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para serle franco, me atraen otras cosas aparte del confort. Siento un poco de
curiosidad por enterarme cómo se diversifican las necesidades del consumo cuando la
producción industrial se acerca al punto crítico de saturación del mercado. Toda esa
nueva línea de expansión de la industria occidental: la pornografía, los estímulos
sexuales, la droga; incluso los nuevos psicofármacos, los tranquilizantes y el
desarrollo de la petroquímica. Contaminación ambiental y cerebral. Pero eso es parte
de mi espíritu investigador, solo eso.
Las comisuras del leptosomático se contrajeron para reprimir una sonrisa mordaz.
—No necesita ir tan lejos para ese tipo de investigación; basta con cruzar el
borde.
—Tal vez, pero los americanos ofrecen un futuro más prometedor.
—Pues ellos son los que toman la decisión final en esto.
—¿La CIA? —inquirió el gordo.
El rostro con un acusado prognatismo asintió levemente.
—Vaya. ¿Y qué se hizo de nuestro indoblegable espíritu de autonomía
germánica? ¿Qué se hizo de Arminio y de la victoria de la selva de Teutberg? ¿Dónde
han quedado Goethe y el Sturm und Drang? —Poetizó el hombre rollizo con arrebato
lírico—. ¿También del otro lado del borde se vendió la soberanía por un plato de
lentejas?
—Todo eso fue demolido en el cuarenta y cinco —dictaminó el Landgrave.
Hubo una nueva conmoción en el olvidado tablero del fondo:
9. PAxP
9…. PxP
10. C4R
10…. A4A
11. C3C
El hombre del traje color crema se revolvió incómodo en la butaca; sus gestos
seguían transmitiendo un contrariado sometimiento.
—Muy bien —dijo después de una pausa en la que nadie habló—. Si se me
permite hacer una sinopsis de la situación, todos estamos ahora documentados.
Alguien examinará esa fotografía uno de estos días y se preguntará con legítima
perplejidad cartesiana: ¿quién contactó a quién? Y eso bien podía desencadenar una
explosión de dudas metodológicas en los servicios de inteligencia de acá y de la otra
parte del mundo. ¿Resulta una hipótesis más o menos plausible?
El rostro del americano delineó algo que simuló ser una plácida sonrisa.
—Usted está mal encaminado —hizo constar superficialmente—. Esa placa
pertenece a nuestros archivos. Nadie va a poner en duda lo que eso significa.
—Vi algo que no me gustaba en la nariz de ese fotógrafo —dijo el gordo—.
Alguien va a rodar pronto de su puesto, si es que ustedes pudieron introducirlo tan
fácilmente aquí, pero así están las cosas —una de sus manos desapareció fugazmente
en la chaqueta y regresó de alguna parte con una tableta de chocolate Cadbury—.
Comience a hablar —agregó—, soy todo oídos.
Las negras replicaron:
11…. A3R
12. C3A
12…. D2A
13. D1C
13…. PxP
14. P5AR
14…. P5R
15. PxA
—Si hay tal celada, no veo que a las blancas les haya quitado el sueño —
determinó el gordo mordiéndose escépticamente el labio superior.
La hecatombe prosiguió en el tablero.
15…. PxC
—No había que meditar demasiado para resolver eso —comentó con parsimonia
el hombre obeso.
—Las negras aprovechan el retardo del blanco en enrocarse —insistió el
longilíneo.
El calvo se restregó pensativo la boca.
—¿Cómo piesan hacerme llegar el dinero? —murmuró ladeándose hacia el
americano.
Sin responder, el aludido extrajo un sobre oblongo y abultado del bolsillo interior
de su chaqueta; pasando por alto al osuno, se lo extendió al Landgrave de rasgos de
cernícalo, quien lo tomó sin mayor miramiento. Lo retuvo negligentemente en la
mano, ponderó su peso, hubo una mínima señal de complicidad, quizás un rictus
intencionadamente irónico en la comisura de los labios; luego, con la misma actitud
displicente, imprimiéndole un leve impulso rotativo entre el pulgar y el índice, lo
ofreció a su vecino de la derecha.
—Verifique el contenido —instó—. Si estoy bien informado, debe haber once
16. PCxP
17. P4A
17…. C3A
18. A2R
—¿A dónde va ese alfil? —prorrumpió el gordo sin poder evitar que lo arrastrase
el galvanizado tumulto a que daba lugar cada nuevo lance de la partida.
—Para evitar un mortífero salto del caballo a 5C —dijo el Landgrave
taxativamente—. Y de paso liberar esa columna sobrecargada de piezas vulnerables.
El hombre enfundado en el traje color vainilla volteó la cabeza hacia su
congénere.
—Nunca podré llegar a entenderme con los americanos —refunfuñó—. ¿Cómo se
las ingenia usted? Estos individuos están condicionados por el esquema mental de
Superman; hágale comprender que yo no soy más que un simple funcionario.
—No tan simple, si se trata de precisar bien sus funciones —replicó el gerifalte.
—¿Qué quiere que haga? —protestó el gordo con matiz quejumbroso—. Una
cosa es transmitir todo lo que uno ha llegado a acumular en quince años de trabajo;
eso puedo contarlo cómodamente en un par de horas y en el lugar adecuado; sería
como liberar el peso de mi líbido en el diván del psicoanalista. Pero no todos los días
se producen hechos de interés estratégico universal en nuestras oficinas.
El otro se volvió a contemplarle con una sonrisa si no cómplice en apariencia
comprensiva, un duro y escrutador fulgor amarillento.
—No se acongoje inútilmente por anticipado —respondió—. Usted y yo
trabajaremos juntos; soy tolerante y tengo métodos flexibles; será más fácil
entendernos.
—Pero si es precisamente eso lo que intento hacerle comprender —insistió el
gordo plañideramente—. En lo que a mí concierne, el trabajo que nos espera será
muy poco, por no decir inexistente; su colega se expresa en términos muy abstractos,
y parece haber depositado toda su fe en la electrónica o en el espionaje por
correspondencia. Francamente, opino que está desorientado en cuanto a lo que yo
puedo hacer. Usted, en cambio, es un hombre racional.
18…. TR1R
19. R2A
19…. TxP
20. T1R
20…. T(1)1R
—En otras circunstancias —dijo por fin el gordo en tono quejumbroso, como si
hubiese dilatado su respuesta hasta entonces—. Usted y yo podríamos haber discutido
todo esto a fondo y con más calma; y como sospecho que usted es un hombre
21. A3A
21…. TxA!
—Estaba visto que Fischer sacrificaría la calidad más tarde o más pronto —
verificó el individuo de los nervudos antebrazos cobrizos cruzándolos sobre las
piernas—. Pero aparte de exponer al rey blanco a un paseo desagradable, no se ve
claro el objeto de la combinación.
El gordo examinó cavilosamente el mural.
—Quizás usted no lo vea claro —dijo—. Ahora me parece completamente
evidente la celada.
Las blancas jugaron obligadamente:
22. TxT
22…. TxT
23. RxT
20…. DxP!
10…Af5 11.Cg3
El blanco podría haber escogido la continuación 11.Cxd6 Cxd6 12.Dxd6 Dxd6
13.exd6 Axb2 14.Td1 Cb4, pero la pasiva posición resultante frente al completo
desarrollo y la actividad de la pareja de alfiles de Fischer no compensa el peón de
ventaja.
15…exf3 16.gxf3
La posición blanca resulta ya demasiado comprometida y no es solución 16.exf7+
Dxf7 17.Dc2.
16…f5!
Fischer podía haber tomado el peón e con 16…fxe6, pero entonces quedaría
cerrada la columna e. Con esta jugada, que amenaza ganar pieza con f5, el negro
tiene previsto además capturar el peón de e6 con la torre a corto plazo y doblar las
dos torres a continuación en esa columna abierta.
4.d4
Con este movimiento, el blanco deriva el inicio del juego hacia una apertura
escocesa, que también se presentó someramente en La cuestión de la dama en el Max
Lange.
4…exd4 5.Cd5
El gambito Belgrado, estudiado en profundidad por los maestros de la escuela
yugoslava, entre quienes destaca Nikola Karaklaic. Se considera que las negras, tras
esta jugada, igualan el juego como mínimo.