la ciudadela oscura de
Ner’zhul y se sorprendió cuando los guardias no-muertos lo dejaron pasar como si le
estuvieran esperando. Descendió a las profundidades de la tierra helada y encontró su
camino al fondo del glaciar. Allí, en una caverna interminable de hielo y sombras, se
postró ante el Trono Helado y ofreció su alma al oscuro señor de la muerte.
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Kel’Thuzad volvió a Lordaeron disfrazado, y a lo largo de tres años, uso su fortuna e
inteligencia para reunir una hermandad clandestina de hombres y mujeres que
pensaban de forma parecida. La hermandad, a la que llamó Culto de los Malditos,
prometía a sus acólitos igualdad social y vida eterna en Azeroth a cambio de su
servicio y obediencia a Ner’zhul. A medida que pasaban los meses, Kel’Thuzad
encontró muchos voluntarios ansiosos de unirse a su nuevo culto entre los agotados y
explotados trabajadores de Lordaeron. Cumplir su objetivo fue sorprendentemente
fácil: básicamente, cambiar la fe de la gente en la Luz Sagrada por fe en la sombra
oscura de Ner’zhul. A medida que el Culto de los Malditos crecía en tamaño e
influencia, Kel’Thuzad se iba asegurando de ocultar sus actos a las autoridades de
Lordaeron.
Con el éxito de su sirviente en Lordaeron, el rey Exánime hizo los preparativos finales
para su asalto a la civilización humana. Colocando sus energías de la peste en un
número de artefactos portátiles, llamados calderas de la peste, Ner’zhul ordenó a
Kel’Thuzad que las llevase a Lordaeron, donde las escondería en varias aldeas
controladas por el culto. Las calderas, protegidas por fieles, actuarían como
generadores de peste, enviándola hacia las desprevenidas tierras de cultivo y
ciudades del norte de Lordaeron.
El plan del rey Exánime funcionó a la perfección. Muchas de las aldeas del norte de
Lordaeron fueron contaminadas casi de inmediato. Al igual que en Rasganorte, los
ciudadanos que contraían la peste morían y se alzaban como esclavos voluntarios del
rey Exánime. Los fieles de Kel’Thuzad estaban ansiosos por morir y volver a
levantarse al servicio de su señor oscuro. Se regocijaban con la idea de la inmortalidad
mediante la no-muerte. A medida que la peste se extendía, más y más zombis
salvajes aparecían en las tierras del norte. Kel’Thuzad contempló al creciente ejército
del rey Exánime y lo llamó la Plaga, porque pronto marcharía contra las puertas de
Lordaeron y borraría a la humanidad de la faz de la tierra.
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La Alianza se escinde
Sin ser conscientes de los cultos a la muerte que se estaban formando en sus tierras,
los líderes de las naciones de la Alianza comenzaron a reñir y discutir por posesiones
territoriales y la pérdida de influencia política. El rey Terenas de Lordaeron comenzó a
sospechar que el frágil pacto que había creado durante su hora más oscura no duraría
mucho más. Terenas había convencido a los líderes de la Alianza para que dieran más
dinero y trabajadores para ayudar a reconstruir el reino sur de Ventormenta, que había
sido destruido durante la ocupación orca de Azeroth. El aumento en los impuestos que
tuvo como resultado esto, junto a los altos costes de mantener y hacer funcionar los
campos de internamiento, llevó a muchos líderes, en particular a Genn Cringris de
Gilneas, a creer que sus reinos estarían mejor separándose de la Alianza.
Para empeorar las cosas, los elfos nobles de Lunargenta retiraron bruscamente su
lealtad a la Alianza, afirmando que el pésimo liderazgo de los humanos había
producido la quema de sus bosques durante la Segunda Guerra. Terenas luchó contra
su impaciencia y les recordó con calma a los elfos que no habría quedado nada de
Quel’Thalas si no hubiera sido por los miles de valientes humanos que habían dado su
vida por defenderla. A pesar de eso, los tercos elfos decidieron seguir su propio
camino. Y con el abandono de los elfos, Gilneas y Stromgarde también se marcharon.
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Capítulo V: El retorno de la Legión
Ardiente
Lectura: Arthas: La ascensión del Rey Exánime (pag.1-282)
La Plaga de Lordaeron
Warcraft III: Reino del Caos
A medida que las filas de los no-muertos arrasaban Lordaeron, el único hijo de
Terenas, el príncipe Arthas, se alistó a la lucha contra la Plaga. Arthas consiguió matar
a Kel’Thuzad, pero a pesar de eso, las filas de los no-muertos seguían creciendo con
cada soldado que caía defendiendo su tierra. Frustrado y bloqueado por el
aparentemente imparable ejército, Arthas daba pasos cada vez más radicales para
derrotarlos. Finalmente, sus compañeros le advirtieron de que estaba perdiendo su
humanidad.
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La Fuente del Sol: la caída de Quel’thalas
Aunque había derrotado a todos aquellos que veía como enemigos, Arthas todavía se
veía acosado por el fantasma de Kel’Thuzad. El fantasma le dijo que necesitaba
resucitarlo para la siguiente fase del plan del rey Exánime. Para hacerlo, Arthas debía
llevar los restos de Kel’Thuzad a la mística Fuente del Sol, oculta en el interior del
reino eterno de los elfos nobles de Quel’Thalas.
Por último, Arthas sumergió los restos de Kel’Thuzad en las aguas sagradas de la
Fuente del Sol. Aunque las poderosas aguas de la Eternidad se contaminaron por este
acto, Kel’Thuzad renació como un exánime hechicero. Resucitado como un ser mucho
más poderoso, Kel’Thuzad explicó la siguiente fase del plan del rey Exánime. Para
cuando Arthas y su ejército de muertos volvieron al sur, no quedaba ni un elfo vivo en
Quel’Thalas. La gloriosa tierra de los elfos nobles, que se había mantenido en pie
durante más de nueve mil años, ya no existía.
53
El retorno de Archimonde y el vuelo a Kalimdor
Una vez que Kel’Thuzad volvió a estar completo, Arthas llevó a la Plaga a Dalaran. Allí
el exánime obtendría el poderoso libro de hechizos de Medivh y lo usaría para invocar
a Archimonde de vuelta al mundo. Y a partir de ese momento, sería Archimonde el que
comenzaría la invasión final de la Legión. Ni siquiera los magos del Kirin Tor pudieron
evitar que las fuerzas de Arthas robaran el libro de Medivh y pronto Kel’Thuzad tuvo
todo lo que necesitaba para realizar su hechizo. Después de diez mil años, el
poderoso demonio Archimonde y su hueste emergieron de nuevo sobre el mundo de
Azeroth. Pero Dalaran no era su destino final. Bajo las órdenes del propio Kil’jaeden,
Archimonde y sus demonios siguieron a la Plaga de no-muerte a Kalimdor para
destruir a Nordrassil, el Árbol del Mundo.
En mitad de este caos, un profeta solitario y misterioso apareció para guiar a las razas
mortales. Este profeta resultó ser Medivh, el último guardián, que había vuelto
milagrosamente del Más Allá para redimirse de sus pecados del pasado. Medivh le
habló a la Horda y la Alianza de los peligros a los que se enfrentaban y las instó a
unirse. Hartos de generaciones de odio, los orcos y los humanos nunca lo harían.
Medivh se vio obligado a tratar con cada raza por separado, usando la profecía y los
engaños para guiarlos al otro lado del mar, a la legendaria tierra de Kalimdor. Los
orcos y los humanos pronto se encontraron con la oculta, desde hace mucho,
civilización de los kaldorei.
Los orcos, liderados por Thrall, sufrieron una serie de contratiempos en su viaje por los
Baldíos de Kalimdor. Aunque trabaron amistad con Cairne Pezuña de Sangre y sus
poderosos guerreros tauren, muchos orcos comenzaron a sucumbir a la sed de sangre
demoníaca que les había dominado durante años. El mejor teniente de Thrall, Grom
Grito Infernal, llegó incluso a traicionar a la Horda para entregarse a sus instintos más
básicos. Mientras Grito Infernal y sus leales guerreros Grito de Guerra acechaban por
los bosques de Vallefresno, se toparon con las antiguas Centinelas elfas de la noche.
Seguro de que los orcos habían vuelto a sus días bélicos, el semidiós Cenarius volvió
para hacer retroceder a Grito Infernal y sus orcos. Pero éstos, dominados por un odio
y una rabia sobrenaturales, lograron matar a Cenarius y corromper los antiguos
bosques. Al final, Grito Infernal limpió su honor ayudando a Thrall a derrotar a
Mannoroth, el señor demonio que había maldecido a los orcos con su sangre de odio y
rabia. Con su muerte, la maldición sanguínea de los orcos llegó a su fin.
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Malfurion, la propia naturaleza se alzó para acabar con la Legión y sus aliados de la
Plaga.
Mientras buscaba a más druidas que hibernaban, Malfurion encontró el antiguo túmulo
prisión en el que había encadenado a su hermano, Illidan. Convencida de que Illidan
les ayudaría a luchar contra la Legión, Tyrande lo liberó. Aunque sí lo hizo durante un
tiempo, eventualmente huyó para cumplir sus propios fines.
Los elfos de la noche se prepararon y lucharon contra la Legión Ardiente con una
férrea determinación. La Legión nunca había cesado en su deseo de obtener el Pozo
de la Eternidad, la fuente de la fuerza del Árbol del Mundo y el corazón del reino elfo
de la noche. Si su plan para asaltar el Árbol tenía éxito, los demonios destrozarían el
mundo en pedazos, literalmente.
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La batalla del Monte Hyjal
Bajo la supervisión de Medivh; Thrall y Jaina Valiente, la líder de las fuerzas humanas
en Kalimdor, se dieron cuenta de que tenían que dejar de lado sus diferencias. De la
misma forma, los elfos de la noche, liderados por Malfurion y Tyrande, aceptaron que
debían unirse si esperaban poder defender el Árbol del Mundo. Unidos en su
propósito, las razas de Azeroth trabajaron juntas para fortalecer las energías del Árbol
del Mundo todo lo que pudieron. Fortalecido por la propia energía del mundo,
Malfurion logró liberar toda la furia primaria de Nordrassil, destruyendo definitivamente
a Archimonde y cortando el ancla de la Legión con el Pozo de la Eternidad. La batalla
final sacudió al continente de Kalimdor hasta sus cimientos. Incapaz de absorber
poder del propio Pozo, la Legión Ardiente se derrumbó ante el poder combinado de los
ejércitos mortales.
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Juego: Warcraft III: The Frozen Throne
Lleno de poder y libre para vagar por el mundo una vez más, Illidan se lanzó a buscar
su propio lugar en el gran plan universal. Sin embargo, Kil’jaeden se encontró con él y
le hizo una oferta que no pudo rechazar. Kil’jaeden estaba furioso por la derrota de
Archimonde en el Monte Hyjal, pero tenía mayores preocupaciones que la venganza.
Sintiendo que su creación, el rey Exánime, se estaba volviendo demasiado poderosa
como para controlarla, ordenó a Illidan que destruyera a Ner’zhul y pusiera fin a la
Plaga no-muerta de una vez por todas. A cambio, Illidan recibiría un poder increíble y
un verdadero lugar entre los restantes señores de la Legión Ardiente.
En cuanto Illidan se marchó con los naga, la alcaide Maiev Cantosombrío comenzó a
buscarlo. Maiev había sido la carcelera de Illidan durante diez mil años y disfrutaba
con la idea de volver a capturarlo. Sin embargo, Illidan fue más listo que Maiev y sus
Guardias, y obtuvo el Ojo de Sargeras a pesar de sus esfuerzos. Con el poderoso Ojo
en sus manos, Illidan viajó a la antigua ciudad de magos de Dalaran. Fortalecido por
las líneas de poder ley de la ciudad, Illidan usó el Ojo para lanzar un destructivo
hechizo contra la ciudadela del rey Exánime, Corona de Hielo, en el lejano
Rasganorte. El ataque de Illidan destrozó las defensas del rey Exánime y resquebrajó
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el mismo techo del mundo. En el último momento, el hechizo de Illidan fue detenido
cuando su hermano Malfurion y la sacerdotisa Tyrande llegaron para ayudar a Maiev.
58
El levantamiento de los elfos de sangre
Sin ningún lugar al que ir, Kael y sus elfos de sangre siguieron a Lady Vashj a
Terrallende para ayudarle a luchar contra la alcaide Maiev, que había vuelto a capturar
a Illidan. Con las fuerzas combinadas de los naga y los elfos de sangre, consiguieron
derrotar a Maiev y liberar a Illidan de su presa. Usando como base Terrallende, Illidan
reunió a sus fuerzas para un segundo ataque contra el rey Exánime y su fortaleza de
Corona de Hielo.
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Guerra civil en las Tierras de la Peste
Ner’zhul, el rey Exánime, sabía que su tiempo se acababa. Encarcelado dentro del
Trono Helado, sospechaba que Kil’jaeden iba a enviar a sus agentes para destruirlo. El
daño causado por el hechizo de Illidan había resquebrajado el Trono Helado, razón
por la cual estaba perdiendo su poder diariamente. Desesperado por salvarse, llamó a
su mayor sirviente mortal a su lado: el caballero de la muerte príncipe Arthas.
Aunque sus poderes habían disminuido por la debilidad del rey Exánime, Arthas se
había visto envuelto en una guerra civil en Lordaeron. La mitad de sus fuerzas no-
muertas, lideradas por la alma en pena Sylvanas Brisaveloz, habían dado un golpe de
estado para controlar el imperio no-muerto. Arthas, llamado por el mismísimo rey
Exánime, se vio obligado a dejar a la Plaga en manos de su teniente, Kel’Thuzad,
mientras la guerra se extendía por las Tierras de la Peste.
Debilitado, pero decidido a salvar a su señor, Arthas llegó a Rasganorte para descubrir
que los naga y los elfos de sangre de Illidan lo estaban esperando. Él y sus aliados
nerubianos corrieron contra las fuerzas de Illidan para llegar al glaciar de Corona de
Hielo y defender el Trono Helado.
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El Rey Exánime triunfa
A pesar de estar debilitado, Arthas superó a Illidan y llegó al Trono Helado primero.
Usando su espada rúnica, Frostmourne, Arthas destrozó la prisión helada del rey
Exánime, liberando así el peto y el yelmo encantados de Ner’zhul. Arthas se colocó el
yelmo de poder inimaginable sobre su cabeza y se convirtió en el nuevo rey Exánime.
Las almas de ambos se unieron en un único y poderoso ser, justo como Ner’zhul había
planeado desde el principio. Illidan y sus tropas se vieron obligadas a huir de vuelta a
Terrallende derrotadas, mientras que Arthas se convertía en una de las entidades más
poderosas que el mundo había conocido.
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Antiguas rencillas: la colonización de Kalimdor
Thrall llevó a los orcos al continente de Kalimdor, donde fundó una nueva nación con
la ayuda de sus aliados tauren. Llamando a la nueva tierra Durotar, en memoria del
padre asesinado de Thrall, los orcos se asentaron para reconstruir su antaño gloriosa
sociedad. Ahora que la maldición demoníaca había acabado, la Horda pasó de ser una
bestia de guerra a convertirse en una coalición más disoluta, dedicada a la
supervivencia y prosperidad en lugar de a la conquista. Ayudados por los nobles
tauren y los astutos trols de la tribu Lanza Negra, Thrall y sus orcos miraron hacia una
nueva era de paz en su propia tierra.
El resto de fuerzas Alianza bajo las órdenes de Jaina Valiente se asentaron en el sur
de Kalimdor. En la cosa oriental del Marjal Revolcafango construyeron la pedregosa
ciudad portuaria de Theramore. Allí, los humanos y sus aliados enanos trabajaron para
sobrevivir en una tierra que siempre les sería hostil. Aunque los defensores de Durotar
y Theramore mantuvieron la vacilante tregua, la frágil serenidad colonial no estaba
destinada a durar.
La paz entre los orcos y los humanos se desquebrajó ante la llegada de una enorme
flota Alianza a Kalimdor. La poderosa flota, bajo el mando del gran almirante Daelin
Valiente (el padre de Jaina), había abandonado Lordaeron antes de que Arthas
destruyera el reino. Después de navegar durante muchos y crueles meses, el
almirante Valiente buscaba a cualquier supervivientes de la Alianza que pudiera
encontrar.
El gran almirante obligó a Jaina a tomar una terrible decisión: ayudarlo a luchar contra
los orcos y traicionar a sus nuevos aliados, o luchar contra su propio padre para
mantener la frágil paz que la Alianza y la Horda habían obtenido al fin. Después de
meditarlo mucho, Jaina escogió la última opción y ayudó a Thrall a derrotar a su
enloquecido padre. Por desgracia, el almirante Valiente murió en combate antes de
que Jaina pudiera reconciliarse con él o demostrarle que los orcos ya no eran
monstruos sedientos de sangre. Por su lealtad, los orcos permitieron a las fuerzas de
Jaina volver sin problemas a Theramore.
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Ayer y Hoy: Conflicto y triunfo en el World of
Warcraft
Han pasado dos años desde la fundación de Durotar...
Aunque estos viejos enemigos han renovado sus disputas, muchos antiguos peligros
han resurgido para amenazar a las asediadas razas de Azeroth. Como si fueran
espoleados por fuerzas ocultas, oscuros agentes han conseguido poner al mundo al
borde del desastre.
Pero la amenaza no se limitaba a un solo reino. Algunos de los dragones verdes que
en otra época habían sigo los tenientes de confianza de Ysera, habían sido
corrompidos por la Pesadilla Esmeralda que surgió de portales del sueño por todo el
mundo, amenazando las vidas de aquellos a los que había protegido.
Por toda Silithus surgieron enjambres de insectos, como guiados por alguna
inteligencia antigua y maligna. Tras las puertas del Muro del Escarabajo, los
despiadados qiraji se movilizaban una vez más. Fortalecidos por el viejo dios C’Thun,
los qiraji preparaban sus legiones para un asalto mundial para vengar su amarga
derrota a manos de los Elfos de la Noche mil años atrás.
63
Y aún más, la garra helada del Exánime volvía a descender sobre Azeroth, y la Plaga
renovó su asalto tanto contra los vivos como contra los no-muertos. Inquietantes
necrópolis habían aparecido recientemente en torno a las principales ciudades. Las
fuerzas de la Alianza y de la Horda se movilizaron y rechazaron a la Plaga. Sin
embargo, algunas preguntas siguen en el aire. ¿Fue esta derrota un verdadero
contratiempo para el Rey Exánime, o acaso este primer ataque tenía unos objetivos
diferentes para la Plaga? En cualquier caso, Kel’Thuzad está claramente preparando
el escenario para una apocalíptica invasión a gran escala desde su centro de poder en
Naxxramas.
Comic: Crematoria
Los héroes del mundo se han enfrentado valientemente a estos desafíos y a más, para
asegurar la supervivencia de sus razas. Sin embargo, los peores peligros siguen aún
ocultos. Estas amenazas hacen que los habitantes de Azeroth se pregunten si la paz
encontrará su lugar en esa tierra...
64
Juego: The Burning Crusade
Comic: A la Sombra
En las profundidades del Paso de la Muerte, los inquietos fantasmas merodeaban por
los oscurecidos salones de Karazhan, donde el poseso mago Medivh pasaba sus
últimos días. Tentados por los rumores de los secretos intemporales que se guardaban
en su interior, muchos aventureros habían comenzado a infiltrarse en la torre
encantada. En los pasajes secretos de la fortaleza arcana, horribles pesadillas han
despertado.
Con el futuro en peligro, ha surgido una reliquia del pasado, irradiando renovadas
energías. Esta reliquia ha permitido a Lord Kazzak activar el actual Portal Oscuro,
abriendo así una puerta a...
65
El mundo destruido de Terrallende
Aquí, antes de que Draenor fuera destruido por los portales de Ner’zhul, los Orcos y
los Draenei llegaron a vivir en paz. Ahora esta tierra baldía está gobernada por el
siempre ávido de poder Illidan Tempestira, que fuera defensor de los Elfos de la
Noche.
Unido a los elfos de sangre del príncipe Kael’Thas Sunstrider y los insidiosos naga,
Illidan mantiene su mano dura sobre Terrallende y sus múltiples portales. La Legión
Ardiente también ha puesto su mirada sobre Terrallende, con la esperanza de poder
utilizar los portales para acceder a numerosos mundos aún intactos. Si los demonios
tienen éxito, no quedarán refugiados que sobrevivan a su fiera cruzada.
Además, el demonio Lord Kil’jaedon no ha olvidado que Illidan no logró destruir al rey
Exánime. Aunque Illidan aún controla el poderoso Templo Negro, espera la llegada de
la Legión Ardiente, y está haciendo los preparativos necesarios. Él y sus aliados
luchan para asegurar que los múltiples portales de Terrallende permanecerán cerrados
mientras refuerza su base de poder.
Aún así, las fuerzas de Illidan no son la única presencia en Terrallende. Muchas otras
facciones merodean por las tierras yermas.
Además, y para horror del Jefe de la Guerra Thrall, los refugiados orcos de la desolada
región habían descubierto y abrazado una nueva forma de corrupción demoníaca.
Recientemente, un nuevo grupo de orcos viles habían abandona la Ciudadela de
Fuego Infernal, la base de operaciones de la Horda durante la Primera y la Segunda
Guerra. Aunque estos salvajes orcos no habían intentado mantener en secreto su
presencia en Terrallende, la fuente de su nueva corrupción sigue siendo un misterio.
Usando su fortaleza dimensional, Tempest Keep, los naaru también habían llegado a
Terrallende. Estos seres de energía reconocían la importancia estratégicas de las
tierras yermas y habían hecho voto de destruir sus jurados enemigos, la Legión, a toda
costa. Cuando la mayoría de los naaru partieron a explorar, Kael’thas aprovechó su
oportunidad para atacar.
A pesar de los esfuerzos de Illidan para mantener cerrados los portales de Terrallende
han anticipado el papel de Terrallende en las nuevas hostilidades y en las aún más
peligrosas amenazas. Por eso los ciudadanos de Azeroth no sólo se están preparando
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para luchar unos contra otros, sino también para el inevitable combate contra la Legión
Ardiente. Con este fin, tanto la Horda como la Alianza han reclutado nuevos aliados.
Dos poderosas nuevas razas han dado un paso adelante respondiendo a la llamada.
Desolados por la reciente invasión de Quel’Thalas, los Elfos de la Sangre, ingeniosos
y adictos a la magia se han unido para reconstruir gran parte de su reino y unirse a la
causa de la Horda. Al mismo tiempo, los Draenei, que en otra época habían coexistido
pacíficamente con los chamánicos orcos, se habían unido a la Alianza para luchar
contra la Legión Ardiente y vengar las pasadas atrocidades de los orcos...
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El vuelo de los Draenei
Hace mucho tiempo, en el mundo de Argus, la raza eredar, brillante y con un don
único para la magia, atrajo la atención de Sargeras, el Destructor de Mundos.
Sargeras ofreció poderes desconocidos a los tres líderes de los eredar - Kil’jaeden,
Archimonde y Velen – a cambio de firme lealtad. Velen pronto tuvo una angustiosa
visión en la que veía a los eredar transformados en indescriptibles demonios, los
primeros miembros sensitivos de la Legión, que crecerían hasta ser enormes y
diezmarían la vida.
Los naaru se ofrecieron para acoger a Velen y a otros refugiados. Velen reunió
discretamente a aquellos a los que consideraba de confianza, y les denominó draenei,
o “los exiliados”. Cuando sargeras volvió a Argus y transformó en demonios a muchos
eredar, los draenei lograron escapar de su mundo a duras penas. Furioso, Kil’jaeden
juró seguir a Velen hasta el fin del mundo.
Aunque la Legión Ardiente persiguió a los draenei por el cosmos, los naaru instruyeron
a los exiliados en el camino de la Luz. Conmovidos, los draenei juraron honrar a la Luz
y proteger los ideales de los naaru.
La campaña orca contra los draenei fue brutalmente efectiva. Casi un ochenta por
ciento de los draenei fueron destruidos, aunque un pequeño grupo consiguió
sobrevivir, incluido el noble Velen.
Los orcos invadieron Azeroth a través del Portal Oscuro de Medivh. Años más tarde,
después de la Segunda Guerra, los nuevos portales de Ner’zul reducirían el Draenor a
pedazos.
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Relato: Intacto
En los últimos años, Velen, el noble líder de los Draenei, ha tenido una visión...
En ella veía a los tábidos, que en otra época habían sido saludables Draenei que
habían involucionado durante la sangrienta cruzada de los orcos para eliminar la raza
Draenei. Según la visión de Velen, los Tábidos volverían de nuevo al poder y
ayudarían a sus hermanos desplazados.
La visión de velen tomó forma en el cuerpo de Nobundo, el que una vez fuera
vindicador draenei y que había regresado mientras los orcos diezmaban su raza y
destruían el planeta. Como sus compañeros Tábidos, Nobundo había perdido contacto
con la Luz, por lo que se aventuró en los desiertos de Terrallende para meditar y rezar
en busca de consejo.
Tras décadas de silencio, una voz desconocida respondió por fin a sus plegarias. No
era la Luz quien le susurraba, sino el viento. La brisa le hablaba de verdades perdidas,
del poder de los elementos… del delicado equilibrio de poder que albergan los
chamanes.
Nobundo escuchó atentamente y aprendió todo lo que pudo. Cuando consideró que
era el momento adecuado, abandonó el desierto, decidido a usar su conocimiento para
ayudar a la raza draenei. Sin embargo, la mayoría de los refugiados draenei acogieron
la llegada del Tábido con escepticismo y prejuicios. Tan solo uno de los Draenei sanos
no rechazó al Tábido: el sabio y perceptivo Velen.
Velen había oído hablar de la filosofía de los chamanes con anterioridad, pero
Nobundo le reveló nuevas verdades. Los elementos eran eternos, se extendían por
todo el cosmos para habitar todos los mundos que tocaban. Con el entrenamiento
adecuado, los Draenei podían aprender a usar esta ignorada y aparentemente
inacabable fuente de poder.
A Velen le alegro que su visión fuera a convertirse en realidad. Por esa razón, llevó a
Nobundo consigo cuando junto con sus compañeros arrebató la estructura satélite
naaru de “Exodar” a los Elfos de Sangre. Fue así como Nobundo viajó con los Draenei
al mundo de Azeroth.
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El legado de los Elfos de la Sangre
Hace mucho tiempo, los altos elfos exiliados altos elfos desembarcaron en las costas
de Lordaeron. Se adentraron en ellas para encontrar un nuevo hogar, y después de
numerosas batallas contra los trols, establecieron el reino de Quel’Thalas.
Usando un vial de agua sagrada extraída del primigenio Pozo de la Eternidad, los altos
elfos crearon una fuente de poder mágico en un punto de convergencia de energías
místicas en Quel'Thalas. La llamaron La Fuente del Sol. Su potente magia arcana
colmó y fortaleció a los altos elfos y pronto fundaron la magnífica ciudad de
Lunargenta.
Protegidos por una barrera mágica, los altos elfos disfrutaron de un largo periodo de
paz de casi cuatro mil años, pero la paz no estaba destinada a durar. Los trols Amani
reunieron un inmenso ejército y asaltaron el reino élfico. Enormemente superados en
número, los altos elfos rápidamente formaron una alianza con la nación humana de
Arathor. Los elfos enseñaron a un pequeño de humanos como manejar la magia. A
cambio los humanos auxiliaron a los elfos en su lucha por destruir el origen del poder
de los trols para siempre.
Durante los siguientes años, los altos elfos retornaron a sus costumbres ermitañas,
pero durante la Tercera Guerra, el diabólico Príncipe Arthas Menethil llevó la batalla
una vez más a sus puertas. Arthas ansiaba el poder de La Fuente del Sol, y no cesaría
ante nada ni nadie hasta conseguirlo. Invadió Quel’Thalas y aniquiló a la mayoría de la
población. Al final, incluso el Rey Anasterian Sunstrider yacía muerto.
Quedó de manifiesto la adicción que los altos elfos tenían por las energías arcanas de
La Fuente del Sol. Ahora que el origen de su poder mágico había desaparecido, los
altos elfos que quedaban pronto se volvieron enfermos y apáticos.
El Príncipe Kael’thas, el último del linaje real, regresó de sus estudios en Dalaran para
encontrar Quel’Thalas en ruinas. Sediento de venganza, reunió a los supervivientes,
les llamó elfos de sangre y tomó a un grupo de los más bravos luchadores para unirse
a la batalla contra la Plaga en Lordaeron.
Allí, los elfos conocieron el único ser capaz de poner fin a su hambre: el demonio
renegado Illidan Tempestira. Con la seguridad de que los elfos de sangre morirían sin
la ayuda de Illidan, Kael’thas acordó servir al traidor. Un solo representante, Rommath,
fue enviado de vuelta a Azeroth con un mensaje de esperanza para los restantes elfos
de sangre en Quel’Thalas: un día Kael’thas regresaría para conducir a su gente al
paraíso.
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Rommath ha hecho grandes progresos adiestrando a los elfos de sangre en
avanzadas técnicas para manipular las energías arcanas. Con renovada
determinación, los elfos de sangre reconstruyeron Lunargenta, por medio de energías
mágicas volátiles. Espoleados por la promesa del retorno de Kael’thas, los fatigados
habitantes de Quel’Thalas se centran en recuperar sus fuerzas, incluso mientras forjan
un nuevo camino a un incierto futuro.
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Elfos de Sangre paladines: El robo de la Luz
El príncipe Kael’thas Sunstrider y sus elfos de Sangre esperaron hasta que el recién
llegado naaru saliera de Tempest Keep. Le importaba poco lo que el naaru quisiera
conseguir en aquel mundo desolado; era Tempest Keep lo que le interesaba. A una
señal del príncipe, los elfos asaltaron la fortaleza dimensional, derrotando rápidamente
sus defensas automatizadas y capturando sus estructuras satélites. La única amenaza
real que descubrieron los elfos fue un solitario naaru que se había quedado atrás para
mantener las defensas del castillo. No sin dificultad, Kael’thas logró dominar al ser de
energía y lo envió a Quel’Thalas para que los Elfos de Sangre, adictos a la magia,
pudieran alimentarse de ella.
Lady Liadrin, Antigua sacerdotisa, había renunciado a sus votos recientemente, puesto
que sentía que la Luz había abandonado a su pueblo. Supo de los logros de los
magos, y se presentó voluntaria para ser la primera en someter a su voluntad los
poderes robados. A decisión suya, se formó una nueva orden: los Caballeros de
Sangre. Estos paladines renegados pueden dominar los poderes secretos de los más
nobles héroes de la Alianza.
Los paladines elfos de Sangre ponto ganaron confianza en las habilidades que había
tomado prestadas. Sin embargo, y como puede confirmar hasta el mago más
inexperto, cuando las fuerzas poderosas son manipuladas contra el propósito para el
que fueron concebidas...
Ha pasado un año desde que los héroes que representan tanto a la Alianza como a la
Horda atravesaron El Portal Oscuro...
Terrallende fue otrora Draenor, hogar de los draenei y de los orcos. Poco después de
llegar a Azeroth y unirse a la Alianza, los draenei desempeñaron un papel decisivo al
convencer a sus nuevos aliados de que se aventuraran de nuevo en la tierra destruida
al otro lado del portal.
Asimismo, los elfos de sangre instaron a sus nuevos aliados dentro de la Horda a
viajar hasta el reino donde residía su amado Príncipe, Kael’thas Caminante del Sol. El
Príncipe había enviado a su pueblo un mensaje en el que les alentaba a avanzar con
promesas de liberación y de salvación futura.
Fue así como aventureros de Azeroth inundaron el paisaje condenado. Los elfos de
sangre pronto aprendieron que la salvación que prometía el príncipe Kael’thas era una
mentira y que el Príncipe no hacía más que seguir su terrible plan. El paraíso que
esperaban encontrar en Terrallende era en realidad un peligroso reino con un sinfín de
conflictos.
Sin embargo, los planes del Príncipe no llegaron a buen puerto y los héroes de
Terrallende le derrotaron. Su siguiente meta era destronar al maléfico dirigente de
Terrallende: Illidan El Traidor. Lo primero que hicieron fue reducir a uno de los
máximos tenientes de Illidan, la bruja naga Lady Vashj. A continuación, los
envalentonados luchadores marcharon hacia las puertas del Templo Oscuro y se
enfrentaron a Illidan en persona. Libraron una feroz y desesperada batalla y al final
lograron matar al Traidor, indultando así Terrallende de su férreo control.
Para los draenei, la vuelta a Terrallende les proporcionó una oportunidad de reclamar
las regiones que antes eran su hogar, enfrentarse a viejos enemigos y conocer por fin
el destino de aquellos que se quedaron atrás.
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Segunda Guerra y la reciente aceptación de los elfos de sangre en las filas de la
Horda, se revolvió contra sus antiguos aliados. Dentro de la fortaleza amurallada de
Zul’Aman, Zul’jin ordenó al señor aojador Malacrass imbuir los espíritus de antiguos
dioses animales en el cuerpo de guerreros trol vivos.
Una vez más, intrépidos héroes entraron en acción para conquistar el aterrador
ejército trol. Sin embargo, a pesar del derramamiento de sangre que tuvo lugar en el
reino elfo, fue en el corazón de Quel’Thalas donde la esperanza brilló con más luz tras
una dura batalla en el emplazamiento de La Fuente del Sol.
Lo que parecía imposible ocurrió, y la Horda y la Alianza unieron fuerzas para derrotar
a Kil’jaeden, protegiendo una vez más Azeroth de la Cruzada de la Legión Ardiente.
Tras la victoria, el profeta draenei Velen santificó la legendaria Fuente del Sol con el
poder de la Luz Sagrada.
En cambio, con el renacimiento de La Fuente del Sol, los Caballeros de sangre - una
orden de elfos de sangre paladines que una vez controlaron la fuerza de la Luz - han
decidido abrazar la Fuente y forjarse una nueva identidad que les permita liderar a su
gente hacia un futuro más prometedor.
Sin embargo, en breve este supuesto futuro podría quedar en entredicho debido a una
oscura e inquietante presencia de inmenso poder que se despierta en los baldíos
nevados de una tierra lejana...
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Juego: Wrath of the Lich King
Mucho antes del Gran Cataclismo del mundo, una maligna raza de insectos conocidos
como los aqir luchaba a muerte contra los feroces trols. Con el tiempo los ejércitos de
los trols dividieron el imperio en dos. Los ejércitos aqiri que huyeron hacia los baldíos
del norte fundaron el reino de Azjol-Nerub y su raza se convirtió en lo que ahora
conocemos como los “nerubianos”.
A causa del Cataclismo el norte helado del continente se separó y formó lo que se
llamaría el continente de Rasganorte. A pesar de su aislamiento del resto del mundo,
el imperio nerubiano prosperó... hasta la llegada del Rey Exánime y la Guerra de la
Araña.
Bajo el mando del señor demonio Kil’jaeden, el Rey Exánime tenía como misión
extender la peste de los no-muertos entre las razas de mortales. Tenía gran poder
incluso desde su reclusión en un casco de hielo conocido como el Trono Helado.
Durante los siguientes años, los nerubianos cayeron ante la cólera del Rey Exánime.
Los eventos ocurridos durante la Tercera Guerra dieron paso a la liberación del Rey
Exánime de su prisión de hielo a manos del Príncipe Arthas.
El Aspecto dragón azul Malygos también emergió de su largo aislamiento e inició una
despiadada guerra contra los mortales que practicaban la magia Arcana. Este conflicto
despertó la ira del Vuelo rojo y extendió el caos.
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Bajo la presión de tener que responder con un ejército al completo, el Jefe de guerra
Thrall desplegó una fuerza expedicionaria en Rasganorte liderada por el Señor
supremo Garrosh Grito Infernal. Mientras, el desaparecido rey humano, Varian Wrynn,
consiguió volver a la ciudad de Ventormenta a reclamar su corona. Envió un ejército
de la Alianza igual de poderoso, comandado por Bolvar Fordragón, para derrotar al
Rey Exánime y a cualquier miembro de la Horda que se interpusiese en su camino
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La Ira del Rey Exánime
Como preparación para la ofensiva final contra el Rey Exánime, la Cruzada Argenta,
una unión de guerreros sagrados de la Orden de la Mano de Plata y El Alba Argenta,
levanto una base cerca de la Ciudadela de Corona de Hielo para conseguir recursos e
identificar a los campeones que servirían como vanguardia de su ejército. EL alto
señor Tirion Vadín organizó un torneo para poner a prueba a los potenciales héroes de
la Horda y la Alianza, pero agente de la Plaga aparecieron rápidamente para sabotear
el evento. EL ataque de los no-muertos culminó con la aparición del monstruoso señor
de la cripta Anub’arak, quien intento exterminar a la fuerza de élite de Tirion antes de
que esta pudiese conformarse.
Lectura: Tempestira
Devastación: Preludio al Cataclismo
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Juego: Cataclysm
Tras la onerosa guerra contra el Rey Exánime y su Plaga de no-muertos que acabó
con la victoria de la Horda y de la Alianza, muchos esperaban un periodo de paz
duradero. Sin embargo, mientras los habitantes de Azeroth se empezaban a recuperar
de años de dolor y sufrimiento causados por la Plaga, los cimientos del mundo se
desmoronaron.
Aún más inquietante resulta que las fronteras de las regiones del Plano Elemental
antes seguras (Fauce Abisal, Infralar, el Muro Celeste y las Tierras de Fuego) se han
abierto de par en par. Ahora, los espíritus de los elementales destructivos y sus
despiadados señores infestan Azeroth.
Los sirvientes de Ragnaros el Señor del Fuego ya están invadiendo las colinas del
Monte Hyjal en un intento por incendiar el legendario Árbol del Mundo. Mientras, en el
lejano Uldum, situado al sur, Al’Akir el Señor del Viento y sus feroces esbirros
elementales están sitiando las misteriosas estructuras titánicas de la región desértica.
El Martillo Crepuscular, una secta que debe su lealtad a los malignos dioses antiguos y
que se rumorea que colabora estrechamente con Alamuerte, ha aprovechado la
oportunidad para esclavizar elementales para sus siniestros propósitos.
Por otro lado, las luchas internas también han amenazado con alterar el equilibrio de
poder que existe entre las grandes razas de Azeroth. En Cima del Trueno, Baine
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Pezuña de Sangre ha asumido el liderazgo de los tauren tras la muerte de su padre,
Cairne, en un duelo con Garrosh. Hace poco, Baine lanzó un ataque brillante contra la
tribu tauren de los Tótem Siniestro y su matriarca, Magatha, que se había apoderado
temporalmente de Cima del Trueno tras la muerte de Cairne.
Al otro lado del Mare Magnum, en Khaz Modan, peligra el futuro de Forjaz. Durante un
desafortunado ritual terráneo, el rey Magni Barbabronce se convirtió inesperadamente
en un diamante, dejando vacante el trono de Forjaz. Desde entonces, los clanes
Martillo Salvaje, Barbabronce y Hierro Negro han acordado gobernar de forma
conjunta la ciudad montañosa en ausencia de Magni, pero aún queda por ver si estos
grupos dejarán de lado sus enconadas rencillas y gobernarán como uno solo.
Entre el caos y la confusión mundial, dos grupos independientes luchan por resolver
sus propios problemas. Gilneas, un reino humano devastado por el azote de los
huargen, ha sido invadida por los Renegados. Puede que la única oportunidad de
Gilneas de reclamar su hogar frente a los no-muertos sea establecer nuevos pactos
con la Alianza, sus antiguos aliados.
En los Mares del Sur, los goblins del Cártel Pantoque luchan por sobrevivir tras haber
sido expulsados de su hogar en la Isla de Kezan. Aunque la neutralidad siempre ha
caracterizado a esta raza, los encuentros hostiles con la Alianza han llevado a los
exiliados de Kezan a considerar asociarse con la Horda, una elección que podría
beneficiar a ambas partes.
Sin tener en cuenta lo valiosa que resultaría la ayuda del Cártel Pantoque y de Gilneas
en estos tiempos de inestabilidad, si el creciente rencor entre la Horda y la Alianza
distrae su atención de acabar con las conspiraciones de Alamuerte, todo estará
perdido.
Comic: Jurasangre
Jinetes Oscuros
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Huargen: La furia de Goldrinn
Tras la Guerra de los Ancestros de hace más de diez mil años, un grupo de druidas
empezó a practicar una forma volátil que se basaba en la furia del ancestro lobo
Goldrinn. Aunque a estos individuos, conocidos como los Druidas de la Manada, se les
otorgó un gran poder, se convirtieron en esclavos de su propia ira; criaturas feroces
movidas por el instinto primario más que por la razón.
Al reconocer los peligros que entrañaba esta forma difícil de controlar, Malfurion
Tempestira prohibió a sus seguidores utilizarla. Sin embargo, uno de los druidas de
Malfurion, Ralaar Colmillo de Fuego, se opuso vehementemente a la decisión de su
maestro. Ralaar conocía los riesgos de utilizar la ira de Goldrinn, pero creía que era la
clave para vencer en una guerra cruenta que los elfos de la noche estaban librando en
ese momento contra los sátiros demoniacos.
Trabajando con Belysra, una sacerdotisa de Elune, Ralaar diseñó un artefacto mágico
conocido como la Guadaña de Elune en un intento por neutralizar la furia incesante de
la forma. Desafortunadamente, la ira de Goldrinn no se calmó tal y como se esperaba.
Más bien, convirtió a Ralaar y a sus seguidores en los primeros huargen de Azeroth,
transformándolos en monstruosidades que no eran ni lobo ni elfo de la noche.
Durante la batalla con los sátiros, estas bestias lupinas atacaron tanto a aliados como
a enemigos. Los elfos de la noche mordidos por el ejército de Ralaar contraían una
terrible maldición y se transformaban en huargen inmediatamente. Al no ver otra
salida, Malfurion, muy a su pesar, exilió a los huargen al Sueño Esmeralda, donde se
sumieron en un profundo sueño que duraría hasta el fin de los tiempos.
Cuando la Plaga infestó los Reinos del Este, unos milenios más tarde, el archimago
Arugal logró despertar a los huargen del Sueño con la intención de aprovechar su
ferocidad contra los nomuertos. No obstante, las frenéticas bestias lupinas enseguida
raicionaron a los aliados de Arugal y empezaron a propagar su maldición por toda la
población humana del Bosque de Argénteos.
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Por si fuera poco, otro de los problemas de Gilneas es que la imponente Muralla de
Cringris ha sido sitiada por los Renegados. Mientras la nación se apresura a
enfrentarse a los no-muertos a sus puertas, también lucha por impedir que sus últimos
vestigios de humanidad desparezcan para siempre.
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Goblins: Los exiliados de Kezan
Es una ironía que estos goblins fueran una vez esclavos de los trols. Desprovistos del
intelecto y de los conocimientos de ingeniería que les caracterizan hoy en día, los
goblins realizaban trabajos forzosos extrayendo kaja’mita para que sus crueles amos
trols la utilizaran en rituales vudú.
Con su nuevo intelecto, los goblins se hicieron famosos al diseñar una serie de
ingeniosos inventos. Pero, al final, empezaron a escasear los suministros de kaja’mita
y, como su inteligencia disminuía, sus inventos cada vez eran menos fiables. Por
consiguiente, los goblins hicieron del mercantilismo su nueva fuente de ingresos y
transformaron Kezan en un lucrativo centro de actividades comerciales. Los príncipes
mercantes no tardaron en hacerse con el poder. La mayoría era de la opinión de que
la neutralidad en un lugar inestable como Azeroth sería la posición política más
beneficiosa. Sin embargo, como más tarde descubrió el Cártel Pantoque, la
neutralidad no siempre asegura la supervivencia.
Hasta aquí, huargen y goblins han superado arduos obstáculos en busca de paz y
estabilidad. Sin embargo, a pesar de estos triunfos, aún les quedan grandes retos a
los que enfrentarse.
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La Hora del Crepúsculo
Alarmada por las terribles pérdidas entre todos los trols, la tribu Zandalari viajó por
todo el mundo para reunir a su raza y reconstruir su antiguo y poderoso imperio. Los
Zandalari recuperaron las ciudades caídas de Zul’Gurub y Zul’Aman, y comenzaron a
dirigir sangrientas incursiones contra territorios que habían sido "suyos" con
anterioridad. La creciente fuerza trol esperaba dirigir una gran guerra contra el resto de
razas de Azeroth, pero el honorable Vol'jin, de la tribu Lanza Negra, se levantó contra
semejante plan criminal, y reclutó a campeones de la Horda y la Alianza para invadir
las antiguas ciudades y detener el ataque.
Tras una serie de feroces batallas, los héroes de Azeroth desterraron a Ragnaros el
Señor del Fuego y a sus esbirros elementales del Monte Hyjal. Sin embargo, las
amenazas contra Hyjal persistían, incluyendo a traidores druidas que habían
abandonado a sus aliados y habían unido sus fuerzas a la de los elementales.
Temiendo otra invasión elemental, los defensores de Azeroth iniciaron un audaz asalto
contra el reino ardiente de Ragnaros: las Tierras de Fuego. Entre las hirvientes
llamaradas de su dominio elemental, Ragnaros se encontraba en la plenitud de su
poder; solo los mayores campeones de la Horda y la Alianza, ayudados por grandes
druidas como Malfurion Tempestira, podían atreverse a intentar derrotar al Señor del
Fuego.
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Juego: Mist of Pandaria
Relato: Misión en Pandaria
Diario de viaje de Lili (Capitulo 5-11)
La Niebla de Pandaria
Mientras por toda Pandaria se libraba la guerra entre la Horda y la Alianza, los mogu
desperdigados tramaban recuperar su terrible esplendor anterior. Reavivaron su
alianza histórica con los trols Zandalari, quienes lograron resucitar al tiránico
emperador mogu Lei Shen, el Rey del Trueno, con la esperanza de restablecer el
dominio mogu sobre el continente. Los valientes Shadopan se apresuraron a contener
a sus enemigos, creando un destacamento especial, el Asalto del Shadopan,
compuesto originalmente por guerreros pandaren y contando luego con el apoyo de
héroes de la Horda y de la Alianza. Estos campeones intrépidos se esforzaron por
derrotar al Rey del Trueno, aunque al mismo tiempo sirvieron a los intereses de sus
facciones en Pandaria. Jaina Valiente comandó la Ofensiva del Kirin Tor en su misión
de hallar la fuente de todo el poder mogu (y evitar que la Horda se hiciera con él),
mientras que Lor’themar Theron se llevó al Embate Atracasol en busca del poderoso
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armamento mogu para que les ayudara en un plan… Una insurrección contra el Jefe
de Guerra Garrosh Grito Infernal.
En busca del poder en Pandaria, Garrosh Grito Infernal excava parte del sagrado Valle
de la Flor Eterna intentando hallar un siniestro artefacto, una decisión que pone en
contra de la Horda al Shadopan y a otros pandaren influyentes. Mientras, en la capital
de la Horda, Orgrimmar, el jefe Vol’jin y los trols Lanza Negra son declarados traidores
y perseguidos por los Kor’kron, la guardia personal de Grito Infernal. La gente de
Vol’jin se retira a Durotar y a los Baldíos para reunir suministros y refuerzos con los
que contraatacar, contando con el apoyo de su amigo Jefe de Guerra, Thrall, y un
pacto especialmente endeble con la Alianza, cuyo interés en terminar con el dominio
de Garrosh podría presagiar cosas no precisamente buenas para la Horda…
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