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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del poder popular para la Educación


U.E. Colegio San Agustín El Marques
Asignatura: GHC
Profesora: Yuraiza Freites
5to Año B

Darío I
Integrantes:
Efrén Materán.
Samuel Rodríguez.
Alejandro Scherer.

Caracas, 8 de octubre de 2020


“Yo soy Darío, el Gran Rey, el Rey de reyes, rey de países que contienen toda clase de
hombres, rey de esta gran tierra larga y ancha, hijo de Histaspes, un aqueménida, un persa, hijo de
un persa, y ario, teniendo linaje ario”. Así se dirige al mundo todavía, desde una inscripción
funeraria de Naqs-i Rustam, cerca de Persépolis, en Irán, el hombre que gobernó el Imperio persa
en el siglo VI a. C., una potencia que equivalía a medio mundo. Darío I fue llamado el Grande
precisamente por la edificación de ese imperio. El otro grande de la dinastía aqueménida, Ciro II,
había conquistado casi todos sus confines. Pero fue Darío, en la generación siguiente, quien lo
dotó de estructura institucional. Alejandro Magno acabará con el orgulloso linaje del Rey de reyes.
No obstante, escogió como modelo de su imperio justamente el diseñado por Darío.

El papel público más destacado de Darío hasta el complot había sido militar. Había
comandado a los Inmortales (las 10.000 unidades de élite que formaban el núcleo duro del
ejército persa y la guardia personal del emperador) durante las operaciones de Cambises II en
Egipto. Esta experiencia le resultó de utilidad, porque el conflicto sucesorio abrió dos años de
guerra civil.

El nuevo rey dirigió el Imperio persa durante tres decenios y medio. Sin embargo, su
grandeza no residió en su capacidad para permanecer en el poder, sino en otro talento aún más
raro: sus dotes de organizador.

Pese a que algunas medidas se habían ensayado con anterioridad, el modelado definitivo
del Imperio persa fue obra de Darío. Heredó de sus antecesores un territorio inmenso que había
sido ganado en menos de medio siglo, sin dar tiempo a diseñar una maquinaria gubernamental
adecuada.

Mandó abrir un canal que unió el Nilo con el mar Rojo, en el que dos barcos podían
navegar sin rozarse. La joya de esta infraestructura tan extensa como intrincada la constituía el
Camino Real Asirio, dos siglos anterior a Darío, pero reconstruido por completo por él. Unía Susa,
en Elam, con Sardes, en Lidia, además de relacionar un centenar de estaciones situadas a lo largo
del trayecto. Aprovechando la red de caminos, se desplazó por primera vez en la historia un
servicio de correo, también idea del monarca. Los mensajeros, acreditados con un salvoconducto
real, montaban veloces caballos hasta una posta a una distancia no superior a los 30 kilómetros.
Allí eran sustituidos por otros jinetes hasta la estación siguiente, y así sucesivamente. Este sistema
permitía cruzar el imperio en pocas jornadas.

Con un fin similar, Darío mandó abrir un canal que unió el Nilo con el mar Rojo. Tenía 140
km de longitud por 50 m de anchura, suficiente para que dos barcos de la época pudieran navegar
a la vez sin rozarse. Se podía surcar el canal en apenas cuatro días. También incrementó en suelo
imperial los qanats, conductos subterráneos de agua, con el objeto de irrigar las zonas áridas para
aumentar la productividad agrícola.

Poco se sabe a nivel personal del monarca, con todo, gracias a ciertos bajorrelieves y
fragmentos literarios puede componerse una imagen del rey. Dotado de una inteligencia
manifiesta, se sabe que poseía una memoria magnífica y un semblante inescrutable, tres útiles
cualidades, dadas sus responsabilidades políticas. Aun así, consta que en alguna ocasión podía
dejarse llevar por arranques de ira.

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