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INSTITUCIÓN EDUCATIVA TECNICA NUESTRA SEÑORA

DE LAS MEREDES

LENGUA CASTELLANA

CRÓNICA LA LLEGADA DE LA LUZ

SOFIA ROMERO GARCIA

ICONONZO TOLIMA
901
Crónica

La llegada de la luz.

Escribir en pleno año 2020 sobre la luz o el servicio de energía eléctrica como se le
conoce, desde la comodidad de la zona urbana y a computador, se siente como escribir
de un descubrimiento que tuvo lugar hace miles de años y que no nos tocó, algo así
como los supersónicos recordando la era de los pica piedra.

Sin embargo, la realidad histórica del servicio de energía eléctrica que converge
además con la realidad histórica de muchas de nuestras familias, no es lejana; tanto así
que aunque nosotros contemos con computador, impresora, lavadora, televisor,
licuadora y demás “mobiliario indispensable “ del hogar de hoy, y podamos acceder al
internet, redes sociales y otros, al punto de olvidar entre maromas de entretenimiento
que son funcionales gracias a la energía eléctrica, nuestros padres y abuelos – durante
gran parte de su vida – ni siquiera contaron con luz; lo que quiere decir que esos
tiempos lejanos no son tan lejanos y que incluso los podemos encontrar a la vuelta de
un abrazo.

Ahora, es importante aclarar que las precisiones históricas de esta narrativa, contadas
desde un contexto generacional, se reducen al impacto del servicio de energía eléctrica
en mi familia, familia Romero Casallas, familia campesina y orgullosamente
Icononzuna; aclaración que se realiza porque aunque es una realidad similar a la de
muchas familias Colombianas, también dista mucho de la realidad de otras, pues no
podemos olvidar que dentro del entorno nacional desigual de Colombia, el servicio de
energía eléctrica siendo “público y básico” continua tornándose un privilegio con tinte
económico, político, racial, entre otros.

Así las cosas, y volcándonos a la historia familiar, es importante referir que mi abuelo
Marco Tulio y mi abuela Mercedes nacieron en el Municipio de Icononzo, en los años
1929 y 1942 respectivamente, ambos en hogares de montaña, con costumbres de
campo, y con la pujanza tradicional de los hombres y mujeres del balcón del oriente
del Tolima; cada uno con familias habitantes del mismo pueblo y juntos con un
ramillete de hijos formados para el pueblo.
De esa familia nacieron ocho (08) hijos, Hernán, Gloria, Consuelo, Rigo, Marco,
Orlando, Alexander y Rubiela, todos en la vereda Mundo Nuevo en la que además
crecieron y aprendieron lo que el campo y el tiempo les enseñaba. Allí entre juegos,
escuela, siembra y animales pasaron su niñez y su juventud, vieron llegar los
carros/buses, la luz, la radio, la televisión y más, y forjaron las bases de lo que hoy es
nuestra familia.

En ese mismo lugar mis abuelos trabajaron el campo, y gracias a la fertilidad del suelo
de la zona cultivaron gran variedad de productos que hicieron parte de la canasta de
su hogar y de muchos hogares de los Municipios aledaños, pues durante décadas,
especialmente los años 60, 70 y 80, la mayor parte de la producción agrícola era
sacada a lomo de mula hacia Aposentos, Cabrera, Venecia, Cunday, Girardot, Melgar y
el centro Urbano de Icononzo, Municipios a los que se llevaban los alimentos así: a
Cabrera Frijol y café, a Aposentos, Cunday, Venecia y centro Urbano de Icononzo todo
lo relacionado con “mercado de plaza” y a Girardot y Melgar Frijol y Fruta. En Cabrera
se vendía el café al Comité de Cafeteros.

Paralelo a lo anterior mi abuelo Marco Tulio fue miembro de la junta de acción


comunal, consecuencia de su talante siempre empoderado y apropiado del desarrollo
de su comunidad, y su vocación de líder y gestor social; y en el desarrollo de su labor,
junto a los demás miembros de la junta, y teniendo presente que en los Municipios
que constantemente visitaban tenían servicio de energía eléctrica, empezaron, en los
años 70, un arduo trabajo para buscar que a Mundo nuevo también llegara la luz.

Así las cosas, los miembros de la junta y a su vez líderes del liberalismo en la región,
buscaron al político Alfonso Uribe Badillo, quien hacia parte del Movimiento del
reconocido Alberto Santofimio Botero, para que pusiera el ojo sobre la tierra que
apadrinaba fielmente su carrera política, y tras varias reuniones “pomposas” y
concurridas, de buen sancocho y mucho trago, lo consiguieron; y así empezó el
proceso “de siento” para que la vereda accediera a uno de los privilegios , que para ese
entonces, era sólo concedido a las áreas urbanas.

Luego, entre vueltas y vueltas, se fijó fecha para instalar la luz en la zona y se avisó a la
comunidad, quienes ante tal noticia no sólo esperaron ansiosos que encendiera la
primera bombilla, sino que además esperaron despiertos; pues, aunque la instalación
tardó bastante tiempo y finalizó pasada la media noche, era tanta la emoción que la
mayoría se mantuvo expectante para no perderse ni un segundo del nuevo Mundo
nuevo.
No obstante, aunque gran parte de la comunidad se encontraba alegre porque hubiese
llegado la luz, otra parte de la población demeritaba el suceso por estar ligado al
liberalismo colombiano, pues recordemos que, para la época en comento, la
inclinación política, especialmente en el campo colombiano, era completamente
visceral, al extremo de llegar a opacar un hecho de tanto progreso como la instalación
de la energía eléctrica.

Pero pese a la confrontación política, en mi familia la llegada de la luz fue un momento


de mucha satisfacción y de generación de oportunidades, pues mi abuela Mercedes,
una mujer de infinitas cualidades, aprovechando la ventaja que ello significaba,
empuño junto con mi abuelo algunos ahorros y adquirieron en Cabrera su primer
televisor y su primera nevera; siendo para ese momento la casa de mis abuelos la
única en la zona que contaba con televisor, y consecuencialmente la zona de reunión
de los vecinos que querían ver “ la novela”, así como también la primer casa con venta
de helados de Mundo Nuevo; porque los helados no son de ahora, sino que como
dicen “ son desde que hubo nevera”.

Así, la energía eléctrica tuvo un impacto muy positivo en mi familia, la cual ha sabido
siempre ver y aprovechar los cambios para progresar y mejorar sus condiciones de
vida; y evidentemente todas las oportunidades que trae la luz fueron semilla para
conocer diferentes perspectivas del mundo y del desarrollo, y puerta para pensar en
que los hijos de la familia vivieran y estudiaran, con posterioridad, en el centro
urbano, pues eso se traducía en mejores opciones; y para que los abuelos al final
también vinieran a vivir “ al pueblo” donde vivimos hasta hoy.

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