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Contaduria

Materia:

Filosofía

Tema:

Humanismo y Debate de la Modernidad

Ensayo, Evaluacion

Presenta:

Carlos Alamillo Salinas

Docente:

Psic. Gladis Azucena Peña Mejia

Fecha:

H. Córdoba, Veracruz a 13 de Noviembre de 2020


Humanismo y Debate de la Modernidad.

Introducción.

Es por ello que el progreso corresponde por completo a un criterio que debemos
asociar al tiempo y al hombre moderno, en la medida que es sólo actualmente cuando
los cambios se caracterizan por un dinamismo una y otra vez creciente.

El hombre moderno empieza a valerse por sí mismo con entera


autonomía y sin auxilio alguno de poderes extraños, lo que lo lleva a secularizarse, esto
es, considerar que el destino último se juega en la tierra y que, en última instancia,
debemos rendir cuenta de nuestras vidas a nosotros mismos y no a fuerzas superiores.

Sin embargo, el primer intento de formular filosóficamente los inicios del hombre
y de la tierra se lo debemos a Hegel, el que le postula que, desde un cuasi embrión de
realidad existente en épocas remotas -que por saltos dialécticos en que el
ser se va enriqueciendo y la nada va desapareciendo es simultáneamente ser
y nada- se llega a engendrar tanto el espíritu humano personal como el espíritu objetivo
que incluye al hombre y a toda la realidad abarcada por él, para finalmente engendrar
el espíritu absoluto que es de hecho Dios.

El carácter desregulador de sus procesos es un punto importante, en la magnitud


que si afirmamos que la Posmodernidad arranca de la crisis misma de la Modernidad,
podríamos concluir que difícilmente podría advenir la Posmodernidad para ciertas
regiones de todo el planeta, en tanto se presta a dudas si la Modernidad efectivamente
se ha desarrollado en ellas.

Por lo que la llamada crisis de la modernidad y el surgimiento de un movimiento


posmoderno es una reacción natural a este estado de cosas.

Podemos concluir entonces que la modernidad entra en crisis cuando la


racionalización pasa de ser un principio crítico ordenador del espíritu científico y
libertador de las ataduras de los dogmas de lo tradicional, aun principio legitimador
de la explotación, al servicio del lucro e indiferente a las realidades
sociales, sicológicas y fisiológicas (TOURAINE, 1994).

Este agotamiento del movimiento libertador inicial y la pérdida de sentido


de una cultura presa en la razón instrumental, conducen a una tercer etapa de la crisis
de la modernidad, la cual es retrospectiva y profunda, en donde se critican los propios
objetivos de la modernidad, de su moral controladora y represora, a través de
instituciones y prácticas (punitivas, discursivas, etc.) Veiculizadoras del poder
(TOURAINE, 1994).

Estos fragmentos (sexualidad, consumo, nacionalismo y empresa)


marcan la fuerza centrífuga de la expansión de la modernidad, no obstante dada su
naturaleza autofágica, son además las líneas de fuerza centrípetas
antimodernas.

Mejor dicho, son la razón de la expansión de la modernidad pero a su vez


las causas de su crisis.

2.1 El Pensamiento Moderno.

La Modernidad, en su motivo importante, constituye la perspectiva


afirmativa de cualquier plan de emancipación humana. Bajo esta perspectiva entroniza
en los pensamientos avanzados de la era la necesidad de una equidad, no en el sentido
de la constitución biológica o en la posesión de bienes materiales, sino una equidad
como sinónimo del derecho del hombre a tener una independencia autónoma para
darse sus imperativos categóricos como exclusivo modo viable de conseguir alcanzar
sus anhelos y sus objetivos. Se postula, por consiguiente, que en toda convivencia bien
estructurada se debe situar como motivo el inicio de que todo ser humano es
«persona», o sea, una naturaleza dotada de sabiduría y de voluntad independiente y
que de dicha naturaleza nacen al mismo tiempo derechos y deberes que, al
ser universales e inviolables, son además definitivamente inalienables.

No obstante, esta independencia no se circunscribe a una concepción


puramente intelectual, sino que debería ser ejercida en las praxis sociales mismas, sin
embargo estimuladas ahora por los diversos agentes institucionales que interactúan en
la nueva sociedad actualizada. En tal entorno, esta sociedad tendrá que velar para que
esta independencia se preserve por medio de el estímulo a los recursos necesarios que
jueguen en funcionalidad de aquel preservamiento.

Es con la Reforma que el ser humano moderno consigue su primera enorme


independencia, es decir, la independencia de conciencia religiosa. Le sigue la
independencia política con la cual, desde la Revolución Francesa, el ser humano por el
momento no queda individuo al arbitrio de la voluntad del gobernante, sino que éstos
últimos pasan a depender ahora de esos que los escogieron. Al final, la independencia
económica quedará determinada por el sistema capitalista. Si en el Medioevo cada cual
poseía un espacio fijo en una composición económica-social ordenada, el ser humano
moderno llega a adquirir una plena soberanía para posibilitarse a sí mismo en
el punto de vista de usar cualquier sitio social y económico dentro de la
sociedad según sus méritos individuales. De esta forma, lo cual hará o cómo lo hará, o
si tendrá triunfo o va a dejar de tenerlo, pasará a ser cualquier tema de su única
responsabilidad. De esta orientación deriva cualquier proceso de individuación,
señalándosele como cualquier componente fundamental en el proceso de liberación del
hombre y como aporte positivo de la cultura que determina la vida actualizada. Con el
capitalismo, entonces, el ser humano hace todo lo cual está a su alcance-desde el
punto de vista de la mente, social y político- para conseguir la consolidación
del monumental plan emancipatorio moderno. En suma, el capitalismo contribuyó
objetivamente no solamente a la liberación del hombre de sus vínculos tradicionales,
sino, además, al crecimiento de la independencia positiva, al incremento del
sujeto activo, crítico y responsable.

Sin embargo, el desarrollo de la Modernidad en el campo de la independencia


todavía deja que desear para lo cual se esperaba de cualquier plan emancipador en
una perspectiva lo más globalizada viable. Es en este entorno que nace la teoría de
Marx, quién, en lo sustantivo, se aboca a complementar este plan emancipador con el
fin de superar sus debilidades. La finalidad de Marx era la emancipación total del ser
humano para liberarlo de todo determinismo, en lo importante, del económico. Se
expone restituir al hombre su integridad humana, el encuentro de una unidad y armonía
con sus similares y con la naturaleza, y liberarlo de las nuevas prisiones engendradas
por el capitalismo. Su teoría representa una protesta contra la enajenación del hombre,
su pérdida de uno mismo y su transformación final en una mera cosa; es cualquier
desplazamiento contra la deshumanización y automatización del hombre inherente
al desarrollo del industrialismo occidental. Es una respuesta crítica al sistema imperante
en donde cada una de las respuestas al problema de la vida humana intentan dar
resoluciones por la disimulación o la negación de las contradicciones
imperantes en la misma. El problema central postulado es el de la realidad del
sujeto real como integrante de una sociedad y una clase dadas y, simultáneamente,
como cautivo de éstas. Sin salirse de la Modernidad, el marxismo no puede dejar de ser
cualquier gesto de protesta en contra de cualquier plan emancipador que
encuentra incumplido.

Es una perspectiva antropocentrista en la que el ser humano pasa a ser


independiente y independiente

El motivo, no obstante, no es cualquier elaborado que sólo debamos asociar con


la ciencia, la técnica y el progreso, sino que constituye una pregunta central del
pensamiento filosófico. En este sentido. Descartes irrumpe en la narración de la filosofía
actualizada como el episodio cardinal de la contienda por el motivo que se puede tener
en cuenta el estandarte de la cultura filosófica del siglo XVII. Esta contienda por el
predominio de el motivo en la filosofía tiende a hacer predominar el motivo y su
soberanía de juicio en el dominio moral, político, religioso y, además, sin lugar a dudas,
en el científico..

El motivo comienza a enseñar sus superiores frutos pudiendo lograr


descubrimientos portentosos. Emerge como base explicativa de todos los
monumentales temas presentes. Básicamente es el motivo técnica y el motivo científica
lo cual impera para la especificación y teorización de los inconvenientes que el ser
humano confronta, desconociendo todo entendimiento proveniente de la fe, la tradición
o la mera intuición. En el nuevo orden axiológico, el ser humano pasa a ser una
especie animada que tiene conciencia de su ser, se percata de sus actos y de su
estado, vale decir, una especie animada en esencia distinta a las otras, al ocurrir a
tener ahora necesidades, aspiraciones y reacciones que no se confunden con las
exigencias y modalidades animales, sino que las superan. Con esta exclusión, es capaz
de relacionar y diferenciar los medios y los objetivos, tanto como entender, adquirir
conocimientos y juzgar cada una de las cosas que ve o sobre las cuales actúa..

De ahí que para conceptualizar los cambios en la era actualizada se hace


primordial diferenciarlos de los demás cambios.

Si tomamos como alusión los más o menos cuatrocientos años de la era


actualizada, el balance de las nuevas innovaciones y cambios habidos en la
actualidad fueron muchísimo más que el total de los habidos en toda la historia anterior
de la raza humana.

La secularización de la sociedad actualizada conduce a privilegiar la interacción


entre el hombre y la naturaleza y, por ende, las transformaciones que el
hombre logre hacer.

El secularismo posibilita la descripción del origen del hombre y de la tierra como


consecuencia de cualquier proceso de evolución natural.

Por otro lado, el primer intento de formular filosóficamente los principios del
hombre y de la tierra se lo debemos a Hegel, el que le postula que, a partir de
cualquier cuasi embrión de realidad que existe en épocas remotas -que por
saltos dialécticos en que el ser se va enriqueciendo y la nada va
desapareciendo es al mismo tiempo ser y nada- se llega a engendrar tanto el espíritu
humano personal como el espíritu objetivo que incluye al hombre y a toda la verdad
abarcada por él, para al final engendrar el espíritu absoluto que es por cierto Dios.

Siguiendo el mismo sendero dialéctico de Hegel para explicarse la historia del


hombre, por el momento no habla de fases en camino a el espíritu absoluto, sino en
camino a el ser humano como ser social.

En suma, la Modernidad deposita una fe absoluta en las


potencialidades y modalidades mismas del hombre en cuanto ser que construye su
propia vida de modo independiente y está denominado a ser dominador
supremo y absoluto de la naturaleza y de toda esfera de la verdad terrena.

Si examinamos los recursos centrales que configuran el raciocinio


moderno, tanto en lo cual entregó origen a la emancipación económica, política y
religiosa como los principios racionales y seculares, entre otros, no tenemos la
posibilidad de sino inferir que la Modernidad en su origen y desarrollo corresponde a
cualquier pensamiento eurocéntrico.

En este entorno, los pueblos tercermundistas nos pudimos encontrar


viviendo una Modernidad diversa y heterogénea, o más bien mestiza, en la medida
que en nuestros propios procesos no se han seguido los patrones de
desarrollo en la hondura y dimensiones que se han dado en las comunidades
nordatlánticas más elaboradas.

El carácter desregulador de sus procesos es cualquier punto fundamental, en el


tamaño que si afirmamos que la Posmodernidad arranca de la crisis misma de la
Modernidad, podríamos concluir que difícilmente podría advenir la Posmodernidad para
ciertas zonas de todo el mundo, en tanto se presta a dudas si la Modernidad
efectivamente se ha desarrollado en ellas.
2.2 La Crisis de la Modernidad

Dichos expertos, formados bajo esta concepción de cualquier mundo


predecible y manejable, han sido causantes de generalizar una perspectiva del
desarrollo basada en una falaz interpretación de la teoría de la evolución de Darwin.

El lenguaje de la rivalidad viajó automáticamente al mundo empresarial, e


inclusive de forma acrítica, a los salones universitarias, en donde están compuestos
expertos aptos para competir en cualquier mundo laboral cada vez más hostil.

La ética de la competencia es bastante reducida, puesto que por principio


excluye la probabilidad de cualquier juego de suma positiva, en donde todos logren
ganar.

Comprender y proteger las relaciones, junto con una interpretación distinta de la


teoría evolutiva, en donde la pluralidad es el motor del desarrollo, nos lleva de la
competencia a la cooperación.

Concluir entonces que la modernidad entra en crisis cuando la racionalización


pasa de ser un inicio crítico ordenador del espíritu científico y libertador de las ataduras
de los dogmas de lo clásico, aun principio legitimador de la explotación, al
servicio del lucro e indiferente a las realidades sociales, sicológicas y
fisiológicas (TOURAINE, 1994).

Este agotamiento del desplazamiento libertador inicial y la pérdida de


sentido de una cultura presa en el motivo instrumental, conducen a una tercer fase de la
crisis de la modernidad, la cual es retrospectiva y fuerte, en donde se critican los
propios fines de la modernidad, de su moral controladora y represora, a través
de instituciones y prácticas (punitivas, discursivas, etcétera.) Veiculizadoras del
poder(TOURAINE, 1994).

O sea, son el motivo de la expansión de la modernidad sin embargo a su


vez las razones de su crisis.

La dirección modernizadora está aliada a el motivo instrumental, en lo que la


antimoderna al ataque a la técnica (TOURAINE, 1994).
2.3 Modernidad y Globalización

La averiguación del beneficio colectivo con base en el desarrollo era cualquier


sueño antiguo del ser humano, con la aparición predominante del mercado
independiente, del capital privado y la acumulación de las mercancías, el destino de la
raza humana se centró en tratar de abarcarlo todo, de obligar cualquier solo
lenguaje, cualquier solo modelo económico, una sola moneda y hasta una sola
cultura, por aquello hoy el modelo de globalización está en crisis y le va a ser
casi imposible seguir el rumbo que lleva, pues de no repensarse podría caer en una
tiranía mundial guiada por las naciones más desarrollados o en cualquier caos de
maltrato, desorden, desigualad y terrorismo, que desafortunadamente es lo
que se observa cada día con más grande frecuencia.
Conclusión.

La Modernidad, en su fundamento fundamental, constituye la visión


afirmativa de cualquier proyecto de emancipación humana.

Bajo esta visión entroniza en los pensamientos avanzados de la época la


necesidad de una igualdad, no en el sentido de la constitución biológica o en la
posesión de bienes materiales, sino una igualdad como sinónimo del derecho del
hombre a tener una libertad autónoma para darse sus imperativos categóricos como
único modo posible de lograr alcanzar sus anhelos y sus fines.

Es con la Reforma que la gente moderna consigue su primera monumental


libertad, o sea, la libertad de conciencia religiosa.

Con el capitalismo, entonces, la gente hace todo lo que está a su alcance-desde


el punto de vista de la mente, social y político- para lograr la consolidación
del monumental proyecto emancipatorio moderno.

No obstante, el desarrollo de la Modernidad en el campo de la libertad aún deja


que desear para lo que se esperaba de cualquier proyecto emancipador en una visión
lo más globalizada posible.

Prácticamente es la razón técnica y la razón científica lo que impera para la


descripción y teorización de los problemas que la gente enfrenta, desconociendo todo
conocimiento proveniente de la fe, la tradición o la mera intuición.

Sin embargo, el primer intento de formular filosóficamente los inicios del hombre
y de la tierra se lo debemos a Hegel, el que le postula que, desde cualquier cuasi
embrión de realidad existente en épocas remotas -que por saltos dialécticos
en que el ser se va enriqueciendo y la nada va desapareciendo es
paralelamente ser y nada- se llega a engendrar tanto el espíritu humano personal como
el espíritu objetivo que incluye al hombre y a toda la realidad abarcada por él, para
finalmente engendrar el espíritu absoluto que es de hecho Dios.
En suma, la Modernidad deposita una fe absoluta en las
potencialidades y maneras mismas del hombre en cuanto ser que construye su
propia vida de modo sin dependencia y está nombrado a ser dominador
supremo y absoluto de la naturaleza y de toda esfera de la realidad terrena.

Concluir entonces que la modernidad entra en crisis cuando la racionalización


pasa de ser un principio crítico ordenador del espíritu científico y libertador de las
ataduras de los dogmas de lo tradicional, aun principio legitimador de la
explotación, al servicio del lucro e indiferente a las realidades sociales,
sicológicas y fisiológicas (TOURAINE, 1994).

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