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Los países de América Latina y el Caribe han asumido importantes compromisos en

lo que se refiere a los derechos de la mujer. Todos ellos han ratificado


la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la
Mujer, y 14 de ellos han ratificado además su Protocolo Facultativo. El sistema
interamericano de derechos humanos incluye un poderoso instrumento regional
para combatir la violencia contra las mujeres: la Convención de Belém do Pará. En
consonancia con los acuerdos internacionales y con la Plataforma de Acción de
Beijing, y tras muchos años de trabajo en favor de los movimientos de mujeres,
varios países decidieron actuar para promover la igualdad de género a través de la
modificación de sus constituciones, la creación de ministerios o institutos de
asuntos de la mujer, la reforma de sus códigos civiles, la tipificación de la violencia
de género como delito y el establecimiento de cuotas de género para los cargos
políticos.
A pesar de que casi todos los Estados de la región están considerados como países
de ingreso medio, siguen existiendo altos niveles de desigualdad y exclusión social,
especialmente entre las mujeres, los pueblos indígenas y afrodescendientes, y los
jóvenes. De acuerdo con el Informe sobre Desarrollo Humano para América Latina
2010, en esta región se encuentran 10 de los 15 países con mayores niveles de
desigualdad del mundo. La seguridad pública es una preocupación creciente;
surgen nuevas formas de violencia contra las mujeres y el femicidio es cada vez
más habitual.

Nuestras soluciones
ONU Mujeres actúa en la región de América Latina y el Caribe a través de
su oficina regional ubicada en la ciudad de Panamá, que brinde apoyo a nuestras oficinas
de país y otras que cubren varios países y que están ubicadas a través de la region, así
como a países donde ONU Mujeres tiene una presencia programática más limitada.
En los Estados donde no tenemos una presencia en el terreno, apoyamos la
ejecución de programas a través de las alianzas que mantenemos con el sistema
de las Naciones Unidas, los gobiernos y la sociedad civil.
Nuestras iniciativas se centran en tres áreas prioritarias de intervención que
consideramos estratégicas para superar los desafíos comunes en los países de
América Latina y el Caribe: participación política de las mujeres y el liderazgo, el
empoderamiento económico de las mujeres y erradicar la violencia contra las
mujeres y las niñas.
Ayudamos a fortalecer el liderazgo de las mujeres, incluso entre las mujeres
dedicadas a la política y los miembros de partidos políticos. Con el fin de mejorar el
empoderamiento económico de las mujeres, sobre todo de las que forman parte
de los colectivos más marginados, instamos a que las políticas y las soluciones
adoptadas permitan acceder a los recursos, al empleo y a los servicios, llevando a
cabo investigaciones rigurosas y aportando pruebas para sustentar nuestra labor
de promoción. Una de nuestras prioridades es el reconocimiento de la contribución
de las mujeres en el mundo del trabajo, remunerado o no; otra de ellas es el logro
de la igualdad de acceso a un trabajo decente.
Múltiples programas persiguen el objetivo de acabar con la violencia contra
mujeres y niñas a través de la ampliación de la prevención y del acceso a los
servicios para las sobrevivientes. Trabajamos con los diferentes países para
reforzar las leyes y las instituciones que protegen a las mujeres, e involucramos a
los hombres en las tareas de lucha contra la violencia. La mejora del acceso a la
justicia y la erradicación de la impunidad exigen adoptar medidas encaminadas a
aumentar la capacidad de respuesta de las y los agentes de policía y de las/os
funcionarias/os judiciales. ONU Mujeres también tiene un papel protagónico en
la campaña ÚNETE del Secretario General de las Naciones Unidas, que actúa en los 33
países de la región, haciendo hincapié en que la eliminación de la violencia es
responsabilidad de todas y todos.
En relación a estas áreas prioritarias y otras, ONU Mujeres apoya las reformas
jurídicas en curso y la integración de las medidas de igualdad de género en todos
los programas, planes y presupuestos nacionales.

 Inicio

 Qué hacemos

 Poner fin a la violencia contra las mujeres

 Campaña ÚNETE

Campaña ÚNETE poner fin a la


violencia contra las mujeres
Lanzada en 2008, la campaña del Secretario General de la ONU Ban Ki-moon ÚNETE
para Poner Fin a la Violencia contra las Mujeres  es una iniciativa plurianual que busca
prevenir y eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas en todo el mundo.
ÚNETE hace un llamado a los gobiernos, la sociedad civil, las organizaciones de mujeres,
las y los jóvenes, el sector privado, los medios de comunicación y a todo el sistema de la
ONU a sumar fuerzas para afrontar la pandemia mundial de violencia contra las mujeres y
las niñas.
La campaña se basa en diversos marcos legales y jurídicos internacionales, y trabaja para
crear sinergias entre las iniciativas de todas las oficinas y organismos de la ONU que
trabajan para eliminar la violencia contra las mujeres. Establece cinco resultados clave que
deberán obtenerse en todos los países para el año 2015, que incluyen:
 La adopción y aplicación de leyes nacionales para abordar y castigar todas las formas de
violencia contra las mujeres y las niñas, de acuerdo con los principios internacionales de
derechos humanos.
 La adopción y aplicación de planes nacionales de acción multisectoriales que enfaticen la
prevención y que estén dotados de los recursos necesarios.
 El establecimiento de sistemas de recopilación y análisis de datos sobre la prevalencia de
las distintas formas de violencia ejercida contra las mujeres y las niñas.
 El desarrollo de campañas nacionales y/o locales y el compromiso de una amplia variedad
de actores de la sociedad civil en la prevención de la violencia y la asistencia de las mujeres y
las niñas que han sufrido maltrato.
 Las iniciativas sistemáticas para abordar la violencia sexual en situaciones de conflicto y
para proteger a las mujeres y las niñas contra la violación como táctica de guerra, así como la
plena aplicación de leyes y políticas conexas.

Paulina Luisi, Uruguay

Derechos de autor de la imagenBBC WORLD SERVICE

El primer país de América Latina en aprobar el sufragio femenino fue Uruguay.


Allí, las mujeres pudieron votar por primera vez el 3 de julio de 1927, en un
plebiscito local organizado por la comunidad de Cerro Chato, en el centro del país.

Sin embargo, pasarían varios años más antes de que las mujeres participaran en
una elección nacional, el 27 de marzo de 1938.

Esos hitos se lograron gracias a la labor de mujeres como Paulina Luisi (1875-
1949), una médica, docente y activista feminista, hija de inmigrantes polacos que
llegaron al Río de la Plata en 1872.
En 1899 Luisi fue la primera mujer en Uruguay en obtener el título de bachiller y en
1908 se convertiría en la primera en graduarse de la Facultad de Medicina de la
Universidad de la República, donde se graduó de ginecóloga.
Una persona muy respetada, representó a Uruguay en diversas conferencias
internacionales sobre la mujer y fue la primera delegada gubernamental femenina
de América Latina en la Sociedad de las Naciones (League of Nations), la
precursora de la ONU.

En 1922 fue nombrada vicepresidenta honoraria de la Conferencia Panamericana


de la Mujer.

Luisi también fundó y editó la revista "Acción Femenina" y enseñó sobre salud y
sexualidad. Luchó para prevenir la prostitución y las enfermedades venéreas,
campañas por las que fue criticada por algunos, que la consideraban una
anarquista y revolucionaria.

Además, se involucró en política, siendo una de las fundadoras del Partido


Socialista de Uruguay, y creó los primeros dos sindicatos femeninos de ese país:
la Unión de Telefonistas y de Costureras.

Matilde Hidalgo de Procel, Ecuador


Tres años antes de que las mujeres pudieran participar por primera vez en un
plebiscito en Uruguay una ecuatoriana logró convertirse en la primera mujer en
América Latina que pudo sufragar en una elección nacional.

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Su nombre era Matilde Hidalgo de Procel (1889-1974), fue la primera mujer en


graduarse de una escuela secundaria en Ecuador, la primera médica de su país y
también la primera en ocupar cargos de elección popular.
Hidalgo, la menor de seis hermanos, fue criada por su madre en la ciudad sureña
de Loja, después de la muerte de su padre, un comerciante. En 1921 se doctoró
de la Universidad Central, en Quito, tras haberse graduado como médica en la
Universidad de Azuay, en Cuenca, con las más altas calificaciones.

Dos años más tarde contrajo matrimonio con el prestigioso abogado ecuatoriano
Fernando Procel, con quien tuvo dos hijos.

En 1924 cuando se abrieron los registros de empadronamiento para las elecciones


legislativas pidió ser registrada para votar. Ante la negativa de los funcionarios citó
la Constitución nacional: "Para poder ejercer el derecho al voto el único requisito
es ser mayor de 21 años y saber leer y escribir".

Su solicitud fue elevada al Consejo de Estado que finalmente decidió otorgarle el


derecho a votar.

El sufragio femenino se lograría finalmente en 1929 (aunque solo para las mujeres
que pudieran demostrar tener facultades para hacerlo, el voto sin restricciones
llegaría en 1967), convirtiendo a Ecuador, junto con Puerto Rico, en los primeros
países latinoamericanos en darle participación a las mujeres en comicios
nacionales.

En 1941, Hidalgo fue la primera mujer en postularse a un cargo de elección


popular en Ecuador y la primera elegida administradora pública.

A lo largo de su vida recibió muchas distinciones por su constante lucha por los
derechos de la mujer: fue condecorada con la medalla al Mérito en 1956 y a la
Salud Pública en 1971. Su ciudad natal la recuerda a través del Museo Matilde
Hidalgo de Procel.

Bertha Lutz, Brasil


Hoy la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, es considerada una de las mujeres
más poderosas del planeta. Pero la mandataria difícilmente hubiera llegado a
manejar la sexta economía del mundo sin la ardua labor de feministas como
Bertha Lutz (1894-1976).

Esta científica y política brasileña era hija del famoso médico de origen suizo
Adolfo Lutz, pionero en Medicina Tropical, y su madre era una enfermera inglesa.

De joven viajó a Europa donde conoció los movimientos de las primeras


sufragistas británicas, lideradas por Emmeline Pankhurst.
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Se formó como zoóloga en la Universidad de la Sorbona, en París, y a su regreso


a Brasil, en 1919, logró un hito: ser contratada por el Museo Nacional de Río de
Janeiro, a pesar de que en ese momento el acceso a cargos públicos estaba
prohibido a las mujeres.

En 1922 fundó la Federación Brasileña para el Progreso Femenino y en 1929 la


Universidad de la Mujer. También estudió abogacía, y escribió un proyecto de ley
para que las mujeres pudieran votar.

Su activismo jugó un papel clave para que en 1932 el presidente Getúlio Vargas
autorizara por decreto el derecho de sufragio femenino, que incorporó muchas de
las sugerencias que había presentado Lutz.

Así, Brasil seguiría los pasos de Uruguay, Ecuador y Puerto Rico, permitiendo a
las mujeres votar, aunque el voto sin restricciones se daría en 1934.

Además de su trabajo como científica, Lutz también fue pionera en la política: en


1934 fue electa diputada federal suplente y en 1936 asumió el cargo,
representando a la Liga Electoral Independiente.

Desde el Congreso luchó por cambiar la legislación laboral sobre el trabajo


femenino e infantil y promovió la igualdad de remuneración entre hombres y
mujeres. Sin embargo, su experiencia como legisladora concluyó en 1937 cuando
Vargas clausuró el Parlamento.

En 1948 fue delegada de Brasil ante la ONU y firmó la Declaración Universal de


los Derechos Humanos.

Para homenajearla, en 2001 el Congreso brasileño creó el premio Bertha Lutz


para distinguir a mujeres que se destacan en su lucha por los derechos femeninos.
Elvia Carrillo Puerto, México
Conocida como "La Monja Roja" por sus ideas socialistas, Elvia Carrillo Puerto
(1878-1967) fue la principal impulsora del feminismo en México.

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A diferencia de sus pares en el resto de América Latina, que lucharon por el voto a
través de asociaciones civiles, Carrillo Puerto se involucró directamente en política
para obtener este objetivo.

Oriunda de la península del Yucatán, tuvo doce hermanos. A los 13 años contrajo
matrimonio con un hombre mayor con el que tuvo a su único hijo. Viuda a los 23,
volvió a contraer nupcias años después, aunque en 1923 solicitó el divorcio, que
era legal en Yucatán.

Trabajó como maestra rural y en 1912 fundó la primera organización femenina de


campesinos de México. A lo largo de esa década siguió organizando grupos
feministas, promoviendo campañas de alfabetización, de higiene femenina y de
control de la natalidad. Escribía sus discursos en español y en maya.

Justo con su hermano Felipe Carrillo Puerto inició uno de los movimientos sociales
más importantes de la época con la creación del Partido Socialista Obrero de
Yucatán.

Tras la elección de su hermano como gobernador del Estado en 1922, Yucatán


permitió a las mujeres votar y participar en política. Fue así como Carrillo Puerto
hizo historia junto con Beatriz Peniche de Ponce y Raquel Dzib Cicero,
convirtiéndose en las primeras mujeres mexicanas en asumir un cargo de
representación popular, al ser electas diputadas del Congreso de Yucatán.

Sin embargo, faltaría mucho para que las mujeres tuvieran derecho a votar en el
resto del país.
En 1924, tras el asesinato de su hermano, Carrillo Puerto fue obligada a dejar su
cargo y mudarse a Ciudad de México, donde continuó con su campaña por la
educación de las mujeres y el sufragio femenino.

A pesar de que logró reunir miles de firmas a favor del voto femenino, recién en
1947 se les daría el derecho a las mujeres a participar en elecciones municipales.

El derecho pleno a participar en comicios nacionales llegaría en 1953, convirtiendo


a México en uno de los últimos países de América Latina en aprobar el sufragio
femenino, junto con Colombia (1954), Honduras, Nicaragua y Perú (1955), y
Paraguay (1961).

El 15 de octubre de 2013 el Senado de México anunció la creación del premio


Elvia Carrillo Puerto para conmemorar cada año el Día Internacional de la Mujer.

Eva Duarte de Perón, Argentina


En Argentina, pocas mujeres suscitaron más controversia que Eva Duarte de
Perón (1919-1952), la segunda esposa del ex presidente Juan Domingo Perón,
fundador del peronismo, la principal fuerza política del país.

Sin embargo no hay muchos que cuestionen el papel que jugó la exprimera dama
de Argentina (1946-1952) para que las mujeres obtuvieran el derecho a votar, en
1947.

Derechos de autor de la imagenBBC WORLD


SERVICEImage captionEva Duarte de Perón votando desde su lecho de muerte en 1951.

Desde el comienzo de la gestión de su marido, Evita –como era conocida


popularmente- se expresó públicamente a favor de la igualdad de derechos entre
el hombre y la mujer.

Duarte de Perón fue una de las principales impulsoras del proyecto de ley que
presentó el peronismo a poco de asumir para permitir el sufragio femenino, tarea
que le valió muchas críticas.
Tras promulgar la ley el 23 de septiembre de 1947, el presidente Perón le entregó
el documento a su esposa, quien celebró el acontecimiento con un histórico
discurso transmitido por cadena nacional.

En 1949, Evita fundó el Partido Peronista Femenino para aumentar la influencia de


las mujeres en la política. El movimiento, de fuerte base sindical, fue la primera
fuerza política femenina masiva del país.

A través de la reforma constitucional de 1949 también propuso la igualdad jurídica


de los cónyuges y la patria potestad compartida, aunque esos derechos quedarían
derogados tras el golpe militar de 1955 y recién se restablecerían en 1985.

En 1951, la imagen de Duarte de Perón votando por primera vez desde su lecho
de muerte simbolizaría para la eternidad el papel que jugó la exprimera dama en la
obtención del voto femenino.

Más allá del rol indispensable que jugó Evita, muchos creen que la mujer que más
hizo en la historia de Argentina para promover los derechos femeninos fue Alicia
Moreau de Justo (1885-1986), una médica, política y militante de los derechos
humanos que fundó la Unión Feminista Nacional en 1918.

Tras la muerte en 1928 de su esposo, el fundador del Partido Socialista, Juan B.


Justo –el único partido que proclamaba la igualdad política y laboral de las
mujeres- Moreau de Justo continuó haciendo campaña por el sufragio femenino,
elaborando un proyecto de ley en 1932 que obtuvo la aprobación de la Cámara de
Diputados pero fue rechazado por el Senado

Como es bien sabido, la segunda ola del feminismo se inicia en la década del sesenta1 , vinculada a
los movimientos sociales de la época. En un primer momento, se trata sobre todo de reacciones
individuales ante una situación de desigualdad flagrante, incluso en el seno de los grupos más
progresistas de entonces. En ese contexto se originó un grupo particular de feministas, que
intentaron por todos los medios llevar lo privado a la arena política. Esta consigna afectaba tanto a
la actividad política como a la vida privada, y por ello para las feministas que se formaron entonces
el feminismo fue a la vez un desafío político y una ética personal. Ya sea que eligieran el feminismo
radical (de mujeres y sólo para mujeres) o la doble militancia (en un partido parlamentario o
extraparlamentario, como se llamaba entonces, y a la vez en grupos feministas), su éxito fue
importante, porque provocó que las Naciones Unidas (NU) convocaran en 1975 a la primera
Conferencia Mundial sobre la situación de las mujeres. La proclamación del Año Internacional de la
Mujer en 1975 y la década (1975-1985) de las Mujeres de las Naciones Unidas fortalecieron, y
desarrollaron en otros casos, el movimiento amplio de mujeres en muchos países
latinoamericanos y caribeños. En general, la literatura latinoamericana y caribeña aborda esta
realidad de varias maneras. Algunas autoras hablan de movimiento de mujeres, otras de
movimientos feministas, movimiento autónomo y movimiento amplio de mujeres. ¿Por qué estas
diferentes denominaciones? Antes de continuar, queremos señalar a grosso modo cómo se
caracteriza cada uno de ellos a partir de algunas definiciones, entre las tantas existentes. El
movimiento de mujeres (MM) se reconoce como un movimiento heterogéneo, con presencia
desigual en la escena social, con demandas ambiguas y muchas veces contradictorias expresadas a
través de formas tradicionales y novedosas modalidades de lucha que no siempre llegan a
articularse. Muchas veces estos movimientos no se consideran feministas. El movimiento
feminista (MF) es la lucha consciente y organizada de mujeres contra el sistema en que vivimos:
subvierte todas las esferas posibles, públicas y privadas, de este sistema que es clasista, sexista y
racista. OSAL42 ANÁLISIS [UNA APROXIMACIÓN AL MOVIMIENTO DE MUJERES EN AMÉRICA
LATINA] El movimiento autónomo de mujeres (MAUM) está conformado por grupos e individuas
que promueven y defienden su agenda independiente de organizaciones gubernamentales,
partidos, grupos religiosos o grupos económicos. Comparte el compromiso de luchar contra la
subordinación, la discriminación y la violencia promovida por el orden patriarcal. Así, los
movimientos de mujeres y feministas en América Latina emergen como tales en los tiempos de la
“segunda ola”, expresándose en varias ciudades de América Latina y del Caribe a partir de la
década del setenta. Igual que en el norte, este movimiento provenía principalmente de mujeres de
clase media; se organizó al inicio vía un modelo autogestionario e independiente y era
generalmente constituido por pequeños grupos de auto-conciencia. A mediados de los setenta2 ,
salvo en algunos de los países del sur. por las dictaduras existentes, donde los movimientos de
mujeres fueron parte de la resistencia (Argentina, Chile, Uruguay3 ), se comienzan a delinear el
Movimiento Feminista y de Mujeres con las características actuales. A fines de los setenta, las
corrientes feministas se diversifican y va surgiendo un movimiento amplio de mujeres (MAM) que
se empieza a deslindar en parte del feminismo para desarrollar una doble militancia
(parlamentaria, partidos políticos) y un trabajo de/para/con mujeres (de los sectores populares,
trabajadoras, campesinas, etc.) en los que ha prevalecido casi solamente un trabajo a partir de sus
necesidades prácticas. El movimiento amplio de mujeres (MAM) es una forma de articulación
donde participan no sólo grupos, ONGs del movimiento de mujeres, sino también los grupos y
ONG del movimiento feminista, organizaciones gubernamentales que adelantan políticas públicas
de género, grupos y centros académicos, mujeres de partidos e individualidades con fines y
proyectos muy concretos a corto y mediano plazo. En la década del noventa, el movimiento
feminista se academiza y se institucionaliza, llega el tiempo de las políticas OSA

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