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Escucha activa

Comunicación efectiva

El escuchar activo

La matriz básica del escuchar

Proxemia

Referencias
LECCIÓN 1 de 5

Comunicación efectiva

La comunicación efectiva es la capacidad de generar conversaciones efectivas que causen el impacto


deseado y ayuden a coordinar acciones hacia logro de objetivos. 

La capacidad de trasmitir información y expresar nuestras ideas de forma clara, convincente, a través de
influir y persuadir a otras personas, nos permite lograr que otros apoyen nuestros objetivos, planes o
proyectos y nos enfoca en maximizar los resultados. 

La buena comunicación no solo nos exige un excelente dominio de los aspectos verbales (utilizando la
impecabilidad de nuestro lenguaje a través del uso correcto de los actos lingüísticos: afirmaciones,
declaraciones, pedidos, ofertas, promesas y juicios), sino que también nos exige el dominio de la
corporalidad, gestualidad y gestión de nuestras emociones. Implica la utilización de diversos recursos
propios y externos, la adaptación del mensaje y modalidad, de acuerdo al interlocutor o auditorio receptor de
nuestro mensaje. 

Una parte fundamental del proceso comunicacional es lograr una escucha activa, teniendo en cuenta al otro,
considerándolo como legítimo otro.
LECCIÓN 2 de 5

El escuchar activo

Rafael Echeverría, en su libro Ontología del lenguaje (1994), menciona:

La comunicación humana tiene dos facetas: hablar y escuchar. Generalmente se piensa


que es más importante el hablar, ya que éste parece ser el lado activo de la comunicación,
mientras que al escuchar se le suele considerar como pasivo. Se supone que si alguien
habla lo suficientemente bien (fuerte y claro) será bien escuchado. A partir de esta
interpretación, el escuchar generalmente se da por sentado y rara vez se le examina como
un asunto problemático. (Echeverría, 1994, p. 80).

 No todo lo que nosotros decimos se corresponde directamente con lo que otros escuchan, o viceversa. El
hablar y el escuchar no son idénticos.

Cuando hablamos creemos que otros escuchan exactamente lo que nosotros decimos e interpretan con
perfección aquello que quisimos decir. Incluso, no nos tomamos el trabajo de asegurarnos de que nuestro
mensaje llegue al destinatario de la manera correcta y cause el impacto deseado.

Escuchar no es igual a oír: escuchar es oír, percibir e interpretar lingüísticamente dentro de un espacio
emocional que condiciona lo escuchado. El proceso de apertura en el escuchar incluye estas etapas:
Escuchar el sentido semántico y práctico del hablar del orador: ¿qué significa lo que está
diciendo? Para él y para mí (sentido locucionario).

Escuchar las acciones o actos lingüísticos que el orador está escuchando: pedidos, ofertas,
declaraciones, afirmaciones, juicios, etcétera (sentido perlocucionario).   

Escuchar las inquietudes del orador: algo que a veces no está explícitamente presente en el
hablar, pero que es condición precedente, son las inquietudes que conducen al orador a hablar.
La inquietud suele estar detrás de lo que se dice. ¿Cómo es posible escuchar lo que no se
dice? El lenguaje revela el ser del otro (sentido hiperlocucionario).

Escuchar “el bien”: elijamos cuidarnos de no utilizar la diferencia que el otro manifiesta
respecto a nuestras ideas o posturas como elemento de descalificación o invalidación de su
persona. Lo funcional es colocar esa diferencia del lado del “bien” y buscar aprender de ella.

Para ampliar la información del bloque, te invito a que leas el siguiente artículo:

Escuchar significa atender el lenguaje no verbal.pdf


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LECCIÓN 3 de 5

La matriz básica del escuchar

Veamos con mayor profundidad lo que acabamos de mencionar. Hemos sostenido hasta ahora que el
fenómeno del escuchar surge cuando, a partir de nuestra capacidad biológica de oír sonidos, somos
también capaces de remitir esos sonidos a algo que les da sentido. Dentro de los espacios sociales a los
que pertenecemos, esos sonidos nos permiten coordinar acciones con otras personas. Los sonidos no son
en sí el lenguaje, sino que, cuando comienzan a interpretarse, se convierten en palabras y, como
consecuencia, cuando son realizadas de manera continua, forman lo que llamamos las conversaciones. 

Escuchar no es solo oír con el órgano del oído; no es solamente escuchar sonidos y comprenderlos, o
escuchar ruidos y ser conscientes de ellos, pero tampoco es escuchar palabras y entenderlas. El escuchar,
desde una concepción ontológica, remite a tres ámbitos diferentes: el ámbito de la acción, el ámbito de las
inquietudes (que le confieren sentido a la acción) y el ámbito de lo posible (definido por las consecuencias
de las acciones del hablar):

El ámbito de la acción. Una primera forma a través de la cual conferimos sentido al hablar
(y que, por lo tanto, constituye el escuchar) guarda relación con identificar las acciones
comprometidas en el hablar, las cuales son de tres tipos: las acciones locucionarias, las
ilocucionarias y las perlocucionarias.

Las acciones locucionarias, son aquellas que tienen relación con lo que se dice.   Las
acciones ilocucionarias tienen relación con aquello que se ejecuta al decir lo que se dice
(afirmar, declarar, pedir, ofrecer y prometer). Las acciones perlocucionarias, con los
efectos en el otro que resultan del decir lo que se dijo (indignar, persuadir, enternecer,
etcétera). 
El ámbito de las inquietudes. Hemos sostenido también que además de escuchar los
diferentes tipos de acciones que hemos indicado arriba, al escuchar generamos una
interpretación sobre aquello de lo que la persona que habla se está haciendo cargo al
hablar. Es lo que hemos llamado inquietud. Examinemos qué importancia puede tener el
saber escuchar, en el ámbito de las inquietudes. Una buena relación interpersonal (sea
ésta de pareja/ de padre e hijos, de trabajo, con nuestros clientes, etcétera) descansa, en
medida importante, en nuestra capacidad de hacernos cargo del otro antes de que éste lo
pida. Esto lo logramos escuchando las inquietudes del otro y haciéndolas nuestras.   Lo
mismo podemos decir sobre la relación con nuestros clientes. El saber escuchar las
inquietudes del cliente, para luego poder hacernos cargo de ellas, es factor determinante
en nuestra capacidad de producir calidad.

El ámbito de lo posible. El hablar es actuar, por lo que el hablar modifica el mundo, el estado
de las cosas, y trae consecuencias. Luego que alguien dice algo, nuevas posibilidades se
visualizan, y otras dejan de ser posibles. El hablar no es inocente, no es lo mismo decir
algo, que no decirlo. Al escuchar podemos preguntarnos sobre las consecuencias que trae
aquello que se dijo, sobre cómo ello se relaciona con nuestras inquietudes, sobre las
nuevas acciones que a partir de lo dicho es ahora posible tomar. Nos podemos preguntar
sobre las nuevas oportunidades que se generan a partir del hablar; sobre las nuevas
amenazas que se levantan; podemos preguntarnos sobre las acciones que permiten
hacerse cargo tanto de las unas como de las otras. (Echeverría, 1994, p. 93).

Cuando finalizamos una conversación importante, reconocemos que la realidad que nos rodea ha cambiado,
que existen nuevas alternativas de acción y que ya no pueden llevarse a cabo otras acciones que
pensábamos antes de la conversación.

El ámbito del alma humana. Si logramos actos de escucha teniendo en cuenta los tres
ámbitos precedentes, nuestra conversación será poderosa.
 Al hablar revelamos quiénes somos y quien nos escucha puede no sólo escuchar lo que
decimos, puede también escuchar el ser que se constituye al decir aquello que decimos. El
hablar no sólo nos crea, sino también nos da a conocer, nos abre al otro, quien, a través del
escuchar, tiene una llave de acceso a nuestra forma de ser, a lo que llamamos el alma
humana. Tal como dijéramos, éste es el tipo de escuchar que es propio del «coaching
ontológico». Se trata de un escuchar que trasciende lo dicho y que procura acceder al
«ser».

 Es precisamente en este sentido que se trata de un escuchar «ontológico». (Echeverría,


1994, p. 94).
LECCIÓN 4 de 5

Proxemia

Aquí entra a jugar la proxemia como el estudio de las relaciones de proximidad y de alejamiento entre las
personas y los objetos durante la interrelación. Se refiere a las posturas que se adoptan, así como a la
existencia o ausencia de contacto físico. 

Contexto: hablamos de contexto al referirnos al espacio físico, lo que nos rodea y también a ese espacio
intangible o simbólico que se da en lo relacional y que está constituido por múltiples factores que
condicionan lo que suceda en la conversación. El espacio simbólico de cada uno de los participantes en la
relación es todo aquello que viene con las personas antes del encuentro. Aceptar la legitimidad de los
integrantes del encuentro será una de las claves para dar el salto a un espacio relacional generativo. Esto
invita al otro a hablar abiertamente, libremente y a recibir lo dicho por él sin argumentar o replicar, sin
prejuicios o exigencias.

Así como somos totalmente responsables de lo que decimos, somos responsables de lo que escuchamos y
absolutamente responsables de lo que nuestro decir dispara en el otro. 

Para asegurarnos una distancia óptima, debemos considerar que los seres humanos tienen diferentes
patrones de aprendizaje. Existen tres patrones fundamentales de personas: 

Las personas principalmente auditivas representan gran parte de sus aprendizajes del
mundo están relacionadas con el oído. Poseen un nivel de energía más tranquilo, su voz es
más grave, son personas más sedentarias, su respiración es homogénea, su apariencia es
buena y conservadora, no llaman la atención, son muy pensativos, se interesan por
escuchar, poseen mucho diálogo interno, su discurso es muy importante, cuidan mucho de
las palabras que utilizan. Hablan con cautela usando un tono tranquilo y armónico. Suelen
recordar a menudo los nombres de las personas, y no olvidan las palabras porque tienen
gran capacidad para escuchar lo recordado. Las reglas y leyes son muy importantes para
los auditivos. Es conveniente decirles las palabras adecuadas en el tono correcto, ya que
ruidos, chillidos o agudos lo ponen de mal humor. El movimiento ocular de los auditivos es
haca la derecha y a la izquierda en el medio, rango ocular hacia los oídos.

Las personas principalmente visuales, tienen preferencia por las imágenes. En general,
son personas con alta energía, tienen movimientos rápidos, siempre están haciendo algo,
entienden al mundo tal y como lo ven, recuerdan en imágenes, y visualizan el futuro, el
aspecto es importante, suelen esta arregladas y tener sus cosas ordenadas. Tienen una
respiración rápida y superficial, su voz en general es aguda y, como piensan en imágenes,
hablan de prisa y utilizan metáforas visuales. Los visuales recuerdan los rostros, de los
lugares, no de los nombres. Tienen la cabeza erguida, y cuando hablan tienden a mover los
ojos hacia arriba.

 Los kinestésicos representan y aprenden del mundo a través de los sentidos del tacto, el
gusto, el olfato o las emociones.

Llevan el corazón en la piel. Son personas más relajadas, se mueven despacio. Suelen
vestirse cómodos, su energía es tranquila, su voz es más grave, tienen respiración
profunda, y hablan pausadamente. Los kinestésicos se interesan por su comodidad, y la
de los demás, gustan de los deportes, la buena comida, las experiencias, son personas
muy sensibles y siempre dispuestos a ayudar; gustan del contacto físico con las personas
y con la naturaleza. Desean la cercanía de las personas, y cuando saludan suelen tocar,
prefieren actividades donde puedan tocar, degustar, sentir. Frecuentemente tienen la
cabeza inclinada pues así acceden a sus sentimientos. Su mirada tiende a estar hacia
abajo a la derecha. (López, López y Esperanza, pág. 3, 2008).
LECCIÓN 5 de 5

Referencias

Agüero, A. M., y Sturich, T.  (2008). Formación en Coaching Ontológico. Córdoba:


Consultora R.Q.

Coaching, A. A.  (2015). Asociación Argentina de Profesionales de Coaching.


Significación del Coaching Ontológico constructivista y sistémico. Lenven Anclas

Echeverría, R.  (2008). El observador y su mundo.  Santiago de Chile:


Comunicaciones Noreste Ltda. 

Echeverría, R. (2009). Ontología del lenguaje. Santiago de Chile: Comunicaciones


Noreste Ltda.

Echeverría, R.  (2011). Ética y Coaching Ontológico.  Buenos Aires: Ediciones


Granica S. A. 

Echeverría, R. (1994).  Ontología del Lenguaje. Santiago de Chile: Dolmen. 

Flores, F.  (1994). Creando organizaciones para el futuro.  Santiago de Chile:


Dolmen. 
Flores, F. (1990). Inventando la empresa del siglo XXI. Santiago de Chile: Dolmen. 

Hidalgo, I. (2009). Gestión Ontológica. Estado de Miranda: Mil Palabras. 

López, López y Esperanza (2008). Los sistemas representacionales en el aula. X


Congreso Nacional y II Congreso Internacional “Repensar la niñez en el siglo XXI”.

Maturana, H. (2007). El árbol del conocimiento. Santiago de Chile: Universitaria. 

Maturana, H., y Ludewig, K. (1994).  Reflexiones y


conversaciones. Córdoba:FUPALI. 

Maturana, H., y Nisis, S. (1999). Transformación en la convivencia. Santiago de


Chile: Dolmen. 

Raij, S. (2013). Coaching para el Alma. Buenos Aires: Paidós. 

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