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Características generales de la literatura

española
Justo Fernández López

 
Desde el Romanticismo tardío se intenta dar una visión general de la
literatura española en sus rasgos más característicos. El primero que lo
intentó fue el catalán Milá y Fontanals (1865-1866). Después de él lo
intentaron los historiadores como Ramón Menéndez Pidal (1869-1968) y
Américo Castro (1885-1972) en el siglo XX, el literato Dámaso Alonso
(1898-1990), los hispanistas extranjeros Karl Vossler, Arturo Farinelli,
Otis H. Green, Rudolf Großmann. Más tarde los literatos jóvenes
introdujeron una visión social de la literatura y su función crítica:
Gutiérrez Girardot, Gerald Brennan y Julio Rodríguez Puertolas / Carlos
Blanco Aguinaga / Iris M. Zavala: Historia social de la literatura
española (en lengua castellana), Madrid: Castalia, 1978).
Los rasgos principales de la literatura española que estos autores
destacan son:
 mezcla de realismo e idealismo, de lo popular y lo culto al mismo
tiempo;
 tendencia a la improvisación y despreocupación por la publicación
impresa;
 una imaginación más poética que política, que impone el sueño a
la realidad, en vez de contraponer una utopía a la realidad;
 cierto nacionalismo, tanto en la alabanza como en la crítica a
España;
 cierta tendencia democrática en el tratamiento de la literatura;
 tendencia a la sencillez y al autodominio estoico;
 gran sentido del humos, de la honra y de la historia como algo
permanente (sobre todo de la historia propia).
Lo que llama la atención en esta enumeración de los rasgos principales
de la literatura española es la contradicción entre muchos de los
caracteres arriba indicados. Tanto es así que se podría decir que la
característica principal de la literatura española reside en la coexistencia
de rasgos contrarios. Las obras maestras de esta literatura intentan una
reconciliación de la oposición de contrarios, y en esto podríamos decir
que reside su misión y función crítico-social.
En la recepción de corrientes literarias extranjeras podemos constatar
primero una reacción de defensa que se transforma luego en una
profunda asimilación; esto tanto en la Edad Media como en el
Renacimiento, la Ilustración, el Romanticismo, el Realismo y el
Naturalismo, hasta el Surrealismo. Con la única excepción, quizás, del
Renacimiento italiano y su influencia no falsificada en la lírica española
(tras el encuentro histórico del poeta español Boscán con el embajador
italiano Navagero en Granada en 1526), todas las corrientes literarias
extranjeras fueron asimiladas en España fusionándolas con la tradición
latente nacional; con ello perdían su novedad y su fuerza de renovación
para tomar rasgos típicamente españoles.
Es característico de la literatura española el que las corrientes
extranjeras no se ciñen en España a la misma época o espacio de
tiempo como en otras naciones. Algunas corrientes surgen en España
antes que en otros países: la lírica medieval, la ilustración cultural del
tiempo de Alfonso X el Sabio (1221-1284), la novela picaresca y la
novela dialogada, la novela moderna con Cervantes. Pero, en
general, se nota un retraso general a nivel cultural con relación a otras
naciones. El crítico alemán Ernst Robert Curtius cita el ejemplo de
Alfonso de la Torre y su obra La visión delectable: la obra fue escrita en
1440, se publicó en 1480 y fue popular y muy leída hasta entrado el
siglo XVII, aunque esta obra ignoraba todo lo producido después de
1200 hasta su fecha). Esta indiferencia cultural frente al progreso no
comenzó con el “cierre nacional” frente a Europa de la Reforma en 1572.
Hasta finales del siglo XIX, la pervivencia de estilos, de formas
tradicionales, de usos y costumbres es general en España. Este rasgo
tiene algo que ver con el sentimiento del tiempo en España.
Falta la conciencia del paso puntual y dramático entre pasado y futuro,
con el acento en el presente que termina un pasado e inicia un futuro
dinámico. El dinamismo del presente está poco acentuado. El presente
es sentido como la integración de un pasado consumado y un futuro que
no anula nunca el pasado. De ahí ese sentimiento del tiempo tan
envidiado por otras naciones: la sensación de tener el tiempo libremente
a disposición siempre. Mientras que la lucidez en el fracaso, el famoso
desengaño, es motivo general de esta literatura, el retraso cultural
respecto a otras naciones vecinas apenas es sentido como una
desventaja o error o lo es de forma esporádica (hasta la Generación del
98).
La serie de críticos de la cultura española comienza en el siglo XVII con
Francisco de Quevedo (1580-1645) y pasa por los Ilustrados
(“afrancesados”) del siglo XVIII. Pero el pesimismo cultural colectivo y la
conciencia de “subdesarrollo cultural” empieza a imponerse con la
Generación de 1898 bajo el impacto de la pérdida de las últimas
colonias españolas de ultramar (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Desde
1900, comienza un movimiento rápido de recuperación que cambia e
influye en España más que los tres siglos anteriores.
De todos modos, hay que decir que la literatura española no ha tenido
un reflejo en otras naciones europeas semejante al de Italia en el
Renacimiento, al de Francia en la Ilustración o al de Alemania e
Inglaterra en el Romanticismo. Algunos críticos han visto como
impedimento de esta influencia nula en otras naciones la característica
general de la literatura española que le impide poder elevarse a valor
universal humano: su dualidad fundamental, su escasez de forma frente
a la abundancia de contenido, su fuerza vital junto con un descuido
formal y amaneramiento que le da un tono demasiado espiritual. Se ha
criticado en algunas obras clásicas españolas el dominio excesivo de lo
tradicional-católico frente a una falta de elementos de valor humano
universal. El genio español ha tenido siempre que luchar contra cierta
falta de libertad que le impedía elevarse a valor universal humano. Esta
falta de libertad, sin embargo, fomentó el individualismo rebelde y
creador. Aunque hay que conceder que la literatura no aprovechó el
momento crítico del siglo XVIII en el que se pudo tematizar el tránsito
de la España tradicional a la Europa moderna.
Un equivalente de Goya en la literatura no lo tiene España en el siglo
XVIII-XIX: faltó una puesta en cuestión de la tradición, así como una
crítica a la naciente modernidad en la literatura, una puesta en cuestión
que vemos en las pinturas de Goya (1746-1828) como Los disparates,
Caprichos y Desastres de la guerra. La influencia de la Inquisición y de
la mentalidad de la Reconquista fue grande. En 1721, el francés Saint-
Simon saca la conclusión de su viaje a España diciendo que “España sólo
quiere la ignorancia, y la ignorancia más grosera”. La Leyenda negra,
propagada en Europa en tiempos del Humanismo y de la Reforma,
fomentó aún más esta opinión. Esta conciencia de ser diferente a Europa
llevó al slogan propagandístico del turismo español en la era franquista
que decía España es diferente. Aun Lorca habló orgulloso de que los
españoles “somos gente distinta”.
Esta persistente conciencia de ser diferente, la resistencia a toda
tendencia moderna a la igualdad y nivelación de valores humanos, es lo
que da a la literatura española más genuina cierta fascinación. Gustav
Siebenmann escribió: “El encuentro de un extranjero con la literatura
española nunca es un encuentro con algo familiar y conocido, sino una
confrontación con algo diferente”.
En un país donde la tríada “libertad, fraternidad, igualdad” nunca se
logró imponer como programa nacional, encontramos un profundo
individualismo, una generosa humanidad y un fuerte sentimiento del
valor de la persona. Esta sobrevaloración de todo lo personal, del “estar”
frente al “ser”, de lo ideal/soñado sentido como realidad frente a lo real
opaco, es característica de la mejor literatura española.
Para comprender la esplendorosa irrupción de la España del Siglo de Oro
en la cultura literaria europea, hay que tener en cuenta la historia
anterior, la historia de los siglos que precedieron a la España Imperial
que comienza con los Reyes Católicos (1474-1516) y el descubrimiento
de América (1492). Es la España que durante ocho siglos lucha por
ganar una identidad frente a los árabes y los judíos. Una España que
recién salida de la romanización, es conquistada por los visigodos y
apenas “visigotizada” es invadida por los árabes. El ideal del
Reconquistador quedará latente tanto en los libros de caballerías como
en la mística, así como en el Quijote con su crítica latente a todo ideal.
El valor de la persona con su fe transcendental y su voluntad, la
igualdad de todos los hombres en el honor, por encima de diferencias
materiales de clases sociales (“somos pobres, pero honrados”) serán
rasgos que se pueden ver en la literatura del Siglo de Oro. En uno de los
siglos de mayor pobreza nacional, denunciada por la picaresca, el siglo
XVII, el siglo del Barroco, España producirá su literatura clásica de
mayor esplendor.

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