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La Santurronería
Altiva

R. J. Rushdoony

RJ Rushdoony.

Desde hace unos años, tuve como vecinos a una pareja joven con
problemas serios. La esposa era completamente irresponsable.
Tenía un hogar bonito, tres hermosos y nobles niños, un esposo
el y devoto y ayuda de tiempo parcial para ayudar con el
mantenimiento de la casa. El esposo y las amas de llaves hacían
mucho del trabajo y la esposa a veces desaparecía por la noche,
especialmente los nes de semana con uno u otro “novio.” Cuando
por n el esposo amenazó con una demanda legal y un divorcio, la
esposa dijo, con bastante enojo, “¿Cómo puede hacerme esto a mí
después de todo lo que hecho por él?” ¡Su actitud era que
cualquier cosa que hacía por él era un favor, por lo que debía estar
agradecido!

No hace mucho tiempo, un joven mostró una reacción similar. Sus


padres le proveyeron una educación excelente, le ayudaron a
comprar una casa similar a la de ellos, le dieron a él y a su esposa
una vacación en Hawái, un auto nuevo cada tercer año y aún más,
sin embargo, no cumplía con sus responsabilidades ordinarias
como hombre. Cuando el padre exigió alguna acción responsable
del joven y su esposa, el hijo rechazó airadamente el consejo.
“¿Qué me has hecho en todos estos años?” se quejó. “Siempre
estabas demasiado ocupado trabajando para pasar tiempo
conmigo y ahora quieres manejar mi vida.” Al hijo se le había dado
una buena y disciplinada vida familiar, una educación excelente,
tanto tiempo como su familia podía dar y más que un poco de
dinero, pero ¡todavía podía quejarse!

La raíz de este padecimiento es la santurronería altiva. El hombre


santurrón ve todo mal con Dios, el mundo y su familia y nada mal
en él mismo. El hombre santurrón tiene una respuesta
revolucionaria para todos los problemas: todo a su alrededor debe
cambiar y él debe seguir siendo el mismo. Por de nición, él mismo
es la norma última y el juez. El orden debe ser volcado, sus padres
despreciados, y toda autoridad desacatada, pero insiste en
permanecer igual; está muy satisfecho con su propia perfección.

Están equivocados, grave y maliciosamente equivocados, estos


hombres que nos dicen que estos revolucionarios, viejos y jóvenes,
en la política o en nuestras escuelas, son mozos nobles e
idealistas. Son, más bien, necios santurrones dedicados a la
proposición que todo el mal está en el mundo a su alrededor y
toda la justicia está en ellos mismos.

Es por esto por lo que la Escritura es tan enfática al declarar que


ningún hombre es salvo por su propia justicia, por ser santurrón
altivo, “el hombre no es justi cado por las obras de la ley,”
(Gálatas 2:16). Ningún hombre gana una salvación o una
perfección bricolaje. La salvación es la obra de Dios en el hombre,
la justicia de Dios, no de la justicia propia. El hombre salvado
busca conformarse a la Palabra y la voluntad de Dios; el hombre
santurrón altivo busca conformar a Dios y al mundo a su palabra y
voluntad. El hombre santurrón altivo hace su propia voluntad su
ley; reemplaza la ley de Dios con las tradiciones del hombre de su
propia concepción.

Hoy en día, la santurronería altiva se ha hecho una virtud, los


grandes y jóvenes cultivándola. Estamos en problemas. El mundo
de la santurronería es un mundo de anarquía. La historia de la
esposa joven tiene veinte años; algunos, pero no muchos, estaban
a favor de ella en ese entonces. La historia del joven es del año
pasado y la mayoría estaban a favor del hijo. Después de todo.
Dijeron, el hijo no es un delincuente y el padre debe ser
agradecido. ¿A quién más va a dejar su dinero?

Desde hace mucho tiempo Salomón describió esa gente: “Hay


generación limpia en su propia opinión, si bien no se ha limpiado
de su inmundicia,” (Proverbios 30:12). El destino de tales es ser
eliminados de la historia por el juicio de Dios.

R.J. Rushdoony, A Word in Season, Daily Messages on the Faith for All of
Life, Vol I (Una Palabra a Tiempo: Mensajes Diarios Acerca de la Fe para
Toda la Vida, Tomo I), Vallecito, California, Ross House Books, 2010   

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